After - Anna Todd
—Por supuesto. Es tu madre, Tessa. Le lanzo una mirada inquisitiva, dado lo mal que se lleva él con su padre. Pero cuando comprendo que lo dice en serio, recuerdo que está dispuesto a intentar arreglar las cosas con sus padres. Yo también debería ser valiente. —Voy a llamarla —digo. Me quedo un rato mirando el móvil antes de respirar hondo y marcar su número. Está tensa y habla muy deprisa. Sé que se está conteniendo para cuando me tenga cara a cara. No le doy detalles del apartamento ni le cuento que vivo aquí. Sólo le digo que me encontrará en esta dirección y cuelgo todo lo deprisa que puedo. Instintivamente, salto de la cama y me pongo a ordenar la casa. —El apartamento está limpio. Apenas hemos tocado nada —dice Hardin. —Lo sé —contesto—. Pero así me siento mejor. Después de doblar y guardar la ropa que había en el suelo, enciendo una vela en la sala de estar y espero a que aparezca mi madre sentada a la mesa con Hardin. No debería estar tan nerviosa, soy una adulta y tomo mis propias decisiones, pero la conozco y sé que le va a dar algo. Ya tengo las emociones a flor de piel gracias a la breve visita al pasado de Hardin de hace una hora, y no sé si estoy en condiciones de enzarzarme en una batalla campal con mi madre esta noche. Miro el reloj. Ya son las ocho. Con suerte no se quedará mucho, y Hardin y yo podremos acostarnos pronto y abrazarnos mientras ambos intentamos lidiar con la familia que nos ha tocado en suerte. —¿Quieres que me quede o prefieres que os dé tiempo para hablar de vuestras cosas? —me pregunta al cabo de un rato. —Creo que deberíamos estar un tiempo a solas —le respondo. Por mucho que yo quiera tenerlo a mi lado, sé que mi madre se pondrá hecha un basilisco si lo ve. —Espera… —digo—. Acabo de acordarme de algo que ha dicho Noah. Me ha comentado que el último recibo de la residencia ya estaba pagado. —Miro a Hardin con una ceja enarcada. —Sí, ¿y? —¡No me digas que lo has pagado tú! —exclamo. No estoy cabreada, sólo molesta y sorprendida. —¿Y? —Se encoge de hombros. —Hardin, tienes que dejar de gastarte el dinero en mí. Me hace sentir incómoda. —No veo dónde está el problema. Tampoco era tanto —me discute. —¿Es que eres rico o algo así? ¿Traficas con drogas? —No, sólo es que tenía mucho dinero ahorrado que no me gastaba en nada. El año pasado no gasté en alojamiento, con lo que las pagas se iban acumulando. Nunca había tenido nada en lo que gastarme el dinero… Ahora ya lo tengo. —Me sonríe la mar de contento—. Y me gusta gastármelo en ti. No discutamos por eso. —Tienes suerte de que mi madre esté al caer y sólo me queden fuerzas para www.lectulandia.com - Página 410
pelearme con uno de los dos —bromeo, y Hardin suelta una carcajada muy larga que se va apagando hasta que simplemente permanecemos esperando, cogidos de la mano y en silencio. A los pocos minutos llaman a la puerta… Bueno, más bien aporrean la puerta. Hardin se levanta. —Estaré en la otra habitación. Te quiero —dice, y me da un beso rápido antes de esfumarse. Cojo aire y abro la puerta. Mi madre está tan perfecta que asusta, como siempre. No se le ha corrido ni un poco el lápiz de ojos del que suele abusar, y lleva los labios pintados de rojo, sedosos y perfectos, y el pelo rubio recogido y en su sitio; casi parece un halo alrededor de su cabeza. —Pero ¡¿qué demonios te crees que estás haciendo? ¿Cómo se te ocurre marcharte de la residencia sin decirme nada?! —grita sin miramientos, y me aparta de un empellón para entrar en el apartamento. —No me dejaste elección —contraataco, y me concentro