After - Anna Todd
excelente cocinera. Quiero mantener a raya el mal humor de Hardin y decirle a su padre que no soy su novia, pero él se me adelanta. —Esta noche no podemos. Yo tengo una fiesta, y ella no va a querer ir —le suelta. Ahogo una exclamación por la forma en que Hardin le habla a su padre. Ken se queda boquiabierto, y me siento fatal por él. —En realidad, me encantaría ir —intervengo—. También soy amiga de Landon; vamos a clase juntos. La sonrisa afable de Ken reaparece. —¿Ah, sí? Eso es genial. Landon es un buen chico. Me encantaría que vinieras esta noche —repite Ken, y sonríe. Siento la mirada penetrante de Hardin clavada en mí. —¿A qué hora vamos? —digo. —¿«Vamos»? —pregunta su padre, y yo asiento—. Vale…, ¿pongamos a las siete? Tengo que avisar a Karen con tiempo o seré hombre muerto —bromea, y yo sonrío. Hardin está furioso, y permanece mirando por la ventana. —¡Genial! —digo—. ¡Nos vemos esta noche! Ken se despide de su hijo, quien lo ignora de malas maneras, a pesar de que le doy un toque en el pie por debajo de la mesa. Un minuto después de que su padre se marche del local, Hardin se levanta de golpe y estampa su silla contra la mesa. Ésta cae por el otro lado, y entonces comienza a propinarle patadas en medio del bar antes de salir corriendo por la puerta y dejarme sola ante las miradas de todos. Sin saber muy bien qué hacer, dejo el yogur donde está, balbuceo una disculpa por lo bajo y enderezo la silla con torpeza antes de salir detrás de él. www.lectulandia.com - Página 178
CAPÍTULO 45 Llamo a Hardin, pero me ignora. Cuando ya está a medio camino del coche, se da la vuelta tan rápido que casi choco contra él. —¡Joder, Tessa! ¡¿Qué mierda has hecho?! —me grita. La gente que pasa por nuestro lado empieza a mirarme, pero él continúa—: ¿A qué clase de juego intentas jugar? —Se acerca a mí. Está enfadado, más que enfadado en realidad. —No es ningún juego, Hardin. ¿Es que no has visto lo mucho que quería que fueras? Estaba intentando llegar a ti, ¡y tú has sido tan maleducado! —No estoy segura de por qué estoy gritando, pero no voy a dejar que me chille sin más. —¿Llegar a mí? ¿Qué coño me estás contando? ¡A lo mejor tendría que haberse preocupado por llegar a mí cuando abandonó a su familia! —Las venas del cuello se le tensan bajo la piel. —¡Deja de decir tacos! ¡Quizá está intentando recuperar el tiempo perdido! La gente comete errores, Hardin, y es evidente que le importas. Tiene una habitación para ti en su casa, llena de ropa por si… —¡No sabes una mierda sobre él, Tessa! —chilla, y se estremece de rabia—. ¡Vive en un pedazo de mansión con su nueva familia, mientras mi madre se mata a trabajar cincuenta horas a la semana para pagar las facturas! Así que ahórrate el sermón. ¡No te metas donde no te llaman! Se sube al coche y cierra de un portazo. Me apresuro a entrar también, por miedo a que se le ocurra dejarme tirada; está histérico. Se acabó nuestro día sin discusiones. Está hecho una furia, pero por suerte permanece callado cuando salimos a la carretera principal. Si pudiera mantener este silencio el resto del viaje, sería feliz. Pero una parte de mí insiste en que Hardin tiene que entender que no puede gritarme así. Es uno de los puntos a favor que tengo que reconocer de mi madre: me enseñó cómo no debe tratarme un hombre. —Está bien —digo fingiendo serenidad—. No voy a meterme donde no me llaman, pero pienso aceptar la invitación de esta noche, vayas tú o no. Como si fuera un animal salvaje enfurecido, se vuelve hacia mí. —No, ¡ya te digo que no! Manteniendo la falsa calma, añado: —No es de tu incumbencia lo que yo hago o dejo de hacer, Hardin, y, por si no te has dado cuenta, me ha invitado. Puede que le pregunte a Zed si quiere venir conmigo. —¡¿Qué acabas de decir?! www.lectulandia.com - Página 179
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excelente cocinera.<br />
Quiero mantener a raya el mal humor de Hardin y decirle a su padre que no soy<br />
su novia, pero él se me adelanta.<br />
—Esta noche no podemos. Yo tengo una fiesta, y ella no va a querer ir —le<br />
suelta.<br />
Ahogo una exclamación por la forma en que Hardin le habla a su padre. Ken se<br />
queda boquiabierto, y me siento fatal por él.<br />
—En realidad, me encantaría ir —intervengo—. También soy amiga de Landon;<br />
vamos a clase juntos.<br />
La sonrisa afable de Ken reaparece.<br />
—¿Ah, sí? Eso es genial. Landon es un buen chico. Me encantaría que vinieras<br />
esta noche —repite Ken, y sonríe.<br />
Siento la mirada penetrante de Hardin clavada en mí.<br />
—¿A qué hora vamos? —digo.<br />
—¿«Vamos»? —pregunta su padre, y yo asiento—. Vale…, ¿pongamos a las<br />
siete? Tengo que avisar a Karen con tiempo o seré hombre muerto —bromea, y yo<br />
sonrío.<br />
Hardin está furioso, y permanece mirando por la ventana.<br />
—¡Genial! —digo—. ¡Nos vemos esta noche!<br />
Ken se despide de su hijo, quien lo ignora de malas maneras, a pesar de que le<br />
doy un toque en el pie por debajo de la mesa. Un minuto después de que su padre se<br />
marche del local, Hardin se levanta de golpe y estampa su silla contra la mesa. Ésta<br />
cae por el otro lado, y entonces comienza a propinarle patadas en medio del bar antes<br />
de salir corriendo por la puerta y dejarme sola ante las miradas de todos.<br />
Sin saber muy bien qué hacer, dejo el yogur donde está, balbuceo una disculpa<br />
por lo bajo y enderezo la silla con torpeza antes de salir detrás de él.<br />
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