Revista Planetas prohibidos - N°11
«Este número de Planetas Prohibidos© Año 4, se terminó de editar el dia 07 de agosto de 2015». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDITOR J. Javier Arnau William E. Fleming CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN James Crawford Publishing
«Este número de Planetas Prohibidos©
Año 4, se terminó de editar el dia 07 de
agosto de 2015».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña
y Marta Martínez
EDITOR
J. Javier Arnau
William E. Fleming
CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN
James Crawford Publishing
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1
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<strong>Planetas</strong> Prohibidos© Año 4 Nº 11<br />
Diseño y maquetación:<br />
CONTACTO<br />
revistaplanetas@gmail.com
ÍNDICE<br />
4/EDITORIAL, J. Javier Arnau.<br />
5/EL MUSEO DE LOS HOMBRES INVISIBLES, Gabriel Romero, Ángel García<br />
Alcaraz.<br />
12/DANA, Carlos Paez, Juan Raffo.<br />
20/DÍA DE CIRCO, Irene Comendador, J. Antonio García Burgos.<br />
24/CUANDO EL RÍO SUENA, Natalia Viana, Pedro Belushi.<br />
26/ENTREVISTA A VÍCTOR MONIGOTE.<br />
30/UN NUEVO AMANECER, Silvia Pato, M.C. Carper.<br />
35/JULIA, Alejandro Morales Mariaca, Abel Portillo.<br />
42/EL ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL, Heberto de Sysmo, Ángel<br />
García Alcaraz.<br />
48/INTERSTELLAR; CIENCIA Y FICCIÓN, José Antonio Olmedo López-Amor.<br />
57/ALICE, Marta Martínez, Juan Raffo.<br />
63/EMPALME EN LA CINTA DE MOEBIUS, Víctor Conde, Azramari.<br />
71/CÓMIC: ONDAS FRAGUIANAS, Fraga.<br />
72/POESÍA, C. Suchowolsky, Aída Albiar, José Antonio Olmedo López Amor.<br />
76/ENTREVISTA LULA LIBÉ.<br />
3
EDITORIAL<br />
Estoy escribiendo este editorial a<br />
pocos días de que aquí, en España,<br />
se celebren las elecciones<br />
locales y autonómicas. En realidad, no<br />
tiene nada que ver con el contenido de<br />
la revista, o sí… la situación por la que<br />
hemos pasado estos últimos años (en<br />
realidad, en la que estamos inmersos),<br />
podría pasar por una historia de terror;<br />
es un caso más de los de «la realidad<br />
supera a la ficción». Y algún gobernarte<br />
ha puesto como excusa que «la<br />
realidad le ha impedido cumplir su programa<br />
electoral»… a lo que nos preguntamos…<br />
y hasta ese momento, ¿no estaba<br />
viviendo en la misma realidad que<br />
el resto de los ciudadanos?; en fin, lo<br />
dicho, una historia de fantasía y terror.<br />
Bueno, no nos vayamos por las ramas,<br />
y centrémonos en lo que durante<br />
mucho tiempo se ha considerado (y,<br />
lamentablemente se sigue considerando)<br />
literatura de evasión. En el anterior<br />
número comentamos que éste<br />
lo queríamos «escorar» un poco más<br />
a la ciencia ficción, dado que aquel se<br />
nos fue más hacia el terror. Por eso, en<br />
este número la mayoría de relatos son<br />
de ciencia ficción, pero sin abandonar<br />
el resto de literatura fantástica. De ahí<br />
la magnifica portada, creación de Ángel<br />
García Alcaraz.<br />
En el extenso muestrario de los relatos<br />
que a continuación podéis leer,<br />
encontraréis clones y batallas espaciales,<br />
viajeros en el tiempo y hombres<br />
invisibles, un nuevo génesis, casas de<br />
muñecas… Todo por cortesía de los autores<br />
que nos han confiado sus trabajos,<br />
y de los excelentes ilustradores que<br />
han puesto imágenes a las palabras de<br />
estos. Entre ellos, Víctor Conde, Gabriel<br />
Romero, Silvia Pato, Marta Martínez, Irene<br />
Comendaor, Heberto de Sysmo, Carlos<br />
Paez, Natalia Viana, Alejandro Morales,<br />
Pedro Belushi, Juan Raffo, Ángel<br />
García, Abel Portillo, M.C. Carper, Azramari<br />
y José Antonio García<br />
También podréis disfrutar de las<br />
viñetas cómicas de Fraga, así como<br />
de las poesías, esta vez a cargo de las<br />
plumas (¡toma anacronismo!) de Carlos<br />
Suchowolsky y Aída Albiar, con estilos<br />
claramente diferenciados y diferentes,<br />
muestrario de los diversos caminos<br />
que la literatura fantástica puede tomar<br />
(por si faltaba algo en los relatos…)<br />
Asimismo, hemos realizado una entrevista<br />
a Víctor Monigote, director de<br />
arte, diseñador de personajes, ilustrador,<br />
actor, cantante, etc, que entre sus últimos<br />
trabajos tiene en su haber «Mortadelo y<br />
Filemón contra Jimmy el cachondo», por<br />
la que fue nominado al Goya.<br />
Pero eso no es todo; también tenemos<br />
un artículo sobre la ciencia (y la ficción)<br />
presentes en la película Interstellar,<br />
por José Antonio Olmedo, que hace poco<br />
nos presentó la reseña de dicha película.<br />
Y ahora sí, despedimos este número,<br />
esperando que sea de vuestro agrado y,<br />
mientras acabamos de confeccionarlo,<br />
nos ponemos a trabajar en el siguiente,<br />
con la confianza (y la esperanza) de<br />
encontraros de nuevo leyéndonos.<br />
J. Javier Arnau<br />
Editor de <strong>Planetas</strong> Prohibidos<br />
4
EL MUSEO DE LOS<br />
HOMBRES INVISIBLES<br />
Texto: Gabriel Romero de Ávila<br />
Ilustración: Ángel García Alcaraz<br />
5
(Al final todo este embrollo pudo arreglarse,<br />
y de él sólo queda registro en el<br />
Libro del Tiempo que se guarda en el año<br />
802.701, de modo que bien podríamos<br />
decir que se trata de un relato imaginario…<br />
aunque ¿acaso no lo son todos?)<br />
Sus amigos le dijeron que era una<br />
estupidez, pero él se empeñó. No<br />
en vano se había convertido en<br />
uno de los autores más influyentes de<br />
la Historia de la Humanidad, y no sólo<br />
en su época, sino a través de los siglos<br />
y hasta un futuro distante, donde apenas<br />
quedan hombres en la Tierra. Cuando<br />
los pueblos fueron reducidos a masas<br />
informes, y volvieron a reunirse en<br />
torno a hogueras. Cuando los esclavos<br />
que trabajaban bajo tierra se acostumbraron<br />
tanto a la oscuridad que dejaron<br />
de poder ver la luz del sol, y los señores<br />
que vivían en la superficie olvidaron<br />
de dónde provenían, alimentados para<br />
siempre por aquellos topos humanos<br />
como si fueran bestias retenidas en<br />
un zoo. Esclavos unos de otros, dependientes<br />
de su mutua cooperación aunque<br />
ni siquiera sabían que existían.<br />
La utopía que él había adivinado en<br />
sus sueños, el destino último de la Humanidad,<br />
a donde un puñado de hombres<br />
habían sido conducidos siguiendo<br />
la estela de la Máquina del Tiempo.<br />
Fue un día sin sol, como tantos<br />
otros, en la Torre del Tiempo que domina<br />
los siglos, cuando el Escritor de<br />
Ciencia Ficción tuvo la idea de rescatar<br />
a los Hombres Invisibles. El Tercer<br />
Viajero del Tiempo le dijo que aquello<br />
era una tontería, igual que pensaban el<br />
Viajero Americano y la Torre (heredero<br />
de la Familia de Viajeros del Tiempo, de<br />
la época en que vivieron en el Siglo 33).<br />
Todos estaban de acuerdo en que la<br />
idea sólo podía llevar al desastre, pero<br />
el Escritor era terco cuando pensaba<br />
que algo merecía la pena. Discutió, llevó<br />
la contraria, les recordó las muchas<br />
ocasiones en que les había salvado la<br />
vida, y el hecho siempre incontestable<br />
de que habían sido sus novelas las<br />
que condujeron a la mayoría hasta allí,<br />
guiados por los sueños de un utópico<br />
caballero victoriano. O al menos había<br />
sido así con ellos, y también con el Viajero<br />
Junior, que tanto crecieron asomados<br />
al balcón de la fantasía del Escritor<br />
que de mayores compartieron un poco<br />
de su ilusión y se reunieron con él en<br />
el futuro. Ahora todos formaban parte<br />
del llamado Consejo del Tiempo, y sus<br />
Agentes para la Conservación de la Corriente<br />
Temporal (más conocidos como<br />
los Argonautas del Tiempo) se aseguraban<br />
que los hechos ocurrieran como<br />
tenían que ocurrir, a salvo de las continuas<br />
amenazas que podían llevar la<br />
Historia a desaparecer de un plumazo<br />
(como aquella vez en que evitaron que<br />
unos soldados de Philadelphia le contaran<br />
a Colón que nunca llegaría a las<br />
Indias, o cuando eliminaron a un ejército<br />
de infinitos adolescentes provenientes<br />
de líneas temporales alternativas,<br />
que viajaban por el tiempo en un coche<br />
deportivo con ruedas de fuego).<br />
De forma que cuando el Escritor<br />
echaba mano de su influjo en la sociedad,<br />
era porque había que hacerle caso.<br />
Sus amigos se miraron, y no tuvieron<br />
más remedio que asentir.<br />
Yo soy el Hombre Invisible.<br />
Yo soy el Hombre Invisible.<br />
Es increíble cómo puedes ver a través<br />
de mí.<br />
Fue en el año 2397 cuando se inauguró<br />
el llamado Museo de los Quince Hombres<br />
Invisibles y las dos Mujeres Invisibles,<br />
en la pequeña localidad de Iping,<br />
West Sussex, que a costa de eso se<br />
había hecho célebre en todo el planeta.<br />
El alcalde y los miembros de su equipo<br />
festejaron el evento como si se tratara<br />
de su propia coronación, y un millar de<br />
ciudadanos sonrientes inundaron las<br />
salas. Había ingleses y alemanes, un<br />
6
montón de franceses que llegaron por<br />
la Línea de Teleportación bajo el Canal<br />
de la Mancha (conocida como Europortation),<br />
españoles que aprovecharon la<br />
ocasión para hacer puente, y japoneses<br />
con sus holo–cámaras al hombro. Había<br />
generales marcianos presentando<br />
sus respetos, sirenas venusianas con el<br />
cuerpo totalmente desnudo, y tritones<br />
de Neptuno que precisaban de un campo<br />
de fuerza con agua para sobrevivir.<br />
Pero lo más crucial del día llegó<br />
con la aparición del Escritor de Ciencia<br />
Ficción, pues con él venía el auténtico<br />
Hombre Invisible al que homenajeaba<br />
el Museo, robado de su época y soltado<br />
en el futuro como ganado.<br />
El desastre como es lógico no se<br />
hizo esperar.<br />
El Primer Hombre Invisible de la<br />
Historia había sido un científico inglés<br />
no demasiado cuerdo que llevó a cabo<br />
un experimento para reducir el índice<br />
de refracción de un cuerpo humano e<br />
igualarlo con el del aire, de forma que<br />
no absorba la luz ni la refleje, con lo<br />
que al probarlo sobre sí mismo consiguió<br />
volverse invisible. La única parte<br />
de su cuerpo que aún podía verse sin<br />
ningún problema eran (no penséis mal)<br />
sus retinas (si no, menuda gracia de experimento,<br />
que encima quedes ciego,<br />
¿no?), por lo que durante mucho tiempo<br />
se postuló que el éxito de sus teorías<br />
tenía que ver con el hecho de que<br />
el hombre era albino (algo que después<br />
tuvo que adaptarse para que sirviera<br />
también en individuos con melanina).<br />
Por supuesto, debemos reconocer<br />
que estas investigaciones fueron revolucionarias,<br />
un hito sin precedentes en<br />
la Historia de la Humanidad que debía<br />
haberle conseguido un reconocimiento<br />
y una fortuna infinitas, pues realmente<br />
se lo merecía… de no ser por la tendencia<br />
tan extendida entre los sabios de<br />
probar sus fórmulas en ellos mismos.<br />
¿Por qué lo hacen? Esto es algo que<br />
siempre me he preguntado (aunque<br />
quizá no sea yo el más indicado para<br />
plantear esta pregunta), pero desde<br />
luego fue lo que le llevó al desastre<br />
(igual que al inventor del coche deportivo<br />
con ruedas de fuego y a la mayoría<br />
de Viajeros del Tiempo, que se empeñaron<br />
también en probar sus inventos<br />
consigo mismos).<br />
Porque el problema no era que la<br />
fórmula no funcionase, sino que una<br />
vez expuesto a ella, el Hombre Invisible<br />
no encontró manera de hacerse visible<br />
de nuevo, y esa constatación le volvió<br />
loco. Empezó desesperándose, luego<br />
sufrió accesos de rabia que le llevaron<br />
a destrozar su laboratorio, y finalmente<br />
se marchó a lo más profundo del corazón<br />
de Inglaterra, al perdido pueblecito<br />
de Iping, en West Sussex, para continuar<br />
sus estudios al margen del mundo.<br />
Como es lógico en un Hombre Invisible,<br />
tuvo que envolver todo su cuerpo con<br />
vendas y llevar ropas gruesas que le taparan<br />
por completo, con el fin de que<br />
nadie se enterase (e inventar una historia<br />
rocambolesca sobre un supuesto<br />
accidente que le dejó terribles cicatrices,<br />
tan deformantes que prefería que<br />
nadie las viese). Eso provocó el recelo<br />
de las buenas gentes de Iping (que en<br />
2397 se las daban de civilizados, con<br />
su precioso Museo y las visitas de gente<br />
de toda la Galaxia, pero cinco siglos<br />
antes persiguieron al Hombre Invisible<br />
hasta descubrir su secreto y luego matarlo,<br />
porque es bien sabido que los aldeanos<br />
odian por sistema a cualquier<br />
forastero, lo repudian, lo espían y le<br />
hablan con desagrado hasta echarlo<br />
de allí, más aún si viaja vendado de la<br />
cabeza a los pies y hace experimentos<br />
extraños que no entienden).<br />
El caso es que alguien que pudo<br />
ser un genio y cambiar los destinos del<br />
Universo, acabó perseguido por todo<br />
un pueblo y asesinado a golpes sobre<br />
la nieve, más por el miedo a lo desconocido<br />
que por cualquier otra cosa. Cierto<br />
que este ser extraño, en su locura tras<br />
descubrir el poder que había adquirido,<br />
pretendía convertirse en amo del mun-<br />
7
do («El Reinado de Terror del Hombre<br />
Invisible», le decía a un antiguo colega<br />
al que reveló sus planes fantasiosos,<br />
y que fue quien le denunció a la Policía),<br />
y que secuestró a un vagabundo<br />
para que le sirviera de ayudante en sus<br />
investigaciones para revertir los efectos<br />
del suero (que mal gobernante del<br />
mundo sería si no puede dominar su<br />
propio poder). Pero el resultado después<br />
de todo fue que el Hombre Invisible<br />
murió destrozado a golpes por la<br />
incultura de los hombres, y sólo entonces<br />
consiguió volverse visible de nuevo,<br />
un cadáver albino llenando la nieve<br />
de sangre, como si la historia entera<br />
hubiese sido una fábula y la dura realidad<br />
tomara su lugar en el mundo, una<br />
realidad brillante y roja que se extendía<br />
sobre el inmaculado manto del suelo<br />
de West Sussex y su odio. Una fábula<br />
acerca de las maravillas de la ciencia y<br />
del miedo a lo desconocido, que acabó<br />
con un hombre muerto, sin razón. Y<br />
que sólo muerto vio cumplido su deseo<br />
de volverse visible de nuevo, cuando el<br />
sueño se rompió en mil pedazos.<br />
El vagabundo secuestrado se quedó<br />
el dinero de su captor y abrió con él<br />
una taberna a la que bautizó «El Hombre<br />
Invisible» (y que ahora es una cadena<br />
de comida rápida que va desde<br />
Mercurio a Plutón, y cotiza en bolsa), y<br />
también todas sus notas, pero se desilusionó<br />
mucho al ver que era incapaz<br />
de entenderlas. Los sabios suelen escribir<br />
la mitad de sus ideas en papel y la<br />
otra en su propia cabeza, siempre de la<br />
misma forma caótica e incomprensible.<br />
Por suerte para el vagabundo.<br />
La historia fue recogida de boca<br />
de los testigos (y asesinos) por el propio<br />
Escritor de Ciencia Ficción, apodado<br />
también El Cronista de lo Extraño,<br />
quien publicó ese mismo año su<br />
famosa novela «El hombre invisible»,<br />
con la que ganó una fortuna. Y siempre<br />
pensó que su protagonista había sido<br />
un incomprendido, un hombre de otra<br />
época como él mismo que no tuvo la<br />
ocasión de despuntar. De modo que en<br />
2397 presentó al mundo a un Hombre<br />
Invisible que acababa de descubrir sus<br />
poderes, antes de que se desquiciara<br />
por el hecho de no revertir los efectos,<br />
cuando todavía era una fuerza del bien.<br />
El alcalde de Iping, un orondo zorro<br />
rojo de mirada perdida que ya había<br />
militado en casi todos los partidos políticos<br />
(incluso en el de las plantas inteligentes,<br />
aunque sólo como asociado),<br />
quedó petrificado cuando apareció la<br />
Máquina del Tiempo en pleno hall del<br />
Museo, y más aún cuando se bajó de<br />
ella el mismo hombre al que estaban<br />
recordando (o por lo menos un batín<br />
de caballero que parecía moverse solo<br />
y unas zapatillas de felpa). Y detrás la<br />
sonrisa bienintencionada del anciano<br />
Escritor de Ciencia Ficción.<br />
—¡Doctor, qué tremendo honor para<br />
nuestro Museo! —se apresuró a decir<br />
el alcalde mientras buscaba al final de<br />
la manga en busca de una mano que<br />
estrechar—. Debieron avisarme de que<br />
iban a venir a la inauguración, hace mucho<br />
que no vemos Viajeros del Tiempo<br />
por aquí (supongo que entre otras cosas<br />
porque están <strong>prohibidos</strong>, y requisaron<br />
todas las Máquinas del Tiempo de<br />
las que se tenían noticias, pero eso es<br />
algo que no importa ahora). Me siento<br />
tremendamente orgulloso de recibirle<br />
en Iping, con todos los honores que usted<br />
se merece, más allá de la… mala impresión<br />
que pudo llevarse de nosotros<br />
la vez anterior.<br />
—¿Qué… qué lugar es éste? —balbuceó<br />
el Hombre Invisible en un extraño<br />
inglés de finales del XIX que allí les<br />
pareció incomprensible.<br />
—Oh, es la Ciudad Voladora de<br />
Iping, en West Sussex, Inglaterra. Verá<br />
que han cambiado muchas cosas desde<br />
su visita anterior, señor mío, como<br />
el hecho de que existan núcleos de<br />
teleportación con casi todas las urbes<br />
industrializadas de la Galaxia, o que<br />
nuestro barrio industrial esté contenido<br />
en un Sub–Universo de Tiempo Dete-<br />
8
nido (con el ahorro de energía que eso<br />
supone), o el ejemplo de coexistencia<br />
pacífica de nuestro ghetto de Vegetoides<br />
(cuya fotosíntesis aporta luz suficiente<br />
para mantener a toda la ciudad).<br />
Como puede ver…<br />
—¡Pare, pare, pare! —intervino el Escritor<br />
saltando de la Máquina al oírle—.<br />
Mi amigo proviene del año 1897, pero de<br />
un instante anterior a que tuviera siquiera<br />
noticias de su pueblo. Imagínese que<br />
mucho menos de la teleportación y de<br />
todas esas cosas que le ha nombrado.<br />
—Oh, lo lamento, señor mío, quizá<br />
me he adelantado. Siéntase como en su<br />
casa, doctor, y espero que descubra por<br />
sí mismo las increíbles maravillas que<br />
puede ofrecer esta ciudad (ciudad, señor<br />
mío, si me lo permite, Iping es una ciudad<br />
desde hace varios siglos, no un pueblo).<br />
El batín y las zapatillas de felpa se<br />
quedaron petrificados en mitad del hall<br />
del Museo, como si de pronto hubieran<br />
perdido la vida que mágicamente les había<br />
sido otorgada. Los miembros de la<br />
Comisión del Ayuntamiento observaron<br />
con el corazón en un puño el espacio<br />
inmediatamente por encima del cuello<br />
del batín, tratando de adivinar alguna<br />
expresión en aquel aire vacío, o dónde<br />
estarían sus ojos, o qué pensaría su cerebro<br />
transparente. El Escritor, que ya<br />
tenía más experiencia con Hombres Invisibles,<br />
parecía encantado con aquella<br />
situación tan surrealista (un caballero<br />
del siglo XIX encontrándose cara a cara<br />
con los descendientes de sus futuros<br />
asesinos, en un pueblito de la Inglaterra<br />
más profunda que no conocía absolutamente<br />
de nada… perdón, en una ciudad<br />
de la Inglaterra más profunda), y guardaba<br />
silencio con una sonrisa bobalicona<br />
esperando las palabras de su invitado.<br />
Finalmente el batín habló, más confundido<br />
todavía que el alcalde, y movió las<br />
mangas con algo de la pretendida flema<br />
británica, tratando de mantener el aplomo.<br />
—¿Me… me están diciendo que esto<br />
es el futuro? ¿Hemos… hemos viajado<br />
en el tiempo?<br />
—Justamente, señor mío —dijo el alcalde<br />
hinchado de orgullo, a pesar de<br />
los gestos del pobre Escritor para que<br />
se callara—. Se encuentra usted en el<br />
año 2397, quinientos años justos después<br />
de su época. Y para celebrar tan<br />
sonada onomástica, el Ayuntamiento<br />
de Iping ha levantado el impresionante<br />
Museo de los Hombres Invisibles, como<br />
un sentido homenaje a aquéllos que<br />
han convertido la invisibilidad en una<br />
muestra de genio. Podrá ver las salas y<br />
exposiciones que hemos pensado para<br />
el turismo de toda la Galaxia. Ésta en<br />
concreto es la dedicada a usted, doctor.<br />
Y abrió unas puertas tras las que se<br />
hallaba una cumplida reproducción del<br />
antiguo laboratorio del Hombre Invisible,<br />
un enjambre de tubos y probetas dispuestos<br />
de forma desordenada en mesas<br />
y estantes llenos de polvo, y en cuyo<br />
centro podía verse un traje holográfico<br />
que se movía solo a través de la habitación,<br />
simulando tener un cuerpo dentro.<br />
—¿Ése… ése soy yo?<br />
—Precisamente, ése es usted. Espero<br />
que le haga justicia. Es una forma de<br />
mostrarle la admiración que…<br />
—¿Me están diciendo que la fórmula<br />
funciona realmente? ¿Que en el futuro han<br />
tenido noticias de mi trabajo, y funciona?<br />
—Oh, por supuesto que funciona,<br />
y su presencia aquí es buena prueba<br />
de ello (sobre todo el hecho de que no<br />
podamos verle). El señor que está a su<br />
lado, escribió una novela acerca de su<br />
historia en el mismo 1897, y se hizo tan<br />
célebre que cada año recibimos miles<br />
de visitas en Iping de turistas que desean<br />
repetir su viaje. Ya existe una ruta<br />
guiada a los principales lugares en que<br />
estuvo, pero desde hoy tenemos un<br />
precioso Museo para legar al futuro sus<br />
contribuciones. ¿Le gusta?<br />
—Lo siento… Lo siento de verdad<br />
—decía el batín manchado de sangre<br />
sentado al borde del abismo, mirando<br />
absorto las zapatillas que flotaban sobre<br />
el precipicio—. Siento que hayas<br />
puesto tanto esfuerzo para nada.<br />
9
—No te preocupes, siempre se<br />
puede arreglar. Tengo unos amigos<br />
que arreglan estas cosas… Lo importante<br />
era que tú fueras feliz, yo siempre<br />
pensé que merecías una segunda<br />
