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After - Anna Todd

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Lo sabes, ¿verdad? Pues claro que lo sabes. Ése ha sido siempre tu plan, ¿recuerdas?<br />

Prometiste que ibas a destrozarme. Pues enhorabuena, Hardin, lo has hecho. ¿Cuál<br />

quieres que sea tu premio? ¿Dinero, o prefieres que te busque otra virgen?<br />

Se revuelve, como si intentara bloquear mi campo de visión para que no vea a los<br />

demás, que siguen sentados en su sitio.<br />

—Tessa, por favor. Tú sabes que te quiero. Lo sabes. Vayámonos a casa, por<br />

favor. Vayamos y te lo contaré todo.<br />

—¿A casa? Ésa no es mi casa. No lo ha sido nunca, lo sabes tan bien como yo.<br />

Vuelvo a intentar llegar a la puerta. La tengo muy cerca.<br />

—¿Qué puedo hacer? Haré lo que sea —me suplica.<br />

Sigue mirándome fijamente a los ojos y se agacha. Durante un segundo no<br />

entiendo lo que hace. Luego veo que se está arrodillando ante mí.<br />

—¿Tú? Nada. Ya no hay nada que puedas hacer por mí, Hardin.<br />

Si supiera qué decir para hacerle tanto daño como él me ha hecho a mí, lo diría. Y<br />

se lo repetiría mil veces para que supiera lo que se siente cuando te toman el pelo de<br />

esa manera y luego te hacen pedacitos.<br />

Aprovecho que está de rodillas para correr hacia la puerta. En cuanto la abro<br />

choco contra alguien. Alzo la vista y me encuentro el rostro magullado de Zed, que<br />

todavía se está recuperando de las heridas que le causó Hardin.<br />

—¿Qué pasa? —me pregunta cogiéndome del codo.<br />

Sus ojos viajan detrás de mí, ve a Hardin y ata cabos.<br />

—Perdóname… —dice, pero lo ignoro. Hardin viene detrás de mí y tengo que<br />

salir del bar, tengo que alejarme de él.<br />

El aire gélido azota mi pelo, que me tapa la cara en cuanto estoy fuera. Es una<br />

sensación agradable, y espero que también me alivie las emociones que me queman<br />

por dentro. La nieve ha cubierto las calles y mi coche.<br />

Oigo que Zed me llama:<br />

—No estás en condiciones de conducir, Tessa.<br />

Sigo intentando avanzar entre la nieve por el aparcamiento.<br />

—¡Déjame en paz! ¡Sé que tú también estabas metido en la apuesta! ¡Todos lo<br />

estabais! —grito y busco las llaves del coche.<br />

—Deja que te lleve a casa. De verdad que así no puedes conducir, y menos con<br />

esta tormenta —insiste.<br />

Abro la boca para gritarle pero entonces veo que Hardin está saliendo del bar.<br />

Miro al que creía que era el amor de mi vida, al hombre que creía que iba a hacer<br />

que todos los días fueran especiales, salvajes, libres. Y luego miro a Zed.<br />

—Está bien —le digo.<br />

El clic del cierre centralizado del coche de Zed me dice que ya puedo subir, y<br />

rápido. En cuanto Hardin se da cuenta de que me voy con él, echa a correr hacia el<br />

coche. Su rostro se contorsiona de la rabia y, por el bien de Zed, espero que se meta<br />

en el coche antes de que Hardin nos alcance.<br />

www.lectulandia.com - Página 449

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