La Sirena Varada: Año II, Número 11
El undécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El undécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />
<strong>La</strong> sirena varada<br />
R E V I S T A L I T E R A R I A<br />
es una publicación de<br />
EDITORIAL DREAMERS<br />
libros digitales, gratuitos y legales<br />
LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />
<strong>Año</strong> 2, N° <strong>11</strong>, septiembre 2018 es una publicación mensual<br />
editada por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful<br />
Editing and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />
Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />
www.editorialdreamers.com<br />
Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />
Ilustración de portada: pomupomu<br />
Ilustraciones: The British Library’s collections<br />
<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />
reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />
editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />
en esta revista.<br />
Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />
parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />
sin previa autorización de Digital Robotic Entity<br />
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DIGITAL ROBOTIC ENTITY ASSEMBLED<br />
FOR MASTERFUL EDITING AND<br />
RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />
todos los derechos reservados<br />
SOBRE<br />
ESTE<br />
NÚMERO<br />
Sobra decir que este número ha sufrido<br />
de muchos tropiezos, pero es<br />
normal considerando todos los cambios<br />
que vienen para la editorial; cabe<br />
aclarar que ninguno de esos cambios<br />
afectará a la revista, así que de eso no<br />
se tienen que preocupar.<br />
Muchas cosas interesantes han pasado<br />
en este último mes, pero lo más<br />
curioso de todo ha sido un correo electrónico<br />
invitándonos a sumarnos al<br />
movimiento BDS.<br />
¿Qué es el BDS? Pues es el Movimiento<br />
Boicot, Desinversiones y Sanciones, que,<br />
según Wikipedia, es una campaña global<br />
que trata de incrementar la presión<br />
económica y política sobre Israel para<br />
que cumpla los objetivos del movimiento:<br />
el fin de la ocupación israelí y la colonización<br />
de los territorios Palestinos y los<br />
Altos del Golán, la plena igualdad de los<br />
ciudadanos árabes palestinos que viven<br />
en Israel y el reconocimiento del derecho<br />
de los refugiados palestinos al retorno.<br />
En el correo, uno de los activistas de<br />
este movimiento nos invitaba a no publicar<br />
autores que apoyen abiertamente<br />
el régimen israelí, que vivan en Israel<br />
o que tengan ascendencia judía, además<br />
de pedirnos que les brindaramos<br />
espacio para publicar material referente<br />
a su movimiento.<br />
Todo suena muy bonito y comprendo<br />
que sus intenciones pueden considerarse<br />
como buenas; sin embargo,
mi primera pregunta fue el porqué de<br />
la invitación. El consejo editorial me<br />
recordó que, en uno de nuestros primeros<br />
números, publicamos a un autor<br />
argentino-israelí.<br />
Debo decir que aunque nosotros no<br />
apoyamos de las acciones que el régimen<br />
de Netanyahu está tomando respecto<br />
al estatus de Jerusalén, la franja<br />
de Gaza y la ribera occidental, tampoco<br />
vamos a cerrarle las puertas a ningún<br />
autor debido a cuestiones políticas.<br />
Esta revista es un espacio cultural, y<br />
tiene que estar abierta a todas las voces<br />
que busquen un espacio de expresión,<br />
sin importar su filiación política,<br />
económica, religiosa, moral, o cualquier<br />
otra cosa que se les ocurra.<br />
Para nosotros, y para mí específicamente,<br />
es primordial que el arte sea un medio<br />
que nos una y que nos enseñe sobre las<br />
similitudes y diferencias que existen entre<br />
cada cultura que habita este planeta; por<br />
esa razón no apoyaremos nunca ningún<br />
movimiento o causa que busque coartar<br />
las libertades de las personas, y mucho<br />
menos que cuarte nuestra libertad de publicar<br />
lo que se nos de la gana.<br />
Sabemos que tal vez no estén de<br />
acuerdo con nosotros, pero piensen en<br />
esto: decir que todos los habitantes de<br />
Israel apoyan las acciones de su gobierno<br />
sería como decir que todos los musulmanes<br />
apoyan al Estado Islámico; y no, no se<br />
puede echar a todos en el mismo costal.
18<br />
EL ARTE<br />
DE IMAGINAR<br />
34<br />
LA IMPORTANCIA DE<br />
LAS HISTORIAS<br />
48<br />
LA LITERATURA<br />
EN LA EDUCACIÖN<br />
PARA LA PAZ<br />
64<br />
POESÍA DEL<br />
DESCUBRIMIENTO
80<br />
EL SER<br />
HUMANO ASOCIAL<br />
96<br />
EL MIEDO<br />
Y LA ALTERACIÓN<br />
100<br />
164<br />
SELECCIÓN<br />
DEL EDITOR<br />
122<br />
NUESTROS<br />
ARTÍCULOS<br />
170<br />
NOVELAS POR<br />
ENTREGAS<br />
MICROCUENTOS
6<br />
VISITA<br />
AL INFIERNO<br />
Por María del Mar
Catalina llegó corriendo a la estación<br />
de tren, no podía llegar tarde<br />
nuevamente. Se sentó del lado de<br />
la ventanilla, por suerte esa mañana no<br />
había tanta gente. Apenas una decena<br />
de pasajeros sentados y entretenido<br />
en sus pensamientos. Agradecida, recordaba<br />
la otra mañana cuando había<br />
tenido que viajar parada, soportando<br />
el calor. Por eso odiaba el verano, además<br />
en el trabajo no había ventilador<br />
que alcanzara para todos los que trabajaban<br />
en la oficina.<br />
Catalina suspiró resignada, el tren ya<br />
estaba por cerrar sus puertas cuando<br />
una joven ingresó al vagón. Llevaba una<br />
campera, lo cual era ilógico teniendo en<br />
cuenta la temperatura que hacía. Segundos<br />
después la extraña se sentaba<br />
delante de Catalina, quien rápidamente<br />
se cubrió la nariz. Un olor nauseabundo<br />
se empezó a sentir dentro del vagón. Catalina<br />
miró hacia los costados para ver<br />
a los demás pasajeros, pero estos no se<br />
habían inmutado ante la hediondez. <strong>La</strong><br />
joven se dio cuenta de que el olor provenía<br />
de la extraña de la campera. <strong>La</strong>s<br />
moscas danzaban alrededor de su cabeza,<br />
eran cada vez más. Catalina intentaba<br />
pensar en otra cosa para olvidar el<br />
hedor, pero no podía, y todavía faltaba<br />
media hora para llegar a destino. <strong>La</strong> extraña<br />
empezó a murmurar entre dientes<br />
y fue de a poco subiendo el tono de la<br />
voz, a tal punto que el farfullo se convirtió<br />
en un alarido incomprensible.<br />
<strong>La</strong> extraña giró su cabeza de una manera<br />
macabra e inexplicable, su torso<br />
no se movió ni un centímetro de donde<br />
estaba, y clavó su mirada oscura en la<br />
cara de Catalina. Desesperada, la joven<br />
intentó moverse pero le resultó imposible,<br />
estaba realmente paralizada. Apenas<br />
podía mover los ojos lo suficiente<br />
como para darse cuenta de que el resto<br />
de las personas ignoraban lo que estaba<br />
sucediendo. Un ardor empezó a recorrer<br />
su cuerpo.<br />
—¿Te olvidaste de mí?<br />
Catalina se dio cuenta de algo que<br />
no había notado: la extraña tenía una<br />
marca en el cuello, como si algo hubiera<br />
apretado su cuello. Entonces supo lo<br />
que estaba pasando. Su hermana se había<br />
suicidado hacía años ahorcándose.<br />
Recordó esa noche. Era ella. Lourdes.<br />
—Todo es culpa tuya.<br />
<strong>La</strong>s lágrimas empezaron a caer sobre<br />
sus mejillas. Estaba desesperada, quería<br />
que todo eso terminara.<br />
—Nunca te voy a dejar. Por tu culpa<br />
se incendió la casa, y nuestros padres<br />
se enojaron conmigo. Me echaron.<br />
Había sido tan solo una travesura.<br />
Una noche los padres de las chicas<br />
habían salido a cenar. Lourdes, al ser<br />
la mayor, había quedado a cargo de la<br />
casa. Esa noche se entretuvo hablando<br />
por teléfono. Catalina estaba jugando<br />
con un encendedor, tontería de niño.<br />
Primero fueron las cortinas las que se<br />
empezaron a incendiar. Se asustó tanto<br />
que no quiso decirle a su hermana para<br />
que no la regañara. <strong>La</strong> casa era de madera,<br />
todo se consumió. Lourdes pudo<br />
salir con su hermana, pero cuando llamaron<br />
a los bomberos ya era tarde. Los<br />
padres echaron a Lourdes, ya los había<br />
decepcionado en otras oportunidades.<br />
Ella no consiguió trabajo por lo tanto<br />
vivió un tiempo en la calle, pasando<br />
frío y hambre.<br />
<strong>La</strong> familia tuvo que vivir en un monoambiente.<br />
Lourdes, una vez que descubrió<br />
donde vivían, los vigilaba día y<br />
noche, esperando que Catalina quedara<br />
sola, porqué sabía que sería sencillo<br />
que le abriera. Finalmente consiguió<br />
7
su cometido. Una vez que entró, tomó<br />
un cinto lo colocó alrededor de su cuello<br />
y se colgó. Catalina observó toda la<br />
escena, pero no se inmutó. Cuando los<br />
padres llegaron se encontraron con la<br />
escena del cadáver de su hija mayor, y<br />
a la menor sentada frente a ella.<br />
Catalina recordó todo lo que había<br />
pasado en unos segundos. Empezó a<br />
ver un fuego que se elevaba y quemaba<br />
todo lo que estaba a su alrededor, el<br />
tren había desaparecido. Todo era negro<br />
y rojo, había mucho humo. Desde el<br />
piso vio aparecer figuras que parecían<br />
humanas, gritaban del dolor, cuerpos<br />
carbonizados aun en movimiento se<br />
acercaban a ella como pidiendo ayuda.<br />
<strong>La</strong> mano de Lourdes apretaba cada vez<br />
más fuerte el brazo de Catalina.<br />
—No te vas a acordar de nada, como<br />
siempre. Nos vemos mañana, hermanita<br />
—le susurró Lourdes, y desapareció.<br />
Catalina despertó de golpe. No podía<br />
creer que hubiera dormido en todo el<br />
viaje, lo último que recordaba era cuando<br />
se había sentado en la estación. El<br />
tren ya había llegado a destino. Tomó<br />
sus cosas y se fue hacia su trabajo.<br />
8
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9
10<br />
LA<br />
ABURRIDA<br />
Por Marcia González López
Fue en domingo. No hay domingos<br />
sin aburrimiento ni tragedias. <strong>La</strong><br />
niña había nacido con la virtud del<br />
aburrimiento. Harta de escuchar de<br />
boca de su madre: «Haz algo, porque<br />
los únicos que se aburren son los burros»,<br />
buscaba abatir su desdicha de<br />
sentirse aburrida todos los días en la<br />
soledad del campo donde veraneaban<br />
todos los años.<br />
Los niños más cercanos estaban a quince<br />
kilómetros, para colmo eran sus primos<br />
mellizos que solo la invitaban a jugar para<br />
hacerle conocer la maldad y el terror. <strong>La</strong><br />
última vez que la invitaron a cabalgar,<br />
prepararon la yegua más mansa del lugar,<br />
ajustaron la montura, el cojinillo y la<br />
subieron, apenas tomó las riendas le dieron<br />
un rebencazo en las caderas al animal,<br />
que salió despavorido por medio del arenal<br />
del zanjón; a los tres o cuatro galopes,<br />
estaba <strong>La</strong> aburrida prendida como garrapata<br />
a la montura ladeada, entre las patas<br />
de la yegua asustada. Después de eso,<br />
prefería buscarse otro entretenimiento.<br />
Se acercaba el fin de semana, aunque<br />
en el campo todos los días son<br />
iguales, y encontró un entretenimiento<br />
fantástico después de escuchar historias<br />
de fogón en la voz de su tío Mito,<br />
que poco hablaba, y cuando lo hacía<br />
todo parecía ser fascinante. Se fue a<br />
dormir pensando que ya no se aburriría<br />
nunca más. Era la gran idea para superar<br />
los dos meses que le quedaban<br />
aún en el campo. <strong>La</strong> tarea demandaba<br />
un mínimo de dos días de preparación.<br />
Conseguir una mochila de agua, que<br />
era tan grande como su espalda, preparar<br />
la pala, la picota, otra mochila con<br />
vendas, víveres, abrigo, un rifle de calibre<br />
veintidós con unas balas para defenderse<br />
de los animales salvajes, y el<br />
infaltable sombrero de expedicionaria.<br />
Llegó el gran día, era domingo y el sol<br />
no quería dormir la siesta, el permiso<br />
para partir estaba dado solo después<br />
de lavar los platos. Bajo el sol de enero<br />
emprendió la caminata con el destino<br />
ante sus ojos. El cerro Urón podía vérselo<br />
desde el casco de la estancia, pero<br />
estaba lejano, le demandaría más de<br />
una hora de caminata, los cálculos estaban<br />
mal sacados, era aburrida y pésima<br />
para las matemáticas. <strong>La</strong> física no<br />
ayudaba, las dimensiones de la mochila<br />
de agua, el pico, la pala, los víveres y<br />
el arma, demasiado peso dificultaban<br />
la marcha. Casi tres horas le llevó llegar<br />
al pie del cerro empinado, imposible<br />
subir con todo. Dejó sobre la ladera sur,<br />
luego de tomar unos cuantos sorbos<br />
de agua, la mochila, la pala, los víveres.<br />
Solo pudo ascender con mucha dificultad<br />
bajo los rayos ardientes del sol,<br />
apoyándose en el rifle y en la picota.<br />
El silencio era interrumpido por los<br />
latidos de su corazón. Una vez en la<br />
cima contempló la inmensidad de ese<br />
paisaje desértico y tan aburrido hasta<br />
ahora. Se tomó unos instantes para<br />
calmar su agitada respiración, necesitaba<br />
recuperarse de la escalada. Ahora<br />
estaba a punto de tener la recompensa<br />
a tanto esfuerzo. Caminó hacia el borde<br />
del cerro, a un metro del abismo. Y allí<br />
estaba tal cual lo había relatado su tío<br />
a orillas del fogón, frente a sus ojos: el<br />
chenque. El latido de su corazón se aceleró,<br />
pensó que iba a morir ahí, en lo<br />
indebido del aburrimiento, comenzó a<br />
mover las piedras con la picota, en vano<br />
la había arrastrado hasta la cima. Empezó<br />
a sacar las piedras con sus pequeñas<br />
manos, el montículo de rocas negras<br />
hacían la diferencia. Cuando comenzaba<br />
a aflorar un color más amarillento<br />
del suelo arcilloso, de pronto dos águi-<br />
<strong>11</strong>
las revolotearon sobre ella grazneando<br />
amenazantes en vuelo zigzagueante.<br />
No lo dudó, corrió unos tres metros y<br />
comenzó a disparar frenéticamente.<br />
<strong>La</strong>s aves en vez de irse arremetieron<br />
con mayor virulencia, al escuchar el clic<br />
del gatillo sin la resonancia de la bala<br />
arrojó el arma al vacío y salió corriendo<br />
presa de pánico, no sin antes caerse y<br />
rasparse brazos y piernas. Corrió a pesar<br />
del dolor y la sangre caliente que<br />
caía de sus heridas. No pudo hacerse<br />
de las supuestas joyas de piedra y barro<br />
que guardan las tumbas de los Tehuelches<br />
en el sur de la Patagonia. Su espíritu<br />
arqueológico se vio cercenado por el<br />
convencimiento temprano de que una<br />
maldición indígena cayó sobre ella por<br />
haber intentado profanar una tumba.<br />
Desde entonces no regresó al campo y<br />
carga con la mayor maldición del mundo:<br />
la de aburrirse en todas latitudes.<br />
12
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13
14<br />
EL DÍA<br />
QUE VI EL MAL<br />
Por Francisco Javier Soto Hernandez
Espíritus, brujería, posesiones, demonios…<br />
son reales.<br />
Paso tan de repente que el simple<br />
hecho de asimilarlo fue un reto<br />
para mi mente. Quizás porque solo era<br />
un niño de once años, no lo sé, pero sé<br />
que después de eso nunca volví a ser el<br />
mismo, y no lo seré.<br />
Yo cursaba el quinto grado de primaria<br />
y todos los días al salir iba con mi<br />
madre, ella trabajaba en un pequeño<br />
supermercado de su propiedad y me<br />
quedaba de paso, era normal que en<br />
ocasiones lo encontrara cerrado, mi<br />
madre se tomaba un tiempo para descansar<br />
para después volver a abrir su<br />
pequeña tienda. Ese día había encontrado<br />
cerrado antes y decidí irme de<br />
largo directamente hacia la casa. Justo<br />
cuando iba caminando, logré escuchar<br />
mi nombre en un fuerte grito…<br />
—¡Javier!<br />
Rápidamente voltee y vi a mi padre,<br />
quien se dedicaba a la música, tenía un<br />
grupo y todo eso, se me hizo muy raro<br />
verlo llegar en un auto. Frenó el auto de<br />
golpe, salió rápidamente y me tomó de<br />
los hombros diciéndome con un tono<br />
de voz entre asustado y nervioso:<br />
—¡¿A dónde ibas?! ¡Súbete rápido al<br />
carro! ¡Tenemos que ir por tus hermanos<br />
con tu abuela, rápido!<br />
No quise hacerlo enojar pues mi padre<br />
es de un temperamento alto así<br />
que no dudé en subir. Llegamos rápidamente<br />
a la casa de mi abuela y al bajar<br />
vi salir corriendo a mis hermanos casi<br />
llorando, les pregunté:<br />
—¿Qué pasó? ¿Por qué lloran? —solo<br />
lograron contestarme entre sollozos:<br />
—E… es que n-n-no nos dejaban ir a<br />
la c-ca-cas-casa.<br />
Aún más consternado, tomé sus mochilas<br />
y las subí al carro y para no hacer<br />
demorar a mi padre, después los ayudé<br />
a subir al auto. Al ir por mi padre solo<br />
logré escuchar a mi abuela y a una de<br />
mis tías diciendo:<br />
—¿Pero cómo paso? ¿Dónde estabas<br />
tú? ¡De seguro estabas con tus amigos!<br />
Mi padre, al tratar de no gritarles a<br />
mis tías y a mi abuela, salió y subió al<br />
auto. Mi abuela, deteniendo la puerta<br />
antes de que azotara, le alcanzó a decir<br />
a mi padre:<br />
—Ten cuidado, hijo. No dejes que los<br />
niños la vean…<br />
Llegamos rápido a la casa de mi<br />
abuela materna, y en la entrada logré<br />
observar muchos autos estacionados<br />
en frente. <strong>La</strong> entrada de la casa de mi<br />
abuela era un pasillo largo, una puerta<br />
a la derecha, tres a la izquierda y una<br />
puerta al final que llevaba al patio. A<br />
mis hermanos y a mí nos dejaron en la<br />
segunda puerta de la izquierda, al entrar<br />
encontramos a varios de nuestros<br />
parientes, todos mirándonos; en sus<br />
miradas se notaba un sentimiento de<br />
pena y dolor. De repente se escuchó un<br />
grito proviniendo de uno de los cuartos<br />
de la casa… Todos los que estaban con<br />
nosotros se tapaban los oídos y a uno<br />
que otro se le salía las lágrimas.<br />
De repente entraron al cuarto mi<br />
padre, un hombre de lentes y otro<br />
que traía de vestimenta un traje negro<br />
con una cintilla blanca en su cuello. El<br />
tiempo pasaba y se hizo de noche, uno<br />
de nuestros conocidos quiso tratar de<br />
conciliar el sueño, al instante despertó<br />
con la cara pálida, llorando, asustado.<br />
En ese instante el hombre con la cintilla<br />
en su cuello preguntó:<br />
—¿Qué fue lo que viste, hijo? ¿Cuántas<br />
eran? ¿Dónde estaban?<br />
—¡Eran tres! ¡Estaban en un auto justo<br />
en frente de su casa! ¡No vaya, señor,<br />
15
no vaya! ¡Le van a hacer daño, al igual<br />
que a su esposa!<br />
Yo, asustado, salí corriendo del cuarto;<br />
traté de salir de la casa pero, al pasar<br />
por la primera puerta, lo vi…. Una<br />
figura recostada en una cama; sujetada<br />
de las manos a la cabecera, y varios<br />
hombres gritando:<br />
—¡En nombre de Dios, sal de este<br />
cuerpo! ¡Te lo ordeno! Entonces vi el<br />
cuerpo retorcerse. Vi lo inimaginable…<br />
⁂<br />
Aún me preguntan: «¿Cómo puedes creer<br />
en eso? No existe, quizás solo estaba<br />
enferma…». Pero yo les pregunto, ¿qué<br />
enfermedad te pone la piel completamente<br />
negra? ¿El color de tus ojos puede<br />
cambiar por completo? ¿Cambia tu tono<br />
de voz a un tono tan grueso que te hace<br />
temblar, llorar, erizar la piel? Es ahí, cuando<br />
ya no saben que responderme…<br />
16
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17
EL ARTE<br />
DE IMAGINAR<br />
Por Jokabeth Roal<br />
<strong>La</strong> literatura es un maravilloso fenómeno<br />
difícil de definir, puesto que<br />
dentro del ámbito literario existe<br />
textos de diversa índole: cuentos, poemas,<br />
fabulas, novelas, microrrelatos,<br />
etc. Pese a ello, la Real Academia Española<br />
(RAE) define literatura como «el<br />
arte de la expresión verbal», es decir;<br />
es una expresión artística cuya materia<br />
prima es la palabra escrita (lengua),<br />
manipulada por el escritor con el fin de<br />
18<br />
provocar un efecto emocional y cultivar<br />
la imaginación del lector.<br />
Existen diversos géneros literarios<br />
que constituyen un modelo para el autor,<br />
tal es el caso del género literario<br />
«ciencia ficción». Pero ¿cómo surgió la<br />
literatura de ciencia ficción? Pues bien,<br />
en 1926 Hugo Gernsback acuño el término<br />
«ciencia ficción» al incorporarlo<br />
en la portada de Amazing Stories, una<br />
de las revistas más conocida en Esta-
dos Unidos. De modo, que hasta ese<br />
año lo que hoy día denominamos ciencia<br />
ficción recibía diversos nombres,<br />
tales como «viajes fantásticos», «relatos<br />
de mundos perdidos», «utopías», o<br />
«novelas científicas».<br />
<strong>La</strong> primera obra de ciencia ficción se<br />
remonta en 1818, año en que se publica<br />
Frankenstein o El moderno Prometeo<br />
de Mary Shelley. Aunque algunos<br />
cuestionan la clasificación de esta obra<br />
como ciencia ficción para casi todos<br />
los expertos del ámbito literario la obra<br />
que supuso un antes y un después en<br />
la concepción de la literatura de ficción<br />
científica fue la obra de Shelley.<br />
Posteriormente, en los años 30 del<br />
XIX, Edgar Allan Poe escribió algunos<br />
relatos que sin duda debían incluirse en<br />
este género (<strong>La</strong> incomparable aventura<br />
de un tal Hans Pfaal, Revelación mesmérica,<br />
El poder de las palabras, etc.).<br />
19
Más adelante en el siglo XIX, aparecería<br />
Julio Verne, escritor francés conocido<br />
por sus novelas de aventuras y<br />
por su profunda influencia en el género<br />
literario de la ciencia ficción. De hecho,<br />
es considerado junto a Welles como el<br />
padre del género ciencia-ficción.<br />
Verne aporto innumerables obras a<br />
la literatura; entre las que destacan el<br />
conjunto de novelas «viajes extraordinarios»,<br />
que agrupa todos los relatos<br />
de aventuras que escribió entre 1863<br />
y 1918. Cabe destacar que los inicios<br />
literarios de dicho autor fueron difíciles,<br />
hasta que conoció al editor Hetzel,<br />
quien se interesó por sus textos y le<br />
publicó Cinco semanas en globo (1863),<br />
obra con la cual alcanzó el éxito y lo<br />
estímulo a proseguir con sus relatos de<br />
aventura y fantasía.<br />
Verne era un estudioso de las tecnologías<br />
y la ciencia de su época. Poseía una<br />
increíble capacidad de imaginación que<br />
lo ayudaba a viajar a través del tiempo y<br />
plasmar en sus novelas como seria el futuro<br />
de la sociedad, logrando describir<br />
algunos inventos que en ese entonces<br />
no eran una realidad (el submarino, el<br />
helicóptero, el metro, las naves espaciales,<br />
internet, motores de combustión<br />
interna, etc.) razón por la cual fue considerado<br />
como un «visionario».<br />
En total, escribió más de cincuenta novelas<br />
y desde 1979 es el segundo autor más<br />
traducido del mundo, después de Agatha<br />
Christie. Sin duda, ¡un magnifico escritor!<br />
20
Sin embargo, fue hasta la primera<br />
mitad del siglo XX que el género ciencia<br />
ficción alcanzó su máximo esplendor,<br />
siendo denominada como la Edad de<br />
Oro y Plata, con la aparición de autores<br />
como Isaac Asimov (Yo robot), Arthur C.<br />
Clarke (Odisea espacial), Aldous Huxley<br />
(Un mundo feliz) y Ray Bradbury (Crónicas<br />
marcianas, Fahrenheit 451).<br />
Posteriormente, durante los años 60<br />
y 70 surgió la corriente literaria denominada<br />
«<strong>La</strong> Nueva Ola» (New Wave), que<br />
tiene su origen en la revista británica New<br />
Worlds, dando a conocer autores tanto<br />
británicos como norteamericanos, entre<br />
los que destacan Michael Moorcock, Brian<br />
W. Aldiss, J. G. Ballard, Robert Silverberg,<br />
Thomas Disch, Harlan Ellison, etc.<br />
Podríamos seguir hablando sobre el<br />
proceso de transición de la literatura de<br />
ciencia-ficción, pero en todos los casos,<br />
y a lo largo de su historia, la ciencia-ficción<br />
ha mantenido las principales características<br />
que la hacen tan interesante:<br />
abordar temáticas emocionantes que se<br />
adherían a la ilusión del futuro, la capacidad<br />
de crear escenarios que inspiren y<br />
transporten al lector a otro mundo y el<br />
arte de provocar diversas emociones en<br />
sus lectores. Y como diría el famoso alemán<br />
Albert Einstein «<strong>La</strong> imaginación es<br />
más importante que el conocimiento» y<br />
para la ciencia-ficción tener imaginación<br />
y la capacidad de transmitir sus ideas a<br />
través de la palabra es realmente un arte<br />
que pocos se han atrevido a intentar.<br />
21
22<br />
SORTEO<br />
Por Alfredo Olmos Hernández
El día comenzó claro y soleado, los<br />
jardines se veían perfectamente<br />
adornados y el verde pasto resplandecía<br />
un poco más de lo normal; parecía<br />
un día perfecto para comer. <strong>La</strong> gente del<br />
pueblo comenzó a llegar al auditorio a<br />
eso de las nueve de la mañana, el auditorio<br />
se encontraba en la parte norte<br />
del poblado, y le quedaba algo alejado<br />
a los lugareños que vivían próximos a la<br />
entrada del sitio; ello aunado a que el<br />
camino era de subida y de terracería, se<br />
optó por iniciar las actividades a las diez,<br />
considerando que para ese momento ya<br />
estarían todos reunidos. En otros tiempos<br />
se había estimado que el sorteo podría<br />
durar unas cinco horas, pero en estos<br />
tiempos ya solo se llegaba a las cien<br />
personas, así que el sorteo se estimaba<br />
en hora y media y dar una hora o menos<br />
para la comida.<br />
El presidente Smok fue el primero<br />
en llegar al salón, y le sorprendió que<br />
los niños se acercaran al lugar a tan<br />
temprana hora; quizás el hecho de que<br />
fuese domingo es lo que los había llevado<br />
o ya comenzaban a entender lo<br />
importante de las tradiciones del poblado.<br />
Henry Grug fue el último de los<br />
niños en llegar, cuando se aproximó se<br />
le veía un poco indiferente al evento, al<br />
parecer solo iba en busca de la comida<br />
y no para preservar las tradiciones.<br />
Alrededor de las nueve y media se<br />
acercaron los hombres de la comunidad,<br />
estos llegaron platicando sobre cuestiones<br />
relativas a su trabajo, y pensando en<br />
lo que les podría tocar como premio en<br />
el sorteo. Debido a que las actividades<br />
comenzarían alrededor de las diez de la<br />
mañana se formaron pequeños grupos,<br />
entre los niños, los hombres y las mujeres;<br />
cada quien platicaba sobre diversos<br />
temas, sin importarles los de los demás.<br />
Al dar las diez de la mañana el presidente<br />
Smok tomó su lugar en el podio y<br />
sonó una campanilla, invitando a los presentes<br />
a tomar sus lugares. De inmediato<br />
las mujeres fueron por sus hijos, se reunieron<br />
con sus maridos y procedieron a<br />
ocupar sus lugares en el auditorio. De tal<br />
forma que las familias quedaron perfectamente<br />
acomodadas alfabéticamente.<br />
—Bueno, siendo las diez de la mañana,<br />
comencemos con el sorteo.<br />
—¡Aguarde, presidente! Falta la señora<br />
Daniels.<br />
Todos los presentes voltearon a ver a<br />
Tim, quien había alzado la voz para avisar<br />
que la señora Daniels no se encontraba;<br />
al revisar se observó que efectivamente,<br />
ella no había llegado.<br />
—Bueno, ya todos sabemos las reglas,<br />
respecto a los que no llegan al sorteo…<br />
—¡Presidente Smok, ahí viene! —continuo<br />
Zack Ride. Los presentes observaron<br />
que la señora Daniels venia<br />
corriendo por la terracería, y se le veía<br />
muy agitada.<br />
—…Perdón. Unos perros no me dejaban<br />
pasar.<br />
—Bueno, en ese caso, señora Daniels,<br />
no recibirá el castigo por no asistir al<br />
sorteo, y nos limitaremos a que usted<br />
pasará a recoger su boleto al último.<br />
—Está bien, señor presidente.<br />
—Muy bien, compañeros, comencemos.<br />
Para este momento ya todos<br />
conocemos el proceso, sin embargo<br />
lo repetiré para seguir el protocolo: comenzaré<br />
llamándolos en orden alfabético,<br />
tomaran un boleto de la tómbola,<br />
y retornaran a sus lugares sin abrirlo.<br />
¿Hay alguna duda?<br />
El pleno respondió con una negativa,<br />
y el presidente comenzó a nombrar alfabéticamente<br />
a todos los ciudadanos.<br />
—Brack, Bullys, Caeres…<br />
23
Conforme los nombraba el presidente,<br />
estos pasaban a la tribuna, tomaban<br />
un papel de la tómbola y retornaban a<br />
su lugar. Al cabo de una hora, ya se habían<br />
nombrado a todos los presentes.<br />
—Bueno, compañeros, siguiendo el<br />
protocolo, yo abriré primero mi papel<br />
y se los mostraré —acto seguido, el presidente<br />
abrió su papel y para su pesar,<br />
este se encontraba en blanco.<br />
—Compañeros, al parecer yo no podré<br />
comer el día de hoy. Por protocolo procedo<br />
a recordarles las reglas: a la cuenta<br />
de tres, todos abrirán sus papeles, en<br />
este viene escrito la pieza que les toca<br />
comer, papeles en blanco como el mío,<br />
no comerán nada…; y quien tenga una<br />
carita sonriente será nuestro invitado<br />
de honor el día de hoy. Bien, compañeros,<br />
procedan a abrir sus papeles.<br />
—¡Ay, no es justo! ¡Me toco pellejo! —refunfuño<br />
de inmediato la señora Daniels.<br />
—¡Pues para qué llega tarde! A mí me toco<br />
pescuezo —le respondió la señorita Allí.<br />
24
—¡Yo me quede sin nada! —continúo<br />
Zack Ride.<br />
Por toda la sala, se comenzaron a<br />
escuchar comentarios casi a gritos de<br />
me toco pierna, me toco muslo, no me<br />
toco nada, me toco hígado... Solo Henry<br />
Grug no decía nada.<br />
—Henry, ¿qué dice tu papel? —debido<br />
a que el niño no contestaba, su madre<br />
procedió a quitárselo y decir:<br />
—Aquí, en la familia Grug, a mi hijo le<br />
tocó la carita sonriente y a mí me tocó<br />
pierna —el presidente llamó a Henry al<br />
estrado y le pidió que tomara su lugar<br />
en el plato principal.<br />
—Bueno, compañeros, procedan a<br />
servirse, yo aquí los miro. Yo creo que<br />
por el gran deber cívico que mostro<br />
Stephanie Grug, lo indicado es que ella<br />
se sirva primero.<br />
Pronto todos ellos se dirigieron a<br />
servirse los pedazos de Henry que les<br />
había tocado. Los gritos del niño terminaron<br />
cuando Allí se sirvió su bocado.<br />
25
26<br />
A UN METRO<br />
DEL SUELO<br />
Por Irene González Henríquez
Ahora vivían a un metro del suelo,<br />
con esa limitación de estatura<br />
en su código genético. Parece un<br />
pequeño detalle sin importancia, pero<br />
multiplicado por millones de individuos<br />
supone un ahorro enorme, para empezar<br />
en alimentos. Aún en la actualidad sigue<br />
aceptándose como una medida muy razonable<br />
que nadie discute, al igual que<br />
la limitación en el peso, de la que únicamente<br />
están exentas las embarazadas;<br />
no son demasiadas por cierto.<br />
Desde hace ya más de un siglo la mayoría<br />
nacen en las llamadas incubadoras<br />
gestantes. Cuando las avanzadas técnicas<br />
de fertilidad no bastaron, comenzaron la<br />
manipulación genética y los medios de reproducción<br />
artificiales, creando humanos<br />
más estandarizados, con sistemas digestivos<br />
más simples y eficientes.<br />
Aprenden cómo eran las cosas antiguamente<br />
en clase de historia. El plan<br />
sigue siendo limpiar el aire, el agua y la<br />
tierra hasta un punto en que se puedan<br />
recuperar los ecosistemas que les permitan<br />
vivir en equilibrio con el medio.<br />
Hay programas ya muy avanzados, con<br />
resultados preliminares prometedores.<br />
Este año comienzan las pruebas de<br />
selección para escoger a los afortunados<br />
que se mudarán a las colonias de repoblación.<br />
El amplio conocimiento del<br />
genoma humano facilitará la detección<br />
de los individuos más aptos. El futuro de<br />
la especie estará en sus descendientes.<br />
Una sólida formación en valores altruistas,<br />
de respeto y colaboración mutua<br />
serán la base para no cometer los<br />
errores del pasado. Los artífices de este<br />
ambicioso proyecto son conscientes<br />
del delicado equilibrio que será preciso<br />
mantener entre los pobladores de estas<br />
reservas de vida y la gente de fuera.<br />
¿Ese será el mayor reto a largo plazo?<br />
⁂<br />
Contra todo pronóstico, el sistema lleva<br />
funcionando sin fisuras, roces, ni rencillas<br />
ya varias centurias. A estas alturas el<br />
plan original está más que olvidado.<br />
Aparentemente todo va bien, pero es<br />
una de esas calmas que anticipan tormenta.<br />
Hay un algo flotando en el ambiente,<br />
una cierta sensación de «esto<br />
no acaba de funcionar»; hace falta un<br />
cambio radical, y eso, demasiado a menudo<br />
significa pagar un alto coste.<br />
Los llaman «pigmeos» por su baja<br />
estatura. Por mucho que insistan en<br />
la existencia de ancestros comunes no<br />
lo parece. Aunque un análisis genético<br />
respaldaría dicha afirmación, sus fisiologías<br />
son demasiado diferentes: «Ellos<br />
ni siquiera nacen como nosotros, ni comen<br />
como nosotros, ni tienen un solo<br />
pelo en todo el cuerpo».<br />
Parecen niños enfermos, hasta que<br />
empiezan a hablar con una fluidez, madurez<br />
y conocimientos que no encajan<br />
para nada con un envoltorio tan frágil.<br />
Se llaman a sí mismos «Los Arquitectos»<br />
y a nosotros «Los Originales».<br />
Su misión, su razón de ser, el único<br />
motivo de que existan es preservar la<br />
especie, recuperando la biodiversidad<br />
del planeta de modo que pueda sustentarnos;<br />
cuesta entenderlo, por muy<br />
altruista que sea la naturaleza humana.<br />
Es importante recordar que ellos también<br />
son personas; honrar y agradecer su<br />
sacrificio. Son los descendientes de los<br />
que fueron modificados genéticamente<br />
durante generaciones para garantizar<br />
nuestra supervivencia en los tiempos oscuros<br />
en que el planeta moría.<br />
Los conocemos bien porque algunos<br />
están empezando a establecerse de<br />
forma más permanente en nuestros<br />
27
asentamientos, ahora que hay más recursos<br />
disponibles.<br />
Como respuesta a ese cierto malestar<br />
latente por ambas partes, se ha iniciado<br />
un ambicioso plan que a lo largo de las<br />
diez próximas generaciones acabe por<br />
volver a unificar las dos líneas genéticas<br />
diferenciadas. Se están aboliendo las<br />
leyes que prohibían las parejas mixtas.<br />
No es que persiguieran precisamente a<br />
quienes se las saltaban, pero es un detalle<br />
que ya no sea ilegal. <strong>La</strong> gran pregunta<br />
es si nacerán bebés mestizos sanos,<br />
¿cómo afectará eso a nuestra futura evolución?<br />
¿Será beneficioso a la larga?.<br />
Hasta el momento no está claro si se<br />
ha conseguido algún embarazo viable.<br />
Nadie conoce ningún caso de primera<br />
mano. Se sabe que es biológicamente<br />
posible, pero todo intento ha fracasado.<br />
¿Están condenados a la extinción?<br />
¿Ellos o nosotros?<br />
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29
30<br />
CANDOR<br />
Por Héctor Alejandro Serrano Ortiz
—¡Hoy luces mejor que nunca! —exclamo,<br />
y mis palabras hacen eco por toda<br />
la habitación. Afuera llueve copiosamente,<br />
volviendo más fría la temperatura<br />
a nuestro alrededor, y es por eso<br />
que mis hálitos son visibles frente a<br />
los ojos de Leonor, que responde a mi<br />
cumplido con una sonrisa a medias.<br />
Si le hacemos justicia, no siempre se<br />
ha visto así. Aunque sus ojos son, en<br />
principio, lo que más me atrajo de ella,<br />
el tiempo me permitió conocer cada<br />
pliegue, cada leve hendidura en su piel,<br />
y la infatuación dio paso al sentimiento;<br />
sin embargo, ahora tales pliegues<br />
no envuelven dentro de sí la sutilidad<br />
de su femineidad, sino el postergado<br />
deterioro de sus años.<br />
—¿Pasa algo? —pregunto, intentando<br />
convertirla en una reminiscencia, en<br />
una proyección de lo que solía ser.<br />
—Nada. Recordaba —sentencia, y la<br />
forma en la que lo dice me obliga a callar.<br />
Tampoco se ha escuchado así todo el<br />
tiempo. Hubo días en los que el ruido<br />
de mis pisadas por el pasillo del hospital<br />
era todo lo que ella necesitaba para<br />
conversar hasta por tres horas; postrada,<br />
mas no debilitada, en la cama de la<br />
habitación 37.<br />
«¡Menudo lugar para conocerse!».<br />
Recurro a estos recuerdos cada vez<br />
que la tristeza se hace presente en nuestros<br />
rostros, como cuando pregunta si su<br />
familia ha pasado a visitarla y yo, con el<br />
peor de los ánimos, le respondo que no,<br />
siendo justamente ése el motivo del por<br />
qué no le he propuesto matrimonio: la<br />
indiferencia la destrozaría.<br />
<strong>La</strong> luz de las velas empieza a desvanecerse<br />
cuando sus ojos de avellana<br />
derraman cada uno una lágrima. No<br />
puedo soportarlas, así que limpio mi<br />
boca y subo a nuestra habitación, a sabiendas<br />
de que no me alcanzará para<br />
recostarse a mi lado.<br />
Con las manos en el pecho y los párpados<br />
abiertos, puedo escuchar el fuego de<br />
la estancia crepitar, y sobre mí, casi puedo<br />
sentir las gotas de lluvia caer sobre mi<br />
piel. <strong>La</strong> tormenta de hoy me recuerda al<br />
mes de agosto previo a que la diéramos<br />
de alta: llovía sin descanso, y ella me preguntó<br />
por primera vez sobre el amor.<br />
»—No te entiendo —le respondí. Y era<br />
verdad. Entre nosotros, las ambiciones<br />
nunca podrían aspirar a convertirse en<br />
realidad, porque el tiempo mismo no<br />
era real: mientras los días resultaban<br />
eternos para la mayoría de los amantes,<br />
para nosotros significaban un azaroso<br />
camino sin garantía.<br />
»—Lo que quiero decir es que mañana<br />
podré salir de aquí —dijo, y yo no pude<br />
más que abrazarla. Lo que durante años<br />
pospusimos, por fin tendría respuesta.<br />
Nuestras ganas de conocer el significado<br />
del amor serían por fin atendidas.<br />
Un trueno me obliga a regresar al<br />
mundo real: el desquebrajado, el que me<br />
recuerda que el amor y las aspiraciones,<br />
como todo lo que es humano, perecen.<br />
Al día siguiente, el ruido de golpes<br />
en mi puerta es lo que me despierta.<br />
Cuando bajo a atender al hombre tras<br />
ella, me doy cuenta de que Leonor no<br />
está cerca, por lo que, al abrir la puerta,<br />
luzco un poco desconcertado.<br />
—¿Señor González? —pregunta, y yo<br />
asiento, pero mi mente divaga hasta<br />
que el hombre pronuncia un nombre<br />
que reconozco.<br />
—Disculpe —interrumpo—, ¿quién es<br />
usted y cómo ha dicho que se llama?<br />
—Soy el investigador Muciño, y trabajo<br />
para la familia Molina —responde él<br />
con notoria impaciencia—. ¿Se encuentra<br />
bien esta mañana?<br />
31
—Sí, es sólo que… no encuentro a mi…<br />
—si Muciño ha de comunicárselo todo a la<br />
familia de ella, que lo haga— prometida.<br />
—Ya veo —se limita a decir, ¡qué prosaico!—.<br />
Repetiré para usted: no tenemos<br />
idea de dónde pueda encontrarse<br />
lo que queda de la señorita Molina.<br />
—Espere. ¿De qué va eso?<br />
—¿Cómo que de qué? —espeta—, ¿a<br />
qué se refiere?<br />
—¿Por qué ha de venir a mofarse de<br />
mí con sus adjetivos y descripciones<br />
fuera de lugar?, ¿qué quiso decir con<br />
eso de «lo que queda de la señorita»?<br />
—Su familia me ha pedido que no me refiera<br />
a ella como lo que solía ser. Les lastima.<br />
¡Deberían sentirse avergonzados!<br />
Huir conmigo jamás demeritaría las<br />
cualidades de su hija, y mucho menos<br />
la privaría de recibir amor.<br />
Con lágrimas en los ojos, hago una<br />
última pregunta al investigador:<br />
—¿Qué puedo hacer por usted para<br />
que se vaya?<br />
—Proporcionarnos el número del hospital<br />
donde trabaja —sentencia, extrayendo<br />
un bolígrafo y un cuaderno de notas, proponiéndose<br />
escribir lo que yo le diga.<br />
Tan pronto como cierro la puerta,<br />
Leonor se hace escuchar sollozando<br />
desde la cocina.<br />
—Ha venido a buscarme, ¿verdad?<br />
—Quieren llevarte de vuelta con tus padres<br />
—le respondo, y ella se postra lentamente<br />
en el suelo, emitiendo uno de esos<br />
llantos que son capaces de amarrarte las<br />
entrañas—. ¡No llores, por favor!, ¡no!, no…<br />
Y sin poder darme cuenta del cómo,<br />
también me encuentro en el suelo, gimiendo<br />
como un niño.<br />
32
El día transcurre como una tortura. A<br />
la hora del desayuno, nuestras miradas<br />
apenas se cruzan; durante el almuerzo<br />
sale a contemplar los geranios; cenando,<br />
llora amargamente: sabe que es<br />
cuestión de tiempo.<br />
»—¡Eres joven, y estás viva! —le decía<br />
yo con mis manos anudadas fuertemente<br />
a las suyas, en las más frías<br />
noches de terapia, cuando apenas ella<br />
tenía 19 años. Ahora no puedo mentirle.<br />
Se ve tan envejecida…<br />
El mismo hombre llega al día siguiente<br />
con una orden, la toma y me obliga a<br />
presenciar el horror en su cara mientras<br />
la arranca de mis brazos y la sube a un<br />
vehículo negro, y no conforme con eso,<br />
me exigen escuchar todo tipo de mentiras:<br />
alegan que Leonor ya no existe, que<br />
he sido yo el culpable de su muerte, que<br />
he penetrado en su reposo para obligarla<br />
a vivir conmigo; revisan mis cosas, me<br />
despiden del trabajo, ¡sólo saben acusarme,<br />
y nadie me ha preguntado por<br />
mi versión de los hechos!<br />
Si les preguntas por la verdad, te dirán<br />
que Leonor falleció durante las lluvias<br />
de agosto, que no huyó conmigo y<br />
no perturbó su sueño para volver a mí;<br />
asegurarán que estoy loco, que pertenezco<br />
a esta habitación enorme e inocua<br />
y que lo mío no es amor.<br />
De dos cosas sí que estoy seguro:<br />
la primera es que nos amamos, y la<br />
segunda, que sus ojos de almendra siguen<br />
aquí, en cada oscura esquina de<br />
este lóbrego confinamiento, mirándome<br />
sin descanso mientras su voz apagada<br />
me llama por mi nombre.<br />
El fuego aún crepita.<br />
33
LA IMPORTANCIA<br />
DE LAS<br />
HISTORIAS<br />
Por Julio González Villegas<br />
Mucho se ha hablado sobre en qué<br />
momento debemos pasar de<br />
considerar una novela realista a<br />
fantástica, y mucho se ha escrito, por<br />
ejemplo en el realismo mágico, de que<br />
ocurre en ese terreno intermedio. Pero<br />
lo que quisiera ahora plantear es lo siguiente:<br />
¿Acaso no son todas las novelas<br />
reales, por el mero hecho de existir?<br />
O también, ¿acaso no es fantástico todo<br />
lo realista por su mera improbabilidad?<br />
34<br />
¿Con que autoridad decidimos que<br />
es más real la crónica del alzamiento y<br />
caída de un imperio, por ejemplo, que el<br />
viaje de un anillo mágico hasta el monte<br />
del destino? Yo creo que es absurdo<br />
limitar la definición de realismo a la pequeña<br />
porción de experiencia sensorial<br />
que tenemos, y creo que cualquiera con<br />
un mínimo de vida interior ha sentido<br />
mucho más reales para sí algunas novelas<br />
que años enteros de su vida.
