18.10.2018 Views

La Sirena Varada: Año II, Número 11

El undécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

El undécimo número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />

<strong>La</strong> sirena varada<br />

R E V I S T A L I T E R A R I A<br />

es una publicación de<br />

EDITORIAL DREAMERS<br />

libros digitales, gratuitos y legales<br />

LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />

<strong>Año</strong> 2, N° <strong>11</strong>, septiembre 2018 es una publicación mensual<br />

editada por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful<br />

Editing and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />

Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />

www.editorialdreamers.com<br />

Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />

Ilustración de portada: pomupomu<br />

Ilustraciones: The British Library’s collections<br />

<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />

reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />

editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />

en esta revista.<br />

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />

parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />

sin previa autorización de Digital Robotic Entity<br />

Assembled for Masterful Editing and Rational Sabotage<br />

S.A.S. de C. V. o los respectivos autores.<br />

© 2018<br />

DIGITAL ROBOTIC ENTITY ASSEMBLED<br />

FOR MASTERFUL EDITING AND<br />

RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />

todos los derechos reservados<br />

SOBRE<br />

ESTE<br />

NÚMERO<br />

Sobra decir que este número ha sufrido<br />

de muchos tropiezos, pero es<br />

normal considerando todos los cambios<br />

que vienen para la editorial; cabe<br />

aclarar que ninguno de esos cambios<br />

afectará a la revista, así que de eso no<br />

se tienen que preocupar.<br />

Muchas cosas interesantes han pasado<br />

en este último mes, pero lo más<br />

curioso de todo ha sido un correo electrónico<br />

invitándonos a sumarnos al<br />

movimiento BDS.<br />

¿Qué es el BDS? Pues es el Movimiento<br />

Boicot, Desinversiones y Sanciones, que,<br />

según Wikipedia, es una campaña global<br />

que trata de incrementar la presión<br />

económica y política sobre Israel para<br />

que cumpla los objetivos del movimiento:<br />

el fin de la ocupación israelí y la colonización<br />

de los territorios Palestinos y los<br />

Altos del Golán, la plena igualdad de los<br />

ciudadanos árabes palestinos que viven<br />

en Israel y el reconocimiento del derecho<br />

de los refugiados palestinos al retorno.<br />

En el correo, uno de los activistas de<br />

este movimiento nos invitaba a no publicar<br />

autores que apoyen abiertamente<br />

el régimen israelí, que vivan en Israel<br />

o que tengan ascendencia judía, además<br />

de pedirnos que les brindaramos<br />

espacio para publicar material referente<br />

a su movimiento.<br />

Todo suena muy bonito y comprendo<br />

que sus intenciones pueden considerarse<br />

como buenas; sin embargo,


mi primera pregunta fue el porqué de<br />

la invitación. El consejo editorial me<br />

recordó que, en uno de nuestros primeros<br />

números, publicamos a un autor<br />

argentino-israelí.<br />

Debo decir que aunque nosotros no<br />

apoyamos de las acciones que el régimen<br />

de Netanyahu está tomando respecto<br />

al estatus de Jerusalén, la franja<br />

de Gaza y la ribera occidental, tampoco<br />

vamos a cerrarle las puertas a ningún<br />

autor debido a cuestiones políticas.<br />

Esta revista es un espacio cultural, y<br />

tiene que estar abierta a todas las voces<br />

que busquen un espacio de expresión,<br />

sin importar su filiación política,<br />

económica, religiosa, moral, o cualquier<br />

otra cosa que se les ocurra.<br />

Para nosotros, y para mí específicamente,<br />

es primordial que el arte sea un medio<br />

que nos una y que nos enseñe sobre las<br />

similitudes y diferencias que existen entre<br />

cada cultura que habita este planeta; por<br />

esa razón no apoyaremos nunca ningún<br />

movimiento o causa que busque coartar<br />

las libertades de las personas, y mucho<br />

menos que cuarte nuestra libertad de publicar<br />

lo que se nos de la gana.<br />

Sabemos que tal vez no estén de<br />

acuerdo con nosotros, pero piensen en<br />

esto: decir que todos los habitantes de<br />

Israel apoyan las acciones de su gobierno<br />

sería como decir que todos los musulmanes<br />

apoyan al Estado Islámico; y no, no se<br />

puede echar a todos en el mismo costal.


18<br />

EL ARTE<br />

DE IMAGINAR<br />

34<br />

LA IMPORTANCIA DE<br />

LAS HISTORIAS<br />

48<br />

LA LITERATURA<br />

EN LA EDUCACIÖN<br />

PARA LA PAZ<br />

64<br />

POESÍA DEL<br />

DESCUBRIMIENTO


80<br />

EL SER<br />

HUMANO ASOCIAL<br />

96<br />

EL MIEDO<br />

Y LA ALTERACIÓN<br />

100<br />

164<br />

SELECCIÓN<br />

DEL EDITOR<br />

122<br />

NUESTROS<br />

ARTÍCULOS<br />

170<br />

NOVELAS POR<br />

ENTREGAS<br />

MICROCUENTOS


6<br />

VISITA<br />

AL INFIERNO<br />

Por María del Mar


Catalina llegó corriendo a la estación<br />

de tren, no podía llegar tarde<br />

nuevamente. Se sentó del lado de<br />

la ventanilla, por suerte esa mañana no<br />

había tanta gente. Apenas una decena<br />

de pasajeros sentados y entretenido<br />

en sus pensamientos. Agradecida, recordaba<br />

la otra mañana cuando había<br />

tenido que viajar parada, soportando<br />

el calor. Por eso odiaba el verano, además<br />

en el trabajo no había ventilador<br />

que alcanzara para todos los que trabajaban<br />

en la oficina.<br />

Catalina suspiró resignada, el tren ya<br />

estaba por cerrar sus puertas cuando<br />

una joven ingresó al vagón. Llevaba una<br />

campera, lo cual era ilógico teniendo en<br />

cuenta la temperatura que hacía. Segundos<br />

después la extraña se sentaba<br />

delante de Catalina, quien rápidamente<br />

se cubrió la nariz. Un olor nauseabundo<br />

se empezó a sentir dentro del vagón. Catalina<br />

miró hacia los costados para ver<br />

a los demás pasajeros, pero estos no se<br />

habían inmutado ante la hediondez. <strong>La</strong><br />

joven se dio cuenta de que el olor provenía<br />

de la extraña de la campera. <strong>La</strong>s<br />

moscas danzaban alrededor de su cabeza,<br />

eran cada vez más. Catalina intentaba<br />

pensar en otra cosa para olvidar el<br />

hedor, pero no podía, y todavía faltaba<br />

media hora para llegar a destino. <strong>La</strong> extraña<br />

empezó a murmurar entre dientes<br />

y fue de a poco subiendo el tono de la<br />

voz, a tal punto que el farfullo se convirtió<br />

en un alarido incomprensible.<br />

<strong>La</strong> extraña giró su cabeza de una manera<br />

macabra e inexplicable, su torso<br />

no se movió ni un centímetro de donde<br />

estaba, y clavó su mirada oscura en la<br />

cara de Catalina. Desesperada, la joven<br />

intentó moverse pero le resultó imposible,<br />

estaba realmente paralizada. Apenas<br />

podía mover los ojos lo suficiente<br />

como para darse cuenta de que el resto<br />

de las personas ignoraban lo que estaba<br />

sucediendo. Un ardor empezó a recorrer<br />

su cuerpo.<br />

—¿Te olvidaste de mí?<br />

Catalina se dio cuenta de algo que<br />

no había notado: la extraña tenía una<br />

marca en el cuello, como si algo hubiera<br />

apretado su cuello. Entonces supo lo<br />

que estaba pasando. Su hermana se había<br />

suicidado hacía años ahorcándose.<br />

Recordó esa noche. Era ella. Lourdes.<br />

—Todo es culpa tuya.<br />

<strong>La</strong>s lágrimas empezaron a caer sobre<br />

sus mejillas. Estaba desesperada, quería<br />

que todo eso terminara.<br />

—Nunca te voy a dejar. Por tu culpa<br />

se incendió la casa, y nuestros padres<br />

se enojaron conmigo. Me echaron.<br />

Había sido tan solo una travesura.<br />

Una noche los padres de las chicas<br />

habían salido a cenar. Lourdes, al ser<br />

la mayor, había quedado a cargo de la<br />

casa. Esa noche se entretuvo hablando<br />

por teléfono. Catalina estaba jugando<br />

con un encendedor, tontería de niño.<br />

Primero fueron las cortinas las que se<br />

empezaron a incendiar. Se asustó tanto<br />

que no quiso decirle a su hermana para<br />

que no la regañara. <strong>La</strong> casa era de madera,<br />

todo se consumió. Lourdes pudo<br />

salir con su hermana, pero cuando llamaron<br />

a los bomberos ya era tarde. Los<br />

padres echaron a Lourdes, ya los había<br />

decepcionado en otras oportunidades.<br />

Ella no consiguió trabajo por lo tanto<br />

vivió un tiempo en la calle, pasando<br />

frío y hambre.<br />

<strong>La</strong> familia tuvo que vivir en un monoambiente.<br />

Lourdes, una vez que descubrió<br />

donde vivían, los vigilaba día y<br />

noche, esperando que Catalina quedara<br />

sola, porqué sabía que sería sencillo<br />

que le abriera. Finalmente consiguió<br />

7


su cometido. Una vez que entró, tomó<br />

un cinto lo colocó alrededor de su cuello<br />

y se colgó. Catalina observó toda la<br />

escena, pero no se inmutó. Cuando los<br />

padres llegaron se encontraron con la<br />

escena del cadáver de su hija mayor, y<br />

a la menor sentada frente a ella.<br />

Catalina recordó todo lo que había<br />

pasado en unos segundos. Empezó a<br />

ver un fuego que se elevaba y quemaba<br />

todo lo que estaba a su alrededor, el<br />

tren había desaparecido. Todo era negro<br />

y rojo, había mucho humo. Desde el<br />

piso vio aparecer figuras que parecían<br />

humanas, gritaban del dolor, cuerpos<br />

carbonizados aun en movimiento se<br />

acercaban a ella como pidiendo ayuda.<br />

<strong>La</strong> mano de Lourdes apretaba cada vez<br />

más fuerte el brazo de Catalina.<br />

—No te vas a acordar de nada, como<br />

siempre. Nos vemos mañana, hermanita<br />

—le susurró Lourdes, y desapareció.<br />

Catalina despertó de golpe. No podía<br />

creer que hubiera dormido en todo el<br />

viaje, lo último que recordaba era cuando<br />

se había sentado en la estación. El<br />

tren ya había llegado a destino. Tomó<br />

sus cosas y se fue hacia su trabajo.<br />

8


LIBROS<br />

GRATIS<br />

www.editorialdreamers.com<br />

9


10<br />

LA<br />

ABURRIDA<br />

Por Marcia González López


Fue en domingo. No hay domingos<br />

sin aburrimiento ni tragedias. <strong>La</strong><br />

niña había nacido con la virtud del<br />

aburrimiento. Harta de escuchar de<br />

boca de su madre: «Haz algo, porque<br />

los únicos que se aburren son los burros»,<br />

buscaba abatir su desdicha de<br />

sentirse aburrida todos los días en la<br />

soledad del campo donde veraneaban<br />

todos los años.<br />

Los niños más cercanos estaban a quince<br />

kilómetros, para colmo eran sus primos<br />

mellizos que solo la invitaban a jugar para<br />

hacerle conocer la maldad y el terror. <strong>La</strong><br />

última vez que la invitaron a cabalgar,<br />

prepararon la yegua más mansa del lugar,<br />

ajustaron la montura, el cojinillo y la<br />

subieron, apenas tomó las riendas le dieron<br />

un rebencazo en las caderas al animal,<br />

que salió despavorido por medio del arenal<br />

del zanjón; a los tres o cuatro galopes,<br />

estaba <strong>La</strong> aburrida prendida como garrapata<br />

a la montura ladeada, entre las patas<br />

de la yegua asustada. Después de eso,<br />

prefería buscarse otro entretenimiento.<br />

Se acercaba el fin de semana, aunque<br />

en el campo todos los días son<br />

iguales, y encontró un entretenimiento<br />

fantástico después de escuchar historias<br />

de fogón en la voz de su tío Mito,<br />

que poco hablaba, y cuando lo hacía<br />

todo parecía ser fascinante. Se fue a<br />

dormir pensando que ya no se aburriría<br />

nunca más. Era la gran idea para superar<br />

los dos meses que le quedaban<br />

aún en el campo. <strong>La</strong> tarea demandaba<br />

un mínimo de dos días de preparación.<br />

Conseguir una mochila de agua, que<br />

era tan grande como su espalda, preparar<br />

la pala, la picota, otra mochila con<br />

vendas, víveres, abrigo, un rifle de calibre<br />

veintidós con unas balas para defenderse<br />

de los animales salvajes, y el<br />

infaltable sombrero de expedicionaria.<br />

Llegó el gran día, era domingo y el sol<br />

no quería dormir la siesta, el permiso<br />

para partir estaba dado solo después<br />

de lavar los platos. Bajo el sol de enero<br />

emprendió la caminata con el destino<br />

ante sus ojos. El cerro Urón podía vérselo<br />

desde el casco de la estancia, pero<br />

estaba lejano, le demandaría más de<br />

una hora de caminata, los cálculos estaban<br />

mal sacados, era aburrida y pésima<br />

para las matemáticas. <strong>La</strong> física no<br />

ayudaba, las dimensiones de la mochila<br />

de agua, el pico, la pala, los víveres y<br />

el arma, demasiado peso dificultaban<br />

la marcha. Casi tres horas le llevó llegar<br />

al pie del cerro empinado, imposible<br />

subir con todo. Dejó sobre la ladera sur,<br />

luego de tomar unos cuantos sorbos<br />

de agua, la mochila, la pala, los víveres.<br />

Solo pudo ascender con mucha dificultad<br />

bajo los rayos ardientes del sol,<br />

apoyándose en el rifle y en la picota.<br />

El silencio era interrumpido por los<br />

latidos de su corazón. Una vez en la<br />

cima contempló la inmensidad de ese<br />

paisaje desértico y tan aburrido hasta<br />

ahora. Se tomó unos instantes para<br />

calmar su agitada respiración, necesitaba<br />

recuperarse de la escalada. Ahora<br />

estaba a punto de tener la recompensa<br />

a tanto esfuerzo. Caminó hacia el borde<br />

del cerro, a un metro del abismo. Y allí<br />

estaba tal cual lo había relatado su tío<br />

a orillas del fogón, frente a sus ojos: el<br />

chenque. El latido de su corazón se aceleró,<br />

pensó que iba a morir ahí, en lo<br />

indebido del aburrimiento, comenzó a<br />

mover las piedras con la picota, en vano<br />

la había arrastrado hasta la cima. Empezó<br />

a sacar las piedras con sus pequeñas<br />

manos, el montículo de rocas negras<br />

hacían la diferencia. Cuando comenzaba<br />

a aflorar un color más amarillento<br />

del suelo arcilloso, de pronto dos águi-<br />

<strong>11</strong>


las revolotearon sobre ella grazneando<br />

amenazantes en vuelo zigzagueante.<br />

No lo dudó, corrió unos tres metros y<br />

comenzó a disparar frenéticamente.<br />

<strong>La</strong>s aves en vez de irse arremetieron<br />

con mayor virulencia, al escuchar el clic<br />

del gatillo sin la resonancia de la bala<br />

arrojó el arma al vacío y salió corriendo<br />

presa de pánico, no sin antes caerse y<br />

rasparse brazos y piernas. Corrió a pesar<br />

del dolor y la sangre caliente que<br />

caía de sus heridas. No pudo hacerse<br />

de las supuestas joyas de piedra y barro<br />

que guardan las tumbas de los Tehuelches<br />

en el sur de la Patagonia. Su espíritu<br />

arqueológico se vio cercenado por el<br />

convencimiento temprano de que una<br />

maldición indígena cayó sobre ella por<br />

haber intentado profanar una tumba.<br />

Desde entonces no regresó al campo y<br />

carga con la mayor maldición del mundo:<br />

la de aburrirse en todas latitudes.<br />

12


libros de<br />

nuevos autores<br />

sin costo<br />

www.editorialdreamers.com<br />

13


14<br />

EL DÍA<br />

QUE VI EL MAL<br />

Por Francisco Javier Soto Hernandez


Espíritus, brujería, posesiones, demonios…<br />

son reales.<br />

Paso tan de repente que el simple<br />

hecho de asimilarlo fue un reto<br />

para mi mente. Quizás porque solo era<br />

un niño de once años, no lo sé, pero sé<br />

que después de eso nunca volví a ser el<br />

mismo, y no lo seré.<br />

Yo cursaba el quinto grado de primaria<br />

y todos los días al salir iba con mi<br />

madre, ella trabajaba en un pequeño<br />

supermercado de su propiedad y me<br />

quedaba de paso, era normal que en<br />

ocasiones lo encontrara cerrado, mi<br />

madre se tomaba un tiempo para descansar<br />

para después volver a abrir su<br />

pequeña tienda. Ese día había encontrado<br />

cerrado antes y decidí irme de<br />

largo directamente hacia la casa. Justo<br />

cuando iba caminando, logré escuchar<br />

mi nombre en un fuerte grito…<br />

—¡Javier!<br />

Rápidamente voltee y vi a mi padre,<br />

quien se dedicaba a la música, tenía un<br />

grupo y todo eso, se me hizo muy raro<br />

verlo llegar en un auto. Frenó el auto de<br />

golpe, salió rápidamente y me tomó de<br />

los hombros diciéndome con un tono<br />

de voz entre asustado y nervioso:<br />

—¡¿A dónde ibas?! ¡Súbete rápido al<br />

carro! ¡Tenemos que ir por tus hermanos<br />

con tu abuela, rápido!<br />

No quise hacerlo enojar pues mi padre<br />

es de un temperamento alto así<br />

que no dudé en subir. Llegamos rápidamente<br />

a la casa de mi abuela y al bajar<br />

vi salir corriendo a mis hermanos casi<br />

llorando, les pregunté:<br />

—¿Qué pasó? ¿Por qué lloran? —solo<br />

lograron contestarme entre sollozos:<br />

—E… es que n-n-no nos dejaban ir a<br />

la c-ca-cas-casa.<br />

Aún más consternado, tomé sus mochilas<br />

y las subí al carro y para no hacer<br />

demorar a mi padre, después los ayudé<br />

a subir al auto. Al ir por mi padre solo<br />

logré escuchar a mi abuela y a una de<br />

mis tías diciendo:<br />

—¿Pero cómo paso? ¿Dónde estabas<br />

tú? ¡De seguro estabas con tus amigos!<br />

Mi padre, al tratar de no gritarles a<br />

mis tías y a mi abuela, salió y subió al<br />

auto. Mi abuela, deteniendo la puerta<br />

antes de que azotara, le alcanzó a decir<br />

a mi padre:<br />

—Ten cuidado, hijo. No dejes que los<br />

niños la vean…<br />

Llegamos rápido a la casa de mi<br />

abuela materna, y en la entrada logré<br />

observar muchos autos estacionados<br />

en frente. <strong>La</strong> entrada de la casa de mi<br />

abuela era un pasillo largo, una puerta<br />

a la derecha, tres a la izquierda y una<br />

puerta al final que llevaba al patio. A<br />

mis hermanos y a mí nos dejaron en la<br />

segunda puerta de la izquierda, al entrar<br />

encontramos a varios de nuestros<br />

parientes, todos mirándonos; en sus<br />

miradas se notaba un sentimiento de<br />

pena y dolor. De repente se escuchó un<br />

grito proviniendo de uno de los cuartos<br />

de la casa… Todos los que estaban con<br />

nosotros se tapaban los oídos y a uno<br />

que otro se le salía las lágrimas.<br />

De repente entraron al cuarto mi<br />

padre, un hombre de lentes y otro<br />

que traía de vestimenta un traje negro<br />

con una cintilla blanca en su cuello. El<br />

tiempo pasaba y se hizo de noche, uno<br />

de nuestros conocidos quiso tratar de<br />

conciliar el sueño, al instante despertó<br />

con la cara pálida, llorando, asustado.<br />

En ese instante el hombre con la cintilla<br />

en su cuello preguntó:<br />

—¿Qué fue lo que viste, hijo? ¿Cuántas<br />

eran? ¿Dónde estaban?<br />

—¡Eran tres! ¡Estaban en un auto justo<br />

en frente de su casa! ¡No vaya, señor,<br />

15


no vaya! ¡Le van a hacer daño, al igual<br />

que a su esposa!<br />

Yo, asustado, salí corriendo del cuarto;<br />

traté de salir de la casa pero, al pasar<br />

por la primera puerta, lo vi…. Una<br />

figura recostada en una cama; sujetada<br />

de las manos a la cabecera, y varios<br />

hombres gritando:<br />

—¡En nombre de Dios, sal de este<br />

cuerpo! ¡Te lo ordeno! Entonces vi el<br />

cuerpo retorcerse. Vi lo inimaginable…<br />

⁂<br />

Aún me preguntan: «¿Cómo puedes creer<br />

en eso? No existe, quizás solo estaba<br />

enferma…». Pero yo les pregunto, ¿qué<br />

enfermedad te pone la piel completamente<br />

negra? ¿El color de tus ojos puede<br />

cambiar por completo? ¿Cambia tu tono<br />

de voz a un tono tan grueso que te hace<br />

temblar, llorar, erizar la piel? Es ahí, cuando<br />

ya no saben que responderme…<br />

16


YA DISPONIBLE<br />

ANTOLOGÍA<br />

mar crepuscular<br />

veinticuatro cuentos de terror, ciencia ficción y<br />

policíacos de grandes autores hispanoamericanos<br />

descárgala gratis<br />

en google books<br />

17


EL ARTE<br />

DE IMAGINAR<br />

Por Jokabeth Roal<br />

<strong>La</strong> literatura es un maravilloso fenómeno<br />

difícil de definir, puesto que<br />

dentro del ámbito literario existe<br />

textos de diversa índole: cuentos, poemas,<br />

fabulas, novelas, microrrelatos,<br />

etc. Pese a ello, la Real Academia Española<br />

(RAE) define literatura como «el<br />

arte de la expresión verbal», es decir;<br />

es una expresión artística cuya materia<br />

prima es la palabra escrita (lengua),<br />

manipulada por el escritor con el fin de<br />

18<br />

provocar un efecto emocional y cultivar<br />

la imaginación del lector.<br />

Existen diversos géneros literarios<br />

que constituyen un modelo para el autor,<br />

tal es el caso del género literario<br />

«ciencia ficción». Pero ¿cómo surgió la<br />

literatura de ciencia ficción? Pues bien,<br />

en 1926 Hugo Gernsback acuño el término<br />

«ciencia ficción» al incorporarlo<br />

en la portada de Amazing Stories, una<br />

de las revistas más conocida en Esta-


dos Unidos. De modo, que hasta ese<br />

año lo que hoy día denominamos ciencia<br />

ficción recibía diversos nombres,<br />

tales como «viajes fantásticos», «relatos<br />

de mundos perdidos», «utopías», o<br />

«novelas científicas».<br />

<strong>La</strong> primera obra de ciencia ficción se<br />

remonta en 1818, año en que se publica<br />

Frankenstein o El moderno Prometeo<br />

de Mary Shelley. Aunque algunos<br />

cuestionan la clasificación de esta obra<br />

como ciencia ficción para casi todos<br />

los expertos del ámbito literario la obra<br />

que supuso un antes y un después en<br />

la concepción de la literatura de ficción<br />

científica fue la obra de Shelley.<br />

Posteriormente, en los años 30 del<br />

XIX, Edgar Allan Poe escribió algunos<br />

relatos que sin duda debían incluirse en<br />

este género (<strong>La</strong> incomparable aventura<br />

de un tal Hans Pfaal, Revelación mesmérica,<br />

El poder de las palabras, etc.).<br />

19


Más adelante en el siglo XIX, aparecería<br />

Julio Verne, escritor francés conocido<br />

por sus novelas de aventuras y<br />

por su profunda influencia en el género<br />

literario de la ciencia ficción. De hecho,<br />

es considerado junto a Welles como el<br />

padre del género ciencia-ficción.<br />

Verne aporto innumerables obras a<br />

la literatura; entre las que destacan el<br />

conjunto de novelas «viajes extraordinarios»,<br />

que agrupa todos los relatos<br />

de aventuras que escribió entre 1863<br />

y 1918. Cabe destacar que los inicios<br />

literarios de dicho autor fueron difíciles,<br />

hasta que conoció al editor Hetzel,<br />

quien se interesó por sus textos y le<br />

publicó Cinco semanas en globo (1863),<br />

obra con la cual alcanzó el éxito y lo<br />

estímulo a proseguir con sus relatos de<br />

aventura y fantasía.<br />

Verne era un estudioso de las tecnologías<br />

y la ciencia de su época. Poseía una<br />

increíble capacidad de imaginación que<br />

lo ayudaba a viajar a través del tiempo y<br />

plasmar en sus novelas como seria el futuro<br />

de la sociedad, logrando describir<br />

algunos inventos que en ese entonces<br />

no eran una realidad (el submarino, el<br />

helicóptero, el metro, las naves espaciales,<br />

internet, motores de combustión<br />

interna, etc.) razón por la cual fue considerado<br />

como un «visionario».<br />

En total, escribió más de cincuenta novelas<br />

y desde 1979 es el segundo autor más<br />

traducido del mundo, después de Agatha<br />

Christie. Sin duda, ¡un magnifico escritor!<br />

20


Sin embargo, fue hasta la primera<br />

mitad del siglo XX que el género ciencia<br />

ficción alcanzó su máximo esplendor,<br />

siendo denominada como la Edad de<br />

Oro y Plata, con la aparición de autores<br />

como Isaac Asimov (Yo robot), Arthur C.<br />

Clarke (Odisea espacial), Aldous Huxley<br />

(Un mundo feliz) y Ray Bradbury (Crónicas<br />

marcianas, Fahrenheit 451).<br />

Posteriormente, durante los años 60<br />

y 70 surgió la corriente literaria denominada<br />

«<strong>La</strong> Nueva Ola» (New Wave), que<br />

tiene su origen en la revista británica New<br />

Worlds, dando a conocer autores tanto<br />

británicos como norteamericanos, entre<br />

los que destacan Michael Moorcock, Brian<br />

W. Aldiss, J. G. Ballard, Robert Silverberg,<br />

Thomas Disch, Harlan Ellison, etc.<br />

Podríamos seguir hablando sobre el<br />

proceso de transición de la literatura de<br />

ciencia-ficción, pero en todos los casos,<br />

y a lo largo de su historia, la ciencia-ficción<br />

ha mantenido las principales características<br />

que la hacen tan interesante:<br />

abordar temáticas emocionantes que se<br />

adherían a la ilusión del futuro, la capacidad<br />

de crear escenarios que inspiren y<br />

transporten al lector a otro mundo y el<br />

arte de provocar diversas emociones en<br />

sus lectores. Y como diría el famoso alemán<br />

Albert Einstein «<strong>La</strong> imaginación es<br />

más importante que el conocimiento» y<br />

para la ciencia-ficción tener imaginación<br />

y la capacidad de transmitir sus ideas a<br />

través de la palabra es realmente un arte<br />

que pocos se han atrevido a intentar.<br />

21


22<br />

SORTEO<br />

Por Alfredo Olmos Hernández


El día comenzó claro y soleado, los<br />

jardines se veían perfectamente<br />

adornados y el verde pasto resplandecía<br />

un poco más de lo normal; parecía<br />

un día perfecto para comer. <strong>La</strong> gente del<br />

pueblo comenzó a llegar al auditorio a<br />

eso de las nueve de la mañana, el auditorio<br />

se encontraba en la parte norte<br />

del poblado, y le quedaba algo alejado<br />

a los lugareños que vivían próximos a la<br />

entrada del sitio; ello aunado a que el<br />

camino era de subida y de terracería, se<br />

optó por iniciar las actividades a las diez,<br />

considerando que para ese momento ya<br />

estarían todos reunidos. En otros tiempos<br />

se había estimado que el sorteo podría<br />

durar unas cinco horas, pero en estos<br />

tiempos ya solo se llegaba a las cien<br />

personas, así que el sorteo se estimaba<br />

en hora y media y dar una hora o menos<br />

para la comida.<br />

El presidente Smok fue el primero<br />

en llegar al salón, y le sorprendió que<br />

los niños se acercaran al lugar a tan<br />

temprana hora; quizás el hecho de que<br />

fuese domingo es lo que los había llevado<br />

o ya comenzaban a entender lo<br />

importante de las tradiciones del poblado.<br />

Henry Grug fue el último de los<br />

niños en llegar, cuando se aproximó se<br />

le veía un poco indiferente al evento, al<br />

parecer solo iba en busca de la comida<br />

y no para preservar las tradiciones.<br />

Alrededor de las nueve y media se<br />

acercaron los hombres de la comunidad,<br />

estos llegaron platicando sobre cuestiones<br />

relativas a su trabajo, y pensando en<br />

lo que les podría tocar como premio en<br />

el sorteo. Debido a que las actividades<br />

comenzarían alrededor de las diez de la<br />

mañana se formaron pequeños grupos,<br />

entre los niños, los hombres y las mujeres;<br />

cada quien platicaba sobre diversos<br />

temas, sin importarles los de los demás.<br />

Al dar las diez de la mañana el presidente<br />

Smok tomó su lugar en el podio y<br />

sonó una campanilla, invitando a los presentes<br />

a tomar sus lugares. De inmediato<br />

las mujeres fueron por sus hijos, se reunieron<br />

con sus maridos y procedieron a<br />

ocupar sus lugares en el auditorio. De tal<br />

forma que las familias quedaron perfectamente<br />

acomodadas alfabéticamente.<br />

—Bueno, siendo las diez de la mañana,<br />

comencemos con el sorteo.<br />

—¡Aguarde, presidente! Falta la señora<br />

Daniels.<br />

Todos los presentes voltearon a ver a<br />

Tim, quien había alzado la voz para avisar<br />

que la señora Daniels no se encontraba;<br />

al revisar se observó que efectivamente,<br />

ella no había llegado.<br />

—Bueno, ya todos sabemos las reglas,<br />

respecto a los que no llegan al sorteo…<br />

—¡Presidente Smok, ahí viene! —continuo<br />

Zack Ride. Los presentes observaron<br />

que la señora Daniels venia<br />

corriendo por la terracería, y se le veía<br />

muy agitada.<br />

—…Perdón. Unos perros no me dejaban<br />

pasar.<br />

—Bueno, en ese caso, señora Daniels,<br />

no recibirá el castigo por no asistir al<br />

sorteo, y nos limitaremos a que usted<br />

pasará a recoger su boleto al último.<br />

—Está bien, señor presidente.<br />

—Muy bien, compañeros, comencemos.<br />

Para este momento ya todos<br />

conocemos el proceso, sin embargo<br />

lo repetiré para seguir el protocolo: comenzaré<br />

llamándolos en orden alfabético,<br />

tomaran un boleto de la tómbola,<br />

y retornaran a sus lugares sin abrirlo.<br />

¿Hay alguna duda?<br />

El pleno respondió con una negativa,<br />

y el presidente comenzó a nombrar alfabéticamente<br />

a todos los ciudadanos.<br />

—Brack, Bullys, Caeres…<br />

23


Conforme los nombraba el presidente,<br />

estos pasaban a la tribuna, tomaban<br />

un papel de la tómbola y retornaban a<br />

su lugar. Al cabo de una hora, ya se habían<br />

nombrado a todos los presentes.<br />

—Bueno, compañeros, siguiendo el<br />

protocolo, yo abriré primero mi papel<br />

y se los mostraré —acto seguido, el presidente<br />

abrió su papel y para su pesar,<br />

este se encontraba en blanco.<br />

—Compañeros, al parecer yo no podré<br />

comer el día de hoy. Por protocolo procedo<br />

a recordarles las reglas: a la cuenta<br />

de tres, todos abrirán sus papeles, en<br />

este viene escrito la pieza que les toca<br />

comer, papeles en blanco como el mío,<br />

no comerán nada…; y quien tenga una<br />

carita sonriente será nuestro invitado<br />

de honor el día de hoy. Bien, compañeros,<br />

procedan a abrir sus papeles.<br />

—¡Ay, no es justo! ¡Me toco pellejo! —refunfuño<br />

de inmediato la señora Daniels.<br />

—¡Pues para qué llega tarde! A mí me toco<br />

pescuezo —le respondió la señorita Allí.<br />

24


—¡Yo me quede sin nada! —continúo<br />

Zack Ride.<br />

Por toda la sala, se comenzaron a<br />

escuchar comentarios casi a gritos de<br />

me toco pierna, me toco muslo, no me<br />

toco nada, me toco hígado... Solo Henry<br />

Grug no decía nada.<br />

—Henry, ¿qué dice tu papel? —debido<br />

a que el niño no contestaba, su madre<br />

procedió a quitárselo y decir:<br />

—Aquí, en la familia Grug, a mi hijo le<br />

tocó la carita sonriente y a mí me tocó<br />

pierna —el presidente llamó a Henry al<br />

estrado y le pidió que tomara su lugar<br />

en el plato principal.<br />

—Bueno, compañeros, procedan a<br />

servirse, yo aquí los miro. Yo creo que<br />

por el gran deber cívico que mostro<br />

Stephanie Grug, lo indicado es que ella<br />

se sirva primero.<br />

Pronto todos ellos se dirigieron a<br />

servirse los pedazos de Henry que les<br />

había tocado. Los gritos del niño terminaron<br />

cuando Allí se sirvió su bocado.<br />

25


26<br />

A UN METRO<br />

DEL SUELO<br />

Por Irene González Henríquez


Ahora vivían a un metro del suelo,<br />

con esa limitación de estatura<br />

en su código genético. Parece un<br />

pequeño detalle sin importancia, pero<br />

multiplicado por millones de individuos<br />

supone un ahorro enorme, para empezar<br />

en alimentos. Aún en la actualidad sigue<br />

aceptándose como una medida muy razonable<br />

que nadie discute, al igual que<br />

la limitación en el peso, de la que únicamente<br />

están exentas las embarazadas;<br />

no son demasiadas por cierto.<br />

Desde hace ya más de un siglo la mayoría<br />

nacen en las llamadas incubadoras<br />

gestantes. Cuando las avanzadas técnicas<br />

de fertilidad no bastaron, comenzaron la<br />

manipulación genética y los medios de reproducción<br />

artificiales, creando humanos<br />

más estandarizados, con sistemas digestivos<br />

más simples y eficientes.<br />

Aprenden cómo eran las cosas antiguamente<br />

en clase de historia. El plan<br />

sigue siendo limpiar el aire, el agua y la<br />

tierra hasta un punto en que se puedan<br />

recuperar los ecosistemas que les permitan<br />

vivir en equilibrio con el medio.<br />

Hay programas ya muy avanzados, con<br />

resultados preliminares prometedores.<br />

Este año comienzan las pruebas de<br />

selección para escoger a los afortunados<br />

que se mudarán a las colonias de repoblación.<br />

El amplio conocimiento del<br />

genoma humano facilitará la detección<br />

de los individuos más aptos. El futuro de<br />

la especie estará en sus descendientes.<br />

Una sólida formación en valores altruistas,<br />

de respeto y colaboración mutua<br />

serán la base para no cometer los<br />

errores del pasado. Los artífices de este<br />

ambicioso proyecto son conscientes<br />

del delicado equilibrio que será preciso<br />

mantener entre los pobladores de estas<br />

reservas de vida y la gente de fuera.<br />

¿Ese será el mayor reto a largo plazo?<br />

⁂<br />

Contra todo pronóstico, el sistema lleva<br />

funcionando sin fisuras, roces, ni rencillas<br />

ya varias centurias. A estas alturas el<br />

plan original está más que olvidado.<br />

Aparentemente todo va bien, pero es<br />

una de esas calmas que anticipan tormenta.<br />

Hay un algo flotando en el ambiente,<br />

una cierta sensación de «esto<br />

no acaba de funcionar»; hace falta un<br />

cambio radical, y eso, demasiado a menudo<br />

significa pagar un alto coste.<br />

Los llaman «pigmeos» por su baja<br />

estatura. Por mucho que insistan en<br />

la existencia de ancestros comunes no<br />

lo parece. Aunque un análisis genético<br />

respaldaría dicha afirmación, sus fisiologías<br />

son demasiado diferentes: «Ellos<br />

ni siquiera nacen como nosotros, ni comen<br />

como nosotros, ni tienen un solo<br />

pelo en todo el cuerpo».<br />

Parecen niños enfermos, hasta que<br />

empiezan a hablar con una fluidez, madurez<br />

y conocimientos que no encajan<br />

para nada con un envoltorio tan frágil.<br />

Se llaman a sí mismos «Los Arquitectos»<br />

y a nosotros «Los Originales».<br />

Su misión, su razón de ser, el único<br />

motivo de que existan es preservar la<br />

especie, recuperando la biodiversidad<br />

del planeta de modo que pueda sustentarnos;<br />

cuesta entenderlo, por muy<br />

altruista que sea la naturaleza humana.<br />

Es importante recordar que ellos también<br />

son personas; honrar y agradecer su<br />

sacrificio. Son los descendientes de los<br />

que fueron modificados genéticamente<br />

durante generaciones para garantizar<br />

nuestra supervivencia en los tiempos oscuros<br />

en que el planeta moría.<br />

Los conocemos bien porque algunos<br />

están empezando a establecerse de<br />

forma más permanente en nuestros<br />

27


asentamientos, ahora que hay más recursos<br />

disponibles.<br />

Como respuesta a ese cierto malestar<br />

latente por ambas partes, se ha iniciado<br />

un ambicioso plan que a lo largo de las<br />

diez próximas generaciones acabe por<br />

volver a unificar las dos líneas genéticas<br />

diferenciadas. Se están aboliendo las<br />

leyes que prohibían las parejas mixtas.<br />

No es que persiguieran precisamente a<br />

quienes se las saltaban, pero es un detalle<br />

que ya no sea ilegal. <strong>La</strong> gran pregunta<br />

es si nacerán bebés mestizos sanos,<br />

¿cómo afectará eso a nuestra futura evolución?<br />

¿Será beneficioso a la larga?.<br />

Hasta el momento no está claro si se<br />

ha conseguido algún embarazo viable.<br />

Nadie conoce ningún caso de primera<br />

mano. Se sabe que es biológicamente<br />

posible, pero todo intento ha fracasado.<br />

¿Están condenados a la extinción?<br />

¿Ellos o nosotros?<br />

28


LIBROS<br />

GRATIS<br />

www.editorialdreamers.com<br />

29


30<br />

CANDOR<br />

Por Héctor Alejandro Serrano Ortiz


—¡Hoy luces mejor que nunca! —exclamo,<br />

y mis palabras hacen eco por toda<br />

la habitación. Afuera llueve copiosamente,<br />

volviendo más fría la temperatura<br />

a nuestro alrededor, y es por eso<br />

que mis hálitos son visibles frente a<br />

los ojos de Leonor, que responde a mi<br />

cumplido con una sonrisa a medias.<br />

Si le hacemos justicia, no siempre se<br />

ha visto así. Aunque sus ojos son, en<br />

principio, lo que más me atrajo de ella,<br />

el tiempo me permitió conocer cada<br />

pliegue, cada leve hendidura en su piel,<br />

y la infatuación dio paso al sentimiento;<br />

sin embargo, ahora tales pliegues<br />

no envuelven dentro de sí la sutilidad<br />

de su femineidad, sino el postergado<br />

deterioro de sus años.<br />

—¿Pasa algo? —pregunto, intentando<br />

convertirla en una reminiscencia, en<br />

una proyección de lo que solía ser.<br />

—Nada. Recordaba —sentencia, y la<br />

forma en la que lo dice me obliga a callar.<br />

Tampoco se ha escuchado así todo el<br />

tiempo. Hubo días en los que el ruido<br />

de mis pisadas por el pasillo del hospital<br />

era todo lo que ella necesitaba para<br />

conversar hasta por tres horas; postrada,<br />

mas no debilitada, en la cama de la<br />

habitación 37.<br />

«¡Menudo lugar para conocerse!».<br />

Recurro a estos recuerdos cada vez<br />

que la tristeza se hace presente en nuestros<br />

rostros, como cuando pregunta si su<br />

familia ha pasado a visitarla y yo, con el<br />

peor de los ánimos, le respondo que no,<br />

siendo justamente ése el motivo del por<br />

qué no le he propuesto matrimonio: la<br />

indiferencia la destrozaría.<br />

<strong>La</strong> luz de las velas empieza a desvanecerse<br />

cuando sus ojos de avellana<br />

derraman cada uno una lágrima. No<br />

puedo soportarlas, así que limpio mi<br />

boca y subo a nuestra habitación, a sabiendas<br />

de que no me alcanzará para<br />

recostarse a mi lado.<br />

Con las manos en el pecho y los párpados<br />

abiertos, puedo escuchar el fuego de<br />

la estancia crepitar, y sobre mí, casi puedo<br />

sentir las gotas de lluvia caer sobre mi<br />

piel. <strong>La</strong> tormenta de hoy me recuerda al<br />

mes de agosto previo a que la diéramos<br />

de alta: llovía sin descanso, y ella me preguntó<br />

por primera vez sobre el amor.<br />

»—No te entiendo —le respondí. Y era<br />

verdad. Entre nosotros, las ambiciones<br />

nunca podrían aspirar a convertirse en<br />

realidad, porque el tiempo mismo no<br />

era real: mientras los días resultaban<br />

eternos para la mayoría de los amantes,<br />

para nosotros significaban un azaroso<br />

camino sin garantía.<br />

»—Lo que quiero decir es que mañana<br />

podré salir de aquí —dijo, y yo no pude<br />

más que abrazarla. Lo que durante años<br />

pospusimos, por fin tendría respuesta.<br />

Nuestras ganas de conocer el significado<br />

del amor serían por fin atendidas.<br />

Un trueno me obliga a regresar al<br />

mundo real: el desquebrajado, el que me<br />

recuerda que el amor y las aspiraciones,<br />

como todo lo que es humano, perecen.<br />

Al día siguiente, el ruido de golpes<br />

en mi puerta es lo que me despierta.<br />

Cuando bajo a atender al hombre tras<br />

ella, me doy cuenta de que Leonor no<br />

está cerca, por lo que, al abrir la puerta,<br />

luzco un poco desconcertado.<br />

—¿Señor González? —pregunta, y yo<br />

asiento, pero mi mente divaga hasta<br />

que el hombre pronuncia un nombre<br />

que reconozco.<br />

—Disculpe —interrumpo—, ¿quién es<br />

usted y cómo ha dicho que se llama?<br />

—Soy el investigador Muciño, y trabajo<br />

para la familia Molina —responde él<br />

con notoria impaciencia—. ¿Se encuentra<br />

bien esta mañana?<br />

31


—Sí, es sólo que… no encuentro a mi…<br />

—si Muciño ha de comunicárselo todo a la<br />

familia de ella, que lo haga— prometida.<br />

—Ya veo —se limita a decir, ¡qué prosaico!—.<br />

Repetiré para usted: no tenemos<br />

idea de dónde pueda encontrarse<br />

lo que queda de la señorita Molina.<br />

—Espere. ¿De qué va eso?<br />

—¿Cómo que de qué? —espeta—, ¿a<br />

qué se refiere?<br />

—¿Por qué ha de venir a mofarse de<br />

mí con sus adjetivos y descripciones<br />

fuera de lugar?, ¿qué quiso decir con<br />

eso de «lo que queda de la señorita»?<br />

—Su familia me ha pedido que no me refiera<br />

a ella como lo que solía ser. Les lastima.<br />

¡Deberían sentirse avergonzados!<br />

Huir conmigo jamás demeritaría las<br />

cualidades de su hija, y mucho menos<br />

la privaría de recibir amor.<br />

Con lágrimas en los ojos, hago una<br />

última pregunta al investigador:<br />

—¿Qué puedo hacer por usted para<br />

que se vaya?<br />

—Proporcionarnos el número del hospital<br />

donde trabaja —sentencia, extrayendo<br />

un bolígrafo y un cuaderno de notas, proponiéndose<br />

escribir lo que yo le diga.<br />

Tan pronto como cierro la puerta,<br />

Leonor se hace escuchar sollozando<br />

desde la cocina.<br />

—Ha venido a buscarme, ¿verdad?<br />

—Quieren llevarte de vuelta con tus padres<br />

—le respondo, y ella se postra lentamente<br />

en el suelo, emitiendo uno de esos<br />

llantos que son capaces de amarrarte las<br />

entrañas—. ¡No llores, por favor!, ¡no!, no…<br />

Y sin poder darme cuenta del cómo,<br />

también me encuentro en el suelo, gimiendo<br />

como un niño.<br />

32


El día transcurre como una tortura. A<br />

la hora del desayuno, nuestras miradas<br />

apenas se cruzan; durante el almuerzo<br />

sale a contemplar los geranios; cenando,<br />

llora amargamente: sabe que es<br />

cuestión de tiempo.<br />

»—¡Eres joven, y estás viva! —le decía<br />

yo con mis manos anudadas fuertemente<br />

a las suyas, en las más frías<br />

noches de terapia, cuando apenas ella<br />

tenía 19 años. Ahora no puedo mentirle.<br />

Se ve tan envejecida…<br />

El mismo hombre llega al día siguiente<br />

con una orden, la toma y me obliga a<br />

presenciar el horror en su cara mientras<br />

la arranca de mis brazos y la sube a un<br />

vehículo negro, y no conforme con eso,<br />

me exigen escuchar todo tipo de mentiras:<br />

alegan que Leonor ya no existe, que<br />

he sido yo el culpable de su muerte, que<br />

he penetrado en su reposo para obligarla<br />

a vivir conmigo; revisan mis cosas, me<br />

despiden del trabajo, ¡sólo saben acusarme,<br />

y nadie me ha preguntado por<br />

mi versión de los hechos!<br />

Si les preguntas por la verdad, te dirán<br />

que Leonor falleció durante las lluvias<br />

de agosto, que no huyó conmigo y<br />

no perturbó su sueño para volver a mí;<br />

asegurarán que estoy loco, que pertenezco<br />

a esta habitación enorme e inocua<br />

y que lo mío no es amor.<br />

De dos cosas sí que estoy seguro:<br />

la primera es que nos amamos, y la<br />

segunda, que sus ojos de almendra siguen<br />

aquí, en cada oscura esquina de<br />

este lóbrego confinamiento, mirándome<br />

sin descanso mientras su voz apagada<br />

me llama por mi nombre.<br />

El fuego aún crepita.<br />

33


LA IMPORTANCIA<br />

DE LAS<br />

HISTORIAS<br />

Por Julio González Villegas<br />

Mucho se ha hablado sobre en qué<br />

momento debemos pasar de<br />

considerar una novela realista a<br />

fantástica, y mucho se ha escrito, por<br />

ejemplo en el realismo mágico, de que<br />

ocurre en ese terreno intermedio. Pero<br />

lo que quisiera ahora plantear es lo siguiente:<br />

¿Acaso no son todas las novelas<br />

reales, por el mero hecho de existir?<br />

O también, ¿acaso no es fantástico todo<br />

lo realista por su mera improbabilidad?<br />

34<br />

¿Con que autoridad decidimos que<br />

es más real la crónica del alzamiento y<br />

caída de un imperio, por ejemplo, que el<br />

viaje de un anillo mágico hasta el monte<br />

del destino? Yo creo que es absurdo<br />

limitar la definición de realismo a la pequeña<br />

porción de experiencia sensorial<br />

que tenemos, y creo que cualquiera con<br />

un mínimo de vida interior ha sentido<br />

mucho más reales para sí algunas novelas<br />

que años enteros de su vida.


