TEATRO PABLO ANCINAS 10 PITU, ESTá DE REGRESO. SONRíE. y EN ESA SONRISA PROLONGADA SE ENORGULLECE DE qUE NADA A SU ALREDEDOR SE hA ENqUISTADO. TODO ES UN CONSTANTE MOVIMIENTO, y ESTO LO SABE DESDE EL PRIMER CENTíMETRO DE VIDA. SABE ESPERAR y APROVEChAR LAS OCASIONES qUE SE LE PRESENTAN. VUELVE A SONREíR. EN SU MIRADA SE REFLEJA SU LUz INTERIOR. ES UN ARTISTA DE GRAN SENSIBILIDAD. ENTREVISTA Matías arn Un pueblo sin arte no tiene cultura y sin cultura no tiene identidad
c uando nací, estuve internado 2 o 3 meses en una incubadora, porque nací prematuro, con algún problema de salud. Era tan chiquito, había pesado 1,5 kilos, necesitaba calor, no podía perder calor. La ropa que había, me quedaba grande y las enfermeras improvisaron un gorrito con una venda de yeso que terminaba en un copito. Era 1987, año en que estaban muy de moda los pitufos. Y por la coloración azulada, - había nacido con bajo oxigeno y por el chiripá de tela grande-, me comenzaron a llamar Pitufo. Mi madre se oponía, ya que me había puesto dos nombres y por lo tanto no quería que me llamen así. Mis tíos y mi papá lo abreviaron y me empezaron a llamar Pitu. De hecho en los primeros programas de teatro que hice me ponían Pitu. Todo el mundo me llamaba Pitu. Pitu… Hijo de actriz. ¿Tu interés por el teatro comenzó por ver a mamá o acompañar a un amigo? En realidad es por ver a mamá (Katy Bustamante). En el año ‘95 mamá estaba haciendo un taller con Chichita Orteri y yo la acompañaba mucho al teatro, veía lo que hacía y me encantaba. Repetía todos los ejercicios que ellos hacían. Tenía 6 años. ¿Y ellos después copiaban lo que vos hacías? Estaba fascinado con el espacio y con todo lo que se hacía. Y fue Chichita la que me dijo que había un taller para niños. Roberto Posik fue mi primer profesor y director de teatro. Al principio no me quería tomar ya que el requisito era que tenía que tener 8 años para empezar teatro. Yo tenía 6 y no me quería tomar por la edad. Tanto insistí que al año siguiente entré con 7. Y desde ahí no paré de hacer teatro. Con Roberto hice teatro hasta el año 2000. Muchas muestras y muchos infantiles, durante 5 años. Luego seguí haciendo teatro y quedó todo en familia, ya que continué en el grupo de adolescentes que coordinaba Daniel Posik, hijo de Roberto. Otro capo… Si otro capo. Con él conocí otro mundo. Admiro mucho a Daniel. De todos lo directores que tuve fue el que más me marco. Empecé a hacer obras que no estaban diseñadas para cierre de taller o para mostrarle a mamá y a papá lo que habíamos hecho durante el año. Con Daniel, empecé a estudiar la psicología del personaje, cómo crearlo. Como empezar a trabajar con el cuerpo y prestarle al personaje mi cuerpo. Yo entraba en la adolescencia, mi cuerpo, mi mente empezaban a cambiar. Era una época de muchos cambios y el teatro fue fundamental en esa etapa. Con Daniel trabajé durante mucho tiempo. Luego de 2 años de trabajo, empecé a buscar otros rumbos para no quedarme con lo mismo y conocer más. Había que sumar… Fue por impulso de él. Él me impulso a buscar y me recomendó otros maestros. El me recomendaba. Empecé a buscar por el teatro local primero. Yo hago eso, a los míos les dije basta. Este es el último año que compartimos juntos. Quiero verlos volar. Se me abrió un abanico inmenso. En Chivilcoy es increíble lo que saben de teatro y cómo están dispuestos a trasmitir esos conocimientos. Empecé un taller en El Chasqui, con Jimmy Franciscone y la Pocho, María Inés (Martínez) muy lindo. Al año siguiente, en La Cueva, con Di Renzo y Silvana Torres. Pero siempre seguí ligado a la Agrupación Artística. Con ellos hice un infantil, mi primer temporada en el 2003, fuera de la Agrupación. Recorrimos escuelas y comedores escolares Eso es muy interesante de llevar el teatro al barrio, al pibe que no tiene esa posibilidad de ir al teatro. ¿Cómo se llamaba la obra? “Quien se comió la torta de chocolate”, era un cuento infantil que a- daptamos con los directores en una obra musical con canciones de María Elena Walsh. Fue una gran experiencia. La tomé de base para proyectos que hice más adelante. La llevábamos por todos lados, también en la calle. El teatro se puede hacer en cualquier espacio. Qué bueno que lo hayas podido ver desde muy temprano. Ese fue el proyecto que me abrió la cabeza. La verdad que el teatro se puede hacer en cualquier lado. Mientras haya alguien que quiera mirar. He estado en varios proyectos a los que les costó tomar vuelo. Difundirse, que vaya gente. He llegado hacer funciones con 3 personas, lo cual es una experiencia ú- nica. Uno imagina que hace funciones y que la sala tiene que estar llena. Yo he hecho funciones con 2 personas y les digo a mis actores… ¡se hace! Esas personas pensaron en ustedes… Si tengo que decir de dónde sale, no sé porqué; es algo que no me enseñaron, sino que siento. La persona que va al teatro se tomó el tiempo para verte a vos. No hay que privarle a esa persona de mostrarle lo que hacés, ni tampoco tenés que privarte vos de hacerla. En la sala de La Cueva, en la primer función tuvimos 5 personas y en la segunda 120. No sabemos que pasó, pero, son cosas que suceden. Eso es lo que tiene el teatro, que siempre te sorprende. Con Carla Tomasini me hice muy amigo y empezamos a salir de Chivilcoy para ver como es el teatro en otros lados. A Carla la conocí en la Agrupación, en la obra que más disfruté “Frankenstein”. Viajamos juntos a Buenos Aires a estudiar, los 2 éramos adolescentes, estábamos en la secundaria, nos llevaban nuestros viejos o íbamos en tren. ¡Que pasión tan temprana!, pegó de una, eso de querer apropiarse un poco más del teatro. Nosotros queríamos apropiarnos un poco más del teatro, pero el teatro en realidad se había apropiado de nuestros cuerpos, nuestras cabezas. Teníamos 16 años. No queríamos hacer otra cosa que hacer teatro. Viajamos los fines de semana, tomábamos el tren a las 7 de la 11