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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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de gente que viene de lejos, ofrecen muchas veces lo que las huesudas y metódicas criaturas<br />

están buscando: pájaros muertos, cuervos, herrerillos y gorriones cuya temeridad los hizo<br />

volar en el camino de los automovilistas. Empleando sus pezuñas como si fueran instrumentos<br />

quirúrgicos, los gatos extraen de las rejillas todas las partículas plumosas. Después de recorrer<br />

la calle Mayor, invariablemente vuelven a la esquina que da a la calle Grant y después corren<br />

hacia la plaza del Palacio de Justicia, otro de sus cotos de caza, que se presentaba muy<br />

prometedor aquella tarde del miércoles 6 de enero, pues la zona estaba invadida por vehículos<br />

de todo el condado de Finney que habían traído a la ciudad parte de la multitud que se<br />

agolpaba en la plaza.<br />

La aglomeración empezó a las cuatro de la tarde, hora que el procurador del distrito<br />

había dado como probable para la llegada de Hickock y Smith. Desde que el domingo por la<br />

noche se supo la noticia de la confesión de Hickock, periodistas de todas clases se habían<br />

dirigido a Garden City: representantes de las más importantes agencias periodísticas,<br />

fotógrafos, operadores de cine y televisión, cronistas de Missouri, Nebraska, Oklahoma,<br />

Texas y naturalmente de todos los periódicos de Kansas, en total unas veinte o veinticinco<br />

personas. Muchas de ellas llevaban tres días aguardando sin gran cosa que hacer, salvo<br />

entrevistar a James Spor, empleado de la gasolinera, que después de haber visto las<br />

fotografías de los asesinos los identificó como dos clientes a los que sirvió tres dólares de<br />

gasolina la noche de la tragedia de Holcomb.<br />

Era el retorno de Hickock y Smith lo que aquellos espectadores profesionales se<br />

preparaban a registrar y el capitán Gerald Murray, de la patrulla de carreteras, les había<br />

reservado un amplio espacio en la acera frente a las escaleras del Palacio de Justicia, escaleras<br />

que los prisioneros tendrían que subir camino de la cárcel del distrito, institución que ocupa el<br />

cuarto y último piso del edificio de piedra caliza. Un reportero, Richard Parr, del Star de<br />

Kansas City, había obtenido un ejemplar del Sun del lunes, de Las Vegas. El titular del<br />

periódico provocó carcajadas: «Se teme un linchamiento a la llegada de los acusados.» El<br />

capitán Murray observó:<br />

-A mí no me parece que estén pensando en linchar a nadie.<br />

Por cierto la multitud que había en la plaza podía haber estado aguardando a que pasara<br />

un desfile o asistir a un mitin político. Estudiantes de bachillerato, entre ellos los antiguos<br />

compañeros de Nancy y Kenyon Clutter, entonaban cantos estudiantiles, masticaban chicle,<br />

devoraban salchichas y bebidas carbónicas. Las madres acallaban los llantos de sus hijos. Los<br />

hombres se paseaban con niños al hombro. Estaban presentes también los niños exploradores,<br />

toda una tropa. Los socios de un club femenino de bridge, mujeres de edad madura, llegaron<br />

en masa. El señor J. P. (Jap) Adams, jefe de la oficina local del Círculo de Veteranos,<br />

apareció con una indumentaria de corte tan atrevido que un amigo le gritó:<br />

-¡Eh, Jap! ¿Qué haces vestido de mujer?<br />

Porque el señor Adams, en sus prisas por no perderse la escena, se había puesto,<br />

involuntariamente, el abrigo de su secretaria. Un cronista de la radio que rondaba por entre el<br />

público, preguntaba a unos y a otros cuál era en su opinión el castigo que merecían «los<br />

autores de tan vil y cobarde acción» y si bien la mayoría de los interrogados contestaba:<br />

«¡Caramba!» o «¡Vaya!», hubo un estudiante que respondió:<br />

-Creo que deberían encerrarlos juntos a los dos en la misma celda durante el resto de sus<br />

vidas, sin permitir jamás una visita. Tenerlos allí, contemplándose mutuamente, hasta el día<br />

de su muerte.<br />

Y un hombrecillo fuerte y erguido dijo:<br />

-Yo soy partidario de la pena de muerte. Como dice la Biblia... ojo por ojo. Y aun así<br />

nos quedamos cortos de dos pares.<br />

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