Compostela Marista nº 45

Comunidades
GELMÍREZ
(Santiago de Compostela)
Nuestro día elegido es un domingo del
mes de marzo pasado, y no un domingo
cualquiera. Aprovechando la estancia entre
nosotros del Hermano Ken MacDonal,
Consejero General que, dicho de paso,
estuvo con nosotros cerca de tres meses
mientras realizaba estudios y prácticas
de español, vimos interesante organizar
un día de salida comunitaria a Villagarcía
de Arosa y sus alrededores, para que conociera
un poco más de Galicia y las bellezas
que ofrece.
Así que, como todos los domingos por
la mañana, y antes de emprender la salida
hacia nuestro destino, asistimos a la
eucaristía de las doce en la parroquia de
Santiago Apóstol, cercana a nuestro colegio.
No está de más recordar que, la capilla
de nuestro Colegio Mayor Gelmírez,
ejerció las veces de parroquia del barrio
de Vista Alegre y alrededores, durante
años, antes de ser sustituida por esta
iglesia de Santiago Apóstol. Celebraciones,
catequesis, primeras comuniones,
funerales…, diríase que “entraba el barrio”
en el colegio, viendo subir y bajar
gente hacia la capilla que tenemos en el
primer piso…. Fueron otros tiempos.
El hermano Neftalí por su parte, como
también suele hacer todos los domingos,
acudió esa misma mañana a la parroquia
de Villestro, a unos seis kilómetros
de Santiago, para ayudar a amenizar la
eucaristía acompañando al párroco de la
misma, don José. Creo que en esta ocasión,
no le tocó sustituir en la catequesis
a ningún catequista enfermo, o ausente
por motivos familiares.
Pero centrémonos en nuestro destino,
la Isla de Arosa donde alcanzamos Punta
Cabalo, un mirador ideal desde el que se
puede divisar casi toda la ría de Arosa,
con el faro del s. XIX y su grandioso roquedal.
Nuestro siguiente destino fue El
Grove y a la Isla de La Toja, cruzando antes
por la histórica ciudad de Cambados.
Allí nos hicimos la típica foto a los pies de
la iglesia de las Conchas y disfrutamos de
sus vistas y jardines. A pesar de que el
día estaba ya avanzado, nos dio tiempo
para dar un largo paseo, hablar de nuestras
cosas, reírnos un rato, y que el Hermano
Ken pudiera formularnos, de vez
en cuando, sus esforzadas preguntas en
castellano.
Sobre las nueve de la noche llegábamos
a casa a la par que muchos colegiales,
que regresaban del fin de semana
pasado con sus familias. Aún nos quedó
tiempo, tras la cena, para recordar algunas
anécdotas vividas durante la jornada
y hacer comentarios sobre el buen sabor
de boca que nos había dejado a todos el
día vivido.
Después, como todas las noches, tocó
saludar a los chicos y ponerse a su disposición
para lo que necesitaran. Y charlar
con Cristina, la educadora que realiza,
junto con los hermanos, un buen trabajo
de atención y acompañamiento de los
colegiales... Todo bien, todo en orden.
Sensación de relax tras una jornada que
contribuyó especialmente a ello.
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