en respirar y en permanecer todo lo calmada que me sea posible. Ella se vuelve como si tuviera un resorte y me lanza una mirada asesina. —¿Perdona? ¿Cómo que no te dejé elección? —Amenazaste con no ayudarme a pagar la residencia —le recuerdo cruzándome de brazos. —Entonces sí que te dejé elección, sólo que has elegido mal —me espeta. —No, tú eres la que está obrando mal. —¡Pero ¿tú te has oído?! ¡¿Y te has visto?! No eres la misma Tessa que traje a la universidad hace apenas tres meses. —Mueve los brazos arriba y abajo señalando mi cuerpo—. Me estás desafiando. ¡Me estás gritando! ¡Tienes mucho valor, jovencita! Lo he hecho todo por ti, y ahora… Lo estás tirando todo por la borda. —¡No estoy tirando nada! Estoy haciendo unas prácticas estupendas y muy bien pagadas. Tengo un coche y una media de matrícula de honor. ¡¿Qué más quieres que haga?! —le devuelvo el grito. La he desafiado y le brillan los ojos. Su voz es puro veneno cuando me dice: —Para empezar, al menos podrías haberte cambiado de ropa antes de que yo llegara. De verdad, Tessa, estás horrible. —Bajo la vista para mirar mi pijama y ella pasa a criticar el siguiente punto—. Y ¿qué es eso que llevas en la cara?… ¿Ahora te maquillas? ¿Tú quién eres? Tú no eres mi Tessa, eso seguro. Mi Theresa no pasaría el rato en pijama en el apartamento de un adorador de Satán un sábado por la noche. —No hables así de él —mascullo—. Ya te lo he advertido. Mi madre entorna los ojos y rompe a reír. Echa la cabeza hacia atrás riendo y tengo que contenerme para no cruzarle la cara perfectamente maquillada. De inmediato me avergüenzo de mis pensamientos violentos, pero es que me está llevando al límite. —Una cosa más —digo muy despacio, con calma, asegurándome de pronunciarlo www.lectulandia.com - Página 411
- Page 360 and 361: —¿Por qué no? —No lo sé. No
- Page 362 and 363: —Vale, pues paga tú la tele por
- Page 364 and 365: CAPÍTULO 83 Hardin ve a Jace al mi
- Page 366 and 367: Al final no puedo soportarlo más.
- Page 368 and 369: —Bueno, vale —cede él conduci
- Page 370 and 371: junto a mí. —Creo que Hardin deb
- Page 372 and 373: ayudarlo. Se levanta tambaleante y
- Page 374 and 375: —Vete —me dice dirigiéndose ha
- Page 376 and 377: CAPÍTULO 85 En lo que parece un in
- Page 378 and 379: azos para no caerme de la cama cuan
- Page 380 and 381: —Jace. Sólo que no me ha contado
- Page 382 and 383: aunque ya sé la respuesta. —No,
- Page 384 and 385: insoportable. El resto del día tra
- Page 386 and 387: —¡Hardin! ¡Déjame acabar! Iba
- Page 388 and 389: —Te he traído tus cosas de tu ha
- Page 390 and 391: —Te quiero —dice mientras meto
- Page 392 and 393: —Gracias. Estas cosas tenemos que
- Page 394 and 395: Hardin se niega a levantarse y sól
- Page 396 and 397: esa el hombro, sale de mí y me ayu
- Page 398 and 399: CAPÍTULO 89 Cuando me despierto, t
- Page 400 and 401: está de mi parte, y me siento mejo
- Page 402 and 403: noche? ¿Pelearte con alguien? No t
- Page 404 and 405: Incluso las pesadillas. O eso, o he
- Page 406 and 407: conozco, siento que soy yo la que t
- Page 408 and 409: CAPÍTULO 91 Llevamos por lo menos
- Page 412 and 413: correctamente—. El apartamento no
- Page 414 and 415: nada, y quiero decir nada, que pued
- Page 416 and 417: eso. A lo mejor soy la única perso
- Page 418 and 419: —Madre mía… ¿Qué es todo eso
- Page 420 and 421: CAPÍTULO 93 Por cambiar de tema, H
- Page 422 and 423: haya, por lo menos, unas doscientas
- Page 424 and 425: hasta le sonríe un poco, y Ken le
- Page 426 and 427: —Sí —es todo lo que contesta
