26.09.2018 Views

Revista Planetas prohibidos - N°11

«Este número de Planetas Prohibidos© Año 4, se terminó de editar el dia 07 de agosto de 2015». CONSEJO DE DIRECCIÓN Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña y Marta Martínez EDITOR J. Javier Arnau William E. Fleming CORRECCIÓN J. Javier Arnau William E. Fleming MAQUETACIÓN James Crawford Publishing

«Este número de Planetas Prohibidos©
Año 4, se terminó de editar el dia 07 de
agosto de 2015».
CONSEJO DE DIRECCIÓN
Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña
y Marta Martínez
EDITOR
J. Javier Arnau
William E. Fleming
CORRECCIÓN
J. Javier Arnau
William E. Fleming
MAQUETACIÓN
James Crawford Publishing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

1


PLANETAS PROHIBIDOS es una revista cuatrimestral<br />

de ciencia ficción sin ánimo de lucro.<br />

Su objetivo es la difusión de artículos,<br />

relatos e ilustraciones del género.<br />

AVISO LEGAL. Los textos e ilustraciones<br />

pertenecen a los autores, que conservan todos<br />

sus derechos asociados al © de su autor.<br />

El autor, único propietario de su obra,<br />

cede únicamente el derecho a publicarla en<br />

PLANETAS PROHIBIDOS para difundirla por<br />

Internet en formado pdf y epub. No obstante,<br />

los derechos sobre el conjunto de PLANE-<br />

TAS PROHIBIDOS y su logo son © del Grupo<br />

PLANETAS PROHIBIDOS.<br />

NORMAS DE PUBLICACIÓN<br />

La revista PLANETAS PROHIBIDOS está dedicada<br />

a la ciencia ficción, pero también a la<br />

fantasía y al terror como géneros afines. La<br />

revista acepta relatos, artículos, ilustraciones<br />

y cómics, de tema libre, formateado en Trebuchet<br />

MS 12 pto, párrafo justificado y salto de<br />

una línea. Si en el plazo de dos meses la revista<br />

no ha contestado, la obra se considera<br />

desestimada.<br />

Queda terminantemente prohibida la<br />

venta o manipulación de este número de<br />

PLANETAS PROHIBIDOS.<br />

No obstante se autoriza a copiar y redistribuir<br />

la revista siempre y cuando se haga de<br />

forma íntegra y sin alterar su contenido. Cualquier<br />

marca registrada comercialmente que<br />

se cite en la revista se hace en el contexto del<br />

artículo que la incluya sin pretender atentar<br />

contra los derechos de propiedad de su legítimo<br />

propietario.<br />

El Grupo PLANETAS PROHIBIDOS está<br />

compuesto por Lino Moinelo, Guillermo de la<br />

Peña, Marta Martínez y Jorge Vilches.<br />

BLOG<br />

http://planetas<strong>prohibidos</strong>.blogspot.com<br />

<strong>Planetas</strong> Prohibidos© Año 4 Nº 11<br />

Diseño y maquetación:<br />

CONTACTO<br />

revistaplanetas@gmail.com


ÍNDICE<br />

4/EDITORIAL, J. Javier Arnau.<br />

5/EL MUSEO DE LOS HOMBRES INVISIBLES, Gabriel Romero, Ángel García<br />

Alcaraz.<br />

12/DANA, Carlos Paez, Juan Raffo.<br />

20/DÍA DE CIRCO, Irene Comendador, J. Antonio García Burgos.<br />

24/CUANDO EL RÍO SUENA, Natalia Viana, Pedro Belushi.<br />

26/ENTREVISTA A VÍCTOR MONIGOTE.<br />

30/UN NUEVO AMANECER, Silvia Pato, M.C. Carper.<br />

35/JULIA, Alejandro Morales Mariaca, Abel Portillo.<br />

42/EL ÁRBOL DE LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL, Heberto de Sysmo, Ángel<br />

