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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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mirarlos bien (a Smith y a Hickock). Quiero ver qué clase de bestias son. Si me dejara llevar<br />

por lo que siento, los despedazaría.» Se sentó detrás de los acusados y se quedó mirándolos<br />

fijamente, con persistencia, como si proyectara dibujarlos de memoria. Al cabo de un rato, y<br />

fue como si Arthur Clutter lo hubiera hipnotizado, Perry Smith se volvió, lo miró y reconoció<br />

un rostro muy parecido al del hombre que había asesinado: los mismos ojos mansos, labios<br />

delgados, firme mentón. Perry, que mascaba chicle, dejó de mascar; bajó los ojos y<br />

transcurrió un minuto y luego, lentamente, sus mandíbulas volvieron a ponerse en<br />

movimiento. A excepción de aquel momento, tanto Smith como Hickock adoptaron durante la<br />

audiencia una actitud a la vez indiferente y falta de interés: mascaban chicle y golpeaban con<br />

los pies el suelo, con lánguida impaciencia, mientras el estrado convocaba a sus primeros<br />

testigos.<br />

Nancy Ewalt. Y después de Nancy, Susan Kidwell. Las jóvenes describieron lo que<br />

vieron al entrar en casa de los Clutter aquel domingo 15 de noviembre: las habitaciones en<br />

silencio, un monedero vacío en el suelo de la cocina, la luz del sol en una alcoba y su<br />

compañera de colegio, Nancy Clutter, en un charco de su propia <strong>sangre</strong>. La defensa renunció<br />

al contrainterrogatorio, política que siguió también con los tres siguientes testigos (el padre de<br />

Nancy Ewalt, Clarence, el sheriff Earl Robinson y el forense del distrito, doctor Robert<br />

Fenton) cada uno de los cuales relató los acontecimientos de aquella soleada mañana de<br />

noviembre: el descubrimiento de las cuatro víctimas, la descripción de su aspecto y, por parte<br />

del doctor Fenton, el diagnóstico clínico: «Gravísimos traumas en el cerebro y en la estructura<br />

vital craneana causados por arma de fuego.”<br />

A continuación prestó declaración Richard G. Rohleder.<br />

Rohleder es el investigador jefe del Departamento de Policía de Garden City. Su hobby<br />

es la fotografía y es un buen fotógrafo. Fue Rohleder quien tomó las fotografías que, una vez<br />

reveladas, descubrieron las pisadas polvorientas de Hickock en el sótano de los Clutter,<br />

huellas que la cámara pudo registrar y no el ojo humano. Y fue él quien fotografió los<br />

cadáveres, aquellas imágenes macabras sobre las que Alvin Dewey tanto había meditado<br />

mientras los asesinatos seguían sin resolverse. El objetivo del testimonio de Rohleder era<br />

dejar sentado que había sido él quien tomó las fotografías que el fiscal iba a presentar como<br />

prueba. Pero el defensor de Hickock objetó:<br />

-La única razón para requerir esas fotografías es provocar prejuicio y apasionamiento en<br />

la mente de los jurados.<br />

El juez Tate denegó la objeción y dio su venia para que las fotografías fueran admitidas<br />

como pruebas, es decir, mostradas a los jurados.<br />

Mientras esto ocurría, el padre de Hickock, dirigiéndose a un periodista que estaba a su<br />

lado, comentó:<br />

-¡Vaya un juez! En mi vida he visto hombre peor predispuesto. Es absurdo un proceso<br />

con él ahí. ¡Si era uno de los que llevaban el féretro en el funeral!<br />

(En realidad, Tate apenas conocía a las víctimas y no estuvo presente en su funeral.)<br />

Pero la voz del padre de Hickock fue la única que se alzó en la sala profundamente<br />

silenciosa. En total había diecisiete fotos y mientras pasaban de mano en mano, las<br />

expresiones de los jurados reflejaban el impacto de las imágenes: las mejillas de un hombre se<br />

sonrojaron como si le hubieran dado una bofetada y algunos, después de ver la primera, no<br />

tuvieron fuerzas para proseguir. Era como si aquellas fotos hubiesen abierto su mente<br />

obligándoles al fin a ver efectivamente la real y espantosa tragedia que le había ocurrido a un<br />

vecino, a su esposa e hijos. Quedaron atónitos, enfurecidos y algunos de ellos, el<br />

farmacéutico, el gerente de la bolera, miraron a los acusados con el mayor de los desprecios.<br />

El anciano señor Hickock, sacudiendo débilmente la cabeza, no dejaba de murmurar:<br />

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