After - Anna Todd

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—Gracias. —Sonrío con timidez. No sé por qué me siento avergonzada después de lo que acabamos de hacer, pero así es. Hardin me ha visto en el estado más vulnerable, un estado que nadie más conoce, y es algo que me aterroriza al tiempo que me excita. —Debería haberte avisado de que iba a usar los dedos. He intentado hacerlo con cuidado —dice a modo de disculpa. Niego con la cabeza. —No pasa nada, me ha gustado. —Me sonrojo. Él sonríe y me acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja. Un ligero escalofrío me recorre la columna, y Hardin frunce las cejas. —¿Tienes frío? —pregunta, y asiento. Me sorprende que deshaga un lado de la cama y tape con el edredón mi cuerpo casi desnudo. Un arranque de valentía me lleva a pegarme aún más a él. Me observa con detenimiento mientras me encojo y apoyo la cabeza sobre la dura superficie de su estómago. Su piel está más fría de lo que esperaba, aunque la brisa de la tormenta todavía corre por la habitación. Tiro de la sábana hasta cubrirle el pecho, y quedo tapada por completo. Él la levanta para dejarme la cara al descubierto, pero me escondo y comienzo a reírme mientras jugamos a nuestro particular escondite. Ojalá pudiera quedarme aquí tumbada con él durante horas sin dejar de sentir el latido de su corazón en mi mejilla. —¿Cuánto tiempo nos queda antes de volver abajo? —pregunto. Él se encoge de hombros. —Deberíamos bajar ya, antes de que piensen que estamos follando —bromea, y ambos nos reímos un poco. Me estoy acostumbrando poco a poco a lo malhablado que es, pero me sigue pareciendo un poco chocante oírlo emplear ese tipo de palabras de una forma tan natural. Lo que más me sorprende es el hormigueo que me produce en la piel cuando las dice. Refunfuño y me bajo de la cama. Siento la mirada de Hardin clavada en mí cuando me agacho para recuperar la ropa. Le tiro la camiseta, y se la pone, tras lo cual se revuelve el pelo, ya de por sí alborotado. Introduzco los pies por las aberturas de las bragas y me contoneo para subírmelas bajo su atenta mirada. Lo siguiente son las medias, y por poco me caigo de bruces cuando empiezo a ponérmelas. —Deja de mirarme; me estás poniendo nerviosa —le espeto, y él sonríe. Se le marcan los hoyuelos como nunca. Mete las manos en los bolsillos de los pantalones y alza la vista al techo. Yo suelto una risita mientras termino de subirme las medias. —¿Puedes abrocharme el vestido cuando me lo ponga? —le pregunto. Él me estudia de arriba abajo, y a un metro de distancia me doy cuenta de que se le dilatan las pupilas. Bajo la vista y entiendo por qué. El sujetador me realza mucho el pecho, y las medias de encaje me quedan por encima de las caderas; de repente me www.lectulandia.com - Página 198

siento como una pin-up. —Sí…, claro —balbucea. Es alucinante que a un hombre tan guapo y sexi como Hardin le altere tanto alguien como yo. Sé que la gente me considera atractiva, pero no soy nada comparada con las chicas con las que él suele tontear. No llevo tatuajes, ni piercings, y tengo un estilo de vestir muy conservador. Me pongo el vestido y me doy la vuelta, con la espalda al descubierto frente a él y a la espera de que me suba la cremallera. Me recojo el pelo y me lo sujeto sobre la cabeza. Él me acaricia el hueco de la columna con un dedo, esquivando el sujetador, antes de cerrar el vestido. Me estremezco y apoyo la espalda contra él. Pongo el culo en pompa y oigo que ahoga un suspiro. Sus manos descienden hasta mis caderas, que aprieta con suavidad. Noto que se va endureciendo, lo que me provoca el enésimo escalofrío del día. —¿Hardin? —Se oye la voz de Karen en el pasillo, seguida de unos delicados golpecitos en la puerta, y doy miles de gracias por que ambos estemos vestidos. Él pone los ojos en blanco. —Luego —me promete susurrándome al oído, y se aproxima a la puerta. Enciende la luz antes de abrirla y revelar la presencia de Karen. —Siento mucho molestar, pero he hecho unos postres y he pensado que quizá querríais probarlos —ofrece con dulzura. Hardin no responde, pero se vuelve para mirarme a la espera de mi respuesta. —Sí, sería genial —digo con una sonrisa, que ella me devuelve. —¡Estupendo! Nos vemos abajo —nos dice, y se aleja. —Yo ya me he comido el postre —dice Hardin con malicia, y le doy un puñetazo en el brazo. www.lectulandia.com - Página 199

