Richard Cohen - Comprender y sanar la homosexualidad

PietroRivadeneira
from PietroRivadeneira More from this publisher
23.05.2018 Views

habitación era cristiana y yo tenía una gran LUCHA INTERIOR por mis sentimientos hacia ella. Llegué a expresarle algunos de ellos y ella fue muy cariñosa y amable. No me rechazó, pero tampoco cedió ante mi presión para tener relaciones sexuales. Pero mis deseos no desaparecieron. Decidí obedecer a Dios porque sabía lo que Él esperaba. Seguí creciendo en la fe y mi relación con Dios se fortaleció, pero todavía no estaba dispuesta a abandonar por completo mi lesbianismo. Mis fantasías con mujeres proseguían. Como no estaba actuando físicamente, mi sentimiento de culpa era menor. Comenzaba a aceptar el perdón de Dios y a percibir su amor. En mi último año de universidad conocí al hombre que hoy es mi marido. No le hablé de mi lucha interior ni de mi pasado. Nos casamos y dejé la homosexualidad, o al menos eso pensaba entonces. Nuestro matrimonio iba bien, pero mis sentimientos homosexuales no desaparecían. De vez en cuando tenía fantasías, pero no intenté cometer adulterio, herir a mi marido o desobedece a Dios. Mi marido era fiel y me trataba muy bien. No había ninguna razón por la que yo necesitara buscar otra relación. Después de dieciséis años, conocí a una compañera de trabajo y me sentí intensamente atraída hacia ella. Pensé que me estaba enamorando. Le declaré lo que sentía y ambas lloramos. Me dijo que no estaba enamorada de mí y que sentía cualquier signo que yo hubiera podido malinterpretar. Fue muy humillante. Me sentí muy herida y deprimida. No podía seguir ocultando mis problemas a mi marido. NECESITABA AYUDA. Gracias a Dios, él no me dejó ni se enfureció. Como no había habido una relación sexual, le fue más fácil perdonarme. Seguí trabajando en la misma oficina con ella y me resultó muy difícil superar lo que había pasado. Fui a ver al responsable de mi iglesia, pues sabía que básicamente tenía un problema espiritual. Él me envió a un especialista. Después de estar seis meses siguiendo los consejos de este asesor, alcancé un punto de estabilidad. El terapeuta me dijo que podíamos acabar con el tratamiento, pero yo necesitaba respuestas sobre mi lesbianismo. ¿Por qué se me había desarrollado? Seguí con la terapia y profundicé en mi infancia. Le conté a mi terapeuta algunas cosas sobre mi madre. Él me preguntó si aquello describía a alguien más y sugirió a la mujer hacia la que me había sentido atraída. Entonces comprendí. De hecho, ella se parecía mucho a mi madre, sólo que era más atractiva y cariñosa. Nunca había percibido la CONEXIÓN ENTRE MI RELACIÓN CON MI MADRE Y MI LESBIANISMO. Pensé que tenía que ver con un padre distante y con no haberme sentido valorada por él. También le conté al terapeuta una experiencia que me sucedió entre mi madre y yo cuando yo tenía unos ocho años. No puse demasiado sentimiento en ello. Sencillamente le hice notar que me pareció “rara”. Al minimizarla, negaba todo el daño que me había causado. Tuve que admitir que mi propia madre había abusado sexualmente de mí. Quería morirme. Nada podía ser peor que aquello. Durante los siguientes cuatro años me trataron otros dos terapeutas y en una ocasión ingresé en una unidad de salud mental. Comencé a comprender que mi madre me había usado y que yo estaba volviendo a actualizar aquel abuso con otras mujeres. Anhelaba tener el control en vez de que alguien me usara, quería complacer y satisfacer. BUSCABA A LA MUJER PERFECTA QUE ME AMARA, COMO MI MADRE ANTES DE QUE COMENZARAN LOS ABUSOS. Mi lucha no era resultado de problemas en mi matrimonio. Mi marido no me había presionado ni había dejado de quererme. Las tentaciones de ser infiel no tenían que ver con ningún maltrato por su parte. La cuestión era un dolor que yo tenía muy dentro de mí, desde mucho antes de conocerle a él. Durante muchos años sentí que dentro de mí había algo que no funcionaba, que estaba equivocado. ¿POR QUÉ NO ME QUISO MI MADRE COMO YO QUERÍA SER AMADA? Comprendí que ese era el problema. ELLA ESTABA HERIDA Y ERA INCAPAZ DE QUERERME COMO YO LO NECESITABA. TOMÓ MUY MALAS DECISIONES Y ME USÓ PARA CUBRIR SUS PROPIAS NECESIDADES. Nada de lo que yo había hecho pudo provocar que me tratara como lo hizo. 121

