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Revista STF Junio 18 pagina web

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EUCARISTÍA<br />

LA IMPORTANCIA DE LA SANTA MISA<br />

Existen los 5 mandamientos<br />

de la Santa<br />

madre Iglesia. Uno de<br />

ellos es “oír misa entera<br />

los domingos y fiestas<br />

de guardar”. Pág. 3<br />

Señales que nos dicen<br />

si vivimos bien la Eucaristía<br />

o si no la vivimos<br />

tan bien. Cristo siempre<br />

lleva el don de si mismo<br />

Pág. 8<br />

En la liturgia eucarística<br />

Dios está presente y, si es<br />

posible, se hace presente<br />

de un modo aún «más<br />

cercano».<br />

Pág. 5<br />

REVISTA MENSUAL DE LA DIÓCESIS DE PARRAL AÑO 6, NUM 65, JUNIO 20<strong>18</strong>, PRECIO $10 PESOS


EL TRIUNFO DE<br />

LA EUCARISTÍA<br />

JUAN ESTEBAN MURILLO (1617-1682)<br />

El triunfo de la Eucaristía (óleo sobre lienzo 196 x 250 cm. ) formaba<br />

pareja con la Inmaculada Concepción con seis figuras en la decoración del<br />

testero de la nave de la Epístola de la iglesia de Santa María la Blanca, en<br />

Andalucía, España. La temática vendría relacionada con su ubicación sobre<br />

el Comulgatorio. El cáliz con el Santísimo ocupa la parte central del cuadro,<br />

sobrevolado por la Paloma del Espíritu Santo. La figura que lo sostiene<br />

podría ser la Iglesia como suministradora de la Eucaristia, verdadera<br />

protagonista de la composición. Esta cuadro, al igual que la Inmaculada<br />

Concepción, fue sacado de Sevilla durante la Guerra de la Independencia,<br />

siendo vendido en París en <strong>18</strong>65.<br />

SOBRE TODO LA FE<br />

Pbro. Lic. Martín E. Hernández B.<br />

Director Editorial<br />

Don Eduardo Carmona Ortega<br />

Colaborador Especial<br />

Pbro. Lic. César A. Ortega Díaz, Pbro. Leonel<br />

Larios Medina, Pbro. Lic. José Carlos Tarango<br />

M., Judith e Ismael Aguilera Gamboa, Diácono<br />

Dr. Jesús M. Chávez Reyes, César Arturo<br />

Arango Prado, Pbro. Hugo Rodríguez Caro, Pbro.<br />

Edmundo de la Vega, Pbro. Lic. Roberto Tarín<br />

Arzaga, Lic. Myrna Magaly García Arreola, Lic.<br />

Ana María Medina Portillo, Pbro. Lic. Omar G.<br />

Grajeda Valles, Luis Raúl Hernández Torres, Lic.<br />

María Eugenia Candia Rubio, Hipólito Roacho<br />

Ceniceros, Pbro. Humberto Martínez G., Pbro.<br />

Luis Enrique Estrada Duarte, Lic. María del<br />

Socorro Guzmán Baca<br />

Colaboradores<br />

03<br />

04<br />

06<br />

08<br />

10<br />

11<br />

14<br />

15<br />

ÍNDICE<br />

¿POR QUÉ IR A MISA LOS DOMINGOS?<br />

UNA DE LOS ASPECTOS DEL SER HUMANO ES QUE NO LE GUSTA QUE LE IMPONGAN NADA,<br />

COMO SI FUERA EN VERDAD POSIBLE VIVIR SIN LEYES DEJADO TODO AL LIBRE ALBEDRÍO...<br />

¡A MISA NO SE VA CON EL RELOJ..!<br />

VOSOTROS VENÍS AQUÍ Y NOS REUNIMOS AQUÍ PARA ENTRAR EN EL MISTERIO. Y ÉSTA ES LA<br />

LITURGIA... PARA EXPLICAR EL SENTIDO DE ESTE ENCUENTRO CERCANO CON EL MISTERIO<br />

LA SALVACIÓN DE DIOS<br />

LO QUE VEMOS CUANDO NOS REUNIMOS PARA CELEBRAR LA EUCARISTÍA, LA MISA, NOS<br />

HACE YA INTUIR LO QUE ESTAMOS POR VIVIR.<br />

CÓMO VIVIMOS LA EUCARISTÍA<br />

UN SEGUNDO INDICIO, MUY IMPORTANTE, ES LA GRACIA DE SENTIRNOS PERDONADOS Y<br />

DISPUESTOS A PERDONAR<br />

SEÑOR AQUÍ ESTOY, ENVÍAME A MÍ<br />

COMO CADA AÑO EL GRUPO DE KERIGMA VA A MISIONAR, SE LES ASIGNAN LAS COMUNI-<br />

DADES DONDE VAN A ESTAR PARA PREDICAR, A DAR CATEQUESIS<br />

SEGURO Y PLAN DE PENSIONES<br />

COMO CADA AÑO, EN EL MES DE MAYO ARRANCÓ LA CAMPAÑA ANUAL DE OCEAS<br />

(OBRA DE CLÉRIGOS EN AYUDA SOLIDARIA, A. R<br />

HISTORIA DE SOLEMNIDAD<br />

FUE UNA RELIGIOSA, JULIANA DE CORNILLON, LA QUE ANIMÓ A CELEBRAR ESTA FIESTA EN<br />

HONOR DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO EN EL AÑO 1208<br />

CATEQUESIS DEL PAPA<br />

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS. EMPEZAMOS HOY UNA NUEVA SERIE DE CATEQUESIS<br />

QUE DIRIGIRÁ LA MIRADA HACIA EL «CORAZÓN» DE LA IGLESIA


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

EDITORIAL<br />

¿POR QUE IR A MISA<br />

LOS DOMINGOS?<br />

En la Iglesia tenemos los 10 mandamientos de la ley de Dios, y también los 5<br />

mandamientos de la Santa madre Iglesia. Uno de ellos es “oír misa entera los<br />

domingos y fiestas de guardar”.<br />

Siempre me ha impactado el testimonio de los 49<br />

mártires de Abilene (año 304), que murieron por no<br />

renunciar a su vivencia de fe expresada en esa impresionante<br />

afirmación: “nosotros no podemos vivir<br />

sin el domingo”.<br />

Efectivamente los mataron a todos, adultos, niños,<br />

ancianos, mujeres, sacerdote, dueño de la casa donde se reunían...<br />

¡Todo por vivir el domingo!<br />

Una de los aspectos del ser humano es que no le gusta<br />

que le impongan nada, como si fuera en verdad posible<br />

vivir sin leyes, dejado todo al libre albedrío y buena<br />

voluntad de cada uno. Ya se ve que sin leyes, el<br />

mundo entero sería un caos. El problema no<br />

son las leyes sino que se cumplan las leyes.<br />

Claro, hablamos de leyes justas, las que<br />

regulan el sano convivir, el respeto y los<br />

derechos.<br />

Pero muy importante es saber<br />

que las leyes buenas, las justas, tienen<br />

una finalidad buena, que es lo que tutelan,<br />

lo que se llama el “espíritu de la<br />

ley”.<br />

En la Iglesia tenemos los 10<br />

mandamientos de la ley de Dios, y también<br />

los 5 mandamientos de la Santa madre<br />

Iglesia. Uno de ellos es “oír misa entera<br />

los domingos y fiestas de guardar”.<br />

Para superar nuestra aversión a que nos<br />

impongan algo, debemos pensar cuál es el “espíritu”<br />

de esta ley.<br />

Es lo que movió al martirio a aquellos 49 mártires y<br />

tantos otros que a lo largo de los siglos han muerto por la Eucaristía.<br />

La Iglesia con su mandamiento nos tutela, como madre,<br />

nuestro derecho que nos da nuestro Padre, de participar en el<br />

banquete de amor que con tanto cariño prepara para nosotros<br />

¡cada domingo! Y es ese día, el primero de la semana, porque<br />

ese día conoció el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte,<br />

por su resurrección. La Pascua semanal.<br />

Un banquete preparado por nuestro Padre, para nosotros<br />

sus hijos... banquete de familia, de hermanos. Un Padre<br />

cariñoso que quiere ver reunidos a sus hijos en torno a su mesa,<br />

que es en dos tiempos: el banquete de la Palabra y el banquete<br />

de la Eucaristía.<br />

¡Es para los hijos! No es para los esclavos. Por el bautismo<br />

somos sus hijos. Pero llegados a este punto la pregunta<br />

fundamental es ¿Tengo corazón de hijo, o tengo corazón de<br />

esclavo? Y que responda la historia, mi historia. O sea, cómo<br />

me comporto ante esta invitación de mi Padre, que me quiere<br />

allí en su casa, el domingo, con mis hermanos, viviendo<br />

el día del Señor, su día, consagrado a su nombre,<br />

en el acto de amor y religión fundamental para<br />

aquellos que creemos en el mandato solemne<br />

de Jesús: “Hagan esto como mi memorial”.<br />

El que tiene corazón de esclavo, no<br />

se da por aludido, no le importa, no se<br />

siente invitado, cree que no es suyo, ni<br />

lo quiere poseer, no lo cuida. Corazón<br />

de esclavo (esclavo de su pereza, de<br />

su prejuicio, de su vanidad y soberbia,<br />

de los respetos humanos, de su trabajo<br />

que lo lleva a fallar en aquel mandato<br />

milenario de dar a Dios un día, con el<br />

descanso y la religión).<br />

El que tiene corazón de hijo, lo deja<br />

todo y va al encuentro de su Padre, de sus<br />

hermanos y el gran alimento es Jesús. “Porque<br />

tanto amó Dios al mundo que le entregó a<br />

su Hijo”(Jn 3,16). El que tiene corazón de hijo no<br />

puede por menos que reaccionar ante semejante noticia<br />

y se esfuerza y va.<br />

Sabemos que estamos ante una vorágine de descristianización,<br />

no tenemos más una cultura cristiana. Así no se dice<br />

más “el día del Señor” (eso significa en latín la palabra domingo)<br />

sino día de descanso, como muchos ya no dicen navidad<br />

sino fiestas decembrinas, y así, la semana santa para muchos<br />

ya no es santa sino vacaciones de primavera, etc.<br />

Los que queremos tener corazón de hijo, el que ama y<br />

responde a su Padre que lo invita, decimos hoy como entonces:<br />

“nosotros no podemos vivir sin el domingo”.<br />

Monseñor Eduardo Carmona Ortega<br />

Obispo de la Diócesis de Parral


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

COMPRENDER,<br />

A MISA NO<br />

SE VA CON<br />

EL RELOJ<br />

EN LA<br />

MANO<br />

ES LA PRESENCIA DEL SEÑOR.<br />

EL SEÑOR QUE SE ACERCA A<br />

SU PUEBLO; SE HACE PRESENTE<br />

Y COMPARTE CON SU PUEBLO<br />

UN POCO DE TIEMPO».