—Gracias. —Sonrío con timidez.<br />

No sé por qué me siento avergonzada después de lo que acabamos de hacer, pero<br />

así es. Hardin me ha visto en el estado más vulnerable, un estado que nadie más<br />

conoce, y es algo que me aterroriza al tiempo que me excita.<br />

—Debería haberte avisado de que iba a usar los dedos. He intentado hacerlo con<br />

cuidado —dice a modo de disculpa.<br />

Niego con la cabeza.<br />

—No pasa nada, me ha gustado. —Me sonrojo.<br />

Él sonríe y me acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja.<br />

Un ligero escalofrío me recorre la columna, y Hardin frunce las cejas.<br />

—¿Tienes frío? —pregunta, y asiento. Me sorprende que deshaga un lado de la<br />

cama y tape con el edredón mi cuerpo casi desnudo.<br />

Un arranque de valentía me lleva a pegarme aún más a él. Me observa con<br />

detenimiento mientras me encojo y apoyo la cabeza sobre la dura superficie de su<br />

estómago. Su piel está más fría de lo que esperaba, aunque la brisa de la tormenta<br />

todavía corre por la habitación. Tiro de la sábana hasta cubrirle el pecho, y quedo<br />

tapada por completo. Él la levanta para dejarme la cara al descubierto, pero me<br />

escondo y comienzo a reírme mientras jugamos a nuestro particular escondite.<br />

Ojalá pudiera quedarme aquí tumbada con él durante horas sin dejar de sentir el<br />

latido de su corazón en mi mejilla.<br />

—¿Cuánto tiempo nos queda antes de volver abajo? —pregunto.<br />

Él se encoge de hombros.<br />

—Deberíamos bajar ya, antes de que piensen que estamos follando —bromea, y<br />

ambos nos reímos un poco.<br />

Me estoy acostumbrando poco a poco a lo malhablado que es, pero me sigue<br />

pareciendo un poco chocante oírlo emplear ese tipo de palabras de una forma tan<br />

natural. Lo que más me sorprende es el hormigueo que me produce en la piel cuando<br />

las dice.<br />

Refunfuño y me bajo de la cama. Siento la mirada de Hardin clavada en mí<br />

cuando me agacho para recuperar la ropa. Le tiro la camiseta, y se la pone, tras lo<br />

cual se revuelve el pelo, ya de por sí alborotado. Introduzco los pies por las aberturas<br />

de las bragas y me contoneo para subírmelas bajo su atenta mirada. Lo siguiente son<br />

las medias, y por poco me caigo de bruces cuando empiezo a ponérmelas.<br />

—Deja de mirarme; me estás poniendo nerviosa —le espeto, y él sonríe. Se le<br />

marcan los hoyuelos como nunca.<br />

Mete las manos en los bolsillos de los pantalones y alza la vista al techo. Yo<br />

suelto una risita mientras termino de subirme las medias.<br />

—¿Puedes abrocharme el vestido cuando me lo ponga? —le pregunto.<br />

Él me estudia de arriba abajo, y a un metro de distancia me doy cuenta de que se<br />

le dilatan las pupilas. Bajo la vista y entiendo por qué. El sujetador me realza mucho<br />

el pecho, y las medias de encaje me quedan por encima de las caderas; de repente me<br />

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