Es más, ¿es algo real hasta que no se<br />

ha contado en una historia?<br />

Esto es una cuestión innata en el<br />

ser humano, pocas veces si nos ocurre<br />

algo estando solos no corremos a<br />

contárselo a alguien (o a compartirlo<br />

con todo internet hoy en día). Nuestro<br />

concepto de intimidad se resume casi<br />

siempre a momentos (historias) compartidos<br />

sólo con otra persona, cuando<br />

no corremos después a contarlo a otras<br />

personas, lo cual todos sabemos que<br />

es habitual.<br />

¿Y si la unidad de realidad, el estándar,<br />

fuesen las historias, y no las percepciones?<br />

Desde que tenemos constancia de<br />

escritos, y probablemente mucho antes,<br />

una de las características básicas<br />

de los humanos es que contamos historias.<br />

Podemos ser buenos, malos,<br />

crueles, compasivos, inteligentes, tontos…<br />

pero contamos historias. Somos<br />

35


capaces de hazañas y de atrocidades,<br />

pero lo que es más importante, somos<br />

capaces de contar ambas.<br />

Y esto es lo que nos define y lo que<br />

nos da importancia en una visión amplia,<br />

un humano apenas dura unos 80,<br />

100 años si tiene suerte, y eso hoy en<br />

día con una esperanza de vida muchísimo<br />

mayor de la que hace 50 años,<br />

pero si hay algo que permanece son<br />

las historias. Son seres con vida propia<br />

que durarán mucho más que nosotros,<br />

evolucionarán, viajarán, darán lugar a<br />

nuevos hechos que a su vez den lugar<br />

a nuevas historias y así se perpetuarán.<br />

Esto no es nada nuevo, al igual que<br />

ahora en lo alto de la sociedad tenemos<br />

a actores, músicos, directores,<br />

escritores…. No es descabellado pensar<br />

que miles de años atrás la persona<br />

con más poder fuese aquella capaz de<br />

recordar más historias, o de crearlas o<br />

contarlas mejor.<br />

Porque las historias no son un mero<br />

entretenimiento, las historias nos enseñan<br />

y nos cambian. No sólo los típicos<br />

ejemplos de historias diseñadas para<br />

enseñar ciertos valores a los niños, las<br />

historias nos enseñan cómo enfrentarnos<br />

al mundo exterior, como sobrevivir,<br />

como escapar… las historias nos dan<br />

un lugar seguro en el que practicar. Sabemos<br />

que el héroe sobrevivirá, que al<br />

final los buenos ganarán, por muchos<br />

36


problemas que haya en medio, nos podemos<br />

sentir seguros mientras entrenamos<br />

para un mundo exterior mucho<br />

más irracional y peligroso.<br />

Por todo esto tenemos que reivindicar<br />

las historias, que parece que hayan<br />

quedado relegadas a los cuentacuentos<br />

para niños, cuando en realidad están<br />

en todas partes: tu amigo del bar<br />

que te cuenta lo que hizo anoche (y<br />

que casualmente parece una epopeya<br />

heroica, con el como protagonista habitualmente),<br />

el tendero que te narra<br />

la última noticia del barrio (esa crónica<br />

social que se escribe cada mañana),<br />

la última película que viste, la canción<br />

que suena en la radio de tu coche…<br />

todo son historias, y tenemos que reivindicar<br />

su importancia.<br />

Porque en algún momento ya no existiremos<br />

nosotros, y después no existirán<br />

nuestros países, nuestras ciudades, quizás<br />

ni siquiera sigan existiendo nuestras<br />

civilizaciones. Pero seguirán existiendo,<br />

de un modo u otro nuestras historias; y<br />

eso está bien, no pasa nada, al fin y al<br />

cabo nosotros no fuimos más, ni menos,<br />

que sus conductores y escribanos.<br />

Sirvamos pues a esta causa superior y<br />

vivamos lo suficiente para crear nuevas<br />

historias, démosles forma y contémoslas,<br />

porque al fin y al cabo ellas serán las<br />

que nos sobrevivan y su recuerdo será el<br />

que de verdad nos mantenga vivos.<br />

37


ESPERA<br />

Por Jonathan Jesús García Palma<br />

38


El sol comenzaba a ocultarse. El<br />

pequeño Raúl se despidió de sus<br />

amigos. Al llegar a su hogar, se<br />

acercó a la mecedora en donde se encontraba<br />

su abuelo.<br />

—Abuelito, ¿estás despierto?<br />

—Sí, Raúl. ¿Qué sucede? —el hombre<br />

se mecía levemente.<br />

—Abuelito, ¿por aquí va a pasar el tren?<br />

—No, hasta acá no llegan el tren.<br />

—Entonces, ¿van a venir personas<br />

desconocidas?<br />

—No lo creo —el hombre mientras<br />

dejó de mecerse; se inquietó al recordar<br />

los tiempos de la leva.<br />

—Entonces, ¿viene el cartero por<br />

adelantado?<br />

—No, ya sabes que él llega los jueves.<br />

Pero, ¿por qué tantas preguntas?<br />

—Es que el hijo de la señora Ernestina<br />

está parado en la entrada del camino<br />

ancho, por donde está el letrero del<br />

pueblo, y parece que espera a alguien.<br />

Se parece a los que esperan el tren.<br />

Desde ayer está ahí.<br />

El muchacho aludido estaba por<br />

cumplir un día entero en la posición<br />

descrita por el niño. Portaba la misma<br />

ropa del día anterior. Casi todos los habitantes<br />

lo habían vis-to. Algunos lo miraban<br />

con lástima. Otros murmuraban<br />

a su alrededor y se acerca-ban para observarlo<br />

detenidamente. Él no parpadeaba;<br />

aparentaba no respirar. Se-mejaba<br />

ser una pálida estatua. El médico<br />

del pueblo lo examinó: sin duda alguna,<br />

es-taba vivo.<br />

A los niños se les prohibió aproximársele.<br />

Algunos hombres intentaron<br />

moverlo del lugar. Todo esfuerzo fue<br />

inútil. Parecía estar pegado a la tierra.<br />

Durante una madru-gada, luego de un<br />

trabajo mayúsculo, lograron llevarlo a<br />

una celda en la rústica esta-ción de policía.<br />

No obstante, cuando el sol reapareció<br />

en el horizonte, lo hallaron en su<br />

lugar original. Entonces, optaron por<br />

dejarlo ahí y esperar. Todos sabían lo<br />

que sucedía. Los forasteros y los niños<br />

pequeños eran los únicos ignorantes.<br />

Ernestina se encontraba enferma desde<br />

hacía varios días y no se enteró de lo<br />

sucedido. Nadie le quiso decir. Debido<br />

a la intensa fiebre, tampoco hubiera<br />

entendido palabra alguna.<br />

El anciano miró a su nieto. No sabía<br />

qué decir. Su madre aún no le contaba<br />

la historia y su padre no estaba en casa.<br />

Era una situación difícil. Al cabo de unos<br />

minutos, llegó la respuesta: «Mi hija<br />

nunca la va a decir y eso no está bien».<br />

—Está esperando a una hermosa mujer<br />

—dijo seriamente.<br />

—¿A una mujer?<br />

—Sí, pero esa mujer es un fantasma.<br />

No es de este mundo y es mejor no verla.<br />

—¡¿Un fantasma?! —Raúl abrió los<br />

ojos desmesuradamente— ¡Qué miedo!<br />

—Por eso no dejamos que los muchachos<br />

vayan al río al atardecer.<br />

—¿Y eso qué tiene que ver?<br />

—Lo sabrás cuando crezcas. Sólo<br />

acuérdate de no ir al río cuando se<br />

oculta el sol. Ahora ve a buscar a tu<br />

mamá y no vuelvas a ver al hijo de la<br />

señora Ernestina.<br />

Raúl buscó a su mamá. Curioso, le<br />

preguntó sobre lo dicho por su abuelo.<br />

<strong>La</strong> mujer enmudeció. Esa noche, ninguno<br />

descansó a gusto. Al anciano le preocupaba<br />

la reapa-rición de la fatalidad.<br />

A su hija la angustiaba el futuro de Raúl.<br />

Éste, simplemente quería saber más. Al<br />

día siguiente, ella conversó con su hijo y<br />

le explicó algo sobre el río. Le aconsejó ir<br />

de día, porque en la noche se podía ahogar.<br />

Inventó un cuento sobre la hermosa<br />

mujer y no se habló más del tema.<br />

39


Días después fueron los funerales<br />

del hijo de la señora Ernestina. Murió<br />

de inanición y deshidratación. Su madre<br />

estaba inconsolable. <strong>La</strong> fiebre no la<br />

había matado, pero el fallecimiento del<br />

muchacho la tenía al borde de la tumba.<br />

En el pueblo no se recor-daba una<br />

muerte así desde hacía mucho tiempo.<br />

Más de uno creyó que ésa sería la última<br />

tragedia.<br />

—Papá, ¿qué hace ese muchacho ahí<br />

parado? —preguntó Altagracia.<br />

El hombre alzó la vista. Sorprendido,<br />

frunció el ceño. Movió la cabeza como<br />

intentando negar cuanto apreciaban<br />

sus ojos. Los pobladores comenzaron<br />

a congregarse en torno a Raúl. Algunos<br />

se admiraban. Muchos se entristecieron.<br />

El enterrador llegó pronto. «¡Creí<br />

que con lo del hijo de la señora Ernestina<br />

todo se había terminado!», gritó<br />

desesperado.<br />

—Está esperando a una mujer, a una<br />

hermosa mujer —respondió el hombre<br />

mien-tras reemprendía la marcha junto<br />

a su esposa y sus otras tres hijas.<br />

—¿A la del río? ¿<strong>La</strong> que los condena a<br />

morir esperándola? —intervino su segunda<br />

hija.<br />

—A esa misma —agregó la madre.<br />

—Es hermosa, muy hermosa —dijo la<br />

mayor con lánguida voz.<br />

—¡Qué susto! —exclamó Altagracia, la<br />

menor.<br />

—¡Qué bueno que ustedes son mujeres!<br />

—finalizó el padre.<br />

<strong>La</strong> hija mayor bajó la cabeza y detuvo<br />

el paso.<br />

40


LIBROS<br />

GRATIS<br />

www.editorialdreamers.com<br />

41


42<br />

EL HADA<br />

DE LOS DIENTES<br />

Por Minerva Noemi Esteban López


Los mitos comúnmente solo son<br />

hechos inventados por la gente,<br />

pero… ¿qué pasa cuando estos se<br />

hacen realidad?<br />

A decir verdad yo desearía que aquello<br />

que murmuraban por mi vecindario fuera<br />

un simple mito, una simple fantasía<br />

creada por la inmensa imaginación de<br />

una persona buscando entretenimiento<br />

en un día aburrido, pero no era así.<br />

Es como ahora me encuentro escondido<br />

en el armario de mi recamara,<br />

temblando, sudando frio en la inmensa<br />

oscuridad, tan solo escuchando pasos<br />

por toda mi casa. Desde que escuché<br />

esos cinco toquidos en mi puerta no me<br />

sentí seguro, pues sabía quién era, y sabía<br />

qué quería… Ya lo había escuchado<br />

cientos de veces en bocas de personas<br />

de mi vecindario, pero nunca quise<br />

creerlo; siempre fui una persona que<br />

no creía en fantasías ni mucho menos<br />

en lo que solía murmurarse, y mírame<br />

ahora, por no creer aquellas palabras<br />

y haber visto todas las situaciones presentadas<br />

como simples coincidencias y<br />

paranoias, la estoy pagando.<br />

Tengo tanto miedo, en verdad, tengo<br />

miedo de que esa cosa me encuentre.<br />

Me arrepiento con todas mis fuerzas de<br />

haber recurrido a esa estúpida muñeca<br />

de hada, pero a decir verdad estaba<br />

desesperado y, como dije anteriormente,<br />

no creía que en verdad llegara a pasar<br />

algo. Nunca esperé que terminara<br />

tan mal, siempre tuve fe en mí, en que<br />

si me lo proponía podía lograr grandes<br />

cosas y demostrarle a mis padres<br />

que podía ser alguien sobresaliente…<br />

¡Vaya tonterías me planté en la cabeza!<br />

Necesitaba de mis padres, necesitaba<br />

su apoyo, pero nunca logré que me lo<br />

dieran; sé que querían lo mejor para<br />

mí, querían que siguiera sus pasos de<br />

manera profesional… bueno, al menos<br />

mi padre, él era el único que quería que<br />

fuera cirujano, decía que podía ganarme<br />

bien la vida con ese empleo, pero…<br />

quería verlos orgullosos por algo que en<br />

verdad quisiera desarrollar yo: el arte.<br />

Fue así como, entre tanta pelea, mi<br />

padre terminó corriéndome de su casa,<br />

y yo, viviendo solo en el vecindario de<br />

la calle San Jacinto, conseguí un trabajo<br />

de medio tiempo como repartidor de<br />

pizza y logré entrar a estudiar en una<br />

escuela de artes muy prestigiosa.<br />

En ese vecindario conocí personas<br />

muy buenas, entre ellas, la señora Girasol,<br />

una mujer con tres hijos que, a<br />

decir verdad, era una de las pocas personas<br />

que me apoyaban, junto con mi<br />

madre. Ella casi siempre me visitaba<br />

o me solía invitar a comer con su familia,<br />

en verdad una gran persona; sin<br />

embargo, desde que comencé a tener<br />

problemas en el trabajo, ella me recomendaba<br />

ir a pedirle un favor a esa<br />

tonta muñeca de porcelana, aunque<br />

con una advertencia: si pedía el favor<br />

en verdad (y lo recalcó muchas veces:<br />

«en verdad», lo tenía que pagar. El favor<br />

se pagaba de una sola forma: entregando<br />

uno de mis dientes, o más bien, eso<br />

dependía del número de favores que se<br />

le fueran pedidos.<br />

Muchos decían que si cumplía sus peticiones<br />

y casi todos pagaban por aquel<br />

favor, aunque, según los murmullos de<br />

la gente, las personas que no pagaban<br />

por el favor desaparecían para luego<br />

ser encontradas totalmente mutilados.<br />

¿Cómo era que los reconocían? Fácil,<br />

partes de las prendas de estos era lo único<br />

que quedaba para su reconocimiento;<br />

Pero vamos… yo no iba a dejar que<br />

un objeto inanimado me diera lo que yo<br />

quisiera mágicamente, era ridículo, una<br />

43


muñeca vestida de hada no arreglaría<br />

mis problemas, simplemente ese día<br />

ignoré por completo ese cometario, y<br />

mejor decidí ir a cenar en mi casa.<br />

Sin embargo, días después, las cosas<br />

empeoraron. Ahora no solo tenía<br />

problemas en el trabajo, tenía problemas<br />

con mi pareja, en la escuela, y ni<br />

siquiera mi madre me apoyaba. Entre<br />

tanto problema, empecé a bloquearme<br />

logrando así perder todo lo valioso en<br />

mi vida, la única que aún seguía a mi<br />

lado era la señora Girasol, aunque la<br />

verdad no me dejaba de mencionar a<br />

la muñeca.<br />

Me sentía tan desesperado, lo peor<br />

es que las personas a mi alrededor<br />

podían notarlo, mis amigos se dieron<br />

cuenta, la señora Girasol también…<br />

Todos ellos me recomendaban lo mismo…<br />

ir a ver a esa fastidiosa y horrible muñeca,<br />

a decir verdad creo que por lo angustiado<br />

que me sentía terminé accediendo a<br />

cometer el peor error de mi vida…<br />

Me dirigí al tonto altar de esa muñeca<br />

y le pedí cinco favores; primero,<br />

conseguir un buen trabajo, segundo,<br />

lograr cubrir mis deudas, tercero, enorgullecer<br />

de nuevo a mi madre, cuarto,<br />

volver con mi novia y quinto, recuperar<br />

mis materias.<br />

Después que le pedí los favores a esa<br />

muñeca todo se solucionó rápidamente;<br />

a decir verdad yo pensé que el haber<br />

hecho eso solo me había ayudado a<br />

adquirir la confianza que necesitaba…<br />

entonces, ¿por qué tenía que pagarle el<br />

favor a esa cosa? Fue por mi esfuerzo<br />

44


por lo cual salí de nuevo adelante, ¿o<br />

no? ¿Por qué fui tan idiota…?<br />

Por mi ingenuidad terminé donde estoy,<br />

escondido en el armario de mi recamara,<br />

temblando de miedo en la oscuridad…<br />

Entonces fue cuando escuché de<br />

nuevo esos cinco toquidos en la puerta<br />

del armario en donde estoy escondido,<br />

mi corazón late descontroladamente, es<br />

mi hora… Perdón, padres, por no ser lo<br />

que ustedes querían. Miré el reloj en mi<br />

muñeca y exactamente eran las 12:05,<br />

las puertas se empezaron a abrir lentamente<br />

y sí… era esa estúpida muñeca<br />

asomándose y sonriéndome malosamente.<br />

De repente, con una horripilante<br />

voz, me habló, provocando que yo quedara<br />

inmóvil del miedo, y pronunció:<br />

«<strong>La</strong>s deudas deben pagarse»…<br />

⁂<br />

En un cementerio, la señora Girasol<br />

se lamentaba:<br />

—Ese pobre tenía tantos problemas<br />

y maravillosamente todos se resolvieron…<br />

Qué mal que no escuchó mis<br />

palabras, pudo seguir gozando de su<br />

joven vida si tan solo me hubiera escuchado.<br />

Bien le dije que tenía que pagar<br />

por el favor, pero bueno, uno no vive<br />

para lamentarse las desgracias; que<br />

bueno que yo si pagué por los favores,<br />

después de todo si no le hubiese arruinado<br />

la vida a ese chico mi otra solución<br />

hubiera sido haberle arrancado<br />

todos los dientes a mis hijos y dárselos<br />

a esa muñeca.<br />

45


46<br />

CINE<br />

CAMPESTRE<br />

Por Alicia Farina


José volvía del trabajo diligente y<br />

pleno de dicha. En minutos estará,<br />

sentado en su Ford 100 modelo 96,<br />

saboreando unos mates amargos con su<br />

prometida, y, del otro lado del parabrisas,<br />

la imponente pantalla del cine campestre.<br />

Eran muy pocas las presentaciones de<br />

auto-cine en el poblado. Ese día estrenarían<br />

una sugestiva película y él había invitado<br />

a Eliane a compartirla. Sabía que su<br />

prometida era fans del protagonista principal,<br />

a quien conocía y admiraba desde que<br />

se hizo adicta a las novelas radiales. Perspicazmente,<br />

el joven enamorado no perdía<br />

ningún detalle de la sinopsis en la FM local.<br />

Reía, mostrando sus inusitados dientes, al<br />

pensar en el rostro sorpresivo de Eliane.<br />

Se acicaló con esmero, prestando atención<br />

a cada detalle. Primero, colocó gomina<br />

en el cabello, peinándolo al estilo Carlos<br />

Gardel. Después, cubrió su cuerpo con<br />

una camisa blanca, algo ajustada para<br />

su gusto, y una bombacha verde musgo.<br />

Completando el look, calzó las alpargatas<br />

negras adquiridas en el almacén de Ramos<br />

generales «Tico Autoservicio». Finalmente,<br />

se roció perfume observándose<br />

por última vez al espejo. Le gustó lo logrado<br />

durante los preparativos. Por un breve,<br />

muy breve instante le pareció ver formas<br />

negras en el vetusto vidrio. No dio crédito<br />

y salió dando un portazo.<br />

Fueron los primeros en llegar al final de<br />

la Avenida Óbito. Una fila de árboles los<br />

saludaba con brazos verdes y macilentos.<br />

Ubicaron la camioneta en primera fila. Los<br />

paragolpes plateados brillaban con la luz<br />

artificial debido al esmaltado reciente.<br />

El sol desaparecía en el poniente cuando<br />

el sector estaba totalmente cubierto<br />

por automóviles de marcas y modelos<br />

variados. Voces y gritos de impaciencia<br />

denotaron inicio de la cortina musical<br />

previa. Escucharon el nombre de los protagonistas<br />

en francés, un francés que no<br />

entendían ni un céntimo.<br />

Absorto, José no advirtió que las luces<br />

comenzaron a ser cada vez más tenue, hasta<br />

desaparecer totalmente. De pronto una<br />

mano, con uñas largas, le tomó el cuello. Entreabrió<br />

los ojos lo suficiente para ver a otros<br />

que brillaban peligrosamente a escasos<br />

centímetros de su rostro. Gritó con todas sus<br />

fuerzas. Los ojos salidos de la órbita.<br />

—¿<strong>La</strong> película? Dios mío, olvidé el cine —se<br />

dijo. En un reflejo de luz miró por el vidrio<br />

templado del parabrisas y quedó petrificado.<br />

Eliane y él eran los protagonistas y la trama<br />

no era precisamente de amor. <strong>La</strong> joven<br />

se había convertido en un extraño ser que lo<br />

tenía aprisionado entre sus garras. Sintió un<br />

olor nauseabundo—. ¡El lobizón! —dijo, en<br />

un susurro lastimero—. ¡El lobizón!<br />

Despertó con el sol quemándolo en<br />

la cara. El espejo, al reflectarlo, lo hacía<br />

aún más candente. Miró a su alrededor.<br />

Todo estaba dado vuelta. Los autos con<br />

las puertas abiertas de par en par daban<br />

una sensación de abandono desesperado.<br />

Algo había hecho que la gente se alejara<br />

rápidamente sin llevar nada consigo.<br />

El viento hacia silbar las hojas de los árboles.<br />

Un escalofrío premonitor le recorrió<br />

la espina dorsal. De entre las hojarascas<br />

una joven intenta ponerse de pie. Es Eliane<br />

que le extiende los brazos. Lentamente<br />

le toma la mano.<br />

Algo caliente le roza el brazo. Abre los<br />

ojos. Eliane, preocupada por los movimientos<br />

torpes que hacía con los miembros, intenta<br />

despertarlo colocando la bombilla<br />

del mate sobre su antebrazo. Suspira. Aparentemente,<br />

se durmió al inicio del rodaje.<br />

José abraza con fuerza a Eliane. Sus<br />

ojos chocan hipnotizados con el espejo<br />

retrovisor de la camioneta y alcanza a<br />

divisar, como en el sueño, largas uñas terradas<br />

provocándole un tardío sobresalto.<br />

47


LA LITERATURA<br />

EN LA EDUCACIÓN<br />

PARA LA PAZ<br />

Por Marita Ragozza<br />

<strong>La</strong> paz entra en el campo de los valores,<br />

y valor es algo más que racionalidad.<br />

<strong>La</strong> educación tiende a<br />

dirigirse a la mente, pero no hay que olvidarse<br />

de la sensibilidad, la emoción o<br />

el afecto; así se logrará una verdadera<br />

humanización, ya que hablar de valores<br />

no es solamente conocer que existen,<br />

sino vivir de acuerdo a ellos.<br />

<strong>La</strong> Literatura llena este vacío porque<br />

entra en la razón con el sentir, a través<br />

48<br />

de distintas opciones que expresan los<br />

escritores. El valor del texto literario implica<br />

la subjetividad, entra en la esfera<br />

afectiva y social, además de la intelectiva.<br />

Debemos fomentar una nueva filosofía de<br />

los valores que unifique el pensar y el sentir.<br />

DIÁLOGO Y TEXTO LITERARIO<br />

El diálogo es presencia viva del logos:<br />

razón y palabra.