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

Por lo tanto, celebrar la liturgia significa<br />

«tener esta disponibilidad para entrar<br />

en el misterio de Dios», en su espacio,<br />

en su tiempo.<br />

A<br />

misa no se va con el reloj en la mano, como si se<br />

debieran contar los minutos o asistir a una representación.<br />

Se va para participar en el misterio de<br />

Dios. Y esto es válido también para quienes vienen<br />

a Santa Marta a la misa celebrada por el Papa,<br />

que, dijo en efecto el Pontífice el lunes 10 de febrero<br />

2014, a los fieles presentes en la capilla de su residencia, «no es<br />

un paseo turístico. ¡No! Vosotros venís aquí y nos reunimos aquí<br />

para entrar en el misterio. Y ésta es la liturgia». Para explicar el<br />

sentido de este encuentro cercano con el misterio, el Papa Francisco<br />

recordó que el Señor habló a su pueblo no sólo con palabras.<br />

«Los profetas —dijo— referían las palabras del Señor. Los profetas<br />

la anunciaban. El gran profeta Moisés dio los mandamientos,<br />

que son palabra del Señor. Y muchos otros profetas decían al pueblo<br />

aquello que quería el Señor». Sin embargo, «el Señor —añadió—<br />

habló también de otra manera y de otra forma a su pueblo:<br />

con las teofanías. Cuando Él se acerca al pueblo y se hace sentir,<br />

hace sentir su presencia precisamente en medio del pueblo». Y<br />

recordó, además del episodio propuesto por la primera lectura (1<br />

Re 8, 1-7.9-13), algunos pasajes referidos a otros profetas.<br />

«Sucede lo mismo también en la Iglesia» —explicó el<br />

Papa—. El Señor nos habla a través de su Palabra, recogida en<br />

el Evangelio y en la Biblia; y a través de la catequesis, de la homilía.<br />

No sólo nos habla, sino que también «se hace presente —<br />

precisó— en medio de su pueblo, en medio de su Iglesia. Es la<br />

presencia del Señor. El Señor que se acerca a su pueblo; se hace<br />

presente y comparte con su pueblo un poco de tiempo». Esto es<br />

lo que sucede durante la celebración litúrgica que ciertamente<br />

«no es un buen acto social —explicó una vez más el obispo de<br />

Roma— y no es una reunión de creyentes para rezar juntos. Es<br />

otra cosa» porque «en la liturgia eucarística Dios está presente»<br />

y, si es posible, se hace presente de un modo aún «más cercano».<br />

Su presencia, dijo nuevamente el Papa, «es una presencia real». Y<br />

«cuando hablo de liturgia —puntualizó el Pontífice— me refiero<br />

principalmente a la santa misa. Cuando celebramos la misa, no<br />

hacemos una representación de la Última Cena». La misa «no es<br />

una representación; es otra cosa. Es propiamente la Última Cena;<br />

es precisamente vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del<br />

Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para<br />

ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo».<br />

Así, el Papa Francisco volvió a proponer, como lo hace a<br />

menudo, un comportamiento común en los fieles: «Nosotros escuchamos<br />

o decimos: “pero, yo no puedo ahora, debo ir a misa,<br />

debo ir a escuchar misa”. La misa no se escucha, se participa. Y<br />

5<br />

se participa en esta teofanía,<br />

en este misterio de la presencia<br />

del Señor entre nosotros». Es algo<br />

distinto de las otras formas de nuestra<br />

devoción, precisó nuevamente poniendo el<br />

ejemplo del belén viviente «que hacemos en las<br />

parroquias en Navidad, o el vía crucis que hacemos<br />

en Semana Santa». Éstas, explicó, son representaciones; la<br />

Eucaristía es «una conmemoración real, es decir, es una teofanía.<br />

Dios se acerca y está con nosotros y nosotros participamos<br />

en el misterio de la redención». El Pontífice se refirió luego a otro<br />

comportamiento muy común entre los cristianos: «Cuántas veces<br />

—dijo— contamos los minutos... “tengo apenas media hora, tengo<br />

que ir a misa...”». Ésta «no es la actitud propia que nos pide la<br />

liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros<br />

debemos entrar allí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y<br />

no mirar el reloj. La liturgia es precisamente entrar en el misterio<br />

de Dios; dejarnos llevar al misterio y estar en el misterio». Y, dirigiéndose<br />

precisamente a los presentes en la celebración continuó<br />

así: «Por ejemplo, yo estoy seguro de que todos vosotros venís<br />

aquí para entrar en el misterio. Tal vez, sin embargo, alguno dijo<br />

“yo tengo que ir a misa a Santa Marta, porque el itinerario turístico<br />

de Roma incluye ir a visitar al Papa a Santa Marta todas las mañanas....”.<br />

¡No! Vosotros venís aquí, nosotros nos reunimos aquí,<br />

para entrar en el misterio. Y esto es la liturgia, el tiempo de Dios,<br />

el espacio de Dios, la nube de Dios que nos envuelve a todos».<br />

El Papa Francisco compartió con los presentes algunos<br />

recuerdos de su infancia: «Recuerdo que siendo niño, cuando nos<br />

preparábamos para la Primera Comunión, nos hacían cantar “Oh<br />

santo altar custodiado por los ángeles”, y esto nos hacía comprender<br />

que el altar estaba custodiado por los ángeles, nos daba el sentido<br />

de la gloria de Dios, del espacio de Dios, del tiempo de Dios.<br />

Y luego, cuando hacíamos el ensayo para la Comunión, llevábamos<br />

las hostias para el ensayo y nos decían: “mirad que éstas no<br />

son las que recibiréis; éstas no valen nada, porque luego estará la<br />

consagración”. Nos hacían distinguir bien una cosa de la otra: el<br />

recuerdo de la conmemoración». Por lo tanto, celebrar la liturgia<br />

significa «tener esta disponibilidad para entrar en el misterio de<br />

Dios», en su espacio, en su tiempo.<br />

Y, llegando ya a la conclusión, el Pontífice invitó a los<br />

presentes a «pedir hoy al Señor que nos done a todos este sentido<br />

de lo sagrado, este sentido que nos haga comprender que una<br />

cosa es rezar en casa, rezar en la iglesia, rezar el rosario, recitar<br />

muchas y hermosas oraciones, hacer el vía crucis, leer la Biblia; y<br />

otra cosa es la celebración eucarística. En la celebración entramos<br />

en el misterio de Dios, en esa senda que nosotros no podemos<br />

controlar: sólo Él es el único, Él es la gloria, Él es el poder. Pidamos<br />

esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de<br />

Dios».<br />

Pbro. Lic Martín Eduardo Hernández Baeza<br />

DIRECTOR DE LA REVISTA Y RESPONSABLE DE CODIPACS<br />

Homilía del Papa Francisco, 10 de febrero de 2014.


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

ESPIRITUALIDAD<br />

LA EUCARISTÍA CONSTITUYE LA CUMBRE DE LA ACCIÓN DE<br />

LA SALVACIÓN<br />

DE DIOS<br />

Queridos hermanos y hermanas. Hoy os hablaré<br />

de la Eucaristía. La Eucaristía se sitúa en<br />

el corazón de la «iniciación cristiana», juntamente<br />

con el Bautismo y la Confirmación,<br />

y constituye la fuente de la vida misma de<br />

la Iglesia. De este sacramento del amor, en<br />

efecto, brota todo auténtico camino de fe, de comunión y de<br />

testimonio.<br />

Lo que vemos cuando nos reunimos para celebrar la<br />

Eucaristía, la misa, nos hace ya intuir lo que estamos por vivir.<br />

En el centro del espacio destinado a la celebración se encuentra<br />

el altar, que es una mesa, cubierta por un mantel, y esto nos<br />

hace pensar en un banquete. Sobre la mesa hay una cruz, que<br />

indica que sobre ese altar se ofrece el sacrificio de Cristo: es Él<br />

el alimento espiritual que allí se recibe, bajo los signos del pan y<br />

del vino. Junto a la mesa está el ambón, es decir, el lugar desde<br />

el que se proclama la Palabra de Dios: y esto indica que allí se<br />

reúnen para escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas<br />

Escrituras, y, por lo tanto, el alimento que se recibe es también<br />

su Palabra.<br />

Palabra y pan en la misa se convierten en una sola cosa,<br />

como en la Última Cena, cuando todas las palabras de Jesús, todos<br />

los signos que realizó, se condensaron en el gesto de partir<br />

el pan y ofrecer el cáliz, anticipo del sacrificio de la cruz, y en<br />

aquellas palabras: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo... Tomad,<br />

bebed, ésta es mi sangre».<br />

Pbro. Lic. Omar Grajeda Valles<br />

DIRECTOR ESPIRITUAL DEL SEMINARIO<br />

El gesto de Jesús realizado en la Última Cena es la gran<br />

acción de gracias al Padre por su amor, por su misericordia. «Acción<br />

de gracias» en griego se dice «eucaristía». Y por ello el sacramento<br />

se llama Eucaristía: es la suprema acción de gracias al<br />

Padre, que nos ha amado tanto que nos dio a su Hijo por amor.<br />

He aquí por qué el término Eucaristía resume todo ese gesto, que<br />

es gesto de Dios y del hombre juntamente, gesto de Jesucristo,<br />

verdadero Dios y verdadero hombre.<br />

Por lo tanto, la celebración eucarística es mucho más<br />

que un simple banquete: es precisamente el memorial de la Pascua<br />

de Jesús, el misterio central de la salvación. «Memorial» no<br />

significa sólo un recuerdo, un simple recuerdo, sino que quiere<br />

decir que cada vez que celebramos este sacramento participamos<br />

en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. La<br />

Eucaristía constituye la cumbre de la acción de salvación de Dios:<br />

el Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, vuelca, en<br />

efecto, sobre nosotros toda su misericordia y su amor, de tal<br />

modo que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro<br />

modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Es por ello<br />

que comúnmente, cuando nos acercamos a este sacramento, decimos<br />

«recibir la Comunión», «comulgar»: esto significa que en<br />

el poder del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística<br />

nos conforma de modo único y profundo a Cristo, haciéndonos<br />

pregustar ya ahora la plena comunión con el Padre que caracterizará<br />

el banquete celestial, donde con todos los santos tendremos<br />

la alegría de contemplar a Dios cara a cara.<br />

6


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

TANATOLOGÍA<br />

“ASÍ ES LA VIDA”<br />

UNA PARTE<br />

DE LA VIDA<br />

Cuanto se pierde al no tener paciencia para escuchar<br />

con atención a aquella persona que sabe trasmitir<br />

su experiencia en una plática y con ella fortalecer<br />

el espíritu.<br />

Cuando vio entrar aquel anciano con tanta dificultad<br />

para caminar y sostener su bastón, aún ayudado<br />

por su hijo para avanzar, se encaminó a recibirlo<br />

con amplia sonrisa al tiempo que le daba<br />

los buenos días.<br />

Inmediatamente notó que también se le dificultaba<br />

hablar, además de que al hacerlo su voz era queda<br />

Lo invitó a tomar asiento, lo cual hizo lenta y cuidadosamente<br />

también ayudado por su hijo, quien se encargó de sentarlo,<br />

preguntándole, al hacerlo si se encontraba bien, a lo que él<br />

asiente con la cabeza, entrecerrando también sus ojos, su hijo al<br />

dejarlo ya cómodamente sentado pidió permiso para retirarse.<br />

Y ella, al quedarse a solas con aquel anciano, le dio la<br />

bienvenida para después preguntarle cómo se sentía, se acercó<br />

un poco más para escuchar su contestación y - a partir de ese<br />

momento - con cada respuesta a sus preguntas, aprendía más y<br />

más de esa sabiduría llana y sencilla que caracteriza a los dignos<br />

ancianos que van guardando en su corazón el recuerdo de una<br />

y otra dolorosa pérdida en su vida y que con serena mirada<br />

acompañan su expresión de ……“así es la vida” ……..sin ningún<br />

asomo de amargura o ligero resentimiento en la entonación de<br />

su voz, pero si con clara y profunda certeza de que así es la vida.<br />

Guadalupe López Güereca<br />

Atención y citas al 627 114 7801 y 627 111 8209<br />

No por aceptar lo que es la vida, dejaba de sentir dolor ante su<br />

pérdida y aunque sus labios esbozaran una ligera sonrisa, por<br />

sus mejillas escurrían las lágrimas, eran inevitables, había que<br />

dejarlas correr para enseguida limpiarlas con determinación y<br />

seguir adelante.<br />

Cuanto se pierde al no tener paciencia para escuchar<br />

con atención a aquella persona que sabe trasmitir su experiencia<br />

en una plática y con ella fortalecer el espíritu.<br />

A ellos, por estar ancianos se teme dar una mala noticia<br />

por el riesgo de afectar su salud, cuando que siendo así ancianos<br />

muchas veces son capaces de darnos muestra de resistencia y<br />

fortaleza, ante la repentina adversidad que convierte la vida en<br />

una quebrada oscura, sentir nuestra vulnerabilidad y sabernos<br />

débiles nos hace buscar ayuda, - sufrir,- es solo una parte de la<br />

vida, la esperanza, que dentro de nuestro ser brota y nos empuja<br />

a querer estar bien, es la vida que llama y nos hace encontrar la<br />

forma de salir adelante.<br />

Ese aprendizaje de aceptar lo inevitable de la vida para<br />

continuar el día a día de la mejor manera, es el propósito de tanatología.<br />

Para ello estamos ahí en el CENTRO TANATOLOGICO<br />

de la PARROQUIA DE SAN JUDAS TADEO, donde los recibiremos<br />

siempre con los brazos abiertos.<br />

7


ESPIRITUALIDAD<br />

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO, 5 DE FEBRERO DE 2014<br />

