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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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es alta como Primo Carnera, el viento sopla con ganas y de pronto te llegan los sacos por los<br />

aires. ¡Uf! ¡Ahí va!<br />

En la profesión de Mamá Truitt, el domingo es un día tan laborable como otro<br />

cualquiera. El 15 de noviembre, mientras aguardaba el tren del oeste de las diez treinta y dos,<br />

se quedó estupefacta al ver que dos ambulancias cruzaban la vía y se dirigían hacia la finca de<br />

los Clutter. El incidente la impulsó a hacer lo que no había hecho jamás: abandonar su puesto.<br />

Que el correo caiga donde mejor le parezca. Aquéllas eran noticias que Myrt tenía que oír en<br />

seguida.<br />

La gente de Holcomb habla de su estafeta de correos llamándola Edificio Federal, lo<br />

que parece un título demasiado pomposo para designar una simple barraca expuesta al polvo y<br />

al viento. El techo tiene goteras, las tablas del suelo bailan, los buzones no cierran, las<br />

bombillas están rotas, el reloj, parado.<br />

-Sí, es un desastre -admite la cáustica dama imponente y un poco original, que preside<br />

aquel desorden-. Pero los sellos funcionan, ¿no? Y además, ¿a mí qué me importa? Aquí<br />

detrás, en mis dominios, se está muy a gusto. Tengo una mecedora, una buena estufa de leña,<br />

una cafetera y todo lo que quiero leer.<br />

La señora Clare es un personaje famoso en el condado de Finney. Su celebridad no es<br />

consecuencia de su actual ocupación, sino de la anterior: empresaria de una sala de baile,<br />

encarnación que su apariencia no deja adivinar. Es una mujer demacrada, que viste<br />

pantalones, camisa de lana y botas de cow-boy, de pelo tan rojo como el jengibre y genio tan<br />

fuerte como el sabor del jengibre también, de edad no revelada («cosa mía es saberla y suya<br />

adivinarla»), pero de opiniones prontamente reveladas, en su mayoría, anunciadas con el<br />

sonido agudo y penetrante del canto de un gallo. Hasta 1955, ella y su difunto marido<br />

dirigieron el Pabellón de Baile de Holcomb, empresa que, dada su singularidad en la zona,<br />

atraía en un radio de ciento cincuenta kilómetros a una clientela que se entregaba a la bebida y<br />

al acrobático movimiento de los pies y que, de vez en cuando, atraía la atención del sheriff.<br />

-Desde luego que pasábamos momentos malos -dice la señora Clare rememorando-. A<br />

esos paletos con las piernas arqueadas, les das un poquitín de licor y se convierten en pieles<br />

rojas... quieren el cuero cabelludo de todo aquel con quien se tropiezan. Naturalmente,<br />

nosotros sólo poníamos los vasos, el hielo; nunca alcohol. No hubiéramos servido ni aunque<br />

hubiera sido legal. Mi marido, Homer Clare, no podía con él; ni yo tampoco. Un día (hace<br />

hoy siete meses y doce días que dejó este mundo, a causa de una operación que le hicieron en<br />

Oregón y que duró cinco horas) me dijo:<br />

»-Myrt, hemos pasado la vida en un infierno, pero ahora vamos a morir en el cielo.<br />

»Y al día siguiente cerramos la sala de baile. No me arrepentí nunca. Oh, al principio,<br />

claro, echaba de menos la vida nocturna, la música, la alegría. Pero ahora que Homer ha<br />

muerto, estoy satisfechísima con mi trabajo aquí en el Edificio Federal. Si quiero, me siento.<br />

Si quiero, me tomo un café.<br />

Precisamente cuando Mamá Truitt volvió aquel domingo por la mañana, acababa de<br />

preparar café.<br />

-¡Myrt! -gritó, pero no pudo decir más hasta que recuperó la respiración-. Myrt, dos<br />

ambulancias iban a casa de los Clutter.<br />

Su hija contestó:<br />

-¿Y dónde está el diez treinta y dos?<br />

-Ambulancias. Iban a casa de los Clutter...<br />

-Bueno, ¿y qué? Será Bonnie. Tendrá otro de sus días. ¿Dónde está el diez treinta y dos?<br />

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