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a cabo como mujer independiente y con conciencia de esa independencia”. En este sentido,<br />
resultan un parteaguas. Y no solo porque marcan el fin de la relación con Martínez y los comienzos<br />
de sus amoríos con Pierre Drieu La Rochelle y con Jacques Lacan, es en esas<br />
errancias en las que el mundo empieza a responderle: conoce a Coco Chanel, Paul Valéry,<br />
Stravinsky, André Malraux, Aldous Huxley, Gabriela Mistral y otros tantos. Sus diarios<br />
de viaje perfilan ya su mirada de cronista, mientras que “el reconocimiento de ser mujer” se<br />
instala para siempre tras leer a Virginia Woolf y su reclamo por un cuarto propio.<br />
A mediados de 1930 Victoria sigue ayudando a Tagore, esta vez en la organización de sus<br />
muestras pictóricas por distintas capitales de Europa. Ante el pedido de él de acompañarlo a la<br />
India, ella le dice que no, quizás por primera vez. “Uno no se cura de su infancia”, escribe en<br />
su autobiografía en alusión a aquel juego editorial con su hermana. Tiene planeado un viaje a<br />
Nueva York para discutir con Waldo Frank la posibilidad de hacer una revista. “Él y Eduardo<br />
Mallea me insistían en que era necesario crear una publicación para los jóvenes en la Argentina<br />
y que yo era la indicada para hacerlo. Yo insistía en que no lo era, pero total que me convencieron”,<br />
cuenta en una entrevista televisiva al conmemorar los 35 años de la publicación.<br />
La visita a los Estados Unidos y su way of life abren otro horizonte ante los ojos de esta mujer<br />
siempre ávida. Sobre todo, marcan las bases para la creación de Sur (nombre que le sugiere<br />
Ortega y Gasset desde España). “Quebrarás”, le vaticinó su padre al enterarse del proyecto,<br />
aunque no llegó a ver ningún ejemplar impreso porque murió ese año. El primer número,<br />
con la icónica flecha hacia abajo (ideada por Victoria), salió en el verano de 1931. Su índice<br />
ya señalaba un rumbo: pensadores argentinos y extranjeros convivían en las mismas páginas y<br />
hablaban de literatura, música, pintura, teatro y arquitectura.<br />
El objetivo de crear un medio de difusión nacional y, al mismo tiempo, internacional se<br />
cumplió y la tirada de 4000 ejemplares se vendió en su totalidad por distintos países. Sur fue<br />
un faro para acercarse o rechazar cierta forma del saber, pero sin dudas constituyó el proyecto<br />
cultural de vanguardia de mayor envergadura de América Latina. Por sus hojas pasaron<br />
André Gide, Thomas Mann, Henry Miller, Martin Heidegger, Albert Camus,<br />
Octavio Paz, Alfonso Reyes, Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges, Oliverio<br />
Girondo, María Rosa Oliver, Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares y por supuesto,<br />
Silvina Ocampo, entre otros cientos de intelectuales.<br />
Su historia y recepción sufrieron los derroteros del país y del mundo. Las críticas y aclamaciones,<br />
aún hoy, son objeto de debate, pero lo cierto es que Victoria con la primera edición<br />
se transformó en una figura clave para la Argentina del siglo XX. “Una persona de arrastre”,<br />
dirá de ella la Curia, al declararla persona non grata. No solo fue la encargada de decidir los<br />
temas de los primeros años, sino que también tuvo la tarea de financiar la revista. Con ese fin,<br />
creó en 1933 la editorial Sur. El catálogo con los años incluyó autores nacionales, pero en un<br />
inicio se dedicó a los extranjeros. El romancero gitano, de Federico García Lorca, fue la<br />
primera obra editada. Luego, vendrían las famosas traducciones de autores norteamericanos e<br />
ingleses, hechas por Victoria o Borges.<br />
La segunda parte de la década del treinta ya encuentra a Ocampo en su salsa. A pesar de sus<br />
declaraciones antifascistas, en 1934 es invitada a la Italia de Benito Mussolini para dar una<br />
Izq.: Con otro gran amigo: Eduardo<br />
Mallea.<br />
Der.: Adolfo Bioy Casares, Victoria<br />
Ocampo y Jorge Luis Borges en Mar<br />
del Plata.<br />
Reediciones de editorial<br />
