19.07.2018 Views

De profundis - Oscar Wilde

«La tragedia de mi vida» es la forma en que Oscar Wilde define a la dolorosa pasión homosexual que lo unió a lord Alfred Douglas, a quien cariñosamente apodaba «Bosie» y que le costó, por denuncia de su padre, el oprobio, la cárcel, la ruina económica, la destrucción de su hogar, y el posterior destierro en el que encontraría la muerte. El libro es, en realidad, una larga carta a su amante, escrita a principios de 1897, en la cárcel de Reading y publicada en 1905, luego de su muerte. Llena de quejas y reproches por su egoísmo y su ingratitud, es, al mismo tiempo, la narración de la historia de esa trágica relación, contada con una precisión de detalles provistos por el largo tiempo de reflexión y confinamiento, más la larga memoria desde el dolor. Ese prolongado encierro le permitió también una revisión de sus propios conceptos morales y los de su época, en páginas memorables que podrían constituir de por sí un tratado de ética, por las profundas reflexiones sobre la moral cristiana, el evangelio y el ejemplo de la vida y muerte de Cristo. El hombre que se permitió todo en su lucha contra lo convencional, revisa la relación que le hizo perder todo, y de la que sin embargo no se arrepiente, como un héroe trágico, que seguirá cautivando por su entrega y su expiación, al margen de la perplejidad que provoca la indignidad del objeto de su amor, el lugar mismo de su destino trágico.

«La tragedia de mi vida» es la forma en que Oscar Wilde define a la dolorosa pasión homosexual que lo unió a lord Alfred Douglas, a quien cariñosamente apodaba «Bosie» y que le costó, por denuncia de su padre, el oprobio, la cárcel, la ruina económica, la destrucción de su hogar, y el posterior destierro en el que encontraría la muerte. El libro es, en realidad, una larga carta a su amante, escrita a principios de 1897, en la cárcel de Reading y publicada en 1905, luego de su muerte. Llena de quejas y reproches por su egoísmo y su ingratitud, es, al mismo tiempo, la narración de la historia de esa trágica relación, contada con una precisión de detalles provistos por el largo tiempo de reflexión y confinamiento, más la larga memoria desde el dolor. Ese prolongado encierro le permitió también una revisión de sus propios conceptos morales y los de su época, en páginas memorables que podrían constituir de por sí un tratado de ética, por las profundas reflexiones sobre la moral cristiana, el evangelio y el ejemplo de la vida y muerte de Cristo. El hombre que se permitió todo en su lucha contra lo convencional, revisa la relación que le hizo perder todo, y de la que sin embargo no se arrepiente, como un héroe trágico, que seguirá cautivando por su entrega y su expiación, al margen de la perplejidad que provoca la indignidad del objeto de su amor, el lugar mismo de su destino trágico.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

criatura que hubiese saltado desde el fango o el arroyo, hasta la vida moderna,<br />

sino tú, un joven de mi misma categoría y condición, que había cursado estudios<br />

en Oxford en el propio Colegio donde los cursara yo, y que era comensal casi<br />

diario de mi casa.<br />

A esto siguieron los acostumbrados telegramas con tus ruegos apremiantes<br />

y tus expresiones de contrición. Pero no presté atención a los mismos.<br />

Amenazaste, por fin, conque de no aceptar reunirme contigo, no emprenderías<br />

en modo alguno tu viaje a Egipto. Era yo mismo quien, sin que lo ignoraras,<br />

había suplicado a tu madre te mandase allí, para alejarte de la vergonzosa<br />

existencia que llevabas en la capital inglesa. Sabía que, de no efectuar tú ese<br />

viaje, sería un terrible disgusto para tu madre, y por afecto hacia ella,<br />

nuevamente me reuní contigo, y bajo la influencia de una excitación tremenda<br />

que no puedes haber echado al olvido, concedí el perdón por lo pasado, aunque<br />

sin pronunciar palabra en lo que concernía al futuro.<br />

Ya de regreso en Londres, al siguiente día, sentado en mi aposento,<br />

intentaba, serio y contristado, aclarar con mi propia conciencia si eras<br />

realmente o no lo que me parecías ser; si te hallabas, en verdad, lleno de<br />

terribles defectos, y si eras tan absolutamente dañino para ti mismo y para todos<br />

los demás; si verdaderamente eras ese compañero fatal que tan bien conocía yo.<br />

Estuve, una semana entera, meditando en ese problema, pensando si no me<br />

mostraba injusto contigo, si no te juzgaba de una manera errónea. Me escribió<br />

tu madre una carta en las postrimerías de la semana aquella, y me decía en la<br />

misma, y en un grado idéntico, lo que pensaba de los sentimientos que<br />

experimentaba yo por ti. En esa misiva se refería a tu exagerada y ciega vanidad,<br />

que te infundía el desprecio de tu hogar, y que te hacía tratar a tu hermano<br />

mayor esa alma candidísima, como a un filisteo; a tu carácter, que le daba miedo<br />

de hablar contigo de tu vida, de esa vida a la cual tú, como ella lo siente y lo<br />

sabe, temes tanto; a la degeneración y mutaciones operadas en ti. Tu madre,<br />

como es natural, veía que te había abrumado con un terrible peso la herencia, y<br />

sinceramente y aterrada lo reconocía así: Es el único de mis hijos que ha<br />

heredado el temperamento de los Douglas, decía ella, refiriéndose a ti. Y<br />

concluía su misiva expresando que se veía obligada a explicar que tu amistad<br />

conmigo, a su juicio, había acuciado a tal extremo tu vanidad, que ésta se había<br />

trocado en el origen de todas tus faltas, y me suplicaba por ello seriamente que<br />

no viajase en tu compañía al extranjero.<br />

<strong>De</strong> inmediato le respondí, manifestándole que compartía en un todo el<br />

sentir de cada una de sus palabras: incluso agregué muchas cosas más; fui todo<br />

lo lejos posible. Le dije que nuestra amistad había nacido durante los estudios<br />

en Oxford, cuando te acercaste a mí, suplicándome te ayudase en un muy serio<br />

apremio, de categoría por demás especial. Le dije que tu vida siempre había<br />

tenido idéntico sello. Habías cargado sobre quien te acompañó en tu viaje a<br />

Bélgica, la culpa de ese viaje, y tu madre me había reprochado haberte<br />

presentado a esa persona; hice recaer la culpa en quien realmente correspondía<br />

que recayera: en ti mismo. Y, finalmente, le aseguraba que no tenía la menor<br />

intención de reunirme contigo en el extranjero, y le suplicaba fuese tan buena de<br />

retenerte allí, ya fuese como agregado de Embajada, si ello fuera posible, o con<br />

el pretexto de aprender idiomas, o con cualquier otro motivo que le pareciese<br />

bien; y esto, cuando menos dos o tres años, tanto en tu interés como en el mío.<br />

Tú, en tanto, me escribías desde Egipto en todos los correos. No hice el<br />

menor caso de ninguna de tus misivas. Las leí y las desgarré. Me había<br />

propuesto firmemente no mantener ya contigo relación alguna. Inquebrantable

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!