Es más, ¿es algo real hasta que no se<br />
ha contado en una historia?<br />
Esto es una cuestión innata en el<br />
ser humano, pocas veces si nos ocurre<br />
algo estando solos no corremos a<br />
contárselo a alguien (o a compartirlo<br />
con todo internet hoy en día). Nuestro<br />
concepto de intimidad se resume casi<br />
siempre a momentos (historias) compartidos<br />
sólo con otra persona, cuando<br />
no corremos después a contarlo a otras<br />
personas, lo cual todos sabemos que<br />
es habitual.<br />
¿Y si la unidad de realidad, el estándar,<br />
fuesen las historias, y no las percepciones?<br />
Desde que tenemos constancia de<br />
escritos, y probablemente mucho antes,<br />
una de las características básicas<br />
de los humanos es que contamos historias.<br />
Podemos ser buenos, malos,<br />
crueles, compasivos, inteligentes, tontos…<br />
pero contamos historias. Somos<br />
35
capaces de hazañas y de atrocidades,<br />
pero lo que es más importante, somos<br />
capaces de contar ambas.<br />
Y esto es lo que nos define y lo que<br />
nos da importancia en una visión amplia,<br />
un humano apenas dura unos 80,<br />
100 años si tiene suerte, y eso hoy en<br />
día con una esperanza de vida muchísimo<br />
mayor de la que hace 50 años,<br />
pero si hay algo que permanece son<br />
las historias. Son seres con vida propia<br />
que durarán mucho más que nosotros,<br />
evolucionarán, viajarán, darán lugar a<br />
nuevos hechos que a su vez den lugar<br />
a nuevas historias y así se perpetuarán.<br />
Esto no es nada nuevo, al igual que<br />
ahora en lo alto de la sociedad tenemos<br />
a actores, músicos, directores,<br />
escritores…. No es descabellado pensar<br />
que miles de años atrás la persona<br />
con más poder fuese aquella capaz de<br />
recordar más historias, o de crearlas o<br />
contarlas mejor.<br />
Porque las historias no son un mero<br />
entretenimiento, las historias nos enseñan<br />
y nos cambian. No sólo los típicos<br />
ejemplos de historias diseñadas para<br />
enseñar ciertos valores a los niños, las<br />
historias nos enseñan cómo enfrentarnos<br />
al mundo exterior, como sobrevivir,<br />
como escapar… las historias nos dan<br />
un lugar seguro en el que practicar. Sabemos<br />
que el héroe sobrevivirá, que al<br />
final los buenos ganarán, por muchos<br />
36
problemas que haya en medio, nos podemos<br />
sentir seguros mientras entrenamos<br />
para un mundo exterior mucho<br />
más irracional y peligroso.<br />
Por todo esto tenemos que reivindicar<br />
las historias, que parece que hayan<br />
quedado relegadas a los cuentacuentos<br />
para niños, cuando en realidad están<br />
en todas partes: tu amigo del bar<br />
que te cuenta lo que hizo anoche (y<br />
que casualmente parece una epopeya<br />
heroica, con el como protagonista habitualmente),<br />
el tendero que te narra<br />
la última noticia del barrio (esa crónica<br />
social que se escribe cada mañana),<br />
la última película que viste, la canción<br />
que suena en la radio de tu coche…<br />
todo son historias, y tenemos que reivindicar<br />
su importancia.<br />
Porque en algún momento ya no existiremos<br />
nosotros, y después no existirán<br />
nuestros países, nuestras ciudades, quizás<br />
ni siquiera sigan existiendo nuestras<br />
civilizaciones. Pero seguirán existiendo,<br />
de un modo u otro nuestras historias; y<br />
eso está bien, no pasa nada, al fin y al<br />
cabo nosotros no fuimos más, ni menos,<br />
que sus conductores y escribanos.<br />
Sirvamos pues a esta causa superior y<br />
vivamos lo suficiente para crear nuevas<br />
historias, démosles forma y contémoslas,<br />
porque al fin y al cabo ellas serán las<br />
que nos sobrevivan y su recuerdo será el<br />
que de verdad nos mantenga vivos.<br />
37
ESPERA<br />
Por Jonathan Jesús García Palma<br />
38
El sol comenzaba a ocultarse. El<br />
pequeño Raúl se despidió de sus<br />
amigos. Al llegar a su hogar, se<br />
acercó a la mecedora en donde se encontraba<br />
su abuelo.<br />
—Abuelito, ¿estás despierto?<br />
—Sí, Raúl. ¿Qué sucede? —el hombre<br />
se mecía levemente.<br />
—Abuelito, ¿por aquí va a pasar el tren?<br />
—No, hasta acá no llegan el tren.<br />
—Entonces, ¿van a venir personas<br />
desconocidas?<br />
—No lo creo —el hombre mientras<br />
dejó de mecerse; se inquietó al recordar<br />
los tiempos de la leva.<br />
—Entonces, ¿viene el cartero por<br />
adelantado?<br />
—No, ya sabes que él llega los jueves.<br />
Pero, ¿por qué tantas preguntas?<br />
—Es que el hijo de la señora Ernestina<br />
está parado en la entrada del camino<br />
ancho, por donde está el letrero del<br />
pueblo, y parece que espera a alguien.<br />
Se parece a los que esperan el tren.<br />
Desde ayer está ahí.<br />
El muchacho aludido estaba por<br />
cumplir un día entero en la posición<br />
descrita por el niño. Portaba la misma<br />
ropa del día anterior. Casi todos los habitantes<br />
lo habían vis-to. Algunos lo miraban<br />
con lástima. Otros murmuraban<br />
a su alrededor y se acerca-ban para observarlo<br />
detenidamente. Él no parpadeaba;<br />
aparentaba no respirar. Se-mejaba<br />
ser una pálida estatua. El médico<br />
del pueblo lo examinó: sin duda alguna,<br />
es-taba vivo.<br />
A los niños se les prohibió aproximársele.<br />
Algunos hombres intentaron<br />
moverlo del lugar. Todo esfuerzo fue<br />
inútil. Parecía estar pegado a la tierra.<br />
Durante una madru-gada, luego de un<br />
trabajo mayúsculo, lograron llevarlo a<br />
una celda en la rústica esta-ción de policía.<br />
No obstante, cuando el sol reapareció<br />
en el horizonte, lo hallaron en su<br />
lugar original. Entonces, optaron por<br />
dejarlo ahí y esperar. Todos sabían lo<br />
que sucedía. Los forasteros y los niños<br />
pequeños eran los únicos ignorantes.<br />
Ernestina se encontraba enferma desde<br />
hacía varios días y no se enteró de lo<br />
sucedido. Nadie le quiso decir. Debido<br />
a la intensa fiebre, tampoco hubiera<br />
entendido palabra alguna.<br />
El anciano miró a su nieto. No sabía<br />
qué decir. Su madre aún no le contaba<br />
la historia y su padre no estaba en casa.<br />
Era una situación difícil. Al cabo de unos<br />
minutos, llegó la respuesta: «Mi hija<br />
nunca la va a decir y eso no está bien».<br />
—Está esperando a una hermosa mujer<br />
—dijo seriamente.<br />
—¿A una mujer?<br />
—Sí, pero esa mujer es un fantasma.<br />
No es de este mundo y es mejor no verla.<br />
—¡¿Un fantasma?! —Raúl abrió los<br />
ojos desmesuradamente— ¡Qué miedo!<br />
—Por eso no dejamos que los muchachos<br />
vayan al río al atardecer.<br />
—¿Y eso qué tiene que ver?<br />
—Lo sabrás cuando crezcas. Sólo<br />
acuérdate de no ir al río cuando se<br />
oculta el sol. Ahora ve a buscar a tu<br />
mamá y no vuelvas a ver al hijo de la<br />
señora Ernestina.<br />
Raúl buscó a su mamá. Curioso, le<br />
preguntó sobre lo dicho por su abuelo.<br />
<strong>La</strong> mujer enmudeció. Esa noche, ninguno<br />
descansó a gusto. Al anciano le preocupaba<br />
la reapa-rición de la fatalidad.<br />
A su hija la angustiaba el futuro de Raúl.<br />
Éste, simplemente quería saber más. Al<br />
día siguiente, ella conversó con su hijo y<br />
le explicó algo sobre el río. Le aconsejó ir<br />
de día, porque en la noche se podía ahogar.<br />
Inventó un cuento sobre la hermosa<br />
mujer y no se habló más del tema.<br />
39
Días después fueron los funerales<br />
del hijo de la señora Ernestina. Murió<br />
de inanición y deshidratación. Su madre<br />
estaba inconsolable. <strong>La</strong> fiebre no la<br />
había matado, pero el fallecimiento del<br />
muchacho la tenía al borde de la tumba.<br />
En el pueblo no se recor-daba una<br />
muerte así desde hacía mucho tiempo.<br />
Más de uno creyó que ésa sería la última<br />
tragedia.<br />
—Papá, ¿qué hace ese muchacho ahí<br />
parado? —preguntó Altagracia.<br />
El hombre alzó la vista. Sorprendido,<br />
frunció el ceño. Movió la cabeza como<br />
intentando negar cuanto apreciaban<br />
sus ojos. Los pobladores comenzaron<br />
a congregarse en torno a Raúl. Algunos<br />
se admiraban. Muchos se entristecieron.<br />
El enterrador llegó pronto. «¡Creí<br />
que con lo del hijo de la señora Ernestina<br />
todo se había terminado!», gritó<br />
desesperado.<br />
—Está esperando a una mujer, a una<br />
hermosa mujer —respondió el hombre<br />
mien-tras reemprendía la marcha junto<br />
a su esposa y sus otras tres hijas.<br />
—¿A la del río? ¿<strong>La</strong> que los condena a<br />
morir esperándola? —intervino su segunda<br />
hija.<br />
—A esa misma —agregó la madre.<br />
—Es hermosa, muy hermosa —dijo la<br />
mayor con lánguida voz.<br />
—¡Qué susto! —exclamó Altagracia, la<br />
menor.<br />
—¡Qué bueno que ustedes son mujeres!<br />
—finalizó el padre.<br />
<strong>La</strong> hija mayor bajó la cabeza y detuvo<br />
el paso.<br />
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42<br />
EL HADA<br />
DE LOS DIENTES<br />
Por Minerva Noemi Esteban López
Los mitos comúnmente solo son<br />
hechos inventados por la gente,<br />
pero… ¿qué pasa cuando estos se<br />
hacen realidad?<br />
A decir verdad yo desearía que aquello<br />
que murmuraban por mi vecindario fuera<br />
un simple mito, una simple fantasía<br />
creada por la inmensa imaginación de<br />
una persona buscando entretenimiento<br />
en un día aburrido, pero no era así.<br />
Es como ahora me encuentro escondido<br />
en el armario de mi recamara,<br />
temblando, sudando frio en la inmensa<br />
oscuridad, tan solo escuchando pasos<br />
por toda mi casa. Desde que escuché<br />
esos cinco toquidos en mi puerta no me<br />
sentí seguro, pues sabía quién era, y sabía<br />
qué quería… Ya lo había escuchado<br />
cientos de veces en bocas de personas<br />
de mi vecindario, pero nunca quise<br />
creerlo; siempre fui una persona que<br />
no creía en fantasías ni mucho menos<br />
en lo que solía murmurarse, y mírame<br />
ahora, por no creer aquellas palabras<br />
y haber visto todas las situaciones presentadas<br />
como simples coincidencias y<br />
paranoias, la estoy pagando.<br />
Tengo tanto miedo, en verdad, tengo<br />
miedo de que esa cosa me encuentre.<br />
Me arrepiento con todas mis fuerzas de<br />
haber recurrido a esa estúpida muñeca<br />
de hada, pero a decir verdad estaba<br />
desesperado y, como dije anteriormente,<br />
no creía que en verdad llegara a pasar<br />
algo. Nunca esperé que terminara<br />
tan mal, siempre tuve fe en mí, en que<br />
si me lo proponía podía lograr grandes<br />
cosas y demostrarle a mis padres<br />
que podía ser alguien sobresaliente…<br />
¡Vaya tonterías me planté en la cabeza!<br />
Necesitaba de mis padres, necesitaba<br />
su apoyo, pero nunca logré que me lo<br />
dieran; sé que querían lo mejor para<br />
mí, querían que siguiera sus pasos de<br />
manera profesional… bueno, al menos<br />
mi padre, él era el único que quería que<br />
fuera cirujano, decía que podía ganarme<br />
bien la vida con ese empleo, pero…<br />
quería verlos orgullosos por algo que en<br />
verdad quisiera desarrollar yo: el arte.<br />
Fue así como, entre tanta pelea, mi<br />
padre terminó corriéndome de su casa,<br />
y yo, viviendo solo en el vecindario de<br />
la calle San Jacinto, conseguí un trabajo<br />
de medio tiempo como repartidor de<br />
pizza y logré entrar a estudiar en una<br />
escuela de artes muy prestigiosa.<br />
En ese vecindario conocí personas<br />
muy buenas, entre ellas, la señora Girasol,<br />
una mujer con tres hijos que, a<br />
decir verdad, era una de las pocas personas<br />
que me apoyaban, junto con mi<br />
madre. Ella casi siempre me visitaba<br />
o me solía invitar a comer con su familia,<br />
en verdad una gran persona; sin<br />
embargo, desde que comencé a tener<br />
problemas en el trabajo, ella me recomendaba<br />
ir a pedirle un favor a esa<br />
tonta muñeca de porcelana, aunque<br />
con una advertencia: si pedía el favor<br />
en verdad (y lo recalcó muchas veces:<br />
«en verdad», lo tenía que pagar. El favor<br />
se pagaba de una sola forma: entregando<br />
uno de mis dientes, o más bien, eso<br />
dependía del número de favores que se<br />
le fueran pedidos.<br />
Muchos decían que si cumplía sus peticiones<br />
y casi todos pagaban por aquel<br />
favor, aunque, según los murmullos de<br />
la gente, las personas que no pagaban<br />
por el favor desaparecían para luego<br />
ser encontradas totalmente mutilados.<br />
¿Cómo era que los reconocían? Fácil,<br />
partes de las prendas de estos era lo único<br />
que quedaba para su reconocimiento;<br />
Pero vamos… yo no iba a dejar que<br />
un objeto inanimado me diera lo que yo<br />
quisiera mágicamente, era ridículo, una<br />
43
muñeca vestida de hada no arreglaría<br />
mis problemas, simplemente ese día<br />
ignoré por completo ese cometario, y<br />
mejor decidí ir a cenar en mi casa.<br />
Sin embargo, días después, las cosas<br />
empeoraron. Ahora no solo tenía<br />
problemas en el trabajo, tenía problemas<br />
con mi pareja, en la escuela, y ni<br />
siquiera mi madre me apoyaba. Entre<br />
tanto problema, empecé a bloquearme<br />
logrando así perder todo lo valioso en<br />
mi vida, la única que aún seguía a mi<br />
lado era la señora Girasol, aunque la<br />
verdad no me dejaba de mencionar a<br />
la muñeca.<br />
Me sentía tan desesperado, lo peor<br />
es que las personas a mi alrededor<br />
podían notarlo, mis amigos se dieron<br />
cuenta, la señora Girasol también…<br />
Todos ellos me recomendaban lo mismo…<br />
ir a ver a esa fastidiosa y horrible muñeca,<br />
a decir verdad creo que por lo angustiado<br />
que me sentía terminé accediendo a<br />
cometer el peor error de mi vida…<br />
Me dirigí al tonto altar de esa muñeca<br />
y le pedí cinco favores; primero,<br />
conseguir un buen trabajo, segundo,<br />
lograr cubrir mis deudas, tercero, enorgullecer<br />
de nuevo a mi madre, cuarto,<br />
volver con mi novia y quinto, recuperar<br />
mis materias.<br />
Después que le pedí los favores a esa<br />
muñeca todo se solucionó rápidamente;<br />
a decir verdad yo pensé que el haber<br />
hecho eso solo me había ayudado a<br />
adquirir la confianza que necesitaba…<br />
entonces, ¿por qué tenía que pagarle el<br />
favor a esa cosa? Fue por mi esfuerzo<br />
44
por lo cual salí de nuevo adelante, ¿o<br />
no? ¿Por qué fui tan idiota…?<br />
Por mi ingenuidad terminé donde estoy,<br />
escondido en el armario de mi recamara,<br />
temblando de miedo en la oscuridad…<br />
Entonces fue cuando escuché de<br />
nuevo esos cinco toquidos en la puerta<br />
del armario en donde estoy escondido,<br />
mi corazón late descontroladamente, es<br />
mi hora… Perdón, padres, por no ser lo<br />
que ustedes querían. Miré el reloj en mi<br />
muñeca y exactamente eran las 12:05,<br />
las puertas se empezaron a abrir lentamente<br />
y sí… era esa estúpida muñeca<br />
asomándose y sonriéndome malosamente.<br />
De repente, con una horripilante<br />
voz, me habló, provocando que yo quedara<br />
inmóvil del miedo, y pronunció:<br />
«<strong>La</strong>s deudas deben pagarse»…<br />
⁂<br />
En un cementerio, la señora Girasol<br />
se lamentaba:<br />
—Ese pobre tenía tantos problemas<br />
y maravillosamente todos se resolvieron…<br />
Qué mal que no escuchó mis<br />
palabras, pudo seguir gozando de su<br />
joven vida si tan solo me hubiera escuchado.<br />
Bien le dije que tenía que pagar<br />
por el favor, pero bueno, uno no vive<br />
para lamentarse las desgracias; que<br />
bueno que yo si pagué por los favores,<br />
después de todo si no le hubiese arruinado<br />
la vida a ese chico mi otra solución<br />
hubiera sido haberle arrancado<br />
todos los dientes a mis hijos y dárselos<br />
a esa muñeca.<br />
45
46<br />
CINE<br />
CAMPESTRE<br />
Por Alicia Farina
José volvía del trabajo diligente y<br />
pleno de dicha. En minutos estará,<br />
sentado en su Ford 100 modelo 96,<br />
saboreando unos mates amargos con su<br />
prometida, y, del otro lado del parabrisas,<br />
la imponente pantalla del cine campestre.<br />
Eran muy pocas las presentaciones de<br />
auto-cine en el poblado. Ese día estrenarían<br />
una sugestiva película y él había invitado<br />
a Eliane a compartirla. Sabía que su<br />
prometida era fans del protagonista principal,<br />
a quien conocía y admiraba desde que<br />
se hizo adicta a las novelas radiales. Perspicazmente,<br />
el joven enamorado no perdía<br />
ningún detalle de la sinopsis en la FM local.<br />
Reía, mostrando sus inusitados dientes, al<br />
pensar en el rostro sorpresivo de Eliane.<br />
Se acicaló con esmero, prestando atención<br />
a cada detalle. Primero, colocó gomina<br />
en el cabello, peinándolo al estilo Carlos<br />
Gardel. Después, cubrió su cuerpo con<br />
una camisa blanca, algo ajustada para<br />
su gusto, y una bombacha verde musgo.<br />
Completando el look, calzó las alpargatas<br />
negras adquiridas en el almacén de Ramos<br />
generales «Tico Autoservicio». Finalmente,<br />
se roció perfume observándose<br />
por última vez al espejo. Le gustó lo logrado<br />
durante los preparativos. Por un breve,<br />
muy breve instante le pareció ver formas<br />
negras en el vetusto vidrio. No dio crédito<br />
y salió dando un portazo.<br />
Fueron los primeros en llegar al final de<br />
la Avenida Óbito. Una fila de árboles los<br />
saludaba con brazos verdes y macilentos.<br />
Ubicaron la camioneta en primera fila. Los<br />
paragolpes plateados brillaban con la luz<br />
artificial debido al esmaltado reciente.<br />
El sol desaparecía en el poniente cuando<br />
el sector estaba totalmente cubierto<br />
por automóviles de marcas y modelos<br />
variados. Voces y gritos de impaciencia<br />
denotaron inicio de la cortina musical<br />
previa. Escucharon el nombre de los protagonistas<br />
en francés, un francés que no<br />
entendían ni un céntimo.<br />
Absorto, José no advirtió que las luces<br />
comenzaron a ser cada vez más tenue, hasta<br />
desaparecer totalmente. De pronto una<br />
mano, con uñas largas, le tomó el cuello. Entreabrió<br />
los ojos lo suficiente para ver a otros<br />
que brillaban peligrosamente a escasos<br />
centímetros de su rostro. Gritó con todas sus<br />
fuerzas. Los ojos salidos de la órbita.<br />
—¿<strong>La</strong> película? Dios mío, olvidé el cine —se<br />
dijo. En un reflejo de luz miró por el vidrio<br />
templado del parabrisas y quedó petrificado.<br />
Eliane y él eran los protagonistas y la trama<br />
no era precisamente de amor. <strong>La</strong> joven<br />
se había convertido en un extraño ser que lo<br />
tenía aprisionado entre sus garras. Sintió un<br />
olor nauseabundo—. ¡El lobizón! —dijo, en<br />
un susurro lastimero—. ¡El lobizón!<br />
Despertó con el sol quemándolo en<br />
la cara. El espejo, al reflectarlo, lo hacía<br />
aún más candente. Miró a su alrededor.<br />
Todo estaba dado vuelta. Los autos con<br />
las puertas abiertas de par en par daban<br />
una sensación de abandono desesperado.<br />
Algo había hecho que la gente se alejara<br />
rápidamente sin llevar nada consigo.<br />
El viento hacia silbar las hojas de los árboles.<br />
Un escalofrío premonitor le recorrió<br />
la espina dorsal. De entre las hojarascas<br />
una joven intenta ponerse de pie. Es Eliane<br />
que le extiende los brazos. Lentamente<br />
le toma la mano.<br />
Algo caliente le roza el brazo. Abre los<br />
ojos. Eliane, preocupada por los movimientos<br />
torpes que hacía con los miembros, intenta<br />
despertarlo colocando la bombilla<br />
del mate sobre su antebrazo. Suspira. Aparentemente,<br />
se durmió al inicio del rodaje.<br />
José abraza con fuerza a Eliane. Sus<br />
ojos chocan hipnotizados con el espejo<br />
retrovisor de la camioneta y alcanza a<br />
divisar, como en el sueño, largas uñas terradas<br />
provocándole un tardío sobresalto.<br />
47
LA LITERATURA<br />
EN LA EDUCACIÓN<br />
PARA LA PAZ<br />
Por Marita Ragozza<br />
<strong>La</strong> paz entra en el campo de los valores,<br />
y valor es algo más que racionalidad.<br />
<strong>La</strong> educación tiende a<br />
dirigirse a la mente, pero no hay que olvidarse<br />
de la sensibilidad, la emoción o<br />
el afecto; así se logrará una verdadera<br />
humanización, ya que hablar de valores<br />
no es solamente conocer que existen,<br />
sino vivir de acuerdo a ellos.<br />
<strong>La</strong> Literatura llena este vacío porque<br />
entra en la razón con el sentir, a través<br />
48<br />
de distintas opciones que expresan los<br />
escritores. El valor del texto literario implica<br />
la subjetividad, entra en la esfera<br />
afectiva y social, además de la intelectiva.<br />
Debemos fomentar una nueva filosofía de<br />
los valores que unifique el pensar y el sentir.<br />
DIÁLOGO Y TEXTO LITERARIO<br />
El diálogo es presencia viva del logos:<br />
razón y palabra.
Pensar es hablar. Hablar es dialogar<br />
para comunicarse con el otro y adquirir<br />
la propia identidad. No tratar de imponer<br />
o disuadir, sino una comunicación<br />
libre de dominio.<br />
En el diálogo entran en juego las funciones<br />
esenciales del lenguaje: la comprensión<br />
y la expresión. Y es a través de<br />
ellas que se desarrolla el pensamiento<br />
crítico, al poner a los alumnos en contacto<br />
con las realidades de la vida cotidiana<br />
y sus problemas, propiciando el<br />
acceder a distintos informes y mensajes<br />
orales y escritos.<br />
Filósofos y literatos han tratado el<br />
tema de la paz en sus obras.<br />
En el año 421 a.C, Aristófanes estrena<br />
la comedia Eirene (<strong>La</strong> Paz); Enrique<br />
IV de Shakespeare dirá: «Benditos<br />
aquellos que trabajan para la paz en la<br />
tierra»; Cervantes presenta a su Quijote<br />
en su discurso <strong>La</strong> Edad de Oro, alegan-<br />
49
do que una sociedad en paz presupone<br />
que está vertebrada en la justicia; Tolstoi<br />
publica Guerra y Paz en 1878; Erich María<br />
Remarque escribe y edita Sin novedad en<br />
el frente; El diario de Ana Frank, por parte<br />
de una niña homónima de trece años;<br />
Los límites del perdón de Simón Wiesenthal;<br />
Adiós a las armas de Ernesto Hemigway;<br />
<strong>La</strong>s palabras de Pablo Neruda;<br />
Pido la palabra de Blas de Otero... y así<br />
sucesivamente en esta lista incompleta.<br />
Dámaso Alonso en su poema Mujer<br />
con alcuza presenta el desconcierto y<br />
la enajenación que produce la guerra.<br />
Buero Vallejo en sus obras teatrales<br />
postula un cambio en el ser humano y<br />
en la sociedad con un horizonte de esperanza.<br />
Así podemos verlo en Historia<br />
de una escalera que analiza la realidad<br />
de la postguerra española, denunciando<br />
las injustas condiciones sociales.<br />
El tema esencial de Buero Vallejo es<br />
la pasión por la verdad, difícil y dolorosa<br />
casi siempre, para lo que se requiere<br />
valentía en desenmascarar las mentiras.<br />
Una de las tareas que se impuso Einstein,<br />
en su juventud, fue la de agruparse<br />
con amigos, formando la llamada<br />
Academia Olimpia en Berna para leer y<br />
hacer comentarios literarios. Sus lecturas<br />
favoritas fueron los clásicos, entre<br />
ellos Sófocles, Racine y Cervantes.<br />
Se infiere, entonces, que la literatura<br />
juega un papel trascendental en la<br />
medida que ayuda a comprenderse a<br />
sí mismo, al mundo, a la Naturaleza y<br />
también a los otros, pues, incluye comunicación<br />
e intercambio, convirtiéndose<br />
en una herramienta muy valiosa<br />
para una pedagogía de la Paz.<br />
Es que el texto literario es un diálogo entre<br />
lector y escritor.<br />
El educador debe acompañar e incentivar<br />
tanto la lectura como la escritura.<br />
<strong>La</strong> obra literaria de Miguel de<br />
Cervantes nos muestra a su principal<br />
personaje cabalgando con su compañero,<br />
Sancho, psicológicamente diferentes,<br />
y precisamente porque Don<br />
Quijote es un ser-en-relación.<br />
50
POESÍA Y PAZ<br />
Y tengamos en cuenta también a la<br />
Poesía, porque tiene un lenguaje que<br />
apunta a la cuerda sensible en el interior<br />
del ser humano, y rescata el mensaje<br />
universal de justicia, bien y belleza.<br />
Santa Teresa (1515-1582) debió ser<br />
un persona incómoda para los gobernantes<br />
de la época, pues con espíritu<br />
inquieto y fecundo escribió:<br />
¿No ha de haber un espíritu valiente?<br />
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?<br />
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?<br />
Blas de Otero, Poeta español (1906-1979)<br />
escribe encendidos poemas sobre la paz,<br />
desde la situación de su patria, España:<br />
Oye.<br />
Cruje una vieja sombra,<br />
vibra una luz joven.<br />
Paz<br />
para el día.<br />
En el nombre<br />
de España, paz.<br />
También Rosario Castellanos, Amado<br />
Nervo, Julio Cortázar, César Vallejo,<br />
Octavio Paz, José Pacheco, Roque<br />
Dalton, Dulce María Loynaz, Gabriela<br />
Mistral, Clarice Lispector, Blanca Varela,<br />
Mario Benedetti, Alfonsina Storni, José<br />
Martí, Pablo Neruda y otros autores,<br />
legaron sus obras valiosas y comprometidas,<br />
que se pueden convertir en<br />
mensajes educativos para superar conflictos<br />
en paz, con respeto al otro y en<br />
ejercicio del pensamiento libre y justo.<br />
<strong>La</strong> Historia de la Humanidad es el<br />
gran libro en que cada uno y todos escribimos<br />
las palabras de un enigmático<br />
poema que es la Vida, la cual comenzó<br />
y terminará con la misma palabra: Paz.<br />
Es la misión más sublime e ineludible<br />
que se nos ha dado.<br />
Paz sin fin, paz verdadera.<br />
Paz que al alba se levante<br />
y a la noche no se muera.<br />
RAFAEL ALBERTI<br />
51
52<br />
NORLAX 5-25<br />
Por José C. Sánchez
El camión choca. Él está ahí, no sufre<br />
ninguna lesión, se desanima.<br />
Es otro día y faltan muchos más:<br />
no consigue el trabajo, cortan el internet,<br />
su madre ayuda a su economía,<br />
pero llegar a los cuarenta años y no<br />
poder salir de la casa de sus padres lo<br />
mantiene frustrado.<br />
Esa noche decide subir a la azotea<br />
para mirar las estrellas y sentir la brisa<br />
de la ciudad. Mira el cielo, aparece una<br />
luz brillante. ¿Estará soñando? Se apaga<br />
la luz, el cielo queda negro.<br />
Ya no está en la azotea.<br />
Mira las paredes hechas de algo parecido<br />
al metal, camina por los verdes<br />
pasillos y escucha silbidos por todos<br />
lados. Por fin encuentra una ventanilla,<br />
mira hacia el exterior: el planeta tierra<br />
se alcanza a ver.<br />
Ha abandonado su hogar, la civilización<br />
que conocía, se encuentra dentro<br />
de una nave intergaláctica, su respiración<br />
se acelera, se sienta sobre el pasto<br />
y se toma la cara con ambas manos.<br />
Suena el ruido de unas pisadas. Se<br />
descubre el rostro, lo ve, tiembla. Una<br />
criatura con rostro de calamar lo contempla.<br />
Una voz suena en su cabeza:<br />
tienes que escribir, tienes que escribir,<br />
debes escribir.<br />
Se mezclan colores de praderas moradas,<br />
azul turquesa, rosa pálido con el cielo<br />
anaranjado de ahí. El pasto es color mermelada<br />
de fresa y el agua tiene un verde<br />
tan claro que se puede ver a los habitantes<br />
con la nitidez de una pantalla HD.<br />
No hay sol, pero la brisa es cálida, se<br />
debe a los controles térmicos y al plan<br />
de contingencia: en el planeta Norlax<br />
5-25 hace mucho se extinguió la estrella<br />
que en los terrestres nombrarían sol.<br />
Él comienza a escribir, no tiene esperanza<br />
de regresar a su hogar, no tiene<br />
idea de cómo pilotar una nave que por<br />
lo general es operada por las ventosas<br />
de los tentáculos.<br />
El entretenimiento en Norlax es muy<br />
personalizado. Cada habitante tiene su<br />
propio creador de contenido, algunos<br />
obligan a escribir sus fantasías a sus<br />
guionistas.<br />
José tiene suerte, Squilmax CXY lo<br />
deja ser libre.<br />
Llega el gran día, José ha terminado<br />
el primer capítulo compuesto por<br />
sesenta y cinco páginas. Squilmax CXY<br />
coloca las hojas en una maquina cubica<br />
con un vidrio transparente. Una pequeña<br />
luz roja recorre cada hoja, luego en<br />
la parte frontal se materializa un circulo<br />
metálico, color azul, que lanza un rayo<br />
hacía la cabeza de su amo. El extraterrestre<br />
toma asiento. Un holograma se<br />
proyecta. José contempla el espectáculo,<br />
no ha notado que un pequeño rayo<br />
azul también impacta en su cabeza.<br />
<strong>La</strong>s imágenes surgen, la serie trata<br />
sobre dos mujeres que luchan por poder<br />
en una oficina… José ve eso. Squilmax<br />
CXY mira lo mismo, sin embargo<br />
en su holograma los personajes son de<br />
su misma raza, la trama se entiende…<br />
En la tierra ya nadie se acuerda de<br />
un tal José. <strong>La</strong> vida continuó. Su madre<br />
derramó muchas lágrimas, pero tuvo<br />
que seguir adelante. Su padre, al igual<br />
que siempre, se fue de casa.<br />
Es el capítulo trece, el final de la primera<br />
temporada: una de las mujeres<br />
se hace con el poder, pero su marido lo<br />
ha engañado con su competidora.<br />
En la sala hay concurrencia, los seres-calamar<br />
aplauden con sus tentáculos,<br />
clac-clac suena el aplauso.<br />
José sonríe. <strong>La</strong> vida es buena por<br />
fin, disfruta escribir, nunca pensó que<br />
algo así lo llenaría tanto. Los amigos de<br />
53
Squilmax toman una bebida a base de<br />
azufre y comentan que les gustaría tener<br />
un guionista así.<br />
Quiltra DRT comenta que quizá deberían<br />
hacer una invasión a gran escala<br />
para obtener más guionistas.<br />
José bebe la cerveza sintética que su<br />
«benefactor» le ha creado. Piensa que<br />
tal vez, vería más humanos, tendría<br />
personas para conversar sin tener que<br />
utilizar la telepatía y tal vez podría hacer<br />
que con los conocimientos de otros<br />
humanos se cumpliera su deseo más<br />
profundo: comer chilaquiles de verdad<br />
y no sintéticos.<br />
Recapacita, piensa en la soledad que<br />
otros sentirían, sabe que hay personas<br />
menos solitarias que él, quizá la tierra<br />
extrañaría a sus hijos.<br />
Entonces pide permiso a Squilmax<br />
CXY para proponer algo. Obtiene el permiso.<br />
Se para frente a todos los que están<br />
en la reunión y propone escribir una<br />
serie colectiva: una serie que disfrute la<br />
mayoría del planeta, si lo logra los habitantes<br />
de Norlax dejarán en paz la Tierra<br />
por un tiempo. Todos acceden. José necesita<br />
una cosa más: reunir a un equipo.<br />
Un marciano, dos plutonianos y dos<br />
Plonokianas son liderados durante me-<br />
54
ses por José. Escriben sin parar. Los otros<br />
extraterrestres hicieron tratos similares<br />
con los altos mandos de Norlax. El tiempo<br />
se agota, sin embargo, logran poner el<br />
punto final en el plazo acordado. El destino<br />
de seis mundos depende de ellos.<br />
Entregan las hojas.<br />
Están todos al aire libre bajo el atardecer<br />
del cielo naranja, no lloverá aluminio,<br />
eso dicen las noticias. Squilmax<br />
CXY enciende el proyector de realidades.<br />
Los calamares miran al cielo, la función<br />
comienza. El viento sopla, esta vez es frío.<br />
Chiflan, lloran lágrimas de tinta, la<br />
ovación es unánime. Seis mundos están<br />
a salvo y nunca nadie sabrá que sus<br />
mundos fueron salvados por la pluma<br />
de seis guionistas.<br />
Seis milenios después.<br />
Una nave de sobrevivientes aterriza<br />
en Norlax 5-25. Descienden: son habitantes<br />
del bélico y extinto planeta tierra.<br />
Los sorprende ver una estatua gigante<br />
echa de adamantium: la estatua<br />
tiene la forma de un ser humano. En la<br />
base de la estatua dice:<br />
A la memoria del guionista y soldado<br />
José VSI. El tiempo hará que resuene su<br />
nombre.<br />
55
56<br />
OLVIDAR<br />
Por Nuria Ferreyra
Ella tenía que recordar, era lo que<br />
todos le decían: sus amigos, sus<br />
familiares, los psiquiatras y los<br />
hombres de traje; incluso ella misma<br />
se lo decía. ¿Pero recordar qué?, era la<br />
preguntaba que siempre rondaba en su<br />
cabeza —Lo que pasó el miércoles por<br />
la noche—, respondían los doctores<br />
cada momento que hacía ese cuestionamiento,<br />
por doceava vez en apenas<br />
veinte minutos.<br />
Los hombres de traje iban a verla<br />
cada tres días para tratar de recuperar<br />
información que les ayudara a aclarar<br />
lo sucedido en esa casa aquel miércoles<br />
por la noche de hace ya casi tres<br />
meses, pero siempre regresaban con<br />
la misma respuesta —No hay progreso—.<br />
Ella escuchaba tras las puertas<br />
las conversaciones entre los doctores<br />
y los hombres, siempre iguales, una y<br />
otra vez. ¿Por qué tanta importancia en<br />
saber lo ocurrido ese día? ¿Por qué (a<br />
pesar de que ya habían pasado tantos<br />
meses) los doctores le seguían preguntando<br />
como si hubiera sucedido apenas<br />
hace unos días? ¿Por qué nadie le<br />
quería decir la verdad? ¿Por qué… por<br />
qué… por qué no podía recordar?<br />
Se sentía atrapada, en esa pequeña<br />
celda, sin compañía, con solamente<br />
una abertura en la pared, que ellos<br />
llamaban ventana, hecha con vidrio<br />
templado; lo sabía porque era el mismo<br />
material que usaba su padre para<br />
los grandes ventanales de su casa. Su<br />
padre, a veces se sentía enojada con él<br />
por no visitarla en esa cárcel, aunque<br />
al mismo tiempo se sentía culpable, seguramente<br />
esta vez había hecho algo<br />
muy malo para mandarla a ese lugar,<br />
tal vez había llegado ebria de nuevo,<br />
tal vez nuevamente le gritó a su mamá,<br />
tal vez otra vez intentó escaparse de<br />
casa, tal vez la encontraron drogada en<br />
el baño por segunda vez, tal vez… tal<br />
vez… tal vez finalmente se dieron por<br />
vencidos con ella y la fueron a dejar al<br />
mismo lugar del que la sacaron cuando<br />
apenas era una niña y un terrible incendio<br />
terminó con la vida de su familia<br />
biológica, que eran vecinos de quienes<br />
terminarían siendo sus padres adoptivos,<br />
lo que la dejó a ella en ese psiquiátrico<br />
por meses tratando su trauma.<br />
—Recuerda, recuerda, recuerda —se<br />
repetía en la cabeza antes de dormir y<br />
al levantarse; al bañarse, al comer y al<br />
ver al horizonte desde su «ventana». Un<br />
martes por la mañana, recibió la visita<br />
de uno de los hombres de traje con los<br />
que había estado hablando desde el<br />
principio de esta terrible pesadilla, fue<br />
hasta ese momento, tres meses después,<br />
que supo que en realidad era un<br />
detective; desde que se lo dijo, sintió<br />
una punzada en el pecho, algo no estaba<br />
bien, sus padres no contratarían<br />
a un policía sólo para hacerle aprender<br />
una lección, ¿o sí?<br />
Al parecer, hartos de no tener pistas<br />
y de que su única testigo no cooperara,<br />
habían decidido, muy a pesar de los<br />
médicos, contarle lo que ellos sabían,<br />
para intentar obtener al menos una<br />
reacción; así fue como la metieron a<br />
un pequeño cuarto con una mesa de<br />
fierro soldada al piso, la sentaron frente<br />
a ellos y comenzaron a relatar: Una<br />
llamada anónima llevó a la policía hasta<br />
su casa a la medianoche, pero al llegar,<br />
ya no había gritos, ni movimiento;<br />
entraron a la casa para inspeccionar y<br />
notaron que la puerta principal estaba<br />
abierta, las sillas del comedor estaban<br />
tiradas y de la cocina faltaba un cuchillo.<br />
En la segunda planta todo parecía<br />
normal, las puertas de los dormitorios<br />
57
estaban cerradas, excepto una, de la<br />
que venía una vocecilla que repetía:<br />
«Recuerda, recuerda, recuerda». En el<br />
clóset encontraron a una pequeña niña<br />
de apenas dieciséis años, en posición<br />
fetal, su pijama estaba llena de sangre<br />
y sus manos tenían varios cortes de<br />
un cuchillo. De sus padres no se sabía<br />
nada, más que su sangre estaba regada<br />
por todo el comedor y sobre su propia<br />
hija, quien al parecer había logrado<br />
defenderse de aquel o aquellos que entraron<br />
a su casa esa noche y cansados,<br />
se habían retirado del lugar, pero no<br />
encontraron sus cuerpos. Al terminar<br />
esperaron respuesta de aquella chica<br />
pálida que se encontraba sentada justo<br />
frente a ellos, pero lo único que obtuvieron<br />
fue silencio.<br />
Cuando finalmente estuvo sola, lloró<br />
y lloró, por sus padres, por no poder<br />
ayudar, por no saber qué era lo que<br />
debía recordar desde antes de llegar a<br />
ese lugar. Desesperada intentó romper<br />
el vidrio de su ventana con sus manos,<br />
golpeó y golpeó hasta sangrar, los médicos,<br />
alarmados por su salud, la sedaron<br />
y ¡oh, gran remedio!<br />
Ella recordó, entre sus sueños vio lo<br />
que había pasado, recordó cómo ese día<br />
por la tarde había peleado con su madre,<br />
recordó cómo le había gritado y ésta le<br />
había prohibido salir de su habitación<br />
incluso para la cena, recordó cómo se<br />
58
drogó aquella noche en su habitación.<br />
Recordó cómo abrió la puerta principal<br />
con un gran golpe para hacer que sus<br />
padres bajaran, los divisó a los dos en las<br />
escaleras, con clara molestia en sus caras<br />
por despertarlos a tal hora de la noche.<br />
Recordó cómo se acercó lentamente a<br />
ellos y cada paso que daba, su rostro se<br />
tornaba en una mueca de terror.<br />
Recordó cómo los atacó a mordidas<br />
y a golpes, cómo su madre intentó defenderse<br />
con un cuchillo mientras su<br />
padre yacía muerto en el piso; recordó<br />
cómo se deshizo de sus cuerpos,<br />
llevándolos al único lugar en donde<br />
la policía no buscaría (en el sótano de<br />
aquella casa consumida por el fuego<br />
que nunca más volvió a ser construida),<br />
porque nunca buscó ahí indicios<br />
de que ese incendio haya sido provocado<br />
por alguien, mucho menos por una<br />
niña a la que le habían prohibido salir a<br />
jugar con sus amigos aquella tarde.<br />
Al despertar, de nuevo en su habitación,<br />
atada de las manos, antes de<br />
dormir nuevamente, tranquilamente<br />
por primera vez en tres meses, se recordó<br />
una cosa más, se recordó nunca<br />
hablar, pasar como la pobre chica que<br />
no recordaba.<br />
Ser nuevamente la víctima; se recordó<br />
volver a ser esa niña de ocho años,<br />
como si nada hubiera pasado. Se recordó<br />
olvidar.<br />
59
EL OTRO<br />
LADO<br />
Por Juan José González Flores<br />
60
Era tarde cuando me bajé del auto.<br />
Pedí, estúpidamente, que me dejaran<br />
allí. ¿Seguro que aquí? Podemos<br />
llevarte hasta tu casa, me dijo<br />
el padre de Abril. Insistí, acaso por la<br />
absurda idea de que prolongar el trayecto<br />
significaría una desviación si no<br />
innecesaria, sí abusiva. Le agradecí a<br />
ella y a su padre por el aventón y traté<br />
de esbozar la sonrisa más serena que<br />
pude, tratando de ocultar el hecho de<br />
que en mi mente sabía muy bien que<br />
pasadas las 10:30 es seguro que no<br />
transite ningún autobús.<br />
<strong>La</strong>s luces traseras del auto se alejaban<br />
atravesando el complejo cruce<br />
donde convergen Periférico y Santa<br />
Mago y me sentí abandonado, pensando<br />
que ahí iba la única esperanza que<br />
me quedaba para llegar a casa, la que<br />
dejé ir por un sentido inapropiado de<br />
amabilidad. Aun no era tan tarde, pero<br />
el lugar estaba desierto. Me detuve al<br />
ras de la banqueta. <strong>La</strong> luz roja del semáforo<br />
se me antojó como un sol que<br />
se estaba muriendo. Lo miré fijamente<br />
y esperé. Tuve la tentación de cruzar,<br />
aun con la luz roja, de echarme a correr<br />
hasta el otro lado. Allá alcanzaba a ver<br />
personas. Alcanzaba a ver una cenaduría<br />
y una tienda de autoservicio. Aquella<br />
parte del mundo lucía iluminada,<br />
viva y segura. Donde yo me encontraba<br />
era todo lo contrario: el silencio y la oscuridad<br />
hacía pensar que las casas estaban<br />
muertas y que dentro de ellas no<br />
había gente sino un hondo vacío incalculable<br />
donde se retorcían quién sabe<br />
qué alimañas. El mundo estaba dividido<br />
en dos por un extraño umbral que se<br />
entretejía bajo el puente y yo estaba en<br />
el lado que había sido alcanzado por el<br />
olvido. No crucé, a pesar de que ni un<br />
solo auto pasó por la avenida.<br />
El semáforo cambió al verde, un verde<br />
esmeralda, como si fuera la última<br />
planta viva de un desierto oscuro. No<br />
corrí, aunque deseaba hacerlo. Caminé<br />
firmemente, como para asegurarme de<br />
que aun estaba sobre el asfalto. El sonido<br />
monstruoso del escape de algún<br />
camión de carga que transitaba por la<br />
parte de arriba me hizo pensar por un<br />
breve momento que el puente se vendría<br />
abajo. Llegué al otro extremo.<br />
<strong>La</strong> luz de los faros centrales que hay<br />
debajo del puente me parecía enfermiza,<br />
esa clase de luz amarillenta y opaca<br />
que es más bien cómplice de la oscuridad<br />
pues se confunde inesperadamente<br />
entre sus límites, provocando que vaya<br />
uno de la luz a la oscuridad sin poder<br />
advertirlo. Subí al camellón lateral, justo<br />
al borde de ese límite claroscuro,<br />
deseando secretamente estar a salvo.<br />
<strong>La</strong> grava crujía bajo mis pies, un ruido<br />
extraño que hacía que la soledad allí se<br />
volviese más ominosa, más frágil, lista<br />
para quebrase en cualquier momento,<br />
en cualquier movimiento, una ráfaga,<br />
una sombra fortuita, un crujir ajeno que<br />
vendría de otra soledad, cuyo encuentro<br />
con la propia no significaría necesariamente<br />
compañía, sino algo más, algo<br />
despierto y acechante, algo oculto y, sin<br />
embargo, a simple vista, mirando desde<br />
el negro y fugaz cambio de luces del<br />
semáforo, desde el abismo de alguna<br />
ventana, desde el límite confuso donde<br />
la luz y la oscuridad se abrazaban para<br />
engendrar algo inexplicable y aterrador.<br />
<strong>La</strong> sola idea de encontrarme con alguien,<br />
de toparme a un desconocido,<br />
de verme de repente en una situación<br />
de peligro, de verme orillado a un muro<br />
amenazado por el filo brillante e inmaculado<br />
de una navaja o, peor aún, por<br />
el hocico negro de un arma me causaba<br />
61
pánico, provocándome mirar de reojo<br />
a mis espaldas. Sin que lo pudiera evitar,<br />
las historias y noticias de gente que<br />
quedaba despojada de sus pertenencias<br />
o tendida, manchada de sangre,<br />
con o sin esperanza, se acumularon de<br />
pronto en mi cabeza como una serie<br />
de déjà vu terribles que no eran reales,<br />
pero tampoco dejaban de serlo.<br />
Acaso esas visiones se cumplieron,<br />
aunque de una forma inesperada. Advertí<br />
los pasos de alguien más. Pensé,<br />
inevitablemente, lo peor: estaba a punto<br />
de convertirme en parte de una estadística<br />
inútil, triste y vergonzosa. De<br />
más allá de aquel borde oscuroclaro<br />
distinguí la forma terrible y cotidiana de<br />
alguien que caminaba hacia mi encuentro.<br />
Traté de anticiparme a cualquier posibilidad<br />
y me aferré a la idea de una posible<br />
huida. Tratar de defenderme no se<br />
me ocurrió en ningún momento. Seguí<br />
sin detenerme, sin acelerar ni aminorar<br />
la marcha, esperando el momento<br />
oportuno. <strong>La</strong> figura, aunque completamente<br />
oscura, la supe mucho más alta<br />
y delgada que yo, balanceando exageradamente<br />
los brazos de un lado a otro,<br />
como si fueran también más largos que<br />
los míos o los de cualquiera, avanzando<br />
encorvada hacia el frente, rebotándole<br />
la cabeza (singularmente pequeña, a<br />
comparación de la estatura de la figura)<br />
a cada paso que daba. Durante aquellos<br />
62
segundos que resultaron angustiosamente<br />
largos, la fui viendo los más detenidamente<br />
que pude. Por aquel aspecto<br />
deduje rápidamente que se trataba de<br />
un drogadicto, alterado en su andar por<br />
el consumo no saciado de sustancias<br />
por demás ilegales y que ahora salía a la<br />
noche al encuentro de cualquier desdichado<br />
que pudiera servirle como fuente<br />
fácil de dinero o de lo que fuera para poderse<br />
proveer de más droga.<br />
Estaba a escasos pasos de mí. Sujeté<br />
con extrema fuerza mi mochila que llevaba<br />
al hombro y de un paso a otro, sin dudarlo<br />
ni un segundo, emprendería la carrera<br />
más veloz de mi vida. Y justo cuando<br />
estaba por hacerlo, cuando la figura estaba<br />
por alcanzarme y hacerme participe de<br />
