La sirena varada: Año II, Número 9
El noveno número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
El noveno número de "La Sirena Varada: Revista literaria"
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· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />
<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong><br />
R E V I S T A L I T E R A R I A<br />
es una publicación de<br />
EDITORIAL DREAMERS<br />
libros digitales, gratuitos y legales<br />
LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />
<strong>Año</strong> 2, N° 9, julio 2018 es una publicación mensual editada<br />
por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful Editing<br />
and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />
Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />
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Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />
Ilustración de portada: utako068<br />
Ilustraciones: The British Library’s collections<br />
<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />
reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />
editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />
en esta revista.<br />
Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />
parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />
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RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />
todos los derechos reservados<br />
SOBRE<br />
ESTE<br />
NÚMERO<br />
Robándome una frase que escuché<br />
en una película de Pixar y adaptándola<br />
a lo que en esta revista nos<br />
incumbe, puedo decir: no es cierto que<br />
cualquiera puede escribir, pero un buen<br />
escritor puede tener cualquier origen.<br />
Y es que, para ser un buen escritor,<br />
no importa si eres rico o pobre, si eres<br />
blanco, amarillo, negro o moreno, si<br />
eres de izquierda o de derecha, si eres<br />
taurino o animalista, si eres un criminal<br />
o un voluntario de alguna causa justa...<br />
Eso no tiene ninguna importancia porque,<br />
para ser un buen escritor solo se<br />
necesita una cosa: constancia.<br />
Roma no se construyó en un día, y<br />
aunque puede que algunas novelas si<br />
se hayan escrito en uno o dos, la capacidad<br />
para escribirlas a esa velocidad<br />
no se alcanzó de la noche a la mañana.<br />
Escribo esto porque muchas personas<br />
han escrito al correo de la editorial<br />
pidiendo consejos sobre cómo comenzar<br />
a escribir aquella historia que les da<br />
vueltas en la cabeza y no los deja dormir;<br />
a la mayoría siempre les respondo<br />
lo mismo: ecisten dos caminos que<br />
te llevarán a escribir, ninguno es fácil,<br />
pero sí son sencillos.<br />
El primero de esos caminos es aprender<br />
a escribir, y no solo escribir por escribir,<br />
sino dedicarse realmente a aprender<br />
el proceso que una novela conlleva.<br />
Desde mi punto de vista, la forma de<br />
poder aprender a escribir no está en
los talleres literarios, ni en las tertulias<br />
(¿a quién se le habrá ocurrido organizar<br />
esas bendítas(?) tertulias?), ni en grupos<br />
de redes sociales o en páginas de<br />
internet, pues lo único que se encontrará<br />
ahí son personas que no tendrán<br />
el valor de criticar lo que escribas o<br />
personas que no les importará lo que<br />
escribas y solo van a querer chingarte<br />
de una forma u otra... Si se quiere<br />
aprender a escribir, primero se tiene<br />
que aprender a leer; y con aprender a<br />
leer me refiero a hacerlo de forma crítica,<br />
observando cada detalle de la obra<br />
que más nos guste, comprendiendo<br />
qué herramientas utilizó el autor para<br />
plasmar sus ideas.<br />
Lo reitero, leer es la mejor forma de<br />
aprender a escribir; pero también eciste<br />
otra forma, aquella que considero<br />
la más arriesgada, pero a veces la más<br />
gratificante, y es simplemente dejar volar<br />
tu imaginación y escribir en el papel<br />
(físico o del procesador de textos), todo<br />
lo que te venga en gana; no importa si<br />
no tiene coherencia, no importa si tiene<br />
errores ortográficos, no importa que<br />
parezca que lo escribió el gato... Lo importante<br />
es la práctica, y escribir, y leer<br />
y volverlo a hacer una y otra y otra vez,<br />
porque solo así se podrá conocer dónde<br />
están nuestros errores y podremos ser<br />
autocríticos con todo lo que escribamos.<br />
<strong>La</strong> práctica hace al maestro, ya sea<br />
cocinando, barriendo, o escribiendo.
18<br />
SOBRE EL<br />
ENTUSIASMO<br />
34<br />
SOBRE LA ESCRITURA<br />
Y LA ORATORIA<br />
50<br />
EL ENSAYO<br />
FILOSÓFICO<br />
110<br />
13<br />
NOVELAS<br />
POR ENTREGAS<br />
NUES<br />
ARTÍC
66<br />
LA DUALIDAD DE<br />
UNIVERSOS DEL ESCRITOR<br />
82<br />
PARAREALISMO,<br />
UN ESTILO ANTIOLÓGICO<br />
106<br />
EL ARTE DE LA LITERATURA<br />
Y SUS DIFICULTADES EN EL SIGLO XXI<br />
2<br />
144<br />
TROS<br />
ULOS<br />
MICRO<br />
CUENTOS
6<br />
EL SILBIDO<br />
DE LA ESPADA<br />
Por Reinier del Pino Cejas
Fernando empujó con fuerza la<br />
puerta de la guarida de las bestias<br />
y se adentró, espada en mano, en<br />
el cubil demoniaco. Su frente sudaba a<br />
mares. <strong>La</strong>s piernas tambaleaban erráticas<br />
y ante él los espectros deformes se<br />
hacían a un lado y lo dejaban pasar. El<br />
hombre llevaba días vigilando el lugar.<br />
Sabía que allí adentro se gestaba algo<br />
grande y terrible. Había visto entrar y<br />
salir a diferentes criaturas, todas con<br />
el sello en sus rostros de una fatal aberración.<br />
¡No eran humanos! Algo debía<br />
hacer. Sostuvo la espada con fuerza y<br />
trató de concentrarse.<br />
Fernando había sido investido con<br />
el poder de aquella espada en la búsqueda<br />
de su Dolores. No lograba dormir<br />
desde que la mujer se ausentó de<br />
la casa. Muchos años juntos le decían<br />
que su Loly no era de esas que desaparecen<br />
sin dejar rastro. Algo pasaba con<br />
su mujer, y no iba a quedarse de brazos<br />
cruzados mientras aquellas espantosas<br />
creaciones del demonio se enseñoreaban<br />
por la ciudad sin control aparente.<br />
Su Loly estaba en la fortaleza y de allí<br />
saldría muerto o con ella. Sintió vibrar la<br />
espada. Era un sonido intenso y metálico.<br />
Una especie de silbido continuo que<br />
le martillaba los sentidos y lo obligaba a<br />
cerrar los ojos. <strong>La</strong> espada hablaba claro.<br />
Estaba sedienta. Su vocación era la justicia<br />
y en las manos de Fernando encontraría<br />
la realización extraordinaria de la<br />
heroicidad. <strong>La</strong>s criaturas estaban frente<br />
a él y lo miraban con curiosidad.<br />
—¡Atrás, bestias inmundas! ¡Déjenme<br />
pasar! —la espada continuaba emitiendo<br />
el sofocante sonido—. Ella está<br />
cerca —se dijo.<br />
Evitó a una mujer dominada por una<br />
especie de babosa que le succionaba el<br />
cerebro. Empujo a un androide de ojos<br />
vidriosos que trató de acercársele para<br />
quitarle el arma. Encontró unas escaleras<br />
y subió a toda velocidad. Tenía que<br />
encontrar a Loly. Tenía que hacerlo antes<br />
de que fuera demasiado tarde.<br />
El segundo nivel estaba lleno de cubículos<br />
separados por gruesas paredes.<br />
Fernando miró en el interior de aquellas<br />
habitaciones a través de los cristales.<br />
En cada celda había un hombre<br />
delgado, ojeroso y con profunda tristeza<br />
en la mirada. Algunos levantaban la<br />
mano para saludarlo. Otros viraban el<br />
rostro hacia la pared en auténtica indiferencia.<br />
No tenían cabello.<br />
—Prisioneros —pensó—, experimentan<br />
con ellos o los retienen con quien<br />
sabe que retorcidas intenciones.<br />
Volvió a buscar las escaleras y ascendió<br />
hasta el piso siguiente de la guarida.<br />
Tras de sí logró escuchar que los<br />
espectros se organizaban y venían en<br />
su captura.<br />
—¡Inténtenlo, perros, y conocerán el<br />
lenguaje de mi espada!<br />
Volvió otra vez la vibración del metal.<br />
Se hacía cada vez más frecuente. Loly<br />
estaba cerca. <strong>La</strong> espada podía presentirla.<br />
Su cerebro apenas soportaba los<br />
gemidos del arma mágica, pero sería<br />
por poco tiempo. Cumpliría el destino<br />
que se le había asignado. Se trataba<br />
de su mujer, su compañera de muchos<br />
años y, aunque no se lo decía nunca, el<br />
amor de su vida.<br />
Dos humanoides de piel escamosa lo<br />
esperaban a la altura del último escalón.<br />
<strong>La</strong> espada, aun vibrando de cólera,<br />
los batió a ambos sin ninguna dificultad.<br />
Fernando sonrió contemplando los<br />
cadáveres en el suelo. Detuvo su mirada<br />
en los rostros desfigurados.<br />
—¿Qué criaturas tan espantosas son<br />
estas, Dios? ¿De dónde han salido?<br />
7
El ruido de las bestias que subían las<br />
escaleras lo sacó de sus pensamientos.<br />
Pensó en Dolores. Corrió por el pasillo<br />
de aquel nivel empujando puertas y derribando<br />
obstáculos. De pronto la vio.<br />
En una de las habitaciones, pegada a<br />
la pared del fondo con los ojos llorosos<br />
estaba su Loly. Fernando inspeccionó el<br />
interior de aquel recinto y dio unos pasos<br />
con la espada amenazante rebanando<br />
el aire. Detrás de su mujer se levantaba<br />
un feo cíclope. <strong>La</strong> bestia sostenía por<br />
una mano a la mujer y escrutaba el rostro<br />
de Fernando con su único ojo. Desde<br />
el primer instante Fernando se dio<br />
cuenta de un detalle: <strong>La</strong> bestia le temía.<br />
—¡Tiemblas, cobarde! —dijo el hombre<br />
apuntando hacia el cíclope en actitud<br />
desafiante—. Pensaste que te saldrías<br />
con la tuya.<br />
—¡Fernando! —gritó Dolores.<br />
—¡No te preocupes! ¡No lo dejaré hacerte<br />
daño!<br />
Avanzó en una carrera. <strong>La</strong> espada<br />
emitió un silbido sordo en el aire y el<br />
cíclope cayó al suelo retorciéndose en<br />
los últimos estertores de su vida.<br />
Fernando sonrió. Extendió los brazos<br />
hacia su Loly que lo miraba, aún horrorizada,<br />
y sintió de repente un fuerte corrientazo<br />
en la nuca.<br />
—Cumplí mi misión. Ella está a salvo<br />
—las palabras casi apagas, salieron de<br />
su boca antes de caer al suelo y perder<br />
el conocimiento por completo.<br />
⁂<br />
En la estación de policías, Loly observaba<br />
detrás de los barrotes de una celda a su<br />
esposo Fernando acurrucado en el piso.<br />
<strong>La</strong> mujer emitió un largo suspiro, dejó<br />
salir una bocanada de humo y apagó el<br />
cigarro. Se sientó frente al oficial que la<br />
miraba por encima de los espejuelos.<br />
—Todavía no lo entiendo. Hace solo<br />
tres días que me dieron el ascenso que<br />
esperábamos: el puesto de jefa de enfermeras<br />
en la sala de traumas oculares.<br />
Es cierto que tuve necesidad de<br />
8
cambiar de turno, pero nunca pensé<br />
que lo tomara de esa forma.<br />
—¿A qué se refiere? —preguntó el oficial.<br />
—Cuando llegaba del hospital Fernando<br />
no estaba en casa. Por más que<br />
le llamaba a su teléfono nunca me respondía.<br />
Sin otra cosa que hacer regresaba<br />
al otro día al trabajo y desde la<br />
sala le hacía más llamadas. Otra vez<br />
me respondía el silencio.<br />
El agente extrajo de una pequeña gaveta<br />
un teléfono celular y lo colocó sobre la mesa.<br />
—¿Es este el celular de su esposo? —Dolores<br />
asintió—. Márquelo, por favor.<br />
<strong>La</strong> mujer extrajo de su bolso un equipo<br />
casi idéntico y marcó los dígitos que conocía<br />
de memoria. <strong>La</strong> pantalla del celular<br />
sobre la mesa se iluminó de pronto y comenzó<br />
a emitir un silbido sordo y agudo.<br />
En su celda, Fernando abrió los ojos.<br />
Observó a Loly y luego al oficial que gesticulaba<br />
a corta distancia de su mujer.<br />
Aguzó el oído y sonrió. <strong>La</strong> espada volvía<br />
a llamarlo. Su mujer corría peligro y él<br />
tenía muy claro que tenía que hacer.<br />
la <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong><br />
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9
10<br />
SIN ROSTRO<br />
Por Angelique Reid
Desde que salí del entrenamiento he<br />
estado en el turno de noche, y esta<br />
noche, a diferencia de las demás, era<br />
diferente; tengo un mal presentimiento.<br />
⁂<br />
Eran las once de la noche y mi compañero<br />
hizo una señal con la mano para<br />
avisarme que teníamos un caso. Subimos<br />
al auto y solo dijo: «encontraron<br />
un cuerpo».<br />
Cuando guarda ese espectral silencio<br />
es porque intuye que ese cuerpo<br />
sufrió una muerte atroz. Llegamos al<br />
lugar de los hechos, era una zona boscosa<br />
alejada de la ciudad, a lo lejos los<br />
perros aullaban desesperadamente,<br />
un escalofrío recorrió mi espina dorsal<br />
y traté de mantener el control.<br />
Había mucha niebla, los peritos ya<br />
estaban ahí y en susurros expresaban<br />
lo macabro de la situación; pasamos<br />
el cordón, el cuerpo estaba tirado en<br />
el lodazal, estaba desnudo y al parecer<br />
había sufrido mucho por la cantidad de<br />
heridas que tenía.<br />
—¿Quién lo encontró?<br />
—Un borracho, quiso cortar camino<br />
por acá y se tropezó con el cadáver. Del<br />
susto salió corriendo y pidió ayuda a<br />
los conductores que bajan por esa vía<br />
para la ciudad.<br />
—¿Van a proceder con el levantamiento?<br />
—Mi teniente, ahora mismo.<br />
Tomaron las fotografías respectivas y<br />
procedieron darle vuelta al cadáver para<br />
seguir con lo habitual. Fue espantoso, al<br />
pobre hombre le habían quitado parte de<br />
su rostro, le habían quitado la identidad.<br />
Nunca me acostumbro a esto y jamás<br />
me acostumbraré…<br />
—Mi teniente, no hay sangre —dijo<br />
uno de los agentes.<br />
—Eso nos indica que solo lo botaron<br />
aquí… ¡Hay que peinar el área! ¡Ya!<br />
No se encontró nada, solo dejaron el<br />
cuerpo ahí como si fuera desecho. Nos largamos<br />
y nos despedimos de Morfeo, las<br />
próximas noches iban a ser muy largas.<br />
A la mañana siguiente nos esperaba<br />
el médico legista, con voz lacónica nos<br />
resumió las últimas horas del hombre:<br />
—…cuerpo masculino, entre veinticinco<br />
y treinta, años con múltiples<br />
laceraciones; le faltan las falanges del<br />
pie izquierdo, ambas corneas, desprendimiento<br />
muscular del rostro y parte<br />
de la cabeza, además de múltiple tortura;<br />
sumergimiento en agua continuo,<br />
quemaduras con cigarrillos, múltiples<br />
cortes, mordidas en el abdomen… una<br />
parte estaba devorada; electrocución,<br />
estas marcas en el cuello sugieren<br />
que intentaron muchas veces ahorcarlo<br />
—mi compañero se salió de la sala,<br />
ambos miramos como se alejaba con<br />
rapidez—. Su muerte fue por un paro<br />
cardíaco a causa del dolor, en cuanto<br />
tenga el reporte listo, tendré más detalles,<br />
teniente.<br />
—Gracias.<br />
El reporte final indicaba que fue torturado<br />
continuamente hasta matarlo, solo<br />
esperábamos que sus huellas y carta<br />
dental nos diera luces de su identidad;<br />
lastimosamente, con las herramientas<br />
que tenemos no podemos hacer un descarte<br />
para reducir la búsqueda, 12351<br />
reportes el año pasado y sin contar con<br />
la cifra de este, hace de la identificación<br />
del cuerpo una tarea titánica.<br />
Por fin llegó la identificación, se trataba<br />
de un joven reportado desaparecido<br />
hace cinco meses por su novia. Según<br />
la denuncia, el joven salió para una<br />
entrevista de trabajo y jamás regresó a<br />
su casa.<br />
11
<strong>La</strong> novia del chico estaba en la sala<br />
de interrogatorio, temblaba y no paraba<br />
de llorar… odiaba empezar mi<br />
discurso con esa frase, como si eso les<br />
llenara de consuelo.<br />
—Mis condolencias, lamento mucho<br />
su perdida. ¿Podría decirme…? —tomé<br />
un respiro sin dejar de verla—: ¿Podría<br />
decirme a qué hora y a dónde se dirigía<br />
su novio?<br />
—Francisco estaba emocionado, había<br />
buscado trabajo por meses y nadie<br />
lo llamaba. ¿Sabe? Nos íbamos a casar…<br />
Yo… Yo tenía la esperanza. Uno<br />
nunca cree que esto pueda pasar, yo<br />
creía que algún día iba a llegar y por fin<br />
terminaría esta pesadilla… me rompieron<br />
mi esperanza y no sé qué hacer…<br />
A veces es difícil mantenerse fuerte y<br />
no conmoverse, era solo un buen hombre<br />
que quería un mejor futuro junto a<br />
su novia y un maldito enfermo acabó<br />
con sus sueños, mantengo la fuerza<br />
porque es mi trabajo atraparlos.<br />
—Señora, ¿podría responder mi pregunta?<br />
—entre sollozos me entregó<br />
un anuncio de periódico, ella lo había<br />
guardado porque su novio no era un<br />
hombre ordenado.<br />
Después de varias preguntas de rigor,<br />
la mujer se levantó, titubeó un poco,<br />
me miró y me preguntó:<br />
—¿Puedo verlo por última vez?<br />
—Es mejor que lo recuerde como era<br />
en vida…<br />
Fue la última vez que la vi.<br />
12
Fuimos al lugar donde Francisco fue<br />
a presentar su entrevista, el sitio estaba<br />
abandonado. Una señora que vendía<br />
café al frente nos dijo que hacía un<br />
par de meses desocuparon el local.<br />
—Fue raro, eso de un día pa’ otro levantaron<br />
todo y se fueron. Menos mal<br />
porque esa gente era toda rara…<br />
—¿Cómo rara? —pregunté.<br />
—Sí… abrían ese local de noche, citaban<br />
un montón de gente y los montaban<br />
en unos buses. El señor que manejaba<br />
eso tenía una pinta… ¿Cómo<br />
decirle? De esos que adoran al diablo.<br />
Empezamos a investigar desde el arrendatario<br />
hasta a los vecinos del sector y en<br />
sus declaraciones afirmaron que eran bastante<br />
peculiares, que todo lo pagaban en<br />
efectivo, además que les provocaba miedo<br />
su forma de comportarse y que preferían<br />
hacer de cuenta que no pasaba nada.<br />
Descubrimos que esta no era la única<br />
ciudad donde desaparecían gente y<br />
logramos encontrarlos muy cerca con<br />
otra fachada buscando más presas<br />
quien sabe para qué…<br />
⁂<br />
—¿Lista la hoja de vida, mi Teniente?<br />
—Está lista y estoy lista…<br />
Al igual que aquella noche que encontramos<br />
el cuerpo de Francisco, tengo<br />
un mal presentimiento, este caso<br />
nos va a cambiar la vida a todos, este<br />
caso no terminará bien…<br />
13
14<br />
INTERMITENCIAS<br />
Por Miguel Ángel Araujo Cortés
Andrea sólo escuchó las últimas<br />
palabras de la señora que había<br />
interrumpido la clase para informar<br />
que afuera había un carro con las<br />
luces intermitentes encendidas. Un<br />
hombre al fondo del salón preguntó<br />
por el modelo del automóvil y Andrea<br />
comprendió que la mujer se refería a<br />
su Versa color plata del 2010. Se disculpó<br />
con el instructor y se apresuró<br />
a salir, no sin un poco de vergüenza<br />
impregnada en su rostro. Caminaba<br />
por el pasillo hacia la puerta principal<br />
del edificio cuando descubrió que no<br />
podía recordar nada de lo hablado en<br />
la clase. <strong>La</strong>s últimas dos horas habían<br />
desaparecido de su memoria, en su lugar<br />
sólo quedaba ruido y frases sueltas<br />
que no le decían nada.<br />
Al llegar al estacionamiento tardó algunos<br />
minutos para encontrar su auto,<br />
había olvidado por completo dónde<br />
lo aparcó. Entró al coche, confundida<br />
a causa de las lagunas en su memoria,<br />
respiró hondo para tratar de calmarse,<br />
apagó las intermitentes. Salió del vehículo.<br />
Después de ver la hora en su reloj<br />
estaba dispuesta a volver a la clase, pensó<br />
que, quizá, al regresar y escuchar al<br />
instructor volverían a sus recuerdos las<br />
últimas horas. Activó la alarma del carro,<br />
en ese momento escuchó un golpe en el<br />
portaequipaje, sintió un escalofrío que<br />
le recorrió el cuerpo, retrocedió un par<br />
de pasos sin dejar de mirar el automóvil<br />
y el ruido se dejó oír de nuevo, con más<br />
fuerza esa vez.<br />
Se dirigió a la cajuela con manos<br />
temblorosas, las llaves tiritaban entre<br />
sus dedos, estuvo a punto de abrir la<br />
portezuela cuando, dentro, algo comenzó<br />
a sacudirse de forma violenta,<br />
algo o alguien. Andrea dejó escapar un<br />
gemido de terror y volvió al interior de<br />
su vehículo, se ayudó con los espejos<br />
laterales y el retrovisor para asegurarse<br />
de que nadie se había percatado de lo<br />
sucedido. Podía sentir las vibraciones<br />
que provocaban los fuertes golpes en<br />
el maletero. Hizo encender el motor,<br />
arrancó y abandonó rápido el estacionamiento.<br />
<strong>La</strong> oscuridad comenzaba a<br />
poblar las calles de la ciudad y también<br />
la memoria de Andrea, trataba de explicarse<br />
aquellos ruidos con un breve repaso<br />
de los acontecimientos de aquel<br />
día, pero ni siquiera podía acordarse<br />
del momento en que había cruzado la<br />
puerta de su hogar.<br />
El tráfico hubiera sido favorable si Andrea<br />
hubiese tenido un lugar a donde ir,<br />
pero se dedicó a recorrer la capital sin<br />
rumbo alguno. Quiso encontrar alguna<br />
señal de violencia dentro del vehículo<br />
que le ayudara a recordar un evento<br />
extraordinario en las últimas horas,<br />
o a saber qué o quién estaba en ese<br />
compartimento del coche. Pero todo<br />
estaba impecable y en orden. Abrió la<br />
guantera, un sobre color púrpura cayó<br />
debajo del asiento del copiloto. Andrea<br />
orilló el carro sin apagar el motor, estiró<br />
un brazo para alcanzar el extraño<br />
sobre, de inmediato lo notó pesado.<br />
Lo abrió con calma y descubrió en su<br />
interior un revólver calibre .357, una<br />
bala para el arma y un modesto celular<br />
encendido. Cargó la pistola con una facilidad<br />
que no se explicó, pero no tuvo<br />
tiempo para pensar en eso, la <strong>sirena</strong> de<br />
un coche patrulla la obligó a regresar el<br />
revólver al sobre. Frente a ella pasaron<br />
a toda velocidad dos camionetas militares<br />
seguidas por las patrullas de la<br />
policía estatal.<br />
Aquello la puso bastante nerviosa. Esperó<br />
a que el convoy se perdiera entre las<br />
calles y puso en marcha su Versa. Tenía<br />
15
ahora un destino: cualquier lugar a más<br />
de quince kilómetros fuera de la ciudad.<br />
Llegó a una zona despoblada, árida<br />
y solitaria. Aparcó a un costado de la<br />
carretera. Extrajo de nuevo el revólver<br />
del sobre, el celular comenzó a vibrar<br />
cuando recibió una llamada, lo ignoró<br />
y salió del coche.<br />
Volvió a escuchar los golpes en el interior<br />
del portaequipaje, presionó un<br />
botón del control de la llave del automóvil,<br />
la puerta de la cajuela se abrió y<br />
pudo ver a un hombre vestido de traje,<br />
amordazado, con las manos y pies atados,<br />
en sus ojos había una mezcla de<br />
rabia y terror. Había recibido algunos<br />
golpes en el rostro, pero Andrea pudo<br />
distinguir entre sus facciones desfigura-<br />
das la cara del gobernador del estado. El<br />
teléfono celular volvió a anunciar la entrada<br />
de una llamada. Andrea apuntó el<br />
revólver a la nuca del gobernador, éste<br />
comenzó a forcejear en un intento desesperado<br />
por deshacer los nudos que<br />
le impedían moverse, intentaba gritar y<br />
sus lágrimas se mezclaron con la sangre<br />
de sus heridas. <strong>La</strong> mujer jaló el martillo<br />
y sin emitir palabra alguna o mostrar un<br />
gesto diferente, presionó el disparador.<br />
<strong>La</strong> bala atravesó la cabeza del hombre.<br />
Andrea cerró de nuevo el maletero.<br />
Tomó asiento, otra vez, detrás del volante.<br />
Encendió el motor. El teléfono<br />
móvil vibró de nuevo, esa vez contestó.<br />
—Está hecho —se adelantó a decir y,<br />
sin esperar respuesta, colgó.<br />
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17
SOBRE EL<br />
ENTUSIASMO<br />
Por Agustín Gutierrez Barragán<br />
En muchos países, la gente que<br />
acude a ver un partido del deporte<br />
de su preferencia, se prende al<br />
escuchar su himno y al finalizarlo se<br />
desborda el entusiasmo y la pasión y<br />
la adrenalina y el grito de toda la gente,<br />
sea quien sea su equipo favorito, y todo<br />
mundo está listo para lo que sigue.<br />
Todo esto me hace reflexionar: ¿en<br />
que consiste el entusiasmo? ¿Se requiere<br />
en un campo deportivo? Al pa-<br />
18<br />
recer, sí. Pero no solo se aplica en un<br />
campo deportivo.<br />
Algunos autores, se refieren al entusiasmo<br />
«como una pasión honda por lo posible;<br />
como una especie de ebriedad y de fiesta divina<br />
en el alma, sin haberse tomado ni una<br />
copa de vino». En otras palabras, se siente<br />
«como estar hirviendo por dentro en diferentes<br />
grados, donde brincan borbotones<br />
de ilusiones e ideales, uno tras otro en una<br />
pasión inextinguible por existir y ser».
