Richard Cohen - Comprender y sanar la homosexualidad
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
y recé para que Dios apartara de mí aquellos sentimientos. Me sentí sucio e indigno. Rezaba para ser<br />
perdonado. No había hecho nada para buscar aquellos sentimientos. No quería nada con ellos. No quería ser<br />
así. Quería ser normal. Había pasado muchos años sintiéndome diferente y separado de los demás y ahora<br />
además era un “marica”. Ahora tenía una cosa más que no podía compartir con nadie más.<br />
Algo dentro de mí debía ir horriblemente mal. Seguía sintiéndome incómodo con mi padre. Parecía<br />
que siempre me estaba poniendo a prueba y yo sabía que siempre iba a suspender, no importaba cuál fuera<br />
el examen. Me recuerdo repitiéndome a mí mismo sus diferentes char<strong>la</strong>s y convirtiéndo<strong>la</strong>s en una terrible<br />
amenaza. “S<strong>la</strong>de, si pospones <strong>la</strong>s cosas, si eres sensible y no lógico, si cometes demasiados errores o<br />
intentas hacerte un artista, nunca llegarás a hacerte un hombre”. Dentro de mi cabeza me enfurecía contra<br />
esta amenaza. ¿Cómo iba yo a saber en qué consistía o qué se sentía siendo un hombre? ¿Quién me iba a<br />
enseñar? ¿Mi padre? Él no lo había hecho. ¿Es que yo tenía que saberlo por <strong>la</strong> sencil<strong>la</strong> razón de que era un<br />
varón? C<strong>la</strong>ramente, él tenía razón. Yo era un fracaso, un rechazado desde lo más íntimo de mi ser. No iba a<br />
alcanzar <strong>la</strong> virilidad tal como <strong>la</strong> definía mi padre. ¿En qué me iba a convertir entonces? ¿Cómo iba a llegar<br />
hasta allí? Sin embargo, seguía necesitando su aprobación y su atención. Seguía necesitando cumplir sus<br />
expectativas, incluso a costa de mi propia individualidad.<br />
En los últimos años de instituto deseaba con desesperación tener amigos varones. Los demás chicos<br />
tenían algo que yo era consciente de que me faltaba, algún tipo de secreto para ser un hombre que no estaba<br />
a mi alcance. Quería ser un chico más y no tenía ni idea de cómo hacerlo. Pasé por todos los años del<br />
instituto sin tener ninguna experiencia sexual. Yo era un buen chico. Me decía a mí mismo que un deseo<br />
sexual correcto, normal, me llegaría a su debido tiempo. Me sentía completamente avergonzado por mis<br />
deseos homosexuales. Pensaba que era malo, indigno, despreciable. No tuve ninguna cita hasta <strong>la</strong> fiesta de<br />
graduación en mi último año del instituto, y no sentí ningún sentimiento sexual hacia aquel<strong>la</strong> chica. Seguí<br />
desempeñando mi papel como tipo encantador que sonreía, que nunca hab<strong>la</strong>ba, pero que era un gran<br />
escuchador. Yo era el hombro sobre el que llorar. Tenía compañeros de c<strong>la</strong>se, pero no amigos. En el instituto<br />
caía bien, pero nadie me conocía. No tenía ni idea d cómo conectar con los demás y tenía miedo de que me<br />
rechazaran si lo intentaba.<br />
En ese último curso me concedieron una pequeña cantidad de dinero destinada a <strong>la</strong> tutoría en <strong>la</strong><br />
universidad, por ser un “perfecto buen tío”. Me sentí ha<strong>la</strong>gado pero también avergonzado. Cuando<br />
pronunciaron mi nombre me puse en pie y me dirigí hacia el estrado para recibir el premio. Conforme pasaba<br />
de<strong>la</strong>nte de mi padre, me dijo: “No sonrías”. Mientras me acercaba al estrado me sentía confundido. ¿Qué<br />
quería decir mi padre? ¿Por qué me dijo que no sonriera? ¿Es que mi sonrisa resultaba fea? ¿Es que no<br />
podía sentirme feliz por algo que había conseguido? Pensé que él quería arruinarme hasta esto (muchos<br />
años más tarde me di cuenta de que gran parte de mis percepciones eran ma<strong>la</strong>s interpretaciones, que mi<br />
padre en realidad no era tan cruel ni indiferente como yo imaginaba. Llegué a comprender que yo mismo<br />
había contribuido en gran medida a mi propia angustia y sufrimiento).<br />
En <strong>la</strong> universidad ni hice amigos ni tuve vida social. Seguía siendo incapaz de salir de mí mismo. Vivía<br />
en casa y trabajaba a tiempo parcial. Me daba cuenta de que a <strong>la</strong> gente le resultaba agradable, pero no<br />
llegaban a conocerme. Las pocas chicas con <strong>la</strong>s cuales hablé en aquellos cuatro años parecían encantadas<br />
de convertirme en algo parecido a un hermano. Como tenía miedo de no estar a <strong>la</strong> altura sexualmente, no<br />
actuaba con firmeza y virilidad. Continué luchando con mis sentimientos sexuales de culpa y con mis<br />
fantasías acerca de otros hombres.<br />
Entonces, tras encontrar mi primer trabajo a tiempo completo después de <strong>la</strong> universidad, conocí a <strong>la</strong><br />
primera persona que parecía mostrar interés por mí. Él me preguntó por mí, se abrió ante mí y me animó a<br />
hab<strong>la</strong>r. Las conversaciones, los libros, <strong>la</strong> música compartida, el encontrar y conocer a mujeres, <strong>la</strong>s<br />
discusiones de filosofía y de temas profundos, así como los viajes resultaban muy estimu<strong>la</strong>ntes y<br />
absorbentes. Pensé que por fin había encontrado aceptación. Con una mezc<strong>la</strong> de fascinación y de miedo,<br />
surgió en mí <strong>la</strong> atracción sexual. Por primera vez en mi vida sentía hacia otro ser humano algo tan intenso.<br />
Me sentía cuidado y me sentía conocido. Tenía un miedo endiab<strong>la</strong>do. Él era heterosexual. Tal como yo lo<br />
percibía, él era el hombre que yo no podía ser. Y era todo lo que yo quería ser. Al instante me encontré<br />
pensando cómo sería ser como él, sentir sus sentimientos, sus experiencias, su vida. Comparada con <strong>la</strong><br />
suya, mi vida parecía inexistente. Yo quería ser él. Viajamos juntos y seguí fantaseando acerca de él. Me<br />
136