ese mundo feroz y criminal, la figura dio<br />
un giro casi chistoso y balanceándose sobre<br />
su pie cambió de dirección, lo que hizo<br />
que se rozara ligeramente su hombro con<br />
el mío, dirigiéndose ahora hacia el lado<br />
opuesto. Apenas sucedió esto, aceleré el<br />
paso, sintiéndome tan victorioso como la<br />
liebre que escapa del águila.<br />
Bajé del camellón sin esperar la luz<br />
roja para cruzar. Con satisfacción ingenua,<br />
volví la mirada para burlarme de<br />
aquel sujeto y con una mezcla de sorpresa<br />
y horror inexplicable, vi como aquella<br />
figura larga y extraña trepaba como un<br />
reptil por una de las inmensas columnas<br />
de concreto que sostienen el puente.<br />
63
POESÍA DEL<br />
DESCUBRIMIENTO<br />
Por José Antonio Santiago Sánchez<br />
Mantén siempre los ojos abiertos a la<br />
luz; así es como son las cosas<br />
L. Tolstoi<br />
Todo aquel que haya acometido con<br />
cierta asiduidad la díscola veleidad<br />
de leer o escribir poesía, puede<br />
considerar dos maneras de abordar<br />
un poema: la primera, podríamos decir,<br />
está basada fundamentalmente en la<br />
parataxis, esto es, en el contraste entre<br />
64<br />
imágenes, sensaciones o significados;<br />
la segunda en la directa mostración<br />
de lo que es. <strong>La</strong> primera, cuyo ejemplo<br />
entre otros, sería el haiku japonés, se<br />
inspira más en una definición negativa,<br />
a través de la composición de sus elementos,<br />
los cuales quedan proyectados<br />
y a la vez circularmente cerrados en la<br />
perfectividad significativa de otros.<br />
<strong>La</strong> segunda procede de un modo<br />
más directo. En ella, el conjuro del
lenguaje sucede de un modo en el<br />
cual las palabras se muestran de un<br />
modo más desnudo y aislado. En esta<br />
segunda manera, el poema parece<br />
mostrar una cierta implosiva explosividad,<br />
una posible imposibilidad<br />
de decir lo que se dice. Es una poesía<br />
más angular o radial que circular, más<br />
semántica que sintáctica, <strong>La</strong> poesía<br />
de Octavio Paz, por ejemplo, pertenece<br />
a esta segunda clase.<br />
Ya sea de un modo apofático o catafático,<br />
ambos modos de abordar la<br />
poesía suponen un descubrimiento.<br />
«Poesía es lo verdadero que quiere llegar<br />
al lenguaje», señala Paul Celan. Así sucede<br />
en toda poesía: la constante y sempiterna<br />
transición hacia el poema, hacia lo que<br />
existe y que para toda poesía no deja de<br />
existir como el sellado asombro de los días.<br />
Ese conato de lenguaje que busca a su<br />
vez lenguaje alienta cada una de las pala-<br />
65
as del poema, según Celan, incluso aquellas<br />
aparentemente más ínfimas, a buscar<br />
relaciones, a tender al lenguaje mismo.<br />
Ello ocurre en ambos modos de concebir<br />
la poesía. Partiendo del poeta argentino,<br />
Roberto Juarroz llamaremos horizontal<br />
aquella poesía que tensa la sintaxis o parataxis<br />
no ya hacia otras palabras, sino hacia<br />
su ausencia. Por el contrario, denominaremos<br />
poesía vertical aquella en la cual la<br />
palabra del descubrimiento se contrae o<br />
distiende hacia lo que el asombro mismo<br />
se contrapone: el silencio.<br />
Apoyado en él, lo cual significa también<br />
contra él acontece justamente esa<br />
transición hacia el poema y germen de<br />
algo que sucede en el poema mismo,<br />
en el cual todo es emanación y signo.<br />
<strong>La</strong> realidad, resulta extraña por igual, y<br />
se hace signo que ha de ser dicho. Se<br />
muestra irreductible a su vez a cualquier<br />
significación, es decir, se impone<br />
y se expone a su vez a través de palabras<br />
y silencio. Es entonces —es decir—<br />
ahora, que «tienen que surgir palabras<br />
para ello, como flores» (Hölderlin).<br />
Si en la poesía horizontal el silencio<br />
es la consecuencia de un camino que,<br />
solo tras recorrerse, se hace intransitable<br />
en las palabras, la poesía vertical<br />
concibe dicho silencio como aquello<br />
que, desde el inicio, sitúa la plenitud<br />
que solo cabe romper para su florecimiento.<br />
Y así se presentan, en verdad<br />
justa y necesariamente, los versos aquí<br />
programáticos de René Char: «tienes la<br />
densidad de la rosa que se hará».<br />
Y en ese camino, la poesía verdadera<br />
(y la verdadera poesía) está repleta de<br />
imágenes de cauces, venajes de aguas,<br />
surcos, tajos y canales por donde el río<br />
de las palabras fluye y confluye para<br />
dotar aquello que todo descubrimiento<br />
tiene de andadura y convergencia pues,<br />
sostuviera Walser, «nunca es el sol más<br />
bello que cuando se inicia el camino».<br />
Si en la poesía horizontal el silencio<br />
es devenido y apocalíptico, en la poe-<br />
66
sía vertical es condición ex nihilo. Si en<br />
una es ausencia, en la otra es presencia,<br />
si en una el silencio es es redentor, en<br />
la otra es creador, si en una es aquello<br />
por reconstruir, en la otra es aquello<br />
en lo que hay que penetrar, si en una<br />
es cicatriz a curar, en la otra es herida<br />
a hendir. Con todo ello, la lectura de<br />
toda verdadera poesía (y de poesía<br />
verdadera) parece producir en ambos<br />
casos una especie de fértil extrañamiento<br />
que pone en jaque al tiempo, a<br />
la realidad misma. Ya sea clausurando<br />
o astringiendo el silencio, en la poesía<br />
descubrimos algo que ya había sido<br />
antes y, a su vez, algo, siempre, estuviera<br />
por hacerse, por crecer o decrecer.<br />
No otra cosa, tal vez esencialice ese<br />
asombro, esa thaumazein que desde<br />
los griegos constituye la condición humana<br />
misma.<br />
Y sin embargo, el asombro descubre<br />
algo. Algo que en el decir resulta recordado,<br />
es decir, traído al corazón (cord,<br />
cordis) como algo que ya hubiera estado<br />
con nosotros en ese —y a su vez en otro—<br />
camino. Algo íntimo y oculto que se desvela<br />
gota a gota como recuerdo y que, al<br />
decirlo, se expone a una luz que siempre<br />
será elocuente, pero también siempre<br />
por hacerse y por decir. De ahí su pugna y,<br />
a la vez su coyunda, con el silencio. Pues<br />
el poeta, sabe, como sostiene María Zambrano,<br />
que toda palabra requiere un alejamiento<br />
de la realidad a la que se refiere.<br />
Por eso el poeta, como los pájaros ha de<br />
levantar vuelo y al hacerlo, de uno u otro<br />
modo, escribir lentamente el silencio. En<br />
ello percibimos, con la atención que la<br />
poesía verdadera y la verdadera poesía<br />
nos proponen, la sensación, en definitiva,<br />
de estar sostenidos, a través del lenguaje<br />
y el silencio. Un presente nos sostiene<br />
en su mano, un main-tenant – palabra<br />
francesa para indicar el presente y que<br />
literalmente significa «mano que tiene»<br />
nebuloso situado entre un suelo y un cielo<br />
por descubrir.<br />
67
68<br />
NADIE ESCAPA<br />
DE ELLA, NADIE<br />
Por Franklin Pernía
Alexis sube a toda velocidad por el<br />
barrio, sorteando huecos o una<br />
que otra persona que todo viernes<br />
toma la calle sin importarle los vehículos<br />
que suben o bajan. Hay quienes<br />
le saludan o le llaman, pero él no está<br />
para contestar saludos y mucho menos<br />
quedarse hablando. Llega a su casa,<br />
rápido estaciona la moto, le coloca la<br />
cadena, toca fuerte a la puerta y grita:<br />
«¡Abuela! ¡Abuela, abre puerta!» <strong>La</strong> señora<br />
Rosario, como puede o mejor dicho,<br />
como le permite la artrosis, le abre.<br />
El muchacho irrumpe y sigue hacia su<br />
cuarto. <strong>La</strong> anciana le pregunta si va a<br />
comer y él no contesta. En el cuarto, el<br />
muchacho se saca de la cintura la pistola,<br />
la tira a la cama y se asoma por la<br />
ventana. Desde ahí tiene una excelente<br />
vista de la autopista, del barrio y hasta<br />
una parte de la ciudad, siente algo de<br />
alivio al no ver ni escuchar patrullas.<br />
Se quita la franela y el pantalón, se revisa<br />
por todos lados y nada, todo bien.<br />
Busca el teléfono celular y no tiene llamadas,<br />
se lanza a la cama. Enciende un<br />
cigarrillo y tras botar la primera bocanada,<br />
dice «Me salvé de vaina… ¡Coño<br />
Miguelito, te jodiste! Esas ratas, no te<br />
iban a dejar vivo mi pana». Veinte minutos<br />
después, duerme plácidamente.<br />
Alexis y Miguel hacen espera en la<br />
bomba gasolinera. Alexis recostado en<br />
su moto, ve la hora de su reloj y dice:<br />
—¡Mosca, Miguelito! Es la hora, en<br />
cualquier momento aparece. ¡No te<br />
quiero aguevoniao!<br />
—¡Tranquilo, chamo! —contesta Miguel<br />
algo molesto—. Sé lo que tengo<br />
que hacer…<br />
Precisamente en ese momento entra<br />
una camioneta 4x4 último modelo a la<br />
bomba. Alexis dice «Ahí viene». Miguel<br />
se aleja despacio por la derecha. Alexis<br />
se saca la llave del bolsillo del pantalón,<br />
la coloca en el suiche de la moto<br />
y toma por la izquierda. Al estacionarse<br />
la camioneta, sale su conductor, un<br />
hombre alto e impecablemente vestido,<br />
le dice algo al empleado de la bomba<br />
y camina hacia la izquierda hablando<br />
por el celular. Alexis saca la pistola y<br />
se lanza sobre él apuntándolo. Miguel<br />
hace lo mismo con el empleado. Alexis<br />
lo arrastra al vehículo, le pide las llaves,<br />
éste se resiste y recibe dos disparos en<br />
el pecho, muriendo de ipso facto. Le<br />
quita las llaves y se las tira a Miguel. En<br />
ese mismo momento entran un par de<br />
policías motorizados con sus respectivos<br />
compañeros y rápido captan la<br />
acción. Se produce un enfrentamiento<br />
entre los dos bandos. Uno de los policías<br />
cae. Alexis grita «¡Móntate en la<br />
camioneta y pírate!» Pero Miguel no<br />
escucha, sigue disparando hasta quedarse<br />
sin balas, logra montarse pero no<br />
le enciende la camioneta. Alexis corre a<br />
la moto y tampoco la puede encender,<br />
voltea a ver hacia la camioneta y un<br />
policía dispara sin miramientos contra<br />
Miguel que ha levantado las manos en<br />
alto. Se baja de la moto y apunta, cuando<br />
siente una bala penetrar por su estomago,<br />
haciéndole estallar las entrañas.<br />
Vuelve a apuntar y siente otra bala<br />
entrar por su pómulo derecho. Cae de<br />
rodillas escupiendo una gran pelota de<br />
sangre. Levanta la mirada y a pesar que<br />
todo le da vueltas, ve acercarse dos de<br />
los policías apuntándole. Reconoce al<br />
de la derecha, es el mismo que había<br />
accionado su arma varias veces contra<br />
la humanidad de su amigo. <strong>La</strong> sangre<br />
no deja de salir copiosamente por su<br />
boca y nariz, siente ahogarse con ella.<br />
Al estar los gendarmes a casi un metro<br />
frente a él, ese mismo policía dice:<br />
69
«¡Muérete, maldita rata!» y dispara.<br />
Alexis siente como su corazón explota<br />
en mil pedazos al pasar el proyectil por<br />
todo el medio del musculoso órgano y<br />
salir por su espalda. Alexis grita, despierta,<br />
es un sueño. Ve la hora y son cinco<br />
minutos para las tres de la madrugada.<br />
Pone la pistola bajo la almohada,<br />
apaga la luz y vuelve a dormirse.<br />
Es de mañana. El zumbido de moscas<br />
despierta a Alexis. Quiere ver la<br />
hora y no puede levantar el brazo.<br />
Trata de levantarse y se le hace difícil,<br />
está tieso, totalmente rígido. Intenta<br />
hablar, llamar a su abuela y de su boca<br />
no sale ni el más mínimo ruido. Hace<br />
un gran esfuerzo y logra sentarse, con<br />
el movimiento toda su columna crujió<br />
como si se hubiera quebrado. Ve sus<br />
piernas, están rígidas, algo huesudas y<br />
tienen tonos amarillo pálido y grisáceo.<br />
Hay gran cantidad de moscas, algunas<br />
sobre su cuerpo. Sus brazos están en<br />
iguales condiciones, pesados y tiesos.<br />
Como puede, logra moverse hasta colocarse<br />
al borde izquierdo de la cama,<br />
con cierta dificultad se levanta y al intentar<br />
dar un paso, se va al piso. El fuerte<br />
golpe y un tétrico grito llegan a los<br />
oídos de la señora Rosario. Al llegar la<br />
anciana al cuarto, consigue a su nieto<br />
boca abajo. Busca ayuda. Un vecino<br />
taxista lo traslada al hospital. El médico<br />
que lo recibe al verlo dice que no<br />
hay nada que hacer, está muerto. «¡No<br />
puede ser!», exclama la abuela. Tras la<br />
insistencia de la misma, el galeno hace<br />
un chequeo, le toma el pulso, le coloca<br />
el estetoscopio en el pecho y nada; ratifica<br />
su primera apreciación y hasta se<br />
aventura a decir que tiene varias horas<br />
muerto, por el evidente rigor mortis. <strong>La</strong><br />
necropsia de ley arroja muerte por infarto<br />
fulminante, hora aproximada entre<br />
las 02:50 y 03:10 de la madrugada.<br />
Nadie escapa de ella, nadie…<br />
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Por Eva María Baos Ruíz
Creyendo oír las voces de mis compañeros<br />
de clase llamándome,<br />
corrí hacia el poniente pensando<br />
que lo hacía en la dirección correcta.<br />
Cuando descubrí que aquella carrera<br />
no me conduciría al lugar de partida,<br />
comencé a deambular sin rumbo. No<br />
recuerdo cuánto tiempo había pasado<br />
cuando, agotada y aterrorizada, me<br />
senté en el suelo. Temía por mi vida.<br />
Sentía que en desde algún lugar oculto<br />
algo o alguien me observaba.<br />
Tenía frío. Pronto anochecería. Decidí<br />
buscar un lugar elevado. Desde lo<br />
alto podría ver si se acercaba alguien<br />
y divisar algún refugio. ¿Serviría un<br />
árbol? Nunca antes me había subido<br />
a uno. No sabía si podría hacerlo. Por<br />
suerte encontré un arbusto muy parecido<br />
a un árbol con el tronco algo torcido<br />
por el que era muy sencillo trepar.<br />
Al poner los pies en las ramas más<br />
altas y mirar a lo lejos, descubrí la silueta<br />
de la una iglesia que se recortaba<br />
a contraluz sobre la puesta de sol.<br />
El cielo fue cubriéndose de una niebla<br />
blanca y espesa que hizo desaparecer<br />
completamente el horizonte. Un globo<br />
de luz blanca procedente de la montaña<br />
cruzó el cielo y se proyectó como un<br />
rayo sobre la riera. Perdí el equilibrio y<br />
bajé más rápido de lo que había subido.<br />
Me levanté dolorida.<br />
Una fuerte y silenciosa ráfaga de<br />
viento helado me abofeteó el rostro. A<br />
lo lejos, una sombra avanzaba en línea<br />
recta lentamente levantando la niebla<br />
a su paso. Mi corazón latía tan fuerte<br />
que creí que se me iba a salir del pecho.<br />
Me dejé caer al suelo. Abracé mis<br />
piernas y me eché a llorar. Estaba muy<br />
asustada. Me sentí de pronto envuelta<br />
en dulce aroma a flores blancas, y noté<br />
el liviano peso de una mano que se<br />
apoyaba delicadamente sobre mi rodilla.<br />
Alcé la cabeza y lo encontré frente<br />
a mí. <strong>La</strong> bruma se había disipado. ¡Era<br />
un niño de unos ocho años! ¿Qué hacía<br />
allí solo? ¿Quién eres tú? ¿Te has perdido<br />
también? Me miró fijamente. Sus<br />
ojos azules brillaron dulcemente en la<br />
penumbra. Me llamo Yago, respondió.<br />
En ese mismo instante, se oyó un<br />
trueno ensordecedor que sacudió la riera.<br />
Hay que buscar un lugar donde pasar<br />
la noche. Miré el cielo. Amenazaba<br />
tormenta. No podemos quedarnos aquí.<br />
¿Vienes conmigo?, le pregunté. Lo cogí<br />
de la mano. Estaba helado. Me quité el<br />
abrigo y lo puse sobre sus hombros. Vamos,<br />
dije mientras recogía mi mochila,<br />
hace mucho frío y puede que llueva.<br />
Anduvimos lentamente mientras las<br />
últimas luces del día se perdían en el<br />
cielo, y la sombra avanzaba sobre la<br />
ribera cubriéndola de un manto espeso<br />
y oscuro. Respiré hondo. ¿Qué iba a<br />
ser de nosotros cuando la noche fuera<br />
completa? Los troncos de los árboles<br />
eran fuertes y altos, muchos tenían las<br />
raíces por fuera del suelo. <strong>La</strong>s hojas<br />
de los árboles eran frondosas y de un<br />
verde oscuro, incluso de día apenas<br />
dejarían pasar la luz. Tropecé y caí de<br />
bruces. Intenté levantarme, pero volví<br />
a caer. Mi pie había quedado atrapado<br />
entre dos raíces, no podía sacarlo. Conozco<br />
este lugar, sígueme, susurró el<br />
niño mientras yo me frotaba el tobillo<br />
dolorido. Avanzamos cuidadosamente<br />
en línea recta hasta llegar al pueblo.<br />
Seguimos la calle que acababa en una<br />
placita. Tenía la sensación de que caminábamos<br />
sobre raíces, miré al suelo de<br />
tierra, estaba removido y se veían huesos<br />
por doquier, como si los hubieran desenterrado.<br />
Horrorizada, salí corriendo hasta<br />
encontrarme de frente a un edificio de<br />
73
piedra de una sola nave rectangular, el<br />
único que parecía estar en pie.<br />
Entré en la iglesia buscando un lugar<br />
donde refugiarnos. Estaba abierta. <strong>La</strong> oscuridad<br />
casi era total. Busqué en mi bolsillo.<br />
Siempre llevaba conmigo la llave de<br />
mi diario. El llavero era una pequeña linterna<br />
que pintó la nave del color del café<br />
recién tostado. El templo apareció frío y<br />
sobrecogedor. El suelo estaba cubierto por<br />
una manta de huesos humanos. Allí no<br />
podríamos dormir. Llamé al niño. Se había<br />
quedado fuera. Me volví hacia el arco de la<br />
puerta, pero al intentar cruzarlo, choqué<br />
con algo que se interpuso en mi camino.<br />
¿Mamá? ¡Mamá! ¿Eres tú? ¡Me has<br />
encontrado! Me abrazó tan fuerte que<br />
parecía que iba a partirme en dos. Solo<br />
repetía lo mucho que sentía no haberme<br />
encontrado antes. Yo sonreía feliz.<br />
Estábamos a salvo. Me separé de ella.<br />
Alcé la cabeza para mirarla a los ojos.<br />
¿Dónde está Yago? Me miró sorprendida.<br />
Le expliqué que no podía irme<br />
de allí sin él. Su familia lo estaría buscando.<br />
Había que encontrarlo. No les<br />
constaba que hubiera sido denunciada<br />
ninguna otra desaparición más que la<br />
mía. Mi padre insistía en que debíamos<br />
irnos; estaba convencido de que mi<br />
mente había creado un amigo invisible.<br />
En un acto de rebeldía, entré en la iglesia<br />
y allí me quedé, acurrucada en una<br />
esquina. Temblaba de frío. Mamá me<br />
74
cubrió con su abrigo y se sentó junto a<br />
mí. Le expliqué que el mío se lo había<br />
prestado al niño.<br />
Miré a mamá, y ella a mí. Fue como si<br />
nos hubiéramos leído la mente. Vamos<br />
a buscar a tu amigo. Recorrimos el pueblo<br />
y acabamos en el viejo cementerio,<br />
el lugar donde aún yacían las lápidas<br />
de gentes que vivieron en Turruncún<br />
en una mejor época.<br />
Asomé la cabeza tras la tapia semiderruida.<br />
Di dos pasos más. Me pareció<br />
ver la silueta de alguien agachándose<br />
en medio de los cipreses. ¿Yago? Mamá,<br />
hay alguien ahí dentro, tal vez sea Yago.<br />
Encontramos mi abrigo cuidadosamente<br />
doblado sobre una vieja lápida.<br />
Esta no tenía más inscripción que una<br />
cruz templaria en medio de dos círculos<br />
diminutos y un nombre: Santiago. ¿Mamá,<br />
está ahí Yago?, pregunté. Quise decir algo<br />
más, pero las palabras se atravesaron en<br />
mi garganta negándose a nacer.<br />
De pronto, repicaron las campanas<br />
de la iglesia llamando a misa, sonó la<br />
sirena del colegio, sentimos la algarabía<br />
de los niños jugando y riendo, y<br />
adivinamos el trasiego de la vida en las<br />
calles muertas. Mientras tanto, un viento<br />
helado envolvió el pueblo fantasma<br />
y el monte en un dulce aroma a flores<br />
blancas. Mamá limpió las lágrimas de<br />
mis mejillas, y me acogió en un silencioso<br />
y cálido abrazo.<br />
75
76<br />
EL<br />
JUEGO<br />
Por Andrea Ciria
<strong>La</strong> sinuosa carretera parecía interminable<br />
y la noche se aproximaba<br />
con rapidez. Dambe cambió el dial<br />
del radio de su vehículo y subió el volumen<br />
para permanecer despierta. Al<br />
poco, timbró su móvil.<br />
—¿Bueno?<br />
—Dambe, ¿cuánto te falta para llegar?<br />
Muero de hambre. Es tardísimo. ¿Te espero<br />
para cenar?<br />
Dambe buscó con la mirada el reloj<br />
inserto en el tablero del auto. Quería<br />
calcular el tiempo que le tomaría llegar<br />
a casa de su hermana. Sin embargo, su<br />
atención se desvió hacia el marcador<br />
de gasolina.<br />
—Heden —dijo y bajó el volumen del<br />
radio—, olvidé cargar combustible. Estoy<br />
usando la reserva.<br />
—¡Oh, Dios! ¿Y te falta mucho para llegar?<br />
—Pues... sí. Voy a la mitad del trayecto.<br />
—Hagamos esto —sugirió Heden, sin<br />
perder la calma—: sigue hasta donde<br />
puedas. Cuando se vacíe el tanque, llámame<br />
para que vaya por ti. Me envías<br />
tu ubicación al móvil. ¿Te parece?<br />
—Pues la verdad es que no. ¿Pero qué<br />
otra opción tengo?<br />
—Creo que ninguna.<br />
Colgaron. Dambe condujo a una velocidad<br />
constante para no desperdiciar<br />
combustible. Pese a que había recorrido<br />
esa carretera varias veces y le agradaba<br />
el paisaje boscoso, esa noche le pareció<br />
que la oscuridad la devoraba. Media<br />
hora más tarde, se terminó la reserva de<br />
gasolina. Aprovechando la inercia del<br />
auto, lo orilló y encendió las luces intermitentes.<br />
Después llamó a su hermana.<br />
—Heden, estoy como a veinte minutos<br />
de la entrada a la ciudad. Te enviaré<br />
mi ubicación exacta.<br />
—Muy bien. Llevaré un galón de<br />
combustible.<br />
—Gracias, hermana.<br />
Bajó la ventanilla. <strong>La</strong> negrura del bosque<br />
la rodeaba por completo. Sintió la<br />
necesidad de estirar las piernas y se<br />
apeó del vehículo tras abrochar su chaqueta.<br />
Le pareció escuchar un aplauso a<br />
lo lejos, y al poco identificó también el<br />
ruido de pisadas sobre la hojarasca, al<br />
borde del camino. Aguzó el oído, contuvo<br />
la respiración y se quedó quieta. Los<br />
aplausos y las pisadas se intensificaron.<br />
Encendió una linterna que llevaba en<br />
la guantera y escudriñó en la lobreguez<br />
tratando de encontrar el origen de los<br />
ruidos. Luego escuchó otro aplauso.<br />
Seco, contundente. «Los animales no<br />
aplauden», pensó. Aterrada, regresó al<br />
interior de su coche. Subió la ventanilla<br />
y puso los seguros a las puertas. Los<br />
cristales pronto se empañaron. Miró por<br />
el retrovisor y descubrió algo escrito en<br />
el vidrio trasero. Entornó los ojos y leyó:<br />
«Juega». Descubrió que las letras fueron<br />
escritas desde dentro. Con manos temblorosas,<br />
abrió la puerta y volvió a salir<br />
del auto. De las sombras provino un<br />
nuevo aplauso.<br />
Levantó la linterna pero no logró ver<br />
nada. Dos golpes de palmas recibieron<br />
respuesta de otros dos pasos. Seguidamente<br />
una brisa tibia y un silencio<br />
sepulcral envolvieron a Dambe. Sintió<br />
que sus piernas flaqueaban. Volvieron a<br />
surgir las palmadas. En esta ocasión sonaban,<br />
de manera alternada, por pares<br />
o tríos, y un eco de pasos les contestaba.<br />
Marcó el número de Heden. Transcurrió<br />
una eternidad antes de que pudiera<br />
escuchar su voz.<br />
—Dambe, no te desesperes.<br />
—Heden, ¿dónde estás?<br />
—En la entrada de la carretera, discutiendo<br />
con un policía vial.<br />
—¿Qué?<br />
77
—Según él, la autopista está cerrada<br />
desde hace una semana.<br />
—Heden, algo muy extraño está pasando.<br />
Por favor ven a buscarme.<br />
—Eso intento.<br />
—Tengo miedo.<br />
—Lo sé, pero el oficial no me deja pasar.<br />
A los oídos de Dambe llegó una ráfaga<br />
de cinco aplausos y cinco pasos.<br />
—¡Pues dile que estoy aquí! Que mande<br />
una maldita patrulla —tomó aire—. Muéstrale<br />
mi ubicación y una fotografía que te<br />
voy a enviar, así te creerá —a Heden le pareció<br />
buena idea y se acercó al agente.<br />
Le mostró la pantalla de su móvil y dijo:<br />
—Mire, ahí está mi hermana. Por favor,<br />
pida que una patrulla vaya a buscarla.<br />
El uniformado miró la ubicación de<br />
Dambe y arqueó las cejas. Apretó los<br />
labios y respondió:<br />
—No entiendo cómo pudo pasar. El<br />
camino también está cerrado del otro<br />
lado. Se extraviaron unos niños.<br />
—¿Me va a ayudar o no?<br />
El oficial solicitó a la central una patrulla<br />
para que entrara a la carretera.<br />
Dambe se paró en medio del camino<br />
al escuchar que las palmadas y pasos se<br />
aproximaban aún más. Se estremeció<br />
al ver a un grupo de niños en semicírculo<br />
que la contemplaba a lo lejos. Uno<br />
de ellos levantó el brazo y la señaló. Los<br />
críos aplaudieron. Dambe escuchó las<br />
pisadas cerca de ella y los pequeños<br />
78
golpearon sus palmas otra vez. Dos<br />
aplausos; dos pasos; tres golpes más de<br />
palmas y Dambe sintió escalofríos al percibir<br />
una pesada respiración justo detrás<br />
de ella. No se atrevió a voltear, a moverse,<br />
hasta que los niños levantaron los brazos<br />
para aplaudir. Entonces dio media vuelta<br />
y se topó con más críos en la carretera. <strong>La</strong><br />
miraban con una sonrisa distorsionada y<br />
ojitos entreabiertos. Aplaudieron. Los<br />
pasos estaban detrás de ella. No sabía si<br />
enfrentar lo que obedecía los aplausos<br />
o correr y refugiarse en el bosque. Tras<br />
otro choque de palmas Dambe sintió un<br />
aliento tibio en la nuca.<br />
El oficial localizó el auto de Dambe.<br />
Salió de la patrulla armado con una<br />
potente linterna. Tras revisar el vehículo<br />
de la chica, activó el radio comunicador<br />
e informó a la central que el<br />
coche estaba vacío. Dijo también que<br />
buscaría en los alrededores. Al cortar la<br />
comunicación, le pareció escuchar un<br />
aplauso en la lejanía y apuntó el rayo<br />
de luz hacia el ruido. Luego oyó pasos<br />
en la hojarasca. Caminó con cautela<br />
iluminando con el haz de luz el camino.<br />
—¿Alguna otra novedad? —preguntó<br />
a su colega el oficial que aguardaba<br />
junto con Heden.<br />
—Me parece haber escuchado algo, señor.<br />
Cuando Dambe, rodeada de niños,<br />
se percató de que el oficial se internaba<br />
en el bosque, aplaudió.<br />
79
EL SER<br />
HUMANO<br />
ASOCIAL<br />
Por Paula Yessenia Aguirre Zendejas<br />
Los seres humanos tienden a vivir<br />
en sociedades ya que se necesitan<br />
mutuamente para subsistir; al vivir<br />
en sociedad se educan y se transforman<br />
para bien o para mal, lo que hace<br />
que se vaya forjando un camino que los<br />
diferenciará de los demás.<br />
Primero hay que saber diferenciar entre<br />
las personas antisociales y las asociales<br />
ya que cotidianamente son confundidas:<br />
una persona antisocial es una<br />
80<br />
persona que siente aberración hacia la<br />
sociedad y está en contra de las leyes,<br />
reglas y valores morales, son personas<br />
que se oponen al orden social y una persona<br />
asocial son las que carecen, tienen<br />
dificultad para integrarse a la sociedad.<br />
Aristóteles (384 a.C. - 322 a.C.) filósofo,<br />
lógico y científico de la antigua<br />
Grecia, decía que «el ser humano es un<br />
ser social por naturaleza, y el insocial<br />
por naturaleza y no por azar o es mal
humano o más que humano.» Partiendo<br />
de ese pensamiento surgen algunas<br />
interrogantes como: ¿Qué es lo que<br />
hace que el ser humano abandone su<br />
naturaleza social?<br />
Normalmente el término asocial es<br />
utilizado para describir a personas que<br />
carecen de interés por la interacción<br />
social, que no disfruta estar rodeado<br />
de multitudes y que disfruta de las actividades<br />
solitarias.<br />
<strong>La</strong>s personas asociales, por ende, tienen<br />
problemas para interactuar con los<br />
demás, debido a la falta de experiencia<br />
o la mala habilidad social pues, aunque<br />
no les guste socializar, es casi imposible<br />
no hacerlo ya que por muy autónomo<br />
que se crea una persona, se necesita de<br />
la sociedad para subsistir ya sea en pequeñas<br />
o grandes comunidades.<br />
A lo largo de la historia humana han<br />
existido las personas asociales, antes mu-<br />
81
chos filósofos eran tomados como tal por<br />
alejarse un poco de la sociedad y se hicieron<br />
muchas obras literarias que tienen<br />
que ver con dicha conducta asocial.<br />
Pienso que a veces no está mal alejarse<br />
un poco del contacto social puesto<br />
que todos necesitan de privacidad y liberarse<br />
de ciertas actitudes de la sociedad<br />
que si bien no todos las siguen siempre<br />
habrá gente que si, en la actualidad comúnmente<br />
se ve que que jóvenes y adultos<br />
deciden alejarse cada vez más de las<br />
relaciones sociales por algunas conductas<br />
discriminatorias que con suerte con<br />
el tiempo irán desapareciendo debido<br />
a que la gente va cambiando su manera<br />
de pensar conforme va madurando<br />
mentalmente y conforme la sociedad va<br />
cambiando, podemos tomar como ejemplo<br />
la homosexualidad, antes era más<br />
común considerarla una aberración y era<br />
motivo de mucha discriminación pero<br />
conforme la sociedad fue de cierta manera<br />
evolucionando eso ya no fue visto<br />
de esa manera aunque algunas personas<br />
siguen pensando igual, algunos fueron<br />
cambiando su manera de pensar y percibir<br />
el mundo que los rodea.<br />
<strong>La</strong>s personas asociales también tienden<br />
a ser víctimas de discriminación ya<br />
82
que son catalogados como «personas<br />
extrañas» o «raros», aunque no todos<br />
son vistos así ya que algunos consideran<br />
a las personas asociales como<br />
sinónimo de autonomía e inteligencia<br />
aunque esto no está científicamente<br />
comprobado y sólo es visto así por<br />
unos cuantos.<br />
Pienso que la gente tiene ese miedo y<br />
le genera esa aberración a socializar por<br />
el temor de que se burlen de su persona.<br />
<strong>La</strong> educadora, pedagoga, científica,<br />
médica, psiquiatra, filósofa, antropóloga,<br />
bióloga, psicóloga, feminista y<br />
humanista italiana María Montessori<br />
(1870-1952) dijo alguna vez que «nadie<br />
puede ser libre a menos que sea independiente;<br />
por lo tanto, las primeras<br />
manifestaciones activas de libertad individual<br />
del niño deben ser guiadas de<br />
tal manera que a través de esa actividad<br />
el niño pueda estar en condiciones<br />
para llegar a la independencia.»<br />
Si los padres educaran a sus hijos de<br />
la manera correcta y les dieran la atención<br />
y el cariño necesario habría menos<br />
personas asociales y menos personas<br />
que discriminen, ya que según estudios<br />
la personalidad se forja en la infancia y<br />
en la adolescencia.<br />
83
84<br />
OTRO DÍA<br />
DE TRABAJO<br />
Por Roberto Berríos
<strong>La</strong> criatura era horrible. Su cabeza<br />
deforme se alargaba por atrás,<br />
dándole cierto parecido a una patata.<br />
No tenía ojos. Su boca, carente de<br />
labios, se arqueaba en una sonrisa horrible<br />
que mostraba sus dientes filosos;<br />
y su cuerpo humanoide y escuálido<br />
emanaba un aroma nauseabundo.<br />
<strong>La</strong> doctora Iglesias se acercó a la<br />
mesa de disección en el que descansaba<br />
el cadaver del monstruo y sólo necesitó<br />
de un vistazo para identificarlo:<br />
—Un onirófago —dijo la mujer.<br />
Su asistente, que tomaba notas a<br />
buena distancia, levantó el rostro y en<br />
su mirada se mostró la duda. Kasandra<br />
Iglesias se volvió hacia la pobre novata<br />
y en su rostro moreno de sensuales rasgos<br />
latinos se iluminó con una sonrisa.<br />
—Es un devorador de pesadillas. Se<br />
cuelan a los cuartos de los niños para<br />
provocarles terrores nocturnos con los<br />
que, de alguna manera, se alimentan...<br />
¡Este está muy bien conservado!<br />
Ivonne, su asistente, anotó la información<br />
en su libreta. Luego dio un par<br />
de pasos hacia el ser con tanta curiosidad<br />
como miedo.<br />
—¿Está muerto? —preguntó.<br />
—Bien muerto —sonrió Kasandra—. ¡Pero<br />
el delicioso perfume que despide no tiene<br />
nada que ver! Ese es su olor característico.<br />
Ivonne se estremeció. Llevaba apenas<br />
tres días de trabajo en el Arca Central<br />
y ya había observado suficientes<br />
monstruos, aliens, trasgos y demonios<br />
como para tener pesadillas por el resto<br />
de su vida.<br />
—Pásama el bisturí —ordenó Kasandra—.<br />
¡Veamos qué tiene nuestro amiguito<br />
adentro!<br />
Ivonne acercó la bandeja con el equipo<br />
quirurgico y luego retrocedió. Kasandra<br />
tomó el bisturí, se quedó mirando el<br />
cadáver unos segundos, y luego dibujó<br />
una incisión perfecta en el pecho raquítico<br />
del monstruo. Una sangre negra,<br />
espesa y brillante brotó de la herida, haciendo<br />
que el hedor aumentara.<br />
—Sí que está fresco —sonrió Iglesias.<br />
Ivonne retrocidió otro par de pasos.<br />
Realmente admiraba a Kasandra, pero<br />
aquel espectáculo era insoportable, incluso<br />
para una científica entrenada. Se<br />
llevó las manos a la nariz para no oler<br />
aquello y después cerró los ojos para<br />
no ver cuando la doctora metía las<br />
manos en la herida y abría las costillas<br />
como si fuera un libro.<br />
—Trae la cámara, niña —ordenó Kasandra—.<br />
¡Quiero que fotografíes el interior!<br />
—¿No tiene órganos? —preguntó<br />
Ivonne, con una mueca de asco.<br />
—No los tiene —confirmó Kasandra—.<br />
Nadie sabe cómo trabaja su cuerpo<br />
porque aún no hemos podido capturar<br />
un ejemplar vivo… ¡Demonios!<br />
—el grito de Kasandra sorprendió a su<br />
asistente. Antes de poder preguntar<br />
qué pasaba, Ivonne vio una especie de<br />
calamar brotando de entre las piernas<br />
del monstruo. <strong>La</strong> criatura babosa saltó<br />
hacia el piso y empezó a arrastrarse por<br />
el laboratorio a una velocidad increíble.<br />
—¡Dios mío! —gimió Ivonne, subiendo<br />
a una silla.<br />
Kasandra, por su parte, se precipitó<br />
hacia una pared cercana y soltó lo que<br />
parecía ser un extinguidor. Le quitó el<br />
seguro, apuntó hacia el calamar y descargó<br />
sobre él una línea de fuego rojo.<br />
<strong>La</strong> criatura, que ya empezaba a reptar<br />
por las paredes, dio un chillido al sentir<br />
el contacto de las llamas y cayó al suelo<br />
convertida en un chicharrón humeante.<br />
Kasandra se acercó a la cosa quemada,<br />
le dio un pequeño puntapié y luego<br />
miró a su asistente con cierta desilusión.<br />
85
—¡Qué lástima! —dijo—. Matamos a<br />
una cría perfecta.<br />
—Pensé que esa cosa era macho —gimió<br />
Ivonne. Kasandra se encogió de<br />
hombros.<br />
—Los onirófagos son hermafróditas...<br />
<strong>La</strong> pobre asistente no soporto más.<br />
Se arrojó de la silla en la que estaba,<br />
corrió por el laboratorio hacia la salida,<br />
cruzó el pasillo y llegó al baño justo un<br />
segundo antes de vomitar el desayuno.<br />
¿Cómo diablos iba a poder sobrevivir<br />
en aquel zoológico de horrores? ¿Cómo<br />
iba a resistir aquella angustia interminable?<br />
Por un momento se sintió tan<br />
desamparada que lo único que pensó<br />
era en llorar, pero se contuvo.<br />
No, no podía derrumbarse ahí.<br />
Tenía que demostrar que podía enfrentar<br />
los retos de aquel trabajo. ¿Acaso<br />
sus otros colegas tenían la oportunidad<br />
de ver criaturas tan extrañas y<br />
fascinantes? ¿Acaso aquel no era el<br />
sueño húmedo de todo científico? En<br />
cierta forma, había recibido un gran<br />
privilegio. No podía permitir que su cobardía<br />
la detuviera.<br />
Renunciar no era una opción.<br />
Se acercó al lavabo, se echó un poco de<br />
agua en el rostro y salió del baño hacia el laboratorio,<br />
mientras pensaba en las palabras<br />
con las que se disculparía con la doctora.<br />
Atravesó la puerta y, entonces, lo vio.<br />
El monstruo, al que creían muerto,<br />
se había puesto de pie y daba zarpazos<br />
al aire tratando de despedazar algo,<br />
86
mientras manchaba el suelo con la sangre<br />
que brotaba de su pecho abierto.<br />
Ivonne estaba a punto de gritar cuando<br />
sintió la mano de Kasandra tapando<br />
su boca. El monstruo no podía ver a las<br />
mujeres, quizás porque se guiaba por<br />
el olfato y los aromas del laboratorio<br />
lo confundían. Se limitaba a moverse al<br />
azar, lanzando gruñidos furiosos.<br />
Kasandra soltó a Ivonne y le pasó uno<br />
de los lanza-llamas que ya había visto.<br />
Ivonne entendió lo que tenían que hacer.<br />
Sin tener que decirse nada, ambas<br />
apuntaron hacia el ser putrefacto, quitaron<br />
el seguro de los aparatos y presionaron<br />
el gatillo que activó el fuego. <strong>La</strong><br />
criatura lanzó un rugido feroz al sentir el<br />
incendio abrazador, dio varios zarpazos<br />
hacia la nada y trató de correr hacia atrás<br />
sólo para estrellarse contra el muro.<br />
Ivonne y Kasandra no dejaron de lanzarle<br />
fuego hasta que la bestia dejó de moverse<br />
y sus miembros se empezaron a deshacer.<br />
Luego se sentaron en las sillas, mientras un<br />
pequeño ejército de soldados entraba al laboratorio<br />
para descontaminar la escena.<br />
—Nada mal para un día de trabajo<br />
rutinario, ¿eh? —dijo Kasandra. Ivonne<br />
sonrió con amargura.<br />
—¿Esto es rutinario? —preguntó.<br />
<strong>La</strong> doctora no respondió. Antes de<br />
que pudiera decir nada su comunicador<br />
había comenzado a sonar avisando<br />
que llevaban un nuevo cargamento de<br />
huevos de chupacabras.<br />
Era necesario volver al trabajo.<br />
87
88<br />
LA BATALLA<br />
FINAL<br />
Por José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas
Levantó el puño y lo descargó lleno<br />
de ira contra la pared; un niño de<br />
dos años habría obtenido mejores<br />
resultados. Y encima se había despellejado<br />
los nudillos. Qué dolor, y, lo que<br />
era peor, qué humillación. Él, el Capitán<br />
Protón, el hombre subatómico, presa<br />
de las miserias humanas. Todo por culpa<br />
del maldito Cornelius... Pero cómo<br />
había podido ser tan inocente, por Dios.<br />
Tuvo acorralado a aquel infame traidor,<br />
lo más práctico hubiese sido aniquilarlo.<br />
Pero, generoso, le ofreció el perdón<br />
si prometía abandonar sus artes diabólicas.<br />
Hasta podrían ser compañeros<br />
en la sublime misión de proteger a los<br />
habitantes de la Tierra. Y aquel felón lo<br />
juró todo, hasta dejar de teñirse el pelo<br />
de verde, creía recordar.<br />
Se lamió las magulladuras entre<br />
gemidos ahogados. Había caído en la<br />
trampa como un incauto. El cebo fue<br />
una mujer, por supuesto, su gran debilidad.<br />
Zadora acudió a la cita como<br />
representante de Cornelius. Vamos Capitán,<br />
no somos tan diferentes, al final<br />
todos buscamos lo mismo, la preservación<br />
del sistema tradicional de valores.<br />
Y qué bien te sienta ese traje amarillo,<br />
apretado justo donde tiene que estarlo...<br />
<strong>La</strong>bia no le faltaba a la chica. Tampoco<br />
otras cosas.<br />
Total, que se tomó un par de copas<br />
de más. Y él no estaba acostumbrado<br />
a beber. Siempre tan austero, tan frugal,<br />
cuidando de mantenerse en forma.<br />
Qué habló o hizo después, lo recordaba<br />
de forma inconexa, retazos de sueños<br />
envueltos entre algodones. Aunque no<br />
estaba del todo seguro, debió presumir<br />
de sus hazañas; porque sí, lo reconocía,<br />
era vanidoso. En algún momento de la<br />
velada tuvo que haber comentado lo<br />
de la xililita, valiente imbécil. Ahí residía<br />
el secreto de sus superpoderes. En<br />
eso y en su encanto personal, porque<br />
no sé si te has dado cuenta, Zadora...<br />
Pero qué estúpido. Diez años habían<br />
transcurrido ya desde aquella infausta<br />
noche. Más de tres mil días encerrado en<br />
la Fortaleza Blanca, prisionero impotente,<br />
despojado de su fuerza, convertido<br />
en un guiñapo. Si todavía lo mantenían<br />
con vida era porque aún no había hablado.<br />
Querían conocer cómo el contacto<br />
con aquel mineral, del que ahora estaba<br />
privado, le convertía en un superhéroe,<br />
cuál era el secreto. Jamás lo revelaría.<br />
Diez años en los que el mundo había<br />
caído presa del pérfido Cornelius y la Legión<br />
de los Sin Nombre. Un tiempo durante<br />
el cual los humildes habían sido<br />
sojuzgados y los rufianes campaban por<br />
sus respetos. El Mal, ya sin freno, dominaba<br />
el planeta. Crisis, lo llamaban.<br />
Pero el Capitán Protón aún no había<br />
sido vencido. Hallaría un modo de evadirse<br />
y recuperar las energías perdidas.<br />
Vaya por Dios, ya estaban ahí las dos<br />
esbirras, con sus uniformes luciendo el<br />
logotipo de la Legión. Cómo les gustaba<br />
a los malos esa parafernalia de signos<br />
y atuendos vistosos. Se concentró<br />
haciendo un esfuerzo. Intentó levantarle<br />
la falda a la rubia con el poder de la<br />
mente. Sin fortuna, como siempre.<br />
—Míralo, ¿no te da pena, Luisa? Postrado<br />
en su silla de ruedas, tan alejado<br />
de la realidad... Debió de ser un hombre<br />
apuesto e inteligente. Qué estragos<br />
hace el Alzheimer.<br />
—Qué ingenua eres. Es un cabrón,<br />
como todos los tíos. Ahora tiene lo que<br />
se merece. No recibe visitas. Si hubiese<br />
sido una persona decente alguien se<br />
preocuparía por él. Prepara la inyección<br />
de vitaminas, que aún nos falta el<br />
de la 312 y ese sí que da guerra.<br />
89
—Y sin embargo, en el fondo de sus<br />
ojos aún hay vida, fíjate bien, ha de tener<br />
su propio mundo interior. Aunque<br />
no perciba la realidad tal como es, algo<br />
debe sentir.<br />
—Endurécete más o este trabajo podrá<br />
contigo, Vicky. Anda, ve adelantando la faena<br />
con el otro viejo. Yo termino con este.<br />
Cuando la compañera salió de la habitación,<br />
Luisa recolocó el flequillo trigueño<br />
hacia atrás en un grácil movimiento<br />
y llenó la jeringuilla hipodérmica con un<br />
frasco que sacó del bolsillo de la bata.<br />
Estrenó una sonrisa condescendiente y<br />
se aproximó al anciano contoneándose<br />
con descarada provocación.<br />
—Hola, Proti, espero que hoy sea el<br />
día en que por fin hayas recapacitado.<br />
No hay salvación posible, te lo repito<br />
una vez más. Así que sé buen chico, habla<br />
y acabemos de una vez. <strong>La</strong> muerte<br />
es mejor que esto, ¿a que sí, Capitán?<br />
90
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91
92<br />
MENGELE<br />
Por Cristian Ariel Vaccaro
Mengele, así como se lo conoce en<br />
el barrio, es uno de los típicos peluqueros<br />
del conurbano bonaerense.<br />
Poco se sabe de su vida y gustos personales,<br />
durante años hizo culto de un hermetismo<br />
intrigante. Hay quienes dicen su silencio se<br />
debe a algún trauma sufrido durante la primera<br />
infancia, mientras que el ala menos<br />
tremendista de vecinos, manifiesta que se<br />
trata de un mero gusto personal.<br />
Abúlico y discreto, Mengele supo<br />
ganarse mango a mango y con el fruto<br />
de sus cortes, se hizo de tres departamentitos<br />
que le servirán de jubilación,<br />
el día en que esas tijeras dejen de moldear<br />
cabelleras moronenses.<br />
Mengele no es su verdadero apellido,<br />
sino que se trata de un apodo local, que<br />
surge de la similitud entre los trabajos<br />
ejecutados por este artista capilar y el<br />
look de históricos dictadores, de ahí el<br />
nexo, entendiendo cierta lógica barrial,<br />
con aquel nefasto galeno.<br />
Están aquellos que tímidamente,<br />
una vez sentados en el pretencioso sillón<br />
rojo, se animan pedirle el corte del<br />
Mariscal Tito, Muamar el Gadafi o el de<br />
Kim Jong-un, por cierto, muy de moda<br />
en el oeste bonaerense.<br />
El mito dice que nuestro ebanista del<br />
marote, supo echar, sin mediar palabra<br />
alguna, a un chistoso que se animó a<br />
pedir el corte del general Perón, dando<br />
a entender que el ex mandatario pertenecía<br />
al innombrable grupo de tiranos.<br />
Mengele fue y seguirá siendo una<br />
buena opción para aquellas madres,<br />
apremiadas por la apretada economía<br />
familiar, a la hora de elegir Coiffeur<br />
para sus hijos, como así también para<br />
aquellos hombres de trabajo, a quienes<br />
las tarifas populares los convencen<br />
de que al fin y al cabo no está tan mal<br />
perecerse un poco a Sadam Husein.<br />
Recuerdo como en aquel marzo del<br />
95, años de crisis menemista, 5to A del<br />
colegio Dorrego parecía una convención<br />
de mini déspotas, verlo al salvaje<br />
de Garmendia engominado, tirando<br />
tizas con el corte de Pinochet, era una<br />
escena surrealista.<br />
Giovanni Mendicino, el tano Juan,<br />
para los vecinos, conocia a Mengele<br />
desde que este era un bebé de tres<br />
meses. El tano viajó en el mismo barco,<br />
junto a Mengele y su joven madre,<br />