Pensar es hablar. Hablar es dialogar<br />

para comunicarse con el otro y adquirir<br />

la propia identidad. No tratar de imponer<br />

o disuadir, sino una comunicación<br />

libre de dominio.<br />

En el diálogo entran en juego las funciones<br />

esenciales del lenguaje: la comprensión<br />

y la expresión. Y es a través de<br />

ellas que se desarrolla el pensamiento<br />

crítico, al poner a los alumnos en contacto<br />

con las realidades de la vida cotidiana<br />

y sus problemas, propiciando el<br />

acceder a distintos informes y mensajes<br />

orales y escritos.<br />

Filósofos y literatos han tratado el<br />

tema de la paz en sus obras.<br />

En el año 421 a.C, Aristófanes estrena<br />

la comedia Eirene (<strong>La</strong> Paz); Enrique<br />

IV de Shakespeare dirá: «Benditos<br />

aquellos que trabajan para la paz en la<br />

tierra»; Cervantes presenta a su Quijote<br />

en su discurso <strong>La</strong> Edad de Oro, alegan-<br />

49


do que una sociedad en paz presupone<br />

que está vertebrada en la justicia; Tolstoi<br />

publica Guerra y Paz en 1878; Erich María<br />

Remarque escribe y edita Sin novedad en<br />

el frente; El diario de Ana Frank, por parte<br />

de una niña homónima de trece años;<br />

Los límites del perdón de Simón Wiesenthal;<br />

Adiós a las armas de Ernesto Hemigway;<br />

<strong>La</strong>s palabras de Pablo Neruda;<br />

Pido la palabra de Blas de Otero... y así<br />

sucesivamente en esta lista incompleta.<br />

Dámaso Alonso en su poema Mujer<br />

con alcuza presenta el desconcierto y<br />

la enajenación que produce la guerra.<br />

Buero Vallejo en sus obras teatrales<br />

postula un cambio en el ser humano y<br />

en la sociedad con un horizonte de esperanza.<br />

Así podemos verlo en Historia<br />

de una escalera que analiza la realidad<br />

de la postguerra española, denunciando<br />

las injustas condiciones sociales.<br />

El tema esencial de Buero Vallejo es<br />

la pasión por la verdad, difícil y dolorosa<br />

casi siempre, para lo que se requiere<br />

valentía en desenmascarar las mentiras.<br />

Una de las tareas que se impuso Einstein,<br />

en su juventud, fue la de agruparse<br />

con amigos, formando la llamada<br />

Academia Olimpia en Berna para leer y<br />

hacer comentarios literarios. Sus lecturas<br />

favoritas fueron los clásicos, entre<br />

ellos Sófocles, Racine y Cervantes.<br />

Se infiere, entonces, que la literatura<br />

juega un papel trascendental en la<br />

medida que ayuda a comprenderse a<br />

sí mismo, al mundo, a la Naturaleza y<br />

también a los otros, pues, incluye comunicación<br />

e intercambio, convirtiéndose<br />

en una herramienta muy valiosa<br />

para una pedagogía de la Paz.<br />

Es que el texto literario es un diálogo entre<br />

lector y escritor.<br />

El educador debe acompañar e incentivar<br />

tanto la lectura como la escritura.<br />

<strong>La</strong> obra literaria de Miguel de<br />

Cervantes nos muestra a su principal<br />

personaje cabalgando con su compañero,<br />

Sancho, psicológicamente diferentes,<br />

y precisamente porque Don<br />

Quijote es un ser-en-relación.<br />

50


POESÍA Y PAZ<br />

Y tengamos en cuenta también a la<br />

Poesía, porque tiene un lenguaje que<br />

apunta a la cuerda sensible en el interior<br />

del ser humano, y rescata el mensaje<br />

universal de justicia, bien y belleza.<br />

Santa Teresa (1515-1582) debió ser<br />

un persona incómoda para los gobernantes<br />

de la época, pues con espíritu<br />

inquieto y fecundo escribió:<br />

¿No ha de haber un espíritu valiente?<br />

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?<br />

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?<br />

Blas de Otero, Poeta español (1906-1979)<br />

escribe encendidos poemas sobre la paz,<br />

desde la situación de su patria, España:<br />

Oye.<br />

Cruje una vieja sombra,<br />

vibra una luz joven.<br />

Paz<br />

para el día.<br />

En el nombre<br />

de España, paz.<br />

También Rosario Castellanos, Amado<br />

Nervo, Julio Cortázar, César Vallejo,<br />

Octavio Paz, José Pacheco, Roque<br />

Dalton, Dulce María Loynaz, Gabriela<br />

Mistral, Clarice Lispector, Blanca Varela,<br />

Mario Benedetti, Alfonsina Storni, José<br />

Martí, Pablo Neruda y otros autores,<br />

legaron sus obras valiosas y comprometidas,<br />

que se pueden convertir en<br />

mensajes educativos para superar conflictos<br />

en paz, con respeto al otro y en<br />

ejercicio del pensamiento libre y justo.<br />

<strong>La</strong> Historia de la Humanidad es el<br />

gran libro en que cada uno y todos escribimos<br />

las palabras de un enigmático<br />

poema que es la Vida, la cual comenzó<br />

y terminará con la misma palabra: Paz.<br />

Es la misión más sublime e ineludible<br />

que se nos ha dado.<br />

Paz sin fin, paz verdadera.<br />

Paz que al alba se levante<br />

y a la noche no se muera.<br />

RAFAEL ALBERTI<br />

51


52<br />

NORLAX 5-25<br />

Por José C. Sánchez


El camión choca. Él está ahí, no sufre<br />

ninguna lesión, se desanima.<br />

Es otro día y faltan muchos más:<br />

no consigue el trabajo, cortan el internet,<br />

su madre ayuda a su economía,<br />

pero llegar a los cuarenta años y no<br />

poder salir de la casa de sus padres lo<br />

mantiene frustrado.<br />

Esa noche decide subir a la azotea<br />

para mirar las estrellas y sentir la brisa<br />

de la ciudad. Mira el cielo, aparece una<br />

luz brillante. ¿Estará soñando? Se apaga<br />

la luz, el cielo queda negro.<br />

Ya no está en la azotea.<br />

Mira las paredes hechas de algo parecido<br />

al metal, camina por los verdes<br />

pasillos y escucha silbidos por todos<br />

lados. Por fin encuentra una ventanilla,<br />

mira hacia el exterior: el planeta tierra<br />

se alcanza a ver.<br />

Ha abandonado su hogar, la civilización<br />

que conocía, se encuentra dentro<br />

de una nave intergaláctica, su respiración<br />

se acelera, se sienta sobre el pasto<br />

y se toma la cara con ambas manos.<br />

Suena el ruido de unas pisadas. Se<br />

descubre el rostro, lo ve, tiembla. Una<br />

criatura con rostro de calamar lo contempla.<br />

Una voz suena en su cabeza:<br />

tienes que escribir, tienes que escribir,<br />

debes escribir.<br />

Se mezclan colores de praderas moradas,<br />

azul turquesa, rosa pálido con el cielo<br />

anaranjado de ahí. El pasto es color mermelada<br />

de fresa y el agua tiene un verde<br />

tan claro que se puede ver a los habitantes<br />

con la nitidez de una pantalla HD.<br />

No hay sol, pero la brisa es cálida, se<br />

debe a los controles térmicos y al plan<br />

de contingencia: en el planeta Norlax<br />

5-25 hace mucho se extinguió la estrella<br />

que en los terrestres nombrarían sol.<br />

Él comienza a escribir, no tiene esperanza<br />

de regresar a su hogar, no tiene<br />

idea de cómo pilotar una nave que por<br />

lo general es operada por las ventosas<br />

de los tentáculos.<br />

El entretenimiento en Norlax es muy<br />

personalizado. Cada habitante tiene su<br />

propio creador de contenido, algunos<br />

obligan a escribir sus fantasías a sus<br />

guionistas.<br />

José tiene suerte, Squilmax CXY lo<br />

deja ser libre.<br />

Llega el gran día, José ha terminado<br />

el primer capítulo compuesto por<br />

sesenta y cinco páginas. Squilmax CXY<br />

coloca las hojas en una maquina cubica<br />

con un vidrio transparente. Una pequeña<br />

luz roja recorre cada hoja, luego en<br />

la parte frontal se materializa un circulo<br />

metálico, color azul, que lanza un rayo<br />

hacía la cabeza de su amo. El extraterrestre<br />

toma asiento. Un holograma se<br />

proyecta. José contempla el espectáculo,<br />

no ha notado que un pequeño rayo<br />

azul también impacta en su cabeza.<br />

<strong>La</strong>s imágenes surgen, la serie trata<br />

sobre dos mujeres que luchan por poder<br />

en una oficina… José ve eso. Squilmax<br />

CXY mira lo mismo, sin embargo<br />

en su holograma los personajes son de<br />

su misma raza, la trama se entiende…<br />

En la tierra ya nadie se acuerda de<br />

un tal José. <strong>La</strong> vida continuó. Su madre<br />

derramó muchas lágrimas, pero tuvo<br />

que seguir adelante. Su padre, al igual<br />

que siempre, se fue de casa.<br />

Es el capítulo trece, el final de la primera<br />

temporada: una de las mujeres<br />

se hace con el poder, pero su marido lo<br />

ha engañado con su competidora.<br />

En la sala hay concurrencia, los seres-calamar<br />

aplauden con sus tentáculos,<br />

clac-clac suena el aplauso.<br />

José sonríe. <strong>La</strong> vida es buena por<br />

fin, disfruta escribir, nunca pensó que<br />

algo así lo llenaría tanto. Los amigos de<br />

53


Squilmax toman una bebida a base de<br />

azufre y comentan que les gustaría tener<br />

un guionista así.<br />

Quiltra DRT comenta que quizá deberían<br />

hacer una invasión a gran escala<br />

para obtener más guionistas.<br />

José bebe la cerveza sintética que su<br />

«benefactor» le ha creado. Piensa que<br />

tal vez, vería más humanos, tendría<br />

personas para conversar sin tener que<br />

utilizar la telepatía y tal vez podría hacer<br />

que con los conocimientos de otros<br />

humanos se cumpliera su deseo más<br />

profundo: comer chilaquiles de verdad<br />

y no sintéticos.<br />

Recapacita, piensa en la soledad que<br />

otros sentirían, sabe que hay personas<br />

menos solitarias que él, quizá la tierra<br />

extrañaría a sus hijos.<br />

Entonces pide permiso a Squilmax<br />

CXY para proponer algo. Obtiene el permiso.<br />

Se para frente a todos los que están<br />

en la reunión y propone escribir una<br />

serie colectiva: una serie que disfrute la<br />

mayoría del planeta, si lo logra los habitantes<br />

de Norlax dejarán en paz la Tierra<br />

por un tiempo. Todos acceden. José necesita<br />

una cosa más: reunir a un equipo.<br />

Un marciano, dos plutonianos y dos<br />

Plonokianas son liderados durante me-<br />

54


ses por José. Escriben sin parar. Los otros<br />

extraterrestres hicieron tratos similares<br />

con los altos mandos de Norlax. El tiempo<br />

se agota, sin embargo, logran poner el<br />

punto final en el plazo acordado. El destino<br />

de seis mundos depende de ellos.<br />

Entregan las hojas.<br />

Están todos al aire libre bajo el atardecer<br />

del cielo naranja, no lloverá aluminio,<br />

eso dicen las noticias. Squilmax<br />

CXY enciende el proyector de realidades.<br />

Los calamares miran al cielo, la función<br />

comienza. El viento sopla, esta vez es frío.<br />

Chiflan, lloran lágrimas de tinta, la<br />

ovación es unánime. Seis mundos están<br />

a salvo y nunca nadie sabrá que sus<br />

mundos fueron salvados por la pluma<br />

de seis guionistas.<br />

Seis milenios después.<br />

Una nave de sobrevivientes aterriza<br />

en Norlax 5-25. Descienden: son habitantes<br />

del bélico y extinto planeta tierra.<br />

Los sorprende ver una estatua gigante<br />

echa de adamantium: la estatua<br />

tiene la forma de un ser humano. En la<br />

base de la estatua dice:<br />

A la memoria del guionista y soldado<br />

José VSI. El tiempo hará que resuene su<br />

nombre.<br />

55


56<br />

OLVIDAR<br />

Por Nuria Ferreyra


Ella tenía que recordar, era lo que<br />

todos le decían: sus amigos, sus<br />

familiares, los psiquiatras y los<br />

hombres de traje; incluso ella misma<br />

se lo decía. ¿Pero recordar qué?, era la<br />

preguntaba que siempre rondaba en su<br />

cabeza —Lo que pasó el miércoles por<br />

la noche—, respondían los doctores<br />

cada momento que hacía ese cuestionamiento,<br />

por doceava vez en apenas<br />

veinte minutos.<br />

Los hombres de traje iban a verla<br />

cada tres días para tratar de recuperar<br />

información que les ayudara a aclarar<br />

lo sucedido en esa casa aquel miércoles<br />

por la noche de hace ya casi tres<br />

meses, pero siempre regresaban con<br />

la misma respuesta —No hay progreso—.<br />

Ella escuchaba tras las puertas<br />

las conversaciones entre los doctores<br />

y los hombres, siempre iguales, una y<br />

otra vez. ¿Por qué tanta importancia en<br />

saber lo ocurrido ese día? ¿Por qué (a<br />

pesar de que ya habían pasado tantos<br />

meses) los doctores le seguían preguntando<br />

como si hubiera sucedido apenas<br />

hace unos días? ¿Por qué nadie le<br />

quería decir la verdad? ¿Por qué… por<br />

qué… por qué no podía recordar?<br />

Se sentía atrapada, en esa pequeña<br />

celda, sin compañía, con solamente<br />

una abertura en la pared, que ellos<br />

llamaban ventana, hecha con vidrio<br />

templado; lo sabía porque era el mismo<br />

material que usaba su padre para<br />

los grandes ventanales de su casa. Su<br />

padre, a veces se sentía enojada con él<br />

por no visitarla en esa cárcel, aunque<br />

al mismo tiempo se sentía culpable, seguramente<br />

esta vez había hecho algo<br />

muy malo para mandarla a ese lugar,<br />

tal vez había llegado ebria de nuevo,<br />

tal vez nuevamente le gritó a su mamá,<br />

tal vez otra vez intentó escaparse de<br />

casa, tal vez la encontraron drogada en<br />

el baño por segunda vez, tal vez… tal<br />

vez… tal vez finalmente se dieron por<br />

vencidos con ella y la fueron a dejar al<br />

mismo lugar del que la sacaron cuando<br />

apenas era una niña y un terrible incendio<br />

terminó con la vida de su familia<br />

biológica, que eran vecinos de quienes<br />

terminarían siendo sus padres adoptivos,<br />

lo que la dejó a ella en ese psiquiátrico<br />

por meses tratando su trauma.<br />

—Recuerda, recuerda, recuerda —se<br />

repetía en la cabeza antes de dormir y<br />

al levantarse; al bañarse, al comer y al<br />

ver al horizonte desde su «ventana». Un<br />

martes por la mañana, recibió la visita<br />

de uno de los hombres de traje con los<br />

que había estado hablando desde el<br />

principio de esta terrible pesadilla, fue<br />

hasta ese momento, tres meses después,<br />

que supo que en realidad era un<br />

detective; desde que se lo dijo, sintió<br />

una punzada en el pecho, algo no estaba<br />

bien, sus padres no contratarían<br />

a un policía sólo para hacerle aprender<br />

una lección, ¿o sí?<br />

Al parecer, hartos de no tener pistas<br />

y de que su única testigo no cooperara,<br />

habían decidido, muy a pesar de los<br />

médicos, contarle lo que ellos sabían,<br />

para intentar obtener al menos una<br />

reacción; así fue como la metieron a<br />

un pequeño cuarto con una mesa de<br />

fierro soldada al piso, la sentaron frente<br />

a ellos y comenzaron a relatar: Una<br />

llamada anónima llevó a la policía hasta<br />

su casa a la medianoche, pero al llegar,<br />

ya no había gritos, ni movimiento;<br />

entraron a la casa para inspeccionar y<br />

notaron que la puerta principal estaba<br />

abierta, las sillas del comedor estaban<br />

tiradas y de la cocina faltaba un cuchillo.<br />

En la segunda planta todo parecía<br />

normal, las puertas de los dormitorios<br />

57


estaban cerradas, excepto una, de la<br />

que venía una vocecilla que repetía:<br />

«Recuerda, recuerda, recuerda». En el<br />

clóset encontraron a una pequeña niña<br />

de apenas dieciséis años, en posición<br />

fetal, su pijama estaba llena de sangre<br />

y sus manos tenían varios cortes de<br />

un cuchillo. De sus padres no se sabía<br />

nada, más que su sangre estaba regada<br />

por todo el comedor y sobre su propia<br />

hija, quien al parecer había logrado<br />

defenderse de aquel o aquellos que entraron<br />

a su casa esa noche y cansados,<br />

se habían retirado del lugar, pero no<br />

encontraron sus cuerpos. Al terminar<br />

esperaron respuesta de aquella chica<br />

pálida que se encontraba sentada justo<br />

frente a ellos, pero lo único que obtuvieron<br />

fue silencio.<br />

Cuando finalmente estuvo sola, lloró<br />

y lloró, por sus padres, por no poder<br />

ayudar, por no saber qué era lo que<br />

debía recordar desde antes de llegar a<br />

ese lugar. Desesperada intentó romper<br />

el vidrio de su ventana con sus manos,<br />

golpeó y golpeó hasta sangrar, los médicos,<br />

alarmados por su salud, la sedaron<br />

y ¡oh, gran remedio!<br />

Ella recordó, entre sus sueños vio lo<br />

que había pasado, recordó cómo ese día<br />

por la tarde había peleado con su madre,<br />

recordó cómo le había gritado y ésta le<br />

había prohibido salir de su habitación<br />

incluso para la cena, recordó cómo se<br />

58


drogó aquella noche en su habitación.<br />

Recordó cómo abrió la puerta principal<br />

con un gran golpe para hacer que sus<br />

padres bajaran, los divisó a los dos en las<br />

escaleras, con clara molestia en sus caras<br />

por despertarlos a tal hora de la noche.<br />

Recordó cómo se acercó lentamente a<br />

ellos y cada paso que daba, su rostro se<br />

tornaba en una mueca de terror.<br />

Recordó cómo los atacó a mordidas<br />

y a golpes, cómo su madre intentó defenderse<br />

con un cuchillo mientras su<br />

padre yacía muerto en el piso; recordó<br />

cómo se deshizo de sus cuerpos,<br />

llevándolos al único lugar en donde<br />

la policía no buscaría (en el sótano de<br />

aquella casa consumida por el fuego<br />

que nunca más volvió a ser construida),<br />

porque nunca buscó ahí indicios<br />

de que ese incendio haya sido provocado<br />

por alguien, mucho menos por una<br />

niña a la que le habían prohibido salir a<br />

jugar con sus amigos aquella tarde.<br />

Al despertar, de nuevo en su habitación,<br />

atada de las manos, antes de<br />

dormir nuevamente, tranquilamente<br />

por primera vez en tres meses, se recordó<br />

una cosa más, se recordó nunca<br />

hablar, pasar como la pobre chica que<br />

no recordaba.<br />

Ser nuevamente la víctima; se recordó<br />

volver a ser esa niña de ocho años,<br />

como si nada hubiera pasado. Se recordó<br />

olvidar.<br />

59


EL OTRO<br />

LADO<br />

Por Juan José González Flores<br />

60


Era tarde cuando me bajé del auto.<br />

Pedí, estúpidamente, que me dejaran<br />

allí. ¿Seguro que aquí? Podemos<br />

llevarte hasta tu casa, me dijo<br />

el padre de Abril. Insistí, acaso por la<br />

absurda idea de que prolongar el trayecto<br />

significaría una desviación si no<br />

innecesaria, sí abusiva. Le agradecí a<br />

ella y a su padre por el aventón y traté<br />

de esbozar la sonrisa más serena que<br />

pude, tratando de ocultar el hecho de<br />

que en mi mente sabía muy bien que<br />

pasadas las 10:30 es seguro que no<br />

transite ningún autobús.<br />

<strong>La</strong>s luces traseras del auto se alejaban<br />

atravesando el complejo cruce<br />

donde convergen Periférico y Santa<br />

Mago y me sentí abandonado, pensando<br />

que ahí iba la única esperanza que<br />

me quedaba para llegar a casa, la que<br />

dejé ir por un sentido inapropiado de<br />

amabilidad. Aun no era tan tarde, pero<br />

el lugar estaba desierto. Me detuve al<br />

ras de la banqueta. <strong>La</strong> luz roja del semáforo<br />

se me antojó como un sol que<br />

se estaba muriendo. Lo miré fijamente<br />

y esperé. Tuve la tentación de cruzar,<br />

aun con la luz roja, de echarme a correr<br />

hasta el otro lado. Allá alcanzaba a ver<br />

personas. Alcanzaba a ver una cenaduría<br />

y una tienda de autoservicio. Aquella<br />

parte del mundo lucía iluminada,<br />

viva y segura. Donde yo me encontraba<br />

era todo lo contrario: el silencio y la oscuridad<br />

hacía pensar que las casas estaban<br />

muertas y que dentro de ellas no<br />

había gente sino un hondo vacío incalculable<br />

donde se retorcían quién sabe<br />

qué alimañas. El mundo estaba dividido<br />

en dos por un extraño umbral que se<br />

entretejía bajo el puente y yo estaba en<br />

el lado que había sido alcanzado por el<br />

olvido. No crucé, a pesar de que ni un<br />

solo auto pasó por la avenida.<br />

El semáforo cambió al verde, un verde<br />

esmeralda, como si fuera la última<br />

planta viva de un desierto oscuro. No<br />

corrí, aunque deseaba hacerlo. Caminé<br />

firmemente, como para asegurarme de<br />

que aun estaba sobre el asfalto. El sonido<br />

monstruoso del escape de algún<br />

camión de carga que transitaba por la<br />

parte de arriba me hizo pensar por un<br />

breve momento que el puente se vendría<br />

abajo. Llegué al otro extremo.<br />

<strong>La</strong> luz de los faros centrales que hay<br />

debajo del puente me parecía enfermiza,<br />

esa clase de luz amarillenta y opaca<br />

que es más bien cómplice de la oscuridad<br />

pues se confunde inesperadamente<br />

entre sus límites, provocando que vaya<br />

uno de la luz a la oscuridad sin poder<br />

advertirlo. Subí al camellón lateral, justo<br />

al borde de ese límite claroscuro,<br />

deseando secretamente estar a salvo.<br />

<strong>La</strong> grava crujía bajo mis pies, un ruido<br />

extraño que hacía que la soledad allí se<br />

volviese más ominosa, más frágil, lista<br />

para quebrase en cualquier momento,<br />

en cualquier movimiento, una ráfaga,<br />

una sombra fortuita, un crujir ajeno que<br />

vendría de otra soledad, cuyo encuentro<br />

con la propia no significaría necesariamente<br />

compañía, sino algo más, algo<br />

despierto y acechante, algo oculto y, sin<br />

embargo, a simple vista, mirando desde<br />

el negro y fugaz cambio de luces del<br />

semáforo, desde el abismo de alguna<br />

ventana, desde el límite confuso donde<br />

la luz y la oscuridad se abrazaban para<br />

engendrar algo inexplicable y aterrador.<br />

<strong>La</strong> sola idea de encontrarme con alguien,<br />

de toparme a un desconocido,<br />

de verme de repente en una situación<br />

de peligro, de verme orillado a un muro<br />

amenazado por el filo brillante e inmaculado<br />

de una navaja o, peor aún, por<br />

el hocico negro de un arma me causaba<br />

61


pánico, provocándome mirar de reojo<br />

a mis espaldas. Sin que lo pudiera evitar,<br />

las historias y noticias de gente que<br />

quedaba despojada de sus pertenencias<br />

o tendida, manchada de sangre,<br />

con o sin esperanza, se acumularon de<br />

pronto en mi cabeza como una serie<br />

de déjà vu terribles que no eran reales,<br />

pero tampoco dejaban de serlo.<br />

Acaso esas visiones se cumplieron,<br />

aunque de una forma inesperada. Advertí<br />

los pasos de alguien más. Pensé,<br />

inevitablemente, lo peor: estaba a punto<br />

de convertirme en parte de una estadística<br />

inútil, triste y vergonzosa. De<br />

más allá de aquel borde oscuroclaro<br />

distinguí la forma terrible y cotidiana de<br />

alguien que caminaba hacia mi encuentro.<br />

Traté de anticiparme a cualquier posibilidad<br />

y me aferré a la idea de una posible<br />

huida. Tratar de defenderme no se<br />

me ocurrió en ningún momento. Seguí<br />

sin detenerme, sin acelerar ni aminorar<br />

la marcha, esperando el momento<br />

oportuno. <strong>La</strong> figura, aunque completamente<br />

oscura, la supe mucho más alta<br />

y delgada que yo, balanceando exageradamente<br />

los brazos de un lado a otro,<br />

como si fueran también más largos que<br />

los míos o los de cualquiera, avanzando<br />

encorvada hacia el frente, rebotándole<br />

la cabeza (singularmente pequeña, a<br />

comparación de la estatura de la figura)<br />

a cada paso que daba. Durante aquellos<br />

62


segundos que resultaron angustiosamente<br />

largos, la fui viendo los más detenidamente<br />

que pude. Por aquel aspecto<br />

deduje rápidamente que se trataba de<br />

un drogadicto, alterado en su andar por<br />

el consumo no saciado de sustancias<br />

por demás ilegales y que ahora salía a la<br />

noche al encuentro de cualquier desdichado<br />

que pudiera servirle como fuente<br />

fácil de dinero o de lo que fuera para poderse<br />

proveer de más droga.<br />

Estaba a escasos pasos de mí. Sujeté<br />

con extrema fuerza mi mochila que llevaba<br />

al hombro y de un paso a otro, sin dudarlo<br />

ni un segundo, emprendería la carrera<br />

más veloz de mi vida. Y justo cuando<br />

estaba por hacerlo, cuando la figura estaba<br />

por alcanzarme y hacerme participe de<br />

ese mundo feroz y criminal, la figura dio<br />

un giro casi chistoso y balanceándose sobre<br />

su pie cambió de dirección, lo que hizo<br />

que se rozara ligeramente su hombro con<br />

el mío, dirigiéndose ahora hacia el lado<br />

opuesto. Apenas sucedió esto, aceleré el<br />

paso, sintiéndome tan victorioso como la<br />

liebre que escapa del águila.<br />

Bajé del camellón sin esperar la luz<br />

roja para cruzar. Con satisfacción ingenua,<br />

volví la mirada para burlarme de<br />

aquel sujeto y con una mezcla de sorpresa<br />

y horror inexplicable, vi como aquella<br />

figura larga y extraña trepaba como un<br />

reptil por una de las inmensas columnas<br />

de concreto que sostienen el puente.<br />

63


POESÍA DEL<br />

DESCUBRIMIENTO<br />

Por José Antonio Santiago Sánchez<br />

Mantén siempre los ojos abiertos a la<br />

luz; así es como son las cosas<br />

L. Tolstoi<br />

Todo aquel que haya acometido con<br />

cierta asiduidad la díscola veleidad<br />

de leer o escribir poesía, puede<br />

considerar dos maneras de abordar<br />

un poema: la primera, podríamos decir,<br />

está basada fundamentalmente en la<br />

parataxis, esto es, en el contraste entre<br />

64<br />

imágenes, sensaciones o significados;<br />

la segunda en la directa mostración<br />

de lo que es. <strong>La</strong> primera, cuyo ejemplo<br />

entre otros, sería el haiku japonés, se<br />

inspira más en una definición negativa,<br />

a través de la composición de sus elementos,<br />

los cuales quedan proyectados<br />

y a la vez circularmente cerrados en la<br />

perfectividad significativa de otros.<br />

<strong>La</strong> segunda procede de un modo<br />

más directo. En ella, el conjuro del


lenguaje sucede de un modo en el<br />

cual las palabras se muestran de un<br />

modo más desnudo y aislado. En esta<br />

segunda manera, el poema parece<br />

mostrar una cierta implosiva explosividad,<br />

una posible imposibilidad<br />

de decir lo que se dice. Es una poesía<br />

más angular o radial que circular, más<br />

semántica que sintáctica, <strong>La</strong> poesía<br />

de Octavio Paz, por ejemplo, pertenece<br />

a esta segunda clase.<br />

Ya sea de un modo apofático o catafático,<br />

ambos modos de abordar la<br />

poesía suponen un descubrimiento.<br />

«Poesía es lo verdadero que quiere llegar<br />

al lenguaje», señala Paul Celan. Así sucede<br />

en toda poesía: la constante y sempiterna<br />

transición hacia el poema, hacia lo que<br />

existe y que para toda poesía no deja de<br />

existir como el sellado asombro de los días.<br />

Ese conato de lenguaje que busca a su<br />

vez lenguaje alienta cada una de las pala-<br />

65


as del poema, según Celan, incluso aquellas<br />

aparentemente más ínfimas, a buscar<br />

relaciones, a tender al lenguaje mismo.<br />

Ello ocurre en ambos modos de concebir<br />

la poesía. Partiendo del poeta argentino,<br />

Roberto Juarroz llamaremos horizontal<br />

aquella poesía que tensa la sintaxis o parataxis<br />

no ya hacia otras palabras, sino hacia<br />

su ausencia. Por el contrario, denominaremos<br />

poesía vertical aquella en la cual la<br />

palabra del descubrimiento se contrae o<br />

distiende hacia lo que el asombro mismo<br />

se contrapone: el silencio.<br />

Apoyado en él, lo cual significa también<br />

contra él acontece justamente esa<br />

transición hacia el poema y germen de<br />

algo que sucede en el poema mismo,<br />

en el cual todo es emanación y signo.<br />

<strong>La</strong> realidad, resulta extraña por igual, y<br />

se hace signo que ha de ser dicho. Se<br />

muestra irreductible a su vez a cualquier<br />

significación, es decir, se impone<br />

y se expone a su vez a través de palabras<br />

y silencio. Es entonces —es decir—<br />

ahora, que «tienen que surgir palabras<br />

para ello, como flores» (Hölderlin).<br />

Si en la poesía horizontal el silencio<br />

es la consecuencia de un camino que,<br />

solo tras recorrerse, se hace intransitable<br />

en las palabras, la poesía vertical<br />

concibe dicho silencio como aquello<br />

que, desde el inicio, sitúa la plenitud<br />

que solo cabe romper para su florecimiento.<br />

Y así se presentan, en verdad<br />

justa y necesariamente, los versos aquí<br />

programáticos de René Char: «tienes la<br />

densidad de la rosa que se hará».<br />

Y en ese camino, la poesía verdadera<br />

(y la verdadera poesía) está repleta de<br />

imágenes de cauces, venajes de aguas,<br />

surcos, tajos y canales por donde el río<br />

de las palabras fluye y confluye para<br />

dotar aquello que todo descubrimiento<br />

tiene de andadura y convergencia pues,<br />

sostuviera Walser, «nunca es el sol más<br />

bello que cuando se inicia el camino».<br />

Si en la poesía horizontal el silencio<br />

es devenido y apocalíptico, en la poe-<br />

66


sía vertical es condición ex nihilo. Si en<br />

una es ausencia, en la otra es presencia,<br />

si en una el silencio es es redentor, en<br />

la otra es creador, si en una es aquello<br />

por reconstruir, en la otra es aquello<br />

en lo que hay que penetrar, si en una<br />

es cicatriz a curar, en la otra es herida<br />

a hendir. Con todo ello, la lectura de<br />

toda verdadera poesía (y de poesía<br />

verdadera) parece producir en ambos<br />

casos una especie de fértil extrañamiento<br />

que pone en jaque al tiempo, a<br />

la realidad misma. Ya sea clausurando<br />

o astringiendo el silencio, en la poesía<br />

descubrimos algo que ya había sido<br />

antes y, a su vez, algo, siempre, estuviera<br />

por hacerse, por crecer o decrecer.<br />

No otra cosa, tal vez esencialice ese<br />

asombro, esa thaumazein que desde<br />

los griegos constituye la condición humana<br />

misma.<br />

Y sin embargo, el asombro descubre<br />

algo. Algo que en el decir resulta recordado,<br />

es decir, traído al corazón (cord,<br />

cordis) como algo que ya hubiera estado<br />

con nosotros en ese —y a su vez en otro—<br />

camino. Algo íntimo y oculto que se desvela<br />

gota a gota como recuerdo y que, al<br />

decirlo, se expone a una luz que siempre<br />

será elocuente, pero también siempre<br />

por hacerse y por decir. De ahí su pugna y,<br />

a la vez su coyunda, con el silencio. Pues<br />

el poeta, sabe, como sostiene María Zambrano,<br />

que toda palabra requiere un alejamiento<br />

de la realidad a la que se refiere.<br />

Por eso el poeta, como los pájaros ha de<br />

levantar vuelo y al hacerlo, de uno u otro<br />

modo, escribir lentamente el silencio. En<br />

ello percibimos, con la atención que la<br />

poesía verdadera y la verdadera poesía<br />

nos proponen, la sensación, en definitiva,<br />

de estar sostenidos, a través del lenguaje<br />

y el silencio. Un presente nos sostiene<br />

en su mano, un main-tenant – palabra<br />

francesa para indicar el presente y que<br />

literalmente significa «mano que tiene»<br />

nebuloso situado entre un suelo y un cielo<br />

por descubrir.<br />

67


68<br />

NADIE ESCAPA<br />

DE ELLA, NADIE<br />

Por Franklin Pernía


Alexis sube a toda velocidad por el<br />

barrio, sorteando huecos o una<br />

que otra persona que todo viernes<br />

toma la calle sin importarle los vehículos<br />

que suben o bajan. Hay quienes<br />

le saludan o le llaman, pero él no está<br />

para contestar saludos y mucho menos<br />

quedarse hablando. Llega a su casa,<br />

rápido estaciona la moto, le coloca la<br />

cadena, toca fuerte a la puerta y grita:<br />

«¡Abuela! ¡Abuela, abre puerta!» <strong>La</strong> señora<br />

Rosario, como puede o mejor dicho,<br />

como le permite la artrosis, le abre.<br />

El muchacho irrumpe y sigue hacia su<br />

cuarto. <strong>La</strong> anciana le pregunta si va a<br />

comer y él no contesta. En el cuarto, el<br />

muchacho se saca de la cintura la pistola,<br />

la tira a la cama y se asoma por la<br />

ventana. Desde ahí tiene una excelente<br />

vista de la autopista, del barrio y hasta<br />

una parte de la ciudad, siente algo de<br />

alivio al no ver ni escuchar patrullas.<br />

Se quita la franela y el pantalón, se revisa<br />

por todos lados y nada, todo bien.<br />

Busca el teléfono celular y no tiene llamadas,<br />

se lanza a la cama. Enciende un<br />

cigarrillo y tras botar la primera bocanada,<br />

dice «Me salvé de vaina… ¡Coño<br />

Miguelito, te jodiste! Esas ratas, no te<br />

iban a dejar vivo mi pana». Veinte minutos<br />

después, duerme plácidamente.<br />

Alexis y Miguel hacen espera en la<br />

bomba gasolinera. Alexis recostado en<br />

su moto, ve la hora de su reloj y dice:<br />

—¡Mosca, Miguelito! Es la hora, en<br />

cualquier momento aparece. ¡No te<br />

quiero aguevoniao!<br />

—¡Tranquilo, chamo! —contesta Miguel<br />

algo molesto—. Sé lo que tengo<br />

que hacer…<br />

Precisamente en ese momento entra<br />

una camioneta 4x4 último modelo a la<br />

bomba. Alexis dice «Ahí viene». Miguel<br />

se aleja despacio por la derecha. Alexis<br />

se saca la llave del bolsillo del pantalón,<br />

la coloca en el suiche de la moto<br />

y toma por la izquierda. Al estacionarse<br />

la camioneta, sale su conductor, un<br />

hombre alto e impecablemente vestido,<br />

le dice algo al empleado de la bomba<br />

y camina hacia la izquierda hablando<br />

por el celular. Alexis saca la pistola y<br />

se lanza sobre él apuntándolo. Miguel<br />

hace lo mismo con el empleado. Alexis<br />

lo arrastra al vehículo, le pide las llaves,<br />

éste se resiste y recibe dos disparos en<br />

el pecho, muriendo de ipso facto. Le<br />

quita las llaves y se las tira a Miguel. En<br />

ese mismo momento entran un par de<br />

policías motorizados con sus respectivos<br />

compañeros y rápido captan la<br />

acción. Se produce un enfrentamiento<br />

entre los dos bandos. Uno de los policías<br />

cae. Alexis grita «¡Móntate en la<br />

camioneta y pírate!» Pero Miguel no<br />

escucha, sigue disparando hasta quedarse<br />

sin balas, logra montarse pero no<br />

le enciende la camioneta. Alexis corre a<br />

la moto y tampoco la puede encender,<br />

voltea a ver hacia la camioneta y un<br />

policía dispara sin miramientos contra<br />

Miguel que ha levantado las manos en<br />

alto. Se baja de la moto y apunta, cuando<br />

siente una bala penetrar por su estomago,<br />

haciéndole estallar las entrañas.<br />

Vuelve a apuntar y siente otra bala<br />

entrar por su pómulo derecho. Cae de<br />

rodillas escupiendo una gran pelota de<br />

sangre. Levanta la mirada y a pesar que<br />

todo le da vueltas, ve acercarse dos de<br />

los policías apuntándole. Reconoce al<br />

de la derecha, es el mismo que había<br />

accionado su arma varias veces contra<br />

la humanidad de su amigo. <strong>La</strong> sangre<br />

no deja de salir copiosamente por su<br />

boca y nariz, siente ahogarse con ella.<br />

Al estar los gendarmes a casi un metro<br />

frente a él, ese mismo policía dice:<br />

69


«¡Muérete, maldita rata!» y dispara.<br />

Alexis siente como su corazón explota<br />

en mil pedazos al pasar el proyectil por<br />

todo el medio del musculoso órgano y<br />

salir por su espalda. Alexis grita, despierta,<br />

es un sueño. Ve la hora y son cinco<br />

minutos para las tres de la madrugada.<br />

Pone la pistola bajo la almohada,<br />

apaga la luz y vuelve a dormirse.<br />

Es de mañana. El zumbido de moscas<br />

despierta a Alexis. Quiere ver la<br />

hora y no puede levantar el brazo.<br />

Trata de levantarse y se le hace difícil,<br />

está tieso, totalmente rígido. Intenta<br />

hablar, llamar a su abuela y de su boca<br />

no sale ni el más mínimo ruido. Hace<br />

un gran esfuerzo y logra sentarse, con<br />

el movimiento toda su columna crujió<br />

como si se hubiera quebrado. Ve sus<br />

piernas, están rígidas, algo huesudas y<br />

tienen tonos amarillo pálido y grisáceo.<br />

Hay gran cantidad de moscas, algunas<br />

sobre su cuerpo. Sus brazos están en<br />

iguales condiciones, pesados y tiesos.<br />

Como puede, logra moverse hasta colocarse<br />

al borde izquierdo de la cama,<br />

con cierta dificultad se levanta y al intentar<br />

dar un paso, se va al piso. El fuerte<br />

golpe y un tétrico grito llegan a los<br />

oídos de la señora Rosario. Al llegar la<br />

anciana al cuarto, consigue a su nieto<br />

boca abajo. Busca ayuda. Un vecino<br />

taxista lo traslada al hospital. El médico<br />

que lo recibe al verlo dice que no<br />

hay nada que hacer, está muerto. «¡No<br />

puede ser!», exclama la abuela. Tras la<br />

insistencia de la misma, el galeno hace<br />

un chequeo, le toma el pulso, le coloca<br />

el estetoscopio en el pecho y nada; ratifica<br />

su primera apreciación y hasta se<br />

aventura a decir que tiene varias horas<br />

muerto, por el evidente rigor mortis. <strong>La</strong><br />

necropsia de ley arroja muerte por infarto<br />

fulminante, hora aproximada entre<br />

las 02:50 y 03:10 de la madrugada.<br />

Nadie escapa de ella, nadie…<br />

70


LIBROS<br />

GRATIS<br />

www.editorialdreamers.com<br />

71


72<br />

AROMA A<br />

FLORES<br />

BLANCAS<br />

Por Eva María Baos Ruíz


Creyendo oír las voces de mis compañeros<br />

de clase llamándome,<br />

corrí hacia el poniente pensando<br />

que lo hacía en la dirección correcta.<br />

Cuando descubrí que aquella carrera<br />

no me conduciría al lugar de partida,<br />

comencé a deambular sin rumbo. No<br />

recuerdo cuánto tiempo había pasado<br />

cuando, agotada y aterrorizada, me<br />

senté en el suelo. Temía por mi vida.<br />

Sentía que en desde algún lugar oculto<br />

algo o alguien me observaba.<br />

Tenía frío. Pronto anochecería. Decidí<br />

buscar un lugar elevado. Desde lo<br />

alto podría ver si se acercaba alguien<br />

y divisar algún refugio. ¿Serviría un<br />

árbol? Nunca antes me había subido<br />

a uno. No sabía si podría hacerlo. Por<br />

suerte encontré un arbusto muy parecido<br />

a un árbol con el tronco algo torcido<br />

por el que era muy sencillo trepar.<br />

Al poner los pies en las ramas más<br />

altas y mirar a lo lejos, descubrí la silueta<br />

de la una iglesia que se recortaba<br />

a contraluz sobre la puesta de sol.<br />

El cielo fue cubriéndose de una niebla<br />

blanca y espesa que hizo desaparecer<br />

completamente el horizonte. Un globo<br />

de luz blanca procedente de la montaña<br />

cruzó el cielo y se proyectó como un<br />

rayo sobre la riera. Perdí el equilibrio y<br />

bajé más rápido de lo que había subido.<br />

Me levanté dolorida.<br />

Una fuerte y silenciosa ráfaga de<br />

viento helado me abofeteó el rostro. A<br />

lo lejos, una sombra avanzaba en línea<br />

recta lentamente levantando la niebla<br />

a su paso. Mi corazón latía tan fuerte<br />

que creí que se me iba a salir del pecho.<br />

Me dejé caer al suelo. Abracé mis<br />

piernas y me eché a llorar. Estaba muy<br />

asustada. Me sentí de pronto envuelta<br />

en dulce aroma a flores blancas, y noté<br />

el liviano peso de una mano que se<br />

apoyaba delicadamente sobre mi rodilla.<br />

Alcé la cabeza y lo encontré frente<br />

a mí. <strong>La</strong> bruma se había disipado. ¡Era<br />

un niño de unos ocho años! ¿Qué hacía<br />

allí solo? ¿Quién eres tú? ¿Te has perdido<br />

también? Me miró fijamente. Sus<br />

ojos azules brillaron dulcemente en la<br />

penumbra. Me llamo Yago, respondió.<br />

En ese mismo instante, se oyó un<br />

trueno ensordecedor que sacudió la riera.<br />

Hay que buscar un lugar donde pasar<br />

la noche. Miré el cielo. Amenazaba<br />

tormenta. No podemos quedarnos aquí.<br />

¿Vienes conmigo?, le pregunté. Lo cogí<br />

de la mano. Estaba helado. Me quité el<br />

abrigo y lo puse sobre sus hombros. Vamos,<br />

dije mientras recogía mi mochila,<br />

hace mucho frío y puede que llueva.<br />

Anduvimos lentamente mientras las<br />

últimas luces del día se perdían en el<br />

cielo, y la sombra avanzaba sobre la<br />

ribera cubriéndola de un manto espeso<br />

y oscuro. Respiré hondo. ¿Qué iba a<br />

ser de nosotros cuando la noche fuera<br />

completa? Los troncos de los árboles<br />

eran fuertes y altos, muchos tenían las<br />

raíces por fuera del suelo. <strong>La</strong>s hojas<br />

de los árboles eran frondosas y de un<br />

verde oscuro, incluso de día apenas<br />

dejarían pasar la luz. Tropecé y caí de<br />

bruces. Intenté levantarme, pero volví<br />

a caer. Mi pie había quedado atrapado<br />

entre dos raíces, no podía sacarlo. Conozco<br />

este lugar, sígueme, susurró el<br />

niño mientras yo me frotaba el tobillo<br />

dolorido. Avanzamos cuidadosamente<br />

en línea recta hasta llegar al pueblo.<br />

Seguimos la calle que acababa en una<br />

placita. Tenía la sensación de que caminábamos<br />

sobre raíces, miré al suelo de<br />

tierra, estaba removido y se veían huesos<br />

por doquier, como si los hubieran desenterrado.<br />

Horrorizada, salí corriendo hasta<br />

encontrarme de frente a un edificio de<br />

73


piedra de una sola nave rectangular, el<br />

único que parecía estar en pie.<br />

Entré en la iglesia buscando un lugar<br />

donde refugiarnos. Estaba abierta. <strong>La</strong> oscuridad<br />

casi era total. Busqué en mi bolsillo.<br />

Siempre llevaba conmigo la llave de<br />

mi diario. El llavero era una pequeña linterna<br />

que pintó la nave del color del café<br />

recién tostado. El templo apareció frío y<br />

sobrecogedor. El suelo estaba cubierto por<br />

una manta de huesos humanos. Allí no<br />

podríamos dormir. Llamé al niño. Se había<br />

quedado fuera. Me volví hacia el arco de la<br />

puerta, pero al intentar cruzarlo, choqué<br />

con algo que se interpuso en mi camino.<br />

¿Mamá? ¡Mamá! ¿Eres tú? ¡Me has<br />

encontrado! Me abrazó tan fuerte que<br />

parecía que iba a partirme en dos. Solo<br />

repetía lo mucho que sentía no haberme<br />

encontrado antes. Yo sonreía feliz.<br />

Estábamos a salvo. Me separé de ella.<br />

Alcé la cabeza para mirarla a los ojos.<br />

¿Dónde está Yago? Me miró sorprendida.<br />

Le expliqué que no podía irme<br />

de allí sin él. Su familia lo estaría buscando.<br />

Había que encontrarlo. No les<br />

constaba que hubiera sido denunciada<br />

ninguna otra desaparición más que la<br />

mía. Mi padre insistía en que debíamos<br />

irnos; estaba convencido de que mi<br />

mente había creado un amigo invisible.<br />

En un acto de rebeldía, entré en la iglesia<br />

y allí me quedé, acurrucada en una<br />

esquina. Temblaba de frío. Mamá me<br />

74


cubrió con su abrigo y se sentó junto a<br />

mí. Le expliqué que el mío se lo había<br />

prestado al niño.<br />

Miré a mamá, y ella a mí. Fue como si<br />

nos hubiéramos leído la mente. Vamos<br />

a buscar a tu amigo. Recorrimos el pueblo<br />

y acabamos en el viejo cementerio,<br />

el lugar donde aún yacían las lápidas<br />

de gentes que vivieron en Turruncún<br />

en una mejor época.<br />

Asomé la cabeza tras la tapia semiderruida.<br />

Di dos pasos más. Me pareció<br />

ver la silueta de alguien agachándose<br />

en medio de los cipreses. ¿Yago? Mamá,<br />

hay alguien ahí dentro, tal vez sea Yago.<br />

Encontramos mi abrigo cuidadosamente<br />

doblado sobre una vieja lápida.<br />

Esta no tenía más inscripción que una<br />

cruz templaria en medio de dos círculos<br />

diminutos y un nombre: Santiago. ¿Mamá,<br />

está ahí Yago?, pregunté. Quise decir algo<br />

más, pero las palabras se atravesaron en<br />

mi garganta negándose a nacer.<br />

De pronto, repicaron las campanas<br />

de la iglesia llamando a misa, sonó la<br />

sirena del colegio, sentimos la algarabía<br />

de los niños jugando y riendo, y<br />

adivinamos el trasiego de la vida en las<br />

calles muertas. Mientras tanto, un viento<br />

helado envolvió el pueblo fantasma<br />

y el monte en un dulce aroma a flores<br />

blancas. Mamá limpió las lágrimas de<br />

mis mejillas, y me acogió en un silencioso<br />

y cálido abrazo.<br />

75


76<br />

EL<br />

JUEGO<br />

Por Andrea Ciria


<strong>La</strong> sinuosa carretera parecía interminable<br />

y la noche se aproximaba<br />

con rapidez. Dambe cambió el dial<br />

del radio de su vehículo y subió el volumen<br />

para permanecer despierta. Al<br />

poco, timbró su móvil.<br />

—¿Bueno?<br />

—Dambe, ¿cuánto te falta para llegar?<br />

Muero de hambre. Es tardísimo. ¿Te espero<br />

para cenar?<br />

Dambe buscó con la mirada el reloj<br />

inserto en el tablero del auto. Quería<br />

calcular el tiempo que le tomaría llegar<br />

a casa de su hermana. Sin embargo, su<br />

atención se desvió hacia el marcador<br />

de gasolina.<br />

—Heden —dijo y bajó el volumen del<br />

radio—, olvidé cargar combustible. Estoy<br />

usando la reserva.<br />

—¡Oh, Dios! ¿Y te falta mucho para llegar?<br />

—Pues... sí. Voy a la mitad del trayecto.<br />

—Hagamos esto —sugirió Heden, sin<br />

perder la calma—: sigue hasta donde<br />

puedas. Cuando se vacíe el tanque, llámame<br />

para que vaya por ti. Me envías<br />

tu ubicación al móvil. ¿Te parece?<br />

—Pues la verdad es que no. ¿Pero qué<br />

otra opción tengo?<br />

—Creo que ninguna.<br />

Colgaron. Dambe condujo a una velocidad<br />

constante para no desperdiciar<br />

combustible. Pese a que había recorrido<br />

esa carretera varias veces y le agradaba<br />

el paisaje boscoso, esa noche le pareció<br />

que la oscuridad la devoraba. Media<br />

hora más tarde, se terminó la reserva de<br />

gasolina. Aprovechando la inercia del<br />

auto, lo orilló y encendió las luces intermitentes.<br />

Después llamó a su hermana.<br />

—Heden, estoy como a veinte minutos<br />

de la entrada a la ciudad. Te enviaré<br />

mi ubicación exacta.<br />

—Muy bien. Llevaré un galón de<br />

combustible.<br />

—Gracias, hermana.<br />

Bajó la ventanilla. <strong>La</strong> negrura del bosque<br />

la rodeaba por completo. Sintió la<br />

necesidad de estirar las piernas y se<br />

apeó del vehículo tras abrochar su chaqueta.<br />

Le pareció escuchar un aplauso a<br />

lo lejos, y al poco identificó también el<br />

ruido de pisadas sobre la hojarasca, al<br />

borde del camino. Aguzó el oído, contuvo<br />

la respiración y se quedó quieta. Los<br />

aplausos y las pisadas se intensificaron.<br />

Encendió una linterna que llevaba en<br />

la guantera y escudriñó en la lobreguez<br />

tratando de encontrar el origen de los<br />

ruidos. Luego escuchó otro aplauso.<br />

Seco, contundente. «Los animales no<br />

aplauden», pensó. Aterrada, regresó al<br />

interior de su coche. Subió la ventanilla<br />

y puso los seguros a las puertas. Los<br />

cristales pronto se empañaron. Miró por<br />

el retrovisor y descubrió algo escrito en<br />

el vidrio trasero. Entornó los ojos y leyó:<br />

«Juega». Descubrió que las letras fueron<br />

escritas desde dentro. Con manos temblorosas,<br />

abrió la puerta y volvió a salir<br />

del auto. De las sombras provino un<br />

nuevo aplauso.<br />

Levantó la linterna pero no logró ver<br />

nada. Dos golpes de palmas recibieron<br />

respuesta de otros dos pasos. Seguidamente<br />

una brisa tibia y un silencio<br />

sepulcral envolvieron a Dambe. Sintió<br />

que sus piernas flaqueaban. Volvieron a<br />

surgir las palmadas. En esta ocasión sonaban,<br />

de manera alternada, por pares<br />

o tríos, y un eco de pasos les contestaba.<br />

Marcó el número de Heden. Transcurrió<br />

una eternidad antes de que pudiera<br />

escuchar su voz.<br />

—Dambe, no te desesperes.<br />

—Heden, ¿dónde estás?<br />

—En la entrada de la carretera, discutiendo<br />

con un policía vial.<br />

—¿Qué?<br />

77


—Según él, la autopista está cerrada<br />

desde hace una semana.<br />

—Heden, algo muy extraño está pasando.<br />

Por favor ven a buscarme.<br />

—Eso intento.<br />

—Tengo miedo.<br />

—Lo sé, pero el oficial no me deja pasar.<br />

A los oídos de Dambe llegó una ráfaga<br />

de cinco aplausos y cinco pasos.<br />

—¡Pues dile que estoy aquí! Que mande<br />

una maldita patrulla —tomó aire—. Muéstrale<br />

mi ubicación y una fotografía que te<br />

voy a enviar, así te creerá —a Heden le pareció<br />

