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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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Se pararon en un bar. Dick bebió tres Orange Blossom. Después del tercero preguntó<br />

bruscamente:<br />

-¿Y mi padre qué? Pienso que, ¡Jesús!, es un hombre tan bueno. Y mi madre..., bueno,<br />

ya la viste. ¿Y ellos qué? Yo estaré lejos en México. O donde sea. Pero ellos estarán aquí<br />

cuando los cheques empiecen a rebotar. Ya sé cómo es mi padre. Querrá pagarlos. Como<br />

intentó hacerlo ya otras veces. Pero no podrá, está viejo y enfermo y no tiene nada.<br />

-Te comprendo en eso -dijo Perry sinceramente. Sin ser bondadoso, era un sentimental y<br />

el afecto que tenía Dick por sus padres, su declarada solicitud para con ellos, era algo que le<br />

conmovía de veras-. Pero, puñeta, Dick. Es muy sencillo -siguió diciendo Perry-. Nosotros<br />

pagaremos los cheques. En cuanto estemos en México, en cuanto hayamos empezado con lo<br />

nuestro, haremos dinero. Mucho dinero.<br />

-¿Cómo?<br />

¿Cómo? ¿Qué querría decir Dick? Aquella pregunta dejó aturdido a Perry. Habían<br />

estado los dos discutiendo tantas y tan variadas aventuras: la búsqueda de oro, inmersiones<br />

para rescatar tesoros hundidos en el mar... Y ésos no eran más que dos de los proyectos que<br />

Perry había propuesto con más entusiasmo. Había otros más. El del barco, por ejemplo.<br />

Habían hablado a menudo de un barco de pesca de altura que comprarían, tripularían ellos<br />

mismos y alquilarían a los turistas, ello, desde luego, a pesar de que ninguno de los dos<br />

hubiera jamás guiado una canoa ni pescado un albur. Se podía hacer fácilmente dinero,<br />

también, pasando coches robados por las fronteras sudamericanas. («Te pagan quinientos<br />

dólares por viaje», al menos recordaba Perry haber leído en alguna parte.) Pero entre las<br />

muchas respuestas que pudo haberle dado, escogió recordar a Dick la fortuna que les estaba<br />

aguardando en las Islas de los Cocos, una manchita de tierra que emergía cerca de Costa Rica.<br />

--No bromeo, Dick -le contestó Perry-. De veras que existe. Tengo un mapa. Conozco<br />

toda la historia. Lo enterraron allí en mil ochocientos veintiuno: lingotes de oro peruano,<br />

joyas. Sesenta millones de dólares, eso es lo que dicen que vale. Aun si no lo encontramos<br />

todo, si solo encontramos algo de eso... ¿Me escuchas, Dick?<br />

Siempre hasta entonces Dick le había alentado, siempre había prestado atención a sus<br />

relatos de mapas, sus historias sobre tesoros, pero ahora (nunca le había pasado por la cabeza<br />

hasta ahora) empezaba a preguntarse si Dick no había estado fingiendo, simplemente,<br />

tomándole el pelo.<br />

Aquel pensamiento, de lo más doloroso, se desvaneció porque Dick, con un guiño y un<br />

codazo jocoso le contestó:<br />

-Seguro, hombre. Te escucho desde el comienzo, sin perderme nada.<br />

Eran las tres de la madrugada y el teléfono volvió a sonar. No es que la hora importara<br />

demasiado ya que de todos modos, Al Dewey estaba despierto y también Marie y los niños,<br />

Paul de nueve años y Alvin Adams Dewey, hijo, de doce. Porque ¿quién podría dormir en una<br />

casa (una modesta casita de una planta) si el teléfono estaba sonando cada pocos minutos<br />

durante toda la noche? Mientras se levantaba de la cama, Al Dewey le prometió a su esposa:<br />

-Esta vez lo dejaré descolgado.<br />

Pero era una promesa que no podía mantener. Desde luego, muchas de las llamadas las<br />

hacían periodistas cazadores de noticias, o bromistas o teorizantes: «¿Al? Oiga, yo lo veo así.<br />

Se trata de suicidio y asesinato. Se da el caso que yo sé que Herb andaba financieramente<br />

quebrado. Su situación era ciertamente apurada. ¿Y qué es lo que hace? Suscribe esa fabulosa<br />

póliza de seguro, les pega un tiro a Bonnie y a los niños y luego se mata él mismo con una<br />

bomba. Una granada llena de perdigones.» O personas anónimas con veneno en la lengua:<br />

«¿Conoce a los L? ¿Que son extranjeros? ¿Que no trabajan? ¿Y dan fiestas? ¿Y cócteles? ¿De<br />

dónde sacan el dinero? No me extrañaría nada que fueran ellos la clave del asunto Clutter.» O<br />

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