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REVISTA JUNIO 2018

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PERIODISMO INTERNACIONACJONAL<br />

Ciertamente, los ejemplos históricos y actuales del uso del Deporte, y especialmente<br />

del Futbol, por parte del poder político dan para un libro más que para este modesto<br />

artículo.<br />

Sucede que el deportista es un héroe que puede ser inmolado al dios de la opinión<br />

pública, si fracasa, o enaltecido a la santidad en caso de victoria. En ambos casos<br />

cumple su función. Que no se confunda nadie, esta, su función, no pasa en absoluto<br />

por el espíritu de aquel famoso lema romano "Altus, Citius, Fortius" de olímpica<br />

adscripción. Lejos de ello su rol. Aparentemente, el deporte espectáculo debe mostrar<br />

el mejoramiento físico que el entrenamiento y la competición consecuente<br />

aportan a la especie del homo sapiens sapiens. Pero esto es irrelevante en comparación<br />

de las ventajas que le suponen al poder el espectáculo del deportistaguerrero<br />

que enarbola la bandera en la batalla singular o, como en el Futbol, en la<br />

escenificación de una épica guerra entre dos ejércitos contendientes que se encuentran<br />

puntual y regularmente en el campo del honor. Cosa que sucede incruentamente,<br />

sin muerte y sin sangre –normalmente-, aunque si hay un poco de dolor,<br />

sólo un poco, le añadimos la pizca de la gracia al guiso.<br />

En realidad, la canalización de los instintos agresivos que persisten en la animalidad<br />

del hombre moderno, se supone, que evita males mayores. Aunque a veces más<br />

los provoca que los disipa. Es mejor escenificar una guerrita de ficción de vez en<br />

cuando que andar a palos de verdad. Y sin embargo, siempre hay cretinos que acaban<br />

llevando esa escenificación a la realidad, causando altercados, esta vez reales y<br />

a veces mortales, en nombre de unos colores que son artificiales casi siempre.<br />

Excepto en el caso de los mundiales, donde lo escenificado es un enfrentamiento<br />

por la supremacía mundial, ni más ni menos. Es la gloria del imperio.<br />

Pero todo es pura ficción, espectáculo. Y, además, terriblemente repetitivo.<br />

Y entonces, ¿por qué funciona tan bien?, ¿por qué es tan útil políticamente?.<br />

Porque genera prestigio con la victoria y entretiene en banales discusiones en la<br />

derrota. Lo cual genera expectación hasta límites –pensándolo fríamente- casi absurdos,<br />

cuando no plenamente ridículos. Es decir: abstrae y redirige la emotividad<br />

colectiva mediante un fenómeno de identificación y pertenencia con la masa, simbolizada<br />

en esos colores que decíamos. Evitando así la atención del vulgo en cosas<br />

“molestas”.

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