Richard Cohen - Comprender y sanar la homosexualidad
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
MARK<br />
Crecí en lo que se podría l<strong>la</strong>mar una “familia ideal”: mi padre, mi madre, un hermano mayor y yo. Todo<br />
parecía perfecto. De hecho, por el trabajo de mi padre, éramos <strong>la</strong> envidia del pueblo. De niños viajamos a<br />
muchas partes del mundo.<br />
No sabía lo que me estaba pasando. Era demasiado joven para recordar haber sido diferente o<br />
haberme sentido distinto. Hasta donde podía acordarme, siempre había sentido algo extraño hacia los<br />
hombres, un sentimiento que me inquietaba, que me confundía. Recuerdo vagamente <strong>la</strong> primera vez que me<br />
sentí así. Estaba en un vestuario y <strong>la</strong> imagen de un hombre desnudo frente a mí se me c<strong>la</strong>vó en el<br />
pensamiento. Desde entonces ese sentimiento ya no desapareció. Era una mezc<strong>la</strong> de temor, excitación, dolor,<br />
necesidad y confusión. Lo sentía con mi hermano, con mi padre y con cualquier otro hombre con el que<br />
estuviera. En sueños y cuando estaba solo, siempre anhe<strong>la</strong>ba, al tiempo que temía, <strong>la</strong> intimidad con otros<br />
hombres.<br />
A temprana edad comencé a darme p<strong>la</strong>cer a mí mismo, y aquello me hacía sentirme bien. Quizá era lo<br />
único que me hacía sentirme bien en <strong>la</strong> vida. Más ade<strong>la</strong>nte, le enseñé a mi hermano y después lo hacíamos<br />
juntos. Por un instante me sentía bien, pero después me encontraba mucho peor. Era un modo de adormecer<br />
el dolor. Más tarde, en <strong>la</strong> adolescencia, se convirtió en una especie de adicción. Sin darme cuenta, con los<br />
años, se apoderó de mí completamente, contro<strong>la</strong>ndo todos mis sentimientos y el sentido de mí mismo. Basé<br />
mi autoestima en que mi hermano se interesara o no por mí y, más tarde, en que otros hombres me quisieran<br />
o no.<br />
Me convertí en un muchacho invisible. Nadie sabía lo que tenía en <strong>la</strong> cabeza y mis padres nunca se<br />
enteraron de lo que me estaba pasando ni comprendieron mi conflicto. Cuando cumplí trece años, sólo<br />
pensaba en que otro hombre tuviera re<strong>la</strong>ciones sexuales conmigo, por vía anal. No estaba preocupado por<br />
nada más. Ninguna otra cosa me resultaba interesante. No podía estudiar. No podía tener amigos. Por suerte,<br />
<strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones homosexuales estaban prohibidas, y el temor de ir a <strong>la</strong> cárcel o a que mi padre perdiera el<br />
trabajo me impedían pasar a <strong>la</strong> acción. Así que era prudente y sólo tenía re<strong>la</strong>ciones sexuales con mi hermano.<br />
Ahora, cuando miro atrás, no me explico cómo conseguí sobrevivir, cómo pude vivir con tanta confusión y<br />
tanto dolor. Sin embargo, cuando todo aquello estaba sucediendo, me consideraba afortunado.<br />
Mi padre es un buen hombre que proviene de una familia rota. Su padre se marchó y les dejó a él y a<br />
su hermana con su madre. Mi padre se centró fundamentalmente en mantener <strong>la</strong> familia, pero no tanto en<br />
atender nuestras necesidades afectivas. Para cuando me di cuenta de lo que necesitaba, ya no había ninguna<br />
re<strong>la</strong>ción entre nosotros. Esa necesidad, el anhelo por una presencia masculina fuerte que me guiara y me<br />
quisiera, se convirtió con el paso del tiempo en deseo sexual.<br />
Cuando cumplí los veinte, decidí pasar a <strong>la</strong> acción. Tuve un par de re<strong>la</strong>ciones homosexuales. Fue<br />
como un viaje a <strong>la</strong> montaña rusa. Se desataron todas <strong>la</strong>s emociones acumu<strong>la</strong>das durante años y todas mis<br />
fantasías tomaron forma. Todo aquello fue un caos, como cuando abres una <strong>la</strong>ta caliente de refresco y se<br />
esparce por todos los <strong>la</strong>dos. Yo era un caos. Me di cuenta de que aquello no era lo que yo quería, de que el<br />
mundo que había imaginado no era real y de que el amor que buscaba no estaba allí.<br />
También intenté seguir el camino “correcto”. Salí con una chica pensando que así me convertiría en<br />
heterosexual, pero tampoco funcionó.<br />
Me costó darme cuenta de que era muy infeliz, de que mi vida era un desastre y de que quería que <strong>la</strong>s<br />
cosas cambiaran. Recuerdo que tomé un tiempo para pensar. Intenté dar sentido a lo que entonces era y a lo<br />
que a partir de ese momento quería hacer. Pero los sentimientos homosexuales seguían ahí, el dolor y <strong>la</strong><br />
confusión estaban ahí, y sobre todo, lo que había experimentado en mi piel estaba también allí. No tenía a<br />
nadie a quien contarle mi combate, a nadie con quien compartir mi dolor. Llegué a pedir ayuda a Dios, algo<br />
totalmente desacostumbrado en mí.<br />
Buscando ayuda a mi alrededor, hablé con varias personas, desde terapeutas hasta consejeros, pero<br />
no obtuve ninguna respuesta c<strong>la</strong>ra. Me daba cuenta de que ellos intentaban ayudarme. Algunos comprendían<br />
107