Una Apuesta a la Vida N°277

Conocernos en profundidad nos permitirá
saber qué somos capaces de hacer y qué no,
o en qué momentos podemos hacer algo y
en qué momento nos conviene posponerlo.
Ese es nuestro trabajo y ahí está nuestra
responsabilidad, lejos de la culpa, del malestar
contante y del agobio que nos impiden
evolucionar y ser lo que genuinamente
deseamos SER.
Acontecimientos
impactantes
El 15 de abril de 2016, muchas personas en
mi ciudad sufrieron de este estado emocional.
Ver sus casas derrumbadas, sin muebles,
sin lo necesario para vivir ya que el viento
arrasó con todo lo que tuvo a su paso, hizo
que en la mayoría de las personas afectadas
además de muchas otras emociones, estuviera
presente el agobio.
Había que levantarse, rehacerse, y fue tan
inesperado que esta sensación cubrió a casi
todos.
Para una mayoría el objetivo inmediato
fue volver a tener la casa.
Muchos no contaban con recursos.
Es en estos casos cuando se genera el
conflicto entre lo que se quiere y las dificultades
que se tienen.
El agobio permaneció para muchos que se
siguieron sintiendo sin recursos.
Distintas manifestaciones físicas pude
observar: problemas al corazón, afecciones
en el sistema nervioso, pánico, angustia permanente,
una gran tristeza y otras afecciones
de distintas índoles tanto físicas como
mentales y emocionales.
En el momento de una experiencia catastrófica
aguda, la vida se convierte abruptamente
en una pesadilla y uno de repente
se siente abrumado por una tormenta
emocional.
Todas estas experiencias importantes de
la vida tienen algo en común, ya que representan
una grave pérdida catastrófica para
la mente y una amenaza para la supervivencia.
Tienen en común el sentimiento de
impotencia debido a su firmeza y permanencia.
La mente percibe que está parada
y no puede hacer nada al respecto. Es este
fenómeno de la permanencia, de estar detenido,
que uno es impotente y no puede
cambiar el suceso, lo que contribuye a la
intensidad del agobio.
Se desatan una tormenta de sentimientos
negativos, tales como el shock, la incredulidad,
la negación, la ira, la tensión, el sentimiento
de culpa, el resentimiento, el estar
deshecho o abandonado, la rabia contra
Dios y uno mismo, la auto-compasión, la rabia
contra el mundo, y la rabia en la familia.
Todas estas emociones negativas salen a la
superficie. Pero en general, se da un agobio
masivo de las emociones negativas de la separación,
la pérdida, y la intensidad de toda
la experiencia en general.
El dolor por la pérdida luego parece traer
la culpa con él, junto con la sensación de
desesperanza, miedo al futuro, deseo de
cambiar todo el suceso e ira. Todo el campo
de energía negativa se desata en una gigantesca
emergencia. El problema es realmente
el de estar desorganizado por el desencadenamiento
masivo de energías.
30
AGOSTO 2018 - AÑO 24 - Nº 277