Compartí mi historia con un grupito de mujeres en las que confiaba. Seguí reuniéndome con el responsable de mi iglesia y recibiendo el apoyo de mi marido. Me incorporé a un grupo de “supervivientes” de abusos infantiles, lo que contribuyó a aumentar mi autoestima. Me resultó de gran ayuda el saber que había otras personas que comprendían mis emociones. El testimonio de una ex lesbiana me liberó mucho, y me dio esperanza. Tristemente, en la zona donde yo vivía no había ningún grupo de apoyo que enfocara el problema de la homosexualidad desde la perspectiva del CAMBIO. YO QUERÍA SATISFACER UNA NECESIDAD LEGÍTIMA DE SER CUIDADA POR OTRAS MUJERES, y eso no era pecaminoso. Dispuesta a aceptar mi fragilidad humana, comprendí que mi propia autoimagen estaba basada en mentiras y malas interpretaciones. Le pedí a Dios que hiciera nacer en mí el deseo de acabar con mis deseos de tener relaciones homosexuales y también le pedí que reemplazara esos deseos con un auténtico anhelo de amarle a Él y de depender de Él para llenar mi corazón. DIOS NO ME CONDENABA POR TENER UNOS SENTIMIENTOS QUE YO NO HABÍA ELEGIDO. Me pedía obediencia par no actuar conforme a ellos mientras buscaba modos saludables de cubrir mis necesidades. ÉL QUERÍA QUE YO CONFIARA EN ÉL. Examiné mi pasado y me puse en su presencia. Durante todo mi proceso de recuperación rezaba, leía la Biblia, acudía a la oración en común, y sin cesar buscaba cumplir la voluntad de Dios. Empecé a aceptarme como una hija de Dios. Pero todavía no podía mostrarme afectuosa con las mujeres. Todavía me sentía mal e inhibida en mis relaciones con ellas. Sencillamente llegué a aceptar que nunca podría acercarme demasiado. Cuando quería ayudar a mis amigas y les daba un abrazo cariñoso, siempre lo hacía con cierta frialdad. También seguía teniendo el deseo de una madre maternal que me cuidara de verdad, pero me resigné ante el hecho de que nunca podría encontrarla. Una relación de ese tipo presentaba demasiados sentimientos contradictorios y problemáticos. En el verano de 1998 empecé a compartir mis sentimientos con una mujer cuyo hijo era homosexual. Me escuchó hablar de mis sentimientos de pérdida y de mis necesidades. Me abrió su corazón y me dijo que si yo quería, ella me ayudaría a sanar. Comprendió mi NECESIDAD DE UN AMOR NO ERÓTICO, de un AFECTO PROFUNDO. Aquello me parecía demasiado bueno para ser cierto. Fue muy doloroso compartir mi historia con ella. Me di cuenta de que debía exponer mis sentimientos sexuales ante ella, incluso si esos pensamientos trataban sobre ella. Por vergonzoso que eso sea, HAY QUE SACAR A LA LUZ ESOS PENSAMIENTOS PARA PODER LIBERARSE DE ELLOS. Dejar que entrara en los lugares sombríos y profundos de mi alma fue algo atroz. Cuando ella me abraza siento como si Dios nos abrazara a las dos. Rezamos juntas y mantenemos una relación abierta, honesta y libre de toda manipulación. Cuando me pregunta siquiera que me abrace, tengo cuatro opciones: huir atemorizada, dejarme llevar por fantasías sexuales, decirle que no quiero que me abrace (lo que probablemente sería una mentira) o aceptar el amor genuino y no sexual que me ofrece. Me cuesta mucho responder de la forma más saludable. LA RELACIÓN CON UNA MENTORA HA SIDO UNA PARTE CRUCIAL DE MI ITINERARIO. Llegó al final de todo el proceso. Me está permitiendo amar a los demás, ser afectuosa con las mujeres, cuidar de ellas abrazándolas sin miedo, sin reservas. Mi fe está madurando y mi corazón está más abierto a Dios. Mi matrimonio ha mejorado. No le pido a mi marido que me dé lo que no está en su mano y me he vuelto más abierta y receptiva con él. Me siento más a gusto con mi identidad. Todavía me queda mucho camino por recorrer, pero EN MÍ HAY ESPERANZA. Dios me recrea a su imagen. COMENTARIO Antes de contactar conmigo, Bonnie había recibido ayuda de otros terapeutas. Asistió a una conferencia que di acerca de la curación de la homosexualidad, en la que hablé del modelo de relación con un mentor para restaurar el amor. Desde entonces, he supervisado su relación con una persona que es su mentora. 122

habitación era cristiana y yo tenía una gran LUCHA INTERIOR por mis sentimientos hacia el<strong>la</strong>. Llegué a<br />

expresarle algunos de ellos y el<strong>la</strong> fue muy cariñosa y amable. No me rechazó, pero tampoco cedió ante mi<br />

presión para tener re<strong>la</strong>ciones sexuales. Pero mis deseos no desaparecieron. Decidí obedecer a Dios porque<br />

sabía lo que Él esperaba.<br />

Seguí creciendo en <strong>la</strong> fe y mi re<strong>la</strong>ción con Dios se fortaleció, pero todavía no estaba dispuesta a<br />

abandonar por completo mi lesbianismo. Mis fantasías con mujeres proseguían. Como no estaba actuando<br />

físicamente, mi sentimiento de culpa era menor. Comenzaba a aceptar el perdón de Dios y a percibir su amor.<br />