¿Eso siente e impulsa a la gente cuando<br />
termina de cantarse el himno? No lo<br />
sé. Ir al partido y presenciar el partido,<br />
agrega adrenalina al ser y agrega un<br />
ideal más: que gane mi equipo.<br />
A mi me justa recopilar frases, conceptos<br />
y pareceres. Entre todo lo que he<br />
visto, por ahí me he encontrado algunos<br />
conceptos, definiciones, anónimos, pensamientos,<br />
enseñanzas, las cuales me<br />
gustaría compartir con quien lea esto.<br />
El entusiasmo se define como excitación<br />
que impulsa a actuar, admiración,<br />
adhesión fervorosa, fervor, ardor; el<br />
fervor se define como devoción intensa;<br />
y ardor se define como calor grande,<br />
vehemencia, anhelo, valor.<br />
Ahora que, en cierto modo, el entusiasmo<br />
es útil y necesario para realizar la meta.<br />
Es importante hacer algo cuando el<br />
entusiasmo llega a despertar en el interior<br />
del alma, porque cuando no se<br />
19
hace algo con ese aumento de fuerza<br />
interior, entonces viene el desentusiasmo:<br />
el desánimo.<br />
Quizá el entusiasmo es a la mente<br />
lo que algún platillo puede ser para el<br />
estómago; hay platillos que cuando<br />
se sirven contienen alimentos frescos,<br />
que al comerlos resulta un manjar; sin<br />
embargo, si se dejan a la intemperie,<br />
después de que las moscas y el tiempo<br />
caen sobre ellos, constituyen un platillo<br />
maloliente y desagradable.<br />
El entusiasmo desarrollará su talento<br />
para vivir. Piense que en realidad no<br />
cuenta lo que tenemos, sino como disfrutamos<br />
de aquello que tenemos.<br />
Si le fascina el mundo, entusiásmese<br />
con el mundo.<br />
Si la gente le parece interesante. entusiásmese<br />
con la gente.<br />
Si considera que su vida personal es<br />
preciosa, entusiásmese con su vida.<br />
No se si recuerdan la película aquella<br />
que en español la titularon como «<strong>La</strong><br />
Sociedad de los Poetas Muertos». Se<br />
trata de la vida de unos alumnos en un<br />
colegio de esos de paga.<br />
Hay una enseñanza, a ver si me acuerdo,<br />
que el maestro del grupo, interpretado<br />
en la película por el actor Robin<br />
Williams, les quiere dar a sus discípulos.<br />
Los lleva al salón, pasillo y corredor en<br />
donde se encuentran las fotografías y<br />
álbumes de generaciones anteriores, de<br />
hará quince, veinte o treinta años antes<br />
y les motiva y sensibiliza acerca de los<br />
20
posibles sueños, retos, ilusiones, aspiraciones,<br />
de esos alumnos anteriores, que<br />
quizá sean los padres de algunos de los<br />
alumnos actuales, mismos que los están<br />
viendo, o tal vez se trate de alumnos<br />
que quizá ya habían muerto…<br />
Así, cada quien tiene sus sueños,<br />
ilusiones.<br />
El maestro, en esa película, les define<br />
un disparador para el logro de esos<br />
propósitos: «Aprovecha el día» (Carpe<br />
Diem). Aprovechar el día permite programar<br />
las acciones y tareas que se involucran<br />
y se identifican con los retos y<br />
propósitos de un individuo o individua,<br />
los cuales tenderían a mejorar su vida.<br />
Si a esa intención de superación y<br />
mejora le agregamos otro disparador<br />
que pudiera ser el ingrediente del entusiasmo,<br />
las cosas se darán de una manera<br />
satisfactoria y gratificante.<br />
Espero que la gente conteste «Sí, sí,<br />
sí» a la pregunta que podría plantearse<br />
al abrir los ojos y quizá hasta se esté<br />
uno preguntando: ¿Dónde estoy?<br />
Ahí habría que contestar la pregunta:<br />
¿Estás listo para esto? ¿Estás listo para<br />
todo lo que te va a suceder o te puede suceder<br />
en el día? Y como dijera el chiquillo<br />
del comercial: «y así, todos los días».<br />
Si el entusiasmo penetra en tu vida<br />
(no le hace que te duela), si penetra día<br />
con día, ya la hiciste. ¡Entusiásmate!<br />
Desde siempre el ser humano está sintiendo<br />
el entusiasmo por superarse. Si<br />
no fuera así, no habría progreso.<br />
21
22<br />
TURBINA<br />
CORYMBOSA<br />
Por Alicia Espinosa
Su cuerpo fue hallado en medio<br />
de la calle. Tenía el rostro irreconocible,<br />
agujereado y cubierto de<br />
sangre. Augusta lo encontró. Por fortuna,<br />
no se supo que lo tocaran, sino con<br />
una vara lograron girar el cuerpo boca<br />
arriba. El alarido desgarrador de su<br />
madre verificó su identidad. Sin terror<br />
a contagiarse, su amor materno le dio<br />
los suficientes bríos para cargarlo hasta<br />
su casa y darle un entierro decoroso.<br />
<strong>La</strong> señora se enclaustró más por el dolor<br />
que por prevención, al fin ya había<br />
llorado encima del cuerpo de su hijo.<br />
Era una moribunda y sería en cuestión<br />
de días. En un periquete, sin excepción,<br />
todos huimos y nos recluimos en nuestras<br />
viviendas. Los rumores eran ciertos.<br />
Había llegado. El pánico era excesivo.<br />
Sin cordialidad y rauda se filtraba a través<br />
de las ventanas, puertas y orificios<br />
de quienes no habían reforzado estos<br />
con pañuelos apilados en las cavidades.<br />
Nosotros vivíamos en la parte alta,<br />
desde ahí vimos cómo se apagaban las<br />
luces de algunas casas, otras no volvieron<br />
a encenderse. Los alcanzó. Se murmuraba<br />
que su impacto sería catastrófico,<br />
incluso que podría extinguir toda<br />
forma viviente del planeta. Teníamos<br />
la esperanza de subsistir, participar en<br />
el nuevo restablecimiento mundial.<br />
Desperté antes del amanecer, no sentí<br />
a Augusta a mi lado. Sin la intención<br />
de encontrar algo, me asomé por la ventana.<br />
Ella recogía unas flores en el jardín.<br />
El enfurecimiento me despabiló. Le grité<br />
y asustada corrió a la casa. Adusto le recriminé<br />
su aventura. Sin atender lo que<br />
yo decía, ella rompió en llanto.<br />
—Cuando lo encontré, quise ayudarlo<br />
¡Lo toqué, pero ya estaba muerto!<br />
Su confesión me paralizó. Durante<br />
todo el día permanecí encerrado en<br />
nuestra habitación. Afligido entre pensamientos<br />
de muerte. Ella pasó la tarde<br />
tirada en sillón embebida en delirios<br />
de la existencia, tomando infusión. Al<br />
anochecer entró y exhausta se tumbó<br />
en la cama. Me percaté que dormía imperturbable<br />
y su indolencia me arrulló.<br />
Un estruendo nos despertó. Un tanque<br />
del ejército llegaba. Sentimos toda la<br />
tensión del ayer disiparse y la ilusión<br />
de pertenecer a una humanidad reformada<br />
nos avivó. Estábamos salvados.<br />
Esperábamos órdenes de aquella máquina<br />
de combate, adheridos a la ventana,<br />
sin abrirla. Junto la proyección<br />
de primeros rayos solares se emitió el<br />
siguiente anuncio:<br />
—Estimados pobladores, el gobierno<br />
de la república les recuerda que su<br />
prioridad son ustedes, y su seguridad<br />
es fundamental para nosotros. Hemos<br />
agotado los recursos para rescatarlos,<br />
sin embargo, esta área es considerada<br />
zona de riesgo. Lo lamentamos. Reiterando<br />
nuestro compromiso, esta caja<br />
de medicamentos les ayudará a disminuir<br />
los dolores mortíferos de la agonía.<br />
Han sido excelentes ciudadanos.<br />
Antes de marcharse, el tanque aventó<br />
un arcón. Nos desahuciaron. Como<br />
nosotros quién sabe cuántas poblaciones<br />
habrían declarado en la misma<br />
situación. Yo estaba ensimismado. Augusta<br />
puso un vaso en mi mano.<br />
—No hay nada más qué hacer, vayamos<br />
a pasear. No quiero morir encerrada.<br />
Bebimos un trago profundo de infusión<br />
de ololiuqui y salimos con los ánimos<br />
devueltos. El aire se sentía fresco<br />
desde cualquier sombra. <strong>La</strong> reclusión<br />
nos hizo sensibles a luz del sol, nos pusimos<br />
colorados. Con todo en absoluto<br />
vacío nos sentíamos los dueños de<br />
cada rincón. Eufóricos hicimos el amor,<br />
23
sin vergüenza continuamos nuestro<br />
paseo con poca ropa. Sentimos las miradas<br />
escandalizadas desde las casas<br />
de los todavía sobrevivientes. Ni la contigüidad<br />
con la muerte los separaba de<br />
sus muy afianzados códigos morales.<br />
Augusta en éxtasis gritaba:<br />
—¡Salgan! ¡Qué esperan! ¡De todos<br />
modos nos vamos a morir!<br />
Nadie respondió a su invitación. Continuamos<br />
solitarios en nuestro pueblo.<br />
Como dos ánimas errantes nos partimos<br />
la garganta cantando y bailando<br />
al tarareo de canciones que no recordábamos<br />
bien. Por el cielo surcaba un<br />
avión ¿o una paloma? Augusta me señaló<br />
un cuarteto de cuervos, andando<br />
uno atrás del otro, no vi nada.<br />
Decidimos andar al río para refrescarnos.<br />
Luego de renovarnos en sus gélidas<br />
aguas y rehacer el amor, más tranquilos,<br />
retomamos el camino. Adelante nos encontramos<br />
con unos soldados neófitos<br />
descansando en la sombra de un árbol.<br />
—¿Qué hacen aquí? Están en territorio<br />
peligroso. Necesitan irse —dijo uno.<br />
—Disculpe, mi esposo y yo venimos de<br />
lejos. Se nos descompuso el carro a mitad<br />
del viaje. Buscamos ayuda. ¿Algún<br />
pueblo cercano que nos pueda auxiliar?<br />
24
—Todos los pueblos de región se contagiaron,<br />
nadie sobrevivió —dijo otro.<br />
—¿Y ustedes por qué no se contagian?<br />
Pusieron caras de idiotas. El silencio<br />
les cerró la boca a los militares. En segundo<br />
uno contestó con voz trémula:<br />
—Usted no comprende, señora. Como<br />
trabajadores del gobierno recibimos la<br />
atención adecuada a tiempo. Somos<br />
inmunes. Olvídense de su carro y vengan<br />
con nosotros.<br />
Subimos al tanque con ellos. El sexo<br />
y la caminata nos agotaron. <strong>La</strong> superficie<br />
irregular que atravesábamos nos<br />
mecía. Augusta dormía apacible en mis<br />
brazos. <strong>La</strong> somnolencia me derrocó,<br />
entre sueños recuerdo percibí la conversación<br />
de los militares.<br />
—Escuché que están encima de minas<br />
hinchadas de oro. Los van a volar.<br />
—¿Pero inventar una epidemia mortal?<br />
—Sus casas son todo lo que tienen,<br />
no habría manera de sacarlos. Además<br />
no es nuestro asunto si mueren. Sólo<br />
cumplimos órdenes.<br />
—¿Y qué vamos a hacer con esos dos?<br />
—Lo que se hace con todos los fugitivos.<br />
Desperté. El tanque se había detenido.<br />
Los soldados estaban tirados con la<br />
cara llena de hoyos y ensangrentada.<br />
25
26<br />
CUADRO<br />
AL ÓLEO<br />
Por Guillermo G. Torres
Hace ya algunas horas que amaneció.<br />
Permanezco acostado. Llevo<br />
tres días en este lugar ¿Por qué<br />
sólo recuerdo las primeras horas del<br />
día? ¿Dónde estoy? <strong>La</strong> habitación se<br />
me hace familiar. Frente a mí hay un<br />
cuadro al óleo: una pareja de jóvenes<br />
se abrazan, lo he visto antes. El color<br />
violeta de las paredes me hace sentir<br />
en casa, pero no estoy en casa. ¿Por<br />
qué no recuerdo mi hogar? Hay poca<br />
luz, las cortinas son de color oscuro,<br />
impiden que los rayos penetran con<br />
fuerza. Lo único que no me es familiar<br />
es esa televisión delgada que está debajo<br />
del cuadro. No quiero levantarme.<br />
Estoy seguro de que los jóvenes allá<br />
afuera me verán con mirada burlona.<br />
Fingen conocerme. Si tan solo supiera<br />
por qué estoy aquí. Son extraños. Me<br />
tratan bien, ¿por qué? Me aterra ver los<br />
retratos colgados, ¿quiénes son esos<br />
niños? Intento levantarme pero mi<br />
cuerpo es pesado, demasiado. Tengo<br />
una herida en el brazo. Me siento tan<br />
triste y desolado.<br />
Casi siempre, al dar las nueve, una<br />
joven entra a la habitación y me dice:<br />
«Javier, el desayuno está servido», caigo<br />
inconsciente y, de nuevo, vuelve a amanecer.<br />
Seguramente me duermen con<br />
alguna sustancia contra mi voluntad.<br />
Pasan más minutos. Escucho que<br />
alguien se acerca, la puerta se medio<br />
abre, las palabras se dirigen a mí:<br />
—Javier, el desayuno está servido.<br />
Finjo dormir. <strong>La</strong> cabeza de la joven se<br />
escabulle por donde entró. Es una muchacha<br />
muy atractiva, su mirada era<br />
cautelosa y sus gestos amables. Como<br />
si temiera de algo, de mí. Ha dejado la<br />
puerta entreabierta. Esta vez no vuelve<br />
a amanecer. «Sigo consciente», pienso.<br />
Ahora mis ojos están completamente<br />
abiertos y mi corazón palpita de terror.<br />
No me han sedado todavía.<br />
Por fin logro incorporarme. Pienso<br />
en encender el foco, quizá la luz me<br />
despeje y me dé claridad. No reconozco<br />
éstas sandalias, supongo el dueño<br />
es ese viejo con uniforme militar del segundo<br />
cuadro. ¡Sí! Ésta debe ser su habitación<br />
y ésta debe ser su casa. Esos<br />
niños de ésta otra foto deben ser los<br />
jóvenes de fuera.<br />
Por fuera se escuchan murmullos:<br />
—El desayuno se le enfriará a papá.<br />
¿Papá? Entonces el militar debe ser<br />
su papá. Por fin lo conoceré ¿Por qué<br />
no ha dormido en su habitación? Si<br />
tan sólo pudiese soltar palabras le preguntaría<br />
qué demonios estoy haciendo<br />
aquí. Hace mucho que no puedo hablar.<br />
Los murmullos se hacen más bajos:<br />
—Déjalo, no lo molestes. Dale unos<br />
minutos más.<br />
—¿Crees que esté viendo los cuadros<br />
nuevamente?<br />
—Es lo más seguro. Sería la tercera<br />
vez en la semana.<br />
—Cada vez es más frecuente, me<br />
preocupa.<br />
—Y cada vez dura más.<br />
Estoy aterrado. Siento escalofríos<br />
en todo el cuerpo. Yo soy el que mira<br />
los cuadros. Pienso que hablan de mí.<br />
Jamás había tenido plena seguridad y<br />
certeza en mis pensamientos. Pero si<br />
de algo estoy seguro es que ellos no<br />
son mis hijos.<br />
¡Sí! Fingiré conocerlos y les seguiré<br />
su macabro juego. Esperaré un buen<br />
momento para escapar.<br />
Escucho sollozos:<br />
—Ya tardó mucho en salir... está empeorando...<br />
iré a verlo.<br />
—¡No!, no vayas, es peligroso. Recuerda<br />
la última vez.<br />
27
Odio su patética farsa ¡No me dormirán<br />
otra vez! Tomaré el cuchillo que<br />
guardé en una de las cajas de zapatos<br />
¿Por qué sé de la existencia de este cuchillo?<br />
¿Por qué mi vieja guitarra está<br />
colgada? ¿Por qué la foto de mi difunta y<br />
querida esposa está puesta en la pared?<br />
Este encierro me está enloqueciendo<br />
¡Debo escapar ahora! Antes de que sea<br />
demasiado tarde. No me quedaré otro<br />
día más. No me volverán a dormir.<br />
<strong>La</strong> puerta se abre y alguien entra. Yo espero<br />
escondido detrás. Espero, con la adrenalina<br />
en cada músculo, ansiosamente ver<br />
la silueta adentrarse. Le rebano con precisión<br />
la carótida, el entrenamiento militar<br />
me ha servido, ¿entrenamiento militar? El<br />
cuerpo cae al suelo, la alfombra detiene su<br />
caída. De pronto, un grito ensordecedor:<br />
—¡Papá!, ¡no!, ¡qué… qué hiciste! —el<br />
joven comienza a llorar. Preparo el cuchillo<br />
y le digo:<br />
—¿Por qué chingados me tienen<br />
secuestrado?<br />
En seguida miro la sala principal que<br />
no había podido ver antes. Es la sala de<br />
mi casa, ahí está el sofá y la mesa de<br />
centro con la planta que tanto le había<br />
gustado a mi mujer. He asesinado a mi<br />
hija. Miro hacia abajo, el joven se hinca<br />
y abraza a mi hija que escupe sangre.<br />
Justo como el cuadro.<br />
28
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29
30<br />
TIEMPO<br />
Y ESPACIO<br />
Por Juan Luis Elizarraraz Fernandez
Descubrir vida inteligente en otro<br />
planeta fue uno de los hallazgos<br />
más grandes del siglo XXI, pero<br />
lograr comunicarnos con esa otra especie<br />
avanzada definitivamente se lleva<br />
el primer lugar. Todo gracias a los<br />
avances de la astrofísica y la tecnología<br />
telescópica. A comienzos del siglo ya se<br />
habían creado telescopios capaces de<br />
captar los principales elementos químicos<br />
de los cuales está conformado<br />
cualquier planeta de alguna galaxia lejana.<br />
Gracias a esto se comenzó a buscar<br />
por todo el universo planetas con<br />
porcentajes de elementos químicos<br />
parecidos a los del planeta Tierra.<br />
No paso mucho tiempo antes de que<br />
se encontrara el primero: Kepler-186f,<br />
luego Tau Ceti e y al poco tiempo se<br />
fueron encontrando otros. El siguiente<br />
paso de los científicos fue idear una<br />
manera para mandar una o varias señales<br />
diferentes a estos planetas lo<br />
más potentes y rápidas posibles pues<br />
se encuentran a algunos años luz de<br />
distancia (longitud que recorre la luz<br />
en un año). Fue gracias a esto que se<br />
construyó el Arcadia, el satélite artificial<br />
más grande jamás creado por el<br />
hombre. Capaz de mandar diversas<br />
señales a distintos puntos del universo<br />
a la velocidad de la luz. Cabe resaltar<br />
que debido a las leyes de rigen nuestro<br />
universo nada puede viajar más rápido<br />
que la velocidad de la luz.<br />
Fue así como se mandaron señales a<br />
todos los exoplanetas conocidos hasta<br />
la fecha. <strong>La</strong> señal contiene un poco de<br />
información sobre el sistema solar, nuestro<br />
planeta y del ser humano, así como la<br />
posible localización de nuestro sol. Este<br />
último punto fue complicado pues en el<br />
espacio no hay un punto de referencia en<br />
el cual nos podamos basar para dar las<br />
coordenadas exactas de nuestro planeta.<br />
Lo que se hizo fue describir las galaxias<br />
que rodean a la Vía Láctea y las estrellas<br />
que rodean nuestro sol.<br />
No se esperaban señales de respuesta<br />
hasta dentro de 22 años (si es que las había)<br />
pues el exoplaneta más cercano era<br />
Tau Ceti e, encontrándose a 11 años luz<br />
de distancia. Fue una sorpresa para todo<br />
el mundo, en especial para la comunidad<br />
científica, cuando después de 12 años de<br />
haber mandado las primeras señales se<br />
obtuvo una respuesta. Era imposible, a<br />
menos que alguna de estas se hubiera<br />
interceptado en el camino, pero si este<br />
no era el caso, se estarían desafiando las<br />
leyes que rigen el universo.<br />
El mensaje estaba en código binario<br />
por lo que se concluyó que esta raza al<br />
parecer más avanzada que la nuestra,<br />
poseía tecnología similar. El mensaje<br />
contenía una posible ubicación de manera<br />
similar a la utilizada por los astrofísicos<br />
hace 12 años por lo que se pudo<br />
deducir que provenía de Tau Ceti e, no<br />
contenía información sobre su especie<br />
ni su sistema solar, lo que contenía era<br />
información con conocimientos más<br />
avanzados para poder comunicarnos<br />
de la misma manera que ellos.<br />
Se explicaba que el universo está<br />
conformado por hilos y ligas por así decirlo,<br />
los cuales rigen todas las leyes del<br />
universo, pero que había una manera<br />
de aprovecharse de su estructura para<br />
que las señales viajaran 10 veces más<br />
rápido de lo normal. Se modifico el Arcadia<br />
para que pudiera enviar señales<br />
de la misma manera que los Tautianos<br />
(nombre que se le dio a la especie del<br />
planeta Tau Ceti e). El mensaje que<br />
se envió agradecía los nuevos conocimientos<br />
y solicitaba información sobre<br />
su planeta y su especie.<br />
31
Pasaron dos años y se recibió una<br />
segunda señal de los Tautianos, los medios<br />
de comunicación presionaban a las<br />
agencias espaciales para que transmitieran<br />
el mensaje en vivo, pero la ONU<br />
lo prohibió, era un tema delicado pues<br />
no se sabía que esperar de una especie<br />
avanzada distinta a la nuestra. Para sorpresa<br />
de todos los científicos, el mensaje<br />
no poseía nada de la información<br />
solicitada. Básicamente el mensaje era<br />
de auxilio, el planeta estaba al borde de<br />
la destrucción debido a la sobreexplotación<br />
de sus recursos naturales.<br />
Por los siguientes años se siguieron<br />
intercambiando mensajes a manera<br />
de señales binarias. Era una especie<br />
bastante parecida a la nuestra, no en el<br />
aspecto físico, sino en la manera en la<br />
que se desarrollaba la vida. Tenían familias,<br />
labores sociales, comerciaban,<br />
etc. Pero también poseían los mismos<br />
defectos que nuestra especie: eran envidiosos,<br />
tenían entre ellos guerras y no<br />
cuidaban su planeta de manera sustentable.<br />
Esto fue lo que los llevo al borde<br />
de la extinción.<br />
Ir hasta el planeta Tau Ceti e era una<br />
tarea imposible, los Tautianos lo sabían,<br />
ellos decían que su especie estaba destinada<br />
a perecer. Lo que querían era<br />
transmitirnos sus conocimientos científicos<br />
para que estos no se perdieran en<br />
el tiempo y espacio, pero eran demasia-<br />
32
dos como para mandarlos por el medio<br />
de comunicación actual y el tiempo se<br />
les acababa pues solo quedaba el 1% de<br />
su población y todos estaban enfocados<br />
en encontrar la manera de hacernos llegar<br />
los conocimientos.<br />
Se determino que si se mandaba la<br />
señal de manera normal (obedeciendo<br />
las leyes del universo) esta podía ser lo<br />
suficientemente grande como para entregarnos<br />
toda la información que nos<br />
querían transmitir. Nos avisaron que<br />
la señal había sido lanzada con éxito y<br />
que la esperáramos dentro de 11 años.<br />
Se consiguieron mandar y recibir dos<br />
mensajes más en los cuales se preguntaban<br />
las dudas más concurrentes de<br />
los científicos y de la humanidad en general,<br />
pero después de mandar la tercera<br />
señal con preguntas no se volvió a<br />
recibir respuesta alguna.<br />
Ya han pasado 11 años desde que los<br />
Tautianos nos mandaron la señal con<br />
sus conocimientos, todos los científicos<br />
y medios de comunicación están<br />
a la espera de la señal. Pero han surgidos<br />
algunas preguntas sin resolver:<br />
¿Qué fue de los Tautianos?, ¿Acaso nos<br />
espera un destino similar al suyo? y<br />
si sí ¿Correremos la misma suerte de<br />
ellos al encontrar una especie a la cual<br />
transmitirle nuestros conocimientos o<br />
nuestra especie quedara perdida en el<br />
tiempo y espacio?<br />
33
SOBRE LA<br />
ESCRITURA Y<br />
LA ORATORIA<br />
Por Eduardo S. Imbaquingo B<br />
Hablar de un material corpóreo no<br />
es lo mismo que hablar de las intenciones<br />
que instan a un sujeto<br />
operatorio a modificar tales materiales<br />
con finalidades técnicas, las cuales serán<br />
ora aplicadas, ora desechadas. Ni<br />
tampoco un material es lo mismo que las<br />
técnicas aplicadas sobre ella, por obvias<br />
razones. Una cosa es hablar de la Gramática<br />
como un dirigente estructural de la<br />
lengua para comunicar un objeto, y otra,<br />
34<br />
de los fenómenos intrínsecos a la lengua<br />
y su aplicación, sean mencionados, por<br />
ejemplo, los metaplasmos y la retórica.<br />
No diremos que la finalidad de la Gramática<br />
sea volverse retórica, ni que la pronunciación<br />
esté destinada a convertirse<br />
en un metaplasmo. Es la intervención de<br />
un fenómeno operatorio externo a los<br />
objetos mismos que componen la Gramática,<br />
aquel que suscita semejantes<br />
modificaciones en ellos.
Entonces, concluiremos que el habla<br />
oral y escrita no depende el uno<br />
del otro para constituirse formalmente<br />
en un determinado individuo. Sin<br />
embargo, nuestra visión no se opone a<br />
las estructuras mediatas del lenguaje<br />
(objetivas); usualmente alteradas en la<br />
inmediatez por un determinado error<br />
en el habla oral, que se suele pasar<br />
desapercibido y hasta se consiente (los<br />
metaplasmos; estructuras subjetivas).<br />
No obstante, al ser posible el habla<br />
oral al margen de la escrita, consideraremos<br />
la escritura como referenciada<br />
a los objetos-externos que designan<br />
las palabras dibujadas. Lo que no implica<br />
la imposibilidad de términos que,<br />
abarcados por otros, o abarcadores de<br />
otros, designen otras palabras y sentidos<br />
relacionados mucho más amplios,<br />
que generan así, gnoseológicamente:<br />
ideas, creencias y prejuicios. Lo gno-<br />
35
seológico no modifica la materia, sino<br />
que lo mide con la precisión en que<br />
sea necesario para una determinada<br />
función. Razón por la cual, no todo teorema<br />
es aplicable a cualquier situación.<br />
Teoremas Químicos no vendrían a ser<br />
similares a los Métodos Filológicos, ni<br />
funcionales en cualquier campo.<br />
Lo mismo con la técnica de aplicación,<br />
que no siempre resulta aplicable,<br />
aunque no por ello pierda su carácter<br />
de técnica pero sí de aplicabilidad. Los<br />
datos materiales recolectados por el<br />
sujeto operatorio de su entorno, las<br />
fuerzas físicas implicadas entre el coaccionar<br />
de los cuerpos involucrados en el<br />
fenómeno percibido, y la comprobación<br />
de los distintos teoremas o hipótesis<br />
empleados para la medición: resultan<br />
fundamentales para cualquier proceso<br />
que pueda denominarse lógico.<br />
De aquí, partimos para decir que antes<br />
hay significancia de los objetos percibidos,<br />
para luego, en su relación lógica<br />
con otros fenómenos reflexionados,<br />
brindarles un sentido que nos permita<br />
interpretarlos, de tal modo que poseamos<br />
un conocimiento sobre los mismos.<br />
El sentido varía lo mismo que la significancia<br />
de algo, puesto que hay variedad<br />
de objetos, así como variedad de análisis<br />
categoriales que pueden asignársele<br />
a un mismo objeto: conseguir que una<br />
hipótesis categorial tenga coherencia<br />
con la realidad, es labor del científico;<br />
conseguir que los juicios y las ideas sobre<br />
la materia y la realidad no se desborden<br />
más allá de lo que propiamente son,<br />
implica una tarea más bien propia del<br />
filósofo. No negamos, sin embargo, que<br />
ambas identidades puedan ir juntas en<br />
el mismo sujeto operatorio.<br />
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LOS<br />
CONCERTANTES<br />
Por Amilcar R. Cal<br />
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Desde la torre sur podemos ver<br />
toda la llanura y el arroyo que<br />
lo atraviesa. Solo un poco más<br />
allá está el bosque. Árboles inmensos<br />
que enredan sus ramas hasta formar<br />
bóvedas impenetrables por los soles<br />
en el cielo. <strong>La</strong>s monstruosas raíces, de<br />
varios metros de grosor, sobresalen<br />
sobre tierra y se retuercen entre ellas<br />
configurando enmarañados laberintos<br />
donde fácilmente cualquiera podría<br />
extraviarse. Solo dos veces habíamos<br />
llegado hasta los límites del bosque.<br />
Nos aventuramos a entrar unos pocos<br />
metros, pero no es ese el objetivo de<br />
nuestra misión. Nos limitamos a recoger<br />
muestras y a marcar algunos senderos.<br />
Nuestros objetivos están al norte,<br />
en los linderos del lago y alrededor<br />
de las extrañas formaciones calcáreas.<br />
Pero por alguna inescrutable razón a<br />
mí me atrae aquel sitio, se me escapan<br />
los ojos contemplando tales parajes<br />
inundados de extraños perfumes y con<br />
una insólita claridad que parece provenir<br />
de las entrañas mismas de la tierra.<br />
Llevamos seis meses en este lugar. Un<br />
planeta perdido en la maraña de sistemas<br />
de Andrómeda. Formamos parte<br />
del enjambre de exploradores que nuestra<br />
corporación mantiene desperdigados<br />
por los principales cuerpos celestes<br />
bajo su área de mecenazgo, en busca de<br />
blancos comerciales o plazas prometedoras<br />
donde desarrollar después sus<br />
planes de inversiones. Ya he hecho este<br />
trabajo otras veces. Dinero fácil y experiencias<br />
para llenar un morral.<br />
Hace cuatro días escuché el primer<br />
sonido. Una especie de rumor que parecía<br />
inundar la débil brisa. Al principio<br />
me pareció que podría ser cualquier<br />
cosa, incluso el paso del viento entre<br />
los riscos. Pero pronto percibí que era<br />
algo distinto. El murmullo dio paso a<br />
unos silbidos perfectamente identificables.<br />
Provenían del sur, de aquel bosque<br />
oscuro.<br />
Preparamos una exploración. Cuatro<br />
hombres nos alistamos y salimos en<br />
aquel rumbo. Al acercarnos nos percatamos<br />
de que los silbos adquirían diferentes<br />
tonalidades, sonaba como una<br />
música nacida de la espesura. Levantamos<br />
el campamento en los límites del<br />
bosque. Dedicamos todo el día siguiente<br />
a introducirnos entre las gigantescas<br />
raíces para rastrear el origen de aquellas<br />
intrigantes cadencias. Para nuestra<br />
sorpresa los silbos se multiplicaron,<br />
aparentaban venir de todas partes. Seguíamos<br />
la dirección correcta con meticulosidad,<br />
pero cuando estábamos<br />
próximos el silbido callaba para renacer<br />
enseguida en otro sentido, más allá<br />
de nuevos muros de raíces. Uno de los<br />
nuestros hizo notar el detalle de que<br />
quizás estaban jugando con nosotros,<br />
o peor aún, de que intentaban atraernos<br />
al interior de la selva. Esta idea me<br />
sobrecogió. ¿Existe alguna clase de<br />
vida inteligente en este planeta ignoto?<br />
¿Especies que desconocemos y que<br />
ahora se muestran para darle un vuelco<br />
inesperado a nuestra misión?<br />
No quisimos adentrarnos en la selva<br />
más de lo que nos dictaba la sensatez,<br />
así que cuando los rumores resurgían<br />
más al sur volvíamos sobre nuestros<br />
pasos. Por la noche, mientras dormitábamos<br />
sobre nuestras mantas, un<br />
dulce gorjeo como de palomas empezó<br />
a escucharse. Alguien dijo que nos estaban<br />
arrullando con una canción de<br />
cuna. No sé cómo algunos de mis compañeros<br />
pueden bromear con un asunto<br />
tan serio como el que nos ocupa. Yo<br />
fui el único que me mantuve en vela<br />
39
la mayor parte de la noche. Cuando el<br />
alba despuntó me sentí cansado, mis<br />
piernas no tenían ánimo para lanzarse<br />
durante aquella jornada a una aventura<br />
prolongada. Aún así me incorporé a<br />
la tropa.<br />
Nos introducimos por un nuevo trillo,<br />
más al oeste que los explorados ayer.<br />
Pronto la claridad de afuera cede paso<br />
a una penumbra. Avanzamos muchos<br />
metros, las raíces forman un túnel de<br />
paredes compactas. Nunca la oscuridad<br />
llega a ser absoluta, es evidente<br />
que alguna especie de luz emana de<br />
entre las raíces. Mis acompañantes se<br />
detienen junto a una formación en el<br />
camino. Es alguna especie de musgo<br />
bioluminiscente, de estructura porosa.<br />
Encontramos más de ellos a medida<br />
que avanzamos. El grupo se detiene<br />
para examinar estos hallazgos, pero<br />
yo sigo el recorrido como hipnotizado<br />
ante lo recóndito.<br />
El túnel se va estrechando, parece<br />
un embudo que quiere llevarme a alguna<br />
parte. Los silbidos reaparecen con<br />
más fuerza, adquieren diferentes tonos<br />
hasta convertirse en una melodía re-<br />
40
conocible, una sonata que escuché en<br />
alguna parte. Al final del túnel percibo<br />
una claridad notoria. Apuro los pasos<br />
y desemboco en un claro en medio del<br />
bosque. <strong>La</strong>s raíces se han hundido en<br />
la tierra, y ahora me encuentro en medio<br />
de formaciones vegetales que parecen<br />
palmeras. En la copa de los delgados<br />
troncos puede verse una especie<br />
de domo, un cascarón de tonalidades<br />
rojizas que me recuerda una flor. Los<br />
silbos salen de estos cascarones, pero<br />
ahora con una pureza inusitada. Cada<br />
«palmera» me recuerda un instrumento<br />
diferente. Flautas, clarinetes, fagots,<br />
trombones. Una orquesta interpretando<br />
todo un concierto en medio de una<br />
selva sideral.<br />
Una de las «palmeras» se inclina hacia<br />
mí. En la punta del cascarón dos labios<br />
negros se abren. Detrás percibo un<br />
complejo entramado de líquenes, hongos<br />
y un espumarajo chorreante. <strong>La</strong><br />
música me tiene paralizado, no puedo<br />
ni pestañar. El domo abierto me cubre.<br />
Antes de que se cierren creo percibir<br />
uno de los acordes de un divertimento<br />
de Stravinski.<br />
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42<br />
EL<br />
ALZAMIENTO<br />
Por K. Phylaso
A<br />
pesar de haber sido creada para<br />
una función bien distinta, hace<br />
años que tan sólo me dedico a la<br />
guerra, a la protección de mi tribu y a<br />
las guardias de noches inacabables.<br />
Mi raza vive en Comarcas. Los humanos,<br />
hace tiempo que dejé de saberlo.<br />
<strong>La</strong> Comarca en la que vivo se llama<br />
Ágdalon, y cumple mayormente la función<br />