¿CÓMO<br />

VIVIMOS LA<br />

EUCARISTÍA?<br />

Hay señales muy concretas para comprender<br />

cómo vivimos todo esto. Cómo vivimos la Eucaristía.<br />

Señales que nos dicen si vivimos bien la<br />

Eucaristía o si no la vivimos tan bien. La primera<br />

pista es nuestra manera de ver y considerar<br />

a los otros. En la Eucaristía, Cristo siempre lleva<br />

a cabo nuevamente el don de sí mismo que<br />

ha realizado en la Cruz.<br />

Queridos hermanos y hermanas. En la última catequesis<br />

he puesto de relieve como la Eucaristía<br />

nos introduce en la comunión real con Jesús y su<br />

misterio. Ahora podemos hacernos algunas preguntas<br />

sobre la relación entre la Eucaristía que<br />

celebramos y nuestra vida, como Iglesia y como<br />

cristianos a nivel individual. Nos preguntamos: ¿cómo vivimos<br />

la Eucaristía? ¿Cómo vivimos la Misa, cuando vamos a Misa el<br />

domingo? ¿Es sólo un momento de fiesta, una tradición consolidada,<br />

una ocasión para encontrarse o para sentirse bien, o es algo<br />

más?<br />

Hay señales muy concretas para comprender cómo vivimos<br />

todo esto. Cómo vivimos la Eucaristía. Señales que nos<br />

dicen si vivimos bien la Eucaristía o si no la vivimos tan bien. La<br />

primera pista es nuestra manera de ver y considerar a los otros.<br />

En la Eucaristía, Cristo siempre lleva a cabo nuevamente el don<br />

de sí mismo que ha realizado en la Cruz. Toda su vida es un acto<br />

de total entrega de sí mismo por amor; por eso Él amaba estar con<br />

8


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

ESPIRITUALIDAD<br />

sus discípulos y con las personas que tenía ocasión de conocer.<br />

Esto significaba para Él compartir sus deseos, sus problemas, lo<br />

que agitaba sus almas y sus vidas. Ahora, cuando participamos<br />

en la Santa Misa, nos encontramos con hombres y mujeres de<br />

todas las clases: jóvenes, ancianos, niños; pobres y acomodados;<br />

originarios del lugar y forasteros; acompañados por sus familiares<br />

y solos... Pero la Eucaristía que celebro, ¿me lleva a sentirlos<br />

a todos, realmente, como hermanos y hermanas? ¿Hace crecer<br />

en mí la capacidad de alegrarme con el que se alegra y de llorar<br />

con el que llora? ¿Me empuja a ir hacia<br />

los pobres, los enfermos, los marginados?<br />

¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de<br />

Jesús? Todos vamos a Misa porque amamos<br />

a Jesús y queremos compartir su pasión y su<br />

resurrección en la Eucaristía. Pero, ¿amamos<br />

como Jesús quiere que amemos a aquellos<br />

hermanos y hermanas más necesitados? Por<br />

ejemplo, en Roma, estos días hemos visto<br />

tantos problemas sociales: la lluvia que ha<br />

provocado tantos daños a barrios enteros; la<br />

falta de trabajo, provocada por esta crisis social<br />

en todo el mundo... Me pregunto y cada<br />

uno de nosotros preguntémonos: yo que voy<br />

a Misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupa ayudar?<br />

¿Me acerco? ¿Rezo por ellos que tienen<br />

este problema? O soy un poco indiferente...<br />

O quizá me preocupo de charlar: ‘¿Pero has<br />

visto cómo estaba vestida aquella o cómo<br />

estaba vestido aquel?’ A veces se hace esto,<br />

¿no? Después de Misa, ¿o no? ¡Se hace!<br />

¿Eh? ¡Y eso no se tiene que hacer! Tenemos<br />

que preocuparnos por nuestros hermanos<br />

y hermanas que tienen una necesidad, una<br />

enfermedad, un problema... Pensemos, nos<br />

hará bien hoy, pensemos en estos hermanos<br />

y hermanas que tienen hoy problemas aquí<br />

en Roma. Problemas por culpa de la lluvia,<br />

por esta tragedia de la lluvia, y problemas<br />

sociales de trabajo. Pidamos a Jesús, a este<br />

Jesús que recibimos en la Eucaristía, que nos<br />

ayude a ayudarles.<br />

Un segundo indicio, muy importante, es la gracia de<br />

sentirnos perdonados y dispuestos a perdonar. A veces alguno<br />

pregunta: ‘¿Para qué se debería ir a la iglesia, dado que el que<br />

participa habitualmente en la Santa Misa es pecador como los<br />

demás?’ ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? En realidad,<br />

quien celebra la Eucaristía no lo hace porque se considera o quiere<br />

parecer mejor que los demás, sino precisamente porque se reconoce<br />

siempre necesitado de ser acogido y regenerado por la<br />

misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. Si cada uno de<br />

nosotros no se siente necesitado de la misericordia de Dios, no<br />

Un segundo indicio, muy<br />

importante, es la gracia<br />

de sentirnos perdonados<br />

y dispuestos a perdonar.<br />

A veces alguno pregunta:<br />

‘¿Para qué se debería ir a<br />

la iglesia, dado que el que<br />

participa habitualmente<br />

en la Santa Misa es pecador<br />

como los demás?’<br />

¿Cuántas veces hemos<br />

escuchado esto? En realidad,<br />

quien celebra la Eucaristía<br />

no lo hace porque<br />

se considera o quiere parecer<br />

mejor que los demás<br />

Pbro. Lic Roberto Tarín Arzagas<br />

LIC. EN FILOSOFÍA Y PÁRROCO DE SANTA BÁRBARA<br />

se siente pecador, es mejor<br />

que no vaya a Misa, ¿eh? ¿Por<br />

qué? Nosotros vamos a Misa,<br />

porque somos pecadores y queremos<br />

recibir el perdón de Jesús. Participar<br />

de su redención, de su perdón. Ese ‘Yo<br />

confieso’ que decimos al principio no es un<br />

formalismo, ¡es un verdadero acto de penitencia!<br />

Soy pecador, me confieso. ¡Así empieza la Misa! No<br />

debemos nunca olvidar que la Ultima<br />

Cena de Jesús ha tenido lugar “en la<br />

noche en que iba a ser entregado” (1 Cor 11,<br />

23). En ese pan y en ese vino que ofrecemos<br />

y en torno al cual nos reunimos se renueva<br />

cada vez el don del cuerpo y de la sangre de<br />

Cristo para la remisión de nuestros pecados.<br />

¿Eh? Tenemos que ir a Misa humildemente,<br />

como pecadores. Y el Señor nos reconcilia.<br />

Un último indicio precioso nos lo<br />

ofrece la relación entre la celebración eucarística<br />

y la vida de nuestras comunidades<br />

cristianas. Es necesario tener siempre presente<br />

que la Eucaristía no es algo que hacemos<br />

nosotros; no es una conmemoración<br />

nuestra de aquello que Jesús ha dicho y<br />

hecho. No. ¡Es precisamente una acción de<br />

Cristo! Es Cristo que actúa ahí, que está sobre<br />

el altar. Y Cristo es el Señor. Es un don de<br />

Cristo, el cual se hace presente y nos reúne<br />

en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra<br />

y de su vida. Esto significa que la misión y<br />

la identidad misma de la Iglesia surgen de<br />

allí, de la Eucaristía, y allí toman siempre<br />

forma. Una celebración puede resultar también<br />

impecable desde el punto de vista exterior.<br />

¡Bellísima! Pero si no nos conduce al<br />

encuentro con Jesucristo, corre el riesgo de<br />

no traer ningún alimento a nuestro corazón<br />

y a nuestra vida. A través de la Eucaristía,<br />

en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra<br />

existencia y permearla de su gracia, para<br />

que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia<br />

y vita. El corazón se llena de confianza y de esperanza pensando<br />

en las palabras de Jesús recogidas en el evangelio: “El que come<br />

mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré<br />

en el último día” (Jn 6, 54). Vivamos la Eucaristía con espíritu<br />

de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria,<br />

de preocupación por los necesitados, y por las necesidades<br />

de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor<br />

realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea!<br />

Papa Francisco, 12 de febrero de 2014<br />

9


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

AHÍ SE TRABAJARÁ DURANTE 3 AÑOS<br />

SEÑOR AQUÍ ESTOY;<br />

ENVÍAME A MÍ<br />

El grupo de kerigma de la parroquia de San José que<br />

su pastoral es ir a misionar o más bien llevar la buena<br />

nueva a comunidades donde es difícil que el sacerdote<br />

llegue a predicar. Los misioneros van cada<br />

año a misionar en el tiempo de Semana Santa.<br />

Como cada año el grupo de kerigma va a misionar,<br />

se les asignan las comunidades donde van a estar para<br />

predicar, a dar catequesis, hacer visiteos y a hacer las celebraciones.<br />

Ahora se les asigno en las comunidades de Valle de Rosario,<br />

Agua Caliente, la Huerta y el Llano, pertenecientes de la<br />

Parroquia de Conversión de San Pablo ubicada en Balleza Chihuahua;<br />

con el Párroco Ignacio García Sosa.<br />

Ahí se trabajará durante 3 años para estar en constante<br />

seguimiento con las comunidades, gracias a Dios acabamos de<br />

empezar en esta Semana Santa que acaba de pasar en el pasado<br />

mes de Marzo.<br />

“Mi experiencia como misionero y como perteneciente<br />

a este grupo de la parroquia me ha llamado mucho la atención<br />

al estar evangelizando en semana santa, con este año ya son<br />

José Arturo Troncoso Bustillos<br />

COLABORADOR DE CODIPACS<br />

10<br />

4 misiones en este grupo en diferentes comunidades y no me<br />

arrepiento por tomar esta buena elección de vivir cada año una<br />

misión diferente.<br />

Con respecto a la comunidad a donde fuimos a misionar<br />

es nueva misionando, no la conocía, tampoco no me había<br />

tocado la dicha de trabajar y conocer a la gente, las personas de<br />

ahí les gusta que vallan misioneros, que convivan con ellos y la<br />

mismas personas de ahí mismo, fue un reto bastante fuerte al<br />

tomar esa decisión y dejar una semana toda esas comodidades<br />

que tenemos. También es nuevo trabajar con compañeros nuevos<br />

que es su primera misión, que apenas empiezan este caminar<br />

como misioneros.”<br />

Nuestro lema como misioneros es Señor aquí estoy; envíame<br />

a mi” del libro de Isaías 6,8. También para hacer una cordial<br />

invitación a los jóvenes que estén interesados al integrarse a<br />

este grupo misionero, nos juntamos todos los viernes a las 7 de<br />

la tarde en el templo de San Nicolás, los requisitos es ser mayor<br />

de 17 años por el hecho de que vamos lejos a misionar y que<br />

tengan muchos ánimos de asistir.


