After - Anna Todd
haya, por lo menos, unas doscientas personas. —La mayoría son amigos de Ken de la universidad y los demás son familiares y amigos. Yo sólo conozco a la mitad —explica Landon riendo—. ¿Os apetece una copa? Tenemos que estar todos fuera dentro de unos diez minutos. —¿Quién tuvo la brillante idea de celebrar una boda en el jardín en diciembre? — protesta Hardin. —Mi madre —contesta Landon—. Aunque las carpas están climatizadas. —Mira a todos los invitados y luego a Hardin—. Deberías decirle a tu padre que has llegado. Está arriba, y mi madre está escondida con mi tía pero no sé dónde. —Paso… Prefiero quedarme aquí abajo —responde Hardin. Le acaricio la mano con el pulgar y me da un apretón de agradecimiento. Landon asiente. —Bueno, yo tengo que irme, pero os veo luego —dice, y nos deja con una sonrisa. —¿Te apetece salir? —le pregunto a Hardin. Asiente—. Te quiero —le repito. Sonríe, con hoyuelos y todo. —Te quiero, Tess —me dice y me da un beso en la mejilla. Abre la puerta de atrás y me presta su chaqueta otra vez. Al salir veo que el patio parece un cuento de hadas. Hay dos carpas gigantescas que ocupan casi todo el patio, y de los árboles y del porche cuelgan cientos de pequeños farolillos. Son bonitos incluso de día. La verdad es que es digno de ver. —Creo que es aquí —dice Hardin señalando la carpa más pequeña. Entramos por una abertura lateral. Hardin estaba en lo cierto. Las hileras de sillas de madera están colocadas de cara a un altar muy sencillo, de las paredes cuelgan unas preciosas flores blancas y todos los invitados van de blanco y negro. La mitad de los asientos están ocupados, así que nos sentamos en la penúltima fila porque sé que Hardin no quiere verlo de cerca. —Nunca pensé que asistiría a la boda de mi padre —me dice. —Lo sé, y estoy muy orgullosa de ti por haber venido. Significa mucho para ellos y, por tu forma de hablar, parece que crees que también será bueno para ti. Apoyo la cabeza en su hombro y me rodea con el brazo. Empezamos a hablar del buen gusto con el que han decorado la carpa, toda en blanco y negro. Es sencillo y elegante. Tan sencillo que siento como si me hubieran invitado a compartir un momento íntimo en familia, a pesar de la cantidad de asistentes que hay. —Supongo que la recepción será en la otra carpa —dice Hardin, y retuerce un mechón de mi pelo entre el índice y el pulgar. —Eso creo. Seguro que es aún más bonita que… —¿Hardin? ¿Eres tú? —dice entonces una voz de mujer. Ambos volvemos la cabeza hacia la izquierda. Una anciana ataviada con un vestido de flores blanco y negro y zapato plano nos mira con unos ojos como platos. www.lectulandia.com - Página 422
—¡Dios santo, si eres tú! Lleva el pelo gris recogido en un sencillo moño y apenas un toque de maquillaje que le da un aspecto sano y radiante. Por su parte, Hardin se ha quedado lívido. Se levanta y la saluda. —Abuela. Ella le da un abrazo tremendo. —¡No me puedo creer que hayas venido! Hace años que no te veo. Eres un chico muy guapo. Perdón, un hombre muy guapo. ¡Estás muy alto! Pero ¿qué es todo esto? —dice frunciendo el ceño mientras señala los piercings que lleva en la cara. Hardin se ruboriza y se ríe incómodo. —¿Cómo estás? —le pregunta revolviéndose en el sitio. —Muy bien, cielo. Te he echado mucho de menos —dice ella y se seca los ojos. Tras una pausa, me mira y pregunta con gran interés—: Y ¿quién es esta adorable jovencita? —Ah… Perdona. Te presento a Tess… Tessa. Mi… novia —contesta él—. Tessa, ella es… mi abuela. Sonrío y me levanto. Nunca se me había ocurrido que iba a conocer a los abuelos de Hardin. Pensaba que estaban muertos, como los míos. Nunca ha hablado de ellos, pero no me sorprende. Creo que yo tampoco he hablado de los míos. —Es un placer conocerla —digo ofreciéndole la mano, pero sus planes van más allá de un apretón. Tira de mí, me da un abrazo y un beso en la mejilla. —El placer es mío. ¡Eres una chica preciosa! —dice con un acento mucho más marcado que el de Hardin—. Me llamo Adele, pero puedes llamarme abuela. —Gracias —digo ruborizándome. Da un par