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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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La austeridad correccional y una alegre atmósfera doméstica coexisten en el cuarto piso<br />

del Palacio de Justicia del condado de Finney. La prisión del condado proporciona la primera<br />

cualidad, imprime el sello determinante mientras que la llamada «residencia del sheriff», un<br />

agradable apartamento separado de la cárcel propiamente dicha por puertas de acero y un<br />

corto corredor, es responsable del segundo.<br />

En enero de 1960, la residencia del sheriff no estaba, en realidad, ocupada por Earl<br />

Robinson, sino por el vicesheriff y su mujer, Wendle y Josephine («Josie») Meier. Los Meier,<br />

que hacía más de veinte años que estaban casados, se parecían mucho: altos, con peso y<br />

fuerza de sobra, anchas manos y rostros cuadrados, tranquilos y bondadosos, esto último más<br />

acusado en la señora Meier, mujer directa y práctica que, sin embargo, parece iluminada por<br />

una mística serenidad. Como ayudante del vicesheriff, su jornada es larga. Entre las cinco de<br />

la mañana, cuando comienza el día leyendo un capítulo de la Biblia, y las diez de la noche,<br />

hora en que se va a acostar, guisa y cose para los presos, zurce, lava la ropa, cuida<br />

espléndidamente de su marido y se ocupa de su apartamento de cinco habitaciones con su<br />

mezcla gemütlich 1 de mullidos cojines para los pies, y poltronas y cortinas de encaje color<br />

crema. Los Meier tienen una hija única, casada, que vive en Kansas City; por tanto la pareja<br />

vive sola o, como más exactamente dice la señora Meier: «Solos, menos cuando hay alguien<br />

en la celda de señoras.”<br />

La cárcel tiene seis celdas; la sexta, reservada para mujeres, es en realidad una unidad<br />

aislada situada en el interior de la residencia del sheriff, contigua a la cocina de los Meier.<br />

-Pero -dice Josie Meier- eso no me preocupa. Me gusta tener compañía. Tener alguien<br />

con quien hablar mientras trabajo en la cocina. A la mayoría de esas mujeres, llegas a<br />

compadecerlas. Lo que les pasa es que se han metido en apuros, nada más. Claro que Hickock<br />

y Smith eran harina de otro costal. Que yo sepa, Perry Smith es el primer hombre que estuvo<br />

en la celda de mujeres. El sheriff quería mantenerlos separados hasta el juicio. La tarde que<br />

los trajeron, hice seis pasteles de manzana y cocí algo de pan, sin dejar de estar al tanto de lo<br />

que ocurría ahí abajo en la plaza. La ventana de mi cocina da a la plaza: no se puede pedir<br />

mejor vista. Yo no entiendo de aglomeraciones, pero diría que había varios centenares de<br />

personas esperando ver a los muchachos que mataron a la familia Clutter. Yo no conocí a los<br />

Clutter personalmente, pero, por todo cuanto he oído de ellos, debieron de ser gente muy<br />

buena. Lo que les ocurrió es difícil de perdonar y sé que Wendle estaba preocupado por si<br />

había tumultos cuando la gente viera llegar a Hickock y Smith. Temía que alguien intentara<br />

ponerles las manos encima. Así que tenía el corazón en un puño cuando vi que llegaban los<br />

coches, vi a los periodistas, a todos los de la prensa corriendo y empujando. Pero para<br />

entonces ya había oscurecido, eran más de las seis, y hacía muchísimo frío y más de la mitad<br />

de la gente se había vuelto a casa. Los que quedaron, no dijeron ni mu. Sólo miraban.<br />

-Luego, cuando hicieron subir a esos chicos, al primero que vi fue a Hickock. Llevaba<br />

pantalones de verano y una camisa de tela gastada. Me pareció raro que no hubiera cogido<br />

una pulmonía con el frío que hacía. Pero tenía aspecto de enfermo. Blanco como una sábana.<br />

Bueno, tiene que ser una experiencia terrible, verse contemplado así por una horda de<br />

desconocidos, tener que pasar entre ellos, sabiendo quién eres y qué has hecho. Luego<br />

subieron a Smith. Tenía cena preparada para darles en la celda, sopa caliente, café, unos<br />

bocadillos y pastel. Solemos dar de comer dos veces al día. Desayuno a las siete y media y la<br />

comida principal a las cuatro y media. Pero yo no quería que esos individuos se fueran a la<br />

1 En alemán en el original. (N. del T.)<br />

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