After - Anna Todd
la pared de nuevo. Al cabo de unos minutos de silencio, por fin dice algo: —¿Puedo hacerte una pregunta? La mirada en su rostro me indica que debería responderle que no, pero la habitación todavía no está del todo estable, así que pienso que hablar a lo mejor ayuda. —Claro —digo. —¿Qué quieres hacer después de la universidad? Lo miro, esta vez con nuevos ojos. Eso es, literalmente, lo último que esperaba que me preguntara. Pensaba que iba a preguntarme por qué era virgen, o por qué no bebo. —Pues quiero ser escritora o editora, lo que surja primero. Seguramente no deba ser sincera con él; sólo se burlará de mí. Pero al ver que no me suelta ninguna impertinencia, me animo y le planteo la misma pregunta. Hardin pone los ojos en blanco pero no responde. Al final, digo: —¿Esos libros son tuyos? —Aunque seguramente tampoco me responda. —Sí —farfulla. —¿Cuál es tu favorito? —No tengo favoritos. Suspiro y tiro de un hilito de mis vaqueros. —¿Sabe el señor Perfecto que estás en una fiesta otra vez? —¿El señor Perfecto? —lo miro de nuevo. No lo entiendo. —Tu novio. Menudo pringado. —No hables así de él. Él es… es… majo —tartamudeo. Hardin se ríe, y yo me levanto. No conoce a Noah en absoluto—. Ya quisieras tú ser tan majo como él —le espeto con aspereza. —¿Majo? ¿Es ésa la primera palabra que te viene a la cabeza al hablar de tu novio? Majo es el eufemismo que utilizas para no llamarlo aburrido. —No lo conoces. —Ya, pero sé que es aburrido. Salta a la vista, con esa chaqueta de punto y esos mocasines… Hardin inclina la cabeza hacia atrás muerto de la risa, y no puedo evitar fijarme en sus hoyuelos. —No lleva mocasines —replico, pero tengo que taparme la boca para no reírme con él a costa de mi novio. Cojo el agua y bebo otro sorbo. —Bueno, pero ha estado saliendo dos años contigo y no te ha follado todavía, así que es un carca. Escupo el agua en el vaso de nuevo. —¿Qué narices acabas de decir? Justo cuando pensaba que empezábamos a llevarnos bien, tenía que decir algo así. www.lectulandia.com - Página 54
—Ya me has oído, Theresa. —Su sonrisa es cruel. —Eres un capullo, Hardin —le espeto, y le tiro el vaso medio vacío a la cara. Su reacción es justo la que esperaba: de absoluta sorpresa. Mientras se seca el rostro, me levanto como puedo agarrándome a la estantería con los libros para estabilizarme. Un par de ellos se caen al suelo, pero no los recojo y salgo corriendo de la habitación. Me tambaleo por la escalera y me abro paso a través de la multitud en dirección a la cocina. La rabia que siento es mayor que las náuseas, y lo único que quiero es borrar la sonrisa de superioridad de Hardin de mi cabeza. Veo el pelo negro de Zed entre la gente en la habitación contigua y me acerco hasta donde está sentado con un chico mono bastante pijo. —Hola, Tessa, éste es mi amigo Logan —nos presenta. Logan me sonríe y me ofrece la botella que tiene en la mano. —¿Quieres un poco? —me pregunta, y me la pasa. La abrasadora sensación del líquido descendiendo por mi garganta me resulta agradable; activa mi cuerpo de nuevo y consigo olvidarme de Hardin por un instante. —¿Has visto a Steph? —pregunto, pero Zed niega con la cabeza. —Creo que se ha ido con Tristan. «¿Que se ha ido? ¿Sin avisar?» Debería importarme más, pero el vodka me nubla el juicio y me sorprendo pensando que Tristan y ella hacen una bonita pareja. Un par de tragos después, me siento de maravilla. Ésta debe de ser la razón por la que la gente bebe sin parar. Recuerdo vagamente haber jurado no volver a beber alcohol en mi vida pero, después de todo, no está tan mal. Quince minutos más tarde, me estoy riendo tan a gusto con Zed y Logan que me duele la barriga. Son una compañía mucho más grata que Hardin. —Hardin es un auténtico capullo —les digo, y ambos sonríen