Richard Cohen - Comprender y sanar la homosexualidad
habitación era cristiana y yo tenía una gran LUCHA INTERIOR por mis sentimientos hacia ella. Llegué a expresarle algunos de ellos y ella fue muy cariñosa y amable. No me rechazó, pero tampoco cedió ante mi presión para tener relaciones sexuales. Pero mis deseos no desaparecieron. Decidí obedecer a Dios porque sabía lo que Él esperaba. Seguí creciendo en la fe y mi relación con Dios se fortaleció, pero todavía no estaba dispuesta a abandonar por completo mi lesbianismo. Mis fantasías con mujeres proseguían. Como no estaba actuando físicamente, mi sentimiento de culpa era menor. Comenzaba a aceptar el perdón de Dios y a percibir su amor. En mi último año de universidad conocí al hombre que hoy es mi marido. No le hablé de mi lucha interior ni de mi pasado. Nos casamos y dejé la homosexualidad, o al menos eso pensaba entonces. Nuestro matrimonio iba bien, pero mis sentimientos homosexuales no desaparecían. De vez en cuando tenía fantasías, pero no intenté cometer adulterio, herir a mi marido o desobedece a Dios. Mi marido era fiel y me trataba muy bien. No había ninguna razón por la que yo necesitara buscar otra relación. Después de dieciséis años, conocí a una compañera de trabajo y me sentí intensamente atraída hacia ella. Pensé que me estaba enamorando. Le declaré lo que sentía y ambas lloramos. Me dijo que no estaba enamorada de mí y que sentía cualquier signo que yo hubiera podido malinterpretar. Fue muy humillante. Me sentí muy herida y deprimida. No podía seguir ocultando mis problemas a mi marido. NECESITABA AYUDA. Gracias a Dios, él no me dejó ni se enfureció. Como no había habido una relación sexual, le fue más fácil perdonarme. Seguí trabajando en la misma oficina con ella y me resultó muy difícil superar lo que había pasado. Fui a ver al responsable de mi iglesia, pues sabía que básicamente tenía un problema espiritual. Él me envió a un especialista. Después de estar seis meses siguiendo los consejos de este asesor, alcancé un punto de estabilidad. El terapeuta me dijo que podíamos acabar con el tratamiento, pero yo necesitaba respuestas sobre mi lesbianismo. ¿Por qué se me había desarrollado? Seguí con la terapia y profundicé en mi infancia. Le conté a mi terapeuta algunas cosas sobre mi madre. Él me preguntó si aquello describía a alguien más y sugirió a la mujer hacia la que me había sentido atraída. Entonces comprendí. De hecho, ella se parecía mucho a mi madre, sólo que era más atractiva y cariñosa. Nunca había percibido la CONEXIÓN ENTRE MI RELACIÓN CON MI MADRE Y MI LESBIANISMO. Pensé que tenía que ver con un padre distante y con no haberme sentido valorada por él. También le conté al terapeuta una experiencia que me sucedió entre mi madre y yo cuando yo tenía unos ocho años. No puse demasiado sentimiento en ello. Sencillamente le hice notar que me pareció “rara”. Al minimizarla, negaba todo el daño que me había causado. Tuve que admitir que mi propia madre había abusado sexualmente de mí. Quería morirme. Nada podía ser peor que aquello. Durante los siguientes cuatro años me trataron otros dos terapeutas y en una ocasión ingresé en una unidad de salud mental. Comencé a comprender que mi madre me había usado y que yo estaba volviendo a actualizar aquel abuso con otras mujeres. Anhelaba tener el control en vez de que alguien me usara, quería complacer y satisfacer. BUSCABA A LA MUJER PERFECTA QUE ME AMARA, COMO MI MADRE ANTES DE QUE