buena idea y se acercó al agente.<br />

Le mostró la pantalla de su móvil y dijo:<br />

—Mire, ahí está mi hermana. Por favor,<br />

pida que una patrulla vaya a buscarla.<br />

El uniformado miró la ubicación de<br />

Dambe y arqueó las cejas. Apretó los<br />

labios y respondió:<br />

—No entiendo cómo pudo pasar. El<br />

camino también está cerrado del otro<br />

lado. Se extraviaron unos niños.<br />

—¿Me va a ayudar o no?<br />

El oficial solicitó a la central una patrulla<br />

para que entrara a la carretera.<br />

Dambe se paró en medio del camino<br />

al escuchar que las palmadas y pasos se<br />

aproximaban aún más. Se estremeció<br />

al ver a un grupo de niños en semicírculo<br />

que la contemplaba a lo lejos. Uno<br />

de ellos levantó el brazo y la señaló. Los<br />

críos aplaudieron. Dambe escuchó las<br />

pisadas cerca de ella y los pequeños<br />

78


golpearon sus palmas otra vez. Dos<br />

aplausos; dos pasos; tres golpes más de<br />

palmas y Dambe sintió escalofríos al percibir<br />

una pesada respiración justo detrás<br />

de ella. No se atrevió a voltear, a moverse,<br />

hasta que los niños levantaron los brazos<br />

para aplaudir. Entonces dio media vuelta<br />

y se topó con más críos en la carretera. <strong>La</strong><br />

miraban con una sonrisa distorsionada y<br />

ojitos entreabiertos. Aplaudieron. Los<br />

pasos estaban detrás de ella. No sabía si<br />

enfrentar lo que obedecía los aplausos<br />

o correr y refugiarse en el bosque. Tras<br />

otro choque de palmas Dambe sintió un<br />

aliento tibio en la nuca.<br />

El oficial localizó el auto de Dambe.<br />

Salió de la patrulla armado con una<br />

potente linterna. Tras revisar el vehículo<br />

de la chica, activó el radio comunicador<br />

e informó a la central que el<br />

coche estaba vacío. Dijo también que<br />

buscaría en los alrededores. Al cortar la<br />

comunicación, le pareció escuchar un<br />

aplauso en la lejanía y apuntó el rayo<br />

de luz hacia el ruido. Luego oyó pasos<br />

en la hojarasca. Caminó con cautela<br />

iluminando con el haz de luz el camino.<br />

—¿Alguna otra novedad? —preguntó<br />

a su colega el oficial que aguardaba<br />

junto con Heden.<br />

—Me parece haber escuchado algo, señor.<br />

Cuando Dambe, rodeada de niños,<br />

se percató de que el oficial se internaba<br />

en el bosque, aplaudió.<br />

79


EL SER<br />

HUMANO<br />

ASOCIAL<br />

Por Paula Yessenia Aguirre Zendejas<br />

Los seres humanos tienden a vivir<br />

en sociedades ya que se necesitan<br />

mutuamente para subsistir; al vivir<br />

en sociedad se educan y se transforman<br />

para bien o para mal, lo que hace<br />

que se vaya forjando un camino que los<br />

diferenciará de los demás.<br />

Primero hay que saber diferenciar entre<br />

las personas antisociales y las asociales<br />

ya que cotidianamente son confundidas:<br />

una persona antisocial es una<br />

80<br />

persona que siente aberración hacia la<br />

sociedad y está en contra de las leyes,<br />

reglas y valores morales, son personas<br />

que se oponen al orden social y una persona<br />

asocial son las que carecen, tienen<br />

dificultad para integrarse a la sociedad.<br />

Aristóteles (384 a.C. - 322 a.C.) filósofo,<br />

lógico y científico de la antigua<br />

Grecia, decía que «el ser humano es un<br />

ser social por naturaleza, y el insocial<br />

por naturaleza y no por azar o es mal


humano o más que humano.» Partiendo<br />

de ese pensamiento surgen algunas<br />

interrogantes como: ¿Qué es lo que<br />

hace que el ser humano abandone su<br />

naturaleza social?<br />

Normalmente el término asocial es<br />

utilizado para describir a personas que<br />

carecen de interés por la interacción<br />

social, que no disfruta estar rodeado<br />

de multitudes y que disfruta de las actividades<br />

solitarias.<br />

<strong>La</strong>s personas asociales, por ende, tienen<br />

problemas para interactuar con los<br />

demás, debido a la falta de experiencia<br />

o la mala habilidad social pues, aunque<br />

no les guste socializar, es casi imposible<br />

no hacerlo ya que por muy autónomo<br />

que se crea una persona, se necesita de<br />

la sociedad para subsistir ya sea en pequeñas<br />

o grandes comunidades.<br />

A lo largo de la historia humana han<br />

existido las personas asociales, antes mu-<br />

81


chos filósofos eran tomados como tal por<br />

alejarse un poco de la sociedad y se hicieron<br />

muchas obras literarias que tienen<br />

que ver con dicha conducta asocial.<br />

Pienso que a veces no está mal alejarse<br />

un poco del contacto social puesto<br />

que todos necesitan de privacidad y liberarse<br />

de ciertas actitudes de la sociedad<br />

que si bien no todos las siguen siempre<br />

habrá gente que si, en la actualidad comúnmente<br />

se ve que que jóvenes y adultos<br />

deciden alejarse cada vez más de las<br />

relaciones sociales por algunas conductas<br />

discriminatorias que con suerte con<br />

el tiempo irán desapareciendo debido<br />

a que la gente va cambiando su manera<br />

de pensar conforme va madurando<br />

mentalmente y conforme la sociedad va<br />

cambiando, podemos tomar como ejemplo<br />

la homosexualidad, antes era más<br />

común considerarla una aberración y era<br />

motivo de mucha discriminación pero<br />

conforme la sociedad fue de cierta manera<br />

evolucionando eso ya no fue visto<br />

de esa manera aunque algunas personas<br />

siguen pensando igual, algunos fueron<br />

cambiando su manera de pensar y percibir<br />

el mundo que los rodea.<br />

<strong>La</strong>s personas asociales también tienden<br />

a ser víctimas de discriminación ya<br />

82


que son catalogados como «personas<br />

extrañas» o «raros», aunque no todos<br />

son vistos así ya que algunos consideran<br />

a las personas asociales como<br />

sinónimo de autonomía e inteligencia<br />

aunque esto no está científicamente<br />

comprobado y sólo es visto así por<br />

unos cuantos.<br />

Pienso que la gente tiene ese miedo y<br />

le genera esa aberración a socializar por<br />

el temor de que se burlen de su persona.<br />

<strong>La</strong> educadora, pedagoga, científica,<br />

médica, psiquiatra, filósofa, antropóloga,<br />

bióloga, psicóloga, feminista y<br />

humanista italiana María Montessori<br />

(1870-1952) dijo alguna vez que «nadie<br />

puede ser libre a menos que sea independiente;<br />

por lo tanto, las primeras<br />

manifestaciones activas de libertad individual<br />

del niño deben ser guiadas de<br />

tal manera que a través de esa actividad<br />

el niño pueda estar en condiciones<br />

para llegar a la independencia.»<br />

Si los padres educaran a sus hijos de<br />

la manera correcta y les dieran la atención<br />

y el cariño necesario habría menos<br />

personas asociales y menos personas<br />

que discriminen, ya que según estudios<br />

la personalidad se forja en la infancia y<br />

en la adolescencia.<br />

83


84<br />

OTRO DÍA<br />

DE TRABAJO<br />

Por Roberto Berríos


<strong>La</strong> criatura era horrible. Su cabeza<br />

deforme se alargaba por atrás,<br />

dándole cierto parecido a una patata.<br />

No tenía ojos. Su boca, carente de<br />

labios, se arqueaba en una sonrisa horrible<br />

que mostraba sus dientes filosos;<br />

y su cuerpo humanoide y escuálido<br />

emanaba un aroma nauseabundo.<br />

<strong>La</strong> doctora Iglesias se acercó a la<br />

mesa de disección en el que descansaba<br />

el cadaver del monstruo y sólo necesitó<br />

de un vistazo para identificarlo:<br />

—Un onirófago —dijo la mujer.<br />

Su asistente, que tomaba notas a<br />

buena distancia, levantó el rostro y en<br />

su mirada se mostró la duda. Kasandra<br />

Iglesias se volvió hacia la pobre novata<br />

y en su rostro moreno de sensuales rasgos<br />

latinos se iluminó con una sonrisa.<br />

—Es un devorador de pesadillas. Se<br />

cuelan a los cuartos de los niños para<br />

provocarles terrores nocturnos con los<br />

que, de alguna manera, se alimentan...<br />

¡Este está muy bien conservado!<br />

Ivonne, su asistente, anotó la información<br />

en su libreta. Luego dio un par<br />

de pasos hacia el ser con tanta curiosidad<br />

como miedo.<br />

—¿Está muerto? —preguntó.<br />

—Bien muerto —sonrió Kasandra—. ¡Pero<br />

el delicioso perfume que despide no tiene<br />

nada que ver! Ese es su olor característico.<br />

Ivonne se estremeció. Llevaba apenas<br />

tres días de trabajo en el Arca Central<br />

y ya había observado suficientes<br />

monstruos, aliens, trasgos y demonios<br />

como para tener pesadillas por el resto<br />

de su vida.<br />

—Pásama el bisturí —ordenó Kasandra—.<br />

¡Veamos qué tiene nuestro amiguito<br />

adentro!<br />

Ivonne acercó la bandeja con el equipo<br />

quirurgico y luego retrocedió. Kasandra<br />

tomó el bisturí, se quedó mirando el<br />

cadáver unos segundos, y luego dibujó<br />

una incisión perfecta en el pecho raquítico<br />

del monstruo. Una sangre negra,<br />

espesa y brillante brotó de la herida, haciendo<br />

que el hedor aumentara.<br />

—Sí que está fresco —sonrió Iglesias.<br />

Ivonne retrocidió otro par de pasos.<br />

Realmente admiraba a Kasandra, pero<br />

aquel espectáculo era insoportable, incluso<br />

para una científica entrenada. Se<br />

llevó las manos a la nariz para no oler<br />

aquello y después cerró los ojos para<br />

no ver cuando la doctora metía las<br />

manos en la herida y abría las costillas<br />

como si fuera un libro.<br />

—Trae la cámara, niña —ordenó Kasandra—.<br />

¡Quiero que fotografíes el interior!<br />

—¿No tiene órganos? —preguntó<br />

Ivonne, con una mueca de asco.<br />

—No los tiene —confirmó Kasandra—.<br />

Nadie sabe cómo trabaja su cuerpo<br />

porque aún no hemos podido capturar<br />

un ejemplar vivo… ¡Demonios!<br />

—el grito de Kasandra sorprendió a su<br />

asistente. Antes de poder preguntar<br />

qué pasaba, Ivonne vio una especie de<br />

calamar brotando de entre las piernas<br />

del monstruo. <strong>La</strong> criatura babosa saltó<br />

hacia el piso y empezó a arrastrarse por<br />

el laboratorio a una velocidad increíble.<br />

—¡Dios mío! —gimió Ivonne, subiendo<br />

a una silla.<br />

Kasandra, por su parte, se precipitó<br />

hacia una pared cercana y soltó lo que<br />

parecía ser un extinguidor. Le quitó el<br />

seguro, apuntó hacia el calamar y descargó<br />

sobre él una línea de fuego rojo.<br />

<strong>La</strong> criatura, que ya empezaba a reptar<br />

por las paredes, dio un chillido al sentir<br />

el contacto de las llamas y cayó al suelo<br />

convertida en un chicharrón humeante.<br />

Kasandra se acercó a la cosa quemada,<br />

le dio un pequeño puntapié y luego<br />

miró a su asistente con cierta desilusión.<br />

85


—¡Qué lástima! —dijo—. Matamos a<br />

una cría perfecta.<br />

—Pensé que esa cosa era macho —gimió<br />

Ivonne. Kasandra se encogió de<br />

hombros.<br />

—Los onirófagos son hermafróditas...<br />

<strong>La</strong> pobre asistente no soporto más.<br />

Se arrojó de la silla en la que estaba,<br />

corrió por el laboratorio hacia la salida,<br />

cruzó el pasillo y llegó al baño justo un<br />

segundo antes de vomitar el desayuno.<br />

¿Cómo diablos iba a poder sobrevivir<br />

en aquel zoológico de horrores? ¿Cómo<br />

iba a resistir aquella angustia interminable?<br />

Por un momento se sintió tan<br />

desamparada que lo único que pensó<br />

era en llorar, pero se contuvo.<br />

No, no podía derrumbarse ahí.<br />

Tenía que demostrar que podía enfrentar<br />

los retos de aquel trabajo. ¿Acaso<br />

sus otros colegas tenían la oportunidad<br />

de ver criaturas tan extrañas y<br />

fascinantes? ¿Acaso aquel no era el<br />

sueño húmedo de todo científico? En<br />

cierta forma, había recibido un gran<br />

privilegio. No podía permitir que su cobardía<br />

la detuviera.<br />

Renunciar no era una opción.<br />

Se acercó al lavabo, se echó un poco de<br />

agua en el rostro y salió del baño hacia el laboratorio,<br />

mientras pensaba en las palabras<br />

con las que se disculparía con la doctora.<br />

Atravesó la puerta y, entonces, lo vio.<br />

El monstruo, al que creían muerto,<br />

se había puesto de pie y daba zarpazos<br />

al aire tratando de despedazar algo,<br />

86


mientras manchaba el suelo con la sangre<br />

que brotaba de su pecho abierto.<br />

Ivonne estaba a punto de gritar cuando<br />

sintió la mano de Kasandra tapando<br />

su boca. El monstruo no podía ver a las<br />

mujeres, quizás porque se guiaba por<br />

el olfato y los aromas del laboratorio<br />

lo confundían. Se limitaba a moverse al<br />

azar, lanzando gruñidos furiosos.<br />

Kasandra soltó a Ivonne y le pasó uno<br />

de los lanza-llamas que ya había visto.<br />

Ivonne entendió lo que tenían que hacer.<br />

Sin tener que decirse nada, ambas<br />

apuntaron hacia el ser putrefacto, quitaron<br />

el seguro de los aparatos y presionaron<br />

el gatillo que activó el fuego. <strong>La</strong><br />

criatura lanzó un rugido feroz al sentir el<br />

incendio abrazador, dio varios zarpazos<br />

hacia la nada y trató de correr hacia atrás<br />

sólo para estrellarse contra el muro.<br />

Ivonne y Kasandra no dejaron de lanzarle<br />

fuego hasta que la bestia dejó de moverse<br />

y sus miembros se empezaron a deshacer.<br />

Luego se sentaron en las sillas, mientras un<br />

pequeño ejército de soldados entraba al laboratorio<br />

para descontaminar la escena.<br />

—Nada mal para un día de trabajo<br />

rutinario, ¿eh? —dijo Kasandra. Ivonne<br />

sonrió con amargura.<br />

—¿Esto es rutinario? —preguntó.<br />

<strong>La</strong> doctora no respondió. Antes de<br />

que pudiera decir nada su comunicador<br />

había comenzado a sonar avisando<br />

que llevaban un nuevo cargamento de<br />

huevos de chupacabras.<br />

Era necesario volver al trabajo.<br />

87


88<br />

LA BATALLA<br />

FINAL<br />

Por José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas


Levantó el puño y lo descargó lleno<br />

de ira contra la pared; un niño de<br />

dos años habría obtenido mejores<br />

resultados. Y encima se había despellejado<br />

los nudillos. Qué dolor, y, lo que<br />

era peor, qué humillación. Él, el Capitán<br />

Protón, el hombre subatómico, presa<br />

de las miserias humanas. Todo por culpa<br />

del maldito Cornelius... Pero cómo<br />

había podido ser tan inocente, por Dios.<br />

Tuvo acorralado a aquel infame traidor,<br />

lo más práctico hubiese sido aniquilarlo.<br />

Pero, generoso, le ofreció el perdón<br />

si prometía abandonar sus artes diabólicas.<br />

Hasta podrían ser compañeros<br />

en la sublime misión de proteger a los<br />

habitantes de la Tierra. Y aquel felón lo<br />

juró todo, hasta dejar de teñirse el pelo<br />

de verde, creía recordar.<br />

Se lamió las magulladuras entre<br />

gemidos ahogados. Había caído en la<br />

trampa como un incauto. El cebo fue<br />

una mujer, por supuesto, su gran debilidad.<br />

Zadora acudió a la cita como<br />

representante de Cornelius. Vamos Capitán,<br />

no somos tan diferentes, al final<br />

todos buscamos lo mismo, la preservación<br />

del sistema tradicional de valores.<br />

Y qué bien te sienta ese traje amarillo,<br />

apretado justo donde tiene que estarlo...<br />

<strong>La</strong>bia no le faltaba a la chica. Tampoco<br />

otras cosas.<br />

Total, que se tomó un par de copas<br />

de más. Y él no estaba acostumbrado<br />

a beber. Siempre tan austero, tan frugal,<br />

cuidando de mantenerse en forma.<br />

Qué habló o hizo después, lo recordaba<br />

de forma inconexa, retazos de sueños<br />

envueltos entre algodones. Aunque no<br />

estaba del todo seguro, debió presumir<br />

de sus hazañas; porque sí, lo reconocía,<br />

era vanidoso. En algún momento de la<br />

velada tuvo que haber comentado lo<br />

de la xililita, valiente imbécil. Ahí residía<br />

el secreto de sus superpoderes. En<br />

eso y en su encanto personal, porque<br />

no sé si te has dado cuenta, Zadora...<br />

Pero qué estúpido. Diez años habían<br />

transcurrido ya desde aquella infausta<br />

noche. Más de tres mil días encerrado en<br />

la Fortaleza Blanca, prisionero impotente,<br />

despojado de su fuerza, convertido<br />

en un guiñapo. Si todavía lo mantenían<br />

con vida era porque aún no había hablado.<br />

Querían conocer cómo el contacto<br />

con aquel mineral, del que ahora estaba<br />

privado, le convertía en un superhéroe,<br />

cuál era el secreto. Jamás lo revelaría.<br />

Diez años en los que el mundo había<br />

caído presa del pérfido Cornelius y la Legión<br />

de los Sin Nombre. Un tiempo durante<br />

el cual los humildes habían sido<br />

sojuzgados y los rufianes campaban por<br />

sus respetos. El Mal, ya sin freno, dominaba<br />

el planeta. Crisis, lo llamaban.<br />

Pero el Capitán Protón aún no había<br />

sido vencido. Hallaría un modo de evadirse<br />

y recuperar las energías perdidas.<br />

Vaya por Dios, ya estaban ahí las dos<br />

esbirras, con sus uniformes luciendo el<br />

logotipo de la Legión. Cómo les gustaba<br />

a los malos esa parafernalia de signos<br />

y atuendos vistosos. Se concentró<br />

haciendo un esfuerzo. Intentó levantarle<br />

la falda a la rubia con el poder de la<br />

mente. Sin fortuna, como siempre.<br />

—Míralo, ¿no te da pena, Luisa? Postrado<br />

en su silla de ruedas, tan alejado<br />

de la realidad... Debió de ser un hombre<br />

apuesto e inteligente. Qué estragos<br />

hace el Alzheimer.<br />

—Qué ingenua eres. Es un cabrón,<br />

como todos los tíos. Ahora tiene lo que<br />

se merece. No recibe visitas. Si hubiese<br />

sido una persona decente alguien se<br />

preocuparía por él. Prepara la inyección<br />

de vitaminas, que aún nos falta el<br />

de la 312 y ese sí que da guerra.<br />

89


—Y sin embargo, en el fondo de sus<br />

ojos aún hay vida, fíjate bien, ha de tener<br />

su propio mundo interior. Aunque<br />

no perciba la realidad tal como es, algo<br />

debe sentir.<br />

—Endurécete más o este trabajo podrá<br />

contigo, Vicky. Anda, ve adelantando la faena<br />

con el otro viejo. Yo termino con este.<br />

Cuando la compañera salió de la habitación,<br />

Luisa recolocó el flequillo trigueño<br />

hacia atrás en un grácil movimiento<br />

y llenó la jeringuilla hipodérmica con un<br />

frasco que sacó del bolsillo de la bata.<br />

Estrenó una sonrisa condescendiente y<br />

se aproximó al anciano contoneándose<br />

con descarada provocación.<br />

—Hola, Proti, espero que hoy sea el<br />

día en que por fin hayas recapacitado.<br />

No hay salvación posible, te lo repito<br />

una vez más. Así que sé buen chico, habla<br />

y acabemos de una vez. <strong>La</strong> muerte<br />

es mejor que esto, ¿a que sí, Capitán?<br />

90


LIBROS<br />

GRATIS<br />

www.editorialdreamers.com<br />

91


92<br />

MENGELE<br />

Por Cristian Ariel Vaccaro


Mengele, así como se lo conoce en<br />

el barrio, es uno de los típicos peluqueros<br />

del conurbano bonaerense.<br />

Poco se sabe de su vida y gustos personales,<br />

durante años hizo culto de un hermetismo<br />

intrigante. Hay quienes dicen su silencio se<br />

debe a algún trauma sufrido durante la primera<br />

infancia, mientras que el ala menos<br />

tremendista de vecinos, manifiesta que se<br />

trata de un mero gusto personal.<br />

Abúlico y discreto, Mengele supo<br />

ganarse mango a mango y con el fruto<br />

de sus cortes, se hizo de tres departamentitos<br />

que le servirán de jubilación,<br />

el día en que esas tijeras dejen de moldear<br />

cabelleras moronenses.<br />

Mengele no es su verdadero apellido,<br />

sino que se trata de un apodo local, que<br />

surge de la similitud entre los trabajos<br />

ejecutados por este artista capilar y el<br />

look de históricos dictadores, de ahí el<br />

nexo, entendiendo cierta lógica barrial,<br />

con aquel nefasto galeno.<br />

Están aquellos que tímidamente,<br />

una vez sentados en el pretencioso sillón<br />

rojo, se animan pedirle el corte del<br />

Mariscal Tito, Muamar el Gadafi o el de<br />

Kim Jong-un, por cierto, muy de moda<br />

en el oeste bonaerense.<br />

El mito dice que nuestro ebanista del<br />

marote, supo echar, sin mediar palabra<br />

alguna, a un chistoso que se animó a<br />

pedir el corte del general Perón, dando<br />

a entender que el ex mandatario pertenecía<br />

al innombrable grupo de tiranos.<br />

Mengele fue y seguirá siendo una<br />

buena opción para aquellas madres,<br />

apremiadas por la apretada economía<br />

familiar, a la hora de elegir Coiffeur<br />

para sus hijos, como así también para<br />

aquellos hombres de trabajo, a quienes<br />

las tarifas populares los convencen<br />

de que al fin y al cabo no está tan mal<br />

perecerse un poco a Sadam Husein.<br />

Recuerdo como en aquel marzo del<br />

95, años de crisis menemista, 5to A del<br />

colegio Dorrego parecía una convención<br />

de mini déspotas, verlo al salvaje<br />

de Garmendia engominado, tirando<br />

tizas con el corte de Pinochet, era una<br />

escena surrealista.<br />

Giovanni Mendicino, el tano Juan,<br />

para los vecinos, conocia a Mengele<br />

desde que este era un bebé de tres<br />

meses. El tano viajó en el mismo barco,<br />

junto a Mengele y su joven madre,<br />

desde el puerto de Regio Calabria, sur<br />

de Italia, hasta nuestras tierras. <strong>La</strong> diferencia<br />

de edad permitió que Giovanni<br />

tenga recuerdos de aquella odisea de<br />

más de veinte días.<br />

Según cuenta Carmela, viuda del finado<br />

tano, Mengele o Benito Straccera<br />

con ellos lo conocían, detrás de esa cortina<br />

de hierro emocional, guarda un inconmensurable<br />

secreto que lo apremia<br />

desde muy chico. Tan grande es ese<br />

enigma, que varios de los vecinos a los<br />

que le llegó el comentario, lo descartaron<br />

por inverosímil.<br />

Cuenta el sustentado y poco creíble<br />

rumor, que Mengele partió de Roma<br />

junto a su joven madre, el 27 de abril<br />

de 1945, dos días después de la muerte<br />

de su padre. El viaje hasta Regio<br />

Calabria fué en burro, la guerra había<br />

destruido todas las vías y rutas hacia<br />

el postergado sur calabrés. Una vez allí,<br />

Santina y el pequeño Benito esperaron<br />

la llegada del deteriorado trashumeante<br />

que los llevaría hacia la paz y el anonimato<br />

perpetuo.<br />

Santina Grandinetti había trabajado<br />

desde muy joven como mucama en el<br />

Palazzo Venezia, y conoció allí a un vivaz<br />

pretendiente que supo enamorarla<br />

con sus rígidos y temerarios encantos.<br />

Como producto de ese amor clandesti-<br />

93


no nacería Benito hijo, como solía llamarlo<br />

su madre. A los pocos meses de<br />

la llegada del retoño, la situación política<br />

se agitó bastante en la capital italiana,<br />

llegando a tal límite que emigrar<br />

era la única opción de sobrevida para<br />

esa joven madre y su hijo.<br />

El 25 de abril de 1945 Benito Mussolini<br />

fue condenado a la horca en la piazza<br />

dil popolo Roma, allí no sólo murió<br />

il Duce, sino también la esperanza de<br />

Mengele de conocer a su padre.<br />

El tano Giovanni creía que Mengele<br />

había encontrado en los temáticos cortes<br />

de pelo, la posibilidad de expresar su más<br />

recóndito secreto. Ahora entiendo por<br />

qué se negó a raparme la cabeza aquel<br />

verano del 2000; dicen sus más allegados,<br />

que cada vez que veía una testa calva, un<br />

llanto asfixiante lo poseía, impidiendole<br />

continuar con su arte. Cada 25 de abril, en<br />

la peluquería ubicada en la calle San Martín<br />

835 de Morón, un lazo negro recuerda<br />

aquel doloroso desenlace.<br />

94


Publica<br />

tu libro<br />

editorialdreamers.com/publica<br />

95


EL MIEDO<br />

Y LA ALTERACIÓN<br />

Por Víctor Hugo Espino Hernández<br />

Basta cerrar los ojos para percatarse<br />

de la intranquilidad espiritual<br />

que invade nuestra vida actual.<br />

Esta sociedad está dominada más que<br />

por un exceso de positividad por miedo<br />

indescriptible a ser uno mismo. Como<br />

decía Montaigne en sus Essays: «De lo<br />

que tengo miedo es del miedo». Habría<br />

también que despertar aquella virtud<br />

de la que no hablan jamás nuestros<br />

antepasados; virtud que nadie conde-<br />

96<br />

cora pero que vence el miedo: la impasibilidad.<br />

Pues, la impasibilidad eleva<br />

el alma hasta lo grandioso, lo excelso,<br />

mientras que el miedo configura de<br />

manera inevitable las actitudes, los<br />

juicios y ensalza la esperanza a lo catastrófico.<br />

El miedo no brinda reconocimiento<br />

propio, sino alteración, invita<br />

a la exageración del yo.<br />

El miedo con ayuda de la voluntad<br />

crea imágenes en la mente que


se llegan a producir materialmente.<br />

Ayudados por el miedo producimos<br />

pensamientos tan incalculables como<br />

el sueño con la muerte. Si la voluntad<br />

opera de manera reiterativa sobre una<br />

idea produce efectos reales. Nosotros<br />

podemos darle la oportunidad al miedo<br />

de conocerle, de sentirle, pero no<br />

hay que permitirle un lugar en la vida<br />

y en el espacio mental, porque es sustancialmente<br />

es más poderoso que<br />

cualquier arma de fuego. <strong>La</strong>s balas se<br />

sepultan y detienen su curso ante una<br />

muralla, ante un obstáculo, pero el<br />

miedo penetra, se sumerge hasta las<br />

fibras sensibilísimas del espíritu.<br />

Uno de los mayores problemas presentes<br />

actualmente es el estrés. El estrés<br />

también produce ideales y los matiza<br />

hasta volverlos indestructibles. El miedo<br />

se ha convertido en el acosador y espía<br />

por excelencia para el homo laborans del<br />

97


siglo XXI. No hay duda de que el hombre<br />

es presa fácil de las circunstancias. Un<br />

día feliz, otro enojado, en el siguiente se<br />

suicida. El cambio es perpetuo: una cualidad<br />

innata de la sensibilidad.<br />

Pero, al miedo no se le puede vincular<br />

con una imagen precisa y real materialmente.<br />

El miedo se propaga por<br />

medio de las imágenes, nuestra tesis: el<br />

miedo evoca, crea imágenes. <strong>La</strong>s ideas<br />

absurdas en una mente capaz y simultáneamente<br />

interesante pueden producir<br />

pensamientos alternativamente de placer<br />

y desagrado. A través de las fantasías<br />

humanas el miedo se propone como<br />

real. No hay nada distinto del miedo a la<br />

oscuridad y el miedo a la enfermedad:<br />

ambos operan como fantasías malévolas<br />

contra el ser de uno mismo: por esta<br />

razón la exageración, la alteración de lo<br />

tangible puede ofrecerse al espectador<br />

como entretenimiento en el cine de terror.<br />

El miedo ataca el proyecto de ser<br />

uno mismo en plenitud.<br />

Es decir, la aniquilación total del ser<br />

tiene una relación estrecha con el miedo.<br />

Miedo a morir. Miedo a cerrar los<br />

ojos por siempre. Miedo a la ceguera.<br />

Miedo a la invalidez. El miedo metamorfosea<br />

la idea sobre lo que uno es.<br />

El miedo ataca la plenitud del espíritu.<br />

Desde el miedo es imposible pensar en<br />

el ser uno mismo. Balzac ofrece sutilmente<br />

en su Tratado de la vida elegante<br />

una crítica hacia el miedo de uno mismo:<br />

«Por todas partes, el hombre anda<br />

extasiándose ante unos montones de<br />

piedras y, si se acuerda de los que las<br />

han apilado, es para agobiarlos con su<br />

compasión; si el arquitecto aún se le<br />

aparece como un gran pensador, sus<br />

obreros sólo son una especie de tornos<br />

que se confunden con las carretillas,<br />

las palas y los picos.» <strong>La</strong> diferencia<br />

entre ser uno mismo y creer ser radica<br />

en la evasión del miedo. Aquel que no<br />

teme nada en absoluto puede disfrutar<br />

de su ser en la expresión de múltiples<br />

eventualidades, así halla plenitud.<br />

Precisamente, el miedo no comunica<br />

negatividad, sólo dibuja imaginaciones<br />

negativas. En la sensación<br />

de temor aparece la imagen de uno<br />

mismo, pero una imagen negativa que<br />

pretende concretamente establecerse<br />

como conocimiento. Esto posibilita<br />

idealizarse en la peor de las tragedias.<br />

El estrés facilita que la tragedia tenga<br />

un matiz tan real que se vuelva imposible<br />

evadirla. El sujeto que se extravía<br />

en medio de una calle desconocida en<br />

la madrugada conoce el miedo como la<br />

sensación de temor contra su espíritu,<br />

una opresión de espíritu. <strong>La</strong> opresión<br />

no anuncia negatividad, sino repulsión.<br />

El abuso sexual es desagradable<br />

porque es la opresión de una carne<br />

no-conocida y repulsiva contra el conocimiento<br />

de uno mismo, contra la<br />

consciencia de uno mismo. El reconocimiento<br />

de uno mismo en la repulsión<br />

no origina atractivo. El atractivo incita<br />

al reconocimiento del sujeto con rostro,<br />

con limitantes y con figuras, contornos.<br />

Mirarse frente a un espejo es reconocer<br />

la carne, el cuerpo, el contorno; es reconocer<br />

la figura, el rostro, el espíritu<br />

puro nuestro. El atractivo es poder.<br />

A su vez, la época actual con su gran<br />

desarrollo tecnológico y estrés peculiar<br />

98


facilita a cualquier individuo a ser propietario<br />

de un miedo personal. Los libros<br />

de autoayuda ofrecían años atrás<br />

una relación sana y benéfica entre coetáneos,<br />

sin embargo, actualmente no<br />

poseer miedo es la definición exacta<br />

para la rareza social; no poseer miedo<br />

amplifica el éxito en las relaciones humanas.<br />

Cerrar los ojos para disfrutar de<br />

la introspección es imposible cuando<br />

el miedo toma el control de la consciencia<br />

de ser uno mismo. El Buda con<br />

sus ojos cerrados, su faz tranquila y la<br />

sonrisa alegre que se dibuja ligeramente<br />

en las comisuras son atributos y metáforas<br />

para alcanzar la tranquilidad,<br />

vencer el estrés y derrumbar el miedo.<br />

Ahora consideremos al miedo como<br />

motivación para impulsarnos a crear;<br />

debería ser una obligación crear aun<br />

en medio del ruido incesante que produce<br />

la sociedad actual, pero la exigencia<br />

tiene poco aprecio en la sociedad<br />

de ayer, de hoy. <strong>La</strong> exigencia es una<br />

posesión importante del sujeto impasible<br />

y verdadero creador. El impulso en<br />

Beethoven muchas veces no es la falta<br />

de audición, sino el ruido que le provoca<br />

la música. El estrés también provoca<br />

un ruido negativo en nuestro cuerpo al<br />

que confundimos con estados enfermos<br />

físicos. El estrés enferma el cuerpo,<br />

pero la música vivifica.<br />

Inconforme con todo y quejumbroso,<br />

alegre con los halagos que alimenta el<br />

ego, pero entusiasta cuando se aproxima<br />

el cobro de su sueldo, el hombre actual<br />

se coloca junto al payaso como objeto<br />

de investigación de primer orden. Dos<br />

soportes le son necesarios para que su<br />

caminar sea seguro: el miedo y la banalidad.<br />

Cobra el sueldo, mira despóticamente<br />

a su coetáneo, se arrellana en el<br />

asiento camino a casa, se esconde tras<br />

los audífonos, y comienza el viaje hacia<br />

el mundo de la vacuidad después de salir<br />

del trabajo. A veces piensa en aquel brío<br />

de las épocas mozas y el dulce sabor de<br />

la falta de responsabilidades; piensa en<br />

las épocas felices de la ternura cortesía<br />

de los abrazos de su madre; sin embargo,<br />

carece de sentido su existencia durante<br />

el trayecto al hogar y soporta las<br />

aflicciones diarias que él cree vivir: el<br />

hombre actual es ante todo un ingenuo.<br />

Si habría que compararlo con un sujeto<br />

social, este sería sin duda con el payaso.<br />

El payaso migra de la sonrisa a la tristeza,<br />

del miedo a la valentía sin esforzarse en<br />

ningún momento por ser feliz, es decir, la<br />

expresión de su rostro es de miedo a la<br />

felicidad. El hombre actual no desea ser<br />

feliz, desea vivir con miedo a la felicidad<br />

en el sufriente y cómodo trabajo que critica<br />

diariamente.<br />

Aristóteles en su metafísica comienza<br />

diciendo: «Todos los hombres por naturaleza<br />

desean saber. Señal de ello es el amor<br />

a las sensaciones. Éstas, en efecto, son<br />

amadas por sí mismas, incluso al margen<br />

de su utilidad y más que todas las demás,<br />

las sensaciones visuales.» Claro que se<br />

puede disfrutar del miedo, aunque proceda<br />

de la visión. <strong>La</strong>s películas de terror<br />

saben bien que el espectador no puede<br />

perderse el elemento que más miedo le<br />

causa: el horror. En efecto, lo que uno no<br />

deja de ver son escenas horribles y repugnantes,<br />

pero a eso se le llama morbosidad,<br />

y eso es tema para otro ensayo.<br />

99


100


SELECCIÓN<br />

DEL EDITOR<br />

101


102<br />

LA CASA<br />

DE MADERA<br />

Por Mauricio Vega Vivas


<strong>La</strong> casa de Mr. Brown estaba ubicada<br />

en el antiguo Barrio Francés de<br />

la ciudad de Nueva Orleans. <strong>La</strong> había<br />

adquirido un par de años atrás, invirtiendo<br />

los ahorros de toda una vida.<br />

Se trataba, en realidad, de una casa demasiado<br />

grande para un hombre solo.<br />

<strong>La</strong> única compañía de Mr. Brown era su<br />

fiel perro labrador, que le seguía siempre<br />

a todas partes.<br />

<strong>La</strong> nueva residencia de Mr. Brown<br />

había sido edificada hacia 1930. Era<br />

una de las últimas casonas de la Vieux<br />

Carré cuya techumbre, entrepisos, vigas<br />

y travesaños eran enteramente de<br />

madera; a la usanza de las viejas construcciones<br />

criollas levantadas sobre<br />

Royal Street durante la segunda mitad<br />

del siglo XIX; cuando Nueva Orleans<br />

llegó a ser incluso capital del estado<br />

de Luisiana. De sus anteriores propietarios<br />

nadie supo darle noticia alguna.<br />

«Simplemente se los tragó la tierra»,<br />

le explicó socarronamente el corredor<br />

de bienes raíces cuando conversaron<br />

sobre las condiciones de compraventa.<br />

«Pero tenga la certeza de que toda<br />

la documentación de la casa está en<br />

regla», agregó el vendedor cuando cerraron<br />

el trato.<br />

Por otra parte, el estado de conservación<br />

de la vieja mansión era extraordinaria<br />

para su antigüedad. Y aunque<br />

el registro de la propiedad en el ayuntamiento<br />

databa de 1927, su estilo arquitectónico<br />

hacía pensar que su edificación<br />

se remontaba, por lo menos,<br />

medio siglo atrás.<br />

Fuera como fuese, Mr. Brown estuvo<br />

de acuerdo en adquirir la mansión con<br />

todo y su nebuloso pasado, pues el precio<br />

de venta era por demás ventajoso.<br />

Mr. Brown se mudó, pues, al viejo Barrio<br />

Francés —sin invertir un solo centavo<br />

en gastos de remodelación de su<br />

nueva casa—, hacia finales del verano<br />

de 2005. Aquel funesto año en que el<br />

huracán Katrina golpeo con encono las<br />

costas de la Florida y la Luisiana.<br />

De las cinco recámaras, cómodas y<br />

espaciosas, con que contaba la antigua<br />

casona, Mr. Brown eligió para alojarse<br />

la modesta habitación reservada para<br />

los huéspedes; aquella que estaba al<br />

final del pasillo de la planta baja. Que<br />

colindaba con el traspatio húmedo y<br />

descuidado, donde las ortigas y los<br />

abrojos habían echado raíces desde<br />

hacía tiempo.<br />

Justo el tercer invierno que Mr. Brown<br />

lo pasaba en la vieja mansión, con profunda<br />

pena advirtió que las duelas del<br />

piso mostraban un espontáneo deterioro<br />

en algunas secciones poco iluminadas<br />

de la planta baja. Aunque aquel<br />

desperfecto afeaba considerablemente<br />

el piso de la casona, Mister Brown no<br />

le dio mayor importancia y se olvidó en<br />

seguida del asunto. Ya tendría tiempo<br />

suficiente para repararle cuando arribara<br />

la primavera.<br />

Sin embargo, el deterioro de los tablones<br />

comenzó a extenderse con increíble<br />

rapidez por todos los pisos de la casa.<br />

Preocupado, pues, porque el desperfecto<br />

se extendía rápidamente con el<br />

paso de los días, decidió reparar él mismo<br />

el repentino enmohecimiento que<br />

sufrían principalmente las tablas del piso<br />

de la planta baja, y puso manos a la obra<br />

antes de que el invierno llegara a su fin.<br />

Después de evaluar el deterioro que<br />

sufrían las varias secciones del piso,<br />

que comenzaba a invadir también los<br />

maderos de los muros, decidió comenzar<br />

la reparación por los tablones de su<br />

propia recámara, en un rincón del cuarto<br />

donde la avería era aún mayor.<br />

103


Un sábado de principios de marzo retiró<br />

una a una las piezas de madera deterioradas<br />

de aquel rincón oscuro de la<br />

habitación. <strong>La</strong>s ubicadas precisamente<br />

a un costado de su propia cama. Lo que<br />

halló, sin embargo, debajo de los tablones<br />

estropeados, le heló la sangre de pies a<br />

cabeza. Al menos una docena de despojos<br />

humanos yacían entre las tablas del<br />

revestimiento y el armado de la base, medio<br />

enterrados entre las apolilladas vigas.<br />

Horrorizado, Mr. Brown decidió notificar<br />

de inmediato a la policía sobre el<br />

dantesco hallazgo. Pero, con tan mala<br />

suerte, que al incorporarse para salir de<br />

la habitación tropezó con las herramientas<br />

que él mismo había dejado esparcidas<br />

por el suelo, golpeándose la nuca al<br />

caer con la piecera de latón de la cama,<br />

perdiendo el conocimiento en el acto.<br />

Como su perro comenzase en seguida<br />

a ladrar con arrebato, Mr. Brown pudo<br />

volver pronto del desmayo. Al enderezarse,<br />

sin embargo, aún aturdido, descubrió<br />

para su sorpresa que sus piernas<br />

se encontraban prensadas entre las tablas<br />

que aún permanecían clavadas al<br />

piso. Al tratar de zafarse de los maderos<br />

podridos, sintió un fuerte tirón hacia<br />

abajo que le puso los pelos de punta.<br />

Desde el vano de la puerta abierta<br />

de la recámara, el fiel labrador conti-<br />

104


nuaba ladrando con rabia al advertir<br />

también la sangre que chorreaba por el<br />

rostro de su desafortunado amo.<br />

Inmovilizado por los maderos que le<br />

tenían prendido por las piernas, como<br />

si se tratara de una gigantesca dentadura,<br />

Mr. Brown vio con ojos desorbitados<br />

cómo el resto de las tablas del piso<br />

comenzaban a agitarse a su alrededor,<br />

atrayéndolo hacia el foso abierto, donde<br />

yacían los macabros despojos.<br />

Estremeciéndose, pues, en un horrendo<br />

y monstruoso vaivén, los maderos<br />

terminaron por arrastrar hacia sí<br />

al desdichado Mr. Brown; mientras el<br />

perro continuaba ladrando con desesperación<br />

al ver cómo su amo era engullido<br />

por aquella garganta infernal.<br />

Poco después de que los encanecidos<br />

cabellos del pobre hombre desaparecieron<br />

por completo debajo de<br />

los tablones, los maderos se alinearon<br />

nuevamente por su propia cuenta, sellando<br />

para siempre la insospechada<br />

tumba de Mr. Brown.<br />

Los días siguientes, tablas, maderos<br />

y vigas de la vieja casona ubicada sobre<br />

Royal Street recobraron de manera asombrosa<br />

su prístina belleza, nutriéndose de<br />

los despojos de su último propietario. Tal<br />

como un añoso y robusto roble se alimenta<br />

de su húmeda y sustanciosa simiente.<br />

105


106<br />

SALVACIÓN<br />

Por Eric Rosales


El senador Breton salió a toda prisa<br />

del helicóptero, cruzó al lado del<br />

doctor Romero sin voltear a verlo,<br />

el senador no era del tipo de persona<br />

que se detuviera a hablar con la gente,<br />

él seguía caminando y la otra persona<br />

tenía que seguirle el paso, así sucedió<br />

en esta ocasión. Romero estaba demasiado<br />

cansado para lidiar con esta actitud,<br />

pero le siguió el juego y una vez lo<br />

hubo alcanzado, continuaron juntos la<br />

pequeña incursión.<br />

El complejo se encontraba al pie de<br />

la montaña, con la mitad enterrada<br />

bajo tierra, la otra mitad consistía en<br />

un edificio alargado con un remate de<br />

tres cúpulas adornando el techo y un<br />

asta central apuntando hacia el cielo.<br />

Para la edificación del complejo se utilizaron<br />

bunkers nucleares diseñados<br />

para la nueva guerra que nunca llegó,<br />

ahora los líderes del mundo se habían<br />

unido para trabajar juntos por el futuro<br />

de la humanidad, porque nada une<br />

más a las personas que la idea de ser<br />

destruidas todas a la vez; sin importar<br />

religión, cultura o idioma.<br />

El proyecto había comenzado hace<br />

casi cien años con la fundación del<br />

Fondo Mundial para la Colonización<br />

Espacial por parte de la ONU. Cuando<br />

por fin escucharon a los investigadores,<br />

usualmente tachados de «comunistas»<br />

y «enemigos del mundo libre», y se dieron<br />

cuenta que la especie humana contaba<br />

con fecha de caducidad todos los<br />

recursos humanos y económicos fueron<br />

destinados al proyecto, donde, en<br />

los hombros de las más grandes mentes,<br />

en los campos de astrofísica, cosmología<br />

y física cuántica, descansaba<br />

el futuro de toda la civilización.<br />

Después de la reunión con estas<br />

eminencias de la ciencia, continuaron<br />

su conversación en el despacho de Romero;<br />

tomaron asiento uno frente al<br />

otro, a Romero se le notaba exhausto<br />

y no veía la hora de librarse del molesto<br />

visitante, era un hombre viejo, de<br />

tez oscura y con ya contados cabellos<br />

grises sobre el cráneo. Por el otro lado<br />

Breton constituía la antítesis del doctor,<br />

de apariencia joven y enérgica, pese a<br />

que contaban con casi la misma edad,<br />

con una mirada fría y tortuosa que en<br />

pasadas veces le ayudaba a obtener lo<br />

que quisiera. Esa misma mirada la tenía<br />

concentrada en el pobre doctor que<br />

con cada segundo que pasaba parecía<br />

querer reclinarse más hacia atrás en<br />

su silla hasta desaparecer. Finalmente<br />

Breton habló.<br />

—Muy impresionante, me alegró<br />

de ver que los ingresos destinados<br />

por el Fondo Mundial se usan<br />

adecuadamente.<br />

—Sí, hemos hecho grandes avances en<br />

los últimos años, con seguridad habremos<br />

dado con la solución al problema<br />

en un santiamén —respondió Romero.<br />

—¿Sabe?, allá afuera las cosas están<br />

peor que nunca, este planeta ya no<br />

cuenta con los recursos necesarios<br />

para abastecer a la población, y con los<br />

niveles de polución en aumentos, sólo<br />

es cuestión de tiempo para que el caos<br />

se siembre sobre todos nosotros.<br />

—Claro, no hemos olvidado nuestro<br />

objetivo primordial —explicó Romero,<br />

con cierto nerviosismo—. Nuestra meta<br />

siempre ha sido encontrar una manera<br />

de llegar a mundos habitables, antes<br />

de que éste llegué a su fin.<br />

Esta vez Breton se tomó varios minutos<br />

antes de responder, pronunciando<br />

con suavidad y lentitud cada sílaba.<br />

—Y aun así no han hecho ningún avance<br />

en más de cuarenta años —este era<br />

107


el momento que había esperado. Seguro<br />

de su victoria, continuó—. Encontré las<br />

notas de mi antecesor respecto a su trabajo<br />

y no me han mostrado nada diferente<br />

a lo que él tiene. Entonces mi pregunta,<br />

doctor Romero, es ¿qué han hecho con<br />

los subsidios que se les administró todo<br />

este tiempo? Porque los gastos han seguido<br />

aumentando aunque no así su investigación.<br />

¡Exijo una explicación o iré<br />

directamente con el presidente!<br />

Al principio Romero se había sobresaltado,<br />

pero ahora lucía una tranquilidad<br />

que no se le había visto en toda la reunión.<br />

—Él ya está enterado de nuestros<br />

avances. Tiene razón, no le hemos dado<br />

información que no haya sido presentada<br />

anteriormente a todos los que pasaron<br />

por aquí. El objetivo de esta investigación<br />

siempre ha sido el de reunir<br />

a las mejores mentes del planeta para<br />

lograr una vía de escape de la Tierra y<br />

encontrar un nuevo mundo que permita<br />

nuestra sobrevivencia, para ello era<br />

necesario encontrar respuesta a todos<br />

los misterios que la ciencia esconde y…<br />

lo logramos. Pero ninguna es capaz de<br />

salvarnos. Esa es la verdad.<br />

Breton estaba atónito, le costó un<br />

par de minutos recomponerse.<br />

—Eso es imposible ¿qué hay de todo<br />

el dinero que se les ha entregado?<br />

108


—Todo el dinero del mundo no vale<br />

hoy más que un vaso de agua sin contaminar.<br />

Puede haber millones flotando<br />

y no valdrían nada. Tal vez si no nos<br />

hubiéramos preocupado tanto por el<br />

dinero y más por el planeta no estaríamos<br />

en esta situación.<br />

Romero se levantó y clavó la mirada<br />

en el reloj a un costado de la puerta.<br />

—Ya casi es hora —su mente fue hacia<br />

al pasado y sus recuerdos, las cosas<br />

que hizo y las cosas que le faltaron por<br />

hacer, hasta que pareció recordar que<br />

no estaba solo en la habitación volvió a<br />

mirar a Breton—. El presidente lo sabe,<br />

y todo los demás. Pero no pueden hacer<br />

pública la información, reinaría el<br />

caso sobre la población. Así que para<br />

eso estamos nosotros, para mentir y<br />

engañar a todo el que venga exigiendo<br />

información, diciéndole a la gente<br />

que estamos cerca de una respuesta,<br />

ese ese es nuestro nuevo propósito,<br />

para mantener el orden y servir como<br />

un símbolo de esperanza o falsedad,<br />

como desee verlo, y más importante<br />

aún que todo eso... para esperar.<br />

—¿Esperar qué? —dijo con un miedo<br />

que nunca antes había experimentado,<br />

sus manos temblaban y su camisa se<br />

encontraba empapada en sudor.<br />

—Un milagro.<br />

109


<strong>11</strong>0<br />

NO PODÍA<br />

DORMIR<br />

Por Oscar Seidel


Estaba destinado que no alcanzaría<br />

la edad adulta, debido a su extraño<br />

nacimiento. Durante los primeros<br />

años de existencia, su familia no se percató<br />

del poco crecimiento; daban por<br />

normal esta situación, al fin y al cabo, la<br />

baja estatura entre ellos era genética.<br />

Sus padres nunca se enteraron que<br />

por las noches los espíritus lo llevaban<br />

al mundo de los que no envejecían,<br />

puesto que si se llegaba a dormir, podía<br />

amanecer convertido en adulto. En<br />

ese mundo vivían: Peter Pan «el niño<br />

que nunca crecía, y odiaba el mundo<br />

de los adultos», Michel Jackson «el rey<br />

del pop que quería vivir siglo y medio<br />

rodeado de niños», Don Fulgencio «el<br />

hombre que no tuvo infancia», y otros<br />

seres, que querían comportarse como<br />

niños, sin tomar responsabilidad de<br />

sus actos.<br />

Cierta noche, el vigilante del barrio<br />

se dio cuenta que la ventana del cuarto<br />

del niño estaba abierta, y con luces<br />

encendidas. Pensó que tal vez sus padres<br />

se habían olvidado de cerrarla, y<br />

continuó su ronda. En días posteriores,<br />

el vigilante notó lo mismo, y decidió<br />

averiguar el porqué de esta anomalía.<br />

Tamaña sorpresa se llevó aquella noche<br />

que no dio la ronda completa, se<br />

quedó más tiempo viendo la ventana<br />

en cuestión, y presenció cómo un grupo<br />

de espíritus se llevaban al niño. El<br />

vigilante se tranquilizó de madrugada<br />

cuando los espíritus trajeron al niño,<br />

quien estaba más sonriente que nunca.<br />

Para calmar su asombro, el vigilante<br />

decidió consultar con su amigo el<br />

mago, quien revisó en los libros de<br />

magia y alquimia, y descubrió que los<br />

antiguos creían que el sueño hacia envejecer,<br />

porque las células al no estar<br />

en movimiento se deterioraban, y que<br />

la verdad de esto se encontraba en la<br />

agitación del reloj biológico.<br />

Impresionado con esta teoría, el vigilante<br />

persuadió al mago —quien tenía<br />

fama de estar buscando el jarabe de la<br />

