A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este. A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

bibliotecarepolido
from bibliotecarepolido More from this publisher
10.05.2018 Views

deprisa y entonces Dick le pegó un puñetazo, lo hizo saltar de la cama y yo dije: "No tienes por qué pegarle, Dick." Y al chico le indiqué que se pusiera los pantalones porque sólo llevaba una camiseta. Se puso unos tejanos y acabábamos de encerrarlo en el cuarto de baño cuando apareció la hija... había salido de su habitación. Iba completamente vestida como si hiciera rato que estaba despierta. Bueno, llevaba calcetines y zapatillas, un kimono y el pelo recogido en un pañuelo. Intentaba sonreír y dijo: "Santo Dios, ¿qué ocurre? ¿Es alguna broma?" Aunque no creo que imaginara que aquello fuera una broma. Sobre todo cuando vio que Dick abría la puerta del baño y la empujaba dentro... Dewey los imagina: la familia prisionera, mansa y asustada pero sin sospechar su destino. Herb no podía haberlo sospechado; hubiera luchado. Era un hombre amable pero fuerte y nada cobarde. Herb, su amigo Alvin Dewey estaba convencido, hubiera luchado hasta la muerte defendiendo la vida de Bonnie y de sus hijos. -Dick montó guardia en la puerta del baño mientras yo hacía un reconocimiento. Exploré la habitación de la hija y hallé un pequeño monedero, como de muñeca. En el interior había un dólar de plata. Se me cayó y rodó por la habitación. Fue a parar debajo de una silla. Tuve que ponerme de rodillas. En aquel momento fue como si me viese a mí mismo desde fuera. Como si me viera en una película. Aquello me hizo sentir mal. Me asqueaba Dick y toda aquella cháchara acerca de la caja fuerte, de un hombre riquísimo, y yo, arrastrándome de bruces para robar un dólar de plata a una niña. Un dólar. Y me arrastraba para cogerlo. Perry se estruja las rodillas, pide aspirinas a los detectives, agradece a Duntz la que le da, la mastica y sigue hablando: -Pero hay que tomar las cosas como vienen. Tomar lo que haya. Registré la habitación del hijo, también. Ni un céntimo. Pero había una pequeña radio portátil y decidí llevármela. Entonces recordé los prismáticos que había visto en el despacho del señor Clutter. Bajé a buscarlos. Llevé la radio y los prismáticos al coche. Hacía frío y el frío y el viento me hicieron bien. La luna tan clara que se podía ver a kilómetros y kilómetros. Y pensé: «¿Por qué no te largas? Te largas hasta la autopista y esperas a que alguien te lleve.» Jesús, no quería volver a la casa. Y sin embargo... ¿cómo podría explicarlo? Fue como si no se tratara de mí. Más bien como si estuviera leyendo un cuento... y quisiera saber qué ocurre después. El final. Así que volví arriba. Y entonces... a ver... ¡Ah, sí! Entonces fue cuando los atamos. Clutter fue el primero. Le dijimos que saliera del cuarto de baño y le atamos las manos. Luego lo hice bajar hasta el sótano... Dewey dice: -¿Solo y desarmado? -Llevaba la navaja. Dewey dice: -¿Y Hickock se quedó arriba de guardia? -Para tenerlos quietos. Además, yo no necesitaba ayuda. Manejo cuerdas desde que nací. Dewey dice: -¿Llevabas la linterna o encendiste la luz que había en el sótano? -Las luces. El sótano estaba dividido en dos. Una parte parecía un cuarto de estar. Lo llevé a la otra, a la de la caldera. Vi una caja de cartón muy grande apoyada contra la pared. Una caja de colchón. Bueno, no me parecía bien pedirle que se echara en el suelo frío y entonces arrastré la caja hasta allí, la aplané y le dije que se tumbara encima. El conductor, mira a su colega a través del retrovisor, atrae su atención y Duntz mueve un poco la cabeza como dándole la razón. Dewey había sostenido siempre que la caja del 154