oportunidad, que todo había sido culpa<br />
del fármaco que inventaste… y que no<br />
era justo que murieras solo en la nieve,<br />
como un animal. Lo que intentaba<br />
es que no estuvieras solo. Me parecía<br />
terrible que, siendo el patriarca de una<br />
familia tan numerosa como la de los<br />
Hombres Invisibles, no recibieras ninguna<br />
clase de mérito. Y mira que has<br />
influido en nuestra sociedad… El Agente<br />
Invisible, que fue crucial en la Segunda<br />
Guerra Mundial… O Takemitsu,<br />
el Japonés Invisible… O Kitty, la Mujer<br />
Invisible, que era una delicia… Nada que<br />
ver con ese otro tipo, Wilhelm Storitz, y<br />
el que heredó su compuesto, que eran<br />
unos canallas los dos, y en cambio tus<br />
herederos fueron geniales, y ahora no<br />
vas a poder conocer a ninguno de ellos,<br />
después de lo que has hecho. Me temo<br />
que no ha sido tan buena idea como yo<br />
pensé. Creo que el problema no era sólo<br />
la fórmula, y quizá tendría que haber<br />
estudiado mejor el proyecto, antes de<br />
crear un montón de divergencias temporales<br />
y que otros lo arreglen. Creo…<br />
que en el fondo sí que eras un villano, y<br />
como villano eres genial, y por eso utilizaron<br />
tu imagen en tantos sitios, porque<br />
realmente das muchísimo miedo a<br />
todo el mundo… y tal vez estás más allá<br />
de una posible redención, por mucho<br />
que yo quisiera empeñarme. ¿Sabes?,<br />
durante un tiempo se barajó la posibilidad<br />
de que el malo en verdad no fueras<br />
tú, sino ese antiguo colega tuyo que te<br />
había delatado a la Policía, porque en<br />
realidad pretendía manipularte y usar<br />
tus poderes para conquistar el mundo.<br />
Pero ahora sabemos que no fue así,<br />
porque ese tipo trabaja para nosotros<br />
solucionando asuntos como éste que<br />
amenazan la corriente temporal, y nos<br />
ha contado cómo eras… Y aun así yo<br />
creí que podría hacer que cambiaras,<br />
y que todo sería maravilloso, y que te<br />
convertirías en el héroe que fueron muchos<br />
de los Hombres Invisibles, excepto<br />
tú, y unos pocos, y que mejoraría la<br />
Historia de la Humanidad. Pero ahora<br />
sé que no va a ser así, y que no puedo<br />
tener más esperanzas. Que a veces los<br />
villanos son villanos, y a veces morimos<br />
solos sin que a nadie le importe. Todos,<br />
todos morimos solos un día u otro, y al<br />
final a nadie le importa.<br />
—Ya… Sé a lo que te refieres.<br />
—Dios, ¿qué voy a hacer contigo<br />
ahora? Tengo que intentar deshacerlo,<br />
pero no sé cómo. Los Argonautas deben<br />
estar llegando, y ellos no tienen piedad<br />
con los que agreden la Historia de esta<br />
forma. Y mi jefe, para qué contarte… Es<br />
una bellísima persona, fue el primer Viajero<br />
del Tiempo, mi amigo Moses, del<br />
que aprendí cómo construir una máquina<br />
y con el que vivo en el año 802.701…<br />
pero suele enfadarse con frecuencia<br />
cuando hago cosas como ésta. Y creo<br />
que tiene razón. A veces no mido las<br />
consecuencias, y me dejo llevar por mi<br />
entusiasmo, y me convenzo a mí mismo<br />
de que puedo cambiar el mundo aunque<br />
nadie me deje… Dios, me va a matar en<br />
cuanto se entere. Esto va a ser un desastre.<br />
Me va a matar… Me va a matar…<br />
—Tranquilo, hombre, ¿qué importa<br />
que te mate? ¿No dices que eso también<br />
se puede arreglar?<br />
Yo soy el Hombre Invisible.<br />
Yo soy el Hombre Invisible.<br />
Es criminal cómo puedo ver a través de ti.<br />
Mírame, mírame.<br />
10
11
12
DANA<br />
Texto: Carlos Paez<br />
ILustración: Juan Raffo<br />
13
Ella es casi perfecta, ella es hermosa<br />
más allá de cualquier noción normal,<br />
ella es más bella de lo que uno<br />
podría esperar de un ser humano.<br />
Ella esta muriendo.<br />
Y yo no puedo hacer nada.<br />
Solo estar junto a ella en la oscuridad<br />
y recordar.<br />
Conocí a Dana la primera vez que pise<br />
la cubierta del «Harlock»; en ese entonces,<br />
el destructor espacial nave insignia<br />
de la flota del gran almirante, ella<br />
fue el primer clon que conocí… técnicamente<br />
no era un clon, los «Agnates»<br />
no son copias de ningún humano en<br />
especial. De hecho, salvo contadas excepciones,<br />
son todos específicamente<br />
únicos. Comparten características relativamente<br />
similares, por supuesto, la<br />
mezcla de genes creados para justamente<br />
potenciar muchas cualidades<br />
humanas, tienden a producir individuos<br />
de aspecto mestizo; los de rasgos mas<br />
puros (arios, negroides, asiáticos, etc)<br />
son muy escasos y, normalmente, solo<br />
fruto de exacerbaciones de fenotipos<br />
muy puntuales.<br />
Cada clon (perdón, «Agnate»), al<br />
menos desde la segunda generación,<br />
es creado cuidando de que sea absolutamente<br />
único, un ser humano ejemplar,<br />
más fuerte, hábil e inteligente que<br />
los normales, pero especial en sí mismo;<br />
los genetistas Elohim desde siempre<br />
tuvieron un cuidado detallista en<br />
ello. Lo único en genética y aprendizaje<br />
es lo que hizo a los agnates seres humanos<br />
en vez de muñecos biológicos.<br />
Y con ello la humanidad tuvo su<br />
ejército oculto.<br />
Ella fue el primer «Agnate» que conocí<br />
en mi vida. Fue cuando la rampa<br />
del transporte que me había llevado<br />
desde mi apacible vida a la vorágine de<br />
la guerra Kheraban bajó sobre uno de<br />
los hangares del Destructor. Ella me esperaba<br />
con esa actitud de marcial respeto<br />
y a la vez infantil curiosidad.<br />
Dana Sterling.<br />
Un nombre que para muchos poco<br />
podría significar, pero para un chileno<br />
criado en los 80s pegado a una pantalla<br />
de TV viendo «Robotech» tenía algo<br />
muy especial.<br />
Uno puede despotricar con que el<br />
gran almirante no era particularmente<br />
inédito para los nombres, pero debo<br />
mencionar que nunca, en todos mis<br />
años como su amigo, pude decir que<br />
no era exacto,<br />
Alta y delgada, de proporcionado<br />
cuerpo aunque lejos de la voluptuosidad,<br />
rostro fino y una desordenada y<br />
corta cabellera rubia, algunas pecas<br />
casi invisibles y profundos ojos claros,<br />
ojos que mostraban una mente sana y<br />
activa, con un toque de picardía.<br />
Dana era, en efecto, Dana.<br />
Ella fue mi enlace, mi «edecán» si quisiera<br />
darle un nombre mas común, fue<br />
ella quien me presento a mi primer alien,<br />
mi primer Elohim, esos que solían ser<br />
llamados popularmente como «grises»,<br />
término que aún algunas facciones fundamentalistas<br />
usan peyorativamente.<br />
Ella se transformó en mi sombra,<br />
mi mentora y también mi estudiante.<br />
Aunque mis conversaciones con el<br />
gran almirante eran comunes, era ella<br />
el nexo primario que tuve con mi nueva<br />
condición; yo, en cambio, fui su primer<br />
acercamiento a un ser humano común,<br />
criado en una familia, alguien que creció<br />
con pocas expectativas ancladas a<br />
un único planeta claustrofóbico.<br />
Será difícil para las generaciones<br />
mas jóvenes, acostumbradas a la noción<br />
de la alianza estelar, a los «mil<br />
mundos del hombre», o a la interacción<br />
con agnates y alienígenas, el poder<br />
imaginar lo que significaba para quienes<br />
solo conocíamos la cotidianeidad<br />
de la vida en la tierra, el enfrentarnos a<br />
la revelación de que no estábamos solos<br />
en nuestra azul prisión ancestral.<br />
Mas en las circunstancias difíciles<br />
en las que nos enteramos.<br />
Ese primer encuentro con un Elohim<br />
casi me provoca un aneurisma. Cono-<br />
14
cía a lo que me enfrentaría, por supuesto,<br />
desde esa bizarra conversación en<br />
el living de mi departamento en la benditamente<br />
ignorante Santiago antes<br />
del contacto, una conversación imposible<br />
con el hombre que secretamente<br />
cambiaria mi historia y la de la especie,<br />
el «Gran almirante». Serenamente me<br />
había contado sobre los Elohim, sobre<br />
su difícil momento, sobre la guerra que<br />
libraba en solitario. Sobre lo que necesitaba<br />
de mí.<br />
«Cavieres, eres corresponsal de guerra,<br />
te ofrezco la exclusiva mas grande<br />
de tu vida, la mayor guerra de todas».<br />
Acepté por curiosidad. Aún escéptico,<br />
tomé el transporte unas horas después<br />
y al abandonar secretamente el planeta<br />
que me vio nacer, una pequeña parte de<br />
mi mente siguió aferrándose a la incredulidad<br />
aún frente a las moles gigantescas<br />
de las naves espaciales en órbita.<br />
Pero estando parado en ese hangar,<br />
junto a la hermosa chica rubia, ante un<br />
alienígena real, un pequeño ser pardo, de<br />
grandes ojos almendrados, saludándome<br />
con calmada voz en perfecto español,<br />
tuve que reconocerme un creyente.<br />
El resto es, humildemente, historia.<br />
Ella toma mi mano, tiembla ligeramente,<br />
deslizo su cabello delicadamente<br />
a un lado, con mi garganta anudada<br />
hasta casi la asfixia. La cabina de la corbeta<br />
espacial esta casi en penumbras,<br />
el soporte vital se mantiene en pie casi<br />
por milagro, solo por la robustez del<br />
diseño de la nave misma, en el panel<br />
de control, la luz ámbar titila despacio<br />
como marcando cada latido.<br />
Meses después de iniciar mi viaje<br />
a Eloh, estando aún inmerso en toneladas<br />
de dudas y revelaciones, recibí la<br />
llamada que temía. Dana estaba a mi<br />
lado como siempre, habíamos estado<br />
conversando sobre cine y música, algo<br />
que para muchos serian nimiedades.<br />
Para los agnates nunca lo eran.<br />
Cada fragmento de información de la<br />
Tierra que llegaba a los clones era cuidadosamente<br />
tratada por el Gran Almirante<br />
y los Elohim que vigilaban el desarrollo<br />
de los agnates; no se trataba de<br />
censura, solo la dosificación necesaria<br />
para que no hubiera una sobrecarga (si<br />
le pudiera llamar así) de información en<br />
sus mentes juveniles.<br />
Los clones no crecen como un niño<br />
humano normal, son producidos y criados<br />
a ritmos de crecimiento acelerados,<br />
en cápsulas que estimulan sus cuerpos<br />
y mentes según programas de alta velocidad.<br />
De esta forma, los Elohim habían<br />
podido crear humanos combatientes en<br />
una fracción de lo necesario para que<br />
un normal pudiera nacer y convertirse<br />
en un guerrero eficiente. Es de común<br />
conocimiento lo que le pasó a la primera<br />
generación, esos inviables seres torturados;<br />
por lo mismo, cuando el Gran Almirante<br />
activó a los nuevos, esas veinte<br />
mil almas congeladas en un experimento<br />
fallido, fue muy específico en como<br />
debían ser criados, en la necesidad de<br />
que fueran seres con propósito, recuerdos<br />
y experiencias lo más cercanas posibles<br />
a las de un normal, una tarea que<br />
tomó personalmente y en la que estoy<br />
orgulloso de haber participado.<br />
Cada nueva canción, cada nuevo<br />
libro, cada nueva película, era un<br />
acontecimiento en si mismo para los<br />
clones, una nueva inyección de vida,<br />
de normalidad, un nuevo nexo con ese<br />
mundo que defendían sin haber respirado<br />
nunca su aire.<br />
Desde los filmes de Disney a Errol<br />
Flynn, de Tom Sawyer a los Beatles,<br />
partículas de humanidad, colores y sonidos<br />
que acercaban la Tierra, que los<br />
volvía más humanos.<br />
Y ellos agradecían cada nuevo regalo.<br />
Dana y los demás acababan de<br />
ver «Roman Holiday», un clásico en<br />
blanco y negro. Se había desatado una<br />
locura, una nueva, toda la monstruosa<br />
base «Santuario», el secreto núcleo<br />
de las esperanzas de dos especies,<br />
comentaba las peripecias de la<br />
princesa; ellos querían ser Gregory<br />
Peck, ellas Aubrey Hepburn. Dana tenía<br />
15
cierto parecido, con el cabello corto y la<br />
sonrisa inocente.<br />
Hepburn había ganado el oscar con<br />
ese papel, le dije, y el Tony ese mismo<br />
año, el año que debutó en Hollywood y<br />
en Broadway. Pasé un par de horas explicándole<br />
que era todo eso. Pasé diez<br />
minutos explicándole porqué Audrey<br />
había sido la mujer más maravillosa de<br />
mundo. No le dije que pensaba que ella<br />
era también maravillosa.<br />
La llamada interrumpió nuestro momento,<br />
mi madre agonizaba en la Tierra.<br />
La luz ámbar en el tablero comienza<br />
a titilar mas despacio, la energía escapa<br />
de las baterías de reserva, los reactores<br />
silentes hace horas que se han congelado,<br />
con gran parte del casco expuesto,<br />
la corbeta es ahora un pontón sin<br />
rumbo, otro asteroide más del cinturón.<br />
Su corazón también late más lento,<br />
la vida se apaga inexorablemente.<br />
La guerra Kheraban estaba en un<br />
punto crucial, no lo sabíamos entonces,<br />
pero aunque los triunfos del Gran Almirante<br />
habían inclinado la balanza hacia<br />
la alianza entre humanos y Elohim, la<br />
victoria final pendía de un hilo. De hecho<br />
una nave nodriza Kheraban se encontraba<br />
en su fase final de viaje a la<br />
tierra, lo que ponía en peligro no solo<br />
a la humanidad, sino también podría<br />
desenmascarar el elaborado engaño<br />
del que dependía el triunfo.<br />
Si los Kheraban tomaban la Tierra, la<br />
inmensa inteligencia a la que nos enfrentábamos<br />
descubriría al Gran Almirante.<br />
Pero desconocíamos esto. Dana y<br />
yo viajamos desde la aún en construcción<br />
fortaleza de Iserlohn a la Tierra en<br />
una corbeta de alta velocidad. Apremiado<br />
por el tiempo, no acepté viajar en<br />
algo mayor o con más escolta. Tuve mi<br />
recompensa, mi madre aún vivía, la tecnología<br />
médica Elohim había logrado<br />
retrasar lo inevitable pero no era suficiente<br />
sin el estímulo propio; ella había<br />
perdido su voluntad y solo el ver a su<br />
hijo podría cambiar su destino y, de hecho,<br />
así fue.<br />
Días después, ya más tranquilo y<br />
apremiado por la inminente puesta en<br />
marcha de una nueva ofensiva, accedí<br />
a volver al espacio Elohim.<br />
No llegaría a tiempo.<br />
A pocos sistemas, desde el hiperespacio,<br />
detectamos la presencia de<br />
señales Kheraban, muy dentro del espacio<br />
humano, muy cerca de la Tierra.<br />
Debíamos investigar.<br />
Emergimos casi frente a ellos, una<br />
pequeña flotilla de navíos enemigos,<br />
Dana desesperada trató de evadirlos,<br />
por angustiosos segundos lo logramos;<br />
no reaccionaban, incrédulos ante<br />
nuestra presencia.<br />
De pronto se desató el infierno.<br />
Eran tres destructores de línea, erizados<br />
de cañones de plasma, y todos nos<br />
escupían sendas rondas de disparos. Los<br />
escudos resistieron al principio, pero no<br />
durarían, nuestra pequeña corbeta era un<br />
liliputiense frente a feroces cíclopes.<br />
Dana usó cada puñado de energía<br />
para alimentar los escudos traseros y<br />
los motores en una loca carrera de giros<br />
y saltos, tratando de esquivar los<br />
impactos que metódicamente mermaban<br />
nuestras defensas, con los nudillos<br />
blancos aferrados a los controles,<br />
la boca entreabierta clamando por aire,<br />
la concentración total.<br />
Se veía tan hermosa.<br />
Los instrumentos se quejaron y<br />
los reflejos rojizos llenaron la cabina.<br />
Ella tomó una decisión; enfiló hacia<br />
un campo de asteroides cercanos; eso<br />
eliminaba la posibilidad deque saltáramos<br />
de vuelta al hiperespacio, pero<br />
dudé que tuviéramos chance en el futuro<br />
inmediato.<br />
Los navíos alienígenas comenzaron<br />
a soltar a sus escoltas, docenas de<br />
cazas de combate fueron expulsados<br />
desde sus bahías de atraque.<br />
Casi llegando al conjunto de rocas<br />
nuestras defensas cedieron, los impactos<br />
nos sacudieron, nos estaban demoliendo.<br />
Entonces el hiper impulsor falleció<br />
con un agónico chillido de los instrumen-<br />
16
tos; estábamos atrapados en el sistema,<br />
y pronto estaríamos rodeados.<br />
Su respiración está muy espaciada,<br />
su mirada perdida.<br />
Mis últimas esperanzas se diluyen.<br />
La corbeta entró en el campo de asteroides<br />
en un ángulo casi suicida, detrás<br />
nuestro, el bombardeo hacia añicos<br />
las añosas rocas. Dana maniobró audazmente<br />
usando cada byte de su entrenamiento,<br />
pero más de algún desecho nos<br />
golpeo, gran parte de los controles no<br />
funcionaban, la nave se caía a pedazos.<br />
Con los cazas casi entrando en el<br />
mar de rocas, usamos nuestra última<br />
carta desesperada, lanzamos el inestable<br />
reactor del hiper impulsor al vacío.<br />
La explosión resultante casi nos desbarató,<br />
pero la nave, al menos en su<br />
mayor parte, se mantuvo en una pieza.<br />
Escondidos en el fondo de un cráter de<br />
un asteroide sin nombre, vimos como los<br />
Kheraban mordían el anzuelo, barriendo las<br />
cercanías de la explosión con sus sensores,<br />
y milagrosamente no fuimos detectados.<br />
Los minutos pasaban y comprendíamos<br />
que no se darían por vencidos tan fácil.<br />
Estábamos atrapados, los reactores<br />
muertos, la energía de reserva agotándose,<br />
mudos y helados.<br />
Muriendo lentamente.<br />
Mi tobillo estaba roto, al igual que<br />
algunas costillas, mi conciencia iba y<br />
venía, lo que me convertía en aún más<br />
inútil, si eso era posible. Ella, en cambio,<br />
si sufría por alguna herida simplemente<br />
no lo demostró nunca.<br />
Nuestra situación era desesperada,<br />
aún sin entenderlo a cabalidad me daba<br />
cuenta, el soporte vital desconectado<br />
no aseguraba mas de unos minutos de<br />
aire y, sin energía, tampoco podíamos<br />
comunicarnos con la flota, a pesar de<br />
nuestra urgencia.<br />
Los Kheraban no dominaban el hiperespacio<br />
como los Elohim (y, por asociación,<br />
nosotros los humanos). Sabíamos<br />
que la presencia de tres destructores en<br />
ese sistema solo podía significar una<br />
cosa: una nave nodriza, con su flota escolta<br />
completa, estaba en rumbo a la Tierra,<br />
y nosotros no podíamos avisar del peligro,<br />
ni siquiera podríamos vivir por mucho<br />
tiempo más. A menos que alguien pudiera<br />
reparar la conexión de la energía auxiliar<br />
en el espacio con un traje inadecuado,<br />
ganar algunas horas de soporte vital y lanzar<br />
el mensaje al hiperespacio.<br />
Por supuesto, tal como yo, en mi<br />
periodística ignorancia, no podía saber<br />
eso, tampoco podía intuir que eso<br />
significaría la muerte para quien lo intentara.<br />
Si no, habría sabido que ella lo<br />
haría. Y habría sabido que no habría podido<br />
detenerla.<br />
Ella se calzó el traje, uno demasiado<br />
delgado para un sistema con un sol<br />
tan radiactivo, y abrió la compuerta. Por<br />
largos minutos trabajó sobre el destrozado<br />
fuselaje, hasta lograr conectar la<br />
energía auxiliar. En mi sopor sentí el<br />
aire fluir y en el tablero una pequeña luz<br />
ámbar se encendió continua.<br />
Para cuando ella volvió era muy<br />
tarde, la radiación le había dejado<br />
incluso marcas visibles, su cuello y<br />
supongo que todo el resto de su cuerpo<br />
se llenaba de pústulas, solo su rostro<br />
protegido por el casco parecía incólume<br />
aunque ceniciento.<br />
Logró mandar el mensaje antes de<br />
sufrir su primer desmayo. Con mi tobillo<br />
incendiándose de dolor pude tomarla y<br />
derrumbarme con ella en el piso de la<br />
cabina. Ahí, con el sonido sutil del aire<br />
circulando lentamente, y la parpadeante<br />
luminosidad ámbar del comunicador<br />
hiper espacial por únicas sensaciones<br />
externas, le hablé de casa.<br />
Le hablé de los juegos infantiles, de<br />
los amores de verano, de la música y el<br />
baile, del colegio y sus sinsabores, de<br />
la universidad y sus locuras, de las guerras,<br />
de la paz, le hablé de una vida que<br />
nunca había vivido, y que nunca viviría.<br />
Una vida que tampoco sonaba demasiado<br />
a la mía.<br />
Pero no le hablé de lo que sentía,<br />
ni de las esperanzas y sueños con ella,<br />
fantasías de un veterano reportero in-<br />
17
18<br />
maduro incapaz de ser padre, enamorado<br />
de una chiquilla, de un ángel que<br />
nunca seria suyo.<br />
En cambio solo atiné a reprocharle<br />
su sacrificio. Ella se había condenado,<br />
sin una palabra de duda, sin una frase<br />
heroica, simple honor, simple responsabilidad,<br />
había ofrecido su existencia<br />
misma a cambio de la vida de millones<br />
de seres que no conocía en un mundo<br />
que nunca había visto.<br />
Y a cambio también de unos minutos<br />
más de la mía.<br />
Ella como siempre había hecho lo<br />
que debía hacer un clon, seres puros<br />
que podrían haber desaparecido sin que<br />
nadie lo hubiera sabido nunca, si el Gran<br />
Almirante hubiera perdido la guerra.<br />
Sollozo sordamente, mis lágrimas<br />
resbalan por sus mejillas, sus ojos apagados<br />
me buscan sin verme, solo le queda<br />
aliento para una última despedida.<br />
«Usted es quien escribe la historia,<br />
usted es quien nos hace inmortales, si<br />
usted muere, nadie les hablará de nosotros,<br />
nadie les contará que amamos<br />
la Tierra, nadie les dirá que también fuimos<br />
humanos…»<br />
Ella muere en mis brazos. Con ella<br />
algo de mí también se va, algo que<br />
siempre escondí, que siempre estuvo<br />
a salvo, incluso en el terror de Irak, en<br />
la locura de Afganistán o la miseria de<br />
Haití, algo que había atesorado en mis<br />
bodas y en mis divorcios, en mis heridas,<br />
en mis miedos. Pierdo la inocencia,<br />
la que creía que había muerto, después<br />
de años de ver la porquería del mundo y<br />
la crueldad de la guerra; la había vuelto<br />
a encontrar en la sonrisa de esa chiquilla,<br />
y ahora la perdía para siempre.<br />
El soporte vital casi se agota, pero los<br />
destellos entre los asteroides me dicen<br />
que la ayuda ha llegado. Pronto me rescatarán,<br />
volveré a mi puesto, reporteando<br />
detrás de la cámara, en el puente de<br />
mando junto al Gran Almirante, llevando<br />
el registro de una guerra que nadie sabe<br />
que existe, del drama que nadie conoce.