COMENZARAN LOS ABUSOS. Mi lucha no era resultado de problemas en mi matrimonio. Mi marido no me había presionado ni había dejado de quererme. Las tentaciones de ser infiel no tenían que ver con ningún maltrato por su parte. La cuestión era un dolor que yo tenía muy dentro de mí, desde mucho antes de conocerle a él. Durante muchos años sentí que dentro de mí había algo que no funcionaba, que estaba equivocado. ¿POR QUÉ NO ME QUISO MI MADRE COMO YO QUERÍA SER AMADA? Comprendí que ese era el problema. ELLA ESTABA HERIDA Y ERA INCAPAZ DE QUERERME COMO YO LO NECESITABA. TOMÓ MUY MALAS DECISIONES Y ME USÓ PARA CUBRIR SUS PROPIAS NECESIDADES. Nada de lo que yo había hecho pudo provocar que me tratara como lo hizo. 121
Compartí mi historia con un grupito de mujeres en las que confiaba. Seguí reuniéndome con el responsable de mi iglesia y recibiendo el apoyo de mi marido. Me incorporé a un grupo de “supervivientes” de abusos infantiles, lo que contribuyó a aumentar mi autoestima. Me resultó de gran ayuda el saber que había otras personas que comprendían mis emociones. El testimonio de una ex lesbiana me liberó mucho, y me dio esperanza. Tristemente, en la zona donde yo vivía no había ningún grupo de apoyo que enfocara el problema de la homosexualidad desde la perspectiva del CAMBIO. YO QUERÍA SATISFACER UNA NECESIDAD LEGÍTIMA DE SER CUIDADA POR OTRAS MUJERES, y eso no era pecaminoso. Dispuesta a aceptar mi fragilidad humana, comprendí que mi propia autoimagen estaba basada en mentiras y malas interpretaciones. Le pedí a Dios que hiciera nacer en mí el deseo de acabar con mis deseos de tener relaciones homosexuales y también le pedí que reemplazara esos deseos con un auténtico anhelo de amarle a Él y de depender de Él para llenar mi corazón. DIOS NO ME CONDENABA POR TENER UNOS SENTIMIENTOS QUE YO NO HABÍA ELEGIDO. Me pedía obediencia par no actuar conforme a ellos mientras buscaba modos saludables de cubrir mis necesidades. ÉL QUERÍA QUE YO CONFIARA EN ÉL. Examiné mi pasado y me puse en su presencia. Durante todo mi proceso de recuperación rezaba, leía la Biblia, acudía a la oración en común, y sin cesar buscaba cumplir la voluntad de Dios. Empecé a aceptarme como una hija de Dios. Pero todavía no podía mostrarme afectuosa con las mujeres. Todavía me sentía mal e inhibida en mis relaciones con ellas. Sencillamente llegué a aceptar que nunca podría acercarme demasiado. Cuando quería ayudar a mis amigas y les daba un abrazo cariñoso, siempre lo hacía con cierta frialdad. También seguía teniendo el deseo de una madre maternal que me cuidara de verdad, pero me resigné ante el hecho de que nunca podría encontrarla. Una relación de ese tipo presentaba demasiados sentimientos contradictorios y problemáticos. En el verano de 1998 empecé a compartir mis sentimientos con una mujer cuyo hijo era homosexual. Me escuchó hablar de mis sentimientos de pérdida y de mis necesidades. Me abrió su corazón y me dijo que si yo quería, ella me ayudaría a sanar. Comprendió mi NECESIDAD DE UN AMOR NO ERÓTICO, de un AFECTO PROFUNDO. Aquello me parecía demasiado bueno para ser cierto. Fue muy doloroso compartir mi historia con ella. Me di cuenta de que debía exponer mis sentimientos sexuales ante ella, incluso si esos pensamientos trataban sobre ella. Por vergonzoso que eso sea, HAY QUE SACAR A LA LUZ ESOS PENSAMIENTOS PARA PODER LIBERARSE DE ELLOS. Dejar que entrara en los lugares sombríos y profundos de mi alma fue algo atroz. Cuando