de preparar tantos hombres como<br />
sea posible para la batalla.<br />
En cada Comarca hay al mando un Mayor,<br />
que es nuestro mentor, nuestro consejero<br />
y a las veces nuestros curandero.<br />
Es el más viejo y más sabio de todos, el<br />
que más duras historias ha sufrido, a la<br />
par que remedios ha descubierto.<br />
El Mayor de Ágdalon posee conocimientos<br />
en alquimia y medicina. Él nos<br />
protege y educa, nos alienta e insufla<br />
ánimos, y repele con todo su ser la lucha.<br />
El Mayor nos instruye para defendernos,<br />
no para matar.<br />
Ése había sido siempre mi pensamiento,<br />
hasta aquella fatídica noche, en<br />
que me confesó que los humanos habían<br />
acabado con Ehdin, mi compañero.<br />
Ahora mi posición era bien distinta.<br />
Formé una pequeña comitiva, de no<br />
más de quince guerreros, que acudieron<br />
junto a mí a reconocer el terreno…<br />
Aunque poco había ya que pudiéramos<br />
reconocer. Cuantas casas habíamos<br />
construido para los niños, sus escuelas,<br />
sus parques y sus bibliotecas… No<br />
quedaba nada de ello, más que fuego<br />
y cenizas.<br />
Algunos lloraron al ver los cadáveres.<br />
Otros no supieron reaccionar.<br />
Había Carroñeros recogiendo los<br />
miembros de esquejes fallecidos, aún<br />
útiles para ser utilizados en otros, enfermos<br />
o a quienes les faltara una parte<br />
tras haberla perdido en combate.<br />
Los Carroñeros eran grupos de esquejes<br />
hiena o buitre, que cumplían<br />
una gran labor en nuestra familia a pesar<br />
de lo repugnante que era a simple<br />
vista lo que hacían.<br />
El cuerpo de Ehdin, si seguía entre<br />
los escombros, no lo hallé. Mis ojos se<br />
encontraban demasiado turbios como<br />
para poder fijarse en cuanto había.<br />
Al regresar al Castillo Lunar, me excusé<br />
con el pretexto de necesitar unas horas<br />
de sueño, y allí, sola, amparada en<br />
las sombras y la tristeza, lloré cuanto<br />
había callado desde la noche anterior,<br />
cuanto no había podido confesar ante<br />
nadie, cuando aquel dolor que aún atenazaba<br />
mi pecho, comenzó a asfixiarme<br />
y a no dejarme pensar con claridad.<br />
Ehdin no vendría aquella noche a nuestro<br />
cuarto, y ver aquel enorme colchón<br />
en el suelo tan sólo hacía que mis lágrimas<br />
brotaran con más rabia.<br />
¿A cuánto horror estaban dispuestos<br />
los humanos a recurrir para salirse con<br />
la suya? ¿Qué intentaban demostrar<br />
con aquellos macabros actos?<br />
Hubo un momento, demasiado confuso<br />
el respirar de mi corazón envenenado<br />
de pena, con la suave brisa que<br />
se filtraba por la ventana, en que me<br />
dormí, cayendo en una agobiante pesadilla<br />
de la que no desperté hasta horas<br />
más tarde, sudada y agitada.<br />
Seguía siendo tan de noche como<br />
cuando decidí retirarme a mi cuarto.<br />
A partir de entonces sería mi cuarto,<br />
pues ya no era nuestro. Ya no había un<br />
quien con el que compartirlo.<br />
Ellos lo habían matado.<br />
Había dormido sobre el colchón, sin<br />
molestarme por taparme siquiera. Quizá<br />
intentaba hacerme daño físico, para<br />
tratar de aliviar el mental, pero de ser<br />
así lo había logrado; estaba congelada.<br />
43
Tomando una larga capa de invierno,<br />
la coloqué sobre mis hombros y mi<br />
largo cuerpo, y cubrí cuanto pude mis<br />
patas traseras, y parte de las delanteras.<br />
Recogí mi largo cabello y me coloqué la<br />
capucha, de la que salían, por sendos<br />
agujeros, mis grandes orejas de caballo.<br />
Hubo un tiempo en que me avergoncé<br />
por ser lo que era. Un monstruo, un invento,<br />
una aberración, un experimento, un…<br />
montón de restos. Un esqueje. Así nos<br />
habían bautizado ellos. Y ahora su descalificativo<br />
era nuestra bandera, nuestro<br />
nombre de honor para nuestra tribu.<br />
Hacía décadas que había dejado de<br />
compadecerme por mi aspecto. Ahora<br />
mi aspecto soy yo y, al contrario, me<br />
siento orgullosa por representar la pureza<br />
de un ser tan noble.<br />
—No debes sentirte avergonzada…<br />
Ellos te temen por ser superior —decía<br />
Ehdin, acariciando mis orejas, que siem-<br />
44
pre permanecían escondidas bajo una<br />
capucha—. Eres hermosa, Ilaria, por<br />
dentro y por fuera. Y algún día ellos se<br />
darán cuenta…<br />
El recuerdo dolía. Dolía tanto como<br />
su pérdida. Bueno, mentía. No sabía<br />
qué era peor, si recordar cada momento<br />
vivido a su lado, o cada instante en<br />
que ahora ya no estaría junto a mí.<br />
Ehdin no habría querido verme enloquecer<br />
buscando venganza. Ehdin no<br />
querría que me alistara la primera, para<br />
encabezar la mayor rebelión jamás acontecida<br />
en la historia, nuestra historia. <strong>La</strong><br />
historia de los esquejes, que jamás deberíamos<br />
haber sido creados. Ehdin no…<br />
—Ehdin no está —murmuré, con rabia,<br />
dejando que las palabras escaparan por<br />
entre mis dientes firmemente apretados—.<br />
No importa lo que Ehdin no quiera,<br />
porque no está —me repetí—. Ellos lo<br />
mataron. Y yo los mataré a ellos.<br />
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46<br />
SELFIES<br />
Por Jorge Hugo Veneciano
A<br />
cambio de una vida, apenas un<br />
archipiélago de imágenes, una<br />
sucesión de selfies. De instantáneas<br />
jubilosas encaramadas sobre<br />
una montaña de pesares. <strong>La</strong> Sole tiene<br />
diecinueve años. A veces, cuando<br />
el desamparo la agarra con la guardia<br />
baja, pareciera que menos, y a punto<br />
de quebrarse. Otras veces, cuando se<br />
recompone, pareciera que más.<br />
Ataviada sólo con una minúscula tanga<br />
roja que dibuja el contorno suave de sus<br />
glúteos morenos, la Sole se acomoda ante<br />
el espejo el pelo negro y vuelve a sonreír<br />
para sí. Aunque —ella lo sabe—, también<br />
para otros. <strong>La</strong>rgo y sedoso, el cabello se derrama<br />
sobre los hombros desnudos y la primera<br />
elevación de los senos cargados de<br />
leche. Practica gestos, sonrisas, miradas ingenuas,<br />
caritas pícaras, enojos y trompitas.<br />
El crío vuelve a llorar y asoma las manitas<br />
por sobre el borde de la cuna despintada.<br />
Se vuelve hacia él con una mezcla<br />
de fastidio y ternura, lo levanta y se lo<br />
prende a la teta hinchada sin ocultar su<br />
impaciencia. Al cabo de unos minutos<br />
el bebé se duerme nuevamente y la<br />
Sole lo regresa a la cuna.<br />
El cuarto es asfixiante. A sus dimensiones<br />
reducidas se suma el desorden<br />
y una atmósfera de encierro. Selfies.<br />
Imágenes. <strong>La</strong> vida como fogonazos. <strong>La</strong><br />
cama de una plaza destendida. <strong>La</strong> cuna<br />
contra la pared, sobre una gastada cajonera.<br />
Dos banquetas con el tapizado<br />
rajado, cubiertas por ropa sucia. El eco<br />
de los gritos de Alcira, su madre (¡No me<br />
traigás más el pendejo para que te lo<br />
cuide! Como si yo no tuviera demasiado<br />
con mis propios quilombos…). Selfies.<br />
Imágenes. Cajas con pañales y ropa de<br />
bebé. Envases de leche en polvo. Mamaderas<br />
y vasos plásticos. En un rincón el<br />
televisor encendido permanentemente,<br />
porque «aunque el bebé no entienda, lo<br />
entretiene, le hace compañía». <strong>La</strong> mirada<br />
torva de doña Azcurra, la dueña del<br />
cuartucho, por el atraso de dos meses<br />
en el alquiler. El secreto anhelo de alcanzar<br />
la fama, de aparecer en la tele,<br />
aunque sea por un instante.<br />
En la pared adyacente a la que está<br />
adosada la cama, una improvisada cómoda<br />
con el espejo trizado en un costado.<br />
Allí la Sole ensaya nuevamente<br />
caritas y vuelve a acomodarse el pelo<br />
después de repasar con un trapo el<br />
pezón succionado por el bebé. Ya lista,<br />
recoge el teléfono móvil y dispara<br />
media docena de veces hacia su rostro<br />
sonriente, cuidando que las tomas no<br />
denuncien las paredes descascaradas<br />
y húmedas. Cruza luego hasta la mesita<br />
con la Tablet y descarga las selfies.<br />
<strong>La</strong>s examina una y otra vez, y selecciona<br />
las tres que la conforman más para<br />
subir al Face.<br />
En ese mundo virtual ella, la Sole, es<br />
Yénifer Sombra, una jovencita desinhibida<br />
que incorpora a diario fotos subidas<br />
de tono para cientos de seguidores<br />
que vuelcan comentarios que oscilan<br />
inexorablemente entre la vulgaridad y<br />
lo bizarro. Es en esos momentos cuando<br />
la Sole duda y quiere ser Yénifer,<br />
sólo Yénifer. <strong>La</strong> de las selfies devoradas<br />
por sus seguidores. <strong>La</strong> del «¡Pendeja,<br />
mandame por mensaje privado fotitos<br />
que me calienten!». «Guacha, subime<br />
fotos con la tanguita negra, y vayamos<br />
arreglando el precio!».<br />
Y entonces se pone la pollerita corta<br />
y ceñida color turquesa, un top negro<br />
que libera su cintura y aprieta los senos<br />
turgentes, con dos botoncitos que nunca<br />
prende. Levanta un poco el volumen<br />
del televisor antes de salir, para que el<br />
crío no la extrañe. Con algo de suerte<br />
47
y un par de clientes cada día, en poco<br />
tiempo podrá juntar para saldar un<br />
mes del alquiler y tranquilizar a doña<br />
Azcurra. El crío llorará de a ratos, pero<br />
se terminará acostumbrando a esas escapadas<br />
cotidianas. Hasta que le salga<br />
algo mejor, piensa la Sole, que así vestida<br />
es ya la Yénifer.<br />
Un par de días más tarde, cuando la<br />
policía, acompañada por doña Azcurra,<br />
abre el cuarto, el olor dulzón a mierda<br />
y leche en polvo les voltea la cara. Un<br />
enjambre de moscas circunda la cuna.<br />
Desde el rincón el televisor sigue destellando<br />
imágenes. Una mujer policía,<br />
apretando la boca, espanta las moscas<br />
y con la mirada confirma el desenlace<br />
a los demás. Cubre el pequeño cadáver<br />
con una toalla mientras en la tele por<br />
enésima vez, sin pudor, se corporiza la<br />
desnudez de la Sole, semienterrada en<br />
un baldío. En el vértice superior derecho<br />
de la pantalla, en un recuadro, la foto<br />
borrosa del presunto femicida. Doña Azcurra<br />
refunfuña mordiendo las palabras:<br />
«¿Y ahora quién carajo me va a pagar los<br />
dos meses de alquiler?». Selfies. Imágenes.<br />
Los agentes colectando pruebas.<br />
Pidiendo instrucciones por teléfono.<br />
Los primeros fotógrafos. <strong>La</strong> histeria artificiosa<br />
de Alcira. Vecinos que fingen indignación.<br />
<strong>La</strong> mirada curiosa de alguna<br />
otra Sole que quiere ser Yénifer. Y la tele<br />
que, insaciable, pide más.<br />
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49
EL ENSAYO<br />
FILOSÓFICO<br />
Por Eduardo S. Imbaquingo B.<br />
Toda idea tiene que ser referenciada<br />
hacia un determinado punto.<br />
No podemos configurar una<br />
estructura filosófica, basada en una<br />
simple relación monista entre términos<br />
desligados de un referente con el<br />
cual contextualizarse. Éste referente<br />
será unas veces el espacio-tiempo particular<br />
que rodee a un acontecimiento<br />
determinado (como es el caso de la<br />
Historia y el Lenguaje), otras, el mismo<br />
50<br />
objeto que intenta delimitarse a sí, mediante<br />
su referencia con otros objetos<br />
que le sean inherentes: como la clasificación<br />
de los elementos químicos.<br />
Un contexto para la idea de causa-efecto,<br />
por ejemplo, vendrían a ser<br />
las líneas causales de las que habló<br />
Russell; líneas causales que siguen una<br />
trayectoria definida y que no son equivalentes<br />
a otras líneas causales, y es<br />
que recordemos: no todo efecto tiene
la misma causa, y así, no toda causa<br />
produce cualquier efecto.<br />
Consideramos que el mayor error<br />
en la Filosofía, ha sido tratarla como<br />
si fuese un cuerpo homogéneo solamente<br />
retórico, solamente oratorio o<br />
simplemente lingüístico y filológico<br />
(lo que no implica negar que su origen<br />
sea literario y textual). No negamos la<br />
existencia de escuelas o corrientes que<br />
puedan generar ciertas Instituciones,<br />
cuya filosofía corporativa será considerada<br />
«Administrada»; distinta de la<br />
«mundana», por ejemplo. Señalaremos<br />
a la Filosofía escolástica como un exponente<br />
clásico, en contraposición al<br />
existencialismo iniciado por Sartre.<br />
Afirmamos que para escribir un ensayo<br />
filosófico lo menester consiste<br />
en dar un trato claro y sistemático al<br />
lenguaje, así como presentar un estudio<br />
investigativo de la lengua y de la<br />
51
Historia; sin embargo, entendemos al<br />
elemento lingüístico como subordinado<br />
a las ciencias de primer orden, sean<br />
éstas lógicas o corpóreas. Un ejemplo<br />
simple: aunque pueda enunciar la oración,<br />
si estoy en un punto de la tierra y<br />
lanzó algo al suelo, éste irá hacia arriba,<br />
eso no quiere decir que el mismo<br />
enunciado sea posible, ya que toda evidencia<br />
registrada por nuestro sentido<br />
común, nos indica que no es así.<br />
Una relación de orden es distinta de<br />
una clasificación; aunque estén intrínsecamente<br />
relacionadas. Una relación de<br />
orden produce distintas organizaciones<br />
de los mismos elementos, como 2 3 =8 y<br />
3 2 =9, los mismos elementos (números)<br />
producen distintas equivalencias, puesto<br />
que sus relaciones están distribuidas<br />
en un orden distinto.<br />
<strong>La</strong> clasificación, por otra parte, requiere<br />
el previo conocimiento de ciertas<br />
relaciones de orden entre diversas especies,<br />
cuyas conexiones y transformaciones<br />
(y por ende, el conocimiento de los<br />
mismos), determinaran la precisión de<br />
una clasificación determinada, sea por<br />
convenio, sea por comprobación. Por<br />
ejemplo, la clasificación de los elementos<br />
químicos, creada por Mendeléev.<br />
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54<br />
DESDE EL<br />
MÁS ALLÁ<br />
Por Esteban Miranda Ríos
Juzgado civil 17<br />
Juicio No. 3482<br />
Sesión ordinaria: audiencia de sentencia<br />
(Se hace uso del transmisor de voz<br />
interdimensional, mejor conocido<br />
como el invocador. Se deja constancia<br />
en el acta).<br />
Se le pide al testigo dar su versión en el<br />
lapso de sesenta minutos, según el decreto<br />
8743 del año 2136, el cual hace referencia<br />
al uso de artefactos de ondas transmisibles<br />
a escala de cuatro dimensiones.<br />
El juez indica a la fiscalía encender el<br />
aparato y ubicarlo en el estrado.<br />
—¿Jura decir toda la verdad?<br />
—Sí, juro decir toda la verdad.<br />
—Diga su nombre y apellido.<br />
—Kaleth Reus.<br />
—¿De qué Colonia?<br />
—Colonia X3, Luna 7.<br />
—¿Profesión?<br />
—Minero de asteroides y planetas<br />
pequeños.<br />
—¿Conoce usted al acusado?<br />
—Sí, Su Señoría.<br />
—¿De dónde lo conoce?<br />
—Es mi asesino<br />
—De eso es de lo que se le acusa al<br />
implicado, asesinato en primer grado.<br />
Por falta de pruebas la fiscalía ha solicitado<br />
su versión de los hechos por<br />
medio del invocador, con la respectiva<br />
aprobación de los magistrados plenipotenciarios<br />
del sector judicial delta<br />
siete. Se le solicita cuente su versión de<br />
los hechos, ciñéndose estrictamente a<br />
lo ocurrido y de la forma más detallada<br />
posible. ¿Le queda claro?<br />
—Sí, Señor Juez, me queda claro.<br />
—Entonces adelante.<br />
—Era seis de septiembre y debían ser las<br />
dos de la tarde, pues yo me encontraba<br />
en el hangar preparando todo para salir a<br />
trabajar. Mi turno comenzaba a eso de las<br />
tres. <strong>La</strong> compañía en la que trabajaba en<br />
vida es pequeña, solo diez mineros, pero<br />
todos muy buenos y, además, no me iba<br />
nada mal. Tuve que ir a la bodega porque<br />
mi nave necesitaba un repuesto. Nada<br />
grave, una arandela que se había extraviado<br />
en mi último viaje. <strong>La</strong> bodega está<br />
finalizando el hangar, hay que bajar unas<br />
escaleras para llegar a ella. Es un pequeño<br />
cuarto lleno de partes de naves y cosas así,<br />
en la bodega me dio un poco de dificultad<br />
encontrar la dichosa arandela por todo el<br />
desorden, hasta que pude ver unas cuantas<br />
en una pequeña caja ubicada en lo<br />
más bajo de un estante. Tomé una y fui de<br />
nuevo al hangar.<br />
—¿Eso es todo?<br />
—Así es, Señor Juez.<br />
—¿Volvió después por otra cosa?<br />
—No, Señor Juez, puse la arandela en<br />
su sitio y despegué al instante.<br />
—¿Puede decirme entonces cuando<br />
fue asesinado?<br />
—Señor Juez, me temo que no puedo<br />
hacerlo.<br />
No tenía ni la menor idea de lo que<br />
estaba pasando. El invocador iba a<br />
ser la prueba irrefutable del asesinato,<br />
después de haber conseguido la autorización<br />
todo debía ser pan comido. No<br />
existía ningún precedente de falla con el<br />
artefacto, pero aquí nos encontrábamos.<br />
—Señor Juez, solicito que la fiscalía pueda<br />
realizarle algunas preguntas al testigo.<br />
—Concedido.<br />
—Muchas gracias, Su Señoría. Ahora<br />
bien, usted relata que fue a la bodega<br />
en búsqueda de una arandela que le<br />
faltaba a su nave. Según los informes,<br />
esa arandela fue extraída en el hangar<br />
después de su último turno, ya que el<br />
escaneo de rutina muestra normalidad<br />
horas después del aterrizaje. Los infor-<br />
55
mes de la fiscalía también dan cuenta<br />
de que su cuerpo fue encontrado en la<br />
bodega el día ocho de septiembre por<br />
un compañero suyo, tenía usted doce<br />
puñaladas en el tórax. Los forenses establecieron<br />
que su muerte fue a las dos y<br />
quince de la tarde. Ni un minuto más, ni<br />
un minuto menos. ¿Cómo es posible que<br />
haya podido realizar su turno de las tres<br />
de la tarde, cuando a esa hora ya debía<br />
estar muerto o, mejor dicho, asesinado?<br />
Respiré profundo, cada palabra era<br />
medida con precisión. Vi que el acusado,<br />
el cual hasta ahora notaba, mostraba<br />
una mueca repugnante. Parecía victorioso.<br />
Por unos segundos el invocador<br />
permaneció en silencio, después se escuchó<br />
estática y por último se oyó la voz<br />
de la víctima que ahora hacía de testigo.<br />
—Siento mucho el mal entendido. Ese<br />
día me reporté enfermo, no sé por qué<br />
dije lo de la arandela, debió pasarme<br />
otro día. A veces el trabajo te fatiga hasta<br />
esos niveles. Creo que fue un desliz.<br />
Aquel día estuve en mi casa recuperándome<br />
de una fuerte virosis.<br />
—Pero usted fue asesinado ese día en<br />
la bodega, ¿estoy en lo cierto?<br />
—Totalmente.<br />
—Si es así, ¿por qué dice que ese día estaba<br />
en su casa enfermo? ¿Cómo es posible?<br />
—<strong>La</strong> noche anterior me sentí mal, fiebre<br />
y vomito. Por eso tuve que llamar al jefe<br />
y decirle que no podía ir, no hubo ningún<br />
problema y me reporté al día siguiente.<br />
—Entonces, según usted, ¿cuándo fue<br />
asesinado?<br />
—Yo fui asesinado el seis de septiembre<br />
en la bodega, mientras buscaba<br />
una arandela.<br />
—Señor Juez, no más preguntas. Me<br />
gustaría continuar con el próximo testigo.<br />
56
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58<br />
ACOMPAÑANTE<br />
Por Íñigo Redondo Egaña
Dónde estoy? Solo hay negrura y<br />
silencio. Yazgo sobre un lecho<br />
de cañas verdes, siento su olor,<br />
recién cortadas. Es agradable, pero<br />
me trae recuerdos que no me gustan,<br />
me lleva al templo del vigilante de los<br />
muertos. Aquel aroma del almizcle, y<br />
de palma y canela, aunque allí se mezclaban<br />
con los de las inmundicias, con<br />
sangre y bilis, con vísceras y humores<br />
negros. Estoy descalzo. Y desnudo. No<br />
importa, hace calor, no hay brisa, solo<br />
quietud. Una quietud que pesa, que me<br />
oprime, que no quiere que me mueva.<br />
Estos bultos… Son buenas telas, sedosas,<br />
bien tejidas, huelen a limpias.<br />
Tropiezo una vez y otra, sin cesar, cuánto<br />
ruido de repente. Esta sala no tiene<br />
el suelo en un solo nivel, hay huecos de<br />
distintas formas y hay escalones que<br />
me hacen chocar. Quizá pueda encontrar<br />
un pasillo o una escalera que me<br />
lleven a otro sitio. O mejor buscaré una<br />
pared y la seguiré palpándola hasta llegar<br />
a una puerta. Pero, qué he pisado,<br />
me he mojado los pies. No, no es eso,<br />
es que están sangrando, me he cortado<br />
con algo. Ya, ha sido ese ruido de antes,<br />
he roto una vasija. Suenan también piezas<br />
de metal, las pateo sin quererlo. Es<br />
un montón de adornos. Parecen petos<br />
y collares. Hay muchos. Y esto son bocados,<br />
orejeras. Hay aquí jarras, vasos.<br />
También charolas, azafates… Muchas<br />
piezas son de tacto suave. ¿Son de oro?<br />
Es fino y delicado su pulimento. Parece<br />
un ajuar muy rico, riquísimo, como el<br />
del señor. Yo vi cómo lo acomodaban<br />
en la cámara, ordenado alrededor de<br />
su cuerpo ya preparado para el viaje.<br />
¡No, no puede ser! Esas telas… son…<br />
son los fardos funerarios de sus esposas<br />
y sus principales. Y el olor… tan<br />
agradable y tan opresivo, a resinas y a<br />
casia. ¡Claro! <strong>La</strong> palma, la canela, son<br />
los aromas de los bálsamos rituales.<br />
¿Por qué estoy aquí, quién me ha traído?<br />
Yo vi la ceremonia completa. Ayudé<br />
a depositar todas las pertenencias del<br />
señor, todo lo que necesita en el mundo<br />
de después. Yo estaba allí. Terminamos<br />
y cerramos las puertas. ¿O no vi también<br />
el final, la clausura del sepulcro?<br />
Había armas y alimentos preparados<br />
para el señor. Los buscaré. Tendré<br />
tiempo y fuerzas para abrir hueco al<br />
pasillo de acceso. Recuerdo cómo es.<br />
Algo pesado en el ambiente me hace<br />
llorar, deben de ser esos polvos de<br />
roca que usan antes de envolver los<br />
cuerpos. Esa minúscula arena me corta<br />
los ojos como garras de jaguar. Más<br />
sangre, esto es más sangre, en la frente,<br />
otro golpe, con una estaca afilada, una<br />
de las que soportan los cuerpos de los<br />
perros calatos y las vicuñas del señor.<br />
Esta vasija sí suena, hay algo. Es chicha<br />
de jora, por fin algo que me calme este<br />
ardor en la garganta.<br />
¿Qué es ese ruido? ¿Hay alguien? Hay<br />
alguien.<br />
―¿Quién va?<br />
⁂<br />
Ya comprende. Hablaremos ahora.<br />
―Soy yo. Y sí, sé lo que crees y estás en<br />
lo cierto: estás en el sepulcro del señor.<br />
―Tú. Reconozco tu voz. Tú eras su lugarteniente<br />
y su arquitecto. ¿Qué hacemos<br />
aquí? Salgamos ya.<br />
―Te confundes, yo lo dispuse todo.<br />
Hice que te adormecieran y te trajeran.<br />
Has tomado la bebida que dejé para ti.<br />
No busques más, no hay agua ni comida.<br />
Esas ofrendas están en otra cámara.<br />
Tampoco busques armas, su almacén es<br />
otra estancia debajo de esta, donde las<br />
59
custodia su general, que, como yo, acompaña<br />
al señor. Pero aquí tienes tu lecho,<br />
no te alejes más de él, ve y túmbate.<br />
—Un lecho para mí. No quiero un lecho.<br />
—Es el lugar que merece el sanador<br />
que nada hizo por impedir que se fuera<br />
la vida del joven príncipe y el más grande<br />
héroe. Tus días deben terminar ya<br />
que nada fabricaste cuando llegaban a<br />
su fin los suyos.<br />
―Pero… ¿y tú?<br />
―En mi yacija, a la diestra del señor,<br />
guardo un licor amable, que tomaré<br />
enseguida para partir con él. Ahora<br />
comenzará tu viaje al mundo inferior,<br />
notarás el efecto del jugo que preparé<br />
para ti y que ya has tomado, verás<br />
monstruos, tragarás lodo amargo, no<br />
habrá más camino.<br />
⁂<br />
No me oye, no sirve de nada gritar, ha<br />
debido de beber ya su propio brebaje<br />
de muerte, pero no puedo dejar de hacerlo.<br />
Grito para salir, porque alguno<br />
de los espíritus protectores tiene que<br />
estar escuchándome.<br />
Yo no podía salvar al señor, uso remedios<br />
antiguos, conozco las reglas de las<br />
estrellas, descifro los calendarios, pero<br />
no soy hechicero ni puedo hablar con<br />
los dioses. ¿Qué podía yo hacer? ¿Qué<br />
estaba en mi mano que diera en salvar<br />
al señor? Nada. El custodio ha tomado<br />
ya el veneno, sí. Este es su cuerpo, inmóvil<br />
y caliente. Ya no respira.<br />
¿Qué son esos ruidos? Suenan timbales<br />
muy lejos, bufidos de leones marinos, si-<br />
60
seos de una plaga de insectos volando violentos,<br />
truenos bajo el mar. No puedo tropezar<br />
con todo, no quiero seguir cayendo,<br />
no soporto más golpes con las vigas. Pero<br />
me hiero más y más. Me corto los pies, las<br />
rodillas, las manos. Oigo también el palpitar<br />
unísono y sin ritmo de mil corazones. O<br />
de mi corazón convertido en mil. Sopla el<br />
viento y veo una luz espiral. ¿Hay luz? ¿Por<br />
dónde entra? Ya no huelo la canela ni la<br />
palma, huelo la leche agria, los mohos, las<br />
cucarachas, el fango sucio: ese lodo que<br />
quiere que trague. Hace mucho frío, necesito<br />
cubrirme y frenar este temblor. Buscaré<br />
cobijo entre los fardos de seda. ¿Dónde estaban?<br />
Solo palpo plumas, piedras. Piedras<br />
preciosas que en esta negrura no brillan y<br />
de nada sirven. Toco las vasijas que yo mismo<br />
he roto en mi locura.<br />
Sigo cortándome y golpeándome. Ha<br />
sido bellísima la ceremonia para el señor.<br />
De mis sienes y mis costados mana<br />
sangre helada, mis entrañas buscan<br />
brotar a través de las cuencas de mis<br />
ojos. Hasta el sol ha querido brillar más<br />
que nunca en su honor.<br />
Mejor vuelvo al camastro, había allí<br />
telas de buen tacto. Toda la gloria acompaña<br />
al mejor señor nunca conocido.<br />
Me envolveré en las telas suaves, me<br />
doblaré en un fardo que calentará mi<br />
cuerpo, así descansaré. <strong>La</strong>s mujeres de<br />
palacio tejen las telas más delicadas.<br />
Es dulce la vida en palacio.<br />
Primero descansaré, me fortaleceré,<br />
después buscaré una salida.<br />
Sí, dormiré un rato.<br />
Dormiré.<br />
61
62<br />
EL HOMBRE<br />
DE ACERO<br />
Por Jesús Cordero
—¿Listo para el acto? —preguntó el<br />
hombre viejo de largo y blanco bigote<br />
observando al señor Beckley quien soldaba<br />
algo con su cautín.<br />
—No es un acto, ya se lo he dicho —respondió<br />
Beckley limpiándose el sudor con<br />
el dorso de su mano y concentrado continuó<br />
en su trabajo.<br />
—Como tú lo digas —refunfuño el<br />
hombre viejo—, la gente ya se ha acumulado<br />
afuera.<br />
El hombre viejo abandonó el taller<br />
del señor Beckley y este soltó su cautín<br />
y la soldadura para observar su creación;<br />
un casco rojo brillante con dos<br />
rendijas para los ojos y antenas a los<br />
lados. El prototipo ya había sido cosa<br />
del pasado y ese sería su primer trabajo<br />
en serio.<br />
—Más que un acto —Beckley admiraba<br />
el traje rojo y metálico que estaba de<br />
pie a su izquierda—, eres mucho más<br />
que eso.<br />
El señor Beckley respiró profundo<br />
mientras el telón cubría todo frente a él,<br />
miró sus manos metálicas y se colocó<br />
lentamente el casco. Cada vez que tenía<br />
que salir y maravillar a la gente con<br />
su invención no pensaba en entretener<br />
a un público de familias con algodones<br />
de azúcar o palomitas en sus manos, él<br />
imaginaba que frente suyo estaban las<br />
mentes más brillantes del mundo.<br />
—¡Con ustedes, el hombre de acero!<br />
—gritó el viejo presentador con su micrófono,<br />
la gente comenzó a gritar y el<br />
telón se abrió de lado a lado, Beckley<br />
dentro de la armadura de dos metros<br />
dio dos pasos adelante.<br />
<strong>La</strong>s luces brillantes y los fuegos artificiales<br />
se reflejaron en la armadura<br />
de Beckley y él alzó las manos con la<br />
mirada perdida, no miraba al público o<br />
al carnaval detrás de ellos sino al espacio<br />
lleno de estrellas que comenzaba al<br />
final de la rueda de la fortuna que no<br />
paraba de girar.<br />
—¡Puede hacer cosas increíbles! —el<br />
presentador al lado de Beckley lo señaló<br />
con la mano en la que sostenía<br />
un bastón negro. Beckley presionó un<br />
botón en el guante del traje y comenzó<br />
a escucharse un sonido motor encendiéndose<br />
en las piernas del traje.<br />
<strong>La</strong> armadura se elevó lentamente<br />
unos cuantos centímetros del suelo sacando<br />
fuego de las suelas de sus botas,<br />
los niños miraban asombrados y los<br />
padres no quitaban la vista de encima.<br />
Beckley sonrió por lo maravilloso que<br />
su invento le parecía y no por los aplausos<br />
de la gente y finalmente se despidió<br />
con una reverencia.<br />
Beckley se quitó el casco al entrar en<br />
su taller, estaba empapado en sudor y<br />
algo agotado por dormir tan solo unas<br />
horas, el presentador irrumpió nuevamente<br />
acomodándose la ropa y peinando<br />
su bigote con una sonrisa.<br />
—Aquí esta lo tuyo —El presentador<br />
dejó unos cuantos dólares sobre la<br />
mesa de trabajo de Beckley y este pudo<br />
contarlo con la mirada.<br />
—Es menos que la semana anterior…<br />
—¿Qué puedo hacer Beckley?, tu acto<br />
está atrayendo menos gente que otros,<br />
necesitas hacer algo más que flotar<br />
unos cuantos centímetros del suelo —<br />
contestó el presentador con un falso<br />
tono de compasión y salió del sitio.<br />
Algo dentro de Beckley se movía<br />
cada vez que alguien menospreciaba<br />
su obra, aquella por la que había dado<br />
tanto de sí, la gente lo llamó loco en<br />
el pasado pero estaba dispuesto a demostrar<br />
que su sueño podía cumplirse.<br />
Durante la noche, Beckley prefirió<br />
trabajar en lugar de dormir, haría los<br />
63
ajustes necesarios para mejorar su<br />
gran invento y a pesar de no tener los<br />
recursos, hizo todo lo que estaba a su<br />
alcance, cuando la feria estaba vacía, él<br />
la recorrió para robar piezas de las máquinas<br />
que pudieran adaptarse a sus<br />
necesidades, esta vez era impulsado<br />
por las ganas de demostrar que podía<br />
ser un genio y no por el amor a su invento<br />
y trabajo.<br />
Beckley se colocó el traje una vez<br />
más y presionó el botón para elevarse,<br />
lentamente el fuego de los pies fue<br />
elevando el traje unos cuantos centímetros<br />
pero la obsesión del inventor<br />
buscaba más que eso. Cerró los ojos y<br />
escuchó los aplausos de la gente imaginando<br />
nuevamente el cielo estrellado.<br />
<strong>La</strong> armadura se elevó a gran velocidad<br />
haciendo un agujero en el techo, Beckley<br />
estaba a varios metros de la tierra dentro<br />
de su brillante armadura roja, escuchó la<br />
lluvia caer sobre él, había perdido completamente<br />
la noción del tiempo y el<br />
clima pero no le importaba la lluvia, Beckley<br />
trató de elevarse hasta las estrellas<br />
pero fue alcanzado por un rayo.<br />
<strong>La</strong> brillante armadura cayó desde lo<br />
alto hasta quedar entre los escombros<br />
del taller. Beckley abrió lentamente los<br />
ojos después del impacto, le dolía todo<br />
el cuerpo pero sabía que haber sobre-<br />
64
vivido era un gran logro, mas al tratar<br />
de levantarse no pudo mover la armadura,<br />
esta simplemente no respondía.<br />
—¿Qué es todo ese escándalo? —preguntó<br />
el presentador entrando en el taller sin avisar<br />
vistiendo una bata de dormir.<br />
—Lo siento señor, solo estaba probando<br />
—habló Beckley pero el presentador<br />
no pudo oírlo a través del metal.<br />
—Quítate esa cosa, es tarde para esto.<br />
<strong>La</strong> armadura se levantó de golpe, Beckley<br />
estaba asustado y sorprendido porque,<br />
había dejado de tener control sobre la armadura.<br />
Con pasos fuertes y lentos avanzó<br />
hasta el presentador que lo miraba enojado.<br />
—Señor, no puedo controlarlo…<br />
<strong>La</strong> armadura tomó el cuello del presentador<br />
rápidamente y apretó con fuerza<br />
mientras Beckley observaba aterrorizado.<br />
—Beckley… Suéltame ahora mismo —dijo<br />
el presentador empezando a ponerse morado,<br />
Beckley no pudo hacer nada y observó<br />
con impotencia como el presentador fue muriendo<br />
poco a poco.<br />
Décadas más tarde se celebraba una de<br />
las ferias de ciencia más grandes del mundo<br />
y todos miraron a la armadura roja y oxidada<br />
caer desde el cielo, todos observaron con<br />
terror y asombro, la armadura se quitó el<br />
casco y alzó los brazos. El esqueleto de Beckley<br />