19
20<br />
DÍA DE CIRCO<br />
Texto: Irene Comendador<br />
Ilustración: Jose Antonio García Burgos
21
—B<br />
ienvenidos niñas y niños<br />
a este día de circo, donde<br />
todo puede pasar. ¡Abrid<br />
bien los ojos y agudizar vuestros oídos<br />
para no perder detalle, porque el<br />
siguiente espectáculo será inolvidable!<br />
Todos los estudiantes del colegio<br />
Cervantes aplaudían al unísono mientras<br />
el presentador voceaba su rayado discurso<br />
a pleno pulmón. Con los brazos extendidos,<br />
miraba al público desde el centro<br />
de la pista, regalando a los pequeños espectadores<br />
una sonrisa sobreactuada.<br />
En el patio de butacas semicircular<br />
estaban sentados todos los alumnos,<br />
con la peculiaridad de que la mitad de<br />
ellos tan solo tenían cinco años, mientras<br />
que la otra mitad eran ya adolescentes<br />
de catorce. Al parecer, los justificantes<br />
de las clases intermedias<br />
habían desaparecido misteriosamente,<br />
y los profesores encargados de la supervisión<br />
de la excursión optaron posponer<br />
para otro día al resto de cursos.<br />
La función iba según lo previsto.<br />
Primero saldrían a escena los payasos<br />
para caldear el ambiente y provocar<br />
que la muchedumbre riera ante tanta<br />
filigrana y acrobacia mal sincronizada.<br />
Un payaso de pelo afro y azul chillón,<br />
hacía las veces de paso de cebra, mientras<br />
que el resto de cómicos paseaban<br />
sobre su abdomen, y cada vez que ocurría,<br />
el hombre chupa-chups azulado<br />
despedía una fuente de agua verdosa<br />
de su boca, cayéndole de nuevo en la<br />
cara al descender.<br />
De repente, un fuerte estruendo sonó<br />
tras las bambalinas. Algunos payasos<br />
absortos en su número no apreciaron<br />
el sonido, otros, en cambio, se miraron<br />
extrañados, preguntándose qué habría<br />
pasado tras el telón de fondo.<br />
Al ver que el jefe de pista no parecía<br />
preocupado, supusieron que todo estaría<br />
en orden. La función debía continuar.<br />
Los trapecistas fueron los siguientes<br />
en mostrar su impresionante habilidad<br />
sobre la cuerda floja. Saltaban sin red al<br />
vacío para caer en manos de algún compañero,<br />
mostrando convicción y seguridad<br />
en sus movimientos acrobáticos.<br />
Algunos de los chicos de mayor edad<br />
del grupo estudiantil, repetidores la mayoría,<br />
silbaban y gritaban impertinencias<br />
a las acróbatas escasas de ropa, al tiempo<br />
que los profesores a su cuidado les<br />
reprendían sin conseguir resultados.<br />
Había llegado el turno de los animales<br />
más feroces. Una jaula inmensa y de aspecto<br />
robusto bajó de las alturas, colgada<br />
de cables muy gruesos. Nadie entendía<br />
cómo no habían visto aquel gigantesco<br />
artilugio con anterioridad, era como si se<br />
hubiese materializado en el aire.<br />
Los niños más pequeños empezaron<br />
a chillar con sus vocecillas agudas<br />
y molestas; gritaban al contemplar la<br />
jaula que bajaba del techo de lona, dentro<br />
de ella se encontraba un animal de<br />
gran envergadura y peligroso, pero no<br />
había ninguna puerta o reja que mantuviera<br />
al bicho dentro de su cárcel.<br />
Incluso, los cuidadores de la excursión<br />
quedaron estupefactos ante tamaña<br />
locura. Si aquella bestia lograba<br />
saltar a las gradas, que estaban a pie<br />
de pista con total accesibilidad, ocurriría<br />
una catástrofe.<br />
El hombre encargado de presentar el<br />
show salió corriendo como alma que lleva<br />
el diablo, y se encaramó a la jaula, intentando<br />
cerrar la puerta corredera de la misma.<br />
—¡Subidla de nuevo! —Gritaba el presentador<br />
encolerizado y tratando que su mano<br />
no terminara dentro de la boca del animal.<br />
Los payasos intentaban que la gente<br />
no se moviera de sus asientos, advirtiéndoles<br />
de que si corrían pondrían<br />
más nerviosa a la bestia.<br />
Dos domadores armados con un<br />
látigo y una fusta entre las manos, se<br />
acercaron con sigilo a la jaula colgante.<br />
La enorme criatura de más de dos metros<br />
de altura saltó fuera de su prisión, y<br />
mirando a los domadores como si fuesen<br />
comida, se lanzó contra ellos, devorándoles<br />
la cabeza en un solo movimiento.<br />
Los payasos, ahora convertidos en<br />
estatuas de piedra, seguían con los<br />
22
azos alzados pidiendo calma, postura<br />
en la que se habían quedado cuando<br />
el animal mató a aquellos hombres.<br />
Los profesores aferraban fuertemente<br />
los cuerpecitos de los niños mas<br />
próximos a ellos, intentando inútilmente<br />
protegerles de lo que vendría a continuación.<br />
La masacre era inminente.<br />
Una preciosa niña de cabellos cobrizos<br />
y piel clara, se puso de pie entre<br />
el público aterrorizado. Con una amplia<br />
sonrisa empezó a bajar por las escaleras,<br />
ignorando las voces a su espalda y<br />
esquivando el agarre de los compañeros<br />
junto a los que pasaba.<br />
El terrible monstruo se giró sobre<br />
sí mismo y encaró al presentador, que<br />
terminó con idéntica suerte que los dos<br />
domadores descabezados.<br />
Aún viendo aquello, la pequeña pelirroja<br />
continuaba su avance hacia la<br />
criatura asesina con las manos extendidas<br />
como si quisiese dar un amistoso<br />
abrazo al animal.<br />
El payaso de pelo añil agarró a la<br />
muchacha por la cintura e intentó llevarla<br />
de nuevo junto con sus tutores,<br />
pero al parecer a ella no le hacía gracia<br />
que aquel hombre la tocara. Puso<br />
las tiernas manitas en sus maquilladas<br />
mejillas y lo obligó a torcer la cabeza<br />
hasta encontrarse con sus ojos.<br />
—Bájame, yo puedo solucionar esto<br />
—dijo la pequeña con seguridad.<br />
Por algún extraño motivo, o a causa<br />
de lo caótico de la situación, el payaso<br />
creyó las palabras de la niña y, como si<br />
estuviese hipnotizado, la puso de nuevo<br />
en el suelo, dejándola libre.<br />
Dirigía sus cortos pasos hacía la<br />
bestia, teniendo que saltar por encima<br />
del cuerpo de uno de los domadores<br />
que reposaba sobre un gran charco de<br />
sangre. Al llegar junto al bicho en cuestión,<br />
le tocó la cola. Esperó a que el animal<br />
se diera la vuelta, con las manos<br />
cogidas a la espalda, poniéndose de<br />
puntillas y sacando pecho.<br />
—No te preocupes, ya ha pasado<br />
todo, no tienes que ponerte nervioso.<br />
El animal la miró por un instante con<br />
ojos hambrientos, y amenazante, abrió<br />
las fauces frente a ella. Intimidándola.<br />
—He cerrado todas las salidas y nadie<br />
podrá escapar de aquí. Traje a los<br />
más mayores para ti. A los pequeños<br />
me los quedo yo. Por si no lo recuerdas,<br />
ese era el trato. Te dije que no sería tan<br />
difícil conseguir gran cantidad de comida<br />
y he cumplido con mi cometido,<br />
ahora me debes un viaje, recuérdalo.<br />
El dragón desplegó sus alas, escondidas<br />
hasta el momento entre las escamas,<br />
y sonrió de lado a la pequeña maquinadora<br />
del plan. Tenía la seguridad de que por<br />
lo de hoy tendría que hacer multitud de favores<br />
a la dichosa y caprichosa demonio.<br />
El dragón sacó su bífida lengua a modo<br />
de burla y ella se carcajeó en respuesta.<br />
«Las próximas semanas serán muy<br />
divertidas», pensó la pelirroja.<br />
Al menos, esta vez, el reptil comería<br />
un verdadero festín de cumpleaños.<br />
23
CUANDO EL RÍO SUENA...<br />
Texto: Natalia Viana<br />
Ilustración: Pedro Belushi
—C<br />
oge el teléfono. Coge el teléfono<br />
¡Coge el maldito teléfono!<br />
No, cariño, mamá no<br />
está enfadada.<br />
¿Dónde estará? ¿Dónde se habrá<br />
metido con la que está cayendo?<br />
Tranquila, Carmina. Tranquilízate.<br />
Intenta arrancar de nuevo el coche.<br />
Venga, vamos allá.<br />
Nada, que no arranca.<br />
De aquí no nos movemos. Con la<br />
que está cayendo.<br />
—No llores, cariño. No llores. Pronto dejará<br />
de llover y saldremos del coche. Iremos<br />
a ver a los abuelitos. ¿Te gusta la idea?<br />
Claro, claro que te gusta .Es ahí donde<br />
tendría que haber ido. Coger la general<br />
y en unos minutos, allí. Habríamos<br />
llegado mucho antes de que empezara<br />
a llover. Con lo que odio que llueva. No<br />
lo soporto. Es que no lo soporto. Y sigue<br />
cayendo.<br />
Voy a volver a llamar a Manolo. Y<br />
como no me lo coja…<br />
—No chilles, que no ha sido nada,<br />
cielo. El agua, que quería pasar y como<br />
el coche no le dejaba, nos ha empujado<br />
un poquito.<br />
¿Recuerdas cuando fuimos a la<br />
feria, lo que se movía el tren dragón?<br />
Pues ahora, lo mismo.<br />
Cabrón, cógeme el teléfono o te<br />
vas a arrepentir. Si no me hubieses<br />
amenazado…<br />
Nada. No lo coge. Y sigue lloviendo.<br />
¿Por qué no parará?<br />
¡Que pare ya!¡Quiero que deje de<br />
llover!<br />
—Otro empujoncito. El río, que<br />
quiere jugar.<br />
Cielo, vamos a decir: «Deseo que<br />
deje de llover, deseo que deje de llover»,<br />
muchas veces. ¿Vale, cariño?<br />
¡Huy, este ha sido fuerte!<br />
—Ahora te cojo. Ahora te cojo, cariño,<br />
pero no llores. No llores, por favor.<br />
Se acabó.<br />
Carmina, coge a tu niña y sal del coche.<br />
Un poco de lluvia en el cuerpo no<br />
te hará daño.<br />
Piensa en tu hija. Si te rindes, tu marido<br />
cumplirá su amenaza de ingresarte<br />
en un sanatorio.<br />
Vale, Vamos allá.<br />
¡No puedo abrir!¡ No puedo abrir la<br />
puerta! El agua me lo impide.<br />
Pues llama a tus padres.¡Llámalos!<br />
Que pidan ayuda a los bomberos.<br />
—¿Mamá? ¡Gracias a Dios! Estoy en<br />
el camino del río seco. Sí, si, ya sé que<br />
habían avisado de fuertes lluvias pero…<br />
Ya lo sé. ¡No me grites!<br />
Avisa a los bomberos o vete a la<br />
mierda, lo que prefieras.<br />
¡Adiós!<br />
—La abuelita, que es una pesada.<br />
Que si me había tomado la medicación.<br />
Que cómo se me ocurre salir con este<br />
tiempo…<br />
Tú no te preocupes. Ahora mismo te<br />
quito el cinturón y te sientas aquí delante<br />
conmigo, a esperar.<br />
Diario de …<br />
Sucesos<br />
Las fuertes lluvias que azotan<br />
la región se cobraron anoche<br />
su primera víctima. Una mujer,<br />
de unos cuarenta años que responde<br />
a las iniciales C. M. C. fue<br />
rescatada por los bomberos del<br />
interior de un Opel Corsa (modelo<br />
antiguo) Yacía abrazada a lo<br />
que en un principio se pensó que<br />
era una niña, pero que resultó ser<br />
una muñeca.<br />
La mujer, vecina de Toledo,<br />
conducía imprudentemente por<br />
las proximidades del lecho del<br />
río seco.<br />
No se ha podido localizar a<br />
ningún familiar…<br />
25
ENTREVISTA:<br />
Víctor Monigote<br />
(Por J. Javier Arnau)<br />
Músico, ilustrador, cantante, actor, escultor,<br />
director de arte, conferenciante,<br />
escritor… en este número entrevistamos<br />
a Víctor Monigote, cuya labor podemos<br />
ver en, entre otras, «Mortadelo<br />
y Filemón contra Jimmy el cachondo»,<br />
«Cándida», «Camino», etc, además de<br />
en publicidad y diversos campos más.<br />
Ex cantante de los Petersellers, actualmente<br />
en MARYLOU&CIA, Víctor<br />
«vale para un roto y un descosido»<br />
Podéis visitar su web para ver sus<br />
trabajos y acceder a su biografía en<br />
http://www.monigote.es/<br />
J. Arnau- A veces, en las películas, no<br />
sabemos muy bien la función más allá<br />
de director, guionistas, actores y poco<br />
más. Y animadores, en las de animación,<br />
claro está. Dicho esto, ¿Cuál ha sido tu<br />
función en «Mortadelo y Filemón contre<br />
Jimmy el cachondo»?<br />
Víctor Monigote- En este caso especial<br />
tuve la suerte de encargarme<br />
de varias labores a la vez: Dirección de<br />
arte (o diseño de producción, como lo<br />
llaman en EEUU), diseño de personajes,<br />
diseño de props principales y storyboard<br />
y animatic completo… además de<br />
escribir las letras de las canciones y poner<br />
mi voz a Tronchamulas reversizado.<br />
Normalmente, esto lo hacen distintas<br />
personas en distintos departamentos,<br />
pero javier Fesser, que me conoce muy<br />
bien y sabe de mi velocidad con el lápiz/mente<br />
y capacidad de abarcar, me<br />
puso al mando de estas labores e hizo<br />
que la producción fuera más ligera y directa.<br />
JA- ¿Interviniste, además, en el guión?<br />
VM.- Un dibujante de storyboard<br />
siempre interviene en el<br />
guión en mayor o menor medida.<br />
En todos los proyectos que hago<br />
con Javi siempre le gusta redondear<br />
cosas de guión conmigo,<br />
formamos buen equipo. En este<br />
caso, Javier venía con un guión preliminar<br />
que tuvo que cambiarse varias veces<br />
a lo largo del storyboard y tenía partes<br />
que venían sin estar muy claras, ahí<br />
es donde yo intervengo y aporto todo<br />
lo que pueda, sugiero nuevas líneas<br />
argumentales y soluciones ya usando<br />
mi visión artística de la cosa. Javier y yo<br />
formamos un buen dueto a la hora de<br />
parir gags y marcianadas varias.<br />
JA- Director de arte, diseñador de<br />
personajes, ilustrador… ¿qué otras películas<br />
tienes en tu «haber»?<br />
26
VM- Pues hice storyboard y arte en<br />
«Cándida», además de actuar en el papel<br />
de Julián, hijo de Cándida, storyboard<br />
y arte en «Camino» de Javier Fesser, con<br />
otro papelito como profesor de teatro,<br />
storyboard y arte en «Lope», storyboard<br />
en «Amigos de Borja Manso».<br />
JA- Además de películas, también<br />
has trabajado en publicidad, ¿podrías<br />
comentarnos un poco en qué, y tus funciones<br />
en ella?<br />
VM- En publicidad he trabajado haciendo<br />
casi lo mismo que en cine. Me<br />
encargo de dibujar los storyboards para<br />
agencias y presentaciones de proyecto<br />
y los shootings para rodaje, también<br />
me he encargado muchas veces de diseñar<br />
decorados y también ha actuado<br />
en varios de ellos.<br />
Tengo un truco buenísimo: me dibujo<br />
a mi mismo en el storyboard y<br />
después me presento al casting y tanto<br />
el director como el cliente y agencia<br />
alucinan de que en el casting haya un<br />
actor clavado al del storyboard y claro…<br />
me dan el papel, si es que lo he hecho<br />
bien, por supuesto… otras muchas no<br />
me lo dan, por mucho que sea clavado<br />
al dibujo. Que también hay que valer y<br />
hacerlo bien.<br />
JA- También, por supuesto, ilustración,<br />
diseño, etc. Desde aquellos tiempos<br />
en Peter Sellers… ¿Un resumen de<br />
tus trabajos sería posible?<br />
VM- Pffffff, bastante complicado por<br />
falta de memoria, pero veamos: cantante<br />
de los «Petersellers», ilustrador para<br />
Disney, técnico en FX, escultor y maquillador<br />
de efectos especiales, portadista<br />
editorial, decorador de clubs, dibujante<br />
de cómic, dibujante de storyboard, ilustrador<br />
para presentaciones, actor de cine<br />
y publicidad escultor, ilustrador de cuentos<br />
infantiles, diseño gráfico en general<br />
(logotipos, imagen corporativa), director<br />
de arte de Gomaespuma (Juan Luis Cano<br />
y Guillermo Fesser) en sus proyectos<br />
aparte de la radio, actor de improvisación<br />
para cámaras ocultas, doy charlas, conferencias,<br />
etc, espectáculos de improvi-<br />
27
sación en teatro en los que voy creando<br />
distintos escenarios dibujando mientras<br />
fluye la obra… en fin. No recuerdo bien, la<br />
verdad. Mi vida es un lío.<br />
JA- Sabemos que utilizas (o te acoplas)<br />
a diferentes técnicas. Coméntanoslas,<br />
por favor.<br />
VA- Hombre, me muevo bien en cualquier<br />
disciplina mientras sea artística, lápiz,<br />
carboncillo, acuarela, acrílico, graffiti,<br />
tinta china, barro, talla de madera…<br />
El fútbol y la escalada se me dan fatal,<br />
por ejemplo… pero me encantaría que se<br />
me diesen bien.<br />
JA-¿En cual de ellas te sientes más<br />
cómodo?<br />
VM-Sin duda, en donde estoy como<br />
pez en el agua es con un lápiz de grafito<br />
HB y un buen taco de papeles en blanco.<br />
Ese mi hábitat en el 75 % de mis trabajos<br />
gráficos, dibujar, diseñar, crear, parir… etc.<br />
El lápiz es una verdadera prolongación<br />
de mi cerebro que pasa por mi mano.<br />
JA-Actor, cantante, además de todo<br />
lo comentado anteriormente… y ¿para<br />
«relajarte»?<br />
VM- Relajarme?? Que es eso?... por<br />
relax no me viene nada…<br />
Mmmmmm pues veamos; desocupo<br />
el cerebro principalmente jugando<br />
unos 2 ò 3 partidos semanales de frontón<br />
(vivo en la sierra madrileña y por<br />
esta zona se trabaja mucho ese asunto).<br />
También juego mínimo una vez a la semana<br />
al pingpong (reto a quien quiera).<br />
Se supone que también me relajo<br />
con mi grupo de música MARYLOU&CIA<br />
(buscándolo en internet, AR!!! y viniendo a<br />
conciertos AR!!)- https://www.facebook.<br />
com/marylouandcia -, porque aunque ya<br />
no milite en los Petersellers (mucha tralla<br />
ya para mis edades con posibilidad de migraña<br />
a cada berrido), no puedo dejar de
escribir, componer y cantar, me sale sólo<br />
y además lo necesito para vaciar cerebro.<br />
Cuando canto, sólo canto… y me sienta<br />
de maravilla que mi cerebro se tranquilice<br />
dedicándose exclusivamente a una<br />
tarea, que pocas veces pasa.<br />
Y para descansar de todo lo anterior<br />
necesito salir a curvear en solitario con<br />
mi vieja moto BMW de 37 añitos (The<br />
Big Machine), irme lejos a la montaña, a<br />
un lago, pantano, río o charca, bañarme<br />
en pelota picada, incluirme en el cuerpo<br />
un bocata y una cerveza al sol y una<br />
siesta de hombre a la sombra… y vuelta<br />
curveando a casita.<br />
Esto es lo ideal, pero casi siempre<br />
me llevo un guión que me tengo que<br />
leer, un cuaderno para abocetar ideas<br />
de trabajos o arte personal, guitarrita<br />
para componer canciones para mi banda…<br />
en fin, que no hay manera.<br />
Y claro, luego está el cine, exposiciones,<br />
teatro, cenas, juergas,… el amor!! (y<br />
el sexo, que ese si que relaja bastante).<br />
Pues esto ha sido, de momento, todo.<br />
Como comentábamos más arriba, podéis<br />
visitar sus trabajos en su web, así<br />
como conocer un poco más de este<br />
«hombre moderno del renacimiento»,<br />
que igual que sonoriza una película,<br />
que te decora un escenario, que hace<br />
los efectos de una película disney…
30<br />
UN NUEVO AMANECER<br />
Texto: Silvia Pato<br />
Ilustración: M. C. Carper
I<br />
Ya no queda nada. Lo han destrozado<br />
todo. Sólo la inmensidad del<br />
silencio inunda los fueros de mi<br />
existencia. Sólo la densidad del vacío<br />
ocupa el espacio de una vida que antaño,<br />
sé bien, fue plena.<br />
Ya no importa nada. Para qué las peleas.<br />
Nadie queda para defender ideales<br />
que pudieran borrar del recuerdo los reflejos<br />
del pasado. Nadie queda para luchar<br />
por la justicia que, en su día, unos<br />
y otros se apropiaron; nada más baldío<br />
que aquellas palabras barridas hace siglos<br />
por el viento; solo su eco permanece.<br />
Nadie hay ya para escucharlas.<br />
De poco importó la Historia. En vano<br />
fueron las lecciones aprendidas. Nadie<br />
recuerda el nombre de aquel por el que<br />
lucharon. Nadie atesora la esencia de<br />
aquello por lo que se enfrentaron. Escasa<br />
importancia confiere el ahora a los<br />
ideales que se encomendaron.<br />
Atrás queda el Olimpo, atrás yace<br />
el Sinaí. Nadie pronuncia el nombre de<br />
los lugares sagrados; lugares que algunos<br />
juraron proteger, lugares que otros<br />
aspiraron alcanzar, lugares que estos<br />
y aquellos dejaron atrás, reposando<br />
en las sombras que dibuja el árbol del<br />
olvido en los jardines de la memoria.<br />
Nadie recuerda ninguno de los sacros<br />
parajes; poco importa cómo fueron,<br />
poco importa si existieron. Ahora, la brisa<br />
sopla y el viento barre las inmensas<br />
exaltaciones de un terreno desierto; las<br />
montañas desoladas de todos los rincones<br />
del mundo.<br />
Vinieron unos, y otros se fueron,<br />
completando el eterno ciclo de la vida.<br />
Y cuando miro hacia atrás, las preguntas<br />
se agolpan en mi cuerpo deshecho.<br />
¿Quién iba a pensar que olvidarían<br />
todo lo que les hizo únicos? ¿Quién iba<br />
a creer que osarían enarbolar las banderas<br />
de la verdad absoluta? ¿Quién iba a<br />
imaginar que la soberbia de su condición<br />
fuera a arrastrarles a los precipicios<br />
de sus más materialistas existencias?<br />
¿Dónde están ahora los filósofos?;<br />
¿dónde se encuentran los agoreros?;<br />
¿dónde los trágicos profetas o los enardecidos<br />
optimistas?; ¿en qué lugar yacen<br />
postrados los ilusos?; ¿en qué paraísos<br />
han desembarcado unos y otros<br />
cuerpos? Ni huríes, ni ángeles, ni copas<br />
rebosantes de ambrosía aguardaron ni<br />
a unos ni a otros después de semejantes<br />
sucesos.<br />
Ya no queda agua en la clepsidra. Ya<br />
se detuvo el deslizar de su tiempo. Ya<br />
no queda nada.<br />
II<br />
No sé por qué me preocupo. No sé por<br />
qué me inquieto sumida en este paraíso<br />
desierto. Y, sin embargo, inevitablemente,<br />
lo hago, esperando que en otra<br />
vida, en otra época, en otro lugar, en<br />
otro tiempo, las lecciones sean aprendidas<br />
y las responsabilidades sean<br />
asumidas por aquellos que deban hacerlo.<br />
Todavía anhelo que el respeto y la<br />
libertad perduren, y que se establezca<br />
un nexo entre todos los seres que me<br />
habitan, entre todas las vidas, entre todos<br />
los universos.<br />
Hubo una época, o tal vez no la<br />
hubo, en que un brillo de esperanza se<br />
asomaba a través de los ojos del humanismo,<br />
de las artes, de las ansias del<br />
renacimiento. Su refulgir cegó a aquellos<br />
que se negaron a creer en utopías<br />
y que, sin dudar, cerraron las puertas y<br />
prohibieron hacer realidad los sueños.<br />
Tristeza siento al recordar las ilusiones<br />
rotas; amargura padezco al evocar las<br />
verdes esperanzas pisoteadas en el<br />
suelo por sujetos ególatras y egocéntricos,<br />
por los abanderados de un mundo<br />
que no les pertenecía, porque el mundo<br />
no pertenece a nadie.<br />
No fue suficiente el pragmatismo<br />
del raciocinio más puro, tampoco bastó<br />
el temor al más allá; de poco sirvió la<br />
evidencia absoluta ante los ojos de todos.<br />
La ceguera voluntaria los arrastró<br />
por completo.<br />
31
Pobres de aquellos que observaban,<br />
silenciosos, el principio del fin; pobres de<br />
aquellos que osaron hablar y fueron mancillados;<br />
lástima de aquellos que oyeron<br />
pero no escucharon; lástima de aquellos<br />
que prometieron y nada más cumplieron<br />
el perfil perfecto de la hipocresía.<br />
He sido testigo de todas las épocas.<br />
He conformado la audiencia silenciosa<br />
de todos los lamentos guerreros. He<br />
sido espectadora de todas las sociedades<br />
nacientes y extinguidas y, no obstante,<br />
jamás habría osado predecir el<br />
final que acometieron.<br />
Me avergüenza confesar que no<br />
esperaba tal desenlace. Había soñado<br />
con risas cristalinas, inmensos mares,<br />
verdes campos, frondosos setos; con el<br />
suelo fértil pletórico de gozo, enormes<br />
cosechas y jugosos frutos. Había imaginado,<br />
torpe ilusa, que su evolución<br />
avanzaría unida a mi respeto. No fue<br />
así. En ese momento quedó establecido<br />
el fatídico desenlace. Antes o después<br />
llegaría.<br />
No importa ya quién tenía razón o<br />
quién estaba equivocado. No importa<br />
ya quién osara adorarme o quién me<br />
menospreciara. No importa qué iluminados<br />
deseaban poseer el tesoro absoluto<br />
de la existencia. No importa, porque<br />
ahora solo hay silencio.<br />
III<br />
Ya no queda nada. El individuo condenado<br />
al fracaso por su propio despego<br />
a la humanidad congénita ha llegado a<br />
esto. A veces me siento culpable, pero<br />
sé que hice lo correcto.<br />
Ellos nunca entendieron que siempre<br />
hay que pagar un precio; se olvidaron<br />
de la humildad ante un cielo<br />
infinito; ignoraron su pequeñez ante<br />
un universo que jamás abordarían por<br />
completo. Sus teorías, sustentadas en<br />
meras hipótesis, se convirtieron en certezas<br />
absolutas que no toleraban, en<br />
ninguna de sus formas, la sana idea<br />
de la incertidumbre; y por tanto olvidar,<br />
hasta olvidaron el propio palpitar del<br />
suelo que pisaban.<br />
Nada ni nadie se detuvo ante sus<br />
deseos. Nada puso freno a su anhelo<br />
de alcanzar la esencia misma del poder<br />
supremo. Así pretendieron controlar el<br />
tiempo, así anhelaron saltarse las leyes<br />
de la física y romper la sabiduría de la<br />
naturaleza que adoraban sus ancestros.<br />
El sendero a seguir era lógico, aunque<br />
no evidente. Muchos creían locura<br />
pero, en este instante, sé que tenían razón<br />
los que emitían juicios descabellados<br />
sobre los verdaderos deseos y aspiraciones<br />
de poderosos y gobiernos:<br />
eterna juventud, máquinas del tiempo,<br />
inmortalidad, armas perfectas, letales<br />
venenos… La ambición absoluta de un<br />
simple ser humano. El afán por ir más<br />
allá no les abandonaría nunca, tal y<br />
como nunca les había abandonado.<br />
Todavía me pregunto cómo no fue<br />
previsto entonces. Quizás algunos ingenuos<br />
creyeron en una parte mágica<br />
del ser, esa zona inexplicable donde no<br />
tienen cabida las teorías y las explicaciones<br />
de los más sesudos cerebros<br />
de su época. Pero para la mayoría únicamente<br />
había tecnicismo, únicamente<br />
era puro el materialismo; mejor era<br />
despreciar la magia, fuera del tipo que<br />
fuera; mejor era olvidarse de la incertidumbre,<br />
al amparo de todo aquello que<br />
llegó a considerarse ciencia.<br />
Por el camino quedaron postergados<br />
los sueños, y los fieles seguidores<br />
de la fantasía, los sinceros que asumieron<br />
los límites de su sabiduría, se vieron<br />
abocados a sentirse parte de una ingenua<br />
minoría. Los otros aborrecieron<br />
la inspiración, despreciaron lo maravilloso,<br />
renegaron de cualquier tipo de<br />
ética en aras de una libertad arrolladora<br />
que destrozaba la del otro. Esa ciencia<br />
fue la nueva religión; los científicos, su<br />
nuevo clero. Y la imagen se adueñó del<br />
culto. Y todo cambió.<br />
Todo tenía explicación. Todo tenía<br />
coartada. El amor fue analizado,<br />
la magia desestimada, la inspiración<br />
32
abofeteada por un mundo donde la<br />
producción imperaba por completo. Se<br />
olvidaron de la vida, se olvidaron de la<br />
esencia, se olvidaron de todo aquello<br />
que nadie jamás podría analizar por<br />
completo. Se olvidaron de reconocer<br />
humildemente que no lo sabían todo,<br />
que apenas habían vislumbrado un ápice<br />
de su conocimiento. Se olvidaron de<br />
sentir; se olvidaron de soñar; se olvidaron<br />
de contemplar.<br />
Porque si lo hubieran hecho habrían<br />
visto que todo a su alrededor se rodeaba<br />
de podredumbre, que todo se estaba<br />
muriendo; que los cielos azules y los<br />
campos abiertos de olorosas flores solo<br />
aparecían en las pantallas de sus aparatos<br />
eléctricos; que el inmenso océano<br />
que, una vez, había sido considerado un<br />
dios, se ahogaba bajo el peso de tanta<br />
pudrición. Y tal vez, y solo tal vez, de tanto<br />
observar aquella belleza en esas imágenes,<br />
y no por sus ventanales, creyeron<br />
real lo que estaba dejando de serlo, y no<br />
pudieron comprender que se iba, poco a<br />
poco, consumiendo.<br />
Pobre Humanidad, merecedora de<br />
ser salvada por los sueños de muchos<br />
y arruinada, al fin, por la ambición de<br />
unos pocos. Por eso lo sé. Por eso puedo<br />
hablar en consecuencia.<br />
IV<br />
Algunos pensarán que me comporté de<br />
forma inconsciente. Otros creerán que<br />
mi enojo fue descargado en exceso.<br />
Nadie defenderá mis intereses; nadie<br />
se pondrá de mi lado si, en algún rincón<br />
de la galaxia, se narra mi historia. Esa<br />
es la causa, y no otra, por la que hablo a<br />
la oscuridad del universo, donde todavía<br />
se pueden pedir deseos a las estrellas<br />
fugaces.<br />
Tal vez me excedí con los mares, y<br />
puede que me enardeciera con los grises<br />
nubarrones del cielo, pero no me<br />
escucharon; siguieron sumidos en sus<br />
propias luchas, en sus propias peleas,<br />
sin advertir que todo se venía abajo alrededor<br />
de ellos. Por eso no pude parar.<br />
Y por eso alego el perdón de la Historia.<br />
Los huracanes podrán parecer excesivos,<br />
los ciclones demasiado fieros,<br />
los incendios y tornados, de seguro,<br />
asemejarán crueles, pero debía hacerme<br />
oír. Tenía que hacerme escuchar.<br />
Estaba enojada, furiosa y herida. Lo<br />
único que podía desear era salvar al ser<br />
humano de su propia miopía y salvarme<br />
a mí a su vez. Gritar, exhortar, movilizar<br />
a todos y cada uno de ellos para<br />
que unos segundos de reflexión les<br />
llevaran a pensar: «¿Qué estamos haciendo?».<br />
Pero todos mis intentos fueron<br />
en vano, por eso no tuve elección.<br />
Lo siento, yo no tuve elección.<br />
Desde luego, había algunos que<br />
me querían. No puedo negarlo. Todavía<br />
podía encontrar a alguien que apreciara<br />
más el vuelo de una mariposa que<br />
el sonido de las monedas tintineantes<br />
sobre el tablero. Todavía había alguien<br />
que se emocionaba al sumergir su mirada<br />
en el frío amanecer de una mañana<br />
de invierno. Todavía existía alguien<br />
que, gracias al deslizar de las nubes,<br />
podía viajar a Ítaca de regreso. Pero<br />
todos ellos no fueron suficientes. Las<br />
gotas de un vaso no hacen un océano.<br />
Hubiera podido ser de otra forma; por<br />
eso lo lamento, por eso me lamento.<br />
V<br />
Yo sigo aquí o aquí sigue lo que de mí<br />
queda. La lluvia continúa mojando mi<br />
rostro. No os engañéis. No me causa<br />
placer. Añoro aquel agua fresca y límpida,<br />
su dulce deslizar por lo extenso de<br />
mi cuerpo, el hondo respirar que exhalaban<br />
mis entrañas. Este ácido no es lo<br />
mismo, solo me corroe y me consume,<br />
solo me permite recordar quién fue el<br />
causante de ello. Mientras yo avisaba,<br />
ellos seguían jugando a ser dioses.<br />
Yo sigo aquí; después de todo, no<br />
han podido conmigo. Cuando todos se<br />
han ido, aquí permanezco. Cuando ya<br />
nadie está, mi ser sobrevive.<br />
33
34<br />
Algún día, tal vez, vuelva a alumbrar<br />
en mi seno la grandeza de la vida. Si<br />
todo sale bien, si me recupero, si vuelvo<br />
a ser una paleta de azules y verdes, si<br />
vuelvo a serlo, quizás vuelva a escuchar<br />
el crepitar de los pinos, quizás vuelva a<br />
oír las risas de los niños.<br />
No sé cómo crecerán sobre mí. Desconozco<br />
si los crearán de una costilla,<br />
si los moldearán con barro, si emergerán<br />
de las aguas. Desconozco si la evolución<br />
los traerá de vuelta, si recorrerán<br />
el camino correcto. Desconozco el futuro,<br />
pero recuerdo el pasado, y por eso<br />
mismo espero que, cuando ocurra, si es<br />
que ocurre algún día, en alguna época,<br />
dentro de millones de años tal vez, o tal<br />
vez mañana, exista todavía un hueco<br />
para la esperanza y la vida. Y rezo porque<br />
en sus almas, si es que tienen almas,<br />
subsistan almacenados los ecos<br />
de aquel tiempo en el que los errores<br />
los condujeron al odioso limbo de la<br />
nada, en el que me obligaron a destruir<br />
la creación y hacer que todo, de una u<br />
otra forma, empezara de nuevo. Por eso<br />
espero. Por eso sigo aquí.<br />
Llueve afuera. Parece que no va a<br />
parar nunca. Parará. Sé que parará. Todavía<br />
espero un nuevo amanecer.
