23.05.2018 Views

Richard Cohen - Comprender y sanar la homosexualidad

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

En 1995, el curso de mi vida cambió. Conocí a <strong>Richard</strong> y su Fundación Internacional para <strong>la</strong> Curación.<br />

Me ayudó a recuperar mi vida y dirigió mi camino a <strong>la</strong> plenitud. Siempre había pensado que sin esta condición<br />

de homosexual yo sería auténticamente bueno y mi vida se pondría en orden. Él me ayudó a comprender que<br />

esa condición era sólo <strong>la</strong> punta del iceberg. Me explicó que mi <strong>homosexualidad</strong> era sólo el SÍNTOMA de una<br />

HERIDA mucho más profunda dentro de mi alma. Entonces no lo supe, pero ya en nuestro primer encuentro<br />

el hielo alrededor de mi corazón empezó a derretirse y empezó mi curación. Años de lágrimas sin derramar y<br />

de sentimientos sin expresar esperaban que los liberase. Comprendí que mi vida tenía un valor y que yo<br />

podía salir de esta batal<strong>la</strong> y vivir una vida real.<br />

Mi terapia con <strong>Richard</strong> comenzó con <strong>la</strong> lectura del libro de David Burns, Diez días para alcanzar <strong>la</strong><br />

autoestima. Aunque me encanta leer, este libro me resultó insoportable. Tenía tarea para casa, lo que<br />

desencadenaba una tendencia que he tenido toda <strong>la</strong> vida a dejar <strong>la</strong>s cosas para después, y estructuraba<br />

controles diarios para contro<strong>la</strong>r mis emociones. <strong>Richard</strong> me enseñó a dejar de definirme como homosexual o<br />

como heterosexual. De pronto tenía <strong>la</strong> posibilidad de ser libre de un modelo opresivo de pensamiento que tan<br />

a menudo me había llevado a sentirme desanimado. Me explicó que yo era un hijo amado de Dios y que<br />

merecía ser querido meramente por existir. No tenía que ganarme el amor. Siempre había sentido vergüenza<br />

cuando me criticaban. Aprendí que mis pensamientos –no los hechos en sí- eran los que provocaban mis<br />

estados de ánimo. Mis sentimientos provenían más del modo en que yo pensaba <strong>la</strong>s cosas que de <strong>la</strong>s cosas<br />

que en realidad sucedían. Logré descubrir que sólo yo podía hacerme sentir deprimido, preocupado o<br />

enfadado.<br />

Aprendí a dejar de razonar emotivamente. Mis pensamientos habían sido siempre “me siento como un<br />

fracasado, así que debo ser un fracasado”. Dejé de ponerme etiquetas a mí mismo. En lugar de l<strong>la</strong>marme<br />

estúpido o rechazado a mí mismo, decía “he cometido un fallo”. Dejé de insta<strong>la</strong>rme en los aspectos negativos<br />

de mi vida y dejé de identificarme con mis sentimientos. Siempre había sentido mi corta estatura como una<br />

señal de mi inferioridad como hombre. En mi forma de pensar, mi corta estatura demostraba mi imperfección<br />

como varón. Un día, después de mucho trabajo, se me hizo c<strong>la</strong>ro que mi tal<strong>la</strong> no me hacía un hombre<br />

fracasado. No había conexión entre ambas cosas. Mi autoestima creció.<br />

Con <strong>la</strong> terapia me volví conciente de <strong>la</strong> manera dañina y constante que tenía de juzgar lo que hacía<br />

comparándome con los demás hombres. Dejé de humil<strong>la</strong>rme. Dejé de verme a través de los ojos de los<br />

demás. Empecé a darme cuenta de que era un ser humano único y valioso, digno de amor, incluso cuando<br />

cometía un error, e incluso siendo bajito.<br />

Conforme progresaba en <strong>la</strong> terapia experimenté con <strong>Richard</strong> un profundo sentido de aceptación. Por<br />

primera vez en mi vida experimenté el amor incondicional. Amor sin juicio. Sentí el amor de un padre por su<br />

hijo. Todo lo que este hombre me pedía era que fuera yo mismo, que destacara en <strong>la</strong> vida, que fuera<br />

auténtico. Me explicó que todo yo era aceptado, que podía estar tranquilo exponiendo todo lo que yo era<br />

dentro de aquel<strong>la</strong> habitación. Alguien se preocupaba de mí, con todos mis temores y con todas <strong>la</strong>s<br />

imperfecciones que yo percibía, lo mismo que con mis virtudes. Experimenté que era aceptado. Me sentí<br />

querido por ser quien era, no por lo que hacía o sabía o por <strong>la</strong> imagen que tenía o dejaba de tener. Yo le<br />

importaba por ser yo.<br />

Me adentré en el trabajo sobre mi niño interior. Descubrí que en mí había un niño desorientado que<br />

necesitaba reconocimiento y amor incondicional. Le di a mi hijo interior todo el amor y <strong>la</strong> afirmación que<br />

sentía que no había recibido. Le dí <strong>la</strong> bienvenida a mi vida consciente. Le honré por estar ahí, conmigo. Le<br />

pedí su perdón, por no haber sido consciente de su existencia, ignorándole e intentando matarle. Un día, de<br />

repente, me di cuenta de que al decir a mi niño interior que le quería, de hecho me estaba queriendo a mí<br />

mismo. Fue como una reve<strong>la</strong>ción. Soy digno y valioso porque existo. Aprendí a destacar en <strong>la</strong> vida.<br />

También aprendí a tener un diálogo de voces. Tomé conciencia de que tengo muchas<br />

subpersonalidades, o voces, que actúan dentro de mí. A menudo esas voces están en conflicto unas con<br />

otras. El diálogo de voces me permitió objetivar <strong>la</strong>s voces, reconocer<strong>la</strong>s, comprender<strong>la</strong>s y trabajar sobre<br />

el<strong>la</strong>s.<br />

138

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!