ella me abraza siento como si Dios nos abrazara a las dos. Rezamos juntas y mantenemos una relación abierta, honesta y libre de toda manipulación. Cuando me pregunta siquiera que me abrace, tengo cuatro opciones: huir atemorizada, dejarme llevar por fantasías sexuales, decirle que no quiero que me abrace (lo que probablemente sería una mentira) o aceptar el amor genuino y no sexual que me ofrece. Me cuesta mucho responder de la forma más saludable. LA RELACIÓN CON UNA MENTORA HA SIDO UNA PARTE CRUCIAL DE MI ITINERARIO. Llegó al final de todo el proceso. Me está permitiendo amar a los demás, ser afectuosa con las mujeres, cuidar de ellas abrazándolas sin miedo, sin reservas. Mi fe está madurando y mi corazón está más abierto a Dios. Mi matrimonio ha mejorado. No le pido a mi marido que me dé lo que no está en su mano y me he vuelto más abierta y receptiva con él. Me siento más a gusto con mi identidad. Todavía me queda mucho camino por recorrer, pero EN MÍ HAY ESPERANZA. Dios me recrea a su imagen. COMENTARIO Antes de contactar conmigo, Bonnie había recibido ayuda de otros terapeutas. Asistió a una conferencia que di acerca de la curación de la homosexualidad, en la que hablé del modelo de relación con un mentor para restaurar el amor. Desde entonces, he supervisado su relación con una persona que es su mentora. 122
- Page 72 and 73: Construir la historia familiar, vie
- Page 74 and 75: 5. CUATRO ÁREAS DE CURACIÓN Divid
- Page 76 and 77: -Desarrollar la autoestima. -Experi
- Page 78 and 79: Ejemplos: los neumáticos tienen ai
- Page 80 and 81: éxito que intentar conseguir todo
- Page 82 and 83: 7. IMAGÍNATELO. Visualízalo, repr
- Page 84 and 85: CONTINUAR AUMENTANDO LA AUTOESTIMA
- Page 86 and 87: de tus frustraciones. Necesito que
- Page 88 and 89: 2. Descubre en qué parte del cuerp
- Page 90 and 91: VIVOS NUNCA MUEREN. EL TIEMPO NO CU
- Page 92 and 93: oscuro es el falso yo, la armadura
- Page 94 and 95: La MEDITACIÓN es otro medio para a
- Page 96 and 97: avanzar. He podido comprobar que es
- Page 98 and 99: EJERCICIOS RESPIRATORIOS Mediante l
- Page 100 and 101: curación de la memoria, la curaci
- Page 102 and 103: SANACIÓN DE LA MEMORIA La curació
- Page 104 and 105: DE SUS HERIDAS (rabia y dolor hacia
- Page 106 and 107: En la última etapa de la recuperac
- Page 108 and 109: MARK Crecí en lo que se podría ll
- Page 110 and 111: dos años desde aquel fin de semana
- Page 112 and 113: SENTIMIENTO DE LA IRA, o bien sus f
- Page 114 and 115: magnífico porque nunca antes habí
- Page 116 and 117: curativos. LOS HOMBRES Y LAS MUJERE
- Page 118 and 119: Una ocasión en la que nuestra cult
- Page 120 and 121: mentes de nuestros mayores se escon
- Page 124 and 125: CAPÍTULO 12 EL MENTOR: LA RESTAURA
- Page 126 and 127: Con independencia del mentor, EL AD
- Page 128 and 129: Desarrollar modelos sanos de relaci
- Page 130 and 131: corazón”. Para crear una atmósf
- Page 132 and 133: Todo el mundo posee la CAPACIDAD DE
- Page 134 and 135: Lo que yo he experimentado en mis r
- Page 136 and 137: la clase, de pie con todos los dem
- Page 138 and 139: preguntaba qué había hecho para c
- Page 140 and 141: LA HOMOSEXUALIDAD NO ES UNA CUESTI
- Page 142 and 143: estar. Separad el ser del actuar. N
- Page 144 and 145: - Finalmente, un componente de la c
- Page 146 and 147: CURARSE. LO QUE SE APRENDIÓ PUEDE
- Page 148 and 149: Terapia de vinculación y abrazos:
- Page 150 and 151: E-mail: transcong@aol.com Web: www.