García Alcaraz.<br />

48/INTERSTELLAR; CIENCIA Y FICCIÓN, José Antonio Olmedo López-Amor.<br />

57/ALICE, Marta Martínez, Juan Raffo.<br />

63/EMPALME EN LA CINTA DE MOEBIUS, Víctor Conde, Azramari.<br />

71/CÓMIC: ONDAS FRAGUIANAS, Fraga.<br />

72/POESÍA, C. Suchowolsky, Aída Albiar, José Antonio Olmedo López Amor.<br />

76/ENTREVISTA LULA LIBÉ.<br />

3


EDITORIAL<br />

Estoy escribiendo este editorial a<br />

pocos días de que aquí, en España,<br />

se celebren las elecciones<br />

locales y autonómicas. En realidad, no<br />

tiene nada que ver con el contenido de<br />

la revista, o sí… la situación por la que<br />

hemos pasado estos últimos años (en<br />

realidad, en la que estamos inmersos),<br />

podría pasar por una historia de terror;<br />

es un caso más de los de «la realidad<br />

supera a la ficción». Y algún gobernarte<br />

ha puesto como excusa que «la<br />

realidad le ha impedido cumplir su programa<br />

electoral»… a lo que nos preguntamos…<br />

y hasta ese momento, ¿no estaba<br />

viviendo en la misma realidad que<br />

el resto de los ciudadanos?; en fin, lo<br />

dicho, una historia de fantasía y terror.<br />

Bueno, no nos vayamos por las ramas,<br />

y centrémonos en lo que durante<br />

mucho tiempo se ha considerado (y,<br />

lamentablemente se sigue considerando)<br />

literatura de evasión. En el anterior<br />

número comentamos que éste<br />

lo queríamos «escorar» un poco más<br />

a la ciencia ficción, dado que aquel se<br />

nos fue más hacia el terror. Por eso, en<br />

este número la mayoría de relatos son<br />

de ciencia ficción, pero sin abandonar<br />

el resto de literatura fantástica. De ahí<br />

la magnifica portada, creación de Ángel<br />

García Alcaraz.<br />

En el extenso muestrario de los relatos<br />

que a continuación podéis leer,<br />

encontraréis clones y batallas espaciales,<br />

viajeros en el tiempo y hombres<br />

invisibles, un nuevo génesis, casas de<br />

muñecas… Todo por cortesía de los autores<br />

que nos han confiado sus trabajos,<br />

y de los excelentes ilustradores que<br />

han puesto imágenes a las palabras de<br />

estos. Entre ellos, Víctor Conde, Gabriel<br />

Romero, Silvia Pato, Marta Martínez, Irene<br />

Comendaor, Heberto de Sysmo, Carlos<br />

Paez, Natalia Viana, Alejandro Morales,<br />

Pedro Belushi, Juan Raffo, Ángel<br />

García, Abel Portillo, M.C. Carper, Azramari<br />

y José Antonio García<br />

También podréis disfrutar de las<br />

viñetas cómicas de Fraga, así como<br />

de las poesías, esta vez a cargo de las<br />

plumas (¡toma anacronismo!) de Carlos<br />

Suchowolsky y Aída Albiar, con estilos<br />

claramente diferenciados y diferentes,<br />

muestrario de los diversos caminos<br />

que la literatura fantástica puede tomar<br />

(por si faltaba algo en los relatos…)<br />

Asimismo, hemos realizado una entrevista<br />

a Víctor Monigote, director de<br />

arte, diseñador de personajes, ilustrador,<br />

actor, cantante, etc, que entre sus últimos<br />

trabajos tiene en su haber «Mortadelo y<br />

Filemón contra Jimmy el cachondo», por<br />

la que fue nominado al Goya.<br />

Pero eso no es todo; también tenemos<br />

un artículo sobre la ciencia (y la ficción)<br />

presentes en la película Interstellar,<br />

por José Antonio Olmedo, que hace poco<br />

nos presentó la reseña de dicha película.<br />

Y ahora sí, despedimos este número,<br />

esperando que sea de vuestro agrado y,<br />

mientras acabamos de confeccionarlo,<br />

nos ponemos a trabajar en el siguiente,<br />

con la confianza (y la esperanza) de<br />

encontraros de nuevo leyéndonos.<br />

J. Javier Arnau<br />

Editor de <strong>Planetas</strong> Prohibidos<br />

4


EL MUSEO DE LOS<br />

HOMBRES INVISIBLES<br />

Texto: Gabriel Romero de Ávila<br />

Ilustración: Ángel García Alcaraz<br />

5


(Al final todo este embrollo pudo arreglarse,<br />

y de él sólo queda registro en el<br />

Libro del Tiempo que se guarda en el año<br />

802.701, de modo que bien podríamos<br />

decir que se trata de un relato imaginario…<br />

aunque ¿acaso no lo son todos?)<br />

Sus amigos le dijeron que era una<br />

estupidez, pero él se empeñó. No<br />

en vano se había convertido en<br />

uno de los autores más influyentes de<br />

la Historia de la Humanidad, y no sólo<br />

en su época, sino a través de los siglos<br />

y hasta un futuro distante, donde apenas<br />

quedan hombres en la Tierra. Cuando<br />

los pueblos fueron reducidos a masas<br />

informes, y volvieron a reunirse en<br />

torno a hogueras. Cuando los esclavos<br />

que trabajaban bajo tierra se acostumbraron<br />

tanto a la oscuridad que dejaron<br />

de poder ver la luz del sol, y los señores<br />

que vivían en la superficie olvidaron<br />

de dónde provenían, alimentados para<br />

siempre por aquellos topos humanos<br />

como si fueran bestias retenidas en<br />

un zoo. Esclavos unos de otros, dependientes<br />

de su mutua cooperación aunque<br />

ni siquiera sabían que existían.<br />

La utopía que él había adivinado en<br />

sus sueños, el destino último de la Humanidad,<br />

a donde un puñado de hombres<br />

habían sido conducidos siguiendo<br />

la estela de la Máquina del Tiempo.<br />

Fue un día sin sol, como tantos<br />

otros, en la Torre del Tiempo que domina<br />

los siglos, cuando el Escritor de<br />

Ciencia Ficción tuvo la idea de rescatar<br />

a los Hombres Invisibles. El Tercer<br />

Viajero del Tiempo le dijo que aquello<br />

era una tontería, igual que pensaban el<br />

Viajero Americano y la Torre (heredero<br />

de la Familia de Viajeros del Tiempo, de<br />

la época en que vivieron en el Siglo 33).<br />

Todos estaban de acuerdo en que la<br />

idea sólo podía llevar al desastre, pero<br />

el Escritor era terco cuando pensaba<br />

que algo merecía la pena. Discutió, llevó<br />

la contraria, les recordó las muchas<br />

ocasiones en que les había salvado la<br />

vida, y el hecho siempre incontestable<br />

de que habían sido sus novelas las<br />

que condujeron a la mayoría hasta allí,<br />

guiados por los sueños de un utópico<br />

caballero victoriano. O al menos había<br />

sido así con ellos, y también con el Viajero<br />

Junior, que tanto crecieron asomados<br />

al balcón de la fantasía del Escritor<br />

que de mayores compartieron un poco<br />

de su ilusión y se reunieron con él en<br />

el futuro. Ahora todos formaban parte<br />

del llamado Consejo del Tiempo, y sus<br />

Agentes para la Conservación de la Corriente<br />

Temporal (más conocidos como<br />

los Argonautas del Tiempo) se aseguraban<br />

que los hechos ocurrieran como<br />

tenían que ocurrir, a salvo de las continuas<br />

amenazas que podían llevar la<br />

Historia a desaparecer de un plumazo<br />

(como aquella vez en que evitaron que<br />

unos soldados de Philadelphia le contaran<br />

a Colón que nunca llegaría a las<br />

Indias, o cuando eliminaron a un ejército<br />

de infinitos adolescentes provenientes<br />

de líneas temporales alternativas,<br />

que viajaban por el tiempo en un coche<br />

deportivo con ruedas de fuego).<br />

De forma que cuando el Escritor<br />

echaba mano de su influjo en la sociedad,<br />

era porque había que hacerle caso.<br />

Sus amigos se miraron, y no tuvieron<br />

más remedio que asentir.<br />

Yo soy el Hombre Invisible.<br />

Yo soy el Hombre Invisible.<br />

Es increíble cómo puedes ver a través<br />

de mí.<br />

Fue en el año 2397 cuando se inauguró<br />

el llamado Museo de los Quince Hombres<br />

Invisibles y las dos Mujeres Invisibles,<br />

en la pequeña localidad de Iping,<br />

West Sussex, que a costa de eso se<br />

había hecho célebre en todo el planeta.<br />

El alcalde y los miembros de su equipo<br />

festejaron el evento como si se tratara<br />

de su propia coronación, y un millar de<br />

ciudadanos sonrientes inundaron las<br />

salas. Había ingleses y alemanes, un<br />

6


montón de franceses que llegaron por<br />

la Línea de Teleportación bajo el Canal<br />

de la Mancha (conocida como Europortation),<br />

españoles que aprovecharon la<br />

ocasión para hacer puente, y japoneses<br />

con sus holo–cámaras al hombro. Había<br />

generales marcianos presentando<br />

sus respetos, sirenas venusianas con el<br />

cuerpo totalmente desnudo, y tritones<br />

de Neptuno que precisaban de un campo<br />

de fuerza con agua para sobrevivir.<br />

Pero lo más crucial del día llegó<br />

con la aparición del Escritor de Ciencia<br />

Ficción, pues con él venía el auténtico<br />

Hombre Invisible al que homenajeaba<br />

el Museo, robado de su época y soltado<br />

en el futuro como ganado.<br />

El desastre como es lógico no se<br />

hizo esperar.<br />

El Primer Hombre Invisible de la<br />

Historia había sido un científico inglés<br />

no demasiado cuerdo que llevó a cabo<br />

un experimento para reducir el índice<br />

de refracción de un cuerpo humano e<br />

igualarlo con el del aire, de forma que<br />

no absorba la luz ni la refleje, con lo<br />

que al probarlo sobre sí mismo consiguió<br />

volverse invisible. La única parte<br />

de su cuerpo que aún podía verse sin<br />

ningún problema eran (no penséis mal)<br />

sus retinas (si no, menuda gracia de experimento,<br />

que encima quedes ciego,<br />

¿no?), por lo que durante mucho tiempo<br />

se postuló que el éxito de sus teorías<br />

tenía que ver con el hecho de que<br />

el hombre era albino (algo que después<br />

tuvo que adaptarse para que sirviera<br />

también en individuos con melanina).<br />

Por supuesto, debemos reconocer<br />

que estas investigaciones fueron revolucionarias,<br />

un hito sin precedentes en<br />

la Historia de la Humanidad que debía<br />

haberle conseguido un reconocimiento<br />

y una fortuna infinitas, pues realmente<br />

se lo merecía… de no ser por la tendencia<br />

tan extendida entre los sabios de<br />

probar sus fórmulas en ellos mismos.<br />

¿Por qué lo hacen? Esto es algo que<br />

siempre me he preguntado (aunque<br />

quizá no sea yo el más indicado para<br />

plantear esta pregunta), pero desde<br />

luego fue lo que le llevó al desastre<br />

(igual que al inventor del coche deportivo<br />

con ruedas de fuego y a la mayoría<br />

de Viajeros del Tiempo, que se empeñaron<br />

también en probar sus inventos<br />

consigo mismos).<br />

Porque el problema no era que la<br />

fórmula no funcionase, sino que una<br />

vez expuesto a ella, el Hombre Invisible<br />

no encontró manera de hacerse visible<br />

de nuevo, y esa constatación le volvió<br />

loco. Empezó desesperándose, luego<br />

sufrió accesos de rabia que le llevaron<br />

a destrozar su laboratorio, y finalmente<br />

se marchó a lo más profundo del corazón<br />

de Inglaterra, al perdido pueblecito<br />

de Iping, en West Sussex, para continuar<br />

sus estudios al margen del mundo.<br />

Como es lógico en un Hombre Invisible,<br />

tuvo que envolver todo su cuerpo con<br />

vendas y llevar ropas gruesas que le taparan<br />

por completo, con el fin de que<br />

nadie se enterase (e inventar una historia<br />

rocambolesca sobre un supuesto<br />

accidente que le dejó terribles cicatrices,<br />

tan deformantes que prefería que<br />

nadie las viese). Eso provocó el recelo<br />

de las buenas gentes de Iping (que en<br />

2397 se las daban de civilizados, con<br />

su precioso Museo y las visitas de gente<br />

de toda la Galaxia, pero cinco siglos<br />

antes persiguieron al Hombre Invisible<br />

hasta descubrir su secreto y luego matarlo,<br />

porque es bien sabido que los aldeanos<br />

odian por sistema a cualquier<br />

forastero, lo repudian, lo espían y le<br />

hablan con desagrado hasta echarlo<br />

de allí, más aún si viaja vendado de la<br />

cabeza a los pies y hace experimentos<br />

extraños que no entienden).<br />

El caso es que alguien que pudo<br />

ser un genio y cambiar los destinos del<br />

Universo, acabó perseguido por todo<br />

un pueblo y asesinado a golpes sobre<br />

la nieve, más por el miedo a lo desconocido<br />

que por cualquier otra cosa. Cierto<br />

que este ser extraño, en su locura tras<br />

descubrir el poder que había adquirido,<br />

pretendía convertirse en amo del mun-<br />

7


do («El Reinado de Terror del Hombre<br />

Invisible», le decía a un antiguo colega<br />

al que reveló sus planes fantasiosos,<br />

y que fue quien le denunció a la Policía),<br />

y que secuestró a un vagabundo<br />

para que le sirviera de ayudante en sus<br />

investigaciones para revertir los efectos<br />

del suero (que mal gobernante del<br />

mundo sería si no puede dominar su<br />

propio poder). Pero el resultado después<br />

de todo fue que el Hombre Invisible<br />

murió destrozado a golpes por la<br />

incultura de los hombres, y sólo entonces<br />

consiguió volverse visible de nuevo,<br />

un cadáver albino llenando la nieve<br />

de sangre, como si la historia entera<br />

hubiese sido una fábula y la dura realidad<br />

tomara su lugar en el mundo, una<br />

realidad brillante y roja que se extendía<br />

sobre el inmaculado manto del suelo<br />

de West Sussex y su odio. Una fábula<br />

acerca de las maravillas de la ciencia y<br />

del miedo a lo desconocido, que acabó<br />

con un hombre muerto, sin razón. Y<br />

que sólo muerto vio cumplido su deseo<br />

de volverse visible de nuevo, cuando el<br />

sueño se rompió en mil pedazos.<br />

El vagabundo secuestrado se quedó<br />

el dinero de su captor y abrió con él<br />

una taberna a la que bautizó «El Hombre<br />

Invisible» (y que ahora es una cadena<br />

de comida rápida que va desde<br />

Mercurio a Plutón, y cotiza en bolsa), y<br />

también todas sus notas, pero se desilusionó<br />

mucho al ver que era incapaz<br />

de entenderlas. Los sabios suelen escribir<br />

la mitad de sus ideas en papel y la<br />

otra en su propia cabeza, siempre de la<br />

misma forma caótica e incomprensible.<br />

Por suerte para el vagabundo.<br />

La historia fue recogida de boca<br />

de los testigos (y asesinos) por el propio<br />

Escritor de Ciencia Ficción, apodado<br />

también El Cronista de lo Extraño,<br />

quien publicó ese mismo año su<br />

famosa novela «El hombre invisible»,<br />

con la que ganó una fortuna. Y siempre<br />

pensó que su protagonista había sido<br />

un incomprendido, un hombre de otra<br />

época como él mismo que no tuvo la<br />

ocasión de despuntar. De modo que en<br />

2397 presentó al mundo a un Hombre<br />

Invisible que acababa de descubrir sus<br />

poderes, antes de que se desquiciara<br />

por el hecho de no revertir los efectos,<br />

cuando todavía era una fuerza del bien.<br />

El alcalde de Iping, un orondo zorro<br />

rojo de mirada perdida que ya había<br />

militado en casi todos los partidos políticos<br />

(incluso en el de las plantas inteligentes,<br />

aunque sólo como asociado),<br />

quedó petrificado cuando apareció la<br />

Máquina del Tiempo en pleno hall del<br />

Museo, y más aún cuando se bajó de<br />

ella el mismo hombre al que estaban<br />

recordando (o por lo menos un batín<br />

de caballero que parecía moverse solo<br />

y unas zapatillas de felpa). Y detrás la<br />

sonrisa bienintencionada del anciano<br />

Escritor de Ciencia Ficción.<br />

—¡Doctor, qué tremendo honor para<br />

nuestro Museo! —se apresuró a decir<br />

el alcalde mientras buscaba al final de<br />

la manga en busca de una mano que<br />

estrechar—. Debieron avisarme de que<br />

iban a venir a la inauguración, hace mucho<br />

que no vemos Viajeros del Tiempo<br />

por aquí (supongo que entre otras cosas<br />

porque están <strong>prohibidos</strong>, y requisaron<br />

todas las Máquinas del Tiempo de<br />

las que se tenían noticias, pero eso es<br />

algo que no importa ahora). Me siento<br />

tremendamente orgulloso de recibirle<br />

en Iping, con todos los honores que usted<br />

se merece, más allá de la… mala impresión<br />

que pudo llevarse de nosotros<br />

la vez anterior.<br />

—¿Qué… qué lugar es éste? —balbuceó<br />

el Hombre Invisible en un extraño<br />

inglés de finales del XIX que allí les<br />

pareció incomprensible.<br />

—Oh, es la Ciudad Voladora de<br />

Iping, en West Sussex, Inglaterra. Verá<br />

que han cambiado muchas cosas desde<br />

su visita anterior, señor mío, como<br />

el hecho de que existan núcleos de<br />

teleportación con casi todas las urbes<br />

industrializadas de la Galaxia, o que<br />

nuestro barrio industrial esté contenido<br />

en un Sub–Universo de Tiempo Dete-<br />

8


nido (con el ahorro de energía que eso<br />

supone), o el ejemplo de coexistencia<br />

pacífica de nuestro ghetto de Vegetoides<br />

(cuya fotosíntesis aporta luz suficiente<br />

para mantener a toda la ciudad).<br />

Como puede ver…<br />

—¡Pare, pare, pare! —intervino el Escritor<br />

saltando de la Máquina al oírle—.<br />

Mi amigo proviene del año 1897, pero de<br />

un instante anterior a que tuviera siquiera<br />

noticias de su pueblo. Imagínese que<br />

mucho menos de la teleportación y de<br />

todas esas cosas que le ha nombrado.<br />

—Oh, lo lamento, señor mío, quizá<br />

me he adelantado. Siéntase como en su<br />

casa, doctor, y espero que descubra por<br />

sí mismo las increíbles maravillas que<br />

puede ofrecer esta ciudad (ciudad, señor<br />

mío, si me lo permite, Iping es una ciudad<br />

desde hace varios siglos, no un pueblo).<br />

El batín y las zapatillas de felpa se<br />

quedaron petrificados en mitad del hall<br />

del Museo, como si de pronto hubieran<br />

perdido la vida que mágicamente les había<br />

sido otorgada. Los miembros de la<br />

Comisión del Ayuntamiento observaron<br />

con el corazón en un puño el espacio<br />

inmediatamente por encima del cuello<br />

del batín, tratando de adivinar alguna<br />

expresión en aquel aire vacío, o dónde<br />

estarían sus ojos, o qué pensaría su cerebro<br />

transparente. El Escritor, que ya<br />

tenía más experiencia con Hombres Invisibles,<br />

parecía encantado con aquella<br />

situación tan surrealista (un caballero<br />

del siglo XIX encontrándose cara a cara<br />

con los descendientes de sus futuros<br />

asesinos, en un pueblito de la Inglaterra<br />

más profunda que no conocía absolutamente<br />

de nada… perdón, en una ciudad<br />

de la Inglaterra más profunda), y guardaba<br />

silencio con una sonrisa bobalicona<br />

esperando las palabras de su invitado.<br />

Finalmente el batín habló, más confundido<br />

todavía que el alcalde, y movió las<br />

mangas con algo de la pretendida flema<br />

británica, tratando de mantener el aplomo.<br />

—¿Me… me están diciendo que esto<br />

es el futuro? ¿Hemos… hemos viajado<br />

en el tiempo?<br />

—Justamente, señor mío —dijo el alcalde<br />

hinchado de orgullo, a pesar de<br />

los gestos del pobre Escritor para que<br />

se callara—. Se encuentra usted en el<br />

año 2397, quinientos años justos después<br />

de su época. Y para celebrar tan<br />

sonada onomástica, el Ayuntamiento<br />

de Iping ha levantado el impresionante<br />

Museo de los Hombres Invisibles, como<br />

un sentido homenaje a aquéllos que<br />

han convertido la invisibilidad en una<br />

muestra de genio. Podrá ver las salas y<br />

exposiciones que hemos pensado para<br />

el turismo de toda la Galaxia. Ésta en<br />

concreto es la dedicada a usted, doctor.<br />

Y abrió unas puertas tras las que se<br />

hallaba una cumplida reproducción del<br />

antiguo laboratorio del Hombre Invisible,<br />

un enjambre de tubos y probetas dispuestos<br />

de forma desordenada en mesas<br />

y estantes llenos de polvo, y en cuyo<br />

centro podía verse un traje holográfico<br />

que se movía solo a través de la habitación,<br />

simulando tener un cuerpo dentro.<br />

—¿Ése… ése soy yo?<br />

—Precisamente, ése es usted. Espero<br />

que le haga justicia. Es una forma de<br />

mostrarle la admiración que…<br />

—¿Me están diciendo que la fórmula<br />

funciona realmente? ¿Que en el futuro han<br />

tenido noticias de mi trabajo, y funciona?<br />

—Oh, por supuesto que funciona,<br />

y su presencia aquí es buena prueba<br />

de ello (sobre todo el hecho de que no<br />

podamos verle). El señor que está a su<br />

lado, escribió una novela acerca de su<br />

historia en el mismo 1897, y se hizo tan<br />

célebre que cada año recibimos miles<br />

de visitas en Iping de turistas que desean<br />

repetir su viaje. Ya existe una ruta<br />

guiada a los principales lugares en que<br />

estuvo, pero desde hoy tenemos un<br />

precioso Museo para legar al futuro sus<br />

contribuciones. ¿Le gusta?<br />

—Lo siento… Lo siento de verdad<br />

—decía el batín manchado de sangre<br />

sentado al borde del abismo, mirando<br />

absorto las zapatillas que flotaban sobre<br />

el precipicio—. Siento que hayas<br />

puesto tanto esfuerzo para nada.<br />

9


—No te preocupes, siempre se<br />

puede arreglar. Tengo unos amigos<br />

que arreglan estas cosas… Lo importante<br />

era que tú fueras feliz, yo siempre<br />

pensé que merecías una segunda<br />

oportunidad, que todo había sido culpa<br />

del fármaco que inventaste… y que no<br />

era justo que murieras solo en la nieve,<br />

como un animal. Lo que intentaba<br />

es que no estuvieras solo. Me parecía<br />

terrible que, siendo el patriarca de una<br />

familia tan numerosa como la de los<br />

Hombres Invisibles, no recibieras ninguna<br />

clase de mérito. Y mira que has<br />

influido en nuestra sociedad… El Agente<br />

Invisible, que fue crucial en la Segunda<br />

Guerra Mundial… O Takemitsu,<br />

el Japonés Invisible… O Kitty, la Mujer<br />

Invisible, que era una delicia… Nada que<br />

ver con ese otro tipo, Wilhelm Storitz, y<br />

el que heredó su compuesto, que eran<br />