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

CAMPAÑA ANUAL DE OCEAS:<br />

SEGURO MÉDICO Y PLAN<br />

DE PENSIONES DEL CLERO<br />

Como cada año, en el mes de mayo arrancó la Campaña<br />

anual de OCEAS (Obra de Clérigos en Ayuda Solidaria,<br />

A. R.), es decir, la campaña de apoyo a la previsión social<br />

del clero de nuestra diócesis (seguro médico y plan de<br />

pensiones). Gracias a Dios, siempre hemos tenido una<br />

gran respuesta de todos ustedes para apoyar esta iniciativa,<br />

pero hay que decir que el año pasado tuvimos un récord histórico:<br />

¡de los 10,000 números que se imprimen se logró acomodar 9740!<br />

Los planes de seguro médico y de pensiones para cada sacerdote<br />

tienen un costo aproximado de $20,000.00 anuales para cada uno de<br />

nosotros. Considerando que nuestra diócesis tiene 55 sacerdotes incardinados,<br />

estamos hablando de más o menos $1,100,000.00.<br />

La principal actividad económica para enfrentar este gasto<br />

anual es la campaña de OCEAS, es decir, el obsequio de $<strong>18</strong>0,000.00<br />

repartidos en tres premios, según los resultados de la Lotería Nacional.<br />

Pbro. Lic. Edmundo De la Vega<br />

Este año, la campaña arrancó el 01 de mayo y terminará el 24 de julio.<br />

Los números ganadores serán los que coincidan con los primeros tres<br />

premios del sorteo de la Lotería Nacional del martes 31 de julio.<br />

Una vez más aprovecho este medio para agradecer encarecidamente<br />

a todos los que con tanta generosidad y cariño nos apoyan todos<br />

los años. Seguramente ya les habrán ofrecido boletos en su parroquia o<br />

comunidad, si ya contribuyeron con esta causa, ¡muchas gracias! Pero<br />

también quiero invitarlos a acercarse a sus párrocos para ayudarlos en la<br />

venta de los boletos; cada quien según sus posibilidades puede apoyar a<br />

su párroco o amigo sacerdote a vender algún boleto entre amigos, familiares<br />

y conocidos. ¡Anímate e involúcrate en esta campaña!<br />

Todos los sacerdotes de la diócesis les agradecemos su apoyo<br />

y, una vez más, les pedimos que recen por nosotros siempre un poquito<br />

más.<br />

¡Muchas gracias!<br />

LIC. EN TEOLOGÍA BÍBLICA Y VICARIO PARROQUIAL EN SAN JOSÉ<br />

11


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

HISTORIA DE LA<br />

SOLEMNIDAD DE<br />

CORPUS CHRISTI<br />

Fue una religiosa, Juliana de Cornillon, la que animó<br />

a celebrar esta fiesta en honor del Cuerpo y la Sangre<br />

de Cristo en el año 1208. Fiesta que surgió en<br />

la Edad Media a consecuencia del florecimiento del<br />

pensamiento eucarístico, apenas en el siglo anterior<br />

comenzó la elevación de la Hostia al momento de la<br />

Consagración.<br />

En 1246, en Lieja (Bélgica). Se celebra la fiesta por primera vez.<br />

Años más tarde tuvo lugar el famoso milagro de la Hostia Consagrada<br />

que comenzó a sangrar ante las dudas de fe del sacerdote<br />

que celebraba la misa en Bolesna (Italia). Este hecho llevo<br />

al Papa Urbano IV a instituir la festividad en 1264.<br />

En este tiempo, estaba presente en la Iglesia Santo Tomas de<br />

Aquino, a quien el pontífice le concedió preparar los textos<br />

litúrgicos de dicha fiesta, tales como Pangue Lingua, Lauda<br />

Sion, Panis Angelicus o Adoro te devote)<br />

Según algunos biógrafos, el Papa encargo un oficio de la liturgia<br />

de las horas a San Buenaventura y Santo Tomas de Aquino,<br />

cuando el pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio de Santo<br />

Tomas, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.<br />

En el Siglo XIV tenemos acontecimientos que reforzaran dicha<br />

solemnidad, que tendría desde entonces dos actos fundamentales:<br />

la Eucaristía y la Procesión. En el concilio de Vienne<br />

del 1311, el papa dio una serie de normas para el cortejo que<br />

acompañaría al Señor en la procesión dentro de los templos.<br />

Años más tarde, Juan XXII introdujo la Octava del Corpus con<br />

Exposición del Santísimo y sería el primero de los Papas renacentistas,<br />

Nicolás V, el primero en establecer que la Hostia<br />

Santa saliera en procesión por las calles de Roma en la fiesta de<br />

Corpus del año 1447.<br />

En los siglos posteriores fueron apareciendo muchas obras de<br />

arte para las custodias y los “carros triunfante” en las que el<br />

pueblo le entregaba al señor lo que consideraba valioso: oro,<br />

plata y piedras preciosas.<br />

Corpus Christi es la fiesta el Cuerpo y Sangre de Cristo en la<br />

Eucaristía, este día, recordamos la institución de la Eucaristía<br />

que se llevó a cabo el Jueves Santo, durante la Última Cena. Es<br />

una fiesta muy importante ya que la Eucaristía es el regalo más<br />

grande que Dios nos ha hecho, movido por su querer quedarse<br />

con nosotros después de la Ascensión.<br />

Daniel Herrera Bosquez<br />

Adoración Nocturna Mexicana.


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

PRIMERA PARTE DE LAS CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO<br />

SOBRE LA<br />

SANTA MISA<br />

Queridos hermanos y hermanas. Empezamos hoy una<br />

nueva serie de catequesis, que dirigirá la mirada hacia<br />

el «corazón» de la Iglesia, es decir la eucaristía. Es fundamental<br />

para nosotros cristianos comprender bien el<br />

valor y el significado de la Santa Misa, para vivir cada<br />

vez más plenamente nuestra relación con Dios. No podemos<br />

olvidar el gran número de cristianos que, en el mundo entero,<br />

en dos mil años de historia, han resistido hasta la muerte por defender<br />

la eucaristía; y cuántos, todavía hoy, arriesgan la vida para participar<br />

en la misa dominical. En el año 304, durante las persecuciones de Diocleciano,<br />

un grupo de cristianos, del norte de África, fueron sorprendidos<br />

mientras celebraban misa en una casa y fueron arrestados. El procónsul<br />

romano, en el interrogatorio, les preguntó por qué lo hicieron,<br />

sabiendo que estaba absolutamente prohibido. Y respondieron: «Sin el<br />

domingo no podemos vivir», que quería decir: si no podemos celebrar<br />

la eucaristía, no podemos vivir, nuestra vida cristiana moriría.<br />

De hecho, Jesús dijo a sus discípulos: «Si no coméis la carne<br />

del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.<br />

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré<br />

el último día» (Juan 6, 53-54). Estos cristianos del norte de África<br />

fueron asesinados porque celebraban la eucaristía. Han dejado el testimonio<br />

de que se puede renunciar a la vida terrena por la eucaristía,<br />

porque esta nos da la vida eterna, haciéndonos partícipes de la victoria<br />

de Cristo sobre la muerte. Un testimonio que nos interpela a todos<br />

y pide una respuesta sobre qué significa para cada uno de nosotros<br />

participar en el sacrificio de la misa y acercarnos a la mesa del Señor.<br />

¿Estamos buscando esa fuente que «fluye agua viva» para la vida eterna,<br />

que hace de nuestra vida un sacrificio espiritual de alabanza y de<br />

agradecimiento y hace de nosotros un solo cuerpo con Cristo? Este es<br />

el sentido más profundo de la santa eucaristía, que significa «agradecimiento»:<br />

agradecimiento a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que nos<br />