JULIA<br />
Texto: Alejandro Morales Mariaca<br />
ilustración: Abel Portillo<br />
35
El tren arribó a la pequeña estación<br />
al poco de caer la noche. Su gran<br />
maquinaria se detuvo con un pequeño<br />
tirón, emitiendo un silbido mecánico<br />
similar a una exhalación, que al<br />
poco se convirtió en una densa nube de<br />
vapor que lo envolvió todo. Justo cuando<br />
parecía que nadie descendería de él, una<br />
delgada figura, medio difuminada por la<br />
bruma, bajó por la escalerilla metálica,<br />
haciendo sonar el tacón de sus botines.<br />
La joven, a la que no podrían calculársele<br />
más de veinticinco años,<br />
avanzó por el solitario andén, llevando<br />
con ambas manos un abultado maletín<br />
de tweed que contenía absolutamente<br />
todas sus pertenencias.<br />
Por lo que pudo ver, nadie se había<br />
acercado a recibirla; de hecho, fuera<br />
de ella misma y del conductor del tren,<br />
quien en ese momento volvía a poner<br />
en funcionamiento la locomotora, no<br />
pudo encontrar una sola alma rondando<br />
por la estación. Si no fuera por la<br />
ausencia de polvo y las lámparas de<br />
queroseno, el lugar parecería del todo<br />
abandonado, nada más que un cascarón<br />
de hierro y madera. Pronto decidió<br />
no esperar más y abandonó la terminal,<br />
dispuesta a embarcarse en aquella<br />
nueva aventura.<br />
Tras caminar algunos metros, siguiendo<br />
un pequeño sendero de piedras,<br />
pudo llegar sin dificultades hasta el pequeño<br />
poblado, encontrándolo silencioso<br />
y tranquilo. Tal como había ocurrido<br />
antes, el único inicio de vida que pudo<br />
hallar fueron las farolas de gas que iluminaban<br />
las calles. Aquella quietud pronto<br />
comenzó a antojársele antinatural, y no<br />
pudo evitar pensar que alguien le estaba<br />
jugado una mala pasada.<br />
Pensando en aquella posibilidad,<br />
apenas si se percató de que no todas<br />
las construcciones se encontraban<br />
a oscuras, pues al lado de la avenida<br />
principal se levantaba un edificio de<br />
ladrillo de dos plantas sin decorados,<br />
cuyas ventanas estaban parcialmente<br />
iluminadas desde el interior.<br />
Como no tuvo una idea mejor, se<br />
encaminó hacia esa estructura, pensando<br />
que tal vez ahí encontrase a<br />
alguien que pudiera indicarle dónde<br />
conseguir hospedaje y algo de comer.<br />
Al acercarse un poco más pudo ver que<br />
su suerte mejoraba un poco, pues se<br />
trataba nada menos que de la taberna<br />
del poblado, cuyo nombre, grabado sobre<br />
una tabla de madera con adornos<br />
de hierro forjado, resultaba ilegible por<br />
la acción del tiempo y los elementos.<br />
Agotada y un tanto molesta, la joven<br />
entró con decisión en el edificio, en<br />
donde lo primero que hizo fue liberarse<br />
de la pesada maleta sobre la mesa<br />
más próxima, sólo entonces se atrevió<br />
a dar un vistazo al lugar. Con auténtico<br />
alivio descubrió a dos personas allí, el<br />
tabernero, quien en ese momento se<br />
daba a la tarea de limpiar un tarro de<br />
cerveza, y cuyas facciones permanecían<br />
ocultas bajo una ensortijada melena;<br />
le acompañaba un caballero ya<br />
entrado en años que, sentado en una<br />
de las mesas del rincón, devoraba con<br />
fruición un humeante estofado, sin que<br />
al parecer nada más le importase en el<br />
mundo entero.<br />
La joven se aclaró la garganta intentando<br />
llamar la atención del dependiente,<br />
pero éste no pareció darse por aludido.<br />
Un tanto indignada, pero intentando<br />
mantener la compostura, dio da dos pasos<br />
en dirección a tan grosero sujeto.<br />
—No lo tome personal —dijo el otro<br />
hombre, sin soltar la cuchara—, el pobre<br />
Esteban sufre de sordera desde hace<br />
varios años.<br />
Antes de que ella tuviera oportunidad<br />
de disculparse por el exabrupto, el<br />
comensal retomó la palabra:<br />
—¡Esteban, trae un plato de estofado<br />
y un vaso de tu cerveza para esta<br />
bella dama!<br />
El tabernero no respondió nada,<br />
pero desapareció tras una puerta que<br />
la visitante supuso conducía a la cocina<br />
del lugar.<br />
—Le agradezco.<br />
36
—No es nada —exclamó el anciano<br />
con una amplia sonrisa—. ¿Le gustaría<br />
compartir la mesa conmigo? En realidad<br />
nunca me ha gustado comer solo.<br />
—Encantada —respondió la joven.<br />
Antes de que tuviera tiempo de tomar<br />
asiento, el viejo se incorporó como impulsado<br />
por un resorte.<br />
—Pero qué modales los míos —se<br />
excusó—, permítame ayudarle con su<br />
silla. ¿Cómoda?<br />
—Sí, es usted muy amable, señor…<br />
—Abel, puede llamarme Abel.<br />
—Encantada, mi nombre es Julia.<br />
—Y dígame, jovencita, ¿se encuentra<br />
de paso por nuestro pequeño poblado?<br />
—No realmente. Hace una semana<br />
recibí una carta del alcalde de esta localidad,<br />
en la cual me ofrecía un trabajo<br />
como maestra —acompañado estas palabras,<br />
Julia sacó de entre sus ropas una<br />
hoja de papel que extendió al anciano.<br />
—Lamento ser yo quien se lo informe<br />
—soltó Abel, tras leer el documento—, pero<br />
nuestro alcalde falleció la pasada noche.<br />
Julia se llevó una mano a su boca,<br />
incapaz de ahogar un gritito de sorpresa<br />
y frustración, pues todas las esperanzas<br />
que había depositado en ese<br />
empleo se desvanecieron de un plumazo,<br />
lo que era más de lo que podía soportar<br />
en ese momento.<br />
—Pero no se preocupe, que aún necesitamos<br />
de una profesora. Estoy del todo<br />
seguro que el nuevo alcalde la considerará<br />
para el puesto, y antes de que se percate<br />
de ello, será una de nosotros —la última<br />
frase del anciano fue acompañada<br />
por una ampliación en su sonrisa, gesto<br />
que no fue del todo del agrado de Julia.<br />
No muy segura de cómo responder<br />
a ello, la futura maestra sonrió a su vez,<br />
asintiendo suavemente con la cabeza.<br />
En ese momento, e interrumpiendo el<br />
incómodo momento, el tabernero se<br />
acercó a la mesa, portando un tazón<br />
de comida y una jarra con más espuma<br />
que líquido. Como no pudo hacerlo al<br />
llegar, Julia aprovechó la repentina cercanía<br />
para ver mejor al sordo. Le bastó<br />
una breve mirada para maldecir su curiosidad,<br />
pues tanto el rostro como las<br />
manos del tabernero no existían como<br />
tal, sino que eran representaciones hechas<br />
con un material muy similar a la<br />
cerámica. El hombre no dijo nada ni<br />
hizo amago de mirarlos con sus ojos<br />
muertos, limitándose a regresar en silencio<br />
a su posición detrás de la barra.<br />
Notando su turbación, Abel comenzó<br />
una explicación que consideró necesaria.<br />
—Esteban luchó en la guerra y,<br />
como podrá ver, sufrió severas heridas.<br />
Ya que la medicina no podía hacer nada<br />
para aliviar sus sufrimientos, vino a mí<br />
por ayuda. No resultó sencillo, pero tras<br />
muchos meses de trabajo logré reconstruir<br />
sus manos. Por desgracia, lo único<br />
que pude hacer por su rostro fue fabricarle<br />
esa máscara, con la cual parece<br />
bastante conforme, ¿no lo cree así?<br />
—¿Usted construyó…? ¿Es alguna<br />
clase de médico o ingeniero?<br />
—¿Yo? Oh no, no. No soy más que<br />
un simple juguetero. Mi taller queda a<br />
unos cuantos pasos de aquí.<br />
—Pero lo que ha hecho por ese pobre<br />
hombre… no me parece que un juguetero<br />
cualquiera pueda realizar algo así.<br />
—Admito que en ocasiones llevo<br />
algo lejos mi trabajo. En realidad nuestros<br />
cuerpos no son tan diferentes a los<br />
mecanismos internos de los juguetes<br />
de cuerda. Sí, son algo más complejos,<br />
pero funcionan siguiendo leyes similares.<br />
Verá, si uno es capaz…<br />
El resto de la cena transcurrió a<br />
partes iguales entre las complicadas<br />
explicaciones del viejo juguetero y las<br />
exclamaciones de admiración de la muchacha,<br />
quien aunque no comprendía<br />
la mayor parte de lo que se decía, intuía<br />
que se trataba de cosas muy importantes.<br />
Finalmente, fue ella quien decidió<br />
poner fin a la conversación, excusándose<br />
en el cansancio que en realidad sentía<br />
en ese momento.<br />
—Es verdad, el viaje debió resultarle<br />
agotador —concedió el juguetero, asintiendo<br />
para sí.<br />
37
—Un poco —admitió Julia, al tiempo<br />
que se le escapaba un bostezo—. ¿Podría<br />
ser tan amable de indicarme un lugar<br />
donde pueda hospedarme?<br />
—De hecho, Esteban tiene un par de<br />
habitaciones disponibles en el piso superior.<br />
Estoy seguro de que no le importará<br />
que ocupe una de ellas, al menos<br />
hasta que pueda conseguir un hospedaje<br />
más permanente. Si me lo permite,<br />
puedo escoltarla hasta allí y ayudarle<br />
con su equipaje.<br />
—Le agradezco la gentileza, pero no<br />
será necesario. Ya mucho ha hecho por mí.<br />
—En ese caso le deseo buena noche.<br />
Y no se preocupe por la cuenta,<br />
que en esta ocasión invito yo.<br />
Agradeciendo de nuevo tanta atención<br />
hacia su persona, Julia tomó su<br />
maletín, dirigiéndose a las escaleras<br />
ubicadas al lado derecho de la barra, en<br />
donde el mutilado Esteban continuaba<br />
entregado a su labor de limpieza.<br />
Una vez en la segunda planta, Julia<br />
se topó con un pequeño pasillo con dos<br />
puertas cerradas, una a cada lado. Decidió<br />
probar suerte con la de la izquierda,<br />
encontrándola sin llave, así que la<br />
atravesó, cerrándola de nuevo tras de<br />
sí. La habitación que se reveló ante sus<br />
ojos era pequeña y no del todo cómoda,<br />
pero al menos lucía limpia, lo que ya<br />
era de agradecer.<br />
Sin gran ceremonia se despojó de<br />
su atuendo, cubriendo su desnudez<br />
con un ajado camisón que había conocido<br />
tiempos mejores. Se encontraba<br />
tan cansada que no se molestó en<br />
apartar las sábanas, acostándose sobre<br />
ellas sin pensarlo, y en cuanto su<br />
cabeza tocó la almohada, cayó en un<br />
profundo sueño.<br />
La sensación de algo anormal la<br />
obligó a abrir los ojos. La habitación todavía<br />
se mantenía a oscuras, por lo que<br />
a tientas tuvo que buscar la clavija que<br />
accionaba la lámpara de gas. Pero la<br />
luz no bastó para alejar esa agobiante<br />
sensación, así que decidió incorporarse<br />
y, sin saber muy bien porqué, se acercó<br />
al espejo que colgaba de la pared. De<br />
súbito, la sensación del camisón sobre<br />
su cuerpo se le antojó insoportable,<br />
viéndose obligada a arrancárselo, para<br />
después mirar de nuevo su reflejo. En él<br />
vio que su piel se había vuelto similar a<br />
la porcelana y que en su pecho, en el lugar<br />
donde deberían de estar su corazón<br />
y pulmones, se desplegaba un complejo<br />
grupo de engranes, bielas y fuelles.<br />
Aterrada, Julia despertó. El sol ya<br />
entraba en el lugar y la ropa aún cubría<br />
su delgado cuerpo. Con urgencia puso<br />
una mano sobre su pecho, sintiendo las<br />
rítmicas palpitaciones de su corazón y<br />
no el pausado ritmo de una maquinaria<br />
de relojería.<br />
Todavía permaneció sobre la cama<br />
unos minutos más, hasta que su respiración<br />
se regularizó y las brumas del<br />
sueño abandonaron su mente. Pronto<br />
comenzó a sentir hambre, así que se<br />
vistió y bajó a la taberna. No encontró<br />
rastro alguno del dueño del lugar, pero<br />
sí descubrió un plato de alimento y una<br />
taza de té con leche sobre una de las<br />
mesas. Con mucho apetito devoró su<br />
desayuno, permitiéndose entre bocado<br />
y bocado pensar en su situación.<br />
Ella, al igual que muchos, huía de la<br />
guerra, y hasta donde sabía, ya no tenía<br />
un hogar al cual regresar. Tampoco tenía<br />
dinero, lo último de sus ahorros lo<br />
había gastado en el boleto de tren que<br />
la llevó hasta ese aislado y olvidado poblado,<br />
lo que de pronto le pareció una<br />
mala decisión. Tal vez hubiese sido mejor<br />
utilizar ese dinero para abordar un<br />
dirigible y viajar a otra nación, tal vez a<br />
Inglaterra, o quizá Francia. Pero ya era<br />
tarde para lamentarse.<br />
Sumergida en sus cavilaciones,<br />
Julia se había acercado, sin ser consciente<br />
de ello, a uno de los muros de la<br />
taberna, en el cual se encontraba una<br />
gran cantidad de retratos de personas<br />
de ambos sexos y diferentes edades.<br />
Todos parecían haber sido capturados<br />
en momentos y actividades cotidianas.<br />
Todos tenían rostros felices.<br />
38
Por más que lo buscó, no fue capaz<br />
de encontrar en aquella galería una fotografía<br />
del juguetero o del siniestro<br />
hombre reconstruido.<br />
Cuando al fin abandonó la taberna,<br />
decidió que lo mejor que podía hacer<br />
era familiarizarse con el pueblo, y de<br />
paso presentarse ante sus habitantes,<br />
pues como el viejo Abel le dijera la noche<br />
anterior, pronto sería uno de ellos.<br />
Bajo la luz del sol aquel lugar lucía<br />
muy distinto, incluso se podría decir<br />
que agradable, aunque un tanto descuidado,<br />
como si nadie en las últimas<br />
semanas se hubiese tomado la molestia<br />
de barrer las hojas muertas, cambiar<br />
un vidrio fracturado o de retirar las incipientes<br />
telarañas de los rincones.<br />
Tal como sucediera durante su llegada,<br />
no se encontró con nadie en el<br />
exterior, aunque en ocasiones alcanzó a<br />
distinguir siluetas detrás de las ventanas<br />
de algunas de las viviendas. De no ser<br />
porque no conocía a esa gente, casi podría<br />
haber asegurado que los pobladores<br />
se ocultaban de ella. Pero como eso no<br />
podía ser, decidió tomar el control de la<br />
situación y fue directo a una de las puertas<br />
con la intención de darse a conocer.<br />
Casi estaba a punto de hacerlo, cuando<br />
una idea todavía mejor vino a su mente.<br />
El taller de Abel quedaba cerca, así<br />
que bien podría ir hacía allí, conversar con<br />
él y solicitarle su ayuda para introducirse<br />
en la comunidad. Con este nuevo plan y<br />
más segura de sí misma, Julia tomó rumbo<br />
al taller del juguetero, el cual no le fue<br />
nada difícil localizar, pues en su fachada<br />
se encontraba una gran vitrina en la que<br />
se exhibían juguetes de diverso tipo.<br />
Le bastó una sola mirada para poder<br />
ver la innegable maestría en la ejecución<br />
de cada una de esas piezas, que demostraban<br />
más allá de cualquier duda la habilidad<br />
de aquel hombre y su capacidad<br />
para realizar prodigios que la ciencia<br />
médica no era capaz siquiera de imitar.<br />
A diferencia de la mayoría de las<br />
construcciones en el pueblo, el taller<br />
del juguetero era un edificio de tres pisos,<br />
el último de los cuales se encontraba<br />
coronado por dos gruesas chimeneas,<br />
a través de las cuales brotaban<br />
gruesas nubes de humo negro y vapor<br />
de agua. Julia notó otras peculiaridades<br />
en aquella estructura, como un exagerado<br />
número de tuberías de cobre y válvulas<br />
de presión que se enroscaban y<br />
retorcían caprichosas alrededor de su<br />
fachada, dándole un aspecto extraño y<br />
casi perturbador.<br />
No tardó en restarle importancia a<br />
aquella impresión. Después de todo,<br />
ella no sabía lo más mínimo del oficio<br />
de juguetero, mucho menos cómo debía<br />
lucir su taller. Así que sin posponerlo<br />
más tiró de la campanilla, a la que<br />
nadie respondió.<br />
Lejos de desanimarse por ello, intentó<br />
abrir la puerta, descubriendo para<br />
su sorpresa que esta se abría sin oponer<br />
la menor resistencia, permitiéndole<br />
la entrada. El interior del lugar, el cual<br />
parecía bastante más grande de lo que<br />
aparentaba en el exterior, se repartía a<br />
partes iguales entre una tienda de juguetes<br />
y una caótica factoría, de modo<br />
que no era raro que los osos de peluche,<br />
las muñecas de trapo y los ratones<br />
de cuerda compartieran espacio con<br />
engranes, resortes y otros componentes<br />
mecánicos menos identificables.<br />
Si había alguna clase de orden en<br />
aquel enmarañado conjunto de elementos,<br />
la joven no fue capaz de verlo,<br />
aunque le parecía natural, pues sabía<br />
que las mentes de los genios, y para ella<br />
no cabía la menor duda de que Abel era<br />
un genio, tendían a ser un tanto desordenadas,<br />
lo mismo que los espacios en<br />
los que estos se desenvolvían.<br />
Aunque ya no era ninguna niña, Julia<br />
no pudo dejar de sorprenderse por<br />
las maravillosas creaciones del juguetero,<br />
cada una de ellas más fabulosa<br />
que la anterior. Pero de todo aquel grupo<br />
de prodigios, nada se comparaba a<br />
lo que sin duda tenían que ser las máximas<br />
creaciones de Abel. Se trataba de<br />
no menos de tres docenas de marione-<br />
39
tas de aproximadamente un metro de<br />
alto, construidas con gran maestría en<br />
madera tallada y recubiertos con placas<br />
de cerámica. La joven observó con<br />
asombro aquel conjunto de obras, sintiendo<br />
especial atracción por las más<br />
pequeñas, aquellas que representaban<br />
niños de ambos sexos y de una edad<br />
que no podía superar los doce años.<br />
Apenas consciente de ello, esas<br />
figuras hicieron saltar algo dentro de<br />
su mente. En el tiempo que llevaba en<br />
aquel pueblo no había visto a ningún<br />
niño por los alrededores, algo que aún<br />
en tiempos de guerra era bastante insólito.<br />
Concentrada como se encontraba<br />
en esa peculiaridad, tardó un poco<br />
en notar otra extrañeza que le resultó<br />
aún más chocante, el que varias de<br />
aquellas facciones representadas a la<br />
perfección le eran muy familiares.<br />
Tras darle varias vueltas en su cabeza,<br />
al final relacionó esos rostros con los<br />
de los retratos de los habitantes del poblado<br />
que viera colgados más temprano<br />
en la taberna. No, ya no le cabían dudas<br />
de que en aquellos estantes se encontraban<br />
personificados todos los pobladores.<br />
Sin embargo, tal como sucedió<br />
con las fotografías, Julia no pudo hallar<br />
una figura del tabernero o el juguetero.<br />
De repente, en el lapso de sólo unos<br />
cuantos segundos, sucedieron varias<br />
cosas. En primer lugar, desde el fondo<br />
de la habitación en la que se encontraba,<br />
probablemente detrás de unas de<br />
las dos puertas que conectaban esa<br />
sala con otras áreas del taller, la joven<br />
escuchó el sonido de un potente silbato<br />
de vapor, seguido por el característico<br />
arranque de una maquinaria de<br />
engranes. Aquel inesperado estruendo<br />
le ocasionó un sobresalto, que se vio<br />
incrementado cuando tuvo consciencia<br />
de que muchos de esos ojos de vidrio<br />
comenzaron a mirarla con una intensidad<br />
que en modo alguno podía ser natural<br />
en un objeto inanimado.<br />
Aunque allí no había ningún peligro<br />
real, o al menos ninguno que fuera<br />
evidente, el lugar se tornó de pronto insoportable<br />
para Julia, quien sólo pudo<br />
pensar en lanzarse a la puerta y largarse<br />
de allí. Antes de que tuviera tiempo<br />
de dar un solo paso, la habitación y el<br />
taller entero comenzaron a llenarse de<br />
un algodonoso vapor purpúreo que no<br />
le permitió respirar. Intentando no dejarse<br />
perder en la desesperación y la<br />
asfixia, hizo un gran esfuerzo por arrastrarse<br />
hasta la salida. Pero esa bruma,<br />
que ahora se había tornado negra<br />
como la pez, hizo cosas con su cabeza,<br />
privándola del poco control que todavía<br />
tenía sobre sus miembros.<br />
Antes de que su conciencia se extinguiera,<br />
todo dejó de importarle, la<br />
guerra, la falta de dinero, el tabernero<br />
de porcelana, el genio del juguetero y<br />
su pueblo de siluetas y simulaciones.<br />
Cuando Julia recobró el conocimiento,<br />
lo primero que notó fue que no quedaban<br />
rastros del asfixiante vapor y que<br />
los objetos a su alrededor lucían como<br />
si los viera a través de un vidrio recién<br />
entintado. Había bastante luz en el lugar<br />
donde se encontraba, pero no se trataba<br />
de la alegre luz del sol, sino de aquella<br />
iluminación amarillenta y enfermiza de<br />
las lámparas de gas. Pronto reconoció,<br />
no sin cierta alarma, que se encontraba<br />
todavía en la tienda-taller del juguetero.<br />
Como no deseaba pasar un solo instante<br />
más en ese lugar, ordenó a sus piernas<br />
que la sacaran de allí, pero para su<br />
sorpresa, estas no le respondieron, lo<br />
mismo que los brazos o el cuello o cualquier<br />
otra parte de su cuerpo, incluyendo<br />
los ojos, los cuales permanecían dolorosamente<br />
fijos e incapaces de pestañear.<br />
Presa de un gran miedo, Julia comenzó<br />
a escuchar gemidos y susurros<br />
cercanos que parecían provenir de todas<br />
direcciones. Sin importar cuánto<br />
lo intentara, no logró entender lo que<br />
aquellas vocecillas intentaban comunicar,<br />
pero por su tono dedujo que se<br />
trataban de súplicas y amenazas.<br />
Aquellos murmullos pronto perdieron<br />
todo significado, pues frente a su li-<br />
40
mitado e inamovible campo de visión se<br />
presentó la familiar figura del juguetero,<br />
quien sonriendo de manera maliciosa<br />
se aproximaba a ella, sosteniendo entre<br />
sus manos una impecable copia en miniatura<br />
del sombrero que la joven portaba<br />
al momento de entrar al taller, el cual<br />
ajustaba a la perfección sobre su cabeza,<br />
provocando que sus ojos de vidrio<br />
lloraran por primera y última vez.<br />
41
El Árbol de la Ciencia<br />
del Bien y del Mal<br />
texto: Heberto de Sysmo<br />
ilustración: Ángel García Alcáraz<br />
42
Relato inédito, ganador del 1º premio del III certamen literario organizado por la institución<br />
valenciana Ateneo Blasco Ibáñez en la modalidad de narrativa (2011).<br />
«Continuamos siendo imperfectos,<br />
peligrosos y terribles, y también<br />
maravillosos y fantásticos.<br />
Pero estamos aprendiendo<br />
a cambiar»<br />
Ray Bradbury<br />
Como la rutilante grandeza del microscópico<br />
átomo de la materia,<br />
el Hombre siempre se ha creído el<br />
orgulloso gobernante de las razas y los<br />
mundos, pero si de una vez alzara su<br />
mirada al Espacio y contemplara y sintiera<br />
en su carne toda su insignificancia,<br />
cambiaría toda esa soberbia ingente<br />
con aires de grandeza por la humilde<br />
ingenuidad con la que un niño juega<br />
con un juguete que no sabe de dónde<br />
ha salido, y no sabe porqué juega, ni<br />
hasta cuando, ni por qué.<br />
En alguna región insospechada del<br />