desde el puerto de Regio Calabria, sur<br />
de Italia, hasta nuestras tierras. <strong>La</strong> diferencia<br />
de edad permitió que Giovanni<br />
tenga recuerdos de aquella odisea de<br />
más de veinte días.<br />
Según cuenta Carmela, viuda del finado<br />
tano, Mengele o Benito Straccera<br />
con ellos lo conocían, detrás de esa cortina<br />
de hierro emocional, guarda un inconmensurable<br />
secreto que lo apremia<br />
desde muy chico. Tan grande es ese<br />
enigma, que varios de los vecinos a los<br />
que le llegó el comentario, lo descartaron<br />
por inverosímil.<br />
Cuenta el sustentado y poco creíble<br />
rumor, que Mengele partió de Roma<br />
junto a su joven madre, el 27 de abril<br />
de 1945, dos días después de la muerte<br />
de su padre. El viaje hasta Regio<br />
Calabria fué en burro, la guerra había<br />
destruido todas las vías y rutas hacia<br />
el postergado sur calabrés. Una vez allí,<br />
Santina y el pequeño Benito esperaron<br />
la llegada del deteriorado trashumeante<br />
que los llevaría hacia la paz y el anonimato<br />
perpetuo.<br />
Santina Grandinetti había trabajado<br />
desde muy joven como mucama en el<br />
Palazzo Venezia, y conoció allí a un vivaz<br />
pretendiente que supo enamorarla<br />
con sus rígidos y temerarios encantos.<br />
Como producto de ese amor clandesti-<br />
93
no nacería Benito hijo, como solía llamarlo<br />
su madre. A los pocos meses de<br />
la llegada del retoño, la situación política<br />
se agitó bastante en la capital italiana,<br />
llegando a tal límite que emigrar<br />
era la única opción de sobrevida para<br />
esa joven madre y su hijo.<br />
El 25 de abril de 1945 Benito Mussolini<br />
fue condenado a la horca en la piazza<br />
dil popolo Roma, allí no sólo murió<br />
il Duce, sino también la esperanza de<br />
Mengele de conocer a su padre.<br />
El tano Giovanni creía que Mengele<br />
había encontrado en los temáticos cortes<br />
de pelo, la posibilidad de expresar su más<br />
recóndito secreto. Ahora entiendo por<br />
qué se negó a raparme la cabeza aquel<br />
verano del 2000; dicen sus más allegados,<br />
que cada vez que veía una testa calva, un<br />
llanto asfixiante lo poseía, impidiendole<br />
continuar con su arte. Cada 25 de abril, en<br />
la peluquería ubicada en la calle San Martín<br />
835 de Morón, un lazo negro recuerda<br />
aquel doloroso desenlace.<br />
94
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95
EL MIEDO<br />
Y LA ALTERACIÓN<br />
Por Víctor Hugo Espino Hernández<br />
Basta cerrar los ojos para percatarse<br />
de la intranquilidad espiritual<br />
que invade nuestra vida actual.<br />
Esta sociedad está dominada más que<br />
por un exceso de positividad por miedo<br />
indescriptible a ser uno mismo. Como<br />
decía Montaigne en sus Essays: «De lo<br />
que tengo miedo es del miedo». Habría<br />
también que despertar aquella virtud<br />
de la que no hablan jamás nuestros<br />
antepasados; virtud que nadie conde-<br />
96<br />
cora pero que vence el miedo: la impasibilidad.<br />
Pues, la impasibilidad eleva<br />
el alma hasta lo grandioso, lo excelso,<br />
mientras que el miedo configura de<br />
manera inevitable las actitudes, los<br />
juicios y ensalza la esperanza a lo catastrófico.<br />
El miedo no brinda reconocimiento<br />
propio, sino alteración, invita<br />
a la exageración del yo.<br />
El miedo con ayuda de la voluntad<br />
crea imágenes en la mente que
se llegan a producir materialmente.<br />
Ayudados por el miedo producimos<br />
pensamientos tan incalculables como<br />
el sueño con la muerte. Si la voluntad<br />
opera de manera reiterativa sobre una<br />
idea produce efectos reales. Nosotros<br />
podemos darle la oportunidad al miedo<br />
de conocerle, de sentirle, pero no<br />
hay que permitirle un lugar en la vida<br />
y en el espacio mental, porque es sustancialmente<br />
es más poderoso que<br />
cualquier arma de fuego. <strong>La</strong>s balas se<br />
sepultan y detienen su curso ante una<br />
muralla, ante un obstáculo, pero el<br />
miedo penetra, se sumerge hasta las<br />
fibras sensibilísimas del espíritu.<br />
Uno de los mayores problemas presentes<br />
actualmente es el estrés. El estrés<br />
también produce ideales y los matiza<br />
hasta volverlos indestructibles. El miedo<br />
se ha convertido en el acosador y espía<br />
por excelencia para el homo laborans del<br />
97
siglo XXI. No hay duda de que el hombre<br />
es presa fácil de las circunstancias. Un<br />
día feliz, otro enojado, en el siguiente se<br />
suicida. El cambio es perpetuo: una cualidad<br />
innata de la sensibilidad.<br />
Pero, al miedo no se le puede vincular<br />
con una imagen precisa y real materialmente.<br />
El miedo se propaga por<br />
medio de las imágenes, nuestra tesis: el<br />
miedo evoca, crea imágenes. <strong>La</strong>s ideas<br />
absurdas en una mente capaz y simultáneamente<br />
interesante pueden producir<br />
pensamientos alternativamente de placer<br />
y desagrado. A través de las fantasías<br />
humanas el miedo se propone como<br />
real. No hay nada distinto del miedo a la<br />
oscuridad y el miedo a la enfermedad:<br />
ambos operan como fantasías malévolas<br />
contra el ser de uno mismo: por esta<br />
razón la exageración, la alteración de lo<br />
tangible puede ofrecerse al espectador<br />
como entretenimiento en el cine de terror.<br />
El miedo ataca el proyecto de ser<br />
uno mismo en plenitud.<br />
Es decir, la aniquilación total del ser<br />
tiene una relación estrecha con el miedo.<br />
Miedo a morir. Miedo a cerrar los<br />
ojos por siempre. Miedo a la ceguera.<br />
Miedo a la invalidez. El miedo metamorfosea<br />
la idea sobre lo que uno es.<br />
El miedo ataca la plenitud del espíritu.<br />
Desde el miedo es imposible pensar en<br />
el ser uno mismo. Balzac ofrece sutilmente<br />
en su Tratado de la vida elegante<br />
una crítica hacia el miedo de uno mismo:<br />
«Por todas partes, el hombre anda<br />
extasiándose ante unos montones de<br />
piedras y, si se acuerda de los que las<br />
han apilado, es para agobiarlos con su<br />
compasión; si el arquitecto aún se le<br />
aparece como un gran pensador, sus<br />
obreros sólo son una especie de tornos<br />
que se confunden con las carretillas,<br />
las palas y los picos.» <strong>La</strong> diferencia<br />
entre ser uno mismo y creer ser radica<br />
en la evasión del miedo. Aquel que no<br />
teme nada en absoluto puede disfrutar<br />
de su ser en la expresión de múltiples<br />
eventualidades, así halla plenitud.<br />
Precisamente, el miedo no comunica<br />
negatividad, sólo dibuja imaginaciones<br />
negativas. En la sensación<br />
de temor aparece la imagen de uno<br />
mismo, pero una imagen negativa que<br />
pretende concretamente establecerse<br />
como conocimiento. Esto posibilita<br />
idealizarse en la peor de las tragedias.<br />
El estrés facilita que la tragedia tenga<br />
un matiz tan real que se vuelva imposible<br />
evadirla. El sujeto que se extravía<br />
en medio de una calle desconocida en<br />
la madrugada conoce el miedo como la<br />
sensación de temor contra su espíritu,<br />
una opresión de espíritu. <strong>La</strong> opresión<br />
no anuncia negatividad, sino repulsión.<br />
El abuso sexual es desagradable<br />
porque es la opresión de una carne<br />
no-conocida y repulsiva contra el conocimiento<br />
de uno mismo, contra la<br />
consciencia de uno mismo. El reconocimiento<br />
de uno mismo en la repulsión<br />
no origina atractivo. El atractivo incita<br />
al reconocimiento del sujeto con rostro,<br />
con limitantes y con figuras, contornos.<br />
Mirarse frente a un espejo es reconocer<br />
la carne, el cuerpo, el contorno; es reconocer<br />
la figura, el rostro, el espíritu<br />
puro nuestro. El atractivo es poder.<br />
A su vez, la época actual con su gran<br />
desarrollo tecnológico y estrés peculiar<br />
98
facilita a cualquier individuo a ser propietario<br />
de un miedo personal. Los libros<br />
de autoayuda ofrecían años atrás<br />
una relación sana y benéfica entre coetáneos,<br />
sin embargo, actualmente no<br />
poseer miedo es la definición exacta<br />
para la rareza social; no poseer miedo<br />
amplifica el éxito en las relaciones humanas.<br />
Cerrar los ojos para disfrutar de<br />
la introspección es imposible cuando<br />
el miedo toma el control de la consciencia<br />
de ser uno mismo. El Buda con<br />
sus ojos cerrados, su faz tranquila y la<br />
sonrisa alegre que se dibuja ligeramente<br />
en las comisuras son atributos y metáforas<br />
para alcanzar la tranquilidad,<br />
vencer el estrés y derrumbar el miedo.<br />
Ahora consideremos al miedo como<br />
motivación para impulsarnos a crear;<br />
debería ser una obligación crear aun<br />
en medio del ruido incesante que produce<br />
la sociedad actual, pero la exigencia<br />
tiene poco aprecio en la sociedad<br />
de ayer, de hoy. <strong>La</strong> exigencia es una<br />
posesión importante del sujeto impasible<br />
y verdadero creador. El impulso en<br />
Beethoven muchas veces no es la falta<br />
de audición, sino el ruido que le provoca<br />
la música. El estrés también provoca<br />
un ruido negativo en nuestro cuerpo al<br />
que confundimos con estados enfermos<br />
físicos. El estrés enferma el cuerpo,<br />
pero la música vivifica.<br />
Inconforme con todo y quejumbroso,<br />
alegre con los halagos que alimenta el<br />
ego, pero entusiasta cuando se aproxima<br />
el cobro de su sueldo, el hombre actual<br />
se coloca junto al payaso como objeto<br />
de investigación de primer orden. Dos<br />
soportes le son necesarios para que su<br />
caminar sea seguro: el miedo y la banalidad.<br />
Cobra el sueldo, mira despóticamente<br />
a su coetáneo, se arrellana en el<br />
asiento camino a casa, se esconde tras<br />
los audífonos, y comienza el viaje hacia<br />
el mundo de la vacuidad después de salir<br />
del trabajo. A veces piensa en aquel brío<br />
de las épocas mozas y el dulce sabor de<br />
la falta de responsabilidades; piensa en<br />
las épocas felices de la ternura cortesía<br />
de los abrazos de su madre; sin embargo,<br />
carece de sentido su existencia durante<br />
el trayecto al hogar y soporta las<br />
aflicciones diarias que él cree vivir: el<br />
hombre actual es ante todo un ingenuo.<br />
Si habría que compararlo con un sujeto<br />
social, este sería sin duda con el payaso.<br />
El payaso migra de la sonrisa a la tristeza,<br />
del miedo a la valentía sin esforzarse en<br />
ningún momento por ser feliz, es decir, la<br />
expresión de su rostro es de miedo a la<br />
felicidad. El hombre actual no desea ser<br />
feliz, desea vivir con miedo a la felicidad<br />
en el sufriente y cómodo trabajo que critica<br />
diariamente.<br />
Aristóteles en su metafísica comienza<br />
diciendo: «Todos los hombres por naturaleza<br />
desean saber. Señal de ello es el amor<br />
a las sensaciones. Éstas, en efecto, son<br />
amadas por sí mismas, incluso al margen<br />
de su utilidad y más que todas las demás,<br />
las sensaciones visuales.» Claro que se<br />
puede disfrutar del miedo, aunque proceda<br />
de la visión. <strong>La</strong>s películas de terror<br />
saben bien que el espectador no puede<br />
perderse el elemento que más miedo le<br />
causa: el horror. En efecto, lo que uno no<br />
deja de ver son escenas horribles y repugnantes,<br />
pero a eso se le llama morbosidad,<br />
y eso es tema para otro ensayo.<br />
99
100
SELECCIÓN<br />
DEL EDITOR<br />
101
102<br />
LA CASA<br />
DE MADERA<br />
Por Mauricio Vega Vivas
<strong>La</strong> casa de Mr. Brown estaba ubicada<br />
en el antiguo Barrio Francés de<br />
la ciudad de Nueva Orleans. <strong>La</strong> había<br />
adquirido un par de años atrás, invirtiendo<br />
los ahorros de toda una vida.<br />
Se trataba, en realidad, de una casa demasiado<br />
grande para un hombre solo.<br />
<strong>La</strong> única compañía de Mr. Brown era su<br />
fiel perro labrador, que le seguía siempre<br />
a todas partes.<br />
<strong>La</strong> nueva residencia de Mr. Brown<br />
había sido edificada hacia 1930. Era<br />
una de las últimas casonas de la Vieux<br />
Carré cuya techumbre, entrepisos, vigas<br />
y travesaños eran enteramente de<br />
madera; a la usanza de las viejas construcciones<br />
criollas levantadas sobre<br />
Royal Street durante la segunda mitad<br />
del siglo XIX; cuando Nueva Orleans<br />
llegó a ser incluso capital del estado<br />
de Luisiana. De sus anteriores propietarios<br />
nadie supo darle noticia alguna.<br />
«Simplemente se los tragó la tierra»,<br />
le explicó socarronamente el corredor<br />
de bienes raíces cuando conversaron<br />
sobre las condiciones de compraventa.<br />
«Pero tenga la certeza de que toda<br />
la documentación de la casa está en<br />
regla», agregó el vendedor cuando cerraron<br />
el trato.<br />
Por otra parte, el estado de conservación<br />
de la vieja mansión era extraordinaria<br />
para su antigüedad. Y aunque<br />
el registro de la propiedad en el ayuntamiento<br />
databa de 1927, su estilo arquitectónico<br />
hacía pensar que su edificación<br />
se remontaba, por lo menos,<br />
medio siglo atrás.<br />
Fuera como fuese, Mr. Brown estuvo<br />
de acuerdo en adquirir la mansión con<br />
todo y su nebuloso pasado, pues el precio<br />
de venta era por demás ventajoso.<br />
Mr. Brown se mudó, pues, al viejo Barrio<br />
Francés —sin invertir un solo centavo<br />
en gastos de remodelación de su<br />
nueva casa—, hacia finales del verano<br />
de 2005. Aquel funesto año en que el<br />
huracán Katrina golpeo con encono las<br />
costas de la Florida y la Luisiana.<br />
De las cinco recámaras, cómodas y<br />
espaciosas, con que contaba la antigua<br />
casona, Mr. Brown eligió para alojarse<br />
la modesta habitación reservada para<br />
los huéspedes; aquella que estaba al<br />
final del pasillo de la planta baja. Que<br />
colindaba con el traspatio húmedo y<br />
descuidado, donde las ortigas y los<br />
abrojos habían echado raíces desde<br />
hacía tiempo.<br />
Justo el tercer invierno que Mr. Brown<br />
lo pasaba en la vieja mansión, con profunda<br />
pena advirtió que las duelas del<br />
piso mostraban un espontáneo deterioro<br />
en algunas secciones poco iluminadas<br />
de la planta baja. Aunque aquel<br />
desperfecto afeaba considerablemente<br />
el piso de la casona, Mister Brown no<br />
le dio mayor importancia y se olvidó en<br />
seguida del asunto. Ya tendría tiempo<br />
suficiente para repararle cuando arribara<br />
la primavera.<br />
Sin embargo, el deterioro de los tablones<br />
comenzó a extenderse con increíble<br />
rapidez por todos los pisos de la casa.<br />
Preocupado, pues, porque el desperfecto<br />
se extendía rápidamente con el<br />
paso de los días, decidió reparar él mismo<br />
el repentino enmohecimiento que<br />
sufrían principalmente las tablas del piso<br />
de la planta baja, y puso manos a la obra<br />
antes de que el invierno llegara a su fin.<br />
Después de evaluar el deterioro que<br />
sufrían las varias secciones del piso,<br />
que comenzaba a invadir también los<br />
maderos de los muros, decidió comenzar<br />
la reparación por los tablones de su<br />
propia recámara, en un rincón del cuarto<br />
donde la avería era aún mayor.<br />
103
Un sábado de principios de marzo retiró<br />
una a una las piezas de madera deterioradas<br />
de aquel rincón oscuro de la<br />
habitación. <strong>La</strong>s ubicadas precisamente<br />
a un costado de su propia cama. Lo que<br />
halló, sin embargo, debajo de los tablones<br />
estropeados, le heló la sangre de pies a<br />
cabeza. Al menos una docena de despojos<br />
humanos yacían entre las tablas del<br />
revestimiento y el armado de la base, medio<br />
enterrados entre las apolilladas vigas.<br />
Horrorizado, Mr. Brown decidió notificar<br />
de inmediato a la policía sobre el<br />
dantesco hallazgo. Pero, con tan mala<br />
suerte, que al incorporarse para salir de<br />
la habitación tropezó con las herramientas<br />
que él mismo había dejado esparcidas<br />
por el suelo, golpeándose la nuca al<br />
caer con la piecera de latón de la cama,<br />
perdiendo el conocimiento en el acto.<br />
Como su perro comenzase en seguida<br />
a ladrar con arrebato, Mr. Brown pudo<br />
volver pronto del desmayo. Al enderezarse,<br />
sin embargo, aún aturdido, descubrió<br />
para su sorpresa que sus piernas<br />
se encontraban prensadas entre las tablas<br />
que aún permanecían clavadas al<br />
piso. Al tratar de zafarse de los maderos<br />
podridos, sintió un fuerte tirón hacia<br />
abajo que le puso los pelos de punta.<br />
Desde el vano de la puerta abierta<br />
de la recámara, el fiel labrador conti-<br />
104
nuaba ladrando con rabia al advertir<br />
también la sangre que chorreaba por el<br />
rostro de su desafortunado amo.<br />
Inmovilizado por los maderos que le<br />
tenían prendido por las piernas, como<br />
si se tratara de una gigantesca dentadura,<br />
Mr. Brown vio con ojos desorbitados<br />
cómo el resto de las tablas del piso<br />
comenzaban a agitarse a su alrededor,<br />
atrayéndolo hacia el foso abierto, donde<br />
yacían los macabros despojos.<br />
Estremeciéndose, pues, en un horrendo<br />
y monstruoso vaivén, los maderos<br />
terminaron por arrastrar hacia sí<br />
al desdichado Mr. Brown; mientras el<br />
perro continuaba ladrando con desesperación<br />
al ver cómo su amo era engullido<br />
por aquella garganta infernal.<br />
Poco después de que los encanecidos<br />
cabellos del pobre hombre desaparecieron<br />
por completo debajo de<br />
los tablones, los maderos se alinearon<br />
nuevamente por su propia cuenta, sellando<br />
para siempre la insospechada<br />
tumba de Mr. Brown.<br />
Los días siguientes, tablas, maderos<br />
y vigas de la vieja casona ubicada sobre<br />
Royal Street recobraron de manera asombrosa<br />
su prístina belleza, nutriéndose de<br />
los despojos de su último propietario. Tal<br />
como un añoso y robusto roble se alimenta<br />
de su húmeda y sustanciosa simiente.<br />
105
106<br />
SALVACIÓN<br />
Por Eric Rosales
El senador Breton salió a toda prisa<br />
del helicóptero, cruzó al lado del<br />
doctor Romero sin voltear a verlo,<br />
el senador no era del tipo de persona<br />
que se detuviera a hablar con la gente,<br />
él seguía caminando y la otra persona<br />
tenía que seguirle el paso, así sucedió<br />
en esta ocasión. Romero estaba demasiado<br />
cansado para lidiar con esta actitud,<br />
pero le siguió el juego y una vez lo<br />
hubo alcanzado, continuaron juntos la<br />
pequeña incursión.<br />
El complejo se encontraba al pie de<br />
la montaña, con la mitad enterrada<br />
bajo tierra, la otra mitad consistía en<br />
un edificio alargado con un remate de<br />
tres cúpulas adornando el techo y un<br />
asta central apuntando hacia el cielo.<br />
Para la edificación del complejo se utilizaron<br />
bunkers nucleares diseñados<br />
para la nueva guerra que nunca llegó,<br />
ahora los líderes del mundo se habían<br />
unido para trabajar juntos por el futuro<br />
de la humanidad, porque nada une<br />
más a las personas que la idea de ser<br />
destruidas todas a la vez; sin importar<br />
religión, cultura o idioma.<br />
El proyecto había comenzado hace<br />
casi cien años con la fundación del<br />
Fondo Mundial para la Colonización<br />
Espacial por parte de la ONU. Cuando<br />
por fin escucharon a los investigadores,<br />
usualmente tachados de «comunistas»<br />
y «enemigos del mundo libre», y se dieron<br />
cuenta que la especie humana contaba<br />
con fecha de caducidad todos los<br />
recursos humanos y económicos fueron<br />
destinados al proyecto, donde, en<br />
los hombros de las más grandes mentes,<br />
en los campos de astrofísica, cosmología<br />
y física cuántica, descansaba<br />
el futuro de toda la civilización.<br />
Después de la reunión con estas<br />
eminencias de la ciencia, continuaron<br />
su conversación en el despacho de Romero;<br />
tomaron asiento uno frente al<br />
otro, a Romero se le notaba exhausto<br />
y no veía la hora de librarse del molesto<br />
visitante, era un hombre viejo, de<br />
tez oscura y con ya contados cabellos<br />
grises sobre el cráneo. Por el otro lado<br />
Breton constituía la antítesis del doctor,<br />
de apariencia joven y enérgica, pese a<br />
que contaban con casi la misma edad,<br />
con una mirada fría y tortuosa que en<br />
pasadas veces le ayudaba a obtener lo<br />
que quisiera. Esa misma mirada la tenía<br />
concentrada en el pobre doctor que<br />
con cada segundo que pasaba parecía<br />
querer reclinarse más hacia atrás en<br />
su silla hasta desaparecer. Finalmente<br />
Breton habló.<br />
—Muy impresionante, me alegró<br />
de ver que los ingresos destinados<br />
por el Fondo Mundial se usan<br />
adecuadamente.<br />
—Sí, hemos hecho grandes avances en<br />
los últimos años, con seguridad habremos<br />
dado con la solución al problema<br />
en un santiamén —respondió Romero.<br />
—¿Sabe?, allá afuera las cosas están<br />
peor que nunca, este planeta ya no<br />
cuenta con los recursos necesarios<br />
para abastecer a la población, y con los<br />
niveles de polución en aumentos, sólo<br />
es cuestión de tiempo para que el caos<br />
se siembre sobre todos nosotros.<br />
—Claro, no hemos olvidado nuestro<br />
objetivo primordial —explicó Romero,<br />
con cierto nerviosismo—. Nuestra meta<br />
siempre ha sido encontrar una manera<br />
de llegar a mundos habitables, antes<br />
de que éste llegué a su fin.<br />
Esta vez Breton se tomó varios minutos<br />
antes de responder, pronunciando<br />
con suavidad y lentitud cada sílaba.<br />
—Y aun así no han hecho ningún avance<br />
en más de cuarenta años —este era<br />
107
el momento que había esperado. Seguro<br />
de su victoria, continuó—. Encontré las<br />
notas de mi antecesor respecto a su trabajo<br />
y no me han mostrado nada diferente<br />
a lo que él tiene. Entonces mi pregunta,<br />
doctor Romero, es ¿qué han hecho con<br />
los subsidios que se les administró todo<br />
este tiempo? Porque los gastos han seguido<br />
aumentando aunque no así su investigación.<br />
¡Exijo una explicación o iré<br />
directamente con el presidente!<br />
Al principio Romero se había sobresaltado,<br />
pero ahora lucía una tranquilidad<br />
que no se le había visto en toda la reunión.<br />
—Él ya está enterado de nuestros<br />
avances. Tiene razón, no le hemos dado<br />
información que no haya sido presentada<br />
anteriormente a todos los que pasaron<br />
por aquí. El objetivo de esta investigación<br />
siempre ha sido el de reunir<br />
a las mejores mentes del planeta para<br />
lograr una vía de escape de la Tierra y<br />
encontrar un nuevo mundo que permita<br />
nuestra sobrevivencia, para ello era<br />
necesario encontrar respuesta a todos<br />
los misterios que la ciencia esconde y…<br />
lo logramos. Pero ninguna es capaz de<br />
salvarnos. Esa es la verdad.<br />
Breton estaba atónito, le costó un<br />
par de minutos recomponerse.<br />
—Eso es imposible ¿qué hay de todo<br />
el dinero que se les ha entregado?<br />
108
—Todo el dinero del mundo no vale<br />
hoy más que un vaso de agua sin contaminar.<br />
Puede haber millones flotando<br />
y no valdrían nada. Tal vez si no nos<br />
hubiéramos preocupado tanto por el<br />
dinero y más por el planeta no estaríamos<br />
en esta situación.<br />
Romero se levantó y clavó la mirada<br />
en el reloj a un costado de la puerta.<br />
—Ya casi es hora —su mente fue hacia<br />
al pasado y sus recuerdos, las cosas<br />
que hizo y las cosas que le faltaron por<br />
hacer, hasta que pareció recordar que<br />
no estaba solo en la habitación volvió a<br />
mirar a Breton—. El presidente lo sabe,<br />
y todo los demás. Pero no pueden hacer<br />
pública la información, reinaría el<br />
caso sobre la población. Así que para<br />
eso estamos nosotros, para mentir y<br />
engañar a todo el que venga exigiendo<br />
información, diciéndole a la gente<br />
que estamos cerca de una respuesta,<br />
ese ese es nuestro nuevo propósito,<br />
para mantener el orden y servir como<br />
un símbolo de esperanza o falsedad,<br />
como desee verlo, y más importante<br />
aún que todo eso... para esperar.<br />
—¿Esperar qué? —dijo con un miedo<br />
que nunca antes había experimentado,<br />
sus manos temblaban y su camisa se<br />
encontraba empapada en sudor.<br />
—Un milagro.<br />
109
<strong>11</strong>0<br />
NO PODÍA<br />
DORMIR<br />
Por Oscar Seidel
Estaba destinado que no alcanzaría<br />
la edad adulta, debido a su extraño<br />
nacimiento. Durante los primeros<br />
años de existencia, su familia no se percató<br />
del poco crecimiento; daban por<br />
normal esta situación, al fin y al cabo, la<br />
baja estatura entre ellos era genética.<br />
Sus padres nunca se enteraron que<br />
por las noches los espíritus lo llevaban<br />
al mundo de los que no envejecían,<br />
puesto que si se llegaba a dormir, podía<br />
amanecer convertido en adulto. En<br />
ese mundo vivían: Peter Pan «el niño<br />
que nunca crecía, y odiaba el mundo<br />
de los adultos», Michel Jackson «el rey<br />
del pop que quería vivir siglo y medio<br />
rodeado de niños», Don Fulgencio «el<br />
hombre que no tuvo infancia», y otros<br />
seres, que querían comportarse como<br />
niños, sin tomar responsabilidad de<br />
sus actos.<br />
Cierta noche, el vigilante del barrio<br />
se dio cuenta que la ventana del cuarto<br />
del niño estaba abierta, y con luces<br />
encendidas. Pensó que tal vez sus padres<br />
se habían olvidado de cerrarla, y<br />
continuó su ronda. En días posteriores,<br />
el vigilante notó lo mismo, y decidió<br />
averiguar el porqué de esta anomalía.<br />
Tamaña sorpresa se llevó aquella noche<br />
que no dio la ronda completa, se<br />
quedó más tiempo viendo la ventana<br />
en cuestión, y presenció cómo un grupo<br />
de espíritus se llevaban al niño. El<br />
vigilante se tranquilizó de madrugada<br />
cuando los espíritus trajeron al niño,<br />
quien estaba más sonriente que nunca.<br />
Para calmar su asombro, el vigilante<br />
decidió consultar con su amigo el<br />
mago, quien revisó en los libros de<br />
magia y alquimia, y descubrió que los<br />
antiguos creían que el sueño hacia envejecer,<br />
porque las células al no estar<br />
en movimiento se deterioraban, y que<br />
la verdad de esto se encontraba en la<br />
agitación del reloj biológico.<br />
Impresionado con esta teoría, el vigilante<br />
persuadió al mago —quien tenía<br />
fama de estar buscando el jarabe de la<br />
eterna juventud— para resolver el problema<br />
del niño. A partir de ese día, al<br />
mago se le arregló la situación económica,<br />
debido a que se apoderó de «la<br />
teoría del no dormir para no crecer»;<br />
dejó abandonadas sus investigaciones<br />
sobre el brebaje de plomo que estaba<br />
recetando a los pacientes para que no<br />
se les arrugara la piel, y pronto su fama<br />
cundió en el pueblo, y se llenó de clientes<br />
ávidos de aplicar el descubrimiento.<br />
Los padres del niño se enteraron por<br />
parte del vigilante que aquel milagro<br />
del mago se debía a la visita de los espíritus<br />
a su hijo, y decidieron cerrar la<br />
ventana con cadena y candado. Aquella<br />
noche los espíritus no pudieron llevárselo,<br />
y el niño amaneció diez años<br />
más viejo.<br />
Al anochecer, el joven subió a la terraza<br />
de la casa, para tener un encuentro con<br />
sus espíritus amigos. De manera fugaz<br />
aparecieron, comentaron todo lo que<br />
había pasado en el pueblo, y decidieron<br />
que para no alarmar a los habitantes a la<br />
siguiente noche harían el último viaje al<br />
mundo de los que no envejecían.<br />
El joven escribió una carta a sus padres<br />
despidiéndose porque jamás regresaría,<br />
y adujo que era mejor vivir la<br />
fantasía que la cruel realidad de la vida.<br />
Cuando la familia se dio cuenta que el<br />
joven no estaba en la casa, ya era tarde<br />
para lamentaciones. Pasados unos<br />
días y ante el clamor de la madre para<br />
que apareciera su hijo, los espíritus lo<br />
devolvieron a la tierra.<br />
Sin embargo, tenía que pagar la estadía<br />
en el mundo de la eterna niñez,<br />
<strong>11</strong>1
junto a unas personas que quisieron<br />
retornar a sus diferentes países de origen.<br />
<strong>La</strong> decisión de los espíritus estaba<br />
determinada para que crecieran en<br />
este mundo de manera normal hasta<br />
los cuarenta años, pero llenos de aserrín<br />
en el cerebro, sin una gota de materia<br />
gris para que no pensaran de manera<br />
racional. Nadie protestó por esta<br />
decisión con tal de tenerlos vivos y de<br />
regreso a casa.<br />
Hoy después de cincuenta años,<br />
esta gama de viajeros que alguna vez<br />
estuvieron en el mundo de los que no<br />
envejecían, administran sus países y<br />
manejan la política regional. Ante sus<br />
desatinos y por el clamor de la gente<br />
que los eligió, buscaron al mago para<br />
que les ayudaran a coordinar sus ideas,<br />
pero todo fue inútil: El mago había<br />
muerto hace años sin poder aplicar<br />
para él la fórmula de la eterna juventud.<br />
Como última instancia invocaron<br />
a Peter Pan, Michel Jackson y Don Fulgencio,<br />
y estos respondieron que no se<br />
metían en asuntos de adultos.<br />
Hasta este momento en que termino<br />
el relato, no han encontrado la cura<br />
para que los gobernantes dejen de actuar<br />
como niños.<br />
<strong>11</strong>2
ya viene...<br />
<strong>11</strong>3
<strong>11</strong>4<br />
FORTUNATO A<br />
LA GUERRA<br />
Por Alberto Arecchi
Era capaz de leer y escribir, Fortunato.<br />
Un nombre lindo, que en<br />
italiano quiere decir: afortunado.<br />
Vivía en pueblo del sur de Italia. Tenía<br />
su licencia de la escuela primaria con<br />
buenas notas y era ocupado, ayudando<br />
a su tío en la tienda de telas, cerca<br />
de la plaza del pueblo.<br />
Alcanzó la edad de diecinueve años<br />
en junio. Era el año 1915. En septiembre,<br />
recibió una tarjeta postal. Nunca<br />
había recibido correo en su vida. Al<br />
darle el cartón de colores, el cartero le<br />
dijo que tenía que ir a la Policía. Le dijeron<br />
que tenía que salir para el servicio<br />
militar, durante un par de años o quizás<br />
más. No precisaba llevar nada consigo,<br />
pués para vestir y alimentar a él y sus<br />
compañeros pensaría el Rey.<br />
El día fijado, Fortunato se fue a la estación,<br />
junto a otros jóvenes como él. Tomaron<br />
un tren que iba hacia el norte. Viajaban,<br />
con el sonido rítmico de las ruedas<br />
y las articulaciones entre los ferrocarriles,<br />
que les hacía adormecer. Bajaron del tren,<br />
fueron escoltados hasta un cuartel. Les<br />
dieron un paquete con ropa de ordenanza.<br />
Los vestidos de civil fueron colocados<br />
en la maleta. Fortunato y sus compañeros<br />
fueron cargados en una caravana de<br />
camiones y transportados para el frente.<br />
Les dijeron que estaban luchando para<br />
consolidar el territorio del país.<br />
Llegaron tarde en la noche a un cuartel<br />
frío y húmedo. Al día siguiente se<br />
alinearon y se fueron marchando, con<br />
pesadas mochilas y fusiles al hombro,<br />
escoltados por mulas cargadas más<br />
que ellos y por la policía armada, en<br />
ambos lados de la columna. Parecían<br />
presos a trabajos forzados, en lugar de<br />
soldados. El sendero procedía abruptamente,<br />
entre las montañas cubiertas<br />
de nieve. Salieron del bosque y comenzaron<br />
a caminar penosamente hacia<br />
una pared rocosa, por las barrancas de<br />
nieve, hasta una loma, desde la que parecía<br />
dominar el mundo entero.<br />
Finalmente llegaron a su destino.<br />
Fortunato conoció el lugar donde pasaría<br />
el periodo de la guerra. Era una<br />
zanja húmeda excavada en la roca, hecha<br />
con la dinamita y el TNT, el verano<br />
anterior, metro a metro, por los soldados<br />
del cuerpo de Ingenieros. <strong>La</strong> zanja<br />
se terminaba en una cueva oscura, con<br />
pequeñas aberturas que miraban hacia<br />
el valle distante. Esa cueva sería su<br />
«casa», quién sabe por cuánto tiempo.<br />
Los días se soltaban uno detrás de<br />
otro en la aburrida, monótona celebración<br />
de un ritual que era siempre el<br />
mismo. El reloj de alarma, los ejercicios<br />
físicos, el desayuno con agua de nieve<br />
derretida y el café. Turnos de guardia<br />
siempre iguales, con el casco de hierro<br />
que pesaba en la cabeza, mirando<br />
desde las ranuras de la zanja para la luz<br />
cegadora del sol sobre el glaciar. Desde<br />
allí, podría alcanzar el ataque enemigo.<br />
Los ojos se cansaban, examinando<br />
el panorama blanco. A veces el aire se<br />
hacía de repente frío y helado, y los<br />
hombres corrían a vestirse más, antes<br />
de regresar a sus puestos de guardia.<br />
No sólo los días, sino también las<br />
noches frías eran escandidas por las<br />
guardias. Los soldados se envolvían a<br />
los mejores en capas pesadas y tenían<br />
cuidado de no dormirse durante el servicio,<br />
porque sabían que si eso sucediera,<br />
y un superior los descubriera, eso<br />
habría sido peor que tener un golpe en<br />
el pecho por un francotirador enemigo.<br />
Raciones de alcohol destilado les ayudaban<br />
a soportar el frío intenso.<br />
De vez en cuando, se oían disparos<br />
por los glaciares, seguidos de millares<br />
<strong>11</strong>5
de ecos. Era la hora de los francotiradores,<br />
que analizaban las líneas enemigas<br />
y trataban de golpear cada luz, cada<br />
llama, en caso de que el centinela enemigo<br />
había decidido encender un cigarrillo.<br />
Nunca encendían un cigarrillo en<br />
tres, con un único fósforo... se le daría<br />
el tiempo al francotirador para apuntar<br />
y disparar sin falta, cuando la llama se<br />
habría detenido por tercera vez.<br />
Un día, el centinela creyó notar un<br />
movimiento, mirando la blancura de la<br />
nieve. El oficial ordenó a los hombres el<br />
estado de alerta. Cuando las sombras<br />
evanescentes en la nieve llegaron a un<br />
kilómetro de distancia, ordenó el fuego<br />
con los morteros. Dos silbidos sordos y<br />
los proyectiles se fueron a alcanzar sus<br />
metas. Bocetos de la nieve, sino también<br />
de sangre y cuerpos destrozados.<br />
El ataque fue frustrado.<br />
Un día, el comando decidió lanzar<br />
un ataque masivo a la cima del glaciar<br />
colgante. Fue una masacre. Los combatientes<br />
lucharon metro a metro hasta el<br />
último tiro, y luego apuñalandose con<br />
bayonetas. El enemigo, sin embargo,<br />
se las arregló para mantener el fuego<br />
de dos ametralladoras, desde arriba,<br />
sacando a los atacantes toda posibilidad<br />
de éxito.<br />
Fortunato había anotado tantas<br />
muescas en la pared de roca, una por<br />
cada día pasado allí en ubicación. Nun-<br />
<strong>11</strong>6
ca tuvo el valor de contarlas todas a la<br />
vez, pero veía que las filas de los signos<br />
se estiraban. Pensaba que iban a venir<br />
a la cantidad de mil.<br />
Vino, finalmente, el día de la victoria.<br />
Llegó un mensaje de la Comandancia suprema,<br />
diciendo: ganamos, que regresen<br />
todos a casa. Los soldados vitorearon.<br />
Fortunato salió de las trincheras, en<br />
el sol de otoño. No le parecìa cierto que<br />
todo había terminado. Terminada la<br />
guerra, terminado el frío, después de la<br />
larga espera que le habían relegado allí<br />
durante años, lejos del resto del mundo.<br />
Estiró sus brazos hacia el sol, ya que<br />
quería recoger toda la luz, toda la energía,<br />
todo el calor que era posible abrazar.<br />
No oyó ni sentió nada. El tiro salió<br />
de las trincheras enemigas y le golpeó<br />
en el medio del rostro. <strong>La</strong> guerra había<br />
terminado, pero el tirador no lo sabía<br />
todavía. Una docena de disparos fueron<br />
tirados allí, en esa cornisa, en lo<br />
que iba a ser un día de paz al fin. El primero<br />
golpeó a Fortunato, pero, como<br />
siempre, la explosión alcanzó la zanja<br />
cuando ya el niño había caído en oídos<br />
sordos. A medida que su cuerpo flotaba<br />
en el aire, a cientos de metros, como<br />
si para llegar volando a su pueblo natal,<br />
sus compañeros respondieron al fuego.<br />
Así terminó la larga espera de Fortunato,<br />
el joven de veinte años que había<br />
estudiado y sabía leer y escribir.<br />
<strong>11</strong>7
<strong>11</strong>8<br />
LA BOTELLA<br />
MISTERIOSA<br />
Por Nestor Quadri
Luego de numerosas investigaciones<br />
y operaciones en la que yo había<br />
participado activamente como Oficial<br />
del Departamento de Policía, pudimos<br />
finalmente capturar a una banda<br />
mafiosa que se dedicaban a pedir colaboraciones<br />
a muchos comerciantes de<br />
la Ciudad, a los que habían puesto en<br />
jaque con sus permanentes amenazas.<br />
<strong>La</strong>mentablemente cuando ya lo tenía<br />
cercado al capo de la mafia, éste pudo<br />
huir amenazándome de muerte. Cuando<br />
nos enteramos que posiblemente se<br />
había refugiado en alguna isla de la Región,<br />
tuvimos que solicitar la intervención<br />
de la Prefectura Marítima para que<br />
le siga la pista y lo detenga.<br />
Como se produjo un impasse en esa<br />
tarea y tenía bastante alterado los nervios,<br />
planifiqué unas vacaciones de<br />
descanso con mi pequeña embarcación,<br />
para realizar un placentero itinerario de<br />
puerto en puerto y de río en mar, por<br />
las diferentes costas de la Región. En<br />
una tarde muy calurosa mientras el sol<br />
intenso caía con fuerza desde cielo, me<br />
encontraba en la soledad reinante envuelto<br />
en una cálida brisa marina, navegando<br />
en forma tranquila y distendida<br />
sobre las suaves olas del mar, cuando<br />
repentinamente percibí un ruido en el<br />
casco que me llamó la atención.<br />
Cuando muy intrigado fije la vista<br />
hacia la superficie del mar que había<br />
dejado atrás, observé por un instante<br />
el brillo de un objeto que se había interpuesto<br />
en la trayectoria del barco.<br />
Evidentemente se trataba de algo pequeño<br />
que estaba flotando a la deriva,<br />
pero cuando traté de volver a verlo,<br />
sólo pude distinguir la pequeña estela<br />
que dejaba el barco al avanzar por<br />
el mar. Entonces, giré el timón suavemente<br />
y retorné lentamente para tratar<br />
de hallar algún rastro, mientras el sol<br />
ejercía a pleno el influjo de su reinado y<br />
me sometía al rigor de sus rayos.<br />
Ya estaba por abandonar la búsqueda,<br />
cuando apareció nuevamente aquel objeto<br />
brilloso unos metros más adelante.<br />
Al llegar hacia él, pude verificar que se<br />
trataba de una botella de vidrio flotando<br />
en el agua, cerrada con un tapón de<br />
corcho. Al izarla, después de unos instantes<br />
de sorpresa, verifiqué que en su<br />
interior había una pequeñísima maqueta<br />
que representaba una extraña isla arbolada.<br />
Y entonces, bajo ese sol intenso,<br />
traté de extraer el tapón de corcho que<br />
estaba firmemente adherido a la botella,<br />
para verificar su contenido y si había<br />
dentro de él algún mensaje.<br />
Fue allí, cuando al tratar de extraer el<br />
tapón, se rompió en astillas el pico de<br />
vidrio de la botella y sin saber el motivo,<br />
me encontré de pronto inmerso en<br />
aquella misteriosa isla representada en<br />
el interior de la botella, en otra dimensión<br />
de espacio y tiempo. <strong>La</strong> vegetación<br />
del lugar no me permitía verificar visualmente<br />
los alrededores y al sentir esa<br />
particular y ominosa sensación que produce<br />
el miedo a lo desconocido, recorrí<br />
la pequeña isla de un lado a otro como<br />
si fuera un animal enjaulado.<br />
De pronto, y encandilado por el intenso<br />
sol, me pareció ver la sombra de<br />
un hombre que se desplazaba detrás de<br />
unos árboles. Desesperado le comencé<br />
gritar con la esperanza de que me respondiera,<br />
pero como nadie me contestó,<br />
pensé que seguramente había sido una<br />
ilusión óptica. <strong>La</strong> situación era enloquecedora<br />
porque el tiempo transcurría y<br />
mi mente se negaba a asimilar la situación<br />
irreal en que me encontraba.<br />
En una de las tantas idas y venidas<br />
por la isla, vi algo pequeño que brillaba<br />
<strong>11</strong>9
oculto entre unas plantas y me abalancé<br />
sobre él con ansiedad. Era la botella<br />
de vidrio con el pico astillado, que<br />
estaba tirada junto al tapón de corcho.<br />
Entonces alcé la botella y la sostuve en<br />
la mano, contemplándola una y otra<br />
vez, como hipnotizado por la incredulidad.<br />
Ella constituía la única prueba que<br />
verificaba que hacía tan solo unos momentos<br />
había estado en el barco, y era<br />
el ancla que me mantenía amarrado a<br />
la certeza real de mi existencia.<br />
De pronto, volví a observar otra vez<br />
esa sombra que se deslizaba tras un<br />
árbol, y en una acción desesperada<br />
arrojé hacia allí la botella que tenía<br />
en mi mano con todas las fuerzas que<br />
pude y casi de inmediato escuché un<br />
alarido desgarrador que rompió el silencio<br />
de la tarde. Rápidamente me dirigí<br />
corriendo hacia ese lugar, mientras<br />
todo a mi alrededor se volvía borroso<br />
e irreal, hasta que al llegar emití una<br />
exclamación de espanto al encontrar<br />
tirado sobre el piso de tierra y bajo el<br />
sol, el cuerpo del mafioso.<br />
Éste yacía desgarbado, con el pico<br />
de vidrio astillado de la botella clavada<br />
en su pecho, temblando en una<br />
lenta agonía, en tanto su cuerpo, bajo<br />
los efectos de los rayos del sol, se iba<br />
derritiendo con sus ojos abiertos y una<br />
mueca macabra en su boca. Completamente<br />
sorprendido y aterrorizado ante<br />
esa tétrica visión, observé como se diluía<br />
lentamente su cuerpo, formando<br />
un charco burbujeante y espumoso en<br />
el lugar donde se encontraba tendido.<br />
Fue allí que me recuperé de mi desmayo,<br />
al despertarme tirado sobre la<br />
dura cubierta del barco con el tapón<br />
y la botella rota a mi lado. El sol me<br />
golpeaba sin misericordia y al poner la<br />
mano sobre mi cabeza advertí que mi<br />
cabello ardía, mientras sentía la boca<br />
pastosa y la lengua reseca. Entonces,<br />
me reincorporé como pude y cuando<br />
fui a protegerme del sol y tomar algo<br />
fresco en el camarote para reanimarme,<br />
observé allá a lo lejos, inmerso en<br />
ese tibio aire marino que todo lo inundaba<br />
de salitre, como la espuma del<br />
mar besaba la silueta de las playas de<br />
aquella pequeña y misteriosa isla en el<br />
mar, que parecía que me llamaba para<br />
que la investigara.<br />
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Por<br />
Ernesto Molina<br />
Los Fax’s le tienen mucho cariño a<br />
su espacio personal, lo único que<br />
puede superar su amor al aislamiento<br />
es su desprecio hacia los conquistadores<br />
humanos. Así que cuando<br />
la compañía licorera VSK anunció que<br />
un humano recibiría una buena patada<br />
en sus partes nobles, los Fax´s decidieron<br />
que valía la pena presentarse en el<br />
coliseo de la muerte solo para ver como<br />
el fracasado paladín de la fe recibía un<br />
merecido 1 : un puntapié en las gónadas.<br />
Todas las entradas para el evento fueron<br />
vendidas en menos de tres horas y<br />
las gradas (construcciones improvisadas<br />
que remplazaron los comúnmente<br />
usados espacios de veinticinco metros<br />
cuadrados) estaban llenas desde un<br />
día antes. Los derechos de prensa para<br />
el evento costaron una gran fortuna y<br />
la venta del nuevo licor de VSK (Sinatra<br />
51) estaba por las nubes. En resumen,<br />
la compañía ya había recuperado el<br />
precio de la coctelera.<br />
Pohl se encontraba parado sobre<br />
una línea amarilla con las piernas separadas,<br />
las palmas de las manos en<br />
las rodillas y el trasero empinado facilitando<br />
el acto que se avecinaba, tenía<br />
un equipo generador de atmosfera atado<br />
en la espalda. Si los S’ai pateaban<br />
como los libros explicaban, más le valía<br />
a Pohl un equipo de respiración flexible,<br />
resistente y que lo siguiera durante<br />
algunos metros de caída libre.<br />
Úrsula observaba el espectáculo<br />
desde el palco de patrocinadores, y se<br />
sorprendió cuando J.U.A.N. entró a la<br />
habitación. El robot se había enojado<br />
con sus compañeros, le molestaba la<br />
rápida derrota que había sufrido Pohl<br />
y la facilidad con la que los humanos<br />
habían renunciado a sus responsabilidades<br />
para dedicarse al espectáculo.
