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Una breve historia de casi todo

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prolongada <strong>de</strong>voción hacia él. El gran físico británico J. J. Thompson insistía en<br />

1909: «El éter no es una creación fantástica <strong>de</strong>l filósofo especulativo; es tan<br />

esencial para nosotros como el aire que respiramos», eso más <strong>de</strong> cuatro años<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>mostrase indiscutiblemente que no existía. En suma, la gente<br />

estaba realmente apegada al éter.<br />

Si necesitases ejemplificar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> los Estados Unidos <strong>de</strong>l siglo XIX como un país<br />

<strong>de</strong> oportunida<strong>de</strong>s, difícilmente podrías encontrar un ejemplo mejor que la vida <strong>de</strong><br />

Albert Michelson. Nacido en 1852 en la frontera germano-polaca en una familia <strong>de</strong><br />

comerciantes judíos pobres, llegó <strong>de</strong> muy pequeño a Estados Unidos con su familia<br />

y se crió en un campamento minero <strong>de</strong> la región californiana <strong>de</strong> la fiebre <strong>de</strong>l oro,<br />

don<strong>de</strong> su padre tenía una tienda. Demasiado pobre para pagarse los estudios en<br />

una universidad, se fue a la ciudad <strong>de</strong> Washington y se <strong>de</strong>dicó a holgazanear junto<br />

a la puerta <strong>de</strong> entrada <strong>de</strong> la Casa Blanca para po<strong>de</strong>r colocarse al lado <strong>de</strong>l<br />

presi<strong>de</strong>nte, Ulysses S. Grant cuando salía a oxigenarse y estirar las piernas dando<br />

un paseo. (Era, no cabe duda, una época más inocente). En el curso <strong>de</strong> esos<br />

paseos, Michelson consiguió llegar a congraciarse tanto con el presi<strong>de</strong>nte que éste<br />

accedió a facilitarle una plaza gratuita en la Aca<strong>de</strong>mia Naval. Fue allí don<strong>de</strong><br />

Michelson aprendió física.<br />

Diez años más tar<strong>de</strong>, cuando era ya profesor <strong>de</strong> la Case School of Applied Science<br />

<strong>de</strong> Cleveland, Michelson se interesó por intentar medir una cosa llamada <strong>de</strong>sviación<br />

<strong>de</strong>l éter, una especie <strong>de</strong> viento <strong>de</strong> proa que producían los objetos en movimiento<br />

cuando se <strong>de</strong>splazaban por el espacio. <strong>Una</strong> <strong>de</strong> las predicciones <strong>de</strong> la física<br />

newtoniana era que la velocidad <strong>de</strong> la luz, cuando surcaba el éter, tenía que variar<br />

respecto a un observador según que éste estuviese moviéndose hacia la fuente <strong>de</strong><br />

luz o alejándose <strong>de</strong> ella, pero a nadie se le había ocurrido un procedimiento para<br />

medir eso. Michelson pensó que la Tierra viaja una mitad <strong>de</strong>l año hacia el Sol y se<br />

aleja <strong>de</strong> él la otra mitad. Consi<strong>de</strong>ró que, si se efectuaban mediciones lo<br />

suficientemente cuidadosas en estaciones opuestas y se comparaba el tiempo <strong>de</strong><br />

recorrido <strong>de</strong> la luz en las dos, se obtendría la solución.<br />

Michelson habló con Alexan<strong>de</strong>r Graham Bell, inventor recién enriquecido <strong>de</strong>l<br />

teléfono, y le convenció <strong>de</strong> que aportase fondos para construir un instrumento<br />

ingenioso y sensible, i<strong>de</strong>ado por Michelson y llamado interferómetro, que podría

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