unos canallas los dos, y en cambio tus<br />

herederos fueron geniales, y ahora no<br />

vas a poder conocer a ninguno de ellos,<br />

después de lo que has hecho. Me temo<br />

que no ha sido tan buena idea como yo<br />

pensé. Creo que el problema no era sólo<br />

la fórmula, y quizá tendría que haber<br />

estudiado mejor el proyecto, antes de<br />

crear un montón de divergencias temporales<br />

y que otros lo arreglen. Creo…<br />

que en el fondo sí que eras un villano, y<br />

como villano eres genial, y por eso utilizaron<br />

tu imagen en tantos sitios, porque<br />

realmente das muchísimo miedo a<br />

todo el mundo… y tal vez estás más allá<br />

de una posible redención, por mucho<br />

que yo quisiera empeñarme. ¿Sabes?,<br />

durante un tiempo se barajó la posibilidad<br />

de que el malo en verdad no fueras<br />

tú, sino ese antiguo colega tuyo que te<br />

había delatado a la Policía, porque en<br />

realidad pretendía manipularte y usar<br />

tus poderes para conquistar el mundo.<br />

Pero ahora sabemos que no fue así,<br />

porque ese tipo trabaja para nosotros<br />

solucionando asuntos como éste que<br />

amenazan la corriente temporal, y nos<br />

ha contado cómo eras… Y aun así yo<br />

creí que podría hacer que cambiaras,<br />

y que todo sería maravilloso, y que te<br />

convertirías en el héroe que fueron muchos<br />

de los Hombres Invisibles, excepto<br />

tú, y unos pocos, y que mejoraría la<br />

Historia de la Humanidad. Pero ahora<br />

sé que no va a ser así, y que no puedo<br />

tener más esperanzas. Que a veces los<br />

villanos son villanos, y a veces morimos<br />

solos sin que a nadie le importe. Todos,<br />

todos morimos solos un día u otro, y al<br />

final a nadie le importa.<br />

—Ya… Sé a lo que te refieres.<br />

—Dios, ¿qué voy a hacer contigo<br />

ahora? Tengo que intentar deshacerlo,<br />

pero no sé cómo. Los Argonautas deben<br />

estar llegando, y ellos no tienen piedad<br />

con los que agreden la Historia de esta<br />

forma. Y mi jefe, para qué contarte… Es<br />

una bellísima persona, fue el primer Viajero<br />

del Tiempo, mi amigo Moses, del<br />

que aprendí cómo construir una máquina<br />

y con el que vivo en el año 802.701…<br />

pero suele enfadarse con frecuencia<br />

cuando hago cosas como ésta. Y creo<br />

que tiene razón. A veces no mido las<br />

consecuencias, y me dejo llevar por mi<br />

entusiasmo, y me convenzo a mí mismo<br />

de que puedo cambiar el mundo aunque<br />

nadie me deje… Dios, me va a matar en<br />

cuanto se entere. Esto va a ser un desastre.<br />

Me va a matar… Me va a matar…<br />

—Tranquilo, hombre, ¿qué importa<br />

que te mate? ¿No dices que eso también<br />

se puede arreglar?<br />

Yo soy el Hombre Invisible.<br />

Yo soy el Hombre Invisible.<br />

Es criminal cómo puedo ver a través de ti.<br />

Mírame, mírame.<br />

10


11


12


DANA<br />

Texto: Carlos Paez<br />

ILustración: Juan Raffo<br />

13


Ella es casi perfecta, ella es hermosa<br />

más allá de cualquier noción normal,<br />

ella es más bella de lo que uno<br />

podría esperar de un ser humano.<br />

Ella esta muriendo.<br />

Y yo no puedo hacer nada.<br />

Solo estar junto a ella en la oscuridad<br />

y recordar.<br />

Conocí a Dana la primera vez que pise<br />

la cubierta del «Harlock»; en ese entonces,<br />

el destructor espacial nave insignia<br />

de la flota del gran almirante, ella<br />

fue el primer clon que conocí… técnicamente<br />

no era un clon, los «Agnates»<br />

no son copias de ningún humano en<br />

especial. De hecho, salvo contadas excepciones,<br />

son todos específicamente<br />

únicos. Comparten características relativamente<br />

similares, por supuesto, la<br />

mezcla de genes creados para justamente<br />

potenciar muchas cualidades<br />

humanas, tienden a producir individuos<br />

de aspecto mestizo; los de rasgos mas<br />

puros (arios, negroides, asiáticos, etc)<br />

son muy escasos y, normalmente, solo<br />

fruto de exacerbaciones de fenotipos<br />

muy puntuales.<br />

Cada clon (perdón, «Agnate»), al<br />

menos desde la segunda generación,<br />

es creado cuidando de que sea absolutamente<br />

único, un ser humano ejemplar,<br />

más fuerte, hábil e inteligente que<br />

los normales, pero especial en sí mismo;<br />

los genetistas Elohim desde siempre<br />

tuvieron un cuidado detallista en<br />

ello. Lo único en genética y aprendizaje<br />

es lo que hizo a los agnates seres humanos<br />

en vez de muñecos biológicos.<br />

Y con ello la humanidad tuvo su<br />

ejército oculto.<br />

Ella fue el primer «Agnate» que conocí<br />

en mi vida. Fue cuando la rampa<br />

del transporte que me había llevado<br />

desde mi apacible vida a la vorágine de<br />

la guerra Kheraban bajó sobre uno de<br />

los hangares del Destructor. Ella me esperaba<br />

con esa actitud de marcial respeto<br />

y a la vez infantil curiosidad.<br />

Dana Sterling.<br />

Un nombre que para muchos poco<br />

podría significar, pero para un chileno<br />

criado en los 80s pegado a una pantalla<br />

de TV viendo «Robotech» tenía algo<br />

muy especial.<br />

Uno puede despotricar con que el<br />

gran almirante no era particularmente<br />

inédito para los nombres, pero debo<br />

mencionar que nunca, en todos mis<br />

años como su amigo, pude decir que<br />

no era exacto,<br />

Alta y delgada, de proporcionado<br />

cuerpo aunque lejos de la voluptuosidad,<br />

rostro fino y una desordenada y<br />

corta cabellera rubia, algunas pecas<br />

casi invisibles y profundos ojos claros,<br />

ojos que mostraban una mente sana y<br />

activa, con un toque de picardía.<br />

Dana era, en efecto, Dana.<br />

Ella fue mi enlace, mi «edecán» si quisiera<br />

darle un nombre mas común, fue<br />

ella quien me presento a mi primer alien,<br />

mi primer Elohim, esos que solían ser<br />

llamados popularmente como «grises»,<br />

término que aún algunas facciones fundamentalistas<br />

usan peyorativamente.<br />

Ella se transformó en mi sombra,<br />

mi mentora y también mi estudiante.<br />

Aunque mis conversaciones con el<br />

gran almirante eran comunes, era ella<br />

el nexo primario que tuve con mi nueva<br />

condición; yo, en cambio, fui su primer<br />

acercamiento a un ser humano común,<br />

criado en una familia, alguien que creció<br />

con pocas expectativas ancladas a<br />

un único planeta claustrofóbico.<br />

Será difícil para las generaciones<br />

mas jóvenes, acostumbradas a la noción<br />

de la alianza estelar, a los «mil<br />

mundos del hombre», o a la interacción<br />

con agnates y alienígenas, el poder<br />

imaginar lo que significaba para quienes<br />

solo conocíamos la cotidianeidad<br />

de la vida en la tierra, el enfrentarnos a<br />

la revelación de que no estábamos solos<br />

en nuestra azul prisión ancestral.<br />

Mas en las circunstancias difíciles<br />

en las que nos enteramos.<br />

Ese primer encuentro con un Elohim<br />

casi me provoca un aneurisma. Cono-<br />

14


cía a lo que me enfrentaría, por supuesto,<br />

desde esa bizarra conversación en<br />

el living de mi departamento en la benditamente<br />

ignorante Santiago antes<br />

del contacto, una conversación imposible<br />

con el hombre que secretamente<br />

cambiaria mi historia y la de la especie,<br />

el «Gran almirante». Serenamente me<br />

había contado sobre los Elohim, sobre<br />

su difícil momento, sobre la guerra que<br />

libraba en solitario. Sobre lo que necesitaba<br />

de mí.<br />

«Cavieres, eres corresponsal de guerra,<br />

te ofrezco la exclusiva mas grande<br />

de tu vida, la mayor guerra de todas».<br />

Acepté por curiosidad. Aún escéptico,<br />

tomé el transporte unas horas después<br />

y al abandonar secretamente el planeta<br />

que me vio nacer, una pequeña parte de<br />

mi mente siguió aferrándose a la incredulidad<br />

aún frente a las moles gigantescas<br />

de las naves espaciales en órbita.<br />

Pero estando parado en ese hangar,<br />

junto a la hermosa chica rubia, ante un<br />

alienígena real, un pequeño ser pardo, de<br />

grandes ojos almendrados, saludándome<br />

con calmada voz en perfecto español,<br />

tuve que reconocerme un creyente.<br />

El resto es, humildemente, historia.<br />

Ella toma mi mano, tiembla ligeramente,<br />

deslizo su cabello delicadamente<br />

a un lado, con mi garganta anudada<br />

hasta casi la asfixia. La cabina de la corbeta<br />

espacial esta casi en penumbras,<br />

el soporte vital se mantiene en pie casi<br />

por milagro, solo por la robustez del<br />

diseño de la nave misma, en el panel<br />

de control, la luz ámbar titila despacio<br />

como marcando cada latido.<br />

Meses después de iniciar mi viaje<br />

a Eloh, estando aún inmerso en toneladas<br />

de dudas y revelaciones, recibí la<br />

llamada que temía. Dana estaba a mi<br />

lado como siempre, habíamos estado<br />

conversando sobre cine y música, algo<br />

que para muchos serian nimiedades.<br />

Para los agnates nunca lo eran.<br />

Cada fragmento de información de la<br />

Tierra que llegaba a los clones era cuidadosamente<br />

tratada por el Gran Almirante<br />

y los Elohim que vigilaban el desarrollo<br />

de los agnates; no se trataba de<br />

censura, solo la dosificación necesaria<br />

para que no hubiera una sobrecarga (si<br />

le pudiera llamar así) de información en<br />

sus mentes juveniles.<br />

Los clones no crecen como un niño<br />

humano normal, son producidos y criados<br />

a ritmos de crecimiento acelerados,<br />

en cápsulas que estimulan sus cuerpos<br />

y mentes según programas de alta velocidad.<br />

De esta forma, los Elohim habían<br />

podido crear humanos combatientes en<br />

una fracción de lo necesario para que<br />

un normal pudiera nacer y convertirse<br />

en un guerrero eficiente. Es de común<br />

conocimiento lo que le pasó a la primera<br />

generación, esos inviables seres torturados;<br />

por lo mismo, cuando el Gran Almirante<br />

activó a los nuevos, esas veinte<br />

mil almas congeladas en un experimento<br />

fallido, fue muy específico en como<br />

debían ser criados, en la necesidad de<br />

que fueran seres con propósito, recuerdos<br />

y experiencias lo más cercanas posibles<br />

a las de un normal, una tarea que<br />

tomó personalmente y en la que estoy<br />

orgulloso de haber participado.<br />

Cada nueva canción, cada nuevo<br />

libro, cada nueva película, era un<br />

acontecimiento en si mismo para los<br />

clones, una nueva inyección de vida,<br />

de normalidad, un nuevo nexo con ese<br />

mundo que defendían sin haber respirado<br />

nunca su aire.<br />

Desde los filmes de Disney a Errol<br />

Flynn, de Tom Sawyer a los Beatles,<br />

partículas de humanidad, colores y sonidos<br />

que acercaban la Tierra, que los<br />

volvía más humanos.<br />

Y ellos agradecían cada nuevo regalo.<br />

Dana y los demás acababan de<br />

ver «Roman Holiday», un clásico en<br />

blanco y negro. Se había desatado una<br />

locura, una nueva, toda la monstruosa<br />

base «Santuario», el secreto núcleo<br />

de las esperanzas de dos especies,<br />

comentaba las peripecias de la<br />

princesa; ellos querían ser Gregory<br />

Peck, ellas Aubrey Hepburn. Dana tenía<br />

15


cierto parecido, con el cabello corto y la<br />

sonrisa inocente.<br />

Hepburn había ganado el oscar con<br />

ese papel, le dije, y el Tony ese mismo<br />

año, el año que debutó en Hollywood y<br />

en Broadway. Pasé un par de horas explicándole<br />

que era todo eso. Pasé diez<br />

minutos explicándole porqué Audrey<br />

había sido la mujer más maravillosa de<br />

mundo. No le dije que pensaba que ella<br />

era también maravillosa.<br />

La llamada interrumpió nuestro momento,<br />

mi madre agonizaba en la Tierra.<br />

La luz ámbar en el tablero comienza<br />

a titilar mas despacio, la energía escapa<br />

de las baterías de reserva, los reactores<br />

silentes hace horas que se han congelado,<br />

con gran parte del casco expuesto,<br />

la corbeta es ahora un pontón sin<br />

rumbo, otro asteroide más del cinturón.<br />

Su corazón también late más lento,<br />

la vida se apaga inexorablemente.<br />

La guerra Kheraban estaba en un<br />

punto crucial, no lo sabíamos entonces,<br />

pero aunque los triunfos del Gran Almirante<br />

habían inclinado la balanza hacia<br />

la alianza entre humanos y Elohim, la<br />

victoria final pendía de un hilo. De hecho<br />

una nave nodriza Kheraban se encontraba<br />

en su fase final de viaje a la<br />

tierra, lo que ponía en peligro no solo<br />

a la humanidad, sino también podría<br />

desenmascarar el elaborado engaño<br />

del que dependía el triunfo.<br />

Si los Kheraban tomaban la Tierra, la<br />

inmensa inteligencia a la que nos enfrentábamos<br />

descubriría al Gran Almirante.<br />

Pero desconocíamos esto. Dana y<br />

yo viajamos desde la aún en construcción<br />

fortaleza de Iserlohn a la Tierra en<br />

una corbeta de alta velocidad. Apremiado<br />

por el tiempo, no acepté viajar en<br />

algo mayor o con más escolta. Tuve mi<br />

recompensa, mi madre aún vivía, la tecnología<br />

médica Elohim había logrado<br />

retrasar lo inevitable pero no era suficiente<br />

sin el estímulo propio; ella había<br />

perdido su voluntad y solo el ver a su<br />

hijo podría cambiar su destino y, de hecho,<br />

así fue.<br />

Días después, ya más tranquilo y<br />

apremiado por la inminente puesta en<br />

marcha de una nueva ofensiva, accedí<br />

a volver al espacio Elohim.<br />

No llegaría a tiempo.<br />

A pocos sistemas, desde el hiperespacio,<br />

detectamos la presencia de<br />

señales Kheraban, muy dentro del espacio<br />

humano, muy cerca de la Tierra.<br />

Debíamos investigar.<br />

Emergimos casi frente a ellos, una<br />

pequeña flotilla de navíos enemigos,<br />

Dana desesperada trató de evadirlos,<br />

por angustiosos segundos lo logramos;<br />

no reaccionaban, incrédulos ante<br />

nuestra presencia.<br />

De pronto se desató el infierno.<br />

Eran tres destructores de línea, erizados<br />

de cañones de plasma, y todos nos<br />

escupían sendas rondas de disparos. Los<br />

escudos resistieron al principio, pero no<br />

durarían, nuestra pequeña corbeta era un<br />

liliputiense frente a feroces cíclopes.<br />

Dana usó cada puñado de energía<br />

para alimentar los escudos traseros y<br />

los motores en una loca carrera de giros<br />

y saltos, tratando de esquivar los<br />

impactos que metódicamente mermaban<br />

nuestras defensas, con los nudillos<br />

blancos aferrados a los controles,<br />

la boca entreabierta clamando por aire,<br />

la concentración total.<br />

Se veía tan hermosa.<br />

Los instrumentos se quejaron y<br />

los reflejos rojizos llenaron la cabina.<br />

Ella tomó una decisión; enfiló hacia<br />

un campo de asteroides cercanos; eso<br />

eliminaba la posibilidad deque saltáramos<br />

de vuelta al hiperespacio, pero<br />

dudé que tuviéramos chance en el futuro<br />

inmediato.<br />

Los navíos alienígenas comenzaron<br />

a soltar a sus escoltas, docenas de<br />

cazas de combate fueron expulsados<br />

desde sus bahías de atraque.<br />

Casi llegando al conjunto de rocas<br />

nuestras defensas cedieron, los impactos<br />

nos sacudieron, nos estaban demoliendo.<br />

Entonces el hiper impulsor falleció<br />

con un agónico chillido de los instrumen-<br />

16


tos; estábamos atrapados en el sistema,<br />

y pronto estaríamos rodeados.<br />

Su respiración está muy espaciada,<br />

su mirada perdida.<br />

Mis últimas esperanzas se diluyen.<br />

La corbeta entró en el campo de asteroides<br />

en un ángulo casi suicida, detrás<br />

nuestro, el bombardeo hacia añicos<br />

las añosas rocas. Dana maniobró audazmente<br />

usando cada byte de su entrenamiento,<br />

pero más de algún desecho nos<br />

golpeo, gran parte de los controles no<br />

funcionaban, la nave se caía a pedazos.<br />

Con los cazas casi entrando en el<br />

mar de rocas, usamos nuestra última<br />

carta desesperada, lanzamos el inestable<br />

reactor del hiper impulsor al vacío.<br />

La explosión resultante casi nos desbarató,<br />

pero la nave, al menos en su<br />

mayor parte, se mantuvo en una pieza.<br />

Escondidos en el fondo de un cráter de<br />

un asteroide sin nombre, vimos como los<br />

Kheraban mordían el anzuelo, barriendo las<br />

cercanías de la explosión con sus sensores,<br />

y milagrosamente no fuimos detectados.<br />

Los minutos pasaban y comprendíamos<br />

que no se darían por vencidos tan fácil.<br />

Estábamos atrapados, los reactores<br />

muertos, la energía de reserva agotándose,<br />

mudos y helados.<br />

Muriendo lentamente.<br />

Mi tobillo estaba roto, al igual que<br />

algunas costillas, mi conciencia iba y<br />

venía, lo que me convertía en aún más<br />

inútil, si eso era posible. Ella, en cambio,<br />

si sufría por alguna herida simplemente<br />

no lo demostró nunca.<br />

Nuestra situación era desesperada,<br />

aún sin entenderlo a cabalidad me daba<br />

cuenta, el soporte vital desconectado<br />

no aseguraba mas de unos minutos de<br />

aire y, sin energía, tampoco podíamos<br />

comunicarnos con la flota, a pesar de<br />

nuestra urgencia.<br />

Los Kheraban no dominaban el hiperespacio<br />

como los Elohim (y, por asociación,<br />

nosotros los humanos). Sabíamos<br />

que la presencia de tres destructores en<br />

ese sistema solo podía significar una<br />

cosa: una nave nodriza, con su flota escolta<br />

completa, estaba en rumbo a la Tierra,<br />

y nosotros no podíamos avisar del peligro,<br />

ni siquiera podríamos vivir por mucho<br />

tiempo más. A menos que alguien pudiera<br />

reparar la conexión de la energía auxiliar<br />

en el espacio con un traje inadecuado,<br />

ganar algunas horas de soporte vital y lanzar<br />

el mensaje al hiperespacio.<br />

Por supuesto, tal como yo, en mi<br />

periodística ignorancia, no podía saber<br />

eso, tampoco podía intuir que eso<br />

significaría la muerte para quien lo intentara.<br />

Si no, habría sabido que ella lo<br />

haría. Y habría sabido que no habría podido<br />

detenerla.<br />

Ella se calzó el traje, uno demasiado<br />

delgado para un sistema con un sol<br />

tan radiactivo, y abrió la compuerta. Por<br />

largos minutos trabajó sobre el destrozado<br />

fuselaje, hasta lograr conectar la<br />

energía auxiliar. En mi sopor sentí el<br />

aire fluir y en el tablero una pequeña luz<br />

ámbar se encendió continua.<br />

Para cuando ella volvió era muy<br />

tarde, la radiación le había dejado<br />

incluso marcas visibles, su cuello y<br />

supongo que todo el resto de su cuerpo<br />

se llenaba de pústulas, solo su rostro<br />

protegido por el casco parecía incólume<br />

aunque ceniciento.<br />

Logró mandar el mensaje antes de<br />

sufrir su primer desmayo. Con mi tobillo<br />

incendiándose de dolor pude tomarla y<br />

derrumbarme con ella en el piso de la<br />

cabina. Ahí, con el sonido sutil del aire<br />

circulando lentamente, y la parpadeante<br />

luminosidad ámbar del comunicador<br />

hiper espacial por únicas sensaciones<br />

externas, le hablé de casa.<br />

Le hablé de los juegos infantiles, de<br />

los amores de verano, de la música y el<br />

baile, del colegio y sus sinsabores, de<br />

la universidad y sus locuras, de las guerras,<br />

de la paz, le hablé de una vida que<br />

nunca había vivido, y que nunca viviría.<br />

Una vida que tampoco sonaba demasiado<br />

a la mía.<br />

Pero no le hablé de lo que sentía,<br />

ni de las esperanzas y sueños con ella,<br />

fantasías de un veterano reportero in-<br />

17


18<br />

maduro incapaz de ser padre, enamorado<br />

de una chiquilla, de un ángel que<br />

nunca seria suyo.<br />

En cambio solo atiné a reprocharle<br />

su sacrificio. Ella se había condenado,<br />

sin una palabra de duda, sin una frase<br />

heroica, simple honor, simple responsabilidad,<br />

había ofrecido su existencia<br />

misma a cambio de la vida de millones<br />

de seres que no conocía en un mundo<br />

que nunca había visto.<br />

Y a cambio también de unos minutos<br />

más de la mía.<br />

Ella como siempre había hecho lo<br />

que debía hacer un clon, seres puros<br />

que podrían haber desaparecido sin que<br />

nadie lo hubiera sabido nunca, si el Gran<br />

Almirante hubiera perdido la guerra.<br />

Sollozo sordamente, mis lágrimas<br />

resbalan por sus mejillas, sus ojos apagados<br />

me buscan sin verme, solo le queda<br />

aliento para una última despedida.<br />

«Usted es quien escribe la historia,<br />

usted es quien nos hace inmortales, si<br />

usted muere, nadie les hablará de nosotros,<br />

nadie les contará que amamos<br />

la Tierra, nadie les dirá que también fuimos<br />

humanos…»<br />

Ella muere en mis brazos. Con ella<br />

algo de mí también se va, algo que<br />

siempre escondí, que siempre estuvo<br />

a salvo, incluso en el terror de Irak, en<br />

la locura de Afganistán o la miseria de<br />

Haití, algo que había atesorado en mis<br />

bodas y en mis divorcios, en mis heridas,<br />

en mis miedos. Pierdo la inocencia,<br />

la que creía que había muerto, después<br />

de años de ver la porquería del mundo y<br />

la crueldad de la guerra; la había vuelto<br />

a encontrar en la sonrisa de esa chiquilla,<br />

y ahora la perdía para siempre.<br />

El soporte vital casi se agota, pero los<br />

destellos entre los asteroides me dicen<br />

que la ayuda ha llegado. Pronto me rescatarán,<br />

volveré a mi puesto, reporteando<br />

detrás de la cámara, en el puente de<br />

mando junto al Gran Almirante, llevando<br />

el registro de una guerra que nadie sabe<br />

que existe, del drama que nadie conoce.


