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Clip Diciembre Web

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de ese deseo tan poderosamente<br />

arraigado en nosotras. “¿Y Pablo? –<br />

le pregunté–, ¿no tenías eso con<br />

Pablo?”. Caro tomó aire profundamente<br />

y respondió decepcionada<br />

“Pero Pablo es petiso, yo no puedo<br />

estar con un petiso. Lo abrazás y te<br />

queda acá abajo, ¿viste? A mí me<br />

gustan los tipos altos, grandotes...”.<br />

Eso nos está pasando a las Mujeres<br />

Alfa, decimos que queremos algo y<br />

cuando está ahí decimos que en<br />

realidad queríamos otra cosa.<br />

Hace poco salí con un chico que lo<br />

tenía todo: un buen trabajo, un<br />

buen cuerpo, una hermosa casa,<br />

un buen auto. Terminamos en su<br />

living con una copa de vino. Es<br />

seductor, simpático, y mientras<br />

hablaba yo calculaba dónde iba a<br />

construir mi vestidor cuando me<br />

mudara con él.<br />

Quizás se dio cuenta, porque me<br />

preguntó: “¿Qué le cambiarías a mi<br />

casa?”. Miré alrededor y todo era<br />

perfecto, limpio, ordenado, decorado<br />

con buen gusto, y no había<br />

absolutamente nada para mejorar;<br />

hasta que encontré un pequeño<br />

detalle, casi una nimiedad.<br />

“Plantas –le respondí– a tu casa le<br />

faltan plantas”.<br />

La expresión de mi chico perfecto<br />

se puso tensa y empezó a contarme<br />

que en realidad tuvo una planta<br />

de albahaca. La puso al lado de<br />

la pileta de la cocina, pero había<br />

que regarla todos los días.<br />

Para colmo él la regaba y la planta<br />

largaba tierrita que le ensuciaba su<br />

perfecta e inmaculada mesada y,<br />

claro está, un día se cansó de regarla<br />

y limpiar la tierrita y decidió exiliarla<br />

para siempre.<br />

En ese momento su casa perfecta<br />

se convirtió a mis ojos en un lugar<br />

frío e inhóspito.<br />

La casa perfecta no podía contener<br />

vida, porque la vida desordena y<br />

ensucia.<br />

Me sentí tan identificada con la<br />

planta de albahaca que le pregunté<br />

qué había hecho con ella. Juró<br />

haberla puesto en un buen lugar<br />

pero no le creí e insistí en verla con<br />

mis propios ojos. Salimos a un jardín<br />

y allí, debajo de un árbol estaba<br />

la planta de albahaca dentro de<br />

una pequeñísima maceta.<br />

El chico perfecto sonrió con satisfacción<br />

mientras yo miraba a esa<br />

pobre planta encerrada en una pequeña<br />

porción de vida, mientras<br />

esperaba que alguien la trasplantara<br />

en el mar de tierra que la rodeaba.<br />

Me imaginaba la presión de sus raíces<br />

dentro de la maceta, sus ganas<br />

de crecer con libertad. Si la planta<br />

de albahaca le molestaba, ¿qué podía<br />

esperar yo que amo comer en la<br />

cama mirando películas, me pinto<br />

las uñas en el sillón y me lavo los<br />

dientes bailando por la casa?<br />

¿Cómo iba a poder entender El<br />

Chico Perfecto que, a veces, mi cabeza<br />

se va volando muy lejos enredada<br />

en una historia que estoy<br />

escribiendo y se olvida que tiene<br />

un cuerpo y que el pobre cuerpo,<br />

librado a su propia suerte, se pone<br />

torpe y rompe todo lo que se le<br />

cruza por el camino?<br />

Odié a El Chico Perfecto por habernos<br />

hecho eso a la planta de albahaca<br />

y a mí.<br />

Nunca, como en la era de hipercomunicación,<br />

nos resultó tan fácil<br />

estar incomunicados.<br />

Tenemos Whatsapp, celular, Facebook,<br />

Twitter, Instagram, cuentas<br />

de email, y sin embargo no nos vemos<br />

las caras. Y como dice el refrán<br />

de la abuela: “ojos que no ven,<br />

corazón que no siente”.<br />

Si lastimo a una persona por cualquiera<br />

de esos medios no veo su<br />

dolor. Si no veo su dolor no siento<br />

empatía. Si no siento empatía, los<br />

otros no son más que objetos de<br />

mi placer, que cuando ya no son<br />

funcionales a mis necesidades quedan<br />

borrados de mi mundo virtual.<br />

Y así como sacó de su vida a la<br />

planta de albahaca convenciéndose<br />

que al aire libre estaba mejor, este<br />

chico me hubiera borrado de todo<br />

su mundo apenas hubiera dejado<br />

de proveerle de hojas para su<br />

ensalada caprese.<br />

Todas tenemos casas hermosas, femeninas,<br />

cuidadas, repletas de detalles,<br />

pulcras, pero cuando los a-<br />

migos se van después de una cena<br />

parece que alguien tiró una bomba.<br />

Las risas y la música se quedan<br />

pegadas en el piso, se esconden en<br />

forma de servilletas de papel arrugadas<br />

con ganas de quedarse para<br />

siempre en el aire.<br />

Y muchas veces nosotras, las Mujeres<br />

Alfa, no somos muy diferentes.<br />

Una persona en nuestras vidas<br />

ocupa un espacio, a veces con la<br />

forma de un par de botines de fútbol<br />

en medio de un pasillo, y nos<br />

sentimos invadidas porque antes<br />

ese espacio era sólo nuestro.<br />

Odiamos ese par de botines y odiamos<br />

la tierrita que deja en nuestro<br />

pasillo, que antes estaba siempre<br />

impecable.<br />

Las personas somos difíciles y no<br />

hay nadie que esté libre de tirar la<br />

primera piedra.<br />

Pero en algún momento me parece<br />

que nuestro mundo se volvió brutal<br />

y que las relaciones están cada<br />

vez más regladas por la Ley de la<br />

Selva, donde el más fuerte se impone<br />

y donde se aprovecha de esa<br />

ventaja como si hubiera sido ganada<br />

y como si quien la poseyera<br />

mereciera su lugar de poder.<br />

Por eso ahora, que empezamos un<br />

año nuevo con todas las ganas de<br />

ser mejores, les propongo que<br />

cambiemos la Ley de la Selva por<br />

La Ley del Vivero.<br />

Y que el mundo sea un lugar donde<br />

las relaciones se cuidan y se alimentan<br />

día a día.<br />

Un lugar donde se protege a los<br />

más débiles de los peligros para<br />

que puedan crecer.<br />

¡Feliz año nuevo!<br />

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