colchón había sido colocada en el suelo para mayor comodidad del señor Clutter, y observando otros detalles por el estilo, otras fragmentarias indicaciones de irónica y errática compasión, el detective había supuesto que, por lo menos, uno de los asesinos no carecía totalmente de misericordia. -Le até los pies y luego las manos a los pies. Le pregunté si le apretaba mucho y me dijo que no, pero me pidió, por favor, que no le hiciera nada a su mujer. No había necesidad de atarla porque no iba a gritar ni a escaparse de la casa. Me dijo que hacía años y años que estaba enferma y que empezaba a encontrarse mejor, pero que un susto así podía producirle una recaída. Ya sé que no es como para reírse pero no pude evitarlo, oyéndole hablar de «una recaída». »A continuación bajé al hijo. Primero lo puse en la misma habitación con su padre. Le até las manos a una tubería que había en el techo. Pero pensé que no era muy seguro. Podía desatarse y desatar a su padre o viceversa. Por eso corté la cuerda y lo llevé al cuarto de estar donde había un cómodo diván. Le até los pies a las patas del diván, le até las manos y luego le pasé un nudo corredizo alrededor del cuello de modo que si se movía se ahorcaba él mismo. Mientras trabajaba, puse la navaja sobre... bueno, era una cómoda de cedro recién barnizada. Todo el sótano olía a barniz... y el caso es que me pidió que no pusiera la navaja allí. La cómoda era un regalo de boda que él había hecho para no sé quién. Para una hermana, creo que dijo. Cuando me marchaba, tuvo un acceso de tos, así que le puse un cojín debajo de la cabeza. Entonces apagué la luz. Dewey dice: -Pero ¿no les tapaste la boca con cinta adhesiva? -No. Eso fue después cuando até a las mujeres, cada cual en su habitación. La señora Clutter seguía llorando y al mismo tiempo preguntaba por Dick. No le gustaba nada pero me dijo que yo le parecía un joven decente. «Estoy segura de que lo es», dijo y me hizo prometer que no dejaría que Dick le hiciera daño a nadie. Pienso que lo que tenía en la cabeza era su hija. Yo también estaba preocupado por eso. Sospechaba que Dick estaba planeando algo que yo no hubiera tolerado. Cuando acabé de atar a la señora Clutter, me di cuenta de que él se había llevado a la hija a su habitación. Ella estaba acostada y él, sentado en el borde de la cama, le hablaba. Lo frené en seco. Le dije que fuera a buscar la caja de caudales mientras yo la ataba. Cuando se marchó, le até los pies juntos y las manos a la espalda. Entonces la arropé bien dejándole sólo al descubierto la cabeza. Había una poltrona pequeña junto a la cama, y me senté a descansar un poco. Mis piernas parecían fuego, con tanto subir, bajar y agacharme. Le pregunté a Nancy si tenía novio. Dijo que sí, que tenía. Ponía todo su empeño en aparecer natural y amable. De veras me resultó amable. Era muy bonita. Una muchacha estupenda, que no se daba aires. Me habló mucho de sí misma. De su colegio y de que iría a la universidad a estudiar música y arte. De caballos. Dijo que después de bailar, lo que más le gustaba era galopar. Entonces le dije que mi madre había sido amazona, campeona del rodeo. »Y hablamos también de Dick. Tenía curiosidad, ¿sabe?, por saber qué le había dicho. Al parecer ella le había preguntado por qué hacía esas cosas. Robar a la gente. Y, cuernos, qué serial le contó el tío... que si era huérfano y educado en un orfelinato, que nunca había encontrado a nadie que lo quisiera, que el único pariente que tenía era una hermana que vivía con hombres sin casarse con ellos. Mientras hablábamos oíamos al lunático rondando por abajo, buscando la caja fuerte. Duntz dice: -¿Cuánto tiempo llevabais en la casa? -Quizás una hora. Duntz dice: 155

deprisa y entonces Dick le pegó un puñetazo, lo hizo saltar de la cama y yo dije: "No tienes<br />

por qué pegarle, Dick." Y al chico le indiqué que se pusiera los pantalones porque sólo<br />