19


20<br />

DÍA DE CIRCO<br />

Texto: Irene Comendador<br />

Ilustración: Jose Antonio García Burgos


21


—B<br />

ienvenidos niñas y niños<br />

a este día de circo, donde<br />

todo puede pasar. ¡Abrid<br />

bien los ojos y agudizar vuestros oídos<br />

para no perder detalle, porque el<br />

siguiente espectáculo será inolvidable!<br />

Todos los estudiantes del colegio<br />

Cervantes aplaudían al unísono mientras<br />

el presentador voceaba su rayado discurso<br />

a pleno pulmón. Con los brazos extendidos,<br />

miraba al público desde el centro<br />

de la pista, regalando a los pequeños espectadores<br />

una sonrisa sobreactuada.<br />

En el patio de butacas semicircular<br />

estaban sentados todos los alumnos,<br />

con la peculiaridad de que la mitad de<br />

ellos tan solo tenían cinco años, mientras<br />

que la otra mitad eran ya adolescentes<br />

de catorce. Al parecer, los justificantes<br />

de las clases intermedias<br />

habían desaparecido misteriosamente,<br />

y los profesores encargados de la supervisión<br />

de la excursión optaron posponer<br />

para otro día al resto de cursos.<br />

La función iba según lo previsto.<br />

Primero saldrían a escena los payasos<br />

para caldear el ambiente y provocar<br />

que la muchedumbre riera ante tanta<br />

filigrana y acrobacia mal sincronizada.<br />

Un payaso de pelo afro y azul chillón,<br />

hacía las veces de paso de cebra, mientras<br />

que el resto de cómicos paseaban<br />

sobre su abdomen, y cada vez que ocurría,<br />

el hombre chupa-chups azulado<br />

despedía una fuente de agua verdosa<br />

de su boca, cayéndole de nuevo en la<br />

cara al descender.<br />

De repente, un fuerte estruendo sonó<br />

tras las bambalinas. Algunos payasos<br />

absortos en su número no apreciaron<br />

el sonido, otros, en cambio, se miraron<br />

extrañados, preguntándose qué habría<br />

pasado tras el telón de fondo.<br />

Al ver que el jefe de pista no parecía<br />

preocupado, supusieron que todo estaría<br />

en orden. La función debía continuar.<br />

Los trapecistas fueron los siguientes<br />

en mostrar su impresionante habilidad<br />

sobre la cuerda floja. Saltaban sin red al<br />

vacío para caer en manos de algún compañero,<br />

mostrando convicción y seguridad<br />

en sus movimientos acrobáticos.<br />

Algunos de los chicos de mayor edad<br />

del grupo estudiantil, repetidores la mayoría,<br />

silbaban y gritaban impertinencias<br />

a las acróbatas escasas de ropa, al tiempo<br />

que los profesores a su cuidado les<br />

reprendían sin conseguir resultados.<br />

Había llegado el turno de los animales<br />

más feroces. Una jaula inmensa y de aspecto<br />

robusto bajó de las alturas, colgada<br />

de cables muy gruesos. Nadie entendía<br />

cómo no habían visto aquel gigantesco<br />

artilugio con anterioridad, era como si se<br />

hubiese materializado en el aire.<br />

Los niños más pequeños empezaron<br />

a chillar con sus vocecillas agudas<br />

y molestas; gritaban al contemplar la<br />

jaula que bajaba del techo de lona, dentro<br />

de ella se encontraba un animal de<br />

gran envergadura y peligroso, pero no<br />

había ninguna puerta o reja que mantuviera<br />

al bicho dentro de su cárcel.<br />

Incluso, los cuidadores de la excursión<br />

quedaron estupefactos ante tamaña<br />

locura. Si aquella bestia lograba<br />

saltar a las gradas, que estaban a pie<br />

de pista con total accesibilidad, ocurriría<br />

una catástrofe.<br />

El hombre encargado de presentar el<br />

show salió corriendo como alma que lleva<br />

el diablo, y se encaramó a la jaula, intentando<br />

cerrar la puerta corredera de la misma.<br />

—¡Subidla de nuevo! —Gritaba el presentador<br />

encolerizado y tratando que su mano<br />

no terminara dentro de la boca del animal.<br />

Los payasos intentaban que la gente<br />

no se moviera de sus asientos, advirtiéndoles<br />

de que si corrían pondrían<br />

más nerviosa a la bestia.<br />

Dos domadores armados con un<br />

látigo y una fusta entre las manos, se<br />

acercaron con sigilo a la jaula colgante.<br />

La enorme criatura de más de dos metros<br />

de altura saltó fuera de su prisión, y<br />

mirando a los domadores como si fuesen<br />

comida, se lanzó contra ellos, devorándoles<br />

la cabeza en un solo movimiento.<br />

Los payasos, ahora convertidos en<br />

estatuas de piedra, seguían con los<br />

22


azos alzados pidiendo calma, postura<br />

en la que se habían quedado cuando<br />

el animal mató a aquellos hombres.<br />

Los profesores aferraban fuertemente<br />

los cuerpecitos de los niños mas<br />

próximos a ellos, intentando inútilmente<br />

protegerles de lo que vendría a continuación.<br />

La masacre era inminente.<br />

Una preciosa niña de cabellos cobrizos<br />

y piel clara, se puso de pie entre<br />

el público aterrorizado. Con una amplia<br />

sonrisa empezó a bajar por las escaleras,<br />

ignorando las voces a su espalda y<br />

esquivando el agarre de los compañeros<br />

junto a los que pasaba.<br />

El terrible monstruo se giró sobre<br />

sí mismo y encaró al presentador, que<br />

terminó con idéntica suerte que los dos<br />

domadores descabezados.<br />

Aún viendo aquello, la pequeña pelirroja<br />

continuaba su avance hacia la<br />

criatura asesina con las manos extendidas<br />

como si quisiese dar un amistoso<br />

abrazo al animal.<br />

El payaso de pelo añil agarró a la<br />

muchacha por la cintura e intentó llevarla<br />

de nuevo junto con sus tutores,<br />

pero al parecer a ella no le hacía gracia<br />

que aquel hombre la tocara. Puso<br />

las tiernas manitas en sus maquilladas<br />

mejillas y lo obligó a torcer la cabeza<br />

hasta encontrarse con sus ojos.<br />

—Bájame, yo puedo solucionar esto<br />

—dijo la pequeña con seguridad.<br />

Por algún extraño motivo, o a causa<br />

de lo caótico de la situación, el payaso<br />

creyó las palabras de la niña y, como si<br />

estuviese hipnotizado, la puso de nuevo<br />

en el suelo, dejándola libre.<br />

Dirigía sus cortos pasos hacía la<br />

bestia, teniendo que saltar por encima<br />

del cuerpo de uno de los domadores<br />

que reposaba sobre un gran charco de<br />

sangre. Al llegar junto al bicho en cuestión,<br />

le tocó la cola. Esperó a que el animal<br />

se diera la vuelta, con las manos<br />

cogidas a la espalda, poniéndose de<br />

puntillas y sacando pecho.<br />

—No te preocupes, ya ha pasado<br />

todo, no tienes que ponerte nervioso.<br />

El animal la miró por un instante con<br />

ojos hambrientos, y amenazante, abrió<br />

las fauces frente a ella. Intimidándola.<br />

—He cerrado todas las salidas y nadie<br />

podrá escapar de aquí. Traje a los<br />

más mayores para ti. A los pequeños<br />

me los quedo yo. Por si no lo recuerdas,<br />

ese era el trato. Te dije que no sería tan<br />

difícil conseguir gran cantidad de comida<br />

y he cumplido con mi cometido,<br />

ahora me debes un viaje, recuérdalo.<br />

El dragón desplegó sus alas, escondidas<br />

hasta el momento entre las escamas,<br />

y sonrió de lado a la pequeña maquinadora<br />

del plan. Tenía la seguridad de que por<br />

lo de hoy tendría que hacer multitud de favores<br />

a la dichosa y caprichosa demonio.<br />

El dragón sacó su bífida lengua a modo<br />

de burla y ella se carcajeó en respuesta.<br />

«Las próximas semanas serán muy<br />

divertidas», pensó la pelirroja.<br />

Al menos, esta vez, el reptil comería<br />

un verdadero festín de cumpleaños.<br />

23


CUANDO EL RÍO SUENA...<br />

Texto: Natalia Viana<br />

Ilustración: Pedro Belushi


—C<br />

oge el teléfono. Coge el teléfono<br />

¡Coge el maldito teléfono!<br />

No, cariño, mamá no<br />

está enfadada.<br />

¿Dónde estará? ¿Dónde se habrá<br />

metido con la que está cayendo?<br />

Tranquila, Carmina. Tranquilízate.<br />

Intenta arrancar de nuevo el coche.<br />

Venga, vamos allá.<br />

Nada, que no arranca.<br />

De aquí no nos movemos. Con la<br />

que está cayendo.<br />

—No llores, cariño. No llores. Pronto dejará<br />

de llover y saldremos del coche. Iremos<br />

a ver a los abuelitos. ¿Te gusta la idea?<br />

Claro, claro que te gusta .Es ahí donde<br />

tendría que haber ido. Coger la general<br />

y en unos minutos, allí. Habríamos<br />

llegado mucho antes de que empezara<br />

a llover. Con lo que odio que llueva. No<br />

lo soporto. Es que no lo soporto. Y sigue<br />

cayendo.<br />

Voy a volver a llamar a Manolo. Y<br />

como no me lo coja…<br />

—No chilles, que no ha sido nada,<br />

cielo. El agua, que quería pasar y como<br />

el coche no le dejaba, nos ha empujado<br />

un poquito.<br />

¿Recuerdas cuando fuimos a la<br />

feria, lo que se movía el tren dragón?<br />

Pues ahora, lo mismo.<br />

Cabrón, cógeme el teléfono o te<br />

vas a arrepentir. Si no me hubieses<br />

amenazado…<br />

Nada. No lo coge. Y sigue lloviendo.<br />

¿Por qué no parará?<br />

¡Que pare ya!¡Quiero que deje de<br />

llover!<br />

—Otro empujoncito. El río, que<br />

quiere jugar.<br />

Cielo, vamos a decir: «Deseo que<br />

deje de llover, deseo que deje de llover»,<br />

muchas veces. ¿Vale, cariño?<br />

¡Huy, este ha sido fuerte!<br />

—Ahora te cojo. Ahora te cojo, cariño,<br />

pero no llores. No llores, por favor.<br />

Se acabó.<br />

Carmina, coge a tu niña y sal del coche.<br />

Un poco de lluvia en el cuerpo no<br />

te hará daño.<br />

Piensa en tu hija. Si te rindes, tu marido<br />

cumplirá su amenaza de ingresarte<br />

en un sanatorio.<br />

Vale, Vamos allá.<br />

¡No puedo abrir!¡ No puedo abrir la<br />

puerta! El agua me lo impide.<br />

Pues llama a tus padres.¡Llámalos!<br />

Que pidan ayuda a los bomberos.<br />

—¿Mamá? ¡Gracias a Dios! Estoy en<br />

el camino del río seco. Sí, si, ya sé que<br />

habían avisado de fuertes lluvias pero…<br />

Ya lo sé. ¡No me grites!<br />

Avisa a los bomberos o vete a la<br />

mierda, lo que prefieras.<br />

¡Adiós!<br />

—La abuelita, que es una pesada.<br />

Que si me había tomado la medicación.<br />

Que cómo se me ocurre salir con este<br />

tiempo…<br />

Tú no te preocupes. Ahora mismo te<br />

quito el cinturón y te sientas aquí delante<br />

conmigo, a esperar.<br />

Diario de …<br />

Sucesos<br />

Las fuertes lluvias que azotan<br />

la región se cobraron anoche<br />

su primera víctima. Una mujer,<br />

de unos cuarenta años que responde<br />

a las iniciales C. M. C. fue<br />

rescatada por los bomberos del<br />

interior de un Opel Corsa (modelo<br />

antiguo) Yacía abrazada a lo<br />

que en un principio se pensó que<br />

era una niña, pero que resultó ser<br />

una muñeca.<br />

La mujer, vecina de Toledo,<br />

conducía imprudentemente por<br />

las proximidades del lecho del<br />

río seco.<br />

No se ha podido localizar a<br />

ningún familiar…<br />

25


ENTREVISTA:<br />

Víctor Monigote<br />

(Por J. Javier Arnau)<br />

Músico, ilustrador, cantante, actor, escultor,<br />

director de arte, conferenciante,<br />

escritor… en este número entrevistamos<br />

a Víctor Monigote, cuya labor podemos<br />

ver en, entre otras, «Mortadelo<br />

y Filemón contra Jimmy el cachondo»,<br />

«Cándida», «Camino», etc, además de<br />

en publicidad y diversos campos más.<br />

Ex cantante de los Petersellers, actualmente<br />

en MARYLOU&CIA, Víctor<br />

«vale para un roto y un descosido»<br />

Podéis visitar su web para ver sus<br />

trabajos y acceder a su biografía en<br />

http://www.monigote.es/<br />

J. Arnau- A veces, en las películas, no<br />

sabemos muy bien la función más allá<br />

de director, guionistas, actores y poco<br />

más. Y animadores, en las de animación,<br />

claro está. Dicho esto, ¿Cuál ha sido tu<br />

función en «Mortadelo y Filemón contre<br />

Jimmy el cachondo»?<br />

Víctor Monigote- En este caso especial<br />

tuve la suerte de encargarme<br />

de varias labores a la vez: Dirección de<br />

arte (o diseño de producción, como lo<br />

llaman en EEUU), diseño de personajes,<br />

diseño de props principales y storyboard<br />

y animatic completo… además de<br />

escribir las letras de las canciones y poner<br />

mi voz a Tronchamulas reversizado.<br />

Normalmente, esto lo hacen distintas<br />

personas en distintos departamentos,<br />

pero javier Fesser, que me conoce muy<br />

bien y sabe de mi velocidad con el lápiz/mente<br />

y capacidad de abarcar, me<br />

puso al mando de estas labores e hizo<br />

que la producción fuera más ligera y directa.<br />

JA- ¿Interviniste, además, en el guión?<br />

VM.- Un dibujante de storyboard<br />

siempre interviene en el<br />

guión en mayor o menor medida.<br />

En todos los proyectos que hago<br />

con Javi siempre le gusta redondear<br />

cosas de guión conmigo,<br />

formamos buen equipo. En este<br />

caso, Javier venía con un guión preliminar<br />

que tuvo que cambiarse varias veces<br />

a lo largo del storyboard y tenía partes<br />

que venían sin estar muy claras, ahí<br />

es donde yo intervengo y aporto todo<br />

lo que pueda, sugiero nuevas líneas<br />

argumentales y soluciones ya usando<br />

mi visión artística de la cosa. Javier y yo<br />

formamos un buen dueto a la hora de<br />

parir gags y marcianadas varias.<br />

JA- Director de arte, diseñador de<br />

personajes, ilustrador… ¿qué otras películas<br />

tienes en tu «haber»?<br />

26


VM- Pues hice storyboard y arte en<br />

«Cándida», además de actuar en el papel<br />

de Julián, hijo de Cándida, storyboard<br />

y arte en «Camino» de Javier Fesser, con<br />

otro papelito como profesor de teatro,<br />

storyboard y arte en «Lope», storyboard<br />

en «Amigos de Borja Manso».<br />

JA- Además de películas, también<br />

has trabajado en publicidad, ¿podrías<br />

comentarnos un poco en qué, y tus funciones<br />

en ella?<br />

VM- En publicidad he trabajado haciendo<br />

casi lo mismo que en cine. Me<br />

encargo de dibujar los storyboards para<br />

agencias y presentaciones de proyecto<br />

y los shootings para rodaje, también<br />

me he encargado muchas veces de diseñar<br />

decorados y también ha actuado<br />

en varios de ellos.<br />

Tengo un truco buenísimo: me dibujo<br />

a mi mismo en el storyboard y<br />

después me presento al casting y tanto<br />

el director como el cliente y agencia<br />

alucinan de que en el casting haya un<br />

actor clavado al del storyboard y claro…<br />

me dan el papel, si es que lo he hecho<br />

bien, por supuesto… otras muchas no<br />

me lo dan, por mucho que sea clavado<br />

al dibujo. Que también hay que valer y<br />

hacerlo bien.<br />

JA- También, por supuesto, ilustración,<br />

diseño, etc. Desde aquellos tiempos<br />

en Peter Sellers… ¿Un resumen de<br />

tus trabajos sería posible?<br />

VM- Pffffff, bastante complicado por<br />

falta de memoria, pero veamos: cantante<br />

de los «Petersellers», ilustrador para<br />

Disney, técnico en FX, escultor y maquillador<br />

de efectos especiales, portadista<br />

editorial, decorador de clubs, dibujante<br />

de cómic, dibujante de storyboard, ilustrador<br />

para presentaciones, actor de cine<br />

y publicidad escultor, ilustrador de cuentos<br />

infantiles, diseño gráfico en general<br />

(logotipos, imagen corporativa), director<br />

de arte de Gomaespuma (Juan Luis Cano<br />

y Guillermo Fesser) en sus proyectos<br />

aparte de la radio, actor de improvisación<br />

para cámaras ocultas, doy charlas, conferencias,<br />

etc, espectáculos de improvi-<br />

27


sación en teatro en los que voy creando<br />

distintos escenarios dibujando mientras<br />

fluye la obra… en fin. No recuerdo bien, la<br />

verdad. Mi vida es un lío.<br />

JA- Sabemos que utilizas (o te acoplas)<br />

a diferentes técnicas. Coméntanoslas,<br />

por favor.<br />

VA- Hombre, me muevo bien en cualquier<br />

disciplina mientras sea artística, lápiz,<br />

carboncillo, acuarela, acrílico, graffiti,<br />

tinta china, barro, talla de madera…<br />

El fútbol y la escalada se me dan fatal,<br />

por ejemplo… pero me encantaría que se<br />

me diesen bien.<br />

JA-¿En cual de ellas te sientes más<br />

cómodo?<br />

VM-Sin duda, en donde estoy como<br />

pez en el agua es con un lápiz de grafito<br />

HB y un buen taco de papeles en blanco.<br />

Ese mi hábitat en el 75 % de mis trabajos<br />

gráficos, dibujar, diseñar, crear, parir… etc.<br />

El lápiz es una verdadera prolongación<br />

de mi cerebro que pasa por mi mano.<br />

JA-Actor, cantante, además de todo<br />

lo comentado anteriormente… y ¿para<br />

«relajarte»?<br />

VM- Relajarme?? Que es eso?... por<br />

relax no me viene nada…<br />

Mmmmmm pues veamos; desocupo<br />

el cerebro principalmente jugando<br />

unos 2 ò 3 partidos semanales de frontón<br />

(vivo en la sierra madrileña y por<br />

esta zona se trabaja mucho ese asunto).<br />

También juego mínimo una vez a la semana<br />

al pingpong (reto a quien quiera).<br />

Se supone que también me relajo<br />

con mi grupo de música MARYLOU&CIA<br />

(buscándolo en internet, AR!!! y viniendo a<br />

conciertos AR!!)- https://www.facebook.<br />

com/marylouandcia -, porque aunque ya<br />

no milite en los Petersellers (mucha tralla<br />

ya para mis edades con posibilidad de migraña<br />

a cada berrido), no puedo dejar de


escribir, componer y cantar, me sale sólo<br />

y además lo necesito para vaciar cerebro.<br />

Cuando canto, sólo canto… y me sienta<br />

de maravilla que mi cerebro se tranquilice<br />

dedicándose exclusivamente a una<br />

tarea, que pocas veces pasa.<br />

Y para descansar de todo lo anterior<br />

necesito salir a curvear en solitario con<br />

mi vieja moto BMW de 37 añitos (The<br />

Big Machine), irme lejos a la montaña, a<br />

un lago, pantano, río o charca, bañarme<br />

en pelota picada, incluirme en el cuerpo<br />

un bocata y una cerveza al sol y una<br />

siesta de hombre a la sombra… y vuelta<br />

curveando a casita.<br />

Esto es lo ideal, pero casi siempre<br />

me llevo un guión que me tengo que<br />

leer, un cuaderno para abocetar ideas<br />

de trabajos o arte personal, guitarrita<br />

para componer canciones para mi banda…<br />

en fin, que no hay manera.<br />

Y claro, luego está el cine, exposiciones,<br />

teatro, cenas, juergas,… el amor!! (y<br />

el sexo, que ese si que relaja bastante).<br />

Pues esto ha sido, de momento, todo.<br />

Como comentábamos más arriba, podéis<br />

visitar sus trabajos en su web, así<br />

como conocer un poco más de este<br />

«hombre moderno del renacimiento»,<br />

que igual que sonoriza una película,<br />

que te decora un escenario, que hace<br />

los efectos de una película disney…


30<br />

UN NUEVO AMANECER<br />

Texto: Silvia Pato<br />

Ilustración: M. C. Carper


I<br />

Ya no queda nada. Lo han destrozado<br />

todo. Sólo la inmensidad del<br />

silencio inunda los fueros de mi<br />

existencia. Sólo la densidad del vacío<br />

ocupa el espacio de una vida que antaño,<br />

sé bien, fue plena.<br />

Ya no importa nada. Para qué las peleas.<br />

Nadie queda para defender ideales<br />

que pudieran borrar del recuerdo los reflejos<br />

del pasado. Nadie queda para luchar<br />

por la justicia que, en su día, unos<br />

y otros se apropiaron; nada más baldío<br />

que aquellas palabras barridas hace siglos<br />

por el viento; solo su eco permanece.<br />

Nadie hay ya para escucharlas.<br />

De poco importó la Historia. En vano<br />

fueron las lecciones aprendidas. Nadie<br />

recuerda el nombre de aquel por el que<br />

lucharon. Nadie atesora la esencia de<br />

aquello por lo que se enfrentaron. Escasa<br />

importancia confiere el ahora a los<br />

ideales que se encomendaron.<br />

Atrás queda el Olimpo, atrás yace<br />

el Sinaí. Nadie pronuncia el nombre de<br />

los lugares sagrados; lugares que algunos<br />

juraron proteger, lugares que otros<br />

aspiraron alcanzar, lugares que estos<br />

y aquellos dejaron atrás, reposando<br />

en las sombras que dibuja el árbol del<br />

olvido en los jardines de la memoria.<br />

Nadie recuerda ninguno de los sacros<br />

parajes; poco importa cómo fueron,<br />

poco importa si existieron. Ahora, la brisa<br />

sopla y el viento barre las inmensas<br />

exaltaciones de un terreno desierto; las<br />

montañas desoladas de todos los rincones<br />

del mundo.<br />

Vinieron unos, y otros se fueron,<br />

completando el eterno ciclo de la vida.<br />

Y cuando miro hacia atrás, las preguntas<br />

se agolpan en mi cuerpo deshecho.<br />

¿Quién iba a pensar que olvidarían<br />

todo lo que les hizo únicos? ¿Quién iba<br />

a creer que osarían enarbolar las banderas<br />

de la verdad absoluta? ¿Quién iba a<br />

imaginar que la soberbia de su condición<br />

fuera a arrastrarles a los precipicios<br />

de sus más materialistas existencias?<br />

¿Dónde están ahora los filósofos?;<br />

¿dónde se encuentran los agoreros?;<br />

¿dónde los trágicos profetas o los enardecidos<br />

optimistas?; ¿en qué lugar yacen<br />

postrados los ilusos?; ¿en qué paraísos<br />

han desembarcado unos y otros<br />

cuerpos? Ni huríes, ni ángeles, ni copas<br />

rebosantes de ambrosía aguardaron ni<br />

a unos ni a otros después de semejantes<br />

sucesos.<br />

Ya no queda agua en la clepsidra. Ya<br />

se detuvo el deslizar de su tiempo. Ya<br />

no queda nada.<br />

II<br />

No sé por qué me preocupo. No sé por<br />

qué me inquieto sumida en este paraíso<br />

desierto. Y, sin embargo, inevitablemente,<br />

lo hago, esperando que en otra<br />

vida, en otra época, en otro lugar, en<br />

otro tiempo, las lecciones sean aprendidas<br />

y las responsabilidades sean<br />

asumidas por aquellos que deban hacerlo.<br />

Todavía anhelo que el respeto y la<br />

libertad perduren, y que se establezca<br />

un nexo entre todos los seres que me<br />

habitan, entre todas las vidas, entre todos<br />

los universos.<br />

Hubo una época, o tal vez no la<br />

hubo, en que un brillo de esperanza se<br />

asomaba a través de los ojos del humanismo,<br />

de las artes, de las ansias del<br />

renacimiento. Su refulgir cegó a aquellos<br />

que se negaron a creer en utopías<br />

y que, sin dudar, cerraron las puertas y<br />

prohibieron hacer realidad los sueños.<br />

Tristeza siento al recordar las ilusiones<br />

rotas; amargura padezco al evocar las<br />

verdes esperanzas pisoteadas en el<br />

suelo por sujetos ególatras y egocéntricos,<br />

por los abanderados de un mundo<br />

que no les pertenecía, porque el mundo<br />

no pertenece a nadie.<br />

No fue suficiente el pragmatismo<br />

del raciocinio más puro, tampoco bastó<br />

el temor al más allá; de poco sirvió la<br />

evidencia absoluta ante los ojos de todos.<br />

La ceguera voluntaria los arrastró<br />

por completo.<br />

31


Pobres de aquellos que observaban,<br />

silenciosos, el principio del fin; pobres de<br />

aquellos que osaron hablar y fueron mancillados;<br />

lástima de aquellos que oyeron<br />

pero no escucharon; lástima de aquellos<br />

que prometieron y nada más cumplieron<br />

el perfil perfecto de la hipocresía.<br />

He sido testigo de todas las épocas.<br />

He conformado la audiencia silenciosa<br />

de todos los lamentos guerreros. He<br />

sido espectadora de todas las sociedades<br />

nacientes y extinguidas y, no obstante,<br />

jamás habría osado predecir el<br />

final que acometieron.<br />

Me avergüenza confesar que no<br />

esperaba tal desenlace. Había soñado<br />

con risas cristalinas, inmensos mares,<br />

verdes campos, frondosos setos; con el<br />

suelo fértil pletórico de gozo, enormes<br />

cosechas y jugosos frutos. Había imaginado,<br />

torpe ilusa, que su evolución<br />

avanzaría unida a mi respeto. No fue<br />

así. En ese momento quedó establecido<br />

el fatídico desenlace. Antes o después<br />

llegaría.<br />

No importa ya quién tenía razón o<br />

quién estaba equivocado. No importa<br />

ya quién osara adorarme o quién me<br />

menospreciara. No importa qué iluminados<br />

deseaban poseer el tesoro absoluto<br />

de la existencia. No importa, porque<br />

ahora solo hay silencio.<br />

III<br />

Ya no queda nada. El individuo condenado<br />

al fracaso por su propio despego<br />

a la humanidad congénita ha llegado a<br />

esto. A veces me siento culpable, pero<br />

sé que hice lo correcto.<br />

Ellos nunca entendieron que siempre<br />

hay que pagar un precio; se olvidaron<br />

de la humildad ante un cielo<br />

infinito; ignoraron su pequeñez ante<br />

un universo que jamás abordarían por<br />

completo. Sus teorías, sustentadas en<br />

meras hipótesis, se convirtieron en certezas<br />

absolutas que no toleraban, en<br />

ninguna de sus formas, la sana idea<br />

de la incertidumbre; y por tanto olvidar,<br />

hasta olvidaron el propio palpitar del<br />

suelo que pisaban.<br />

Nada ni nadie se detuvo ante sus<br />

deseos. Nada puso freno a su anhelo<br />

de alcanzar la esencia misma del poder<br />

supremo. Así pretendieron controlar el<br />

tiempo, así anhelaron saltarse las leyes<br />

de la física y romper la sabiduría de la<br />

naturaleza que adoraban sus ancestros.<br />

El sendero a seguir era lógico, aunque<br />

no evidente. Muchos creían locura<br />

pero, en este instante, sé que tenían razón<br />

los que emitían juicios descabellados<br />

sobre los verdaderos deseos y aspiraciones<br />

de poderosos y gobiernos:<br />

eterna juventud, máquinas del tiempo,<br />

inmortalidad, armas perfectas, letales<br />

venenos… La ambición absoluta de un<br />

simple ser humano. El afán por ir más<br />

allá no les abandonaría nunca, tal y<br />

como nunca les había abandonado.<br />

Todavía me pregunto cómo no fue<br />

previsto entonces. Quizás algunos ingenuos<br />

creyeron en una parte mágica<br />

del ser, esa zona inexplicable donde no<br />

tienen cabida las teorías y las explicaciones<br />

de los más sesudos cerebros<br />

de su época. Pero para la mayoría únicamente<br />

había tecnicismo, únicamente<br />

era puro el materialismo; mejor era<br />

despreciar la magia, fuera del tipo que<br />

fuera; mejor era olvidarse de la incertidumbre,<br />

al amparo de todo aquello que<br />

llegó a considerarse ciencia.<br />

Por el camino quedaron postergados<br />

los sueños, y los fieles seguidores<br />

de la fantasía, los sinceros que asumieron<br />

los límites de su sabiduría, se vieron<br />

abocados a sentirse parte de una ingenua<br />

minoría. Los otros aborrecieron<br />

la inspiración, despreciaron lo maravilloso,<br />

renegaron de cualquier tipo de<br />

ética en aras de una libertad arrolladora<br />

que destrozaba la del otro. Esa ciencia<br />

fue la nueva religión; los científicos, su<br />

nuevo clero. Y la imagen se adueñó del<br />

culto. Y todo cambió.<br />

Todo tenía explicación. Todo tenía<br />

coartada. El amor fue analizado,<br />

la magia desestimada, la inspiración<br />

32


abofeteada por un mundo donde la<br />

producción imperaba por completo. Se<br />

olvidaron de la vida, se olvidaron de la<br />

esencia, se olvidaron de todo aquello<br />

que nadie jamás podría analizar por<br />

completo. Se olvidaron de reconocer<br />

humildemente que no lo sabían todo,<br />

que apenas habían vislumbrado un ápice<br />

de su conocimiento. Se olvidaron de<br />

sentir; se olvidaron de soñar; se olvidaron<br />

de contemplar.<br />

Porque si lo hubieran hecho habrían<br />

visto que todo a su alrededor se rodeaba<br />

de podredumbre, que todo se estaba<br />

muriendo; que los cielos azules y los<br />

campos abiertos de olorosas flores solo<br />

aparecían en las pantallas de sus aparatos<br />

eléctricos; que el inmenso océano<br />

que, una vez, había sido considerado un<br />

dios, se ahogaba bajo el peso de tanta<br />

pudrición. Y tal vez, y solo tal vez, de tanto<br />

observar aquella belleza en esas imágenes,<br />

y no por sus ventanales, creyeron<br />

real lo que estaba dejando de serlo, y no<br />

pudieron comprender que se iba, poco a<br />

poco, consumiendo.<br />

Pobre Humanidad, merecedora de<br />

ser salvada por los sueños de muchos<br />

y arruinada, al fin, por la ambición de<br />

unos pocos. Por eso lo sé. Por eso puedo<br />

hablar en consecuencia.<br />

IV<br />

Algunos pensarán que me comporté de<br />

forma inconsciente. Otros creerán que<br />

mi enojo fue descargado en exceso.<br />

Nadie defenderá mis intereses; nadie<br />

se pondrá de mi lado si, en algún rincón<br />

de la galaxia, se narra mi historia. Esa<br />

es la causa, y no otra, por la que hablo a<br />

la oscuridad del universo, donde todavía<br />

se pueden pedir deseos a las estrellas<br />

fugaces.<br />

Tal vez me excedí con los mares, y<br />

puede que me enardeciera con los grises<br />

nubarrones del cielo, pero no me<br />

escucharon; siguieron sumidos en sus<br />

propias luchas, en sus propias peleas,<br />

sin advertir que todo se venía abajo alrededor<br />

de ellos. Por eso no pude parar.<br />

Y por eso alego el perdón de la Historia.<br />

Los huracanes podrán parecer excesivos,<br />

los ciclones demasiado fieros,<br />

los incendios y tornados, de seguro,<br />

asemejarán crueles, pero debía hacerme<br />

oír. Tenía que hacerme escuchar.<br />

Estaba enojada, furiosa y herida. Lo<br />

único que podía desear era salvar al ser<br />

humano de su propia miopía y salvarme<br />

a mí a su vez. Gritar, exhortar, movilizar<br />

a todos y cada uno de ellos para<br />

que unos segundos de reflexión les<br />

llevaran a pensar: «¿Qué estamos haciendo?».<br />

Pero todos mis intentos fueron<br />

en vano, por eso no tuve elección.<br />

Lo siento, yo no tuve elección.<br />

Desde luego, había algunos que<br />

me querían. No puedo negarlo. Todavía<br />

podía encontrar a alguien que apreciara<br />

más el vuelo de una mariposa que<br />

el sonido de las monedas tintineantes<br />

sobre el tablero. Todavía había alguien<br />

que se emocionaba al sumergir su mirada<br />

en el frío amanecer de una mañana<br />

de invierno. Todavía existía alguien<br />

que, gracias al deslizar de las nubes,<br />

podía viajar a Ítaca de regreso. Pero<br />

todos ellos no fueron suficientes. Las<br />

gotas de un vaso no hacen un océano.<br />

Hubiera podido ser de otra forma; por<br />

eso lo lamento, por eso me lamento.<br />

V<br />

Yo sigo aquí o aquí sigue lo que de mí<br />

queda. La lluvia continúa mojando mi<br />

rostro. No os engañéis. No me causa<br />

placer. Añoro aquel agua fresca y límpida,<br />

su dulce deslizar por lo extenso de<br />

mi cuerpo, el hondo respirar que exhalaban<br />

mis entrañas. Este ácido no es lo<br />

mismo, solo me corroe y me consume,<br />

solo me permite recordar quién fue el<br />

causante de ello. Mientras yo avisaba,<br />

ellos seguían jugando a ser dioses.<br />

Yo sigo aquí; después de todo, no<br />

han podido conmigo. Cuando todos se<br />

han ido, aquí permanezco. Cuando ya<br />

nadie está, mi ser sobrevive.<br />

33


34<br />

Algún día, tal vez, vuelva a alumbrar<br />

en mi seno la grandeza de la vida. Si<br />

todo sale bien, si me recupero, si vuelvo<br />

a ser una paleta de azules y verdes, si<br />

vuelvo a serlo, quizás vuelva a escuchar<br />

el crepitar de los pinos, quizás vuelva a<br />

oír las risas de los niños.<br />

No sé cómo crecerán sobre mí. Desconozco<br />

si los crearán de una costilla,<br />

si los moldearán con barro, si emergerán<br />

de las aguas. Desconozco si la evolución<br />

los traerá de vuelta, si recorrerán<br />

el camino correcto. Desconozco el futuro,<br />

pero recuerdo el pasado, y por eso<br />

mismo espero que, cuando ocurra, si es<br />

que ocurre algún día, en alguna época,<br />

dentro de millones de años tal vez, o tal<br />

vez mañana, exista todavía un hueco<br />

para la esperanza y la vida. Y rezo porque<br />

en sus almas, si es que tienen almas,<br />

subsistan almacenados los ecos<br />

de aquel tiempo en el que los errores<br />

los condujeron al odioso limbo de la<br />

nada, en el que me obligaron a destruir<br />

la creación y hacer que todo, de una u<br />

otra forma, empezara de nuevo. Por eso<br />

espero. Por eso sigo aquí.<br />

Llueve afuera. Parece que no va a<br />

parar nunca. Parará. Sé que parará. Todavía<br />

espero un nuevo amanecer.