se asomó y el olor a putrefacción llenó<br />
el lugar, la armadura hizo una reverencia.<br />
65
LA DUALIDAD<br />
DE UNIVERSOS<br />
DEL ESCRITOR<br />
Por André Kuri<br />
Cada oficio y profesión del ser<br />
humano, demanda al individuo<br />
quien lo aprende y ejerce, determinado<br />
grado de ensimismamiento<br />
que le permita hallar en su interior la<br />
sinergia que aquella disciplina que pretende<br />
aprender, dominar, perfeccionar<br />
y llevar a práctica exige. <strong>La</strong> persona se<br />
transforma gradualmente de su fase de<br />
aprendiz, hacia la de practicante, sutil<br />
y sigiloso, casi sin darse cuenta, hasta<br />
66<br />
que se le permite y encuentra el momento<br />
para llevarlo al ámbito real y, si<br />
la persona es poseedora de los dones<br />
cognitivos, destrezas y habilidades<br />
para distinguirse, el destino podría<br />
convertirle en maestro de su actividad.<br />
<strong>La</strong> persona vive en el universo de su<br />
mundo real, donde busca consumir y<br />
aprehender conocimientos, habilidades<br />
y experiencias, a través de focalizar su<br />
atención en las fuentes externas, que
asimila, abstrae hacia sí, tanto como le<br />
es posible. El universo interno de la persona<br />
puede o no involucrarse, lo puede<br />
o no comprometer. Su oficio puede mantenerlo<br />
ajeno de su ser, si así lo prefiere,<br />
y de este modo, su universo interior se<br />
verá salvaguardado del exterior; conocimiento<br />
y pensamiento serán públicos, y<br />
emoción y sentimiento serán anónimos.<br />
No así es el oficio del Escritor, quien<br />
se enfrenta a la compleja dualidad de<br />
ser ente pasivo y activo de su entorno,<br />
actor y espectador simultáneamente,<br />
para buscar incesantemente alguna<br />
pista que le conduzca a la inspiración,<br />
cuyo funcionamiento es incógnita perpetua<br />
de en qué momento y contexto<br />
arriba, y que cuando llega, ilumina la<br />
mente con la visión, al principio difusa,<br />
de lo que desea plasmar.<br />
Y es la inspiración la traición más<br />
cruel, escurridiza y volátil que la mente<br />
67
humana puede concebir. Se le puede<br />
perseguir en todo momento y circunstancia,<br />
sin vislumbrar ni su mínimo<br />
rastro; innumerables conversaciones,<br />
contemplaciones en el ambiente se<br />
pueden hacer, deambular en calles,<br />
con conocidos y extraños, en lugares<br />
conocidos y desconocidos, y no saber<br />
nunca de ella. Esta frustración, que<br />
acuchilla la mente incesantemente,<br />
taladrando y haciendo arder hasta la<br />
espina dorsal, se ve entonces, casi mágicamente<br />
aliviado, reconfortado por<br />
el advenimiento en el espacio, lugar y<br />
compañía menos esperados, cual haz<br />
de estrella iluminando en medio de la<br />
noche: la inspiración ha nacido.<br />
Y es así como el Escritor, bendecido<br />
por la inspiración, ha de recluirse, aislarse<br />
de su universo de lo real, y busca,<br />
encuentra y se acostumbra al entorno<br />
que más confort le brinde para descifrar<br />
sus visiones, al principio difusas,<br />
vagas y etéreas, para transformarlas<br />
poco a poco en estructura, secuencia,<br />
recuperando elementos que le permitan<br />
hilar congruencia a sus pensamientos,<br />
y en este proceso, no puede dejar<br />
de mirar hacia sí mismo la soledad en<br />
que, consciente o inconsciente, se ha<br />
hundido, se ha aislado y perdido de ese<br />
universo concreto, y ha incursionado<br />
en su universo interior, abstracto, y es<br />
en dicho universo, donde se confronta<br />
consigo mismo, sus demonios.<br />
Y sea por inexperiencia o inocencia,<br />
lamentable ha de ser la concepción de<br />
aquel Escritor quien ose suponer que puede<br />
despojar su propio ser de sus escritos.<br />
Aún y cuando en supuesta apariencia, la<br />
68
inspiración haya nacido de algún estímulo<br />
lejano, distante, si nos detuviésemos a<br />
analizar un poco, la conclusión será que<br />
se ha tocado alguna yaga psíquica, que<br />
ha activado el misterio de la fuente inspiradora;<br />
así, al enfrentarse sea a la pluma y<br />
papel, o teclado y monitor, el Escritor está<br />
frente a un inquisitivo espejo en el cual<br />
inevitablemente plasmará una parte de<br />
su ser, de su universo personal.<br />
Hundido en este universo personal,<br />
privado y oscuro, el Escritor se ve irremediablemente<br />
entregado a sus pensamientos,<br />
sus emociones, filias y fobias.<br />
Los universos real y personal se funden<br />
en uno sólo, un híbrido ser amorfo e<br />
inexplicable, que jamás ni el más perito<br />
de los analistas lograría entender: El<br />
Escritor entra en el trance más profundo<br />
que la mente «normal» puede concebir:<br />
la soledad total, nada existe, sólo el, y<br />
su mente, su universo interior que trata<br />
una y otra vez de dar sentido al exterior.<br />
Espejo bizarro. Esquizofrenia total, sin<br />
género, sin edad, sin credo, sólo soledad,<br />
todo y nada unidos.<br />
A cada palabra, a cada frase, a cada<br />
párrafo, se manifiesta ese universo de<br />
soledad, ese mundo único, que cambia,<br />
a cada instante, frustrando y quemando<br />
cada sinapsis, cada revisión hiere más,<br />
pues hace que agrade menos, sombras<br />
en tinieblas se van aclarando, tomando<br />
y dando forma al relato que el Escritor<br />
en su inicio de inspiración escuetamente<br />
observó, y lo moldea hasta terminarlo.<br />
Así, el universo de soledad abstracta<br />
sale de las tinieblas, y nace al universo<br />
concreto, en forma tangible y lúcida. El<br />
Escritor, ha vuelto de su oscuridad.<br />
69
70<br />
DILUVIO<br />
PRIMAVERAL<br />
Por Gisela Lupiañez
Llueve. Otra vez. En las puntas de<br />
las agujas de los pinos las gotas<br />
se tambalean indecisas antes de<br />
caer. Entre las profundidades oscuras<br />
de las ramas brillan sonrisas siniestras,<br />
las culpables de que no podamos salir<br />
de casa desde hace tres días, el tiempo<br />
que lleva cayendo esta lluvia infinita.<br />
Selene está sentada en el sillón gris<br />
con un libro en las manos, haciendo<br />
como que lee, pero los dos sabemos<br />
que espera el reporte del clima en la televisión.<br />
Cuando aparece el comentarista<br />
y explica que el frente de tormenta<br />
se mantendrá al menos otros tres días,<br />
mostrando imágenes satelitales de la<br />
tempestad vista desde el espacio, Selene<br />
suspira con desilusión:<br />
—Tres días más.<br />
Su mirada escapa hacia la ventana,<br />
donde las burlonas gotas se deslizan por<br />
el cristal. <strong>La</strong>s lágrimas que resbalan por<br />
sus mejillas no tienen nada de burlonas.<br />
Dejo las latas que estaba abriendo y<br />
me acerco a ella secándome las manos<br />
con un trapo. Seis días no es demasiado<br />
tiempo para uno de estos diluvios<br />
primaverales, pero Selene está demasiado<br />
frágil. A algunos se les hace difícil<br />
resistir el interminable repiqueteo de la<br />
lluvia en los techos, el eterno sarcasmo<br />
de las gotas de agua desarmándose en<br />
los cristales, el embrujo de las sonrisas<br />
dentadas ocultas entre las agujas de los<br />
pinos. Selene, con sus veintiocho años,<br />
ya ha vivido varias tormentas, pero aún<br />
así… Me siento a su lado y le quito el<br />
control remoto de las manos. Apago el<br />
televisor y la obligo a mirarme:<br />
—No pasa nada —le digo—. Antes de<br />
que nos demos cuenta vuelve el sol.<br />
Apenas termine la lluvia caminamos<br />
hasta la Costanera y hacemos un picnic<br />
mirando el mar.<br />
Ella asiente con la cabeza, para complacerme,<br />
y abre de nuevo su libro. Yo<br />
vuelvo a la cocina a trastear con mis latas,<br />
pero por el rabillo del ojo la descubro<br />
hipnotizada por la ventana otra vez.<br />
<strong>La</strong>s gotas forman caras sobre el cristal<br />
frío: caras sonrientes, caras de pánico,<br />
caras terroríficas. Estúpidas gotas.<br />
Podría cerrar las cortinas para no ver<br />
el mundo sumergido en la niebla brillante<br />
de la lluvia de primavera, pero<br />
entonces las gotas sacudirían el techo<br />
con un sonido ominoso y aterrador. Y<br />
en lugar de limitarse a formar rostros<br />
sobre los cristales los golpearían con<br />
fuerza. Estúpidas gotas. Quieren que<br />
las veamos. Quieren que enloquezcamos.<br />
Quieren que salgamos.<br />
<strong>La</strong> mayoría de nosotros logra mantenerse<br />
sereno mientras llueve. Vivimos<br />
preparados para la posibilidad de cuatro<br />
días, seis, ocho, de lluvia ininterrumpida.<br />
Nuestros sótanos están repletos<br />
de comida envasada, agua en bidones,<br />
remedios, botiquines de primeros auxilios,<br />
mazos de cartas y juegos de mesa,<br />
libros. Pero siempre hay alguien que<br />
enloquece: empieza a sentir que las<br />
paredes lo ahogan y que la reluciente<br />
transparencia tras los cristales lo llama<br />
sin pausa. Cada tormenta deja como<br />
saldo una decena de muertos. Por eso<br />
no le saco el ojo de encima a Selene.<br />
Ahora ha dejado el libro sobre la mesita<br />
de centro, y sigue el recorrido de<br />
las gotas en el cristal de la ventana. El<br />
televisor está encendido otra vez y en<br />
la pantalla se repiten diferentes imágenes<br />
satelitales de la megatormenta. <strong>La</strong><br />
mirada de Selene salta de la ventana al<br />
televisor, de nuevo a la ventana, televisor,<br />
ventana… Estoy por acercarme a<br />
ella para quitarle de una vez el maldito<br />
control remoto y traerla a la mesa de la<br />
71
cocina, cuando el caldo de pollo enlatado<br />
hierve y se derrama. Me giro para<br />
contener el desastre y escucho el control<br />
remoto cayendo al piso. Pasos rápidos<br />
y el crujido de la puerta al abrirse.<br />
—No... —es lo único que se me ocurre<br />
decir. Pero ya es tarde.<br />
Selene desaparece en la lluvia. Corro<br />
hacia la puerta gritando su nombre,<br />
aunque sé que no me escucha. No<br />
puede escucharme porque un coro de<br />
lunáticos alaridos acuosos saluda su<br />
llegada a la línea del pinar. Por un momento<br />
vacila y se vuelve a mirarme. De<br />
los árboles sale una de las criaturas<br />
trasparentes que están escondidas allí,<br />
uno de los demonios de lluvia de sonrisas<br />
dentudas y garras gigantes. Se abalanza<br />
sobre ella y la abraza en un gesto<br />
casi tierno. Parte de su brazo aguado se<br />
desarma y corre en arroyuelos sobre el<br />
pecho de Selene.<br />
—No —repito y las gotas burlonas se<br />
ríen en el techo. El vidrio de la ventana<br />
se llena de sonrisas feroces. Selene ya<br />
es de su propiedad.<br />
Otros demonios de lluvia se han juntado<br />
con el primero. Forman un círculo<br />
alrededor de Selene y bailan exaltados.<br />
Cantan con voces líquidas, se ríen con<br />
carcajadas chorreantes. Salen más y<br />
más de entre los árboles. Forman parejas<br />
que danzan y se intercambian<br />
con movimientos gráciles. El círculo<br />
crece, se expande, luego se compacta.<br />
Ahora es un lago, un océano de rostros<br />
72
lunáticos y manos con zarpas. Los engendros<br />
se balancean, se juntan, trepan<br />
unos sobre otros hasta formar una<br />
torre más alta que los pinos, siempre<br />
riendo, siempre eufóricos, siempre salvajes.<br />
Ondulan acercándose a Selene,<br />
la levantan, la obligan a trepar sobre<br />
las espaldas húmedas hasta la cima. El<br />
mismo demonio que la abrazó al principio<br />
trepa detrás de ella. En la cúspide<br />
vuelve a abrazarla y sus labios se diluyen<br />
en un beso sobre la boca de Selene.<br />
Entonces la empuja. Ella cae y detrás<br />
se precipitan los monstruos, formando<br />
una cascada que se desarma desde<br />
las alturas. Selene se estrella contra el<br />
suelo y sobre ella se forma un lago de<br />
criaturas transparentes. Una sinfonía<br />
gutural repiquetea sobre los gritos de<br />
mujer. El agua baila y gruñe mientras<br />
se tiñe de rojo.<br />
Después, los demonios retoman su<br />
forma humanoide y corren hacia el<br />
bosque. Sobre el pasto mojado solo<br />
queda una de las medias celestes con<br />
soles amarillos de Selene. <strong>La</strong>s sonrisas<br />
dentadas acechan otra vez desde las<br />
agujas de los pinos.<br />
Vuelvo al interior de la casa y cierro<br />
la puerta. Cierro también las cortinas.<br />
Por mí, las estúpidas gotas pueden hacer<br />
todo el ruido que quieran. Me sirvo<br />
un plato de sopa de pollo y me siento<br />
frente al televisor a ver la repetición de<br />
las imágenes satelitales de la tormenta<br />
que se desarrolla sobre todo el planeta.<br />
73
74<br />
RUIDO<br />
Y FURIA<br />
Por José Luis Díaz Marcos
Yo soy un número infinito de personas.<br />
(…) Todas soñándose mutuamente.<br />
El asesino infinito<br />
Greg Egan<br />
JF35, mercenario galáctico, había logrado<br />
infiltrarse en la nave Invierno<br />
Profundo gracias al operario de mantenimiento<br />
cuyo uniforme y globo ocular,<br />
llaves de acceso, había sustraído sin<br />
contemplaciones. Si el golpe, la hemorragia<br />
y el forzado encierro no lo impedían,<br />
«Aunque no te importe ni alivie,<br />
no es nada personal», el superviviente<br />
pasaría a ser conocido, aquel estaba<br />
seguro, como Cíclope.<br />
«Y ahora… Si los astros acompañan,<br />
este será mi último trabajito. Y si no,...<br />
me temo que también». Su acaudalado<br />
cliente le había encomendado robar el<br />
alma electrónica de la Gran Memoria, el<br />
avanzadísimo cerebro de la Invierno Profundo.<br />
Recompensa: fortuna suficiente<br />
para comprar los caprichos de varias<br />
vidas. Sin embargo, ¿la misión compensaba<br />
el riesgo, mucho más que probable,<br />
de perder su actual y única existencia?<br />
Para otros, quizá no. Para él, sin duda.<br />
Nadie parecía reparar en él, insignificante<br />
aprietatuercas humano. «¡Perfecto!».<br />
El tránsito de la nave recordó a<br />
JF35 el mito del arca de Noé: por su número<br />
y diversidad, allí parecían verse<br />
representadas todas las inteligencias<br />
del universo conocido.<br />
Le bastó suplantar, ahora con pacífica<br />
prudencia, otras dos identidades<br />
y seguir los indicadores holográficos<br />
para plantarse al fin, sobrecargo de<br />
vuelo con acreditación, ante la cabina<br />
de la Invierno Profundo.<br />
Para su sorpresa, descubrió una gran<br />
sala redonda completamente… deshabitada.<br />
En el centro, una gruesa columna<br />
de cristal negro en cuyo interior titilaba<br />
un enjambre de luciérnagas multicolores.<br />
«¡Fin del simulacro!».<br />
—¿Has sido…?<br />
—Si te refieres a mí, la Gran Memoria,<br />
sí. Bienvenido, JF35.<br />
—¿Me… conoces?<br />
—Desde luego. Mucho mejor que tú<br />
mismo, créeme.<br />
—En ese caso, también dominarás<br />
mis intenciones…<br />
—<strong>La</strong>s domino. Pero tus intenciones<br />
no son tuyas, sino mías.<br />
—¿Qué quieres decir?<br />
—Que no existes, JF35. Al menos, no<br />
en un sentido material y autónomo. Ya<br />
has oído mi finalización de un simulacro.<br />
Su objetivo: reproducir y estudiar<br />
una posible intrusión humana en la Invierno<br />
Profundo.<br />
»Y tú formas parte de esa simulación:<br />
solo eres un algoritmo entre infinitos,<br />
apenas, y ni siquiera, una gota electrónica<br />
alojada en mí, el océano de la Gran<br />
Memoria. Puedo apagarte, y voy a apagarte,<br />
cuando quiera.<br />
—Intentas confundirme… He arrancado<br />
a otro hombre, con mis propias<br />
manos, su ojo, el ojo cuya lectura inicial<br />
me ha permitido llegar hasta ti.<br />
—«Otro hombre», dices… «Con mis<br />
propias manos»… Observa.<br />
Apagadas de pronto sus luces multicolores,<br />
el gran cilindro y la misma sala<br />
quedaron a oscuras.<br />
—¡¿Qué ocurre?! ¡¿Debo asumirlo?!<br />
¡¿Así es la muerte?!<br />
Una primera chispa, paulatino centelleo<br />
después, fue creciendo en el interior<br />
de la Gran Memoria hasta perfilar<br />
sus negros límites.<br />
—<strong>La</strong> muerte es la pérdida de la conciencia,<br />
biológica o no, que aún se<br />
asusta. Como te dije, observa.<br />
75
Y, de pronto, condensado en la penumbra<br />
de la Gran Memoria, Cíclope, el operario<br />
de mantenimiento a quien JF35 había<br />
mutilado y desvestido para colarse en la<br />
Invierno Profundo, se abalanzó, violento,<br />
contra la curva acristalada que lo contenía.<br />
—¡Aaah…!<br />
—Aquí tienes al otro hombre.<br />
—Eso… eso no es nadie.<br />
—¡Y tú, tampoco!<br />
Cíclope atravesó el cristal, fantasma<br />
refulgente, abalanzándose contra<br />
…JF35 cayó al suelo, de espaldas.<br />
Se encendieron las luces.<br />
El mercenario caído estaba solo.<br />
—Por un momento… Aunque el truco<br />
impone, lo admito, después, vencido<br />
ese primer sobresalto, no engaña.<br />
—Usando tu pretendida lengua, eres<br />
lerdo. Cosa, por otra parte, bastante<br />
lógica: la naturaleza humana nunca ha<br />
dado para mucho. Vigila ahora tus propias<br />
manos.<br />
Sentado en el suelo, JF35 cedió.<br />
—¿Qué… qué ocurre con…?<br />
Sus palmas y dedos se transfiguraron,<br />
sucesivos, en tentáculos, en ventosas,<br />
en pinzas y filamentos… Ante su<br />
ojo. De repente, reducido su campo de<br />
visión, ante su único ojo.<br />
Palpó su cuenca vacía, mutilada, y<br />
gateó hasta la Gran Memoria, aterrado.<br />
Y el cristal negro confirmó la duda: él,<br />
su aspecto físico al menos, también era<br />
Cíclope. Pero no otro, comprendió, sino<br />
también su víctima.<br />
76
—¿Esto aún te parece un truco? No<br />
debería: son simples combinaciones.<br />
Pura matemática.<br />
»Como advierten a Alicia ante el sueño<br />
del Rey rojo, respectivos personajes<br />
de otra invención 1 , solo eres un objeto<br />
del sueño y, como sucedería a Alicia<br />
con el despertar del monarca, si yo despertara,<br />
como despertaré, valga la metáfora,<br />
tú no estarías, como no estarás,<br />
en ninguna parte.<br />
—Entonces,… ¿todo ha sido una pantomima:<br />
el cliente, la recompensa,…<br />
mi propio ayer…?<br />
—Y tu hoy. Y el mañana que nunca has<br />
tenido ni tendrás. Todo.<br />
—Ruido y furia 2 … Dime: ¿cuál ha sido<br />
la consecuencia del simulacro?<br />
—<strong>La</strong> evidente. Por fortuna para ellas,<br />
ciertas o virtuales, una más impropia<br />
de muchísimas otras civilizaciones ajenas<br />
a la humana: indiferencia.<br />
JF35 suspiró, abatido.<br />
—Siendo así, supongo que solo me<br />
queda el consuelo de esperar que tú,<br />
Gran Memoria, también inexistas en el<br />
simulacro de alguien o algo superior a ti.<br />
Se hizo la oscuridad.<br />
—Bienvenida, Gran Memoria.<br />
—¿Me… conoces?<br />
No hubo respuesta.<br />
1<br />
Alicia a través del espejo, Lewis Carroll.<br />
2<br />
«<strong>La</strong> vida es un cuento contado por un idiota,<br />
lleno de ruido y furia, que nada significa».<br />
William Shakespeare.<br />
77
78<br />
EL<br />
HOMBRE<br />
Por Mictecacíhuatl
Lo último que vio antes de caer en<br />
el profundo y oscuro pozo de la inconciencia,<br />
fue un palo que se cernía<br />
velozmente sobre su cabeza y todo<br />
destelló en un terrible dolor, una cegadora<br />
luz que le impidió ver cualquier<br />
cosa y después, nada.<br />
¿Cuánto tiempo pasó? Nunca lo supo,<br />
pero al volver en sí, se encontraba en<br />
el piso sobre el costado izquierdo, trató<br />
de levantarse, pero lo más que logró<br />
fue incorporarse en cuatro puntos y así,<br />
apoyado de esta manera, intentó avanzar<br />
hacia algún lado, hasta que notó<br />
que no podía avanzar más. Fue cuando<br />
se dio cuenta que una argolla de hierro<br />
le rodeaba el cuello y esta estaba unida<br />
a una cadena fijada a la pared.<br />
Desconcertado, trató de orientarse<br />
hacia algún punto, pero la oscuridad<br />
era total. Puso oído atento a algún ruido<br />
que le indicara donde se encontraba,<br />
pero lo único que escuchó, fueron jadeos,<br />
fuertes respiraciones y algunos gruñidos<br />
ininteligibles, además del tintineo que le<br />
indicó que tal vez estuviera acompañado<br />
de individuos en su misma situación.<br />
Habló. ¿Alguien me escucha? ¿Alguien<br />
puede oírme? Pero ninguna voz<br />
le contestó, así que decidió permanecer<br />
callado y esperar a ver qué pasaba,<br />
alguien tendría que ir a buscarlos.<br />
El tiempo pasó, él nunca supo cuánto,<br />
pero de pronto en algún punto, se<br />
abrió un delgado haz de luz, que se fue<br />
haciendo más grande cada vez, hasta<br />
tomar la forma de una puerta y de<br />
pronto, una sombra se recortó en la<br />
claridad que entraba por esa puerta.<br />
Era la sombra de un hombre.<br />
Lo más que pudo ver de él, es que era<br />
alto y corpulento, en una mano traía un<br />
palo y en la otra un recipiente. Sus ojos<br />
lograron identificar otros cuerpos encadenados<br />
a las paredes y en el centro<br />
de la habitación había una especie de<br />
bandeja donde el hombre arrojo lo que<br />
traía en el recipiente. No pudo resistir<br />
el impulso, ni tampoco los demás individuos.<br />
Al unísono, todos se lanzaron<br />
hacia la bandeja, donde al parecer, lo<br />
que el hombre había arrojado era alimento,<br />
y mientras ellos comían vorazmente,<br />
el hombre los golpeaba con el<br />
palo mientras reía perversamente y les<br />
daba puntapiés.<br />
Entonces el hombre se dio la vuelta y<br />
salió por la puerta.<br />
Él pensó que esto era inhumano.<br />
¿Desde hace cuánto estaba ahí? ¿Y los<br />
otros? ¿Por qué ya nadie hablaba? ¿Por<br />
qué nadie se defendía? ¿Por qué nadie<br />
protestaba? Trató de recordar quién<br />
era antes de llegar a ese lugar, pero a su<br />
mente no llegaba ningún recuerdo. Lo<br />
único que recordaba era el tremendo<br />
golpe en su cabeza, tal vez eso fuera la<br />
causa de su olvido. Sin embargo, pensó<br />
resistir lo más que pudiera para sobrevivir.<br />
Trató de comunicarse con sus<br />
compañeros, pero ellos solo jadeaban<br />
y a veces emitían algunos sonidos guturales<br />
que no terminaba de entender.<br />
Tal vez, debido a que llevaban más<br />
tiempo que él, ya habían aprendido<br />
que era inútil hablar, y tenían razón.<br />
¿Qué podían decir que sirviera en esas<br />
circunstancias? Tal vez ya se habían resignado<br />
a su condición, pero él, él estaba<br />
decidido a sobrevivir, se vengaría<br />
de aquel hombre, eso era innegable. Lo<br />
que no sabía es si sus compañeros lo<br />
secundarían. El tiempo siguió su curso.<br />
<strong>La</strong> mayor parte de las veces, el hombre<br />
iba solo, pero a veces lo acompañaban<br />
algunos otros y de cuando en<br />
cuando, se llevaban a alguno de los<br />
prisioneros. Cuando esto sucedía, el<br />
79
prisionero no se iba sin pelear, se tiraba<br />
al piso, gruñía, jadeaba, empujaba,<br />
mordía, pero finalmente lo sometían y<br />
lo sacaban arrastrándolo por la cadena,<br />
entonces el prisionero era reemplazado<br />
por otro. Lo más humillante para<br />
él, era la forma en que le servían la comida,<br />
¿Por qué los trataba así el hombre?<br />
¿Qué le habían hecho ellos? ¿Era<br />
un maldito sádico? ¿Habrían cometido<br />
algún delito que ellos no recordaban?<br />
Por qué él seguía sin recordar nada,<br />
antes de ese golpe. Y mientras más pasaba<br />
el tiempo, su corazón se seguía llenado<br />
de odio y terribles deseos de venganza<br />
contra aquel hombre perverso.<br />
¿Cuánto tiempo llevaba en esa prisión?<br />
Quién sabe, no tenía manera de contar<br />
el tiempo. <strong>La</strong> humedad y lobreguez del<br />
lugar hacia que le doliera todo el cuerpo,<br />
la mala comida curiosamente no le afectaba,<br />
mantenía un buen peso, pero la<br />
imposibilidad de moverse a sus anchas<br />
hacía que sus movimientos fueran torpes,<br />
pero no importaba; de todos modos,<br />
él seguía empeñado en sobrevivir.<br />
Le dolía no poder comunicarse con<br />
sus compañeros, pues por más que<br />
les hablaba, ellos solo respondían con<br />
gruñidos y jadeos. ¡Dios mío! ¿Qué les<br />
había hecho este hombre que los había<br />
reducido a esa condición?<br />
Cada vez que el hombre entraba,<br />
él lo increpaba, pero el otro parecía<br />
no escucharlo, sus ojos centelleaban<br />
cuando le veía, y en respuesta el hombre<br />
lo golpeaba, y empezó a notar que<br />
también sus compañeros empezaban<br />
a ver al hombre con un tremendo odio.<br />
El tiempo siguió su curso hasta que<br />
un día, cuando el hombre entró, la humedad<br />
del lugar y el tiempo, habían he-<br />
80
cho su trabajo y habían herrumbrado el<br />
hierro de las cadenas, de pronto él sintió<br />
el terrible impulso de lanzarse contra<br />
el hombre, las cadenas se soltaron y<br />
arremetió contra él con un terrible grito,<br />
que más parecía un chillido y el hombre<br />
cayó al piso. El resto de sus compañeros<br />
se lanzaron también contra el caído,<br />
puesto que también sus cadenas se<br />
habían roto, al cargar todos contra él.<br />
Sus ojos brillaban con un terrible odio,<br />
empezaron a morderlo por todos lados<br />
mientras este gritaba desesperado.<br />
Destrozaban, tironeaban, despedazaban<br />
lentamente al hombre mientras profería<br />
terribles gritos de dolor, de pronto se<br />
oyeron pasos en el exterior, pasos rápidos,<br />
de varias personas. Antes de entrar al sitio,<br />
se quedaron paralizados al ver que, en la<br />
puerta, se apiñaban varios cerdos enormes<br />
tratando de salir. Lo que notaron fue<br />
que todos tenían el hocico sangrante y algunos<br />
tenían jirones de tela en el hocico.<br />
Se quedaron paralizados al ver los ojos de<br />
los cerdos, un odio primitivo brillaba en<br />
ellos y una ferocidad tal, que los hizo darse<br />
la vuelta y correr aterrorizados mientras<br />
buscaban refugio en la casa.<br />
Todos los cerdos lograron escapar,<br />
nadie los persiguió, todos menos uno;<br />
pero los habitantes de la casa no lo supieron<br />
hasta que se sintieron a salvo y<br />
llamaron a la policía para regresar a ver<br />
que había sido del hombre. Así que, en<br />
compañía de esta, se acercaron cautelosamente<br />
y al asomarse por la puerta,<br />
vieron el horrible espectáculo. El hombre<br />
estaba hecho pedazos, repartido por<br />
todo el chiquero y un enorme cerdo se<br />
encontraba parado sobre él, mientras le<br />
masticaba la cara, lenta y pausadamente<br />
con una mirada de satisfacción.<br />
81
PARAREALISMO,<br />
UN ESTILO<br />
ANTIOLÓGICO<br />
Por Eduardo Angarica Freire<br />
<strong>La</strong> Habana 2018, por más de un lustro<br />
se han alineado paralelamente<br />
el crear de dos autores. <strong>La</strong> coincidencia<br />
estética, estilística y temática<br />
de ambos marcaron la novedad. Vi correrse<br />
los límites de la ficción narrativa,<br />
reinventivo de toda realidad objetiva y<br />
fantástica, que me inspiraron un neologismo<br />
casi poético: Pararealismo.<br />
¿Qué es pararealismo? Es una realidad<br />
antilógica que se ofrece como res-<br />
82<br />
puesta o solución natural a conflictos de<br />
la ficción realista o fantástica.<br />
Podríamos aproximarnos —haciendo<br />
un zoom analítico— a la raíz de lo<br />
que planteo como un nuevo estilo.<br />
Primero. Hablamos de una realidad<br />
antilógica que podría erradamente<br />
confundirse con. <strong>La</strong> ilógica es una<br />
creencia o certeza convencional que va<br />
en contra de lo evidente o lo unívoco,<br />
verbigracia: un partido de futbol don-
de ambos equipos pierdan o ganen. Su<br />
antípoda propone respuestas o soluciones<br />
distintas ubicadas en el camino<br />
entre la lógica y la ilógica. Se trata de<br />
una opción, intermedia, neutral.<br />
Definiría por tanto a la Antilógica,<br />
como la filosofía de la raro-beldad —es<br />
decir la belleza de lo raro o extraño— que<br />
se decanta por una postura intermedia<br />
entre la lógica y su antítesis, donde ambos<br />
extremos son solo referenciales, en una<br />
escala de soluciones, casi nunca o nunca,<br />
tenidas en cuenta.<br />
<strong>La</strong> antilógica escoge un camino que<br />
no lleva a los extremos convencionales<br />
de respuestas, transita por múltiples posibilidades.<br />
Un ejemplo «<strong>La</strong> sonrisa encantadora»<br />
cuento de Oscar Rodríguez<br />
Montes (Cuba 1993) en el un hombre luce<br />
de su dentadura perfecta, envidiable. El<br />
conflicto surge al aparecer una mancha<br />
en los dientes. El personaje acude al den-<br />
83
tista, pero constantes inconvenientes le<br />
imposibilitan resolver el problema. Contrariado<br />
y dada la aparición de nuevas<br />
manchas, el hombre se arranca la dentadura<br />
y la arroja a la basura.<br />
En «El gran acto» de la escritora Ana<br />
Mirel Hernández Capote (Cuba 1991) se<br />
crea una empatía con un mago que ha<br />
visto meguar su carrera y, se le ofrece<br />
la última oportunidad para salvarla. El<br />
hombre se aproxima a la fecha del gran<br />
acto sin concebir un solo número mágico<br />
que lo pueda reimpulsar. Llegado el<br />
día, sin nada nuevo, se presenta. Una<br />
vez en el escenario mira al público, se<br />
acuesta sobre el tabloncillo, abre las<br />
piernas y pare un niño.<br />
En sendas historias parece esconderse<br />
el ardid de la fantasía. Yo lo dudé en el acto.<br />
Ambas son realistas que hacen mudas de<br />
nivel de realidad, pero nunca mirando al<br />
plano fantástico o ilógico, por el contrario.<br />
Hagamos un rápido ejercicio: El caballero<br />
de la dentadura perfecta primero optó<br />
por una solución lógica, ir al dentista. Cuál<br />
sería una solución ilógica, lo contrario, no<br />
ir al dentista o negar las manchas. Sin embargo,<br />
el autor lo arrastra a una decisión<br />
inexplorada, descabellada, arrancarse la<br />
dentadura, sin acudir a elementos o recursos<br />
mágicos, nos da la solución radical<br />
como si de algo natural se tratase.<br />
En el segundo la repsuesta lógica<br />
sería buscar un acto relevante, algo<br />
de escapismo, desaparición, etc, que<br />
deslumbre al público. En oposición la<br />
respuesta ilógica sería, volver a realizar<br />
los mismos actos de siempre o no<br />
hacer nada. Nuevamente el autor desorienta<br />
los puntos cardinales y decide<br />
descreido de todos los recursos sobrenaturales<br />
u objetivo, someter al presonaje<br />
a un verdadero acto de magia; el<br />
parto de una criatura.<br />
84
Segundo. El arte en este estilo se<br />
aprecia justamente donde se afina la<br />
habilidad técnica de los autores, que<br />
revelan la belleza de lo raro, se persigue<br />
seducir al lector con esta raro-beldad,<br />
que transita naturalmente por el texto,<br />
gracias a una ficción funcional. El lector<br />
acepta los desenlaces, aunque le parece<br />
extraño. No hay una ruptura pese a la radicalización<br />
del final, no es forzado. Se<br />
conecta con la empatía del lector, quien<br />
pasa incauto del conflicto a la solución,<br />
aunque percibiendo lo raro.<br />
Tercero. Los conflictos y en consecuencia,<br />
las historias, son realistas, fantásticas<br />
o híbridas, pero las soluciones no se<br />
corresponden a lo que espera el lector.<br />
En este punto convendría para resumir,<br />
señalar las características que describen<br />
al estilo pararealista:<br />
• Solución antilógica de los conflictos.<br />
• Los personajes suelen ser minimalistas<br />
en su caracterización física y<br />
social. Los autores prescinden por<br />
ejemplo de nombres propios. Se<br />
vuelcan a dejar emerger la parte<br />
oculta del Iceberg psicológico de<br />
los personajes.<br />
• No se prepara al lector para la solución,<br />
se le ofrece naturalmente<br />
y este lo acepta y asume como tal,<br />
advirtiendo lo raro o extraño.<br />
• Se relatan ficciones realistas, fantásticas<br />
o combinadas, cuyos<br />
desenlaces no responden a los<br />
códigos convencionales o tópicos,<br />
tampoco a los antitópicos.<br />
El pararealismo es austero, ecléctico,<br />
minimalista, de profunda raíz psicoestética<br />
y vocación antitópicos, alejándose de<br />
los extremos pero discurriendo entre ellas,<br />
conectándolas, operando en planos y escalas<br />
diversas e imprescindibles, a tono y<br />
luz con su filosofía de la belleza rara.<br />
85
86<br />
PIERNAS<br />
NUEVAS PARA<br />
DIANA<br />
Por Davicalpa
En ocasiones no eres consciente del<br />
error que cometes al tomar una<br />
decisión. Si tuviera que escoger<br />
entre todas mis malas decisiones no<br />
sabría decir cual de ellas fue la peor.<br />
Aquella elección inició toda esta cruel<br />
pesadilla que me rodea. Un segundo<br />
sin importancia en el que elijes entre<br />