Sur distribuidas por Editorial<br />
El Ateneo.<br />
charla (que titulará “Supremacía del alma y la mente”) y se entrevista con el Duce. De esta visita<br />
escribe “La historia viva”, una crónica donde se encarga, entre otras cosas, del lugar relegado<br />
que le otorga el fascismo a la mujer, y que incluye en su libro Domingos en Hyde Park de 1936.<br />
Es, en ese viaje, que también se las arregla para ir a Inglaterra y conocer a Virginia Woolf. Los<br />
encuentros entre ellas se repetirán (es Victoria, por ejemplo, quien lleva a la fotógrafa Gisèle<br />
Freund para que retrate a la inglesa en 1939), pero ya desde ese primer momento queda una<br />
relación epistolar en la que se lee cómo Virginia la insta a escribir una autobiografía.<br />
En Londres, además, Victoria ve Perséphone de Stravinsky. Queda tan entusiasmada que le organiza<br />
a su amigo una gira por Buenos Aires, Brasil y Uruguay. El compositor acepta la propuesta<br />
a condición de que ella sea la recitante (un papel que repetirá en Mayo Florentino en 1939).<br />
Victoria, sin olvidar su deseo de juventud, se ve en 1936 frente a un micrófono en el Teatro Colón.<br />
“Esta es la profesión para la que he nacido”, dice, y sigue con sus múltiples oficios. Junto con<br />
María Rosa Oliver y Susana Larguía, funda la Unión de Mujeres Argentinas, una organización<br />
que la elige como presidenta y que lucha por los derechos legales y civiles de las mujeres.<br />
Son años de Guerra Civil en España, de avanzada del fascismo, de Década Infame en la Argentina,<br />
Victoria es hija de la aristocracia criolla, pero también una rareza en ese círculo. En 1939,<br />
termina su relación con Mallea, empieza la correspondencia con la chilena Gabriela Mistral y<br />
publica en la editorial Sur el primer libro de Silvina Ocampo con un prólogo suyo bien severo.<br />
Sobre la relación fraternal mucho se ha dicho. Según cuenta Vázquez, Bioy Casares veía en<br />
Victoria a una suegra mala y de ahí también se deriva un vínculo complicado con Borges (aunque<br />
es por intermedio de ella que los amigos se conocen). Lo cierto es que la relación entre<br />
hermanas es tensa y no solo por estrellatos literarios. Según familiares, los motivos del desencuentro<br />
empiezan en la luna de miel de Silvina y el autor de La invención de Morel. Dicen<br />
que el matrimonio invitó a su viaje por Europa a una sobrina, la favorita de Victoria, y que la<br />
compartieron sexualmente. La mayor de las Ocampo jamás lo perdonaría.<br />
El silencio familiar contrasta con las marchas militares que llegan desde Europa. Sur, por esa<br />
época, se pronuncia. “No nos interesa la política sino cuando está vinculada a lo espiritual.<br />
Cuando los fundamentos mismos del espíritu aparecen amenazados por una política, entonces<br />
levantamos nuestra voz (…). Nosotros no somos neutrales. No lo éramos en 1937. Defendíamos<br />
entonces lo que seguimos defendiendo hoy”, se lee a modo de editorial en el número 60 de 1939.<br />
El pacifismo será uno de los discursos de Victoria desde entonces, pero igual la Segunda Guerra<br />
Mundial llega. Para ese momento el sociólogo Roger Caillois se encontraba en nuestro<br />
país para dar un curso en Sur y su fundadora lo termina hospedando durante cinco años.<br />
Además de sus escritos antibélicos, del apoyo a comités de ayuda (algo que también hizo con<br />
los españoles) y de enviar tres toneladas de alimentos y ropa, Victoria se encarga de sus amigos<br />
europeos. A Gisèle Freund le envía dinero y una visa para salir de Francia, por ejemplo;<br />
mientras que Valéry le pide unos zapatos.<br />
En 1943 viaja a Estados Unidos, invitada por la Fundación Guggenheim, para dar conferencias<br />
y tiene la oportunidad de ver cómo el país vive la guerra. Cuando inician los Juicios de<br />
Núremberg, ella es una de las pocas mujeres invitadas y la única periodista de América Latina.<br />
En este contexto, la figura de Juan Domingo Perón aparece, para Sur, como la extensión<br />
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