19.07.2018 Views

De profundis - Oscar Wilde

«La tragedia de mi vida» es la forma en que Oscar Wilde define a la dolorosa pasión homosexual que lo unió a lord Alfred Douglas, a quien cariñosamente apodaba «Bosie» y que le costó, por denuncia de su padre, el oprobio, la cárcel, la ruina económica, la destrucción de su hogar, y el posterior destierro en el que encontraría la muerte. El libro es, en realidad, una larga carta a su amante, escrita a principios de 1897, en la cárcel de Reading y publicada en 1905, luego de su muerte. Llena de quejas y reproches por su egoísmo y su ingratitud, es, al mismo tiempo, la narración de la historia de esa trágica relación, contada con una precisión de detalles provistos por el largo tiempo de reflexión y confinamiento, más la larga memoria desde el dolor. Ese prolongado encierro le permitió también una revisión de sus propios conceptos morales y los de su época, en páginas memorables que podrían constituir de por sí un tratado de ética, por las profundas reflexiones sobre la moral cristiana, el evangelio y el ejemplo de la vida y muerte de Cristo. El hombre que se permitió todo en su lucha contra lo convencional, revisa la relación que le hizo perder todo, y de la que sin embargo no se arrepiente, como un héroe trágico, que seguirá cautivando por su entrega y su expiación, al margen de la perplejidad que provoca la indignidad del objeto de su amor, el lugar mismo de su destino trágico.

«La tragedia de mi vida» es la forma en que Oscar Wilde define a la dolorosa pasión homosexual que lo unió a lord Alfred Douglas, a quien cariñosamente apodaba «Bosie» y que le costó, por denuncia de su padre, el oprobio, la cárcel, la ruina económica, la destrucción de su hogar, y el posterior destierro en el que encontraría la muerte. El libro es, en realidad, una larga carta a su amante, escrita a principios de 1897, en la cárcel de Reading y publicada en 1905, luego de su muerte. Llena de quejas y reproches por su egoísmo y su ingratitud, es, al mismo tiempo, la narración de la historia de esa trágica relación, contada con una precisión de detalles provistos por el largo tiempo de reflexión y confinamiento, más la larga memoria desde el dolor. Ese prolongado encierro le permitió también una revisión de sus propios conceptos morales y los de su época, en páginas memorables que podrían constituir de por sí un tratado de ética, por las profundas reflexiones sobre la moral cristiana, el evangelio y el ejemplo de la vida y muerte de Cristo. El hombre que se permitió todo en su lucha contra lo convencional, revisa la relación que le hizo perder todo, y de la que sin embargo no se arrepiente, como un héroe trágico, que seguirá cautivando por su entrega y su expiación, al margen de la perplejidad que provoca la indignidad del objeto de su amor, el lugar mismo de su destino trágico.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

de salir todo de mí mismo, de mí mismo… No pueden concederme ayuda, ni la<br />

religión ni la moral, ni la razón.<br />

No puede concederme ayuda la moral. Soy un ser esencialmente<br />

autonomista, y formo parte de aquellos para quienes las reglas no existen, pero<br />

sí la excepción. Pero, al propio tiempo que comprendo que nunca es dañoso lo<br />

que uno hace, comprendo, también, que puede existir el mal en aquello que uno<br />

va siendo, y puede ser de considerable ayuda el conocimiento de esta verdad.<br />

No puede la religión concederme ayuda. Tal como creen otros en lo que no<br />

pueden ver, yo, en cambio, creo únicamente en aquello que me parece ver y<br />

palpar. Viven mis dioses en templos erigidos por la mano del hombre, y se cierra<br />

y perfecciona mi evangelio dentro de la esfera de la verdad experimental. Y<br />

acaso con exceso, pues como la mayor parte de los hombres que buscan en esta<br />

tierra su cielo, yo he descubierto en ella, por partes iguales, la belleza celeste y<br />

los horrores del Averno. Cuando sobre la religión empiezo a pensar, me doy<br />

cuenta de que me agradaría fundar una Orden para los que no pueden creer: y<br />

esa Orden podría denominarse Comunidad de los Incrédulos. <strong>De</strong> pie ante un<br />

altar en el cual no ardiese cirio alguno, un sacerdote, cuyo corazón no conociese<br />

la paz, celebraría con pan carente de consagración y con un cáliz sin vino. Para<br />

ser reales, todas las cosas tienen que trocarse en religión. Y habrá de poseer su<br />

ritual la doctrina de los agnósticos, como la doctrina de todas las creencias. Sus<br />

mártires ha sembrado; por lo consiguiente, debería cosechar santos y agradecer<br />

cotidianamente a Dios el no haberse ofrecido a las miradas de los hombres. Mas,<br />

tanto la fe como el agnosticismo, nada en mí puede ser exterior. Necesario es<br />

que cree yo mismo sus símbolos. Es trascendente, únicamente lo que su propia<br />

forma modela. Si en mí no consigo descubrir su secreto, nunca lo descubriré, y<br />

si no lo tengo ya, nunca más lo volveré a tener.<br />

No puede prestarme ayuda la razón. Me declara que las leyes aquellas de<br />

que fui víctima, son injustas y fueron vulneradas, y que está vulnerado y es<br />

injusto el sistema bajo el cual he padecido. Pero habré de componérmelas de<br />

alguna manera para que las dos cosas sean, al propio tiempo, justas y buenas<br />

para mí. Y así como en el arte no se preocupa uno más que por un determinado<br />

objeto en un momento determinado, lo mismo ocurre con la evolución ética del<br />

carácter. Consiste mi tarea, entonces, en lograr que redunde en mi beneficio<br />

todo cuanto me ha acaecido.<br />

El camastro de tablas, la comida inmunda, los duros cordeles que debemos<br />

deshilachar para trocarlos en blanda estopa, hasta que nos insensibiliza el dolor<br />

las yemas de los dedos; la faena de siervos que inaugura y clausura el día; la<br />

indumentaria horrenda que torna el dolor grotesco; el silencio, la soledad, la<br />

vergüenza, estos padecimientos todos, es necesario que los convierta en etapas<br />

del espíritu.<br />

No dejaré de tratar de convertir en un ascenso espiritual ni una sola<br />

degradación corporal.<br />

<strong>De</strong>seo poder llegar a decir con la mayor sencillez, sin hipocresía, que mi<br />

existencia tuvo dos momentos decisivos: cuando me envió mi padre a Oxford y<br />

cuando me mandó a la cárcel la sociedad. No es mi deseo decir con esto que el<br />

hecho de ingresar en la cárcel sea lo mejor que me podía haber ocurrido, pues<br />

implicaría esto una amargura excesiva contra mí mismo. Prefiero decir, u oír<br />

que dicen de mí, que habré sido tan característico hijo de mi época, que, en mi<br />

perversidad, y a consecuencia de la misma, troqué en malo lo bueno de mi vida,<br />

y en bueno lo malo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!