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caminando siguió en Los Toldos un trabajo para manejar unos campos, que eran propiedad de la familia Cavadini, de Chivilcoy. Se fue con un hermano. Yo me quedé con mis abuelos, nunca más volví a ver a mi padre y hermano”. “Actualmente mi familia se forma con mi señora, una hija, mi yerno, dos nietos fantásticos y un bisnieto. Es lo más grande que he conseguido, la felicidad colmada”. El “Negro” Fernández nació en el barrio que en esa época llamaban “de La Cremería”, debido a la cercaalfonso salvatore por la vida alejandro “negro” fErnandEz “Me veo en el espejo y estoy tan lindo como antes” Alejandro Fernández y su esposa Nélida “Negra” Ricardi 100 años no se cumplen todos los días y más aún con la lucidez y el buen ánimo de alejandro “negro” fernández, un vecino de chivilcoy que el 2 de diciembre llegó al centenario, con muchas anécdotas que recordar en toda una vida de trabajo y amistades. L as muchas actividades laborales que hizo y su relación con los amigos son una fuente inagotable de vivencias que contó en el programa “Caminando por la Vida”, conducido por Alfonso “Tito” Salvatore y que se transmite los días sábado de 11:30 a 13 por Radio Chivilcoy. La entrevista fue realizada junto a su esposa Nélida Ricardi y un amigo de la época del Racing, desde hace más de 60 años, Roberto Taverna, con quien compartió muchas remembranzas y anécdotas, 30 entre ellas uno de los apodos de Fernández, “la liebre”. “Me dicen así a raíz de un amigo que era mujeriego, pero me lo encajaron”, señala. Los primeros años “Nací en Chivilcoy el 2 de diciembre de 1917 y me han puesto muchos apodos: ‘gallego’, ‘liebre’, ‘negro’…. Mi familia estaba conformada por mis padres, éramos seis hermanos, cinco varones y una mujer”. “A los dos años me quedé con mis abuelos. Mi padre era resero y con-
nía de la fábrica B.T.B. (Bayá, Tiscornia, Biaus) donde se elaboraba hielo y manteca. “Ahí empecé de cadete en el año 1930. Iba en bicicleta por tierra, porque no había asfalto, cuatro veces por día al correo llevando correspondencia hasta el local que estaba en la plaza España. A las diez tenía que pasar por el banco, a las dos de la tarde traía la correspondencia y a las ocho cuando cerrábamos las oficinas, llevaba correspondencia otra vez al correo”. - ¿Qué te acordás del barrio donde naciste? - Recuerdo que había un boliche donde iba a jugar a las bochas, al sapo… Estaba la carnicería de Di Leo. En cuanto a amigos, estaban los Baroni, Lelutre, Denisio… Primero vivía frente a la cremería. Mi abuela había venido de España con seis hijos, sola y acá se casó con un hombre que me crió como si fuera su hijo. En esa época mi abuela me hacía para comer puchero y tallarines los días domingo. También tenía un vecino que era capo del corralón, porque antes se usaban carros, caballos para ir a buscar los tarros de crema, de 50 litros, a la estación Sur, con trenes que venían de todas las provincias. Después nos mudamos a una casa de la avenida Suárez, donde pasaba el tren cerca y ahora hay un edificio enorme. Ahí viví hasta los 12 años y luego a una casa más cerca del centro de la ciudad, hasta los 18 años. Luego me fui a la pensión de Rubado. La niñez - ¿Cómo fue tu infancia? - Como cadete ganaba 5 pesos por mes, pero ganaba más con las propinas, porque alguien me encargaba una cosa y me daban monedas. Iba a buscar la nafta, el diario… Por ejemplo en Villafañe me daban caramelos; Vásquez, del diario La Razón, me daba un peso. - ¿A qué edad tuviste tu primera bicicleta? - Le compré una bicicleta a Bailleres, que era usada, la tuve mucho tiempo y la pagué en cuotas, hasta me hacía firmar un recibo. Creo que me costó siete pesos. En esa época era amigo de personas como Carlitos Magni, el de la panadería “El Cañón”. Cuando me fui a la pensión, me hice en el ambiente del Club Racing. - ¿Y tus años escolares? - Estudié en la Escuela Nº 2, cuando funcionaba frente al jardín de Cúculo y había hasta tercer grado. Los dos primeros años tuve a dos maestras y en tercero a un maestro, que le decían “Luis, el colorado”. Una vez nos tuvieron en el aula varias horas porque no podíamos sacar bien una cuenta. Luego hice el cuarto grado en la Escuela Nº 11 y como repetí me metieron a trabajar. Ya tenía 13 años y mi tío, que era capataz en la BTB me consiguió la ocupación de cadete. Luego, esa fábrica fue vendida a los ingleses, que instalaron un local en la calle Pellegrini donde me pusieron a vender crema y manteca. Ese fue mi primer trabajo formal. La adolescencia En aquella época, el uso de los pantalones largos configuraba un momento muy importante en la vida de los varones ya que era, casi, como llegar a la mayoría de edad. “Me acuerdo que iba al comercio Sportivo. En un principio me daba vergüenza usar pantalones largos, hoy hasta las chicas los usan. Creo que cuando los empecé a usar tenía 15 o 16 años”. “En el año 40, la fábrica fue nuevamente vendida y yo me quedé sin trabajar, estuve así como cinco meses, entonces le pedí que me empleara Julio Cánepa, a quien conocía del Club Racing. ‘No te voy a mandar a cargar las bolsas’, me dijo y luego de un tiempo me llamaron para trabajar en la parte administrativa del molino, cuando se empezó a usar una nueva forma de contabilidad”. “Luego empecé a trabajar dentro de la empresa pero como viajante a Buenos Aires, me aumentaron el sueldo, era soltero en esa época. Así que armé las valijas y me fui a vivir a una pensión de la calle Alsina, la oficina estaba en la calle Avellaneda. Yo era el tesorero, recibía la plata de los viajantes, además entregaba boletas de depósito”. “Después me mandaron a 25 de Mayo, pero me bajaron el sueldo. Por esa época ya estaba de novio”. En mi adolescencia: “Me juntaba con otros mocosos y una vez me encontré un paquete de ‘43 Especial’ y un día fui al boliche donde mi tío compraba los cigarrillos, que valían 20 o 30 centavos, venían diez cigarrillos. Entonces le dije al dueño ‘dice mi tío que le dé un paquete de estos’. Me lo dio porque sabían que mi tío lo pagaba, pero me los fumaba yo. Casi me mata cuando se dio cuenta de lo que le saqué. De todas maneras mi tío era buena gente y nunca se enojó mucho conmigo”. El deporte y las anécdotas - ¿En algún momento practicaste algún deporte? - Jugaba a la paleta, tendría 12 años. Vine a Racing que tenía un frontón, donde ahora está la pileta y que era muy famoso. Venía toda la gente del campo a jugar. En ese tiempo se jugaba con una pelota de cuero, incluso se juntaban todos los lecheros que trabajaban en la cremería. Jugaba con Nicieza, Cassano, Juan Toscano, Oscar Perdoménico. A veces nos peleábamos en medio del juego, nos decíamos de todo. El que perdía pagaba el pollo y la cancha. Una vez estábamos en la cancha de pelota paleta en el club Racing y había que pasar una película de cine, que estaba a cargo de Juancito Pastorino. Para pasar las películas tenían que apagar todas las luces, a oscuras. Entonces, agarramos talco que se usaba para las manos de los jugadores de paleta y nos lo pusimos en la cara, cuando terminó la película y se prendieron las luces, estábamos todos blancos. Hubo una época en que vendía 31
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