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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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Aquel lunes, el 16 de noviembre de 1959, en los altos trigales de la Kansas occidental,<br />

hizo otra magnífica jornada de la temporada del faisán -un maravilloso día de cielo claro y<br />

luminoso como la mica. En el pasado y en esta clase de días, Andy Erhart solía disfrutar de<br />

largas tardes de caza en la finca River Valley, la casa de su buen amigo Herb Clutter, y a<br />

menudo le habían acompañado en esas expediciones deportivas otros tres amigos de Herb: Dr.<br />

J. E. Dale, veterinario; Carl Myers, dueño de una finca lechera, y Everett Ogburn,<br />

comerciante. Como Erhart, superintendente del Centro Experimental Agrícola de la<br />

Universidad de Kansas, todos ellos eran prominentes ciudadanos de Garden City.<br />

Aquel día este cuarteto de compañeros de cacería estaban otra vez reunidos para<br />

recorrer el familiar trayecto, pero con un estado de ánimo que nada tenía de familiar y<br />

provistos de un equipo raro y poco deportivo: estropajos y cubos, cepillos de fregar y una<br />

cesta llena de bayetas y enérgicos detergentes. Vestían lo más viejo que tenían. Porque,<br />

tomándolo como un deber, como conducta cristiana, aquellos hombres se habían ofrecido<br />

voluntariamente a limpiar algunas de las catorce habitaciones de la casa principal de River<br />

Valley: aquellas donde los cuatro miembros de la familia Clutter habían sido asesinados,<br />

según declaraban sus certificados de defunción, «por persona o personas desconocidas».<br />

Erhart y sus compañeros guardaban silencio en el coche. Uno de ellos, refiriéndose a<br />

aquel viaje, declaró tiempo después:<br />

-Te dejaba mudo lo increíble del caso. Hacer el camino hacia allá arriba, donde siempre<br />

nos recibían con una bienvenida.<br />

En esta ocasión fueron recibidos por un agente de tráfico de la autopista. El agente,<br />

guardián de la barrera que las autoridades habían levantado a la entrada de la finca, les hizo<br />

seña de que se acercaran y continuaran adelante hasta cubrir media milla más por la avenida<br />

sombreada de olmos que llevaba a la casa de los Clutter. Alfred Stoecklein, el único empleado<br />

que realmente vivía en la propiedad, les esperaba para dejarles pasar.<br />

Fueron primero a la habitación de la caldera del sótano, donde había sido encontrado el<br />

señor Clutter en pijama tendido encima de una caja de colchón. Cuando terminaron allí,<br />

pasaron al cuarto de juegos donde Kenyon había sido asesinado de un disparo. El diván, una<br />

reliquia que Kenyon había rescatado y remendado y que Nancy había cubierto con una funda<br />

y muchos almohadones con un lema cada uno, estaba hecho una ruina sangrienta, de modo<br />

que, como la caja del colchón, no habría más remedio que quemarlo. A medida que el equipo<br />

de limpieza avanzaba en su tarea desde el sótano a los dormitorios del segundo piso, donde<br />

Nancy y su madre habían sido asesinadas en su propio lecho, fueron aprovisionándose con<br />

más combustible para la inminente hoguera: ropas de cama empapadas en <strong>sangre</strong>, colchones,<br />

una alfombrilla, un oso de felpa.<br />

Alfred Stoecklein, que solía ser poco conversador, tenía en esta ocasión mucho que<br />

decir mientras les alcanzaba agua caliente y les ayudaba en la limpieza.<br />

-Sólo quisiera yo que no anduviesen todos que si patatín que si patatám, y que me<br />

dijeran cómo pasó y qué fue.<br />

Porque él y su mujer, que vivían a menos de cien metros de la casa de los Clutter, no<br />

habían oído «nada», ni el más mínimo eco de un disparo, de las violencias que se cometieron.<br />

-El sheriff y todos esos que han andado por ahí husmeando, digo, y con lo de las<br />

huellas, ésos sí que saben lo que ha pasao. Esos, sí. Que sí entienden, digo, que no pudimos<br />

oír. Por una cosa, por el viento. El viento del oeste que sopla todo para el otro lao. Y endemás,<br />

que entre esa casa y la nuestra, está el granero grande. Y que él chupó el alboroto antes de que<br />

llegara a la casa nuestra. ¿Y sabe usté lo que le digo? ¿Se da cuenta? Ese que lo hizo, que se<br />

sabía mu bien que, haiga lo que haiga, no íbamos a oír nada. Si no que no se la juega..., pegar<br />

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