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Cosas del tango y del lunfardo - edUTecNe

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COSAS DEL TANGO Y EL LUNFARDO - Eduardo Giorlandini<br />

2<br />

<strong>edUTecNe</strong><br />

poesías amorosas, las dedicatorias, las invitaciones para compartir momentos -como la danza, el<br />

cine o el paseo- y, finalmente, entre otras cosas, el piropo.<br />

A este respecto, como muchas cosas humanas, las mismas realidades se convierten en anécdotas,<br />

como sucedió en el caso <strong>del</strong> piropo en la Argentina. Como consecuencia de la inmigración,<br />

un tanto descontrolada, se produjo una desproporción en el porcentaje de hombres y mujeres, en<br />

nuestra población. La menor cantidad de mujeres desarrolló la heurística de los hombres, en las<br />

grandes ciudades y, en consecuencia, el arte de inventar piropos.<br />

Generalmente los piropos no fueron molestos u ofensivos. Además, por aquel tiempo, podríamos<br />

decir, remedando al <strong>tango</strong> ¨Tiempos Viejos¨, que eran otras mujeres, más mujeres, las nuestras,<br />

pues entonces, a principios <strong>del</strong> siglo, tuvieron bastante inserción laboral en las fábricas y fueron<br />

capaces de salir con ollas, cacerolas y otros utensilios, durante la famosa ¨huelga¨ de inquilinos<br />

de la primera década. Había que andar con cuidado. De todos modos, quiero decir que en general<br />

se trataba de galanterías, formuladas decorosamente ante la belleza de las mujeres. Así, no<br />

podía tener una valoración legal ofensiva.<br />

Pero en los supuestos de injurias, de propacidad o grosería, el piropo era punible. Una ordenanza<br />

municipal -en la ciudad de Buenos Aires- había establecido una multa de 50 pesos. De tal modo,<br />

con alusión a este hecho, surgió el <strong>tango</strong> ¨Cuidado con los 50¨: ¨Tenga cuidado con los 50, señor<br />

/ que no hay perdón si usted pretende caer / en la ordenanza que es de tanto rigor¨.<br />

El Código Penal español establecía una sanción para el piropo grosero o agraviante, siempre<br />

que reclamara la persona ofendida, pero también penaba a la mujer que por su vestimenta pudiera<br />

causar turbación o perturbación <strong>del</strong> orden público. Un jurisconsulto escribió: ¨... cuando el<br />

vestir descocado de la mujer, por sus movimientos ondulatorios u otras circunstancias obren de<br />

evidente provocación, y casi de solicitud tácita de un ajeno desahogo audaz y ardoroso, hay que<br />

inclinarse por la impunidad <strong>del</strong> piropeador, más bien víctima que infractor¨. En tal caso, en nuestro<br />

país, el porteño inventó: ¨No te hagás la lechuguita que soy canario goloso¨. Y el sevillano, más<br />

poeta y respetuoso cantó: ¡Qué contentita estará / la madre de esta doncella! Estando el cielo tan<br />

alto, / tiene en su casa una estrella¨. Y de Francisco Rodríguez Marín, extraemos <strong>del</strong> portugués:<br />

¨Uma só palavra tua, decide da minha sorte¨.<br />

excursionar en el idioma vivo, la mención de las fuentes citadas es una necesidad científica y, en<br />

algún sentido, es un humilde recuerdo al autor de ¨Mi Buenos Aires Querido¨, con quien durante<br />

algunos meses compartí la mesa <strong>del</strong> Café <strong>del</strong> Congreso, que ya no existe, en Rivadavia casi<br />

Rodríguez Peña, a la vuelta de la ex sede de la Academia Porteña <strong>del</strong> Lunfardo, sobre Rodríguez<br />

Peña, en el edificio <strong>del</strong> Círculo de la Prensa.<br />

3.Bizcochitos<br />

¿Siempre llevo bizcochitos ... ?<br />

¨Siempre llevo bizcochitos pa´tomar con matecitos como cuando estabas vos...¨ (<strong>del</strong> <strong>tango</strong> ¨Mi<br />

Noche Triste¨)<br />

Cuando me preguntan cómo se podría describir ¨crisis económica¨, en <strong>lunfardo</strong>, me acuerdo de<br />

los versos de G. Gradito: ¨El ragú faja a la mersa / y el mondongo está de araca¨. Y también, de<br />

aquellos de Discépolo, quien, en ¨Yira, Yira¨, escribió: ¨Cuando rajés los tamangos / buscando<br />

ese mango / que te haga morfar...¨.<br />

En realidad, la letra de ¨Cambalache¨, <strong>del</strong> mismo autor, ¨El Filósofo de Buenos Aires¨, tiene contenido<br />

moral y nada que se relacione con la crematística, que se refiere a la economía política y, en<br />

particular, a la riqueza y el dinero.<br />

Muchas son las letras que nos expresan las carencias materiales. Y los hábitos derivados de la<br />

mishiadura, tan difundida en la historia, como exteriorización de la crisis y también, en cuanto<br />

palabras, como manifestación de las leyes <strong>del</strong> idioma y la gramática. Hábitos y realidades que

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