- Page 428 and 429: fiesta. —Gracias por haber venido
- Page 430 and 431: casa, me sirve otra copa de champá
- Page 432 and 433: oda de su padre. —Vaya canción m
- Page 434 and 435: CAPÍTULO 95 —¡Cómo me gusta ll
- Page 436 and 437: Sé que no está nada bien, pero no
- Page 438 and 439: tenemos un problema! —le grito, y
- Page 440 and 441: CAPÍTULO 96 Los nervios me pueden
- Page 442 and 443: demasiadas cosas a la vez: Molly es
- Page 444 and 445: Molly ladea la cabeza… Luego hace
- Page 446 and 447: —No. —Ahogo un sollozo y doy un
- Page 448 and 449: —¡Lo has estropeado todo! —chi
- Page 450 and 451: Zed se sienta tras el volante y arr
pelearme con uno de los dos —bromeo, y Hardin suelta una carcajada muy larga que<br />
se va apagando hasta que simplemente permanecemos esperando, cogidos de la mano<br />
y en silencio.<br />
A los pocos minutos llaman a la puerta… Bueno, más bien aporrean la puerta.<br />
Hardin se levanta.<br />
—Estaré en la otra habitación. Te quiero —dice, y me da un beso rápido antes de<br />
esfumarse.<br />
Cojo aire y abro la puerta. Mi madre está tan perfecta que asusta, como siempre.<br />
No se le ha corrido ni un poco el lápiz de ojos del que suele abusar, y lleva los labios<br />
pintados de rojo, sedosos y perfectos, y el pelo rubio recogido y en su sitio; casi<br />
parece un halo alrededor de su cabeza.<br />
—Pero ¡¿qué demonios te crees que estás haciendo? ¿Cómo se te ocurre<br />
marcharte de la residencia sin decirme nada?! —grita sin miramientos, y me aparta de<br />
un empellón para entrar en el apartamento.<br />
—No me dejaste elección —contraataco, y me concentro en respirar y en<br />
permanecer todo lo calmada que me sea posible.<br />
Ella se vuelve como si tuviera un resorte y me lanza una mirada asesina.<br />
—¿Perdona? ¿Cómo que no te dejé elección?<br />
—Amenazaste con no ayudarme a pagar la residencia —le recuerdo cruzándome<br />
de brazos.<br />
—Entonces sí que te dejé elección, sólo que has elegido mal —me espeta.<br />
—No, tú eres la que está obrando mal.<br />
—¡Pero ¿tú te has oído?! ¡¿Y te has visto?! No eres la misma Tessa que traje a la<br />
universidad hace apenas tres meses. —Mueve los brazos arriba y abajo señalando mi<br />
cuerpo—. Me estás desafiando. ¡Me estás gritando! ¡Tienes mucho valor, jovencita!<br />
Lo he hecho todo por ti, y ahora… Lo estás tirando todo por la borda.<br />
—¡No estoy tirando nada! Estoy haciendo unas prácticas estupendas y muy bien<br />
pagadas. Tengo un coche y una media de matrícula de honor. ¡¿Qué más quieres que<br />
haga?! —le devuelvo el grito.<br />
La he desafiado y le brillan los ojos. Su voz es puro veneno cuando me dice:<br />
—Para empezar, al menos podrías haberte cambiado de ropa antes de que yo<br />
llegara. De verdad, Tessa, estás horrible. —Bajo la vista para mirar mi pijama y ella<br />
pasa a criticar el siguiente punto—. Y ¿qué es eso que llevas en la cara?… ¿Ahora te<br />
maquillas? ¿Tú quién eres? Tú no eres mi Tessa, eso seguro. Mi Theresa no pasaría el<br />
rato en pijama en el apartamento de un adorador de Satán un sábado por la noche.<br />
—No hables así de él —mascullo—. Ya te lo he advertido.<br />
Mi madre entorna los ojos y rompe a reír. Echa la cabeza hacia atrás riendo y<br />
tengo que contenerme para no cruzarle la cara perfectamente maquillada. De<br />
inmediato me avergüenzo de mis pensamientos violentos, pero es que me está<br />
llevando al límite.<br />
—Una cosa más —digo muy despacio, con calma, asegurándome de pronunciarlo<br />
www.lectulandia.com - Página 411