JULIA<br />

Texto: Alejandro Morales Mariaca<br />

ilustración: Abel Portillo<br />

35


El tren arribó a la pequeña estación<br />

al poco de caer la noche. Su gran<br />

maquinaria se detuvo con un pequeño<br />

tirón, emitiendo un silbido mecánico<br />

similar a una exhalación, que al<br />

poco se convirtió en una densa nube de<br />

vapor que lo envolvió todo. Justo cuando<br />

parecía que nadie descendería de él, una<br />

delgada figura, medio difuminada por la<br />

bruma, bajó por la escalerilla metálica,<br />

haciendo sonar el tacón de sus botines.<br />

La joven, a la que no podrían calculársele<br />

más de veinticinco años,<br />

avanzó por el solitario andén, llevando<br />

con ambas manos un abultado maletín<br />

de tweed que contenía absolutamente<br />

todas sus pertenencias.<br />

Por lo que pudo ver, nadie se había<br />

acercado a recibirla; de hecho, fuera<br />

de ella misma y del conductor del tren,<br />

quien en ese momento volvía a poner<br />

en funcionamiento la locomotora, no<br />

pudo encontrar una sola alma rondando<br />

por la estación. Si no fuera por la<br />

ausencia de polvo y las lámparas de<br />

queroseno, el lugar parecería del todo<br />

abandonado, nada más que un cascarón<br />

de hierro y madera. Pronto decidió<br />

no esperar más y abandonó la terminal,<br />

dispuesta a embarcarse en aquella<br />

nueva aventura.<br />

Tras caminar algunos metros, siguiendo<br />

un pequeño sendero de piedras,<br />

pudo llegar sin dificultades hasta el pequeño<br />

poblado, encontrándolo silencioso<br />

y tranquilo. Tal como había ocurrido<br />

antes, el único inicio de vida que pudo<br />

hallar fueron las farolas de gas que iluminaban<br />

las calles. Aquella quietud pronto<br />

comenzó a antojársele antinatural, y no<br />

pudo evitar pensar que alguien le estaba<br />

jugado una mala pasada.<br />

Pensando en aquella posibilidad,<br />

apenas si se percató de que no todas<br />

las construcciones se encontraban<br />

a oscuras, pues al lado de la avenida<br />

principal se levantaba un edificio de<br />

ladrillo de dos plantas sin decorados,<br />

cuyas ventanas estaban parcialmente<br />

iluminadas desde el interior.<br />

Como no tuvo una idea mejor, se<br />

encaminó hacia esa estructura, pensando<br />

que tal vez ahí encontrase a<br />

alguien que pudiera indicarle dónde<br />

conseguir hospedaje y algo de comer.<br />

Al acercarse un poco más pudo ver que<br />

su suerte mejoraba un poco, pues se<br />

trataba nada menos que de la taberna<br />

del poblado, cuyo nombre, grabado sobre<br />

una tabla de madera con adornos<br />

de hierro forjado, resultaba ilegible por<br />

la acción del tiempo y los elementos.<br />

Agotada y un tanto molesta, la joven<br />

entró con decisión en el edificio, en<br />

donde lo primero que hizo fue liberarse<br />

de la pesada maleta sobre la mesa<br />

más próxima, sólo entonces se atrevió<br />

a dar un vistazo al lugar. Con auténtico<br />

alivio descubrió a dos personas allí, el<br />

tabernero, quien en ese momento se<br />

daba a la tarea de limpiar un tarro de<br />

cerveza, y cuyas facciones permanecían<br />

ocultas bajo una ensortijada melena;<br />

le acompañaba un caballero ya<br />

entrado en años que, sentado en una<br />

de las mesas del rincón, devoraba con<br />

fruición un humeante estofado, sin que<br />

al parecer nada más le importase en el<br />

mundo entero.<br />

La joven se aclaró la garganta intentando<br />

llamar la atención del dependiente,<br />

pero éste no pareció darse por aludido.<br />

Un tanto indignada, pero intentando<br />

mantener la compostura, dio da dos pasos<br />

en dirección a tan grosero sujeto.<br />

—No lo tome personal —dijo el otro<br />

hombre, sin soltar la cuchara—, el pobre<br />

Esteban sufre de sordera desde hace<br />

varios años.<br />

Antes de que ella tuviera oportunidad<br />

de disculparse por el exabrupto, el<br />

comensal retomó la palabra:<br />

—¡Esteban, trae un plato de estofado<br />

y un vaso de tu cerveza para esta<br />

bella dama!<br />

El tabernero no respondió nada,<br />

pero desapareció tras una puerta que<br />

la visitante supuso conducía a la cocina<br />

del lugar.<br />

—Le agradezco.<br />

36


—No es nada —exclamó el anciano<br />

con una amplia sonrisa—. ¿Le gustaría<br />

compartir la mesa conmigo? En realidad<br />

nunca me ha gustado comer solo.<br />

—Encantada —respondió la joven.<br />

Antes de que tuviera tiempo de tomar<br />

asiento, el viejo se incorporó como impulsado<br />

por un resorte.<br />

—Pero qué modales los míos —se<br />

excusó—, permítame ayudarle con su<br />

silla. ¿Cómoda?<br />

—Sí, es usted muy amable, señor…<br />

—Abel, puede llamarme Abel.<br />

—Encantada, mi nombre es Julia.<br />

—Y dígame, jovencita, ¿se encuentra<br />

de paso por nuestro pequeño poblado?<br />

—No realmente. Hace una semana<br />

recibí una carta del alcalde de esta localidad,<br />

en la cual me ofrecía un trabajo<br />

como maestra —acompañado estas palabras,<br />

Julia sacó de entre sus ropas una<br />

hoja de papel que extendió al anciano.<br />

—Lamento ser yo quien se lo informe<br />

—soltó Abel, tras leer el documento—, pero<br />

nuestro alcalde falleció la pasada noche.<br />

Julia se llevó una mano a su boca,<br />

incapaz de ahogar un gritito de sorpresa<br />

y frustración, pues todas las esperanzas<br />

que había depositado en ese<br />

empleo se desvanecieron de un plumazo,<br />

lo que era más de lo que podía soportar<br />

en ese momento.<br />

—Pero no se preocupe, que aún necesitamos<br />

de una profesora. Estoy del todo<br />

seguro que el nuevo alcalde la considerará<br />

para el puesto, y antes de que se percate<br />

de ello, será una de nosotros —la última<br />

frase del anciano fue acompañada<br />

por una ampliación en su sonrisa, gesto<br />

que no fue del todo del agrado de Julia.<br />

No muy segura de cómo responder<br />

a ello, la futura maestra sonrió a su vez,<br />

asintiendo suavemente con la cabeza.<br />

En ese momento, e interrumpiendo el<br />

incómodo momento, el tabernero se<br />

acercó a la mesa, portando un tazón<br />

de comida y una jarra con más espuma<br />

que líquido. Como no pudo hacerlo al<br />

llegar, Julia aprovechó la repentina cercanía<br />

para ver mejor al sordo. Le bastó<br />

una breve mirada para maldecir su curiosidad,<br />

pues tanto el rostro como las<br />

manos del tabernero no existían como<br />

tal, sino que eran representaciones hechas<br />

con un material muy similar a la<br />

cerámica. El hombre no dijo nada ni<br />

hizo amago de mirarlos con sus ojos<br />

muertos, limitándose a regresar en silencio<br />

a su posición detrás de la barra.<br />

Notando su turbación, Abel comenzó<br />

una explicación que consideró necesaria.<br />

—Esteban luchó en la guerra y,<br />

como podrá ver, sufrió severas heridas.<br />

Ya que la medicina no podía hacer nada<br />

para aliviar sus sufrimientos, vino a mí<br />

por ayuda. No resultó sencillo, pero tras<br />

muchos meses de trabajo logré reconstruir<br />

sus manos. Por desgracia, lo único<br />

que pude hacer por su rostro fue fabricarle<br />

esa máscara, con la cual parece<br />

bastante conforme, ¿no lo cree así?<br />

—¿Usted construyó…? ¿Es alguna<br />

clase de médico o ingeniero?<br />

—¿Yo? Oh no, no. No soy más que<br />

un simple juguetero. Mi taller queda a<br />

unos cuantos pasos de aquí.<br />

—Pero lo que ha hecho por ese pobre<br />

hombre… no me parece que un juguetero<br />

cualquiera pueda realizar algo así.<br />

—Admito que en ocasiones llevo<br />

algo lejos mi trabajo. En realidad nuestros<br />

cuerpos no son tan diferentes a los<br />

mecanismos internos de los juguetes<br />

de cuerda. Sí, son algo más complejos,<br />

pero funcionan siguiendo leyes similares.<br />

Verá, si uno es capaz…<br />

El resto de la cena transcurrió a<br />

partes iguales entre las complicadas<br />

explicaciones del viejo juguetero y las<br />

exclamaciones de admiración de la muchacha,<br />

quien aunque no comprendía<br />

la mayor parte de lo que se decía, intuía<br />

que se trataba de cosas muy importantes.<br />

Finalmente, fue ella quien decidió<br />

poner fin a la conversación, excusándose<br />

en el cansancio que en realidad sentía<br />

en ese momento.<br />

—Es verdad, el viaje debió resultarle<br />

agotador —concedió el juguetero, asintiendo<br />

para sí.<br />

37


—Un poco —admitió Julia, al tiempo<br />

que se le escapaba un bostezo—. ¿Podría<br />

ser tan amable de indicarme un lugar<br />

donde pueda hospedarme?<br />

—De hecho, Esteban tiene un par de<br />

habitaciones disponibles en el piso superior.<br />

Estoy seguro de que no le importará<br />

que ocupe una de ellas, al menos<br />

hasta que pueda conseguir un hospedaje<br />

más permanente. Si me lo permite,<br />

puedo escoltarla hasta allí y ayudarle<br />

con su equipaje.<br />

—Le agradezco la gentileza, pero no<br />

será necesario. Ya mucho ha hecho por mí.<br />

—En ese caso le deseo buena noche.<br />

Y no se preocupe por la cuenta,<br />

que en esta ocasión invito yo.<br />

Agradeciendo de nuevo tanta atención<br />

hacia su persona, Julia tomó su<br />

maletín, dirigiéndose a las escaleras<br />

ubicadas al lado derecho de la barra, en<br />

donde el mutilado Esteban continuaba<br />

entregado a su labor de limpieza.<br />

Una vez en la segunda planta, Julia<br />

se topó con un pequeño pasillo con dos<br />

puertas cerradas, una a cada lado. Decidió<br />

probar suerte con la de la izquierda,<br />

encontrándola sin llave, así que la<br />

atravesó, cerrándola de nuevo tras de<br />

sí. La habitación que se reveló ante sus<br />

ojos era pequeña y no del todo cómoda,<br />

pero al menos lucía limpia, lo que ya<br />

era de agradecer.<br />

Sin gran ceremonia se despojó de<br />

su atuendo, cubriendo su desnudez<br />

con un ajado camisón que había conocido<br />

tiempos mejores. Se encontraba<br />

tan cansada que no se molestó en<br />

apartar las sábanas, acostándose sobre<br />

ellas sin pensarlo, y en cuanto su<br />

cabeza tocó la almohada, cayó en un<br />

profundo sueño.<br />

La sensación de algo anormal la<br />

obligó a abrir los ojos. La habitación todavía<br />

se mantenía a oscuras, por lo que<br />

a tientas tuvo que buscar la clavija que<br />

accionaba la lámpara de gas. Pero la<br />

luz no bastó para alejar esa agobiante<br />

sensación, así que decidió incorporarse<br />

y, sin saber muy bien porqué, se acercó<br />

al espejo que colgaba de la pared. De<br />

súbito, la sensación del camisón sobre<br />

su cuerpo se le antojó insoportable,<br />

viéndose obligada a arrancárselo, para<br />

después mirar de nuevo su reflejo. En él<br />

vio que su piel se había vuelto similar a<br />

la porcelana y que en su pecho, en el lugar<br />

donde deberían de estar su corazón<br />

y pulmones, se desplegaba un complejo<br />

grupo de engranes, bielas y fuelles.<br />

Aterrada, Julia despertó. El sol ya<br />

entraba en el lugar y la ropa aún cubría<br />

su delgado cuerpo. Con urgencia puso<br />

una mano sobre su pecho, sintiendo las<br />

rítmicas palpitaciones de su corazón y<br />

no el pausado ritmo de una maquinaria<br />

de relojería.<br />

Todavía permaneció sobre la cama<br />

unos minutos más, hasta que su respiración<br />

se regularizó y las brumas del<br />

sueño abandonaron su mente. Pronto<br />

comenzó a sentir hambre, así que se<br />

vistió y bajó a la taberna. No encontró<br />

rastro alguno del dueño del lugar, pero<br />

sí descubrió un plato de alimento y una<br />

taza de té con leche sobre una de las<br />

mesas. Con mucho apetito devoró su<br />

desayuno, permitiéndose entre bocado<br />

y bocado pensar en su situación.<br />

Ella, al igual que muchos, huía de la<br />

guerra, y hasta donde sabía, ya no tenía<br />

un hogar al cual regresar. Tampoco tenía<br />

dinero, lo último de sus ahorros lo<br />

había gastado en el boleto de tren que<br />

la llevó hasta ese aislado y olvidado poblado,<br />

lo que de pronto le pareció una<br />

mala decisión. Tal vez hubiese sido mejor<br />

utilizar ese dinero para abordar un<br />

dirigible y viajar a otra nación, tal vez a<br />

Inglaterra, o quizá Francia. Pero ya era<br />

tarde para lamentarse.<br />

Sumergida en sus cavilaciones,<br />

Julia se había acercado, sin ser consciente<br />

de ello, a uno de los muros de la<br />

taberna, en el cual se encontraba una<br />

gran cantidad de retratos de personas<br />

de ambos sexos y diferentes edades.<br />

Todos parecían haber sido capturados<br />

en momentos y actividades cotidianas.<br />

Todos tenían rostros felices.<br />

38


Por más que lo buscó, no fue capaz<br />

de encontrar en aquella galería una fotografía<br />

del juguetero o del siniestro<br />

hombre reconstruido.<br />

Cuando al fin abandonó la taberna,<br />

decidió que lo mejor que podía hacer<br />

era familiarizarse con el pueblo, y de<br />

paso presentarse ante sus habitantes,<br />

pues como el viejo Abel le dijera la noche<br />

anterior, pronto sería uno de ellos.<br />

Bajo la luz del sol aquel lugar lucía<br />

muy distinto, incluso se podría decir<br />

que agradable, aunque un tanto descuidado,<br />

como si nadie en las últimas<br />

semanas se hubiese tomado la molestia<br />

de barrer las hojas muertas, cambiar<br />

un vidrio fracturado o de retirar las incipientes<br />

telarañas de los rincones.<br />

Tal como sucediera durante su llegada,<br />

no se encontró con nadie en el<br />

exterior, aunque en ocasiones alcanzó a<br />

distinguir siluetas detrás de las ventanas<br />

de algunas de las viviendas. De no ser<br />

porque no conocía a esa gente, casi podría<br />

haber asegurado que los pobladores<br />

se ocultaban de ella. Pero como eso no<br />

podía ser, decidió tomar el control de la<br />

situación y fue directo a una de las puertas<br />

con la intención de darse a conocer.<br />

Casi estaba a punto de hacerlo, cuando<br />

una idea todavía mejor vino a su mente.<br />

El taller de Abel quedaba cerca, así<br />

que bien podría ir hacía allí, conversar con<br />

él y solicitarle su ayuda para introducirse<br />

en la comunidad. Con este nuevo plan y<br />

más segura de sí misma, Julia tomó rumbo<br />

al taller del juguetero, el cual no le fue<br />

nada difícil localizar, pues en su fachada<br />

se encontraba una gran vitrina en la que<br />

se exhibían juguetes de diverso tipo.<br />

Le bastó una sola mirada para poder<br />

ver la innegable maestría en la ejecución<br />

de cada una de esas piezas, que demostraban<br />

más allá de cualquier duda la habilidad<br />

de aquel hombre y su capacidad<br />

para realizar prodigios que la ciencia<br />

médica no era capaz siquiera de imitar.<br />

A diferencia de la mayoría de las<br />

construcciones en el pueblo, el taller<br />

del juguetero era un edificio de tres pisos,<br />

el último de los cuales se encontraba<br />

coronado por dos gruesas chimeneas,<br />

a través de las cuales brotaban<br />

gruesas nubes de humo negro y vapor<br />

de agua. Julia notó otras peculiaridades<br />

en aquella estructura, como un exagerado<br />

número de tuberías de cobre y válvulas<br />

de presión que se enroscaban y<br />

retorcían caprichosas alrededor de su<br />

fachada, dándole un aspecto extraño y<br />

casi perturbador.<br />

No tardó en restarle importancia a<br />

aquella impresión. Después de todo,<br />

ella no sabía lo más mínimo del oficio<br />

de juguetero, mucho menos cómo debía<br />

lucir su taller. Así que sin posponerlo<br />

más tiró de la campanilla, a la que<br />

nadie respondió.<br />

Lejos de desanimarse por ello, intentó<br />

abrir la puerta, descubriendo para<br />

su sorpresa que esta se abría sin oponer<br />

la menor resistencia, permitiéndole<br />

la entrada. El interior del lugar, el cual<br />

parecía bastante más grande de lo que<br />

aparentaba en el exterior, se repartía a<br />

partes iguales entre una tienda de juguetes<br />

y una caótica factoría, de modo<br />

que no era raro que los osos de peluche,<br />

las muñecas de trapo y los ratones<br />

de cuerda compartieran espacio con<br />

engranes, resortes y otros componentes<br />

mecánicos menos identificables.<br />

Si había alguna clase de orden en<br />

aquel enmarañado conjunto de elementos,<br />

la joven no fue capaz de verlo,<br />

aunque le parecía natural, pues sabía<br />

que las mentes de los genios, y para ella<br />

no cabía la menor duda de que Abel era<br />

un genio, tendían a ser un tanto desordenadas,<br />

lo mismo que los espacios en<br />

los que estos se desenvolvían.<br />

Aunque ya no era ninguna niña, Julia<br />

no pudo dejar de sorprenderse por<br />

las maravillosas creaciones del juguetero,<br />

cada una de ellas más fabulosa<br />

que la anterior. Pero de todo aquel grupo<br />

de prodigios, nada se comparaba a<br />

lo que sin duda tenían que ser las máximas<br />

creaciones de Abel. Se trataba de<br />

no menos de tres docenas de marione-<br />

39


tas de aproximadamente un metro de<br />

alto, construidas con gran maestría en<br />

madera tallada y recubiertos con placas<br />

de cerámica. La joven observó con<br />

asombro aquel conjunto de obras, sintiendo<br />

especial atracción por las más<br />

pequeñas, aquellas que representaban<br />

niños de ambos sexos y de una edad<br />

que no podía superar los doce años.<br />

Apenas consciente de ello, esas<br />

figuras hicieron saltar algo dentro de<br />

su mente. En el tiempo que llevaba en<br />

aquel pueblo no había visto a ningún<br />

niño por los alrededores, algo que aún<br />

en tiempos de guerra era bastante insólito.<br />

Concentrada como se encontraba<br />

en esa peculiaridad, tardó un poco<br />

en notar otra extrañeza que le resultó<br />

aún más chocante, el que varias de<br />

aquellas facciones representadas a la<br />

perfección le eran muy familiares.<br />

Tras darle varias vueltas en su cabeza,<br />

al final relacionó esos rostros con los<br />

de los retratos de los habitantes del poblado<br />

que viera colgados más temprano<br />

en la taberna. No, ya no le cabían dudas<br />

de que en aquellos estantes se encontraban<br />

personificados todos los pobladores.<br />

Sin embargo, tal como sucedió<br />

con las fotografías, Julia no pudo hallar<br />

una figura del tabernero o el juguetero.<br />

De repente, en el lapso de sólo unos<br />

cuantos segundos, sucedieron varias<br />

cosas. En primer lugar, desde el fondo<br />

de la habitación en la que se encontraba,<br />

probablemente detrás de unas de<br />

las dos puertas que conectaban esa<br />

sala con otras áreas del taller, la joven<br />

escuchó el sonido de un potente silbato<br />

de vapor, seguido por el característico<br />

arranque de una maquinaria de<br />

engranes. Aquel inesperado estruendo<br />

le ocasionó un sobresalto, que se vio<br />

incrementado cuando tuvo consciencia<br />

de que muchos de esos ojos de vidrio<br />

comenzaron a mirarla con una intensidad<br />

que en modo alguno podía ser natural<br />

en un objeto inanimado.<br />

Aunque allí no había ningún peligro<br />

real, o al menos ninguno que fuera<br />

evidente, el lugar se tornó de pronto insoportable<br />

para Julia, quien sólo pudo<br />

pensar en lanzarse a la puerta y largarse<br />

de allí. Antes de que tuviera tiempo<br />

de dar un solo paso, la habitación y el<br />

taller entero comenzaron a llenarse de<br />

un algodonoso vapor purpúreo que no<br />

le permitió respirar. Intentando no dejarse<br />

perder en la desesperación y la<br />

asfixia, hizo un gran esfuerzo por arrastrarse<br />

hasta la salida. Pero esa bruma,<br />

que ahora se había tornado negra<br />

como la pez, hizo cosas con su cabeza,<br />

privándola del poco control que todavía<br />

tenía sobre sus miembros.<br />

Antes de que su conciencia se extinguiera,<br />

todo dejó de importarle, la<br />

guerra, la falta de dinero, el tabernero<br />

de porcelana, el genio del juguetero y<br />

su pueblo de siluetas y simulaciones.<br />

Cuando Julia recobró el conocimiento,<br />

lo primero que notó fue que no quedaban<br />

rastros del asfixiante vapor y que<br />

los objetos a su alrededor lucían como<br />

si los viera a través de un vidrio recién<br />

entintado. Había bastante luz en el lugar<br />

donde se encontraba, pero no se trataba<br />

de la alegre luz del sol, sino de aquella<br />

iluminación amarillenta y enfermiza de<br />

las lámparas de gas. Pronto reconoció,<br />

no sin cierta alarma, que se encontraba<br />

todavía en la tienda-taller del juguetero.<br />

Como no deseaba pasar un solo instante<br />

más en ese lugar, ordenó a sus piernas<br />

que la sacaran de allí, pero para su<br />

sorpresa, estas no le respondieron, lo<br />

mismo que los brazos o el cuello o cualquier<br />

otra parte de su cuerpo, incluyendo<br />

los ojos, los cuales permanecían dolorosamente<br />

fijos e incapaces de pestañear.<br />

Presa de un gran miedo, Julia comenzó<br />

a escuchar gemidos y susurros<br />

cercanos que parecían provenir de todas<br />

direcciones. Sin importar cuánto<br />

lo intentara, no logró entender lo que<br />

aquellas vocecillas intentaban comunicar,<br />

pero por su tono dedujo que se<br />

trataban de súplicas y amenazas.<br />

Aquellos murmullos pronto perdieron<br />

todo significado, pues frente a su li-<br />

40


mitado e inamovible campo de visión se<br />

presentó la familiar figura del juguetero,<br />

quien sonriendo de manera maliciosa<br />

se aproximaba a ella, sosteniendo entre<br />

sus manos una impecable copia en miniatura<br />

del sombrero que la joven portaba<br />

al momento de entrar al taller, el cual<br />

ajustaba a la perfección sobre su cabeza,<br />

provocando que sus ojos de vidrio<br />

lloraran por primera y última vez.<br />

41


El Árbol de la Ciencia<br />

del Bien y del Mal<br />

texto: Heberto de Sysmo<br />

ilustración: Ángel García Alcáraz<br />

42


Relato inédito, ganador del 1º premio del III certamen literario organizado por la institución<br />

