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Cosas del tango y del lunfardo - edUTecNe

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COSAS DEL TANGO Y EL LUNFARDO - Eduardo Giorlandini<br />

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<strong>edUTecNe</strong><br />

Son tarifas como ¨pa´que bailen los muchachos¨, no solamente los novios sino todo el mundo; son<br />

tarifas como para desechar el llamado de aquellos versos que dicen: ¨háblame, rompé el silencio¨.<br />

Y, así, por motivación de los ¨tarifazos¨, aprenderemos a respetar el silencio y a silenciar en todos<br />

los idiomas. Silencio en la noche, silencio en el día, silencio en las almas. Como para crear una<br />

vida mejor, porque, como dicen los adagios, para vivir en paz hay que ver y callar; o bienaventurados<br />

son los que no hablan; o, por último, es una virtud refrenar la lengua.<br />

Cuando se ahondan las crisis, al fin, caemos siempre en Discépolo. Se trate de ¨Cambalache¨, de<br />

¨Yira-Yira¨ o ¨Sin Palabras¨, donde escribió: ¨Sin palabras esta música va a herirte¨. Ahora se trata<br />

de una nueva música, la estanflación, que hace bailar a todos, incompatible con la imprecación<br />

<strong>del</strong> Nego Celedonio, cuando llegue la factura: ¨En la cuenta <strong>del</strong> otario que tenés, se la cargás¨.<br />

A los tangueros nos queda la esperanza de que, con la tecnología de avanzada, un día tengamos<br />

aparatos telefónicos con forma de bandoneón, con botonera en los costados para discar tecleando<br />

con un fuerte espíritu ciudadano las notas que corresponden a ¨uno busca lleno de esperanzas¨<br />

o ¨amargado, pobre y flaco, como perro de botón¨, o ¨con el pucho de la vida apretao entre<br />

los labios¨, en vez de números. De otro modo, nos conformaremos con cierta tecnología alternativa,<br />

volviendo a las señales de humo, como en los tiempos de Julián (no el <strong>del</strong> <strong>tango</strong>, sino el<br />

cacique de la Bahía). ¡Total... todo queda en el folclore!<br />

9.<strong>Cosas</strong> de guapos y grafiteros<br />

¨Pasaron los años / y mis desengaños, / ya vengo a contarte / mi vieja pared...¨ (¨Madreselvas¨,<br />

<strong>tango</strong> de L.C. Amadori y F. Canaro)<br />

Antiguamente, con el punzón o estilo –que nuestros italianos inmigrantes usaron como arma<br />

blanca- escribían en tablas enceradas; también, se hacían inscripciones en los monumentos. Hoy,<br />

se hacen en las paredes y son distintas, en el contenido y por los medios empleados. Recorriendo<br />

los <strong>tango</strong>s, asumimos que los guapos fueron precursores <strong>del</strong> graffito o, en plural, graffiti, y a pesar<br />

de que usaron el cuchillo fueron muy poco dañinos con las paredes y, además, lo hicieron para<br />

grabar sentimientos amorosos, como en la letra de ¨Melodía de Arrabal¨, de Batistella, Le Pera y<br />

Gar<strong>del</strong>:<br />

¨en tus muros con mi acero<br />

yo grabé nombres que quiero¨.<br />

Es obvio que, en estos versos, acero es sinónimo de cuchillo. Se refiere a los muros de las esquinas,<br />

no a las paredes <strong>del</strong> frente de las casas; una vieja costumbre era reunirse en la esquina, y<br />

no utilizo esta palabra como sinónimo de pulpería o boliche o despacho de bebidas, como se usó<br />

en otra época; recuérdense los versos de ¨Corrientes y Esmeralda¨, <strong>del</strong> negro Flores y Pracánico:<br />

¨Amainaron guapos junto a tus ochavas<br />

cuando un cajetilla los calzó de cross¨.<br />

Hablamos de paredes sin madreselvas en flor, la de la sombra compañera de la niñez, las que<br />

sorprendieron el amor y la de la humilde caricia, y de las paredes de los picados que dieron nombre<br />

a la figura futbolística. Hablamos <strong>del</strong> paredón de ¨Sur¨ (de Manzi y Troilo) y de ¨Tinta Roja¨<br />

(Castillo y Piana):<br />

¨Paredón, tinta roja en el gris <strong>del</strong> ayer...<br />

tu emoción de ladrillo, feliz¨.<br />

De las inscripciones de hace 2500 años a las de ahora, ¨pasaron los años¨, como en el <strong>tango</strong>. No<br />

sólo se mantuvo la costumbre sino que creció y se deformó; sobrevivió en las tumbas, en ciertos<br />

edificios y cementerios y casi no queda pared libre de inscripciones. También, este tema podrá<br />

ser objeto de una monografía o una obra antropológica o recopilación (ya algo hizo el periodista<br />

Osvaldo Marzullo, con su libro ¨¡Viva el Graffiti!¨).<br />

Como muestra representativa quiero decir que las inscripciones oficiales tenían justificación. En<br />

el cementerio de Montelepre, en Sicilia, donde están los restos de Salvatore Giuliano, puede

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