atrae y nos transforma en su comunión de amor.<br />

En las próximas catequesis quisiera dar respuesta a algunas<br />

preguntas importantes sobre la eucaristía y la misa, para redescubrir o<br />

descubrir, cómo a través de este misterio de la fe resplandece el amor<br />

de Dios. Intentemos ahora plantearnos algunas preguntas sencillas.<br />

15


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

Por ejemplo, ¿por qué se hace la señal de la cruz y el acto penitencial<br />

al principio de la misa? Y aquí quisiera hacer un paréntesis. ¿Vosotros<br />

habéis visto cómo se hacen los niños la señal de la cruz? Tú no sabes<br />

qué hacen, si la señal de la cruz o un dibujo. Hacen así [hace un gesto<br />

confuso]. Es necesario enseñar a los niños a hacer bien la señal de la<br />

cruz. Así empieza la misa, así empieza la vida, así empieza la jornada.<br />

Esto quiere decir que nosotros somos redimidos con la cruz del Señor.<br />

Mirad a los niños y enseñadles a hacer bien la señal de la cruz. Y estas<br />

lecturas, en la misa, ¿por qué están ahí? ¿Por qué se leen el domingo<br />

tres lecturas y los otros días dos? ¿Por qué están ahí, qué significa la<br />

lectura de la misa? ¿Por qué se leen y qué tiene que ver? O ¿por qué<br />

en un determinado momento el sacerdote que preside la celebración<br />

dice: «levantemos el corazón»? No dice: «¡Levantemos<br />

nuestro móviles para hacer una fotografía!».<br />

¡No, es algo feo! Y os digo que a mí<br />

me da mucha pena cuando celebro aquí en la<br />

plaza o en la basílica y veo muchos teléfonos<br />

levantados, no solo de los fieles, también de<br />

algunos sacerdotes y también obispos. ¡Pero<br />

por favor! La misa no es un espectáculo: es<br />

ir a encontrar la pasión y la resurrección del<br />

Señor. Por esto el sacerdote dice: «levantemos<br />

el corazón». ¿Qué quiere decir esto? Recordadlo:<br />

nada de teléfonos. Es muy importante<br />

volver a los fundamentos, redescubrir lo que<br />

es esencial, a través de aquello que se toca y<br />

se ve en la celebración de los sacramentos. La<br />

pregunta del apóstol santo Tomas (cf Jn 20, 2<br />

5), de poder ver y tocar las heridas de los clavos<br />

en el cuerpo de Jesús, es el deseo de poder<br />

de alguna manera «tocar» a Dios para creerle.<br />

Lo que santo Tomás pide al Señor es lo que todos<br />

nosotros necesitamos: verlo, tocarlo para<br />

poder reconocer. Los sacramentos satisfacen<br />

esta exigencia humana. Los sacramentos y la<br />

celebración eucarística de forma particular,<br />

son los signos del amor de Dios, los caminos<br />

privilegiados para encontrarnos con Él. Así,<br />

a través de estas catequesis que hoy empezamos,<br />

quisiera redescubrir junto a vosotros la<br />

belleza que se esconde en la celebración eucarística,<br />

y que, una vez desvelada, da pleno<br />

sentido a la vida de cada uno. Que la Virgen nos acompañen en este<br />

nuevo tramo de camino. Gracias.<br />

PAPA FRANCISCO, 8 DE NOVIEMBRE DE 2017<br />

2. LA SANTA MISA ES LA ORACIÓN POR EXCELENCIA<br />

Queridos hermanos y hermanas. Para comprender la belleza de la<br />

celebración eucarística deseo empezar con un aspecto muy sencillo:<br />

la misa es oración, es más, es la oración por excelencia, la más alta, la<br />

más sublime, y el mismo tiempo la más «concreta». De hecho es el encuentro<br />

de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y Sangre<br />

de Jesús. Es un encuentro con el Señor. Pero primero debemos responder<br />

a una pregunta. ¿Qué es realmente la oración? Esta es sobre todo<br />

diálogo, relación personal con Dios. Y el hombre ha sido creado como<br />

ser en relación personal con Dios que encuentra su plena realización<br />

solamente en el encuentro con su creador. El camino de la vida es hacia<br />

el encuentro definitivo con Dios. El libro del Génesis afirma que el<br />

hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, el cual es Padre<br />

e Hijo y Espíritu Santo, una relación perfecta de amor que es unidad.<br />

De esto podemos comprender que todos nosotros hemos sido creados<br />

para entrar en una relación perfecta de amor, en un continuo donarnos<br />

y recibirnos para poder encontrar así la plenitud de nuestro ser.<br />

Cuando Moisés, frente a la zarza ardiente, recibe la llamada<br />

de Dios, le pregunta cuál es su nombre. ¿Y qué responde Dios? «Yo<br />

soy el que soy» (Éxodo 3, 14). Esta expresión, en su sentido original,<br />

expresa presencia y favor, y de hecho a continuación Dios añade:<br />

«Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y<br />

de Jacob» (v. 15). Así también Cristo, cuando llama a sus discípulos,<br />

les llama para que estén con Él. Esta por tanto<br />

es la gracia más grande: poder experimentar<br />

que la misa, la eucaristía, es el momento privilegiado<br />

de estar con Jesús, y, a través de<br />

Él, con Dios y con los hermanos. Orar, como<br />

todo verdadero diálogo, es también saber<br />

permanecer en silencio —en los diálogos hay<br />

momentos de silencio—, en silencio junto a Jesús.<br />

Y cuando nosotros vamos a misa, quizá<br />

llegamos cinco minutos antes y empezamos a<br />

hablar con este que está a nuestro lado. Pero<br />

no es el momento de hablar: es el momento<br />

del silencio para prepararnos al diálogo. Es<br />

el momento de recogerse en el corazón para<br />

prepararse al encuentro con Jesús. ¡El silencio<br />

es muy importante! Recordad lo que dije la<br />

semana pasada: no vamos a un espectáculo,<br />

vamos al encuentro con el Señor y el silencio<br />

nos prepara y nos acompaña. Permaneced en<br />

silencio junto a Jesús. Y del misterioso silencio<br />

de Dios brota su Palabra que resuena en nuestro<br />

corazón. Jesús mismo nos enseña cómo es<br />

realmente posible «estar» con el Padre y nos<br />

lo demuestra con su oración. Los Evangelios<br />

nos muestran a Jesús que se retira en lugares<br />

apartados a rezar; los discípulos, viendo esta<br />

íntima relación con el Padre, sienten el deseo<br />

de poder participar, y le preguntan: «Señor,<br />

enséñanos a orar» (Lucas 11, 1). Hemos escuchado<br />

en la primera lectura, al principio de la<br />

audiencia. Jesús responde que la primera cosa necesaria para rezar<br />

es saber decir «Padre». Estemos atentos: si yo no soy capaz de decir<br />

«Padre» a Dios, no soy capaz de rezar. Tenemos que aprender a decir<br />

«Padre», es decir ponerse en la presencia con confianza filial. Pero<br />

para poder aprender, es necesario reconocer humildemente que necesitamos<br />

ser instruidos, y decir con sencillez: Señor, enséñame a rezar.<br />

En verdad, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él nos ama<br />

también en nuestras debilidades. «Jesucristo […] es víctima de propiciación<br />

por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también<br />

por los del mundo entero (1 Juan 2, 2). Este don, fuente de verdadera<br />

consolación —pero el Señor nos perdona siempre— esto, consuela,<br />

es una verdadera consolación, es un don que se nos ha dado a través<br />

de la Eucaristía, ese banquete nupcial en el que el Esposo encuentra<br />

nuestra fragilidad. ¿Puedo decir que cuando hago la comunión en la<br />

misa, el Señor encuentra mi fragilidad? ¡Sí! ¡Podemos decirlo porque<br />

16


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

esto es verdad! El Señor encuentra nuestra fragilidad para llevarnos<br />

de nuevo a nuestra primera llamada: esa de ser imagen y semejanza<br />

de Dios. Este es el ambiente de la eucaristía, esto es la oración.<br />

PAPA FRANCISCO,<br />

15 DE NOVIEMBRE DE 2017<br />

3. LA SANTA MISA ES EL MEMORIAL DEL MISTERIO<br />

PASCUAL DE CRISTO<br />

Queridos hermanos y hermanas. Podemos preguntarnos: ¿Qué es<br />

esencialmente la misa? La misa es el memorial<br />

del Misterio pascual de Cristo. Nos convierte<br />

en partícipes de su victoria sobre el pecado y la<br />

muerte y da significado pleno a nuestra vida.<br />

Por esto, para comprender el valor de la misa<br />

debemos ante todo entender entonces el significado<br />

bíblico del «memorial». «En la celebración<br />

litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta<br />

forma, presentes y actuales. De esta manera<br />

Israel entiende su liberación de Egipto: cada vez<br />

que es celebrada la Pascua, los acontecimientos<br />

del Éxodo se hacen presentes a la memoria de<br />

los creyentes a fin de que conformen su vida a<br />

estos acontecimientos». Catecismo de la Iglesia<br />

Católica (1363). Jesucristo, con su pasión,<br />

muerte, resurrección y ascensión al cielo llevó<br />

a término la Pascua. Y la misa es el memorial<br />

de su Pascua, de su «éxodo», que cumplió por<br />

nosotros, para hacernos salir de la esclavitud e<br />

introducirnos en la tierra prometida de la vida<br />

eterna. No es solamente un recuerdo, no, es más:<br />

es hacer presente aquello que ha sucedido hace veinte siglos.<br />

La eucaristía nos lleva siempre al vértice de las acciones de<br />

salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros,<br />

vierte sobre vosotros toda la misericordia y su amor, como hizo<br />

en la cruz, para renovar nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro<br />

modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Dice el Concilio<br />

Vaticano II: «La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces<br />

Su sangre, de hecho, nos<br />

libera de la muerte y del<br />

miedo a la muerte. Nos libera<br />

no solo del dominio<br />

de la muerte física, sino de<br />

la muerte espiritual que es<br />

el mal, el pecado, que nos<br />

toma cada vez que caemos<br />

víctimas del pecado<br />

nuestro o de los demás.<br />

se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual «Cristo,<br />

que es nuestra Pascua, ha sido inmolado» (Cost. Dogm. Lumen<br />

gentium, 3). Cada celebración de la eucaristía es un rayo de ese sol<br />

sin ocaso que es Jesús resucitado. Participar en la misa, en particular<br />

el domingo, significa entrar en la victoria del Resucitado, ser iluminados<br />

por su luz, calentados por su calor. A través de la celebración<br />

eucarística el Espíritu Santo nos hace partícipes de la vida divina que<br />

es capaz de transfigurar todo nuestro ser mortal. Y en su paso de la<br />

muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, el Señor Jesús nos arrastra<br />

también a nosotros con Él para hacer la Pascua.<br />

En la misa se hace Pascua. Nosotros, en la misa,<br />

estamos con Jesús, muerto y resucitado y Él nos<br />

lleva adelante, a la vida eterna. En la misa nos<br />

unimos a Él. Es más, Cristo vive en nosotros y<br />

nosotros vivimos en Él: «Yo estoy crucificado<br />

con Cristo —dice san Pablo— y ya no vivo yo,<br />

sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo<br />

en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de<br />

Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gál 2,<br />

19-20). Así pensaba Pablo.<br />

Su sangre, de hecho, nos libera de la<br />

muerte y del miedo a la muerte. Nos libera no<br />

solo del dominio de la muerte física, sino de la<br />

muerte espiritual que es el mal, el pecado, que<br />

nos toma cada vez que caemos víctimas del pecado<br />

nuestro o de los demás. Y entonces nuestra<br />

vida se contamina, pierde belleza, pierde significado,<br />

se marchita. Cristo, en cambio, nos devuelve<br />

la vida; Cristo es la plenitud de la vida, y<br />

cuando afrontó la muerte la derrota para siempre:<br />

«Resucitando destruyó la muerte y nos dio vida nueva». (Oración<br />

eucarística IV). La Pascua de Cristo es la victoria definitiva sobre la<br />

muerte, porque Él trasformó su muerte en un supremo acto de amor.<br />

¡Murió por amor! Y en la eucaristía, Él quiere comunicarnos su amor<br />

pascual, victorioso. Si lo recibimos con fe, también nosotros podemos<br />

amar verdaderamente a Dios y al prójimo, podemos amar como Él<br />

nos ha amado, dando la vida. Si el amor de Cristo está en mí, puedo<br />

17


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

darme plenamente al otro, en la certeza interior de que si incluso el<br />

otro me hiriera, yo no moriría; de otro modo, debería defenderme.<br />

Los mártires dieron la vida precisamente por esta certeza de la victoria<br />

de Cristo sobre la muerte. Solo si experimentamos este poder de<br />

Cristo, el poder de su amor, somos verdaderamente libres de darnos<br />

sin miedo. Esto es la misa: entrar en esta pasión, muerte, resurrección<br />

y ascensión de Jesús; cuando vamos a misa es si como fuéramos al<br />

calvario, lo mismo. Pero pensad vosotros: si nosotros<br />

en el momento de la misa vamos al calvario<br />

—pensemos con imaginación— y sabemos que<br />

aquel hombre allí es Jesús. Pero, ¿nos permitiremos<br />

charlar, hacer fotografías, hacer espectáculo?<br />

¡No! ¡Porque es Jesús! Nosotros seguramente estaremos<br />

en silencio, en el llanto y también en la<br />

alegría de ser salvados. Cuando entramos en la<br />

iglesia para celebrar la misa pensemos esto: entro<br />

en el calvario, donde Jesús da su vida por mí. Y así<br />

desaparece el espectáculo, desaparecen las charlas,<br />

los comentarios y estas cosas que nos alejan<br />

de esto tan hermoso que es la misa, el triunfo de<br />

Jesús. Creo que hoy está más claro cómo la Pascua<br />

se hace presente y operante cada vez que celebramos<br />

la misa, es decir, el sentido del memorial. La<br />

participación en la eucaristía nos hace entrar en<br />

el misterio pascual de Cristo, regalándonos pasar<br />

con Él de la muerte a la vida, es decir, allí en el<br />

calvario. La misa es rehacer el calvario, no es un<br />

espectáculo.<br />

PAPA FRANCISCO,<br />

22 DE NOVIEMBRE DE 2017<br />

4. ¿POR QUÉ IR A MISA EL DOMINGO?<br />

Queridos hermanos y hermanas. Retomando<br />

el camino de catequesis sobre la misa, hoy nos<br />

preguntamos: ¿Por qué ir a misa el domingo?<br />

La celebración dominical de la eucaristía está en<br />

el centro de la vida de la Iglesia (cf. Catequismo<br />

de la Iglesia Católica, n.2177). Nosotros cristianos<br />

vamos a misa el domingo para encontrar al Señor<br />

resucitado, o mejor, para dejarnos encontrar por<br />

Él, escuchar su palabra, alimentarnos en su mesa<br />

y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo<br />

místico viviente en el mundo. Lo entendieron,<br />

desde la primera hora, los discípulos de Jesús, los<br />

que celebraron el encuentro eucarístico con el Señor<br />

en el día de la semana que los hebreos llamaban<br />

«el primero de la semana» y los romanos «día<br />

del sol» porque en ese día Jesús había resucitado<br />

de entre los muertos y se había aparecido a los discípulos,<br />

hablando con ellos, comiendo con ellos y dándoles el Espíritu<br />

Santo (cf. Mt 28, 1; Mc 16, 9-14; Lc 24, 1-13; Jn 20, 1-19), como hemos<br />

escuchado en la lectura bíblica. También la gran efusión del Espíritu<br />

Santo en Pentecostés sucede en domingo, el quincuagésimo día después<br />

de la resurrección de Jesús. Por estas razones, el domingo es un<br />

día santo para nosotros, santificado por la celebración eucarística, presencia<br />

