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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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oírlos si lo intentábamos realmente. Sólo había que dejar la cabeza vacía de todos los demás<br />

ruidos. Quedarse muy quieto y escuchar intensamente. A veces, todavía ahora lo sigo<br />

creyendo. Lo que ocurre es que nunca se consigue estar lo suficientemente quieto...»)<br />

Recordando a Bonnie en la ventana, Helm alzó la vista como esperando verla, su<br />

espíritu tras los cristales. Si efectivamente la hubiese visto, no se hubiera quedado tan<br />

estupefacto como viendo lo que vio: una mano descorriendo la cortina y unos ojos<br />

escrutadores que le miraban.<br />

-Pero -según contó después-, el sol pegaba en aquel lado de la casa.<br />

Y hacía ondular los cristales de las ventanas, alterando con el reflejo lo que había detrás<br />

y en el tiempo que tardaba el señor Helm en llevarse la mano a los ojos, usándola de pantalla,<br />

las cortinas volvían a estar corridas, la ventana desierta.<br />

-Mis ojos ya no ven muy bien y me pregunto si no me habrían jugado una mala pasada -<br />

recordaba después- Pero no. Tenía la seguridad de que no. Tenía la seguridad de que no se<br />

trataba de un fantasma. Porque yo no creo en fantasmas. Entonces, ¿quién podía ser?<br />

Husmeando por allá dentro, donde nadie está autorizado a entrar más que la policía... ¿Y<br />

cómo había conseguido entrar? Con todo cerrado a cal y canto como si la radio hubiese<br />

anunciado tornado. Eso es lo que me intrigaba. Pero no tenía ganas de descubrirlo, por lo<br />

menos no por mi cuenta. Interrumpí lo que estaba haciendo y me fui campo atraviesa hasta<br />

Holcomb. En cuanto llegué, telefoneé al sheriff Robinson. Le dije que alguien andaba dando<br />

vueltas por la casa de los Clutter. Bueno, llegaron en un santiamén. Policía del estado. El<br />

sheriff y los suyos. Los del KBI. Al Dewey. Y justo cuando estaban rodeando la casa, como<br />

preparándose para la acción, se abrió la puerta principal.<br />

Por ella salió una persona que ninguno de los presentes había visto jamás, un hombre de<br />

unos treinta y cinco años, de ojos apagados, pelo alborotado, que llevaba una pistolera con<br />

una pistola de calibre 38.<br />

-Supongo que todos los que allí estábamos tuvimos la misma idea: éste era él, el que<br />

había llegado y quien los había matado -continuó el señor Helm-. No hizo movimiento<br />

alguno. Se quedó quieto. Parpadeando. Le quitaron el arma y empezaron a hacerle preguntas.<br />

El hombre se llamaba Adrian, Jonathan Daniel Adrian. Iba de camino hacia Nuevo<br />

México y en el presente no tenía dirección alguna. ¿Con qué intenciones se había introducido<br />

en casa de los Clutter y, además, cómo lo había hecho? Les explicó cómo. (Había levantado la<br />

tapa de un pozo y se había deslizado por la tubería que daba al sótano.) En cuanto al porqué,<br />

había leído lo ocurrido allí y sintió curiosidad por ver qué aspecto tenía aquello.<br />

-Y entonces -según recordaba el señor Helm el episodio- alguien le preguntó si viajaba<br />

haciendo auto-stop. «¿Hacer auto-stop hasta Nuevo México? No», contestó. Tenía coche. Y<br />

estaba aparcado en la avenida, un poco más allá. Así que todos fueron para ver el coche.<br />

Cuando encontraron lo que llevaba en él, uno de los hombres, quizás Al Dewey, le dijo, a ese<br />

Jonathan Daniel Adrian: «Muy bien, señor, parece que tenemos algunas cosas de que hablar.»<br />

Porque dentro del coche lo que encontraron era un fusil calibre 12. Y un cuchillo de caza.<br />

Una habitación de hotel en la Ciudad de México. En la habitación, una horrible cómoda<br />

moderna con un espejo de color lavanda que tenía insertado en una esquina un aviso impreso<br />

de la Dirección:<br />

Su día termina a las 2 de la tarde<br />

En otras palabras, los huéspedes tenían que desalojar la habitación a la hora fijada o<br />

pagar un día más de alojamiento, lujo que los actuales ocupantes no estaban dispuestos a<br />

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