- Page 152 and 153: Cada clase dura hora y media, en la
habitación era cristiana y yo tenía una gran LUCHA INTERIOR por mis sentimientos hacia el<strong>la</strong>. Llegué a<br />
expresarle algunos de ellos y el<strong>la</strong> fue muy cariñosa y amable. No me rechazó, pero tampoco cedió ante mi<br />
presión para tener re<strong>la</strong>ciones sexuales. Pero mis deseos no desaparecieron. Decidí obedecer a Dios porque<br />
sabía lo que Él esperaba.<br />
Seguí creciendo en <strong>la</strong> fe y mi re<strong>la</strong>ción con Dios se fortaleció, pero todavía no estaba dispuesta a<br />
abandonar por completo mi lesbianismo. Mis fantasías con mujeres proseguían. Como no estaba actuando<br />
físicamente, mi sentimiento de culpa era menor. Comenzaba a aceptar el perdón de Dios y a percibir su amor.<br />
En mi último año de universidad conocí al hombre que hoy es mi marido. No le hablé de mi lucha<br />
interior ni de mi pasado. Nos casamos y dejé <strong>la</strong> <strong>homosexualidad</strong>, o al menos eso pensaba entonces.<br />
Nuestro matrimonio iba bien, pero mis sentimientos homosexuales no desaparecían. De vez en<br />
cuando tenía fantasías, pero no intenté cometer adulterio, herir a mi marido o desobedece a Dios. Mi marido<br />
era fiel y me trataba muy bien. No había ninguna razón por <strong>la</strong> que yo necesitara buscar otra re<strong>la</strong>ción.<br />
Después de dieciséis años, conocí a una compañera de trabajo y me sentí intensamente atraída<br />
hacia el<strong>la</strong>. Pensé que me estaba enamorando. Le dec<strong>la</strong>ré lo que sentía y ambas lloramos. Me dijo que no<br />
estaba enamorada de mí y que sentía cualquier signo que yo hubiera podido malinterpretar. Fue muy<br />
humil<strong>la</strong>nte. Me sentí muy herida y deprimida. No podía seguir ocultando mis problemas a mi marido.<br />
NECESITABA AYUDA.<br />
Gracias a Dios, él no me dejó ni se enfureció. Como no había habido una re<strong>la</strong>ción sexual, le fue más<br />
fácil perdonarme. Seguí trabajando en <strong>la</strong> misma oficina con el<strong>la</strong> y me resultó muy difícil superar lo que había<br />
pasado. Fui a ver al responsable de mi iglesia, pues sabía que básicamente tenía un problema espiritual. Él<br />
me envió a un especialista.<br />
Después de estar seis meses siguiendo los consejos de este asesor, alcancé un punto de<br />
estabilidad. El terapeuta me dijo que podíamos acabar con el tratamiento, pero yo necesitaba respuestas<br />
sobre mi lesbianismo. ¿Por qué se me había desarrol<strong>la</strong>do? Seguí con <strong>la</strong> terapia y profundicé en mi infancia.<br />
Le conté a mi terapeuta algunas cosas sobre mi madre. Él me preguntó si aquello describía a alguien más y<br />
sugirió a <strong>la</strong> mujer hacia <strong>la</strong> que me había sentido atraída. Entonces comprendí. De hecho, el<strong>la</strong> se parecía<br />
mucho a mi madre, sólo que era más atractiva y cariñosa. Nunca había percibido <strong>la</strong> CONEXIÓN ENTRE MI<br />
RELACIÓN CON MI MADRE Y MI LESBIANISMO. Pensé que tenía que ver con un padre distante y con no<br />
haberme sentido valorada por él.<br />
También le conté al terapeuta una experiencia que me sucedió entre mi madre y yo cuando yo tenía<br />
unos ocho años. No puse demasiado sentimiento en ello. Sencil<strong>la</strong>mente le hice notar que me pareció “rara”.<br />
Al minimizar<strong>la</strong>, negaba todo el daño que me había causado. Tuve que admitir que mi propia madre había<br />
abusado sexualmente de mí. Quería morirme. Nada podía ser peor que aquello.<br />
Durante los siguientes cuatro años me trataron otros dos terapeutas y en una ocasión ingresé en<br />
una unidad de salud mental. Comencé a comprender que mi madre me había usado y que yo estaba<br />
volviendo a actualizar aquel abuso con otras mujeres. Anhe<strong>la</strong>ba tener el control en vez de que alguien me<br />
usara, quería comp<strong>la</strong>cer y satisfacer. BUSCABA A LA MUJER PERFECTA QUE ME AMARA, COMO MI MADRE<br />
ANTES DE QUE COMENZARAN LOS ABUSOS.<br />
Mi lucha no era resultado de problemas en mi matrimonio. Mi marido no me había presionado ni<br />
había dejado de quererme. Las tentaciones de ser infiel no tenían que ver con ningún maltrato por su parte.<br />
La cuestión era un dolor que yo tenía muy dentro de mí, desde mucho antes de conocerle a él.<br />
Durante muchos años sentí que dentro de mí había algo que no funcionaba, que estaba equivocado.<br />
¿POR QUÉ NO ME QUISO MI MADRE COMO YO QUERÍA SER AMADA? Comprendí que ese era el problema.<br />
ELLA ESTABA HERIDA Y ERA INCAPAZ DE QUERERME COMO YO LO NECESITABA. TOMÓ MUY MALAS<br />
DECISIONES Y ME USÓ PARA CUBRIR SUS PROPIAS NECESIDADES. Nada de lo que yo había hecho pudo<br />
provocar que me tratara como lo hizo.<br />
121