viva del Señor entre nosotros y para nosotros. ¡Es la misa, por<br />

lo tanto, lo que hace el domingo cristiano! El domingo cristiano gira<br />

en torno a la misa. ¿Qué domingo es, para un cristiano, en el que falta<br />

el encuentro con el Señor?<br />

Hay comunidades cristianas en las que, desafortunadamente,<br />

no pueden disfrutar de la misa cada domingo; sin embargo, también<br />

estas, en este día santo, están llamadas a recogerse en oración en<br />

el nombre del Señor, escuchando la palabra de Dios y manteniendo<br />

vivo el deseo de la eucaristía. Algunas sociedades<br />

seculares han perdido el sentido cristiano<br />

del domingo iluminado por la eucaristía. ¡Es<br />

una lástima esto! En estos contextos es necesario<br />

reanimar esta conciencia, para recuperar el significado<br />

de la fiesta, el significado de la alegría,<br />

de la comunidad parroquial, de la solidaridad,<br />

del reposo que restaura el alma y el cuerpo (cf.<br />

Catequismo de la Iglesia católica nn. 2177-2<strong>18</strong>8).<br />

De todos estos valores la eucaristía es la maestra,<br />

domingo tras domingo. Por eso, el Concilio Vaticano<br />

II quiso reafirmar que «el domingo es el<br />

día de fiesta primordial que debe ser propuesto e<br />

inculcado en la piedad de los fieles, de modo que<br />

se convierta también en día de alegría y abstención<br />

del trabajo» (Cost. Sacrosanctum Concilium,<br />

106). La abstención dominical del trabajo no<br />

existía en los primeros siglos: es una aportación<br />

específica del cristianismo. Por tradición bíblica<br />

los judíos reposan el sábado, mientras que en la<br />

sociedad romana no estaba previsto un día semanal<br />

de abstención de los trabajos serviles. Fue el<br />

sentido cristiano de vivir como hijos y no como<br />

esclavos, animado por la eucaristía, el que hizo<br />

del domingo —casi universalmente— el día de<br />

reposo. Sin Cristo estamos condenados a estar<br />

dominados por el cansancio de lo cotidiano, con<br />

sus preocupaciones y por el miedo al mañana.<br />

El encuentro dominical con el Señor nos da la<br />

fuerza para vivir el hoy con confianza y coraje y<br />

para ir adelante con esperanza. Por eso, nosotros<br />

cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo<br />

en la celebración eucarística. La comunión eucarística<br />

con Jesús, Resucitado y Vivo para siempre,<br />

anticipa el domingo sin atardecer, cuando ya no<br />

haya fatiga ni dolor, ni luto, ni lágrimas sino solo<br />

la alegría de vivir plenamente y para siempre<br />

con el Señor. También de este bendito reposo nos<br />

habla la misa del domingo, enseñándonos, en el<br />

fluir de la semana, a confiarnos a las manos del<br />

Padre que está en los cielos.<br />

¿Qué podemos responder a quien dice<br />

que no hay que ir a misa, ni siquiera el domingo, porque lo importante<br />

es vivir bien y amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida<br />

cristiana se mide por la capacidad de amar, como dijo Jesús: «En esto<br />

conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos<br />

a los otros» (Jn 13, 35); ¿Pero cómo podemos practicar el Evangelio<br />

sin sacar la energía necesaria para hacerlo, un domingo después de<br />

otro, en la fuente inagotable de la eucaristía? No vamos a misa para<br />

<strong>18</strong>


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

dar algo a Dios, sino para recibir de Él aquello de lo que realmente<br />

tenemos necesidad. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige<br />

a Dios: «Tú no tienes necesidad de nuestra alabanza, pero por un<br />

regalo de tu amor llámanos para darte las gracias; nuestros himnos de<br />

bendición no aumentan tu grandeza, pero nos dan la gracia que nos<br />

salva» (Misal Romano, Prefacio común IV). En conclusión, ¿por qué ir<br />

a misa el domingo? No es suficiente responder que es un precepto de<br />

la Iglesia; esto ayuda a preservar su valor, pero solo no es suficiente.<br />

Nosotros cristianos tenemos necesidad de participar en la misa dominical<br />

porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros<br />

y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento<br />

y así ser sus testigos creíbles.<br />

PAPA FRANCISCO,<br />

13 DE DICIEMBRE DE 2017<br />

5. LOS RITOS INTRODUCTORIOS<br />

Queridos hermanos y hermanas. La misa<br />

está formada de dos partes, que son la Liturgia<br />

de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan<br />

estrechamente unidas entre ellas que forman<br />

un único acto de culto (cf. Sacrosanctum<br />

Concilium, 56; Instrucción General del<br />

Misal Romano, 28). Introducida por algunos<br />

ritos preparatorios y concluida por otros, la<br />

celebración es por tanto un único cuerpo y<br />

no se puede separar, pero para una mejor<br />

comprensión trataré de explicar sus diferentes<br />

momentos, cada uno de los cuales es<br />

capaz de tocar e implicar una dimensión de<br />

nuestra unidad. Es necesario conocer estos<br />

santos signos para vivir plenamente la misa<br />

y saborear toda su belleza. Cuando el pueblo<br />

está reunido, la celebración se abre con<br />

los ritos introductorios, incluidas la entrada<br />

de los celebrantes o del celebrante, el saludo<br />

— «El Señor esté con vosotros», «La paz esté<br />

con vosotros» —, el acto penitencial — «Yo<br />

confieso», donde nosotros pedimos perdón<br />

por nuestros pecados—, el Kyrie eleison, el<br />

himno del Gloria y la oración colecta: se llama<br />

«oración colecta» no porque allí se hace la colecta de las ofrendas:<br />

es la colecta de las intenciones de oración de todos los pueblos; y esa<br />

colecta de las intenciones de los pueblos sube al cielo como oración.<br />

Su fin —de estos ritos introductorios— es hacer «que los fieles reunidos<br />

en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente<br />

a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía»<br />

(Instrucción General del Misal Romano, 46). No es una buena<br />

costumbre mirar el reloj y decir: «Voy bien de hora, llego después del<br />

sermón y con esto cumplo el precepto». La misa empieza con la señal<br />

de la cruz, con estos ritos introductorios, porque allí empezamos a<br />

adorar a Dios como comunidad. Y por esto es importante prever no<br />

llegar tarde, más bien antes, para preparar el corazón a este rito, a esta<br />

celebración de la comunidad.<br />

Mientras normalmente tiene lugar el canto de ingreso, el sacerdote<br />

con los otros ministros llega en procesión al presbiterio, y aquí<br />

saluda el altar con una reverencia y, en signo de veneración, lo besa y,<br />

cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo:<br />

Queridos hermanos y hermanas. La<br />

misa está formada de dos partes, que<br />

son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia<br />

eucarística, tan estrechamente<br />

unidas entre ellas que forman un único<br />

acto de culto (cf. Sacrosanctum Concilium,<br />

56; Instrucción General del Misal<br />

Romano, 28).<br />

es figura de Cristo. Cuando nosotros miramos al altar, miramos donde<br />

está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que corren el riesgo de<br />

pasar inobservados, son muy significativos, porque expresan desde el<br />

principio que la misa es un encuentro de amor con Cristo, el cual «por<br />

la ofrenda de su Cuerpo realizada en la cruz […] se hizo por nosotros<br />

sacerdote, altar y víctima» (prefacio pascual V). El altar, de hecho, en<br />

cuanto signo de Cristo, «es el centro de la acción de gracias que se consuma<br />

en la Eucaristía» (Instrucción General del Misal Romano, 296),<br />

y toda la comunidad en torno al altar, que es Cristo; no por mirarse la<br />

cara, sino para mirar a Cristo, porque Cristo es el centro de la comunidad,<br />

no está lejos de ella. Después está el signo de la cruz. El sacerdote<br />

que preside lo hace sobre sí y hacen lo mismo todos los miembros<br />

de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se realiza «en el<br />

nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Y aquí paso a otro<br />

tema pequeñísimo. ¿Vosotros habéis visto como se hacen los niños<br />

la señal de la cruz? No saben qué hacen: a veces hacen un gesto, que<br />

no es el gesto de la señal de la cruz. Por favor: mamá y papá, abuelos,<br />

19


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

enseñad a los niños, desde el principio —de pequeños— a hacer bien<br />

la señal de la cruz. Y explicadle qué es tener como protección la cruz<br />

de Jesús. Y la misa empieza con la señal de la cruz. Toda la oración se<br />

mueve, por así decir, en el espacio de la Santísima Trinidad —«En el<br />

nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo»—, que es espacio de<br />

comunión infinita; tiene como origen y como fin el amor de Dios Uno<br />

y Trino, manifestado y donado a nosotros en la Cruz de Cristo. De<br />

hecho su misterio pascual es don de la Trinidad, y la eucaristía fluye<br />

siempre de su corazón atravesado. Marcándonos con la señal de la<br />

cruz, por tanto, no solo recordamos nuestro Bautismo, sino que afirmamos<br />

que la oración litúrgica<br />

es el encuentro con Dios en<br />

Cristo Jesús, que por nosotros<br />

se ha encarnado, ha muerto en<br />

la cruz y ha resucitado glorioso.<br />

El sacerdote, por<br />

tanto, dirige un saludo litúrgico,<br />

con la expresión: «El Señor<br />

esté con vosotros» u otra<br />

parecida —hay varias—, y la<br />

asamblea responde: «Y con tu<br />

espíritu». Estamos en diálogo;<br />

estamos al principio de la misa<br />

y debemos pensar en el significado<br />

de todos estos gestos y<br />

palabras.<br />

Estamos entrando en<br />

una «sinfonía», en la cual resuenan<br />

varias tonalidades de<br />

voces, incluido tiempos de silencio,<br />

para crear el «acuerdo»<br />

entre todos los participantes,<br />

es decir reconocerse animados<br />

por un único Espíritu y por un<br />

mismo fin. En efecto «con este<br />

saludo y con la respuesta del<br />

pueblo se manifiesta el misterio<br />

de la Iglesia congregada»<br />

(Instrucción General del Misal<br />

Romano, 50). Se expresa así<br />

la fe común y el deseo mutuo<br />

de estar con el Señor y vivir<br />

la unidad con toda la comunidad.<br />

Y esta es una sinfonía<br />

orante, que se está creando y presenta enseguida un momento muy<br />

tocante, porque quien preside invita a todos a reconocer los propios<br />

pecados. Todos somos pecadores. No lo sé, quizá alguno de vosotros<br />

no es pecador... Si alguno no es pecador que levante la mano, por favor,<br />

así todos lo vemos. Pero no hay manos levantadas, va bien: ¡tenéis<br />

buena la fe! Todos somos pecadores; y por eso al inicio de la misa pedimos<br />

perdón. Y el acto penitencial. No se trata solamente de pensar<br />

en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a confesarse<br />

pecadores delante de Dios y delante de la comunidad, delante<br />

de los hermanos, con humildad y sinceridad, como el publicano en el<br />

templo. Si realmente la eucaristía hace presente el misterio pascual, es<br />

decir el pasaje de Cristo de la muerte a la vida, entonces lo primero<br />

que tenemos que hacer es reconocer cuáles son nuestras situaciones<br />

de muerte para poder resurgir con Él a la vida nueva. Esto nos hace<br />

comprender lo importante que es el acto penitencial. Y por esto retomaremos<br />