valenciana Ateneo Blasco Ibáñez en la modalidad de narrativa (2011).<br />

«Continuamos siendo imperfectos,<br />

peligrosos y terribles, y también<br />

maravillosos y fantásticos.<br />

Pero estamos aprendiendo<br />

a cambiar»<br />

Ray Bradbury<br />

Como la rutilante grandeza del microscópico<br />

átomo de la materia,<br />

el Hombre siempre se ha creído el<br />

orgulloso gobernante de las razas y los<br />

mundos, pero si de una vez alzara su<br />

mirada al Espacio y contemplara y sintiera<br />

en su carne toda su insignificancia,<br />

cambiaría toda esa soberbia ingente<br />

con aires de grandeza por la humilde<br />

ingenuidad con la que un niño juega<br />

con un juguete que no sabe de dónde<br />

ha salido, y no sabe porqué juega, ni<br />

hasta cuando, ni por qué.<br />

En alguna región insospechada del<br />

gigantesco Universo, tenía lugar una conversación<br />

telepática entre dos entidades,<br />

conversación sostenida en el interior de<br />

lo que conocemos por «nave espacial»…<br />

—¿Están listos los niños?<br />

—Sí, claro, es la enésima vez que me<br />

lo preguntas, ¿no crees que les das demasiada<br />

importancia?<br />

—Simplemente quiero hacer bien<br />

mi trabajo.<br />

—¿Trabajo? ¿Acaso nos pagan por<br />

hacer algo así?<br />

—Oye, está claro que tú y yo somos<br />

muy diferentes, así que limítate a llevar a<br />

cabo tu parte y no acabes con mi paciencia.<br />

—Pero si sabes que aunque no lo hiciéramos<br />

tampoco pasaría nada, tarde<br />

o temprano terminan aniquilándose.<br />

—Esta vez será diferente, el programa<br />

está más desarrollado.<br />

—Pero si sabes que son primarios, violentos,<br />

instintivos y sólo saben utilizar el<br />

diez por ciento de su capacidad cerebral.<br />

—Mientras haya planetas donde<br />

ellos puedan prosperar y tener una<br />

nueva oportunidad lo seguiré intentando,<br />

seguiré colaborando con la causa.<br />

—Lo que tú digas, está terminando<br />

la proyección de los valores humanos.<br />

—Perfecto, en cuanto crucemos las<br />

coordenadas de los corales afrisales<br />

empezaremos con los preparativos.<br />

Mientras tanto, en un aula especial<br />

de la aeronave, dos niños de corta edad;<br />

Rebeca y Abraham visualizaban imágenes<br />

en movimiento que eran proyectadas<br />

por las paredes del recinto, paredes<br />

formadas de algún material parecido al<br />

cristal que tenían multitud de usos y uno<br />

de ellos era ser pantalla panorámica.<br />

Los muchachos fueron reclutados<br />

de diferentes partes de la Tierra, no se<br />

conocían ni hablaban la misma lengua,<br />

pero reunían los requisitos necesarios<br />

para llevar a cabo con ellos los planes<br />

de las entidades y después de pasar<br />

por varios trámites de procesos científicos,<br />

podrían relacionarse y comprenderse<br />

el uno al otro.<br />

Mientras la lluvia exterior de láminas<br />

de coral se arremolinaba en torno<br />

al bólido espacial envolviéndolo en nubes<br />

multicolores, en varios laboratorios<br />

de la nave se terminaba de codificar un<br />

antiguo proyecto de varias fases que<br />

había sido restaurado para perfeccionarlo,<br />

el proyecto «Empedócles». Se<br />

trataba de dos «microchips» de tecnología<br />

vanguardista, que más tarde se<br />

insertarían en los cerebros de los niños,<br />

precisamente en una cavidad parietal,<br />

lugar donde, una vez hubieran realizado<br />

su trabajo, podrían ser extraídos sin<br />

problemas ni secuelas.<br />

La segunda fase del proyecto incluía<br />

un árbol de cualidades asombrosas, un<br />

híbrido entre tecnología y naturaleza,<br />

un ramificado mastodonte que contaba<br />

con una parcela de vida propia y otra de<br />

inteligencia artificial manipulada.<br />

Los «microchips» eran llamados «eslabones»,<br />

y al árbol se referían por «emisario».<br />

43


El emisario ya había sido instalado en<br />

la zona precisa del planeta que pretendían<br />

colonizar, muy pronto se procedería<br />

a la inserción de los eslabones y con ello<br />

a garantizar la supervivencia de una raza<br />

que, debido a su propia ambición e ignorancia<br />

tenía los días contados.<br />

Las entidades que habían organizado<br />

tan estudiado plan, provenían de latitudes<br />

remotas del Universo, poseían una<br />

tecnología nunca vista y más avanzada<br />

de lo que ningún mortal podía imaginar,<br />

pero se sabía muy poco acerca de ellos,<br />

eran muy discretos, y nada hostiles, pues<br />

además de avanzar en sus conocimientos<br />

tecnológicos acerca de la aeronáutica,<br />

manipulación de la materia y aprovechamiento<br />

de las energías naturales, habían<br />

desarrollado conceptos inverosímiles<br />

para la comunicación, así como el transporte,<br />

pero si hay algo que cabe destacar<br />

verdaderamente de estas entidades misteriosas,<br />

era su moralidad. Habían desarrollado<br />

una capacidad equitativa y equilibrada<br />

envidiable, profesaban dogmas de<br />

respeto y armonía con el Cosmos, se desconocía<br />

si eran mortales o inmortales, lo<br />

cierto es que gracias a ellos la Humanidad<br />

volvería a gozar de otra oportunidad.<br />

Aunque pareciesen semidioses comparándolos<br />

con los humanos, no lo eran,<br />

también tenían sus limitaciones en casi<br />

todos los ámbitos y rendían culto a una<br />

supuesta entidad superior a la que denominaban<br />

Fátum.<br />

La aeronave ya había superado las<br />

coordenadas de los corales afrisales y<br />

Abraham ya estaba siendo intervenido<br />

quirúrgicamente, Rebeca esperaría su<br />

turno, el programa establecido estaba<br />

siendo todo un éxito.<br />

La nave de las entidades no se<br />

propulsaba mediante ningún motor a<br />

combustión, ni utilizaba combustible<br />

orgánico ni nada parecido, lo hacía<br />

mediante un sistema muy avanzado<br />

de navegación por radiaciones. Las radiaciones<br />

en el Universo permanecían<br />

por doquier, unas en movimiento, otras<br />

estáticas, un voluminoso aparato las<br />

detectaba y decodificaba para emplearlas<br />

en fusiones con elementos desconocidos.<br />

El resultado de esas fusiones<br />

se condensaba en rayos invisibles<br />

propulsados a través de catalizadores<br />

naturales y les servía para desplazarse.<br />

Un programa matemático aplicado<br />

por computadoras vivas les ayudaba<br />

a ir desglosando vectores del espacio,<br />

de esa manera veían qué clase de energías<br />

poblaban la zona analizada y las<br />

catalogaba para su uso. Disponían de<br />

una fabulosa materia maleable, blanca<br />

y fría llamada «Verso» que era extraída<br />

sin descanso del único lugar donde<br />

se encontraba, un planeta-cometa del<br />

mismo nombre. Esa materia era disparada<br />

en chorros contra los agujeros<br />

negros, tenía la cualidad de hacer visible<br />

la materia oscura y además de eso,<br />

de configurar las fluctuaciones de materia<br />

desorden caótico de los agujeros<br />

negros de manera que, si se atravesaban<br />

en el mismo momento en que eran<br />

disparados por rayos Verso, servían de<br />

puertas dimensionales.<br />

Rebeca estaba siendo coronada<br />

con su eslabón, Abraham seguía recibiendo<br />

proyecciones visuales y comenzaba<br />

a notar la presencia de nuevos estímulos<br />

cerebrales.<br />

Los eslabones debían garantizar<br />

la existencia de los niños, debía inspirarles<br />

ante los problemas para llegar a<br />

su solución, debía instarles a procrear<br />

entre ellos y orientarlos en el campo<br />

incultivado de su inmadurez así como<br />

garantizar su supremacía ante las demás<br />

criaturas que encontraran, pero<br />

sobre todo, motivar su evolución. Mediante<br />

descargas de mensajes a través<br />

de los sueños o intuiciones tomadas<br />

como personales, debían encontrar el<br />

camino hacia su supervivencia, instaurarse<br />

como los pobladores de un nuevo<br />

mundo, ser los protagonistas de una<br />

gran historia pero ajenos a todo el proyecto<br />

que los apadrinaba.<br />

Las entidades podían borrarles recuerdos,<br />

e introducirles otros recuerdos<br />

44


diferentes, podían dejarlos sin memoria<br />

o atribuirles una memoria sin precedentes<br />

de caudal insospechado, podían<br />

otorgarles cualidades milagrosas,<br />

por las cuales serían tomados por dioses<br />

por los demás seres inferiores, pero<br />

esa no era la misiva de sus poderosos<br />

protectores. Gozarían de la solidaridad<br />

de una raza superior pero sólo hasta el<br />

momento en que dejaran de merecerla.<br />

Sabiendo tan sólo unas pocas de<br />

las cualidades de estos seres sin nombre,<br />

resultaba inconcebible pensar en<br />

la magnitud de la entidad que ellos<br />

mismos veneraban. ¿Acaso sería Fátum<br />

el verdadero creador de lo visible<br />

e invisible? ¿O por el contrario hasta el<br />

mismo Fátum adoraba a otros dioses<br />

más superiores que él?<br />

El planeta del que provenían los niños,<br />

la Tierra, estaba siendo amenazado<br />

por una global guerra nuclear, era de<br />

inminente estallido, un efecto dominó<br />

desencadenante que produciría la mayor<br />

de las tragedias, la que impedía la<br />

vida humana y su sustento. Una guerra<br />

provocada por el animalismo humano,<br />

la ambición, el interés, la poca inteligencia<br />

aplicada a administrar los recursos<br />

naturales y por supuesto, la codicia, tan<br />

arraigada en las personas de ese planeta,<br />

tan arraigada como su ignorancia.<br />

Las entidades superiores, conscientes<br />

del panorama de la sociedad en la<br />

Tierra, urdieron el plan de secuestrar a<br />

los niños para evitar la extinción de su<br />

raza. Habían vaticinado el descalabro<br />

económico mundial y de valores humanos<br />

debido a sus múltiples visitas a través<br />

de los siglos, habían estudiado al ser<br />

humano sin que él lo supiera, sabían de<br />

su arrogancia, así que movidos por un<br />

sentimiento altruista decidieron dar vida<br />

al proyecto Empedócles, ellos se encargarían<br />

de controlarlo todo, de mantener<br />

el contacto con los niños, de manipular<br />

el comportamiento del emisario, por lo<br />

menos, hasta que fuera estrictamente<br />

necesario. Después de cumplidos los<br />

objetivos deberían retirar los eslabones<br />

sin rastro alguno, así como desconectar<br />

la parte artificial del emisario para que<br />

pudiera seguir creciendo y viviendo de<br />

manera natural y sin vestigio alguno de<br />

sus ocultas funciones.<br />

Su filosofía se limitaba a ayudar a<br />

los demás y evitar influir negativamente<br />

en todo aquello que les rodeaba, era importante<br />

mantener el equilibrio de vida<br />

en el Universo, las generaciones debían<br />

seguir su curso, incluso utilizaban su<br />

capacidad para viajar en el Tiempo de<br />

manera casi imperceptible, todo un ejercicio<br />

de honestidad y principios.<br />

Tan sólo a simple vista, tenían estos<br />

seres algo en común con los humanos,<br />

y era que, aunque habían escalado<br />

cientos de peldaños en la escala<br />

evolutiva, no habían podido deshacerse<br />

completamente de la maldad. Una<br />

ambigüedad congénita convivía en sus<br />

genes, ambigüedad a la que trataban<br />

de dominar mediante tratamientos casi<br />

mágicos, frecuentaban ciertas regiones<br />

del espacio donde proliferaba un<br />

ingrediente escaso, el material con el<br />

que fabricaban medicinas para intentar<br />

paliar su mala conciencia. La misma<br />

volubilidad humana que hacía pasar de<br />

lo correcto a lo incorrecto recorría sus<br />

moléculas y les hacía vulnerables.<br />

Rebeca y Abraham estaban siendo<br />

deslumbrados por los eslabones, sus<br />

sistemas nerviosos ya recibían órdenes<br />

precisas, la astronave se adentraba<br />

en la atmósfera del planeta elegido,<br />

unas sacudidas lo anunciaban, a estas<br />

alturas en el lugar exacto donde se debía<br />

ubicar el planeta Tierra debía haber<br />

una tormenta de piedra y gases, la terrible<br />

guerra atómica había amenazado<br />

siempre con destruirlo todo y finalmente<br />

se cumplieron los oscuros designios<br />

de las profecías.<br />

A pesar de la corta edad de los<br />

niños, tenían que sobrevivir hasta en<br />

las peores condiciones, de cualquier<br />

manera, una vez abandonados a su<br />

suerte en el desconocido planeta, la<br />

figura del emisario cobraba mayor<br />

45


elevancia. Su función primera y vital era<br />

la de abastecer de frutos comestibles<br />

a los pequeños, una protección ante<br />

cualquier bestia amenazadora puesto<br />

que podían subir por sus ramas a<br />

una altura considerable, un cobijo,<br />

ya que existían partes huecas dentro<br />

de la enorme envergadura donde se<br />

podían ocultar para guarecerse del<br />

frío u otras calamidades. Su capacidad<br />

de dar frutos era inextinguible y<br />

rápida, podía volverse luminiscente<br />

en la oscuridad, serviría de transmisor<br />

acústico si hiciera falta, estaba<br />

plagado de sensores informativos: de<br />

temperatura, de movimiento, de sonido,<br />

de densidad…etc, todo un prodigio de la<br />

bioquimirobótica. Si resultara dañado,<br />

él mismo podría repararse; a través<br />

de unas articulaciones ocultas podía<br />

incurrir en movimientos, mediante unas<br />

membranas holotemporales podía<br />

representar figuras físicas y sobre todo,<br />

haría la función de centinela comedido,<br />

enviando informes de cada incidencia<br />

o hasta pidiendo ayuda si por cualquier<br />

circunstancia los eventos le superaran<br />

en magnitud o importancia.<br />

Los sistemas de aterrizaje de la<br />

nave ya se desplegaban para dar por<br />

finalizado el trayecto, comenzaban las<br />

maniobras pertinentes para tocar suelo,<br />

mientras, en una de las habitaciones<br />

permanecían los niños, sentados en<br />

sillones de seguridad, juntos, amordazados,<br />

de repente sus miradas se cruzaron<br />

y como si se hubiesen visto por<br />

primera vez, comenzaron a hablar entre<br />

susurros y en una lengua que ambos<br />

comprendían…<br />

—Hola, me llamo Rebeca.<br />

—Hola, yo soy Abraham.<br />

—Dame la mano.<br />

—Me gustan tus ojos.<br />

—A mí me gusta tu sonrisa.<br />

—Gracias.<br />

—Estás temblando.<br />

—Tengo frío y miedo.<br />

—Descuida, estoy contigo.<br />

—Creo que van a abandonarnos.<br />

—No te preocupes yo me encargaré<br />

de protegerte.<br />

—Pero nos moriremos de hambre.<br />

—Eso jamás ocurrirá, yo cazaré para ti.<br />

—No me sueltes.<br />

—Tienes la piel muy suave.<br />

—Quédate siempre conmigo.<br />

—Tranquila, nunca te abandonaré.<br />

Los roles de los niños-colonos estaban<br />

dispuestos, la amistad nacería<br />

entre ellos, después el cariño y así sucesivamente<br />

en una escala de afectos<br />

hasta llegar al Amor. Debían consumar<br />

toda su atracción y perpetuar la especie<br />

con el rito del sexo, ingenuos y asustados<br />

niños de inocencia adulterada.<br />

Los eslabones corrompían el librepensamiento<br />

con sus mandatos,<br />

el albedrío azaroso era sustituido por<br />

certeras directrices, todos los géneros<br />

representados en la comedia de la vida,<br />

eran mejorados en este guión estudiado,<br />

en esta pantomima esperanzadora,<br />

sólo quedaba saber qué papel habría<br />

de coger la Maldad, el Azar, o la Muerte.<br />

Pero ¿hasta qué punto obedecería<br />

la mente humana las recomendaciones<br />

de los eslabones? ¿Sería capaz de<br />

obedecer siempre o tarde o temprano<br />

se dejaría llevar por los instintos?<br />

Gran parte de los sensacionales atributos<br />

internos del emisario, eran posibles<br />

gracias a unas ramificaciones venosas<br />

de material carnoso y umbilical.<br />

Esos canales le unían con la naturaleza<br />

y una vez recibida la señal que anunciase<br />

el fin de su misión se desintegrarían<br />

y fundirían con la tierra sin dejar rastro.<br />

El planeta donde pretendían desembarcar<br />

a los niños se encontraba a millones<br />

de años luz de la Tierra, de tamaño<br />

aproximadamente tres veces más<br />

grande, y con mucha más extensión de<br />

tierra y menos de agua. La atmósfera<br />

era en su mayor parte de oxígeno, pero<br />

de mucha más pureza que el terrícola.<br />

Los paisajes naturales, de insultante<br />

belleza: ríos púrpura y valles de texturas<br />

metálicas, montañas de minerales<br />

exóticos y nuevos, razas de animales<br />

46


desconocidas, espesura de plantas y<br />

flores, luz y color; todo un paraíso de<br />

fragancias y delicadezas tornasoladas.<br />

Era un planeta con movimiento de traslación<br />

alrededor de su sol pero sin movimiento<br />

de rotación sobre su eje, por lo<br />

que no existían las noches ni los días.<br />

Una franja meridional del planeta se<br />

encontraba en la linde de las dos mitades,<br />

donde los niños debían vivir, en las<br />

otras dos partes reinaban la oscuridad<br />

y la luz, noche y día perpetuos separados<br />

por un anillo de penumbra. Parajes<br />

vírgenes y fecundos, ricos y dadivosos,<br />

el lugar que toda la Humanidad soñaba.<br />

En la cabina de control de la nave<br />

las entidades dialogaban ultimando la<br />

descarga de sus huéspedes y su inminente<br />

viaje de regreso…<br />

—Aquí es, perfecto, tal y como calculamos,<br />

en el tiempo estimado.<br />

—Esta es la zona indicada, está el<br />

manantial bastante cerca, los campos<br />

de cultivo, las cuevas, el emisario.<br />

—Tienen todo cuanto necesitan.<br />

—Aquí echarán de menos la lluvia,<br />

porque no hay nubes.<br />

—Sí, pero detestarán las tormentas<br />

de partículas que se forman, porque el<br />

viento es muy potente e inestable aquí.<br />

—Es lo más parecido que hemos<br />

encontrado.<br />

—Vamos, acabemos con esto.<br />

—A mi señal desconecta todos los<br />

sistemas de seguridad y abre las compuertas<br />

exteriores.<br />

—De acuerdo.<br />

Estos chicos tenían por delante una<br />

de las mayores aventuras que se puede<br />

vivir: descubrir un nuevo mundo, descubrirse<br />

a sí mismos y ser los protagonistas<br />

y padres de una raza. La templanza habitaba<br />

sus ojos, pero también la rebeldía,<br />

¡tenían tanto por hacer! Que empezarían<br />

por jugar con lo primero que encontraran.<br />

La astronave tocó tierra, todo se silenció,<br />

unas compuertas gigantescas<br />

se abrieron y mostraron el interior, Rebeca<br />

y Abraham cogidos de la mano y<br />

desnudos caminaban despacio hacia<br />

el exterior. Un aire perfumado azotó<br />

sus cabellos y les hizo sonreír, sus pies<br />

descalzos ya se hundían en la espesa<br />

yerba, sus ojos se llenaron de lágrimas,<br />

sus corazones de tranquilidad, y en el<br />

mismo momento en que la nave se elevó<br />

nuevamente ellos corrieron desaforados<br />

en dirección a un árbol gigante<br />

que destacaba en el fondo del paisaje.<br />

Un árbol de ramas plateadas, soberbio,<br />

lleno de frutas y vigor, un árbol del<br />

que parecía emanar música. Al mismo<br />

tiempo que los niños se acercaban al<br />

árbol también lo hacía una serpiente<br />

de lastimoso aspecto, un reptil que no<br />

figuraba en el programa, quizá los chicos<br />

tuvieran miedo al verla, quizá ambos<br />

intentaran devorarse el uno al otro,<br />

¿quién sabe? Tal vez no se volviesen a<br />

ver nunca más.<br />

47


INTERSTELLAR,<br />

EN CLAVE CIENTÍFICA<br />

Texto: José Antonio Olmedo López-Amor<br />

CONTIENE SPOILERS


por tierra una escena en la que hay invertidos<br />

millones de dólares, meses de<br />

trabajo y muchas páginas de aventura<br />

científica con base real, tan sólo sentenciando:<br />

«es que eso no puede ser posible»<br />

es hacer una lectura bastante pobre<br />

de algo que quizá nos sobrepasa.<br />

Nolan no está obligado a ser realista<br />

en sus planteamientos, pero asumió<br />

ese reto, precisamente porque ese<br />

desafío conlleva una mayor dificultad,<br />

pero también credibilidad, y eso es algo<br />

Todavía no ha transcurrido un año<br />

desde su estreno aquí en España,<br />

y sin embargo, la cinta de Christopher<br />

Nolan sigue y sigue dando que<br />

hablar, desde al mero aficionado al cine,<br />

hasta el crítico más experimentado, pasando<br />

por la comunidad científica, bien<br />

para ser elogiada o criticada —aunque<br />

desde mi punto de vista son muchos<br />

más aquellos que se pronuncian públicamente<br />

para defenderla—. Y no es<br />

fácil contentar a una mayoría de espectadores,<br />

ya no por la formación científica<br />

o paciencia de que dispongan para<br />

valorar una obra, sino por las pretensiones,<br />

el mensaje y lenguaje de esta.<br />

Algunas personas juzgan a Interstellar<br />

como si se tratara de un documental,<br />

algo injusto, no podemos exigirle a<br />

una pera las características de una barra<br />

de pan. Interstellar, por más realista que<br />

sea o fidedigna a bases científicas es, y<br />

será siempre, una obra cinematográfica<br />

y el cine, no lo olvidemos, es ficción. Tirar<br />

a valorar. Su genio creador llevó al cineasta<br />

a escribir situaciones que, en<br />

ocasiones, se instalaban en la fantasía,<br />

como por ejemplo una de las escenas,<br />

ya una vez superado el horizonte de<br />

sucesos de Gargantúa, donde el protagonista<br />

no sólo alcanzaba, sino superaba,<br />

la velocidad de la luz. Por suerte,<br />

Kip Thorne, uno de los científicos más<br />

reputados de la actualidad, estaba detrás<br />

en todo momento e insistió a Nolan<br />

para que desistiera en su empeño<br />

49


por rodar esa escena. A decir verdad, la<br />

sola representación de esa idea pone<br />

los pelos de punta, ya que fue el sueño<br />

obsesivo que tuvo Albert Einstein cuando<br />

era un adolescente de dieciséis años<br />

y fue precisamente esa circunstancia,<br />

la de un hombre alcanzando un rayo de<br />

luz, la idea que lo llevó a culminar su famosa<br />

Teoría de la Relatividad General.<br />

Llegados a este punto cabe destacar la<br />

cláusula que exigió Thorne para participar<br />

como asesor de la película, y fue<br />

que ninguna de las hipótesis expuestas<br />

en el argumento se alejara de principios<br />

científicos reales; es decir, que por más<br />

inverosímiles que pareciesen las propuestas,<br />

siempre hubiese algún científico<br />

capaz de creer en ellas. Y así fue, Kip<br />

Thorne certifica que todas y cada una de<br />

las escenas de Interstellar parten de una<br />

base científica real, algo difícil de creer<br />

desde la perspectiva del profano.<br />

Tal fue la implicación de Thorne en<br />

el proyecto, que se puso a trabajar con<br />

todo su equipo para tratar de representar<br />

un agujero negro en rotación, como lo<br />

es Gargantúa, de forma tan real como<br />

jamás había sido vista en el cine. En<br />

mayo de 2013, se decidió que los gráficos<br />

por ordenador de Interstellar serían<br />

desarrollados por la empresa Double<br />

Negative, propiedad de Paul Franklin. Los<br />

responsables de que los gráficos fueran<br />

físicamente correctos fueron Oliver James<br />

y Eugénie von Tunzelmann. A partir de un<br />

código en Mathematica escrito por Kip se<br />

obtuvieron los gráficos fotorrealistas que<br />

fueron renderizados con calidad IMAX y<br />

que propiciaron la morfología icónica que<br />

aparece en el film. Esta idea le llevó varios<br />

meses de ecuaciones, así como largas<br />

jornadas de procesos informáticos que no<br />

sólo consiguieron su propósito, sino que<br />

provocaron nuevos hallazgos científicos<br />

que culminaron en dos artículos que<br />

Kip publicó en dos de las revistas más<br />

importantes en su género.<br />

Y más todavía; Thorne escribió un<br />

libro titulado The Science of Interstellar<br />

(W. W. Norton & Company, 2014), un<br />

libro que lo salva de la quema inquisitoria<br />

por sus detractores, ya que en él<br />

explica, punto por punto, cuándo hay<br />

física de manual en la película, cuándo<br />

dicha física se acerca a los límites establecidos<br />

y cuándo los rebasa, siempre<br />

de manera factible. Aunque por sí sólo,<br />

el libro sería insuficiente para el espectador<br />

científico y debería leer también<br />

los artículos que Thorne ha escrito en<br />

revistas especializadas durante cuarenta<br />

años.<br />

En la propia película se manifiestan<br />

ciertos factores que ayudarían a sortear<br />

ciertas críticas sin despeinarse. Por<br />

ejemplo, algunas críticas manifiestan<br />

que los planetas de Miller y Mann están<br />

iluminados como la Tierra, es decir,<br />

como si tuviese relativamente cerca un<br />

Sol como el nuestro. Cuando los perso-


najes de la película barajan la idea de<br />

aterrizar en ellos hablan de una estrella<br />

de neutrones «cercana», lo que podría<br />

justificar esa luz ambiental; de hecho,<br />

en el planeta de Miller el propio agujero<br />

negro con su disco de acreción podría<br />

ser una importante fuente lumínica,<br />

y en el planeta de Mann, tanto el día<br />

como la noche duran 67 horas y hace<br />

frío, lo que explicaría una mayor órbita<br />

y una mayor distancia a dicha fuente,<br />

como también —en su caso— una menor<br />

velocidad de rotación..<br />

También he leído que algunos tildan<br />

de imposible la cercanía de un planeta<br />

a un agujero negro, tal es el caso<br />

del planeta de Miller. Por supuesto que<br />

los planos de Nolan son muy cinematográficos<br />

y ello puede motivar el<br />

equívoco. Es obvio que si la órbita del<br />

planeta lo llevara en algún momento<br />

a atravesar su disco de acreción, este<br />

sería bombardeado violentamente por<br />

una enorme energía desatada en varias<br />

direcciones y la vida en él sería imposible,<br />

por tanto obviamos que su órbita lo<br />

aleja de la situación vista en el famoso<br />

plano. Por supuesto, con el tiempo, un<br />

planeta en esas circunstancias estaría<br />

condenado a ser absorbido por el agujero<br />

negro, además de no ser el lugar<br />

más recomendable para vivir; pero estaríamos<br />

hablando posiblemente de<br />

mucho tiempo, puesto que Gargantúa<br />

es un cuerpo celeste en rotación.<br />

Hay quien cree que los agujeros de<br />

gusano existen realmente, pero la verdad<br />

es que de momento son entidades<br />

hipotéticas, lo mismo que el taquión,<br />

predichas en la Teoría de la Relatividad.<br />

La idea de poder aparecer en un punto<br />

lejano del Universo sin perder la vida recorriendo<br />

el camino, es sin duda aventurera<br />

y romántica, pero nada más lejos<br />

de la realidad. Sería posible provocar un<br />

agujero de gusano deformando el espacio-tiempo<br />

en una zona concreta, más<br />

todavía ahora, que desde el año 2012 los<br />

científicos del CERN descubrieron el Bosón<br />

de Higgs, la llamada «Partícula de<br />

Dios» que podría explicar el proceso de<br />

formación de la masa. Quizá esa posibilidad<br />

explique por qué aparece el agujero<br />

de gusano en la película justo cuando<br />

las gentes de la Tierra lo necesitan. Y no<br />

es casualidad que, una vez atravesado<br />

el túnel de gusano o Bulk, lo que vendría<br />

a suponer una gigantesca grieta que<br />

une dos edificios diferentes, aparezcan<br />

los personajes demasiado cerca de Gargantúa,<br />

ya que parece ser que los datos<br />

y la información que necesitan en la Tierra<br />

se encuentran en la Singularidad que<br />

existe en el corazón del agujero negro.<br />

El tiempo que los personajes tardan<br />

el llegar a Marte y después a Saturno es<br />

también un tiempo basado en nuestra<br />

tecnología real, aunque en el presente se<br />

estén calculando y proyectando motores<br />

cuánticos de propulsión que disminuirán<br />

radicalmente esos tiempos de llegada.<br />

¿Y qué decir de la coyuntura social<br />

descrita en Interstellar? Donde los ingenieros<br />

son reconvertidos en granjeros<br />

por la necesidad de alimento del mundo.<br />

Un mundo que hace diez años colapsó y<br />

en el que la propia Tierra se rebela contra<br />

el ser humano. Poco a poco van quedando<br />

menos alimentos que cultivar, tormentas<br />

de polvo, plagas, superpoblación,<br />

las fuerzas de la naturaleza nos obligan<br />

—por nuestra obstinación material por<br />

tenerlo todo— a regresar a los tiempos<br />

de las cavernas. Esta circunstancia no<br />

es que sea posible, es que está predicha<br />

por el propio Hawking; en menos de<br />

cien años no habrá recursos para todos,<br />

los combustibles fósiles, los minerales,<br />

el alimento, todo escaseará y debido a<br />

«soluciones» ridículas como el fracking,<br />

la situación empeorará drásticamente.<br />

Por tanto, la idea de abandonar el planeta<br />

Tierra para perpetuar la especia no es<br />

ningún disparate.<br />

Hay un momento en la película, en<br />

que se cuenta que, tras el colapso económico,<br />

social y moral del mundo, el gobierno<br />

de los Estados Unidos ordena a<br />

la NASA bombardear pueblos hambrientos<br />

desde la estratosfera, algo a lo que la<br />

51


NASA se niega y para evitar que la gente<br />

se subleve contra la inversión económica<br />

que su funcionamiento supone, deciden<br />

seguir trabajando en secreto, clandestinamente,<br />

en un lugar alejado e inhóspito.<br />

Nuestro presente es un caldo de cultivo<br />

ideal para la conspiración, ya nadie confía<br />

en nadie y toda traición es posible, incluso<br />

sería viable que jamás hubiésemos pisado<br />

la Luna, pero los americanos lo hubiesen<br />

fingido con filmaciones para arrastrar<br />

a sus competidores, los rusos, a la ruina.<br />

Algo que narran en la película como argumento<br />

para reescribir los libros de historia.<br />

Cuando las circunstancias se complican<br />

y uno se encuentra en apuros, nadie<br />

duda que cualquiera pondría en marcha<br />

todos los recursos a su alcance. En caso<br />

de hecatombe mundial, las personas pobres<br />

y sin recursos son las primeras en<br />

caer, lo cual no es ninguna novedad.<br />

Otro de los aspectos de la película<br />

que ha sido comentado con escepticismo,<br />

es el comportamiento psicótico del<br />

doctor Mann interpretado por Matt Damon.<br />

Pocos justifican su drástico cambio<br />

de conducta, a pesar de comprender sus<br />