ampliamente. —Sí, a veces puede serlo —responde Zed, y me pasa el brazo por la cintura. Me gustaría apartárselo, pero no quiero violentarlo, porque no pretende nada con ello. Pronto, la gente empieza a disiparse, y yo me siento algo cansada. Entonces me doy cuenta de que no tengo manera de volver a la residencia. —¿Hay autobuses toda la noche? —balbuceo. Zed se encoge de hombros, y justo entonces la melena rizada de Hardin aparece delante de mí. —¿Zed y tú…? —dice en un tono que soy incapaz de descifrar. Me levanto y lo empujo para pasar, pero él me agarra del brazo. No tiene límites. —Suéltame, Hardin. —Busco otro vaso que tirarle a la cara y digo—: Sólo le estaba preguntando por el autobús. —Relájate… Son las tres de la mañana. No hay autobuses. Tu recién estrenado estilo de vida ha hecho que te quedes aquí tirada otra vez. —El brillo en sus ojos al www.lectulandia.com - Página 55
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—Ya me has oído, Theresa. —Su sonrisa es cruel.<br />
—Eres un capullo, Hardin —le espeto, y le tiro el vaso medio vacío a la cara.<br />
Su reacción es justo la que esperaba: de absoluta sorpresa. Mientras se seca el<br />
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estabilizarme. Un par de ellos se caen al suelo, pero no los recojo y salgo corriendo<br />
de la habitación. Me tambaleo por la escalera y me abro paso a través de la multitud<br />
en dirección a la cocina. La rabia que siento es mayor que las náuseas, y lo único que<br />
quiero es borrar la sonrisa de superioridad de Hardin de mi cabeza. Veo el pelo negro<br />
de Zed entre la gente en la habitación contigua y me acerco hasta donde está sentado<br />
con un chico mono bastante pijo.<br />
—Hola, Tessa, éste es mi amigo Logan —nos presenta.<br />
Logan me sonríe y me ofrece la botella que tiene en la mano.<br />
—¿Quieres un poco? —me pregunta, y me la pasa.<br />
La abrasadora sensación del líquido descendiendo por mi garganta me resulta<br />
agradable; activa mi cuerpo de nuevo y consigo olvidarme de Hardin por un instante.<br />
—¿Has visto a Steph? —pregunto, pero Zed niega con la cabeza.<br />
—Creo que se ha ido con Tristan.<br />
«¿Que se ha ido? ¿Sin avisar?» Debería importarme más, pero el vodka me nubla<br />
el juicio y me sorprendo pensando que Tristan y ella hacen una bonita pareja. Un par<br />
de tragos después, me siento de maravilla.<br />
Ésta debe de ser la razón por la que la gente bebe sin parar. Recuerdo vagamente<br />
haber jurado no volver a beber alcohol en mi vida pero, después de todo, no está tan<br />
mal.<br />
Quince minutos más tarde, me estoy riendo tan a gusto con Zed y Logan que me<br />
duele la barriga. Son una compañía mucho más grata que Hardin.<br />
—Hardin es un auténtico capullo —les digo, y ambos sonríen ampliamente.<br />
—Sí, a veces puede serlo —responde Zed, y me pasa el brazo por la cintura.<br />
Me gustaría apartárselo, pero no quiero violentarlo, porque no pretende nada con<br />
ello. Pronto, la gente empieza a disiparse, y yo me siento algo cansada. Entonces me<br />
doy cuenta de que no tengo manera de volver a la residencia.<br />
—¿Hay autobuses toda la noche? —balbuceo.<br />
Zed se encoge de hombros, y justo entonces la melena rizada de Hardin aparece<br />
delante de mí.<br />
—¿Zed y tú…? —dice en un tono que soy incapaz de descifrar.<br />
Me levanto y lo empujo para pasar, pero él me agarra del brazo. No tiene límites.<br />
—Suéltame, Hardin. —Busco otro vaso que tirarle a la cara y digo—: Sólo le<br />
estaba preguntando por el autobús.<br />
—Relájate… Son las tres de la mañana. No hay autobuses. Tu recién estrenado<br />
estilo de vida ha hecho que te quedes aquí tirada otra vez. —El brillo en sus ojos al<br />
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