el argumento en la próxima catequesis.<br />

PAPA FRANCISCO, 20 DE DICIEMBRE DE 2017<br />

6. EL ACTO PENITENCIAL<br />

Queridos hermanos y hermanas. Retomando las catequesis sobre la<br />

celebración eucarística, consideramos hoy, en nuestro contexto de los<br />

ritos de introducción, el acto<br />

penitencial. En su sobriedad,<br />

esto favorece la actitud con la<br />

que disponerse a celebrar dignamente<br />

los santos misterios,<br />

o sea, reconociendo delante de<br />

Dios y de los hermanos nuestros<br />

pecados, reconociendo<br />

que somos pecadores. La invitación<br />

del sacerdote, de hecho,<br />

está dirigida a toda la comunidad<br />

en oración, porque todos<br />

somos pecadores. ¿Qué puede<br />

donar el Señor a quien tiene<br />

ya el corazón lleno de sí, del<br />

propio éxito? Nada, porque<br />

el presuntuoso es incapaz de<br />

recibir perdón, lleno como<br />

está de su presunta justicia.<br />

Pensemos en la parábola del<br />

fariseo y del publicano, donde<br />

solamente el segundo —el<br />

publicano— vuelve a casa justificado,<br />

es decir perdonado<br />

El sacerdote, por tanto, dirige un saludo litúrgico,<br />

con la expresión: «El Señor esté con<br />

vosotros» u otra parecida —hay varias—, y la<br />

asamblea responde: «Y con tu espíritu». Estamos<br />

en diálogo<br />

(cf Lc <strong>18</strong>, 9-14). Quien es consciente<br />

de las propias miserias<br />

y baja los ojos con humildad,<br />

siente posarse sobre sí la mirada<br />

misericordiosa de Dios.<br />

Sabemos por experiencia que<br />

solo quien sabe reconocer los<br />

errores y pedir perdón recibe<br />

la comprensión y el perdón de<br />

los otros.<br />

Escuchar en silencio<br />

la voz de la conciencia permite reconocer que nuestros pensamientos<br />

son distantes de los pensamientos divinos, que nuestras palabras y<br />

nuestras acciones son a menudo mundanas, guiadas por elecciones<br />

contrarias al Evangelio. Por eso, al principio de la misa, realizamos<br />

comunitariamente el acto penitencial mediante una fórmula de confesión<br />

general, pronunciada en primera persona del singular. Cada<br />

uno confiesa a Dios y a los hermanos «que ha pecado en pensamiento,<br />

palabras, obra y omisión». Sí, también en omisión, o sea, que he dejado<br />

de hacer el bien que habría podido hacer. A menudo nos sentimos<br />

buenos porque —decimos— «no he hecho mal a nadie». En realidad,<br />

no basta con hacer el mal al prójimo, es necesario elegir hacer el bien<br />

20


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

aprovechando las ocasiones para dar buen testimonio de que somos<br />

discípulos de Jesús. Está bien subrayar que confesamos tanto a Dios<br />

como a los hermanos ser pecadores: esto nos ayuda a comprender la<br />

dimensión del pecado que, mientras nos separa de Dios, nos divide<br />

también de nuestros hermanos, y viceversa. El pecado corta: corta la<br />

relación con Dios y corta la relación con los hermanos, la relación en<br />

la familia, en la sociedad, en la comunidad: El pecado corta siempre,<br />

separa, divide. Las palabras que decimos con la boca están acompañadas<br />

del gesto de golpearse el pecho, reconociendo que he pecado<br />

precisamente por mi culpa, y no por la de otros. Sucede a menudo<br />

que, por miedo o vergüenza, señalamos con el dedo para acusar a<br />

otros. Cuesta admitir ser culpables, pero nos hace bien confesarlo<br />

con sinceridad. Confesar los propios pecados. Yo recuerdo una<br />

anécdota, que contaba un viejo misionero, de una mujer<br />

que fue a confesarse y empezó a decir los errores<br />

del marido; después pasó a contar los errores<br />

de la suegra y después los pecados de los<br />

vecinos. En un momento dado, el confesor<br />

dijo: «Pero, señora, dígame, ¿ha terminado?<br />

— Muy bien: usted ha terminado<br />

con los pecados de los demás. Ahora<br />

empiece a decir los suyos». ¡Decir<br />

los propios pecados! Después de la<br />

confesión del pecado, suplicamos<br />

a la Sanísima Virgen María, los<br />

ángeles y los santos que recen por<br />

nosotros ante el Señor. También en<br />

esto es valiosa la comunión de los<br />

santos: es decir, la intercesión de<br />

estos «amigos y modelos de vida»<br />

(Prefacio del 1 de noviembre) nos<br />

sostiene en el camino hacia la plena<br />

comunión con Dios, cuando el pecado<br />

será definitivamente anulado. Además<br />

del «Yo confieso», se puede hacer el acto<br />

penitencial con otras fórmulas, por ejemplo:<br />

«Piedad de nosotros, Señor / Contra ti hemos<br />

pecado. / Muéstranos Señor, tu misericordia. / Y<br />

dónanos tu salvación» (cf. Sal 123, 3; 85, 8; Jr 14, 20).<br />

Especialmente el domingo se puede realizar la bendición y<br />

la aspersión del agua en memoria del Bautismo (cf. OGMR, 51), que<br />

cancela todos los pecados. También es posible, como parte del acto<br />

penitencial, cantar el Kyrie eléison: con una antigua expresión griega,<br />

aclamamos al Señor –Kyrios– e imploramos su misericordia (ibid.,<br />

52).<br />

La Sagrada escritura nos ofrece luminosos ejemplos de figuras<br />

«penitentes» que, volviendo a sí mismos después de haber cometido<br />

el pecado, encuentran la valentía de quitar la máscara y abrirse<br />

a la gracia que renueva el corazón. Pensemos en el rey David y a las<br />

palabras que se le atribuyen en el Salmo. «Tenme piedad, oh Dios,<br />

según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito» (51, 3). Pensemos<br />

en el hijo pródigo que vuelve donde su padre; o en la invocación<br />

del publicano: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!»<br />

(Lc <strong>18</strong>, 13). Pensemos también en san Pedro, en Zaqueo, en la mujer<br />

Samaritana. Medirse con la fragilidad de la arcilla de la que estamos<br />

hechos es una experiencia que nos fortalece: mientras que nos hace<br />

hacer cuentas con nuestra debilidad, nos abre el corazón a invocar<br />

la misericordia divina que transforma y convierte. Y esto es lo que<br />

hacemos en el acto penitencial al principio de la misa.<br />

PAPA FRANCISCO, 3 DE ENERO DE 20<strong>18</strong><br />

7. EL CANTO DEL “GLORIA” Y LA ORACIÓN COLECTA<br />

Queridos hermanos y hermanas. En el recorrido de catequesis sobre la<br />

celebración eucarística hemos visto que el Acto penitencial nos ayuda<br />

a despojarnos de nuestras presunciones y a presentarnos a Dios como<br />

somos realmente, conscientes de ser pecadores, en la esperanza de ser<br />

perdonados. Precisamente del encuentro entre la miseria humana y<br />

la misericordia divina toma vida la gratitud expresada en el «Gloria»,<br />

«un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada<br />

en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y glorifica y le suplica<br />

