After - Anna Todd

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—No. Bueno, me encantaría verte con eso, pero no. Puedes taparte, pero llevar ropa de tu talla. Esa blusa también esconde tu pecho, y tienes unas tetas preciosas que no deberías ocultar. —¡Deja de usar esas palabras! —lo reprendo, y él sonríe. Vuelve a la cama y acurruca su cuerpo prácticamente desnudo cerca del mío. Sigo teniendo calor, pero los extraños cumplidos de Hardin me han infundido una nueva seguridad en mí misma. Me levanto de la cama. —¿Adónde vas? —pregunta asustado. —A cambiarme —contesto, y recojo su camiseta del suelo—. Date la vuelta y no mires —digo con los brazos en jarras. —No. —¿Cómo que no? «¿Por qué se niega?» —No pienso volverme. Quiero verte. —Ah, vale —digo. Sin embargo, me limito a sonreír, sacudo la cabeza y apago la luz. Hardin protesta, y yo sonrío para mis adentros mientras me bajo la cremallera de la falda. La dejo caer a mis pies y, de repente, se enciende otra luz. —¡Hardin! Me apresuro a recoger la falda y a subírmela de nuevo. Él está apoyado sobre un codo y recorre mi cuerpo con la mirada sin ninguna vergüenza. Me ha visto con menos ropa, y sé que no va a hacerme caso, así que respiro hondo y me quito la blusa por la cabeza. He de admitir que estoy disfrutando de este juego. En el fondo sé que quiero que me mire, que me desee. Llevo unas bragas y un sujetador blancos y sencillos, nada del otro mundo, pero la expresión de Hardin hace que me sienta sexi. Cojo su camiseta y me la pongo. Huele de maravilla, como él. —Ven aquí —susurra desde su posición. Entonces acallo la vocecita de mi subconsciente que me dice que huya lo más rápidamente que pueda y me dirijo a la cama. www.lectulandia.com - Página 128

CAPÍTULO 33 Hardin fija su mirada ardiente en mis ojos mientras me acerco a él. Apoyo la rodilla sobre el colchón y me doy impulso para subirme. Al mismo tiempo, él se incorpora de manera que su espalda queda apoyada contra la cabecera y me ofrece la mano. En el mismo instante en el que poso mi mano pequeña en la suya, la envuelve con los dedos y tira de mí hacia él. Coloco las rodillas a ambos lados de su cuerpo de manera que quedo a horcajadas sobre su regazo. Ya he hecho esto antes con él, pero nunca llevando tan poca ropa. Mantengo la espalda erguida apoyándome en las rodillas para que nuestros cuerpos no se toquen, pero Hardin no piensa permitirlo. Coloca las manos en mis caderas y me empuja hacia abajo suavemente. Su camiseta se arruga a mis costados, dejando mis muslos completamente al descubierto, y entonces me alegro de haberme afeitado las piernas esta mañana. En cuanto nuestros cuerpos se tocan siento mariposas en el estómago. Sé que esta felicidad no durará, y me siento como Cenicienta, esperando a que el reloj dé la hora y mi noche de dicha llegue a su fin. —Mucho mejor —dice, y me sonríe con malicia. Sé que está ebrio y que por eso está siendo tan agradable, bueno, agradable tratándose de él, pero ahora mismo no me importa. «Si de verdad ésta es la última vez que voy a estar con él, así es como quiero pasarla», me digo, y no paro de repetírmelo. Esta noche puedo comportarme como quiera con Hardin, porque cuando llegue la luz del día, voy a decirle que no vuelva a acercarse a mí jamás, y él lo aceptará. Es lo mejor, y sé que es lo que querrá él también cuando se le pase la borrachera. En mi defensa, he de decir que Hardin me embriaga tanto como a él la botella de whisky que ha ingerido. También me repito esto a mí misma constantemente. Él sigue mirándome directamente a los ojos, y empiezo a ponerme nerviosa. ¿Qué he de hacer ahora? No tengo ni idea de hasta adónde quiere llevar esto, y no quiero quedar como una idiota intentando tomar la iniciativa. Parece darse cuenta de mi expresión de apuro. —¿Qué pasa? —pregunta, y acerca la mano a mi cara. Su dedo recorre mi pómulo y yo cierro los ojos de manera involuntaria ante su caricia sorprendentemente suave. —Nada…, es que no sé qué hacer —admito, y bajo la mirada. —Haz lo que quieras, Tess. No te comas la cabeza. Me inclino un poco hacia atrás para dejar al menos treinta centímetros de www.lectulandia.com - Página 129

—No. Bueno, me encantaría verte con eso, pero no. Puedes taparte, pero llevar<br />

ropa de tu talla. Esa blusa también esconde tu pecho, y tienes unas tetas preciosas que<br />

no deberías ocultar.<br />

—¡Deja de usar esas palabras! —lo reprendo, y él sonríe.<br />

Vuelve a la cama y acurruca su cuerpo prácticamente desnudo cerca del mío. Sigo<br />

teniendo calor, pero los extraños cumplidos de Hardin me han infundido una nueva<br />

seguridad en mí misma. Me levanto de la cama.<br />

—¿Adónde vas? —pregunta asustado.<br />

—A cambiarme —contesto, y recojo su camiseta del suelo—. Date la vuelta y no<br />

mires —digo con los brazos en jarras.<br />

—No.<br />

—¿Cómo que no?<br />

«¿Por qué se niega?»<br />

—No pienso volverme. Quiero verte.<br />

—Ah, vale —digo.<br />

Sin embargo, me limito a sonreír, sacudo la cabeza y apago la luz.<br />

Hardin protesta, y yo sonrío para mis adentros mientras me bajo la cremallera de<br />

la falda. La dejo caer a mis pies y, de repente, se enciende otra luz.<br />

—¡Hardin!<br />

Me apresuro a recoger la falda y a subírmela de nuevo. Él está apoyado sobre un<br />

codo y recorre mi cuerpo con la mirada sin ninguna vergüenza. Me ha visto con<br />

menos ropa, y sé que no va a hacerme caso, así que respiro hondo y me quito la blusa<br />

por la cabeza. He de admitir que estoy disfrutando de este juego. En el fondo sé que<br />

quiero que me mire, que me desee. Llevo unas bragas y un sujetador blancos y<br />

sencillos, nada del otro mundo, pero la expresión de Hardin hace que me sienta sexi.<br />

Cojo su camiseta y me la pongo. Huele de maravilla, como él.<br />

—Ven aquí —susurra desde su posición.<br />

Entonces acallo la vocecita de mi subconsciente que me dice que huya lo más<br />

rápidamente que pueda y me dirijo a la cama.<br />

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