motivos de supervivencia, ya que parece<br />

transformarse en un perfecto villano<br />

sin escrúpulos. Es tema de actualidad<br />

el proyecto «Mars One» que pretende<br />

llevar humanos a Marte a fin de arraigar<br />

una colonia de 25 personas, sacrificando<br />

para ello las primeras remesas, voluntarios<br />

condenados a morir en un periodo<br />

de cinco años, ya que el ser humano no<br />

es capaz de soportar la cantidad de radiación<br />

a la que estaría expuesto en tierras<br />

marcianas. Dicha radiación no sólo<br />

puede ser mortal, sino que puede alterar<br />

el genoma humano, puede reconfigurar<br />

nuestra conducta y aptitudes desencadenando<br />

con ello trastornos de actividad<br />

en distintas zonas del cerebro (cambio<br />

de conciencia). Nadie sabe qué tipo de<br />

radiación puede hacer mella en un ser<br />

humano si este habita un planeta desconocido,<br />

ni cuáles podrían ser los cambios<br />

derivados de esa exposición, por tanto, el<br />

rol del doctor Mann también transita terrenos<br />

probables.<br />

52


Einstein y Thorne en el Teseracto<br />

Si podemos decir que Interstellar puede<br />

dividirse en tres partes, vida en la<br />

tierra, vida en el espacio y viaje místico,<br />

la tercera es sin duda la que más ha<br />

dado que hablar. El momento en que<br />

Cooper decide separarse de la Endurance<br />

y arrojarse al interior del agujero<br />

negro «acompañado» del robot dotado<br />

con inteligencia artificial, es sin duda el<br />

momento culminante de la película, ya<br />

que todo lo que ocurre a partir de ahí<br />

desata las dudas, la polémica e incluso<br />

la incomprensión del espectador.<br />

Para acercarnos a comprender lo<br />

que proponen Nolan y Thorne, tenemos<br />

que considerar la Teoría de la Relatividad<br />

y la Física Cuántica; la primera<br />

se hizo para analizar lo gigantesco, y la<br />

segunda —por decirlo de algún modo—<br />

fue concebida para estudiar lo más pequeño.<br />

Aunque cada una en su campo<br />

funcione de forma independiente, todavía<br />

no se ha encontrado el vínculo que<br />

las una; del resultado de esa pretensión<br />

nace la Teoría de Supercuerdas.<br />

La Teoría de Cuerdas postula que la<br />

materia es un estado vibracional de la<br />

energía; por tanto, no existe la materia,<br />

sólo la energía, la cual va adquiriendo<br />

una apariencia en una función adaptativa<br />

de la que se desconoce su pretensión.<br />

Esto es algo fácil de intuir si pensamos<br />

que en el momento de formación<br />

del Universo no había más que energía,<br />

es decir, no existía la madera, el hierro,<br />

la carne. Por tanto, podemos sospechar<br />

que seres, entidades, conciencias más<br />

desarrolladas que nosotros, o simplemente<br />

que habiten otra coordenada<br />

de este Universo —o de otro— podrían<br />

ser incorpóreos, deformes o invisibles.<br />

La geometría que conocemos es tal<br />

debido a las fuerzas de la naturaleza ,<br />

que en nuestro caso son cuatro: fuerza<br />

nuclear, fuerzas electromagnéticas<br />

fuerte y débil y la gravedad; si dichas<br />

fuerzas cambiasen de potencial, si se<br />

añadieran otras fuerzas o se suprimiesen<br />

otras, «todo» tal y como lo conocemos,<br />

sería distinto. La gravedad es para<br />

nosotros la fuerza más desconocida. Y,<br />

según el argumento de Interstellar, la<br />

gravedad es la única fuerza capaz de<br />

atravesar dimensiones. Tomemos el espacio-tiempo<br />

de Einstein como la típica<br />

representación de una manta cuadriculada;<br />

los cuerpos que pongamos sobre<br />

dicha manta la deformarán hundiéndola<br />

según su peso y, por tanto, cualquier<br />

cuerpo cercano que caiga en esa zona<br />

hundida tenderá a acercarse al cuerpo<br />

mayor. Ahora imaginemos que las fuerzas<br />

se componen de microcuerdas que<br />

vagan de acá para allá, cuerdas abiertas,<br />

digamos, con forma de C; el concepto<br />

sencillo y fácil de comprender, es<br />

que todas las fuerzas tienen esa forma<br />

de microcuerda a escala cuántica, por<br />

eso, en su discurrir, llega un momento<br />

en que quedan enganchadas en la<br />

53


cuadrícula del espacio-tiempo, todas,<br />

excepto la gravedad, cuya microcuerda<br />

es cerrada y vaga libremente, incluso<br />

cruzando dimensiones. Pero para poder<br />

viajar a otra dimensión deben existir<br />

otras dimensiones, y esa es otra de<br />

las hipótesis que pronostica la Teoría<br />

de Cuerdas, hasta un total de once dimensiones<br />

se prevé en sus ecuaciones.<br />

Además de las cuatro dimensiones<br />

conocidas, dicha teoría argumenta la<br />

posibilidad real de la existencia de conceptos<br />

como Bulk (espacio más allá de<br />

las tres dimensiones), el multiverso, los<br />

universos brana o el llamado espacio<br />

de Calabi-Yau.<br />

Supuestamente tras el Big Bang, y<br />

por causa de esa explosión (supuesto<br />

contacto entre dos universos diferentes<br />

en paralelo), zonas del espacio en<br />

tres dimensiones físicas, más el tiempo,<br />

solaparon otras zonas espaciales<br />

que contienen esas seis dimensiones<br />

desconocidas. Es decir, zonas del espacio<br />

se enrollaron y escondieron para<br />

siempre esta maravilla de la naturaleza<br />

a la espera de que algún fenómeno,<br />

como un agujero de gusano, permita<br />

vislumbrar ese escenario. La existencia<br />

de universos en paralelo podría dar<br />

sentido a la llamada «radiación de fondo»,<br />

así como justificar la existencia de<br />

los viajeros del tiempo.<br />

Durante la película se insinúa en<br />

varias ocasiones la posibilidad de que<br />

unos seres que habitan más allá de<br />

las dimensiones conocidas, son los<br />

que de alguna manera están guiando<br />

y ayudando a la raza humana. Por ello<br />

las anomalías gravitacionales, por ello<br />

aparece el agujero de gusano. P ero,<br />

sobre todo, esta teoría culmina con la<br />

escena del protagonista en el interior<br />

del teseracto.<br />

En teoría, aquello que sucede más<br />

allá del horizonte de sucesos de cualquier<br />

agujero negro, nadie lo sabe, es<br />

un misterio, por tanto nadie podría refutar<br />

cualquier afirmación en ese sentido.<br />

Más allá de un horizonte de sucesos<br />

se extiende un amplio limbo científico<br />

que toda inteligencia intenta conocer.<br />

Lo que parece claro es que, debido a la<br />

cantidad de energía colapsada en ese<br />

punto, las fuerzas de marea y velocidades<br />

que la materia puede alcanzar en<br />

él (recordemos que los agujeros negros<br />

son enormes aceleradores de partículas<br />

naturales) nada vivo puede sobrevivir<br />

a su absorción. El término espaguetización<br />

es utilizado en ciertos círculos<br />

para representar ese despedazamiento<br />

que sufriría algo físico sometido a tales<br />

fuerzas. Por tanto, decir a secas que el<br />

protagonista de Interstellar entra en un<br />

agujero negro, sobrevive y sale, sería<br />

algo más que fantástico.<br />

Las supuestas entidades superiores<br />

quieren enseñar a Cooper que la<br />

gravedad es manipulable y evitar con<br />

ello la extinción de la raza humana.<br />

Para ello, además del vínculo emocional<br />

que Cooper tiene con Murphy, su<br />

hija, es necesaria una clase avanzada<br />

de tecnología interdimensional. Es por<br />

esto que antes de que el protagonista<br />

sea descuartizado en el interior del<br />

agujero negro, es necesario que entre<br />

en un recinto habilitado para su masterclass,<br />

un lugar llamado teseracto.<br />

¿Por qué un teseracto? Además de<br />

ser conocida esta figura por los amantes<br />

el universo Marvel en particular y<br />

los enamorados de la ciencia ficción en<br />

general, teseracto es un término acuñado<br />

en el Siglo XIX que posee cierto<br />

uso en la geometría donde también es<br />

conocido como hipercubo, figura que<br />

se forma a partir de dos cubos tridimensionales<br />

unidos en uno sólo que<br />

se desplaza en un cuarto eje dimensional,<br />

donde podemos catalogar al<br />

primero «longitud», por otro lado al segundo<br />

«altura», y finalmente al tercero,<br />

«profundidad». El teseracto, en un dado<br />

espacio tetradimensional, es un cubo<br />

de cuatro dimensiones espaciales, integrándose<br />

de 8 celdas cúbicas, de 24<br />

caras cuadradas,16 vértices y 32 aristas.<br />

Claro está, tomando en cuenta el desa-<br />

54


ollo del polinomio (x+2)n, donde el valor<br />

de «n» es equivalente al número de<br />

dimensiones, que en este caso seria 4,<br />

y «x» es el largo, ancho, alto, entre otros,<br />

de la figura polidimensional, equilátera.<br />

El teseracto es elegido por considerarse<br />

una figura geométrica desfasada en<br />

el tiempo, en la que pueden confluir<br />

varios tiempos simultáneamente; así,<br />

Nolan concibe su analogía del mítico<br />

monolito de Kubrick en la morfología<br />

de una onírica biblioteca de babel. Si<br />

Borges levantara la cabeza, encontraría<br />

en esta puesta en escena que el imaginario<br />

ideal para representar esa hipotética<br />

bilblioteca eterna donde todo<br />

libro susceptible de ser escrito existe,<br />

otro aspecto que correlaciona la Biblioteca<br />

de Babel, con la Geometría, la<br />

Teoría de Cuerdas y la Ley de Murphy,<br />

tan mencionada en la película. Un simple<br />

cuadrado sería la representación de<br />

un teseracto en dos dimensiones, su<br />

evolución a una tercera dimensión sería<br />

el cubo, y así llegamos a una cuarta<br />

dimensión física representada en la figura<br />

del teseracto.<br />

Es incluso lógico incluir la figura del<br />

teseracto una vez traspasado el horizonte<br />

de sucesos, ya que tras esa hipotética barrera<br />

se esconden muchos de los secretos<br />

mejor guardados de la naturaleza. Las leyes<br />

de la física se rompen en el interior de<br />

un agujero negro, quizá por ello es la zona<br />

adecuada para que los seres supradimensionales<br />

influyan sobre el protagonista.<br />

Quizá sólo esa tesitura inestable de fuerzas<br />

y espacio-tiempo distorsionado sea la<br />

más propicia para el contacto.<br />

Nolan no explica qué ocurre exactamente<br />

con Cooper, si antes de llegar a la<br />

Singularidad desnuda entra en el teseracto,<br />

si atraviesa por completo el agujero negro<br />

y es expulsado por su supuesto lado de expulsión,<br />

lo que entroncaría con la teoría de<br />

los agujeros blancos, o si en todo momen-<br />

55


to el protagonista es conducido por entidades<br />

superiores que salvan milagrosamente<br />

su vida justo al traspasar el horizonte de<br />

sucesos e introduciéndolo en el teseracto.<br />

Si las entidades superiores llegan a<br />

apiadarse de su existencia, o son benévolas<br />

por algún motivo, subraya dicho hecho<br />

la afirmación que hay en la película sobre el<br />

amor como vínculo análogo a la gravedad.<br />

Neo-romántica es la idea de Nolan,<br />

volver al código MORSE, a los relojes<br />

analógicos, al sencillo clasicismo de lo<br />

primordial; los drones terminan siendo<br />

estériles y ser granjero es lo único que garantiza<br />

el sustento alimenticio. Con toda<br />

claridad, ese es otro de los mensajes de<br />

esta película, ese regreso anacrónico a la<br />

humildad ante la grandeza y peligrosidad<br />

de cosas que nos superan, aunque quizá<br />

sea cuestión de tiempo estar a la altura.<br />

Sin duda, Nolan ha marcado un antes<br />

y un después en la ciencia ficción<br />

con esta película.La perspectiva del<br />

tiempo la colocará donde merece, quién<br />

sabe si la velada historia de amor entre<br />

Cooper y la doctora Brand pueda continuar<br />

en una segunda entrega, La colonia<br />

de seres humanos criogenizados en<br />

el planeta de Edmunds invita a ello.<br />

56


ALICE<br />

TEXTO: MARTA MARTÍNEZ VELASCO<br />

ILUSTRACIÓN: JUAN RAFFO


Alice ocupaba sonriente su sitio en<br />

el metrotren que la llevaba hasta<br />

su puesto de trabajo. Siempre<br />

sentada en el mismo sitio. Siempre rodeada<br />

de la misma gente. Todos sonreían,<br />

pues era la primera norma «para<br />

ser un Ciudadano Pleno».<br />

Pero ese día era diferente. No había<br />

nadie sentado frente a ella. Normalmente<br />

iba el señor Peter, un hombre<br />

mayor, con el pelo blanco y sonrisa afable<br />

que la saludaba con una inclinación<br />

de cabeza, antes de continuar mirando<br />

por la ventana.<br />

«¿Dónde estaba el señor Peter?» se<br />

preguntó Alice, perdiendo la concentración<br />

y la sonrisa.<br />

Por primera vez el «Vigilante-Sonrisa»<br />

le dio una advertencia: «Recuerda,<br />

Ciudadana Plena Alice, un trabajador feliz<br />

es más productivo». Su sonrisa volvió<br />

a ser plena, amplia y redonda. Pero cada<br />

vez que miraba el asiento vacío del señor<br />

Peter notaba que las comisuras de los<br />

labios perdían fuerza, así que se puso a<br />

mirar por la ventana; si volvían a amonestarla<br />

la impondrían 3h de trabajo extra.<br />

Alice trabajaba en el sector alimentario,<br />

convirtiendo un montón de moléculas<br />

en algo que parecía comida. El sabor,<br />

el olor, la forma, todo era mentira; un<br />

cúmulo de química orgánica (¿?). Ella se<br />

encargaba de que los filetes de carne tuvieran<br />

el aspecto que se suponía debían<br />

tener, aunque, claro, ella nunca había<br />

visto un filete autentico. Sólo los ciudadanos<br />

de primer nivel tenían acceso a la<br />

carne de verdad (y aún así ella tenía sus<br />

dudas de que fuera «de verdad»).<br />

Se suponía que había granjas lejos<br />

de las «Polix» donde se criaban los animales<br />

y se plantaban las verduras y frutas<br />

que comían los Ciudadanos de Primer<br />

Nivel. Los transportistas llevaban<br />

camiones cargados a los centros de<br />

distribución, pero nunca tenían acceso<br />

a nada y allí era todo automático. Por<br />

un lado entraba la carga y los animales<br />

vivos y por otro salía todo perfectamente<br />

embalado. Las partes más nobles de<br />

los animales se mandaban a las casas<br />

de los Ciudadanos de Primer Nivel (políticos,<br />

ricos, etc) y las menos nobles a<br />

los cuarteles para el rancho de los soldados.<br />

«Nuestros soldados nos defienden,<br />

deben estar fuertes para contener<br />

al enemigo» decían las agencias propagandísticas.<br />

De lo que nadie estaba<br />

seguro es «quién era el enemigo».<br />

Alice estaba diseñando una nueva<br />

forma para los filetes, pues las encuestas<br />

decían que el «Filete S64» no era<br />

tan atractivo para el consumidor como<br />

su versión anterior.<br />

«¿Cómo diablos voy a diseñar un<br />

filete con una forma más atractiva?»<br />

pensaba Alice con el lápiz digital en la<br />

mano mientras miraba una foto de una<br />

cordillera montañosa que había detrás<br />

de su monitor.<br />

—¿Algún problema ciudadana Alice?<br />

—preguntó el señor Whitenor poniéndole<br />

una mano en el hombro. Aquello<br />

hizo que Alice se envarase<br />

—No señor Whitenor, estaba buscando<br />

algo de inspiración par la nueva<br />

forma del filete de vacuno.<br />

—Bien, bien, siga así.<br />

Whitenor rozó deliberadamente con<br />

su pulgar la parte desnuda de la nuca<br />

de Alice, que de se levantó de un salto<br />

y se fue, sin mirarle, al baño.<br />

Coria, la mejor amiga (o lo más parecido)<br />

de Alice, había visto lo ocurrido y un par<br />

de minutos después ella también se fue al<br />

baño, donde encontró a Alice vomitando.<br />

—¿Alice, te encuentras bien? —Preguntó<br />

Coria<br />

—Dame un minuto, quieres… Para<br />

que se me serene un poco el estómago.<br />

Unos segundos después Alice salía<br />

del cubículo y abría el grifo para lavarse<br />

la cara.<br />

—¿Por qué no pides el traslado?<br />

—Ya lo he hecho —respondió Alice—,<br />

cinco veces, pero él no deja que me vaya.<br />

—Denúnciale<br />

—¿Por darme una palmadita en el<br />

hombro? Porque eso es lo que él dirá.<br />

No serviría de nada.<br />

58


Coria decidió guardar silencio mientras<br />

su amiga terminaba de asearse y salieron<br />

del baño para volver a sus mesas.<br />

El señor Whitenor observaba a Alice<br />

desde su despacho, siempre la miraba<br />

trabajar. Era un hombre alto de unos 50<br />

años y con el pelo canoso, pero se cuidaba<br />

mucho y le encantaba el sushi de<br />

atún sintético (aunque, bien pensado,<br />

todo lo era).<br />

Siempre la estaba controlando; al<br />

entrar, al salir, a la hora de la comida,<br />

como una serpiente que estudia a su<br />

presa antes de enroscarse y devorarla.<br />

Él deseaba que fuera suya, pero el Estado<br />

ya le había adjudicado una esposa.<br />

«El Estado vela por ti» decía el Estatuto<br />

del Ciudadano Pleno; lo que no<br />

decía es que también velaba por sí.<br />

El Estado buscaba las mejores<br />

uniones según sus necesidades. Cuando<br />

necesitaba soldados, unía a la gente<br />

por sus características físicas; cuando<br />

necesitaba cerebros, los unía por sus<br />

características mentales, pero en general<br />

todo estaba bien equilibrado.<br />

Las escasas uniones «extra estatales»<br />

acababan con la muerte de los<br />

cónyuges o con la auto expulsión de<br />

las «Polix». Se convertían en parias.<br />

Alice sabía que el señor Whitenor<br />

la deseaba; con frecuencia la invitaba<br />

a un local de intercambio donde era<br />

«permitido» el adulterio y la homosexualidad<br />

(femenina y masculina), pero<br />

ella siempre declinaba la invitación, primero<br />

porque aún no se le había asignado<br />

marido (y no estaba permitido entrar<br />

sin pareja asignada) y segundo porque<br />

el simple hecho de que aquel hombre la<br />

tocara, le producía nauseas.<br />

Se rumoreaba que el señor Whitenor<br />

era el hijo de un político caído en<br />

desgracia y que por eso no había llegado<br />

a ser Ciudadano de Primer Nivel.<br />

Pero gracias a ello había obtenido un<br />

alto cargo en la Empresa del Estado.<br />

La vuelta a casa en el metrotren no<br />

fue mucho mejor. El asiento del señor<br />

Peter volvía a estar vacío. Intentó no<br />

volver a pensar en él hasta que llegó a<br />

casa, donde se pudo relajar.<br />

Se suponía que la vivienda era un<br />

«entorno privado», pero todo el mundo<br />

sabía que no era así. Se miró en el espejo<br />

de la entrada, donde cada mañana<br />

ponía su mejor sonrisa, se preguntó<br />

quien estaría observándola en aquel<br />

momento y comenzó a llorar, porque<br />

sabía lo que le había pasado al señor<br />

Peter. Era muy mayor y con toda seguridad<br />

le habían jubilado; cuando no puedes<br />

producir (porque eres demasiado<br />

joven o demasiado viejo) significa que<br />

eres un Ciudadano de Tercer Nivel y<br />

que de poco sirves y eso también le pasaría<br />

a ella, cuando el Estado le hubiera<br />

arrebatado todo su potencial como<br />

trabajadora, cuando ya no pudiera procrear<br />

más hijos, cuando fuera un trasto<br />

roto y viejo para almacenarlo en viejos<br />

edificios decrépitos. Y siguió llorando<br />

un rato sin siquiera quitarse el abrigo.<br />

Cuando se calmó decidió salir a dar<br />

un paseo. Desde su bloque de apartamentos<br />

fue a la Zona de Ocio de su barrio<br />

y al rato llegó al «BarHaya», un bar<br />

donde solía ir, se sentó en un taburete y<br />

pidió una cerveza de arroz (sintético, evidentemente;<br />

en aquella cerveza no había<br />

ni un solo grano de arroz de verdad).<br />

—Hola ciudadana Alice, ¿qué te trae<br />

de nuevo por mi bar? —Preguntó Clem,<br />

el camarero siempre sonriente, poniendo<br />

la cerveza delante de ella.<br />

Había pocos trabajos que se pudieran<br />

hacer fuera de la Empresa del<br />

Estado. Uno de ellos era tener un bar.<br />

Los bares de las «Polix» pagaban al<br />

Estado, compraban sus productos y le<br />

daban algo de «libertad» a la gente que<br />

estaba en ellos, en el fondo eran como<br />

pequeños coladeros de cosas ilegales;<br />

mantenían vivo, por así decirlo, el tejido<br />

sintético de la sociedad.<br />

En la holovisión había un partido de<br />

futbol (cada barrio de las «Polix» tenía<br />

su propio equipo) y un grupo de obreros<br />

bebían y animaban a su equipo. Alice<br />

les miró durante un instante y deseó<br />

59


no preocuparse tanto por las cosas que<br />

la rodeaban.<br />

—Necesito algo fuerte —le dijo a<br />

Clem volviéndose para mirarle.<br />

—Hum… ¿has estado llorando? —<br />

Preguntó él muy serio. Echó un vistazo<br />

a su alrededor y apoyó el codo en la barra,<br />

aproximándose a Alice, para que la<br />

conversación fuera más privada.<br />

—Alice, recuerda que la última vez<br />

que «tomaste algo fuerte» perdiste 4<br />

días de memoria.<br />

—Sólo necesito perder uno. Hoy ha<br />

sido un día de perros y llevo todo el día con<br />

algo metido en la cabeza. Necesito sacarlo.<br />

—¿No te vendría mejor contármelo?<br />

—El hombre que se sienta frente a mí<br />

en el metrotren ha debido ser jubilado<br />

—¿Y? —Preguntó el camarero con<br />

cara de sorpresa— Jubilan a gente todos<br />

los días<br />

El grupo de obreros empezó a gritar. Su<br />

equipo había marcado un gol y un par de<br />

ellos fueron a la barra a por más cerveza.<br />

—Continúa cariño. —Dijo Clem<br />

cuando se hubieron sentando.<br />

—Me he puesto a pensar qué habrá<br />

sido del señor Peter.<br />

—¿El hombre del tren?<br />

Alice asintió.<br />

—Y luego Whitenor ha vuelto a ponerse<br />

«cariñoso»… —Continuó Alice— Necesito<br />

olvidar toda la mierda de hoy, volver<br />

a ser feliz con mi trabajo, mi casa, mi girasol<br />

de plástico, ahora no dejo de preguntarme<br />

qué me acecha detrás del espejo.<br />

—Mientras no persigas conejos<br />

blancos…<br />

Alice le miró con cara de no entender<br />

—Olvídalo, un cuento de cuando era<br />

niño. Estas bien jodida amiga, a todos<br />

nos pasa tarde o temprano. Mira —dijo<br />

acercándose aún más a Alice y pasando<br />

la mano ahuecada por la barra— voy<br />

a darte lo que necesitas.<br />

Clem levantó ligeramente la mano y<br />

Alice pudo ver que tenía un frasquito verde<br />

brillante. Con toda la calma del mundo<br />

puso su mano sobre la de Clem, que rápidamente<br />

soltó el frasquito y quitó la mano.<br />

—Vete a casa y acuéstate temprano.<br />

—¿Qué te debo Clem?<br />

—Pequeña, casi, me conformaría<br />

con que supieses volver.<br />

Aquello asustó a Alice, pero Clem<br />

cambió de tema antes de que ella tuviera<br />

tiempo de replicarle<br />

—¿Aún no te han asignado compañero?<br />

—No, pero creo que no tardaran mucho<br />

en notificármelo. —Respondió Alice.<br />

—Espero que tengas suerte. Te evitarías<br />

muchos problemas —dijo guiñándole<br />

un ojo.<br />

Alice le dio un beso en la mejilla y<br />

se bajó del taburete. Salió del bar en<br />

dirección a su casa. Estaba decidida a<br />

olvidar todo aquello que la estaba haciendo<br />

sufrir. Al señor Peter, al Estatuto<br />

del Ciudadano Pleno, al «Vigilante-Sonrisa»,<br />

al señor Whitenor… Pronto<br />

aquella desagradable comezón que<br />

sentía detrás de los ojos desaparecería.<br />

Cuando llegó a casa se puso ropa cómoda,<br />

oscureció los cristales y preparó la<br />

CASONE (Cadena de Sonido Neuronal)<br />

cerca de la cama. Se colocó las agujas en<br />

los receptores y enchufó el cable detrás<br />

de su oreja derecha. Según el temporizador<br />

había 20 minutos de música líquida<br />

en el frasco. Debía ser muy potente si duraba<br />

tan poco. Se tumbó en la cama, le<br />

dio al play y cerró los ojos.<br />

Todo se volvió negro y silencioso, se<br />

sentía ingrávida; pensó que quizás el<br />

aparato se hubiera estropeado. Intentó<br />

moverse para apagar el aparato, pero<br />

no pudo, eso significaba que el CASO-<br />

NE estaba funcionando bien.<br />

Y un pequeño punto de luz empezó<br />

a parpadear lentamente, pero cada vez<br />

con más intensidad. También fue consciente<br />

de una vibración que resonaba<br />

por todo su cuerpo cada vez más fuerte,<br />

al mismo ritmo que crecía la intensidad<br />

del punto. Cada vez más y más intenso,<br />

hasta que estalló. Su cuerpo se rompió<br />

en mil pedazos, como pequeños destellos<br />

que caían con un ligero tintineo.<br />

Alice se vio tendida boca arriba, a<br />

merced de las chispas que poco a poco<br />

60


se posaban sobre ella, rozándole la piel,<br />

produciendo como una breve descarga<br />

que la hacían estremecer con un momento<br />

de dolor-placer.<br />

Más y más chispas caían sobre ella,<br />

al mismo tiempo que las descargas,<br />

haciendo que su cuerpo empezara a<br />

derretirse y gotear, como la cera de una<br />

vela. Hasta la última gota.<br />

Cada gota formaba pequeñas ondas,<br />

que poco a poco se transformaban<br />

en olas gigantescas. Y entre aquellas<br />

olas un barquito de papel, con Alice<br />

fuertemente agarrada de su vela-triángulo.<br />

Cada subida ejercía una fuerte<br />

presión sobre ella, haciendo su cuerpo<br />

más pesado; con cada bajada un escalofrío<br />

le recorría de abajo hacia arriba,<br />

haciendo que se volviera ligera como<br />

una pluma. Las olas aumentaron en<br />

cantidad e intensidad, hasta que casi<br />

se sintió desfallecer... Y como vinieron,<br />

se fueron, dejándola varada en una especie<br />

de playa luminosa.<br />

Se bajó del barquito, que rápidamente<br />

volvió a hacerse a la mar. Unas huellas<br />

llamaron la atención de Alice, que<br />

comenzó a seguirlas. Un poco más a<br />

delante, una misteriosa figura caminaba<br />

a buen ritmo. Alice tuvo que correr para<br />

alcanzarlo y en el momento en el que le<br />

rozó, estalló en una burbuja de luz.<br />

Volvía a estar en su casa, pero a la<br />

vez no lo era. No había colores, todo era<br />

gris, hasta su piel lo era. Tocó la mesa y<br />

le supo amargo; dio unos pasos y olió<br />

jazmín. Con una mano rozó la otra y<br />

oyó cascabeles. Se desvistió creando<br />

una sinfonía de olores, sabores y sonidos<br />

que sus sentidos a penas podían<br />

asimilar... pero no había colores. Abrió<br />

la nevera y encontró una pequeña ciruela<br />

verde, que también emitía un leve<br />

destello. La cogió entre sus manos y<br />

olió a rosas; suavemente la mordió y<br />

todo se volvió un éxtasis para los sentidos,<br />

colores, olores, sabores, sonidos y<br />

sensaciones de todo tipo, como nunca<br />

antes... Y el hombre de la playa apareció<br />

ante ella.<br />

Ahora podía verle bien; era alto,<br />

con el pelo negro y corto, sus ojos eran<br />

de un potente verde y muy cálidos; su<br />

mandíbula era cuadrada, pero su rostro<br />

no resultaba duro. Todo él era atlético,<br />

sin parecer un saco de músculos.<br />

Levantó sus manos y delicadamente<br />

cogió el rostro de Alice, acercándolo<br />

al suyo hasta unos pocos centímetros.<br />

En ese momento pronunció una única<br />

palabra con una voz profunda que hizo<br />

que sus entrañas se estremecieran.<br />

—Recuerdame.<br />

Y la besó...<br />

20 minutos después de encender<br />

el programa, Alice se desconectó del<br />

CASONE, casi como una autómata;<br />

apenas podía abrir los ojos, se sentía<br />

agotada. No se molestó en guardar las<br />

agujas y los cables; apartó hacia un<br />

lado toda la parafernalia, atenuó la oscuridad<br />

de las ventanas y apagó la luz.<br />

Fuera llovía. A través de la ventana se<br />

veían las ráfagas de lluvia, cuyo susurro<br />

la amodorraron aún más.<br />

La ropa comenzó a molestarla y se la<br />

quitó, aquello solía pasarle después de<br />

la sesión con el CASONE. En el fondo a<br />

Alice le gustaba dormir desnuda. El tacto<br />

de su piel era lo más real que poseía y,<br />

aún así, no estaba del todo segura.<br />

En la calle comenzó a llover más<br />

fuerte. Sin darse cuenta comenzó a<br />

acariciarse el vientre; sentía su piel<br />

suave y caliente. Siguió subiendo hasta<br />

sus pechos, acariciando los pezones<br />

hasta que se le pusieron duros y después<br />

bajó hasta su sexo que ya estaba<br />

húmedo. Normalmente la gente usaba<br />

estimuladores externos o vibradores,<br />

pero ella no, aquello era puramente<br />

suyo. El orgasmo vino rápidamente y<br />

tras ese breve, pero intenso momento<br />

de conexión con el universo, cayó en un<br />

sueño profundo y tranquilo.<br />

A la mañana siguiente se despertó<br />

muy relajada. Se dio una ducha rápida<br />

y se fue a trabajar. En el metrotren no le<br />

costó mantener la sonrisa; ahora delante<br />

de ella se sentaba una chica pelirroja,<br />

61


62<br />

con la cara llena de pecas, que leía una<br />

revista rosa. Ni siquiera se inmutó con<br />

un comentario de su jefe; simplemente<br />

lo ignoró y siguió con sus filetes.<br />

A la hora de la comida se sentó sola<br />

en una mesa hasta que Coria se sentó<br />

con ella.<br />

—Hola, ¿qué tal estás hoy?<br />

Alice se giró a mirarla, pero no le<br />

respondió, simplemente sonrió y volvió<br />

a mirar a ninguna parte en concreto.<br />

—Alice, ¿estás bien?<br />

Alice asintió mientras observaba<br />

una nube pintada en el techo. Coria la<br />

miró extrañada hasta que se dio cuenta<br />

de lo que pasaba.<br />

—¿Qué has tomado? —preguntó<br />

acercándose tanto como pudo.<br />

—No lo sé… y ahora que lo pienso<br />

tampoco se quién eres tú…<br />

—Soy tu amiga Coria —Respondió<br />

automáticamente, como si aquello fuera<br />

lo más normal del mundo. —Acompáñame<br />

Alice, vamos al examinador.<br />

—Estoy bien Coria, me siento bien.<br />

Sólo recuerdo que necesitaba olvidar.<br />

«Ciudadana Alice —chilló el altavoz<br />

de la cantina— acuda a la entrada sur»<br />

Alice se levantó pesadamente e<br />

hizo lo que se le ordenó. Un agente del<br />

gobierno le esperaba sonriente y ella le<br />

estrechó con poco entusiasmo la mano<br />

que él le tendió.<br />

—Felicidades ciudadana Alice, le<br />

hemos asignado un compañero. Le<br />

presento al ciudadano Liam.<br />

Alice miró donde le señalaba el funcionario<br />

y le vio. Era el hombre de su visión,<br />

hasta los ojos verde intenso.<br />

—Hola ciudadana Alice. —Hasta la<br />

voz de Liam era como en su visión, produciéndole<br />

el mismo efecto.<br />

—Yo... —empezó a decir Alice— sólo<br />

necesitaba olvidar.