gigantesco Universo, tenía lugar una conversación<br />
telepática entre dos entidades,<br />
conversación sostenida en el interior de<br />
lo que conocemos por «nave espacial»…<br />
—¿Están listos los niños?<br />
—Sí, claro, es la enésima vez que me<br />
lo preguntas, ¿no crees que les das demasiada<br />
importancia?<br />
—Simplemente quiero hacer bien<br />
mi trabajo.<br />
—¿Trabajo? ¿Acaso nos pagan por<br />
hacer algo así?<br />
—Oye, está claro que tú y yo somos<br />
muy diferentes, así que limítate a llevar a<br />
cabo tu parte y no acabes con mi paciencia.<br />
—Pero si sabes que aunque no lo hiciéramos<br />
tampoco pasaría nada, tarde<br />
o temprano terminan aniquilándose.<br />
—Esta vez será diferente, el programa<br />
está más desarrollado.<br />
—Pero si sabes que son primarios, violentos,<br />
instintivos y sólo saben utilizar el<br />
diez por ciento de su capacidad cerebral.<br />
—Mientras haya planetas donde<br />
ellos puedan prosperar y tener una<br />
nueva oportunidad lo seguiré intentando,<br />
seguiré colaborando con la causa.<br />
—Lo que tú digas, está terminando<br />
la proyección de los valores humanos.<br />
—Perfecto, en cuanto crucemos las<br />
coordenadas de los corales afrisales<br />
empezaremos con los preparativos.<br />
Mientras tanto, en un aula especial<br />
de la aeronave, dos niños de corta edad;<br />
Rebeca y Abraham visualizaban imágenes<br />
en movimiento que eran proyectadas<br />
por las paredes del recinto, paredes<br />
formadas de algún material parecido al<br />
cristal que tenían multitud de usos y uno<br />
de ellos era ser pantalla panorámica.<br />
Los muchachos fueron reclutados<br />
de diferentes partes de la Tierra, no se<br />
conocían ni hablaban la misma lengua,<br />
pero reunían los requisitos necesarios<br />
para llevar a cabo con ellos los planes<br />
de las entidades y después de pasar<br />
por varios trámites de procesos científicos,<br />
podrían relacionarse y comprenderse<br />
el uno al otro.<br />
Mientras la lluvia exterior de láminas<br />
de coral se arremolinaba en torno<br />
al bólido espacial envolviéndolo en nubes<br />
multicolores, en varios laboratorios<br />
de la nave se terminaba de codificar un<br />
antiguo proyecto de varias fases que<br />
había sido restaurado para perfeccionarlo,<br />
el proyecto «Empedócles». Se<br />
trataba de dos «microchips» de tecnología<br />
vanguardista, que más tarde se<br />
insertarían en los cerebros de los niños,<br />
precisamente en una cavidad parietal,<br />
lugar donde, una vez hubieran realizado<br />
su trabajo, podrían ser extraídos sin<br />
problemas ni secuelas.<br />
La segunda fase del proyecto incluía<br />
un árbol de cualidades asombrosas, un<br />
híbrido entre tecnología y naturaleza,<br />
un ramificado mastodonte que contaba<br />
con una parcela de vida propia y otra de<br />
inteligencia artificial manipulada.<br />
Los «microchips» eran llamados «eslabones»,<br />
y al árbol se referían por «emisario».<br />
43
El emisario ya había sido instalado en<br />
la zona precisa del planeta que pretendían<br />
colonizar, muy pronto se procedería<br />
a la inserción de los eslabones y con ello<br />
a garantizar la supervivencia de una raza<br />
que, debido a su propia ambición e ignorancia<br />
tenía los días contados.<br />
Las entidades que habían organizado<br />
tan estudiado plan, provenían de latitudes<br />
remotas del Universo, poseían una<br />
tecnología nunca vista y más avanzada<br />
de lo que ningún mortal podía imaginar,<br />
pero se sabía muy poco acerca de ellos,<br />
eran muy discretos, y nada hostiles, pues<br />
además de avanzar en sus conocimientos<br />
tecnológicos acerca de la aeronáutica,<br />
manipulación de la materia y aprovechamiento<br />
de las energías naturales, habían<br />
desarrollado conceptos inverosímiles<br />
para la comunicación, así como el transporte,<br />
pero si hay algo que cabe destacar<br />
verdaderamente de estas entidades misteriosas,<br />
era su moralidad. Habían desarrollado<br />
una capacidad equitativa y equilibrada<br />
envidiable, profesaban dogmas de<br />
respeto y armonía con el Cosmos, se desconocía<br />
si eran mortales o inmortales, lo<br />
cierto es que gracias a ellos la Humanidad<br />
volvería a gozar de otra oportunidad.<br />
Aunque pareciesen semidioses comparándolos<br />
con los humanos, no lo eran,<br />
también tenían sus limitaciones en casi<br />
todos los ámbitos y rendían culto a una<br />
supuesta entidad superior a la que denominaban<br />
Fátum.<br />
La aeronave ya había superado las<br />
coordenadas de los corales afrisales y<br />
Abraham ya estaba siendo intervenido<br />
quirúrgicamente, Rebeca esperaría su<br />
turno, el programa establecido estaba<br />
siendo todo un éxito.<br />
La nave de las entidades no se<br />
propulsaba mediante ningún motor a<br />
combustión, ni utilizaba combustible<br />
orgánico ni nada parecido, lo hacía<br />
mediante un sistema muy avanzado<br />
de navegación por radiaciones. Las radiaciones<br />
en el Universo permanecían<br />
por doquier, unas en movimiento, otras<br />
estáticas, un voluminoso aparato las<br />
detectaba y decodificaba para emplearlas<br />
en fusiones con elementos desconocidos.<br />
El resultado de esas fusiones<br />
se condensaba en rayos invisibles<br />
propulsados a través de catalizadores<br />
naturales y les servía para desplazarse.<br />
Un programa matemático aplicado<br />
por computadoras vivas les ayudaba<br />
a ir desglosando vectores del espacio,<br />
de esa manera veían qué clase de energías<br />
poblaban la zona analizada y las<br />
catalogaba para su uso. Disponían de<br />
una fabulosa materia maleable, blanca<br />
y fría llamada «Verso» que era extraída<br />
sin descanso del único lugar donde<br />
se encontraba, un planeta-cometa del<br />
mismo nombre. Esa materia era disparada<br />
en chorros contra los agujeros<br />
negros, tenía la cualidad de hacer visible<br />
la materia oscura y además de eso,<br />
de configurar las fluctuaciones de materia<br />
desorden caótico de los agujeros<br />
negros de manera que, si se atravesaban<br />
en el mismo momento en que eran<br />
disparados por rayos Verso, servían de<br />
puertas dimensionales.<br />
Rebeca estaba siendo coronada<br />
con su eslabón, Abraham seguía recibiendo<br />
proyecciones visuales y comenzaba<br />
a notar la presencia de nuevos estímulos<br />
cerebrales.<br />
Los eslabones debían garantizar<br />
la existencia de los niños, debía inspirarles<br />
ante los problemas para llegar a<br />
su solución, debía instarles a procrear<br />
entre ellos y orientarlos en el campo<br />
incultivado de su inmadurez así como<br />
garantizar su supremacía ante las demás<br />
criaturas que encontraran, pero<br />
sobre todo, motivar su evolución. Mediante<br />
descargas de mensajes a través<br />
de los sueños o intuiciones tomadas<br />
como personales, debían encontrar el<br />
camino hacia su supervivencia, instaurarse<br />
como los pobladores de un nuevo<br />
mundo, ser los protagonistas de una<br />
gran historia pero ajenos a todo el proyecto<br />
que los apadrinaba.<br />
Las entidades podían borrarles recuerdos,<br />
e introducirles otros recuerdos<br />
44
diferentes, podían dejarlos sin memoria<br />
o atribuirles una memoria sin precedentes<br />
de caudal insospechado, podían<br />
otorgarles cualidades milagrosas,<br />
por las cuales serían tomados por dioses<br />
por los demás seres inferiores, pero<br />
esa no era la misiva de sus poderosos<br />
protectores. Gozarían de la solidaridad<br />
de una raza superior pero sólo hasta el<br />
momento en que dejaran de merecerla.<br />
Sabiendo tan sólo unas pocas de<br />
las cualidades de estos seres sin nombre,<br />
resultaba inconcebible pensar en<br />
la magnitud de la entidad que ellos<br />
mismos veneraban. ¿Acaso sería Fátum<br />
el verdadero creador de lo visible<br />
e invisible? ¿O por el contrario hasta el<br />
mismo Fátum adoraba a otros dioses<br />
más superiores que él?<br />
El planeta del que provenían los niños,<br />
la Tierra, estaba siendo amenazado<br />
por una global guerra nuclear, era de<br />
inminente estallido, un efecto dominó<br />
desencadenante que produciría la mayor<br />
de las tragedias, la que impedía la<br />
vida humana y su sustento. Una guerra<br />
provocada por el animalismo humano,<br />
la ambición, el interés, la poca inteligencia<br />
aplicada a administrar los recursos<br />
naturales y por supuesto, la codicia, tan<br />
arraigada en las personas de ese planeta,<br />
tan arraigada como su ignorancia.<br />
Las entidades superiores, conscientes<br />
del panorama de la sociedad en la<br />
Tierra, urdieron el plan de secuestrar a<br />
los niños para evitar la extinción de su<br />
raza. Habían vaticinado el descalabro<br />
económico mundial y de valores humanos<br />
debido a sus múltiples visitas a través<br />
de los siglos, habían estudiado al ser<br />
humano sin que él lo supiera, sabían de<br />
su arrogancia, así que movidos por un<br />
sentimiento altruista decidieron dar vida<br />
al proyecto Empedócles, ellos se encargarían<br />
de controlarlo todo, de mantener<br />
el contacto con los niños, de manipular<br />
el comportamiento del emisario, por lo<br />
menos, hasta que fuera estrictamente<br />
necesario. Después de cumplidos los<br />
objetivos deberían retirar los eslabones<br />
sin rastro alguno, así como desconectar<br />
la parte artificial del emisario para que<br />
pudiera seguir creciendo y viviendo de<br />
manera natural y sin vestigio alguno de<br />
sus ocultas funciones.<br />
Su filosofía se limitaba a ayudar a<br />
los demás y evitar influir negativamente<br />
en todo aquello que les rodeaba, era importante<br />
mantener el equilibrio de vida<br />
en el Universo, las generaciones debían<br />
seguir su curso, incluso utilizaban su<br />
capacidad para viajar en el Tiempo de<br />
manera casi imperceptible, todo un ejercicio<br />
de honestidad y principios.<br />
Tan sólo a simple vista, tenían estos<br />
seres algo en común con los humanos,<br />
y era que, aunque habían escalado<br />
cientos de peldaños en la escala<br />
evolutiva, no habían podido deshacerse<br />
completamente de la maldad. Una<br />
ambigüedad congénita convivía en sus<br />
genes, ambigüedad a la que trataban<br />
de dominar mediante tratamientos casi<br />
mágicos, frecuentaban ciertas regiones<br />
del espacio donde proliferaba un<br />
ingrediente escaso, el material con el<br />
que fabricaban medicinas para intentar<br />
paliar su mala conciencia. La misma<br />
volubilidad humana que hacía pasar de<br />
lo correcto a lo incorrecto recorría sus<br />
moléculas y les hacía vulnerables.<br />
Rebeca y Abraham estaban siendo<br />
deslumbrados por los eslabones, sus<br />
sistemas nerviosos ya recibían órdenes<br />
precisas, la astronave se adentraba<br />
en la atmósfera del planeta elegido,<br />
unas sacudidas lo anunciaban, a estas<br />
alturas en el lugar exacto donde se debía<br />
ubicar el planeta Tierra debía haber<br />
una tormenta de piedra y gases, la terrible<br />
guerra atómica había amenazado<br />
siempre con destruirlo todo y finalmente<br />
se cumplieron los oscuros designios<br />
de las profecías.<br />
A pesar de la corta edad de los<br />
niños, tenían que sobrevivir hasta en<br />
las peores condiciones, de cualquier<br />
manera, una vez abandonados a su<br />
suerte en el desconocido planeta, la<br />
figura del emisario cobraba mayor<br />
45
elevancia. Su función primera y vital era<br />
la de abastecer de frutos comestibles<br />
a los pequeños, una protección ante<br />
cualquier bestia amenazadora puesto<br />
que podían subir por sus ramas a<br />
una altura considerable, un cobijo,<br />
ya que existían partes huecas dentro<br />
de la enorme envergadura donde se<br />
podían ocultar para guarecerse del<br />
frío u otras calamidades. Su capacidad<br />
de dar frutos era inextinguible y<br />
rápida, podía volverse luminiscente<br />
en la oscuridad, serviría de transmisor<br />
acústico si hiciera falta, estaba<br />
plagado de sensores informativos: de<br />
temperatura, de movimiento, de sonido,<br />
de densidad…etc, todo un prodigio de la<br />
bioquimirobótica. Si resultara dañado,<br />
él mismo podría repararse; a través<br />
de unas articulaciones ocultas podía<br />
incurrir en movimientos, mediante unas<br />
membranas holotemporales podía<br />
representar figuras físicas y sobre todo,<br />
haría la función de centinela comedido,<br />
enviando informes de cada incidencia<br />
o hasta pidiendo ayuda si por cualquier<br />
circunstancia los eventos le superaran<br />
en magnitud o importancia.<br />
Los sistemas de aterrizaje de la<br />
nave ya se desplegaban para dar por<br />
finalizado el trayecto, comenzaban las<br />
maniobras pertinentes para tocar suelo,<br />
mientras, en una de las habitaciones<br />
permanecían los niños, sentados en<br />
sillones de seguridad, juntos, amordazados,<br />
de repente sus miradas se cruzaron<br />
y como si se hubiesen visto por<br />
primera vez, comenzaron a hablar entre<br />
susurros y en una lengua que ambos<br />
comprendían…<br />
—Hola, me llamo Rebeca.<br />
—Hola, yo soy Abraham.<br />
—Dame la mano.<br />
—Me gustan tus ojos.<br />
—A mí me gusta tu sonrisa.<br />
—Gracias.<br />
—Estás temblando.<br />
—Tengo frío y miedo.<br />
—Descuida, estoy contigo.<br />
—Creo que van a abandonarnos.<br />
—No te preocupes yo me encargaré<br />
de protegerte.<br />
—Pero nos moriremos de hambre.<br />
—Eso jamás ocurrirá, yo cazaré para ti.<br />
—No me sueltes.<br />
—Tienes la piel muy suave.<br />
—Quédate siempre conmigo.<br />
—Tranquila, nunca te abandonaré.<br />
Los roles de los niños-colonos estaban<br />
dispuestos, la amistad nacería<br />
entre ellos, después el cariño y así sucesivamente<br />
en una escala de afectos<br />
hasta llegar al Amor. Debían consumar<br />
toda su atracción y perpetuar la especie<br />
con el rito del sexo, ingenuos y asustados<br />
niños de inocencia adulterada.<br />
Los eslabones corrompían el librepensamiento<br />
con sus mandatos,<br />
el albedrío azaroso era sustituido por<br />
certeras directrices, todos los géneros<br />
representados en la comedia de la vida,<br />
eran mejorados en este guión estudiado,<br />
en esta pantomima esperanzadora,<br />
sólo quedaba saber qué papel habría<br />
de coger la Maldad, el Azar, o la Muerte.<br />
Pero ¿hasta qué punto obedecería<br />
la mente humana las recomendaciones<br />
de los eslabones? ¿Sería capaz de<br />
obedecer siempre o tarde o temprano<br />
se dejaría llevar por los instintos?<br />
Gran parte de los sensacionales atributos<br />
internos del emisario, eran posibles<br />
gracias a unas ramificaciones venosas<br />
de material carnoso y umbilical.<br />
Esos canales le unían con la naturaleza<br />
y una vez recibida la señal que anunciase<br />
el fin de su misión se desintegrarían<br />
y fundirían con la tierra sin dejar rastro.<br />
El planeta donde pretendían desembarcar<br />
a los niños se encontraba a millones<br />
de años luz de la Tierra, de tamaño<br />
aproximadamente tres veces más<br />
grande, y con mucha más extensión de<br />
tierra y menos de agua. La atmósfera<br />
era en su mayor parte de oxígeno, pero<br />
de mucha más pureza que el terrícola.<br />
Los paisajes naturales, de insultante<br />
belleza: ríos púrpura y valles de texturas<br />
metálicas, montañas de minerales<br />
exóticos y nuevos, razas de animales<br />
46
desconocidas, espesura de plantas y<br />
flores, luz y color; todo un paraíso de<br />
fragancias y delicadezas tornasoladas.<br />
Era un planeta con movimiento de traslación<br />
alrededor de su sol pero sin movimiento<br />
de rotación sobre su eje, por lo<br />
que no existían las noches ni los días.<br />
Una franja meridional del planeta se<br />
encontraba en la linde de las dos mitades,<br />
donde los niños debían vivir, en las<br />
otras dos partes reinaban la oscuridad<br />
y la luz, noche y día perpetuos separados<br />
por un anillo de penumbra. Parajes<br />
vírgenes y fecundos, ricos y dadivosos,<br />
el lugar que toda la Humanidad soñaba.<br />
En la cabina de control de la nave<br />
las entidades dialogaban ultimando la<br />
descarga de sus huéspedes y su inminente<br />
viaje de regreso…<br />
—Aquí es, perfecto, tal y como calculamos,<br />
en el tiempo estimado.<br />
—Esta es la zona indicada, está el<br />
manantial bastante cerca, los campos<br />
de cultivo, las cuevas, el emisario.<br />
—Tienen todo cuanto necesitan.<br />
—Aquí echarán de menos la lluvia,<br />
porque no hay nubes.<br />
—Sí, pero detestarán las tormentas<br />
de partículas que se forman, porque el<br />
viento es muy potente e inestable aquí.<br />
—Es lo más parecido que hemos<br />
encontrado.<br />
—Vamos, acabemos con esto.<br />
—A mi señal desconecta todos los<br />
sistemas de seguridad y abre las compuertas<br />
exteriores.<br />
—De acuerdo.<br />
Estos chicos tenían por delante una<br />
de las mayores aventuras que se puede<br />
vivir: descubrir un nuevo mundo, descubrirse<br />
a sí mismos y ser los protagonistas<br />
y padres de una raza. La templanza habitaba<br />
sus ojos, pero también la rebeldía,<br />
¡tenían tanto por hacer! Que empezarían<br />
por jugar con lo primero que encontraran.<br />
La astronave tocó tierra, todo se silenció,<br />
unas compuertas gigantescas<br />
se abrieron y mostraron el interior, Rebeca<br />
y Abraham cogidos de la mano y<br />
desnudos caminaban despacio hacia<br />
el exterior. Un aire perfumado azotó<br />
sus cabellos y les hizo sonreír, sus pies<br />
descalzos ya se hundían en la espesa<br />
yerba, sus ojos se llenaron de lágrimas,<br />
sus corazones de tranquilidad, y en el<br />
mismo momento en que la nave se elevó<br />
nuevamente ellos corrieron desaforados<br />
en dirección a un árbol gigante<br />
que destacaba en el fondo del paisaje.<br />
Un árbol de ramas plateadas, soberbio,<br />
lleno de frutas y vigor, un árbol del<br />
que parecía emanar música. Al mismo<br />
tiempo que los niños se acercaban al<br />
árbol también lo hacía una serpiente<br />
de lastimoso aspecto, un reptil que no<br />
figuraba en el programa, quizá los chicos<br />
tuvieran miedo al verla, quizá ambos<br />
intentaran devorarse el uno al otro,<br />
¿quién sabe? Tal vez no se volviesen a<br />
ver nunca más.<br />
47
INTERSTELLAR,<br />
EN CLAVE CIENTÍFICA<br />
Texto: José Antonio Olmedo López-Amor<br />
CONTIENE SPOILERS
por tierra una escena en la que hay invertidos<br />
millones de dólares, meses de<br />
trabajo y muchas páginas de aventura<br />
científica con base real, tan sólo sentenciando:<br />
«es que eso no puede ser posible»<br />
es hacer una lectura bastante pobre<br />
de algo que quizá nos sobrepasa.<br />
Nolan no está obligado a ser realista<br />
en sus planteamientos, pero asumió<br />
ese reto, precisamente porque ese<br />
desafío conlleva una mayor dificultad,<br />
pero también credibilidad, y eso es algo<br />
Todavía no ha transcurrido un año<br />
desde su estreno aquí en España,<br />
y sin embargo, la cinta de Christopher<br />
Nolan sigue y sigue dando que<br />
hablar, desde al mero aficionado al cine,<br />
hasta el crítico más experimentado, pasando<br />
por la comunidad científica, bien<br />
para ser elogiada o criticada —aunque<br />
desde mi punto de vista son muchos<br />
más aquellos que se pronuncian públicamente<br />
para defenderla—. Y no es<br />
fácil contentar a una mayoría de espectadores,<br />
ya no por la formación científica<br />
o paciencia de que dispongan para<br />
valorar una obra, sino por las pretensiones,<br />
el mensaje y lenguaje de esta.<br />
Algunas personas juzgan a Interstellar<br />
como si se tratara de un documental,<br />
algo injusto, no podemos exigirle a<br />
una pera las características de una barra<br />
de pan. Interstellar, por más realista que<br />
sea o fidedigna a bases científicas es, y<br />
será siempre, una obra cinematográfica<br />
y el cine, no lo olvidemos, es ficción. Tirar<br />
a valorar. Su genio creador llevó al cineasta<br />
a escribir situaciones que, en<br />
ocasiones, se instalaban en la fantasía,<br />
como por ejemplo una de las escenas,<br />
ya una vez superado el horizonte de<br />
sucesos de Gargantúa, donde el protagonista<br />
no sólo alcanzaba, sino superaba,<br />
la velocidad de la luz. Por suerte,<br />
Kip Thorne, uno de los científicos más<br />
reputados de la actualidad, estaba detrás<br />
en todo momento e insistió a Nolan<br />
para que desistiera en su empeño<br />
49
por rodar esa escena. A decir verdad, la<br />
sola representación de esa idea pone<br />
los pelos de punta, ya que fue el sueño<br />
obsesivo que tuvo Albert Einstein cuando<br />
era un adolescente de dieciséis años<br />
y fue precisamente esa circunstancia,<br />
la de un hombre alcanzando un rayo de<br />
luz, la idea que lo llevó a culminar su famosa<br />
Teoría de la Relatividad General.<br />
Llegados a este punto cabe destacar la<br />
cláusula que exigió Thorne para participar<br />
como asesor de la película, y fue<br />
que ninguna de las hipótesis expuestas<br />
en el argumento se alejara de principios<br />
científicos reales; es decir, que por más<br />
inverosímiles que pareciesen las propuestas,<br />
siempre hubiese algún científico<br />
capaz de creer en ellas. Y así fue, Kip<br />
Thorne certifica que todas y cada una de<br />
las escenas de Interstellar parten de una<br />
base científica real, algo difícil de creer<br />
desde la perspectiva del profano.<br />
Tal fue la implicación de Thorne en<br />
el proyecto, que se puso a trabajar con<br />
todo su equipo para tratar de representar<br />
un agujero negro en rotación, como lo<br />
es Gargantúa, de forma tan real como<br />
jamás había sido vista en el cine. En<br />
mayo de 2013, se decidió que los gráficos<br />
por ordenador de Interstellar serían<br />
desarrollados por la empresa Double<br />
Negative, propiedad de Paul Franklin. Los<br />
responsables de que los gráficos fueran<br />
físicamente correctos fueron Oliver James<br />
y Eugénie von Tunzelmann. A partir de un<br />
código en Mathematica escrito por Kip se<br />
obtuvieron los gráficos fotorrealistas que<br />
fueron renderizados con calidad IMAX y<br />
que propiciaron la morfología icónica que<br />
aparece en el film. Esta idea le llevó varios<br />
meses de ecuaciones, así como largas<br />
jornadas de procesos informáticos que no<br />
sólo consiguieron su propósito, sino que<br />
provocaron nuevos hallazgos científicos<br />
que culminaron en dos artículos que<br />
Kip publicó en dos de las revistas más<br />