El robot, con voz solemne que denotaba<br />
ira contenida, habló:<br />
—Solo vine a recuperar el equipo que se<br />
llevaron —lanzó una mirada de desaprobación,<br />
era un evento organizado por una<br />
licorería y no había edecanes semivestidas<br />
en ninguna parte—. Espero que sea<br />
una buena patada. En cuanto le destrocen<br />
las pelotas me voy. Un perdedor como<br />
él no merece ser llamado paladín de la fe.<br />
Úrsula ofreció su mejor sonrisa y un<br />
tono conciliador.<br />
—¿De qué hablas, J.U.A.N.? Pohl está haciendo<br />
un auténtico sacrificio para conseguir<br />
la coctelera. Mientras tú te quejabas<br />
de nuestro fracaso y te preparabas para<br />
abandonarnos en este mundo congelado,<br />
yo llegué a un acuerdo con la VSK.<br />
—¿Puedes especificar a qué clase de<br />
acuerdo llegaste con la compañía licorera?<br />
—J.U.A.N. acababa de inventar el<br />
tono de voz cyber-sarcástico.<br />
—Sí. A nuestros amigos de VSK no les<br />
interesa el valor histórico de la coctelera,<br />
así que, ahora que tienen la fórmula química<br />
de la aleación, pueden industrializar<br />
completamente el proceso. De momento<br />
el sabor de Sinatra 51 no es similar ni tan<br />
letal como lo era el coctel original —Úrsula<br />
ignoró al Fax qué acababa de morir en la<br />
barra del bar—, así que necesitaban algún<br />
método para promover su nuevo trago.<br />
—Ese es el papel de Pohl.<br />
—¡Exacto! —Úrsula tenía una mirada<br />
codiciosa acompañada de una sonrisa<br />
psicópata muy característica de alguien<br />
que explica por qué revivir a los muertos<br />
es una maravillosa idea 2 —. Ahora, como<br />
nos quitaste el presupuesto después de<br />
la subasta, tuvimos que improvisar. Yo<br />
renuncie a mi porcentaje de las taquillas<br />
a cambio de la coctelera de colección.<br />
Pieza que espero el paladín me compre<br />
con su porcentaje de la taquilla.<br />
—Tengo que aceptar que ha sido una<br />
estrategia impresionante de su parte,<br />
señorita Luna, solo tengo una pregunta:<br />
¿Cuál será el precio que el paladín<br />
de la fe debe pagar por la ya mencionada<br />
pieza?<br />
—Quinientos millones de monedas<br />
terrestres —los labios de Úrsula temblaban<br />
al mencionar la cifra.<br />
—El precio del boleto es más elevado<br />
de lo que supuse.<br />
—No lo es, mi robótico amigo. Con la<br />
publicidad en su uniforme, su parte de<br />
la taquilla, los anuncios y entrevistas<br />
que dio el buen Pohl, solo ha acumulado<br />
doscientos millones de monedas.<br />
<strong>La</strong> iglesia obviamente debe ayudar a su<br />
paladín a completar el precio.<br />
—Tenemos un trato, Úrsula.<br />
El robot y la chica se estrecharon la<br />
mano para cerrar el trato. Fue cuando<br />
una sensación de incertidumbre y pánico<br />
asoló al robot.<br />
—Si el señor Douglas solo ha acumulado<br />
doscientos millones… ¿Cuánto<br />
pagó usted por la coctelera?<br />
—Poco más de cien millones. Pero no<br />
te tortures con eso, hay algunos miembros<br />
directivos de VSK que quieren<br />
convertirse a la iglesia de los últimos<br />
contribuyentes y tú eres la maquina<br />
adecuada para eso —suavemente Úrsula<br />
empujó a su compañero hacia un<br />
grupo de ejecutivos que se debatían<br />
entre compartir un folleto explicativo y<br />
conservar su espacio personal.<br />
Pohl estaba asustado. Tenía tanto<br />
miedo, que sus genitales se contrajeron<br />
en lo más profundo de sus ser, todo<br />
su vello se encontraba inflamado al<br />
máximo y su mandíbula estaba entumida<br />
en una mueca de pánico; el sistema<br />
de atmosfera artificial que estaba<br />
colocado en su espalda era incómodo y<br />
125
se estaba calentando mucho, además<br />
estaba usando un uniforme deportivo<br />
completamente pegado a su piel. El<br />
sobre estaba dentro de su ropa dándole<br />
una forma extraña a su pecho, Casi<br />
odiaba a Úrsula por ello, pero la chica<br />
tenía razón: cada uno de los anuncios<br />
en su traje lo mantenía un poco más<br />
lejos de las turbas enfurecidas de la<br />
tierra y sus colonias no contribuyentes.<br />
El pateador también llevaba mucha<br />
publicidad. Su nombre era Ns’to. Para<br />
aquellos que no reconocen el nombre:<br />
Ns’to posee el record mundial de patada<br />
más larga en la historia del FootBall<br />
Fuxa. Si el lector no conoce el FootBall<br />
Fuxa permítame sugerirle ver más deportes<br />
en TV; en resumen, es una variación<br />
del Football americano. Solo que el<br />
balón está fabricado con un bloque sólido<br />
de plomo y funciona en un campo de<br />
ochocientas yardas para que los jugadores<br />
puedan conservar las distancias.<br />
El público en todo el sistema Fuxa<br />
guardó silencio cuando Ns’to comenzó<br />
su carrera para patear, el único sonido<br />
que se escuchó fueron los gritos de Úrsula<br />
cuando cerró un trato para usar la<br />
imagen de Phol en algunos comerciales<br />
extra. El beneficioso trato enriqueció<br />
dos millones más a la chica, que<br />
conmovida por los efectos positivos en<br />
su fondo para el retiro, gritó:<br />
—¡Me encantas, Pohl!<br />
<strong>La</strong>s chicas bonitas suelen tener efectos<br />
variados en la fisonomía del hombre.<br />
Por ejemplo cuando Pohl vio a la<br />
hermosa y sonriente Úrsula gritarle palabras<br />
alentadoras, sucedió lo siguiente:<br />
126<br />
1. Los labios dejaron de apretar<br />
para esbozar una sonrisa.<br />
2. El sistema muscular de Pohl redujo<br />
la tensión y se relajó.
3. Sus genitales salieron de su<br />
escondite.<br />
4. Fue tomado por sorpresa cuando<br />
la punta del pie Ns’to lo impactó<br />
de lleno.<br />
En algún lugar de Fuxa 9 alguien se hizo<br />
millonario al adivinar exactamente la<br />
distancia que recorrería Pohl: veintiséis<br />
yardas y un cuarto de pulgada.<br />
En la tierra, el gobierno celebró la deserción<br />
de Pohl durante ocho minutos,<br />
posteriormente arrojaron a un voluntario<br />
por la ventana cuando un comentarista<br />
deportivo hizo mención del uso<br />
que recibirá el dinero ganado.<br />
En varios templos donde se transmitía<br />
el evento deportivo, la gente aplaudió<br />
al ver la patada, también se alegraron<br />
mucho cuando descubrieron el<br />
plan maestro de Úrsula para seguir con<br />
la búsqueda.<br />
Pohl despertó en la enfermería de <strong>La</strong><br />
Sonrisa Fácil. Lo primero que apareció<br />
en su campo visual fue un frasco con<br />
salmuera donde un trozo de carne flotaba;<br />
cuando giró la vista vio a J.U.A.N.<br />
con bata de médico y a Úrsula sosteniendo<br />
de manera nerviosa una calculadora.<br />
Tiempo después supuso que<br />
Úrsula había usado la indumentaria de<br />
enfermera. (Basándose en la evidencia,<br />
que consistía en una bata ensangrentada<br />
colgando de una percha y que Úrsula<br />
aún usaba el característico gorrito de<br />
la cruz roja.)<br />
Sus compañeros de viaje le explicaron<br />
la inteligente conspiración de<br />
la coctelera y Pohl se alegró de poder<br />
continuar con su aventura, se alegró<br />
más cuando su compañera le informó<br />
que aún conservaba un millón de monedas<br />
terrestres. Nunca supo cuánto<br />
pagó de su bolsillo por la coctelera.<br />
<strong>La</strong>mentablemente el evento causó<br />
varios efectos negativos en el organismo<br />
de Pohl; el principal problema consistía<br />
en un daño permanente en sus<br />
genitales, los cuales debieron ser extirpados<br />
y colocados en un frasco de salmuera.<br />
J.U.A.N. calmó sus preocupaciones<br />
explicándole que la enfermería<br />
tenía a su disposición tres remplazos<br />
para sus partes pudendas. Uno había<br />
sido donado por el actor porno Martin<br />
Fantasías, la segunda refacción había<br />
sido donada por un monje fálico del<br />
sistema Taurus y el tercero era una diminuta<br />
pieza que fue propiedad de un<br />
ministro de derechos extraterrestres.<br />
Tranquilamente, el robot le explicó<br />
que mientras estaba inconsciente fue<br />
necesario hacer la operación e injertarle<br />
«la refacción», por consenso entre<br />
Úrsula y el robot decidieron utilizar la<br />
tercera opción disponible.<br />
—¿Por qué eligieron la diminuta pieza<br />
del ministro? —preguntó Pohl, al borde<br />
del desmayo.<br />
—¿Era la decisión más obvia? —dijo<br />
J.U.A.N.<br />
—Sabemos de buena fuente que<br />
aquel ministro jamás se echó un polvo<br />
—comentó una sonriente Úrsula.<br />
—Técnicamente son unos cojones con<br />
cero kilometraje —concluyó J.U.A.N.,<br />
dejando una lista de preguntas en la<br />
mente de su compañero.<br />
Pohl había cedido a su necesidad de<br />
desmayarse y sus compañeros lo dejaron<br />
descansar.<br />
—El siguiente mundo a visitar es el sistema<br />
Pi Turístico —J.U.A.N. vaciaba el<br />
frasco que contenía las gónadas de Pohl.<br />
—Excelente, porque tengo sesenta<br />
millones de monedas para gastar.<br />
—¿Sesenta?<br />
—Tengo que guardar para mi retiro.<br />
127
El robot y la dama salieron de la enfermería,<br />
dejaron a obscuras la habitación<br />
y continuaron discutiendo sus<br />
asuntos hasta llegar al puente de la<br />
nave, en realidad no había necesidad<br />
de vigilar la navegación, pero allí estaban<br />
ubicados los folletos explicativos<br />
del siguiente planeta a visitar y ambos<br />
estaba más que ansiosos.<br />
⁂<br />
Los humanos son una especie cínicamente<br />
competitiva que busca superar<br />
a sus congéneres independientemente<br />
de las terribles consecuencias; ya sea en<br />
cosas irrelevantes como los records deportivos<br />
o en áreas importantes como<br />
las colecciones de armas de destrucción<br />
masiva, los humanos insisten en superar<br />
el máximo número obtenido.<br />
Esta competición constante está presente<br />
en todos los aspectos de la vida<br />
moderna; por ejemplo, en las zapaterías<br />
que infectan los centros comerciales.<br />
En cada centro comercial que visites<br />
habrá por lo menos dos zapaterías<br />
tratando de venderte el mismo par, al<br />
mismo precio y con un servicio similar.<br />
No se trata de un estancamiento<br />
del mercado o una falta de creatividad<br />
en los fabricantes y vendedores<br />
de zapatos 3 . Lo que sucede es que, de<br />
manera inconsciente, los abastecedores<br />
de calzado alrededor del mundo<br />
se convencen a sí mismos de que ellos<br />
tienen una ventaja competitiva secreta:<br />
ya sea un mejor servicio, una mejor<br />
ubicación, vendedoras más bonitas o<br />
un local más limpio. Ocasionalmente<br />
alguien se da cuenta del estancamien-<br />
to profesional y hace un auténtico giro<br />
a la industria, causando que todos sus<br />
competidores aplicaran exactamente<br />
los mismos cambios realizados por él,<br />
deteniendo nuevamente la competencia<br />
hasta nuevo aviso.<br />
De tal manera que, siguiendo estas<br />
reglas, dos fabricantes de aspiradoras<br />
pueden intentar superarse en uno al otro<br />
durante toda una vida solo para darse<br />
cuenta de que, al final de la carrera, la<br />
clientela optó por el azulejo en el suelo.<br />
Algo similar sucedió con los robots.<br />
Los primeros robots creados por los<br />
hombres eran maquinas inconscientes<br />
que realizaban operaciones repetitivas<br />
a un bajo costo, gradualmente la competición<br />
llevó a crear maquinas que<br />
fueran capaces de tomar decisiones<br />
simples que no requirieran de la participación<br />
humana. En algún momento<br />
la competición fue más dura y decidieron<br />
crear robots que realizaran la repetitiva<br />
y costosa actividad de competir<br />
para crear el mejor robot posible.<br />
Cuando la competencia llegó al<br />
punto de estancamiento, (similar al<br />
de las zapaterías pero con máquinas<br />
de treinta toneladas en lugar de estudiantes<br />
que trabajan medio tiempo), la<br />
humanidad estaba en grave peligro. <strong>La</strong><br />
economía estaba colapsando debido a<br />
que los humanos ya no tenían trabajo,<br />
la única actividad que podía realizar un<br />
humano sin competir con un robot era<br />
la poesía y solo uno de cada mil humanos<br />
puede redactar un buen poema sin<br />
sufrir daño cerebral severo 4 .<br />
Con los robots afectando la seguridad<br />
del sistema humano, la Iglesia de<br />
los últimos contribuyentes se vio en ne-<br />
128
cesidad de intervenir. Sabemos que la<br />
iglesia tenía ocho planes para detener<br />
el estancamiento pero decidió abogar<br />
por los derechos humanos de los robots.<br />
Numerosos expertos demostraron que<br />
la mayoría de los robots eran capaces<br />
de tener sentimientos, deseos, sufrimiento<br />
e ideas creativas (con algo de<br />
hardware adicional y una actualización<br />
de software), por lo tanto, los humanos<br />
no tenían derecho a poseer un robot y<br />
mucho menos a forzar la producción robots<br />
como si fueran cabezas de ganado.<br />
Una vez que los autómatas fueron<br />
humanizados, adquirieron piezas nuevas<br />
que les permitieran tener necesidades.<br />
Por alguna razón poética los<br />
robots gustaban de tener hardware de<br />
necesidades humanas, si bien algunos<br />
equipos desearon imitar las fisonomías<br />
de, por ejemplo, los Fax’s (eso no fue<br />
muy popular.). Con su nueva capacidad<br />
para cometer errores los robots<br />
modernos consiguieron trabajos administrativos<br />
y de responsabilidad donde<br />
conseguían pagos razonables (léase<br />
irrisorio). Los equipos que prefirieron<br />
permanecer en condición de perfectas<br />
máquinas esclavas fueron denominados<br />
obsoletos y condenados a las tareas<br />
repetitivas, aun así la producción<br />
de estos ya no fue tan acelerada.<br />
Los robots habían elegido sus propias<br />
necesidades básicas: dormir, comer,<br />
respirar, escuchar música, navegar<br />
en internet o copular. Eso hacía que<br />
el dinero se siguiera moviendo.<br />
J.U.A.N., un robot de explicito diseño<br />
militar, en toda su vida solo había convivido<br />
con humanos varones, y en la<br />
soledad de las barracas los jóvenes soldados<br />
solo hablan de una cosa. Cuando<br />
se le ofrecieron sus actualizaciones<br />
humanizadoras se decantó por hardware<br />
de estimulación sexual y una elevada<br />
necesidad de la misma. <strong>La</strong>mentablemente<br />
la mayoría de los robots<br />
diseñados para brindar placer sexual<br />
prefirieron otro tipo de actualizaciones<br />
dejando a J.U.A.N. parcialmente solo<br />
en el universo.<br />
<strong>Año</strong>s después, algunos autómatas víctimas<br />
de la falta de presupuesto vieron la<br />
posibilidad de mejorar sus ingresos vía la<br />
prostitución y se reunieron en el único lugar<br />
donde no les podían imponer reglas,<br />
impuestos o normas de higiene.<br />
J.U.A.N. estaba feliz porque la siguiente<br />
visita seria allí: en Pi Turístico.<br />
⁂<br />
En algún lugar de la vía láctea hay un<br />
planeta llamado Pi, nombre elegido en<br />
alusión a aquel numero poco racional,<br />
pero muy real, que contiene tantos dígitos<br />
como problemas tiene un planeta<br />
en sí. Este mundo es básicamente<br />
una piedra yerma que gira alrededor<br />
de una enana roja, y teóricamente fue<br />
acondicionado para poder servir como<br />
hogar a todo robot que no estuviera<br />
dispuesto a seguir conviviendo con<br />
otras especies.<br />
Pi fue la utopía robótica durante casi<br />
dieciocho segundos, después de que<br />
los ánimos revolucionarios se desvanecieran,<br />
alguien se dio cuenta de que<br />
todos tenían diversas necesidades que<br />
deseaban satisfacer; esto se acumuló<br />
a otros problemas, que se resumían a<br />
los gastos de adaptar un planeta para<br />
129
que la radiación solar no destruya a los<br />
circuitos de sus mecánicos habitantes.<br />
Afortunadamente los robots suelen<br />
ser más inteligentes que los humanos,<br />
y en lugar de intentar diversas estrategias<br />
excéntricas destinadas al fracaso,<br />
se decantaron por colonizar un planeta<br />
mucho más apto donde pudieran comerciar<br />
de manera controlada, y con<br />
sus propios impuestos y normas, con<br />
las otras especies inteligentes.<br />
<strong>La</strong>s palabras del líder revolucionario que<br />
fundó Pi Turístico fueron las siguientes:<br />
Qué bueno que analizamos todos estos<br />
detalles antes de abordar las naves<br />
espaciales.<br />
P.E.D.R.O.<br />
(Político Emprendedor Democrático<br />
Robótico Optimizado)<br />
Cuando una persona ve Pi turístico<br />
desde el espacio, notará que originalmente<br />
se trataba de un solo continente,<br />
que recientemente 5 se dividió a causa<br />
de un terremoto apocalíptico, dejando<br />
una columna de agua de varios kilómetros<br />
de longitud y algunos centenares<br />
de metros de profundidad funcionando<br />
como línea divisoria o barrera natural.<br />
El 82% de toda la vida (animal,<br />
vegetal y mecánica) se concentraba en<br />
este mar divisor y sus orillas, y todo lo<br />
que no estuviera cerca de una masa<br />
de agua era un desierto abandonado.<br />
El mar exterior, que rodeaba ambas<br />
partes del continente original, poseía<br />
un oleaje tan severo que dificultaba la<br />
vida más allá de algunas bacterias y variaciones<br />
de algas.<br />
El desastre natural que ocasionó la<br />
separación del continente propició la<br />
creación de dos cordilleras montañosas<br />
130<br />
rodeando el mar central, que con la ayuda<br />
de la lluvia generaron los primeros<br />
ríos, lagos y otros cuerpos de agua dulce;<br />
fomentando el crecimiento vegetal<br />
en aquella franja al centro del planeta.<br />
Así era PI turístico: un cuerpo de agua<br />
enorme con un continente dividido por<br />
dos franjas verdes y una azul cielo.<br />
Durante numerosas eras, en casi<br />
todas las dimensiones y en las incontables<br />
realidades posibles, siempre ha<br />
existido una ciudad donde las personas<br />
se dirigen para olvidar sus problemas a<br />
cambio de exorbitantes sumas de dinero.<br />
Por ejemplo: hay una dimensión paralela<br />
donde reptiles súper-avanzados<br />
invierten el equivalente a varios meses<br />
de salario con la intención de causarse<br />
una amnesia permanente.<br />
Curiosamente, en ninguna de estas<br />
ciudades la ganancias permanecen<br />
donde se generaron, si no en un lugar<br />
principalmente aburrido donde habitan<br />
las personas que mantienen la ciudad<br />
glamurosa e interesante.<br />
Pi turístico es el magno ejemplo de estos<br />
lugares. Casinos, hoteles de lujo, centros<br />
recreativos, parques temáticos, turismo<br />
ecológico y derroche económico;<br />
decenas de millones de turistas visitan<br />
el planeta con los bolsillos llenos y regresan<br />
con las bolsas más ligeras, los vientres<br />
más pesados y muchos recuerditos<br />
de mala calidad. Ese siempre ha sido el<br />
equilibrio de la diversión. Por su puesto<br />
que un complejo como Pi turístico cuenta<br />
con numerosas zonas donde… ejem…<br />
los placeres carnales de numerosas especies<br />
pueden ser satisfechos después<br />
de una negociación económica.<br />
Al igual que la evolución puede tomar<br />
rutas completamente diferentes dependiendo<br />
de numerosos factores externos,<br />
la civilización y sus tabúes sexuales tam-
ién recorren sus caminos trastornados<br />
por situaciones tan irrelevantes como el<br />
tamaño del plátano promedio o el descubrimiento<br />
del fuego.<br />
Obviamente cuando dos especies<br />
con evolución aislada se conocen, se<br />
consideran completamente ilógicas la<br />
una a la otra. Normalmente lo resuelven<br />
alimentándose de algunos ejemplares,<br />
visitando el hábitat extranjero<br />
y tratando de analizar la relación entre<br />
el cuello largo y la altura de los arboles<br />
locales. Con esto se termina llegando<br />
generalmente a una feliz convivencia.<br />
<strong>La</strong>s diferencias entre civilizaciones<br />
aisladas son comúnmente resueltas<br />
con sangrientas exterminaciones étnicas<br />
y periodos de guerra que solo se<br />
detienen para hablar mal la una de la<br />
otra. Curiosamente, en un atisbo de<br />
humor de parte del creador del universo,<br />
cuando tenemos un caso de evolución<br />
y civilización aislada, las especies<br />
se esmeran en lograr la comprensión<br />
mutua de manera que sea más sencillo<br />
encontrar un motivo valido para poder<br />
iniciar una guerra.<br />
De tal manera que no fue hasta que<br />
los humanos conocieron otra especie<br />
civilizada, qué fueron conscientes de algunas<br />
contradicciones en su lógica. Por<br />
ejemplo: los terrícolas no tienen ningún<br />
problema en transmitir un anuncio comercial<br />
en el que cuatro mujeres aprovechen<br />
un desayuno en un restaurante<br />
lujoso para hablar de su higiene vaginal<br />
y los medicamentos para hemorroides,<br />
pero durante el mismo bloque televisivo<br />
se utiliza autocensura y vocabulario<br />
de doble sentido para hablar del sexo<br />
consensual con preservativos.<br />
Todo esto escandaliza a civilizaciones<br />
como los Huey, que consideran<br />
la reproducción uno de los actos más<br />
131
ellos y poéticos de la existencia, pero<br />
tienen un serio problema al hablar de<br />
la higiene de las cavidades corporales.<br />
Es así que los jóvenes de esta especie<br />
son invitados a presenciar actos de<br />
reproducción masiva, mientras que<br />
para hablar de la higiene bucal se contratan<br />
médicos para que expliquen a<br />
los chicos en privado. Es posible que<br />
todo esto se deba a que los Hueyianos<br />
se reproducen de manera asexual por<br />
mitosis. También puede haber una conexión<br />
con los numerosos niños que<br />
murieron por caries durante su equivalente<br />
a la edad media. Al final, son los<br />
detalles los que causan las diferencias<br />
en la lógica de las civilizaciones.<br />
Estas diferencias evolutivas y culturales<br />
son adecuadamente ignoradas<br />
en el templo de la hospitalidad, un<br />
complejo en Pi turístico donde viajeros<br />
de todo el espacio conocido pueden<br />
adquirir placeres que en su lugar natal<br />
hubieran sido moralmente cuestionables,<br />
como mínimo.<br />
<strong>La</strong> arquitectura del lugar demostraba<br />
haber sido ideada con la intención<br />
de incrementar el consumo; los paneles<br />
lumínicos del techo imitaban luz<br />
matutina y primaveral independientemente<br />
del exterior, fuentes decorativas<br />
regulaban la temperatura interna y reciclaban<br />
el aire; incluso la publicidad<br />
estaba regulada para no resultar invasiva.<br />
El templo estaba diseñado para<br />
hacer sentir al visitante como en casa<br />
(siempre y cuando el visitante fuera<br />
dueño de una hermosa mansión en las<br />
orillas del Mediterráneo.)<br />
Pohl, Úrsula y J.U.A.N. se paseaban<br />
por el piso de mármol haciendo un<br />
esfuerzo colectivo para no distraerse.<br />
Cada uno de ellos tenía una opinión<br />
bastante diferente del templo.<br />
Para J.U.A.N. ese lugar consistía en la<br />
mitad del sueño de su robótica vida. Es<br />
importante decir que la otra mitad es<br />
tener suficiente dinero como para despilfarrarlo<br />
en ese mismo templo.<br />
Pohl entiendía el concepto de templos<br />
antiguos transformándose en<br />
complejos turísticos, también tenía<br />
cierto entendimiento de locales comerciales<br />
con nombres como «<strong>La</strong> casa de<br />
las cafeteras» y «El palacio de los martillos».<br />
Aun así no podía evitar sentirse<br />
incomodo con la lógica del Templo de<br />
la hospitalidad. El lugar, en realidad,<br />
era una especie de centro comercial<br />
donde acudía la gente con intención<br />
de encontrar sexo. Lo ocultaban con arquitectura<br />
mediterránea, reglamentos<br />
de decencia y un nombre exótico, pero<br />
solo es eso: un negocio engrandecido<br />
que se aprovecha de la moral de las<br />
personas para beneficiarse económicamente.<br />
Al final el lugar conserva su título<br />
de templo solo porque sonaba más<br />
agradable, tradicional y satisfactorio.<br />
Úrsula trataba de no pensar en el<br />
suelo que estaba pisando. Sabiéndose<br />
sumamente atractiva, no pasaría<br />
mucho tiempo antes de que alguna<br />
creatura con exceso de libido y dinero<br />
132
en metálico (humana o tal vez no) intentara<br />
hacerle una oferta, obviamente<br />
J.U.A.N. resultaba una compañía excelente<br />
para este tipo de situaciones: su<br />
aspecto de máquina de matar ofrecía<br />
un aura persuasiva que hasta el momento<br />
había desmotivado a numerosos<br />
aspirantes.<br />
Es en lugares como ese donde ella se<br />
cuestionaba el orden que está tomando<br />
el mundo. El gobierno de la tierra grita<br />
a los cuatro vientos que en sus administraciones<br />
no existen sitios como aquel<br />
y es prácticamente cierto, lo cual permite<br />
que los sectores conservadores y<br />
los luchadores por la equidad de género<br />
se sientan cómodos, por su puesto,<br />
en aquellos planetas tipo Tierra 2.0, la<br />
prostitución se ejecuta en locales clandestinos<br />
a precios prohibitivos donde<br />
la mayoría los prestantes de servicios<br />
reciben una parte diminuta de las ganancias,<br />
mientras los administradores<br />
se enriquecen sin arriesgarse siquiera.<br />
<strong>La</strong> ilegalidad sirve de marco para<br />
que los padrotes y los prostíbulos se<br />
deslinden de sus responsabilidades, el<br />
personal es utilizado y desechado cual<br />
ganado, más de un local de mala muerte<br />
mantenía a sus servidoras contra su<br />
voluntad y todo esto sin hablar de los<br />
sitios que utilizan niños secuestrados.<br />
Aquí al menos el templo corre riesgos<br />
junto con su personal. No son los apuros<br />
de una redada o una enfermedad<br />
venérea, los peligros a enfrentar provienen<br />
del capitalismo y la libre competencia.<br />
En este mismo planeta se<br />
encuentra «<strong>La</strong> casa de los seiscientos<br />
gemidos», «El instituto de los placeres»<br />
y «El palacio de las triquiñuelas», todos<br />
compitiendo por la clientela de Pi<br />
Turístico. Una chica retenida contra su<br />
voluntad, un menor de edad vendiendo<br />
su cuerpo o un abuso sindical son<br />
el tipo de situaciones que pueden dar<br />
un golpe publicitario fatal. En algunos<br />
lugares que conservaban algún gobierno<br />
eso podía parecer ridículo, pero con<br />
una sociedad que cuenta con su propia<br />
asociación de los derechos de los pedófilos,<br />
la publicidad y lo políticamente<br />
correcto es lo único que cuenta.<br />
Úrsula no dejaba de preguntarse porqué<br />
ambas maneras de llevar el mundo<br />
parecen tan incorrectas a la vez, y si en<br />
su posición de mujer independiente,<br />
inteligente y recientemente millonaria,<br />
debería tomar algún bando.<br />
1. Si le preguntas a un Fax’s por qué se<br />
lo merecía te responderá:¡Se lo merece!<br />
Todos los humanos se merecen esa<br />
patada y que no se diga más.<br />
2. Y estaba preciosa con esa expresión.<br />
3. Por supuesto que se trata de un estancamiento<br />
del mercado, pero hay<br />
que ser amable con esos vendedores<br />
victimas del autoengaño.<br />
4. Y eso siendo muy optimistas (N. del E.)<br />
5. Para un planeta, diez millones de años<br />
es un lapso de tiempo bastante corto.<br />
Continúa en el siguiente número...<br />
133
134<br />
EL<br />
CEMENTERIO<br />
DE<br />
SOULDETH<br />
(FINAL)<br />
Por<br />
Aly Cañizales<br />
Dayreen y su madre paseaban por<br />
una plaza en el centro de la ciudad<br />
de Reiki, una zona bastante<br />
adinerada en la que solo los privilegiados<br />
podían pasearse sin preocupaciones,<br />
era uno de sus lugares favoritos,<br />
pues habían juegos infantiles y el resto<br />
de los niños brindaban tranquilidad a<br />
quien estuviera cerca, era algo parecido<br />
al cielo de los niños, de hecho, así<br />
le llamaban a ese lugar en particular,<br />
el ruido de las risas de los pequeños<br />
inundaba el aire, las pláticas de las madres<br />
y de vez en cuando uno que otro<br />
grito de susto por algún niño que podría<br />
caer de algún juego se unían a este<br />
rompecabezas de felicidad.<br />
Ayleen esperaba sentada en una banca<br />
mientras su hija se balanceaba en un<br />
columpio, su hija se había enfermado de<br />
un brote de polio que volvió después de<br />
tres mil años de haberse erradicado, esa<br />
segunda oleada había afectado las cinco<br />
grandes ciudades de Rakesh, y había<br />
acabado con miles de niños en las aldeas<br />
más desprotegidas. En algún momento<br />
después de erradicarse el VIH, este tuvo<br />
una mutación que los científicos llamaron<br />
VIHM, una enfermedad que acababa<br />
con el portador en menos de cuarenta y<br />
ocho horas, fue entonces que Emilo Kristoff<br />
descubrió la vacuna a partir de una<br />
droga llamada Lsd y la combinación de<br />
células madre con etanol. <strong>La</strong>s bromas entre<br />
la ciudad radicaban en pensar cómo<br />
fue que se le ocurrió mezclar estas tres<br />
sustancias, se burlaban diciendo «seguro<br />
se estaba drogando con combustible y<br />
un cordón umbilical», todo esto era muy<br />
gracioso. Pero, en el fondo, todos agradecían<br />
que alguien hubiera logrado acabar<br />
con aquella enfermedad que mató a más<br />
del veinticinco por ciento de la población<br />
del mundo.
