After - Anna Todd

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—Quiero… —digo. —¿Qué quieres? —Su aliento me quema y cae a fuego sobre mi piel pegajosa. —Quiero…, ya sabes… —digo. De repente me muero de la vergüenza a pesar de lo íntimo de nuestra postura. —Ah —dice. Deja de moverse y me mira a los ojos. Parece estar librando una batalla contra sí mismo—. Yo… no sé si es buena idea… «¿Qué?» —¿Por qué? —exclamo, y lo aparto de un empujón. Ya estamos otra vez. —No… no, nena. Me refiero a hacerlo precisamente esta noche. Me rodea con los brazos, me acuesta a su lado y se tumba junto a mí. No puedo mirarlo. Me siento muy humillada. —Eh, mírame —dice sujetándome la barbilla—. Quiero hacerlo, joder, no sabes cuánto lo deseo. Más que nada en el mundo, créeme. Llevo deseando sentirte así desde que te conocí, pero creo… creo que después de todo lo que ha pasado hoy y… Sólo quiero que estés lista. Lista del todo, porque cuando lo hagamos, estará hecho. No se puede deshacer. Mi humillación disminuye un poco y lo miro. Sé que tiene razón, sé que tengo que pensarlo bien pero me cuesta creer que mañana mi respuesta sea otra. Debería pensarlo cuando no esté bajo la influencia de su cuerpo desnudo restregándose contra el mío. Es peor que el alcohol cuando corre por mis venas. —No te enfades conmigo, por favor. Sólo piénsalo un poco más y, si estás segura de que quieres hacerlo, te follaré con mucho gusto. Una y otra vez, donde y cuando tú quieras. Quiero… —¡Vale, vale! —Le tapo la boca con la mano. Se ríe contra mi palma y se encoge de hombros. Cuando le quito la mano de la boca me muerde los dedos y me estrecha contra sí. —Creo que debería ponerme algo encima para no ser una tentación —dice con picardía, y yo me ruborizo. No consigo decidir qué es más sorprendente: si el hecho de que le haya sugerido que nos acostemos o el hecho de que me respete hasta el punto de haberme rechazado. —Pero primero, voy a hacerte sentir bien —musita, y vuelve a acostarme boca arriba con un solo movimiento. Su boca se cierra entre mis muslos y en cuestión de minutos me tiemblan las piernas y estoy cubriéndome la boca con la mano para no gritar su nombre y que nos oiga todo el mundo. www.lectulandia.com - Página 296

CAPÍTULO 69 Me despierto con los suaves ronquidos de Hardin, que tiene los labios en mi oreja. Tengo la espalda pegada a su pecho y él me rodea la cintura con las piernas. Los recuerdos de anoche me hacen sonreír antes de que el pánico sofoque la euforia. ¿Sentirá lo mismo el día después? ¿O me torturará y se mofará de mí por haberme ofrecido a él anoche? Me vuelvo lentamente para mirarlo, para examinar sus rasgos perfectos mientras su sempiterno ceño fruncido permanece relajado por el sueño. Le paso el dedo índice por el aro de la ceja, luego por el cardenal de la mejilla. Tiene mejor el labio y los nudillos porque anoche al final me dejó que se los limpiara bien. Abre los ojos cuando mis labios acarician los suyos con avidez. —¿Qué estás haciendo? —me pregunta. No logro descifrar su tono y eso me pone nerviosa. —Perdona…, sólo estaba… —No sé qué decir. No sé de qué humor se habrá despertado después de que anoche nos quedáramos dormidos el uno en brazos del otro. —No pares —susurra, y vuelve a cerrar los ojos. Me quita un peso de encima y sonrío antes de dibujar de nuevo la forma de sus labios carnosos, con cuidado de no tocarle la herida. —¿Qué planes tienes para hoy? —pregunta unos minutos más tarde abriendo otra vez los ojos. —Voy a ayudar a Karen con el invernadero —le digo mientras se incorpora. —¿En serio? Seguro que se ha enfadado. No le gusta Karen, a pesar de que es una de las personas más dulces que he conocido. —Sí —musito. —Bueno, imagino que no tengo que preocuparme de si vas a gustarle o no a mi familia. Creo que les caes mejor que yo. —Se ríe, me acaricia la mejilla con la yema del pulgar y me estremezco—. El problema es que si sigo viniendo por aquí mi padre va a pensar que empiezo a aceptarlo —dice con tono de broma pero una mirada muy seria. —A lo mejor tu padre y tú podríais pasar un rato juntos mientras Karen y yo estamos en el jardín —sugiero. —Ni hablar —protesta—. Regresaré a mi casa, a mi verdadera casa, y esperaré a que vuelvas. —Me gustaría que te quedaras. Tal vez tarde, el invernadero va a necesitar www.lectulandia.com - Página 297

CAPÍTULO 69<br />

Me despierto con los suaves ronquidos de Hardin, que tiene los labios en mi oreja.<br />

Tengo la espalda pegada a su pecho y él me rodea la cintura con las piernas. Los<br />

recuerdos de anoche me hacen sonreír antes de que el pánico sofoque la euforia.<br />

¿Sentirá lo mismo el día después? ¿O me torturará y se mofará de mí por haberme<br />

ofrecido a él anoche? Me vuelvo lentamente para mirarlo, para examinar sus rasgos<br />

perfectos mientras su sempiterno ceño fruncido permanece relajado por el sueño. Le<br />

paso el dedo índice por el aro de la ceja, luego por el cardenal de la mejilla. Tiene<br />

mejor el labio y los nudillos porque anoche al final me dejó que se los limpiara bien.<br />

Abre los ojos cuando mis labios acarician los suyos con avidez.<br />

—¿Qué estás haciendo? —me pregunta.<br />

No logro descifrar su tono y eso me pone nerviosa.<br />

—Perdona…, sólo estaba… —No sé qué decir. No sé de qué humor se habrá<br />

despertado después de que anoche nos quedáramos dormidos el uno en brazos del<br />

otro.<br />

—No pares —susurra, y vuelve a cerrar los ojos.<br />

Me quita un peso de encima y sonrío antes de dibujar de nuevo la forma de sus<br />

labios carnosos, con cuidado de no tocarle la herida.<br />

—¿Qué planes tienes para hoy? —pregunta unos minutos más tarde abriendo otra<br />

vez los ojos.<br />

—Voy a ayudar a Karen con el invernadero —le digo mientras se incorpora.<br />

—¿En serio?<br />

Seguro que se ha enfadado. No le gusta Karen, a pesar de que es una de las<br />

personas más dulces que he conocido.<br />

—Sí —musito.<br />

—Bueno, imagino que no tengo que preocuparme de si vas a gustarle o no a mi<br />

familia. Creo que les caes mejor que yo. —Se ríe, me acaricia la mejilla con la yema<br />

del pulgar y me estremezco—. El problema es que si sigo viniendo por aquí mi padre<br />

va a pensar que empiezo a aceptarlo —dice con tono de broma pero una mirada muy<br />

seria.<br />

—A lo mejor tu padre y tú podríais pasar un rato juntos mientras Karen y yo<br />

estamos en el jardín —sugiero.<br />

—Ni hablar —protesta—. Regresaré a mi casa, a mi verdadera casa, y esperaré a<br />

que vuelvas.<br />

—Me gustaría que te quedaras. Tal vez tarde, el invernadero va a necesitar<br />

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