eterna juventud— para resolver el problema<br />

del niño. A partir de ese día, al<br />

mago se le arregló la situación económica,<br />

debido a que se apoderó de «la<br />

teoría del no dormir para no crecer»;<br />

dejó abandonadas sus investigaciones<br />

sobre el brebaje de plomo que estaba<br />

recetando a los pacientes para que no<br />

se les arrugara la piel, y pronto su fama<br />

cundió en el pueblo, y se llenó de clientes<br />

ávidos de aplicar el descubrimiento.<br />

Los padres del niño se enteraron por<br />

parte del vigilante que aquel milagro<br />

del mago se debía a la visita de los espíritus<br />

a su hijo, y decidieron cerrar la<br />

ventana con cadena y candado. Aquella<br />

noche los espíritus no pudieron llevárselo,<br />

y el niño amaneció diez años<br />

más viejo.<br />

Al anochecer, el joven subió a la terraza<br />

de la casa, para tener un encuentro con<br />

sus espíritus amigos. De manera fugaz<br />

aparecieron, comentaron todo lo que<br />

había pasado en el pueblo, y decidieron<br />

que para no alarmar a los habitantes a la<br />

siguiente noche harían el último viaje al<br />

mundo de los que no envejecían.<br />

El joven escribió una carta a sus padres<br />

despidiéndose porque jamás regresaría,<br />

y adujo que era mejor vivir la<br />

fantasía que la cruel realidad de la vida.<br />

Cuando la familia se dio cuenta que el<br />

joven no estaba en la casa, ya era tarde<br />

para lamentaciones. Pasados unos<br />

días y ante el clamor de la madre para<br />

que apareciera su hijo, los espíritus lo<br />

devolvieron a la tierra.<br />

Sin embargo, tenía que pagar la estadía<br />

en el mundo de la eterna niñez,<br />

<strong>11</strong>1


junto a unas personas que quisieron<br />

retornar a sus diferentes países de origen.<br />

<strong>La</strong> decisión de los espíritus estaba<br />

determinada para que crecieran en<br />

este mundo de manera normal hasta<br />

los cuarenta años, pero llenos de aserrín<br />

en el cerebro, sin una gota de materia<br />

gris para que no pensaran de manera<br />

racional. Nadie protestó por esta<br />

decisión con tal de tenerlos vivos y de<br />

regreso a casa.<br />

Hoy después de cincuenta años,<br />

esta gama de viajeros que alguna vez<br />

estuvieron en el mundo de los que no<br />

envejecían, administran sus países y<br />

manejan la política regional. Ante sus<br />

desatinos y por el clamor de la gente<br />

que los eligió, buscaron al mago para<br />

que les ayudaran a coordinar sus ideas,<br />

pero todo fue inútil: El mago había<br />

muerto hace años sin poder aplicar<br />

para él la fórmula de la eterna juventud.<br />

Como última instancia invocaron<br />

a Peter Pan, Michel Jackson y Don Fulgencio,<br />

y estos respondieron que no se<br />

metían en asuntos de adultos.<br />

Hasta este momento en que termino<br />

el relato, no han encontrado la cura<br />

para que los gobernantes dejen de actuar<br />

como niños.<br />

<strong>11</strong>2


ya viene...<br />

<strong>11</strong>3


<strong>11</strong>4<br />

FORTUNATO A<br />

LA GUERRA<br />

Por Alberto Arecchi


Era capaz de leer y escribir, Fortunato.<br />

Un nombre lindo, que en<br />

italiano quiere decir: afortunado.<br />

Vivía en pueblo del sur de Italia. Tenía<br />

su licencia de la escuela primaria con<br />

buenas notas y era ocupado, ayudando<br />

a su tío en la tienda de telas, cerca<br />

de la plaza del pueblo.<br />

Alcanzó la edad de diecinueve años<br />

en junio. Era el año 1915. En septiembre,<br />

recibió una tarjeta postal. Nunca<br />

había recibido correo en su vida. Al<br />

darle el cartón de colores, el cartero le<br />

dijo que tenía que ir a la Policía. Le dijeron<br />

que tenía que salir para el servicio<br />

militar, durante un par de años o quizás<br />

más. No precisaba llevar nada consigo,<br />

pués para vestir y alimentar a él y sus<br />

compañeros pensaría el Rey.<br />

El día fijado, Fortunato se fue a la estación,<br />

junto a otros jóvenes como él. Tomaron<br />

un tren que iba hacia el norte. Viajaban,<br />

con el sonido rítmico de las ruedas<br />

y las articulaciones entre los ferrocarriles,<br />

que les hacía adormecer. Bajaron del tren,<br />

fueron escoltados hasta un cuartel. Les<br />

dieron un paquete con ropa de ordenanza.<br />

Los vestidos de civil fueron colocados<br />

en la maleta. Fortunato y sus compañeros<br />

fueron cargados en una caravana de<br />

camiones y transportados para el frente.<br />

Les dijeron que estaban luchando para<br />

consolidar el territorio del país.<br />

Llegaron tarde en la noche a un cuartel<br />

frío y húmedo. Al día siguiente se<br />

alinearon y se fueron marchando, con<br />

pesadas mochilas y fusiles al hombro,<br />

escoltados por mulas cargadas más<br />

que ellos y por la policía armada, en<br />

ambos lados de la columna. Parecían<br />

presos a trabajos forzados, en lugar de<br />

soldados. El sendero procedía abruptamente,<br />

entre las montañas cubiertas<br />

de nieve. Salieron del bosque y comenzaron<br />

a caminar penosamente hacia<br />

una pared rocosa, por las barrancas de<br />

nieve, hasta una loma, desde la que parecía<br />

dominar el mundo entero.<br />

Finalmente llegaron a su destino.<br />

Fortunato conoció el lugar donde pasaría<br />

el periodo de la guerra. Era una<br />

zanja húmeda excavada en la roca, hecha<br />

con la dinamita y el TNT, el verano<br />

anterior, metro a metro, por los soldados<br />

del cuerpo de Ingenieros. <strong>La</strong> zanja<br />

se terminaba en una cueva oscura, con<br />

pequeñas aberturas que miraban hacia<br />

el valle distante. Esa cueva sería su<br />

«casa», quién sabe por cuánto tiempo.<br />

Los días se soltaban uno detrás de<br />

otro en la aburrida, monótona celebración<br />

de un ritual que era siempre el<br />

mismo. El reloj de alarma, los ejercicios<br />

físicos, el desayuno con agua de nieve<br />

derretida y el café. Turnos de guardia<br />

siempre iguales, con el casco de hierro<br />

que pesaba en la cabeza, mirando<br />

desde las ranuras de la zanja para la luz<br />

cegadora del sol sobre el glaciar. Desde<br />

allí, podría alcanzar el ataque enemigo.<br />

Los ojos se cansaban, examinando<br />

el panorama blanco. A veces el aire se<br />

hacía de repente frío y helado, y los<br />

hombres corrían a vestirse más, antes<br />

de regresar a sus puestos de guardia.<br />

No sólo los días, sino también las<br />

noches frías eran escandidas por las<br />

guardias. Los soldados se envolvían a<br />

los mejores en capas pesadas y tenían<br />

cuidado de no dormirse durante el servicio,<br />

porque sabían que si eso sucediera,<br />

y un superior los descubriera, eso<br />

habría sido peor que tener un golpe en<br />

el pecho por un francotirador enemigo.<br />

Raciones de alcohol destilado les ayudaban<br />

a soportar el frío intenso.<br />

De vez en cuando, se oían disparos<br />

por los glaciares, seguidos de millares<br />

<strong>11</strong>5


de ecos. Era la hora de los francotiradores,<br />

que analizaban las líneas enemigas<br />

y trataban de golpear cada luz, cada<br />

llama, en caso de que el centinela enemigo<br />

había decidido encender un cigarrillo.<br />

Nunca encendían un cigarrillo en<br />

tres, con un único fósforo... se le daría<br />

el tiempo al francotirador para apuntar<br />

y disparar sin falta, cuando la llama se<br />

habría detenido por tercera vez.<br />

Un día, el centinela creyó notar un<br />

movimiento, mirando la blancura de la<br />

nieve. El oficial ordenó a los hombres el<br />

estado de alerta. Cuando las sombras<br />

evanescentes en la nieve llegaron a un<br />

kilómetro de distancia, ordenó el fuego<br />

con los morteros. Dos silbidos sordos y<br />

los proyectiles se fueron a alcanzar sus<br />

metas. Bocetos de la nieve, sino también<br />

de sangre y cuerpos destrozados.<br />

El ataque fue frustrado.<br />

Un día, el comando decidió lanzar<br />

un ataque masivo a la cima del glaciar<br />

colgante. Fue una masacre. Los combatientes<br />

lucharon metro a metro hasta el<br />

último tiro, y luego apuñalandose con<br />

bayonetas. El enemigo, sin embargo,<br />

se las arregló para mantener el fuego<br />

de dos ametralladoras, desde arriba,<br />

sacando a los atacantes toda posibilidad<br />

de éxito.<br />

Fortunato había anotado tantas<br />

muescas en la pared de roca, una por<br />

cada día pasado allí en ubicación. Nun-<br />

<strong>11</strong>6


ca tuvo el valor de contarlas todas a la<br />

vez, pero veía que las filas de los signos<br />

se estiraban. Pensaba que iban a venir<br />

a la cantidad de mil.<br />

Vino, finalmente, el día de la victoria.<br />

Llegó un mensaje de la Comandancia suprema,<br />

diciendo: ganamos, que regresen<br />

todos a casa. Los soldados vitorearon.<br />

Fortunato salió de las trincheras, en<br />

el sol de otoño. No le parecìa cierto que<br />

todo había terminado. Terminada la<br />

guerra, terminado el frío, después de la<br />

larga espera que le habían relegado allí<br />

durante años, lejos del resto del mundo.<br />

Estiró sus brazos hacia el sol, ya que<br />

quería recoger toda la luz, toda la energía,<br />

todo el calor que era posible abrazar.<br />

No oyó ni sentió nada. El tiro salió<br />

de las trincheras enemigas y le golpeó<br />

en el medio del rostro. <strong>La</strong> guerra había<br />

terminado, pero el tirador no lo sabía<br />

todavía. Una docena de disparos fueron<br />

tirados allí, en esa cornisa, en lo<br />

que iba a ser un día de paz al fin. El primero<br />

golpeó a Fortunato, pero, como<br />

siempre, la explosión alcanzó la zanja<br />

cuando ya el niño había caído en oídos<br />

sordos. A medida que su cuerpo flotaba<br />

en el aire, a cientos de metros, como<br />

si para llegar volando a su pueblo natal,<br />

sus compañeros respondieron al fuego.<br />

Así terminó la larga espera de Fortunato,<br />

el joven de veinte años que había<br />

estudiado y sabía leer y escribir.<br />

<strong>11</strong>7


<strong>11</strong>8<br />

LA BOTELLA<br />

MISTERIOSA<br />

Por Nestor Quadri


Luego de numerosas investigaciones<br />

y operaciones en la que yo había<br />

participado activamente como Oficial<br />

del Departamento de Policía, pudimos<br />

finalmente capturar a una banda<br />

mafiosa que se dedicaban a pedir colaboraciones<br />

a muchos comerciantes de<br />

la Ciudad, a los que habían puesto en<br />

jaque con sus permanentes amenazas.<br />

<strong>La</strong>mentablemente cuando ya lo tenía<br />

cercado al capo de la mafia, éste pudo<br />

huir amenazándome de muerte. Cuando<br />

nos enteramos que posiblemente se<br />

había refugiado en alguna isla de la Región,<br />

tuvimos que solicitar la intervención<br />

de la Prefectura Marítima para que<br />

le siga la pista y lo detenga.<br />

Como se produjo un impasse en esa<br />

tarea y tenía bastante alterado los nervios,<br />

planifiqué unas vacaciones de<br />

descanso con mi pequeña embarcación,<br />

para realizar un placentero itinerario de<br />

puerto en puerto y de río en mar, por<br />

las diferentes costas de la Región. En<br />

una tarde muy calurosa mientras el sol<br />

intenso caía con fuerza desde cielo, me<br />

encontraba en la soledad reinante envuelto<br />

en una cálida brisa marina, navegando<br />

en forma tranquila y distendida<br />

sobre las suaves olas del mar, cuando<br />

repentinamente percibí un ruido en el<br />

casco que me llamó la atención.<br />

Cuando muy intrigado fije la vista<br />

hacia la superficie del mar que había<br />

dejado atrás, observé por un instante<br />

el brillo de un objeto que se había interpuesto<br />

en la trayectoria del barco.<br />

Evidentemente se trataba de algo pequeño<br />

que estaba flotando a la deriva,<br />

pero cuando traté de volver a verlo,<br />

sólo pude distinguir la pequeña estela<br />

que dejaba el barco al avanzar por<br />

el mar. Entonces, giré el timón suavemente<br />

y retorné lentamente para tratar<br />

de hallar algún rastro, mientras el sol<br />

ejercía a pleno el influjo de su reinado y<br />

me sometía al rigor de sus rayos.<br />

Ya estaba por abandonar la búsqueda,<br />

cuando apareció nuevamente aquel objeto<br />

brilloso unos metros más adelante.<br />

Al llegar hacia él, pude verificar que se<br />

trataba de una botella de vidrio flotando<br />

en el agua, cerrada con un tapón de<br />

corcho. Al izarla, después de unos instantes<br />

de sorpresa, verifiqué que en su<br />

interior había una pequeñísima maqueta<br />

que representaba una extraña isla arbolada.<br />

Y entonces, bajo ese sol intenso,<br />

traté de extraer el tapón de corcho que<br />

estaba firmemente adherido a la botella,<br />

para verificar su contenido y si había<br />

dentro de él algún mensaje.<br />

Fue allí, cuando al tratar de extraer el<br />

tapón, se rompió en astillas el pico de<br />

vidrio de la botella y sin saber el motivo,<br />

me encontré de pronto inmerso en<br />

aquella misteriosa isla representada en<br />

el interior de la botella, en otra dimensión<br />

de espacio y tiempo. <strong>La</strong> vegetación<br />

del lugar no me permitía verificar visualmente<br />

los alrededores y al sentir esa<br />

particular y ominosa sensación que produce<br />

el miedo a lo desconocido, recorrí<br />

la pequeña isla de un lado a otro como<br />

si fuera un animal enjaulado.<br />

De pronto, y encandilado por el intenso<br />

sol, me pareció ver la sombra de<br />

un hombre que se desplazaba detrás de<br />

unos árboles. Desesperado le comencé<br />

gritar con la esperanza de que me respondiera,<br />

pero como nadie me contestó,<br />

pensé que seguramente había sido una<br />

ilusión óptica. <strong>La</strong> situación era enloquecedora<br />

porque el tiempo transcurría y<br />

mi mente se negaba a asimilar la situación<br />

irreal en que me encontraba.<br />

En una de las tantas idas y venidas<br />

por la isla, vi algo pequeño que brillaba<br />

<strong>11</strong>9


oculto entre unas plantas y me abalancé<br />

sobre él con ansiedad. Era la botella<br />

de vidrio con el pico astillado, que<br />

estaba tirada junto al tapón de corcho.<br />

Entonces alcé la botella y la sostuve en<br />

la mano, contemplándola una y otra<br />

vez, como hipnotizado por la incredulidad.<br />

Ella constituía la única prueba que<br />

verificaba que hacía tan solo unos momentos<br />

había estado en el barco, y era<br />

el ancla que me mantenía amarrado a<br />

la certeza real de mi existencia.<br />

De pronto, volví a observar otra vez<br />

esa sombra que se deslizaba tras un<br />

árbol, y en una acción desesperada<br />

arrojé hacia allí la botella que tenía<br />

en mi mano con todas las fuerzas que<br />

pude y casi de inmediato escuché un<br />

alarido desgarrador que rompió el silencio<br />

de la tarde. Rápidamente me dirigí<br />

corriendo hacia ese lugar, mientras<br />

todo a mi alrededor se volvía borroso<br />

e irreal, hasta que al llegar emití una<br />

exclamación de espanto al encontrar<br />

tirado sobre el piso de tierra y bajo el<br />

sol, el cuerpo del mafioso.<br />

Éste yacía desgarbado, con el pico<br />

de vidrio astillado de la botella clavada<br />

en su pecho, temblando en una<br />

lenta agonía, en tanto su cuerpo, bajo<br />

los efectos de los rayos del sol, se iba<br />

derritiendo con sus ojos abiertos y una<br />

mueca macabra en su boca. Completamente<br />

sorprendido y aterrorizado ante<br />

esa tétrica visión, observé como se diluía<br />

lentamente su cuerpo, formando<br />

un charco burbujeante y espumoso en<br />

el lugar donde se encontraba tendido.<br />

Fue allí que me recuperé de mi desmayo,<br />

al despertarme tirado sobre la<br />

dura cubierta del barco con el tapón<br />

y la botella rota a mi lado. El sol me<br />

golpeaba sin misericordia y al poner la<br />

mano sobre mi cabeza advertí que mi<br />

cabello ardía, mientras sentía la boca<br />

pastosa y la lengua reseca. Entonces,<br />

me reincorporé como pude y cuando<br />

fui a protegerme del sol y tomar algo<br />

fresco en el camarote para reanimarme,<br />

observé allá a lo lejos, inmerso en<br />

ese tibio aire marino que todo lo inundaba<br />

de salitre, como la espuma del<br />

mar besaba la silueta de las playas de<br />

aquella pequeña y misteriosa isla en el<br />

mar, que parecía que me llamaba para<br />

que la investigara.<br />

120


libros de<br />

nuevos autores<br />

sin costo<br />

www.editorialdreamers.com<br />

121


122


NOVELAS<br />

POR ENTREGAS<br />

123


124<br />

LOS<br />

ÚLTIMOS<br />

CONTRI-<br />

BUYENTES<br />

(TERCERA PARTE)<br />

Por<br />

Ernesto Molina<br />

Los Fax’s le tienen mucho cariño a<br />

su espacio personal, lo único que<br />

puede superar su amor al aislamiento<br />

es su desprecio hacia los conquistadores<br />

humanos. Así que cuando<br />

la compañía licorera VSK anunció que<br />

un humano recibiría una buena patada<br />

en sus partes nobles, los Fax´s decidieron<br />

que valía la pena presentarse en el<br />

coliseo de la muerte solo para ver como<br />

el fracasado paladín de la fe recibía un<br />

merecido 1 : un puntapié en las gónadas.<br />

Todas las entradas para el evento fueron<br />

vendidas en menos de tres horas y<br />

las gradas (construcciones improvisadas<br />

que remplazaron los comúnmente<br />

usados espacios de veinticinco metros<br />

cuadrados) estaban llenas desde un<br />

día antes. Los derechos de prensa para<br />

el evento costaron una gran fortuna y<br />

la venta del nuevo licor de VSK (Sinatra<br />

51) estaba por las nubes. En resumen,<br />

la compañía ya había recuperado el<br />

precio de la coctelera.<br />

Pohl se encontraba parado sobre<br />

una línea amarilla con las piernas separadas,<br />

las palmas de las manos en<br />

las rodillas y el trasero empinado facilitando<br />

el acto que se avecinaba, tenía<br />

un equipo generador de atmosfera atado<br />

en la espalda. Si los S’ai pateaban<br />

como los libros explicaban, más le valía<br />

a Pohl un equipo de respiración flexible,<br />

resistente y que lo siguiera durante<br />

algunos metros de caída libre.<br />

Úrsula observaba el espectáculo<br />

desde el palco de patrocinadores, y se<br />

sorprendió cuando J.U.A.N. entró a la<br />

habitación. El robot se había enojado<br />

con sus compañeros, le molestaba la<br />

rápida derrota que había sufrido Pohl<br />

y la facilidad con la que los humanos<br />

habían renunciado a sus responsabilidades<br />

para dedicarse al espectáculo.


El robot, con voz solemne que denotaba<br />

ira contenida, habló:<br />

—Solo vine a recuperar el equipo que se<br />

llevaron —lanzó una mirada de desaprobación,<br />

era un evento organizado por una<br />

licorería y no había edecanes semivestidas<br />

en ninguna parte—. Espero que sea<br />

una buena patada. En cuanto le destrocen<br />

las pelotas me voy. Un perdedor como<br />

él no merece ser llamado paladín de la fe.<br />

Úrsula ofreció su mejor sonrisa y un<br />

tono conciliador.<br />

—¿De qué hablas, J.U.A.N.? Pohl está haciendo<br />

un auténtico sacrificio para conseguir<br />

la coctelera. Mientras tú te quejabas<br />

de nuestro fracaso y te preparabas para<br />

abandonarnos en este mundo congelado,<br />

yo llegué a un acuerdo con la VSK.<br />

—¿Puedes especificar a qué clase de<br />

acuerdo llegaste con la compañía licorera?<br />

—J.U.A.N. acababa de inventar el<br />

tono de voz cyber-sarcástico.<br />

—Sí. A nuestros amigos de VSK no les<br />

interesa el valor histórico de la coctelera,<br />

así que, ahora que tienen la fórmula química<br />

de la aleación, pueden industrializar<br />

completamente el proceso. De momento<br />

el sabor de Sinatra 51 no es similar ni tan<br />

letal como lo era el coctel original —Úrsula<br />

ignoró al Fax qué acababa de morir en la<br />

barra del bar—, así que necesitaban algún<br />

método para promover su nuevo trago.<br />

—Ese es el papel de Pohl.<br />

—¡Exacto! —Úrsula tenía una mirada<br />

codiciosa acompañada de una sonrisa<br />

psicópata muy característica de alguien<br />

que explica por qué revivir a los muertos<br />

es una maravillosa idea 2 —. Ahora, como<br />

nos quitaste el presupuesto después de<br />

la subasta, tuvimos que improvisar. Yo<br />

renuncie a mi porcentaje de las taquillas<br />

a cambio de la coctelera de colección.<br />

Pieza que espero el paladín me compre<br />

con su porcentaje de la taquilla.<br />

—Tengo que aceptar que ha sido una<br />

estrategia impresionante de su parte,<br />

señorita Luna, solo tengo una pregunta:<br />

¿Cuál será el precio que el paladín<br />

de la fe debe pagar por la ya mencionada<br />

pieza?<br />

—Quinientos millones de monedas<br />

terrestres —los labios de Úrsula temblaban<br />

al mencionar la cifra.<br />

—El precio del boleto es más elevado<br />

de lo que supuse.<br />

—No lo es, mi robótico amigo. Con la<br />

publicidad en su uniforme, su parte de<br />

la taquilla, los anuncios y entrevistas<br />

que dio el buen Pohl, solo ha acumulado<br />

doscientos millones de monedas.<br />

<strong>La</strong> iglesia obviamente debe ayudar a su<br />

paladín a completar el precio.<br />

—Tenemos un trato, Úrsula.<br />

El robot y la chica se estrecharon la<br />

mano para cerrar el trato. Fue cuando<br />

una sensación de incertidumbre y pánico<br />

asoló al robot.<br />

—Si el señor Douglas solo ha acumulado<br />

doscientos millones… ¿Cuánto<br />

pagó usted por la coctelera?<br />

—Poco más de cien millones. Pero no<br />

te tortures con eso, hay algunos miembros<br />

directivos de VSK que quieren<br />

convertirse a la iglesia de los últimos<br />

contribuyentes y tú eres la maquina<br />

adecuada para eso —suavemente Úrsula<br />

empujó a su compañero hacia un<br />

grupo de ejecutivos que se debatían<br />

entre compartir un folleto explicativo y<br />

conservar su espacio personal.<br />

Pohl estaba asustado. Tenía tanto<br />

miedo, que sus genitales se contrajeron<br />

en lo más profundo de sus ser, todo<br />

su vello se encontraba inflamado al<br />

máximo y su mandíbula estaba entumida<br />

en una mueca de pánico; el sistema<br />

de atmosfera artificial que estaba<br />

colocado en su espalda era incómodo y<br />

125


se estaba calentando mucho, además<br />

estaba usando un uniforme deportivo<br />

completamente pegado a su piel. El<br />

sobre estaba dentro de su ropa dándole<br />

una forma extraña a su pecho, Casi<br />

odiaba a Úrsula por ello, pero la chica<br />

tenía razón: cada uno de los anuncios<br />

en su traje lo mantenía un poco más<br />

lejos de las turbas enfurecidas de la<br />

tierra y sus colonias no contribuyentes.<br />

El pateador también llevaba mucha<br />

publicidad. Su nombre era Ns’to. Para<br />

aquellos que no reconocen el nombre:<br />

Ns’to posee el record mundial de patada<br />

más larga en la historia del FootBall<br />

Fuxa. Si el lector no conoce el FootBall<br />

Fuxa permítame sugerirle ver más deportes<br />

en TV; en resumen, es una variación<br />

del Football americano. Solo que el<br />

balón está fabricado con un bloque sólido<br />

de plomo y funciona en un campo de<br />

ochocientas yardas para que los jugadores<br />

puedan conservar las distancias.<br />

El público en todo el sistema Fuxa<br />

guardó silencio cuando Ns’to comenzó<br />

su carrera para patear, el único sonido<br />

que se escuchó fueron los gritos de Úrsula<br />

cuando cerró un trato para usar la<br />

imagen de Phol en algunos comerciales<br />

extra. El beneficioso trato enriqueció<br />

dos millones más a la chica, que<br />

conmovida por los efectos positivos en<br />

su fondo para el retiro, gritó:<br />

—¡Me encantas, Pohl!<br />

<strong>La</strong>s chicas bonitas suelen tener efectos<br />

variados en la fisonomía del hombre.<br />

Por ejemplo cuando Pohl vio a la<br />

hermosa y sonriente Úrsula gritarle palabras<br />

alentadoras, sucedió lo siguiente:<br />

126<br />

1. Los labios dejaron de apretar<br />

para esbozar una sonrisa.<br />

2. El sistema muscular de Pohl redujo<br />

la tensión y se relajó.


3. Sus genitales salieron de su<br />

escondite.<br />

4. Fue tomado por sorpresa cuando<br />

la punta del pie Ns’to lo impactó<br />

de lleno.<br />

En algún lugar de Fuxa 9 alguien se hizo<br />

millonario al adivinar exactamente la<br />

distancia que recorrería Pohl: veintiséis<br />

yardas y un cuarto de pulgada.<br />

En la tierra, el gobierno celebró la deserción<br />

de Pohl durante ocho minutos,<br />

posteriormente arrojaron a un voluntario<br />

por la ventana cuando un comentarista<br />

deportivo hizo mención del uso<br />

que recibirá el dinero ganado.<br />

En varios templos donde se transmitía<br />

el evento deportivo, la gente aplaudió<br />

al ver la patada, también se alegraron<br />

mucho cuando descubrieron el<br />

plan maestro de Úrsula para seguir con<br />

la búsqueda.<br />

Pohl despertó en la enfermería de <strong>La</strong><br />

Sonrisa Fácil. Lo primero que apareció<br />

en su campo visual fue un frasco con<br />

salmuera donde un trozo de carne flotaba;<br />

cuando giró la vista vio a J.U.A.N.<br />

con bata de médico y a Úrsula sosteniendo<br />

de manera nerviosa una calculadora.<br />

Tiempo después supuso que<br />

Úrsula había usado la indumentaria de<br />

enfermera. (Basándose en la evidencia,<br />

que consistía en una bata ensangrentada<br />

colgando de una percha y que Úrsula<br />

aún usaba el característico gorrito de<br />

la cruz roja.)<br />

Sus compañeros de viaje le explicaron<br />

la inteligente conspiración de<br />

la coctelera y Pohl se alegró de poder<br />

continuar con su aventura, se alegró<br />

más cuando su compañera le informó<br />

que aún conservaba un millón de monedas<br />

terrestres. Nunca supo cuánto<br />

pagó de su bolsillo por la coctelera.<br />

<strong>La</strong>mentablemente el evento causó<br />

varios efectos negativos en el organismo<br />

de Pohl; el principal problema consistía<br />

en un daño permanente en sus<br />

genitales, los cuales debieron ser extirpados<br />

y colocados en un frasco de salmuera.<br />

J.U.A.N. calmó sus preocupaciones<br />

explicándole que la enfermería<br />

tenía a su disposición tres remplazos<br />

para sus partes pudendas. Uno había<br />

sido donado por el actor porno Martin<br />

Fantasías, la segunda refacción había<br />

sido donada por un monje fálico del<br />

sistema Taurus y el tercero era una diminuta<br />

pieza que fue propiedad de un<br />

ministro de derechos extraterrestres.<br />

Tranquilamente, el robot le explicó<br />

que mientras estaba inconsciente fue<br />

necesario hacer la operación e injertarle<br />

«la refacción», por consenso entre<br />

Úrsula y el robot decidieron utilizar la<br />

tercera opción disponible.<br />

—¿Por qué eligieron la diminuta pieza<br />

del ministro? —preguntó Pohl, al borde<br />

del desmayo.<br />

—¿Era la decisión más obvia? —dijo<br />

J.U.A.N.<br />

—Sabemos de buena fuente que<br />

aquel ministro jamás se echó un polvo<br />

—comentó una sonriente Úrsula.<br />

—Técnicamente son unos cojones con<br />

cero kilometraje —concluyó J.U.A.N.,<br />

dejando una lista de preguntas en la<br />

mente de su compañero.<br />

Pohl había cedido a su necesidad de<br />

desmayarse y sus compañeros lo dejaron<br />

descansar.<br />

—El siguiente mundo a visitar es el sistema<br />

Pi Turístico —J.U.A.N. vaciaba el<br />

frasco que contenía las gónadas de Pohl.<br />

—Excelente, porque tengo sesenta<br />

millones de monedas para gastar.<br />

—¿Sesenta?<br />

—Tengo que guardar para mi retiro.<br />

127


El robot y la dama salieron de la enfermería,<br />

dejaron a obscuras la habitación<br />

y continuaron discutiendo sus<br />

asuntos hasta llegar al puente de la<br />

nave, en realidad no había necesidad<br />

de vigilar la navegación, pero allí estaban<br />

ubicados los folletos explicativos<br />

del siguiente planeta a visitar y ambos<br />

estaba más que ansiosos.<br />

⁂<br />

Los humanos son una especie cínicamente<br />

competitiva que busca superar<br />

a sus congéneres independientemente<br />

de las terribles consecuencias; ya sea en<br />

cosas irrelevantes como los records deportivos<br />

o en áreas importantes como<br />

las colecciones de armas de destrucción<br />

masiva, los humanos insisten en superar<br />

el máximo número obtenido.<br />

Esta competición constante está presente<br />

en todos los aspectos de la vida<br />

moderna; por ejemplo, en las zapaterías<br />

que infectan los centros comerciales.<br />

En cada centro comercial que visites<br />

habrá por lo menos dos zapaterías<br />

tratando de venderte el mismo par, al<br />

mismo precio y con un servicio similar.<br />

No se trata de un estancamiento<br />

del mercado o una falta de creatividad<br />

en los fabricantes y vendedores<br />

de zapatos 3 . Lo que sucede es que, de<br />

manera inconsciente, los abastecedores<br />

de calzado alrededor del mundo<br />

se convencen a sí mismos de que ellos<br />

tienen una ventaja competitiva secreta:<br />

ya sea un mejor servicio, una mejor<br />

ubicación, vendedoras más bonitas o<br />

un local más limpio. Ocasionalmente<br />

alguien se da cuenta del estancamien-<br />

to profesional y hace un auténtico giro<br />

a la industria, causando que todos sus<br />

competidores aplicaran exactamente<br />

los mismos cambios realizados por él,<br />

deteniendo nuevamente la competencia<br />

hasta nuevo aviso.<br />

De tal manera que, siguiendo estas<br />

reglas, dos fabricantes de aspiradoras<br />

pueden intentar superarse en uno al otro<br />

durante toda una vida solo para darse<br />

cuenta de que, al final de la carrera, la<br />

clientela optó por el azulejo en el suelo.<br />

Algo similar sucedió con los robots.<br />

Los primeros robots creados por los<br />

hombres eran maquinas inconscientes<br />

que realizaban operaciones repetitivas<br />

a un bajo costo, gradualmente la competición<br />

llevó a crear maquinas que<br />

fueran capaces de tomar decisiones<br />

simples que no requirieran de la participación<br />

humana. En algún momento<br />

la competición fue más dura y decidieron<br />

crear robots que realizaran la repetitiva<br />

y costosa actividad de competir<br />

para crear el mejor robot posible.<br />

Cuando la competencia llegó al<br />

punto de estancamiento, (similar al<br />

de las zapaterías pero con máquinas<br />

de treinta toneladas en lugar de estudiantes<br />

que trabajan medio tiempo), la<br />

humanidad estaba en grave peligro. <strong>La</strong><br />

economía estaba colapsando debido a<br />

que los humanos ya no tenían trabajo,<br />

la única actividad que podía realizar un<br />

humano sin competir con un robot era<br />

la poesía y solo uno de cada mil humanos<br />

puede redactar un buen poema sin<br />

sufrir daño cerebral severo 4 .<br />

Con los robots afectando la seguridad<br />

del sistema humano, la Iglesia de<br />

los últimos contribuyentes se vio en ne-<br />

128


cesidad de intervenir. Sabemos que la<br />

iglesia tenía ocho planes para detener<br />

el estancamiento pero decidió abogar<br />

por los derechos humanos de los robots.<br />

Numerosos expertos demostraron que<br />

la mayoría de los robots eran capaces<br />

de tener sentimientos, deseos, sufrimiento<br />

e ideas creativas (con algo de<br />

hardware adicional y una actualización<br />

de software), por lo tanto, los humanos<br />

no tenían derecho a poseer un robot y<br />

mucho menos a forzar la producción robots<br />

como si fueran cabezas de ganado.<br />

Una vez que los autómatas fueron<br />

humanizados, adquirieron piezas nuevas<br />

que les permitieran tener necesidades.<br />

Por alguna razón poética los<br />

robots gustaban de tener hardware de<br />

necesidades humanas, si bien algunos<br />

equipos desearon imitar las fisonomías<br />

de, por ejemplo, los Fax’s (eso no fue<br />

muy popular.). Con su nueva capacidad<br />

para cometer errores los robots<br />

modernos consiguieron trabajos administrativos<br />

y de responsabilidad donde<br />

conseguían pagos razonables (léase<br />

irrisorio). Los equipos que prefirieron<br />

permanecer en condición de perfectas<br />

máquinas esclavas fueron denominados<br />

obsoletos y condenados a las tareas<br />

repetitivas, aun así la producción<br />

de estos ya no fue tan acelerada.<br />

Los robots habían elegido sus propias<br />

necesidades básicas: dormir, comer,<br />

respirar, escuchar música, navegar<br />

en internet o copular. Eso hacía que<br />

el dinero se siguiera moviendo.<br />

J.U.A.N., un robot de explicito diseño<br />

militar, en toda su vida solo había convivido<br />

con humanos varones, y en la<br />

soledad de las barracas los jóvenes soldados<br />

solo hablan de una cosa. Cuando<br />

se le ofrecieron sus actualizaciones<br />

humanizadoras se decantó por hardware<br />

de estimulación sexual y una elevada<br />

necesidad de la misma. <strong>La</strong>mentablemente<br />

la mayoría de los robots<br />

diseñados para brindar placer sexual<br />

prefirieron otro tipo de actualizaciones<br />

dejando a J.U.A.N. parcialmente solo<br />

en el universo.<br />

<strong>Año</strong>s después, algunos autómatas víctimas<br />

de la falta de presupuesto vieron la<br />

posibilidad de mejorar sus ingresos vía la<br />

prostitución y se reunieron en el único lugar<br />

donde no les podían imponer reglas,<br />

impuestos o normas de higiene.<br />

J.U.A.N. estaba feliz porque la siguiente<br />

visita seria allí: en Pi Turístico.<br />

⁂<br />

En algún lugar de la vía láctea hay un<br />

planeta llamado Pi, nombre elegido en<br />

alusión a aquel numero poco racional,<br />

pero muy real, que contiene tantos dígitos<br />

como problemas tiene un planeta<br />

en sí. Este mundo es básicamente<br />

una piedra yerma que gira alrededor<br />

de una enana roja, y teóricamente fue<br />

acondicionado para poder servir como<br />

hogar a todo robot que no estuviera<br />

dispuesto a seguir conviviendo con<br />

otras especies.<br />

Pi fue la utopía robótica durante casi<br />

dieciocho segundos, después de que<br />

los ánimos revolucionarios se desvanecieran,<br />

alguien se dio cuenta de que<br />

todos tenían diversas necesidades que<br />

deseaban satisfacer; esto se acumuló<br />

a otros problemas, que se resumían a<br />

los gastos de adaptar un planeta para<br />

129


que la radiación solar no destruya a los<br />

circuitos de sus mecánicos habitantes.<br />

Afortunadamente los robots suelen<br />

ser más inteligentes que los humanos,<br />

y en lugar de intentar diversas estrategias<br />

excéntricas destinadas al fracaso,<br />

se decantaron por colonizar un planeta<br />

mucho más apto donde pudieran comerciar<br />

de manera controlada, y con<br />

sus propios impuestos y normas, con<br />

las otras especies inteligentes.<br />

<strong>La</strong>s palabras del líder revolucionario que<br />

fundó Pi Turístico fueron las siguientes:<br />

Qué bueno que analizamos todos estos<br />

detalles antes de abordar las naves<br />

espaciales.<br />

P.E.D.R.O.<br />

(Político Emprendedor Democrático<br />

Robótico Optimizado)<br />

Cuando una persona ve Pi turístico<br />

desde el espacio, notará que originalmente<br />

se trataba de un solo continente,<br />

que recientemente 5 se dividió a causa<br />

de un terremoto apocalíptico, dejando<br />

una columna de agua de varios kilómetros<br />

de longitud y algunos centenares<br />

de metros de profundidad funcionando<br />

como línea divisoria o barrera natural.<br />

El 82% de toda la vida (animal,<br />

vegetal y mecánica) se concentraba en<br />

este mar divisor y sus orillas, y todo lo<br />

que no estuviera cerca de una masa<br />

de agua era un desierto abandonado.<br />

El mar exterior, que rodeaba ambas<br />

partes del continente original, poseía<br />

un oleaje tan severo que dificultaba la<br />

vida más allá de algunas bacterias y variaciones<br />

de algas.<br />

El desastre natural que ocasionó la<br />

separación del continente propició la<br />

creación de dos cordilleras montañosas<br />

130<br />

rodeando el mar central, que con la ayuda<br />

de la lluvia generaron los primeros<br />

ríos, lagos y otros cuerpos de agua dulce;<br />

fomentando el crecimiento vegetal<br />

en aquella franja al centro del planeta.<br />

Así era PI turístico: un cuerpo de agua<br />

enorme con un continente dividido por<br />

dos franjas verdes y una azul cielo.<br />

Durante numerosas eras, en casi<br />

todas las dimensiones y en las incontables<br />

realidades posibles, siempre ha<br />

existido una ciudad donde las personas<br />

se dirigen para olvidar sus problemas a<br />

cambio de exorbitantes sumas de dinero.<br />

Por ejemplo: hay una dimensión paralela<br />

donde reptiles súper-avanzados<br />

invierten el equivalente a varios meses<br />

de salario con la intención de causarse<br />

una amnesia permanente.<br />

Curiosamente, en ninguna de estas<br />

ciudades la ganancias permanecen<br />

donde se generaron, si no en un lugar<br />

principalmente aburrido donde habitan<br />

las personas que mantienen la ciudad<br />

glamurosa e interesante.<br />

Pi turístico es el magno ejemplo de estos<br />

lugares. Casinos, hoteles de lujo, centros<br />

recreativos, parques temáticos, turismo<br />

ecológico y derroche económico;<br />

decenas de millones de turistas visitan<br />

el planeta con los bolsillos llenos y regresan<br />

con las bolsas más ligeras, los vientres<br />

más pesados y muchos recuerditos<br />

de mala calidad. Ese siempre ha sido el<br />

equilibrio de la diversión. Por su puesto<br />

que un complejo como Pi turístico cuenta<br />

con numerosas zonas donde… ejem…<br />

los placeres carnales de numerosas especies<br />

pueden ser satisfechos después<br />

de una negociación económica.<br />

Al igual que la evolución puede tomar<br />

rutas completamente diferentes dependiendo<br />

de numerosos factores externos,<br />

la civilización y sus tabúes sexuales tam-


ién recorren sus caminos trastornados<br />

por situaciones tan irrelevantes como el<br />

tamaño del plátano promedio o el descubrimiento<br />

del fuego.<br />

Obviamente cuando dos especies<br />

con evolución aislada se conocen, se<br />

consideran completamente ilógicas la<br />

una a la otra. Normalmente lo resuelven<br />

alimentándose de algunos ejemplares,<br />

visitando el hábitat extranjero<br />

y tratando de analizar la relación entre<br />

el cuello largo y la altura de los arboles<br />

locales. Con esto se termina llegando<br />

generalmente a una feliz convivencia.<br />

<strong>La</strong>s diferencias entre civilizaciones<br />

aisladas son comúnmente resueltas<br />

con sangrientas exterminaciones étnicas<br />

y periodos de guerra que solo se<br />

detienen para hablar mal la una de la<br />

otra. Curiosamente, en un atisbo de<br />

humor de parte del creador del universo,<br />

cuando tenemos un caso de evolución<br />

y civilización aislada, las especies<br />

se esmeran en lograr la comprensión<br />

mutua de manera que sea más sencillo<br />

encontrar un motivo valido para poder<br />

iniciar una guerra.<br />

De tal manera que no fue hasta que<br />

los humanos conocieron otra especie<br />

civilizada, qué fueron conscientes de algunas<br />

contradicciones en su lógica. Por<br />

ejemplo: los terrícolas no tienen ningún<br />

problema en transmitir un anuncio comercial<br />

en el que cuatro mujeres aprovechen<br />

un desayuno en un restaurante<br />

lujoso para hablar de su higiene vaginal<br />

y los medicamentos para hemorroides,<br />

pero durante el mismo bloque televisivo<br />

se utiliza autocensura y vocabulario<br />

de doble sentido para hablar del sexo<br />

consensual con preservativos.<br />

Todo esto escandaliza a civilizaciones<br />

como los Huey, que consideran<br />

la reproducción uno de los actos más<br />

131


ellos y poéticos de la existencia, pero<br />

tienen un serio problema al hablar de<br />

la higiene de las cavidades corporales.<br />

Es así que los jóvenes de esta especie<br />

son invitados a presenciar actos de<br />

reproducción masiva, mientras que<br />

para hablar de la higiene bucal se contratan<br />

médicos para que expliquen a<br />

los chicos en privado. Es posible que<br />

todo esto se deba a que los Hueyianos<br />

se reproducen de manera asexual por<br />

mitosis. También puede haber una conexión<br />

con los numerosos niños que<br />

murieron por caries durante su equivalente<br />

a la edad media. Al final, son los<br />

detalles los que causan las diferencias<br />

en la lógica de las civilizaciones.<br />

Estas diferencias evolutivas y culturales<br />

son adecuadamente ignoradas<br />

en el templo de la hospitalidad, un<br />

complejo en Pi turístico donde viajeros<br />

de todo el espacio conocido pueden<br />

adquirir placeres que en su lugar natal<br />

hubieran sido moralmente cuestionables,<br />

como mínimo.<br />

<strong>La</strong> arquitectura del lugar demostraba<br />

haber sido ideada con la intención<br />

de incrementar el consumo; los paneles<br />

lumínicos del techo imitaban luz<br />

matutina y primaveral independientemente<br />

del exterior, fuentes decorativas<br />

regulaban la temperatura interna y reciclaban<br />

el aire; incluso la publicidad<br />

estaba regulada para no resultar invasiva.<br />

El templo estaba diseñado para<br />

hacer sentir al visitante como en casa<br />

(siempre y cuando el visitante fuera<br />

dueño de una hermosa mansión en las<br />

orillas del Mediterráneo.)<br />

Pohl, Úrsula y J.U.A.N. se paseaban<br />

por el piso de mármol haciendo un<br />

esfuerzo colectivo para no distraerse.<br />

Cada uno de ellos tenía una opinión<br />

bastante diferente del templo.<br />

Para J.U.A.N. ese lugar consistía en la<br />

mitad del sueño de su robótica vida. Es<br />

importante decir que la otra mitad es<br />

tener suficiente dinero como para despilfarrarlo<br />

en ese mismo templo.<br />

Pohl entiendía el concepto de templos<br />

antiguos transformándose en<br />

complejos turísticos, también tenía<br />

cierto entendimiento de locales comerciales<br />

con nombres como «<strong>La</strong> casa de<br />

las cafeteras» y «El palacio de los martillos».<br />

Aun así no podía evitar sentirse<br />

incomodo con la lógica del Templo de<br />

la hospitalidad. El lugar, en realidad,<br />

era una especie de centro comercial<br />

donde acudía la gente con intención<br />

de encontrar sexo. Lo ocultaban con arquitectura<br />

mediterránea, reglamentos<br />

de decencia y un nombre exótico, pero<br />

solo es eso: un negocio engrandecido<br />

que se aprovecha de la moral de las<br />

personas para beneficiarse económicamente.<br />

Al final el lugar conserva su título<br />

de templo solo porque sonaba más<br />

agradable, tradicional y satisfactorio.<br />

Úrsula trataba de no pensar en el<br />

suelo que estaba pisando. Sabiéndose<br />

sumamente atractiva, no pasaría<br />

mucho tiempo antes de que alguna<br />

creatura con exceso de libido y dinero<br />

132


en metálico (humana o tal vez no) intentara<br />

hacerle una oferta, obviamente<br />

J.U.A.N. resultaba una compañía excelente<br />

para este tipo de situaciones: su<br />

aspecto de máquina de matar ofrecía<br />

un aura persuasiva que hasta el momento<br />

había desmotivado a numerosos<br />

aspirantes.<br />

Es en lugares como ese donde ella se<br />

cuestionaba el orden que está tomando<br />

el mundo. El gobierno de la tierra grita<br />

a los cuatro vientos que en sus administraciones<br />

no existen sitios como aquel<br />

y es prácticamente cierto, lo cual permite<br />

que los sectores conservadores y<br />

los luchadores por la equidad de género<br />

se sientan cómodos, por su puesto,<br />

en aquellos planetas tipo Tierra 2.0, la<br />

prostitución se ejecuta en locales clandestinos<br />

a precios prohibitivos donde<br />

la mayoría los prestantes de servicios<br />

reciben una parte diminuta de las ganancias,<br />

mientras los administradores<br />

se enriquecen sin arriesgarse siquiera.<br />

<strong>La</strong> ilegalidad sirve de marco para<br />

que los padrotes y los prostíbulos se<br />

deslinden de sus responsabilidades, el<br />

personal es utilizado y desechado cual<br />

ganado, más de un local de mala muerte<br />

mantenía a sus servidoras contra su<br />

voluntad y todo esto sin hablar de los<br />

sitios que utilizan niños secuestrados.<br />

Aquí al menos el templo corre riesgos<br />

junto con su personal. No son los apuros<br />

de una redada o una enfermedad<br />

venérea, los peligros a enfrentar provienen<br />

del capitalismo y la libre competencia.<br />

En este mismo planeta se<br />

encuentra «<strong>La</strong> casa de los seiscientos<br />

gemidos», «El instituto de los placeres»<br />

y «El palacio de las triquiñuelas», todos<br />

compitiendo por la clientela de Pi<br />

Turístico. Una chica retenida contra su<br />

voluntad, un menor de edad vendiendo<br />

su cuerpo o un abuso sindical son<br />

el tipo de situaciones que pueden dar<br />

un golpe publicitario fatal. En algunos<br />

lugares que conservaban algún gobierno<br />

eso podía parecer ridículo, pero con<br />

una sociedad que cuenta con su propia<br />

asociación de los derechos de los pedófilos,<br />

la publicidad y lo políticamente<br />

correcto es lo único que cuenta.<br />

Úrsula no dejaba de preguntarse porqué<br />

ambas maneras de llevar el mundo<br />

parecen tan incorrectas a la vez, y si en<br />

su posición de mujer independiente,<br />

inteligente y recientemente millonaria,<br />

debería tomar algún bando.<br />

1. Si le preguntas a un Fax’s por qué se<br />

lo merecía te responderá:¡Se lo merece!<br />

Todos los humanos se merecen esa<br />

patada y que no se diga más.<br />

2. Y estaba preciosa con esa expresión.<br />

3. Por supuesto que se trata de un estancamiento<br />

del mercado, pero hay<br />

que ser amable con esos vendedores<br />

victimas del autoengaño.<br />

4. Y eso siendo muy optimistas (N. del E.)<br />

5. Para un planeta, diez millones de años<br />

es un lapso de tiempo bastante corto.<br />

Continúa en el siguiente número...<br />

133


134<br />

EL<br />

CEMENTERIO<br />

DE<br />

SOULDETH<br />

(FINAL)<br />

Por<br />

Aly Cañizales<br />

Dayreen y su madre paseaban por<br />

una plaza en el centro de la ciudad<br />

de Reiki, una zona bastante<br />

adinerada en la que solo los privilegiados<br />

podían pasearse sin preocupaciones,<br />

era uno de sus lugares favoritos,<br />

pues habían juegos infantiles y el resto<br />

de los niños brindaban tranquilidad a<br />

quien estuviera cerca, era algo parecido<br />

al cielo de los niños, de hecho, así<br />

le llamaban a ese lugar en particular,<br />

el ruido de las risas de los pequeños<br />

inundaba el aire, las pláticas de las madres<br />

y de vez en cuando uno que otro<br />

grito de susto por algún niño que podría<br />

caer de algún juego se unían a este<br />

rompecabezas de felicidad.<br />

Ayleen esperaba sentada en una banca<br />

mientras su hija se balanceaba en un<br />

columpio, su hija se había enfermado de<br />

un brote de polio que volvió después de<br />

tres mil años de haberse erradicado, esa<br />

segunda oleada había afectado las cinco<br />

grandes ciudades de Rakesh, y había<br />

acabado con miles de niños en las aldeas<br />

más desprotegidas. En algún momento<br />

después de erradicarse el VIH, este tuvo<br />

una mutación que los científicos llamaron<br />

VIHM, una enfermedad que acababa<br />

con el portador en menos de cuarenta y<br />

ocho horas, fue entonces que Emilo Kristoff<br />

descubrió la vacuna a partir de una<br />

droga llamada Lsd y la combinación de<br />

células madre con etanol. <strong>La</strong>s bromas entre<br />

la ciudad radicaban en pensar cómo<br />

fue que se le ocurrió mezclar estas tres<br />

sustancias, se burlaban diciendo «seguro<br />

se estaba drogando con combustible y<br />

un cordón umbilical», todo esto era muy<br />

gracioso. Pero, en el fondo, todos agradecían<br />

que alguien hubiera logrado acabar<br />

con aquella enfermedad que mató a más<br />

del veinticinco por ciento de la población<br />

del mundo.