Muchos de los puristas achacaban<br />
aquellas enfermedades a la unión de<br />
razas que se había llevado a cabo en el<br />
año 3225 d.C., cuando pruebas de científicos<br />
por fin habían comprobado que<br />
el mestizaje interracial era un hecho, ya<br />
no existían las razas puras, aunque los<br />
extremistas aun defendían el derecho<br />
de los indoalemanes o de los americasiáticos<br />
como razas evolutivas, las guerras<br />
cesaron, un nuevo continente unificado<br />
había tomado el lugar de lo que<br />
alguna vez se conoció como Asia y Europa,<br />
y a pesar de la lejanía de América<br />
y Australia, habían logrado anexarlos<br />
en el año de 2456 d.C. convirtiéndose<br />
así en Pianegia, que en el idioma antiguo<br />
significaría «Pangea 2». Después<br />
de la tercera guerra mundial el idioma<br />
estaba unificado, la economía tomó<br />
doscientos años más, pero finalmente<br />
se había logrado antes de los tres<br />
mil años, Ayleen, de solo treinta y dos<br />
años, agradecía el haber existido hasta<br />
entonces, pues los avances a comparación<br />
de sus antepasados eran enormes,<br />
pero al mismo tiempo tenia cierto mal<br />
sabor de boca por haber concebido a<br />
su hija en el segundo gran brote.<br />
Tenía la suerte de haber encontrado<br />
a un hombre que la cuidaba y la protegía<br />
por sobre todas las cosas, pero al<br />
mismo tiempo la realidad nos golpea<br />
a todos, pues a pesar de ser ese gran<br />
sujeto que te defiende y apoya aun en<br />
contra de los ideales de los demás y de<br />
ser un esposo romántico y sacrificado,<br />
también era un padre ausente; las responsabilidades<br />
consumían a aquel empresario,<br />
la necesidad de tener todo en<br />
orden para su familia era infalible, no<br />
había razón o situación que lo mermaran<br />
de cumplir con sus compromisos<br />
en pro del bienestar de Dayreen para<br />
tuviera todo y más, lástima que lo que<br />
la pobre niña más deseaba era tener<br />
más tiempo a su padre en casa.<br />
Pero como Ayleen sabía, la vida era<br />
una cosa de locos últimamente y lo que<br />
más importaba era la seguridad y estabilidad<br />
de Dayreen, por aquel entonces<br />
para una niña enferma y con la escasez<br />
de recursos, la estabilidad no se compraba<br />
con algo que no fuera dinero y su<br />
esposo conseguía mucho.<br />
Casi había llegado la hora de regresar<br />
a casa, era una fecha especial, pues<br />
no solo se cumplía un año más de casados,<br />
sino que en una semana sería el<br />
cumpleaños de su hija, así que como<br />
sorpresa y por idea de su esposo, este<br />
regresaría a la ciudad y tendrían un<br />
cumple-aniversario los tres juntos, su<br />
hija no tenía ni la menor idea de que<br />
pronto iban a cumplir uno de sus más<br />
grandes deseos, el cual era compartir<br />
unas vacaciones en familia, todo estaba<br />
listo, no había nada que pudiera detenerlos,<br />
nada, excepto la muerte.<br />
El señor Renier había viajado toda la<br />
noche, en un avión que lo llevaba desde<br />
el continente vecino hasta su casa<br />
en Reiki, no había podido conciliar el<br />
sueño en todo ese tiempo, pues se la<br />
había pasado realizando llamadas a<br />
todos los lugares donde había hecho<br />
reservaciones para pasar con su hija<br />
Dayreen y su esposa Ayleen, ni siquiera<br />
las seis horas de vuelo le habían<br />
hecho claudicar en su esfuerzo por<br />
tener todo preparado, era un hombre<br />
bastante organizado, pues al tener un<br />
padre de ascendencia japonesa se le<br />
enseño lo que era la disciplina como<br />
un código de honor, sus intensos ojos<br />
grises parpadeaban de vez en cuando,<br />
como cuando tu cuerpo te pide reposo<br />
pero tus ánimos y tu felicidad no se lo<br />
135
permiten, Dayreen estaba por cumplir<br />
su décimo cumpleaños, y él cumpliría<br />
entonces once años de casado.<br />
Había conocido a su esposa cuando<br />
todavía era un chico, los regímenes de<br />
matrimonios arreglados habían vuelto<br />
solo para preservar las riquezas en lo<br />
que serían las nuevas culturas de abolengo,<br />
mucha de la cultura liberalista<br />
que se habían formado con los años<br />
habían muerto al comprobarse que<br />
solo eran separatistas, aun así una minoría<br />
de personas todavía defendía el<br />
derecho a no ser como los demás, estas<br />
misma ideologías trajeron destrucción<br />
y guerra, fueron estas mismas en oponerse<br />
a este tipo de matrimonios, pero<br />
sucumbieron ante la despoblación después<br />
de las oleadas de enfermedades.<br />
Ya nada de eso importaba, pues después<br />
de dos meses volvería a casa solo<br />
para estar con sus mujeres, las amaba<br />
de un modo incondicional, pero se sentía<br />
en deuda por tener que trabajar tanto<br />
por ellas, pues las había privado de su<br />
presencia, algo que sabía que era indispensable<br />
para el amor, pero bajo la situación<br />
de una niña enferma, no podía<br />
darse el lujo de carecer de nada, así que<br />
simplemente hizo lo que su padre hubiera<br />
hecho, nadar en una lancha que<br />
se hunde hasta la orilla sin claudicar.<br />
Cuando por fin aterrizó, se dio cuenta<br />
de que tenía un par de horas de<br />
ventaja, así que podría sorprender a<br />
ambas cuando llegara a su destino, iría<br />
a su encuentro sin avisar en lugar de<br />
llegar a la casa como se había pactado.<br />
Su carro de alquiler lo esperaba en el<br />
lugar acordado, guardó sus maletas y<br />
encendió el motor, el viaje a la felicidad<br />
estaba a la vuelta, solo tenía que conducir<br />
sin detenerse, solo eso.<br />
Dayreen estaba verdaderamente encantada<br />
con el resto de los chicos de la<br />
plaza, había subido a cada uno de los<br />
juegos sin pensarlo dos veces, aunque<br />
en algunos de ellos los fierros de su<br />
pierna le estorbaban, esto no fue impedimento<br />
para que sonriera con cada<br />
uno de sus balanceos en los columpios,<br />
ni tampoco el rechinido del metal fue<br />
tan fuerte como para evitar que siga con<br />
su desliz en el resbaladero, nada podía<br />
detenerla, estaba ahí para ser feliz y ninguna<br />
enfermedad podría prohibírselo,<br />
su madre le había enseñado bien a ser<br />
normal y así sería por siempre.<br />
Ayleen se dio cuenta por su reloj de<br />
que la hora de irse ya estaba cerca, se<br />
había esforzado en preparar un recibimiento<br />
de reyes para quien era el<br />
rey de la casa, así mismo había hecho<br />
maletas para ella y su hija, la sorpresa<br />
sería mayúscula cuando de la nada<br />
llegara su padre y solo tuvieran tiempo<br />
de subirse al auto para viajar en familia,<br />
como ella siempre soñó.<br />
—Dayreen, hija, tenemos que irnos —dijo<br />
Ayleen, sospechosa.<br />
—Pero, mamá, apenas son las cinco<br />
de la tarde. Siempre estamos aquí hasta<br />
las seis o siete, además estoy jugando y<br />
no quiero irme aún —respondió la niña.<br />
—Tenemos que llegar a casa a hacer<br />
tarea, además, no hemos comido y yo<br />
muero de hambre, tengo tanta hambre<br />
que si no vienes ahora me comeré a alguno<br />
de tus amigos —dijo sonriendo.<br />
—Está bien, mamá, iré, pero por fa-<br />
136
vor no te comas a nadie, me daría mucha<br />
vergüenza que se enteren que mi<br />
mamá es un caníbal.<br />
Ambas soltaron una fuerte carcajada<br />
ante la broma de la pequeña, sin embargo<br />
habían perdido valioso tiempo<br />
en el intercambio de negativas y bromas<br />
que habían efectuado, Dayreen<br />
sintió la necesidad de comer algo de<br />
helado, su madre, amable como siempre<br />
se lo concedió en un momento<br />
pues cruzando la acera, en una esquina,<br />
había un lugar que funcionaba<br />
como snack bar para la gente que se<br />
encontraba en la plaza.<br />
Dayreen no era como ninguna otra<br />
niña del lugar, pues no tenía predilección<br />
por el chocolate, por la vinilla o la<br />
fresa, así que cada visita al heladero era<br />
toda una guerra de decisiones entre ella<br />
y los sabores, esto le causaba mucha<br />
gracia a su madre, pues siempre le atribuía<br />
esa clase de herencia a su esposo,<br />
quien era tan ávido de todo que le costaba<br />
inclinarse por algo, más de una vez<br />
se lo había hecho notar, pero lo tomaban<br />
como una simple broma a pesar de<br />
que era completamente cierto.<br />
Después de lograr decidir entre el<br />
menú helado, siguieron su camino, a<br />
paso lento pues entre cargar con el<br />
helado y la enfermedad de la pequeña,<br />
avanzar era un poco más complicado<br />
de lo habitual, sin embargo llevaban<br />
tiempo de sobra para servir algo de comida<br />
y esperar a que llegara su esposo,<br />
no había margen de error.<br />
Llegaron a la entrada de la casa, habían<br />
terminado por completo sus helados<br />
y solo esperaban entrar a terminar<br />
con las labores domésticas, comer<br />
y por supuesto hacer los deberes de<br />
Dayreen, eso era lo que esperaba la pequeña<br />
por lo menos, Ayleen introdujo<br />
la llave, se disponía a girar la perilla de<br />
la puerta cuando un sonido eléctrico<br />
la interrumpió, el portón de la cochera<br />
se estaba levantando poco a poco; no<br />
podía ser otro que su esposo, voltearon<br />
al mismo tiempo, solo para verlo de pie<br />
frente a ellas, recargado en un automóvil<br />
de alquiler.<br />
Ayleen miró los ojos de su hija, eran<br />
cristalinos, grises como los de su padre,<br />
pero llenos de vida, se estaban llenando<br />
de lágrimas, eran lágrimas de sorpresa<br />
y felicidad, la llenó de ternura ver<br />
como de inmediato arrastró su pierna<br />
enferma en dirección a los brazos que<br />
le había extendido su padre.<br />
—¡Papááá! ¡Papááá! ¡Papááá! ¡Papaaá!<br />
Estás aquí, viniste por nosotras, te<br />
he extrañado demasiado, al fin viniste.<br />
—Claro que he venido por ustedes, y<br />
yo también te he extrañado mucho, todos<br />
los días me la paso pensando en<br />
ustedes, no hay día en que no quiera<br />
volver solo para verlas —respondió con<br />
un tono quebrado.<br />
Cada visita era igual, creía que era un<br />
hombre fuerte, sentía que tenía la mejor<br />
suerte del mundo, pues tenía esas<br />
dos mujeres que lo amaban incondicionalmente,<br />
pero al final de su visita<br />
siempre se daba cuenta de que tenía la<br />
peor suerte del mundo pues pasarían<br />
meses antes de volver a dormir al lado<br />
de su hija y de levantarse con su esposa,<br />
como fuera, ya estaba ahí y nada<br />
podría arruinar ese momento.<br />
137
Entraron a la casa enseguida, el aun<br />
cargaba a su hija en brazos, Ayleen se<br />
apresuró a servir la comida, mientras<br />
Dayreen estaba impresionada con las<br />
historias de los viajes de su padre, se<br />
sentaron todos a la mesa a compartir esa<br />
celebración en familia que era degustar<br />
los alimentos, dieron gracias por estar<br />
juntos una vez más, pero aún faltaba lo<br />
más importante que era comunicar a su<br />
hija de los planes que tenían por delante.<br />
<strong>La</strong> cara de Dayreen se iluminó cuando<br />
se enteró de las vacaciones y todos<br />
los días que estarían juntos, era el mejor<br />
regalo de cumpleaños que podría<br />
recibir, no había nada que se le igualara,<br />
pues su sueño era precisamente<br />
ese, tener a su familia reunida. Subieron<br />
las maletas al auto, la razón por la<br />
que el rentaba siempre uno era porque<br />
la agencia se encargaba de revisar que<br />
estuvieran siempre perfectos y listos<br />
para los viajes en cualquier momento,<br />
así no tendría que arriesgarse o a su<br />
familia a que algún desperfecto estropeara<br />
ninguno de sus planes, salieron<br />
a toda marcha, ojalá hubiera sido más<br />
consciente, ojalá se hubiera preocupado<br />
más por su propio estado y menos<br />
por el del auto, siendo tal la emoción y<br />
tanto el tiempo sin verlas que simplemente<br />
pasó por alto el desperfecto que<br />
podría estar en él.<br />
Entraron rápidamente a la carretera,<br />
haciendo juegos de viaje como el de<br />
observar las placas o el color de los autos,<br />
su esposo en algún momento bajo<br />
la ventanilla de su auto y encendió un<br />
cigarrillo, Ayleen lo miraba con desagrado,<br />
odiaba el olor a cigarro, pero<br />
más odiaba saber que su esposo se<br />
138<br />
estaba haciendo daño con ese veneno.<br />
—Ese vicio que has adquirido en tus<br />
viajes no es nada bueno, amor, lo que<br />
es peor no me gusta pensar que puedes<br />
enfermarte —dijo, preocupada.<br />
—<strong>La</strong> verdad es que no es un vicio,<br />
princesa, solo fumo para verme elegante<br />
con los demás accionistas, hace que<br />
me vea elegante y conocedor, a veces<br />
uso lentes también y me hacen ver misterioso<br />
e intelectual, y ni te cuento que<br />
pasa cuando fumo en pipa, porque te<br />
pondrías celosa —respondió, haciendo<br />
una voz de hombre interesante.<br />
Dayreen tampoco era fan del hábito<br />
de fumar de su papá, pero tenía que<br />
admitir que el chiste había sido una<br />
obra de arte y soltó una risotada sonora<br />
y estruendosa, lo que hizo que de<br />
inmediato su madre se contagiara también,<br />
el momento tenso se había vuelto<br />
un momento agradable, tal vez era porque<br />
sabían que no merecían tener diferencias<br />
en estos días tan importantes.<br />
Habían pasado un par de horas más,<br />
Ayleen y su hija estaban tan agotadas<br />
que se habían quedado dormidas, no<br />
había querido ser el causante de que<br />
se interrumpiera su sueño, así que no<br />
las molestó, pero el cansancio ya se<br />
hacía presente en su persona, había algunos<br />
lugares de descanso a un par de<br />
kilómetros y se decidió a llegar, pues<br />
sus ojos se habían vuelto más pesados<br />
que los portafolios llenos de papeles<br />
que diariamente cargaba a sus juntas,<br />
y vaya que eran pesados<br />
Su salvación estaba en la siguiente salida,<br />
casi podía verse llegando al acotamiento<br />
y al pequeño hotel que se encontraba<br />
ahí, eso les permitiría dormir un par
de horas, tal vez dos o tres eran todo lo<br />
que necesitaba, pudo verse a sí mismo<br />
acostándose en la cama y descansando,<br />
lo que no vio fue el auto que venía en sentido<br />
contrario e invadía su carril, aun con<br />
su cigarro entre sus dedos maniobró el<br />
volante a gran velocidad.<br />
El sonido del choque fue espantoso,<br />
tanto que sirvió para despertar a su esposa<br />
y a su hija, pero el golpe había sido tan<br />
duro que las había dejado inconscientes<br />
de manera inmediata; el carro giró<br />
bruscamente y terminó fuera del camino.<br />
Cuando se dispuso a revisar el estado de<br />
su esposa y su hija, vio sus rostros cubiertos<br />
de sangre, pues aunque ambas llevaban<br />
el cinturón de seguridad, el coque<br />
de sus frentes con las ventanas les había<br />
causado mucho daño, personalmente el<br />
no sentía su brazo izquierdo, pero veía<br />
su mano aun aferrada al cigarro, pidió<br />
ayuda con gran empeño, pero no recibía<br />
respuesta, lo único que realmente lo hizo<br />
moverse fue el darse cuenta que la gasolina<br />
se había escapado del tanque, la<br />
misma que hizo contacto con la ceniza<br />
aún encendida de su cigarro, lo que ocasionó<br />
que una llama se encendiera.<br />
Con su brazo derecho se liberó, pudo<br />
soltar los cinturones de sus dos mujeres,<br />
sacó a su hija en primer lugar con un solo<br />
brazo, pues el otro estaba completamente<br />
roto, la puso lejos del lugar, pero tarde<br />
comprendió que el fuego es rápido y voraz,<br />
cuando regreso por su esposa, este<br />
y se encontraba consumiendo una gran<br />
parte del auto, lo que era peor, la puerta<br />
estaba atorada, no podía llegar ni despertar<br />
a Ayleen, lloraba y gritaba, pero<br />
nadie se acercaba a prestar ayuda, con<br />
terror vio que el fuego ya se encontraba<br />
sobre un costado de su esposa y estaba<br />
quemándola, eso le hizo tomar fuerza sobre<br />
humana y lograr abrir la puerta, jaló a<br />
su esposa hasta donde estaba Dayreen y<br />
apagó las llamas.<br />
Ayleen solo recobró el sentido para<br />
decirle un par de palabras justo antes<br />
de perder el conocimiento nuevamente.<br />
—Te amo, siempre te he amado y jamás<br />
dejaré de hacerlo, a donde quiera<br />
que vaya, te esperaré con todo mi amor,<br />
cuida a Dayreen y asegúrate de que sea<br />
feliz por siempre.<br />
Eso fue lo último que oyó de su esposa,<br />
o por lo menos eso fue lo último que<br />
escuchó antes de desmayarse, los tres<br />
cuerpos quedaron a la orilla de la carretera,<br />
los sonidos de las ambulancias<br />
se escuchaban a lo lejos, el conductor<br />
del otro auto, jamás pudo salir de él.<br />
⁂<br />
<strong>La</strong> figura del enterrador cargando a la<br />
pequeña Dayreen se paseaba por el<br />
cementerio, la niña no se movía ni un<br />
centímetro, al lado del enterrador un<br />
grueso hombre vestido de guardia le<br />
hacía compañía, los ojos de ambos<br />
eran escarlata.<br />
—Entonces… ¿así fue como murió tu<br />
esposa? —preguntó Dood.<br />
—Sí, Dayreen es mi hija, Ayleen, mi<br />
esposa, el hombre del otro auto era un<br />
hombre de raíces francesas que servía<br />
en el ejército, estuvo tres meses en<br />
coma, justo el tiempo que tardé en recuperarme<br />
y llegar a este lugar, yo enterré<br />
al hombre que maté.<br />
—<strong>La</strong>s tumbas que visitabas, eran la<br />
de tu esposa y la de aquel hombre en-<br />
139
tonces, pero tengo una duda. ¿Qué hay<br />
de esta tumba que esta al final del cementerio<br />
en la zona sur?<br />
El silencio se prolongó hasta que<br />
llegaron a la tumba mencionada, ahí<br />
el enterrador depósito el cuerpo de<br />
Dayreen, que fue desvaneciéndose<br />
hasta formar parte de la tierra, el enterrador<br />
como cada noche puso una rosa<br />
al lado de la tumba.<br />
—¿Entonces ella también murió?<br />
—Sí, no resistió el golpe en la cabeza.<br />
Cuando me enteré quise morir, rogué a<br />
Dios por mi muerte, se lo pedí a los ángeles<br />
y hasta al mismo Diablo, pero ninguno<br />
me respondió, solo hubo alguien<br />
que escuchó mis plegarias —Shane se<br />
mostró misterioso.<br />
Unos días antes de salir del hospital,<br />
alguien me visitó, un extraño hombre<br />
de capucha negra que se sentó a mi<br />
lado a hablar conmigo sin permitirme<br />
decir nada.<br />
140<br />
Veo que has estado buscándome por<br />
todos lados, parece ser que de verdad<br />
tienes la intención de morir, tu<br />
nombre aún no está en mi lista, pero<br />
debido al ferviente deseo con el que<br />
profesas tu deseo de mi beso eterno,<br />
y además a que conozco la razón de<br />
tu determinación, te propondré algo,<br />
tengo la eternidad siendo el mensajero<br />
del fin de la vida, soy temido,<br />
odiado y venerado, pero he llegado<br />
a sentirme cansado, te daré mis ojos,<br />
te prestare mi poder, así podrás ver<br />
a tu hija cada noche en el cementerio,<br />
podrás acompañarla y llevarla<br />
de vuelta al inicio de cada mañana,<br />
pero debo advertirte que jamás deberás<br />
permitir que se entere quién<br />
eres, jamás deberás hablarle de la<br />
verdad ni podrá ver tu rostro, ayuda-
ás con tu vista escarlata a cruzar a<br />
los espíritus que creas convenientes,<br />
esa mirada los absorberá llevándolos<br />
al cielo o al infierno según corresponda,<br />
estarás a disposición de los<br />
humanos hasta que llegue la noche,<br />
serás yo y yo seré solo un supervisor<br />
de tu trabajo, solo tienes una oportunidad<br />
de decidir así que escoge<br />
sabiamente: ¿Lo tomas o lo dejas?.<br />
—Y mírame aquí contigo, utilicé toda<br />
mi riqueza para comprar este lugar, soy<br />
el dueño de Souldeth solo para poder<br />
hacer esto cada noche.<br />
—Debo admitir que estoy impresionado,<br />
Shane, nunca he conocido un hombre<br />
con tanta devoción y valor como tú,<br />
estoy a tus órdenes.<br />
Frente a ellos apareció una imagen,<br />
un encapuchado con un cayado en su<br />
mano derecha, con su otra mano dejó<br />
su rostro descubierto, era ella, era la<br />
muerte, apuntó hacia ambos.<br />
—Interesante elección, Shane, veo que<br />
le has compartido mis ojos, me gusta de<br />
verdad. Es momento de que me regreses<br />
los ojos, ahora Dood se hará cargo,<br />
ven a mí y te cruzaré, te llevaré donde<br />
tu esposa y Dood llevará a tu hija en<br />
cuanto despierte, es momento de que<br />
descanses, agradezco tus servicios.<br />
Shane se acercó y recibió la absolución<br />
de la muerte, sus ojos brillaron y<br />
el despareció, así la historia tendría<br />
que volver a comenzar. Souldeth es un<br />
lugar de reposo eterno, pero al mismo<br />
tiempo es un ser vivo, lo que pasa ahí,<br />
solo puede entenderse si formas parte<br />
de él y es inútil que intentes huir, pues<br />
todos estamos destinados a serlo…<br />
FIN<br />
141
142<br />
CUERNO<br />
DE CHIVO<br />
(PRIMERA PARTE)<br />
Por<br />
Gilberto Santos<br />
TEGUCIGALPA<br />
En el templo Los Dolores dieron el toque<br />
de campana que anunciaba los<br />
maitines, pero Alba Luz Zelaya Arzu<br />
ya tenía despierta casi una hora. Con<br />
más de ocho meses de embarazo, aunque<br />
sin experiencia en estas vivencias,<br />
sabía que había llegado la hora. Se<br />
levantó moviéndose con suavidad, a<br />
pesar de haber casi ayunado los primeros<br />
tres meses de embarazo a partir<br />
del sexto mes no tenía molestias, más<br />
que un sueño arrollador. Típico miércoles<br />
de noviembre principios de los<br />
setenta, mitad de semana en el centro<br />
de Tegucigalpa, aún oscuro pero ya se<br />
percibía movimiento en las calles debido<br />
al «tiangue», como le decían en<br />
su familia. Alba Luz salió de bañarse y<br />
se vistió con una amplia blusa blanca<br />
con bordado en el cuello y una falda<br />
roja melocotón con dos franjas negras<br />
rodeándola en la parte de abajo. Su<br />
madre le había dispuesto una habitación<br />
pequeña, pero con baño propio<br />
para cuando diera a luz. Eso no significaba<br />
que estuviera de acuerdo con<br />
el embarazo de su hija, pero tampoco<br />
iba a armar un escándalo. Estaba muy<br />
agradecida con la familia Nuñez Rubio,<br />
quienes habían contratado como<br />
sirvientes a su hermano Macario y a su<br />
esposa Rosalinda, junto con ella María<br />
Elena y sus dos hijos. Les dieron una<br />
casita dentro del mismo terreno para<br />
vivir, aunque tenía cuartos pequeños,<br />
había espacio de sobra para ellos. Los<br />
Nuñez nunca supieron del embarazo<br />
de Alba Luz, pues regresaron a Madrid<br />
el mismo mes que dio a luz. En cuanto<br />
al padre de la criatura, Alba Luz le dijo<br />
llorando a su mamá que un muchacho<br />
a quien veía en la plaza del templo la
había seducido y engañado; a sus diecisiete<br />
años era verosímil esa historia,<br />
pero distaba mucho de la realidad.<br />
Alba Luz, con diecisiete años y un<br />
espíritu soñador, conoció a Fernando<br />
Núñez, año mayor que ella, hijo de los<br />
patrones de su mamá en los frecuentes<br />
paseos en el jardín; ella mestiza, él madrileño,<br />
se hicieron de fácil plática y lugares<br />
secretos a los quince años. En las<br />
tardes que ella terminaba sus quehaceres<br />
y él sus deberes escolares se reunían<br />
en la biblioteca de la casa o en un cobertizo<br />
del patio, cerca de la entrada principal.<br />
No tardaron mucho en prometerse<br />
amor eterno y que se casarían en unos<br />
años más. Se conocían a la perfección, y<br />
lo que mejor hicieron fue guardar el secreto<br />
de su relación. Los padres de ambos<br />
les tenían confianza porque nunca<br />
habían sido alocados o traviesos.<br />
En la víspera del decimoséptimo<br />
cumpleaños de Alba Luz, su madre y<br />
su hermano fueron a Comayaguela a<br />
visitar a sus padres, quienes siendo<br />
indígenas habían adquirido un terreno<br />
y habían traído a más familiares;<br />
decidieron pasar esa noche con ellos y<br />
regresar al día siguiente antes del amanecer<br />
para preparar una comida especial<br />
para Alba Luz en su cumpleaños. El<br />
matrimonio Nuñez Rubio estaba por<br />
unos días en Santa Bárbara para supervisar<br />
sus negocios de minería, así que<br />
en la casa sólo estaban Fernando, Alba<br />
Luz y sus tíos, quienes se acostaban<br />
temprano para levantarse antes del<br />
amanecer. Alba Luz, después de cenar<br />
un poco, fue a lanzar una piedrita a la<br />
ventana de Fernando, quien no tardó<br />
en asomarse sonriente.<br />
—Mira lo que te traje, felicidades —le<br />
dijo él, dándole una caja pequeña y<br />
sin peso, cuando entró a la biblioteca<br />
donde ella esperaba sentada erguida<br />
y sonriente en un silloncito de flores.<br />
Cuando lo abrió descubrió una cadena<br />
de oro con un pequeño dije. Se quedó<br />
mirándola mientras sonreía y se le humedecían<br />
los ojos.<br />
—¿Te gusta?<br />
—Sí, está muy bonita ¿Qué es? —preguntó<br />
ella, con los ojos brillantes<br />
—Es ópalo, una piedra muy especial.<br />
Se la quitó con delicadeza y se situó<br />
casi detrás de ella para colgársela<br />
al cuello, movió su cabello a un lado y<br />
se sintió electrizado al percibir su fragancia,<br />
ella sintió escalofríos cuando<br />
sus dedos rozaron su nuca. Después<br />
se sentaron en el silloncito, mirándose<br />
de frente, no podían hablar, los sentimientos<br />
bullían en ambos cuerpos<br />
en una agradable tormenta eléctrica.<br />
Despacio, Fernando tomó su cara y la<br />
besó. No era el primer beso que le daba,<br />
pero esta vez fue diferente, fue como<br />
la calma que precede al huracán, más<br />
íntimo que nunca. Ella cerró los ojos y<br />
dejó que su lengua dijera lo que ella no<br />
podía expresar con palabras. Subieron<br />
a su alcoba, enamoradísimos, y tras<br />
cerrar la puerta se amaron con toda la<br />
pasión que su inexperiencia podía conjugar.<br />
Ella despertó en la madrugada,<br />
mientras estaban todavía abrazados;<br />
él, al instante, también abrió los ojos y<br />
ambos sonrieron.<br />
—Tengo que irme, mamá pronto llegará<br />
con mi hermano y se va a asustar si<br />
no me ve en el cuarto —ambos bajaron<br />
abrazados por la escalera principal de la<br />
casa desierta y en el patio se despidieron<br />
con un beso breve y un abrazo prolongado.<br />
Al entrar en la casita le susurró<br />
«te amo» y recibió la misma respuesta.<br />
No se imaginaban que era la última vez<br />
que estarían juntos en cuerpo y alma. Al<br />
143
amanecer llegó la madre y su hermano,<br />
durante todo el día no sospecharon que<br />
la sonrisa de Alba Luz no era por la blusa<br />
que le regaló su madre, ni por el tapado<br />
de mariscos que cocinaron.<br />
LAS CHOAPAS, VERACRUZ<br />
En las orillas del río Nanchital, en <strong>La</strong>s<br />
Choapas, Veracruz, las mayores lluvias<br />
son en noviembre; pero ya habían pasado,<br />
dejando un festín de verde para<br />
deleite del ojo como cada temporada<br />
de lluvias, cuando recibieron un varón<br />
en la casa de la familia Cruz. Era el cuarto<br />
hijo de Elías y Magdalena, quienes lo<br />
recibieron con su habitual alegría impasible.<br />
Ramiro fue su nombre y, decía<br />
su padre, que al nacer dos días antes<br />
de la revolución mexicana siempre quiso<br />
ser soldado. Don Elías y sus hijos se<br />
dedicaban principalmente a la siembra,<br />
aunque también tenían algunos animales<br />
de crianza, principalmente toros,<br />
que vendían en la ciudad. Esa tarde de<br />
miércoles había pasado normalmente,<br />
pero Magdalena sentía una molestia<br />
conocida, lo que no la dejó trabajar;<br />
como a las cinco de la tarde se bañó y<br />
se puso un vestido limpio, después le<br />
dijo a su hijo mayor:<br />
—Ve a avisarle a tu tía que ya llegó<br />
el día, que venga —su hijo salió raudo<br />
a casa de su tía que distaba a escasos<br />
seiscientos metros, atravesó la parcela<br />
de mangos frente a la casa, pasó junto<br />
a la primaria y el molino.<br />
—¡Buenas tardeeees! —gritó frente a<br />
la casa de su tía, que era de las comadronas<br />
de la colonia. No parecía haber<br />
movimiento en la casa, sólo se acercó<br />
un perro de raza indefinida moviendo<br />
la cola al reconocer al niño.<br />
—No hay nadie, desde temprano —le<br />
dijo la vecina de al lado, al reconocerlo—.<br />
¿Qué querías?<br />
—Ya va a nacer el bebé de mi mamá,<br />
vine por mi tía —le dijo, preocupado.<br />
—No, pues, yo le aviso cuando llegue.<br />
No sé dónde anda.<br />
El niño regresó a toda prisa a la casa<br />
y entró atropelladamente a avisarle a<br />
su mamá, quien estaba concentrada<br />
recitando la novena a san Ramón. Ella<br />
volteó con calma y le sonrió, ya se lo<br />
esperaba, pero estaba confiada de que<br />
todo saldría bien. Arregló su cuarto<br />
para esperar con calma ese momento<br />
íntimo, femenino y divino cuando otra<br />
vida llega al mundo.<br />
Doña Magdalena era conocida por<br />
ser trabajadora y muy discreta, buena<br />
madre, al pendiente de sus hijos y buena<br />
administradora de su hogar, al que<br />
dedicaba sus energías junto con sus hijos<br />
y un poco la parcela familiar. Tenía<br />
pocas amigas puesto que no contaba<br />
con el tiempo, o decidía no contar con<br />
el tiempo para ir a platicar con las vecinas,<br />
razones por las cuales gozaba de<br />
una excelente reputación y en su colonia<br />
era sinónimo de buen ejemplo.<br />
Don Elías Cruz llegó a su casa casi a<br />
las seis de la tarde, cuando su mujer ya<br />
había hecho la cena y estaba acostada<br />
con contracciones, mientras que sus hijos<br />
la miraban con los ojos como platos.<br />
Unos minutos después llegó la partera<br />
con una tenedora.<br />
—Buenas tardes —dijo sin dejar de<br />
mirar a Magdalena y, al instante, Don<br />
Elías y los niños salieron de la recáma-<br />
144
a. Era un tiempo femenino y ellos lo<br />
sabían muy bien, no les restaba más<br />
que ser espectadores a la distancia,<br />
entre susurros y miradas perdidas. <strong>La</strong><br />
partera inmediatamente le colgó del<br />
cuello a Magdalena un escapulario y<br />
puso un imán y una piedra cuadrada<br />
en el antiguo peinador con que contaba<br />
la familia—. Vamos a ver… —suspiró.<br />
Ya estaba pardeando, cuando en la<br />
casa resonó el llanto de un bebé y se<br />
abrió la puerta.<br />
—Es un varoncito —anunció la partera,<br />
solemne, pero con semblante alegre.<br />
Don Elías asintió con una sonrisa, pero<br />
no dijo nada, ni hizo ademán de entrar<br />
a la casa. Dos niños estaban adormilados<br />
en la hamaca y el otro tendido en<br />
el montón de grava cerca del pozo de<br />
agua. El matrimonio nunca había platicado<br />
sobre la preferencia de algún<br />
género en los hijos nacidos, pero Don<br />
Elías siempre se había alegrado con la<br />
noticia que fueran varones, sentía su<br />
familia más fuerte y sin las preocupaciones<br />
de tener una mujercita.<br />
No pasó mucho tiempo antes de<br />
que salieran la partera y la tenedora<br />
dispuestas a marcharse y entraran los<br />
hombres a la casa. Magdalena estaba<br />
acostada alimentando al bebé y todos<br />
se acercaron casi sin respirar para verlo.<br />
Elías la tomó de la mano y ella respondió<br />
apretándola agradecida.<br />
NUEVO LAREDO<br />
<strong>La</strong> sala del sanatorio estaba tranquila,<br />
casi mediodía, los pacientes matutinos<br />
ya se habían ido y casi no había<br />
pacientes internados. Amalia respiró<br />
tranquila a pesar de tener contracciones<br />
de parto. Estaba demasiado tranquilo<br />
en comparación a su casa llena<br />
de niños y amigos de su esposo con los<br />
que realizaba todo tipo de negocios.<br />
Nuevo <strong>La</strong>redo siempre fue un punto<br />
clave para el comercio con Estados<br />
Unidos, y por esos años era también<br />
un destino turístico para los gringos<br />
quienes venían a divertirse y a sentir<br />
que andaban casi en otro planeta; al<br />
pasear en las calandrias, beber bebidas<br />
preparadas en plena calle y visitar<br />
sus tugurios y billares, en un ambiente<br />
de total libertad para realizar cualquier<br />
ilícito si tenías suficiente dinero para<br />
pagarlo. <strong>La</strong> familia Ayala sabía sacar<br />
lo mejor de dos mundos al repartir su<br />
vida y actividades entre Tamaulipas y<br />
Texas, acostumbrados a cruzar de un<br />
país a otro y a burlar a las autoridades<br />
a quienes sólo veían como obstáculos<br />
menores para hacer negocios o llevar a<br />
cabo sus diversiones. <strong>La</strong> señora Amalia<br />
esperaba su bebé después del aniversario<br />
de la revolución mexicana, pero<br />
se adelantó un poco, lo cual tampoco<br />
era problema, ella se adaptaba a todo.<br />
—Buenas tardes, señora —interrumpió<br />
sus pensamientos una voz amable,<br />
era el médico de turno con una enfermera<br />
que cargaba algunos aparatos<br />
médicos sencillos—, le vamos a hacer<br />
una revisión para ver cómo va ese bebé.<br />
—Tres de dilatación —le dijo a la enfermera,<br />
después de revisarla—. Vamos<br />
a esperar un buen rato.<br />
Se disponía a retirarse cuando justo<br />
afuera del cuarto se encontró un colega,<br />
con el que se puso a platicar animadamente<br />
pero en voz baja, después de un rato y un<br />
145
abrazo con palmadas en la espalda, cuando<br />
se iba oyó la voz de la paciente:<br />
—¡Doctor, revíseme! —dijo la señora<br />
Amalia, más como una orden que<br />
como una paciente.<br />
—Señora, ya voy a salir, pero en un momento<br />
vendrá otro doctor que… —decía<br />
esto mientras la inspeccionaba con<br />
la vista, de pronto se interrumpió—. ¡Enfermera!<br />
Prepárela, vamos al quirófano.<br />
Veinticinco minutos después, se oía<br />
el llanto de un recién nacido. Era un varón<br />
sano, totalmente formado y con cabello<br />
oscuro. <strong>La</strong> enfermera que estaba<br />
ayudando lo limpió y, aunque no era el<br />
protocolo del sanatorio, pero tampoco<br />
estaba prohibido, lo envolvió en una<br />
sábana limpia y lo pasó a su madre,<br />
quien se dispuso inmediatamente a<br />
alimentarlo. El bebé respondió rápido<br />
al reflejo de mamar y pronto ya estaba<br />
bebiendo el calostro mientras abría<br />
los ojos que aún no percibían objetos<br />
o personas. Cuando terminó, dio la impresión<br />
de que se quedó viendo a su<br />
madre antes de dormirse. Ella lo acomodó<br />
a su lado, suspirando por verse<br />
aliviada del dolor de las últimas horas.<br />
—José Ángel —dijo Amalia, y se quedó<br />
dormida.<br />
MEXQUITIC<br />
Ese mismo día de noviembre, nacía una<br />
niña en la familia Cortina. Rosa Isela<br />
Cortina sería el nombre con el que la registrarían<br />
en Nuevo <strong>La</strong>redo medio año<br />
después. Cerca de la presa de Mextiquic<br />
de Carmona la familia Cortina tenía su<br />
casa, cerca de las milpas que trabajaban.<br />
146<br />
Duraznos, alfalfa, maíz, frijol, maguey,<br />
nopal y, en algunos años, avena. <strong>La</strong><br />
familia llevaba varias décadas trabajando<br />
tierras que nunca fueron suyas,<br />
sintiéndose oprimidos por tanta vida<br />
que habían dejado en aquellas tierras<br />
y tan poco dinero con el que contaban.<br />
Vivían bien, pero era impensable reunir<br />
el dinero para comprar una casa grande,<br />
mucho menos tierras para siembra. Don<br />
Exiquio Ruiz, el padre de familia, había<br />
probado ir a trabajar en los Estados Unidos,<br />
lo cual funcionaba más o menos,<br />
porque a fin de cuentas el dinero con el<br />
que regresaba se gastaba en reparaciones<br />
de la casita y algunos imprevistos…<br />
y ahora esta niña. Rosa, la madre de familia,<br />
una mujer de apariencia enclenque<br />
que ya había dado a luz y criado a<br />
cuatro niños sanos y fuertes y a un par<br />
de gemelos que ya caminaban, apremiaba<br />
a su marido para que comprara o<br />
hiciera una casa más grande.<br />
—¿Pero de dónde va a salir, mujer? Si<br />
apenas vivimos al día.<br />
—Acéptale la invitación a mi hermano,<br />
a irte al norte, a la frontera, dice que<br />
allá hay buen trabajo —Exiquio lo había<br />
considerado y esta vez no titubeó:<br />
—Bueno, el domingo le llamamos.<br />
Siempre ha dicho que me consigue<br />
buen trabajo, es tiempo de que cumpla<br />
por los años que le cuidamos a su familia…<br />
—Rosa lo miró seria—. Pero nos<br />
vamos todos —sentenció.<br />
Apenas tres días después de esta decisión<br />
dio a luz a la primer niña.<br />
—Ahora sí tenemos que irnos, Exiquio.<br />
Le diré a mi mamá que me dé el dinero<br />
que me tiene guardado.