al Cordero» (Ordenamiento General del Misal Romano,<br />

53). La introducción de este himno —«Gloria a Dios<br />

en el cielo»— retoma el canto de los ángeles en<br />

el nacimiento de Jesús en Belén, alegre anuncio<br />

del abrazo entre cielo y tierra. Este canto<br />

también nos involucra reunidos en la<br />

oración: «Gloria a Dios en el cielo y en<br />

la tierra, paz a los hombres que ama<br />

el Señor». Después del «Gloria», o<br />

cuando este no está, inmediatamente<br />

después del Acto penitencial, la<br />

oración toma forma particular en<br />

la oración denominada «colecta»,<br />

por medio de la cual se expresa<br />

el carácter propio de la celebración,<br />

variable según los días y los<br />

tiempos del año (cf Ibíd., 54). Con<br />

la invitación «oremos», el sacerdote<br />

insta al pueblo a recogerse con él en<br />

un momento de silencio, con el fin de<br />

tomar conciencia de estar en presencia<br />

de Dios y hacer emerger, a cada uno en<br />

su corazón, las intenciones personales con<br />

las que participa en la misa (cf. Ibíd., 54). El<br />

sacerdote dice «oremos»; y después, viene un momento<br />

de silencio y cada uno piensa en las cosas que<br />

necesita, que quiere pedir en la oración.<br />

El silencio no se reduce a la ausencia de palabras, sino a la<br />

disposición a escuchar otras voces: la de nuestro corazón y, sobre<br />

todo, la voz del Espíritu Santo. En la liturgia, la naturaleza del sagrado<br />

silencio depende del momento en el que tiene lugar: «Pues en el<br />

acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge<br />

en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan<br />

brevemente lo que escucharon; y después de la comunión, alaban a<br />

Dios en su corazón y oran» (Ibíd., 45). Por lo tanto, antes de la oración<br />

inicial, el silencio ayuda a recogerse en nosotros mismos y a pensar<br />

en por qué estamos allí. He ahí entonces la importancia de escuchar<br />

nuestro ánimo para abrirlo después al Señor. Tal vez venimos de días<br />

de cansancio, de alegría, de dolor, y queremos decírselo al Señor, invocar<br />

su ayuda, pedir que nos esté cercano; tenemos amigos o familiares<br />

enfermos o que atraviesan pruebas difíciles; deseamos confiar<br />

a Dios el destino de la Iglesia y del mundo. Y para esto sirve el breve<br />

silencio antes de que el sacerdote, recogiendo las intenciones de cada<br />

uno, exprese en voz alta a Dios, en nombre de todos, la oración co-<br />

21


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

mún que concluye los ritos de introducción haciendo de hecho «la<br />

colecta» de las intenciones.<br />

Recomiendo vivamente a los sacerdotes observar este momento<br />

de silencio y no ir deprisa: «oremos» y que se haga el silencio.<br />

Recomiendo esto a los sacerdotes. Sin este silencio, corremos el<br />

riesgo de descuidar el recogimiento del alma. El sacerdote recita esta<br />

súplica, esta oración de colecta, con los brazos extendidos y la actitud<br />

del orante, asumida por los cristianos desde el final de los primeros<br />

siglos —como dan testimonio los frescos de las<br />

catacumbas romanas— para imitar al Cristo con<br />

los brazos abiertos sobre la madera de la cruz.<br />

Y allí, Cristo es el Orante y es también la oración.<br />

En el crucifijo reconocemos al Sacerdote<br />

que ofrece a Dios la oración que desea, es decir,<br />

la obediencia filial. En el Rito Romano, las<br />

oraciones son concisas pero ricas de significado:<br />

se pueden hacer tantas meditaciones hermosas<br />

sobre estas oraciones. ¡Muy hermosas! Volver<br />

a meditar los textos, incluso fuera de la misa<br />

puede ayudarnos a aprender cómo dirigirnos<br />

a Dios, qué pedir, qué palabras usar. Que la liturgia<br />

pueda convertirse para todos nosotros en<br />

una verdadera escuela de oración.<br />

PAPA FRANCISCO,<br />

10 DE ENERO DE 20<strong>18</strong><br />

8. LITURGIA DE LA PALABRA: I.<br />

DIÁLOGO ENTRE DIOS Y SU PUEBLO<br />

¡Queridos hermanos y hermanas. Continuamos<br />

hoy las catequesis sobre la misa. Después de habernos<br />

detenido en los ritos de introducción, consideramos ahora la<br />

Liturgia de la Palabra, que es una parte constitutiva porque nos reunimos<br />

precisamente para escuchar lo que Dios ha hecho y pretende<br />

hacer todavía por nosotros. Es una experiencia que tiene lugar «en<br />

directo» y no por oídas, porque «cuando se leen las sagradas Escrituras<br />

en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente<br />

Las páginas de la Biblia<br />

cesan de ser un escrito<br />

para convertirse en palabra<br />

viva, pronunciada por<br />

Dios. Es Dios quien, a través<br />

de la persona que lee,<br />

nos habla e interpela para<br />

que escuchemos con fe.<br />

El Espíritu «que habló por<br />

medio de los profetas»<br />

en su palabra, anuncia el Evangelio» (Instrucción General del Misal<br />

Romano, 29; cf. Cost. Sacrosanctum Concilium, 7; 33). Y cuántas veces,<br />

mientras se lee la Palabra de Dios, se comenta: «Mira ese..., mira<br />

esa..., mira el sombrero que ha traído esa: es ridículo...”. Y se empiezan<br />

a hacer comentarios. ¿No es verdad? ¿Se deben hacer comentarios<br />

mientras se lee la Palabra de Dios? [responden: “¡No!”]. No, porque si<br />

tú chismorreas con la gente, no escuchas la Palabra de Dios. Cuando<br />

se lee la Palabra de Dios en la Biblia —la primera Lectura, la segunda,<br />

el Salmo responsorial y el Evangelio— debemos<br />

escuchar, abrir el corazón, porque es Dios mismo<br />

que nos habla y no pensar en otras cosas o<br />

hablar de otras cosas. ¿Entendido?... Os explicaré<br />

qué sucede en esta Liturgia de la Palabra.<br />

Las páginas de la Biblia cesan de ser un<br />

escrito para convertirse en palabra viva, pronunciada<br />

por Dios. Es Dios quien, a través de la<br />

persona que lee, nos habla e interpela para que<br />

escuchemos con fe. El Espíritu «que habló por<br />

medio de los profetas» (Credo) y ha inspirado a<br />

los autores sagrados, hace que «para que la Palabra<br />

de Dios actúe realmente en los corazones<br />

lo que hace resonar en los oídos» (Leccionario,<br />

Introd., 9). Pero para escuchar la Palabra de Dios<br />

es necesario tener también el corazón abierto<br />

para recibir la palabra en el corazón. Dios habla<br />

y nosotros escuchamos, para después poner en<br />

práctica lo que hemos escuchado. Es muy importante<br />

escuchar. Algunas veces quizá no entendemos<br />

bien porque hay algunas lecturas un<br />

poco difíciles. Pero Dios nos habla igualmente<br />

de otra manera. Es necesario estar en silencio y escuchar la Palabra<br />

de Dios. No os olvidéis de esto. En la misa, cuando empiezan las lecturas,<br />

escuchamos la Palabra de Dios. ¡Necesitamos escucharlo! Es de<br />

hecho una cuestión de vida, como recuerda la fuerte expresión que<br />

«no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la<br />

boca de Dios» (Mt 4, 4). La vida que nos da la Palabra de Dios. En<br />

22


SOBRE TODO LA FE JUNIO 20<strong>18</strong><br />

MAGISTERIO PAPAL<br />

este sentido, hablamos de la Liturgia de la Palabra como de la «mesa»<br />

que el Señor dispone para alimentar nuestra vida espiritual. Es una<br />

mesa abundante la de la Liturgia, que se basa en gran medida en los<br />

tesoros de la Biblia (cf. SC, 51), tanto del Antiguo como del Nuevo<br />

Testamento, porque en ellos la Iglesia anuncia el único e idéntico misterio<br />

de Cristo (cf. Leccionario, Introd., 5). Pensamos en las riquezas<br />

de las lecturas bíblicas ofrecidas por los tres ciclos dominicales que, a<br />

la luz de los Evangelios Sinópticos, nos acompañan a lo largo del año<br />

litúrgico: una gran riqueza. Deseo recordar también la importancia<br />

del Salmo responsorial, cuya función es favorecer la meditación de lo<br />

que escuchado en la lectura que lo precede. Está bien que el Salmo sea<br />

resaltado con el canto, al menos en la antífona (cf. IGMR, 61; Leccionario,<br />

Introd., 19-22).<br />

La proclamación litúrgica de las mismas<br />

lecturas, con los cantos tomados de la sagrada<br />

Escritura, expresa y favorece la comunión<br />

eclesial, acompañando el camino de todos y cada<br />

uno. Se entiende por tanto por qué algunas elecciones<br />

subjetivas, como la omisión de lecturas o<br />

su sustitución con textos no bíblicos, sean prohibidas.<br />

He escuchado que alguno, si hay una noticia,<br />

lee el periódico, porque es la noticia del día.<br />

¡No! ¡La Palabra de Dios es la Palabra de Dios! El<br />

periódico lo podemos leer después. Pero ahí se<br />

lee la Palabra de Dios. Es el Señor que nos habla.<br />

Sustituir esa Palabra con otras cosas empobrece y<br />

compromete el diálogo entre Dios y su pueblo en<br />

oración. Al contrario, por se pide la dignidad del<br />

ambón y el uso del Leccionario, la disponibilidad<br />

de buenos lectores y salmistas. ¡Pero es necesario<br />

buscar buenos lectores!, los que sepan leer, no los<br />

que leen [trabucando las palabras] y no se entiende<br />

nada. Y así. Buenos lectores. Se deben preparar<br />

y hacer la prueba antes de la misa para leer<br />

bien. Y esto crea un clima de silencio receptivo.<br />

Sabemos que la palabra del Señor es una ayuda<br />

indispensable para no perdernos, como reconoce<br />

el salmista que, dirigido al Señor, confiesa: «Para<br />

mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero»<br />

(Sal 119, 105). ¿Cómo podremos afrontar<br />

nuestra peregrinación terrena, con sus cansancios<br />

y sus pruebas, sin ser regularmente nutridos<br />

e iluminados por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia? Ciertamente<br />

no basta con escuchar con los oídos, sin acoger en el corazón<br />

la semilla de la divina Palabra, permitiéndole dar fruto. Recordemos<br />

la parábola del sembrador y de los diferentes resultados según los<br />

distintos tipos de terreno (cf. Mc 4, 14-20). La acción del Espíritu, que<br />

hace eficaz la respuesta, necesita de corazón que se dejen trabajar y<br />

cultivar, de forma que lo escuchado en misa pase en la vida cotidiana,<br />

según la advertencia del apóstol Santiago: «Poned por obra la Palabra<br />

y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos»<br />

(St 1, 22). La Palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros. La<br />

escuchamos con los oídos y pasa al corazón; no permanece en los oídos,<br />

debe ir al corazón; y del corazón pasa a las manos, a las buenas<br />

obras. Este es el recorrido que hace la Palabra de Dios: de los oídos al<br />

corazón y a las manos. Aprendamos estas cosas. ¡Gracias!<br />

PAPA FRANCISCO, 31 DE ENERO DE 20<strong>18</strong><br />

9. LITURGIA DE LA PALABRA. II. EVANGELIO<br />

Y HOMILÍA<br />

Queridos hermanos y hermanas: Continuamos con las catequesis<br />

sobre la santa misa. Habíamos llegado a las lecturas. El diálogo entre<br />

Dios y su pueblo, desarrollado en la Liturgia de la Palabra de la<br />

misa, alcanza el culmen en la proclamación<br />

del Evangelio. Lo precede el canto del Aleluya<br />

—o, en cuaresma, otra aclamación— con la<br />

que «la asamblea de los fieles acoge y saluda<br />

al Señor, quien hablará en el Evangelio». Como<br />

los misterios de Cristo iluminan toda la revelación<br />

bíblica, así, en la Liturgia de la Palabra, el<br />

Evangelio constituye la luz para comprender el<br />

sentido de los textos bíblicos que lo preceden,<br />

tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo<br />

Testamento. De hecho, «de toda la Escritura,<br />

como de toda la celebración litúrgica, Cristo es<br />

el centro y la plenitud». Siempre en el centro<br />

está Jesucristo, siempre. Por eso, la misma liturgia<br />

distingue el Evangelio de las otras lecturas<br />

y lo rodea de particular honor y veneración.<br />

De hecho, su lectura está reservada al ministro<br />

ordenado, que termina besando el libro; se escucha<br />

de pie y se hace el signo de la cruz en la<br />

frente, sobre la boca y sobre el pecho; los cirios<br />

y el incienso honran a Cristo que, mediante<br />

la lectura evangélica, hace resonar su palabra<br />

eficaz. De estos signos la asamblea reconoce<br />

la presencia de Cristo que le dirige la «buena<br />

noticia» que convierte y transforma. Es un discurso<br />

directo el que sucede, como prueban las<br />

aclamaciones con las que se responde a la proclamación:<br />

«Gloria a ti, Señor Jesús» o «Te alabamos<br />

Señor». Nos levantamos para escuchar<br />

el Evangelio: es Cristo quien nos habla, allí. Y<br />

por esto nosotros estamos atentos, porque es un coloquio directo. Es<br />

el Señor que nos habla.<br />

Por tanto, en la misa no leemos el Evangelio para saber<br />

cómo fueron las cosas, sino que escuchamos el Evangelio para tomar<br />

conciencia de lo que Jesús hizo y dijo una vez; y esa Palabra está viva,<br />

la Palabra de Jesús que está en el Evangelio está viva y llega a mi corazón.<br />

Por esto, escuchar el Evangelio es tan importante, con el corazón<br />

abierto, porque es Palabra viva. Escribe san Agustín que «la boca de<br />

Cristo es el Evangelio.<br />

Pbro. Lic Martín Eduardo Hernández Baeza<br />

DIRECTOR DE LA REVISTA Y RESPONSABLE DE CODIPACS<br />

23


AMANECER RANCHERO<br />

BENDICE A MÉXICO<br />

AMOR EN ACCIÓN<br />

REFLEXIÓN DEL DÍA CON<br />

EL PADRE JONATHAN FUNES<br />

BUENAS NOTICIAS<br />

ORACIÓN Y REFLEXIÓN<br />

POSTRE PARA EL ALMA<br />

CON EL PADRE LEONEL LARIOS<br />

TE CAMBIAMOS EL RITMO<br />

SOBRE TODO LA FE CON EL<br />

PADRE MARTIN HERNÁNDEZ<br />

PREGÚNTALE AL OBISPO<br />

CON DON EDUARDO CARMONA<br />

OBISPO DE PARRAL<br />

SANTA MISA DESDE LA CATEDRAL<br />

DE PARRAL CON EL SR. OBISPO<br />

DESDE EL CORAZÓN CON LUPITA VENEGAS<br />

MÚSICA INSTRUMENTAL<br />

SENDA CULTURAL CON EL PADRE MARTIN<br />

MÚSICA DE MARIACHI<br />

CORONILLA DIVINA MISERICORDIA<br />

SANTO ROSARIO<br />

SIMPLEMENTE SUPÉRATE<br />

CON ADRIANA CORONA<br />

TE CAMBIAMOS EL RITMO<br />

PONTE TRUCHA<br />

DESDE EL CORAZÓN CON LUPITA VENEGAS<br />

LLAMADOS A PREDICAR<br />

MOVIMIENTO PRO VIDA<br />

MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO<br />

ESCUELA SAN ANDRÉS<br />

TE CAMBIAMOS EL RITMO<br />

de lunes a domingo de 5:00 a 7:00 am<br />

de lunes a domingo de 7:00 a 7:05 am<br />

de lunes a domingo de 7:05 a 07:50 am<br />

de lunes a domingo de 7:50 a 8:15 am<br />

de lunes a sábado de 8:15 a 9:00 am<br />

de lunes a sábado de 9:00 a 9:15 am<br />

de lunes a sábado de 9:15 a 9:30 am<br />

los martes de 9:30 a 10:00 am<br />

de lunes a domingo de 10:00 am<br />

a 12:00 pm (acepto el viernes)<br />

viernes de 10:00 a 11:00 am<br />

viernes de 11:00 am a 12:00 pm<br />

domingos de 11:00 am a 12:00 pm<br />

de lunes a domingo de 12:00 a 1:00 pm<br />

de lunes a domingo de 1:00 a 2:00 pm<br />

de lunes a viernes de 2:00 a 3:00pm<br />

de lunes a jueves y los domingos<br />

de 3:00 a 4:00 pm<br />

los viernes de 3:00 a 4:00 pm<br />

los sábados de 3:00 a 4:00 pm<br />

de lunes a viernes de 4:00 a 5:00 pm<br />

de lunes a domingo de 5:00 a 6:00 pm<br />

de lunes a viernes de 6:00 a 7:00 pm<br />

de lunes a domingo de 7:00 a 8:00 pm<br />

lunes y viernes de 8:00 a 9:00pm<br />

martes de 8:00 pm a 9:00 pm<br />

miércoles de 8:00 a 9:00 pm<br />

jueves de 8:00 a 9:00 pm<br />

de lunes a domingo de 9:00 pm a 4:00 am

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