After - Anna Todd
CAPÍTULO 26 La mano de Hardin sigue en mi muslo, y espero que nunca la aparte. Aprovecho la oportunidad para analizar algunos de los tatuajes que cubren sus brazos. El símbolo del infinito que tiene encima de la muñeca capta mi atención de nuevo, y no puedo evitar preguntarme si tendrá algún significado especial para él. Parece algo personal, al tenerlo ahí, justo encima de la piel sin tatuar de su mano. Miro su otra muñeca para ver si tiene algún otro símbolo, pero no hay ninguno. El símbolo del infinito es bastante común, sobre todo entre las mujeres, pero el hecho de que la curva de los extremos tenga forma de corazón despierta mi curiosidad todavía más. —¿Qué clase de comida te gusta? —dice. Me sorprende que me pregunte algo tan trivial. Me recojo el pelo casi seco en un moño y me planteo por un instante qué me apetece comer. —La verdad es que me gusta todo, siempre que sepa lo que es y que no lleve kétchup. Se ríe. —¿No te gusta el kétchup? ¿No se supone que a todos los estadounidenses los vuelve locos esa salsa? —bromea. —No tengo ni idea, pero es asquerosa. Los dos nos echamos a reír. —¿Te parece que sea una cena sencilla, entonces? —añade. Asiento y él se dispone a subir el volumen de la música, pero se detiene y vuelve a apoyar la mano sobre mí. —¿Qué planes tienes para cuando termines la universidad? —pregunta. Es algo que ya me había preguntado antes, en su habitación. —Tengo intención de mudarme a Seattle inmediatamente, y espero trabajar en una editorial o ser escritora. Sé que es una tontería —digo, de repente avergonzada por mis grandes ambiciones—. Pero ya me lo preguntaste, ¿recuerdas? —No, no lo es. Conozco a alguien que trabaja en la editorial Vance; está un poco lejos, pero a lo mejor podrían hacerte un contrato de formación. Si quieres, hablo con él. —¿En serio? ¿Harías eso por mí? —pregunto con una voz aguda a causa de la sorpresa; aunque ha estado muy simpático durante la última hora, no me esperaba esto para nada. www.lectulandia.com - Página 100
—Sí, no es para tanto. —Parece algo cohibido. Estoy segura de que no está acostumbrado a hacerle favores a nadie. —Vaya, gracias. En serio. Necesito conseguir un trabajo o un contrato de prácticas pronto, y eso sería un sueño hecho realidad —exclamo uniendo las manos con entusiasmo. Se ríe y sacude la cabeza. —De nada. Nos detenemos en un pequeño aparcamiento al lado de un viejo edificio de ladrillo. —La comida aquí es fantástica —dice, y sale del coche. Se dirige al maletero, lo abre… y saca otra camiseta negra lisa. Debe de tener millones de ellas. Estaba disfrutando tanto viendo su torso desnudo que había olvidado que en algún momento iba a tener que cubrírselo. Entramos y nos sentamos en el local vacío. Una anciana se acerca a la mesa y nos entrega los menús, pero él los rechaza y pide una hamburguesa con patatas y hace un gesto para indicarme que debería pedir lo mismo. Confío en su criterio y la pido, pero sin kétchup, claro. Mientras esperamos, le hablo a Hardin de mi infancia en Richland. Al ser inglés, no conoce el lugar. No se pierde gran cosa; es un sitio pequeño, donde todo el mundo hace las mismas cosas y nadie se marcha nunca. Nadie excepto yo: jamás volveré allí. Él no me cuenta demasiado sobre su pasado, pero espero que algún día lo haga. Parece tener mucha curiosidad por saber cómo era mi vida cuando era pequeña, y frunce el ceño cuando le hablo sobre el problema de mi padre con la bebida. Ya se lo había mencionado, cuando discutimos, pero esta vez entro en detalles. Durante una pausa en la conversación, la camarera aparece con nuestra comida, que tiene