Muchos de los puristas achacaban<br />

aquellas enfermedades a la unión de<br />

razas que se había llevado a cabo en el<br />

año 3225 d.C., cuando pruebas de científicos<br />

por fin habían comprobado que<br />

el mestizaje interracial era un hecho, ya<br />

no existían las razas puras, aunque los<br />

extremistas aun defendían el derecho<br />

de los indoalemanes o de los americasiáticos<br />

como razas evolutivas, las guerras<br />

cesaron, un nuevo continente unificado<br />

había tomado el lugar de lo que<br />

alguna vez se conoció como Asia y Europa,<br />

y a pesar de la lejanía de América<br />

y Australia, habían logrado anexarlos<br />

en el año de 2456 d.C. convirtiéndose<br />

así en Pianegia, que en el idioma antiguo<br />

significaría «Pangea 2». Después<br />

de la tercera guerra mundial el idioma<br />

estaba unificado, la economía tomó<br />

doscientos años más, pero finalmente<br />

se había logrado antes de los tres<br />

mil años, Ayleen, de solo treinta y dos<br />

años, agradecía el haber existido hasta<br />

entonces, pues los avances a comparación<br />

de sus antepasados eran enormes,<br />

pero al mismo tiempo tenia cierto mal<br />

sabor de boca por haber concebido a<br />

su hija en el segundo gran brote.<br />

Tenía la suerte de haber encontrado<br />

a un hombre que la cuidaba y la protegía<br />

por sobre todas las cosas, pero al<br />

mismo tiempo la realidad nos golpea<br />

a todos, pues a pesar de ser ese gran<br />

sujeto que te defiende y apoya aun en<br />

contra de los ideales de los demás y de<br />

ser un esposo romántico y sacrificado,<br />

también era un padre ausente; las responsabilidades<br />

consumían a aquel empresario,<br />

la necesidad de tener todo en<br />

orden para su familia era infalible, no<br />

había razón o situación que lo mermaran<br />

de cumplir con sus compromisos<br />

en pro del bienestar de Dayreen para<br />

tuviera todo y más, lástima que lo que<br />

la pobre niña más deseaba era tener<br />

más tiempo a su padre en casa.<br />

Pero como Ayleen sabía, la vida era<br />

una cosa de locos últimamente y lo que<br />

más importaba era la seguridad y estabilidad<br />

de Dayreen, por aquel entonces<br />

para una niña enferma y con la escasez<br />

de recursos, la estabilidad no se compraba<br />

con algo que no fuera dinero y su<br />

esposo conseguía mucho.<br />

Casi había llegado la hora de regresar<br />

a casa, era una fecha especial, pues<br />

no solo se cumplía un año más de casados,<br />

sino que en una semana sería el<br />

cumpleaños de su hija, así que como<br />

sorpresa y por idea de su esposo, este<br />

regresaría a la ciudad y tendrían un<br />

cumple-aniversario los tres juntos, su<br />

hija no tenía ni la menor idea de que<br />

pronto iban a cumplir uno de sus más<br />

grandes deseos, el cual era compartir<br />

unas vacaciones en familia, todo estaba<br />

listo, no había nada que pudiera detenerlos,<br />

nada, excepto la muerte.<br />

El señor Renier había viajado toda la<br />

noche, en un avión que lo llevaba desde<br />

el continente vecino hasta su casa<br />

en Reiki, no había podido conciliar el<br />

sueño en todo ese tiempo, pues se la<br />

había pasado realizando llamadas a<br />

todos los lugares donde había hecho<br />

reservaciones para pasar con su hija<br />

Dayreen y su esposa Ayleen, ni siquiera<br />

las seis horas de vuelo le habían<br />

hecho claudicar en su esfuerzo por<br />

tener todo preparado, era un hombre<br />

bastante organizado, pues al tener un<br />

padre de ascendencia japonesa se le<br />

enseño lo que era la disciplina como<br />

un código de honor, sus intensos ojos<br />

grises parpadeaban de vez en cuando,<br />

como cuando tu cuerpo te pide reposo<br />

pero tus ánimos y tu felicidad no se lo<br />

135


permiten, Dayreen estaba por cumplir<br />

su décimo cumpleaños, y él cumpliría<br />

entonces once años de casado.<br />

Había conocido a su esposa cuando<br />

todavía era un chico, los regímenes de<br />

matrimonios arreglados habían vuelto<br />

solo para preservar las riquezas en lo<br />

que serían las nuevas culturas de abolengo,<br />

mucha de la cultura liberalista<br />

que se habían formado con los años<br />

habían muerto al comprobarse que<br />

solo eran separatistas, aun así una minoría<br />

de personas todavía defendía el<br />

derecho a no ser como los demás, estas<br />

misma ideologías trajeron destrucción<br />

y guerra, fueron estas mismas en oponerse<br />

a este tipo de matrimonios, pero<br />

sucumbieron ante la despoblación después<br />

de las oleadas de enfermedades.<br />

Ya nada de eso importaba, pues después<br />

de dos meses volvería a casa solo<br />

para estar con sus mujeres, las amaba<br />

de un modo incondicional, pero se sentía<br />

en deuda por tener que trabajar tanto<br />

por ellas, pues las había privado de su<br />

presencia, algo que sabía que era indispensable<br />

para el amor, pero bajo la situación<br />

de una niña enferma, no podía<br />

darse el lujo de carecer de nada, así que<br />

simplemente hizo lo que su padre hubiera<br />

hecho, nadar en una lancha que<br />

se hunde hasta la orilla sin claudicar.<br />

Cuando por fin aterrizó, se dio cuenta<br />

de que tenía un par de horas de<br />

ventaja, así que podría sorprender a<br />

ambas cuando llegara a su destino, iría<br />

a su encuentro sin avisar en lugar de<br />

llegar a la casa como se había pactado.<br />

Su carro de alquiler lo esperaba en el<br />

lugar acordado, guardó sus maletas y<br />

encendió el motor, el viaje a la felicidad<br />

estaba a la vuelta, solo tenía que conducir<br />

sin detenerse, solo eso.<br />

Dayreen estaba verdaderamente encantada<br />

con el resto de los chicos de la<br />

plaza, había subido a cada uno de los<br />

juegos sin pensarlo dos veces, aunque<br />

en algunos de ellos los fierros de su<br />

pierna le estorbaban, esto no fue impedimento<br />

para que sonriera con cada<br />

uno de sus balanceos en los columpios,<br />

ni tampoco el rechinido del metal fue<br />

tan fuerte como para evitar que siga con<br />

su desliz en el resbaladero, nada podía<br />

detenerla, estaba ahí para ser feliz y ninguna<br />

enfermedad podría prohibírselo,<br />

su madre le había enseñado bien a ser<br />

normal y así sería por siempre.<br />

Ayleen se dio cuenta por su reloj de<br />

que la hora de irse ya estaba cerca, se<br />

había esforzado en preparar un recibimiento<br />

de reyes para quien era el<br />

rey de la casa, así mismo había hecho<br />

maletas para ella y su hija, la sorpresa<br />

sería mayúscula cuando de la nada<br />

llegara su padre y solo tuvieran tiempo<br />

de subirse al auto para viajar en familia,<br />

como ella siempre soñó.<br />

—Dayreen, hija, tenemos que irnos —dijo<br />

Ayleen, sospechosa.<br />

—Pero, mamá, apenas son las cinco<br />

de la tarde. Siempre estamos aquí hasta<br />

las seis o siete, además estoy jugando y<br />

no quiero irme aún —respondió la niña.<br />

—Tenemos que llegar a casa a hacer<br />

tarea, además, no hemos comido y yo<br />

muero de hambre, tengo tanta hambre<br />

que si no vienes ahora me comeré a alguno<br />

de tus amigos —dijo sonriendo.<br />

—Está bien, mamá, iré, pero por fa-<br />

136


vor no te comas a nadie, me daría mucha<br />

vergüenza que se enteren que mi<br />

mamá es un caníbal.<br />

Ambas soltaron una fuerte carcajada<br />

ante la broma de la pequeña, sin embargo<br />

habían perdido valioso tiempo<br />

en el intercambio de negativas y bromas<br />

que habían efectuado, Dayreen<br />

sintió la necesidad de comer algo de<br />

helado, su madre, amable como siempre<br />

se lo concedió en un momento<br />

pues cruzando la acera, en una esquina,<br />

había un lugar que funcionaba<br />

como snack bar para la gente que se<br />

encontraba en la plaza.<br />

Dayreen no era como ninguna otra<br />

niña del lugar, pues no tenía predilección<br />

por el chocolate, por la vinilla o la<br />

fresa, así que cada visita al heladero era<br />

toda una guerra de decisiones entre ella<br />

y los sabores, esto le causaba mucha<br />

gracia a su madre, pues siempre le atribuía<br />

esa clase de herencia a su esposo,<br />

quien era tan ávido de todo que le costaba<br />

inclinarse por algo, más de una vez<br />

se lo había hecho notar, pero lo tomaban<br />

como una simple broma a pesar de<br />

que era completamente cierto.<br />

Después de lograr decidir entre el<br />

menú helado, siguieron su camino, a<br />

paso lento pues entre cargar con el<br />

helado y la enfermedad de la pequeña,<br />

avanzar era un poco más complicado<br />

de lo habitual, sin embargo llevaban<br />

tiempo de sobra para servir algo de comida<br />

y esperar a que llegara su esposo,<br />

no había margen de error.<br />

Llegaron a la entrada de la casa, habían<br />

terminado por completo sus helados<br />

y solo esperaban entrar a terminar<br />

con las labores domésticas, comer<br />

y por supuesto hacer los deberes de<br />

Dayreen, eso era lo que esperaba la pequeña<br />

por lo menos, Ayleen introdujo<br />

la llave, se disponía a girar la perilla de<br />

la puerta cuando un sonido eléctrico<br />

la interrumpió, el portón de la cochera<br />

se estaba levantando poco a poco; no<br />

podía ser otro que su esposo, voltearon<br />

al mismo tiempo, solo para verlo de pie<br />

frente a ellas, recargado en un automóvil<br />

de alquiler.<br />

Ayleen miró los ojos de su hija, eran<br />

cristalinos, grises como los de su padre,<br />

pero llenos de vida, se estaban llenando<br />

de lágrimas, eran lágrimas de sorpresa<br />

y felicidad, la llenó de ternura ver<br />

como de inmediato arrastró su pierna<br />

enferma en dirección a los brazos que<br />

le había extendido su padre.<br />

—¡Papááá! ¡Papááá! ¡Papááá! ¡Papaaá!<br />

Estás aquí, viniste por nosotras, te<br />

he extrañado demasiado, al fin viniste.<br />

—Claro que he venido por ustedes, y<br />

yo también te he extrañado mucho, todos<br />

los días me la paso pensando en<br />

ustedes, no hay día en que no quiera<br />

volver solo para verlas —respondió con<br />

un tono quebrado.<br />

Cada visita era igual, creía que era un<br />

hombre fuerte, sentía que tenía la mejor<br />

suerte del mundo, pues tenía esas<br />

dos mujeres que lo amaban incondicionalmente,<br />

pero al final de su visita<br />

siempre se daba cuenta de que tenía la<br />

peor suerte del mundo pues pasarían<br />

meses antes de volver a dormir al lado<br />

de su hija y de levantarse con su esposa,<br />

como fuera, ya estaba ahí y nada<br />

podría arruinar ese momento.<br />

137


Entraron a la casa enseguida, el aun<br />

cargaba a su hija en brazos, Ayleen se<br />

apresuró a servir la comida, mientras<br />

Dayreen estaba impresionada con las<br />

historias de los viajes de su padre, se<br />

sentaron todos a la mesa a compartir esa<br />

celebración en familia que era degustar<br />

los alimentos, dieron gracias por estar<br />

juntos una vez más, pero aún faltaba lo<br />

más importante que era comunicar a su<br />

hija de los planes que tenían por delante.<br />

<strong>La</strong> cara de Dayreen se iluminó cuando<br />

se enteró de las vacaciones y todos<br />

los días que estarían juntos, era el mejor<br />

regalo de cumpleaños que podría<br />

recibir, no había nada que se le igualara,<br />

pues su sueño era precisamente<br />

ese, tener a su familia reunida. Subieron<br />

las maletas al auto, la razón por la<br />

que el rentaba siempre uno era porque<br />

la agencia se encargaba de revisar que<br />

estuvieran siempre perfectos y listos<br />

para los viajes en cualquier momento,<br />

así no tendría que arriesgarse o a su<br />

familia a que algún desperfecto estropeara<br />

ninguno de sus planes, salieron<br />

a toda marcha, ojalá hubiera sido más<br />

consciente, ojalá se hubiera preocupado<br />

más por su propio estado y menos<br />

por el del auto, siendo tal la emoción y<br />

tanto el tiempo sin verlas que simplemente<br />

pasó por alto el desperfecto que<br />

podría estar en él.<br />

Entraron rápidamente a la carretera,<br />

haciendo juegos de viaje como el de<br />

observar las placas o el color de los autos,<br />

su esposo en algún momento bajo<br />

la ventanilla de su auto y encendió un<br />

cigarrillo, Ayleen lo miraba con desagrado,<br />

odiaba el olor a cigarro, pero<br />

más odiaba saber que su esposo se<br />

138<br />

estaba haciendo daño con ese veneno.<br />

—Ese vicio que has adquirido en tus<br />

viajes no es nada bueno, amor, lo que<br />

es peor no me gusta pensar que puedes<br />

enfermarte —dijo, preocupada.<br />

—<strong>La</strong> verdad es que no es un vicio,<br />

princesa, solo fumo para verme elegante<br />

con los demás accionistas, hace que<br />

me vea elegante y conocedor, a veces<br />

uso lentes también y me hacen ver misterioso<br />

e intelectual, y ni te cuento que<br />

pasa cuando fumo en pipa, porque te<br />

pondrías celosa —respondió, haciendo<br />

una voz de hombre interesante.<br />

Dayreen tampoco era fan del hábito<br />

de fumar de su papá, pero tenía que<br />

admitir que el chiste había sido una<br />

obra de arte y soltó una risotada sonora<br />

y estruendosa, lo que hizo que de<br />

inmediato su madre se contagiara también,<br />

el momento tenso se había vuelto<br />

un momento agradable, tal vez era porque<br />

sabían que no merecían tener diferencias<br />

en estos días tan importantes.<br />

Habían pasado un par de horas más,<br />

Ayleen y su hija estaban tan agotadas<br />

que se habían quedado dormidas, no<br />

había querido ser el causante de que<br />

se interrumpiera su sueño, así que no<br />

las molestó, pero el cansancio ya se<br />

hacía presente en su persona, había algunos<br />

lugares de descanso a un par de<br />

kilómetros y se decidió a llegar, pues<br />

sus ojos se habían vuelto más pesados<br />

que los portafolios llenos de papeles<br />

que diariamente cargaba a sus juntas,<br />

y vaya que eran pesados<br />

Su salvación estaba en la siguiente salida,<br />

casi podía verse llegando al acotamiento<br />

y al pequeño hotel que se encontraba<br />

ahí, eso les permitiría dormir un par


de horas, tal vez dos o tres eran todo lo<br />

que necesitaba, pudo verse a sí mismo<br />

acostándose en la cama y descansando,<br />

lo que no vio fue el auto que venía en sentido<br />

contrario e invadía su carril, aun con<br />

su cigarro entre sus dedos maniobró el<br />

volante a gran velocidad.<br />

El sonido del choque fue espantoso,<br />

tanto que sirvió para despertar a su esposa<br />

y a su hija, pero el golpe había sido tan<br />

duro que las había dejado inconscientes<br />

de manera inmediata; el carro giró<br />

bruscamente y terminó fuera del camino.<br />

Cuando se dispuso a revisar el estado de<br />

su esposa y su hija, vio sus rostros cubiertos<br />

de sangre, pues aunque ambas llevaban<br />

el cinturón de seguridad, el coque<br />

de sus frentes con las ventanas les había<br />

causado mucho daño, personalmente el<br />

no sentía su brazo izquierdo, pero veía<br />

su mano aun aferrada al cigarro, pidió<br />

ayuda con gran empeño, pero no recibía<br />

respuesta, lo único que realmente lo hizo<br />

moverse fue el darse cuenta que la gasolina<br />

se había escapado del tanque, la<br />

misma que hizo contacto con la ceniza<br />

aún encendida de su cigarro, lo que ocasionó<br />

que una llama se encendiera.<br />

Con su brazo derecho se liberó, pudo<br />

soltar los cinturones de sus dos mujeres,<br />

sacó a su hija en primer lugar con un solo<br />

brazo, pues el otro estaba completamente<br />

roto, la puso lejos del lugar, pero tarde<br />

comprendió que el fuego es rápido y voraz,<br />

cuando regreso por su esposa, este<br />

y se encontraba consumiendo una gran<br />

parte del auto, lo que era peor, la puerta<br />

estaba atorada, no podía llegar ni despertar<br />

a Ayleen, lloraba y gritaba, pero<br />

nadie se acercaba a prestar ayuda, con<br />

terror vio que el fuego ya se encontraba<br />

sobre un costado de su esposa y estaba<br />

quemándola, eso le hizo tomar fuerza sobre<br />

humana y lograr abrir la puerta, jaló a<br />

su esposa hasta donde estaba Dayreen y<br />

apagó las llamas.<br />

Ayleen solo recobró el sentido para<br />

decirle un par de palabras justo antes<br />

de perder el conocimiento nuevamente.<br />

—Te amo, siempre te he amado y jamás<br />

dejaré de hacerlo, a donde quiera<br />

que vaya, te esperaré con todo mi amor,<br />

cuida a Dayreen y asegúrate de que sea<br />

feliz por siempre.<br />

Eso fue lo último que oyó de su esposa,<br />

o por lo menos eso fue lo último que<br />

escuchó antes de desmayarse, los tres<br />

cuerpos quedaron a la orilla de la carretera,<br />

los sonidos de las ambulancias<br />

se escuchaban a lo lejos, el conductor<br />

del otro auto, jamás pudo salir de él.<br />

⁂<br />

<strong>La</strong> figura del enterrador cargando a la<br />

pequeña Dayreen se paseaba por el<br />

cementerio, la niña no se movía ni un<br />

centímetro, al lado del enterrador un<br />

grueso hombre vestido de guardia le<br />

hacía compañía, los ojos de ambos<br />

eran escarlata.<br />

—Entonces… ¿así fue como murió tu<br />

esposa? —preguntó Dood.<br />

—Sí, Dayreen es mi hija, Ayleen, mi<br />

esposa, el hombre del otro auto era un<br />

hombre de raíces francesas que servía<br />

en el ejército, estuvo tres meses en<br />

coma, justo el tiempo que tardé en recuperarme<br />

y llegar a este lugar, yo enterré<br />

al hombre que maté.<br />

—<strong>La</strong>s tumbas que visitabas, eran la<br />

de tu esposa y la de aquel hombre en-<br />

139


tonces, pero tengo una duda. ¿Qué hay<br />

de esta tumba que esta al final del cementerio<br />

en la zona sur?<br />

El silencio se prolongó hasta que<br />

llegaron a la tumba mencionada, ahí<br />

el enterrador depósito el cuerpo de<br />

Dayreen, que fue desvaneciéndose<br />

hasta formar parte de la tierra, el enterrador<br />

como cada noche puso una rosa<br />

al lado de la tumba.<br />

—¿Entonces ella también murió?<br />

—Sí, no resistió el golpe en la cabeza.<br />

Cuando me enteré quise morir, rogué a<br />

Dios por mi muerte, se lo pedí a los ángeles<br />

y hasta al mismo Diablo, pero ninguno<br />

me respondió, solo hubo alguien<br />

que escuchó mis plegarias —Shane se<br />

mostró misterioso.<br />

Unos días antes de salir del hospital,<br />

alguien me visitó, un extraño hombre<br />

de capucha negra que se sentó a mi<br />

lado a hablar conmigo sin permitirme<br />

decir nada.<br />

140<br />

Veo que has estado buscándome por<br />

todos lados, parece ser que de verdad<br />

tienes la intención de morir, tu<br />

nombre aún no está en mi lista, pero<br />

debido al ferviente deseo con el que<br />

profesas tu deseo de mi beso eterno,<br />

y además a que conozco la razón de<br />

tu determinación, te propondré algo,<br />

tengo la eternidad siendo el mensajero<br />

del fin de la vida, soy temido,<br />

odiado y venerado, pero he llegado<br />

a sentirme cansado, te daré mis ojos,<br />

te prestare mi poder, así podrás ver<br />

a tu hija cada noche en el cementerio,<br />

podrás acompañarla y llevarla<br />

de vuelta al inicio de cada mañana,<br />

pero debo advertirte que jamás deberás<br />

permitir que se entere quién<br />

eres, jamás deberás hablarle de la<br />

verdad ni podrá ver tu rostro, ayuda-


ás con tu vista escarlata a cruzar a<br />

los espíritus que creas convenientes,<br />

esa mirada los absorberá llevándolos<br />

al cielo o al infierno según corresponda,<br />

estarás a disposición de los<br />

humanos hasta que llegue la noche,<br />

serás yo y yo seré solo un supervisor<br />

de tu trabajo, solo tienes una oportunidad<br />

de decidir así que escoge<br />

sabiamente: ¿Lo tomas o lo dejas?.<br />

—Y mírame aquí contigo, utilicé toda<br />

mi riqueza para comprar este lugar, soy<br />

el dueño de Souldeth solo para poder<br />

hacer esto cada noche.<br />

—Debo admitir que estoy impresionado,<br />

Shane, nunca he conocido un hombre<br />

con tanta devoción y valor como tú,<br />

estoy a tus órdenes.<br />

Frente a ellos apareció una imagen,<br />

un encapuchado con un cayado en su<br />

mano derecha, con su otra mano dejó<br />

su rostro descubierto, era ella, era la<br />

muerte, apuntó hacia ambos.<br />

—Interesante elección, Shane, veo que<br />

le has compartido mis ojos, me gusta de<br />

verdad. Es momento de que me regreses<br />

los ojos, ahora Dood se hará cargo,<br />

ven a mí y te cruzaré, te llevaré donde<br />

tu esposa y Dood llevará a tu hija en<br />

cuanto despierte, es momento de que<br />

descanses, agradezco tus servicios.<br />

Shane se acercó y recibió la absolución<br />

de la muerte, sus ojos brillaron y<br />

el despareció, así la historia tendría<br />

que volver a comenzar. Souldeth es un<br />

lugar de reposo eterno, pero al mismo<br />

tiempo es un ser vivo, lo que pasa ahí,<br />

solo puede entenderse si formas parte<br />

de él y es inútil que intentes huir, pues<br />

todos estamos destinados a serlo…<br />

FIN<br />

141


142<br />

CUERNO<br />

DE CHIVO<br />

(PRIMERA PARTE)<br />

Por<br />

Gilberto Santos<br />

TEGUCIGALPA<br />

En el templo Los Dolores dieron el toque<br />

de campana que anunciaba los<br />

maitines, pero Alba Luz Zelaya Arzu<br />

ya tenía despierta casi una hora. Con<br />

más de ocho meses de embarazo, aunque<br />

sin experiencia en estas vivencias,<br />

sabía que había llegado la hora. Se<br />

levantó moviéndose con suavidad, a<br />

pesar de haber casi ayunado los primeros<br />

tres meses de embarazo a partir<br />

del sexto mes no tenía molestias, más<br />

que un sueño arrollador. Típico miércoles<br />

de noviembre principios de los<br />

setenta, mitad de semana en el centro<br />

de Tegucigalpa, aún oscuro pero ya se<br />

percibía movimiento en las calles debido<br />

al «tiangue», como le decían en<br />

su familia. Alba Luz salió de bañarse y<br />

se vistió con una amplia blusa blanca<br />

con bordado en el cuello y una falda<br />

roja melocotón con dos franjas negras<br />

rodeándola en la parte de abajo. Su<br />

madre le había dispuesto una habitación<br />

pequeña, pero con baño propio<br />

para cuando diera a luz. Eso no significaba<br />

que estuviera de acuerdo con<br />

el embarazo de su hija, pero tampoco<br />

iba a armar un escándalo. Estaba muy<br />

agradecida con la familia Nuñez Rubio,<br />

quienes habían contratado como<br />

sirvientes a su hermano Macario y a su<br />

esposa Rosalinda, junto con ella María<br />

Elena y sus dos hijos. Les dieron una<br />

casita dentro del mismo terreno para<br />

vivir, aunque tenía cuartos pequeños,<br />

había espacio de sobra para ellos. Los<br />

Nuñez nunca supieron del embarazo<br />

de Alba Luz, pues regresaron a Madrid<br />

el mismo mes que dio a luz. En cuanto<br />

al padre de la criatura, Alba Luz le dijo<br />

llorando a su mamá que un muchacho<br />

a quien veía en la plaza del templo la


había seducido y engañado; a sus diecisiete<br />

años era verosímil esa historia,<br />

pero distaba mucho de la realidad.<br />

Alba Luz, con diecisiete años y un<br />

espíritu soñador, conoció a Fernando<br />

Núñez, año mayor que ella, hijo de los<br />

patrones de su mamá en los frecuentes<br />

paseos en el jardín; ella mestiza, él madrileño,<br />

se hicieron de fácil plática y lugares<br />

secretos a los quince años. En las<br />

tardes que ella terminaba sus quehaceres<br />

y él sus deberes escolares se reunían<br />

en la biblioteca de la casa o en un cobertizo<br />

del patio, cerca de la entrada principal.<br />

No tardaron mucho en prometerse<br />

amor eterno y que se casarían en unos<br />

años más. Se conocían a la perfección, y<br />

lo que mejor hicieron fue guardar el secreto<br />

de su relación. Los padres de ambos<br />

les tenían confianza porque nunca<br />

habían sido alocados o traviesos.<br />

En la víspera del decimoséptimo<br />

cumpleaños de Alba Luz, su madre y<br />

su hermano fueron a Comayaguela a<br />

visitar a sus padres, quienes siendo<br />

indígenas habían adquirido un terreno<br />

y habían traído a más familiares;<br />

decidieron pasar esa noche con ellos y<br />

regresar al día siguiente antes del amanecer<br />

para preparar una comida especial<br />

para Alba Luz en su cumpleaños. El<br />

matrimonio Nuñez Rubio estaba por<br />

unos días en Santa Bárbara para supervisar<br />

sus negocios de minería, así que<br />

en la casa sólo estaban Fernando, Alba<br />

Luz y sus tíos, quienes se acostaban<br />

temprano para levantarse antes del<br />

amanecer. Alba Luz, después de cenar<br />

un poco, fue a lanzar una piedrita a la<br />

ventana de Fernando, quien no tardó<br />

en asomarse sonriente.<br />

—Mira lo que te traje, felicidades —le<br />

dijo él, dándole una caja pequeña y<br />

sin peso, cuando entró a la biblioteca<br />

donde ella esperaba sentada erguida<br />

y sonriente en un silloncito de flores.<br />

Cuando lo abrió descubrió una cadena<br />

de oro con un pequeño dije. Se quedó<br />

mirándola mientras sonreía y se le humedecían<br />

los ojos.<br />

—¿Te gusta?<br />

—Sí, está muy bonita ¿Qué es? —preguntó<br />

ella, con los ojos brillantes<br />

—Es ópalo, una piedra muy especial.<br />

Se la quitó con delicadeza y se situó<br />

casi detrás de ella para colgársela<br />

al cuello, movió su cabello a un lado y<br />

se sintió electrizado al percibir su fragancia,<br />

ella sintió escalofríos cuando<br />

sus dedos rozaron su nuca. Después<br />

se sentaron en el silloncito, mirándose<br />

de frente, no podían hablar, los sentimientos<br />

bullían en ambos cuerpos<br />

en una agradable tormenta eléctrica.<br />

Despacio, Fernando tomó su cara y la<br />

besó. No era el primer beso que le daba,<br />

pero esta vez fue diferente, fue como<br />

la calma que precede al huracán, más<br />

íntimo que nunca. Ella cerró los ojos y<br />

dejó que su lengua dijera lo que ella no<br />

podía expresar con palabras. Subieron<br />

a su alcoba, enamoradísimos, y tras<br />

cerrar la puerta se amaron con toda la<br />

pasión que su inexperiencia podía conjugar.<br />

Ella despertó en la madrugada,<br />

mientras estaban todavía abrazados;<br />

él, al instante, también abrió los ojos y<br />

ambos sonrieron.<br />

—Tengo que irme, mamá pronto llegará<br />

con mi hermano y se va a asustar si<br />

no me ve en el cuarto —ambos bajaron<br />

abrazados por la escalera principal de la<br />

casa desierta y en el patio se despidieron<br />

con un beso breve y un abrazo prolongado.<br />

Al entrar en la casita le susurró<br />

«te amo» y recibió la misma respuesta.<br />

No se imaginaban que era la última vez<br />

que estarían juntos en cuerpo y alma. Al<br />

143


amanecer llegó la madre y su hermano,<br />

durante todo el día no sospecharon que<br />

la sonrisa de Alba Luz no era por la blusa<br />

que le regaló su madre, ni por el tapado<br />

de mariscos que cocinaron.<br />

LAS CHOAPAS, VERACRUZ<br />

En las orillas del río Nanchital, en <strong>La</strong>s<br />

Choapas, Veracruz, las mayores lluvias<br />

son en noviembre; pero ya habían pasado,<br />

dejando un festín de verde para<br />

deleite del ojo como cada temporada<br />

de lluvias, cuando recibieron un varón<br />

en la casa de la familia Cruz. Era el cuarto<br />

hijo de Elías y Magdalena, quienes lo<br />

recibieron con su habitual alegría impasible.<br />

Ramiro fue su nombre y, decía<br />

su padre, que al nacer dos días antes<br />

de la revolución mexicana siempre quiso<br />

ser soldado. Don Elías y sus hijos se<br />

dedicaban principalmente a la siembra,<br />

aunque también tenían algunos animales<br />

de crianza, principalmente toros,<br />

que vendían en la ciudad. Esa tarde de<br />

miércoles había pasado normalmente,<br />

pero Magdalena sentía una molestia<br />

conocida, lo que no la dejó trabajar;<br />

como a las cinco de la tarde se bañó y<br />

se puso un vestido limpio, después le<br />

dijo a su hijo mayor:<br />

—Ve a avisarle a tu tía que ya llegó<br />

el día, que venga —su hijo salió raudo<br />

a casa de su tía que distaba a escasos<br />

seiscientos metros, atravesó la parcela<br />

de mangos frente a la casa, pasó junto<br />

a la primaria y el molino.<br />

—¡Buenas tardeeees! —gritó frente a<br />

la casa de su tía, que era de las comadronas<br />

de la colonia. No parecía haber<br />

movimiento en la casa, sólo se acercó<br />

un perro de raza indefinida moviendo<br />

la cola al reconocer al niño.<br />

—No hay nadie, desde temprano —le<br />

dijo la vecina de al lado, al reconocerlo—.<br />

¿Qué querías?<br />

—Ya va a nacer el bebé de mi mamá,<br />

vine por mi tía —le dijo, preocupado.<br />

—No, pues, yo le aviso cuando llegue.<br />

No sé dónde anda.<br />

El niño regresó a toda prisa a la casa<br />

y entró atropelladamente a avisarle a<br />

su mamá, quien estaba concentrada<br />

recitando la novena a san Ramón. Ella<br />

volteó con calma y le sonrió, ya se lo<br />

esperaba, pero estaba confiada de que<br />

todo saldría bien. Arregló su cuarto<br />

para esperar con calma ese momento<br />

íntimo, femenino y divino cuando otra<br />

vida llega al mundo.<br />

Doña Magdalena era conocida por<br />

ser trabajadora y muy discreta, buena<br />

madre, al pendiente de sus hijos y buena<br />

administradora de su hogar, al que<br />

dedicaba sus energías junto con sus hijos<br />

y un poco la parcela familiar. Tenía<br />

pocas amigas puesto que no contaba<br />

con el tiempo, o decidía no contar con<br />

el tiempo para ir a platicar con las vecinas,<br />

razones por las cuales gozaba de<br />

una excelente reputación y en su colonia<br />

era sinónimo de buen ejemplo.<br />

Don Elías Cruz llegó a su casa casi a<br />

las seis de la tarde, cuando su mujer ya<br />

había hecho la cena y estaba acostada<br />

con contracciones, mientras que sus hijos<br />

la miraban con los ojos como platos.<br />

Unos minutos después llegó la partera<br />

con una tenedora.<br />

—Buenas tardes —dijo sin dejar de<br />

mirar a Magdalena y, al instante, Don<br />

Elías y los niños salieron de la recáma-<br />

144


a. Era un tiempo femenino y ellos lo<br />

sabían muy bien, no les restaba más<br />

que ser espectadores a la distancia,<br />

entre susurros y miradas perdidas. <strong>La</strong><br />

partera inmediatamente le colgó del<br />

cuello a Magdalena un escapulario y<br />

puso un imán y una piedra cuadrada<br />

en el antiguo peinador con que contaba<br />

la familia—. Vamos a ver… —suspiró.<br />

Ya estaba pardeando, cuando en la<br />

casa resonó el llanto de un bebé y se<br />

abrió la puerta.<br />

—Es un varoncito —anunció la partera,<br />

solemne, pero con semblante alegre.<br />

Don Elías asintió con una sonrisa, pero<br />

no dijo nada, ni hizo ademán de entrar<br />

a la casa. Dos niños estaban adormilados<br />

en la hamaca y el otro tendido en<br />

el montón de grava cerca del pozo de<br />

agua. El matrimonio nunca había platicado<br />

sobre la preferencia de algún<br />

género en los hijos nacidos, pero Don<br />

Elías siempre se había alegrado con la<br />

noticia que fueran varones, sentía su<br />

familia más fuerte y sin las preocupaciones<br />

de tener una mujercita.<br />

No pasó mucho tiempo antes de<br />

que salieran la partera y la tenedora<br />

dispuestas a marcharse y entraran los<br />

hombres a la casa. Magdalena estaba<br />

acostada alimentando al bebé y todos<br />

se acercaron casi sin respirar para verlo.<br />

Elías la tomó de la mano y ella respondió<br />

apretándola agradecida.<br />

NUEVO LAREDO<br />

<strong>La</strong> sala del sanatorio estaba tranquila,<br />

casi mediodía, los pacientes matutinos<br />

ya se habían ido y casi no había<br />

pacientes internados. Amalia respiró<br />

tranquila a pesar de tener contracciones<br />

de parto. Estaba demasiado tranquilo<br />

en comparación a su casa llena<br />

de niños y amigos de su esposo con los<br />

que realizaba todo tipo de negocios.<br />

Nuevo <strong>La</strong>redo siempre fue un punto<br />

clave para el comercio con Estados<br />

Unidos, y por esos años era también<br />

un destino turístico para los gringos<br />

quienes venían a divertirse y a sentir<br />

que andaban casi en otro planeta; al<br />

pasear en las calandrias, beber bebidas<br />

preparadas en plena calle y visitar<br />

sus tugurios y billares, en un ambiente<br />

de total libertad para realizar cualquier<br />

ilícito si tenías suficiente dinero para<br />

pagarlo. <strong>La</strong> familia Ayala sabía sacar<br />

lo mejor de dos mundos al repartir su<br />

vida y actividades entre Tamaulipas y<br />

Texas, acostumbrados a cruzar de un<br />

país a otro y a burlar a las autoridades<br />

a quienes sólo veían como obstáculos<br />

menores para hacer negocios o llevar a<br />

cabo sus diversiones. <strong>La</strong> señora Amalia<br />

esperaba su bebé después del aniversario<br />

de la revolución mexicana, pero<br />

se adelantó un poco, lo cual tampoco<br />

era problema, ella se adaptaba a todo.<br />

—Buenas tardes, señora —interrumpió<br />

sus pensamientos una voz amable,<br />

era el médico de turno con una enfermera<br />

que cargaba algunos aparatos<br />

médicos sencillos—, le vamos a hacer<br />

una revisión para ver cómo va ese bebé.<br />

—Tres de dilatación —le dijo a la enfermera,<br />

después de revisarla—. Vamos<br />

a esperar un buen rato.<br />

Se disponía a retirarse cuando justo<br />

afuera del cuarto se encontró un colega,<br />

con el que se puso a platicar animadamente<br />

pero en voz baja, después de un rato y un<br />

145


abrazo con palmadas en la espalda, cuando<br />

se iba oyó la voz de la paciente:<br />

—¡Doctor, revíseme! —dijo la señora<br />

Amalia, más como una orden que<br />

como una paciente.<br />

—Señora, ya voy a salir, pero en un momento<br />

vendrá otro doctor que… —decía<br />

esto mientras la inspeccionaba con<br />

la vista, de pronto se interrumpió—. ¡Enfermera!<br />

Prepárela, vamos al quirófano.<br />

Veinticinco minutos después, se oía<br />

el llanto de un recién nacido. Era un varón<br />

sano, totalmente formado y con cabello<br />

oscuro. <strong>La</strong> enfermera que estaba<br />

ayudando lo limpió y, aunque no era el<br />

protocolo del sanatorio, pero tampoco<br />

estaba prohibido, lo envolvió en una<br />

sábana limpia y lo pasó a su madre,<br />

quien se dispuso inmediatamente a<br />

alimentarlo. El bebé respondió rápido<br />

al reflejo de mamar y pronto ya estaba<br />

bebiendo el calostro mientras abría<br />

los ojos que aún no percibían objetos<br />

o personas. Cuando terminó, dio la impresión<br />

de que se quedó viendo a su<br />

madre antes de dormirse. Ella lo acomodó<br />

a su lado, suspirando por verse<br />

aliviada del dolor de las últimas horas.<br />

—José Ángel —dijo Amalia, y se quedó<br />

dormida.<br />

MEXQUITIC<br />

Ese mismo día de noviembre, nacía una<br />

niña en la familia Cortina. Rosa Isela<br />

Cortina sería el nombre con el que la registrarían<br />

en Nuevo <strong>La</strong>redo medio año<br />

después. Cerca de la presa de Mextiquic<br />

de Carmona la familia Cortina tenía su<br />

casa, cerca de las milpas que trabajaban.<br />

146<br />

Duraznos, alfalfa, maíz, frijol, maguey,<br />

nopal y, en algunos años, avena. <strong>La</strong><br />

familia llevaba varias décadas trabajando<br />

tierras que nunca fueron suyas,<br />

sintiéndose oprimidos por tanta vida<br />

que habían dejado en aquellas tierras<br />

y tan poco dinero con el que contaban.<br />

Vivían bien, pero era impensable reunir<br />

el dinero para comprar una casa grande,<br />

mucho menos tierras para siembra. Don<br />

Exiquio Ruiz, el padre de familia, había<br />

probado ir a trabajar en los Estados Unidos,<br />

lo cual funcionaba más o menos,<br />

porque a fin de cuentas el dinero con el<br />

que regresaba se gastaba en reparaciones<br />

de la casita y algunos imprevistos…<br />

y ahora esta niña. Rosa, la madre de familia,<br />

una mujer de apariencia enclenque<br />

que ya había dado a luz y criado a<br />

cuatro niños sanos y fuertes y a un par<br />

de gemelos que ya caminaban, apremiaba<br />

a su marido para que comprara o<br />

hiciera una casa más grande.<br />

—¿Pero de dónde va a salir, mujer? Si<br />

apenas vivimos al día.<br />

—Acéptale la invitación a mi hermano,<br />

a irte al norte, a la frontera, dice que<br />

allá hay buen trabajo —Exiquio lo había<br />

considerado y esta vez no titubeó:<br />

—Bueno, el domingo le llamamos.<br />

Siempre ha dicho que me consigue<br />

buen trabajo, es tiempo de que cumpla<br />

por los años que le cuidamos a su familia…<br />

—Rosa lo miró seria—. Pero nos<br />

vamos todos —sentenció.<br />

Apenas tres días después de esta decisión<br />

dio a luz a la primer niña.<br />

—Ahora sí tenemos que irnos, Exiquio.<br />

Le diré a mi mamá que me dé el dinero<br />

que me tiene guardado.