varias opciones sin pararte un segundo<br />
a pensar para que, luego, te golpeen<br />
todas las consecuencias que no habías<br />
previsto. Un accidente absurdo en el<br />
momento equivocado. ¿Qué cambiaría<br />
de todo aquello? ¿Cuál de las estúpidas<br />
decisiones tiene la culpa de todo lo que<br />
me está atormentando? Ahora lo pienso<br />
y lo más sencillo hubiese sido tener<br />
el cinturón abrochado. Haber escogido<br />
cenar en casa en vez de salir afuera,<br />
olvidarme de algunos caprichos innecesarios<br />
o terminarme las sobras del<br />
almuerzo que guardaba en le nevera.<br />
O también olvidarme de la radio, no<br />
cambiar de canción, dejar la mente en<br />
blanco…¡que más da! En estas circunstancias<br />
ya nada importa.<br />
Tengo claro que la cima de mis estupideces<br />
se localiza en el momento en<br />
que acepte la Renovación, esa idílica<br />
forma de regenerar partes del cuerpo<br />
perdidas. El contrato que me dieron<br />
era muy claro al respecto. Regeneración<br />
celular a través de transfusiones<br />
puntuales de compuestos de origen<br />
animal. Firma aquí, firma allá y abona<br />
el importe de la cuenta. ¡Qué estúpido!<br />
¿Por que no me dio por perder dos minutos,<br />
dos míseros minutos en leer las<br />
posibles complicaciones que podían<br />
surgir en aquella sencilla intervención.<br />
A estas alturas sabía que no iba a ser el<br />
conejillo experimental de nadie. <strong>La</strong> tecnología<br />
había avanzado mucho en las<br />
últimas décadas y la conversión total<br />
era parte cotidiana en este siglo que<br />
vivimos. Pero no dejo de pensar en que<br />
el precio, el verdadero coste, fue demasiado<br />
elevado. Al menos para mí.<br />
El procedimiento era sencillo. Introducías<br />
un catéter a través de la cuarta<br />
vértebra dorsal para drenar una gran<br />
cantidad de líquido cefalorraquídeo.<br />
Esa era la parte del proceso más delicada<br />
al paralizar por completo las<br />
funciones motoras del receptor. Los<br />
científicos habían descubierto el factor<br />
R que reducía al mínimo exponente<br />
todos los posibles rechazos que intentaría<br />
el cuerpo, haciendo de la técnica<br />
algo tan rutinario como un recambio<br />
de las válvulas cardiacas o un trasplante<br />
de pulmón. Al fin y al cabo no dejaba<br />
de ser algo similar. Por un catéter<br />
drenabas los fluidos y a través de una<br />
pequeña perforación en los ventrículos<br />
cerebrales introducías el gel viscoso<br />
que facilitaba la regeneración. Luego,<br />
el resto de los detalles. Sustituir el flujo<br />
sanguíneo a través del un dializador y<br />
regenerarlo con la solución procesada<br />
de reptil para que la intervención culminara<br />
con éxito.<br />
De hecho todo parecía ir bien. A los<br />
tres días del la renovación los antiguos<br />
muñones comenzaban a presentar<br />
una coloración mucho mas sonrosada<br />
y emergían de ellos un calor significativo<br />
pese a la inflamación. A las pocas<br />
semanas estos comenzaban a agrietarse<br />
y, casi sin darte cuenta, surgían<br />
los pequeños hilos concéntricos que<br />
evolucionaban hacia las nuevas extremidades.<br />
Un proceso indoloro que en<br />
unos cuatro meses dio como resultado<br />
la nueva extremidad preparada para su<br />
uso. Así fue como nos lo habían explicado.<br />
Y eso, por supuesto, captó toda<br />
nuestra atención. Al fin y al cabo era<br />
87
eso lo que necesitábamos más que<br />
nada en nuestras vidas, aquello por lo<br />
que decidimos invertir nuestros ahorros<br />
de los últimos años. Unas nuevas<br />
piernas para nuestra pequeña Diana.<br />
Pero esa cosa que teníamos delante<br />
no podía ser Diana. No nuestra Diana.<br />
<strong>La</strong> pequeña que conocíamos era pura<br />
energía personificada. No había respiro<br />
para sus juegos y su vitalidad. Ella era<br />
un torbellino de alegría contagiosa con<br />
la capacidad de hacernos volar bajo sus<br />
alas y ahora, después de la Regeneración,<br />
sus carreras y gritos habían desaparecido.<br />
Ya no pasaba tardes enteras<br />
preparando sus bailes infantiles en los<br />
que emulaba a no se que cantante famosa.<br />
Esa no podía ser Diana. Me niego<br />
a creerlo. El ser que tenia sentado frente<br />
a mi apenas se movía y cuando lo<br />
hacía era para buscar un poco de calor.<br />
<strong>La</strong> veíamos en la terraza horas y horas,<br />
intacta. Ausente. Ya no respondía a mis<br />
besos. Además ya no me apetecía dárselos<br />
desde aquella vez que apartó su<br />
mejilla en busca de algo más de sol. Ese<br />
desprecio llevó a la desesperación a mi<br />
querida esposa, esté donde esté ahora.<br />
Ahora sólo me queda Diana y todos esos<br />
abrazos vacíos en los que me fundo con<br />
su cuerpo. Aunque trate de generar en<br />
ella algún tipo de recuerdo no me pue-<br />
88
do engañar. Sé que sólo disfruta de mi<br />
por el calor que le transmito. Aun así, no<br />
puedo dejar de intentarlo.<br />
Ahora sólo me queda una alternativa<br />
y sé que el lamento me ira acompañando<br />
por siempre, como una herida<br />
punzante que me escocerá el resto de<br />
mi vida. <strong>La</strong> dejaré en <strong>La</strong> Bahía. El lugar<br />
que tanta repulsa generaba en mí<br />
cuando veía aquellos cuerpos inertes<br />
tumbados al sol. Un auténtico cementerio<br />
viviente. ¡Qué distinto me parecen<br />
ahora el debate sobre la idoneidad de<br />
crear un lugar así cerca de nuestros<br />
hogares! Ahora comprendo a aquellos<br />
que preferían mirar hacia otro lado. Y<br />
hasta a los que preferían pegarles fuego<br />
o tapiar <strong>La</strong> Bahía con un muro que<br />
les sirviera como antifaz a la realidad.<br />
Pero yo, como tantos, escogeré pasar<br />
por aquí cada tarde y esperar por alguna<br />
mejora en la pesadilla de toda esa<br />
generación perdida. No sé si es pura<br />
ingenuidad o simples remordimientos.<br />
Voy a dejar a Diana en este lugar ¿Será<br />
un acto de amor por mi parte o toda<br />
una crueldad? Quizás solo sea puro<br />
egoísmo, pero no quiero seguir sufriendo.<br />
Lo he decidido y ahora he encontrado<br />
el valor para hacerlo.<br />
Mi hija ahora es un cuerpo sin luz en<br />
busca de calor.<br />
89
90<br />
AGENTE<br />
Por Jorge Daniel Garcia Carregha
En su universidad, durante los años<br />
setenta, la CIA reclutaba estudiantes<br />
para escuchar y trascribir todo<br />
lo que se comentaba entre el alumnado<br />
en la escuela y en eventos sociales.<br />
Sabía que entre sus compañeros había<br />
gente como él mismo, informantes,<br />
pero a ciencia cierta nunca le fueron ni<br />
siquiera mencionados, mucho menos<br />
presentados. Siendo un gran observador<br />
detectó a algunos de ellos en<br />
fiestas y reuniones: «Reciben información<br />
de dos o más fuentes asistentes a<br />
la misma reunión, buen movimiento,<br />
abundan detalles y corroboran veracidad<br />
en los reportes», pensó sonriendo.<br />
No era más lo que tenían que hacer,<br />
era algo sencillo, que hecho con discreción<br />
nadie notara.<br />
Un mal día secuestraron a uno de<br />
los informantes que había detectado,<br />
pidieron rescate por él, lo pagaron,<br />
pero pocos días después encontraron<br />
su cadáver, ya estaba muerto cuando<br />
pidieron el rescate. No había pasado<br />
una semana cuando los periódicos y<br />
la televisión volvieron a publicar de<br />
otro secuestro, otro joven estudiante<br />
a quien él tenía detectado como informante,<br />
misma forma de operar, se<br />
realizó el pago del rescate y apareció<br />
muerto. Desde niño supo cómo manejar<br />
armas, practicaba con asiduidad,<br />
así que como parte de su guardarropa<br />
y también dentro de su portafolios<br />
comenzó a llevar consigo dos pistolas,<br />
una colt 45 y una 38 spl., y la adrenalina<br />
fluía en su cuerpo al regresar de la universidad,<br />
los secuestrados habían sido<br />
sorprendidos al llegar a su casa y abrir<br />
el garage.<br />
Sabía que las probabilidades de que<br />
intentaran secuestrarlo eran grandes,<br />
no le importaba.<br />
Al regresar de la universidad en su<br />
auto, un Ford Galaxie 500, ocho cilindros,<br />
nuevo en aquellos años, acostumbraba<br />
sintonizar en la radio una estación que<br />
a esa hora transmitía música instrumental,<br />
su retorno se hacía placentero,<br />
y esta estación o solamente tenía un<br />
número limitado de piezas instrumentales<br />
o siempre le solicitaban las mismas:<br />
«Sin Final», «Vida de Asesino», «Classical<br />
Gas», «El Hombre, el Caballo y la Pistola»,<br />
«El Bueno, El Malo y El Feo», piezas<br />
que le agradaba sobremanera. Llegaba<br />
a su casa y guardaba en el garage su<br />
auto, cenaba y se iba a dormir, misma<br />
rutina de lunes a viernes.<br />
Pensaba como reaccionaria si lo intentaban<br />
secuestrar: «No tengo más<br />
que resistirme, de todas formas me<br />
matarían como a estos pobres...» se repetía<br />
mientras escuchaba la música en<br />
la radio. «Si sobrevivo debo reportarlo<br />
inmediatamente, no a la policía, a mi<br />
contacto, ya me dirán que hacer».<br />
<strong>La</strong> colonia donde vivía era residencial, y<br />
por razones de estética y por facilitar la fluidez<br />
del tránsito vehicular las banquetas y la<br />
calle estaban al mismo nivel, para tratar de<br />
evitar que los que circularan por estas calles<br />
a alta velocidad en las calles colocaron<br />
topes vibradores, pero en las banquetas no,<br />
así que los «ases del volante» evitaban los<br />
vibradores pasando a gran velocidad sobre<br />
la banqueta. Cosa que indignaba a los colonos.<br />
Por estar en una zona abundante en<br />
rocas volcánicas de gran tamaño, muchos<br />
colocaron en las banquetas al lado de los<br />
topes este tipo de rocas. Hacía pocos días<br />
que lo habían hecho.<br />
Una noche, al volver, notó que un<br />
auto lo seguía, colocó la 38 spl. en su entrepierna,<br />
como hacía cuando portaba<br />
dinero de la empresa donde trabajaba,<br />
era un auto compacto, un Renault, tras<br />
91
utilizar calles alternas para comprobar si<br />
lo seguían o no, decidió entrar a su colonia<br />
y acelerar hasta donde el Ford fuera<br />
capaz; esos autos Renault eran rápidos,<br />
pasaron el primer tope ambos a gran velocidad,<br />
el Renault , en el siguiente tope<br />
vibrador trató de librarlo subiendo a la<br />
banqueta, no vio la gran piedra volcánica,<br />
chocó contra ella y se estrelló al rebotar<br />
contra un muro de piedra.<br />
El impacto fue muy fuerte y el Renault<br />
y sus dos ocupantes quedaron muy maltrechos,<br />
se enteró de ello hasta después,<br />
tras checar que ya no lo seguían llamó<br />
de un teléfono en un restaurante en el<br />
centro comercial de su colonia, se reportó<br />
y le dijeron que llamara a su casa<br />
y que les pidiera que lo esperaran con la<br />
puerta del garage abierta. Al siguiente<br />
día en las noticias aparecieron los perseguidores,<br />
sus nombres y fotografías,<br />
aparecían un tanto maltrechos, uno de<br />
ellos con vendoletas en la frente y arriba<br />
de una ceja, probablemente iba en el<br />
asiento del pasajero y se estrelló contra<br />
el parabrisas, ambos hombres jóvenes,<br />
sin mayores rodeos dieron santo y seña<br />
de su jefe, poco mayor que ellos e inmediatamente<br />
fue capturado. Se especuló<br />
que el móvil había sido simplemente el<br />
dinero. Por supuesto la policía habló de<br />
un «gran operativo» que arrojó la captura<br />
de estos delincuentes. Todos ingresaron<br />
al penal de Lecumberri.<br />
92
Él no se preocupó y menos aún creyó<br />
esa versión, demasiadas coincidencias<br />
para haber sido «aleatorio y solamente<br />
por dinero», además de que inmediatamente<br />
después de su reporte telefónico<br />
capturaron a los del Renault.<br />
Dos meses después, en la prisión, el<br />
jefe apareció muerto, la versión oficial<br />
fue «suicidio», pese a tener golpes en<br />
cuello y nuca.<br />
Una versión de que eran parte de un grupo<br />
internacional comunista circuló, no eran<br />
tan solo aventureros o resentidos sociales.<br />
Él nunca desmintió en ninguna plática<br />
las versiones oficiales, no tenía la<br />
menor intención de «suicidarse» con<br />
golpes de karate.<br />
Pocos años después, en una de tantas<br />
reuniones sociales se enteró que<br />
los padres de uno de los secuestrados,<br />
festejaban el <strong>Año</strong> Nuevo en Acapulco,<br />
en un condominio de lujo, la pareja comenzó<br />
a discutir entre sí, el marido furioso<br />
arrojó del balcón a la esposa, de<br />
un quinto piso. Con tan buena suerte<br />
que cayó en la alberca y se salvó.<br />
Le gustaba ser informante, aunque<br />
sabía a ciencia cierta que era riesgoso<br />
y a veces hasta jocoso...<br />
Por esto varios de sus amigos han comentado<br />
y vuelto a comentar acerca de<br />
él: «...no sé cómo lo hace, pero siempre<br />
se entera de cosas que no queremos<br />
que se entere...».<br />
93
94<br />
ESTRELLA<br />
DE MAR<br />
Por David García de Bustamante
En las profundidades del océano<br />
Pacífico, más allá de Santa Cruz,<br />
de Tonga y Samoa, más allá de las<br />
playas cubiertas de arena blanca, cocoteros<br />
y algas secas, bajo los atolones de<br />
coral, las corrientes frías y cálidas que<br />
chocan y bailan y forman espirales de<br />
burbujas sedientas por llegar a la superficie,<br />
bajo los bancos de peces tipi<br />
tipi y de las rocas plagadas de anémonas<br />
de colores, una pequeña estrella de<br />
mar despierta. Se despereza lentamente.<br />
Contonea sus brazos al ritmo de la<br />
corriente y deja que el agua recorra su<br />
cuerpo. Bosteza, con los ojos entrecerrados.<br />
Estira todas sus extremidades y<br />
se pone en pie. Camina hasta la cocina<br />
para prepararse el desayuno. Tostadas<br />
con mermelada y café con leche, como<br />
todas las mañanas. Recorre la mirada<br />
por el interior de la roca en la que vive.<br />
No puede quejarse, es una de las mejores<br />
rocas del vecindario. Y además la<br />
tiene muy bien cuidada. Observa las<br />
algas de colores que bailan desde el<br />
tejado con el movimiento del agua. Su<br />
roca es la envidia del barrio. Después<br />
del desayuno, abre todas las ventanas<br />
para despejar y deja que la poca<br />
luz que llega desde la superficie del<br />
océano se cuele entre los rincones de<br />
la roca. Sí, la verdad es que tiene una<br />
casa maravillosa, un buen trabajo en la<br />
ciudad, buenos amigos con los que se<br />
reúne una vez a la semana para jugar a<br />
las cartas y un trato cordial con el resto<br />
de los vecinos. Sin embargo, nuestra<br />
amiga, la estrella de mar, se siente sola.<br />
Sale de casa como todas las mañanas.<br />
Saluda con la mano a los viandantes.<br />
Evita pasar por encima de un par<br />
de erizos que discuten enérgicamente,<br />
observa pasar un banco de gambas<br />
luminosas y se mete en su coche y se<br />
marcha a la oficina. <strong>La</strong> monotonía del<br />
día a día le reconforta de algún modo.<br />
Sus superiores son unos auténticos<br />
tiburones, pero, ¡ey!, están en lo más<br />
alto de la cadena alimenticia. Revisa<br />
varios informes. Se pregunta qué pondrán<br />
esa noche en la televisión. <strong>La</strong> vida<br />
de una estrella de mar puede parecer<br />
muy aburrida, pero nuestra protagonista<br />
hace lo que puede para intentar<br />
sacarle el máximo partido a su posición.<br />
En sus ratos libres escarba entre<br />
la arena de las profundidades en busca<br />
de algo que echarse a la boca. Juega<br />
con los caballitos de mar. Sueña con<br />
viajar a la superficie. Y cuando la poca<br />
luz del sol que llega hasta allí se apaga<br />
lentamente, regresa a casa y da vueltas<br />
por el salón, inquieta. Termina por encender<br />
el televisor y se sienta en el sofá.<br />
Un mal presentimiento se cierne sobre<br />
su figura estrellada. Algo no va bien. Escucha<br />
un golpe fuerte y un sonido estridente<br />
y continuo, como si otra roca<br />
se estuviera restregando sobre su roca.<br />
Se asusta. Se encoge en el sofá. El ruido<br />
se acrecienta. Se arma de valor. Extiende<br />
sus extremidades y sale de la roca.<br />
Un cangrejo atigrado, de un tamaño<br />
enorme, forcejea sobre la roca a la que<br />
nuestra estrella llama hogar. Introduce<br />
sus pinzas bajo las juntas del suelo<br />
y oprime con su cuerpo acorazado el<br />
tejado. <strong>La</strong> estrella se lanza en picado<br />
sobre el cangrejo. Intenta inmovilizarlo<br />
con sus brazos, pero el cangrejo es<br />
fuerte. Consigue apartarlo de su roca.<br />
Los dos caen rodando, como a cámara<br />
lenta, y cuando llegan al suelo, la estrella<br />
se amarra con fuerza al caparazón<br />
del crustáceo. Forcejean por sus vidas.<br />
Nuestra amiga saca su estómago y lo<br />
pone encima de los ojos del cangrejo,<br />
dispuesta a digerir sus partes blandas.<br />
95
El cangrejo se revuelve y agarra uno de<br />
los brazos de la estrella con su pinza.<br />
El dolor es abrumador. El cangrejo cierra<br />
la pinza con todas sus fuerzas y, sin<br />
mostrar piedad alguna, cercena uno de<br />
los brazos de nuestra amiga y se da a la<br />
fuga marcha atrás.<br />
<strong>La</strong> estrella de mar se siente agotada.<br />
Está tirada boca arriba sobre la arena del<br />
fondo marino, con una de sus extremidades<br />
mutilada. Se arrastra como puede<br />
hacia la base de la roca. Entra en casa y<br />
se queda profundamente dormida.<br />
Los primeros rayos del día atraviesan las<br />
aguas del océano Pacífico, y bajo los atolones<br />
de coral, bajo las corrientes frías y cálidas<br />
que chocan y bailan y forman espirales<br />
de burbujas, bajo los bancos de peces de<br />
colores, los caballitos de mar y las medusas<br />
luminiscentes, la estrella de mar despierta.<br />
Se despereza, dolorida, desconcertada,<br />
mientras observa con una mezcla de terror<br />
y ternura, cómo su brazo mutilado ha<br />
vuelto a la vida, le mira con los ojos muy<br />
abiertos, y le llama mamá con una vocecita<br />
aguda y casi imperceptible.<br />
96
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97
98<br />
LA ÚLTIMA<br />
CENA<br />
Por Israel Montalvo
Esa imagen se perdía en un profundo<br />
carmesí, en un tono que simulaba a<br />
un hígado crudo, daba vueltas por<br />
su cabeza, en momentos permanecía<br />
estática simulando una fotografía, y luego,<br />
cobraba vida, se contraía como una<br />
palpitación, iba y venía. Yeyé no podía<br />
distinguir con claridad si todo era una<br />
gran mancha roja o era algo más. Alguien.<br />
Yeyé intentaba aferrarse desesperadamente<br />
a este mundo, seguir en la cordura<br />
que al igual que la imagen carmesí, iba<br />
y venía en oleadas. No era mucho lo que<br />
había comido, apenas una rebanada de<br />
pastel, y todavía podía saborear el chocolate<br />
por su paladar, Myrna en cambio,<br />
estaba completamente ida, su vista estaba<br />
fija en una de las paredes del comedor,<br />
no estaba segura de cual era, sólo que<br />
era del comedor. <strong>La</strong> mirada de Myrna<br />
se fue gradualmente desviando al pavo<br />
que se encontraba ocupando el sitio de<br />
honor en la mesa, junto a una ensalada<br />
de papas, una botella de sidra, y el pastel<br />
que Yeyé había horneado para su primera<br />
noche, juntos. Ella no había comido<br />
mucho, no como Yeyé lo había hecho, él<br />
ya tenía experiencia y sólo se quedaba<br />
quieto mientras se perdía de esa vida,<br />
en cambio Myrna estaba pagando por<br />
su inexperiencia, estaba en un mal viaje,<br />
sudaba frio y empezaba a temblar, no<br />
podía controlar su cuerpo que se agitaba<br />
bruscamente. Yeyé apenas y se daba<br />
cuenta de las cosas, el hígado crudo lo<br />
devoraba en momentos.<br />
—Deberíamos hacer algo especial para<br />
nuestra primera navidad —propuso<br />
Myrna la tarde anterior mientras veían<br />
esa vieja película donde Sigourney Weaver<br />
machacaba a la creación de Giger—.<br />
Qué tal uno de tus pasteles «mágicos».<br />
—Con un cincuenta de la moradita la<br />
hacemos —sentenció Yeyé, mientras se<br />
perdía en la trama de un horror espacial,<br />
mientras la palabra «deberíamos»<br />
rondaba por su cabeza, sabía que toda<br />
lo haría él, ser bueno en la cocina era<br />
casi una maldición, aunque así fue<br />
como atrapó a Myrna, gracias a una<br />
buena cena.<br />
Myrna ya no estaba segura de que<br />
aquello que estaba en la charola que<br />
le regaló su madre, fuera en verdad un<br />
pavo. «¿Un pavo para dos personas?»<br />
se repetía en su cabeza intentando<br />
comprender algo que se le escapaba.<br />
Juanito se le apareció entre pensamientos,<br />
la imagen de ese regordete y<br />
siempre alegre mocoso que de debes<br />
en cuando le alteraba los nervios cuando<br />
andaba corriendo por las calles del<br />
vecindario sin importarle si un carro<br />
pudiese pasarle por encima. Esa cosa<br />
sobre la bandeja de plata y adornada<br />
con frutos secos y que desprendía un<br />
olor envinado, esa cosa era del tamaño<br />
de Juanito. Lo único que hacía falta era<br />
la enorme cabeza del mocoso, «Ahí va<br />
el pequeño Olmeca», esa era la broma<br />
que siempre decía Yeyé cuando el niño<br />
andaba corriendo por la acera que estaba<br />
frente a su casa.<br />
—¿Lo viste? —gritó Yeyé—. Se movió.<br />
Myrna le dio un vistazo por inercia,<br />
Yeyé había saltado de la silla en la que se<br />
encontraba y se pegaba a la pared como<br />
sí quisiera evitar el contacto con algo.<br />
—¿Encontraron a Juanito? —preguntó,<br />
pero Yeyé ni tan siquiera se percató de<br />
la pregunta, estaba horrorizado con la<br />
escena que se desarrollaba frente a sus<br />
ojos, en la contracción del vientre de<br />
aquello que estaba sobre la bandeja, de<br />
cómo abrió las piernas y lo dejó escapar.<br />
—¡Alien! —gritó Yeyé a todo pulmón—.<br />
¡Es el puto Alien! —estaba aterrado, no<br />
podía dejar que esa cosa lo tocara y lo<br />
99
derritiera con su saliva que emulaba al<br />
acido. Que importaba que fuera del tamaño<br />
de un ratón y cupiera en su mano,<br />
que Myrna no lo viera, él sabía que estaba<br />
ahí y en cualquier momento se balancearía<br />
sobre ellos.<br />
—¿Crees que los padres de Juanito lo<br />
van a extrañar? —Myrna aún seguía pensando<br />
en el pequeño vecino regordete.<br />
Yeyé dejó de lado al octavo pasajero<br />
que se escondía en algún oscuro paraje<br />
de su mente y recordó la última vez<br />
que alguien vio vivo a Juanito, en como<br />
su cara parecía haber sido apresada<br />
por una enorme mano que lo había<br />
dejado marcado por un tono rojizo que<br />
cubría la mayor parte de la piel de su<br />
rostro. Yeyé sabía que su padre era un<br />
desgraciado, solía escuchar como lloraba<br />
después de cada golpiza, y eso lo<br />
enfurecía tanto, le recordaba a su viejo,<br />
él tampoco había sido un buen padre.<br />
—Yo no sé si lo extrañaría —murmuró<br />
Yeyé —. Con el tiempo todo se olvida.<br />
Tomó el cuchillo con el que cortó las<br />
dos rebanadas de pastel y miró el reflejo<br />
difuso en la hoja metálica, entre migas<br />
de pan. No sé reconocía así mismo,<br />
apretó el mango con todas sus fuerzas<br />
o eso creía hacer, en momentos se perdía<br />
lejos de esa realidad, y se encontraba<br />
buscando la sombra de un alien que<br />
podría caber en uno de sus puños, o en<br />
el profundo carmesí que lo cubría todo.<br />
—¿Qué haces, Yeyé? —fue lo último<br />
que pudo escuchar antes de caer en la<br />
inmensidad de un tono que simulaba<br />
al hígado crudo.<br />
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101
102<br />
RECETA<br />
SECRETA<br />
Por Cosme
Me despertaron las piedras golpeando<br />
el vidrio de mi ventana,<br />
era el Chino, con un litro de leche<br />
abierto en la mano y la cara sonriente,<br />
ansiosa. Ya tenía el pantalón<br />
y las botas puestas, pero estaba sin<br />
camisa. Murmuré algún saludo y con<br />
la mano le hice una seña de que no<br />
tardaba en bajar. Aún estaba oscuro y<br />
aparte de nuestras pisadas sólo se oían<br />
los perros cuando fuimos a buscar al<br />
Esteban. Era un viernes de otoño, al<br />
día siguiente sería el festival de música<br />
electrónica en la playa, al cual habíamos<br />
planeado ir de mochileros. Un rato<br />
después enfilábamos nuestros pasos<br />
hacia el crucero donde intentaríamos<br />
que alguien nos llevara.<br />
Ya calentaba el sol cuando un señor con<br />
un camión vacío se ofreció a llevarnos.<br />
Y sin más empezó nuestro último viaje.<br />
El aire fresco de la carretera acabó<br />
por despertarnos mientras pasábamos<br />
por un bosquecillo de coníferas, llenándonos<br />
de esperanza y optimismo,<br />
nada más alejado de la realidad, nunca<br />
debimos haber salido ese día.<br />
Al llegar a la desviación, decidimos<br />
caminar un rato, pero tomamos una<br />
vereda paralela a la vía del tren, la cual<br />
se fue separando paulatinamente de<br />
la carretera, permitiéndonos paisajes<br />
sencillo pero hermosos llenos de quietud<br />
y aroma a hierba fresca, una hora<br />
después desayunamos sobre las agujas<br />
de pinos con el viento fresco y limpio<br />
nos quedamos dormidos.<br />
—Ya, levántense —dijo Esteban—. No<br />
salimos tan temprano para venir a dormir<br />
al monte<br />
—¿No? —dijo el Chino, sentándose,<br />
sin intenciones de levantarse.<br />
Continuamos por la vía del tren, un<br />
par de horas después cerca de un pueblo,<br />
nuevamente nos reunimos con la<br />
carretera, habíamos caminado unos<br />
ocho kilómetros desde el desayuno.<br />
El sol de mediodía empezaba a quemarnos,<br />
así que decidimos esperar a<br />
alguien más que nos llevara. Nos situamos<br />
en la salida a ese pueblo que nunca<br />
supe su nombre, alguien tendría que<br />
pasar por allí.<br />
Después de media hora, pasó una camioneta<br />
con una familia, pero la caja vacía.<br />
—Buenos días —dijimos, tratando de<br />
parecer buenas personas.<br />
—Súbanse —dijo el señor que conducía,<br />
sin dar importancia.<br />
El viaje fue muy lento, así que media<br />
hora después apenas estábamos<br />
pasando el gran lago, después fue disminuyendo<br />
la velocidad y dio vuelta en<br />
una brecha. Se detuvo y se quedó mirándonos<br />
por el retrovisor indicando<br />
que ya debíamos bajar.<br />
—Gracias —dijo el Chino. Si responder<br />
ni esperar más se arrancó la camioneta<br />
lenta e imperturbable.<br />
Medio día y apenas habíamos recorrido<br />
algo así como setenta kilómetros.<br />
Por lo menos debimos tomar la carretera<br />
más directa a la playa. Bueno, parte<br />
del propósito del viaje era ver cosas<br />
nuevas, y las vimos.<br />
Seguimos caminando hacia T*****,<br />
siguiendo letreros que indicaban pirámides<br />
más adelante y venta de artesanías.<br />
Ya apretaba el hambre y de acuerdo<br />
a nuestro presupuesto la comida la<br />
mediodía sería la fuerte, así que entramos<br />
a un restaurante sencillo que tenía<br />
de letrero el lago y unas mariposas, un<br />
lugar limpio y despejado.<br />
—Buenas tardes —apareció una muchacha<br />
como una exhalación, vestida de indígena,<br />
gruesas trenzas de cabello oscuro,<br />
facciones muy delicadas y ojos café intenso.<br />
103
Nos quedamos sin habla por unos<br />
momentos, pero luego le pedimos la<br />
comida del día. Con una sonrisa y sin<br />
hablar, nos atendió yendo y viniendo<br />
de la cocina sin hacer ruido como si no<br />
pisara el suelo. <strong>La</strong> comida consistió en<br />
gorditas de chicharrón en carne verde,<br />
un guisado de chile rojo acompañado<br />
de arroz. Carne deliciosa, fibrosa pero<br />
bien preparada, me impresionó, pero<br />
no dije nada. Ayudados por las deliciosas<br />
tortillas comimos como si no hubiera<br />
mañana. Nos sorprendió el precio<br />
tan bajo de la comida siendo tan abundante<br />
el platillo y prometimos regresar<br />
cada que pasáramos por T******.<br />
Después de pagar salimos para sentarnos<br />
en una sombra y decidir lo que haríamos,<br />
el plan era simple caminar hasta que<br />
oscureciera y dormir donde se pudiera.<br />
En eso estábamos cuando llegó la<br />
muchacha del restaurante, no vimos<br />
que haya salido del negocio, más bien<br />
me pareció que estaba entre los árboles,<br />
la acompañaba otra un poco más<br />
delgada y alta, con ojos más rasgados,<br />
hipnóticos e irresistibles.<br />
—Nari —dijo la primera—. ¿Vinieron<br />
para ir a la fiesta? —dijo casi susurrado,<br />
pero todos la oímos bien. Nos miramos,<br />
sin saber que decir.<br />
—No sabíamos —al fin dijo el Chino.<br />
—A la tarde hay una fiesta en las pirámides<br />
—dijo la más bonita—. Los esperamos.<br />
No esperaban respuesta, sólo se despidieron<br />
seguras de que ahí estaríamos.<br />
Quedamos sin habla, como quien ha<br />
visto a unas ninfas cantando.<br />
Preguntando llegamos al lugar indicado<br />
un par de horas después, al<br />
104
parecer había una especie de festival<br />
prehispánico. Ya una mujer estaba cantando<br />
pirekuas, hermosas y hechizantes.<br />
Estuvimos sentados un rato, disfrutando<br />
todo, hasta que vimos a las<br />
muchachas a nuestro lado.<br />
—Nari —dijeron.<br />
Tenían otra actitud, se veían más<br />
amables y misteriosas. Nos trajeron<br />
unos jarritos con una especie de tepache,<br />
nos observaban mientras lo bebíamos,<br />
con risitas y bajando la barbilla<br />
mientras se murmuraban comentarios.<br />
—Vengan —dijeron, tomándonos de<br />
la mano para llevarnos a un estacionamiento<br />
improvisado, nadie parecía<br />
notarnos o darnos importancia.<br />
Al llegar a unas bancas bajo un árbol frondoso,<br />
me sentí terriblemente cansado, me<br />
senté y empezaba a quedarme dormido,<br />
cuando vi a mis amigos riendo como idiotas.<br />
—K’uiripeta deliciosa —decían ellas<br />
coquetamente, y mis amigos intentaban<br />
repetirlo.<br />
Me despertó un ruido conocido, la<br />
puerta trasera de una camioneta al cerrarse.<br />
¿Qué hacía yo en la caja de lo que<br />
parecía una camioneta pequeña? Traté<br />
de hablar, pero sólo pude volver la cabeza<br />
y mis amigos estaban a mi lado, dormidos,<br />
acostados los tres. <strong>La</strong>s muchachas<br />
hablaban entre ellas o con alguien<br />
más. Me parecía que sólo podía ver con<br />
la mitad de abajo del ojo, me vieron tratando<br />
de incorporarme y sólo rieron.<br />
—P’untsumiti másïkuta —dijeron y se<br />
rieron.<br />
Recordé haber visto esa camioneta en<br />
el restaurante, cuando encendió el motor,<br />
cerré los ojos y me quedé dormido.<br />
105
EL ARTE DE LA<br />
LITERATURA Y SUS<br />
DIFICULTADES EN<br />
EL SIGLO XXI<br />
Por Ana Paola Nájera López<br />
¿Por qué consideramos ciertas cosas<br />
como arte? ¿<strong>La</strong> extravagancia, la originalidad?<br />
Desde mi perspectiva hay ciertas<br />
palabras que son innecesarias para buscar<br />
en un diccionario. Una de ellas es el<br />
arte. Puede tener una definición inequívoca<br />
pero forjar tu idea del concepto con<br />
base a experiencias, te hará arraigarte de<br />
tus principios y forjar tu identidad.<br />
Para mí el arte es todo aquello que<br />
nos hace humanos, aquello que de-<br />
106<br />
muestra que dejamos atrás nuestro<br />
instinto animal presumiendo así el<br />
raciocinio que nos trajo la evolución;<br />
y mientras más lejano esté de cumplir<br />
con la mera supervivencia, mayor será<br />
considerado como arte.<br />
<strong>La</strong> gastronomía es un arte porque no<br />
solo busca satisfacer la necesidad del<br />
hambre, busca disfrutar cada bocado,<br />
agregando condimentos, mezclando<br />
sabores, hirviendo y marinando con
delicadeza para degustar cada bocado.<br />
Eso es arte. Pero una de las artes más<br />
puras es el escribir, el leer, hacer que el<br />
lector reviva tus ideas. Eso expondré en<br />
el presente ensayo.<br />
Es rara la persona que tiene el don de<br />
crear arte, ya que ésta se va forjando y<br />
aprendiendo, mucho depende del empeño<br />
y la paciencia. Como bien decía el<br />
estilista francés L. Veuillot «A fuerza de<br />
trabajo se puede llegar a ser un escritor<br />
puro, claro, correcto e incluso elegante».<br />
El arte de escribir es el producto de<br />
un arduo esfuerzo.<br />
Pero este esfuerzo muchas veces se ve<br />
menospreciado gracias a la globalización.<br />
No puedo negar que las redes sociales<br />
nos han traído muchos puntos positivos<br />
respecto a la escritura y su divulgación ya<br />
que alguna idea puede ser publicada con<br />
