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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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-¿Cómo se encuentra?<br />

-Pues bien.<br />

-Es que tiene usted un aspecto terrible.<br />

Indiscutiblemente. Pero no peor que el de los demás miembros del KBI, los agentes<br />

Duntz, Church y Nye. Desde luego, estaba él todavía en mejor forma que Harold Nye quien, a<br />

pesar de la gripe y la fiebre, no dejaba de prestar servicio.<br />

Entre otras cosas, estos cuatro hombres agotados habían tenido que «comprobar» algo<br />

así como setecientos soplos y rumores. Por ejemplo, Dewey, había pasado dos largas y<br />

postradoras jornadas tratando de seguir las huellas de aquel par de fantasmas mexicanos que<br />

Paul Helm juraba que habían visitado a Clutter la tarde de su asesinato.<br />

-¿Quiere otra taza, Alvin?<br />

-Creo que no, gracias.<br />

Pero la mujer tenía ya la cafetera en la mano:<br />

-Obsequio de la casa, sheriff. Por la cara, parece que lo necesita.<br />

En una mesa de rincón, dos braceros bigotudos jugaban a las damas. Uno se levantó y<br />

se acercó a la barra donde Dewey estaba sentado. Le dijo:<br />

-¿Es verdad lo que me han dicho?<br />

-Depende de lo que sea.<br />

-¿De ese tipo que pescaron? ¿El que andaba rondando por la casa de los Clutter? Que<br />

fue él quien lo hizo. Eso es lo que me han dicho.<br />

-Creo que le han dicho mal, hombre. Sí, eso creo.<br />

Si bien el pasado de Jonathan Daniel Adrian, que estaba en la cárcel por tenencia ilícita<br />

de armas, contaba con un período de tiempo de internación en el hospital psiquiátrico del<br />

estado en Topeka, los datos recogidos por los detectives indicaban que, en relación con el<br />

caso Clutter, él sólo era culpable de una inoportuna curiosidad.<br />

-Y si no lo es, ¿por qué diablos no prenden al culpable? Tengo la casa llena de mujeres<br />

que no se atreven a ir al retrete solas.<br />

Dewey estaba acostumbrado ya a esta clase de insultos, era una rutina que formaba<br />

parte de su vida. Se bebió la segunda taza de café, suspiró y sonrió.<br />

-Carajo, que no le veo la gracia, ¿sabe? De veras, ¿por qué no arrestan a alguno? Para<br />

eso le pagan.<br />

-Refrena tu lengua -dijo la señora Hartman-. Navegamos todos en el mismo bote. Alvin<br />

hace más de lo que puede.<br />

Dewey le guiño el ojo.<br />

-Y usted que lo diga. Y muchas gracias por el café.<br />

El bracero aguardó hasta que su presa hubiera llegado a la puerta, entonces disparó a<br />

modo de despedida la siguiente descarga:<br />

-Si alguna vez se le ocurre volver a presentarse para que lo elijamos sheriff, olvídese de<br />

mi voto. Porque no va a tenerlo.<br />

-Refrena tu lengua -repitió la señora Hartman.<br />

Entre River Valley y el Café Hartman había dos kilómetros y Dewey decidió hacerlos a<br />

pie. Le agradaba caminar por los trigales. Un par de veces a la semana, acostumbraba a dar un<br />

largo paseo por su terreno, aquel adorado trozo de pradera donde siempre había deseado<br />

construirse una casa, plantar árboles y, con el tiempo, recibir a sus tataranietos. Ese era el<br />

sueño del que últimamente su mujer se había despedido. Le había dicho que ella ya no quería<br />

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