After - Anna Todd

22.05.2018 Views

penumbra, fijándome en las parejas por si veo a Hardin y a Emma. No hay suerte. Justo cuando estoy a punto de tirar la toalla, veo a Hardin apoyado contra una valla en la línea de gol. Está solo y no parece darse cuenta de que me estoy acercando. Se sienta en el césped y se limpia la boca. Cuando aparta la mano, veo que la tiene roja. «¿Está sangrando?» De repente levanta la cabeza como si notara mi presencia y compruebo que sí, le sangra la comisura de la boca y la sombra de un cardenal se está formando en su mejilla. —Pero ¿qué demonios…? —digo arrodillándome delante de él—. ¿Qué te ha pasado? Alza la vista y veo que sus ojos están tan torturados que mi ira se disuelve como un azucarillo en la boca. —Y ¿a ti qué te importa? ¿Dónde está tu cita? —me ruge. Me muerdo la lengua y le retiro la mano de la boca para poder examinar el labio partido. Me aparta pero me contengo. —Cuéntame lo que ha pasado —le ordeno. Él suspira y se pasa la mano por el pelo. Tiene los nudillos lastimados y llenos de sangre. El corte del dedo índice parece profundo y tiene pinta de doler mucho. —¿Te has metido en una pelea? —¿A ti qué te parece? —¿Con quién? ¿Estás bien? —Sí, estoy bien. Ahora déjame en paz. —He venido a buscarte —le digo, y me pongo de pie. Me limpio la hierba seca de los vaqueros. —Vale, pues ya me has encontrado. Vete. —No tienes por qué ser tan gilipollas —replico—. Creo que deberías irte a casa y asearte. Me parece que vas a necesitar puntos. Hardin no responde, pero se pone de pie, echa a andar y me deja atrás. He venido a gritarle por ser un imbécil y a decirle cómo me siento y me lo está poniendo muy difícil. Ya lo sabía yo. —¿Adónde vas? —pregunto yendo tras él como un perrito faldero. —A casa. Bueno, voy a llamar a Emma a ver si puede volver a recogerme. —¿Te ha dejado aquí? —Cada vez me cae peor. —No. Bueno, sí, pero se lo he pedido yo. —Yo te llevo a casa —le digo, y cojo su chaqueta. Me aparta de nuevo y quiero darle una patada en el culo. Mi ira ha regresado y estoy aún más cabreada que antes. Se han vuelto las tornas; nuestro…, lo que sea ha dado un giro en redondo. Normalmente soy yo la que huye de él. —¡Deja de huir de mí! —le grito, y se vuelve con los ojos echando chispas—. ¡He dicho que yo te llevo a casa! www.lectulandia.com - Página 286

Está a punto de sonreír pero finalmente frunce el ceño y suspira. —Vale, ¿dónde está tu coche? La fragancia de Hardin inunda el coche al instante. Sólo que ahora tiene un toque metálico. Aun así, sigue siendo mi olor favorito. Pongo la calefacción y me froto los brazos para entrar en calor. —¿Para qué has venido? —me pregunta mientras saco el coche del aparcamiento. —Para buscarte. Intento recordar todo lo que tenía pensado decirle, pero tengo la mente en blanco y lo único en lo que puedo pensar es en besarle la boca magullada. —¿Para qué? —añade en voz baja. —Para hablar contigo. Tenemos mucho de que hablar. Tengo ganas de reír y de llorar a la vez y no sé por qué. —Creía que habías dicho que no teníamos nada que decirnos —replica, y se vuelve hacia la ventanilla con una parsimonia que de repente me molesta muchísimo. —¿Me quieres? —Las palabras salen atropelladas y estranguladas de mi boca. No tenía pensado decirlas. Se vuelve hacia mí como si tuviera un resorte en el cuello. —¿Qué? —pregunta pasmado. —¿Que si me quieres? —repito. Me preocupa que el corazón se me salga del pecho. Hardin mira al frente. —No puede ser que me hagas esa pregunta mientras vas conduciendo. —Y ¿qué más da dónde esté o cuándo te lo pregunte? Dímelo y ya está —casi le suplico. —Yo… No sé… No lo sé. Se vuelve de nuevo hacia la ventanilla, como si necesitara escapar. —Y no puedes preguntarle a alguien si te quiere cuando lo tienes atrapado en un coche contigo… ¡¿Qué coño te pasa, eh?! —me grita a viva voz. «Ayyy.» —Vale —es todo lo que consigo decir. —¿Para qué quieres saberlo? —No importa. Ahora estoy confusa, tanto que mi plan de hablar de nuestros problemas se ha ido a pique en cuestión de segundos, junto con la escasa dignidad que aún me quedaba. —Dime por qué me lo has preguntado —me ordena. —¡No me digas lo que tengo que hacer! —le grito. Aminoro cuando llegamos a la fraternidad y mira el jardín lleno de gente. —Llévame a casa de mi padre —dice. —¿Qué? No soy un puñetero taxi. www.lectulandia.com - Página 287

Está a punto de sonreír pero finalmente frunce el ceño y suspira.<br />

—Vale, ¿dónde está tu coche?<br />

La fragancia de Hardin inunda el coche al instante. Sólo que ahora tiene un toque<br />

metálico. Aun así, sigue siendo mi olor favorito. Pongo la calefacción y me froto los<br />

brazos para entrar en calor.<br />

—¿Para qué has venido? —me pregunta mientras saco el coche del aparcamiento.<br />

—Para buscarte.<br />

Intento recordar todo lo que tenía pensado decirle, pero tengo la mente en blanco<br />

y lo único en lo que puedo pensar es en besarle la boca magullada.<br />

—¿Para qué? —añade en voz baja.<br />

—Para hablar contigo. Tenemos mucho de que hablar.<br />

Tengo ganas de reír y de llorar a la vez y no sé por qué.<br />

—Creía que habías dicho que no teníamos nada que decirnos —replica, y se<br />

vuelve hacia la ventanilla con una parsimonia que de repente me molesta muchísimo.<br />

—¿Me quieres? —Las palabras salen atropelladas y estranguladas de mi boca. No<br />

tenía pensado decirlas.<br />

Se vuelve hacia mí como si tuviera un resorte en el cuello.<br />

—¿Qué? —pregunta pasmado.<br />

—¿Que si me quieres? —repito. Me preocupa que el corazón se me salga del<br />

pecho.<br />

Hardin mira al frente.<br />

—No puede ser que me hagas esa pregunta mientras vas conduciendo.<br />

—Y ¿qué más da dónde esté o cuándo te lo pregunte? Dímelo y ya está —casi le<br />

suplico.<br />

—Yo… No sé… No lo sé.<br />

Se vuelve de nuevo hacia la ventanilla, como si necesitara escapar.<br />

—Y no puedes preguntarle a alguien si te quiere cuando lo tienes atrapado en un<br />

coche contigo… ¡¿Qué coño te pasa, eh?! —me grita a viva voz.<br />

«Ayyy.»<br />

—Vale —es todo lo que consigo decir.<br />

—¿Para qué quieres saberlo?<br />

—No importa.<br />

Ahora estoy confusa, tanto que mi plan de hablar de nuestros problemas se ha ido<br />

a pique en cuestión de segundos, junto con la escasa dignidad que aún me quedaba.<br />

—Dime por qué me lo has preguntado —me ordena.<br />

—¡No me digas lo que tengo que hacer! —le grito.<br />

Aminoro cuando llegamos a la fraternidad y mira el jardín lleno de gente.<br />

—Llévame a casa de mi padre —dice.<br />

—¿Qué? No soy un puñetero taxi.<br />

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