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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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había «agriado el alma», afilado la lengua hasta la perfidia y disuelto hasta tal punto la<br />

dignidad que ni siquiera le importaba preguntar el nombre de los ocasionales estibadores,<br />

conductores de tranvía y otros tipos por el estilo que aceptaban lo que ella podía ofrecerles sin<br />

cargo (lo único que pedía era que primero bebieran con ella y bailaran al son de un fonógrafo<br />

de manivela).<br />

Por consiguiente, como recordaba Perry:<br />

-Siempre pensaba en papá, deseando que apareciera y me rescatara y me acuerdo como<br />

si fuera ahora del día en que volví a verle. En el patio del colegio. Fue como cuando la maza<br />

de béisbol pega de lleno en la pelota. Como Di Maggio. Sólo que papá no quiso ayudarme.<br />

Me dijo que me portara bien, me abrazó y se fue. Poco después mi madre me puso en un<br />

orfelinato católico. Aquel en que las Viudas Negras me estaban siempre encima. Me pegaban.<br />

Porque mojaba la cama. Esta es una de las razones por las que detesto a las monjas. Y a Dios.<br />

Y a la religión. Pero luego descubrí que había gente más cruel. Porque un par de meses<br />

después, me echaron del orfelinato y ella (su madre) me puso en un sitio peor: un asilo de<br />

niños de la Salvation Army. También allí me odiaban por mojar la cama. Y por ser medio<br />

indio. Había una asistente que me llamaba «negro» y decía que no existía diferencia alguna<br />

entre negros e indios. ¡Oh, Jesús! El mismo diablo encarnado. Lo que solía hacer era meterme<br />

en una bañera con agua helada, me metía y me tenía agarrado hasta que me ponía azul, casi<br />

ahogado. Pero descubrieron a la muy bruja, porque enfermé de pulmonía. Por poco no lo<br />

cuento. Estuve hospitalizado dos meses. Fue cuando estaba tan enfermo que papá volvió. Y<br />

cuando me recuperé me llevó con él.<br />

Durante casi un año, padre e hijo vivieron juntos en la casa que tenían cerca de Reno y<br />

Perry iba a la escuela.<br />

-Terminé el tercer grado -contaba Perry-, y fue el último. No volví nunca más. Porque<br />

aquel verano papá construyó una especie de rudimentaria roulotte que la llamamos «casa<br />

coche». Tenía dos literas y un espacio para la cocina. La cocina funcionaba bien, se podía<br />

guisar todo. Nos cocíamos el pan. Yo preparaba conservas: manzanas en compota, mermelada<br />

de manzanas silvestres. Así que durante los seis años que siguieron fuimos deambulando por<br />

todo el país, sin nunca establecernos en ninguna parte por mucho tiempo. Si nos quedábamos<br />

demasiado tiempo en algún lugar, la gente empezaba a mirar a papá como a un bicho raro y<br />

yo no lo podía soportar, me destrozaba verlo. Porque entonces yo adoraba a mi padre. A pesar<br />

de que a veces era muy duro conmigo. Tiránico como el diablo. Pero entonces lo quería<br />

mucho. Así que siempre estaba contento cuando nos volvíamos a poner en marcha.<br />

Estuvieron recorriendo Wyoming, Idaho, Oregón y hasta Alaska. En Alaska, Tex le<br />

enseñó a su hijo a soñar con el oro, a buscarlo en los arenosos lechos de los riachuelos de<br />

aguanieve y también fue allí, donde Perry aprendió a usar el fusil, a desollar un oso, a seguir<br />

las huellas de los lobos y los ciervos.<br />

-¡Cristo, hacía frío! -podía recordar Perry-. Papá y yo dormíamos pegados uno a otro,<br />

envueltos en mantas y pieles de oso. Por la mañana, antes del alba, yo preparaba el desayuno<br />

a toda marcha, galletas, jarabe, carne frita y nos poníamos en marcha para ganarnos la<br />

jornada. Todo hubiera sido perfecto si yo no hubiese crecido: cuanto mayor me hacía, menos<br />

admiraba a mi padre. En algunas cosas, lo sabía todo; en otras no sabía nada. Materias enteras<br />

de las que casi ignoraba su existencia. De las que no entendía una letra. Como que yo supiera<br />

tocar la armónica la primera vez que se me venía una a la mano. Y también la guitarra. Esa<br />

gran facilidad musical innata que yo tenía, papá no podía reconocerla. Ni le importaba. Me<br />

gustaba también leer. Mejorar mi vocabulario. Quería componer canciones. Dibujar. Pero<br />

nunca tuve ningún aliento de él ni de nadie. Muchas noches, en la cama, me quedaba<br />

despierto, en parte tratando de controlar mi vejiga y en parte porque no podía dejar de pensar.<br />

Y cuando hacía tanto frío que casi no podía respirar, pensaba en las Hawaii. En una película<br />

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