EMPALME EN LA<br />

CINTA DE MOEBIUS<br />

Texto: Víctor Conde<br />

Ilustración: Azramari<br />

63


El panel con el mensaje electrónico<br />

titilaba como una aurora primero<br />

roja, luego verde, luego azul. El<br />

mensaje se repetía en cuatro idiomas,<br />

pero era siempre el mismo:<br />

CONTROL DE LA CINTA ACTIVADO<br />

MÁQUINA DE TRASLADO TEMPORAL<br />

EN FUNCIONAMIENTO<br />

NO CRUZAR LA LÍNEA AMARILLA<br />

No cruzar la línea. Para Tradi Lebenev el<br />

aviso llegaba cuatro años tarde, los mismos<br />

que había pasado encerrada en el<br />

corredor de la muerte. Contando los minutos<br />

que faltaban hasta que un juez<br />

anónimo decidiera suministrarle una<br />

dosis de radiación letal, o la mandara a<br />

través de la cinta a otro lugar y tiempo<br />

desconocido, lo que venía a ser lo mismo.<br />

Tradi era una mujer circunspecta.<br />

Los orígenes y los primeros pasos de<br />

su vida sólo los conocía ella, y tal vez<br />

una cantidad no demasiado elevada de<br />

amantes que, cada uno a su tiempo y<br />

en su forma particular, le habían roto el<br />

corazón. La Tradi que ahora avanzaba<br />

por el pasillo de la agencia temporal,<br />

encadenada, vestida con un mono a<br />

cuadros que la identificaba como recién<br />

salida del postoperatorio, se parecía<br />

muy poco a la amazona rebelde<br />

que había abandonado el orfanato para<br />

coger la vida por los cuernos. Y cuando<br />

decía que la diferencia era grande, se<br />

refería a algo radical.<br />

Se miró las manos. Su preciosa tez<br />

negra, ese tono con aire a café tostado<br />

que casi desprendía un aroma, había<br />

mudado en un blanco pálido, enfermizo,<br />

muy norteño. Su extraordinaria<br />

melena rizada, que muchos hombres<br />

habían aferrado mientras la poseían<br />

como a una esclava, se había metamorfoseado<br />

en tirabuzones largos y crespos,<br />

tan endebles que se desprendían<br />

con el mero hecho de sacudir la cabeza.<br />

Ni siquiera su peso correspondía: la habían<br />

hecho engordar quince kilos, y lo<br />

notaba al andar.<br />

Anadeando como un pato, llegó<br />

hasta la oficina del inspector, su última<br />

escala antes de la máquina. Antes de lo<br />

desconocido.<br />

Su escolta tamborileó con los dedos<br />

en la puerta. Un parco adelante los<br />

invitó a pasar.<br />

Era la segunda (y última) vez que<br />

vería al inspector Martin Katzchaturian.<br />

Se trataba de un hombre seguro de sí<br />

mismo, satisfecho de su trabajo y de su<br />

posición en el mundo; sin duda némesis<br />

en otra vida de la propia Tradi. Tenía<br />

la cabeza en forma de melón aplastado,<br />

con una barbilla que se apoyaba en el<br />

pecho al parecer sin necesidad de cuello.<br />

En cuanto vio entrar a la convicta,<br />

despidió al guardia y la saludó con una<br />

sonrisa de vendedor de enciclopedias.<br />

—Prisionera dos nueve seis uno.<br />

Eso es lo que pone su historial. Pero yo<br />

prefiero llamarla por su nombre de pila,<br />

si no la molesta. ¿Puedo tutearla?<br />

Tradi permaneció de pie junto a la<br />

silla. El inspector la invitó a sentarse,<br />

pero ella no hizo ningún movimiento.<br />

—Dice la Ley que ahora debo leerle<br />

su carta de derechos, incluidos los<br />

que le han sido negados por el Tratado<br />

de Nazareth y bla bla bla, pero sería<br />

un procedimiento largo y aburrido. —<br />

Amontonó sus papeles en una esquina<br />

de la mesa y se encendió un pitillo—.<br />

Bien, Tradi. Sabes lo que te espera ahí<br />

fuera, ¿verdad?<br />

—No.<br />

La respuesta fue sólo un susurro,<br />

una fuga de aire por el cerco de los<br />

dientes. Martin frunció el ceño.<br />

—¿No? ¿Ni siquiera te han dicho a<br />

quién has de suplantar? —Sacudió la<br />

cabeza—. Estas cosas son las que me<br />

ponen enfermo. Los de la sección tres<br />

ni siquiera tienen la delicadeza de hacer<br />

bien su trabajo.<br />

Rebuscó entre sus papeles. Tradi<br />

miró de reojo la silla: su revestimiento<br />

acolchado prometía relajación infinita<br />

para el dolor de sus piernas, pero no<br />

quería darle el gusto a aquel funciona-<br />

64


io de verla disfrutar de su hospitalidad.<br />

Katzchaturian localizó un documento<br />

con la foto de una mujer a la que<br />

Tradi no había visto nunca, pero que<br />

ahora era virtualmente idéntica a ella.<br />

—¿Has oído hablar alguna vez de<br />

Augusta Ada Byron, chiquilla?<br />

La prisionera negó con la cabeza.<br />

—Desarrolló hace siglos los procedimientos<br />

lógicos en los que se basaron<br />

los primeros ordenadores, y por<br />

extrapolación los que usamos hoy en<br />

día en toda nuestra tecnología. Tenía<br />

un cerebro brillante y un cargo social<br />

a la altura: una condesa, nada menos.<br />

—Acercó la foto a su cara para distinguir<br />

mejor los detalles—. Fue una gran<br />

mujer, pero lo fue por poco tiempo. Murió<br />

con el apellido Lovelace en 1852, a<br />

los treinta y seis años, después de que<br />

el cáncer le hiciera padecer una larga<br />

agonía. Demasiado joven, o eso opina<br />

el comité.<br />

—A Dios le gusta llevarse rápido a<br />

algunas personas.<br />

—Es cierto. En mi tierra tenemos mil<br />

aforismos populares para eso. ¿Sabías<br />

que hay mucha gente que aún sigue<br />

pensando que el tiempo y el espacio<br />

son propiedad de las divinidades, y que<br />

deberíamos pagar de alguna manera<br />

por su uso? —Encogió sus peludas<br />

cejas—. Lo dicen porque no son ellos<br />

quienes tienen el poder para alterar la<br />

cinta, claro.<br />

—¿Puedo preguntar algo, señor?<br />

—Adelante; y por favor, deja a un lado<br />

las formalidades. Estamos entre amigos.<br />

Los ojos de Tradi chispearon de coraje.<br />

—¿Por qué van a recuperar a esa<br />

mujer? ¿Tan importante es que merece<br />

la pena sacrificarme a mí por ella?<br />

—Sí —contestó el inspector, y no<br />

lo dijo con malicia ni con actitud despreciativa,<br />

sino como quien constata<br />

una verdad que está más allá de toda<br />

discusión—. Usted no es nadie, señora<br />

Lebenev. Una asesina convicta sin pasado<br />

ni futuro. Un desecho social. Ada<br />

Byron posee uno de los cerebros más<br />

brillantes que ha dado la humanidad, y<br />

es nuestro deber protegerlo. La traeremos<br />

para que viva cómodamente hasta<br />

haber cumplido el siglo, como hemos<br />

hecho con Einstein, Kepler, Mozart y<br />

otros grandes de la Historia.<br />

—No sé quiénes son esos señores.<br />

Pero usted habla de ella en presente,<br />

como si ya estuviera aquí.<br />

Martin suavizó el tono de voz.<br />

—En lo que a ti respecta, Tradi, eso<br />

es exactamente lo que está sucediendo.<br />

La hizo firmar unos papeles y abandonaron<br />

el despacho. El panel electrónico<br />

volvió a cambiar. Esta vez su mensaje<br />

era más técnico. Mostraba datos<br />

sobre el complejo proceso de alteración<br />

temporal que los científicos estaban<br />

a punto de llevar a cabo:<br />

Alineación del segmento de la cinta<br />

en curso. Coordenadas del periápside<br />

(extremo cercano): laboratorio Gersen /<br />

Wielman. Coordenadas del apoápside<br />

(extremo lejano): posición de la Tierra<br />

en agosto de 1852, a 224.900.571 kilómetros<br />

del periápside.<br />

Prisionera entrando en área de seguridad.<br />

Por favor, permanezcan en sus<br />

puestos.<br />

La puerta blindada se abrió con un<br />

chasquido. Tradi iba escoltada por cuatro<br />

guardias armados más el inspector.<br />

Cuando entraron en el recinto, muchos<br />

cuellos se giraron.<br />

La joven contuvo la respiración.<br />

Allí estaba la máquina, alzada en<br />

toda su majestuosidad como un mamut<br />

de seis patas. Era un engendro que la<br />

gente admiraba por lo que podía hacer,<br />

más que por su aspecto real. Tradi sintió<br />

un escalofrío al pensar en la cantidad de<br />

desdichados que habían cruzado sus<br />

arcos de titanio, sus luces estroboscópicas,<br />

sus paneles de abejas tallados<br />

en una materia cristalina desconocida,<br />

para viajar en su vientre a lugares remotos;<br />

un dragón que surcaba una y otra<br />

vez los océanos del tiempo llevando<br />

hombres en sus células de metal. Con<br />

un sencillo gesto de su operador, aque-<br />

65


lla monstruosidad detendría la caída del<br />

sol en el cielo, haría que los pájaros aleteasen<br />

al revés, retornaría los conejos<br />

a sus chisteras; revertiría el flujo de las<br />

mareas hasta vaciar los océanos, y no<br />

se detendría hasta depositarla en otro<br />

tiempo más oscuro y terrible. Más despiadado<br />

si cabe que aquel en el que los<br />

hombres condenaban a sus semejantes<br />

a nunca haber existido.<br />

—Por Dios... —murmuró Tradi—.<br />

¿Eso es la cinta?<br />

El inspector la liberó de sus grilletes.<br />

—La cinta no es la máquina, Tradi.<br />

Así es como llamamos al sumatorio<br />

de todas las líneas temporales que podrían<br />

ser alteradas por lo que estamos<br />

haciendo. Es demasiado complejo para<br />

ti, así que no intentes entenderlo. —Señaló<br />

al dragón—. Piensa en ese cacharro<br />

como el cadillac que va a llevarte a<br />

un lugar donde serás útil para la humanidad,<br />

por primera vez en tu vida.<br />

Ante la mirada de docenas de desconocidos,<br />

mudaron su ropa por otra de<br />

época, despeinaron su cabellera, quemaron<br />

su dedo índice para simular una cicatriz<br />

de infancia, y la condujeron al gran<br />

arco de titanio. El umbral de una puerta<br />

que sólo podía ser cruzada en un sentido.<br />

Martin se ocupó de colocar un brillante<br />

aro de plata en la cabeza de la<br />

mujer. Era el paso final, el lavado de<br />

cerebro que la sumiría en un estado de<br />

amnesia, imposibilitándola para comunicar<br />

nada que pudiera alterar la historia<br />

a las personas que habitaban el<br />

siglo diecinueve. La amnesia era pasajera,<br />

o eso decían algunos, pero ella no<br />

dispondría de tiempo para que pasasen<br />

los efectos: la iban a trasladar a un momento<br />

concienzudamente estudiado<br />

para que no pudiera causar problemas,<br />

horas o minutos antes del fallecimiento<br />

de la Ada real.<br />

—Adiós, Tradi. Nuestra conversación<br />

ha sido grata —se despidió Martin—.<br />

Dale saludos a la historia de mi parte.<br />

—Que te jodan —fue la respuesta de<br />

Tradi, y el aro funcionó.<br />

La noche había caído sobre Heywood<br />

Hills; una noche oscura y aterciopelada,<br />

sin luna. El lago colindante a la mansión<br />

despedía una irisación ambarina muy sutil.<br />

Por todas partes se apreciaba una suave<br />

luz sin sombras, enriquecida por mudos<br />

matices de colores fantasmales. Procedía<br />

de los faroles que custodiaban el cenador<br />

donde reposaba Ada Byron Lovelace, pálida<br />

y demacrada, un fantasma en espera<br />

de un milagro que se resistía en llegar.<br />

Su médico, un hombre de generosa<br />

circunferencia, no entendía sus caprichos<br />

de mujer enferma: Ada se había<br />

vestido con un fantástico traje bordado<br />

por su prima Carol, adornado con incontables<br />

adminículos metálicos.<br />

—Las estrellas brillan, Charles —susurró<br />

la mujer—. ¿O soy yo? ¿Brillo yo<br />

en su lugar?<br />

—Sois como una constelación llena<br />

de hermosura, lady Lovelace. No hay<br />

nada en el cielo esta noche que amortigüe<br />

vuestro fulgor.<br />

—Qué adulador —sonrió de mala<br />

gana—. Pero las estrellas despiden<br />

una luz que no basta para iluminarme.<br />

Quiero leer, Charles.<br />

—Vuestros ojos ya no soportan ese<br />

esfuerzo, milady.<br />

—¡Al cuerno con mis ojos! —estalló<br />

Ada, arrojándole una polvera que<br />

el hombre esquivó con facilidad—. Yo<br />

decidiré a qué tienen que dedicarse en<br />

mi última hora. ¿Para qué los voy a reservar?<br />

Debo decirles lo que tienen que<br />

ver, y cuándo. Ahora, por ejemplo...<br />

Ada se levantó. El médico intentó<br />

convencerla para que volviera al diván,<br />

pero fue inútil. La mujer se separó de él<br />

e hizo un gesto hacia los árboles que<br />

bordeaban el lago.<br />

—Allí —decretó—. Allí quiero ver<br />

ahora... un bajel celestial. Un barco que<br />

me llevará por encima de las nubes,<br />

hasta los reinos sin mácula poblados<br />

de ángeles y... —La frenó una idea repentina—:<br />

¡Charles! Acabo de descubrir<br />

66


una cosa terrible. Un secreto que los<br />

seres humanos tenemos prohibido conocer<br />

sobre el más allá.<br />

El doctor asintió perezosamente.<br />

—Lo que vos digáis, señora, pero ahora...<br />

—¿Cuál debe ser el año cero, Charles?<br />

—¿Cómo?<br />

Ada levantó los brazos y Orión apareció<br />

en sus axilas.<br />

—¿No crees que el dogma sin sustancia<br />

de un culto religioso resulta inapropiado<br />

para fijar el calendario? Debemos<br />

constituir una nueva cronología<br />

del hombre moderno. En lugar de un<br />

hecho histórico, el pistoletazo de salida<br />

lo dará un cálculo matemático. —Hizo<br />

cuentas con los dedos—. A ver... si dividimos<br />

la distancia a la que se encuentra<br />

el horizonte de un observador dado,<br />

por la temperatura a la que los elementos<br />

pierden su magnetismo... uhm.<br />

—Madame, por favor, vuelva a la silla<br />

antes de que se caiga. Me está poniendo<br />

nervioso.<br />

—¡3019! ¡Ésa es la nueva fecha cero!<br />

El médico se armó de paciencia.<br />

—Está bien. Dejaré escrita una carta<br />

a la sociedad astronómica para que, en<br />

cuanto llegue el tres mil diecinueve, lo<br />

decreten año cero de la nueva era.<br />

—No seas ingenuo, Charlie. —Ada<br />

rió distendidamente, sus pies descalzos<br />

rozando el agua—. Podemos usar<br />

el calendario chino como punto de partida.<br />

Siempre me ha parecido más elegante<br />

que el cristiano, con todos esos<br />

evos con nombres de animales...<br />

De repente, Ada se paralizó. Un acceso<br />

de terror sacudió el pecho de su médico,<br />

quien por un instante pensó que iba a<br />

caer fulminada. Pero tras unos segundos,<br />

la mujer se volvió y declaró solemne:<br />

—Van a venir a buscarme, Charles.<br />

—¿Quiénes, señora?<br />

Ada hizo un gesto con sus brazos<br />

llenos de reflejos. Osa menor y Perseo.<br />

—Ellos. Y yo les voy a legar algo,<br />

para que puedan hacerlo. Voy a escribir<br />

un teorema en un papel, para que sea la<br />

barca que los traiga de vuelta hasta mí.<br />

—Estáis delirando, señora...<br />

—¿Recuerdas el primer tratado sobre<br />

la bóveda celeste? Se llamaba Uranometría,<br />

y lo escribió un tipo llamado<br />

Hevelius. Siempre me cayó bien. Tenía<br />

un apellido curioso.<br />

Danzó aproximándose al bosque.<br />

La isla de luz del cenador quedaba más<br />

lejos a cada paso, y las sombras aterciopeladas<br />

lo cubrían todo.<br />

De repente, Ada se acuclilló y se<br />

echó a llorar.<br />

—¡Por Dios! ¡He tenido una pesadilla!<br />

Charles se alongó hacia ella, tratando<br />

de no hundir sus zapatos en el lago, pero<br />

no la alcanzaba. En su tono de voz cada<br />

vez se hacía más patente el disgusto.<br />

—¿Con qué habéis soñado, milady?<br />

—Creo que los hombres del futuro<br />

son malos, Charlie.<br />

—Hay hombres malos en todas las<br />

épocas.<br />

Ada sintió un escalofrío.<br />

—Pero no como estos. Estos vienen<br />

a por mí. He soñado con un lazo, un círculo<br />

de seda que se empalma sobre sí<br />

mismo, porque alguien hace un nudo<br />

donde no debería.<br />

Alzó la vista hacia el bosque. Su<br />

oscuridad contenía algo que no sabía<br />

explicar, como si poseyera ojos que la<br />

mirasen desde dentro.<br />

—Estoy a punto de morir, Charles.<br />

Y dicho esto se desplomó.<br />

Vencido su temor al agua, el médico<br />

hundió su elegante calzado hasta<br />

los tobillos y sacó a la mujer. La llevó en<br />

brazos hasta el cenador tras comprobar<br />

que sólo se había desmayado. De todos<br />

modos, su pulso era casi inexistente.<br />

Iba siendo hora de avisar al sacerdote.<br />

Ya no había nada que la ciencia<br />

pudiera hacer por ella.<br />

Ada expulsó aire. Quería hablar, pronunciar<br />

sus últimas palabras. Charles trató<br />

de convencerla de que las ahorrara para<br />

la religión, pero ella se mostró inflexible.<br />

Atrayéndolo hasta que la oreja del<br />

médico rozó su boca, le susurró imágenes<br />

que había visto en sueños.<br />

67


Minutos después, lo único que quedaba<br />

de la condesa era una carcasa vacía.<br />

Su espíritu había partido con destino<br />

incierto, pese a los esfuerzos de los hombres<br />

de ciencia y de fe por encauzarlo.<br />

Charles habló con la familia y soportó<br />

muchos lloros. Estuvo toda la noche<br />

velando el cuerpo junto a la presumida<br />

de Carol y la engreída de la criada, el sabiondo<br />

de su mentor y sus extravagantes<br />

camaradas, una cosecha de amistades<br />

que ninguna familia decente habría<br />

dejado pasar del recibidor.<br />

Terminada la ceremonia, y una vez<br />

el alba comenzaba a radiar sus primeras<br />

luces, el cansado doctor se aproximó<br />

al lago. No quedaba nadie en el<br />

jardín, pero él se sintió impelido a dedicarle<br />

unos minutos a las últimas palabras<br />

de Ada. Sus delirios de muerte.<br />

¿A qué venían aquellos desvaríos<br />

sobre el futuro? ¿Eran acaso las personas<br />

que según ella vendrían a buscarla<br />

una metáfora sobre la mitología cristiana?<br />

¿Esperaba realmente Ada que los<br />

cielos se abrieran y los ángeles bajaran<br />

en persona a por ella, para llevársela a<br />

un mundo más feliz?<br />

Charles sabía que Ada no había<br />

incluido sus notas en su testamento.<br />

Tenía docenas de libros garabateados<br />

en su buhardilla, llenos de fórmulas<br />

matemáticas y anotaciones sin sentido.<br />

Tienen lógica, afirmaba ella con<br />

rotundidad, pero ni Charles ni sus allegados<br />

supieron verla. De todas formas,<br />

aquellos garabatos constituían el testamento<br />

de una mujer sin lugar a dudas<br />

brillante, así que él en persona se encargaría<br />

de llevarlos a alguna imprenta<br />

que pusiera un poco de orden y pulcritud<br />

en su legado.<br />

Pero había una cosa que no entendía.<br />

Ada le había dicho algo sobre un aro.<br />

Una máquina que no había llegado a<br />

funcionar del todo. Sueños de una mente<br />

enferma, desde luego, pero la intensidad<br />

con que lo había advertido bastó<br />

para ponerle nervioso: alguien había cometido<br />

un error, un terrible error, y ella<br />

se lo iba a hacer pagar. Un simple signo<br />

cambiado de lugar, había dicho. Una<br />

corrección de última hora en las notas<br />

de ese lenguaje lógico que había inventado,<br />

una bomba camuflada que viajaría<br />

hasta el futuro en manos de sus cronistas.<br />

Ese signo que había cambiado de<br />

polaridad en el último minuto provocaría<br />

un efecto en cascada que traería consecuencias<br />

imprevisibles.<br />

La propia Ada no supo en ningún<br />

momento por qué lo había hecho, pero<br />

algo en su subconsciente lo sabía: le<br />

habían hecho algo malo, sólo que no<br />

podía recordarlo. Por eso, antes de morir<br />

les gastaría una pequeña broma.<br />

Una broma inocente, tan solo un dígito<br />

colocado erróneamente que alguien<br />

sin duda se encargaría de rectificar. Al<br />

fin y al cabo, ella no era la única que entendía<br />

sus propias ecuaciones.<br />

Charles tiró el cigarro a medio consumir<br />

al lago. No le gustaba el sabor que tenía<br />

el tabaco esa noche. Incluso su humo<br />

se elevaba oblicuo en un aire inmóvil, culebreando<br />

en signos de interrogación.<br />

Una máquina que no llegó a funcionar<br />

bien. Un lazo infinito empalmado<br />

sobre sí mismo.<br />

Encogido de hombros, decidió olvidar<br />

tan escabroso asunto. Volvería a la<br />

casa, a ese bourbon tan milagroso que...<br />

Un ruido provino de la foresta. Un<br />

tronar suave, reverberante, como la pisada<br />

de algo muy pesado que hubiese<br />

aplastado la madriguera de un topo.<br />

Charles observó a la escasa claridad<br />

de la aurora los árboles que se erguían<br />

a apenas diez metros de su posición.<br />

Le había parecido ver algo moviéndose<br />

entre ellos, pero no estaba seguro de<br />

qué podía...<br />

Otro golpe. Otra pisada.<br />

La figura se hizo visible sólo durante<br />

un segundo, pero bastó para provocar<br />

un ataque cardíaco en el extenuado<br />

pecho del doctor. Realmente, la cosa ni<br />

siquiera le miró, pero bastó que perfilase<br />

su enorme corpachón de diez metros<br />

entre los árboles para que su cere-<br />

68


o captara los detalles: un ser masivo,<br />

antinatural, de toneladas de peso y piel<br />

escamosa como la de las serpientes.<br />

Un dragón de cuatro extremidades, dos<br />

pequeñas y atrofiadas, las otras fuertes<br />

y musculadas como titánicas piernas.<br />

Una cola capaz de partir robles con su<br />

poderoso basculamiento. Una cabeza<br />

con forma de tanque blindado partida<br />

en dos por una boca llena de espadas.<br />

Charles se desplomó con un gesto<br />

gracioso. La sombra del dragón se deshizo,<br />

como si en realidad no hubiese<br />

estado allí, sino que por un segundo<br />

se hubiera abierto una ventana a otra<br />

realidad. En la casa, el cuerpo de Ada<br />

Lovelace se revolvió en su ataúd.<br />

Alguien había atado un lazo de seda<br />

en torno a su muñeca.<br />

69


71


72<br />

Poesía<br />

Textos: C. Suchowolsky y Aída Albiar<br />

Ilustración: José Antonio Olmedo


El eterno retorno<br />

Carlos Suchowolsky<br />

Retorna la manada.<br />

Son mil cuatro-pezuñas<br />

Resuena el tic-tac-tic-tac<br />

de mil cuatro-pezuñas.<br />

Buscan pastos hinchados,<br />

a través de espejismos,<br />

en una vieja senda<br />

sembrada de señales.<br />

Influjo<br />

Carlos Suchowolsky<br />

Hoy dejé marchitar un poema.<br />

Que no lloré.<br />

Apenas una pincelada<br />

de un Otoño,<br />

de un clamor de hojarasca,<br />

que quizás recuerde,<br />

hasta el que quizás...<br />

llegue un murmullo.<br />

El camino es el mismo,<br />

de padres, de abuelos, de...;<br />

de los años pasados,<br />

de los siglos pasados.<br />

Hollan los sedimentos<br />

de hedor y polvareda,<br />

donde hay huesos que alertan,<br />

y silencios que ignoran.<br />

Riega el camino seco,<br />

lo seco y lo olvidado,<br />

sudor y orines frescos,<br />

que beben los fantasmas.<br />

Se aleja la manada,<br />

hollando los entierros,<br />

bramando en los infiernos<br />

con mil cuatro-pezuñas.<br />

No escuchan nada.<br />

Ni es necesario.<br />

73


Del caballero y su<br />

enamorada<br />

Aída Albiar<br />

Hubo una vez un caballero<br />

que alzaba brillante espada,<br />

en su honor iban grabadas<br />

unas siglas en letras doradas.<br />

Hubo una vez una doncella<br />

que en sus ojos el paraíso reflejaba,<br />

y en sus bordados había escrito<br />

unas palabras de luna plateada.<br />

Por el puro y azul cielo<br />

unas gaviotas volaban,<br />

y por el verde de los montes<br />

los amantes paseaban.<br />

Ella era morena<br />

y sus ojos verdes brillaban,<br />

más que la luna del cielo<br />

más que el lucero del alba.<br />

Él, de pelo claro<br />

y dulce sonrisa en la cara<br />

con ojos de dicha la miraban.<br />

Todas las noches del mundo<br />

cuando el caballero se marchaba,<br />

le dejaba aquella espada<br />

con aquellas letras doradas.<br />

Y la pobre enamorada<br />

enjugaba su pena en un paño<br />

le daba el bordado al caballero<br />

¡Dios, por qué te querré tanto!<br />

Pero en esta bella historia<br />

no podían faltar los fantasmas,<br />

el fantasma de una vendida<br />

que al caballero también amaba.<br />

Fue expandiendo falso testimonio<br />

contra nuestra chica bienamada,<br />

y mientras levantaba las mentiras<br />

la otra con su caballero soñaba.<br />

Pero llegó la guerra<br />

la maldita y triste encrucijada,<br />

y el caballero se marchó<br />

con lágrimas, paño y espada.<br />

La joven desolada lloraba.<br />

Pasaron muchos días<br />

y también muchas semanas,<br />

pero él no regresaba,<br />

y la mentira de la otra<br />

llegó a los oídos de la honrada<br />

y llenaron sus ojos de lágrimas<br />

y vivió por mucho tiempo amargada.<br />

Pero la mentira quedó olvidada<br />

ya nadie en la aldea se acordaba<br />

y acabada la barbarie<br />

el caballero regresaba.<br />

La perdida y deshonrada<br />

con dos niños ya contaba,<br />

pero con lo que no lo hacía<br />

era con un marido que la ayudara.<br />

La doncella de nuestra historia<br />

aguardaba pura y casta<br />

a que volviera su enamorado<br />

para que la amara en su cama.<br />

Se casaron, solo eso les faltaba,<br />

fueron todos felices<br />

por que su amor no se acababa.<br />

Y todos nos preguntamos<br />

¿Qué decía aquella espada?<br />

Al igual nos preguntamos<br />

por las letras de ella bordadas.<br />

La primera decía así:<br />

«A mi amada:<br />

Guarda cada noche esta espada<br />

como dulce recuerdo de un adiós,<br />

que se vuelve hola por la mañana»<br />

y lo que ella bordó:<br />

«Guarda este pañuelo con tu vida,<br />

porque en él está mi alma».<br />

74


75


ENTREVISTA<br />

A: LULA LIBÉ<br />

(Por La Redacción)<br />

LL.-Casi todos los clásicos de Disney<br />

se basan en una idea de amor<br />

romántico irreal que luego causa mucha<br />

frustración. La política sí cabe en<br />

la mente infantil, desde que tenemos<br />

consciencia para posicionarnos en<br />

conflictos somos seres políticos.<br />

LR.-¿Por qué has elegido ambientar<br />

tu libro en otro planeta? ¿No te gusta<br />

éste, o te quedaste enamorada del Principito?<br />

LL.-Ya que los miedos infantiles están<br />

en el imaginario de los niños, me<br />

pareció buena idea que un lugar que<br />

intenta acabar con ellos también.<br />

LIBRO: EL PLANETA LILAVER-<br />

DÍA. Editorial Origami. 2015.<br />

FECHA: JUNIO 2015<br />

Eres libre para emplear el espacio y<br />

el lenguaje que creas pertinente. Aquí<br />

no se censura nada.<br />

La Redacción.- Una mujer que escribe<br />

para niños. Incluso Ana Botella<br />

se atrevió (en fin) ¿Es un tópico? ¿Eres<br />

como una madre que quiere explicarle<br />

el mundo a un niño a través de la fantasía?<br />

Lula Libé.-No, en Lilaverdía los<br />

monstruos son buenos, y ya quisieran<br />

los de la vida real. Es un poemario<br />

que intenta personalizar en monstruos<br />

bondadosos los típicos miedos de los<br />

niños.<br />

LR.-¿En qué se diferencia el mundo<br />

real del infantil? ¿Cabe la política<br />

en la mente infantil? ¿Y el amor o la<br />

atracción? Muchos cuentos para niños<br />

se basan en relaciones amorosas y en<br />

desengaños…<br />

LR.-La literatura fantástica está llena<br />

de mensajes, de escritores que quisieron<br />

transmitir una idea o una visión<br />

del mundo. Pienso en Fritz Leiber y el<br />

Ratonero Gris, o en Terry Prachett y su<br />

Mundodisco. ¿Qué mensaje quieres<br />

dar tú?<br />

LL.-He intentado que el mensaje se<br />

base en ser solidarios y valientes.<br />

LR.-García Casado escribió que la<br />

poesía vive en Twitter. Imagino que conoces<br />

los maratones de twitteratura y<br />

los premios. Rosa del Blanco fue la única<br />

escritora española que participó en<br />

Twitterfiction en 2014. ¿Crees que se<br />

pueden contar historias para niños en<br />

140 caracteres? ¿Lo has hecho como<br />

Lula Libé o con otro seudónimo?<br />

LL.-Claro que se pueden contar en<br />

140 y menos! Tanto poesías como microrrelatos,<br />

que pueden llegar a decir<br />

mucho más que un libro de mil páginas.<br />

LR.-Un escritor conocido (omito el<br />

nombre por si acaso), nos decía que<br />

ahora hay mucho «juntaletras» para<br />

hacer negocio. Pero sabemos que no<br />

se puede vivir de la pluma. Suele ser<br />

un complemento. Anima un poco a los<br />

principiantes y háblanos de tu profesión<br />

principal, y de cómo la combinas<br />

con las letras.<br />

76


LL.-Bueno, ahora mismo sí que vivo<br />

de esto, pero no sólo de este poemario,<br />

sino de colaboraciones medios, revistas,<br />

etc. Llevo poco así, dentro de un<br />

año te digo a ver qué tal me va.<br />

LR.-«La vocación, idiotas, la vocación»,<br />

decía el personaje del película de<br />

Jean-Luc Godard. ¿Por qué escribes?<br />

¿Cuándo empezaste a escribir y dónde?<br />

Cuéntanos tu trayectoria.<br />

LL.-Pues desde muy pequeña, mis<br />

padres aún tienen cuentos de entonces.<br />

Me gustaba crear personajes e historias,<br />

y ellos me lo fomentaban bastante,<br />

siempre me animaban a escribir los<br />

cuentos que me inventaba en voz alta.<br />

Yo era en casa la que contaba cuentos<br />

a los demás para irme yo a dormir, jajaj!<br />

la literatura infantil, les mandé el poemario<br />

que tenía escrito, en principio,<br />

para un concurso literario.<br />

LR.-Y ahora, lo que estabas esperando:<br />

dinos algo más que anime a la<br />

gente a dejarse la pasta en tu libro.<br />

LL.-Buf, no te creas, para eso soy<br />

malísima, al igual que para las entrevistas<br />

de trabajo, así mejor no digo nada<br />

y que lo anterior ya sirva para animar a<br />

quien le apetezca.<br />

LR.-J.K.Rowling, la autora de Harry<br />

Potter, escribe con seudónimo. ¿Cuál<br />

es para ti la magia del seudónimo?<br />

¿Por qué Lula Libé? Hemos oído que<br />

vas a presentar el libro y saldrás a la luz<br />

perdiendo la erótica del misterio (ay,<br />

qué pena). ¿Es verdad? ¿Tendremos la<br />

suerte de verte pronto? Nosotros estamos<br />

en Valencia y Madrid.<br />

LL.-No, no es verdad, no tengo intención<br />

de salir del aninomato. Además<br />

de cuentos infantiles escribo sobre política<br />

y feminismo, no tan bien recibido<br />

y con amenazas en redes sociales que<br />

me quitan todas las ganas.<br />

LR.-Toca la pregunta adecuada para<br />

que hagas la pelota a la Editorial Origami:<br />

¿Has publicado con ellos por amistad,<br />

afinidad geográfica, tenían la cerveza<br />

más fría que los demás…? Cuenta,<br />

cuenta.<br />

LL.-Pues no los conocía, se pusieron<br />

en contacto conmigo para una novela,<br />

pero ya había firmado con otra editorial.<br />

Al decirme que se dedicaban mucho a<br />

77


Nos vemos EN EL PRÓXIMO NÚMERO...


«Este número de <strong>Planetas</strong> Prohibidos©<br />

Año 4, se terminó de editar el dia 07 de<br />

agosto de 2015».<br />

CONSEJO DE DIRECCIÓN<br />

Jorge Vilches, Lino Moinelo, Guillermo de la Peña<br />

y Marta Martínez<br />

EDITOR<br />

J. Javier Arnau<br />

William E. Fleming<br />

CORRECCIÓN<br />

J. Javier Arnau<br />

William E. Fleming<br />

MAQUETACIÓN<br />

James Crawford Publishing<br />

COLABORAN EN ESTE NÚMERO:<br />

ILUSTRADOR DE PORTADA<br />

Ángel García Alcaraz<br />

DISEÑO Y MAQUETACIÓN DE PORTADA<br />

Marta Martínez<br />

EDITORIAL<br />

J. Javier Arnau<br />

RESTO DE ILUSTRACIONES<br />

M.C. Carper, Juan Raffo, Fraga, José Antonio<br />

Olmedo, Ángel García, Abel Portillo, Azramari,<br />

Pedro Belushi, José Antonio García Burgos,<br />

ESCRITORES<br />

Carlos Suchowolsky, Aída Albiar, J. Javier Arnau,<br />

José Antonio Olmedo, Heberto de Sysmo, Víctor<br />

Conde, Carlos Paez, Gabriel Romero de Ávila,<br />

Irene Comendador, Natalia Viana, Silvia Pato,<br />

Alejandro Morales, Marta Martínez Velasco.


Descarga los números anteriores en:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!