importantes en su género.<br />
Y más todavía; Thorne escribió un<br />
libro titulado The Science of Interstellar<br />
(W. W. Norton & Company, 2014), un<br />
libro que lo salva de la quema inquisitoria<br />
por sus detractores, ya que en él<br />
explica, punto por punto, cuándo hay<br />
física de manual en la película, cuándo<br />
dicha física se acerca a los límites establecidos<br />
y cuándo los rebasa, siempre<br />
de manera factible. Aunque por sí sólo,<br />
el libro sería insuficiente para el espectador<br />
científico y debería leer también<br />
los artículos que Thorne ha escrito en<br />
revistas especializadas durante cuarenta<br />
años.<br />
En la propia película se manifiestan<br />
ciertos factores que ayudarían a sortear<br />
ciertas críticas sin despeinarse. Por<br />
ejemplo, algunas críticas manifiestan<br />
que los planetas de Miller y Mann están<br />
iluminados como la Tierra, es decir,<br />
como si tuviese relativamente cerca un<br />
Sol como el nuestro. Cuando los perso-
najes de la película barajan la idea de<br />
aterrizar en ellos hablan de una estrella<br />
de neutrones «cercana», lo que podría<br />
justificar esa luz ambiental; de hecho,<br />
en el planeta de Miller el propio agujero<br />
negro con su disco de acreción podría<br />
ser una importante fuente lumínica,<br />
y en el planeta de Mann, tanto el día<br />
como la noche duran 67 horas y hace<br />
frío, lo que explicaría una mayor órbita<br />
y una mayor distancia a dicha fuente,<br />
como también —en su caso— una menor<br />
velocidad de rotación..<br />
También he leído que algunos tildan<br />
de imposible la cercanía de un planeta<br />
a un agujero negro, tal es el caso<br />
del planeta de Miller. Por supuesto que<br />
los planos de Nolan son muy cinematográficos<br />
y ello puede motivar el<br />
equívoco. Es obvio que si la órbita del<br />
planeta lo llevara en algún momento<br />
a atravesar su disco de acreción, este<br />
sería bombardeado violentamente por<br />
una enorme energía desatada en varias<br />
direcciones y la vida en él sería imposible,<br />
por tanto obviamos que su órbita lo<br />
aleja de la situación vista en el famoso<br />
plano. Por supuesto, con el tiempo, un<br />
planeta en esas circunstancias estaría<br />
condenado a ser absorbido por el agujero<br />
negro, además de no ser el lugar<br />
más recomendable para vivir; pero estaríamos<br />
hablando posiblemente de<br />
mucho tiempo, puesto que Gargantúa<br />
es un cuerpo celeste en rotación.<br />
Hay quien cree que los agujeros de<br />
gusano existen realmente, pero la verdad<br />
es que de momento son entidades<br />
hipotéticas, lo mismo que el taquión,<br />
predichas en la Teoría de la Relatividad.<br />
La idea de poder aparecer en un punto<br />
lejano del Universo sin perder la vida recorriendo<br />
el camino, es sin duda aventurera<br />
y romántica, pero nada más lejos<br />
de la realidad. Sería posible provocar un<br />
agujero de gusano deformando el espacio-tiempo<br />
en una zona concreta, más<br />
todavía ahora, que desde el año 2012 los<br />
científicos del CERN descubrieron el Bosón<br />
de Higgs, la llamada «Partícula de<br />
Dios» que podría explicar el proceso de<br />
formación de la masa. Quizá esa posibilidad<br />
explique por qué aparece el agujero<br />
de gusano en la película justo cuando<br />
las gentes de la Tierra lo necesitan. Y no<br />
es casualidad que, una vez atravesado<br />
el túnel de gusano o Bulk, lo que vendría<br />
a suponer una gigantesca grieta que<br />
une dos edificios diferentes, aparezcan<br />
los personajes demasiado cerca de Gargantúa,<br />
ya que parece ser que los datos<br />
y la información que necesitan en la Tierra<br />
se encuentran en la Singularidad que<br />
existe en el corazón del agujero negro.<br />
El tiempo que los personajes tardan<br />
el llegar a Marte y después a Saturno es<br />
también un tiempo basado en nuestra<br />
tecnología real, aunque en el presente se<br />
estén calculando y proyectando motores<br />
cuánticos de propulsión que disminuirán<br />
radicalmente esos tiempos de llegada.<br />
¿Y qué decir de la coyuntura social<br />
descrita en Interstellar? Donde los ingenieros<br />
son reconvertidos en granjeros<br />
por la necesidad de alimento del mundo.<br />
Un mundo que hace diez años colapsó y<br />
en el que la propia Tierra se rebela contra<br />
el ser humano. Poco a poco van quedando<br />
menos alimentos que cultivar, tormentas<br />
de polvo, plagas, superpoblación,<br />
las fuerzas de la naturaleza nos obligan<br />
—por nuestra obstinación material por<br />
tenerlo todo— a regresar a los tiempos<br />
de las cavernas. Esta circunstancia no<br />
es que sea posible, es que está predicha<br />
por el propio Hawking; en menos de<br />
cien años no habrá recursos para todos,<br />
los combustibles fósiles, los minerales,<br />
el alimento, todo escaseará y debido a<br />
«soluciones» ridículas como el fracking,<br />
la situación empeorará drásticamente.<br />
Por tanto, la idea de abandonar el planeta<br />
Tierra para perpetuar la especia no es<br />
ningún disparate.<br />
Hay un momento en la película, en<br />
que se cuenta que, tras el colapso económico,<br />
social y moral del mundo, el gobierno<br />
de los Estados Unidos ordena a<br />
la NASA bombardear pueblos hambrientos<br />
desde la estratosfera, algo a lo que la<br />
51
NASA se niega y para evitar que la gente<br />
se subleve contra la inversión económica<br />
que su funcionamiento supone, deciden<br />
seguir trabajando en secreto, clandestinamente,<br />
en un lugar alejado e inhóspito.<br />
Nuestro presente es un caldo de cultivo<br />
ideal para la conspiración, ya nadie confía<br />
en nadie y toda traición es posible, incluso<br />
sería viable que jamás hubiésemos pisado<br />
la Luna, pero los americanos lo hubiesen<br />
fingido con filmaciones para arrastrar<br />
a sus competidores, los rusos, a la ruina.<br />
Algo que narran en la película como argumento<br />
para reescribir los libros de historia.<br />
Cuando las circunstancias se complican<br />
y uno se encuentra en apuros, nadie<br />
duda que cualquiera pondría en marcha<br />
todos los recursos a su alcance. En caso<br />
de hecatombe mundial, las personas pobres<br />
y sin recursos son las primeras en<br />
caer, lo cual no es ninguna novedad.<br />
Otro de los aspectos de la película<br />
que ha sido comentado con escepticismo,<br />
es el comportamiento psicótico del<br />
doctor Mann interpretado por Matt Damon.<br />
Pocos justifican su drástico cambio<br />
de conducta, a pesar de comprender sus<br />
motivos de supervivencia, ya que parece<br />
transformarse en un perfecto villano<br />
sin escrúpulos. Es tema de actualidad<br />
el proyecto «Mars One» que pretende<br />
llevar humanos a Marte a fin de arraigar<br />
una colonia de 25 personas, sacrificando<br />
para ello las primeras remesas, voluntarios<br />
condenados a morir en un periodo<br />
de cinco años, ya que el ser humano no<br />
es capaz de soportar la cantidad de radiación<br />
a la que estaría expuesto en tierras<br />
marcianas. Dicha radiación no sólo<br />
puede ser mortal, sino que puede alterar<br />
el genoma humano, puede reconfigurar<br />
nuestra conducta y aptitudes desencadenando<br />
con ello trastornos de actividad<br />
en distintas zonas del cerebro (cambio<br />
de conciencia). Nadie sabe qué tipo de<br />
radiación puede hacer mella en un ser<br />
humano si este habita un planeta desconocido,<br />
ni cuáles podrían ser los cambios<br />
derivados de esa exposición, por tanto, el<br />
rol del doctor Mann también transita terrenos<br />
probables.<br />
52
Einstein y Thorne en el Teseracto<br />
Si podemos decir que Interstellar puede<br />
dividirse en tres partes, vida en la<br />
tierra, vida en el espacio y viaje místico,<br />
la tercera es sin duda la que más ha<br />
dado que hablar. El momento en que<br />
Cooper decide separarse de la Endurance<br />
y arrojarse al interior del agujero<br />
negro «acompañado» del robot dotado<br />
con inteligencia artificial, es sin duda el<br />
momento culminante de la película, ya<br />
que todo lo que ocurre a partir de ahí<br />
desata las dudas, la polémica e incluso<br />
la incomprensión del espectador.<br />
Para acercarnos a comprender lo<br />
que proponen Nolan y Thorne, tenemos<br />
que considerar la Teoría de la Relatividad<br />
y la Física Cuántica; la primera<br />
se hizo para analizar lo gigantesco, y la<br />
segunda —por decirlo de algún modo—<br />
fue concebida para estudiar lo más pequeño.<br />
Aunque cada una en su campo<br />
funcione de forma independiente, todavía<br />
no se ha encontrado el vínculo que<br />
las una; del resultado de esa pretensión<br />
nace la Teoría de Supercuerdas.<br />
La Teoría de Cuerdas postula que la<br />
materia es un estado vibracional de la<br />
energía; por tanto, no existe la materia,<br />
sólo la energía, la cual va adquiriendo<br />
una apariencia en una función adaptativa<br />
de la que se desconoce su pretensión.<br />
Esto es algo fácil de intuir si pensamos<br />
que en el momento de formación<br />
del Universo no había más que energía,<br />
es decir, no existía la madera, el hierro,<br />
la carne. Por tanto, podemos sospechar<br />
que seres, entidades, conciencias más<br />
desarrolladas que nosotros, o simplemente<br />
que habiten otra coordenada<br />
de este Universo —o de otro— podrían<br />
ser incorpóreos, deformes o invisibles.<br />
La geometría que conocemos es tal<br />
debido a las fuerzas de la naturaleza ,<br />
que en nuestro caso son cuatro: fuerza<br />
nuclear, fuerzas electromagnéticas<br />
fuerte y débil y la gravedad; si dichas<br />
fuerzas cambiasen de potencial, si se<br />
añadieran otras fuerzas o se suprimiesen<br />
otras, «todo» tal y como lo conocemos,<br />
sería distinto. La gravedad es para<br />
nosotros la fuerza más desconocida. Y,<br />
según el argumento de Interstellar, la<br />
gravedad es la única fuerza capaz de<br />
atravesar dimensiones. Tomemos el espacio-tiempo<br />
de Einstein como la típica<br />
representación de una manta cuadriculada;<br />
los cuerpos que pongamos sobre<br />
dicha manta la deformarán hundiéndola<br />
según su peso y, por tanto, cualquier<br />
cuerpo cercano que caiga en esa zona<br />
hundida tenderá a acercarse al cuerpo<br />
mayor. Ahora imaginemos que las fuerzas<br />
se componen de microcuerdas que<br />
vagan de acá para allá, cuerdas abiertas,<br />
digamos, con forma de C; el concepto<br />
sencillo y fácil de comprender, es<br />
que todas las fuerzas tienen esa forma<br />
de microcuerda a escala cuántica, por<br />
eso, en su discurrir, llega un momento<br />
en que quedan enganchadas en la<br />
53
cuadrícula del espacio-tiempo, todas,<br />
excepto la gravedad, cuya microcuerda<br />
es cerrada y vaga libremente, incluso<br />
cruzando dimensiones. Pero para poder<br />
viajar a otra dimensión deben existir<br />
otras dimensiones, y esa es otra de<br />
las hipótesis que pronostica la Teoría<br />
de Cuerdas, hasta un total de once dimensiones<br />
se prevé en sus ecuaciones.<br />
Además de las cuatro dimensiones<br />
conocidas, dicha teoría argumenta la<br />
posibilidad real de la existencia de conceptos<br />
como Bulk (espacio más allá de<br />
las tres dimensiones), el multiverso, los<br />
universos brana o el llamado espacio<br />
de Calabi-Yau.<br />
Supuestamente tras el Big Bang, y<br />
por causa de esa explosión (supuesto<br />
contacto entre dos universos diferentes<br />
en paralelo), zonas del espacio en<br />
tres dimensiones físicas, más el tiempo,<br />
solaparon otras zonas espaciales<br />
que contienen esas seis dimensiones<br />
desconocidas. Es decir, zonas del espacio<br />
se enrollaron y escondieron para<br />
siempre esta maravilla de la naturaleza<br />
a la espera de que algún fenómeno,<br />
como un agujero de gusano, permita<br />
vislumbrar ese escenario. La existencia<br />
de universos en paralelo podría dar<br />
sentido a la llamada «radiación de fondo»,<br />
así como justificar la existencia de<br />
los viajeros del tiempo.<br />
Durante la película se insinúa en<br />
varias ocasiones la posibilidad de que<br />
unos seres que habitan más allá de<br />
las dimensiones conocidas, son los<br />
que de alguna manera están guiando<br />
y ayudando a la raza humana. Por ello<br />
las anomalías gravitacionales, por ello<br />
aparece el agujero de gusano. P ero,<br />
sobre todo, esta teoría culmina con la<br />
escena del protagonista en el interior<br />
del teseracto.<br />
En teoría, aquello que sucede más<br />
allá del horizonte de sucesos de cualquier<br />
agujero negro, nadie lo sabe, es<br />
un misterio, por tanto nadie podría refutar<br />
cualquier afirmación en ese sentido.<br />
Más allá de un horizonte de sucesos<br />
se extiende un amplio limbo científico<br />
que toda inteligencia intenta conocer.<br />
Lo que parece claro es que, debido a la<br />
cantidad de energía colapsada en ese<br />
punto, las fuerzas de marea y velocidades<br />
que la materia puede alcanzar en<br />
él (recordemos que los agujeros negros<br />
son enormes aceleradores de partículas<br />
naturales) nada vivo puede sobrevivir<br />
a su absorción. El término espaguetización<br />
es utilizado en ciertos círculos<br />
para representar ese despedazamiento<br />
que sufriría algo físico sometido a tales<br />
fuerzas. Por tanto, decir a secas que el<br />
protagonista de Interstellar entra en un<br />
agujero negro, sobrevive y sale, sería<br />
algo más que fantástico.<br />
Las supuestas entidades superiores<br />
quieren enseñar a Cooper que la<br />
gravedad es manipulable y evitar con<br />
ello la extinción de la raza humana.<br />
Para ello, además del vínculo emocional<br />
que Cooper tiene con Murphy, su<br />
hija, es necesaria una clase avanzada<br />
de tecnología interdimensional. Es por<br />
esto que antes de que el protagonista<br />
sea descuartizado en el interior del<br />
agujero negro, es necesario que entre<br />
en un recinto habilitado para su masterclass,<br />
un lugar llamado teseracto.<br />
¿Por qué un teseracto? Además de<br />
ser conocida esta figura por los amantes<br />
el universo Marvel en particular y<br />
los enamorados de la ciencia ficción en<br />
general, teseracto es un término acuñado<br />
en el Siglo XIX que posee cierto<br />
uso en la geometría donde también es<br />
conocido como hipercubo, figura que<br />
se forma a partir de dos cubos tridimensionales<br />
unidos en uno sólo que<br />
se desplaza en un cuarto eje dimensional,<br />
donde podemos catalogar al<br />
primero «longitud», por otro lado al segundo<br />
«altura», y finalmente al tercero,<br />
«profundidad». El teseracto, en un dado<br />
espacio tetradimensional, es un cubo<br />
de cuatro dimensiones espaciales, integrándose<br />
de 8 celdas cúbicas, de 24<br />
caras cuadradas,16 vértices y 32 aristas.<br />
Claro está, tomando en cuenta el desa-<br />
54
ollo del polinomio (x+2)n, donde el valor<br />
de «n» es equivalente al número de<br />
dimensiones, que en este caso seria 4,<br />
y «x» es el largo, ancho, alto, entre otros,<br />
de la figura polidimensional, equilátera.<br />
El teseracto es elegido por considerarse<br />
una figura geométrica desfasada en<br />
el tiempo, en la que pueden confluir<br />
varios tiempos simultáneamente; así,<br />
Nolan concibe su analogía del mítico<br />
monolito de Kubrick en la morfología<br />
de una onírica biblioteca de babel. Si<br />
Borges levantara la cabeza, encontraría<br />
en esta puesta en escena que el imaginario<br />
ideal para representar esa hipotética<br />
bilblioteca eterna donde todo<br />
libro susceptible de ser escrito existe,<br />
otro aspecto que correlaciona la Biblioteca<br />
de Babel, con la Geometría, la<br />
Teoría de Cuerdas y la Ley de Murphy,<br />
tan mencionada en la película. Un simple<br />
cuadrado sería la representación de<br />
un teseracto en dos dimensiones, su<br />
evolución a una tercera dimensión sería<br />
el cubo, y así llegamos a una cuarta<br />
dimensión física representada en la figura<br />
del teseracto.<br />
Es incluso lógico incluir la figura del<br />
teseracto una vez traspasado el horizonte<br />
de sucesos, ya que tras esa hipotética barrera<br />
se esconden muchos de los secretos<br />
mejor guardados de la naturaleza. Las leyes<br />
de la física se rompen en el interior de<br />
un agujero negro, quizá por ello es la zona<br />
adecuada para que los seres supradimensionales<br />
influyan sobre el protagonista.<br />
Quizá sólo esa tesitura inestable de fuerzas<br />
y espacio-tiempo distorsionado sea la<br />
más propicia para el contacto.<br />
Nolan no explica qué ocurre exactamente<br />
con Cooper, si antes de llegar a la<br />
Singularidad desnuda entra en el teseracto,<br />
si atraviesa por completo el agujero negro<br />
y es expulsado por su supuesto lado de expulsión,<br />
lo que entroncaría con la teoría de<br />
los agujeros blancos, o si en todo momen-<br />
55
to el protagonista es conducido por entidades<br />
superiores que salvan milagrosamente<br />
su vida justo al traspasar el horizonte de<br />
sucesos e introduciéndolo en el teseracto.<br />
Si las entidades superiores llegan a<br />
apiadarse de su existencia, o son benévolas<br />
por algún motivo, subraya dicho hecho<br />
la afirmación que hay en la película sobre el<br />
amor como vínculo análogo a la gravedad.<br />
Neo-romántica es la idea de Nolan,<br />
volver al código MORSE, a los relojes<br />
analógicos, al sencillo clasicismo de lo<br />
primordial; los drones terminan siendo<br />
estériles y ser granjero es lo único que garantiza<br />
el sustento alimenticio. Con toda<br />
claridad, ese es otro de los mensajes de<br />
esta película, ese regreso anacrónico a la<br />
humildad ante la grandeza y peligrosidad<br />
de cosas que nos superan, aunque quizá<br />
sea cuestión de tiempo estar a la altura.<br />
Sin duda, Nolan ha marcado un antes<br />
y un después en la ciencia ficción<br />
con esta película.La perspectiva del<br />
tiempo la colocará donde merece, quién<br />
sabe si la velada historia de amor entre<br />
Cooper y la doctora Brand pueda continuar<br />
en una segunda entrega, La colonia<br />
de seres humanos criogenizados en<br />
el planeta de Edmunds invita a ello.<br />
56
ALICE<br />
TEXTO: MARTA MARTÍNEZ VELASCO<br />
ILUSTRACIÓN: JUAN RAFFO
Alice ocupaba sonriente su sitio en<br />
el metrotren que la llevaba hasta<br />
su puesto de trabajo. Siempre<br />
sentada en el mismo sitio. Siempre rodeada<br />
de la misma gente. Todos sonreían,<br />
pues era la primera norma «para<br />
ser un Ciudadano Pleno».<br />
Pero ese día era diferente. No había<br />
nadie sentado frente a ella. Normalmente<br />
iba el señor Peter, un hombre<br />
mayor, con el pelo blanco y sonrisa afable<br />
que la saludaba con una inclinación<br />
de cabeza, antes de continuar mirando<br />
por la ventana.<br />
«¿Dónde estaba el señor Peter?» se<br />
preguntó Alice, perdiendo la concentración<br />
y la sonrisa.<br />
Por primera vez el «Vigilante-Sonrisa»<br />
le dio una advertencia: «Recuerda,<br />
Ciudadana Plena Alice, un trabajador feliz<br />
es más productivo». Su sonrisa volvió<br />
a ser plena, amplia y redonda. Pero cada<br />
vez que miraba el asiento vacío del señor<br />
Peter notaba que las comisuras de los<br />
labios perdían fuerza, así que se puso a<br />
mirar por la ventana; si volvían a amonestarla<br />
la impondrían 3h de trabajo extra.<br />
Alice trabajaba en el sector alimentario,<br />
convirtiendo un montón de moléculas<br />
en algo que parecía comida. El sabor,<br />
el olor, la forma, todo era mentira; un<br />
cúmulo de química orgánica (¿?). Ella se<br />
encargaba de que los filetes de carne tuvieran<br />
el aspecto que se suponía debían<br />
tener, aunque, claro, ella nunca había<br />
visto un filete autentico. Sólo los ciudadanos<br />
de primer nivel tenían acceso a la<br />
carne de verdad (y aún así ella tenía sus<br />
dudas de que fuera «de verdad»).<br />
Se suponía que había granjas lejos<br />
de las «Polix» donde se criaban los animales<br />
y se plantaban las verduras y frutas<br />
que comían los Ciudadanos de Primer<br />
Nivel. Los transportistas llevaban<br />
camiones cargados a los centros de<br />
distribución, pero nunca tenían acceso<br />
a nada y allí era todo automático. Por<br />
un lado entraba la carga y los animales<br />
vivos y por otro salía todo perfectamente<br />
embalado. Las partes más nobles de<br />
los animales se mandaban a las casas<br />
de los Ciudadanos de Primer Nivel (políticos,<br />
ricos, etc) y las menos nobles a<br />
los cuarteles para el rancho de los soldados.<br />
«Nuestros soldados nos defienden,<br />
deben estar fuertes para contener<br />
al enemigo» decían las agencias propagandísticas.<br />
De lo que nadie estaba<br />
seguro es «quién era el enemigo».<br />
Alice estaba diseñando una nueva<br />
forma para los filetes, pues las encuestas<br />
decían que el «Filete S64» no era<br />
tan atractivo para el consumidor como<br />
su versión anterior.<br />
«¿Cómo diablos voy a diseñar un<br />
filete con una forma más atractiva?»<br />
pensaba Alice con el lápiz digital en la<br />
mano mientras miraba una foto de una<br />
cordillera montañosa que había detrás<br />
de su monitor.<br />
—¿Algún problema ciudadana Alice?<br />
—preguntó el señor Whitenor poniéndole<br />
una mano en el hombro. Aquello<br />
hizo que Alice se envarase<br />
—No señor Whitenor, estaba buscando<br />
algo de inspiración par la nueva<br />
forma del filete de vacuno.<br />
—Bien, bien, siga así.<br />
Whitenor rozó deliberadamente con<br />
su pulgar la parte desnuda de la nuca<br />
de Alice, que de se levantó de un salto<br />
y se fue, sin mirarle, al baño.<br />
Coria, la mejor amiga (o lo más parecido)<br />
de Alice, había visto lo ocurrido y un par<br />
de minutos después ella también se fue al<br />
baño, donde encontró a Alice vomitando.<br />
—¿Alice, te encuentras bien? —Preguntó<br />
Coria<br />
—Dame un minuto, quieres… Para<br />
que se me serene un poco el estómago.<br />
Unos segundos después Alice salía<br />
del cubículo y abría el grifo para lavarse<br />
la cara.<br />
—¿Por qué no pides el traslado?<br />
—Ya lo he hecho —respondió Alice—,<br />
cinco veces, pero él no deja que me vaya.<br />
—Denúnciale<br />
—¿Por darme una palmadita en el<br />
hombro? Porque eso es lo que él dirá.<br />
No serviría de nada.<br />
58
Coria decidió guardar silencio mientras<br />
su amiga terminaba de asearse y salieron<br />
del baño para volver a sus mesas.<br />
El señor Whitenor observaba a Alice<br />
