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Tema de tapa<br />
seis<br />
Los excéntricos Tenenbaum, Wes Anderson<br />
Cuestión de apellido<br />
POR Roger Koza<br />
I<br />
No se elige una familia y, sin embargo, a lo largo de una vida, la<br />
pertenencia a esta institución sempiterna pocas veces se cuestiona.<br />
Desde la cuna al matrimonio (o a un concubinato con<br />
descendencia), instante de diversificación familiar y también<br />
fundación de esta, ser familia es la forma de ser en el mundo.<br />
En efecto, la portación de un apellido es mucho más que un<br />
lazo genético y una fijación social que distribuye derechos,<br />
responsabilidades y cariños. La familia es un micropaís con<br />
su léxico y sus preferencias, punto inicial que determina una<br />
metafísica, una política, una ética, una estética y una dietética.<br />
¿No es la añoranza de la comida materna y del hogar, ese dulce<br />
recuerdo de la niñez, un reflejo mecánico de ese primer mundo<br />
de pertenencia del que no se duda, porque ahí se es? En<br />
aquel mítico estadio, la palabra filial es casi palabra revelada: lo<br />
que dice un padre o una madre ordena un mundo, establece<br />
valores, prohibiciones y peligros. La consanguineidad tiene un<br />
prestigio ontológico que solamente los huérfanos –y no todos<br />
ellos– consiguen desmantelar ante la evidencia de la soledad<br />
radical a la que están arrojados. Alguien es realmente quien es<br />
cuando la orfandad le exige responder por sí mismo.<br />
¿Cómo se filma esta invencible institución milenaria? La forma<br />
más habitual es el costumbrismo, género conservador por<br />
antonomasia en cuanto suele reproducir fielmente la vigente<br />
estructura de la familia como unidad mínima social y también<br />
como jardín irremplazable de transmisión de los valores,<br />
incluyendo a su vez la propia (auto)legitimación: la familia es<br />
en sí un valor que debe propagarse. El hijo de la novia es un<br />
vernáculo modelo platónico del costumbrismo: todos los artículos<br />
de fe que precisa la institución familiar para vindicarse<br />
están ordenados en el relato; también la sociedad imaginaria<br />
que necesita de ese esquema familiar. La inversión de ese<br />
paradigma se observa a menudo en las famosas películas<br />
independientes del cine estadounidense. La historia puede<br />
ser más o menos así: el padre abusa del hijo, la madre lo sabe<br />
y prefiere emborracharse hasta perder la conciencia; el hermano<br />
mayor defenestra a sus novias y toma drogas sin límites;<br />
la economía los asfixia y los vecinos los odian. Una película<br />
como Palíndromos de Todd Solondz, por citar una entre<br />
tantas, es paradigmática de ese juego de representación.<br />
La familia disfuncional revela así un hiato en el presunto pilar<br />
del edificio social. A veces se le adjudica a esa representación<br />
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