After - Anna Todd

22.05.2018 Views

—Gracias. Estas cosas tenemos que hablarlas, no hace falta que explotes como un polvorín. —Le retuerzo el mechón de la nuca entre los dedos. —Lo sé —dice con una media sonrisa—. ¿Podemos hablar de que no vuelvas a hablar con él? —Esta noche, no —contesto con un suspiro. Tendré que llegar a un acuerdo con él, pero no pienso dejar de hablar con una persona a la que conozco de toda la vida cuando estoy en mi derecho de hacerlo. —Fíjate, aquí estamos, resolviendo nuestros problemas —dice, y suelta una risotada que resuena entre las cuatro paredes de la habitación. —Espero que nuestros vecinos no echen de menos sus veladas tranquilas. —Bueno, habríamos hecho ruido de un modo u otro. —Su sonrisa despliega todo el poder de sus hoyuelos, pero decido ignorar su comentario de pervertido—. De verdad que no era mi intención fastidiar la noche —repite. —Lo sé, y no has estropeado nada: sólo son las ocho. —Sonrío. —Pero yo quería quitarte el vestido —dice, y su mirada cambia de nuevo. —Siempre puedo volver a ponérmelo —replico tratando de sonar sexi. Sin mediar palabra, se levanta y me carga al hombro. Grito e intento liberarme a patadas. —Pero ¿qué estás haciendo? —Voy a por ese vestido —ríe mientras hace un amago de dirigirse al cesto de la ropa sucia. www.lectulandia.com - Página 392

CAPÍTULO 88 —Qué pena que nos hayamos perdido la parte en la que te quito el vestido —me susurra Hardin al oído mientras me lleva de vuelta a la cama. En cuanto me quito su camiseta, me derriba sobre el colchón y se pone el preservativo a mayor velocidad de la que creía que fuera posible. —Mmm… —es lo único que consigo decir mientras entra y sale de mí. Es la primera vez que, cuando hacemos el amor, no siento nada de dolor, sólo placer. —Dios, nena… Qué gusto me das —gime empujando con las caderas contra las mías. Es una sensación indescriptible. Su cuerpo fibroso encaja perfectamente entre mis piernas, y es una delicia notar su piel ardiente contra la mía. Me planteo responderle, soltarle una guarrada como las que él me dice a mí, pero estoy perdida en él y en el placer que me atraviesa mientras continúa con su dulce asalto. Me aferro a su espalda y le clavo las uñas. Pone los ojos en blanco. Me encanta verlo de este modo, fuera de sí, tan salvaje. Me levanta el muslo y se lo engancha a la cintura para que nuestros cuerpos estén más juntos. Sólo de verlo estoy a punto de… Estiro los pies y se me tensa la pierna que tengo en su cintura mientras gimo su nombre una y otra vez. —Eso es, nena… Córrete para mí, que yo te vea… Joder… Que vea lo bien que te hago sentir —dice a trompicones, y noto cómo palpita en mi interior. Aunque termina unos segundos antes que yo, sus movimientos perfectos continúan hasta que me deja incapaz de moverme y felizmente agotada. A continuación se deja caer encima de mí. Yacemos en silencio, disfrutando de la sensación de estar tan cerca el uno del otro, y al cabo de unos minutos ya está roncando. El tiempo aquí pasa volando. Es lo que tiene ser libre por primera vez en la vida. Sigue siendo un poco raro tener mi propia casa, con mi propia ducha, y prepararme mi café en mi cocina. No obstante, compartir todo eso con Hardin hace que sea mucho mejor. Decido ponerme el vestido azul marino de batista perforada y los tacones blancos. Empiezo a caminar mejor con ellos pero, por si acaso, sigo llevando mis fieles y cómodas Toms en el bolso. Me rizo el pelo y me lo recojo con horquillas, e incluso me aplico un poco de lápiz de ojos. Me está gustando lo de tener mi propia casa. www.lectulandia.com - Página 393

—Gracias. Estas cosas tenemos que hablarlas, no hace falta que explotes como un<br />

polvorín. —Le retuerzo el mechón de la nuca entre los dedos.<br />

—Lo sé —dice con una media sonrisa—. ¿Podemos hablar de que no vuelvas a<br />

hablar con él?<br />

—Esta noche, no —contesto con un suspiro.<br />

Tendré que llegar a un acuerdo con él, pero no pienso dejar de hablar con una<br />

persona a la que conozco de toda la vida cuando estoy en mi derecho de hacerlo.<br />

—Fíjate, aquí estamos, resolviendo nuestros problemas —dice, y suelta una<br />

risotada que resuena entre las cuatro paredes de la habitación.<br />

—Espero que nuestros vecinos no echen de menos sus veladas tranquilas.<br />

—Bueno, habríamos hecho ruido de un modo u otro. —Su sonrisa despliega todo<br />

el poder de sus hoyuelos, pero decido ignorar su comentario de pervertido—. De<br />

verdad que no era mi intención fastidiar la noche —repite.<br />

—Lo sé, y no has estropeado nada: sólo son las ocho. —Sonrío.<br />

—Pero yo quería quitarte el vestido —dice, y su mirada cambia de nuevo.<br />

—Siempre puedo volver a ponérmelo —replico tratando de sonar sexi.<br />

Sin mediar palabra, se levanta y me carga al hombro. Grito e intento liberarme a<br />

patadas.<br />

—Pero ¿qué estás haciendo?<br />

—Voy a por ese vestido —ríe mientras hace un amago de dirigirse al cesto de la<br />

ropa sucia.<br />

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