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After - Anna Todd

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el latido de su corazón, que bombea acelerado contra mi mejilla. Pobre Hardin. Llevo<br />

las manos a sus costados y lo abrazo. Él me acaricia el pelo mientras repite mi<br />

nombre una y otra vez, como si fuera su mantra en la oscuridad.<br />

—Hardin, ¿estás bien? —Mi tono es más bajo que un susurro.<br />

—No —confiesa.<br />

Su pecho se hincha y se deshincha más despacio, pero sigue teniendo la<br />

respiración acelerada. No quiero que se sienta presionado a hablar sobre la pesadilla<br />

que acaba de tener. No le pregunto si quiere que me quede; de alguna forma sé que sí<br />

quiere. Cuando me separo de él para apagar la luz, se pone tenso.<br />

—Iba a apagar la luz; ¿quieres que la deje encendida? —le pregunto.<br />

En cuanto se da cuenta de mi intención, se relaja y me deja alcanzar la lámpara.<br />

—Apágala, por favor —me pide.<br />

Una vez que la habitación vuelve a estar a oscuras, apoyo de nuevo la cabeza<br />

sobre su pecho. Supongo que permanecer en esta posición, sentada a horcajadas sobre<br />

él, va a ser complicado, pero a ambos nos parece reconfortante. Oír el latido de su<br />

corazón bajo la dura superficie de su pecho es relajante, más aún que el repiqueteo de<br />

la lluvia sobre el tejado. Haría lo que fuera, daría lo que fuera por pasar cada noche<br />

con él, por estar tumbados así, por tener sus brazos a mi alrededor mientras escucho<br />

su pausada respiración.<br />

Me despierto cuando Hardin se revuelve. Sigo estando tumbada sobre él, con las<br />

rodillas a los lados. Levanto la cabeza y me encuentro con sus intensos ojos verdes. A<br />

la luz del día, no creo que me desee de la misma forma que anoche. No soy capaz de<br />

descifrar su expresión, lo que da pie a que los nervios se apoderen de mí. Decido<br />

levantarme, porque me duele el cuello de dormir en esa posición, y quiero estirar las<br />

piernas.<br />

—Buenos días. —Me dedica una amplia sonrisa, que revela sus hoyuelos y<br />

apacigua mis temores.<br />

—Buenos días.<br />

—¿Adónde vas? —pregunta.<br />

—Me duele el cuello —le digo, y me arrastra para que me tumbe de lado junto a<br />

él, con la espalda contra su pecho.<br />

Me sobresalto cuando lleva una mano a mi cuello, pero me recupero al instante<br />

cuando empieza a masajeármelo. Cierro los ojos y hago una mueca de dolor cuando<br />

llega a la zona entumecida, pero el dolor desaparece poco a poco mientras me<br />

masajea.<br />

—Gracias —dice de pronto.<br />

Giro la cabeza para mirarlo.<br />

—¿Por?<br />

«¿A lo mejor quiere que les dé las gracias por el masaje del cuello?»<br />

www.lectulandia.com - Página 205

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