de palmadas. Es evidente que está feliz. —Todavía no me creo que estés aquí; ¿has visto a tu padre recientemente? ¿Sabe que has venido? —pregunta volviendo a centrar la atención en Hardin. Él se mete las manos en los bolsillos. —Sí, ya lo sabe. He estado viniendo por aquí últimamente. —Me alegra mucho oír eso. No tenía ni idea —dice, y sé que está a punto de echarse a llorar otra vez. —Damas y caballeros, vayan tomando asiento. La ceremonia está a punto de comenzar —anuncia un hombre por el micrófono de la tarima. La abuela coge a Hardin del brazo sin darle tiempo a rechistar. —Venid a sentaros con la familia. No deberíais estar aquí atrás. Él me mira pidiéndome socorro, pero me limito a sonreír y a seguirlos. Nos sentamos junto a alguien que se parece mucho a Karen, imagino que será su hermana. Hardin me coge de la mano y a su abuela no se le escapa el gesto afectuoso y lo coge de la otra mano. Ken se pone en posición y la expresión de su rostro al ver a su hijo sentado en primera fila es indescriptible: conmovedora y desgarradora al mismo tiempo. Hardin www.lectulandia.com - Página 423
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haya, por lo menos, unas doscientas personas.<br />
—La mayoría son amigos de Ken de la universidad y los demás son familiares y<br />
amigos. Yo sólo conozco a la mitad —explica Landon riendo—. ¿Os apetece una<br />
copa? Tenemos que estar todos fuera dentro de unos diez minutos.<br />
—¿Quién tuvo la brillante idea de celebrar una boda en el jardín en diciembre? —<br />
protesta Hardin.<br />
—Mi madre —contesta Landon—. Aunque las carpas están climatizadas. —Mira<br />
a todos los invitados y luego a Hardin—. Deberías decirle a tu padre que has llegado.<br />
Está arriba, y mi madre está escondida con mi tía pero no sé dónde.<br />
—Paso… Prefiero quedarme aquí abajo —responde Hardin.<br />
Le acaricio la mano con el pulgar y me da un apretón de agradecimiento. Landon<br />
asiente.<br />
—Bueno, yo tengo que irme, pero os veo luego —dice, y nos deja con una<br />
sonrisa.<br />
—¿Te apetece salir? —le pregunto a Hardin. Asiente—. Te quiero —le repito.<br />
Sonríe, con hoyuelos y todo.<br />
—Te quiero, Tess —me dice y me da un beso en la mejilla.<br />
Abre la puerta de atrás y me presta su chaqueta otra vez. Al salir veo que el patio<br />
parece un cuento de hadas. Hay dos carpas gigantescas que ocupan casi todo el patio,<br />
y de los árboles y del porche cuelgan cientos de pequeños farolillos. Son bonitos<br />
incluso de día. La verdad es que es digno de ver.<br />
—Creo que es aquí —dice Hardin señalando la carpa más pequeña.<br />
Entramos por una abertura lateral. Hardin estaba en lo cierto. Las hileras de sillas<br />
de madera están colocadas de cara a un altar muy sencillo, de las paredes cuelgan<br />
unas preciosas flores blancas y todos los invitados van de blanco y negro. La mitad<br />
de los asientos están ocupados, así que nos sentamos en la penúltima fila porque sé<br />
que Hardin no quiere verlo de cerca.<br />
—Nunca pensé que asistiría a la boda de mi padre —me dice.<br />
—Lo sé, y estoy muy orgullosa de ti por haber venido. Significa mucho para ellos<br />
y, por tu forma de hablar, parece que crees que también será bueno para ti.<br />
Apoyo la cabeza en su hombro y me rodea con el brazo.<br />
Empezamos a hablar del buen gusto con el que han decorado la carpa, toda en<br />
blanco y negro. Es sencillo y elegante. Tan sencillo que siento como si me hubieran<br />
invitado a compartir un momento íntimo en familia, a pesar de la cantidad de<br />
asistentes que hay.<br />
—Supongo que la recepción será en la otra carpa —dice Hardin, y retuerce un<br />
mechón de mi pelo entre el índice y el pulgar.<br />
—Eso creo. Seguro que es aún más bonita que…<br />
—¿Hardin? ¿Eres tú? —dice entonces una voz de mujer.<br />
Ambos volvemos la cabeza hacia la izquierda. Una anciana ataviada con un<br />
vestido de flores blanco y negro y zapato plano nos mira con unos ojos como platos.<br />
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