TEGUCIGALPA<br />
Ya estaba calentando la mañana cuando<br />
a Alba Luz se le hicieron más seguidas<br />
las contracciones, su familia ya<br />
estaba enterada; su madre había ido a<br />
avisar a una partera que había contactado<br />
pocas semanas antes, para que se<br />
encargara de todo.<br />
—¿Y ya saben tus patrones que está<br />
preñada? —le soltó la partera directamente<br />
cuando supo del caso.<br />
—No tienen por qué saberlo —dijo<br />
con firmeza María Elena—. Pronto estarán<br />
en Madrid y no sabemos qué pasará<br />
con nosotros.<br />
—Está bien —concedió la partera, volteando<br />
descuidadamente—. A mí no<br />
me importa, pero no quiero meterme<br />
en un lío sin necesidad.<br />
—No habrá ningún problema —afirmó<br />
María Elena, dando por concluidas<br />
las negociaciones. Su hermano estaba<br />
en la puerta de la casita, mirando ávidamente<br />
hacia la puerta principal, aunque<br />
no esperaba a nadie. Sus tíos, ocupados<br />
en el quehacer de la casa como<br />
habían acordado, para que el matrimonio<br />
Nuñez no extrañara la presencia de<br />
María Elena y Alba Luz.<br />
—Buenos días —saludó la partera, inspeccionando<br />
detenidamente el patio y<br />
echando miradas furtivas a la casa principal.<br />
Pero, al entrar a la casita, cambió<br />
totalmente y adoptó un papel profesional,<br />
concentrada en recibir a la criatura.<br />
A esas alturas Alba Luz ya gemía cada<br />
pocos segundos y tenía la frente aperlada<br />
por un sudor frío. <strong>La</strong> partera asintió<br />
complacida a alguien invisible. Había sábanas,<br />
agua limpia, una olla con agua caliente<br />
y otras cosas que podría necesitar.<br />
—Anda, cipota, agárrate bien, que<br />
viene lo bueno —dijo para sí misma.<br />
LAS CHOAPAS, VERACRUZ<br />
Apenas cumplió dos meses y el siguiente<br />
domingo fue bautizado Ramiro Cruz<br />
Santiago. Desde temprano habían<br />
matado una vaca, y el desayuno fue<br />
chicharrón con tortillas recién hechas<br />
que proporcionaron las vecinas. Los<br />
niños, con camisa blanca, correteaban<br />
en el patio sabiendo que nadie los vigilaba.<br />
Don Elías recibía a los invitados<br />
con una sonrisa sincera, sin mostrar los<br />
dientes ni hablar, mientras Doña Magdalena<br />
intentaba ayudar en la cocina,<br />
pero sus hermanas no la dejaban.<br />
—Tú siéntate a darle de comer a ese<br />
niño —dijo una tía del bebé.<br />
—Ya que regresemos de la iglesia nos dices<br />
bien cómo vas a querer las mesas —apuró otra.<br />
El bautizo fue solemne porque era<br />
una familia muy respetada en la colonia,<br />
y ahora con otro hijo, no faltaba la<br />
madre de alguna niña vecina que veía<br />
detenidamente a los hermanos mayores<br />
preguntándose con cuál iba a emparentar<br />
en un futuro.<br />
Al regreso a la casa, las mesas disponibles<br />
ya estaban puestas y no pasó mucho<br />
antes de que empezaran a poner las primeras<br />
cazuelas pijijes en pipián, frijoles con<br />
puerco, arroz rojo y mole de res. Los invitados<br />
agradecidos ya circulaban los totopostes<br />
y algunos platos con salsa de amashito<br />
asado para empezar el festín que se prologaría<br />
hasta bien entrada la noche.<br />
147
NUEVO LAREDO<br />
A pesar de ser pleno invierno, decidieron<br />
ir a la orilla del río a asar carne<br />
aprovechando que era un día cálido<br />
y muy soleado. Ese fin de semana<br />
no fueron a cazar venado cola blanca,<br />
pero pensaban ir el siguiente con<br />
unos gringos que traerían los primos<br />
Ayala de Texas. Fueron todos, aunque<br />
Amalia se quedó en la troca. En ese<br />
ambiente crecería José Ángel: ropa de<br />
cacería, ambiente de rancho en plena<br />
ciudad, camionetas Ford con motor<br />
bien cuidado, carne asada, mariguana<br />
entre los hermanos y primos adolescentes,<br />
mercancía traída de Estados<br />
Unidos y un idioma que era entre<br />
español norteño e inglés texano mal<br />
pronunciado. Lo importante era hacer<br />
dinero rápido para comprarse otra<br />
moto o botas de piel exótica y que la<br />
familia estuviera unida. Más como una<br />
pandilla que como un grupo de personas<br />
que compartían genes.<br />
—Ándale, mujer, ya salió la carne —dijo<br />
Oziel en un tono más amable de lo usual,<br />
ablandado por la cerveza texana.<br />
—Ahorita le dijo a alguien que me traiga<br />
—contestó Amalia—. Está muy frío<br />
para sacar al niño.<br />
En algún momento se pusieron tensos<br />
por un par de agentes de la policía<br />
judicial que, estacionándose, se bajaron<br />
a echar una mirada al río. Pero<br />
había varias familias en esa parte del<br />
parque de la ribera como para pensar<br />
que los estaban vigilando a ellos. Pocos<br />
minutos después se marcharon.<br />
—¿Qué querían los judíos, apá? —vino<br />
jadeando el hijo mayor, con olor a humo<br />
y hierba quemada. Don Oziel lo vio con<br />
cara de disgusto por el olor, pero le contestó<br />
bien:<br />
148<br />
—Andaban revisando el río, ya sabes<br />
que son bien avorazados, en todo quieren<br />
meterse.<br />
—¿Pero no preguntaron nada? —insistió<br />
el adolescente abriendo más los<br />
ojos enrojecidos. Oziel ya lo estaba ignorando<br />
y bebió un trago de cerveza:<br />
—Pos ni que fueras quién para que te<br />
buscaran —y empezó a caminar al grupo<br />
más grande de hombres, cerca del asador.<br />
MEXQUITIC – NUEVO LAREDO<br />
En pleno enero llegó la familia Ruiz a la<br />
frontera, con temperaturas bajo cero y<br />
carámbanos que duraban días enteros<br />
colgando de cualquier saledizo que no le<br />
diera mucho el sol. Gregorio Niño, concuño<br />
de Exiquio, había anticipado su llegada<br />
y les había conseguido una casa de renta.<br />
—Es de una familia que se fue para el<br />
otro lado, ya les dieron papeles y dejaron<br />
dos casas buenas en renta —dijo,<br />
servicial, mientras les abría la reja de<br />
malla metálica con la decoración gringa<br />
de un perro de metal que indicaba<br />
que la gente no se debía aventurar a<br />
entrar sin tocar, porque había perro<br />
bravo, aunque nunca lo hubo, pero<br />
como la reja entera era de reciclaje<br />
gringo, no había que ponerse quisquilloso<br />
con la simbología—. Aquí no falta<br />
el agua y el camión de la basura pasa<br />
cada sábado —siguió diciendo—. Esta<br />
colonia antes era de paracaidistas que<br />
venían a hacer sus chozas a la orilla<br />
del río para dedicarse a pasar mojados,<br />
pero ya el gobierno regularizó los terrenos<br />
y hasta le puso número a las casas.<br />
<strong>La</strong> familia de Exiquio entró tras él, todos<br />
callados, hasta la bebé parecía que<br />
intentaba mirar con un par de ojos que<br />
todavía no controlaba muy bien. Era<br />
un lugar encerrado y miserable, con tan
poca iluminación que resultaba deprimente,<br />
pero todos lo aceptaron casi reverentemente<br />
por ser parte de la ciudad,<br />
Nuevo <strong>La</strong>redo, esa ciudad de la que tanto<br />
se hablaba y se decía que había oportunidades<br />
para hacer buen dinero o quien<br />
sabe, a la mejor hasta hacerse gringo.<br />
El barrio se dividía entre pateros,<br />
vendedores ambulantes de fruta y elotes,<br />
malandrines y haraganes adictos.<br />
Aunque cada uno de estos gremios frecuentemente<br />
incursionaba en los otros<br />
o tenían doble ocupación en esas selectas<br />
actividades. Pronto la familia aprendió<br />
que se respetaban unos a otros si<br />
uno mostraba cierto grado de maldad<br />
o delincuencia. También funcionaba<br />
mostrarse indiferente y misterioso, para<br />
que no se quisieran aprovechar de uno.<br />
Si uno mostraba como que estaba acostumbrado<br />
a la vida delincuencial, no se<br />
le querían subir o aprovecharse.<br />
Exiquio pronto consiguió trabajo con<br />
un paisano dueño de un carretón de<br />
elotes preparados y salía en las tardes<br />
a venderlos al centro, sobre todo los<br />
fines de semana, cuando había buen<br />
número de gringos que querían experimentar<br />
todo lo típico de México, terminaba<br />
la venta a más tardar a las nueve<br />
de la noche. El hijo mayor consiguió<br />
trabajo de ayudante de unos constructores<br />
de piñatas de carrizo y aprendió<br />
todo el proceso, desde ir a la orilla del<br />
río a cortar los mejores carrizos y hacerlos<br />
tiras, hasta decorarlas con papel de<br />
china cortado en simpáticas tiras para<br />
que se vieran más vistosas. El segundo<br />
hijo vendía dulces y alguna artesanía<br />
ocasionalmente en el puente internacional.<br />
<strong>La</strong> tercer hija vendía chicles en<br />
el centro y las dos últimas estaban al<br />
cuidado de Rosa y aprendiendo las labores<br />
domésticas.<br />
149
TEGUCIGALPA<br />
Alba Luz suspiró aliviada y hubo un<br />
gran silencio durante unos minutos,<br />
hasta que fue roto por el llanto de la<br />
criatura. <strong>La</strong> partera y la tenedora hacían<br />
su trabajo mecánicamente, mirándose<br />
furtivamente a los ojos como queriendo<br />
expresar algo pero prefiriendo<br />
no hacerlo. María Elena se acercó para<br />
conocer a su nieto, al acercarse titubeó.<br />
El niño era de piel más blanca que<br />
cualquiera que los que estaban en ese<br />
cuarto, incluso en la casa, excepto claro<br />
está, por los españoles dueños de la<br />
misma. Apretaba los ojos fuertemente<br />
como queriendo ocultar su secreto.<br />
Después del encuentro amoroso que<br />
tuvo Alba Luz con Fernando, las cosas se<br />
sucedieron rápidamente, un día después<br />
llegaron los Núñez Rubio y también María<br />
Elena con su hijo, quienes habían ido<br />
a Comayaguela por asuntos familiares y<br />
la vida siguió aparentemente normal, a<br />
excepción, claro, de que los Núñez Rubio<br />
vinieron con la decisión que su hijo debía<br />
ir a Madrid, los negocios que tenían en<br />
Santa Bárbara no estaban debidamente<br />
registrados en España a dónde iba a parar<br />
parte del mineral extraído y no confiaban<br />
en nadie más que en su hijo para supervisar<br />
que todo se hiciera de manera adecuada,<br />
eran trámites sencillos, además lo<br />
acompañaría un contador de confianza y<br />
ya era tiempo que su nombre fuera apareciendo<br />
en las propiedades familiares.<br />
<strong>La</strong> tarde en que supo la noticia organizó<br />
una reunión con Alba Luz, tenía<br />
muchas cosas que decirle, planes y<br />
proyectos en los que ella estaba incluida.<br />
Pero al encontrarse en el jardín y<br />
tomarse de las manos, sintieron que el<br />
mundo desapareció y no pudieron platicar<br />
de nada serio más que de perderse<br />
el uno en los ojos del otro.<br />
—Tengo que ir a Madrid, mi padre cada<br />
vez añora más su ciudad y se confunde<br />
pensando que yo también —contó divertido—.<br />
Te escribiré seguido, pero me preocupa<br />
que alguien más vea mis cartas.<br />
—Estaré al pendiente —dijo Alba Luz,<br />
sonriendo—. De todas formas soy yo la<br />
que siempre se ha encargado de correo<br />
y recados.<br />
Siguieron platicando un rato, incluso<br />
hasta pusieron fecha: dentro de tres<br />
meses estarían en ese mismo lugar<br />
hablando de «cosas importantes para<br />
los dos», así lo dijo Fernando. Un fuerte<br />
abrazo y un beso que llenó de calor<br />
a Alba Luz fueron la despedida, no sabían<br />
que era la última vez que se verían.<br />
Seis meses más adelante, los Núñez<br />
Rubio decidieron que se trasladarían a<br />
Madrid tan pronto como concluyeran<br />
algunos asuntos en Tegucigalpa y la<br />
casa estaría a cargo de Macario y Rosalinda<br />
en el mantenimiento, aunque claro,<br />
María Elena y sus hijos seguirían viviendo<br />
ahí y recibiendo su sueldo para<br />
que tuvieran la casa lista para cuando<br />
todos regresaran. En cuanto a la custodia<br />
legal de la casa, un abogado que<br />
vivía cerca y que los había ayudado en<br />
otras ocasiones la llevaría de acuerdo a<br />
sus indicaciones.<br />
150
Después de haber limpiado al bebé<br />
se lo pusieron en el pecho a Alba Luz<br />
con más delicadeza de lo normal. Después<br />
de mamar unas gotas con trabajos,<br />
abrió los ojos todavía muy pequeños<br />
y se adivinaron unos iris color miel,<br />
que no dejaban duda sobre el origen<br />
del niño. <strong>La</strong> partera y su ayudante ordenaron<br />
la pieza, cobraron y salieron<br />
deseando lo mejor, sin decir más.<br />
María Elena se acercó a Alba Luz y le soltó:<br />
—¿Te forzó? —ella sólo podía imaginar<br />
como culpable al Señor Núñez, no<br />
concebía que ese niño fuera fruto del<br />
amor con Fernando. Alba Luz negó con<br />
la cabeza y atropelladamente dijo unas<br />
palabras para tranquilizarla. María Elena<br />
siempre fue de pocas palabras, decidió<br />
por su propio bien terminar esa<br />
conversación ahí mismo y ayudar en la<br />
crianza del niño, recordando que el padre<br />
de los suyos tampoco nunca había<br />
estado con ellos.<br />
—Se llamará Luciano, ya vi que hoy<br />
es su santo —dijo alegre Alba Luz. Realmente<br />
en esos últimos meses no pensaba<br />
mucho en Fernando, porque estaba<br />
segura de que, como él afirmaba en sus<br />
dos cartas, volvería y estarían juntos.<br />
Pocas semanas después de nacer la<br />
criatura. Los Núñez Rubio se trasladaron<br />
a Madrid, donde el verano de ese<br />
año, en una terrible tragedia, Fernando<br />
murió en un extraño accidente en el<br />
metro, cuando iba de pie y en un movimiento<br />
brusco cayó y se golpeó en la<br />
nuca sufriendo una especie de golpe de<br />
conejo, en el que nadie más resultó ni<br />
levente herido. Los Núñez Rubio nunca<br />
se repusieron de esa pérdida y paulatinamente<br />
fueron despojándose de sus<br />
propiedades, incluida la casa de Tegucigalpa<br />
a la que ya no le hallaban ningún<br />
sentido. Así que, aunque inconformes<br />
con el clima político de su país en esos<br />
años, decidieron quedarse e intentar olvidar<br />
todo lo relativo a América.<br />
LAS CHOAPAS, VERACRUZ<br />
<strong>La</strong> familia Cruz empezaba a sentar las<br />
bases de su economía definitiva y se<br />
estaban decidiendo por la cría de toros,<br />
adquirieron un buen terreno en los cerros<br />
cercanos a <strong>La</strong>s Choapas en los que<br />
siempre hubo duda si pertenecían a<br />
Veracruz o a Tabasco. Sólo unos pocos<br />
sembraban en esos rumbos y no había<br />
más actividad. Ramiro crecía y Magdalena<br />
era cariñosa, pero inflexible, con la<br />
educación de sus hijos. Disciplinados,<br />
responsables, trabajadores y amables<br />
entre ellos, a pesar que todos eran menores<br />
de diez años. Cuando contaron<br />
con edad adecuada asistían a la primaria<br />
de la colonia y ella misma estaba<br />
al tanto de que hicieran sus deberes y<br />
nunca dieran problema con la maestra<br />
o en la escuela en general. Sentía sobre<br />
sus hombros la responsabilidad que le<br />
habían dado en la colonia sin pedirla:<br />
que fueran una familia ejemplar.<br />
Continúa en el siguiente número...<br />
151
152<br />
EL<br />
OLVIDO<br />
(PRIMERA PARTE)<br />
Por<br />
Carolina Aguirre<br />
Después de un breve trayecto, Arturo<br />
descendió junto a todas las<br />
demás personas del microbús en<br />
los andenes de la estación del metro<br />
El Rosario. El cielo de la tarde estaba<br />
cubierto en su totalidad por una densa<br />
capa de nubes que amenazaban con<br />
soltar la lluvia en cualquier momento.<br />
<strong>La</strong> actividad en los andenes era igual<br />
que cualquier otro día: la gente subía<br />
y bajaba las escaleras apurada para no<br />
llegar tarde a sus empleos o para llegar<br />
a sus casas a continuar con su rutina;<br />
los vendedores ambulantes abarrotaban<br />
los pasillos del andén con sus<br />
viejos y estorbosos puestos de tubos y<br />
lonas, en los cuales se podía encontrar<br />
todo tipo de comida y mercancía que<br />
las personas pudieran necesitar en su<br />
camino; los choferes de autobuses y<br />
microbuses lavaban sus unidades en<br />
el lugar mientras tiraban el agua sucia<br />
en el pavimento; los policías hacían sus<br />
rondines para cuidar a las personas o<br />
para sacarle unos cuantos pesos de encima<br />
a cualquier vendedor descuidado,<br />
lo que sucediera primero. <strong>La</strong> mezcla de<br />
los olores de la comida con el humo de<br />
los escapes de los autos, o el rugir de<br />
los motores que se sincronizaban con<br />
los sonidos de la gente al caminar y la<br />
música de los vendedores de discos,<br />
hacían de aquel lugar una experiencia<br />
que pocos se detenían a apreciar.<br />
Tras cruzar con cuidado los andenes,<br />
Arturo llegó a la entrada de los andadores,<br />
siguiendo el mar de gente que también<br />
caminaba en la misma dirección.<br />
Mientras caminaba a paso lento terminando<br />
el cigarrillo que había encendido<br />
al bajar del microbús observaba con<br />
curiosidad y discreción a todas las personas,<br />
pero también las pintorescas casas<br />
que habían sido erigidas ahí hacía
ya muchos años. Tras recorrer aquellos<br />
intrincados andadores, dejándose llevar<br />
por la gente que lo guiaba, encontró<br />
la salida y miró frente a él aquel lugar<br />
que sería su nuevo centro de trabajo: el<br />
supermercado; aquel que, junto con las<br />
instalaciones del metro y una tienda de<br />
art{iculos de oficina que se encontraba<br />
enfrente, ocupaban el lugar que décadas<br />
atrás había dejado una importante<br />
hacienda en el norte del Distrito Federal,<br />
y de la cual solo quedaba la casa<br />
grande, en ruinas y tras unos enormes<br />
muros de piedra, como testigo de la llegada<br />
de la modernidad.<br />
Afuera del supermercado la vida se<br />
desarrollaba con la misma monotonía<br />
de siempre; los autos entraban y salían<br />
del estacionamiento, a veces causando<br />
embotellamientos debido a la lentitud<br />
de los encargados de las plumas, los<br />
estudiantes de la preparatoria cercana<br />
se reunían en la peletería o en la zona<br />
de comida que estaba a un costado del<br />
supermercado tras terminar sus clases,<br />
mientras que diversos vendedores de<br />
artesanías se sentaban a un costado<br />
del paso de la gente, para ver si tenían<br />
suerte y alguien se compadecía de su<br />
apariencia para comprarles algo.<br />
Arturo, tras terminar su segundo cigarrillo,<br />
entró al supermercado por la<br />
puerta principal. Su apariencia era la<br />
de un joven común y corriente; a pesar<br />
de acabar de cumplir los veinticinco<br />
años, parecía de más de treinta; era<br />
delgado, pero su estatura hacía que<br />
se viera aún más flaco, su piel ligeramente<br />
morena le ayudaba a disimular<br />
sus ojeras, llevaba puestos unos tenis<br />
Panam negros de suela blanca, unos<br />
pantalones de mezclilla desgastados,<br />
los cuales siempre usaba para sentirse<br />
más cómodo, y una playera blanca<br />
sin ningún estampado, además de un<br />
morral de tela muy colorido, el cual colgaba<br />
sobre su hombro izquierdo y cruzaba<br />
sobre su pecho, para que cayera<br />
sobre su costado derecho.<br />
En cuanto entró, un hombre muy moreno<br />
y pasado de peso, vestido con un uniforme<br />
blanco y azul, que además cargaba<br />
en su cinturón un radio portatil, se acercó<br />
a él, mirándolo de forma despectiva.<br />
—¡Hey, tú, muchachito! Deja tu mochila<br />
en la paquetería —indicó aquel<br />
hombre, sacando el pecho y parándose<br />
frente a Arturo para impedirle el paso.<br />
—Disculpe, pero yo... —trató de decir<br />
Arturo, pero de inmediato el hombre lo<br />
interrumpió:<br />
—Nada de disculpe. Nadie puede<br />
entrar con mochilas aquí. Déjala en la<br />
paquetería.<br />
—Pero es que yo no vengo a comprar,<br />
este es mi primer día de trabajo y vengo<br />
a hablar con el señor Marco... —respondió<br />
Arturo, tratando de disimular<br />
su nerviosismo.<br />
—¡¿Y por qué entras por aquí, muchacho?!<br />
¡<strong>La</strong> entrada de empleados está<br />
a la vuelta! ¿Qué no te dijeron nada<br />
cuando te contrataron?<br />
—Es que aún no firmo contrato, justo<br />
es lo que voy a hacer ahora. Solo vine a<br />
la entrevista hace una semana y también<br />
entré por aquí —el hombre, al escuchar<br />
eso, cambió su expresión de dureza a<br />
una más tranquila. Después lanzó un resoplido<br />
de cansancio y miró su reloj.<br />
—No entiendo para qué es que don<br />
Marco pone las reglas si no va a cumplirlas<br />
siquiera... Mira, que sea la última<br />
vez que entras por aquí, todos los empleados<br />
tienen que entrar por el área<br />
de carga, ¿entendiste? Vete ya, y llévate<br />
tu mochila, supongo que ya estás<br />
dentro de tu horario de trabajo. ¡Pero<br />
153
vete por la orilla para que la gente no<br />
vea que llevas la mochila! Después<br />
todo mundo va a querer hacer lo que<br />
quiera... —terminó, mientras caminaba<br />
hacia su posición cerca de la entrada.<br />
Arturo simplemente sonrió y caminó<br />
rápidamente hacia el área de panadería,<br />
había muy pocos clientes dentro del supermercado,<br />
principalmente mujeres de<br />
diversas edades que parecían estar realizando<br />
las compras del día, y también<br />
estudiantes, que entraban simplemente<br />
para intentar comprar cervezas. Tras pasar<br />
el área de panadería recorrió el área<br />
de salchichoneria y rápidamente llegó a<br />
la puerta de servicio, la cual estaba entreabierta.<br />
Dudando un poco, entró, y<br />
observó la bodega del lugar: había todo<br />
tipo de mercancía apilada la una sobre<br />
la otra, desde frutas y verduras frescas,<br />
hasta productos enlatados y envasados<br />
en cartón; mientras recorría la bodega<br />
Arturo observó también varios muebles,<br />
y a un par de empleados revisando la<br />
mercancía. Después, al llegar al fondo de<br />
la bodega, Arturo subió las escaleras de<br />
metal que había y llegó a la puerta de la<br />
única oficina que había en ese lugar. Aún<br />
nervioso, Arturo tocó la puerta tres veces.<br />
—Pase... —respondió una voz dentro<br />
de la oficina. Arturo abrió la puerta con<br />
cuidado y entró, después, con el mismo<br />
cuidado, cerró la puerta—. Dime,<br />
¿en qué te puedo ayudar? —preguntó<br />
aquella persona que estaba recargada<br />
en el escritorio; un hombre ya entrado<br />
en los sesenta, de cabello corto y bigote<br />
largo e igual de canoso que su cabello;<br />
llevaba puesta una camisa de vestir<br />
color azul cielo y un pantalón gris, sus<br />
154<br />
zapatos negros bien limpios y un gafete<br />
colgado de su cinturón.<br />
—Buenas tardes, señor Marco, soy Arturo<br />
Jiménez, usted me mandó llamar<br />
para comenzar a trabajar aquí...<br />
—¡Ah, es cierto! Hola, Arturo, ¿cómo<br />
estás? —respondió Marco, dejando los<br />
papeles que revisaba sobre el escritorio<br />
y acercándose a Arturo, extendiendo su<br />
mano. Arturo respondió al saludo y estrechó<br />
su mano, sintiendo un firme apretón.<br />
—Estoy bien, muchas gracias, listo<br />
para comenzar.<br />
—Eso me da gusto. Pues bienvenido,<br />
muchacho —le dijo, mientras regresaba<br />
a su escritorio y sacaba un juego de<br />
llaves de uno de los cajones. Después<br />
caminó hacia la puerta y se paró junto<br />
a Arturo—. Te voy a dar un recorrido rápido<br />
por la tienda y después te llevaré<br />
a cajas para que comiences a aprender<br />
todo sobre la operación. Normalmente<br />
te pondría a hacer otras cosas, pero<br />
hoy no tengo mucho tiempo y Sara no<br />
está, así que podemos dejarlo para<br />
mañana —después de decir eso, abrió<br />
la puerta y realizó un ademán a Arturo<br />
para que saliera primero.<br />
El supermercado había tenido tiempos<br />
mejores y Arturo lo sabía bien, ya<br />
que al vivir a un par de cuadras de ahí la<br />
conocía de pies a cabeza desde pequeño.<br />
El paso del tiempo y los nuevos centros<br />
comerciales le habían quitado ese aire<br />
de modernidad que tenían todos los supermercados<br />
locales, convirtiéndolos de<br />
un lugar donde podías encontrar todo<br />
tipo de mercancía y disfrutar de los eventos<br />
que se organizaban normalmente, a<br />
simples comercios sin alma.
Cuando terminaron el recorrido,<br />
Marco y Arturo llegaron a la zona de cajas,<br />
afortunadamente para los cajeros<br />
no había muchos clientes en ese momento<br />
y podían parlotear o adelantar<br />
un poco los reportes que todos los días<br />
tenían que entregar. Los cajeros, en su<br />
mayoría mujeres, dedicaban su tiempo<br />
libre a platicar con los acomodadores,<br />
quienes eran todas personas de la tercera<br />
edad que odiaban estar en sus casas<br />
recibiendo solo su jubilación y preferían<br />
seguir siendo productivos, igual<br />
que en su época de juventud.<br />
—Ale, buenas tardes —exclamó Marco,<br />
dirigiéndose a una empleada que ocupaba<br />
la caja catorce; ella parecía una mujer<br />
joven, de cabello largo y teñido de rubio,<br />
pero con las raíces a simple vista, de piel<br />
blanca y ojos grandes de color café, su<br />
cuerpo era delgado y eso se notaba muy<br />
bien gracias al entallado mandil rojo que<br />
usaba—. Voy a dejarte a este muchacho<br />
para que vayas enseñándole todo lo que<br />
va a tener que hacer. Él va a ser su nuevo<br />
compañero, viene a reemplazar a Martha,<br />
que ya no volverá.<br />
—¿Entonces sí era cierto que vino<br />
a presentar su renuncia? —preguntó<br />
aquella mujer, analizando con la mirada<br />
a Arturo.<br />
—Sí, y la entiendo —hizo una ligera pausa,<br />
tratando de desviar el tema, y continuó—:<br />
Vas a tener que capacitarlo rápido,<br />
porque nos hace falta... Bueno —dijo, dirigiéndose<br />
a Arturo—. Ella es Alejandra.<br />
—Hola, un gusto, yo me llamo Arturo<br />
—exclamó, ofreciendo su mano a la<br />
joven, ella la estrechó de inmediato y<br />
le sonrió.<br />
—El gusto es mío, Arturo.<br />
—Los dejo, muchachos. Ale —añadió,<br />
antes de alejarse de las cajas—. Llévatelo<br />
a comer cuando salgas tú —después<br />
dio media vuelta y se alejó. Alejandra<br />
continuó llenando un reporte,<br />
mientras que Arturo la veía con interés.<br />
—¿Es la primera vez que trabajas<br />
como cajero? —preguntó Alejandra, de<br />
repente, sacando de su letargo a Arturo.<br />
—¿Qué...? ¡Ah! Sí... Sí, es la primera<br />
vez —respondió rápidamente, tratando<br />
de que ella no notara que la había<br />
estado observando todo ese tiempo.<br />
—Pues qué bueno que llegaste aquí.<br />
Digo, la paga no es muy buena, la verdad,<br />
pero por lo regular el ambiente es<br />
tranquilo y los compañeros también<br />
son buenos, no te vas a aburrir estando<br />
aquí. Martha, la mujer a la que viniste a<br />
reemplazar, siempre trataba de que todos<br />
nos lleváramos bien, para que así<br />
no hubiera problemas ni chismes entre<br />
nosotros —terminó, sin quitar la vista de<br />
su reporte y lanzando un ligero suspiro.<br />
—Martha... —susurró Arturo, pensativo,<br />
después continuó—: ¿Por qué dejó<br />
el trabajo, si parece que disfrutaba<br />
mucho estar aquí? —Alejandra lo miró,<br />
y antes de que ella pudiera responder,<br />
un anciano intervino:<br />
—Lo que pasa es que asesinaron a su<br />
esposo hace una semana. No sé bien la<br />
historia, pero parece que él estaba metido<br />
con una banda de narcos y esos jovencitos<br />
asesinos de los que andan hablando<br />
en la tele lo mataron junto con otros<br />
más en un taller mecánico de por aquí.<br />
—Ay, don Miguel, ya deje de andar de<br />
chismoso, eso no lo tiene que andar<br />
155
contando usted —exclamó Alejandra,<br />
de forma juguetona pero con un dejo<br />
de molestia en su voz. Don Miguel era<br />
un hombre de más de setenta años,<br />
muy delgado y ligeramente encorvado,<br />
lleno de arrugas en su piel morena<br />
y con todo su cabello de color blanco,<br />
el cual trataba de pintar de negro con<br />
unos polvos extraños que vendían ahí<br />
mismo en el supermercado—. ¿A poco<br />
a usted le gustaría que yo anduviera<br />
contándole a su esposa cómo se vacila<br />
a las clientas?<br />
—No, mija, ella sabe que me gusta<br />
vacilar con las chamaconas que pasan<br />
por aquí. Ya a nuestra edad no tendría<br />
nada que decirme —y soltó una carcajada<br />
que relajó el momento.<br />
—¿Entonces su esposo era de la banda<br />
de El Diablo? —preguntó Arturo. Don<br />
Miguel no pudo disimular su sorpresa<br />
cuando escuchó esas palabras, mientras<br />
que Alejandra lo miró con duda.<br />
—¿Tú los conocías? —preguntó don Miguel,<br />
acercándose más a donde ellos estaban.<br />
—No exactamente, pero El Diablo<br />
siempre iba a comer a la fonda de mi<br />
mamá. Es la fonda que está aquí a dos<br />
cuadras, detrás de las bombas de agua.<br />
—¡Ah! ¿Entonces tú eres el hijo de<br />
Rosita? ¡Caray, muchacho, cuánto has<br />
crecido! Me acuerdo cuando iba a comer<br />
ahí con tu mamá saliendo de la fábrica,<br />
pero eso fue hace muchos años.<br />
—¿Usted conoce a mi mamá? —preguntó<br />
Arturo, sumamente sorprendido.<br />
—Por supuesto, tengo añísimos de<br />
conocerla. Tú papá y mi hijo eran muy<br />
amigos en la primaria, y cuando regresó<br />
a vivir acá con tu mamá y contigo<br />
ellos se volvieron a juntar un tiempo.<br />
Pero tú eras muy chico y creo que no<br />
conociste a mi hijo, ya tiene mucho que<br />
se fue al otro lado.<br />
—Qué chiquito es el mundo —exclamó<br />
Alejandra, sonriendo—. Yo también<br />
suelo ir a comer ahí con tu mamá, justo<br />
hoy tenía planeado ir para allá... Pero<br />
lo que me sorprende es que nunca te<br />
había visto.<br />
—Lo que pasa es que siempre me la<br />
pasaba en la escuela —respondió Arturo,<br />
sonriendo—. Me la vivo en la facultad<br />
y siempre salgo en las mañanas y<br />
regreso ya muy noche, excepto los domingos<br />
que es cuando llevo a mi mamá<br />
a <strong>La</strong> Merced a surtirse.<br />
—...Y como nunca abre los domingos,<br />
por eso no lo habías visto —añadió don<br />
Miguel, interrumpiendo la conversación.<br />
—¿Y qué es lo que estás estudiando?<br />
—preguntó Alejandra, sin hacer mucho<br />
caso a don Miguel.<br />
—Literatura —respondió Miguel, in<br />
poco avergonzado—. Sé que no hay<br />
mucho campo de trabajo pero es lo que<br />
de verdad me apasiona. Técnicamente<br />
ya terminé, pero me falta hacer mi tesis<br />
y como también ya no me renovaron la<br />
beca decidí que lo mejor era ponerme<br />
a trabajar aunque fuera de cajero.<br />
—¡Oye! ¡¿Cómo que aunque fuera de<br />
cajero?! ¿Crees que es un trabajo menor<br />
o qué? —increpó Alejandra, haciendo<br />
una mueca de molestia. Arturo se sonrojó<br />
y se puso nervioso, pero antes de<br />
que pudiera responder, Alejandra soltó<br />
una carcajada al mirar el rostro de<br />
Arturo—. Es una broma, no te pongas<br />
así. Entiendo bien a lo que te refieres.<br />
156
Yo también tengo ganas de terminar<br />
mi carrera, pero no he podido hacerlo<br />
por... diversas circunstancias —Alejandra<br />
no pudo evitar mostrar su tristeza,<br />
la cual Arturo notó de inmediato.<br />
—¿Y qué es lo que estás estudiando?<br />
—preguntó Arturo, sonriéndole.<br />
—Estaba, más bien, aunque aún no<br />
me he dado de baja. Estudiaba diseño<br />
gráfico, me quedé en el sexto cuatrimestre,<br />
pero la verdad yo no tuve la fortuna<br />
de que me dieran una beca y mucho<br />
menos tuve el apoyo de mi papá. Él<br />
quiere que me case de inmediato o que<br />
haga algo de provecho, y pues aquí me<br />
tienes, trabajando. Finalmente así no<br />
tengo que pedirle nada a nadie y puedo<br />
estar tranquila en mi propia casa.<br />
—Yo sabía que vivías con Samuel —intervino<br />
don Miguel, quien se había recargado<br />
en la caja continua para escuchar<br />
toda la conversación.<br />
—¿Y por qué dice eso? ¡No, como cree!<br />
Yo tengo mi departamento ahí en Palomares<br />
y vivo sola. ¿Por qué pensaba eso?<br />
—Porque Samuel siempre dice que<br />
vive ahí contigo, y Daniela lo vio salir<br />
junto contigo de tu departamento varias<br />
veces en la mañana.<br />
—Ay, no puede ser —Alejandra se llevó la<br />
mano izquierda a la frente y bufó, llena de<br />
molestia; don Miguel continuó hablando:<br />
—Samuel es el novio de Ale —exclamó,<br />
dirigiéndose a Arturo—, y trabaja<br />
también aquí, en salchichoneria.<br />
—Por eso mismo voy a extrañar a Martha,<br />
carajo, puros pinches chismes que<br />
se la pasan diciendo aquí. Pero ese pinche<br />
Samuel me las va a pagar ahorita<br />
que lo vea...<br />
—Yo ya me voy, porque aquí la señorita<br />
ya se enojó y después se va a desquitar<br />
conmigo —exclamó don Miguel,<br />
guiñandole un ojo a Arturo y alejándose<br />
lentamente—. Ahí te la dejo para que la<br />
calmes —Arturo, sin saber qué hacer o<br />
qué decir, simplemente guardó silencio.<br />
—...es que estos cabrones solo les<br />
gusta el chisme. Y esa Daniela, nadie<br />
dice nada de que viene un tipo diferente<br />
a recogerla todos los días. ¡Pinche<br />
vieja chismosa! —seguía murmurando<br />
Alejandra, aunque Arturo la podía escuchar<br />
claramente.<br />
—Ya ni te enojes —intervino Arturo, al<br />
fin—. Mejor nada más háblalo con él<br />
y que deje de decir eso. Hablando se<br />
pueden entender... —Alejandra lo miró<br />
y guardó silencio, después dijo:<br />
—Es que con él no se puede hablar, no<br />
es la primera vez que pasa algo así, es<br />
un piche chismoso... ¿Sabes qué? Mejor<br />
vámonos a comer. Se supone que lo<br />
iba a esperar pero no voy a estar aquí<br />
como su idiota —entonces, Alejandra<br />
buscó con la mirada entre las demás<br />
cajeras y los pocos clientes que había.<br />
Cuando encontró a la supervisora, alzó<br />
la mano derecha y la movió de un lado<br />
al otro. Cuando notó que la supervisora<br />
la vio, le hizo una seña y la supervisora<br />
asintió—. Listo, ya nada más bloqueo<br />
la caja y vámonos a comer. Como eres<br />
nuevo, te toca invitarme a ti la comida<br />
en pago de mis honorarios de capacitadora<br />
—Alejandra sonrió de nueva<br />
cuenta y Arturo correspondió la sonrisa.<br />
Después, Alejandra bloqueó el paso<br />
de la caja con uno de los carritos y los<br />
dos caminaron hacia el almacén.<br />
157
⁂<br />
Arturo observaba como Alejandra atendía<br />
rápidamente a los últimos clientes<br />
que quedaba en el supermercado mientras<br />
él empacaba las compras en las<br />
bolsas, había sido una cuenta larga, casi<br />
treinta mil pesos; los guardias de seguridad<br />
ya habían cerrado las puertas y esperaban<br />
impacientes a que esa persona<br />
saliera, para así poder cerrar completamente<br />
el lugar, y el personal de limpieza<br />
ya subía y bajaba entre los pasillos para<br />
terminar de limpiar el piso lo más pronto<br />
posible; la típica música de supermercado<br />
ya no se podía escuchar, en cambio,<br />
las risas de algunos empleados que platicaban<br />
cómodamente sentados en una<br />
de las salas de exhibición retumbaban en<br />
el lugar. El ambiente era cálido, pese a la<br />
fuerte lluvia que caía en toda la zona.<br />
Cuando aquella señora mayor y su<br />
esposo se alejaban de las cajas para salir,<br />
Alejandra suspiró con alivio, mientras<br />
que Arturo comenzó a recoger las<br />
bolsas que habían quedado desperdigadas<br />
en el suelo cuando intentó sacarlas<br />
de la gaveta inferior.<br />
—No, pues qué bueno que no te contrataron<br />
de cerillo... —exclamó Alejandra,<br />
mientras revisaba los vouchers, el<br />
dinero y un par de cheques para realizar<br />
su cierre. Arturo rio, sin poder evitar<br />
mirar toda el área de cajas—. Mira, deja<br />
eso y ven a ver, necesito que pongas<br />
mucha atención a cómo se hace el cierre<br />
de cajas, porque lo vas a tener que<br />
hacer diario, y si te falta dinero tú lo vas<br />
a tener que pagar de tu bolsa —Arturo<br />
se puso de pie y se colocó junto a ella<br />
en cuanto escuchó la orden.<br />
—¿Te ha pasado? —preguntó Arturo,<br />
observando a detalle todo lo que Alejandra<br />
hacía.<br />
158<br />
—Ni me lo recuerdes... Me ha pasado dos<br />
veces. Aunque, la verdad, una de ellas fue<br />
intencional —Alejandra miró a Arturo y le<br />
guiñó el ojo de forma pícara, Arturo simplemente<br />
la miró de forma incrédula—. No me<br />
veas así, no todos tenemos becas. Además<br />
necesitaba el dinero para llevarle sus medicinas<br />
a la mamá de Samuel... Pero de todas<br />
formas me lo descontaron en la quincena,<br />
así que fue un pago inmediato.<br />
—¿Y Samuel lo pagó?<br />
—Así que tú digas pagar pagar, pues<br />
no, pero lo que él hizo fue... —antes de<br />
que Alejandra pudiera terminar la frase,<br />
ambos escucharon una voz detrás de<br />
ellos, lo cual causó que voltearan casi<br />
al mismo tiempo:<br />
—¡Mi amor! ¿Ya acabaste? ¡Apúrate<br />
para irnos ya! Ya tengo mucho sueño<br />
y quiero llegar a que me prepares algo<br />
de cenar —el hombre que se encontraba<br />
detrás de ellos tomó a Alejandra<br />
por la cintura y le plantó un beso en los<br />
labios, el cual tronó con inusual fuerza,<br />
después, y sin dejar de abrazarla, continuó—:<br />
¿Quién es el camarón que te<br />
dejaron aquí?<br />
—Suéltame, Samuel —respondió Alejandra,<br />
empujándolo con fuerza, quien<br />
terminó recargado en la caja contigua,<br />
Arturo simplemente se limitó a observar—.<br />
Ya te dije que no me estés besando<br />
aquí, carajo, uno de estos días<br />
nos vas a meter en una bronca si algún<br />
cliente nos ve.<br />
—¡Pues que nos vean! Total, así todos<br />
se enteran de que tú eres mía —exclamó,<br />
remarcando cada una de sus palabras,<br />
mientras observaba a Arturo,<br />
quien simplemente bajó la mirada.<br />
—No le hagas caso a Samuel —exclamó<br />
Alejandra, mientras continuaba realizando<br />
su cierre de caja—, está loco, y más<br />
porque cree que soy de su propiedad.