un aspecto delicioso. —Está buena, ¿eh? —pregunta Hardin cuando doy el primer bocado. Asiento y me limpio la boca. Está exquisita, y ambos dejamos los platos vacíos. Creo que no había tenido tanto apetito en mi vida. El trayecto de regreso a la residencia transcurre de manera tranquila mientras sus largos dedos me acarician la pierna trazando suaves círculos. Cuando veo el cartel con las siglas «WCU» de la Universidad de Washington Central al llegar al aparcamiento del campus siento una ligera tristeza. —¿Lo has pasado bien? —le pregunto. Me siento mucho más cerca de él ahora que hace un rato. Puede ser un auténtico encanto cuando se lo propone. —La verdad es que sí. —Parece sorprendido—. Oye, te acompañaría a tu cuarto, pero no tengo energías para soportar el interrogatorio de Steph… —Sonríe y se vuelve hacia mí. www.lectulandia.com - Página 101
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—Sí, no es para tanto. —Parece algo cohibido. Estoy segura de que no está<br />
acostumbrado a hacerle favores a nadie.<br />
—Vaya, gracias. En serio. Necesito conseguir un trabajo o un contrato de<br />
prácticas pronto, y eso sería un sueño hecho realidad —exclamo uniendo las manos<br />
con entusiasmo.<br />
Se ríe y sacude la cabeza.<br />
—De nada.<br />
Nos detenemos en un pequeño aparcamiento al lado de un viejo edificio de<br />
ladrillo.<br />
—La comida aquí es fantástica —dice, y sale del coche.<br />
Se dirige al maletero, lo abre… y saca otra camiseta negra lisa. Debe de tener<br />
millones de ellas. Estaba disfrutando tanto viendo su torso desnudo que había<br />
olvidado que en algún momento iba a tener que cubrírselo.<br />
Entramos y nos sentamos en el local vacío. Una anciana se acerca a la mesa y nos<br />
entrega los menús, pero él los rechaza y pide una hamburguesa con patatas y hace un<br />
gesto para indicarme que debería pedir lo mismo. Confío en su criterio y la pido, pero<br />
sin kétchup, claro.<br />
Mientras esperamos, le hablo a Hardin de mi infancia en Richland. Al ser inglés,<br />
no conoce el lugar. No se pierde gran cosa; es un sitio pequeño, donde todo el mundo<br />
hace las mismas cosas y nadie se marcha nunca. Nadie excepto yo: jamás volveré allí.<br />
Él no me cuenta demasiado sobre su pasado, pero espero que algún día lo haga.<br />
Parece tener mucha curiosidad por saber cómo era mi vida cuando era pequeña, y<br />
frunce el ceño cuando le hablo sobre el problema de mi padre con la bebida. Ya se lo<br />
había mencionado, cuando discutimos, pero esta vez entro en detalles.<br />
Durante una pausa en la conversación, la camarera aparece con nuestra comida,<br />
que tiene un aspecto delicioso.<br />
—Está buena, ¿eh? —pregunta Hardin cuando doy el primer bocado.<br />
Asiento y me limpio la boca. Está exquisita, y ambos dejamos los platos vacíos.<br />
Creo que no había tenido tanto apetito en mi vida.<br />
El trayecto de regreso a la residencia transcurre de manera tranquila mientras sus<br />
largos dedos me acarician la pierna trazando suaves círculos. Cuando veo el cartel<br />
con las siglas «WCU» de la Universidad de Washington Central al llegar al<br />
aparcamiento del campus siento una ligera tristeza.<br />
—¿Lo has pasado bien? —le pregunto.<br />
Me siento mucho más cerca de él ahora que hace un rato. Puede ser un auténtico<br />
encanto cuando se lo propone.<br />
—La verdad es que sí. —Parece sorprendido—. Oye, te acompañaría a tu cuarto,<br />
pero no tengo energías para soportar el interrogatorio de Steph… —Sonríe y se<br />
vuelve hacia mí.<br />
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