llevaba una camiseta. Se puso unos tejanos y acabábamos de encerrarlo en el cuarto de baño<br />

cuando apareció la hija... había salido de su habitación. Iba completamente vestida como si<br />

hiciera rato que estaba despierta. Bueno, llevaba calcetines y zapatillas, un kimono y el pelo<br />

recogido en un pañuelo. Intentaba sonreír y dijo: "Santo Dios, ¿qué ocurre? ¿Es alguna<br />

broma?" Aunque no creo que imaginara que aquello fuera una broma. Sobre todo cuando vio<br />

que Dick abría la puerta del baño y la empujaba dentro...<br />

Dewey los imagina: la familia prisionera, mansa y asustada pero sin sospechar su<br />

destino. Herb no podía haberlo sospechado; hubiera luchado. Era un hombre amable pero<br />

fuerte y nada cobarde. Herb, su amigo Alvin Dewey estaba convencido, hubiera luchado hasta<br />

la muerte defendiendo la vida de Bonnie y de sus hijos.<br />

-Dick montó guardia en la puerta del baño mientras yo hacía un reconocimiento.<br />

Exploré la habitación de la hija y hallé un pequeño monedero, como de muñeca. En el interior<br />

había un dólar de plata. Se me cayó y rodó por la habitación. Fue a parar debajo de una silla.<br />

Tuve que ponerme de rodillas. En aquel momento fue como si me viese a mí mismo desde<br />

fuera. Como si me viera en una película. Aquello me hizo sentir mal. Me asqueaba Dick y<br />

toda aquella cháchara acerca de la caja fuerte, de un hombre riquísimo, y yo, arrastrándome<br />

de bruces para robar un dólar de plata a una niña. Un dólar. Y me arrastraba para cogerlo.<br />

Perry se estruja las rodillas, pide aspirinas a los detectives, agradece a Duntz la que le<br />

da, la mastica y sigue hablando:<br />

-Pero hay que tomar las cosas como vienen. Tomar lo que haya. Registré la habitación<br />

del hijo, también. Ni un céntimo. Pero había una pequeña radio portátil y decidí llevármela.<br />

Entonces recordé los prismáticos que había visto en el despacho del señor Clutter. Bajé a<br />

buscarlos. Llevé la radio y los prismáticos al coche. Hacía frío y el frío y el viento me<br />

hicieron bien. La luna tan clara que se podía ver a kilómetros y kilómetros. Y pensé: «¿Por<br />

qué no te largas? Te largas hasta la autopista y esperas a que alguien te lleve.» Jesús, no<br />

quería volver a la casa. Y sin embargo... ¿cómo podría explicarlo? Fue como si no se tratara<br />

de mí. Más bien como si estuviera leyendo un cuento... y quisiera saber qué ocurre después.<br />

El final. Así que volví arriba. Y entonces... a ver... ¡Ah, sí! Entonces fue cuando los atamos.<br />

Clutter fue el primero. Le dijimos que saliera del cuarto de baño y le atamos las manos. Luego<br />

lo hice bajar hasta el sótano...<br />

Dewey dice:<br />

-¿Solo y desarmado?<br />

-Llevaba la navaja.<br />

Dewey dice:<br />

-¿Y Hickock se quedó arriba de guardia?<br />

-Para tenerlos quietos. Además, yo no necesitaba ayuda. Manejo cuerdas desde que<br />

nací.<br />

Dewey dice:<br />

-¿Llevabas la linterna o encendiste la luz que había en el sótano?<br />

-Las luces. El sótano estaba dividido en dos. Una parte parecía un cuarto de estar. Lo<br />

llevé a la otra, a la de la caldera. Vi una caja de cartón muy grande apoyada contra la pared.<br />

Una caja de colchón. Bueno, no me parecía bien pedirle que se echara en el suelo frío y<br />

entonces arrastré la caja hasta allí, la aplané y le dije que se tumbara encima.<br />

El conductor, mira a su colega a través del retrovisor, atrae su atención y Duntz mueve<br />

un poco la cabeza como dándole la razón. Dewey había sostenido siempre que la caja del<br />

154

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!