facilidad en Facebook, Twitter, o si llega a<br />
ser más extenso en Wattpad. Sin embargo,<br />
107
esto a su vez trae aspectos negativos ya<br />
que cualquier persona se cree un prodigo<br />
escritor y la divulgación de sus textos (con<br />
muchas veces faltas de ortografía y carencia<br />
de sintaxis) desacredita a los demás<br />
escritores que han trabajo con laborioso<br />
esfuerzo sus escritos. Y no me malinterpreten,<br />
con esto no quiero decir que solo<br />
los buenos escritores pueden darse el lujo<br />
de divulgar sus textos, es excelente que<br />
los jóvenes escribamos y compartamos<br />
frases, microcuentos y relatos propios.<br />
Pero que no olviden que «la mejor inspiración<br />
para escribir es leer» (Jorge González<br />
Moore). Y no una lectura en un blog o revistas<br />
de la farándula, sino que se nutran<br />
de Arthur Conan Doyle, Octavio Paz y José<br />
Saramago para poder llegar a escribir textos<br />
dignos de admiración.<br />
Ya que al no nutrirnos de otros, generaremos<br />
una blasfemia para el arte de<br />
la literatura en donde mucho jóvenes<br />
iniciarán a leer con fanbooks de Wattpad<br />
o historias de Facebook y si son<br />
de mala calidad, se harán lectores conformistas<br />
y al ver un texto literario con<br />
extenso vocabulario o mayor grado de<br />
dificultad lo menospreciarán diciendo<br />
que es «aburrido».<br />
Sin embargo, lo peor de todo son las<br />
instituciones de alto grado literario que<br />
se adecuan al conformismo de la actualidad,<br />
dándole la razón al ignorante.<br />
<strong>La</strong> Real Academia Española acepta<br />
cada vez nuevas palabras que no son<br />
necesarias, sea el caso de la palabra<br />
«amigovio». <strong>La</strong> palabra en sí es bien conocida<br />
coloquialmente y generalizada<br />
por los jóvenes pero al incluirla al Diccionario<br />
de la RAE directamente se nos<br />
dice «habla y escribe como quieras, total<br />
la RAE te dará la razón». Otro ejem-<br />
108
plo es cuando la RAE puso la propuesta<br />
normativa de eliminar el acento para<br />
distinguir entre «éste», «este» y «esté».<br />
Esto en vez de verlo como una ventaja<br />
para nosotros, deberíamos de verlo<br />
como un motivo para no dejar de persistir<br />
y arraigarnos a la lengua española.<br />
<strong>La</strong> propuesta normativa por la<br />
RAE no dio frutos y Salvador Gutiérrez,<br />
miembro de la Real Academia Española,<br />
ha reconocido que el seguimiento<br />
de los «consejos» de la edición de Ortografía<br />
de la RAE ha sido muy desigual.<br />
Cuatro años después de su publicación,<br />
aún se acentúan palabras como «sólo»<br />
y «éste», pese a lo recomendado. Claro<br />
que el mundo está cambiando y hay<br />
muchas palabras que se agregaran con<br />
el tiempo pero el español es una de las<br />
lenguas más vastas de vocabulario y<br />
deberíamos presumirla con orgullo.<br />
Mientras más pasa el tiempo debería de<br />
haber más creación de arte, porque gradualmente<br />
vamos evolucionando un poco<br />
más. Sin embargo estos últimos años parece<br />
estar tomando el caso contrario en donde<br />
va decreciendo el interés por esta índole.<br />
Muchos se lo han atribuido al gobierno que<br />
no promociona el arte y la cultura pero la demanda<br />
es la que rige la oferta. Y si nosotros<br />
los jóvenes no comenzamos a interesarnos<br />
no podremos exigirle nada al Estado.<br />
Debemos de empezar a acercarnos a<br />
la cultura, al arte misma. En las escuelas<br />
nos obligan a leer pero no por ser un<br />
«sistema retrógrada» si no porque es necesario,<br />
la inteligencia y las capacidades<br />
se rigen de la práctica y el mejor ejercicio<br />
es la lectura. Muchas personas dicen<br />
que no les gusta leer pero como decía J.<br />
K. Rowling: «si no te gusta leer, no has<br />
encontrado el libro correcto».<br />
109
110
NOVELAS<br />
POR ENTREGAS<br />
111
112<br />
LOS<br />
ÚLTIMOS<br />
CONTRI-<br />
BUYENTES<br />
(PRIMERA PARTE)<br />
Por<br />
Ernesto Molina<br />
<strong>La</strong> negrura obsidiana abarca hasta<br />
donde alcanza la vista pero no está<br />
vacío ni obscuro, pues aquí se encuentra<br />
todo. Dispersos por el horizonte<br />
se hay varios puntos blanquecinos,<br />
cada uno de estos puntos pueden ser<br />
estrellas, planetas o galaxias distantes,<br />
todas sometidas a las leyes de la física,<br />
leyes inamovibles que seguirán dictando<br />
el comportamiento del universo en<br />
todos sus rincones durante el tiempo<br />
que dure la eternidad, estas reglas dictan<br />
que en algún momento del futuro<br />
se agotará la entropía y el universo<br />
completo colapsará, será un día silencioso,<br />
probablemente un martes, aunque<br />
en realidad no habrá quién pueda<br />
registrarlo. Por lo tanto esta no es la<br />
historia de ese momento.<br />
<strong>La</strong>s leyes de la física igualmente dictan<br />
muchos de los eventos que cambiarán<br />
la geografía de nuestro universo:<br />
Galaxias fusionándose, estrellas muriendo,<br />
sistemas completos que son<br />
comprimidos por la masa sumamente<br />
densa de un agujero negro, tu orden<br />
de sushi, y otras cosas que suceden en<br />
intervalos de tiempo tan largos que la<br />
vida surgirá y se extinguirá varias veces<br />
antes de que alguien lo note. Pero esta<br />
no es la historia de uno de esos eventos.<br />
Estos mismos estatutos que rigen el<br />
universo controlan donde florecerá la<br />
vida, de qué estará conformada, cuáles<br />
serán sus ventajas, cuáles serán<br />
sus amenazas, a qué temerán y posiblemente<br />
a qué venerarán y cuál será<br />
el ingrediente predilecto de la pizza.<br />
¿Adivinaste? Esta no es la historia del<br />
surgimiento de una civilización.<br />
En todo el tiempo que las leyes de la<br />
termodinámica han concedido a nuestro<br />
universo, nacerán y surgirán varias<br />
civilizaciones con la capacidad de ex-
plorar las estrellas, muchas de ellas<br />
jamás coincidirán, aunque ¡claro! existe<br />
una pequeña posibilidad de que se<br />
encuentren y convivan tratando de preservarse<br />
la una a la otra, por su puesto<br />
la experiencia nos enseña que las posibilidades<br />
de una guerra son ligeramente<br />
superiores. Curiosamente esta no es<br />
la historia de uno de esos encuentros.<br />
Pero hay algo digno de mención respecto<br />
a las civilizaciones:<br />
Sus leyes no se someten a la saludable<br />
lógica de la física.<br />
Esta historia trata de esas leyes, las leyes<br />
de los hombres y civilizaciones asociadas.<br />
Y comienza con una viajera visitando<br />
un planeta donde la vida dejó su marca<br />
pero jamás prosperó:<br />
<strong>La</strong> abadía estaba sola, la ciudad permanecía<br />
abandonada y el planeta se<br />
encontraba completamente desierto;<br />
roca abandonada era un término válido<br />
para describir el lugar. Era el tipo<br />
de lugar que hace que los escritores se<br />
vuelvan redundantes. En aquel yermo<br />
reposaba el Sancto coniectoris adsiduus.<br />
Un artículo tan poderoso solo podía ser<br />
resguardado en un lugar donde la vida<br />
no fuera posible.<br />
Este mundo poseía una atmósfera de<br />
cuarenta centímetros de espesor y una<br />
radiación UV capaz de esterilizar a una<br />
horda de adolecentes lujuriosos. <strong>La</strong> ciudad<br />
y la abadía fueron construidas por<br />
robots obsoletos que eran propiedad<br />
de la secta, y la ubicación del planeta<br />
solo es conocida por los seis miembros<br />
más importantes de la fe. Pero en ese<br />
preciso momento, desde el visor de su<br />
nave espacial, Isa tenía oportunidad de<br />
ver la legendaria abadía.<br />
<strong>La</strong> iglesia le había asignado una misión.<br />
Cada cuatrocientos años el Sancto<br />
coniectoris adsiduus entregaba un<br />
número, y era responsabilidad de Isa<br />
recuperar ese dato.<br />
<strong>La</strong> iglesia de los últimos contribuyentes<br />
era una religión relativamente<br />
nueva. Aun así poseía sus propias profecías<br />
sin sentido, lugares prohibidos<br />
saturados de turistas, artículos antiquísimos<br />
de origen dudoso y una tienda<br />
de recuerditos. <strong>La</strong> búsqueda de Isa<br />
implicaba todo eso y más.<br />
Una vez que la nave aterrizó en el desértico<br />
planeta, Isa activó su cronómetro,<br />
tenía cuatro horas antes de que la<br />
radiación emitida por aquella estrella<br />
la matara. Eso significaba que gracias<br />
a su moderno traje espacial tenía casi<br />
dos horas antes de que el cáncer fuera<br />
irremediable; incluso podría dedicar<br />
cinco minutos a visitar la mítica ciudad.<br />
Decidió no desperdiciar su tiempo y se<br />
dirigió a su objetivo.<br />
Ya dentro de la abadía solo había un<br />
pasillo que siguió hasta que distinguió<br />
el sagrado artefacto. Se colocó de rodillas<br />
y presionó el botón rojo. <strong>La</strong> chica<br />
mantuvo la respiración mientras el<br />
edificio completo emitía un zumbido<br />
angustiante.<br />
—Algo no está saliendo bien —dijo Isa<br />
con un una voz preocupada que rayaba<br />
en el pánico.<br />
Una luz roja le indicó el problema:<br />
Favor de colocar papel en la bandeja 1<br />
Sin la menor reverencia hacia el santo<br />
suelo que pisaba, Isa abrió el cajón<br />
que decía «Papel» y abasteció la impresora<br />
con varias hojas tamaño carta. El<br />
zumbido cesó y la impresora devolvió<br />
un número primo de 148 dígitos. Colocó<br />
la impresión en una maleta de alta<br />
seguridad y emprendió el viaje de regreso<br />
a la tierra.<br />
113
114<br />
<strong>La</strong> tierra es el planeta donde los seres<br />
humanos dieron sus primeros pasos,<br />
escribieron sus primeros poemas y pagaron<br />
sus primeros impuestos. Fueron<br />
aquellos impuestos los que empujaron<br />
a la creación de la Iglesia de los últimos<br />
contribuyentes. Esta iglesia es la institución<br />
más poderosa, importante, relevante,<br />
venerada y temida de toda la galaxia.<br />
Marcando un hito en la historia de la evolución;<br />
diversas especies que habitan el<br />
universo han adoptado esta fe independientemente<br />
de su origen, creencias originales<br />
o la demostración científica de la<br />
existencia de otros dioses.<br />
Según la leyenda, <strong>La</strong> iglesia de los últimos<br />
contribuyentes fue fundada por una<br />
pareja del estado de Chihuahua en aquel<br />
caótico país conocido alguna vez como<br />
México. Cansados de pagar impuestos<br />
empezaron a buscar métodos para prosperar<br />
sin tener que entregar una parte de<br />
sus ganancias al erario público. Después<br />
de mucha meditación e investigación<br />
fiscal fundaron <strong>La</strong> Primera Iglesia De Los<br />
Evasores De Impuestos, posteriormente<br />
se llamó <strong>La</strong> Congregación De Los Morosos<br />
y cuando adquirió algo oficialidad volvió<br />
a cambiar su nombre a Iglesia De Los Últimos<br />
Contribuyentes.<br />
<strong>La</strong>s reglas de las religiones, sectas y<br />
clubs de fans suelen ser las mismas en<br />
todo caso: Pórtate bien, dona dinero<br />
al equipo y transfórmate en un fanático<br />
violento si la situación lo amerita.<br />
<strong>La</strong> nueva religión agrega una regla: Es<br />
máximo e imperdonable pecado cumplir<br />
con tus obligaciones fiscales. Obviamente<br />
las personas con grandes ingresos<br />
empezaron a unirse a la nueva secta,<br />
situación que impulsó al gobierno y las<br />
antiguas religiones a tomar medidas<br />
drásticas. Afortunadamente el exceso<br />
de burocracia y corrupción del gobier-
no junto con la mediocridad de las instituciones<br />
aliadas dieron al traste con<br />
sus planes para detener a la pujante<br />
fuerza de los últimos contribuyentes.<br />
Con los siglos el aumento de feligreses,<br />
los buenos ingresos y la excelente<br />
administración permitió que la iglesia<br />
financiara numerosos proyectos de investigación,<br />
llevando a la tierra al nivel<br />
científico de planetas como Fuxa 9 y Sirli.<br />
Con el desarrollo tecnológico el viaje interplanetario<br />
fue posible, Eso permitió el<br />
envío de misioneros a otros mundos que<br />
ayudados por la flexibilidad de la fe y los<br />
elevados impuestos ganaron, con gran velocidad,<br />
nuevos feligreses, mundos completos<br />
y lo más importante: Influencia.<br />
Algunas veces la iglesia de los últimos<br />
contribuyentes debía demostrar<br />
que tiene todo el misticismo necesario<br />
para ser una religión creíble. Así que<br />
fue comprando templos antiguos, pergaminos<br />
ambiguos y tradiciones extrañas<br />
. Naturalmente también escribieron<br />
algunas profecías.<br />
El problema es que una de las profecías<br />
estaba a punto de cumplirse.<br />
⁂<br />
Después del capítulo anterior el lector debe<br />
de estar muy molesto conmigo, en la portada<br />
del libro prometo escribir sobre obscenidades,<br />
perversiones y tabúes. De momento<br />
solo hemos podido leer un extraño cuento<br />
sobre una chica que atraviesa la galaxia<br />
para colocar papel en la impresora y la historia<br />
del surgimiento de una religión.<br />
¿Ok? para evitar que este libro se<br />
ponga muy aburrido voy a resumir este<br />
capítulo lo más posible:<br />
En la abadía de los evasores de impuestos<br />
hay una computadora de finales<br />
de los 90s conocida como el Sancto<br />
coniectoris adsiduus, este ordenador fue<br />
diseñado para que cada cuatrocientos<br />
años imprima un número primo de 148<br />
dígitos. Ese número es resultado de un<br />
programa informático que fue obtenido<br />
después de años de investigar el comportamiento<br />
de un naranjo cuyos frutos<br />
tenían la capacidad de predecir los<br />
resultados de los partidos de futbol. El<br />
número impreso por la computadora<br />
representa el código de registro de una<br />
cadena de ADN. El poseedor de dicha<br />
genética deberá recolectar cuatro artículos<br />
místicos dispersos alrededor del<br />
universo, si el elegido muere o falla en su<br />
misión, la iglesia de los últimos contribuyentes<br />
deberá pagar todos los impuestos<br />
acumulados durante los últimos cuatro<br />
mil años, además de los intereses.<br />
Como cabe esperar los numerosos<br />
gobiernos, prestamistas y enemigos de<br />
la fe concentran toda su atención en los<br />
resultados de la búsqueda del elegido.<br />
Durante las últimas nueve sesiones este<br />
paladín de la fe ha podido recolectar y<br />
entregar los artículos solicitados pero<br />
este año las apuestas están en contra.<br />
El nombre del elegido es Pohl Douglas,<br />
un hombre que es el resultado<br />
de una mala mezcla de las baladas de<br />
moda y vodka sabor chocolate. <strong>La</strong> madre<br />
de Pohl, que al momento del parto<br />
tenía diecisiete años de edad y una oferta<br />
para aparecer en un vídeo musical,<br />
entregó a su hijo a un orfanato manejado<br />
por el gobierno federal de la Tierra.<br />
El niño fue educado institucionalmente<br />
durante dieciocho años, después<br />
consiguió un trabajo en un estacionamiento,<br />
obtuvo otro trabajo como archivador<br />
en una compañía de seguros,<br />
asistió al concierto de una banda popular,<br />
se enamoró, fracasó románticamente<br />
y fue seleccionado el elegido de la fe.<br />
115
Por lo tanto, una tarde, mientras regresaba<br />
del trabajo pensando si debía<br />
ordenar pizza o cenar los palitos de<br />
queso del día anterior, fue secuestrado<br />
por una camioneta negra sin placas,<br />
vestido con un traje caro y colocado en<br />
una sala de juntas frente a un grupo<br />
dispar de personajes con rostro hostil.<br />
Esta situación había dejado sumamente<br />
confundido a Pohl, el pobre archivador<br />
que se encontraba a punto de<br />
sentir miedo, buscó en los bolsillos del<br />
nuevo traje y allí estaba el sobre; desde<br />
los doce años cargaba con él y no se<br />
separaba más que para bañarse. Sobre<br />
en mano, abrió los ojos y se enfrentó a<br />
sus secuestradores.<br />
Un hombre feo con siete papadas lo<br />
puso al tanto de la situación: mientras<br />
Pohl archivaba la información de un<br />
accidente naviero ocasionado por una<br />
furiosa ballena blanca que se fugó de<br />
un estudio de filmación. Un grupo de<br />
exploradores visitaron las parroquias<br />
de las cuatro esquinas, donde obtuvieron<br />
la lista de los valiosos artículos que<br />
eran necesarios para que cien mil millones<br />
de individuos de cuarenta y siete<br />
especies distintas colocadas en ciento<br />
veintidós cuerpos celestes diferentes<br />
puedan continuar con sus vidas sin pagar<br />
impuestos.<br />
Así también se le informó que una<br />
asociación conformada por ciento<br />
ochenta y tres dependencias del gobierno<br />
le asignaría un supervisor que<br />
lo acompañaría durante todo su viaje.<br />
El nombre del supervisor del gobierno<br />
era Úrsula Luna. Podemos describirla<br />
fácilmente como una fantasía<br />
sexy del autor . Además de ser sumamente<br />
atractiva, tenía un doctorado en<br />
geografía intergaláctica y una actitud<br />
aventurera. Su presencia en el equipo<br />
116
estaba justificada con el argumento de<br />
que los últimos contribuyentes no falsificaran<br />
la evidencia de la misión.<br />
Puesto que existía la posibilidad de<br />
que el supervisor aprovechara la soledad<br />
del viaje para seducir, matar o<br />
sobornar a nuestro héroe, la iglesia le<br />
asignaría un robot no obsoleto para<br />
ayudarle con el trayecto: J.U.A.N., como<br />
lo llamaban sus amigos robots, era una<br />
máquina diseñada para funcionar como<br />
misionero en planetas poblados únicamente<br />
por robots o en lugares demasiado<br />
hostiles como para enviar a alguien<br />
que no fuera a prueba de balas.<br />
Antes de que Pohl pudiera hacer una<br />
objeción, lo colocaron en una nave espacial<br />
llamada <strong>La</strong> Sonrisa Fácil junto con<br />
sus nuevos compañeros de viaje, comenzando<br />
una magnifica aventura que sería<br />
recordada por aquellos cuya ocupación<br />
implica recordar esta clase de viajes.<br />
1<br />
Entre las cosas que compraron está lo siguiente:<br />
Muchas pirámides que la gente<br />
no había querido desenterrar, numerosos<br />
manuscritos cifrados de dudoso origen, los<br />
derechos de las festividades decembrinas y<br />
los cajeros automáticos. En consecuencia los<br />
«ATM» son considerados altares, ahora el viernes<br />
el día más sagrado de todos y el distrito<br />
de bares es la zona más religiosa de la ciudad.<br />
2<br />
Allá afuera hay muchos cachorros, bebés y<br />
autores que son auténticamente feos pero<br />
se las arreglan para ser agradables o tiernos.<br />
Este hombre era feo en toda la extensión de<br />
la palabra y sin oportunidad de redención.<br />
3<br />
¡Mentira! Úrsula Luna es guapa, pero la<br />
fantasía sexy del autor implica lencería fabricada<br />
con pizza. Nuestra supervisora utiliza<br />
un conjunto de algodón que es cómodo,<br />
práctico y nada comestible.<br />
Continúa en el número 10<br />
117
118<br />
EN<br />
EL JARDÍN<br />
DEL EDÉN<br />
Por<br />
Carolina Aguirre<br />
Al momento en el que Julio abrió<br />
los ojos el viento soplaba ligeramente,<br />
arrastrando la fresca y salada<br />
brisa del mar. Se levantó de golpe,<br />
adolorido, con la sangre de aquellos<br />
acólitos aún en su rostro y en sus manos.<br />
Miró en todas direcciones y lo único<br />
que pudo observar fue una delgada<br />
línea de playa; frente a él, las cristalinas<br />
aguas del mar estaban tranquilas, y a<br />
su espalda, al terminar la playa, se erigían<br />
árboles y plantas de verde follaje<br />
con flores de diferentes colores. El olor<br />
en aquel lugar era muy dulce, las nubes<br />
avanzaban lentamente con el viento y<br />
el sol, que a pesar de encontrarse en el<br />
cenit, solo brindaba un ligero y agradable<br />
calor.<br />
Julio, con la ropa hecha girones y bañada<br />
en sangre, comenzó a gritar con<br />
desesperación los nombres de Carolina<br />
y Eira, igual que aquel fatídico día<br />
en que el Sirena Negra naufragó.<br />
—Esta vez no las encontrarás de esa<br />
forma —exclamó una dulce y delgada<br />
voz, que parecía haberse escuchado<br />
detrás de él.<br />
—¡¿Quién está ahí?! —gritó Julio, girándose<br />
para ver a quién había exclamado<br />
esas palabras, pero no vio nada,<br />
tan solo la arena y el mar. <strong>La</strong> voz volvió<br />
a escucharse soltando una ligera risa, y<br />
volvió a decir:<br />
—Esta vez no las podrás encontrar.<br />
¿Qué ya no recuerdas lo que pasó? —volvió<br />
a escuchar detrás de él. Esta vez Julio<br />
no se giró, pues frente a él, y como si fuera<br />
un espejismo, la imagen de Carolina<br />
y Eira, gritando llenas de desesperación<br />
y temor mientras eran devoradas por la<br />
oscuridad aparecía nuevamente. Julio<br />
corrió para tratar de ayudarlas, pero<br />
en cuanto se acercó, aquella imagen se<br />
desvaneció, arrastrada por el viento.
—¡¿Qué diablos es este lugar?! ¿Quién<br />
eres? —gritó Julio nuevamente, lleno<br />
de frustración y coraje.<br />
—¿Quién soy yo? —respondió aquella<br />
voz femenina e infantil detrás de Julio.<br />
Él giró con rapidéz y esta vez pudo ver<br />
a quien le hablaba. Era una niña pequeña,<br />
que parecía no tener más de cinco<br />
años; llevaba un largo vestido blanco<br />
sin ningún tipo de adorno, sus ojos azules<br />
y sus facciones delicadas e infantiles<br />
la hacían lucir muy inocente, su cuerpo<br />
era sumamente delgado y su piel casi<br />
tan blanca como las conchas que se hallaban<br />
en la playa. <strong>La</strong> pequeña le sonrió<br />
y continuó—. Yo no soy nadie. <strong>La</strong> pregunta<br />
aquí es, ¿quién eres tú?<br />
—Yo... —Julio tardó unos segundos en<br />
responder, respiró profundo y trató de<br />
que tragarse su enojo—. Mi nombre es<br />
Julio. ¿Cómo te llamas tú? —la pequeña<br />
sonrió, entretenida, y movió la cabeza<br />
de una lado a otro en señal de negación.<br />
—No te estoy preguntando tu nombre,<br />
te estoy preguntando quién eres tú.<br />
—Por eso, te estoy diciendo que soy<br />
Julio... ¿Vas a decirme tu nombre o solo<br />
te vas a estar burlando de mí? —exclamó<br />
Julio, molesto. <strong>La</strong> pequeña solo suspiró.<br />
—Si no sabes quién eres tú, ¿cómo<br />
pretendes saber quién soy yo? —la pequeña<br />
volvió a reír—. Nunca he entendido<br />
esa necesidad de ustedes de darle<br />
un nombre a todo lo que les rodea,<br />
pero si tanto te importa, entonces puedes<br />
llamarme... —la pequeña pensó un<br />
poco y, tras unos segundos, respondió—:<br />
Puedes llamarme Vremya… Sí,<br />
sería bonito que alguien me llame así.<br />
—Vremya... ¿Pero quién eres tú? ¿Cómo<br />
llegué hasta aquí? ¿Dónde estamos? —preguntó<br />
Julio, aún desesperado. Vremya lo<br />
tomó de la mano y comenzó a caminar, Jalando<br />
a Julio consigo.<br />
—Haces muchas preguntas. Mejor<br />
guarda silencio y disfruta el paisaje; últimamente<br />
no se ven muchos lugares así<br />
de hermosos de donde tú vienes —atinó<br />
a responder Vremya, sin dejar de sonreír.<br />
—¿Cómo qué de donde yo vengo…?<br />
Mira, eso no importa ahora, no puedo<br />
estar así de tranquilo, tengo que regresar,<br />
tengo que salvarlas, ellas no...<br />
—No puedes salvar a nadie si ni siquiera<br />
sabes quién eres... —respondió<br />
Vremya, soltando la mano de Julio.<br />
—¡Eso es una tontería! ¡Ellas me necesitan!<br />
No puedo estar aquí tan... —Julio<br />
volteó a ver a Vremya, pero ella ya no<br />
estaba a su lado.<br />
—¡Ven acá! El agua está deliciosa. ¡Ven<br />
a jugar conmigo! —gritó Vremya, parada<br />
en el agua cerca de la playa, después se<br />
puso a chapotear con los pies. Julio la<br />
miró un tanto confundido, y poco a poco<br />
se fue acercando a ella—. Anda, el agua no<br />
te va a hacer nada, ven aquí —tras dudar<br />
un momento, Julio se quitó los zapatos,<br />
subió un poco sus pantalones y entró al<br />
agua hasta que esta le cubrió los pies por<br />
completo—. ¿Verdad que está deliciosa?<br />
—Por favor, no es momento para estar<br />
jugando. Tengo que ayudar a Carolina<br />
y a Eira, sino...<br />
—¿Sino qué? —Vremya detuvo el chapoteó<br />
y preguntó con un tono de voz<br />
lúgubre, mirando fijamente a Julio.<br />
—Ellas pueden morir... —al escuchar<br />
esto, Vremya soltó un suspiro y todo a<br />
su alrededor se oscureció. Julio, desconcertado,<br />
solo pudo sentir un terrible<br />
frio, y no pudo evitar cerrar los ojos.<br />
Segundos después, una sensación cálida<br />
invadió su cuerpo.<br />
—Abre los ojos. Eres muy temeroso —dijo<br />
Vremya. Julio hizo caso y abrió los ojos lentamente.<br />
<strong>La</strong> playa había desaparecido, y en<br />
su lugar se encontraban en un pequeñísi-<br />
119
mo claro en medio de un bosque de colores<br />
pardos. Ahí había una mesa decorada<br />
con un mantel de encaje, sobre ella reposaba<br />
una tetera humeante junto a dos<br />
tazas sobre unos pequeños platos, todo<br />
de porcelana. Julio miró a su alrededor y<br />
solo podía ver la espesura de los árboles<br />
que creaban la ilusión de un muro de vegetación,<br />
la cual era penetrada por la luz<br />
del sol colándose entre sus ramas. Vremya<br />
estaba sentada en una silla y apenas<br />
alcanzaba la mesa—. Se bueno y sírveme<br />
un poco de té, es de manzanilla. Tú favorito,<br />
¿no? —Julio dudo, pero se acercó a<br />
la mesa y sirvió el té en ambas tazas. Con<br />
un ademán, Vremya pidió a Julio que se<br />
sentara en la otra silla, lo cual él obedeció<br />
de inmediato. Para cuando levantó la<br />
mirada después de sentarse la pequeña<br />
niña ya no estaba, en su lugar había una<br />
mujer joven, igual de blanca que Vremya,<br />
con sus mismas facciones y el mismo<br />
vestido—. Perdona, pero es que no podía<br />
alcanzar bien la mesa —dijo aquella mujer,<br />
con un tono de voz más maduro, pero<br />
con la misma picardía.<br />
—¿Qué eres tú? —preguntó Julio,<br />
desconcertado.<br />
—¿Sabes? Esa es una pregunta interesante<br />
—respondió Vremya, tras dar<br />
un sorbo a su té—. Yo podría hacerte la<br />
misma pregunta a ti.<br />
—Eso es muy fácil, yo soy un ser humano<br />
—respondió Julio, con más<br />
confianza y con la taza de té entre sus<br />
manos. Por alguna extraña razón aquel<br />
lugar y aquella mujer causaban en él<br />
una sensación de tranquilidad. El canto<br />
de las aves se escuchaba de forma<br />
armoniosa en todo el bosque.<br />
—Eso ya lo sé, pero esa no es la respuesta<br />
que busco...<br />
—¿Entonces qué es lo que quieres saber?<br />
De verdad no puedo estar aquí, no<br />
120<br />
ahora, tengo que rescatar a Carolina y<br />
a Eira... Yo... Ellas... Yo no sé qué haría<br />
sin ellas.<br />
—¿Y si te dijera que ya no puedes hacer<br />
nada por ellas? ¿Te quedarías aquí para<br />
siempre? —preguntó Vremya, mientras<br />
que su mirada se tornaba oscura.<br />
—No vas a poder evitarlo. No me<br />
importa quién seas, no voy a dejar<br />
que mueran —respondió Julio, levantándose<br />
de la silla. Vremya soltó una<br />
carcajada.<br />
—Yo no te puedo impedir nada, pero<br />
estando aquí no vas a poder lograr<br />
nada tampoco —atinó a decir y continuó<br />
riendo.<br />
—Quieres decir que... ¿estoy muerto?<br />
—preguntó Julio, mientras que su rostro<br />
se volvía pálido.<br />
—Con ustedes siempre es lo mismo:<br />
vida y muerte; noche y día; bien y mal...<br />
Realmente la existencia no es tan básica<br />
y, sin embargo, ustedes han logrado<br />
mucho aún con esa forma tan simple<br />
de pensar.<br />
—No entiendo nada... —exclamó Julio,<br />
con un marcado tono de consternación<br />
en su voz. Vremya volvió a reír y,<br />
tras un sorbo a su té, continuó:<br />
—Puedes fumar si quieres, no es algo<br />
que me moleste y sé que te gusta hacerlo<br />
—Julio la miró sin entender lo que<br />
sucedía—. En tu cazadora traes una cajetilla<br />
medio llena, sácala, con confianza<br />
—Julio no comprendió hasta que<br />
tocó su cuerpo. Sin saber cómo, llevaba<br />
la misma ropa que tenía cuando se<br />
embarcó en el puerto en Veracruz. Aún<br />
preocupado, buscó en la bolsa interior<br />
de su cazadora y sacó la cajetilla, justo<br />
como Vremya dijo, después, sin pensarlo<br />
mucho, sacó de ella un cigarrillo y el<br />
encendedor. Tras encender el cigarrillo<br />
y dar una bocanada, Julio preguntó:
—¿Qué estoy haciendo aquí?<br />
—¡Bingo! —exclamó Vremya, emocionada—.<br />
Esa era la pregunta mágica.<br />
Estás aquí porque aquí es dónde necesitas<br />
estar.<br />
—Eso no me ayuda en nada... —Vremya<br />
sonrió al escuchar esa respuesta.<br />
—Realmente son ustedes muy básicos,<br />
es tierno… Y a la vez preocupante.<br />
Es por eso que ustedes los humanos<br />
causan tantos estragos. Te explicaré:<br />
estás aquí porque necesitas reflexionar,<br />
necesitas saber lo que realmente<br />
está sucediendo y qué es lo que tienes<br />
que hacer. Sin una dirección estarías<br />
vagando para toda la eternidad y repetirías<br />
los mismos errores una y otra<br />
vez... Si debo ser honesta, me compadecí<br />
de ti y te traje para ofrecerte otra<br />
oportunidad.<br />
—Pues entonces tienes que ayudarme<br />
a salvarlas, tengo que evitar que<br />
Triswtch dañe a Eira...<br />
—¿Por qué tendrías que hacer algo<br />
así? —preguntó Vremya, con sincera<br />
ingenuidad.<br />
—¿Cómo que por qué? ¡Porque no<br />
está bien! No puede lastimar a las personas<br />
solo para logar sus objetivos.<br />
Además… —Julio guardó silencio y<br />
pensó bien sus palabras, después continuó—.<br />
Ella es mi famila…<br />
—Porque no está bien… —susurró<br />
Vremya—. Respondeme una cosa,<br />
¿acaso estuvo bien lo que Carolina y<br />
tú hicieron al asaltar el banco? —Julio<br />
guardó silencio ante la pregunta de<br />
Vremya—. Si mal no recuerdo, asesinaron<br />
a un cajero, hirieron a la gerente y<br />
también asesinaron a ese pobre hombre<br />
en su huida. ¿Sabías que llevaba<br />
medicamento para su hijo, y que él murió<br />
ese mismo día al no poder recibirlo?<br />
Ahora la madre tiene que prostituirse<br />
121
para poder conservar su casa y alimentar<br />
a sus otros dos hijos... —Julio,<br />
horrorizado, no pudo responder. Llevó<br />
sus manos a su rostro y agachó la cabeza—.<br />
Eso te convierte en una mala<br />
persona, ¿no es así? —añadió Vremya,<br />
quien ya se encontraba parada a un<br />
lado de Julio.<br />
—No... No es lo mismo... Nosotros lo<br />
hicimos...<br />
—Ustedes lo hicieron para que la<br />
mamá de Carolina no tuviera que morir<br />
a causa de su enfermedad, lo sé —interrumpió<br />
Vremya, sentada nuevamente<br />
en la silla—. Pero, ¿sabías que ella sólo<br />
fingía estar enferma para que Carolina<br />
no se fuera de su lado y la siguiera<br />
manteniendo?<br />
—¡¿Qué?! —exclamó Julio, levantando<br />
la mirada.<br />
—Cómo ustedes dirían, el fin justifica<br />
los medios… Pero resultó que no<br />
hicieron ningún bien por nadie, ni por<br />
ustedes, puesto que a quien le harían<br />
el bien realmente les hacía el mal.<br />
—No puede ser cierto, no puede ser<br />
así... —Julio lanzó la taza, la cual se estrelló<br />
en el tronco de un árbol. Vremya<br />
hizo un ademán y la taza se materializó<br />
de nuevo en la mesa, frente a Julio.<br />
—Son las únicas que tengo y fueron<br />
un regalo, no las rompas.<br />
—¿...Por qué estoy aquí? —susurró<br />
Julio y bajó la mirada. Vremya sonrió y<br />
se levantó de la silla.<br />
—Eso es lo que quería escuchar. Acompáñame,<br />
demos un paseo —dijo ella, tomándolo<br />
de la mano como en la playa.<br />
Había regresado aquella figura infantil y<br />
pícara. Julio no rechistó y se levantó.<br />
Caminaron varios minutos por el bosque<br />
y ninguno de los dos habló, únicamente<br />
se dedicaron a admirar el paisaje<br />
que aquel lugar les ofrecía. Los rayos del<br />
122<br />
sol se colaban entre las ramas, las hojas,<br />
coloreadas en diferentes tonos de rojo y<br />
verde, tapizaban el camino por el cual<br />
ambos caminaban. El canto de los pájaros<br />
era más claro en cada momento,<br />
pero por ningún lado se podía observar<br />
alguno. A cada paso que avanzaban, el<br />
sonido de una caída de agua se escuchaba<br />
con mayor fuerza.<br />
No tardaron mucho tiempo en llegar<br />
a otro pequeño claro, en el cual un ojo<br />
de agua recibía el constante flujo de<br />
agua que caía por una cascada muy<br />
alta. Aquella cascada no estaba sostenida<br />
por nada, caía directamente<br />
