Richard Cohen - Comprender y sanar la homosexualidad
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mentes de nuestros mayores se esconde <strong>la</strong> sabiduría y los tesoros de toda una vida. Cuando les pedimos que<br />
nos asistan en nuestro itinerario, conectamos nuestro presente con nuestro pasado y nuestro futuro.<br />
“La piel es el mayor órgano del cuerpo humano. Supone el 18 % de nuestro peso corporal y abarca<br />
casi 2 m 2 . (…) Después de recibir un masaje, un grupo de personas realizó un examen de matemáticas mucho<br />
más rápidamente y con menos errores. (…) “América padece una epidemia de hambre dérmica”, sostiene <strong>la</strong><br />
doctora Tiffany Field, directora del Instituto de Investigación del Tacto de Miami (TRI). El TRI llevó a cabo un<br />
trabajo con voluntarios mayores de sesenta años a los que durante tres semanas se les dieron sesiones de<br />
masaje y después se les enseñó dar masajes a niños muy pequeños, en preesco<strong>la</strong>r. Dar masajes resultó aún<br />
más beneficioso que recibirlos. Los mayores tenían menos depresiones, menos tensión hormonal y se<br />
sentían menos solos 141 ”.<br />
CAPÍTULO 11<br />
BONNIE<br />
Para mí <strong>la</strong> esperanza ha sido vital. A pesar de los traumas y de <strong>la</strong>s heridas de mi vida, siempre<br />
tuve esperanza y por eso quiero compartir mi historia, para “dar cuenta de <strong>la</strong> esperanza que hay en mí” ( 1 Pe<br />
3, 15).<br />
La pa<strong>la</strong>bra lesbiana era sencil<strong>la</strong>mente una pa<strong>la</strong>bra de ocho letras. Lesbiana. No adopté el adjetivo<br />
hasta que tenía quince años, pero no recuerdo qué edad tenía cuando me di cuenta por primera vez de que no<br />
me sentía a gusto siendo una chica. Tenía un hermano cinco años mayor que yo y otro que sólo me sacaba<br />
catorce meses, así que mi concepción fue, más que probablemente, un fallo. Me “añadí” a mis hermanos y<br />
me fui volviendo un “chicazo”.<br />
Mi madre iba a una universidad de fama mundial y tenía una gran carrera en una profesión de<br />
prestigio. No se incorporó al mercado de trabajo hasta que comencé el colegio. Me sentía muy próxima a el<strong>la</strong>,<br />
muy vincu<strong>la</strong>da a el<strong>la</strong>. Mi padre daba <strong>la</strong> impresión de ser una persona muy valiosa, pero nunca pareció ser tan<br />
inteligente como mi madre. Él tuvo una educación alemana y raramente daba muestras de afecto o de cariño.<br />
Manejaba una disciplina estricta: primero imponía los castigos y después preguntaba. En casa siempre<br />
estaba ocupado haciendo pequeñas chapuzas y otros hobbies. Daba <strong>la</strong> impresión de que se preocupaba por<br />
mi madre, y mientras el<strong>la</strong> estuviera contenta, él también lo estaba.<br />
Cuando tenía tres años mi mundo cambió. Sufrí traumas que había de reprimir durante treinta<br />
años. Mi abuelo materno murió tres días después de mi tercer cumpleaños. Apenas lo recuerdo ni le recuerdo<br />
a él. En su terrible dolor, MI MADRE SE ALEJÓ DE MÍ. Me volví solitaria. Se podría decir que no guardo<br />
ningún recuerdo de aquél<strong>la</strong> época.<br />
Afortunadamente durante mi infancia y mi adolescencia recibí el influjo de <strong>la</strong> religión. Toda <strong>la</strong><br />
familia acudía con regu<strong>la</strong>ridad a <strong>la</strong> iglesia y participaba en muchas actividades como el coro, <strong>la</strong>s vacaciones<br />
de estudio de <strong>la</strong> Biblia y grupos juveniles. Si echo <strong>la</strong> vista atrás me doy cuenta de que yo participaba en todas<br />
aquel<strong>la</strong>s actividades para comp<strong>la</strong>cer a mis padres y para ap<strong>la</strong>car a un Dios a quien yo veía como un gran juez.<br />
Sin embargo, ahora me doy cuenta de que esta formación religiosa me permitió conocer a Dios en un modo<br />
que él podía usar como trampolín mientras me iba conduciendo hacia una re<strong>la</strong>ción personal con Él.<br />
Conforme se acercaba <strong>la</strong> pubertad, de algún modo me sentía atraída hacia los varones, mientras<br />
que al mismo tiempo sentía un interés desordenado hacia mis amigas. Había una hacia <strong>la</strong> que me sentía<br />
especialmente atraída, lo que me preocupó. Aquello me parecía anormal, así que nunca le conté lo que sentía.<br />
141<br />
G. HOWE COLT Y A. HOLLISTER, “The magic of touch”, Life (agosto 1997), pp. 53-62.<br />
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