En mi último año de universidad conocí al hombre que hoy es mi marido. No le hablé de mi lucha<br />

interior ni de mi pasado. Nos casamos y dejé <strong>la</strong> <strong>homosexualidad</strong>, o al menos eso pensaba entonces.<br />

Nuestro matrimonio iba bien, pero mis sentimientos homosexuales no desaparecían. De vez en<br />

cuando tenía fantasías, pero no intenté cometer adulterio, herir a mi marido o desobedece a Dios. Mi marido<br />

era fiel y me trataba muy bien. No había ninguna razón por <strong>la</strong> que yo necesitara buscar otra re<strong>la</strong>ción.<br />

Después de dieciséis años, conocí a una compañera de trabajo y me sentí intensamente atraída<br />

hacia el<strong>la</strong>. Pensé que me estaba enamorando. Le dec<strong>la</strong>ré lo que sentía y ambas lloramos. Me dijo que no<br />

estaba enamorada de mí y que sentía cualquier signo que yo hubiera podido malinterpretar. Fue muy<br />

humil<strong>la</strong>nte. Me sentí muy herida y deprimida. No podía seguir ocultando mis problemas a mi marido.<br />

NECESITABA AYUDA.<br />

Gracias a Dios, él no me dejó ni se enfureció. Como no había habido una re<strong>la</strong>ción sexual, le fue más<br />

fácil perdonarme. Seguí trabajando en <strong>la</strong> misma oficina con el<strong>la</strong> y me resultó muy difícil superar lo que había<br />

pasado. Fui a ver al responsable de mi iglesia, pues sabía que básicamente tenía un problema espiritual. Él<br />

me envió a un especialista.<br />

Después de estar seis meses siguiendo los consejos de este asesor, alcancé un punto de<br />

estabilidad. El terapeuta me dijo que podíamos acabar con el tratamiento, pero yo necesitaba respuestas<br />

sobre mi lesbianismo. ¿Por qué se me había desarrol<strong>la</strong>do? Seguí con <strong>la</strong> terapia y profundicé en mi infancia.<br />

Le conté a mi terapeuta algunas cosas sobre mi madre. Él me preguntó si aquello describía a alguien más y<br />

sugirió a <strong>la</strong> mujer hacia <strong>la</strong> que me había sentido atraída. Entonces comprendí. De hecho, el<strong>la</strong> se parecía<br />

mucho a mi madre, sólo que era más atractiva y cariñosa. Nunca había percibido <strong>la</strong> CONEXIÓN ENTRE MI<br />

RELACIÓN CON MI MADRE Y MI LESBIANISMO. Pensé que tenía que ver con un padre distante y con no<br />

haberme sentido valorada por él.<br />

También le conté al terapeuta una experiencia que me sucedió entre mi madre y yo cuando yo tenía<br />

unos ocho años. No puse demasiado sentimiento en ello. Sencil<strong>la</strong>mente le hice notar que me pareció “rara”.<br />

Al minimizar<strong>la</strong>, negaba todo el daño que me había causado. Tuve que admitir que mi propia madre había<br />

abusado sexualmente de mí. Quería morirme. Nada podía ser peor que aquello.<br />

Durante los siguientes cuatro años me trataron otros dos terapeutas y en una ocasión ingresé en<br />

una unidad de salud mental. Comencé a comprender que mi madre me había usado y que yo estaba<br />

volviendo a actualizar aquel abuso con otras mujeres. Anhe<strong>la</strong>ba tener el control en vez de que alguien me<br />

usara, quería comp<strong>la</strong>cer y satisfacer. BUSCABA A LA MUJER PERFECTA QUE ME AMARA, COMO MI MADRE<br />

ANTES DE QUE COMENZARAN LOS ABUSOS.<br />

Mi lucha no era resultado de problemas en mi matrimonio. Mi marido no me había presionado ni<br />

había dejado de quererme. Las tentaciones de ser infiel no tenían que ver con ningún maltrato por su parte.<br />

La cuestión era un dolor que yo tenía muy dentro de mí, desde mucho antes de conocerle a él.<br />

Durante muchos años sentí que dentro de mí había algo que no funcionaba, que estaba equivocado.<br />

¿POR QUÉ NO ME QUISO MI MADRE COMO YO QUERÍA SER AMADA? Comprendí que ese era el problema.<br />

ELLA ESTABA HERIDA Y ERA INCAPAZ DE QUERERME COMO YO LO NECESITABA. TOMÓ MUY MALAS<br />

DECISIONES Y ME USÓ PARA CUBRIR SUS PROPIAS NECESIDADES. Nada de lo que yo había hecho pudo<br />

provocar que me tratara como lo hizo.<br />

121

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!