TEGUCIGALPA<br />

Ya estaba calentando la mañana cuando<br />

a Alba Luz se le hicieron más seguidas<br />

las contracciones, su familia ya<br />

estaba enterada; su madre había ido a<br />

avisar a una partera que había contactado<br />

pocas semanas antes, para que se<br />

encargara de todo.<br />

—¿Y ya saben tus patrones que está<br />

preñada? —le soltó la partera directamente<br />

cuando supo del caso.<br />

—No tienen por qué saberlo —dijo<br />

con firmeza María Elena—. Pronto estarán<br />

en Madrid y no sabemos qué pasará<br />

con nosotros.<br />

—Está bien —concedió la partera, volteando<br />

descuidadamente—. A mí no<br />

me importa, pero no quiero meterme<br />

en un lío sin necesidad.<br />

—No habrá ningún problema —afirmó<br />

María Elena, dando por concluidas<br />

las negociaciones. Su hermano estaba<br />

en la puerta de la casita, mirando ávidamente<br />

hacia la puerta principal, aunque<br />

no esperaba a nadie. Sus tíos, ocupados<br />

en el quehacer de la casa como<br />

habían acordado, para que el matrimonio<br />

Nuñez no extrañara la presencia de<br />

María Elena y Alba Luz.<br />

—Buenos días —saludó la partera, inspeccionando<br />

detenidamente el patio y<br />

echando miradas furtivas a la casa principal.<br />

Pero, al entrar a la casita, cambió<br />

totalmente y adoptó un papel profesional,<br />

concentrada en recibir a la criatura.<br />

A esas alturas Alba Luz ya gemía cada<br />

pocos segundos y tenía la frente aperlada<br />

por un sudor frío. <strong>La</strong> partera asintió<br />

complacida a alguien invisible. Había sábanas,<br />

agua limpia, una olla con agua caliente<br />

y otras cosas que podría necesitar.<br />

—Anda, cipota, agárrate bien, que<br />

viene lo bueno —dijo para sí misma.<br />

LAS CHOAPAS, VERACRUZ<br />

Apenas cumplió dos meses y el siguiente<br />

domingo fue bautizado Ramiro Cruz<br />

Santiago. Desde temprano habían<br />

matado una vaca, y el desayuno fue<br />

chicharrón con tortillas recién hechas<br />

que proporcionaron las vecinas. Los<br />

niños, con camisa blanca, correteaban<br />

en el patio sabiendo que nadie los vigilaba.<br />

Don Elías recibía a los invitados<br />

con una sonrisa sincera, sin mostrar los<br />

dientes ni hablar, mientras Doña Magdalena<br />

intentaba ayudar en la cocina,<br />

pero sus hermanas no la dejaban.<br />

—Tú siéntate a darle de comer a ese<br />

niño —dijo una tía del bebé.<br />

—Ya que regresemos de la iglesia nos dices<br />

bien cómo vas a querer las mesas —apuró otra.<br />

El bautizo fue solemne porque era<br />

una familia muy respetada en la colonia,<br />

y ahora con otro hijo, no faltaba la<br />

madre de alguna niña vecina que veía<br />

detenidamente a los hermanos mayores<br />

preguntándose con cuál iba a emparentar<br />

en un futuro.<br />

Al regreso a la casa, las mesas disponibles<br />

ya estaban puestas y no pasó mucho<br />

antes de que empezaran a poner las primeras<br />

cazuelas pijijes en pipián, frijoles con<br />

puerco, arroz rojo y mole de res. Los invitados<br />

agradecidos ya circulaban los totopostes<br />

y algunos platos con salsa de amashito<br />

asado para empezar el festín que se prologaría<br />

hasta bien entrada la noche.<br />

147


NUEVO LAREDO<br />

A pesar de ser pleno invierno, decidieron<br />

ir a la orilla del río a asar carne<br />

aprovechando que era un día cálido<br />

y muy soleado. Ese fin de semana<br />

no fueron a cazar venado cola blanca,<br />

pero pensaban ir el siguiente con<br />

unos gringos que traerían los primos<br />

Ayala de Texas. Fueron todos, aunque<br />

Amalia se quedó en la troca. En ese<br />

ambiente crecería José Ángel: ropa de<br />

cacería, ambiente de rancho en plena<br />

ciudad, camionetas Ford con motor<br />

bien cuidado, carne asada, mariguana<br />

entre los hermanos y primos adolescentes,<br />

mercancía traída de Estados<br />

Unidos y un idioma que era entre<br />

español norteño e inglés texano mal<br />

pronunciado. Lo importante era hacer<br />

dinero rápido para comprarse otra<br />

moto o botas de piel exótica y que la<br />

familia estuviera unida. Más como una<br />

pandilla que como un grupo de personas<br />

que compartían genes.<br />

—Ándale, mujer, ya salió la carne —dijo<br />

Oziel en un tono más amable de lo usual,<br />

ablandado por la cerveza texana.<br />

—Ahorita le dijo a alguien que me traiga<br />

—contestó Amalia—. Está muy frío<br />

para sacar al niño.<br />

En algún momento se pusieron tensos<br />

por un par de agentes de la policía<br />

judicial que, estacionándose, se bajaron<br />

a echar una mirada al río. Pero<br />

había varias familias en esa parte del<br />

parque de la ribera como para pensar<br />

que los estaban vigilando a ellos. Pocos<br />

minutos después se marcharon.<br />

—¿Qué querían los judíos, apá? —vino<br />

jadeando el hijo mayor, con olor a humo<br />

y hierba quemada. Don Oziel lo vio con<br />

cara de disgusto por el olor, pero le contestó<br />

bien:<br />

148<br />

—Andaban revisando el río, ya sabes<br />

que son bien avorazados, en todo quieren<br />

meterse.<br />

—¿Pero no preguntaron nada? —insistió<br />

el adolescente abriendo más los<br />

ojos enrojecidos. Oziel ya lo estaba ignorando<br />

y bebió un trago de cerveza:<br />

—Pos ni que fueras quién para que te<br />

buscaran —y empezó a caminar al grupo<br />

más grande de hombres, cerca del asador.<br />

MEXQUITIC – NUEVO LAREDO<br />

En pleno enero llegó la familia Ruiz a la<br />

frontera, con temperaturas bajo cero y<br />

carámbanos que duraban días enteros<br />

colgando de cualquier saledizo que no le<br />

diera mucho el sol. Gregorio Niño, concuño<br />

de Exiquio, había anticipado su llegada<br />

y les había conseguido una casa de renta.<br />

—Es de una familia que se fue para el<br />

otro lado, ya les dieron papeles y dejaron<br />

dos casas buenas en renta —dijo,<br />

servicial, mientras les abría la reja de<br />

malla metálica con la decoración gringa<br />

de un perro de metal que indicaba<br />

que la gente no se debía aventurar a<br />

entrar sin tocar, porque había perro<br />

bravo, aunque nunca lo hubo, pero<br />

como la reja entera era de reciclaje<br />

gringo, no había que ponerse quisquilloso<br />

con la simbología—. Aquí no falta<br />

el agua y el camión de la basura pasa<br />

cada sábado —siguió diciendo—. Esta<br />

colonia antes era de paracaidistas que<br />

venían a hacer sus chozas a la orilla<br />

del río para dedicarse a pasar mojados,<br />

pero ya el gobierno regularizó los terrenos<br />

y hasta le puso número a las casas.<br />

<strong>La</strong> familia de Exiquio entró tras él, todos<br />

callados, hasta la bebé parecía que<br />

intentaba mirar con un par de ojos que<br />

todavía no controlaba muy bien. Era<br />

un lugar encerrado y miserable, con tan


poca iluminación que resultaba deprimente,<br />

pero todos lo aceptaron casi reverentemente<br />

por ser parte de la ciudad,<br />

Nuevo <strong>La</strong>redo, esa ciudad de la que tanto<br />

se hablaba y se decía que había oportunidades<br />

para hacer buen dinero o quien<br />

sabe, a la mejor hasta hacerse gringo.<br />

El barrio se dividía entre pateros,<br />

vendedores ambulantes de fruta y elotes,<br />

malandrines y haraganes adictos.<br />

Aunque cada uno de estos gremios frecuentemente<br />

incursionaba en los otros<br />

o tenían doble ocupación en esas selectas<br />

actividades. Pronto la familia aprendió<br />

que se respetaban unos a otros si<br />

uno mostraba cierto grado de maldad<br />

o delincuencia. También funcionaba<br />

mostrarse indiferente y misterioso, para<br />

que no se quisieran aprovechar de uno.<br />

Si uno mostraba como que estaba acostumbrado<br />

a la vida delincuencial, no se<br />

le querían subir o aprovecharse.<br />

Exiquio pronto consiguió trabajo con<br />

un paisano dueño de un carretón de<br />

elotes preparados y salía en las tardes<br />

a venderlos al centro, sobre todo los<br />

fines de semana, cuando había buen<br />

número de gringos que querían experimentar<br />

todo lo típico de México, terminaba<br />

la venta a más tardar a las nueve<br />

de la noche. El hijo mayor consiguió<br />

trabajo de ayudante de unos constructores<br />

de piñatas de carrizo y aprendió<br />

todo el proceso, desde ir a la orilla del<br />

río a cortar los mejores carrizos y hacerlos<br />

tiras, hasta decorarlas con papel de<br />

china cortado en simpáticas tiras para<br />

que se vieran más vistosas. El segundo<br />

hijo vendía dulces y alguna artesanía<br />

ocasionalmente en el puente internacional.<br />

<strong>La</strong> tercer hija vendía chicles en<br />

el centro y las dos últimas estaban al<br />

cuidado de Rosa y aprendiendo las labores<br />

domésticas.<br />

149


TEGUCIGALPA<br />

Alba Luz suspiró aliviada y hubo un<br />

gran silencio durante unos minutos,<br />

hasta que fue roto por el llanto de la<br />

criatura. <strong>La</strong> partera y la tenedora hacían<br />

su trabajo mecánicamente, mirándose<br />

furtivamente a los ojos como queriendo<br />

expresar algo pero prefiriendo<br />

no hacerlo. María Elena se acercó para<br />

conocer a su nieto, al acercarse titubeó.<br />

El niño era de piel más blanca que<br />

cualquiera que los que estaban en ese<br />

cuarto, incluso en la casa, excepto claro<br />

está, por los españoles dueños de la<br />

misma. Apretaba los ojos fuertemente<br />

como queriendo ocultar su secreto.<br />

Después del encuentro amoroso que<br />

tuvo Alba Luz con Fernando, las cosas se<br />

sucedieron rápidamente, un día después<br />

llegaron los Núñez Rubio y también María<br />

Elena con su hijo, quienes habían ido<br />

a Comayaguela por asuntos familiares y<br />

la vida siguió aparentemente normal, a<br />

excepción, claro, de que los Núñez Rubio<br />

vinieron con la decisión que su hijo debía<br />

ir a Madrid, los negocios que tenían en<br />

Santa Bárbara no estaban debidamente<br />

registrados en España a dónde iba a parar<br />

parte del mineral extraído y no confiaban<br />

en nadie más que en su hijo para supervisar<br />

que todo se hiciera de manera adecuada,<br />

eran trámites sencillos, además lo<br />

acompañaría un contador de confianza y<br />

ya era tiempo que su nombre fuera apareciendo<br />

en las propiedades familiares.<br />

<strong>La</strong> tarde en que supo la noticia organizó<br />

una reunión con Alba Luz, tenía<br />

muchas cosas que decirle, planes y<br />

proyectos en los que ella estaba incluida.<br />

Pero al encontrarse en el jardín y<br />

tomarse de las manos, sintieron que el<br />

mundo desapareció y no pudieron platicar<br />

de nada serio más que de perderse<br />

el uno en los ojos del otro.<br />

—Tengo que ir a Madrid, mi padre cada<br />

vez añora más su ciudad y se confunde<br />

pensando que yo también —contó divertido—.<br />

Te escribiré seguido, pero me preocupa<br />

que alguien más vea mis cartas.<br />

—Estaré al pendiente —dijo Alba Luz,<br />

sonriendo—. De todas formas soy yo la<br />

que siempre se ha encargado de correo<br />

y recados.<br />

Siguieron platicando un rato, incluso<br />

hasta pusieron fecha: dentro de tres<br />

meses estarían en ese mismo lugar<br />

hablando de «cosas importantes para<br />

los dos», así lo dijo Fernando. Un fuerte<br />

abrazo y un beso que llenó de calor<br />

a Alba Luz fueron la despedida, no sabían<br />

que era la última vez que se verían.<br />

Seis meses más adelante, los Núñez<br />

Rubio decidieron que se trasladarían a<br />

Madrid tan pronto como concluyeran<br />

algunos asuntos en Tegucigalpa y la<br />

casa estaría a cargo de Macario y Rosalinda<br />

en el mantenimiento, aunque claro,<br />

María Elena y sus hijos seguirían viviendo<br />

ahí y recibiendo su sueldo para<br />

que tuvieran la casa lista para cuando<br />

todos regresaran. En cuanto a la custodia<br />

legal de la casa, un abogado que<br />

vivía cerca y que los había ayudado en<br />

otras ocasiones la llevaría de acuerdo a<br />

sus indicaciones.<br />

150


Después de haber limpiado al bebé<br />

se lo pusieron en el pecho a Alba Luz<br />

con más delicadeza de lo normal. Después<br />

de mamar unas gotas con trabajos,<br />

abrió los ojos todavía muy pequeños<br />

y se adivinaron unos iris color miel,<br />

que no dejaban duda sobre el origen<br />

del niño. <strong>La</strong> partera y su ayudante ordenaron<br />

la pieza, cobraron y salieron<br />

deseando lo mejor, sin decir más.<br />

María Elena se acercó a Alba Luz y le soltó:<br />

—¿Te forzó? —ella sólo podía imaginar<br />

como culpable al Señor Núñez, no<br />

concebía que ese niño fuera fruto del<br />

amor con Fernando. Alba Luz negó con<br />

la cabeza y atropelladamente dijo unas<br />

palabras para tranquilizarla. María Elena<br />

siempre fue de pocas palabras, decidió<br />

por su propio bien terminar esa<br />

conversación ahí mismo y ayudar en la<br />

crianza del niño, recordando que el padre<br />

de los suyos tampoco nunca había<br />

estado con ellos.<br />

—Se llamará Luciano, ya vi que hoy<br />

es su santo —dijo alegre Alba Luz. Realmente<br />

en esos últimos meses no pensaba<br />

mucho en Fernando, porque estaba<br />

segura de que, como él afirmaba en sus<br />

dos cartas, volvería y estarían juntos.<br />

Pocas semanas después de nacer la<br />

criatura. Los Núñez Rubio se trasladaron<br />

a Madrid, donde el verano de ese<br />

año, en una terrible tragedia, Fernando<br />

murió en un extraño accidente en el<br />

metro, cuando iba de pie y en un movimiento<br />

brusco cayó y se golpeó en la<br />

nuca sufriendo una especie de golpe de<br />

conejo, en el que nadie más resultó ni<br />

levente herido. Los Núñez Rubio nunca<br />

se repusieron de esa pérdida y paulatinamente<br />

fueron despojándose de sus<br />

propiedades, incluida la casa de Tegucigalpa<br />

a la que ya no le hallaban ningún<br />

sentido. Así que, aunque inconformes<br />

con el clima político de su país en esos<br />

años, decidieron quedarse e intentar olvidar<br />

todo lo relativo a América.<br />

LAS CHOAPAS, VERACRUZ<br />

<strong>La</strong> familia Cruz empezaba a sentar las<br />

bases de su economía definitiva y se<br />

estaban decidiendo por la cría de toros,<br />

adquirieron un buen terreno en los cerros<br />

cercanos a <strong>La</strong>s Choapas en los que<br />

siempre hubo duda si pertenecían a<br />

Veracruz o a Tabasco. Sólo unos pocos<br />

sembraban en esos rumbos y no había<br />

más actividad. Ramiro crecía y Magdalena<br />

era cariñosa, pero inflexible, con la<br />

educación de sus hijos. Disciplinados,<br />

responsables, trabajadores y amables<br />

entre ellos, a pesar que todos eran menores<br />

de diez años. Cuando contaron<br />

con edad adecuada asistían a la primaria<br />

de la colonia y ella misma estaba<br />

al tanto de que hicieran sus deberes y<br />

nunca dieran problema con la maestra<br />

o en la escuela en general. Sentía sobre<br />

sus hombros la responsabilidad que le<br />

habían dado en la colonia sin pedirla:<br />

que fueran una familia ejemplar.<br />

Continúa en el siguiente número...<br />

151


152<br />

EL<br />

OLVIDO<br />

(PRIMERA PARTE)<br />

Por<br />

Carolina Aguirre<br />

Después de un breve trayecto, Arturo<br />

descendió junto a todas las<br />

demás personas del microbús en<br />

los andenes de la estación del metro<br />

El Rosario. El cielo de la tarde estaba<br />

cubierto en su totalidad por una densa<br />

capa de nubes que amenazaban con<br />

soltar la lluvia en cualquier momento.<br />

<strong>La</strong> actividad en los andenes era igual<br />

que cualquier otro día: la gente subía<br />

y bajaba las escaleras apurada para no<br />

llegar tarde a sus empleos o para llegar<br />

a sus casas a continuar con su rutina;<br />

los vendedores ambulantes abarrotaban<br />

los pasillos del andén con sus<br />

viejos y estorbosos puestos de tubos y<br />

lonas, en los cuales se podía encontrar<br />

todo tipo de comida y mercancía que<br />

las personas pudieran necesitar en su<br />

camino; los choferes de autobuses y<br />

microbuses lavaban sus unidades en<br />

el lugar mientras tiraban el agua sucia<br />

en el pavimento; los policías hacían sus<br />

rondines para cuidar a las personas o<br />

para sacarle unos cuantos pesos de encima<br />

a cualquier vendedor descuidado,<br />

lo que sucediera primero. <strong>La</strong> mezcla de<br />

los olores de la comida con el humo de<br />

los escapes de los autos, o el rugir de<br />

los motores que se sincronizaban con<br />

los sonidos de la gente al caminar y la<br />

música de los vendedores de discos,<br />

hacían de aquel lugar una experiencia<br />

que pocos se detenían a apreciar.<br />

Tras cruzar con cuidado los andenes,<br />

Arturo llegó a la entrada de los andadores,<br />

siguiendo el mar de gente que también<br />

caminaba en la misma dirección.<br />

Mientras caminaba a paso lento terminando<br />

el cigarrillo que había encendido<br />

al bajar del microbús observaba con<br />

curiosidad y discreción a todas las personas,<br />

pero también las pintorescas casas<br />

que habían sido erigidas ahí hacía


ya muchos años. Tras recorrer aquellos<br />

intrincados andadores, dejándose llevar<br />

por la gente que lo guiaba, encontró<br />

la salida y miró frente a él aquel lugar<br />

que sería su nuevo centro de trabajo: el<br />

supermercado; aquel que, junto con las<br />

instalaciones del metro y una tienda de<br />

art{iculos de oficina que se encontraba<br />

enfrente, ocupaban el lugar que décadas<br />

atrás había dejado una importante<br />

hacienda en el norte del Distrito Federal,<br />

y de la cual solo quedaba la casa<br />

grande, en ruinas y tras unos enormes<br />

muros de piedra, como testigo de la llegada<br />

de la modernidad.<br />

Afuera del supermercado la vida se<br />

desarrollaba con la misma monotonía<br />

de siempre; los autos entraban y salían<br />

del estacionamiento, a veces causando<br />

embotellamientos debido a la lentitud<br />

de los encargados de las plumas, los<br />

estudiantes de la preparatoria cercana<br />

se reunían en la peletería o en la zona<br />

de comida que estaba a un costado del<br />

supermercado tras terminar sus clases,<br />

mientras que diversos vendedores de<br />

artesanías se sentaban a un costado<br />

del paso de la gente, para ver si tenían<br />

suerte y alguien se compadecía de su<br />

apariencia para comprarles algo.<br />

Arturo, tras terminar su segundo cigarrillo,<br />

entró al supermercado por la<br />

puerta principal. Su apariencia era la<br />

de un joven común y corriente; a pesar<br />

de acabar de cumplir los veinticinco<br />

años, parecía de más de treinta; era<br />

delgado, pero su estatura hacía que<br />

se viera aún más flaco, su piel ligeramente<br />

morena le ayudaba a disimular<br />

sus ojeras, llevaba puestos unos tenis<br />

Panam negros de suela blanca, unos<br />

pantalones de mezclilla desgastados,<br />

los cuales siempre usaba para sentirse<br />

más cómodo, y una playera blanca<br />

sin ningún estampado, además de un<br />

morral de tela muy colorido, el cual colgaba<br />

sobre su hombro izquierdo y cruzaba<br />

sobre su pecho, para que cayera<br />

sobre su costado derecho.<br />

En cuanto entró, un hombre muy moreno<br />

y pasado de peso, vestido con un uniforme<br />

blanco y azul, que además cargaba<br />

en su cinturón un radio portatil, se acercó<br />

a él, mirándolo de forma despectiva.<br />

—¡Hey, tú, muchachito! Deja tu mochila<br />

en la paquetería —indicó aquel<br />

hombre, sacando el pecho y parándose<br />

frente a Arturo para impedirle el paso.<br />

—Disculpe, pero yo... —trató de decir<br />

Arturo, pero de inmediato el hombre lo<br />

interrumpió:<br />

—Nada de disculpe. Nadie puede<br />

entrar con mochilas aquí. Déjala en la<br />

paquetería.<br />

—Pero es que yo no vengo a comprar,<br />

este es mi primer día de trabajo y vengo<br />

a hablar con el señor Marco... —respondió<br />

Arturo, tratando de disimular<br />

su nerviosismo.<br />

—¡¿Y por qué entras por aquí, muchacho?!<br />

¡<strong>La</strong> entrada de empleados está<br />

a la vuelta! ¿Qué no te dijeron nada<br />

cuando te contrataron?<br />

—Es que aún no firmo contrato, justo<br />

es lo que voy a hacer ahora. Solo vine a<br />

la entrevista hace una semana y también<br />

entré por aquí —el hombre, al escuchar<br />

eso, cambió su expresión de dureza a<br />

una más tranquila. Después lanzó un resoplido<br />

de cansancio y miró su reloj.<br />

—No entiendo para qué es que don<br />

Marco pone las reglas si no va a cumplirlas<br />

siquiera... Mira, que sea la última<br />

vez que entras por aquí, todos los empleados<br />

tienen que entrar por el área<br />

de carga, ¿entendiste? Vete ya, y llévate<br />

tu mochila, supongo que ya estás<br />

dentro de tu horario de trabajo. ¡Pero<br />

153


vete por la orilla para que la gente no<br />

vea que llevas la mochila! Después<br />

todo mundo va a querer hacer lo que<br />

quiera... —terminó, mientras caminaba<br />

hacia su posición cerca de la entrada.<br />

Arturo simplemente sonrió y caminó<br />

rápidamente hacia el área de panadería,<br />

había muy pocos clientes dentro del supermercado,<br />

principalmente mujeres de<br />

diversas edades que parecían estar realizando<br />

las compras del día, y también<br />

estudiantes, que entraban simplemente<br />

para intentar comprar cervezas. Tras pasar<br />

el área de panadería recorrió el área<br />

de salchichoneria y rápidamente llegó a<br />

la puerta de servicio, la cual estaba entreabierta.<br />

Dudando un poco, entró, y<br />

observó la bodega del lugar: había todo<br />

tipo de mercancía apilada la una sobre<br />

la otra, desde frutas y verduras frescas,<br />

hasta productos enlatados y envasados<br />

en cartón; mientras recorría la bodega<br />

Arturo observó también varios muebles,<br />

y a un par de empleados revisando la<br />

mercancía. Después, al llegar al fondo de<br />

la bodega, Arturo subió las escaleras de<br />

metal que había y llegó a la puerta de la<br />

única oficina que había en ese lugar. Aún<br />

nervioso, Arturo tocó la puerta tres veces.<br />

—Pase... —respondió una voz dentro<br />

de la oficina. Arturo abrió la puerta con<br />

cuidado y entró, después, con el mismo<br />

cuidado, cerró la puerta—. Dime,<br />

¿en qué te puedo ayudar? —preguntó<br />

aquella persona que estaba recargada<br />

en el escritorio; un hombre ya entrado<br />

en los sesenta, de cabello corto y bigote<br />

largo e igual de canoso que su cabello;<br />

llevaba puesta una camisa de vestir<br />

color azul cielo y un pantalón gris, sus<br />

154<br />

zapatos negros bien limpios y un gafete<br />

colgado de su cinturón.<br />

—Buenas tardes, señor Marco, soy Arturo<br />

Jiménez, usted me mandó llamar<br />

para comenzar a trabajar aquí...<br />

—¡Ah, es cierto! Hola, Arturo, ¿cómo<br />

estás? —respondió Marco, dejando los<br />

papeles que revisaba sobre el escritorio<br />

y acercándose a Arturo, extendiendo su<br />

mano. Arturo respondió al saludo y estrechó<br />

su mano, sintiendo un firme apretón.<br />

—Estoy bien, muchas gracias, listo<br />

para comenzar.<br />

—Eso me da gusto. Pues bienvenido,<br />

muchacho —le dijo, mientras regresaba<br />

a su escritorio y sacaba un juego de<br />

llaves de uno de los cajones. Después<br />

caminó hacia la puerta y se paró junto<br />

a Arturo—. Te voy a dar un recorrido rápido<br />

por la tienda y después te llevaré<br />

a cajas para que comiences a aprender<br />

todo sobre la operación. Normalmente<br />

te pondría a hacer otras cosas, pero<br />

hoy no tengo mucho tiempo y Sara no<br />

está, así que podemos dejarlo para<br />

mañana —después de decir eso, abrió<br />

la puerta y realizó un ademán a Arturo<br />

para que saliera primero.<br />

El supermercado había tenido tiempos<br />

mejores y Arturo lo sabía bien, ya<br />

que al vivir a un par de cuadras de ahí la<br />

conocía de pies a cabeza desde pequeño.<br />

El paso del tiempo y los nuevos centros<br />

comerciales le habían quitado ese aire<br />

de modernidad que tenían todos los supermercados<br />

locales, convirtiéndolos de<br />

un lugar donde podías encontrar todo<br />

tipo de mercancía y disfrutar de los eventos<br />

que se organizaban normalmente, a<br />

simples comercios sin alma.


Cuando terminaron el recorrido,<br />

Marco y Arturo llegaron a la zona de cajas,<br />

afortunadamente para los cajeros<br />

no había muchos clientes en ese momento<br />

y podían parlotear o adelantar<br />

un poco los reportes que todos los días<br />

tenían que entregar. Los cajeros, en su<br />

mayoría mujeres, dedicaban su tiempo<br />

libre a platicar con los acomodadores,<br />

quienes eran todas personas de la tercera<br />

edad que odiaban estar en sus casas<br />

recibiendo solo su jubilación y preferían<br />

seguir siendo productivos, igual<br />

que en su época de juventud.<br />

—Ale, buenas tardes —exclamó Marco,<br />

dirigiéndose a una empleada que ocupaba<br />

la caja catorce; ella parecía una mujer<br />

joven, de cabello largo y teñido de rubio,<br />

pero con las raíces a simple vista, de piel<br />

blanca y ojos grandes de color café, su<br />

cuerpo era delgado y eso se notaba muy<br />

bien gracias al entallado mandil rojo que<br />

usaba—. Voy a dejarte a este muchacho<br />

para que vayas enseñándole todo lo que<br />

va a tener que hacer. Él va a ser su nuevo<br />

compañero, viene a reemplazar a Martha,<br />

que ya no volverá.<br />

—¿Entonces sí era cierto que vino<br />

a presentar su renuncia? —preguntó<br />

aquella mujer, analizando con la mirada<br />

a Arturo.<br />

—Sí, y la entiendo —hizo una ligera pausa,<br />

tratando de desviar el tema, y continuó—:<br />

Vas a tener que capacitarlo rápido,<br />

porque nos hace falta... Bueno —dijo, dirigiéndose<br />

a Arturo—. Ella es Alejandra.<br />

—Hola, un gusto, yo me llamo Arturo<br />

—exclamó, ofreciendo su mano a la<br />

joven, ella la estrechó de inmediato y<br />

le sonrió.<br />

—El gusto es mío, Arturo.<br />

—Los dejo, muchachos. Ale —añadió,<br />

antes de alejarse de las cajas—. Llévatelo<br />

a comer cuando salgas tú —después<br />

dio media vuelta y se alejó. Alejandra<br />

continuó llenando un reporte,<br />

mientras que Arturo la veía con interés.<br />

—¿Es la primera vez que trabajas<br />

como cajero? —preguntó Alejandra, de<br />

repente, sacando de su letargo a Arturo.<br />

—¿Qué...? ¡Ah! Sí... Sí, es la primera<br />

vez —respondió rápidamente, tratando<br />

de que ella no notara que la había<br />

estado observando todo ese tiempo.<br />

—Pues qué bueno que llegaste aquí.<br />

Digo, la paga no es muy buena, la verdad,<br />

pero por lo regular el ambiente es<br />

tranquilo y los compañeros también<br />

son buenos, no te vas a aburrir estando<br />

aquí. Martha, la mujer a la que viniste a<br />

reemplazar, siempre trataba de que todos<br />

nos lleváramos bien, para que así<br />

no hubiera problemas ni chismes entre<br />

nosotros —terminó, sin quitar la vista de<br />

su reporte y lanzando un ligero suspiro.<br />

—Martha... —susurró Arturo, pensativo,<br />

después continuó—: ¿Por qué dejó<br />

el trabajo, si parece que disfrutaba<br />

mucho estar aquí? —Alejandra lo miró,<br />

y antes de que ella pudiera responder,<br />

un anciano intervino:<br />

—Lo que pasa es que asesinaron a su<br />

esposo hace una semana. No sé bien la<br />

historia, pero parece que él estaba metido<br />

con una banda de narcos y esos jovencitos<br />

asesinos de los que andan hablando<br />

en la tele lo mataron junto con otros<br />

más en un taller mecánico de por aquí.<br />

—Ay, don Miguel, ya deje de andar de<br />

chismoso, eso no lo tiene que andar<br />

155


contando usted —exclamó Alejandra,<br />

de forma juguetona pero con un dejo<br />

de molestia en su voz. Don Miguel era<br />

un hombre de más de setenta años,<br />

muy delgado y ligeramente encorvado,<br />

lleno de arrugas en su piel morena<br />

y con todo su cabello de color blanco,<br />

el cual trataba de pintar de negro con<br />

unos polvos extraños que vendían ahí<br />

mismo en el supermercado—. ¿A poco<br />

a usted le gustaría que yo anduviera<br />

contándole a su esposa cómo se vacila<br />

a las clientas?<br />

—No, mija, ella sabe que me gusta<br />

vacilar con las chamaconas que pasan<br />

por aquí. Ya a nuestra edad no tendría<br />

nada que decirme —y soltó una carcajada<br />

que relajó el momento.<br />

—¿Entonces su esposo era de la banda<br />

de El Diablo? —preguntó Arturo. Don<br />

Miguel no pudo disimular su sorpresa<br />

cuando escuchó esas palabras, mientras<br />

que Alejandra lo miró con duda.<br />

—¿Tú los conocías? —preguntó don Miguel,<br />

acercándose más a donde ellos estaban.<br />

—No exactamente, pero El Diablo<br />

siempre iba a comer a la fonda de mi<br />

mamá. Es la fonda que está aquí a dos<br />

cuadras, detrás de las bombas de agua.<br />

—¡Ah! ¿Entonces tú eres el hijo de<br />

Rosita? ¡Caray, muchacho, cuánto has<br />

crecido! Me acuerdo cuando iba a comer<br />

ahí con tu mamá saliendo de la fábrica,<br />

pero eso fue hace muchos años.<br />

—¿Usted conoce a mi mamá? —preguntó<br />

Arturo, sumamente sorprendido.<br />

—Por supuesto, tengo añísimos de<br />

conocerla. Tú papá y mi hijo eran muy<br />

amigos en la primaria, y cuando regresó<br />

a vivir acá con tu mamá y contigo<br />

ellos se volvieron a juntar un tiempo.<br />

Pero tú eras muy chico y creo que no<br />

conociste a mi hijo, ya tiene mucho que<br />

se fue al otro lado.<br />

—Qué chiquito es el mundo —exclamó<br />

Alejandra, sonriendo—. Yo también<br />

suelo ir a comer ahí con tu mamá, justo<br />

hoy tenía planeado ir para allá... Pero<br />

lo que me sorprende es que nunca te<br />

había visto.<br />

—Lo que pasa es que siempre me la<br />

pasaba en la escuela —respondió Arturo,<br />

sonriendo—. Me la vivo en la facultad<br />

y siempre salgo en las mañanas y<br />

regreso ya muy noche, excepto los domingos<br />

que es cuando llevo a mi mamá<br />

a <strong>La</strong> Merced a surtirse.<br />

—...Y como nunca abre los domingos,<br />

por eso no lo habías visto —añadió don<br />

Miguel, interrumpiendo la conversación.<br />

—¿Y qué es lo que estás estudiando?<br />

—preguntó Alejandra, sin hacer mucho<br />

caso a don Miguel.<br />

—Literatura —respondió Miguel, in<br />

poco avergonzado—. Sé que no hay<br />

mucho campo de trabajo pero es lo que<br />

de verdad me apasiona. Técnicamente<br />

ya terminé, pero me falta hacer mi tesis<br />

y como también ya no me renovaron la<br />

beca decidí que lo mejor era ponerme<br />

a trabajar aunque fuera de cajero.<br />

—¡Oye! ¡¿Cómo que aunque fuera de<br />

cajero?! ¿Crees que es un trabajo menor<br />

o qué? —increpó Alejandra, haciendo<br />

una mueca de molestia. Arturo se sonrojó<br />

y se puso nervioso, pero antes de<br />

que pudiera responder, Alejandra soltó<br />

una carcajada al mirar el rostro de<br />

Arturo—. Es una broma, no te pongas<br />

así. Entiendo bien a lo que te refieres.<br />

156


Yo también tengo ganas de terminar<br />

mi carrera, pero no he podido hacerlo<br />

por... diversas circunstancias —Alejandra<br />

no pudo evitar mostrar su tristeza,<br />

la cual Arturo notó de inmediato.<br />

—¿Y qué es lo que estás estudiando?<br />

—preguntó Arturo, sonriéndole.<br />

—Estaba, más bien, aunque aún no<br />

me he dado de baja. Estudiaba diseño<br />

gráfico, me quedé en el sexto cuatrimestre,<br />

pero la verdad yo no tuve la fortuna<br />

de que me dieran una beca y mucho<br />

menos tuve el apoyo de mi papá. Él<br />

quiere que me case de inmediato o que<br />

haga algo de provecho, y pues aquí me<br />

tienes, trabajando. Finalmente así no<br />

tengo que pedirle nada a nadie y puedo<br />

estar tranquila en mi propia casa.<br />

—Yo sabía que vivías con Samuel —intervino<br />

don Miguel, quien se había recargado<br />

en la caja continua para escuchar<br />

toda la conversación.<br />

—¿Y por qué dice eso? ¡No, como cree!<br />

Yo tengo mi departamento ahí en Palomares<br />

y vivo sola. ¿Por qué pensaba eso?<br />

—Porque Samuel siempre dice que<br />

vive ahí contigo, y Daniela lo vio salir<br />

junto contigo de tu departamento varias<br />

veces en la mañana.<br />

—Ay, no puede ser —Alejandra se llevó la<br />

mano izquierda a la frente y bufó, llena de<br />

molestia; don Miguel continuó hablando:<br />

—Samuel es el novio de Ale —exclamó,<br />

dirigiéndose a Arturo—, y trabaja<br />

también aquí, en salchichoneria.<br />

—Por eso mismo voy a extrañar a Martha,<br />

carajo, puros pinches chismes que<br />

se la pasan diciendo aquí. Pero ese pinche<br />

Samuel me las va a pagar ahorita<br />

que lo vea...<br />

—Yo ya me voy, porque aquí la señorita<br />

ya se enojó y después se va a desquitar<br />

conmigo —exclamó don Miguel,<br />

guiñandole un ojo a Arturo y alejándose<br />

lentamente—. Ahí te la dejo para que la<br />

calmes —Arturo, sin saber qué hacer o<br />

qué decir, simplemente guardó silencio.<br />

—...es que estos cabrones solo les<br />

gusta el chisme. Y esa Daniela, nadie<br />

dice nada de que viene un tipo diferente<br />

a recogerla todos los días. ¡Pinche<br />

vieja chismosa! —seguía murmurando<br />

Alejandra, aunque Arturo la podía escuchar<br />

claramente.<br />

—Ya ni te enojes —intervino Arturo, al<br />

fin—. Mejor nada más háblalo con él<br />

y que deje de decir eso. Hablando se<br />

pueden entender... —Alejandra lo miró<br />

y guardó silencio, después dijo:<br />

—Es que con él no se puede hablar, no<br />

es la primera vez que pasa algo así, es<br />

un piche chismoso... ¿Sabes qué? Mejor<br />

vámonos a comer. Se supone que lo<br />

iba a esperar pero no voy a estar aquí<br />

como su idiota —entonces, Alejandra<br />

buscó con la mirada entre las demás<br />

cajeras y los pocos clientes que había.<br />

Cuando encontró a la supervisora, alzó<br />

la mano derecha y la movió de un lado<br />

al otro. Cuando notó que la supervisora<br />

la vio, le hizo una seña y la supervisora<br />

asintió—. Listo, ya nada más bloqueo<br />

la caja y vámonos a comer. Como eres<br />

nuevo, te toca invitarme a ti la comida<br />

en pago de mis honorarios de capacitadora<br />

—Alejandra sonrió de nueva<br />

cuenta y Arturo correspondió la sonrisa.<br />

Después, Alejandra bloqueó el paso<br />

de la caja con uno de los carritos y los<br />

dos caminaron hacia el almacén.<br />

157


⁂<br />

Arturo observaba como Alejandra atendía<br />

rápidamente a los últimos clientes<br />

que quedaba en el supermercado mientras<br />

él empacaba las compras en las<br />

bolsas, había sido una cuenta larga, casi<br />

treinta mil pesos; los guardias de seguridad<br />

ya habían cerrado las puertas y esperaban<br />

impacientes a que esa persona<br />

saliera, para así poder cerrar completamente<br />

el lugar, y el personal de limpieza<br />

ya subía y bajaba entre los pasillos para<br />

terminar de limpiar el piso lo más pronto<br />

posible; la típica música de supermercado<br />

ya no se podía escuchar, en cambio,<br />

las risas de algunos empleados que platicaban<br />

cómodamente sentados en una<br />

de las salas de exhibición retumbaban en<br />

el lugar. El ambiente era cálido, pese a la<br />

fuerte lluvia que caía en toda la zona.<br />

Cuando aquella señora mayor y su<br />

esposo se alejaban de las cajas para salir,<br />

Alejandra suspiró con alivio, mientras<br />

que Arturo comenzó a recoger las<br />

bolsas que habían quedado desperdigadas<br />

en el suelo cuando intentó sacarlas<br />

de la gaveta inferior.<br />

—No, pues qué bueno que no te contrataron<br />

de cerillo... —exclamó Alejandra,<br />

mientras revisaba los vouchers, el<br />

dinero y un par de cheques para realizar<br />

su cierre. Arturo rio, sin poder evitar<br />

mirar toda el área de cajas—. Mira, deja<br />

eso y ven a ver, necesito que pongas<br />

mucha atención a cómo se hace el cierre<br />

de cajas, porque lo vas a tener que<br />

hacer diario, y si te falta dinero tú lo vas<br />

a tener que pagar de tu bolsa —Arturo<br />

se puso de pie y se colocó junto a ella<br />

en cuanto escuchó la orden.<br />

—¿Te ha pasado? —preguntó Arturo,<br />

observando a detalle todo lo que Alejandra<br />

hacía.<br />

158<br />

—Ni me lo recuerdes... Me ha pasado dos<br />

veces. Aunque, la verdad, una de ellas fue<br />

intencional —Alejandra miró a Arturo y le<br />

guiñó el ojo de forma pícara, Arturo simplemente<br />

la miró de forma incrédula—. No me<br />

veas así, no todos tenemos becas. Además<br />

necesitaba el dinero para llevarle sus medicinas<br />

a la mamá de Samuel... Pero de todas<br />

formas me lo descontaron en la quincena,<br />

así que fue un pago inmediato.<br />

—¿Y Samuel lo pagó?<br />

—Así que tú digas pagar pagar, pues<br />

no, pero lo que él hizo fue... —antes de<br />

que Alejandra pudiera terminar la frase,<br />

ambos escucharon una voz detrás de<br />

ellos, lo cual causó que voltearan casi<br />

al mismo tiempo:<br />

—¡Mi amor! ¿Ya acabaste? ¡Apúrate<br />

para irnos ya! Ya tengo mucho sueño<br />

y quiero llegar a que me prepares algo<br />

de cenar —el hombre que se encontraba<br />

detrás de ellos tomó a Alejandra<br />

por la cintura y le plantó un beso en los<br />

labios, el cual tronó con inusual fuerza,<br />

después, y sin dejar de abrazarla, continuó—:<br />

¿Quién es el camarón que te<br />

dejaron aquí?<br />

—Suéltame, Samuel —respondió Alejandra,<br />

empujándolo con fuerza, quien<br />

terminó recargado en la caja contigua,<br />

Arturo simplemente se limitó a observar—.<br />

Ya te dije que no me estés besando<br />

aquí, carajo, uno de estos días<br />

nos vas a meter en una bronca si algún<br />

cliente nos ve.<br />

—¡Pues que nos vean! Total, así todos<br />

se enteran de que tú eres mía —exclamó,<br />

remarcando cada una de sus palabras,<br />

mientras observaba a Arturo,<br />

quien simplemente bajó la mirada.<br />

—No le hagas caso a Samuel —exclamó<br />

Alejandra, mientras continuaba realizando<br />

su cierre de caja—, está loco, y más<br />

porque cree que soy de su propiedad.