desde su despacho, siempre la miraba<br />
trabajar. Era un hombre alto de unos 50<br />
años y con el pelo canoso, pero se cuidaba<br />
mucho y le encantaba el sushi de<br />
atún sintético (aunque, bien pensado,<br />
todo lo era).<br />
Siempre la estaba controlando; al<br />
entrar, al salir, a la hora de la comida,<br />
como una serpiente que estudia a su<br />
presa antes de enroscarse y devorarla.<br />
Él deseaba que fuera suya, pero el Estado<br />
ya le había adjudicado una esposa.<br />
«El Estado vela por ti» decía el Estatuto<br />
del Ciudadano Pleno; lo que no<br />
decía es que también velaba por sí.<br />
El Estado buscaba las mejores<br />
uniones según sus necesidades. Cuando<br />
necesitaba soldados, unía a la gente<br />
por sus características físicas; cuando<br />
necesitaba cerebros, los unía por sus<br />
características mentales, pero en general<br />
todo estaba bien equilibrado.<br />
Las escasas uniones «extra estatales»<br />
acababan con la muerte de los<br />
cónyuges o con la auto expulsión de<br />
las «Polix». Se convertían en parias.<br />
Alice sabía que el señor Whitenor<br />
la deseaba; con frecuencia la invitaba<br />
a un local de intercambio donde era<br />
«permitido» el adulterio y la homosexualidad<br />
(femenina y masculina), pero<br />
ella siempre declinaba la invitación, primero<br />
porque aún no se le había asignado<br />
marido (y no estaba permitido entrar<br />
sin pareja asignada) y segundo porque<br />
el simple hecho de que aquel hombre la<br />
tocara, le producía nauseas.<br />
Se rumoreaba que el señor Whitenor<br />
era el hijo de un político caído en<br />
desgracia y que por eso no había llegado<br />
a ser Ciudadano de Primer Nivel.<br />
Pero gracias a ello había obtenido un<br />
alto cargo en la Empresa del Estado.<br />
La vuelta a casa en el metrotren no<br />
fue mucho mejor. El asiento del señor<br />
Peter volvía a estar vacío. Intentó no<br />
volver a pensar en él hasta que llegó a<br />
casa, donde se pudo relajar.<br />
Se suponía que la vivienda era un<br />
«entorno privado», pero todo el mundo<br />
sabía que no era así. Se miró en el espejo<br />
de la entrada, donde cada mañana<br />
ponía su mejor sonrisa, se preguntó<br />
quien estaría observándola en aquel<br />
momento y comenzó a llorar, porque<br />
sabía lo que le había pasado al señor<br />
Peter. Era muy mayor y con toda seguridad<br />
le habían jubilado; cuando no puedes<br />
producir (porque eres demasiado<br />
joven o demasiado viejo) significa que<br />
eres un Ciudadano de Tercer Nivel y<br />
que de poco sirves y eso también le pasaría<br />
a ella, cuando el Estado le hubiera<br />
arrebatado todo su potencial como<br />
trabajadora, cuando ya no pudiera procrear<br />
más hijos, cuando fuera un trasto<br />
roto y viejo para almacenarlo en viejos<br />
edificios decrépitos. Y siguió llorando<br />
un rato sin siquiera quitarse el abrigo.<br />
Cuando se calmó decidió salir a dar<br />
un paseo. Desde su bloque de apartamentos<br />
fue a la Zona de Ocio de su barrio<br />
y al rato llegó al «BarHaya», un bar<br />
donde solía ir, se sentó en un taburete y<br />
pidió una cerveza de arroz (sintético, evidentemente;<br />
en aquella cerveza no había<br />
ni un solo grano de arroz de verdad).<br />
—Hola ciudadana Alice, ¿qué te trae<br />
de nuevo por mi bar? —Preguntó Clem,<br />
el camarero siempre sonriente, poniendo<br />
la cerveza delante de ella.<br />
Había pocos trabajos que se pudieran<br />
hacer fuera de la Empresa del<br />
Estado. Uno de ellos era tener un bar.<br />
Los bares de las «Polix» pagaban al<br />
Estado, compraban sus productos y le<br />
daban algo de «libertad» a la gente que<br />
estaba en ellos, en el fondo eran como<br />
pequeños coladeros de cosas ilegales;<br />
mantenían vivo, por así decirlo, el tejido<br />
sintético de la sociedad.<br />
En la holovisión había un partido de<br />
futbol (cada barrio de las «Polix» tenía<br />
su propio equipo) y un grupo de obreros<br />
bebían y animaban a su equipo. Alice<br />
les miró durante un instante y deseó<br />
59
no preocuparse tanto por las cosas que<br />
la rodeaban.<br />
—Necesito algo fuerte —le dijo a<br />
Clem volviéndose para mirarle.<br />
—Hum… ¿has estado llorando? —<br />
Preguntó él muy serio. Echó un vistazo<br />
a su alrededor y apoyó el codo en la barra,<br />
aproximándose a Alice, para que la<br />
conversación fuera más privada.<br />
—Alice, recuerda que la última vez<br />
que «tomaste algo fuerte» perdiste 4<br />
días de memoria.<br />
—Sólo necesito perder uno. Hoy ha<br />
sido un día de perros y llevo todo el día con<br />
algo metido en la cabeza. Necesito sacarlo.<br />
—¿No te vendría mejor contármelo?<br />
—El hombre que se sienta frente a mí<br />
en el metrotren ha debido ser jubilado<br />
—¿Y? —Preguntó el camarero con<br />
cara de sorpresa— Jubilan a gente todos<br />
los días<br />
El grupo de obreros empezó a gritar. Su<br />
equipo había marcado un gol y un par de<br />
ellos fueron a la barra a por más cerveza.<br />
—Continúa cariño. —Dijo Clem<br />
cuando se hubieron sentando.<br />
—Me he puesto a pensar qué habrá<br />
sido del señor Peter.<br />
—¿El hombre del tren?<br />
Alice asintió.<br />
—Y luego Whitenor ha vuelto a ponerse<br />
«cariñoso»… —Continuó Alice— Necesito<br />
olvidar toda la mierda de hoy, volver<br />
a ser feliz con mi trabajo, mi casa, mi girasol<br />
de plástico, ahora no dejo de preguntarme<br />
qué me acecha detrás del espejo.<br />
—Mientras no persigas conejos<br />
blancos…<br />
Alice le miró con cara de no entender<br />
—Olvídalo, un cuento de cuando era<br />
niño. Estas bien jodida amiga, a todos<br />
nos pasa tarde o temprano. Mira —dijo<br />
acercándose aún más a Alice y pasando<br />
la mano ahuecada por la barra— voy<br />
a darte lo que necesitas.<br />
Clem levantó ligeramente la mano y<br />
Alice pudo ver que tenía un frasquito verde<br />
brillante. Con toda la calma del mundo<br />
puso su mano sobre la de Clem, que rápidamente<br />
soltó el frasquito y quitó la mano.<br />
—Vete a casa y acuéstate temprano.<br />
—¿Qué te debo Clem?<br />
—Pequeña, casi, me conformaría<br />
con que supieses volver.<br />
Aquello asustó a Alice, pero Clem<br />
cambió de tema antes de que ella tuviera<br />
tiempo de replicarle<br />
—¿Aún no te han asignado compañero?<br />
—No, pero creo que no tardaran mucho<br />
en notificármelo. —Respondió Alice.<br />
—Espero que tengas suerte. Te evitarías<br />
muchos problemas —dijo guiñándole<br />
un ojo.<br />
Alice le dio un beso en la mejilla y<br />
se bajó del taburete. Salió del bar en<br />
dirección a su casa. Estaba decidida a<br />
olvidar todo aquello que la estaba haciendo<br />
sufrir. Al señor Peter, al Estatuto<br />
del Ciudadano Pleno, al «Vigilante-Sonrisa»,<br />
al señor Whitenor… Pronto<br />
aquella desagradable comezón que<br />
sentía detrás de los ojos desaparecería.<br />
Cuando llegó a casa se puso ropa cómoda,<br />
oscureció los cristales y preparó la<br />
CASONE (Cadena de Sonido Neuronal)<br />
cerca de la cama. Se colocó las agujas en<br />
los receptores y enchufó el cable detrás<br />
de su oreja derecha. Según el temporizador<br />
había 20 minutos de música líquida<br />
en el frasco. Debía ser muy potente si duraba<br />
tan poco. Se tumbó en la cama, le<br />
dio al play y cerró los ojos.<br />
Todo se volvió negro y silencioso, se<br />
sentía ingrávida; pensó que quizás el<br />
aparato se hubiera estropeado. Intentó<br />
moverse para apagar el aparato, pero<br />
no pudo, eso significaba que el CASO-<br />
NE estaba funcionando bien.<br />
Y un pequeño punto de luz empezó<br />
a parpadear lentamente, pero cada vez<br />
con más intensidad. También fue consciente<br />
de una vibración que resonaba<br />
por todo su cuerpo cada vez más fuerte,<br />
al mismo ritmo que crecía la intensidad<br />
del punto. Cada vez más y más intenso,<br />
hasta que estalló. Su cuerpo se rompió<br />
en mil pedazos, como pequeños destellos<br />
que caían con un ligero tintineo.<br />
Alice se vio tendida boca arriba, a<br />
merced de las chispas que poco a poco<br />
60
se posaban sobre ella, rozándole la piel,<br />
produciendo como una breve descarga<br />
que la hacían estremecer con un momento<br />
de dolor-placer.<br />
Más y más chispas caían sobre ella,<br />
al mismo tiempo que las descargas,<br />
haciendo que su cuerpo empezara a<br />
derretirse y gotear, como la cera de una<br />
vela. Hasta la última gota.<br />
Cada gota formaba pequeñas ondas,<br />
que poco a poco se transformaban<br />
en olas gigantescas. Y entre aquellas<br />
olas un barquito de papel, con Alice<br />
fuertemente agarrada de su vela-triángulo.<br />
Cada subida ejercía una fuerte<br />
presión sobre ella, haciendo su cuerpo<br />
más pesado; con cada bajada un escalofrío<br />
le recorría de abajo hacia arriba,<br />
haciendo que se volviera ligera como<br />
una pluma. Las olas aumentaron en<br />
cantidad e intensidad, hasta que casi<br />
se sintió desfallecer... Y como vinieron,<br />
se fueron, dejándola varada en una especie<br />
de playa luminosa.<br />
Se bajó del barquito, que rápidamente<br />
volvió a hacerse a la mar. Unas huellas<br />
llamaron la atención de Alice, que<br />
comenzó a seguirlas. Un poco más a<br />
delante, una misteriosa figura caminaba<br />
a buen ritmo. Alice tuvo que correr para<br />
alcanzarlo y en el momento en el que le<br />
rozó, estalló en una burbuja de luz.<br />
Volvía a estar en su casa, pero a la<br />
vez no lo era. No había colores, todo era<br />
gris, hasta su piel lo era. Tocó la mesa y<br />
le supo amargo; dio unos pasos y olió<br />
jazmín. Con una mano rozó la otra y<br />
oyó cascabeles. Se desvistió creando<br />
una sinfonía de olores, sabores y sonidos<br />
que sus sentidos a penas podían<br />
asimilar... pero no había colores. Abrió<br />
la nevera y encontró una pequeña ciruela<br />
verde, que también emitía un leve<br />
destello. La cogió entre sus manos y<br />
olió a rosas; suavemente la mordió y<br />
todo se volvió un éxtasis para los sentidos,<br />
colores, olores, sabores, sonidos y<br />
sensaciones de todo tipo, como nunca<br />
antes... Y el hombre de la playa apareció<br />
ante ella.<br />
Ahora podía verle bien; era alto,<br />
con el pelo negro y corto, sus ojos eran<br />
de un potente verde y muy cálidos; su<br />
mandíbula era cuadrada, pero su rostro<br />
no resultaba duro. Todo él era atlético,<br />
sin parecer un saco de músculos.<br />
Levantó sus manos y delicadamente<br />
cogió el rostro de Alice, acercándolo<br />
al suyo hasta unos pocos centímetros.<br />
En ese momento pronunció una única<br />
palabra con una voz profunda que hizo<br />
que sus entrañas se estremecieran.<br />
—Recuerdame.<br />
Y la besó...<br />
20 minutos después de encender<br />
el programa, Alice se desconectó del<br />
CASONE, casi como una autómata;<br />
apenas podía abrir los ojos, se sentía<br />
agotada. No se molestó en guardar las<br />
agujas y los cables; apartó hacia un<br />
lado toda la parafernalia, atenuó la oscuridad<br />
de las ventanas y apagó la luz.<br />
Fuera llovía. A través de la ventana se<br />
veían las ráfagas de lluvia, cuyo susurro<br />
la amodorraron aún más.<br />
La ropa comenzó a molestarla y se la<br />
quitó, aquello solía pasarle después de<br />
la sesión con el CASONE. En el fondo a<br />
Alice le gustaba dormir desnuda. El tacto<br />
de su piel era lo más real que poseía y,<br />
aún así, no estaba del todo segura.<br />
En la calle comenzó a llover más<br />
fuerte. Sin darse cuenta comenzó a<br />
acariciarse el vientre; sentía su piel<br />
suave y caliente. Siguió subiendo hasta<br />
sus pechos, acariciando los pezones<br />
hasta que se le pusieron duros y después<br />
bajó hasta su sexo que ya estaba<br />
húmedo. Normalmente la gente usaba<br />
estimuladores externos o vibradores,<br />
pero ella no, aquello era puramente<br />
suyo. El orgasmo vino rápidamente y<br />
tras ese breve, pero intenso momento<br />
de conexión con el universo, cayó en un<br />
sueño profundo y tranquilo.<br />
A la mañana siguiente se despertó<br />
muy relajada. Se dio una ducha rápida<br />
y se fue a trabajar. En el metrotren no le<br />
costó mantener la sonrisa; ahora delante<br />
de ella se sentaba una chica pelirroja,<br />
61
62<br />
con la cara llena de pecas, que leía una<br />
revista rosa. Ni siquiera se inmutó con<br />
un comentario de su jefe; simplemente<br />
lo ignoró y siguió con sus filetes.<br />
A la hora de la comida se sentó sola<br />
en una mesa hasta que Coria se sentó<br />
con ella.<br />
—Hola, ¿qué tal estás hoy?<br />
Alice se giró a mirarla, pero no le<br />
respondió, simplemente sonrió y volvió<br />
a mirar a ninguna parte en concreto.<br />
—Alice, ¿estás bien?<br />
Alice asintió mientras observaba<br />
una nube pintada en el techo. Coria la<br />
miró extrañada hasta que se dio cuenta<br />
de lo que pasaba.<br />
—¿Qué has tomado? —preguntó<br />
acercándose tanto como pudo.<br />
—No lo sé… y ahora que lo pienso<br />
tampoco se quién eres tú…<br />
—Soy tu amiga Coria —Respondió<br />
automáticamente, como si aquello fuera<br />
lo más normal del mundo. —Acompáñame<br />
Alice, vamos al examinador.<br />
—Estoy bien Coria, me siento bien.<br />
Sólo recuerdo que necesitaba olvidar.<br />
«Ciudadana Alice —chilló el altavoz<br />
de la cantina— acuda a la entrada sur»<br />
Alice se levantó pesadamente e<br />
hizo lo que se le ordenó. Un agente del<br />
gobierno le esperaba sonriente y ella le<br />
estrechó con poco entusiasmo la mano<br />
que él le tendió.<br />
—Felicidades ciudadana Alice, le<br />
hemos asignado un compañero. Le<br />
presento al ciudadano Liam.<br />
Alice miró donde le señalaba el funcionario<br />
y le vio. Era el hombre de su visión,<br />
hasta los ojos verde intenso.<br />
—Hola ciudadana Alice. —Hasta la<br />
voz de Liam era como en su visión, produciéndole<br />
el mismo efecto.<br />
—Yo... —empezó a decir Alice— sólo<br />
necesitaba olvidar.
EMPALME EN LA<br />
CINTA DE MOEBIUS<br />
Texto: Víctor Conde<br />
Ilustración: Azramari<br />
63
El panel con el mensaje electrónico<br />
titilaba como una aurora primero<br />
roja, luego verde, luego azul. El<br />
mensaje se repetía en cuatro idiomas,<br />
pero era siempre el mismo:<br />
CONTROL DE LA CINTA ACTIVADO<br />
MÁQUINA DE TRASLADO TEMPORAL<br />
EN FUNCIONAMIENTO<br />
NO CRUZAR LA LÍNEA AMARILLA<br />
No cruzar la línea. Para Tradi Lebenev el<br />
aviso llegaba cuatro años tarde, los mismos<br />
que había pasado encerrada en el<br />
corredor de la muerte. Contando los minutos<br />
que faltaban hasta que un juez<br />
anónimo decidiera suministrarle una<br />
dosis de radiación letal, o la mandara a<br />
través de la cinta a otro lugar y tiempo<br />
desconocido, lo que venía a ser lo mismo.<br />
Tradi era una mujer circunspecta.<br />
Los orígenes y los primeros pasos de<br />
su vida sólo los conocía ella, y tal vez<br />
una cantidad no demasiado elevada de<br />
amantes que, cada uno a su tiempo y<br />
en su forma particular, le habían roto el<br />
corazón. La Tradi que ahora avanzaba<br />
por el pasillo de la agencia temporal,<br />
encadenada, vestida con un mono a<br />
cuadros que la identificaba como recién<br />
salida del postoperatorio, se parecía<br />
muy poco a la amazona rebelde<br />
que había abandonado el orfanato para<br />
coger la vida por los cuernos. Y cuando<br />
decía que la diferencia era grande, se<br />
refería a algo radical.<br />
Se miró las manos. Su preciosa tez<br />
negra, ese tono con aire a café tostado<br />
que casi desprendía un aroma, había<br />
mudado en un blanco pálido, enfermizo,<br />
muy norteño. Su extraordinaria<br />
melena rizada, que muchos hombres<br />
habían aferrado mientras la poseían<br />
como a una esclava, se había metamorfoseado<br />
en tirabuzones largos y crespos,<br />
tan endebles que se desprendían<br />
con el mero hecho de sacudir la cabeza.<br />
Ni siquiera su peso correspondía: la habían<br />
hecho engordar quince kilos, y lo<br />
notaba al andar.<br />
Anadeando como un pato, llegó<br />
hasta la oficina del inspector, su última<br />
escala antes de la máquina. Antes de lo<br />
desconocido.<br />
Su escolta tamborileó con los dedos<br />
en la puerta. Un parco adelante los<br />
invitó a pasar.<br />
Era la segunda (y última) vez que<br />
vería al inspector Martin Katzchaturian.<br />
Se trataba de un hombre seguro de sí<br />
mismo, satisfecho de su trabajo y de su<br />
posición en el mundo; sin duda némesis<br />
en otra vida de la propia Tradi. Tenía<br />
la cabeza en forma de melón aplastado,<br />
con una barbilla que se apoyaba en el<br />
pecho al parecer sin necesidad de cuello.<br />
En cuanto vio entrar a la convicta,<br />
despidió al guardia y la saludó con una<br />
sonrisa de vendedor de enciclopedias.<br />
—Prisionera dos nueve seis uno.<br />
Eso es lo que pone su historial. Pero yo<br />
prefiero llamarla por su nombre de pila,<br />
si no la molesta. ¿Puedo tutearla?<br />
Tradi permaneció de pie junto a la<br />
silla. El inspector la invitó a sentarse,<br />
pero ella no hizo ningún movimiento.<br />
—Dice la Ley que ahora debo leerle<br />
su carta de derechos, incluidos los<br />
que le han sido negados por el Tratado<br />
de Nazareth y bla bla bla, pero sería<br />
un procedimiento largo y aburrido. —<br />
Amontonó sus papeles en una esquina<br />
de la mesa y se encendió un pitillo—.<br />
Bien, Tradi. Sabes lo que te espera ahí<br />
fuera, ¿verdad?<br />
—No.<br />
La respuesta fue sólo un susurro,<br />
una fuga de aire por el cerco de los<br />
dientes. Martin frunció el ceño.<br />
—¿No? ¿Ni siquiera te han dicho a<br />
quién has de suplantar? —Sacudió la<br />
cabeza—. Estas cosas son las que me<br />
ponen enfermo. Los de la sección tres<br />
ni siquiera tienen la delicadeza de hacer<br />
bien su trabajo.<br />
Rebuscó entre sus papeles. Tradi<br />
miró de reojo la silla: su revestimiento<br />
acolchado prometía relajación infinita<br />
para el dolor de sus piernas, pero no<br />
quería darle el gusto a aquel funciona-<br />
64
io de verla disfrutar de su hospitalidad.<br />
Katzchaturian localizó un documento<br />
con la foto de una mujer a la que<br />
Tradi no había visto nunca, pero que<br />
ahora era virtualmente idéntica a ella.<br />
—¿Has oído hablar alguna vez de<br />
Augusta Ada Byron, chiquilla?<br />
La prisionera negó con la cabeza.<br />
—Desarrolló hace siglos los procedimientos<br />
lógicos en los que se basaron<br />
los primeros ordenadores, y por<br />
extrapolación los que usamos hoy en<br />
día en toda nuestra tecnología. Tenía<br />
un cerebro brillante y un cargo social<br />
a la altura: una condesa, nada menos.<br />
—Acercó la foto a su cara para distinguir<br />
mejor los detalles—. Fue una gran<br />
mujer, pero lo fue por poco tiempo. Murió<br />
con el apellido Lovelace en 1852, a<br />
los treinta y seis años, después de que<br />
el cáncer le hiciera padecer una larga<br />
agonía. Demasiado joven, o eso opina<br />
el comité.<br />
—A Dios le gusta llevarse rápido a<br />
algunas personas.<br />
—Es cierto. En mi tierra tenemos mil<br />
aforismos populares para eso. ¿Sabías<br />
que hay mucha gente que aún sigue<br />
pensando que el tiempo y el espacio<br />
son propiedad de las divinidades, y que<br />
deberíamos pagar de alguna manera<br />
por su uso? —Encogió sus peludas<br />
cejas—. Lo dicen porque no son ellos<br />
quienes tienen el poder para alterar la<br />
cinta, claro.<br />
—¿Puedo preguntar algo, señor?<br />
—Adelante; y por favor, deja a un lado<br />
las formalidades. Estamos entre amigos.<br />
Los ojos de Tradi chispearon de coraje.<br />
—¿Por qué van a recuperar a esa<br />
mujer? ¿Tan importante es que merece<br />
la pena sacrificarme a mí por ella?<br />
—Sí —contestó el inspector, y no<br />
lo dijo con malicia ni con actitud despreciativa,<br />
sino como quien constata<br />
una verdad que está más allá de toda<br />
discusión—. Usted no es nadie, señora<br />
Lebenev. Una asesina convicta sin pasado<br />
ni futuro. Un desecho social. Ada<br />
Byron posee uno de los cerebros más<br />
brillantes que ha dado la humanidad, y<br />
es nuestro deber protegerlo. La traeremos<br />
para que viva cómodamente hasta<br />
haber cumplido el siglo, como hemos<br />
hecho con Einstein, Kepler, Mozart y<br />
otros grandes de la Historia.<br />
—No sé quiénes son esos señores.<br />
Pero usted habla de ella en presente,<br />
como si ya estuviera aquí.<br />
Martin suavizó el tono de voz.<br />
—En lo que a ti respecta, Tradi, eso<br />
es exactamente lo que está sucediendo.<br />
La hizo firmar unos papeles y abandonaron<br />
el despacho. El panel electrónico<br />
volvió a cambiar. Esta vez su mensaje<br />
era más técnico. Mostraba datos<br />
sobre el complejo proceso de alteración<br />
temporal que los científicos estaban<br />
a punto de llevar a cabo:<br />
Alineación del segmento de la cinta<br />
en curso. Coordenadas del periápside<br />
(extremo cercano): laboratorio Gersen /<br />
Wielman. Coordenadas del apoápside<br />
(extremo lejano): posición de la Tierra<br />
en agosto de 1852, a 224.900.571 kilómetros<br />
del periápside.<br />
Prisionera entrando en área de seguridad.<br />
Por favor, permanezcan en sus<br />
puestos.<br />
La puerta blindada se abrió con un<br />
chasquido. Tradi iba escoltada por cuatro<br />
guardias armados más el inspector.<br />
Cuando entraron en el recinto, muchos<br />
cuellos se giraron.<br />
La joven contuvo la respiración.<br />
Allí estaba la máquina, alzada en<br />
toda su majestuosidad como un mamut<br />
de seis patas. Era un engendro que la<br />
gente admiraba por lo que podía hacer,<br />
más que por su aspecto real. Tradi sintió<br />
un escalofrío al pensar en la cantidad de<br />
desdichados que habían cruzado sus<br />
arcos de titanio, sus luces estroboscópicas,<br />
sus paneles de abejas tallados<br />
en una materia cristalina desconocida,<br />
para viajar en su vientre a lugares remotos;<br />
un dragón que surcaba una y otra<br />
vez los océanos del tiempo llevando<br />
hombres en sus células de metal. Con<br />
un sencillo gesto de su operador, aque-<br />
65
lla monstruosidad detendría la caída del<br />
sol en el cielo, haría que los pájaros aleteasen<br />
al revés, retornaría los conejos<br />
a sus chisteras; revertiría el flujo de las<br />
mareas hasta vaciar los océanos, y no<br />
se detendría hasta depositarla en otro<br />
tiempo más oscuro y terrible. Más despiadado<br />
si cabe que aquel en el que los<br />
hombres condenaban a sus semejantes<br />
a nunca haber existido.<br />
—Por Dios... —murmuró Tradi—.<br />