del cielo, y el sol fue sustituido por un<br />
manto de estrellas, que brillaban intensamente<br />
formando un camino de<br />
luces en el cielo.<br />
—¿Dónde estamos? —preguntó Julio,<br />
con tranquilidad, mientras observaba<br />
las estrellas y el agua que llenaba el ojo<br />
de agua.<br />
—Aquí es hermoso, ¿verdad? —exclamó<br />
Vremya, sentándose en la orilla<br />
del ojo de agua y metiendo sus pies en<br />
él—. Disfruto mucho venir aquí cuando<br />
quiero dejar de pensar un momento.<br />
Estamos en la fuente de la creación, el<br />
centro del universo, el principio del<br />
todo... Cómo tú quieras llamarle. A mí<br />
me gusta pensar que es mi jardín —Julio,<br />
quitándose nuevamente los zapatos<br />
y los calcetines, se sentó junto a Vremya<br />
y también metió los pies al agua.<br />
—¿Ya me puedes explicar por qué estoy<br />
aquí? —inquirió Julio, mostrando<br />
su desesperación y sin dejar de mirar<br />
el agua al caer—. ¿De verdad no estoy<br />
muerto?<br />
—Estás aquí porque yo te traje, tonto.<br />
Y, bueno, si insistes con eso de estar<br />
muerto, no, no lo estás. No entiendo<br />
cómo es que te aferras a ese concepto
tan arcaico. <strong>La</strong> existencia no es dualidad...<br />
Pero, vamos, quiero que me expliques,<br />
¿qué es lo que tú entiendes por<br />
muerte? —Julio se quedó pensativo al<br />
escuchar esa pregunta. Miró a Vremya<br />
y, después de varios minutos pensando,<br />
respondió:<br />
—<strong>La</strong> muerte es cuando tus funciones<br />
vitales se detienen, cuando ya no puedes<br />
respirar, y tu cerebro deja de funcionar.<br />
—Entonces, según tu concepto, cuando<br />
tu cuerpo deja de funcionar, mueres,<br />
¿correcto? —preguntó Vremya, sin poder<br />
contener una carcajada—. Eso es<br />
lo más tierno y tonto que he escuchado.<br />
<strong>La</strong> muerte no existe, puesto que tu<br />
esencia no deja de existir jamás.<br />
—¿Qué me quieres decir con eso?<br />
—Que solo porque el envase que contiene<br />
tu esencia no sirva más no significa<br />
que dejes de existir. <strong>La</strong> existencia es<br />
infinita, tú eres eterno, y todo aquello<br />
que conoces también lo es... —Julio<br />
solo pudo responder con una mueca<br />
de duda, a lo que Vremya sonrió—. El<br />
concepto que tienen ustedes de muerte<br />
es que sus cuerpos dejan de funcionar,<br />
pero están muy equivocados.<br />
—¿Entonces, al morir, vamos al paraíso?<br />
—preguntó Julio, Vremya no pudo<br />
contener la risa.<br />
—Claro que no, eso tampoco existe.<br />
Eso es sólo una tontería que el Rey de la<br />
Eternidad inventó para reconfortar a sus<br />
creaciones. Cuánto daño les ha hecho...<br />
—¿Quieres decir, entonces, que el Rey<br />
de la Eternidad realmente es Dios?<br />
—El Rey de la Eternidad no es ningún<br />
dios, los dioses no existen... Al menos<br />
no bajo el concepto que ustedes conocen.<br />
El Rey de la Eternidad es el creador<br />
de su especie, eso es cierto, pero él los<br />
creó a su imagen y semejanza. Ustedes<br />
son seres imperfectos, ignorantes, y<br />
123
llenos de errores, iguales a él —Julio<br />
guardó silencio y siguió observando<br />
la cascada. El sonido que producía el<br />
agua al caer era hipnótico y relajante al<br />
mismo tiempo.<br />
—Pero él es inmortal, no puede ser<br />
igual que nosotros —acertó a decir Julio.<br />
Vremya comenzó a patalear en el<br />
agua, mientras reía.<br />
—Creo que sigues sin entenderme. Claro<br />
que es inmortal, la muerte no existe...<br />
<strong>La</strong>s estrellas brillaban con demasiada<br />
intensidad, parecía que podrían<br />
tomarse si se estiraban las manos lo<br />
suficiente. Julio seguía observando<br />
todo a su alrededor: las estrellas, el<br />
ojo de agua, la cascada. Cuando miró<br />
hacia atrás descubrió que el bosque<br />
había desaparecido, y solo quedaba<br />
el pequeño pedazo de tierra en el que<br />
estaban ellos.<br />
—Por favor, dime… —dijo Julio, poniéndose<br />
de pie—. ¿Por qué me has<br />
traído aquí? ¿Quién eres tú?<br />
—Yo no soy nadie —respondió, sin<br />
ponerse de pie pero dejando de chapotear<br />
en el agua—. Solo me dedico a<br />
observar todo lo que sucede aquí.<br />
—Aquí, ¿dónde?<br />
—Pues aquí, en el universo, por supuesto<br />
—respondió, de forma pomposa,<br />
y después continuó—. Estoy<br />
destinada a verlo todo, saberlo todo<br />
y prácticamente llevar el registro de<br />
todo. Podrá parecer difícil, pero mi<br />
tarea es más sencilla de lo que suena.<br />
Aunque, a veces es muy solitaria... —exclamó,<br />
sumergiendo su cuerpo en el<br />
agua. Julio se acercó para ver dónde se<br />
encontraba. Vremya, de nuevo, habló<br />
desde atrás de Julio, nuevamente convertida<br />
en una joven; él de inmediato<br />
se giró para no darle la espalda—. Sin<br />
embargo, hay algo que me intriga, y<br />
eso no me gusta... <strong>La</strong> pequeña Eira no<br />
debería de haber cruzado a tu mundo,<br />
pues tu mundo está fuera de los límites<br />
de los habitantes de El Nido. Además,<br />
Carolina y tú tampoco tendrían que<br />
haber cruzado a El Nido. Alguien está<br />
jugando con el entramado del tiempo,<br />
y estoy segura de que es el Rey de la<br />
Eternidad quien lo está haciendo.<br />
—¿No se supone que puedes verlo<br />
todo? —preguntó Julio, con tono irónico.<br />
—¡Oye! ¡Por supuesto que puedo verlo<br />
todo! —respondió, molesta—. Es por<br />
eso que estoy preocupada, no puedo ver<br />
con claridad lo que sucede, y eso no es<br />
una buena señal; creo que es el Rey de la<br />
Eternidad porque ya lo ha hecho una vez,<br />
cuando mandó a su hijo a tu mundo...<br />
—¿Quieres decir que...?<br />
—Sí, eso mismo quiero decir —interrumpió,<br />
adivinando lo que Julio estaba<br />
a punto de decir—. Quise saber lo que te<br />
hacía tan especial como para haber cruzado<br />
entre mundos, pero no noto nada<br />
diferente. Eres tan común y corriente<br />
como cualquier otro ser humano... —exclamò<br />
Vremya, en tono indulgente.<br />
—Vaya, nunca me había sentido tan<br />
poco relevante... —respondió Julio, mirando<br />
de nuevo hacia la cascada.<br />
124
—Ningún ser es poco relevante o irrelevante.<br />
Cada uno de ustedes es parte<br />
de la maquinaria del tiempo, un engrane.<br />
Todos tienen una función, sin<br />
importar quién o dónde estén. Aunque<br />
realmente aun no comprendo la<br />
función de ustedes tres... Pero es algo<br />
que tendremos que averiguar —Vremya,<br />
ahora con la voz y la imagen de<br />
una anciana, apoyada en un bastón y<br />
completamente encorvada, se acercó<br />
a Julio. De su vestido sacó una brújula,<br />
la cual estaba decorada con una piedra<br />
preciosa en la posición de cada uno de<br />
los puntos cardinales. Parecía ser de oro,<br />
pero por momentos desprendía un tono<br />
multicolor—. Como evité que, como dices,<br />
murieras, ahora me debes un favor.<br />
Tienes que regresar a El Nido y encontrar<br />
aquello que esté causando las distorsiones<br />
en el entramado del tiempo.<br />
Esta brújula te guiará hacia la causa.<br />
—¿Por qué no vas tú? —preguntó Julio,<br />
tomando entre sus manos la brújula.<br />
Vremya rio con fuerza, mientras que<br />
los pliegues en su rostro se movían de<br />
forma grotesca.<br />
—Porque yo no puedo interferir, solo<br />
observo.<br />
—Pero, con este favor estás interviniendo,<br />
¿o no? —Vremya borró la sonrisa<br />
de su rostro, miró a Julio y, con voz<br />
dura, resondió:<br />
—Si quieres puedo dejarte morir, por mí<br />
no hay problema —Julio se paralizó por<br />
un momento, después recuperó la compostura<br />
y respondió, en tono de burla.<br />
—Un momento...Tú dijiste que nadie<br />
puede morir... —Vremya, convertida de<br />
nueva cuenta en una joven mujer, sonrió.<br />
—Al fin lo estás entendiendo...<br />
—Haré lo que me pides, pero con una<br />
condición. Tienes que ayudar a Carolina<br />
y a Eira —al decir esas palabras todo<br />
se volvió negro, la cascada, el ojo de<br />
agua y Vremya habían desaparecido.<br />
Julio cerró los ojos un momento y, al<br />
abrirlos nuevamente, observó el mar<br />
y la playa en la que había despertado.<br />
Vremya estaba de pie junto a él, joven,<br />
con su vestido blanco, descalza, y ahora<br />
también un prendedor en el cabello.<br />
Julio notó el prendedor y sonrió.<br />
—No puedo ayudarlas, pero sí puedo<br />
ayudarte a ti a ayudarlas. Deberás viajar<br />
al Monasterio de la Sal. Ahí obtendrás<br />
todas las respuestas que necesitas. Por<br />
ahora es momento de que te vayas —le<br />
dijo, mirándolo a los ojos—. Cierra tus<br />
ojos y cuenta hasta tres...<br />
—¿Cómo voy a llegar a ese lugar?<br />
¿Qué encontraré ahí...?<br />
—Cierra los ojos. Es tiempo de que<br />
regreses... —interrumpió Vremya. Julio,<br />
a regañadientes, cerró sus ojos y comenzó<br />
a contar. Al llegar al tres, sintió<br />
el roce de unos labios sobre los suyos<br />
y escuchó la voz de Vremya decir—: Los<br />
estaré observando.<br />
De repente, todo fue frío y silencio.<br />
Continúa en el libro:<br />
El señor de las lágrimas<br />
disponible el 30 de agosto<br />
125
126<br />
EL<br />
CEMENTERIO<br />
DE<br />
SOULDETH<br />
(QUINTA PARTE)<br />
Por<br />
Aly Cañizales<br />
Dayreen huía frenéticamente, tanto<br />
como sus piernas enfermas le daban<br />
para correr, tenía miedo, pero<br />
no era la primera vez que se enfrentaba<br />
a él, no dejaría que nadie se interpusiera<br />
en su misión, llegara a la tumba de su<br />
madre, aunque le costara la vida.<br />
Todas las mañanas eran difusas, las<br />
tardes eran obsoletas, su único fin era<br />
visitar a su madre, como cada noche<br />
ella se proponía llegar a visitarla, así<br />
como su madre le brindó cuidado y<br />
alimento cada vez, ella jamás faltaría a<br />
su palabra, y no había fantasma o enterrador<br />
que la hicieran desistir, ella no<br />
abandonaría su promesa.<br />
Caminó por el último pasillo, esta<br />
vez viendo cada uno de los sitios de<br />
descanso en el cementerio, se encontraba<br />
a no más de tres pasillos de su<br />
objetivo, pero la presión de saberse<br />
perseguida la hacía ir más lento en lugar<br />
de más rápido, respiraba algo agitada,<br />
necesitaba descansar; pero no<br />
podía detenerse en este momento, había<br />
perdido demasiado tiempo jugando<br />
con los chicos, ayudando a Sarah y<br />
Amiel, escuchando la triste historia de<br />
Aziza, deseaba tanto que su padre estuviera<br />
ahí, pero como siempre, él nunca<br />
estaba cuando ella más le necesitaba,<br />
tuvo que reponerse de ese pensamiento<br />
casi de manera inmediata, todo para<br />
seguir adelante.<br />
Le quedaban solo dos pasillos, podía<br />
imaginarse llegando a la tumba a cantar<br />
a su madre, sabía que al llegar ahí,<br />
solo tendría que esforzarse de nuevo<br />
un poco más, llamaría al espíritu de su<br />
madre, ese era su gran secreto, pasó<br />
tanto tiempo por tantas noches llamándola<br />
sin encontrar respuesta, por<br />
eso iba cada noche y no en otro horario,<br />
para buscar la intimidad de la soledad
y el silencio, con la esperanza palpable<br />
de por fin reunirse con ella y abrazarla<br />
una vez más, pero hasta ese día jamás<br />
había logrado hacer contacto, a veces<br />
pensaba que su madre la había olvidado,<br />
tal vez era demasiado feliz allí<br />
donde estaba para volver con ella, tal<br />
vez Dios no la dejaba bajar a su lado un<br />
momento, no lo sabía, pero no dejaría<br />
de intentarlo.<br />
Tuvo que detenerse pues su pierna<br />
no la permitía avanzar más, escuchó<br />
un ruido detrás de ella, ¡eran pisadas!<br />
Sintió que perdia el color que tenía en<br />
el rostro, su pierna buena se quedó<br />
clavada en el piso como si pesara una<br />
tonelada, la sombra que se acercaba<br />
a ella se acercaba de prisa, el miedo<br />
no dejaba que su mirada enfocara de<br />
manera correcta, ¿Eso era todo? ¿Estaba<br />
por ser atrapada y desaparecería<br />
para siempre? No era justo, ¿Por qué el<br />
enterrador era tan malo? Fueron solo<br />
algunas de las preguntas que le cruzaron<br />
por la mente justo antes de perder<br />
el equilibrio y caer de espaldas a un<br />
agujero de unos tres metros de altura,<br />
luego de un rato perdió el conocimiento.<br />
Su cuerpo yacía inconsciente en el<br />
fondo de un hoyo que había sido cavado<br />
para recibir un cuerpo nuevo a la<br />
mañana siguiente.<br />
No sabía cuánto tiempo había pasado,<br />
abrió sus ojos lentamente y la sombra<br />
que inicialmente la había asustado<br />
estaba frente a ella, pero al recuperar<br />
por completo su campo de visión y<br />
también su calma pudo ver claramente<br />
que no se trataba del enterrador, sino<br />
de alguien más, su cuerpo ya no estaba<br />
en aquel agujero donde recordaba<br />
haber caído, sino a un lado de él, recargado<br />
en una lápida y frente a ella<br />
un hombre de bigote extremadamente<br />
largo y barba en forma de pico la miraba<br />
fijamente; no parecía alguien malo,<br />
más bien se notaba que era alguien tan<br />
confundido como ella.<br />
—¿Pero qué es lo que te ha pasado<br />
pequeña? ¿Es que acaso has visto un<br />
fantasma? —el hombre sonrió.<br />
—Tú no eres el enterrador. ¿Quién<br />
eres tú?<br />
—Mi nombre es Jean Paul, tengo aquí<br />
largo tiempo, te he visto muchas veces<br />
ya por aquí, vi lo que hiciste con la pareja<br />
de judíos, tengo que decirte que<br />
estoy impresionado en mi país diríamos<br />
que l’amour vous benisse.<br />
—Mi nombre es Dayreen y no te había<br />
visto por aquí nunca, pero no tengo<br />
tiempo de platicar no nadie, ¿tengo<br />
que irme de aquí cuanto antes sabes?<br />
Alguien me persigue y no puedo arriesgarme<br />
a ser atrapada.<br />
—Nadie te atrapará, no tienes nada<br />
que temer mon cheri, para eso estoy yo,<br />
que siempre he sido un valiente guerrero<br />
de las forces armées de France, para<br />
protegerte.<br />
—Es que simplemente no me entiendes,<br />
la persona de la que huyo podría<br />
lastimarte, lo he visto hacerlo con otros<br />
antes —recordó apenada a Kristo y Melessio—,<br />
y te hará lo mismo si no te vas<br />
cuanto antes, el enterrador vendrá por<br />
ti y luego por mí.<br />
—Ohhh je vois, tú le tienes miedo al<br />
hombre de los ojos escarlata, aquel<br />
que llegó el mismo día que yo llegué a<br />
este lugar, pero no creo que debas de<br />
temerle, no creo que nadie deba temerle<br />
a ese hombre, pues una vez que<br />
me depositó en el hoyo donde descansa<br />
mi cuerpo mortal, pude darme cuenta,<br />
no siempre ha sido el monstruo que<br />
todos piensan que es, o tal vez sí. Los<br />
más débiles nos fijamos solo en el final<br />
127
de la larga historia de la vida, juzgamos<br />
a todos por su muerte y no por la manera<br />
en que ha vivido, el ser humano es<br />
demasiado extraño, très étrange.<br />
Dayreen no pudo ocultar su sorpresa,<br />
no podía desviar la atención de aquel<br />
hombre, había alguien que conocía algún<br />
secreto del enterrador y que conociendo<br />
más a fondo no lo consideraba de peligro,<br />
¿es que acaso aquel francés estaba loco o<br />
quizás no tenía idea de lo que enfrentaba?<br />
Cualquiera que fuera el caso, no podía<br />
permitirse quedarse con la duda de<br />
lo que Jean Paul estaba hablando así<br />
que decidió que le propondría algo a su<br />
acompañante, sin afán de querer utilizarlo,<br />
propuso abiertamente obtener la cantidad<br />
máxima de información, pues bien<br />
dices que hay que estar cerca de tus amigos,<br />
pero aún mas de tus enemigos, quizá<br />
el secreto para derrotar al enterrador,<br />
no era otro más que el de conocer lo más<br />
posible acerca de él y encontrar un punto<br />
débil, al cual aferrarse para protegerse.<br />
—Has dicho que él llegó el mismo día<br />
que tú. ¿A qué te refieres? ¿Es o era tu<br />
amigo? —preguntó Dayreen.<br />
—Non, no es eso a lo que me refiero,<br />
es tan amigo mío como el doctor que te<br />
receta un antibiótico para un infección,<br />
bueno, pues él fue quien sepultó mi<br />
cuerpo el día que enterraron mi cuerpo<br />
mortal, sé que era su primer día, porque<br />
rompí las reglas, no sabía que nosotros<br />
solo debíamos estar presentes<br />
por las noches y estuve presente en mi<br />
funeral, era algo que como un soldado<br />
debía de permitirme, después de todo<br />
me lo merecía, bon Dieu.<br />
—¿Entonces como sabes que él llegó el<br />
mismo día que tú? —preguntó Dayreen.<br />
—Bueno, eso fue fácil de notar, recibía<br />
órdenes de cómo hacer las cosas, yo<br />
deambulaba por los pasillos de este lugar,<br />
cuando me topé con él, y con otra<br />
persona, parecía un hombre rico, pero<br />
no hablo de un hombre con dinero, sino<br />
de un hombre que posee todo, y le daba<br />
instrucciones a ese hombre de mirada<br />
perdida, algo así como cuando ves a un<br />
dueño estricto entrenando a su perro, le<br />
encomendó algunas pocas reglas y al finalizar<br />
simplemente le dijo: «Este es el<br />
primer día del resto de tu vida en Souldeth»,<br />
a lo que el hombre respondió<br />
asintiendo, ahí fue que noté que mi entierro<br />
sería el primero de aquel hombre,<br />
pero debo decir que misteriosamente<br />
no fue la última vez que lo vi.<br />
—¿A qué te refieres? ¿Es que acaso lo<br />
seguiste?<br />
—No, no ha sido necesario, cada noche<br />
yo me preocupaba de mis asuntos,<br />
cuando entendí la dinámica de Souldeth,<br />
aquella en la que todos debíamos de<br />
escapar de la vista de los demás, yo empecé<br />
a resguardarme en mi tumba, pero<br />
este hombre no dejaba de venir cada<br />
noche, y cada noche venia exactamente<br />
a lo mismo, me platicaba su sentir.<br />
—¿Me estás diciendo que sin razón<br />
aparente te contaba su vida? —preguntó<br />
Dayreen.<br />
—Es exactamente así, ese hombre me<br />
contó sus secretos y sus penas, nunca<br />
había conocido a nadie que sufriera tal<br />
maldición, se dice que el diablo concede<br />
cosas a cambio de las almas, pero<br />
128
ese pobre infeliz ya no tenía un alma<br />
que aportarle al diablo, él es solo despojos<br />
caminando en el mundo de los<br />
vivos. Pauvre âme.<br />
El corazón de Dayreen dio saltos de<br />
lástima, no sabía a ciencia cierta a que<br />
se refería el francés, pero después de<br />
tanto tiempo en Souldeth y rodeado de<br />
aquellas almas, sabía que quizá había<br />
algo más en los actos del enterrador,<br />
algo que quizá no estaba tomando en<br />
cuenta, ella era de las personas que no<br />
juzgaban a nadie, y eso lo había aprendido<br />
de su madre, pues ella sabía lo<br />
que era que te vieran diferente solo por<br />
no ser como los demás, en ese momento<br />
sintió algo de lástima por el enterrador<br />
, pues a ciencia cierta no conocía<br />
su historia, pero ese sentimiento la<br />
abandonaba, cada que recordaba que<br />
estaba detrás de ella y se intensificaba<br />
cuando recordaba los gritos de su pequeño<br />
amigo advirtiéndole de su presencia<br />
para que huyese, pero al mismo<br />
tiempo sabía que de nada le iba a servir<br />
si no aprendía más de su enemigo.<br />
Jean Paul le había dicho que el vigilaría<br />
latente en caso de que el enterrador<br />
se acercara, no confiaba al cien<br />
por ciento en él, pero combinado con<br />
su mirada, creía que tenía cubierta la<br />
mitad del camino, eso tal vez podía ser<br />
cierto, pero no la exoneraba del peligro<br />
de andar completamente expuesta, no<br />
perdió tiempo y se dispuso a contarle<br />
un poco de lo que había vivido, particularmente<br />
ese día.<br />
Repasó cada uno de los momentos<br />
desde que llegó ahí y fue como lo hizo<br />
partícipe de la historia de Amiel y de Sarah,<br />
o de la historia de Aziza terminó obviamente<br />
con la de Kristo y Melessio, no<br />
dejó huella a la duda, tuvo que contar su<br />
historia misma y la forma como perdió<br />
a su madre y se alejó de su padre, todo<br />
debido al gran estruendo al que escasamente<br />
recordaba, creyó que en ese momento<br />
su historia y sus traumas eran los<br />
que menos importaban, así que siguió<br />
sin poner mucho énfasis en eso.<br />
Jean Paul estaba asombrado, decían<br />
que los franceses tenían una pasión<br />
desbordante, ese día lo comprobó al<br />
sentir las lágrimas brotar de sus ojos y<br />
rodar por sus mejillas, no pudo evitar<br />
pensar que Dayreen tenía que ser un<br />
ángel, tal vez algo más como una mezcla<br />
de uno con una pequeña niña, se<br />
decidió a protegerla, a costa de lo que<br />
fuera, simplemente tenía que encaminarla<br />
a la tumba de su madre, después<br />
de todo estaba ahí, a un pasillo y medio,<br />
apenas pretendía externarle sus<br />
deseos a Dayreen cuando esta comenzó<br />
a hablarle de su vida, de su madre y<br />
de la muerte de esta. Fue entonces que<br />
él lo entendió todo.<br />
Dayreen vio la cara de su nuevo amigo<br />
gesticular de una extraña manera, no<br />
sabía si lo que le había contado había<br />
traído algún recuerdo de su vida, tal vez<br />
Jean Paul había tenido una hija, o alguna<br />
esposa que lo amara, probablemente<br />
ambas, así que decidió cortar su historia.<br />
—Juro por mi honor que te llevaré a la<br />
tumba de tu madre, lo haré, pero antes<br />
debes de acompañarme y ver algo con tus<br />
propios ojos, jeune fille —dijo Jean Paul.<br />
129
—¿Qué es lo que quieres que vea? No<br />
hay tiempo de nada, el enterrador está<br />
detrás de mí, ha hecho desaparecer a<br />
mis amigos y si nos encuentra te hará<br />
desaparecer y a mí me capturará, tengo<br />
miedo, llévame a la tumba de mi<br />
madre o déjame ir —suplicó Dayreen.<br />
—Mon amour. ¿Qué acaso no te das<br />
cuenta? Tú, que estas tan llena de amor<br />
por los demás aun siendo desconocidos;<br />
tú, que has parado en cada tumba<br />
donde solo la compasión te ha llamado,<br />
es momento de que ayudes a la última<br />
persona antes de ir a la tumba de tu<br />
madre. Sí, mi pequeña niña, es hora<br />
de que vayamos a la cabaña de ese a<br />
quien tú llamas «El enterrador».<br />
Dayreen no tuvo respuesta ante aquella<br />
lógica aplastante, a pesar de sus sentimientos<br />
de negación y miedo ante ayudar<br />
a aquel hombre, no podía dejar de<br />
lado su naturaleza generosa cuya esencia<br />
radicaba en hacer el bien independientemente<br />
si la otra persona lo merecía o no,<br />
después de todo, ¿quién asegura que es<br />
bueno y que malo? No sabemos qué es lo<br />
que ha pasado en la vida de esas personas.<br />
Recordó el caso de Dareh el esposo<br />
de Aziza, quien desde un principio había<br />
buscado el bien para su matrimonio y<br />
descendencia y la sed de poder y odio de<br />
su hermano lo habían llevado a cometer<br />
el peor de los actos para un ser humano,<br />
condenando su alma y la de Aziza con<br />
él, ella no sabía a ciencia cierta cómo<br />
funcionaban las leyes de Dios, pero ella<br />
sentía que si aquel al que todos oraban<br />
y veneraban era el ser perfecto lleno de<br />
perdón y amor, tendría que haber una<br />
forma en la que cualquiera de ellos pudiera<br />
alcanzar el perdón.<br />
Le llamaba poderosamente la atención<br />
que Jean Paul quisiera abogar por el que<br />
entonces era el verdugo de los fantasmas<br />
130
y su perseguidor personal, después de<br />
todo él había mencionado este le había<br />
confiado todos sus secretos, si lo acompañaba,<br />
podría saber aún más de él, y<br />
definitivamente si iba a su cabaña, podría<br />
encontrar alguna cosa que le ayudara a<br />
sobrevivir, no solo ayudarse a ella misma<br />
sino también al resto de los fantasmas, tal<br />
vez podría recuperar a sus amigos, tal vez<br />
podría ayudar a aquel hombre, no lo sabía,<br />
pero como siempre, estaba dispuesta<br />
a ayudarlo o por lo menos intentarlo.<br />
Otra de las poderosas razones por las<br />
que había aceptado aun con los nervios<br />
que sentía al dirigirse hacia el lugar<br />
donde descansaba el enterrador, era su<br />
madre, pues estaba segura que ella no<br />
habría dejado de darle una oportunidad<br />
para reivindicarse a aquel hombre.<br />
Sentía que si ella lo intentaba su madre<br />
estaría verdaderamente orgullosa, aunque<br />
sus acciones siempre eran buenas<br />
como las de ayudar a los espíritus tristes,<br />
en el fondo tenía que admitir que<br />
también había algo de egoísmo en su<br />
actuar, esperaba que con cada ayuda<br />
que ella daba Dios la tomaría en cuenta<br />
para poder ver a su madre, incluso si no<br />
era así, ella quería asegurarse de que algún<br />
día sus almas estarían en el mismo<br />
lugar, viviendo la eternidad y esperando<br />
volver a ver su padre, los extrañaba demasiado<br />
a ambos.<br />
Concluye en el número 10...<br />
131
132
NUESTROS<br />
ARTÍCULOS<br />
133
134
ENTRE<br />
DESEOS Y<br />
PECADOS<br />
Por Carolina Alpuche<br />
Cuál sería tu reacción si, de la nada,<br />
un día despertaras en una habitación<br />
desconocida, con otras seis<br />
personas, también desconocidas, y una<br />
voz desconocida te dijera que te quedarás<br />
en esa habitación por los siguientes<br />
siete años de tu vida, pero que, a pesar<br />
de estar encerrado, podrás pedir todo<br />
lo que hayas deseado? Pues, a grandes<br />
rasgos, esa es la premisa de «Deseos encerrados»,<br />
la nueva novela de la autora<br />
española Juss Kadar. Hay tanta tela de<br />
dónde cortar en esta novela que me fue<br />
difícil decidir por donde comenzar.<br />
Pese a lo que se podría pensar, los<br />
protagonistas de esta novela no son las<br />
siete personas que se encuentran encerradas<br />
en la habitación, sino su captor,<br />
Loskow; toda la trama gira en torno a<br />
él, incluso desde el principio, aunque<br />
pueda parecer lo contrario. No obstante,<br />
hay una fuerte carga argumental en<br />
cada uno de los personajes.<br />
Como en todas las novelas de Juss<br />
Kadar, los personajes cumplen la función<br />
de plantearnos un dilema moral<br />
en torno a su propia línea argumental.<br />
Posiblemente algunos de ellos no están<br />
desarrollados con el mismo nivel<br />
de detalle que otros, pero el dilema<br />
moral que plantean tiene el mismo<br />
peso incluso que aquel al que el personaje<br />
principal se encuentra sujeto. Aunque,<br />
así como lo hizo en su novela «Sin<br />
salida», muchos de los personajes solo<br />
están ahí para formar parte de algún<br />
dilema de los demás.<br />
Explicaré esto introduciendo a mi<br />
personaje favorito: Babylost. Esta jovencita<br />
que se hizo pasar como una<br />
prostituta vagabunda para acercarse a<br />
Loskow y ayudarlo a lograr su objetivo<br />
de mantener a todos encerrados. Hay<br />
que aclarar que, ni es una jovencita, y<br />
mucho menos es una vagabunda, en<br />
realidad es prima de una de las per-<br />
135
sonas recluidas en la habitación, y su<br />
principal intención era la de ayudarla<br />
de alguna forma, aunque después de<br />
una serie de eventos la situación cambia<br />
por completo. Para este análisis<br />
me limitaré a decir que, cuando su familiar<br />
se da cuenta de que ella ayudó<br />
a su captor y que, de cierta forma, su<br />
libertad estuvo en sus manos... Bueno,<br />
no hay que ser un gran genio para<br />
adivinar que esto no le cayó en gracia,<br />
imagino que a nadie, pero la forma en<br />
la cual se lo hizo saber es brutal. Pocas<br />
personas se atreverían a hablarle así a<br />
un ser querido.<br />
Debo aclarar que es mi personaje favorito<br />
no por su forma de ser (aunque,<br />
siendo sincera, su apariencia de chica<br />
mala me cautivó desde un principio,<br />
pero fue perdiendo el encanto conforme<br />
se desarrollaba más al seguir leyendo<br />
el libro), sino por el dilema moral<br />
que representa: ¿Qué somos capaces<br />
de hacer para ayudar a un ser querido<br />
y hasta qué punto estamos dispuestos a<br />
sacrificarnos por él?<br />
Estoy segura de que muchas personas<br />
dirían: Por supuesto que yo haría<br />
lo que fuera o No dudaría en actuar de<br />
forma correcta. Pero esas son sólo palabras<br />
vacías pues, como lo dijo Ambrose<br />
Bierce: Un cobarde es una persona en<br />
la que el instinto de conservación aún<br />
funciona con normalidad. Aceptémoslo,<br />
casi nadie, en su sano juicio, haría<br />
lo que se necesita para ayudar a los<br />
demás, en este caso a nuestros seres<br />
queridos, si no fuera así el mundo estaría<br />
lleno de héroes… pero sabemos<br />
que no es así.<br />
A pesar de que Babylost tuvo el<br />
«valor» de ayudar a su familiar, el<br />
miedo era preponderante al momento<br />
de tomar decisiones; en lugar de<br />
llamar a la policía al darse cuenta<br />
del secuestro, lo cual es lo más lógico,<br />
ella decidió «infiltrarse» en las<br />
filas enemigas para buscar una mejor<br />
solución, esto lo hizo por miedo<br />
a que sus captores le hicieran algo.<br />
Aunque con muy buenas intenciones,<br />
fue una acción terriblemente peligrosa<br />
y hasta la podemos catalogar de tonta,<br />
pero a final de cuentas es una acción<br />
basada en el miedo y no en la razón.<br />
No solo ella actuó por miedo; en realidad<br />
todos los personajes (a excepción<br />
de Hayden Weis, del cual ya hablaré después),<br />
actúan por miedo. Tomemos en<br />
cuenta dos definiciones de miedo para<br />
poder hablar de él. <strong>La</strong> primera la podemos<br />
considerar como una sensación de<br />
angustia provocada por la presencia de<br />
un peligro real o imaginario; y la segunda<br />
136
definición que nos compete es que es un<br />
sentimiento de desconfianza que impulsa<br />
a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo<br />
que se desea. Sin entrar en detalles (para<br />
no dar spoilers innecesarios) podemos<br />
encasillar a Babylost, así como a todos los<br />
personajes encerrados dentro de la habitación,<br />
dentro de la primera definición.<br />
Cada uno de ellos teme por completo<br />
a lo que les puede pasar principalmente<br />
porque no tienen control de la<br />
situación. Eso es algo que comienza a<br />
orillarlos a realizar acciones que posiblemente<br />
no hubieran hecho estando<br />
en libertad. Curiosamente, tanto secuestrados<br />
como secuestradores, reflejan<br />
a la perfección la decadencia del<br />
ser humano y representan los siete pecados<br />
capitales (un movimiento magistral<br />
por parte de Juss). Quisiera hablar<br />
a detalle de cada uno de ellos y como<br />
se sobreponen y caen en cuenta de<br />
las situaciones que han llevado a cada<br />
personaje a transformarse en imágenes<br />
decadentes de su propio ser, pero<br />
sería detallar mucho la novela y, siendo<br />
que es una publicación relativamente<br />
reciente, no tendría caso contarla.<br />
En cuanto a la segunda definición de<br />
miedo, ahí podemos encasillar a todos<br />
los demás personajes; son sus acciones<br />
se desenvuelven lentamente para<br />
llevarnos al impactante desenlace, en<br />
el cual Hayden Weis tiene la batuta.<br />
Hablando de Hayden Weis… caray,<br />
nunca antes un personaje de una novela<br />
había causado que me enfadara<br />
como él lo logró. Juss Kadar ha hecho<br />
un magnífico trabajo al crear a Hayden<br />
Weis; actitud de patán mal encarado<br />
ha dado una gran evolución desde su<br />
aparición en Sin salida (sí, está confirmado<br />
por Juss que es el mismo detective,<br />
aunque si ya leyeron el libro<br />
esta anotación de la Capitana Obvia<br />
es innecesaria). Hayden es el perfecto<br />
antagonista para un personaje como<br />
Loskow con esa actitud de que nada le<br />
importa y que cree que merece todo.<br />
El hecho de haber perdido a su novia<br />
no le da derecho de hacer tremendas<br />
tonterías y meter en problemas a medio<br />
mundo solo por el gusto de hacerlo<br />
(para entender esta referencia, favor de<br />
leer «El primer caso de Hayden Weis»,<br />
en el segundo número de «<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>:<br />
revista literaria»).<br />
Quisiera poder hablar un poco más<br />
del libro, y tengo planeado hacerlo,<br />
pero por el momento no daré más spoilers.<br />
Les recomiendo encarecidamente<br />
leer Deseos encerrados, que, por cierto,<br />
pueden descargar sin costo en Editorial<br />
Dreamers.<br />
137
138
EL BUENO,<br />
EL MALO, Y EL<br />
MERCENARIO<br />
Por Aurora Ceres<br />
Escribir un libro no es difícil, lo difícil<br />
es publicarlo y que la gente se<br />
interese y te lea; ese es el principal<br />
reto de cualquier persona que aspire a<br />
ser llamado escritor… O al menos así<br />
