After - Anna Todd
CAPÍTULO 65 Aparco junto al coche de Landon. Le envío un mensaje a Zed para que sepa que ya he llegado. Me responde al instante y me dice que está en el extremo izquierdo del estadio. Se lo cuento a Landon. —Suena bien —dice sin el menor rastro de emoción. —¿Quién es Zed? —pregunta Dakota. —Es… un amigo —respondo. Porque sólo somos amigos. —Hardin es tu novio, ¿no? Me la quedo mirando. No parece querer decir nada, sólo da la impresión de estar confusa. «Bienvenida al club.» —No, cariño —ríe Landon—. Ninguno de los dos es su novio. Yo también me echo a reír. —No es tan malo como parece… En cuanto llegamos a donde está todo el mundo, la banda empieza a tocar y el estadio se va llenando de gente. Siento un gran alivio al ver a Zed reclinado contra una valla. Lo señalo y nos dirigimos hacia él. Dakota deja escapar un grito ahogado cuando nos acercamos. No sé si le han sorprendido sus piercings y sus tatuajes o lo guapo que es. O tal vez ambas cosas. —Hola, preciosa —me saluda Zed con una enorme sonrisa y un abrazo. Le devuelvo la sonrisa y el abrazo. —Hola, soy Zed. Encantado de conoceros —les dice a Landon y a Dakota. Sé que a Landon ya lo conoce. A lo mejor sólo intenta ser educado. —¿Hace mucho que estás aquí? —pregunto. —Unos diez minutos. Hay mucha más gente de la que imaginaba. Landon nos lleva a una zona más tranquila cerca del enorme escenario de madera y nos acomodamos en el césped. Dakota se sienta entre sus piernas y se reclina en su pecho. El sol se está poniendo y empieza a correr una brisa fresca. Debería haberme puesto manga larga. —¿Habías venido antes a alguna fiesta de éstas? —le pregunto a Zed. Él niega con la cabeza. —No, no es mi ambiente habitual —dice con una carcajada, y añade—: Pero me alegro de estar aquí esta noche. Sonrío al oír el cumplido, y entonces alguien sube al escenario y nos da la bienvenida en nombre de la universidad y de la banda. Se pasa unos minutos www.lectulandia.com - Página 280
hablando sin decir nada y empieza la cuenta atrás para encender la hoguera. Y tres, dos, uno… El fuego se enciende y se traga la montaña de madera con avidez. Es muy bonito estar tan cerca de las llamas, y creo que, pese a todo, no voy a pasar frío. —¿Cuánto tiempo te quedarás por aquí? —le pregunta Zed a Dakota. Ella frunce el ceño. —Sólo un par de días. Ojalá pudiera volver para la boda, que es el fin de semana que viene. —¿Qué boda? —pregunta Zed. Miro a Landon, que le responde: —La de mi madre. —Ah… Zed hace una pausa y baja la mirada, como si estuviera dándole vueltas a algo. —¿Qué? —le pregunto. —Nada. Es que estaba intentando recordar quién más me dijo algo de una boda el fin de semana que viene… Ah, sí. Fue Hardin, creo. Nos estaba preguntando qué se pone uno para ir a una boda. Se me para el corazón. Espero que no se me note en la cara. Hardin no les ha contado a sus amigos que su padre es el rector, ni que va a casarse con la madre de Landon. —Qué coincidencia, ¿no? —dice. —No, van a… —empieza a decir Dakota. —Sí —la interrumpo—, efectivamente es una coincidencia, pero en una ciudad tan grande probablemente debe de haber bastantes bodas todos los fines de semana. Zed asiente y Landon le susurra algo a su novia al oído. «¿Hardin está pensando en ir a la boda?», me digo. Zed se echa a reír. —La verdad es que no puedo imaginarme a Hardin en una boda. —¿Por qué no? —Uy, no quería sonar tan borde. —No lo sé, porque es Hardin, supongo. La única manera de arrastrarlo a una boda sería diciéndole que después podría acostarse con las damas de honor. Con todas — añade poniendo los ojos en blanco. —Creía que Hardin era tu amigo —replico. —Y lo es. No estoy diciendo nada malo de él. Hardin es así. Se acuesta con una chica distinta cada fin de semana. A veces con más de una. Me pitan los oídos y el fuego me quema la piel. Me levanto antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo. —¿Adónde vas? ¿Qué pasa? —me pregunta Zed. —Nada, es sólo… Es que necesito un poco de aire. Aire fresco —mascullo. Sé lo estúpido que ha sonado eso, pero me da igual—. Vuelvo enseguida, sólo será un segundo. Me voy a toda velocidad antes de que alguien se ofrezca a acompañarme. www.lectulandia.com - Página 281
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hablando sin decir nada y empieza la cuenta atrás para encender la hoguera. Y tres,<br />
dos, uno… El fuego se enciende y se traga la montaña de madera con avidez. Es muy<br />
bonito estar tan cerca de las llamas, y creo que, pese a todo, no voy a pasar frío.<br />
—¿Cuánto tiempo te quedarás por aquí? —le pregunta Zed a Dakota.<br />
Ella frunce el ceño.<br />
—Sólo un par de días. Ojalá pudiera volver para la boda, que es el fin de semana<br />
que viene.<br />
—¿Qué boda? —pregunta Zed.<br />
Miro a Landon, que le responde:<br />
—La de mi madre.<br />
—Ah…<br />
Zed hace una pausa y baja la mirada, como si estuviera dándole vueltas a algo.<br />
—¿Qué? —le pregunto.<br />
—Nada. Es que estaba intentando recordar quién más me dijo algo de una boda el<br />
fin de semana que viene… Ah, sí. Fue Hardin, creo. Nos estaba preguntando qué se<br />
pone uno para ir a una boda.<br />
Se me para el corazón. Espero que no se me note en la cara. Hardin no les ha<br />
contado a sus amigos que su padre es el rector, ni que va a casarse con la madre de<br />
Landon.<br />
—Qué coincidencia, ¿no? —dice.<br />
—No, van a… —empieza a decir Dakota.<br />
—Sí —la interrumpo—, efectivamente es una coincidencia, pero en una ciudad<br />
tan grande probablemente debe de haber bastantes bodas todos los fines de semana.<br />
Zed asiente y Landon le susurra algo a su novia al oído.<br />
«¿Hardin está pensando en ir a la boda?», me digo.<br />
Zed se echa a reír.<br />
—La verdad es que no puedo imaginarme a Hardin en una boda.<br />
—¿Por qué no? —Uy, no quería sonar tan borde.<br />
—No lo sé, porque es Hardin, supongo. La única manera de arrastrarlo a una boda<br />
sería diciéndole que después podría acostarse con las damas de honor. Con todas —<br />
añade poniendo los ojos en blanco.<br />
—Creía que Hardin era tu amigo —replico.<br />
—Y lo es. No estoy diciendo nada malo de él. Hardin es así. Se acuesta con una<br />
chica distinta cada fin de semana. A veces con más de una.<br />
Me pitan los oídos y el fuego me quema la piel. Me levanto antes de darme cuenta<br />
de lo que estoy haciendo.<br />
—¿Adónde vas? ¿Qué pasa? —me pregunta Zed.<br />
—Nada, es sólo… Es que necesito un poco de aire. Aire fresco —mascullo. Sé lo<br />
estúpido que ha sonado eso, pero me da igual—. Vuelvo enseguida, sólo será un<br />
segundo.<br />
Me voy a toda velocidad antes de que alguien se ofrezca a acompañarme.<br />
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