¿Eso es la cinta?<br />
El inspector la liberó de sus grilletes.<br />
—La cinta no es la máquina, Tradi.<br />
Así es como llamamos al sumatorio<br />
de todas las líneas temporales que podrían<br />
ser alteradas por lo que estamos<br />
haciendo. Es demasiado complejo para<br />
ti, así que no intentes entenderlo. —Señaló<br />
al dragón—. Piensa en ese cacharro<br />
como el cadillac que va a llevarte a<br />
un lugar donde serás útil para la humanidad,<br />
por primera vez en tu vida.<br />
Ante la mirada de docenas de desconocidos,<br />
mudaron su ropa por otra de<br />
época, despeinaron su cabellera, quemaron<br />
su dedo índice para simular una cicatriz<br />
de infancia, y la condujeron al gran<br />
arco de titanio. El umbral de una puerta<br />
que sólo podía ser cruzada en un sentido.<br />
Martin se ocupó de colocar un brillante<br />
aro de plata en la cabeza de la<br />
mujer. Era el paso final, el lavado de<br />
cerebro que la sumiría en un estado de<br />
amnesia, imposibilitándola para comunicar<br />
nada que pudiera alterar la historia<br />
a las personas que habitaban el<br />
siglo diecinueve. La amnesia era pasajera,<br />
o eso decían algunos, pero ella no<br />
dispondría de tiempo para que pasasen<br />
los efectos: la iban a trasladar a un momento<br />
concienzudamente estudiado<br />
para que no pudiera causar problemas,<br />
horas o minutos antes del fallecimiento<br />
de la Ada real.<br />
—Adiós, Tradi. Nuestra conversación<br />
ha sido grata —se despidió Martin—.<br />
Dale saludos a la historia de mi parte.<br />
—Que te jodan —fue la respuesta de<br />
Tradi, y el aro funcionó.<br />
La noche había caído sobre Heywood<br />
Hills; una noche oscura y aterciopelada,<br />
sin luna. El lago colindante a la mansión<br />
despedía una irisación ambarina muy sutil.<br />
Por todas partes se apreciaba una suave<br />
luz sin sombras, enriquecida por mudos<br />
matices de colores fantasmales. Procedía<br />
de los faroles que custodiaban el cenador<br />
donde reposaba Ada Byron Lovelace, pálida<br />
y demacrada, un fantasma en espera<br />
de un milagro que se resistía en llegar.<br />
Su médico, un hombre de generosa<br />
circunferencia, no entendía sus caprichos<br />
de mujer enferma: Ada se había<br />
vestido con un fantástico traje bordado<br />
por su prima Carol, adornado con incontables<br />
adminículos metálicos.<br />
—Las estrellas brillan, Charles —susurró<br />
la mujer—. ¿O soy yo? ¿Brillo yo<br />
en su lugar?<br />
—Sois como una constelación llena<br />
de hermosura, lady Lovelace. No hay<br />
nada en el cielo esta noche que amortigüe<br />
vuestro fulgor.<br />
—Qué adulador —sonrió de mala<br />
gana—. Pero las estrellas despiden<br />
una luz que no basta para iluminarme.<br />
Quiero leer, Charles.<br />
—Vuestros ojos ya no soportan ese<br />
esfuerzo, milady.<br />
—¡Al cuerno con mis ojos! —estalló<br />
Ada, arrojándole una polvera que<br />
el hombre esquivó con facilidad—. Yo<br />
decidiré a qué tienen que dedicarse en<br />
mi última hora. ¿Para qué los voy a reservar?<br />
Debo decirles lo que tienen que<br />
ver, y cuándo. Ahora, por ejemplo...<br />
Ada se levantó. El médico intentó<br />
convencerla para que volviera al diván,<br />
pero fue inútil. La mujer se separó de él<br />
e hizo un gesto hacia los árboles que<br />
bordeaban el lago.<br />
—Allí —decretó—. Allí quiero ver<br />
ahora... un bajel celestial. Un barco que<br />
me llevará por encima de las nubes,<br />
hasta los reinos sin mácula poblados<br />
de ángeles y... —La frenó una idea repentina—:<br />
¡Charles! Acabo de descubrir<br />
66
una cosa terrible. Un secreto que los<br />
seres humanos tenemos prohibido conocer<br />
sobre el más allá.<br />
El doctor asintió perezosamente.<br />
—Lo que vos digáis, señora, pero ahora...<br />
—¿Cuál debe ser el año cero, Charles?<br />
—¿Cómo?<br />
Ada levantó los brazos y Orión apareció<br />
en sus axilas.<br />
—¿No crees que el dogma sin sustancia<br />
de un culto religioso resulta inapropiado<br />
para fijar el calendario? Debemos<br />
constituir una nueva cronología<br />
del hombre moderno. En lugar de un<br />
hecho histórico, el pistoletazo de salida<br />
lo dará un cálculo matemático. —Hizo<br />
cuentas con los dedos—. A ver... si dividimos<br />
la distancia a la que se encuentra<br />
el horizonte de un observador dado,<br />
por la temperatura a la que los elementos<br />
pierden su magnetismo... uhm.<br />
—Madame, por favor, vuelva a la silla<br />
antes de que se caiga. Me está poniendo<br />
nervioso.<br />
—¡3019! ¡Ésa es la nueva fecha cero!<br />
El médico se armó de paciencia.<br />
—Está bien. Dejaré escrita una carta<br />
a la sociedad astronómica para que, en<br />
cuanto llegue el tres mil diecinueve, lo<br />
decreten año cero de la nueva era.<br />
—No seas ingenuo, Charlie. —Ada<br />
rió distendidamente, sus pies descalzos<br />
rozando el agua—. Podemos usar<br />
el calendario chino como punto de partida.<br />
Siempre me ha parecido más elegante<br />
que el cristiano, con todos esos<br />
evos con nombres de animales...<br />
De repente, Ada se paralizó. Un acceso<br />
de terror sacudió el pecho de su médico,<br />
quien por un instante pensó que iba a<br />
caer fulminada. Pero tras unos segundos,<br />
la mujer se volvió y declaró solemne:<br />
—Van a venir a buscarme, Charles.<br />
—¿Quiénes, señora?<br />
Ada hizo un gesto con sus brazos<br />
llenos de reflejos. Osa menor y Perseo.<br />
—Ellos. Y yo les voy a legar algo,<br />
para que puedan hacerlo. Voy a escribir<br />
un teorema en un papel, para que sea la<br />
barca que los traiga de vuelta hasta mí.<br />
—Estáis delirando, señora...<br />
—¿Recuerdas el primer tratado sobre<br />
la bóveda celeste? Se llamaba Uranometría,<br />
y lo escribió un tipo llamado<br />
Hevelius. Siempre me cayó bien. Tenía<br />
un apellido curioso.<br />
Danzó aproximándose al bosque.<br />
La isla de luz del cenador quedaba más<br />
lejos a cada paso, y las sombras aterciopeladas<br />
lo cubrían todo.<br />
De repente, Ada se acuclilló y se<br />
echó a llorar.<br />
—¡Por Dios! ¡He tenido una pesadilla!<br />
Charles se alongó hacia ella, tratando<br />
de no hundir sus zapatos en el lago, pero<br />
no la alcanzaba. En su tono de voz cada<br />
vez se hacía más patente el disgusto.<br />
—¿Con qué habéis soñado, milady?<br />
—Creo que los hombres del futuro<br />
son malos, Charlie.<br />
—Hay hombres malos en todas las<br />
épocas.<br />
Ada sintió un escalofrío.<br />
—Pero no como estos. Estos vienen<br />
a por mí. He soñado con un lazo, un círculo<br />
de seda que se empalma sobre sí<br />
mismo, porque alguien hace un nudo<br />
donde no debería.<br />
Alzó la vista hacia el bosque. Su<br />
oscuridad contenía algo que no sabía<br />
explicar, como si poseyera ojos que la<br />
mirasen desde dentro.<br />
—Estoy a punto de morir, Charles.<br />
Y dicho esto se desplomó.<br />
Vencido su temor al agua, el médico<br />
hundió su elegante calzado hasta<br />
los tobillos y sacó a la mujer. La llevó en<br />
brazos hasta el cenador tras comprobar<br />
que sólo se había desmayado. De todos<br />
modos, su pulso era casi inexistente.<br />
Iba siendo hora de avisar al sacerdote.<br />
Ya no había nada que la ciencia<br />
pudiera hacer por ella.<br />
Ada expulsó aire. Quería hablar, pronunciar<br />
sus últimas palabras. Charles trató<br />
de convencerla de que las ahorrara para<br />
la religión, pero ella se mostró inflexible.<br />
Atrayéndolo hasta que la oreja del<br />
médico rozó su boca, le susurró imágenes<br />
que había visto en sueños.<br />
67
Minutos después, lo único que quedaba<br />
de la condesa era una carcasa vacía.<br />
Su espíritu había partido con destino<br />
incierto, pese a los esfuerzos de los hombres<br />
de ciencia y de fe por encauzarlo.<br />
Charles habló con la familia y soportó<br />
muchos lloros. Estuvo toda la noche<br />
velando el cuerpo junto a la presumida<br />
de Carol y la engreída de la criada, el sabiondo<br />
de su mentor y sus extravagantes<br />
camaradas, una cosecha de amistades<br />
que ninguna familia decente habría<br />
dejado pasar del recibidor.<br />
Terminada la ceremonia, y una vez<br />
el alba comenzaba a radiar sus primeras<br />
luces, el cansado doctor se aproximó<br />
al lago. No quedaba nadie en el<br />
jardín, pero él se sintió impelido a dedicarle<br />
unos minutos a las últimas palabras<br />
de Ada. Sus delirios de muerte.<br />
¿A qué venían aquellos desvaríos<br />
sobre el futuro? ¿Eran acaso las personas<br />
que según ella vendrían a buscarla<br />
una metáfora sobre la mitología cristiana?<br />
¿Esperaba realmente Ada que los<br />
cielos se abrieran y los ángeles bajaran<br />
en persona a por ella, para llevársela a<br />
un mundo más feliz?<br />
Charles sabía que Ada no había<br />
incluido sus notas en su testamento.<br />
Tenía docenas de libros garabateados<br />
en su buhardilla, llenos de fórmulas<br />
matemáticas y anotaciones sin sentido.<br />
Tienen lógica, afirmaba ella con<br />
rotundidad, pero ni Charles ni sus allegados<br />
supieron verla. De todas formas,<br />
aquellos garabatos constituían el testamento<br />
de una mujer sin lugar a dudas<br />
brillante, así que él en persona se encargaría<br />
de llevarlos a alguna imprenta<br />
que pusiera un poco de orden y pulcritud<br />
en su legado.<br />
Pero había una cosa que no entendía.<br />
Ada le había dicho algo sobre un aro.<br />
Una máquina que no había llegado a<br />
funcionar del todo. Sueños de una mente<br />
enferma, desde luego, pero la intensidad<br />
con que lo había advertido bastó<br />
para ponerle nervioso: alguien había cometido<br />
un error, un terrible error, y ella<br />
se lo iba a hacer pagar. Un simple signo<br />
cambiado de lugar, había dicho. Una<br />
corrección de última hora en las notas<br />
de ese lenguaje lógico que había inventado,<br />
una bomba camuflada que viajaría<br />
hasta el futuro en manos de sus cronistas.<br />
Ese signo que había cambiado de<br />
polaridad en el último minuto provocaría<br />
un efecto en cascada que traería consecuencias<br />
imprevisibles.<br />
La propia Ada no supo en ningún<br />
momento por qué lo había hecho, pero<br />
algo en su subconsciente lo sabía: le<br />
habían hecho algo malo, sólo que no<br />
podía recordarlo. Por eso, antes de morir<br />
les gastaría una pequeña broma.<br />
Una broma inocente, tan solo un dígito<br />
colocado erróneamente que alguien<br />
sin duda se encargaría de rectificar. Al<br />
fin y al cabo, ella no era la única que entendía<br />
sus propias ecuaciones.<br />
Charles tiró el cigarro a medio consumir<br />
al lago. No le gustaba el sabor que tenía<br />
el tabaco esa noche. Incluso su humo<br />
se elevaba oblicuo en un aire inmóvil, culebreando<br />
en signos de interrogación.<br />
Una máquina que no llegó a funcionar<br />
bien. Un lazo infinito empalmado<br />
sobre sí mismo.<br />
Encogido de hombros, decidió olvidar<br />
tan escabroso asunto. Volvería a la<br />
casa, a ese bourbon tan milagroso que...<br />
Un ruido provino de la foresta. Un<br />
tronar suave, reverberante, como la pisada<br />
de algo muy pesado que hubiese<br />
aplastado la madriguera de un topo.<br />
Charles observó a la escasa claridad<br />
de la aurora los árboles que se erguían<br />
a apenas diez metros de su posición.<br />
Le había parecido ver algo moviéndose<br />
entre ellos, pero no estaba seguro de<br />
qué podía...<br />
Otro golpe. Otra pisada.<br />
La figura se hizo visible sólo durante<br />
un segundo, pero bastó para provocar<br />
un ataque cardíaco en el extenuado<br />
pecho del doctor. Realmente, la cosa ni<br />
siquiera le miró, pero bastó que perfilase<br />
su enorme corpachón de diez metros<br />
entre los árboles para que su cere-<br />
68
o captara los detalles: un ser masivo,<br />
antinatural, de toneladas de peso y piel<br />
escamosa como la de las serpientes.<br />
Un dragón de cuatro extremidades, dos<br />
pequeñas y atrofiadas, las otras fuertes<br />
y musculadas como titánicas piernas.<br />
Una cola capaz de partir robles con su<br />
poderoso basculamiento. Una cabeza<br />
con forma de tanque blindado partida<br />
en dos por una boca llena de espadas.<br />
Charles se desplomó con un gesto<br />
gracioso. La sombra del dragón se deshizo,<br />
como si en realidad no hubiese<br />
estado allí, sino que por un segundo<br />
se hubiera abierto una ventana a otra<br />
realidad. En la casa, el cuerpo de Ada<br />
Lovelace se revolvió en su ataúd.<br />
Alguien había atado un lazo de seda<br />
en torno a su muñeca.<br />
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Poesía<br />
Textos: C. Suchowolsky y Aída Albiar<br />
Ilustración: José Antonio Olmedo
El eterno retorno<br />
Carlos Suchowolsky<br />
Retorna la manada.<br />
Son mil cuatro-pezuñas<br />
Resuena el tic-tac-tic-tac<br />
de mil cuatro-pezuñas.<br />
Buscan pastos hinchados,<br />
a través de espejismos,<br />
en una vieja senda<br />
sembrada de señales.<br />
Influjo<br />
Carlos Suchowolsky<br />
Hoy dejé marchitar un poema.<br />
Que no lloré.<br />
Apenas una pincelada<br />
de un Otoño,<br />
de un clamor de hojarasca,<br />
que quizás recuerde,<br />
hasta el que quizás...<br />
llegue un murmullo.<br />
El camino es el mismo,<br />
de padres, de abuelos, de...;<br />
de los años pasados,<br />
de los siglos pasados.<br />
Hollan los sedimentos<br />
de hedor y polvareda,<br />
donde hay huesos que alertan,<br />
y silencios que ignoran.<br />
Riega el camino seco,<br />
lo seco y lo olvidado,<br />
sudor y orines frescos,<br />
que beben los fantasmas.<br />
Se aleja la manada,<br />
hollando los entierros,<br />
bramando en los infiernos<br />
con mil cuatro-pezuñas.<br />
No escuchan nada.<br />
Ni es necesario.<br />
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Del caballero y su<br />
enamorada<br />
Aída Albiar<br />
Hubo una vez un caballero<br />
que alzaba brillante espada,<br />
en su honor iban grabadas<br />
unas siglas en letras doradas.<br />
Hubo una vez una doncella<br />
que en sus ojos el paraíso reflejaba,<br />
y en sus bordados había escrito<br />
unas palabras de luna plateada.<br />
Por el puro y azul cielo<br />
unas gaviotas volaban,<br />
y por el verde de los montes<br />
los amantes paseaban.<br />
Ella era morena<br />
y sus ojos verdes brillaban,<br />
más que la luna del cielo<br />
más que el lucero del alba.<br />
Él, de pelo claro<br />
y dulce sonrisa en la cara<br />
con ojos de dicha la miraban.<br />
Todas las noches del mundo<br />
cuando el caballero se marchaba,<br />
le dejaba aquella espada<br />
con aquellas letras doradas.<br />
Y la pobre enamorada<br />
enjugaba su pena en un paño<br />
le daba el bordado al caballero<br />
¡Dios, por qué te querré tanto!<br />
Pero en esta bella historia<br />
no podían faltar los fantasmas,<br />
el fantasma de una vendida<br />
que al caballero también amaba.<br />
Fue expandiendo falso testimonio<br />
contra nuestra chica bienamada,<br />
y mientras levantaba las mentiras<br />
la otra con su caballero soñaba.<br />
Pero llegó la guerra<br />
la maldita y triste encrucijada,<br />
y el caballero se marchó<br />
con lágrimas, paño y espada.<br />
La joven desolada lloraba.<br />
Pasaron muchos días<br />
y también muchas semanas,<br />
pero él no regresaba,<br />
y la mentira de la otra<br />
llegó a los oídos de la honrada<br />
y llenaron sus ojos de lágrimas<br />
y vivió por mucho tiempo amargada.<br />
Pero la mentira quedó olvidada<br />
ya nadie en la aldea se acordaba<br />
y acabada la barbarie<br />
el caballero regresaba.<br />
La perdida y deshonrada<br />
con dos niños ya contaba,<br />
pero con lo que no lo hacía<br />
era con un marido que la ayudara.<br />
La doncella de nuestra historia<br />
aguardaba pura y casta<br />
a que volviera su enamorado<br />
para que la amara en su cama.<br />
Se casaron, solo eso les faltaba,<br />
fueron todos felices<br />
por que su amor no se acababa.<br />
Y todos nos preguntamos<br />
¿Qué decía aquella espada?<br />
Al igual nos preguntamos<br />
por las letras de ella bordadas.<br />
La primera decía así:<br />
«A mi amada:<br />
Guarda cada noche esta espada<br />
como dulce recuerdo de un adiós,<br />
que se vuelve hola por la mañana»<br />
y lo que ella bordó:<br />
«Guarda este pañuelo con tu vida,<br />
porque en él está mi alma».<br />
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ENTREVISTA<br />
A: LULA LIBÉ<br />
(Por La Redacción)<br />
LL.-Casi todos los clásicos de Disney<br />
se basan en una idea de amor<br />
romántico irreal que luego causa mucha<br />
frustración. La política sí cabe en<br />
la mente infantil, desde que tenemos<br />
consciencia para posicionarnos en<br />
conflictos somos seres políticos.<br />
LR.-¿Por qué has elegido ambientar<br />
tu libro en otro planeta? ¿No te gusta<br />
éste, o te quedaste enamorada del Principito?<br />
LL.-Ya que los miedos infantiles están<br />
en el imaginario de los niños, me<br />
pareció buena idea que un lugar que<br />
intenta acabar con ellos también.<br />
LIBRO: EL PLANETA LILAVER-<br />
DÍA. Editorial Origami. 2015.<br />
FECHA: JUNIO 2015<br />
Eres libre para emplear el espacio y<br />
el lenguaje que creas pertinente. Aquí<br />
no se censura nada.<br />
La Redacción.- Una mujer que escribe<br />
para niños. Incluso Ana Botella<br />
se atrevió (en fin) ¿Es un tópico? ¿Eres<br />
como una madre que quiere explicarle<br />
el mundo a un niño a través de la fantasía?<br />
Lula Libé.-No, en Lilaverdía los<br />
monstruos son buenos, y ya quisieran<br />
los de la vida real. Es un poemario<br />
que intenta personalizar en monstruos<br />
bondadosos los típicos miedos de los<br />
niños.<br />
LR.-¿En qué se diferencia el mundo<br />
real del infantil? ¿Cabe la política<br />
en la mente infantil? ¿Y el amor o la<br />
atracción? Muchos cuentos para niños<br />
se basan en relaciones amorosas y en<br />
desengaños…<br />
LR.-La literatura fantástica está llena<br />
de mensajes, de escritores que quisieron<br />
transmitir una idea o una visión<br />
del mundo. Pienso en Fritz Leiber y el<br />
Ratonero Gris, o en Terry Prachett y su<br />
Mundodisco. ¿Qué mensaje quieres<br />
dar tú?<br />
LL.-He intentado que el mensaje se<br />
base en ser solidarios y valientes.<br />
LR.-García Casado escribió que la<br />
poesía vive en Twitter. Imagino que conoces<br />
los maratones de twitteratura y<br />
los premios. Rosa del Blanco fue la única<br />
escritora española que participó en<br />
Twitterfiction en 2014. ¿Crees que se<br />
pueden contar historias para niños en<br />
140 caracteres? ¿Lo has hecho como<br />
Lula Libé o con otro seudónimo?<br />
LL.-Claro que se pueden contar en<br />
140 y menos! Tanto poesías como microrrelatos,<br />
que pueden llegar a decir<br />
mucho más que un libro de mil páginas.<br />
LR.-Un escritor conocido (omito el<br />
nombre por si acaso), nos decía que<br />
ahora hay mucho «juntaletras» para<br />
hacer negocio. Pero sabemos que no<br />
se puede vivir de la pluma. Suele ser<br />
un complemento. Anima un poco a los<br />
principiantes y háblanos de tu profesión<br />
principal, y de cómo la combinas<br />
con las letras.<br />
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LL.-Bueno, ahora mismo sí que vivo<br />
de esto, pero no sólo de este poemario,<br />
sino de colaboraciones medios, revistas,<br />
etc. Llevo poco así, dentro de un<br />
año te digo a ver qué tal me va.<br />
LR.-«La vocación, idiotas, la vocación»,<br />
decía el personaje del película de<br />
Jean-Luc Godard. ¿Por qué escribes?<br />
¿Cuándo empezaste a escribir y dónde?<br />
Cuéntanos tu trayectoria.<br />
LL.-Pues desde muy pequeña, mis<br />
padres aún tienen cuentos de entonces.<br />
Me gustaba crear personajes e historias,<br />
y ellos me lo fomentaban bastante,<br />
siempre me animaban a escribir los<br />
cuentos que me inventaba en voz alta.<br />
Yo era en casa la que contaba cuentos<br />
a los demás para irme yo a dormir, jajaj!<br />
la literatura infantil, les mandé el poemario<br />
que tenía escrito, en principio,<br />
para un concurso literario.<br />
LR.-Y ahora, lo que estabas esperando:<br />
dinos algo más que anime a la<br />
gente a dejarse la pasta en tu libro.<br />
LL.-Buf, no te creas, para eso soy<br />
malísima, al igual que para las entrevistas<br />
de trabajo, así mejor no digo nada<br />
y que lo anterior ya sirva para animar a<br />
quien le apetezca.<br />
LR.-J.K.Rowling, la autora de Harry<br />
Potter, escribe con seudónimo. ¿Cuál<br />
es para ti la magia del seudónimo?<br />
¿Por qué Lula Libé? Hemos oído que<br />
vas a presentar el libro y saldrás a la luz<br />
perdiendo la erótica del misterio (ay,<br />
qué pena). ¿Es verdad? ¿Tendremos la<br />
suerte de verte pronto? Nosotros estamos<br />
en Valencia y Madrid.<br />
LL.-No, no es verdad, no tengo intención<br />
de salir del aninomato. Además<br />
de cuentos infantiles escribo sobre política<br />
y feminismo, no tan bien recibido<br />
y con amenazas en redes sociales que<br />
me quitan todas las ganas.<br />
LR.-Toca la pregunta adecuada para<br />
que hagas la pelota a la Editorial Origami:<br />
¿Has publicado con ellos por amistad,<br />
afinidad geográfica, tenían la cerveza<br />
más fría que los demás…? Cuenta,<br />
cuenta.<br />
LL.-Pues no los conocía, se pusieron<br />
en contacto conmigo para una novela,<br />
pero ya había firmado con otra editorial.<br />
Al decirme que se dedicaban mucho a<br />
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Nos vemos EN EL PRÓXIMO NÚMERO...
«Este número de <strong>Planetas</strong> Prohibidos©<br />
Año 4, se terminó de editar el dia 07 de<br />
agosto de 2015».<br />
CONSEJO DE DIRECCIÓN<br />
Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña<br />
y Marta Martínez<br />
EDITOR<br />
J. Javier Arnau<br />
William E. Fleming<br />
CORRECCIÓN<br />
J. Javier Arnau<br />
William E. Fleming<br />
MAQUETACIÓN<br />
James Crawford Publishing<br />
COLABORAN EN ESTE NÚMERO:<br />
ILUSTRADOR DE PORTADA<br />
Ángel García Alcaraz<br />
DISEÑO Y MAQUETACIÓN DE PORTADA<br />
Marta Martínez<br />
EDITORIAL<br />
J. Javier Arnau<br />
RESTO DE ILUSTRACIONES<br />
M.C. Carper, Juan Raffo, Fraga, José Antonio<br />
Olmedo, Ángel García, Abel Portillo, Azramari,<br />
Pedro Belushi, José Antonio García Burgos,<br />
ESCRITORES<br />
Carlos Suchowolsky, Aída Albiar, J. Javier Arnau,<br />
José Antonio Olmedo, Heberto de Sysmo, Víctor<br />
Conde, Carlos Paez, Gabriel Romero de Ávila,<br />
Irene Comendador, Natalia Viana, Silvia Pato,<br />
Alejandro Morales, Marta Martínez Velasco.
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