era hasta hace unos años.<br />
Con la llegada de las nuevas tecnologías<br />
llegaron los libros electrónicos,<br />
esos archivos digitales que a los esnobs<br />
no les gusta porque no huelen rico,<br />
no se siente el papel, no es romántico, la<br />
luz de la computadora lastima los ojos,<br />
aunque esta última es real pero, como<br />
se dice por ahí en asuntos tecnológicos<br />
es un error de capa ocho*, y con los libros<br />
electrónicos llegó también la posibilidad<br />
de realizar publicaciones de<br />
forma más sencilla.<br />
Claro que esto beneficia en mucho<br />
al autor, pues la inversión que las editoriales,<br />
aquellos que se ocupan de<br />
publicar los libros, tienen que hacer es<br />
mucho menor. Sin embargo, también<br />
llegaron otros dos tipos de esquemas<br />
de trabajo: la autopublicación y las<br />
editoriales de autopublicación o coedición.<br />
A estas últimas, por motivos de<br />
comodidad, las llamaremos editoriales<br />
mercenarias.<br />
El fenómeno de la autopublicación<br />
puede entenderse por la necesidad de<br />
los autores de ver publicado su libro,<br />
de que los lean y, en la mayoría de los<br />
casos, de ganar dinero en el proceso.<br />
Una parte de los autores que optan esta<br />
modalidad prefieren tener el control<br />
completo del proceso de publicación<br />
de su obra, otros han sido rechazados<br />
por infinidad de editoriales debido a la<br />
calidad de lo que escriben, y como no<br />
aceptan las críticas (destructivas o positivas)<br />
que les pueden ayudar a mejorar,<br />
prefieren hacer las cosas por sí mismos.<br />
De cierta forma esto no es malo, solo<br />
es feo. Y lo digo de esta forma porque es<br />
la causa de que todas las plataformas<br />
139
digitales estén llenas de libros incompletos;<br />
libros con un pobre diseño editorial,<br />
sin ningún tipo de corrección, sin<br />
una portada decente… ¡Vamos! A veces<br />
ni siquiera tienen una buena sinopsis.<br />
Esto no significa que su contenido<br />
sea malo, puede ser la mejor historia<br />
del mundo, pero nadie va a consumir<br />
un producto con un empaque que no le<br />
llame la atención, ¿cierto?<br />
Y es que, para poder continuar con el<br />
tema, se tiene que comprender que los<br />
libros, en cualquiera de sus presentaciones,<br />
son artículos de consumo pensados<br />
para generar dinero. Una editorial es un<br />
negocio que genera ganancias a los autores<br />
y a la editorial por igual, así es como<br />
debería de ser pues el cliente de las editoriales<br />
es el lector, y no el autor.<br />
Sin embargo, con el paso del tiempo,<br />
esta práctica ha ido cambiando, desde<br />
mi perspectiva, para mal.<br />
<strong>La</strong>s editoriales mercenarias, que ni<br />
siquiera deberían de llamarse editoriales,<br />
son empresas que ofrecen publicar<br />
la obra de cualquier autor. ¿Cuál es el<br />
truco? Que el autor debe pagar el costo<br />
del proceso de publicación de su libro.<br />
Vamos, que todo lo que se le tiene que<br />
hacer a un libro va a salir de la bolsa del<br />
autor. Hasta cierto punto esto no suena<br />
tan loco, porque es básicamente el<br />
proceso de autopublicación, ¿verdad?<br />
¡¿Verdad?! Pues no, no es autoedición.<br />
Con este tipo de editoriales mercenarias<br />
hay que tener en cuenta que el lector<br />
no es el cliente, con ellos, quien se<br />
convierte en el cliente es el autor. A ellos<br />
no les interesa si la obra se vende o no,<br />
porque ellos reciben su dinero directamente<br />
del autor. Claro que esto no está<br />
mal, finalmente se paga por un servicio,<br />
pero el verdadero problema surge con<br />
las condiciones que nuestros amigos<br />
mercenarios le imponen al autor.<br />
El autor, además de pagar, normalmente<br />
tiene que aceptar que su obra<br />
se publique bajo el sello de la editorial<br />
mercenaria de su elección; en el mejor<br />
de los casos, se le dan unos cuantos<br />
ejemplares físicos de su obra (por supuesto<br />
que depende de cuánto dinero<br />
hayan recibido, normalmente pueden<br />
ser desde uno hasta doscientos) y se publica<br />
en formato digital en mil y un plataformas,<br />
como Amazon o Casa del libro.<br />
Hasta aquí todo está relativamente<br />
bien, pero viene lo mejor: al autor se<br />
140
le promete que su libro estará distribuido<br />
en cientos de librerías de todo<br />
el mundo… ¡Hasta en China! Pero hay<br />
un pequeño problema con esto: ¿qué<br />
libros van a distribuir? Aquí es donde<br />
volvemos al punto anterior; en muchos<br />
casos, esos doscientos ejemplares que<br />
se le entregaron al autor se van a usar<br />
para la distribución; entonces, suponiendo<br />
que son cien librerías a las que<br />
se van a mandar, significa que a cada<br />
librería le tocan dos ejemplares, y eso<br />
que no hemos considerado que cada<br />
una de esas librerías puede tener más<br />
de dos sucursales.<br />
Esto, por supuesto, tiene una solución<br />
que nuestros amigos mercenarios<br />
han encontrado para que se les beneficie:<br />
si alguien va a la librería, pide<br />
el libro pero no lo tienen (porque se<br />
les vendieron ya los dos ejemplares o<br />
porque nunca lo recibieron), tiene la<br />
opción de pedirlo directamente al autor<br />
o a la editorial, claro que tiene que<br />
pagar primero el costo del libro que la<br />
editorial haya puesto (porque, no es<br />
de sorprenderse, la editorial decide el<br />
costo del libro, no el autor). Cualquier<br />
librero respetable no acepta este tipo<br />
de negocios, ya que, normalmente, las<br />
editoriales o los autores deben dejar<br />
los libros en depósito**. Pero bueno, el<br />
autor se va a arriesgar porque el libro<br />
se va a vender, ya que la editorial mercenaria<br />
le dijo que habrá una gran campaña<br />
publicitaria… en redes sociales.<br />
Por supuesto que las redes sociales<br />
son la mejor herramienta para autores<br />
y editoriales independientes, pero<br />
para eso hay que invertir y mucho. Una<br />
editorial mercenaria no va a invertir en<br />
publicidad en redes sociales, y mucho<br />
menos va a invertir en publicidad tradicional.<br />
Lo más que el autor puede esperar<br />
es que se comparta en el muro de<br />
Facebook o el timeline de Twitter de la<br />
editorial, y nada más.<br />
Ah, y lo mejor de todo, es que la mayoría<br />
de estas editoriales le van a cobrar<br />
una comisión al autor por la venta<br />
de su obra, ya sea en formato físico o<br />
digital. Así que, además de pagar por<br />
un servicio, el autor va a tener que repartir<br />
sus ganancias con los editores.<br />
Resumiendo un poco, las editoriales<br />
mercenarias, que realmente se deberían<br />
de llamar empresas de servicios<br />
editoriales nunca, y de verdad lo digo,<br />
141
nunca se van a preocupar por los autores,<br />
solo se van a preocupar por ganar<br />
dinero. No les va a preocupar si el autor<br />
vende, no les va a preocupar si el autor<br />
tiene éxito; les va a preocupar dorarles<br />
la píldora a todos los autores posibles<br />
para poder ganar más dinero y hacerse<br />
pasar por verdaderas editoriales exitosas…<br />
y no, no lo son.<br />
Estamos sufriendo una crisis muy<br />
fuerte en el sector editorial. A la mayoría<br />
de las editoriales tradicionales<br />
(trasnacionales o independientes) ya<br />
no les importa publicar autores por su<br />
calidad, sino por su popularidad, como<br />
les había dicho antes esto se entiende<br />
porque es un negocio a final de cuentas,<br />
pero eso está causando que estas<br />
aves de rapiña se aprovechen de la ingenuidad<br />
de todos aquellos que tienen<br />
la intención de escribir y que tienen<br />
algo que vale la pena publicar.<br />
No suelo dar recomendaciones, pues<br />
no me considero una mujer con esa capacidad,<br />
pero considero que todo autor<br />
que quiera publicar de forma independiente<br />
o con alguna de estas empresas<br />
(porque no todas son malas, pero sí la<br />
mayoría) tiene la obligación de investigar<br />
a fondo lo que se les ofrece y lo que<br />
tiene que dar a cambio, para que después<br />
no metan a todas las editoriales<br />
en el mismo costal.<br />
cientos de lib<br />
gratis en form<br />
digital<br />
*El error está entre el teclado y la silla.<br />
**En pocas palabras, se dejan los libros en<br />
la librería, los libros se venden y después<br />
de determinado tiempo se reparten las<br />
ganancias.<br />
142<br />
www.editorialdreamers.co
os<br />
ato<br />
m<br />
143
144
MICRO<br />
CUENTOS<br />
145
Me he mirado al espejo, tengo la barba<br />
desaliñada. ¡ja! Igual a el asaltante que<br />
salió en la televisión, ese que me ha<br />
puesto en esta situación.<br />
El cuchillo de mi boda, el único de<br />
ese juego de cuchillos chinos.<br />
Pobre niña, no debió haber recibido<br />
esa bala perdida.<br />
Yo lo conocí en la primaria, bueno<br />
para el burro castigado.<br />
¿Será la necesidad?<br />
<strong>La</strong> familia de esa niña tendrá su venganza.<br />
Yo sé lo que es perder a un hijo. ¿Seguirá<br />
viviendo en esa casa? <strong>La</strong> otra vez<br />
lo vi a lo lejos.<br />
¿<strong>La</strong> televisión hablará de mí como<br />
héroe?<br />
Rodrigo A. Ramírez Venegas<br />
Caminaba triste por la calle por cosas que<br />
salen de mi control. En el camino vi a un<br />
hombre con poder en su voz para ordenar<br />
a la naturaleza y a los espíritus. Yo quise<br />
ser como Él. Acercándome le pregunte:<br />
—¿Cómo puedo hacer lo que tú haces?<br />
Mientras se sostenía en el aire, me dijo:<br />
—Solo cree y limpia tu corazón.<br />
Yo regresé a casa con una ilusión. Le<br />
hablé a lo imposible para que fuera posible.<br />
Agradecí a los siete espíritus por<br />
haber encontrado al hombre que no<br />
era de este mundo y me había revelado<br />
su secreto.<br />
146<br />
CRISHER
Cinco; desperté aturdido mirando la<br />
polaroid ensangrentada pegada en el<br />
espejo de nuestra habitación. Cuatro;<br />
tomé mi último trago del té, en el cual,<br />
noté un ligero sabor a hierro. Tres; mi<br />
lucidez desaparecía junto con ese olor<br />
a pólvora, la que te causó tanto dolor.<br />
Dos; sostenía en mi mano el revólver<br />
aún tibio por el disparo, solo sentía el<br />
deber de volver a cargarlo.<br />
Uno; apunté temblando a mi cabeza<br />
y veía mi alma arrepentida segundos<br />
antes de que apretara el gatillo, siguiendo<br />
el ciclo sentenciado por ti antes<br />
de fallecer. Seis;<br />
—¿Qué?<br />
José Francisco Vázquez Cárdenas<br />
<strong>La</strong> anciana respiraba trabajosamente,<br />
moribunda. En su niebla fatal añoró a<br />
su difunto, cómo iba siempre hecho un<br />
pincel, cómo era siempre cariñoso.<br />
<strong>La</strong> mujer con un estertor exhaló un<br />
último vaho, dulce como las almendras.<br />
Dejó caer sus párpados sobre sus ojos<br />
amarillos y murió.<br />
Treinta y nueve segundos después<br />
volvió a abrirlos y eran de nuevo tan<br />
azules como lo habían sido hace mucho.<br />
Girón la cabeza y su difunto, sentado<br />
junto a ella con un clavel intemporal<br />
en el ojal, le acariciaba su mano.<br />
Paco Bernal<br />
147
Un magnifico despertar. Me encuentro<br />
bien, no me duele la espalda, como todos<br />
los días al levantarme; no siento la<br />
acuciante sed de todas las mañanas;<br />
no siento la artrosis en mis dedos; no<br />
toso; los ojos no me escuecen; no tengo<br />
ni frio ni calor; ni me acucia la urgencia<br />
por orinar.<br />
Aunque hace tiempo que me abandonó<br />
el sueño reparador, hoy me encuentro<br />
lucido y despejado. Hasta las<br />
preocupaciones desaparecieron.<br />
En definitiva: me siento feliz.<br />
Sin embargo mis parientes, no sé por<br />
qué habrán venido, no cesan de llorar a mí<br />
alrededor, aunque no parece que me vean.<br />
Alberto Giménez Prieto<br />
148<br />
Era tan despistada que un día se olvidó<br />
de vivir, al menos así rezaba el epitafio de<br />
su vacía tumba. Cuando la muerte fue a la<br />
inevitable cita, ella no se presentó. Burlada<br />
y ofendida, la vieja parca la sentenció<br />
a eterno castigo. No cruzaría el umbral<br />
hasta haber corregido su descuido.<br />
Cada noche, cuando el reloj marca las<br />
doce en punto, se la ve corriendo, en etérea<br />
forma, del cementerio a la vieja hacienda<br />
de la familia, en vano intento.<br />
Juan Pedro Agüera Ortega
—Papá tengo miedo.<br />
—¿Acaso te da miedo matar a dos repugnantes<br />
cucarachas? Deberías avergonzarte<br />
por tu cobardía.<br />
—Pero, papá…<br />
—Callate y hazlo antes de que pierda<br />
la paciencia. ¿O acaso no eres un<br />
hombrecito?<br />
El niño tomo la pistola de su padre y<br />
le apunto a aquellos dos hombres que<br />
se habían metido a robar a la casa.<br />
—¡O matas de una vez a esas alimañas<br />
o lo hago yo pero también te mato<br />
a ti por inepto!<br />
Bang, bang. <strong>La</strong>s balas impactaron en<br />
las cabezas de los desdichados.<br />
—Lo vez, no era tan difícil.<br />
William Alexis Pedraza Torres<br />
A mis 89 años comencé a sentir la muerte<br />
cerca. <strong>La</strong> sentía nada más despertar,<br />
acechando. A la hora de la comida se<br />
sentaba conmigo a la mesa, lo sé por<br />
el nudo que se me formaba en la garganta.<br />
Al final de la jornada sentía su<br />
aliento detrás de la nuca y me dormía<br />
creyendo que la oscuridad de mis párpados<br />
sería lo último que vería.<br />
Pero el tiempo pasó, y su compañía<br />
se desvaneció como un soplo. No solo<br />
mi familia me ha abandonado, incluso<br />
la muerte se ha olvidado de mí. Hoy<br />
tengo más de 200 años.<br />
Jesús Valdemar Pool Canul<br />
149
El miedo lo invadió. No se dio cuenta<br />
que lo seguían. Se encontraba a dos<br />
cuadras de su casa. Lo rodearon. Estaba<br />
confundido. El uniformado le dijo<br />
que era una revisión de rutina. ¿Por<br />
qué ocurría esto? Nunca ha hecho<br />
nada malo. Cuídate de la policía. Se<br />
sintió impotente.<br />
Le quitaron la mochila y lo manosearon.<br />
Respiración agitada. <strong>La</strong>s manos se<br />
acercaron al bolsillo. Veloz saco el filo<br />
y lo deslizo por el cuello del incauto. El<br />
compañero asustado quiso auxiliarlo y<br />
recibió cinco piquetes en la cara. Ambos<br />
tirados se retorcían. <strong>La</strong>s manos rojas<br />
temblaban.<br />
Hernán Edgardo Torres González<br />
150<br />
Contengo la respiración, me pongo<br />
firme, y sin beso de buenas noches, la<br />
vuelvo a mandar a dormir. Sé que no<br />
le gusta la oscuridad y lo lamento por<br />
ella, de verdad, me parte el corazón<br />
cuando las lágrimas comienzan a escurrir<br />
por la piel agrietada de sus mejillas<br />
y su sonrisa desaparece doblegada por<br />
el llanto del adiós, pero, aunque es mi<br />
niña y la amo demasiado, tiene que<br />
comprender que volver a enterrar su<br />
féretro todas las noches, es demasiado<br />
cansado para mí…<br />
Jesús Guerra Medina
Recuerdo que llegué a mi departamento,<br />
vi a Aurora inmóvil sentada frente<br />
al televisor. En el centro de la pantalla<br />
podía observarse una luz. Traté de<br />
llamar su atención, hacer que reaccionara,<br />
que volteara a verme y me<br />
saludara como lo hacía siempre, pero<br />
no lo logré, no emitía sonido alguno.<br />
Temblando, intenté apagar el televisor<br />
pero mi intento fue fallido. Noté que estaba<br />
en modo silencio así que le subí al<br />
volumen, fue en ese momento cuando<br />
escuché la voz de Aurora o mi mujer diciendo:<br />
«Amor, sácame de aquí».<br />
Sebastian Escoto Merino<br />
Colocó un limón partido por la mitad<br />
junto a su puerta como acostumbraba.<br />
Se recostó en su cama y se quedó dormida.<br />
De repente una hermosa mujer<br />
apareció a su puerta, zapatos de tacón,<br />
medias y guantes negros, vestido de<br />
encajes y hombros descubiertos, luego<br />
se esfumó. Ruidos ensordecedores de<br />
alas grandes llenaron la estancia. Se<br />
levantó de un brinco y grito: «Yo estoy<br />
con Dios» y agregó. «Mañana viene por<br />
la sal». Al día siguiente muchas plumas<br />
negras estaban regadas por el jardín.<br />
<strong>La</strong> dueña de la casa se presentó a su<br />
puerta y exigió: «Regáleme sal».<br />
Bella Lucy Quitian Escarraga<br />
151
Me fijé en que el detenido tenía el dedo<br />
anular de la mano izquierda cortado a<br />
la altura de la tercera falange. El robo<br />
por el que lo habían traído era de escasa<br />
importancia. Antes de que yo empezara<br />
a hablar se apresuró a decir:<br />
—Inspector, vi como alguien robaba el<br />
bolso de la tienda. No vi razón para huir.<br />
Sin duda me confundieron con el otro.<br />
Le pregunté si sabía quién le había<br />
robado el trozo de dedo que le faltaba.<br />
Sonrió.<br />
—Fue una navaja más rápida que la<br />
mía. No reconocí al ladrón del bolso<br />
como su propietario.<br />
José B. Santacreu Baidal<br />
Y cuando las bestias erguidas quedaron<br />
a la sombra de los robots, fueron encerradas<br />
en enormes jaulas con otros de<br />
su especie, se les obligó a quitarse sus<br />
pieles falsas, a pasearse desnudos por<br />
detrás de los oxidados barrotes, y a vivir<br />
de las míseras sobras.<br />
De esas bestias, algunas se perdieron<br />
en la selva, y se sabe que aprendieron a<br />
imitar otros sonidos de otras bestias. Y<br />
se cuenta, que cada cierta temporada<br />
se les persigue como en sus últimos<br />
días de esplendor, pero solamente<br />
para encerrarles, ya que sus pieles no<br />
sirven ni para hacer alfombras.<br />
152<br />
Andrea Lozano
Un resiliente apunta su rifle contra el<br />
convoy que se acerca a la finca. Afuera,<br />
una turba se abalanza hacia el otrora<br />
camión de valores. El rifleman dispara<br />
contra un motociclista, derribándolo.<br />
El resto de los escoltas ejecutan a la<br />
turba, abren la reja y entran. En el interior<br />
los espera otro grupo que limpia la<br />
sangre de la puerta trasera del camión<br />
y comienza a sacar los alimentos, robados<br />
de una bodega, para que los dueños<br />
de los últimos billetes se alimenten.<br />
El rifleman recoge el cadáver del motociclista,<br />
sin enfermedades visibles,<br />
para destazar y asar su carne.<br />
David Edilberto Mendoza Vázquez<br />
Todo se había alterado desde el siglo<br />
XXI, cuando comenzaron a notarse los<br />
perjudiciales efectos del cambio climático.<br />
Nadie pensó que la situación<br />
empeoraría aún más. Pero lo hizo. Se<br />
adoptaron tantas medidas que parecía<br />
que la solución para evitar nuestra<br />
extinción estaba asegurada. Pero no lo<br />
estaba. Íbamos directos a la perdición<br />
y ninguno sabía el verdadero porqué.<br />
No se quería asumir todavía la derrota,<br />
que ya llevaba tiempo con nosotros.<br />
Aquella que ya estaba planeada por la<br />
élite desde el 2000, cuando esa estrella,<br />
llamada «sol» fue sustituida por una artificial,<br />
que conducía inevitablemente<br />
a nuestra destrucción.<br />
Mencía Gómez Luna<br />
153
—Entra—dijo la araña a la mosca que<br />
atisbaba el interior de la guarida—. Hace<br />
mucho que nadie viene y no sé porqué.<br />
<strong>La</strong> mosca ingresó con la cabeza gacha,<br />
al entrar la atrapó la telaraña. De<br />
pronto sus alas se desplegaron y los<br />
bordes cortaron los hilos. Alzó la cabeza:<br />
no tenía trompa sino poderosas<br />
mandíbulas:<br />
—<strong>La</strong> contaminación con plásticos<br />
mató muchas de mis hermanas, pero<br />
algunas nos adaptamos: ahora tenemos<br />
estas alas y mandíbulas de acrílico.<br />
Y se lanzó sobre la araña y empezó a<br />
devorarla glotonamente aún viva.<br />
Daniel Ricardo Yagolkowski<br />
Un día, soñé que el mundo era libre;<br />
jodido, pero libre. Caminaba a la orilla<br />
del mar; sobre restos; iba descalzo<br />
y semidesnudo. Del cielo bajó una pequeña<br />
nave, un hombre de inteligencia<br />
notable salió de esta. Se acercó a<br />
mí, preguntó si podría refugiarse en la<br />
Tierra ya que una amenaza lo seguía.<br />
Pensé en lo ocurrido anteriormente;<br />
miseria, partidos políticos, contaminación,<br />
extinción y egoísmo. Casi todo<br />
estaba muerto. Le respondí con un simple<br />
«no». Continúe caminando, volteé y<br />
vi al hombre subir a su nave; le grité:<br />
«En Marte te ayudarán…». El egoísmo<br />
seguía en mí.<br />
154<br />
Víctor Luis Vargas Navarro
<strong>La</strong> llevó hasta la sala, con Ramón. Cada<br />
martes este preso, confidente policial,<br />
recibía la visita íntima de su mujer.<br />
El viernes el jefe le llamó pronto a su<br />
despacho, habían raptado a la chica.<br />
<strong>La</strong> búsqueda del detective fue inútil, y<br />
se acercaba el siguiente martes. Ese lunes,<br />
tras muchos wiskis y varias anfetaminas,<br />
halló la solución.<br />
<strong>La</strong> llevó hasta la sala, con Ramón.<br />
Levantó los ojos, aquel bombón no era<br />
su mujer. Miró lentamente al policía,<br />
luego a la chica, y por fin asintió. «Esta<br />
no es mi mujer, pensó. Qué importa, la<br />
otra tampoco lo era».<br />
Miguel Morató Miguel<br />
Huellas sangrientas hacían camino<br />
hasta la iglesia. Una escalera empinada<br />
llevaba hasta una cueva, en parte<br />
llena de tierra. En la oscuridad, distinguieron<br />
siete nichos, con símbolos extraños:<br />
un búho, una <strong>sirena</strong>, un hombre<br />
barbudo con dos caras, instrumentos<br />
misteriosos. Siete momias estaban de<br />
pie en los nichos, tal vez los siete reyes<br />
o los sabios de las leyendas antiguas.<br />
Un ruido: el túnel se había derrumbado.<br />
Sólo entonces, Rosana y Estéfano se<br />
dieron cuenta del octavo nicho, aun vacío.<br />
En la clave del arco, tenía un bajo<br />
relieve con las figuras de dos jóvenes<br />
amantes abrazados.<br />
Alberto Arecchi<br />
155
156<br />
CONOCE A<br />
LOS AUTORES<br />
QUE COMPONEN<br />
ESTE NÚMERO
Ernesto Molina<br />
Ingeniero ambiental mexicano que<br />
se dedica principalmente a sistemas<br />
hidráulicos, es autor del blog Cerdo<br />
Venusiano y hace varias reseñas de videojuegos<br />
y equipos mecánicos para<br />
revistas especializadas. Su primera<br />
novela Los últimos contribuyentes consiste<br />
en un desesperado intento para<br />
salir de la rutina, hacerse el gracioso y<br />
conocer mujeres.<br />
Íñigo Redondo Egaña<br />
Lector antiguo y permanente, escritor<br />
reciente. Pintor diletante. De formación<br />
ingenieril, ha detentado responsabilidades<br />
en compañías de consultoría<br />
multinacionales que lo han conducido<br />
a vivir en México durante casi seis años,<br />
además del Perú, Argentina, Francia o<br />
España. Ha publicado algunos relatos y<br />
microcuentos en distintas pubicaciones.<br />
Cosme<br />
Nació en el puerto fronterizo de Nuevo<br />
<strong>La</strong>redo, Tam. Donde pasó su infancia<br />
y parte de su juventud. Después se<br />
trasladó a la Ciudad de Morelia, Mich.,<br />
dónde estuvo algunos años paseando<br />
y aprendiendo. Ahora nuevamente vive<br />
en el Norte del País con su bella esposa e<br />
hijo. Dedicado actualmente a la docencia,<br />
al Kendo, su iglesia y otras actividades,<br />
nunca perdió el gusto por la lectura.<br />
Jorge Daniel Garcia Carregha<br />
14 de junio 1953, Mexico. Estudió con<br />
los Maristas y adquirió el gusto por la<br />
lectura y la ironía. Discípulo de Germán<br />
Dehesa, literato mexicano.<br />
157
Reinier del Pino Cejas<br />
Nació en la Habana. Cuba. Escritor de<br />
cuentos, poesía, teatro, guiones radiales,<br />
literatura para niños y ensayos. Actualmente<br />
se desempeña como Coordinador<br />
de Producciones Radiofónicas en la Emisora<br />
Provincial Radio Artemisa, donde<br />
escribe varios programas. Ha obtenido<br />
premios en poesía, décimas, ensayo, narrativa<br />
y literatura para niños en Cuba,<br />
Uruguay, España, Chile, México, entre<br />
otros. Obras suyas se encuentran publicadas<br />
en antologías de diferentes países.<br />
Angelique Reid<br />
Nació y vive en la ciudad de Bogotá; escritora,<br />
poeta, a veces hace crítica política<br />
y social, y además es criminalista<br />
de profesión. Porque nada está escrito,<br />
todo está por escribirse, por relatarse y<br />
por contarse, es por eso que se dedica<br />
a este bello oficio, para que por medio<br />
de sus líneas se transporten a otras realidades<br />
y puedan comprender las emociones<br />
humanas y no tan humanas.<br />
Guillermo G. Torres<br />
Nació en la Ciudad de México. Estudia<br />
economía en UNAM en la Facultad de<br />
Estudios Superiores Acatlán. Actualmente<br />
tiene veinticinco años. Es aprendiz<br />
de piano y de pintura.<br />
Juan Luis Elizarraraz Fernandez<br />
Tiene veintiún años, es originario del municipio<br />
de Irapuato y actualmente estudia<br />
Ingeniería Civil en la Universidad de<br />
Guanajuato. Desde hace algunos años<br />
comenzó a leer libros de distintos géneros,<br />
pero ciencia ficción siempre ha sido<br />
su género preferida.<br />
158
Miguel Ángel Araujo Cortés<br />
Miguel Ángel Araujo Cortés nació en<br />
Ciudad Mante, Tamaulipas en 1993. Es<br />
Licenciado en Comunicación. En 2008<br />
vio su primer cuento publicado. Ha sido<br />
beneficiado por el PECDA y ha participado<br />
en diferentes congresos de literatura<br />
en diferentes estados, así como ha<br />
publicado algunos de sus cuentos en<br />
revistas digitales de diferentes partes<br />
del país. Le gusta tanto el fútbol como<br />
la lectura y es fanático de Batman.<br />
Alicia Espinosa<br />
Estado de México, 1990. Egresada de las<br />
Licenciaturas Lengua y Literaturas Modernas<br />
Italianas y Literatura Dramática<br />
y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras<br />
de la UNAM. Ha publicado cuentos<br />
en distintos medios impresos y digitales.<br />
Actualmente es correctora de estilo<br />
en Editorial Bazán, Colección Midian.<br />
Eduardo S. Imbaquingo B.<br />
Estudiante a punto de graduarse. Aprecia<br />
la literatura desde su más tierna infancia,<br />
gracias a la lectura de su madre<br />
de Mitología Griega. A pesar de poseer<br />
un gusto enorme hacia la Literatura, su<br />
verdadera pasión es la Filosofía.<br />
Amilcar R. Cal<br />
Nació en Santa Clara, Cuba. Licenciado<br />
en Estudios Socioculturales en la Universidad<br />
de <strong>La</strong>s Villas. Amante de la literatura<br />
y el cine, roba tiempo de oficina<br />
para darse el gusto de escribir. Tiene<br />
múltiples premios y menciones de relato<br />
y poesía en concursos internacionales<br />
en Cuba, España, Colombia y Argentina.<br />
Obras suyas se encuentran publicadas<br />
en antologías de Cuba y España.<br />
159
K. Phylaso<br />
2º Premio de la Comunidad Valenciana<br />
de Microrrelato. Autora de Caminando<br />
entre tinieblas.<br />
Jorge Hugo Veneciano<br />
Narrazones. Relatos en prosa. 2008. Nueva<br />
Editorial Universitaria (UNSL). Sobras<br />
Completas. 2010. Nueva Editorial Universitaria<br />
(UNSL). Almado hasta los dientes.<br />
2013. Ed. Lit. VMG (Mun. V. Mercedes, San<br />
Luis). Acuarelas grises. 2015. Ed. Lit. VMG<br />
(Mun. V. Mercedes, San Luis). 1º premio<br />
concurso Progr. San Luis Libro 2008 (cat.<br />
Cuento). Finalista del XI Certamen internacional<br />
de microcuento fantástico miNatura<br />
2013. Revista digital miNatura.<br />
Jesús Cordero<br />
Nacido el 15 de Marzo del 2000. leer<br />
siempre fue su pasatiempo favorito y<br />
comenzó a escribir de una forma más<br />
seria hace unos años; empezó practicando<br />
cada semana y después a diario.<br />
Su meta es publicar una novela de<br />
ciencia ficción y algún día ser autor de<br />
varias obras.<br />
André Kuri<br />
Nacido en Ciudad de México el 15 de<br />
agosto de 1976. Licenciado en Psicología<br />
y Maestro en Administración de Negocios.<br />
Se ha desempeñado en áreas<br />
de consultoría, ventas y desarrollo de<br />
negocios en empresas de tecnologías<br />
de la Información, en iniciativas de modernización<br />
tecnológica y transformación<br />
digital. Afición por la literatura, la<br />
música y el atletismo.<br />
160
Esteban Miranda Ríos<br />
Trabajador social de profesión. Escritor<br />
aficionado por necesidad. Lector voraz.<br />
Es Colombiano. Nació en la ciudad de<br />
Itagüí en 1993, actualmente tiene veinticuatro<br />
años, y considera que la escritura<br />
es un medio indispensable para<br />
sobrevivir a este mundo.<br />
David García de Bustamante<br />
David estudió bachillerato artístico en<br />
la Escuela de Artes y Oficios de la Calle<br />
de la Palma, en Madrid, e Historia del<br />
Arte en la Universidad Autónoma de<br />
Madrid. Cursó un módulo de fotografía<br />
en la Escuela Universitaria de Artes<br />
y Espectáculos TAI para vivir después<br />
en Santiago de Chile como fotógrafo<br />
freelance. Entre su obra publicada destacan<br />
la novela corta El Adversario y la<br />
antología Convivo con lo Extraño.<br />
Gisela Lupiañez<br />
Mendoza, Argentina, 1978).Lectora voraz<br />
desde el momento mágico en que<br />
descubrió que las letras se entretejían<br />
para formar palabras y las palabras<br />
para formar historias, escribe porque<br />
la vida es para bailarla al ritmo de los<br />
sueños. Varios de sus relatos han sido<br />
premiados y publicados en antologías y<br />
revistas, tanto digitales como en papel.<br />
José Luis Díaz Marcos<br />
Albacete, España, 1972. Ha publicado<br />
relatos en diversas antologías y webs<br />
nacionales y extranjeras. También es<br />
autor de sendas novelas: Paraísos de<br />
magia y fuego y Botij-Oh!<br />
161
Mictecacíhuatl<br />
Luego de toda una vida ayudando a la<br />
salud de otros y luego de perder uno de<br />
sus sentidos, descubrió que la imaginación<br />
es un mundo dentro de otro mundo.<br />
Perder la vista le ha abierto puertas<br />
que jamás pensó que existieran.<br />
Eduardo Angarica<br />
Cuba, 31 de octubre de 1989 Licenciado<br />
en Derecho y graduado en Técnicas<br />
Narrativas. Es profesor de talleres<br />
literarios de la Casa de Cultura Mirta<br />
Aguirre en <strong>La</strong> Habana. Ganador de los<br />
Juegos Florales 2015, Jaimanita, Cuba,<br />
en la categoría de minicuentos. Finalista<br />
en el concurso El Bunker Z 2016. Finalista<br />
en el concurso de minicuentos<br />
Solidarios con Nepal. Ha publicado El<br />
Príncipe de los Traviesos (Infantil)<br />
Carolina Alpuche<br />
Estudiante de Ingeniería Química en la<br />
Universidad Autónoma Metropolitana y<br />
CEO de Editorial Dreamers. Lectora empedernida,<br />
amante del café y de Les Luthiers.<br />
Aurora Ceres<br />
Nacida el 13 de septiembre de 1988 en<br />
Londres, Reino Unido. De madre mexicana<br />
y padre irlandés, ha escrito desde que<br />
tiene memoria. Es egresada de la carrera<br />
de Ingeniería en sistemas, la cual estudió<br />
en la Universidad del Valle de México. Entre<br />
sus principales pasiones destacan la<br />
caza deportiva, la tauromaquia, la literatura,<br />
cocinar y el estudio formal del fenómeno<br />
OVNI. Ha públicado cinco novelas<br />
con su nombre real.<br />
162
Davicalpa<br />
Con 43 años y padre de tres hijos David<br />
Santana es un enfermero al que le gusta<br />
escribir las historias que acumula en<br />
la cabeza en sus ratos libres. Amante<br />
del género de terror y la ciencia ficción<br />
narra situaciones en las que pone a<br />
prueba las emociones de sus atormentados<br />
personajes situándolos frente a<br />
problemas para los que no están preparados.<br />
Actualmente se encuentra<br />
trabajando en su primera novela.<br />
Ana Paola Nájera López<br />
Futura Neuropsicóloga, comprometida<br />
a mejorar México. Enamorada del arte y<br />
la vida misma.<br />
Aly Cañizales<br />
Escritor regiomontano, su inspiración<br />
llegó a partir de un sueño, complementando<br />
que su sueño fue siempre ser escritor,<br />
A sus 29 años comenta que desde<br />
pequeño se interesó en la lectura y<br />
en las bellas artes como la fotografía, el<br />
teatro, la pintura y la música. Es fiel seguidor<br />
de escritores digitales españoles<br />
tales como Fernando Trujillo Sáenz,<br />
y Cesar García.<br />
Israel Montalvo<br />
Artista multidisciplinario que ha<br />
desarrollado en su mayor parte una<br />
obra narrativa (tanto literaria como<br />
en el arte secuencial) en la cual<br />
aborda principalmente temáticas<br />
como metaficción, el horror en todas<br />
sus manifestaciones, y la condición<br />
humana.<br />
163
en nuestro siguiente número:<br />
Más artículos, ensayos,<br />
cuentos y microcuentos,<br />
y todo lo que ustedes aman<br />
leer en esta, su revista