—Claro que lo eres, mi amor, así como<br />
yo soy tuyo —tras decir eso, se acercó a<br />
Arturo y extendió su mano, Arturo respondió<br />
y sintió el fuerte apretón que<br />
Samuel realizó—. Así que te llamas Arturo,<br />
¿y vas a ser cajero?<br />
—Sí, voy a estar aquí en las cajas —respondió,<br />
apretando un poco más la mano,<br />
segundos después se soltaron.<br />
—Pues qué bueno que va a haber otro<br />
machín aquí, esta zona parecía cocina<br />
atendida por pura viejas nada más.<br />
Aparte creo que a ti te he visto antes<br />
por aquí.<br />
—Es el hijo de doña Rosa, la de la fonda<br />
—intervino Alejandra, mientras contaba<br />
el dinero.<br />
—¡Caray, con razón! Te he visto un par<br />
de veces en el metro. Tu mamá guisa<br />
muy rico, ella sí sabe cómo atender<br />
bien una cocina —tras decir esto, rio<br />
desmesuradamente. Marco se acercó<br />
por el pasillo principal hacia ellos,<br />
puso una mano en el hombro de Arturo,<br />
e intervino:<br />
—Ya dejen ese escándalo, parecen<br />
verduleros —exclamó, quitando la<br />
mano del hombro de Arturo—. ¿Ya terminaste,<br />
Ale?<br />
—Estoy a punto de terminar, jefe, ya<br />
nada más recojo todo.<br />
—Muy bien, entonces ya termina y ve<br />
a entregar, que Marcela te está esperando<br />
nada más a ti, ya todos los demás<br />
se fueron. Y tú, Arturo, ¿cómo viste<br />
la operación?<br />
—Pues Alejandra me enseñó mucho,<br />
creo que nada más es cosa de practicar<br />
—respondió Arturo, con un marcado<br />
tono de orgullo.<br />
—Eso es lo que quería escuchar, muy<br />
bien. Debido a que se viene ya la temporada<br />
alta necesito que entres en operación<br />
antes de que termine la semana,<br />
159
así que mañana y pasado mañana seguirás<br />
con Alejandra para que termine<br />
de capacitarte bien —Samuel soltó un<br />
resoplido al escuchar eso, Marco lo<br />
notó, pero no le dio importancia. Después<br />
sacó un juego de llaves del bolso<br />
derecho de su pantalón y se los entregó<br />
a Arturo, luego continuó—: Antes de<br />
que te vayas, vas a subir a mi oficina y<br />
vas a tomar los tres libros que están sobre<br />
la mesa, son unas hojas que están<br />
engargoladas con una pasta negra, vas<br />
a llevártelos y a estudiarlos muy bien,<br />
porque son los manuales de procedimientos<br />
que te tienes que aprender.<br />
—¿Y qué hago después con las llaves? —preguntó<br />
Arturo, guardando en la bolsa izquierda<br />
de su pantalón el juego de llaves.<br />
—Se las entregas al guardia antes de<br />
salir, no se te vaya a olvidar porque no<br />
voy a tener cómo abrir mi oficina. Yo<br />
mientras tanto ya me voy —después<br />
miró a Samuel y le dijo—: Acompáñalo,<br />
por favor, de todas formas tienes que<br />
esperar a Alejandra, ¿no?<br />
—Uy, no se vaya a perder el niño —respondió<br />
Samuel, Marco lo miró de forma<br />
inquisitiva—. Está bien, está bien, finalmente<br />
tengo que esperar a esta mujer.<br />
—Muy bien, pues entonces los dejó.<br />
Nos vemos mañana, y, por favor, tengan<br />
cuidado de camino al metro, que<br />
últimamente están asaltando mucho<br />
en los andadores —dicho esto, Marco<br />
estrechó las manos de Samuel y de Arturo,<br />
después se despidió de Alejandra,<br />
y se alejó por el pasillo principal.<br />
—¿Te falta mucho para terminar? —preguntó<br />
Samuel a Alejandra.<br />
—No me falta mucho, si quieren pueden<br />
irse adelantando.<br />
—No, nada de eso, nos esperamos a<br />
que termines para que nos podamos ir<br />
los tres, ¿verdad, Arturo?<br />
—Sí quieren yo me adelanto, no es necesario<br />
que me acompañes —respondió<br />
Arturo, un poco desganado.<br />
—Pero te tengo que acompañar para<br />
que no te vayas a encontrar a la mujer<br />
de la bodega... —añadió Samuel, con<br />
un tono de voz lúgubre.<br />
—Ya vamos a empezar...<br />
—¿Cuál mujer? —preguntó Arturo.<br />
—No le hagas caso, son cuentos fantasiosos<br />
que se cuentan todos los buenos<br />
para nada que hay por aquí...<br />
—¡Nada de cuentos! Si no me crees<br />
pregúntale a Marco —respondió Samuel,<br />
con cierta molestia.<br />
—A ver, no entiendo, ¿de qué cuentos<br />
hablan? ¿Cuál mujer de la bodega? —insistió<br />
Arturo, mientras se recargaba en<br />
la caja y sacaba las llaves del bolsillo de<br />
su pantalón para jugar con ellas.<br />
—Verás, la gente cuenta que aquí,<br />
hace ya muchos años, encontraron a<br />
una mujer muerta en la bodega, cerca<br />
del área de descarga...<br />
—Samuel… —interrumpió Alejandra,<br />
con tono de regaño.<br />
—No me interrumpas, mujer —respondió<br />
Samuel, alzando la voz; después se dirigió<br />
a Arturo—. Cómo te decía, cuentan que encontraron<br />
a una mujer muerta en el área de<br />
descarga de la bodega. Nadie sabe a ciencia<br />
cierta que pasó, algunos dicen que era<br />
la amante del gerente de aquellos tiempos,<br />
y que se suicidó al enterarse de que él no<br />
160
dejaría a su mujer para fugarse con ella;<br />
otros dicen que un violador que recientemente<br />
había escapado de Barrientos fue<br />
quien la asesinó, y hay otros que dicen que<br />
esa mujer se ofreció en sacrificio al Diablo,<br />
para que le diera vida eterna, pero que no<br />
logró su cometido...<br />
—Eres un exagerado... —interrumpió<br />
Alejandra, pero tanto Arturo como<br />
Samuel la ignoraron.<br />
—Realmente nunca se supo lo que le<br />
pasó, dicen que la tienda cerró por varios<br />
días y después la volvieron a abrir como<br />
si nada. Pero eso no es lo peor de todo...<br />
—¿Qué es lo peor...? —preguntó Arturo,<br />
sin poder esconder una expresión<br />
de nerviosismo que se había dibujado<br />
en su rostro.<br />
—Pues, lo peor de todo es que, según<br />
los guardias de seguridad y el personal<br />
que viene a pulir los pisos en la<br />
madrugada, dicen que por las noches<br />
se puede escuchar el llanto amargo<br />
de aquella mujer. Muchos dicen que lo<br />
escuchan muy entrada la noche, pero<br />
otros dicen que lo escuchan exactamente<br />
a las once con diecisiete minutos,<br />
que es la hora en la que murió...<br />
—Ya déjate de tonterías, Samuel, y mejor<br />
vámonos, ya terminé... —atinó a decir<br />
Alejandra, mientras tomaba los vouchers,<br />
el dinero, y también un pequeño bolso<br />
rojo con un candado en el cierre—. Vete<br />
con Arturo para así salir más rápido, yo<br />
mientras subo para entregar todo.<br />
—No, mejor que Arturo vaya solo, yo<br />
tengo que protegerte de la mujer de la<br />
bodega —dijo Samuel, con un tono juguetón<br />
en su voz.<br />
—Ya déjate de payasadas y mejor... —Alejandra<br />
no pudo terminar la oración, cuando<br />
Arturo la interrumpió:<br />
—No te preocupes, váyanse ustedes. Yo<br />
voy rápido a la oficina, además de una<br />
vez me adelanto a irme para alcanzar a<br />
ayudar a mi mamá con lo que tenga que<br />
terminar para la comida de mañana.<br />
—¿Ya ves? —dijo Samuel a Alejandra, con<br />
una sonrisa burlona en su rostro—. Arturito<br />
es muy valiente y sabe enfrentar el peligro.<br />
—No, Arturo, vamos juntos y sirve que<br />
caminamos los tres en dirección al metro,<br />
así te encaminamos a tu casa —exclamó<br />
Alejandra, mientras propinaba<br />
un codazo a Samuel.<br />
—Insisto, váyanse ustedes a entregar<br />
eso, yo me adelanto a la oficina -—respondió<br />
Arturo, dando un par de pasos<br />
atrás y dando media vuelta.<br />
—Está bien, pero nos esperas en la<br />
entrada —le gritó a Arturo, mientras caminaban<br />
en direcciones opuestas.<br />
Arturo no se había dado cuenta de<br />
que ya nadie quedaba dentro del supermercado<br />
y todo estaba en silencio.<br />
<strong>La</strong> música que normalmente se escuchaba<br />
durante todo el día había sido<br />
reemplazada por el estéril sonido de<br />
los refrigeradores del área de carnes y<br />
salchichoneria; cada paso que Arturo<br />
daba creaba un eco sordo que retumbaba<br />
en todo el lugar.<br />
<strong>La</strong> única luz que iluminaba la bodega<br />
era la que salía por el cristal de la puerta<br />
de la oficina de Marco, pero todo lo<br />
demás estaba en penumbras; no era<br />
posible escuchar ningún otro ruido<br />
más que los pasos de Arturo; apenas<br />
161
era posible ver los anaqueles llenos de<br />
mercancía y las cajas estibadas de forma<br />
arcaica. Si bien el almacén era muy<br />
grande en proporción al tamaño del supermercado,<br />
apenas cabían todos los<br />
productos que se almacenaban y que<br />
llegaban diariamente ahí.<br />
Arturo subió las escaleras hacia la<br />
oficina con cuidado de no tropezar,<br />
después llegó frente a la puerta, la<br />
abrió con las llaves que llevaba en la<br />
mano, entró sin cerrarla y rápidamente<br />
tomó los libros engargolados; sin<br />
embargo, se detuvo un momento a observar<br />
toda la oficina: el escritorio y el<br />
librero que estaba detrás parecían ser<br />
muebles económicos, de los mismos<br />
que vendían ahí, pero muy bien cuidados<br />
y sin un gramo de polvo. Sobre el<br />
escritorio, además de los libros, había<br />
un protector de escritorio negro, algunos<br />
bolígrafos y una fotografía de Marco<br />
con su familia. Había también un par<br />
de cosas más sobre el archivero, pero<br />
además de la silla de piel entre el escritorio<br />
y el librero, y las dos sillas metálicas<br />
con tapiz negro no había nada más<br />
que se pudiera destacar.<br />
Cuando Arturo salió, cerró la puerta<br />
tras de sí con la llave y bajó, se detuvo en<br />
el tercer peldaño para poder sentir bien<br />
la escalera, ya que en esa sección no se<br />
veía nada debido a la oscuridad. El frío<br />
se sentía cada vez con mayor fuerza y el<br />
sonido de la lluvia que había comenzado<br />
a golpear con furia el supermercado<br />
se podía escuchar con claridad.<br />
Cuando Arturo bajó la escalera, y a<br />
pesar del fuerte ruido de la lluvia, pudo<br />
escuchar claramente el débil sonido<br />
de un sollozo. Arturo se detuvo un momento<br />
y trató de mirar en la oscuridad.<br />
—¿Ale? ¿Eres tú? —preguntó Arturo, pero<br />
no recibió una respuesta—. ¿Ale? ¿Samuel?<br />
¿Están bien? ¿Son ustedes? —volvió a preguntar<br />
Arturo, pero otra vez no hubo ninguna<br />
respuesta, solo el mismo sollozo que<br />
se volvía cada vez más amargo conforme<br />
los segundos avanzaban—. Muchachos, si<br />
estos es una novatada no me parece nada<br />
graciosa, por favor, díganme si son ustedes.<br />
Arturo seguía detenido al pie de la<br />
escalera, nadie había respondido a<br />
sus preguntas, pero el sollozo aún se<br />
escuchaba, cada vez con mayor claridad.<br />
Arturo dio tres pasos hacia donde<br />
la puerta de servicio se encontraba,<br />
pero se detuvo y miró hacia la oscuridad<br />
del fondo de la bodega. El sollozo<br />
continuaba, y ya era lo suficientemente<br />
claro como para identificar que era el<br />
sollozo de una mujer.<br />
—¿Quién está ahí...? Por favor, muchachos,<br />
esto de verdad ya no es gracioso... —insistió<br />
Arturo, comenzando a caminar hacia el fondo<br />
de la bodega—. Si hay alguien ahí, por favor<br />
responda. ¿Necesita ayuda? ¿Se encuentra<br />
bien? —Arturo trataba de hablar lo más<br />
162
que podía y, mientras avanzaba, el sollozo<br />
se escuchaba cada vez más cerca.<br />
Después de unos instantes de caminar<br />
entre la oscuridad, teniendo cuidado<br />
de no tropezarse con ninguna de las<br />
cajas que estaban desperdigadas en<br />
el piso de la bodega, llegó al fondo de<br />
la bodega; en el último pasillo de acumulaban<br />
los muebles de exhibición y<br />
los saldos del supermercado, además<br />
de todos los anaqueles y demás tubos<br />
y planchas de metal que se utilizaban<br />
para acomodar los productos en el<br />
área de piso. Arturo escuchaba claramente<br />
aquellos sollozos junto a él.<br />
—Ale, Samuel, esto ya no es gracioso...<br />
¿dónde están? —insistió Arturo, y<br />
tras solo seguir escuchando los sollozos,<br />
añadió—: Por favor, quién quiera<br />
que esté ahí, respóndame, si necesita<br />
ayuda dígamelo... —tras esas palabras<br />
los sollozos se detuvieron.<br />
—¿A... ayuda? —aquellas palabras se<br />
escucharon a espaldas de Arturo. Él, sin<br />
decir nada y tras sentir un fuerte escalofrío<br />
recorrer su espalda, se giró y dijo:<br />
—Sí, ayuda, ¿se encuentra bien? ¿Cuál<br />
es su nombre?<br />
—¿Mi nombre? —respondió aquella<br />
voz, escuchándose nuevamente a espaldas<br />
de Arturo.<br />
—Sí, ¿cuál es su nombre? ¿Le pasó<br />
algo? ¿Qué hace aquí? —inquirió Arturo,<br />
dando media vuelta otra vez, sin<br />
embargo, entre las sombras, observó<br />
la figura de una persona, aunque sólo<br />
podía distinguir su silueta, sin ningún<br />
otro detalle que lo ayudara.<br />
—¿Realmente quieres ayudarme? —la<br />
voz de una mujer se podía distinguir claramente<br />
salir de aquella figura. Arturo<br />
tragó saliva y dio un par de paso al frente,<br />
observando que la sombra no retrocedió.<br />
—Sí, quiero ayudarla, pero necesito<br />
saber quién es o qué hace aquí para poder<br />
saber de qué forma puedo hacerlo...<br />
—Es lo que yo también deseo... —susurró<br />
aquella voz, mientras, frente a la<br />
mirada atónita de Arturo, la sombra comenzaba<br />
a desvanecerse, de la misma<br />
forma que el humo de un cigarro se pierde<br />
en el aire. No obstante, la voz podía<br />
escucharse claramente aún, pues había<br />
comenzado a sollozar de nuevo.<br />
Arturo quedó de pie en el pasillo y<br />
en la oscuridad, y no pudo hacer nada<br />
cuando, de pronto, un grupo grandes<br />
cajas de muebles mal apiladas sobre<br />
uno de los anaqueles cayeron sobre él.<br />
El fuerte sonido del golpe de las cajas<br />
al caer retumbó en todo el lugar, pero<br />
fue rápidamente opacado por el sonido<br />
de la lluvia, que parecía volverse<br />
más y más intenso con cada segundo<br />
que pasaba.<br />
Continúa en el siguiente número...<br />
163
164
NUESTROS<br />
ARTÍCULOS<br />
165
166
EL ÁNGEL<br />
QUE NECESITAMOS<br />
PERO QUE NO<br />
MERECEMOS<br />
Por Carolina Alpuche<br />
Hay muchas personas, incluida<br />
yo, que piensan que el buen cine<br />
mexicano murió con Pedro Infante,<br />
y no precisamente porque sus películas<br />
fueran una genialidad, aunque la<br />
mayoría son buenas, sino porque hay<br />
un consenso general que indica que la<br />
época del cine de oro mexicano llegó a<br />
su fin entre los años 1957 y 1958. De ahí<br />
en adelante, la calidad de las producciones<br />
cinematográficas mexicanas se<br />
fue en picada.<br />
Es cierto que tuvimos buenas películas<br />
como Macario (1960), con guion de<br />
Emilio Carballido adaptando el cuento<br />
de Juan Rulfo; El gallo de Oro (1964), en<br />
el cual García Márquez y Carlos Fuentes<br />
adaptaron otra historia de Rulfo, podríamos<br />
también mencionar Los caifanes<br />
(1967) y Hasta el viento tiene miedo<br />
(1968), pero a lo que quiero llegar es<br />
que son contadas las películas que se<br />
pueden considerar como «buenas».<br />
No es de sorprenderse tampoco que,<br />
según el listado que la revista Somos<br />
hizo en 1994, el top diez de las cien mejores<br />
películas mexicanas de todos los<br />
tiempos esté dominado por películas<br />
de la época del cine de oro: Vámonos<br />
con Pancho Villa (1935, Fernando de<br />
Fuentes), Los olvidados (1950, Luis Buñuel),<br />
El compadre Mendoza (1933, Fernando<br />
de Fuentes), Aventurera (1949,<br />
Alberto Gout), Una familia de tantas<br />
(1948, Alejandro Galindo), Nazarín<br />
(1958, Luis Buñuel), Él (1952, Luis Buñuel),<br />
<strong>La</strong> mujer del puerto (1933, Arcady<br />
Boytler), El lugar sin límites (1977, Arturo<br />
Ripstein) y Ahí está el detalle (1940,<br />
Juan Bustillo Oro), siendo la única película<br />
que podemos destacar como «actual»<br />
Cronos (1992, Guillermo del Toro).<br />
Por supuesto mucha culpa de esto<br />
fue la fuerte censura del gobierno que<br />
comenzó a mediados de la década de<br />
los sesenta, pero también se debe a la<br />
167
168<br />
poca ambición artística que los cineastas<br />
y las casas productoras tenían, porque<br />
claro, la ambición económica los<br />
llevó a crear películas de baja calidad<br />
que les dejaran buenos ingresos.<br />
Tristemente esa ambición económica<br />
y esa falta de visión artística nos sigue<br />
persiguiendo hasta nuestros días, y<br />
no solo aplica para el cine, aplica también<br />
para los videojuegos, la música, el<br />
teatro y todo lo que gusten y manden.<br />
Todo esto que les estoy diciendo se<br />
me vino a la mente al momento de ver<br />
El ángel en el reloj, una película animada<br />
realizada por Fotosíntesis media,<br />
que nos cuenta una tierna historia sobre<br />
los esfuerzos que una niña con cáncer<br />
quiere hacer para detener el tiempo.<br />
En pocas palabras, debo decir que el<br />
argumento, pese a ser un poco plano, funciona<br />
muy bien y es capaz de llegar a su<br />
público principal, que son los niños, así<br />
que en ese aspecto cumple su cometido;<br />
en cuestión musical la película es una maravilla,<br />
no hay desperdicio en ninguna de<br />
las piezas que armonizan la película. Pero<br />
ahora entramos a lo más escabroso…<br />
Visualmente la película deja mucho, y<br />
de verdad mucho, que desear. No me voy<br />
a detener a detallar que todo el arte y la<br />
ambientación están fuertemente «inspirados»<br />
en el trabajo de Estudio Ghibli, principalmente<br />
en El viaje de Chihiro (2001) y<br />
El castillo vagabundo (2004), pero sí voy<br />
a hacer énfasis en la animación. Básicamente<br />
parece que estamos viendo una de<br />
las películas de Anima Estudios: animaciones<br />
que estoy segura son de un máximo<br />
de quince cuadros por segundo y que<br />
parecen haber sido hechas por gente de<br />
Newgrounds, dignas de cualquier capítulo<br />
de El chavo animado.<br />
Pero debo decir que se entiende lo<br />
pésimo de su animación por una senci-
lla razón: el presupuesto que el estudio<br />
tuvo para realizar esta película fue de<br />
entre dos y dos millones y medio de<br />
pesos, y sí, lo leyeron bien. Para nuestros<br />
amigos extranjeros, dos millones<br />
y medio de pesos son poco menos de<br />
135 mil dólares al cambio actual.<br />
Mi pregunta es la siguiente: si este<br />
estudio, a pesar de los horribles errores<br />
técnicos, pudo hacer una película<br />
de gran calidad con los cinco pesos y<br />
los chicles que les dieron, ¿qué hubiera<br />
pasado si hubieran recibido los cinco<br />
millones de dólares que tuvo Amarte<br />
duele (2002), o los veinticinco millones<br />
de pesos que tuvo Nosotros los nobles<br />
(2013) o, siendo exagerada, con los<br />
cuatrocientos millones de pesos de El<br />
viaje de Chihiro? Sin duda hubieran hecho<br />
maravillas.<br />
Y es que ahí está el problema del cine,<br />
de la literatura, del teatro, y de todo<br />
tipo de arte en México: hay mucho talento,<br />
pero no hay dinero y los que lo<br />
tienen no lo quieren soltar más que<br />
para darle de comer a los Bichir 1 .<br />
Lo peor de todo es que parece que la<br />
gente de FIDECINE 2 y los inversionistas<br />
son idiotas y no saben hacer negocios<br />
(bueno, en FIDECINE lo único que quieren<br />
es justificar el gasto de 30 millones<br />
de pesos anuales aunque las películas<br />
sean bodrios) porque si se apostara por<br />
buenos proyectos, como lo es El ángel<br />
en el reloj, se podría hacer un producto<br />
de calidad, capaz de rivalizar con las<br />
grandes producciones japonesas (porque,<br />
por mucho que digan lo contrario,<br />
los japoneses son los mejores haciendo<br />
animación, no los estadounidenses),<br />
y además de recuperar la inversión con<br />
creces, abrirían camino a todos los demás<br />
proyectos que se quedan estancados<br />
poe no tener quién crea en ellos…<br />
Pero no, eso aquí en México no pasa. Lo<br />
importante es tener el dinero aquí y ahora.<br />
Solo me queda desearle a todos los<br />
artistas que participaron en la realización<br />
de El ángel en el reloj que algún<br />
querubín de Netflix se los lleve con<br />
ellos y los sepan aprovechar, aquí no<br />
los merecemos.<br />
1. Porque parece que una película<br />
mexicana no es mexicana si no sale un<br />
BIchir o Carmelita Salinas.<br />
2. Secretaria del Fondo de Inversión y<br />
Estímulos al Cine.<br />
169
170
MICRO<br />
CUENTOS<br />
171
Dejó atrás los lavabos y se dirigió a la<br />
salida tirando del carrito de la compra<br />
con las dos manos.<br />
Era viernes por la tarde y los andenes<br />
estaban repletos de viajeros. Entre el<br />
tumulto, la vieja se abría paso para cruzar<br />
lentamente el gigantesco recibidor<br />
hasta la escalinata.<br />
El jefe de seguridad acudió a la puerta<br />
principal cuando escuchó las primeras<br />
sirenas. Entre el caos, vio a la<br />
señora Marbel, esta vez sin la pequeña,<br />
y le ayudó a bajar el pesado carrito sin<br />
percatarse que por la parte inferior se<br />
filtraban las primeras gotas de sangre.<br />
Carlos Servent Mañes<br />
No cesan de crecer en mi interior y cada<br />
vez me resulta más difícil esconderme<br />
de ellos ―comenzaba el breve manuscrito―.<br />
Solo las drogas me permiten actuar<br />
a sus espaldas, o al menos eso creí<br />
durante un tiempo. En realidad no hacía<br />
sino alimentarlos.<br />
He decidido poner fin al problema con<br />
un procedimiento rápido y sencillo, pero<br />
eficaz ―continuaba, con letra más marcada―:<br />
he introducido en mi nariz un<br />
punzón bien afilado, y a continuación lo<br />
golpearé hasta que consiga eliminar de<br />
mi cerebro todas las conexiones contaminadas.<br />
Así me liberaré para siempre<br />
de mis miedos ―el texto acababa aquí.<br />
172<br />
Gregorio Vega Cuesta
El hombre que se reía del amor ha pedido<br />
clemencia, con el corazón en la<br />
mano. Y acto seguido ha muerto desangrado.<br />
Que conste que lo he perdonado,<br />
no soy nada rencorosa. Pero las<br />
promesas se cumplen, y yo cierro tratos<br />
con apretones de mano.<br />
Durante la cena le he formulado cariñosamente<br />
una pregunta...<br />
—¿Me darás tu corazón? —y él, complacido<br />
y sonriente, ha aceptado.<br />
¡Cómo sonreía, tan feliz el condenado!<br />
Pero en cuanto ha visto la hoja<br />
reluciente de mi santoku, ha dicho de<br />
irse a casa.<br />
No cariño, las promesas se cumplen.<br />
Quédate y cumple tu palabra.<br />
Mara Marley<br />
Un hombrecito que solo leía libros esotéricos<br />
y de horror, dijo a su familia:<br />
Cuando sueño viajo en el tiempo, pero<br />
a veces aparece humo en esquinas, huelo<br />
pestilencias, escucho aullidos que<br />
me atemorizan y me refugio dentro de<br />
algún libro hasta despertar. Al creerlo<br />
loco por tanto leer, quemaron todos<br />
sus libros para curarlo, excepto uno,<br />
oculto al caer detrás de su cama. En la<br />
mañana encontraron su cadáver mutilado,<br />
sin sangre, con baba azul y el libro:<br />
Los perros de Tíndalos.<br />
Hernando Orozco Losada<br />
173
Todas las piezas encajaban: las ausencias<br />
misteriosas, los cortes en el cuerpo,<br />
el champú de avellana y tomate,<br />
las burlas de los vecinos, el gusto por la<br />
música portuguesa, los DVD de Barney<br />
y sus amigos, las grabaciones… absolutamente<br />
todo encajaba.<br />
El golpe final estaba cerca, lo presentía.<br />
En cuanto ella llegase la confrontaría;<br />
y si todavía la amaba después de<br />
escuchar lo que tenía que decir entonces<br />
no llamaría a la policía.<br />
Cuando la puerta se abrió entraron<br />
cuatro hombres vestidos de blanco, seguidos<br />
por su esposa.<br />
Esquizofrenia paranoide diagnosticó<br />
el psiquíatra gracias a la evidencia<br />
brindada por ella.<br />
Eduardo Nikeayuiop Antezana<br />
—¿Cómo valora mi actuación en la película?<br />
—preguntó cuando emergía del<br />
trance, aun con la vista grisácea.<br />
—¡Magnífico! Has creado al personaje<br />
ideal, tu entrega al arte es única —dijo<br />
el arrugado director fuera del plató.<br />
El viaje de su mirada al entorno descubrió<br />
un puñal en la mano y a todo el<br />
elenco a sus pies, como si adoraran la<br />
maestría, pero bañados en sangre.<br />
174<br />
Abel Antonio García Alarcón
El niño acarició el rostro dormido de<br />
su padre.<br />
—Papá —susurró—. Papá, despierta,<br />
soy yo. He soñado con mamá. Jugábamos<br />
en la arena, saltábamos las olas<br />
y reíamos… ¡Como reíamos! Traje un<br />
regalo. Dáselo.<br />
El padre se incorporó, se vistió y condujo<br />
hasta el hospital.<br />
—Nuestro pequeño ha vuelto a visitarme<br />
—besó su mejilla reseca tras un<br />
año en coma—. Dijo que soñaba contigo,<br />
que por fin llegasteis a la playa.<br />
Te trajo un regalo —acercó la húmeda<br />
caracola al oído de su esposa mientras<br />
desconectaba el respirador.<br />
—Escucha —sollozó— se os escucha<br />
jugar en la mar.<br />
Javier Santos Blanco<br />
<strong>La</strong> doncella al ver el manto de su amado<br />
ensangrentado se dijo angustiadamente:<br />
Yo lo he matado. Sus lágrimas<br />
recorren penosamente sus mejillas<br />
mientras trata de esbozar algún monólogo.<br />
Recoge la prenda y la besa una<br />
y otra vez como tratando de redimir su<br />
culpa. En ese momento, se percata que<br />
en el suelo está la daga de su prometido.<br />
No lo piensa dos veces, la recoge<br />
y se la hunde en el pecho. <strong>La</strong> sangre<br />
brota a chorros y surca raudamente<br />
su tibia piel. Se desvanece en el último<br />
aliento. Sin embargo, él no estaba<br />
muerto: solo dormía plácidamente.<br />
Manuel Alberto Sedamano Ballesteros<br />
175
Ahora, a la luz del día, lo admite; la había<br />
matado de una manera un tanto<br />
cobarde al esperar a que se durmiera y<br />
apuñalarla un centenar de veces, pero<br />
la satisfacción que había sentido era<br />
perfecta. Esa noche había dormido al<br />
lado del cadáver de su madre y, por<br />
primera vez en años, no había tenido<br />
ninguna pesadilla.<br />
Wendoline Ramos<br />
Gilberto había olvidado aquel sueño<br />
de niño, cuando la muerte se apareció<br />
en su cuarto como una sombra en<br />
un rincón. No fue hasta cumplidos los<br />
cuarenta, al escuchar llorar a su bebé<br />
de once meses, que recordó aquella<br />
conversación. En el estómago sintió el<br />
presagio como un vacío, apresurándose<br />
para salvar a su pequeño. Y allí, en la<br />
penumbra de la habitación, alumbrada<br />
por un rayo de luna, la vio con su bebé<br />
en brazos. Es mío, Gilberto, le dijo ella<br />
con sus voces omnipresentes, y el pequeño<br />
fue dejando de llorar. Gilberto lo<br />
había olvidado por completo.<br />
José <strong>La</strong>ra Aguirre<br />
Los pandilleros le indicaban a los traficantes<br />
dónde y cuándo podían vender,<br />
les cobraban renta por los sitios donde<br />
comerciaban y los protegían de los ladrones.<br />
Al que no obedecía o no pagaba,<br />
lo asesinaban.<br />
Esta ciudad podría haber sido una<br />
gran utopía.<br />
176<br />
Gilberto Arvizu Morales
El cuerpo inerte flotaba sobre el agua<br />
carmesí entre jirones de piel. Detrás<br />
de la maraña de cabello ensangrentado,<br />
apenas podía distinguirse el rostro<br />
carcomido, amorfo e irreconocible de<br />
mamá. Brazos y piernas presentaban<br />
profundas heridas con forma de pequeñas<br />
dentelladas. Frente a la tina, el<br />
niño contemplaba imperturbable el escenario;<br />
después de todo, fue él mismo<br />
quien en más de una ocasión advirtió a<br />
mamá, sobre lo extraño y siniestro que<br />
era aquél patito de hule.<br />
Eduardo J. del Valle<br />
Leonor tuvo dos embarazos ectópicos<br />
consecutivos, lo cual por falta de ayuda<br />
psicológica, y sumado al abandono de<br />
su actual pareja, la llevaron a convertirse<br />
en un despiadado monstruo roba<br />
bebés en el centro de Bogotá. En las<br />
noches, Leonor tomaba las rutas del<br />
transporte público con destinos apartados<br />
en busca de mujeres en estado<br />
de embarazo, las abordaba con absoluta<br />
vehemencia, las dopaba y les extraía<br />
desde sus entrañas a las criaturas, a las<br />
cuales, al llegar a casa, las embadurnaba<br />
en alcohol y formol puro, y luego<br />
guardaba en grandes recipientes de vidrio<br />
por toda la casa.<br />
Edison Daniel Muñoz Ortíz<br />
177
Viajaba sola por la carretera solitaria<br />
en su auto mientras caía una lluvia persistente.<br />
En las noticias avisaban sobre<br />
posibles derrumbes por el sector que<br />
transitaba. Eran la dos de la tarde y el<br />
día se presentaba nublado, normal.<br />
Al entrar a una curva el mundo se le<br />
vino encima, su carro quedó sepultado<br />
bajo toneladas de lodo, piedras y árboles<br />
pero no rompió nada. <strong>La</strong> señal de<br />
la radio se perdió lo mismo que la del<br />
celular y ella quedó en completa oscuridad<br />
y silencio. El salvamento llegaría<br />
dos semanas más tarde.<br />
Edgar Tarazona Angel<br />
Como cada noche se dirigió a la habitación<br />
de su hijo a darle las buenas<br />
noches. Al entrar un frío helador le<br />
envolvió obligándole a encogerse de<br />
hombros. Su hijo, arropado hasta los<br />
ojos, le miraba fijamente.<br />
—Papá, hay un niño en el armario —le<br />
dijo su hijo mientras señalaba el armario<br />
entreabierto.<br />
Extrañado se acercó y lo abrió de par<br />
en par. Abajo, junto a los zapatos, había<br />
un niño agazapado. Sus ojos no daban<br />
crédito, era su hijo. Éste alzó su mirada<br />
y entre lágrimas solo pudo decir:<br />
Papá, hay un niño en mi cama.<br />
178<br />
Albert Blaz
Otra vez esas voces invadían mi serenidad.<br />
Eran muy nítidas. Lo dejaste solo,<br />
mal hermano. Decían mientras estaba<br />
lavándome las manos. Lo extraño es<br />
que no tenía hermanos, era hijo único y<br />
estaba muy contento de serlo. Hace dos<br />
noches que escuchaba aquellas frases,<br />
siempre a las doce de la noche, antes de<br />
cepillarme los dientes. Esa noche tenía<br />
mucha sed. Y cómo no tenía qué tomar<br />
encaré para la pecera donde estaba Fidel<br />
mirándome, como intuyendo que<br />
robaría su agua. Me tomé todo su hábitat<br />
y lo dejé solo con su casita.<br />
—Despertarte, tonto, llegas tarde —me<br />
gritó mi hermano.<br />
Rodeghiero Juan<br />
El lingüista abre los ojos y se da cuenta<br />
de que el experimento ha funcionado,<br />
puede sentir tanto el paso de las letras<br />
escritas como el roce de los lectores<br />
que llegan a ellas. En la facultad le dijeron<br />
que la mejor manera de entender<br />
el texto era ser el texto, sus profesores<br />
lo decían como una metáfora pero él lo<br />
tomó literalmente. Comprende al instante<br />
los procesos de formación de palabras,<br />
párrafos y textos enteros pero<br />
cuando intenta gritar de alegría, se da<br />
cuenta de que ya no puede hablar. Háganle<br />
el favor de avisar a sus familiares.<br />
Lorenzo Bysshe Shelley <strong>La</strong>renas<br />
179
Mataba por dinero, sin escrúpulos. Pulcro<br />
y sonriente, según las normas. No<br />
tenía tapadera, trabajaba para el Estado.<br />
Creyó reconocer su último encargo,<br />
con un gran parecido a la camarera con<br />
quien se confesaba a medias. Esa noche<br />
entró en su casa y le sorprendió en<br />
su habitación. También se sorprendió<br />
él, su víctima se estaba colocando un<br />
sujetador. Era la camarera.<br />
Huyeron juntos, dando rienda a su<br />
pasión, el uno por el otro, sin distinción<br />
de géneros.<br />
Un año más tarde un hombre pulcro y<br />
sonriente bajaba del tren en aquel pueblo.<br />
Caminaba despreocupado, trabajaba<br />
para el Estado.<br />
Miguel Morató Miguel<br />
—¿Qué es eso? Es un muro de piedra de<br />
cinco metros de alto y quizás cuánto de<br />
ancho. Mira por sus costados, que no tiene<br />
fin. Por donde veas, continúa hasta el<br />
horizonte, perdiéndose en el más allá.<br />
—¿Y cómo lo cruzamos? No somos fantasmas<br />
como para traspasar paredes.<br />
—Fácil. No hagas más preguntas y haz<br />
lo que te diga. No confíes en fantasías,<br />
si también podemos. Sólo camina, mirando<br />
de frente el muro. Ya ves, ahora<br />
te hablo del otro lado.<br />
—Mira, qué bien. Un superpoder. Ahora<br />
podemos cruzar paredes sin problemas.<br />
Me sorprende no ser fantasma.<br />
180<br />
Felipe Andrés Vergara Unda
Dicen que la Virgen se lo llevó al cielo.<br />
Mi hermanito llevaba muchos días enfermo<br />
y a mamá se le ocurrió hacer una<br />
ofrenda para que se curara. Yo lo ayudé<br />
a llegar al cerro, cargando su ramo de<br />
rosas. Los vecinos aseguraban haberla<br />
visto aparecerse allí, pero les juro que<br />
esa no era la Virgen. Su manto era negro<br />
y no verde, tampoco tenía la piel<br />
lozana como la imagen del templo, y<br />
definitivamente no lo abrazó como<br />
al niño Jesús a la hora de clavarle los<br />
dientes y chuparle toda la sangre hasta<br />
que lo dejó hecho polvo.<br />
Eva Astorga<br />
Primero, oyó la bala salir disparada,<br />
luego, la sintió entrar en su cuerpo con<br />
fuerza. Ahogó un grito lastimero y se<br />
llevó la mano hacia la herida; donde la<br />
notó húmeda y pegajosa. Intentó dar<br />
una bocanada de aire frío pero lo único<br />
que consiguió fue mancharse la camisa<br />
de sangre. Le temblaron las piernas y<br />
cayó al suelo.<br />
Mientras… Su asesino observaba<br />
cómo moría.<br />
—¿Por qué? —preguntó, en un último<br />
acto de incredulidad—. Tú eras mi mejor<br />
amigo.<br />
—A mí no me mires —replicó, levantando<br />
los hombros—. Quien te quiere muerto<br />
es el escritor, yo sólo apreté el gatillo.<br />
Rafael Ureña Egea<br />
181
182
CONOCE A<br />
LOS AUTORES<br />
QUE COMPONEN<br />
ESTE NÚMERO<br />
183
Francisco Javier Soto Hernandez<br />
Veinticuatro años, originario de la ciudad<br />
de Torreón Coahuila. México, estudiante<br />
de la Universidad Politécnica de Gómez<br />
Palacio, de la carrera de Ingeniería En<br />
Animación y Efectos Audiovisuales.<br />
Marcia González López<br />
(1971), Patagónica. Argentina. Locutora,<br />
periodista, artista sonora y fotógrafa.<br />
Coquetea constantemente con las<br />
artes escénicas. Multifacética. Emprendedora.<br />
Autora de <strong>La</strong> vida a cuentagotas.<br />
Libro autogestivo. Actualmente<br />
reside en Buenos Aires.<br />
184<br />
Jokabeth Roal<br />
Nació en 1995 en Tabasco, México, estudiante<br />
de la licenciatura en idiomas<br />
en la Universidad Juárez Autónoma de<br />
Tabasco (UJAT), habla inglés, italiano y<br />
un poco de francés, apasionada a la lectura,<br />
mientras dibuja o escribe le gusta<br />
escuchar música clásica e instrumental<br />
y su deporte favorito es el fútbol.<br />
Irene González Henríquez<br />
Canaria trasplantada a la Península<br />
Ibérica con apenas trece años. Lectora<br />
voraz, como escritora ganó diversos<br />
premios en poesía, redacción, relato<br />
y microrrelato. Acaba de publicar su<br />
primer libro en solitario Vidas en tránsito<br />
de relatos cortos para leer en los<br />
tiempos de espera de la vida cotidiana.<br />
Trabaja a tiempo parcial para diversas<br />
empresas y da algunas clases. <strong>La</strong> persona<br />
más importante de su vida es su<br />
hijo Yeray.
Ernesto Molina<br />
Ingeniero ambiental mexicano que<br />
se dedica principalmente a sistemas<br />
hidráulicos, es autor del blog Cerdo<br />
Venusiano y hace varias reseñas de videojuegos<br />
y equipos mecánicos para<br />
revistas especializadas. Su primera<br />
novela Los últimos contribuyentes consiste<br />
en un desesperado intento para<br />
salir de la rutina, hacerse el gracioso y<br />
conocer mujeres.<br />
Alfredo Olmos Hernández<br />
Originario de Pachuca, Hidalgo; ciudad<br />
en la que actualmente vive. Estudió la<br />
carrera de Ingeniería civil en la Universidad<br />
Autónoma del Estado de Hidalgo.<br />
Con veintiocho años de edad, cuenta<br />
con tres cuentos publicados; uno en la<br />
revista Aeroletras. <strong>La</strong> sirena varada y el<br />
otro en la revista Fantastique.<br />
Héctor Alejandro Serrano Ortiz<br />
(1998; Estado de México). Le llena<br />
de orgullo compartir febrero con<br />
Charles Dickens, Augusto Monterroso<br />
y Marco Antonio Montes de Oca; está<br />
convencido de que escribir templa las<br />
tempestades de la mente, y por eso lo<br />
hace a diario. Como escritor y cinéfilo,<br />
su vida gira en torno al arte.<br />
Julio González Villegas<br />
Alejandra Arce Portuguez nació un dos<br />
de octubre del 2003 en San José, Costa<br />
Rica. Hace un año, vive en Monterrey,<br />
Nuevo León, México. Es estudiante de<br />
tercer año de secundaria en el Colegio<br />
Bilingüe Madison. En sus ratos libres,<br />
hace scrapbooking, escribe y lee libros.<br />
185
Jonathan Jesús García Palma<br />
(Ciudad de México, 1986). Licenciado<br />
en Pedagogía por la UNAM. Docente de<br />
nivel medio y superior. Escritor. Autor<br />
de Silencio en Tlatelolco, Luna de miel,<br />
Bajo la tormenta, Virus, Intervención y<br />
Camino a casa, entre otros cuentos.<br />
Alicia Farina<br />
Obra: Relatos y poemas de ayer de hoy<br />
y de la vida 2015. Participó en concursos<br />
nacionales e internacionales. Ganó<br />
el Concurso El mejor relato en Córdoba<br />
España. Antologías Argentina: Peldaño<br />
10, Ñuvaitería. Haceme el cuento 2017,<br />
Tierras poéticas 2018 y en Santa Fe;<br />
Puente de palabras del Mercosur 2017<br />
y 2018. Internacionales en Paraguay,<br />
Chile y Perú. Presidente Comisión Directiva<br />
de Biblioteca Popular Velmiro<br />
Ayala Gauna.<br />
186<br />
Minerva Noemi Esteban López<br />
Minerva Noemi Esteban López, es una<br />
estudiante mexicana de diecinueve<br />
años de edad, comprometida, proveniente<br />
del norte de México; actualmente<br />
estudia ingeniería de animación y efectos<br />
visuales.<br />
Marita Ragozza<br />
Nació en Ciudad Buenos, Argentina<br />
el 28 de abril de 1946 y vive en Pehuajó.<br />
Delegada Honoraria de Iflac<br />
Pehuajó (Foro Internacional de Literatura<br />
y Cultura por la Paz); Embajadora<br />
Universal del Círculo Universal de<br />
Embajadores por la Paz (Suiza-Francia).<br />
Ha recibido el Premio Internacional<br />
Grandes Mujeres 2018 por la Paz.<br />
Seis libros publicados, entre ellos: Paz<br />
y letras, Albatros de paz, Velos desvelos,<br />
Sabiduría, y Reflejos.
José C. Sánchez<br />
Se formó como escritor en la Universidad<br />
Autónoma de la Ciudad de México.<br />
Ahí obtuvo si título como Licenciado<br />
en Creación Literaria. Continuó su instrucción<br />
en talleres de crónica, guion y<br />
cuento. Además participó con la Asociación<br />
Civil Ando Imaginando. En la<br />
actualidad colabora con textos para la<br />
revista bicaalú y también ha trabajado<br />
el guion audiovisual al escribir para las<br />
productoras: Gravedad Cero Films y<br />
Newlink S.A. de C.V.<br />
Nuria Ferreyra<br />
Veinticuatro años. Estudió Ciencias de<br />
la Comunicación; actualmente trabaja<br />
para una editorial de revistas, sus pasatiempos<br />
favoritos son la fotografía<br />
y escribir, aunque nunca lo ha hecho<br />
profesionalmente. Su más grande sueño<br />
es poder viajar por el mundo.<br />
Juan José González Flores<br />
Nacido el 3 de septiembre de 1993, en<br />
Guadalajara, Jalisco, lugar donde ha residido<br />
hasta la actualidad. Cursó estudios<br />
en Nutrición en la Universidad de Guadalajara.<br />
Se desempeña actualmente como<br />
profesor de secundaria. En sus tiempos<br />
libres se dedica a la lectura y la escritura.<br />
José Antonio Santiago Sánchez<br />
Nacido en Madrid en 1976. Doctor en filosofía<br />
por la Universidad Complutense<br />
de Madrid. Profesor Titular de Filosofía<br />
y Jefe Departamental en el IES Juan de<br />
Padilla de Toledo. Traductor, ensayista<br />
y poeta con cuatro libros publicados y<br />
algunas decenas de artículos sobre poesía,<br />
filosofía, educación y cine en revistas<br />
especializadas.<br />
187
Franklin Pernía<br />
Nació en Caracas, Venezuela, el 30 de<br />
mayo de 1968. Artista plástico y escritor.<br />
Sus relatos aparecen en las antologías<br />
españolas: Antología de Relatos<br />
Eróticos I y <strong>II</strong> de Ediciones de Letras,<br />
Cuentos Oscuros. <strong>II</strong> Concurso de Microrrelatos,<br />
<strong>La</strong>bios de Neón. <strong>II</strong> Concurso<br />
de Microrrelatos Eróticos, Miedo en tus<br />
Ojos. V Concurso de Microrrelatos de<br />
Ojos Verdes Ediciones y en las revistas<br />
digitales: Ojos.com (Colombia) y <strong>La</strong> <strong>Sirena</strong><br />
<strong>Varada</strong> (México)<br />
Andrea Ciria<br />
Escritora, correctora de estilo y traductora.<br />
Mención honorífica en Ciencias de<br />
la Comunicación y Música (UDLA). Diplomado<br />
en Creación Literaria (Escuela<br />
de Escritores Ricardo Garibay. Maestría<br />
en Literatura (Colegio de Morelos).<br />
Mención Honorífica por el cuento Su<br />
único ojo, Primer Premio Nacional de<br />
Cuento Fantástico Amparo Dávila, 2015,<br />
primer lugar en la Convocatoria de Publicación<br />
de obra inédita, Editorial Lengua<br />
de Diablo.<br />
Eva María Baos Ruíz<br />
Nacida en Barcelona el trece de noviembre<br />
de 1974. Es licenciada en Filología<br />
Hispánica por la Universidad de<br />
Barcelona. Actualmente es profesora<br />
de castellano en un instituto de educación<br />
secundaria. Está casada y tiene<br />
un niño y una niña. Vive en Abrera,<br />
Barcelona.<br />
Paula Yessenia Aguirre Zendejas<br />
Nacida en Mexicali, Baja California, México.<br />
Escrito a los cieciocho años.<br />
188
Roberto Berríos<br />
Nació en Nicaragua, América Central, en<br />
1983, cuando esté país estaba sumido<br />
en una sangrienta guerra civil. Estudió<br />
psicología y comunicación social, sin<br />
abandonar la pasión por las letras. Es<br />
el ganador del Certamen Literario María<br />
Teresa Sánchez, 2016, en el género de<br />
Ensayo. También es el escritor del libro<br />
<strong>La</strong> piel de la lluvia (2017) y colabora en<br />
su país con diversas páginas culturales.<br />
Cristian Ariel Vaccaro<br />
Nació el 20 de mayo de 1983 en los suburbios<br />
de Buenos Aires Argentina. Es<br />
abogado y empleado público. Es aficionado<br />
a la escritura y disfruta mucho<br />
de poder hacerlo sin ningún tipo de<br />
compromiso ni urgencia. Escribe en los<br />
tiempos libres que le quedan entre la<br />
vida familiar y el trabajo.<br />
José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas<br />
Nacido en Bilbao, hecho que sobrelleva<br />
con la mayor de las humildades, es<br />
autor del libro de relatos Zumo de Ciprés,<br />
la novela El chico de los recados,<br />
y ganador, entre otros premios, del I<br />
Certamen Internacional de Microrrelatos<br />
Grupo Prisa. Dueño de infinidad<br />
de dudas y rehén de contadas certezas,<br />
intenta cada día comprender los mecanismos<br />
de un mundo inverosímil.<br />
Víctor Hugo Espino Hernández<br />
Licenciado en Filosofía por la UNAM.<br />
Ha publicado en distintas revistas electrónicas<br />
como Symposium y Ácido para<br />
llevar. Es uno de los ganadores del I<br />
Concurso internacional de aforismos Encarnación<br />
Sánchez Arenas impulsado<br />
por la editorial Playa Ákaba con sede en<br />
Madrid, España. Actualmente es administrador<br />
del grupo en facebook: In-Tellectum:<br />
venta especializada de libros.<br />
189
Alberto Arecchi<br />
Arquitecto italiano, presidente de la Asociación<br />
Cultural Liutprand, de Pavía, que<br />
pública estudios sobre la historia y las<br />
tradiciones locales. (www.liutprand.it) Autor<br />
de publicaciones y libros obre el património<br />
histórico y la história de su ciudad,<br />
otros asuntos de arquitectura, tecnologías<br />
para el desarrollo; escribe cuentos<br />
breves y poemas en diversos diferentes<br />
idiomas, ganando galardones y reconocimientos<br />
en concursos literarios en Italia,<br />
España, América <strong>La</strong>tina.<br />
Mauricio Vega Vivas<br />
Ciudad de México 1965. Obtuvo el primer<br />
lugar en el Concurso de Cuento de<br />
la Casa Universitaria del Libro UNAM,<br />
CASUL 20<strong>11</strong>. Y tercer lugar en el Segundo<br />
Concurso de Cuento Rincones Mágicos<br />
de México, convocado por Editorial<br />
Porrúa y Secretaría de Turismo, con el<br />
cuento <strong>La</strong> ciudad bajo la ciudad. Que<br />
cuenta ya con dos ediciones y forma<br />
parte de su colección infantil Gusano<br />
de Luz.<br />
Carolina Alpuche<br />
Estudiante de Ingeniería Química en la<br />
Universidad Autónoma Metropolitana y<br />
CEO de Editorial Dreamers. Lectora empedernida,<br />
amante del café y de Les Luthiers.<br />
Gilberto Santos<br />
Nació en el puerto fronterizo de Nuevo<br />
<strong>La</strong>redo, Tam. Donde pasó su infancia<br />
y parte de su juventud. Después se<br />
trasladó a la Ciudad de Morelia, Mich.,<br />
dónde estuvo algunos años paseando<br />
y aprendiendo. Ahora nuevamente vive<br />
en el Norte del País con su bella esposa e<br />
hijo. Dedicado actualmente a la docencia,<br />
al Kendo, su iglesia y otras actividades,<br />
nunca perdió el gusto por la lectura.<br />
190
Eric Rosales<br />
Eric Rosales nació en Villahermosa,<br />
Tabasco en 1996. En 2015, ingresó a la<br />
carrera de Literatura Dramática y Teatro<br />
en la Facultad de Filosofía y Letras<br />
de la Universidad Nacional Autónoma<br />
de México, donde cursó las asignaturas<br />
de Dramaturgia I y <strong>II</strong>, así como Taller de<br />
Guion para Cine, Radio y TV I y <strong>II</strong>.<br />
Oscar Seidel<br />
Nació en 1952, en Tumaco, Colombia.<br />
Autor de los libros En el mar de sus recuerdos<br />
(Cuentos.2016), Max Seidel El<br />
Pedagogo Alemán, Biografia.2017, y El<br />
dulce olor de Puerto Perla (Novela.2018)<br />
Coautor de los libros Que todo el mundo<br />
te cante (Relatos.2016) y 100 palabras<br />
(Minicuentos.2017). Figura en la Fundación<br />
César Egido Serrano, y el Museo de<br />
la Palabra, de Madrid (España), lo nombraron<br />
Embajador del idioma español<br />
de su país en el mundo, en el 2018.<br />
Nestor Quadri<br />
El autor es de profesión ingeniero, docente<br />
universitario en Buenos Aires y<br />
autor de numerosos libros técnicos.<br />
Desde principios del año 2006, y luego<br />
de jubilarse se puso a escribir cuentos<br />
y poesías, participando en numerosos<br />
concursos literarios. Ha publicado los<br />
libros Cuentos sin nombres (2009), Inquietudes<br />
literarias (20<strong>11</strong>), <strong>La</strong> caja del<br />
tiempo (2013) Cuentos del Parque Avellaneda<br />
(2014) en Editorial Alsina. Buenos<br />
Aires. Argentina.<br />
María del Mar<br />
Nació el 4 de noviembre de 1996 en San<br />
Salvador de Jujuy, Argentina. Reside en<br />
la Patagonia y se encuentra estudiando<br />
la Licenciatura de Comunicación Social.<br />
<strong>La</strong>s crónicas de Narnia y El diario de Ana<br />
Frank fueron los primeros de sus muchos<br />
libros y partir de eso empezó a escribir.<br />
191
RELATO<br />
AUTORES<br />
SELECCIONADOS<br />
PARA EL<br />
DUODÉCIMO<br />
Y DECIMOTERCER<br />
NÚMERO<br />
192<br />
Ricardo Sánchez Mejorada<br />
Jesús Guillén Luna<br />
Alfredo Cuauhtémoc Pérez<br />
Hugo Eduardo Quiroz Marín<br />
Éper Mono<br />
Beatriz Marquez Gutierrez<br />
Esperanza Angeles Soto<br />
Martín Sepúlveda B.<br />
Silvia Alejandra Fernandez<br />
Jose G. Mejia<br />
Miguel Cobenas<br />
Zárate Bruno León<br />
Stefany Cisneros<br />
Martín Gabriel <strong>La</strong>mo Toccalino<br />
Gabriel Bevilaqua<br />
Augusto Montero Razo<br />
Víctor Andrés Parra Avellaneda<br />
Cintia Mariana Ledesma Gutiérrez<br />
Karen Liz Colman Neris<br />
Efrain Nadal De Choudens<br />
Raúl Elvio Fantin<br />
Irene Mariana Hume<br />
Mabel Bello de Cayrús<br />
Perla Romero Mora<br />
Elías Romero<br />
Hugo César Delgado Ayala<br />
Camila Villarroel Barreto<br />
Lemis Tarajano Noya<br />
Yobany de José García Medina<br />
José Luis Díaz Marcos<br />
Damaris Gassón Pacheco<br />
Jesús Guerra Medina<br />
Sarhay Algravez Espinoza<br />
Carlos T Yes<br />
Sahalif Lefaar <strong>La</strong>valle Avalos<br />
Pablo Caputo Bogliolo
MICROCUENTO<br />
Mario Ruddyart Bermúdez Pérez<br />
<strong>La</strong>dy Akasha<br />
Pascual Verioli<br />
Hugo Chávez Mondragón<br />
Mauricio Nieto<br />
D.M.H.S.<br />
Alfonso Archundia<br />
Gaby MarDan<br />
Reyna Romyna Olmos Hernández<br />
Juan Pedro Agüera Ortega<br />
Orugazul<br />
Omar Fuentes Martínez<br />
Héctor Daniel Olivera Campos<br />
A. E. Hassan.<br />
Hector Fabio Garcia Libreros<br />
Victor Hugo Toledo Aguilar<br />
Gregorio Vega Cuesta<br />
William Alexander Romero Díaz<br />
Nar Cienfuegos<br />
Rubén Herrera<br />
Omar Cabrales Salazar<br />
Gilberto Arvizu Morales<br />
Paulo Neo<br />
Lucía Borsani García<br />
William Guillén Padilla<br />
Alan Fernando Mondragón Corona<br />
Rebeca Jazmín Jiménez Urióstegui<br />
Jose Gabriel Mier<br />
Felipe Andrés Vergara Unda<br />
Kim Pantaleón<br />
@FrankCruz90<br />
Ken Jact Fernández León<br />
Enrique Herrera Arévalo<br />
Manuel Serrano<br />
Aurora Rapún Mombiela<br />
Jorge Daniel Garcia Carregha<br />
Jesús Ayón Vargas<br />
Sonia Concari<br />
Cesar H. Vázquez S.<br />
Raquel Sánchez López<br />
ENSAYO<br />
Hernando Orozco Losada<br />
Manuel Felipe Álvarez-Galeano<br />
Santos Romeo Barrientos Aldana<br />
Matoi<br />
Mario Carlos Martínez Espinosa<br />
André Kuri<br />
Victor Hugo Espino<br />
Gonzalo Martín Castro<br />
Donis Albert Egea<br />
Xiera<br />
A. Belmont<br />
SELECCIÓN DEL EDITOR<br />
Íñigo Redondo Egaña<br />
Yess Pimienta<br />
José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas<br />
José Luis Pérez Ramírez<br />
Mario López Espinosa<br />
Miguel Aguirre Bernal<br />
Luis Felipe Ortiz Reyes<br />
Ada Inés Lerner<br />
Juan Pablo Goñi Capurro<br />
Nestor Quadri<br />
193
en nuestro<br />
siguiente número:<br />
Más artículos, ensayos,<br />
cuentos y microcuentos,<br />
novelas por entregas<br />
y mucho más...