—Claro que lo eres, mi amor, así como<br />

yo soy tuyo —tras decir eso, se acercó a<br />

Arturo y extendió su mano, Arturo respondió<br />

y sintió el fuerte apretón que<br />

Samuel realizó—. Así que te llamas Arturo,<br />

¿y vas a ser cajero?<br />

—Sí, voy a estar aquí en las cajas —respondió,<br />

apretando un poco más la mano,<br />

segundos después se soltaron.<br />

—Pues qué bueno que va a haber otro<br />

machín aquí, esta zona parecía cocina<br />

atendida por pura viejas nada más.<br />

Aparte creo que a ti te he visto antes<br />

por aquí.<br />

—Es el hijo de doña Rosa, la de la fonda<br />

—intervino Alejandra, mientras contaba<br />

el dinero.<br />

—¡Caray, con razón! Te he visto un par<br />

de veces en el metro. Tu mamá guisa<br />

muy rico, ella sí sabe cómo atender<br />

bien una cocina —tras decir esto, rio<br />

desmesuradamente. Marco se acercó<br />

por el pasillo principal hacia ellos,<br />

puso una mano en el hombro de Arturo,<br />

e intervino:<br />

—Ya dejen ese escándalo, parecen<br />

verduleros —exclamó, quitando la<br />

mano del hombro de Arturo—. ¿Ya terminaste,<br />

Ale?<br />

—Estoy a punto de terminar, jefe, ya<br />

nada más recojo todo.<br />

—Muy bien, entonces ya termina y ve<br />

a entregar, que Marcela te está esperando<br />

nada más a ti, ya todos los demás<br />

se fueron. Y tú, Arturo, ¿cómo viste<br />

la operación?<br />

—Pues Alejandra me enseñó mucho,<br />

creo que nada más es cosa de practicar<br />

—respondió Arturo, con un marcado<br />

tono de orgullo.<br />

—Eso es lo que quería escuchar, muy<br />

bien. Debido a que se viene ya la temporada<br />

alta necesito que entres en operación<br />

antes de que termine la semana,<br />

159


así que mañana y pasado mañana seguirás<br />

con Alejandra para que termine<br />

de capacitarte bien —Samuel soltó un<br />

resoplido al escuchar eso, Marco lo<br />

notó, pero no le dio importancia. Después<br />

sacó un juego de llaves del bolso<br />

derecho de su pantalón y se los entregó<br />

a Arturo, luego continuó—: Antes de<br />

que te vayas, vas a subir a mi oficina y<br />

vas a tomar los tres libros que están sobre<br />

la mesa, son unas hojas que están<br />

engargoladas con una pasta negra, vas<br />

a llevártelos y a estudiarlos muy bien,<br />

porque son los manuales de procedimientos<br />

que te tienes que aprender.<br />

—¿Y qué hago después con las llaves? —preguntó<br />

Arturo, guardando en la bolsa izquierda<br />

de su pantalón el juego de llaves.<br />

—Se las entregas al guardia antes de<br />

salir, no se te vaya a olvidar porque no<br />

voy a tener cómo abrir mi oficina. Yo<br />

mientras tanto ya me voy —después<br />

miró a Samuel y le dijo—: Acompáñalo,<br />

por favor, de todas formas tienes que<br />

esperar a Alejandra, ¿no?<br />

—Uy, no se vaya a perder el niño —respondió<br />

Samuel, Marco lo miró de forma<br />

inquisitiva—. Está bien, está bien, finalmente<br />

tengo que esperar a esta mujer.<br />

—Muy bien, pues entonces los dejó.<br />

Nos vemos mañana, y, por favor, tengan<br />

cuidado de camino al metro, que<br />

últimamente están asaltando mucho<br />

en los andadores —dicho esto, Marco<br />

estrechó las manos de Samuel y de Arturo,<br />

después se despidió de Alejandra,<br />

y se alejó por el pasillo principal.<br />

—¿Te falta mucho para terminar? —preguntó<br />

Samuel a Alejandra.<br />

—No me falta mucho, si quieren pueden<br />

irse adelantando.<br />

—No, nada de eso, nos esperamos a<br />

que termines para que nos podamos ir<br />

los tres, ¿verdad, Arturo?<br />

—Sí quieren yo me adelanto, no es necesario<br />

que me acompañes —respondió<br />

Arturo, un poco desganado.<br />

—Pero te tengo que acompañar para<br />

que no te vayas a encontrar a la mujer<br />

de la bodega... —añadió Samuel, con<br />

un tono de voz lúgubre.<br />

—Ya vamos a empezar...<br />

—¿Cuál mujer? —preguntó Arturo.<br />

—No le hagas caso, son cuentos fantasiosos<br />

que se cuentan todos los buenos<br />

para nada que hay por aquí...<br />

—¡Nada de cuentos! Si no me crees<br />

pregúntale a Marco —respondió Samuel,<br />

con cierta molestia.<br />

—A ver, no entiendo, ¿de qué cuentos<br />

hablan? ¿Cuál mujer de la bodega? —insistió<br />

Arturo, mientras se recargaba en<br />

la caja y sacaba las llaves del bolsillo de<br />

su pantalón para jugar con ellas.<br />

—Verás, la gente cuenta que aquí,<br />

hace ya muchos años, encontraron a<br />

una mujer muerta en la bodega, cerca<br />

del área de descarga...<br />

—Samuel… —interrumpió Alejandra,<br />

con tono de regaño.<br />

—No me interrumpas, mujer —respondió<br />

Samuel, alzando la voz; después se dirigió<br />

a Arturo—. Cómo te decía, cuentan que encontraron<br />

a una mujer muerta en el área de<br />

descarga de la bodega. Nadie sabe a ciencia<br />

cierta que pasó, algunos dicen que era<br />

la amante del gerente de aquellos tiempos,<br />

y que se suicidó al enterarse de que él no<br />

160


dejaría a su mujer para fugarse con ella;<br />

otros dicen que un violador que recientemente<br />

había escapado de Barrientos fue<br />

quien la asesinó, y hay otros que dicen que<br />

esa mujer se ofreció en sacrificio al Diablo,<br />

para que le diera vida eterna, pero que no<br />

logró su cometido...<br />

—Eres un exagerado... —interrumpió<br />

Alejandra, pero tanto Arturo como<br />

Samuel la ignoraron.<br />

—Realmente nunca se supo lo que le<br />

pasó, dicen que la tienda cerró por varios<br />

días y después la volvieron a abrir como<br />

si nada. Pero eso no es lo peor de todo...<br />

—¿Qué es lo peor...? —preguntó Arturo,<br />

sin poder esconder una expresión<br />

de nerviosismo que se había dibujado<br />

en su rostro.<br />

—Pues, lo peor de todo es que, según<br />

los guardias de seguridad y el personal<br />

que viene a pulir los pisos en la<br />

madrugada, dicen que por las noches<br />

se puede escuchar el llanto amargo<br />

de aquella mujer. Muchos dicen que lo<br />

escuchan muy entrada la noche, pero<br />

otros dicen que lo escuchan exactamente<br />

a las once con diecisiete minutos,<br />

que es la hora en la que murió...<br />

—Ya déjate de tonterías, Samuel, y mejor<br />

vámonos, ya terminé... —atinó a decir<br />

Alejandra, mientras tomaba los vouchers,<br />

el dinero, y también un pequeño bolso<br />

rojo con un candado en el cierre—. Vete<br />

con Arturo para así salir más rápido, yo<br />

mientras subo para entregar todo.<br />

—No, mejor que Arturo vaya solo, yo<br />

tengo que protegerte de la mujer de la<br />

bodega —dijo Samuel, con un tono juguetón<br />

en su voz.<br />

—Ya déjate de payasadas y mejor... —Alejandra<br />

no pudo terminar la oración, cuando<br />

Arturo la interrumpió:<br />

—No te preocupes, váyanse ustedes. Yo<br />

voy rápido a la oficina, además de una<br />

vez me adelanto a irme para alcanzar a<br />

ayudar a mi mamá con lo que tenga que<br />

terminar para la comida de mañana.<br />

—¿Ya ves? —dijo Samuel a Alejandra, con<br />

una sonrisa burlona en su rostro—. Arturito<br />

es muy valiente y sabe enfrentar el peligro.<br />

—No, Arturo, vamos juntos y sirve que<br />

caminamos los tres en dirección al metro,<br />

así te encaminamos a tu casa —exclamó<br />

Alejandra, mientras propinaba<br />

un codazo a Samuel.<br />

—Insisto, váyanse ustedes a entregar<br />

eso, yo me adelanto a la oficina -—respondió<br />

Arturo, dando un par de pasos<br />

atrás y dando media vuelta.<br />

—Está bien, pero nos esperas en la<br />

entrada —le gritó a Arturo, mientras caminaban<br />

en direcciones opuestas.<br />

Arturo no se había dado cuenta de<br />

que ya nadie quedaba dentro del supermercado<br />

y todo estaba en silencio.<br />

<strong>La</strong> música que normalmente se escuchaba<br />

durante todo el día había sido<br />

reemplazada por el estéril sonido de<br />

los refrigeradores del área de carnes y<br />

salchichoneria; cada paso que Arturo<br />

daba creaba un eco sordo que retumbaba<br />

en todo el lugar.<br />

<strong>La</strong> única luz que iluminaba la bodega<br />

era la que salía por el cristal de la puerta<br />

de la oficina de Marco, pero todo lo<br />

demás estaba en penumbras; no era<br />

posible escuchar ningún otro ruido<br />

más que los pasos de Arturo; apenas<br />

161


era posible ver los anaqueles llenos de<br />

mercancía y las cajas estibadas de forma<br />

arcaica. Si bien el almacén era muy<br />

grande en proporción al tamaño del supermercado,<br />

apenas cabían todos los<br />

productos que se almacenaban y que<br />

llegaban diariamente ahí.<br />

Arturo subió las escaleras hacia la<br />

oficina con cuidado de no tropezar,<br />

después llegó frente a la puerta, la<br />

abrió con las llaves que llevaba en la<br />

mano, entró sin cerrarla y rápidamente<br />

tomó los libros engargolados; sin<br />

embargo, se detuvo un momento a observar<br />

toda la oficina: el escritorio y el<br />

librero que estaba detrás parecían ser<br />

muebles económicos, de los mismos<br />

que vendían ahí, pero muy bien cuidados<br />

y sin un gramo de polvo. Sobre el<br />

escritorio, además de los libros, había<br />

un protector de escritorio negro, algunos<br />

bolígrafos y una fotografía de Marco<br />

con su familia. Había también un par<br />

de cosas más sobre el archivero, pero<br />

además de la silla de piel entre el escritorio<br />

y el librero, y las dos sillas metálicas<br />

con tapiz negro no había nada más<br />

que se pudiera destacar.<br />

Cuando Arturo salió, cerró la puerta<br />

tras de sí con la llave y bajó, se detuvo en<br />

el tercer peldaño para poder sentir bien<br />

la escalera, ya que en esa sección no se<br />

veía nada debido a la oscuridad. El frío<br />

se sentía cada vez con mayor fuerza y el<br />

sonido de la lluvia que había comenzado<br />

a golpear con furia el supermercado<br />

se podía escuchar con claridad.<br />

Cuando Arturo bajó la escalera, y a<br />

pesar del fuerte ruido de la lluvia, pudo<br />

escuchar claramente el débil sonido<br />

de un sollozo. Arturo se detuvo un momento<br />

y trató de mirar en la oscuridad.<br />

—¿Ale? ¿Eres tú? —preguntó Arturo, pero<br />

no recibió una respuesta—. ¿Ale? ¿Samuel?<br />

¿Están bien? ¿Son ustedes? —volvió a preguntar<br />

Arturo, pero otra vez no hubo ninguna<br />

respuesta, solo el mismo sollozo que<br />

se volvía cada vez más amargo conforme<br />

los segundos avanzaban—. Muchachos, si<br />

estos es una novatada no me parece nada<br />

graciosa, por favor, díganme si son ustedes.<br />

Arturo seguía detenido al pie de la<br />

escalera, nadie había respondido a<br />

sus preguntas, pero el sollozo aún se<br />

escuchaba, cada vez con mayor claridad.<br />

Arturo dio tres pasos hacia donde<br />

la puerta de servicio se encontraba,<br />

pero se detuvo y miró hacia la oscuridad<br />

del fondo de la bodega. El sollozo<br />

continuaba, y ya era lo suficientemente<br />

claro como para identificar que era el<br />

sollozo de una mujer.<br />

—¿Quién está ahí...? Por favor, muchachos,<br />

esto de verdad ya no es gracioso... —insistió<br />

Arturo, comenzando a caminar hacia el fondo<br />

de la bodega—. Si hay alguien ahí, por favor<br />

responda. ¿Necesita ayuda? ¿Se encuentra<br />

bien? —Arturo trataba de hablar lo más<br />

162


que podía y, mientras avanzaba, el sollozo<br />

se escuchaba cada vez más cerca.<br />

Después de unos instantes de caminar<br />

entre la oscuridad, teniendo cuidado<br />

de no tropezarse con ninguna de las<br />

cajas que estaban desperdigadas en<br />

el piso de la bodega, llegó al fondo de<br />

la bodega; en el último pasillo de acumulaban<br />

los muebles de exhibición y<br />

los saldos del supermercado, además<br />

de todos los anaqueles y demás tubos<br />

y planchas de metal que se utilizaban<br />

para acomodar los productos en el<br />

área de piso. Arturo escuchaba claramente<br />

aquellos sollozos junto a él.<br />

—Ale, Samuel, esto ya no es gracioso...<br />

¿dónde están? —insistió Arturo, y<br />

tras solo seguir escuchando los sollozos,<br />

añadió—: Por favor, quién quiera<br />

que esté ahí, respóndame, si necesita<br />

ayuda dígamelo... —tras esas palabras<br />

los sollozos se detuvieron.<br />

—¿A... ayuda? —aquellas palabras se<br />

escucharon a espaldas de Arturo. Él, sin<br />

decir nada y tras sentir un fuerte escalofrío<br />

recorrer su espalda, se giró y dijo:<br />

—Sí, ayuda, ¿se encuentra bien? ¿Cuál<br />

es su nombre?<br />

—¿Mi nombre? —respondió aquella<br />

voz, escuchándose nuevamente a espaldas<br />

de Arturo.<br />

—Sí, ¿cuál es su nombre? ¿Le pasó<br />

algo? ¿Qué hace aquí? —inquirió Arturo,<br />

dando media vuelta otra vez, sin<br />

embargo, entre las sombras, observó<br />

la figura de una persona, aunque sólo<br />

podía distinguir su silueta, sin ningún<br />

otro detalle que lo ayudara.<br />

—¿Realmente quieres ayudarme? —la<br />

voz de una mujer se podía distinguir claramente<br />

salir de aquella figura. Arturo<br />

tragó saliva y dio un par de paso al frente,<br />

observando que la sombra no retrocedió.<br />

—Sí, quiero ayudarla, pero necesito<br />

saber quién es o qué hace aquí para poder<br />

saber de qué forma puedo hacerlo...<br />

—Es lo que yo también deseo... —susurró<br />

aquella voz, mientras, frente a la<br />

mirada atónita de Arturo, la sombra comenzaba<br />

a desvanecerse, de la misma<br />

forma que el humo de un cigarro se pierde<br />

en el aire. No obstante, la voz podía<br />

escucharse claramente aún, pues había<br />

comenzado a sollozar de nuevo.<br />

Arturo quedó de pie en el pasillo y<br />

en la oscuridad, y no pudo hacer nada<br />

cuando, de pronto, un grupo grandes<br />

cajas de muebles mal apiladas sobre<br />

uno de los anaqueles cayeron sobre él.<br />

El fuerte sonido del golpe de las cajas<br />

al caer retumbó en todo el lugar, pero<br />

fue rápidamente opacado por el sonido<br />

de la lluvia, que parecía volverse<br />

más y más intenso con cada segundo<br />

que pasaba.<br />

Continúa en el siguiente número...<br />

163


164


NUESTROS<br />

ARTÍCULOS<br />

165


166


EL ÁNGEL<br />

QUE NECESITAMOS<br />

PERO QUE NO<br />

MERECEMOS<br />

Por Carolina Alpuche<br />

Hay muchas personas, incluida<br />

yo, que piensan que el buen cine<br />

mexicano murió con Pedro Infante,<br />

y no precisamente porque sus películas<br />

fueran una genialidad, aunque la<br />

mayoría son buenas, sino porque hay<br />

un consenso general que indica que la<br />

época del cine de oro mexicano llegó a<br />

su fin entre los años 1957 y 1958. De ahí<br />

en adelante, la calidad de las producciones<br />

cinematográficas mexicanas se<br />

fue en picada.<br />

Es cierto que tuvimos buenas películas<br />

como Macario (1960), con guion de<br />

Emilio Carballido adaptando el cuento<br />

de Juan Rulfo; El gallo de Oro (1964), en<br />

el cual García Márquez y Carlos Fuentes<br />

adaptaron otra historia de Rulfo, podríamos<br />

también mencionar Los caifanes<br />

(1967) y Hasta el viento tiene miedo<br />

(1968), pero a lo que quiero llegar es<br />

que son contadas las películas que se<br />

pueden considerar como «buenas».<br />

No es de sorprenderse tampoco que,<br />

según el listado que la revista Somos<br />

hizo en 1994, el top diez de las cien mejores<br />

películas mexicanas de todos los<br />

tiempos esté dominado por películas<br />

de la época del cine de oro: Vámonos<br />

con Pancho Villa (1935, Fernando de<br />

Fuentes), Los olvidados (1950, Luis Buñuel),<br />

El compadre Mendoza (1933, Fernando<br />

de Fuentes), Aventurera (1949,<br />

Alberto Gout), Una familia de tantas<br />

(1948, Alejandro Galindo), Nazarín<br />

(1958, Luis Buñuel), Él (1952, Luis Buñuel),<br />

<strong>La</strong> mujer del puerto (1933, Arcady<br />

Boytler), El lugar sin límites (1977, Arturo<br />

Ripstein) y Ahí está el detalle (1940,<br />

Juan Bustillo Oro), siendo la única película<br />

que podemos destacar como «actual»<br />

Cronos (1992, Guillermo del Toro).<br />

Por supuesto mucha culpa de esto<br />

fue la fuerte censura del gobierno que<br />

comenzó a mediados de la década de<br />

los sesenta, pero también se debe a la<br />

167


168<br />

poca ambición artística que los cineastas<br />

y las casas productoras tenían, porque<br />

claro, la ambición económica los<br />

llevó a crear películas de baja calidad<br />

que les dejaran buenos ingresos.<br />

Tristemente esa ambición económica<br />

y esa falta de visión artística nos sigue<br />

persiguiendo hasta nuestros días, y<br />

no solo aplica para el cine, aplica también<br />

para los videojuegos, la música, el<br />

teatro y todo lo que gusten y manden.<br />

Todo esto que les estoy diciendo se<br />

me vino a la mente al momento de ver<br />

El ángel en el reloj, una película animada<br />

realizada por Fotosíntesis media,<br />

que nos cuenta una tierna historia sobre<br />

los esfuerzos que una niña con cáncer<br />

quiere hacer para detener el tiempo.<br />

En pocas palabras, debo decir que el<br />

argumento, pese a ser un poco plano, funciona<br />

muy bien y es capaz de llegar a su<br />

público principal, que son los niños, así<br />

que en ese aspecto cumple su cometido;<br />

en cuestión musical la película es una maravilla,<br />

no hay desperdicio en ninguna de<br />

las piezas que armonizan la película. Pero<br />

ahora entramos a lo más escabroso…<br />

Visualmente la película deja mucho, y<br />

de verdad mucho, que desear. No me voy<br />

a detener a detallar que todo el arte y la<br />

ambientación están fuertemente «inspirados»<br />

en el trabajo de Estudio Ghibli, principalmente<br />

en El viaje de Chihiro (2001) y<br />

El castillo vagabundo (2004), pero sí voy<br />

a hacer énfasis en la animación. Básicamente<br />

parece que estamos viendo una de<br />

las películas de Anima Estudios: animaciones<br />

que estoy segura son de un máximo<br />

de quince cuadros por segundo y que<br />

parecen haber sido hechas por gente de<br />

Newgrounds, dignas de cualquier capítulo<br />

de El chavo animado.<br />

Pero debo decir que se entiende lo<br />

pésimo de su animación por una senci-


lla razón: el presupuesto que el estudio<br />

tuvo para realizar esta película fue de<br />

entre dos y dos millones y medio de<br />

pesos, y sí, lo leyeron bien. Para nuestros<br />

amigos extranjeros, dos millones<br />

y medio de pesos son poco menos de<br />

135 mil dólares al cambio actual.<br />

Mi pregunta es la siguiente: si este<br />

estudio, a pesar de los horribles errores<br />

técnicos, pudo hacer una película<br />

de gran calidad con los cinco pesos y<br />

los chicles que les dieron, ¿qué hubiera<br />

pasado si hubieran recibido los cinco<br />

millones de dólares que tuvo Amarte<br />

duele (2002), o los veinticinco millones<br />

de pesos que tuvo Nosotros los nobles<br />

(2013) o, siendo exagerada, con los<br />

cuatrocientos millones de pesos de El<br />

viaje de Chihiro? Sin duda hubieran hecho<br />

maravillas.<br />

Y es que ahí está el problema del cine,<br />

de la literatura, del teatro, y de todo<br />

tipo de arte en México: hay mucho talento,<br />

pero no hay dinero y los que lo<br />

tienen no lo quieren soltar más que<br />

para darle de comer a los Bichir 1 .<br />

Lo peor de todo es que parece que la<br />

gente de FIDECINE 2 y los inversionistas<br />

son idiotas y no saben hacer negocios<br />

(bueno, en FIDECINE lo único que quieren<br />

es justificar el gasto de 30 millones<br />

de pesos anuales aunque las películas<br />

sean bodrios) porque si se apostara por<br />

buenos proyectos, como lo es El ángel<br />

en el reloj, se podría hacer un producto<br />

de calidad, capaz de rivalizar con las<br />

grandes producciones japonesas (porque,<br />

por mucho que digan lo contrario,<br />

los japoneses son los mejores haciendo<br />

animación, no los estadounidenses),<br />

y además de recuperar la inversión con<br />

creces, abrirían camino a todos los demás<br />

proyectos que se quedan estancados<br />

poe no tener quién crea en ellos…<br />

Pero no, eso aquí en México no pasa. Lo<br />

importante es tener el dinero aquí y ahora.<br />

Solo me queda desearle a todos los<br />

artistas que participaron en la realización<br />

de El ángel en el reloj que algún<br />

querubín de Netflix se los lleve con<br />

ellos y los sepan aprovechar, aquí no<br />

los merecemos.<br />

1. Porque parece que una película<br />

mexicana no es mexicana si no sale un<br />

BIchir o Carmelita Salinas.<br />

2. Secretaria del Fondo de Inversión y<br />

Estímulos al Cine.<br />

169


170


MICRO<br />

CUENTOS<br />

171


Dejó atrás los lavabos y se dirigió a la<br />

salida tirando del carrito de la compra<br />

con las dos manos.<br />

Era viernes por la tarde y los andenes<br />

estaban repletos de viajeros. Entre el<br />

tumulto, la vieja se abría paso para cruzar<br />

lentamente el gigantesco recibidor<br />

hasta la escalinata.<br />

El jefe de seguridad acudió a la puerta<br />

principal cuando escuchó las primeras<br />

sirenas. Entre el caos, vio a la<br />

señora Marbel, esta vez sin la pequeña,<br />

y le ayudó a bajar el pesado carrito sin<br />

percatarse que por la parte inferior se<br />

filtraban las primeras gotas de sangre.<br />

Carlos Servent Mañes<br />

No cesan de crecer en mi interior y cada<br />

vez me resulta más difícil esconderme<br />

de ellos ―comenzaba el breve manuscrito―.<br />

Solo las drogas me permiten actuar<br />

a sus espaldas, o al menos eso creí<br />

durante un tiempo. En realidad no hacía<br />

sino alimentarlos.<br />

He decidido poner fin al problema con<br />

un procedimiento rápido y sencillo, pero<br />

eficaz ―continuaba, con letra más marcada―:<br />

he introducido en mi nariz un<br />

punzón bien afilado, y a continuación lo<br />

golpearé hasta que consiga eliminar de<br />

mi cerebro todas las conexiones contaminadas.<br />

Así me liberaré para siempre<br />

de mis miedos ―el texto acababa aquí.<br />

172<br />

Gregorio Vega Cuesta


El hombre que se reía del amor ha pedido<br />

clemencia, con el corazón en la<br />

mano. Y acto seguido ha muerto desangrado.<br />

Que conste que lo he perdonado,<br />

no soy nada rencorosa. Pero las<br />

promesas se cumplen, y yo cierro tratos<br />

con apretones de mano.<br />

Durante la cena le he formulado cariñosamente<br />

una pregunta...<br />

—¿Me darás tu corazón? —y él, complacido<br />

y sonriente, ha aceptado.<br />

¡Cómo sonreía, tan feliz el condenado!<br />

Pero en cuanto ha visto la hoja<br />

reluciente de mi santoku, ha dicho de<br />

irse a casa.<br />

No cariño, las promesas se cumplen.<br />

Quédate y cumple tu palabra.<br />

Mara Marley<br />

Un hombrecito que solo leía libros esotéricos<br />

y de horror, dijo a su familia:<br />

Cuando sueño viajo en el tiempo, pero<br />

a veces aparece humo en esquinas, huelo<br />

pestilencias, escucho aullidos que<br />

me atemorizan y me refugio dentro de<br />

algún libro hasta despertar. Al creerlo<br />

loco por tanto leer, quemaron todos<br />

sus libros para curarlo, excepto uno,<br />

oculto al caer detrás de su cama. En la<br />

mañana encontraron su cadáver mutilado,<br />

sin sangre, con baba azul y el libro:<br />

Los perros de Tíndalos.<br />

Hernando Orozco Losada<br />

173


Todas las piezas encajaban: las ausencias<br />

misteriosas, los cortes en el cuerpo,<br />

el champú de avellana y tomate,<br />

las burlas de los vecinos, el gusto por la<br />

música portuguesa, los DVD de Barney<br />

y sus amigos, las grabaciones… absolutamente<br />

todo encajaba.<br />

El golpe final estaba cerca, lo presentía.<br />

En cuanto ella llegase la confrontaría;<br />

y si todavía la amaba después de<br />

escuchar lo que tenía que decir entonces<br />

no llamaría a la policía.<br />

Cuando la puerta se abrió entraron<br />

cuatro hombres vestidos de blanco, seguidos<br />

por su esposa.<br />

Esquizofrenia paranoide diagnosticó<br />

el psiquíatra gracias a la evidencia<br />

brindada por ella.<br />

Eduardo Nikeayuiop Antezana<br />

—¿Cómo valora mi actuación en la película?<br />

—preguntó cuando emergía del<br />

trance, aun con la vista grisácea.<br />

—¡Magnífico! Has creado al personaje<br />

ideal, tu entrega al arte es única —dijo<br />

el arrugado director fuera del plató.<br />

El viaje de su mirada al entorno descubrió<br />

un puñal en la mano y a todo el<br />

elenco a sus pies, como si adoraran la<br />

maestría, pero bañados en sangre.<br />

174<br />

Abel Antonio García Alarcón


El niño acarició el rostro dormido de<br />

su padre.<br />

—Papá —susurró—. Papá, despierta,<br />

soy yo. He soñado con mamá. Jugábamos<br />

en la arena, saltábamos las olas<br />

y reíamos… ¡Como reíamos! Traje un<br />

regalo. Dáselo.<br />

El padre se incorporó, se vistió y condujo<br />

hasta el hospital.<br />

—Nuestro pequeño ha vuelto a visitarme<br />

—besó su mejilla reseca tras un<br />

año en coma—. Dijo que soñaba contigo,<br />

que por fin llegasteis a la playa.<br />

Te trajo un regalo —acercó la húmeda<br />

caracola al oído de su esposa mientras<br />

desconectaba el respirador.<br />

—Escucha —sollozó— se os escucha<br />

jugar en la mar.<br />

Javier Santos Blanco<br />

<strong>La</strong> doncella al ver el manto de su amado<br />

ensangrentado se dijo angustiadamente:<br />

Yo lo he matado. Sus lágrimas<br />

recorren penosamente sus mejillas<br />

mientras trata de esbozar algún monólogo.<br />

Recoge la prenda y la besa una<br />

y otra vez como tratando de redimir su<br />

culpa. En ese momento, se percata que<br />

en el suelo está la daga de su prometido.<br />

No lo piensa dos veces, la recoge<br />

y se la hunde en el pecho. <strong>La</strong> sangre<br />

brota a chorros y surca raudamente<br />

su tibia piel. Se desvanece en el último<br />

aliento. Sin embargo, él no estaba<br />

muerto: solo dormía plácidamente.<br />

Manuel Alberto Sedamano Ballesteros<br />

175


Ahora, a la luz del día, lo admite; la había<br />

matado de una manera un tanto<br />

cobarde al esperar a que se durmiera y<br />

apuñalarla un centenar de veces, pero<br />

la satisfacción que había sentido era<br />

perfecta. Esa noche había dormido al<br />

lado del cadáver de su madre y, por<br />

primera vez en años, no había tenido<br />

ninguna pesadilla.<br />

Wendoline Ramos<br />

Gilberto había olvidado aquel sueño<br />

de niño, cuando la muerte se apareció<br />

en su cuarto como una sombra en<br />

un rincón. No fue hasta cumplidos los<br />

cuarenta, al escuchar llorar a su bebé<br />

de once meses, que recordó aquella<br />

conversación. En el estómago sintió el<br />

presagio como un vacío, apresurándose<br />

para salvar a su pequeño. Y allí, en la<br />

penumbra de la habitación, alumbrada<br />

por un rayo de luna, la vio con su bebé<br />

en brazos. Es mío, Gilberto, le dijo ella<br />

con sus voces omnipresentes, y el pequeño<br />

fue dejando de llorar. Gilberto lo<br />

había olvidado por completo.<br />

José <strong>La</strong>ra Aguirre<br />

Los pandilleros le indicaban a los traficantes<br />

dónde y cuándo podían vender,<br />

les cobraban renta por los sitios donde<br />

comerciaban y los protegían de los ladrones.<br />

Al que no obedecía o no pagaba,<br />

lo asesinaban.<br />

Esta ciudad podría haber sido una<br />

gran utopía.<br />

176<br />

Gilberto Arvizu Morales


El cuerpo inerte flotaba sobre el agua<br />

carmesí entre jirones de piel. Detrás<br />

de la maraña de cabello ensangrentado,<br />

apenas podía distinguirse el rostro<br />

carcomido, amorfo e irreconocible de<br />

mamá. Brazos y piernas presentaban<br />

profundas heridas con forma de pequeñas<br />

dentelladas. Frente a la tina, el<br />

niño contemplaba imperturbable el escenario;<br />

después de todo, fue él mismo<br />

quien en más de una ocasión advirtió a<br />

mamá, sobre lo extraño y siniestro que<br />

era aquél patito de hule.<br />

Eduardo J. del Valle<br />

Leonor tuvo dos embarazos ectópicos<br />

consecutivos, lo cual por falta de ayuda<br />

psicológica, y sumado al abandono de<br />

su actual pareja, la llevaron a convertirse<br />

en un despiadado monstruo roba<br />

bebés en el centro de Bogotá. En las<br />

noches, Leonor tomaba las rutas del<br />

transporte público con destinos apartados<br />

en busca de mujeres en estado<br />

de embarazo, las abordaba con absoluta<br />

vehemencia, las dopaba y les extraía<br />

desde sus entrañas a las criaturas, a las<br />

cuales, al llegar a casa, las embadurnaba<br />

en alcohol y formol puro, y luego<br />

guardaba en grandes recipientes de vidrio<br />

por toda la casa.<br />

Edison Daniel Muñoz Ortíz<br />

177


Viajaba sola por la carretera solitaria<br />

en su auto mientras caía una lluvia persistente.<br />

En las noticias avisaban sobre<br />

posibles derrumbes por el sector que<br />

transitaba. Eran la dos de la tarde y el<br />

día se presentaba nublado, normal.<br />

Al entrar a una curva el mundo se le<br />

vino encima, su carro quedó sepultado<br />

bajo toneladas de lodo, piedras y árboles<br />

pero no rompió nada. <strong>La</strong> señal de<br />

la radio se perdió lo mismo que la del<br />

celular y ella quedó en completa oscuridad<br />

y silencio. El salvamento llegaría<br />

dos semanas más tarde.<br />

Edgar Tarazona Angel<br />

Como cada noche se dirigió a la habitación<br />

de su hijo a darle las buenas<br />

noches. Al entrar un frío helador le<br />

envolvió obligándole a encogerse de<br />

hombros. Su hijo, arropado hasta los<br />

ojos, le miraba fijamente.<br />

—Papá, hay un niño en el armario —le<br />

dijo su hijo mientras señalaba el armario<br />

entreabierto.<br />

Extrañado se acercó y lo abrió de par<br />

en par. Abajo, junto a los zapatos, había<br />

un niño agazapado. Sus ojos no daban<br />

crédito, era su hijo. Éste alzó su mirada<br />

y entre lágrimas solo pudo decir:<br />

Papá, hay un niño en mi cama.<br />

178<br />

Albert Blaz


Otra vez esas voces invadían mi serenidad.<br />

Eran muy nítidas. Lo dejaste solo,<br />

mal hermano. Decían mientras estaba<br />

lavándome las manos. Lo extraño es<br />

que no tenía hermanos, era hijo único y<br />

estaba muy contento de serlo. Hace dos<br />

noches que escuchaba aquellas frases,<br />

siempre a las doce de la noche, antes de<br />

cepillarme los dientes. Esa noche tenía<br />

mucha sed. Y cómo no tenía qué tomar<br />

encaré para la pecera donde estaba Fidel<br />

mirándome, como intuyendo que<br />

robaría su agua. Me tomé todo su hábitat<br />

y lo dejé solo con su casita.<br />

—Despertarte, tonto, llegas tarde —me<br />

gritó mi hermano.<br />

Rodeghiero Juan<br />

El lingüista abre los ojos y se da cuenta<br />

de que el experimento ha funcionado,<br />

puede sentir tanto el paso de las letras<br />

escritas como el roce de los lectores<br />

que llegan a ellas. En la facultad le dijeron<br />

que la mejor manera de entender<br />

el texto era ser el texto, sus profesores<br />

lo decían como una metáfora pero él lo<br />

tomó literalmente. Comprende al instante<br />

los procesos de formación de palabras,<br />

párrafos y textos enteros pero<br />

cuando intenta gritar de alegría, se da<br />

cuenta de que ya no puede hablar. Háganle<br />

el favor de avisar a sus familiares.<br />

Lorenzo Bysshe Shelley <strong>La</strong>renas<br />

179


Mataba por dinero, sin escrúpulos. Pulcro<br />

y sonriente, según las normas. No<br />

tenía tapadera, trabajaba para el Estado.<br />

Creyó reconocer su último encargo,<br />

con un gran parecido a la camarera con<br />

quien se confesaba a medias. Esa noche<br />

entró en su casa y le sorprendió en<br />

su habitación. También se sorprendió<br />

él, su víctima se estaba colocando un<br />

sujetador. Era la camarera.<br />

Huyeron juntos, dando rienda a su<br />

pasión, el uno por el otro, sin distinción<br />

de géneros.<br />

Un año más tarde un hombre pulcro y<br />

sonriente bajaba del tren en aquel pueblo.<br />

Caminaba despreocupado, trabajaba<br />

para el Estado.<br />

Miguel Morató Miguel<br />

—¿Qué es eso? Es un muro de piedra de<br />

cinco metros de alto y quizás cuánto de<br />

ancho. Mira por sus costados, que no tiene<br />

fin. Por donde veas, continúa hasta el<br />

horizonte, perdiéndose en el más allá.<br />

—¿Y cómo lo cruzamos? No somos fantasmas<br />

como para traspasar paredes.<br />

—Fácil. No hagas más preguntas y haz<br />

lo que te diga. No confíes en fantasías,<br />

si también podemos. Sólo camina, mirando<br />

de frente el muro. Ya ves, ahora<br />

te hablo del otro lado.<br />

—Mira, qué bien. Un superpoder. Ahora<br />

podemos cruzar paredes sin problemas.<br />

Me sorprende no ser fantasma.<br />

180<br />

Felipe Andrés Vergara Unda


Dicen que la Virgen se lo llevó al cielo.<br />

Mi hermanito llevaba muchos días enfermo<br />

y a mamá se le ocurrió hacer una<br />

ofrenda para que se curara. Yo lo ayudé<br />

a llegar al cerro, cargando su ramo de<br />

rosas. Los vecinos aseguraban haberla<br />

visto aparecerse allí, pero les juro que<br />

esa no era la Virgen. Su manto era negro<br />

y no verde, tampoco tenía la piel<br />

lozana como la imagen del templo, y<br />

definitivamente no lo abrazó como<br />

al niño Jesús a la hora de clavarle los<br />

dientes y chuparle toda la sangre hasta<br />

que lo dejó hecho polvo.<br />

Eva Astorga<br />

Primero, oyó la bala salir disparada,<br />

luego, la sintió entrar en su cuerpo con<br />

fuerza. Ahogó un grito lastimero y se<br />

llevó la mano hacia la herida; donde la<br />

notó húmeda y pegajosa. Intentó dar<br />

una bocanada de aire frío pero lo único<br />

que consiguió fue mancharse la camisa<br />

de sangre. Le temblaron las piernas y<br />

cayó al suelo.<br />

Mientras… Su asesino observaba<br />

cómo moría.<br />

—¿Por qué? —preguntó, en un último<br />

acto de incredulidad—. Tú eras mi mejor<br />

amigo.<br />

—A mí no me mires —replicó, levantando<br />

los hombros—. Quien te quiere muerto<br />

es el escritor, yo sólo apreté el gatillo.<br />

Rafael Ureña Egea<br />

181


182


CONOCE A<br />

LOS AUTORES<br />

QUE COMPONEN<br />

ESTE NÚMERO<br />

183


Francisco Javier Soto Hernandez<br />

Veinticuatro años, originario de la ciudad<br />

de Torreón Coahuila. México, estudiante<br />

de la Universidad Politécnica de Gómez<br />

Palacio, de la carrera de Ingeniería En<br />

Animación y Efectos Audiovisuales.<br />

Marcia González López<br />

(1971), Patagónica. Argentina. Locutora,<br />

periodista, artista sonora y fotógrafa.<br />

Coquetea constantemente con las<br />

artes escénicas. Multifacética. Emprendedora.<br />

Autora de <strong>La</strong> vida a cuentagotas.<br />

Libro autogestivo. Actualmente<br />

reside en Buenos Aires.<br />

184<br />

Jokabeth Roal<br />

Nació en 1995 en Tabasco, México, estudiante<br />

de la licenciatura en idiomas<br />

en la Universidad Juárez Autónoma de<br />

Tabasco (UJAT), habla inglés, italiano y<br />

un poco de francés, apasionada a la lectura,<br />

mientras dibuja o escribe le gusta<br />

escuchar música clásica e instrumental<br />

y su deporte favorito es el fútbol.<br />

Irene González Henríquez<br />

Canaria trasplantada a la Península<br />

Ibérica con apenas trece años. Lectora<br />

voraz, como escritora ganó diversos<br />

premios en poesía, redacción, relato<br />

y microrrelato. Acaba de publicar su<br />

primer libro en solitario Vidas en tránsito<br />

de relatos cortos para leer en los<br />

tiempos de espera de la vida cotidiana.<br />

Trabaja a tiempo parcial para diversas<br />

empresas y da algunas clases. <strong>La</strong> persona<br />

más importante de su vida es su<br />

hijo Yeray.


Ernesto Molina<br />

Ingeniero ambiental mexicano que<br />

se dedica principalmente a sistemas<br />

hidráulicos, es autor del blog Cerdo<br />

Venusiano y hace varias reseñas de videojuegos<br />

y equipos mecánicos para<br />

revistas especializadas. Su primera<br />

novela Los últimos contribuyentes consiste<br />

en un desesperado intento para<br />

salir de la rutina, hacerse el gracioso y<br />

conocer mujeres.<br />

Alfredo Olmos Hernández<br />

Originario de Pachuca, Hidalgo; ciudad<br />

en la que actualmente vive. Estudió la<br />

carrera de Ingeniería civil en la Universidad<br />

Autónoma del Estado de Hidalgo.<br />

Con veintiocho años de edad, cuenta<br />

con tres cuentos publicados; uno en la<br />

revista Aeroletras. <strong>La</strong> sirena varada y el<br />

otro en la revista Fantastique.<br />

Héctor Alejandro Serrano Ortiz<br />

(1998; Estado de México). Le llena<br />

de orgullo compartir febrero con<br />

Charles Dickens, Augusto Monterroso<br />

y Marco Antonio Montes de Oca; está<br />

convencido de que escribir templa las<br />

tempestades de la mente, y por eso lo<br />

hace a diario. Como escritor y cinéfilo,<br />

su vida gira en torno al arte.<br />

Julio González Villegas<br />

Alejandra Arce Portuguez nació un dos<br />

de octubre del 2003 en San José, Costa<br />

Rica. Hace un año, vive en Monterrey,<br />

Nuevo León, México. Es estudiante de<br />

tercer año de secundaria en el Colegio<br />

Bilingüe Madison. En sus ratos libres,<br />

hace scrapbooking, escribe y lee libros.<br />

185


Jonathan Jesús García Palma<br />

(Ciudad de México, 1986). Licenciado<br />

en Pedagogía por la UNAM. Docente de<br />

nivel medio y superior. Escritor. Autor<br />

de Silencio en Tlatelolco, Luna de miel,<br />

Bajo la tormenta, Virus, Intervención y<br />

Camino a casa, entre otros cuentos.<br />

Alicia Farina<br />

Obra: Relatos y poemas de ayer de hoy<br />

y de la vida 2015. Participó en concursos<br />

nacionales e internacionales. Ganó<br />

el Concurso El mejor relato en Córdoba<br />

España. Antologías Argentina: Peldaño<br />

10, Ñuvaitería. Haceme el cuento 2017,<br />

Tierras poéticas 2018 y en Santa Fe;<br />

Puente de palabras del Mercosur 2017<br />

y 2018. Internacionales en Paraguay,<br />

Chile y Perú. Presidente Comisión Directiva<br />

de Biblioteca Popular Velmiro<br />

Ayala Gauna.<br />

186<br />

Minerva Noemi Esteban López<br />

Minerva Noemi Esteban López, es una<br />

estudiante mexicana de diecinueve<br />

años de edad, comprometida, proveniente<br />

del norte de México; actualmente<br />

estudia ingeniería de animación y efectos<br />

visuales.<br />

Marita Ragozza<br />

Nació en Ciudad Buenos, Argentina<br />

el 28 de abril de 1946 y vive en Pehuajó.<br />

Delegada Honoraria de Iflac<br />

Pehuajó (Foro Internacional de Literatura<br />

y Cultura por la Paz); Embajadora<br />

Universal del Círculo Universal de<br />

Embajadores por la Paz (Suiza-Francia).<br />

Ha recibido el Premio Internacional<br />

Grandes Mujeres 2018 por la Paz.<br />

Seis libros publicados, entre ellos: Paz<br />

y letras, Albatros de paz, Velos desvelos,<br />

Sabiduría, y Reflejos.


José C. Sánchez<br />

Se formó como escritor en la Universidad<br />

Autónoma de la Ciudad de México.<br />

Ahí obtuvo si título como Licenciado<br />

en Creación Literaria. Continuó su instrucción<br />

en talleres de crónica, guion y<br />

cuento. Además participó con la Asociación<br />

Civil Ando Imaginando. En la<br />

actualidad colabora con textos para la<br />

revista bicaalú y también ha trabajado<br />

el guion audiovisual al escribir para las<br />

productoras: Gravedad Cero Films y<br />

Newlink S.A. de C.V.<br />

Nuria Ferreyra<br />

Veinticuatro años. Estudió Ciencias de<br />

la Comunicación; actualmente trabaja<br />

para una editorial de revistas, sus pasatiempos<br />

favoritos son la fotografía<br />

y escribir, aunque nunca lo ha hecho<br />

profesionalmente. Su más grande sueño<br />

es poder viajar por el mundo.<br />

Juan José González Flores<br />

Nacido el 3 de septiembre de 1993, en<br />

Guadalajara, Jalisco, lugar donde ha residido<br />

hasta la actualidad. Cursó estudios<br />

en Nutrición en la Universidad de Guadalajara.<br />

Se desempeña actualmente como<br />

profesor de secundaria. En sus tiempos<br />

libres se dedica a la lectura y la escritura.<br />

José Antonio Santiago Sánchez<br />

Nacido en Madrid en 1976. Doctor en filosofía<br />

por la Universidad Complutense<br />

de Madrid. Profesor Titular de Filosofía<br />

y Jefe Departamental en el IES Juan de<br />

Padilla de Toledo. Traductor, ensayista<br />

y poeta con cuatro libros publicados y<br />

algunas decenas de artículos sobre poesía,<br />

filosofía, educación y cine en revistas<br />

especializadas.<br />

187


Franklin Pernía<br />

Nació en Caracas, Venezuela, el 30 de<br />

mayo de 1968. Artista plástico y escritor.<br />

Sus relatos aparecen en las antologías<br />

españolas: Antología de Relatos<br />

Eróticos I y <strong>II</strong> de Ediciones de Letras,<br />

Cuentos Oscuros. <strong>II</strong> Concurso de Microrrelatos,<br />

<strong>La</strong>bios de Neón. <strong>II</strong> Concurso<br />

de Microrrelatos Eróticos, Miedo en tus<br />

Ojos. V Concurso de Microrrelatos de<br />

Ojos Verdes Ediciones y en las revistas<br />

digitales: Ojos.com (Colombia) y <strong>La</strong> <strong>Sirena</strong><br />

<strong>Varada</strong> (México)<br />

Andrea Ciria<br />

Escritora, correctora de estilo y traductora.<br />

Mención honorífica en Ciencias de<br />

la Comunicación y Música (UDLA). Diplomado<br />

en Creación Literaria (Escuela<br />

de Escritores Ricardo Garibay. Maestría<br />

en Literatura (Colegio de Morelos).<br />

Mención Honorífica por el cuento Su<br />

único ojo, Primer Premio Nacional de<br />

Cuento Fantástico Amparo Dávila, 2015,<br />

primer lugar en la Convocatoria de Publicación<br />

de obra inédita, Editorial Lengua<br />

de Diablo.<br />

Eva María Baos Ruíz<br />

Nacida en Barcelona el trece de noviembre<br />

de 1974. Es licenciada en Filología<br />

Hispánica por la Universidad de<br />

Barcelona. Actualmente es profesora<br />

de castellano en un instituto de educación<br />

secundaria. Está casada y tiene<br />

un niño y una niña. Vive en Abrera,<br />

Barcelona.<br />

Paula Yessenia Aguirre Zendejas<br />

Nacida en Mexicali, Baja California, México.<br />

Escrito a los cieciocho años.<br />

188


Roberto Berríos<br />

Nació en Nicaragua, América Central, en<br />

1983, cuando esté país estaba sumido<br />

en una sangrienta guerra civil. Estudió<br />

psicología y comunicación social, sin<br />

abandonar la pasión por las letras. Es<br />

el ganador del Certamen Literario María<br />

Teresa Sánchez, 2016, en el género de<br />

Ensayo. También es el escritor del libro<br />

<strong>La</strong> piel de la lluvia (2017) y colabora en<br />

su país con diversas páginas culturales.<br />

Cristian Ariel Vaccaro<br />

Nació el 20 de mayo de 1983 en los suburbios<br />

de Buenos Aires Argentina. Es<br />

abogado y empleado público. Es aficionado<br />

a la escritura y disfruta mucho<br />

de poder hacerlo sin ningún tipo de<br />

compromiso ni urgencia. Escribe en los<br />

tiempos libres que le quedan entre la<br />

vida familiar y el trabajo.<br />

José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas<br />

Nacido en Bilbao, hecho que sobrelleva<br />

con la mayor de las humildades, es<br />

autor del libro de relatos Zumo de Ciprés,<br />

la novela El chico de los recados,<br />

y ganador, entre otros premios, del I<br />

Certamen Internacional de Microrrelatos<br />

Grupo Prisa. Dueño de infinidad<br />

de dudas y rehén de contadas certezas,<br />

intenta cada día comprender los mecanismos<br />

de un mundo inverosímil.<br />

Víctor Hugo Espino Hernández<br />

Licenciado en Filosofía por la UNAM.<br />

Ha publicado en distintas revistas electrónicas<br />

como Symposium y Ácido para<br />

llevar. Es uno de los ganadores del I<br />

Concurso internacional de aforismos Encarnación<br />

Sánchez Arenas impulsado<br />

por la editorial Playa Ákaba con sede en<br />

Madrid, España. Actualmente es administrador<br />

del grupo en facebook: In-Tellectum:<br />

venta especializada de libros.<br />

189


Alberto Arecchi<br />

Arquitecto italiano, presidente de la Asociación<br />

Cultural Liutprand, de Pavía, que<br />

pública estudios sobre la historia y las<br />

tradiciones locales. (www.liutprand.it) Autor<br />

de publicaciones y libros obre el património<br />

histórico y la história de su ciudad,<br />

otros asuntos de arquitectura, tecnologías<br />

para el desarrollo; escribe cuentos<br />

breves y poemas en diversos diferentes<br />

idiomas, ganando galardones y reconocimientos<br />

en concursos literarios en Italia,<br />

España, América <strong>La</strong>tina.<br />

Mauricio Vega Vivas<br />

Ciudad de México 1965. Obtuvo el primer<br />

lugar en el Concurso de Cuento de<br />

la Casa Universitaria del Libro UNAM,<br />

CASUL 20<strong>11</strong>. Y tercer lugar en el Segundo<br />

Concurso de Cuento Rincones Mágicos<br />

de México, convocado por Editorial<br />

Porrúa y Secretaría de Turismo, con el<br />

cuento <strong>La</strong> ciudad bajo la ciudad. Que<br />

cuenta ya con dos ediciones y forma<br />

parte de su colección infantil Gusano<br />

de Luz.<br />

Carolina Alpuche<br />

Estudiante de Ingeniería Química en la<br />

Universidad Autónoma Metropolitana y<br />

CEO de Editorial Dreamers. Lectora empedernida,<br />

amante del café y de Les Luthiers.<br />

Gilberto Santos<br />

Nació en el puerto fronterizo de Nuevo<br />

<strong>La</strong>redo, Tam. Donde pasó su infancia<br />

y parte de su juventud. Después se<br />

trasladó a la Ciudad de Morelia, Mich.,<br />

dónde estuvo algunos años paseando<br />

y aprendiendo. Ahora nuevamente vive<br />

en el Norte del País con su bella esposa e<br />

hijo. Dedicado actualmente a la docencia,<br />

al Kendo, su iglesia y otras actividades,<br />

nunca perdió el gusto por la lectura.<br />

190


Eric Rosales<br />

Eric Rosales nació en Villahermosa,<br />

Tabasco en 1996. En 2015, ingresó a la<br />

carrera de Literatura Dramática y Teatro<br />

en la Facultad de Filosofía y Letras<br />

de la Universidad Nacional Autónoma<br />

de México, donde cursó las asignaturas<br />

de Dramaturgia I y <strong>II</strong>, así como Taller de<br />

Guion para Cine, Radio y TV I y <strong>II</strong>.<br />

Oscar Seidel<br />

Nació en 1952, en Tumaco, Colombia.<br />

Autor de los libros En el mar de sus recuerdos<br />

(Cuentos.2016), Max Seidel El<br />

Pedagogo Alemán, Biografia.2017, y El<br />

dulce olor de Puerto Perla (Novela.2018)<br />

Coautor de los libros Que todo el mundo<br />

te cante (Relatos.2016) y 100 palabras<br />

(Minicuentos.2017). Figura en la Fundación<br />

César Egido Serrano, y el Museo de<br />

la Palabra, de Madrid (España), lo nombraron<br />

Embajador del idioma español<br />

de su país en el mundo, en el 2018.<br />

Nestor Quadri<br />

El autor es de profesión ingeniero, docente<br />

universitario en Buenos Aires y<br />

autor de numerosos libros técnicos.<br />

Desde principios del año 2006, y luego<br />

de jubilarse se puso a escribir cuentos<br />

y poesías, participando en numerosos<br />

concursos literarios. Ha publicado los<br />

libros Cuentos sin nombres (2009), Inquietudes<br />

literarias (20<strong>11</strong>), <strong>La</strong> caja del<br />

tiempo (2013) Cuentos del Parque Avellaneda<br />

(2014) en Editorial Alsina. Buenos<br />

Aires. Argentina.<br />

María del Mar<br />

Nació el 4 de noviembre de 1996 en San<br />

Salvador de Jujuy, Argentina. Reside en<br />

la Patagonia y se encuentra estudiando<br />

la Licenciatura de Comunicación Social.<br />

<strong>La</strong>s crónicas de Narnia y El diario de Ana<br />

Frank fueron los primeros de sus muchos<br />

libros y partir de eso empezó a escribir.<br />

191


RELATO<br />

AUTORES<br />

SELECCIONADOS<br />

PARA EL<br />

DUODÉCIMO<br />

Y DECIMOTERCER<br />

NÚMERO<br />

192<br />

Ricardo Sánchez Mejorada<br />

Jesús Guillén Luna<br />

Alfredo Cuauhtémoc Pérez<br />

Hugo Eduardo Quiroz Marín<br />

Éper Mono<br />

Beatriz Marquez Gutierrez<br />

Esperanza Angeles Soto<br />

Martín Sepúlveda B.<br />

Silvia Alejandra Fernandez<br />

Jose G. Mejia<br />

Miguel Cobenas<br />

Zárate Bruno León<br />

Stefany Cisneros<br />

Martín Gabriel <strong>La</strong>mo Toccalino<br />

Gabriel Bevilaqua<br />

Augusto Montero Razo<br />

Víctor Andrés Parra Avellaneda<br />

Cintia Mariana Ledesma Gutiérrez<br />

Karen Liz Colman Neris<br />

Efrain Nadal De Choudens<br />

Raúl Elvio Fantin<br />

Irene Mariana Hume<br />

Mabel Bello de Cayrús<br />

Perla Romero Mora<br />

Elías Romero<br />

Hugo César Delgado Ayala<br />

Camila Villarroel Barreto<br />

Lemis Tarajano Noya<br />

Yobany de José García Medina<br />

José Luis Díaz Marcos<br />

Damaris Gassón Pacheco<br />

Jesús Guerra Medina<br />

Sarhay Algravez Espinoza<br />

Carlos T Yes<br />

Sahalif Lefaar <strong>La</strong>valle Avalos<br />

Pablo Caputo Bogliolo


MICROCUENTO<br />

Mario Ruddyart Bermúdez Pérez<br />

<strong>La</strong>dy Akasha<br />

Pascual Verioli<br />

Hugo Chávez Mondragón<br />

Mauricio Nieto<br />

D.M.H.S.<br />

Alfonso Archundia<br />

Gaby MarDan<br />

Reyna Romyna Olmos Hernández<br />

Juan Pedro Agüera Ortega<br />

Orugazul<br />

Omar Fuentes Martínez<br />

Héctor Daniel Olivera Campos<br />

A. E. Hassan.<br />

Hector Fabio Garcia Libreros<br />

Victor Hugo Toledo Aguilar<br />

Gregorio Vega Cuesta<br />

William Alexander Romero Díaz<br />

Nar Cienfuegos<br />

Rubén Herrera<br />

Omar Cabrales Salazar<br />

Gilberto Arvizu Morales<br />

Paulo Neo<br />

Lucía Borsani García<br />

William Guillén Padilla<br />

Alan Fernando Mondragón Corona<br />

Rebeca Jazmín Jiménez Urióstegui<br />

Jose Gabriel Mier<br />

Felipe Andrés Vergara Unda<br />

Kim Pantaleón<br />

@FrankCruz90<br />

Ken Jact Fernández León<br />

Enrique Herrera Arévalo<br />

Manuel Serrano<br />

Aurora Rapún Mombiela<br />

Jorge Daniel Garcia Carregha<br />

Jesús Ayón Vargas<br />

Sonia Concari<br />

Cesar H. Vázquez S.<br />

Raquel Sánchez López<br />

ENSAYO<br />

Hernando Orozco Losada<br />

Manuel Felipe Álvarez-Galeano<br />

Santos Romeo Barrientos Aldana<br />

Matoi<br />

Mario Carlos Martínez Espinosa<br />

André Kuri<br />

Victor Hugo Espino<br />

Gonzalo Martín Castro<br />

Donis Albert Egea<br />

Xiera<br />

A. Belmont<br />

SELECCIÓN DEL EDITOR<br />

Íñigo Redondo Egaña<br />

Yess Pimienta<br />

José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas<br />

José Luis Pérez Ramírez<br />

Mario López Espinosa<br />

Miguel Aguirre Bernal<br />

Luis Felipe Ortiz Reyes<br />

Ada Inés Lerner<br />

Juan Pablo Goñi Capurro<br />

Nestor Quadri<br />

193


en nuestro<br />

siguiente número:<br />

Más artículos, ensayos,<br />

cuentos y microcuentos,<br />

novelas por entregas<br />

y mucho más...

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!