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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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-Pregúntenselo a Dick. El lo sabrá. Yo nunca recuerdo esas cosas.<br />

Dewey se dirigió a su colega:<br />

-Clarence, me parece que es hora de que seamos sinceros con Perry.<br />

Duntz se encorvó hacia adelante. Duntz es un peso pesado con la agilidad de un peso<br />

ligero, pero sus ojos son perezosos y velados. Habla lentamente, cada una de sus palabras<br />

parece pronunciada de mala gana y con un dejo de la pradera.<br />

-Sí -asintió-. Creo que ha llegado.<br />

-Presta mucha atención, Perry, porque el señor Duntz va a decirte dónde estabas la<br />

noche de aquel sábado. Dónde estabas y qué hacías.<br />

-Asesinabas a la familia Clutter -dijo Duntz.<br />

Smith tragó saliva. Empezó a frotarse las rodillas.<br />

-Estabas allá en Holcomb, en Kansas. En casa del señor Herbert W. Clutter. Y antes de<br />

salir de aquella casa, mataste a todas las personas que había en ella.<br />

-Nunca. Yo nunca.<br />

-¿Nunca qué?<br />

-Conocí a nadie que se llamara Clutter.<br />

Dewey le llamó embustero y sacándose de la manga una carta que en una consulta<br />

previa los cuatro detectives habían acordado jugar como último recurso, le dijo:<br />

-Hay un testigo con vida, Perry. Alguien a quien pasasteis por alto.<br />

Transcurrió un minuto entero y Dewey disfrutó con el silencio de Smith, porque un<br />

inocente hubiera preguntado quién era aquel testigo y quiénes eran esos Clutter y por qué<br />

creía que él les había dado muerte... Hubiera dicho, en fin, algo. Pero Smith seguía callado,<br />

frotándose las rodillas.<br />

-¿Y bien Perry?<br />

-¿Tiene una aspirina? Me quitaron las aspirinas.<br />

-¿Te encuentras mal?<br />

-Son mis piernas.<br />

Eran las cinco y media. Dewey, con toda intención, terminó bruscamente la entrevista.<br />

-Volveremos a hablar de esto mañana. A propósito, ¿sabes qué día es mañana? El<br />

cumpleaños de Nancy Clutter. Hubiera cumplido los diecisiete años.<br />

«Hubiera cumplido diecisiete años.» Perry, insomne, de madrugada (recordó luego), se<br />

preguntaba si sería cierto lo del cumpleaños de la muchacha y decidió que no, que era una<br />

forma de hacerle perder el control, como aquella falsa historia del testigo, «un testigo con<br />

vida». No podía haber ninguno. A no ser que... ¡Si pudiera hablar con Dick! Pero a él y a Dick<br />

los habían separado. Dick estaba encerrado en una celda dentro de otro piso. «Presta mucha<br />

atención, Perry, porque el señor Duntz va a decirte dónde estabas...» Hacia la mitad del<br />

interrogatorio, cuando empezó a notar las numerosas alusiones a aquel fin de semana de<br />

noviembre, se fue preparando para lo que sabía había de llegar y, cuando el fornido cow-boy<br />

de voz adormilada dijo: «Asesinabas a la familia Clutter»... bueno, casi se muere, ésa es la<br />

verdad. Debió de perder cinco kilos de golpe. A Dios gracias no lo había dejado traslucir. O<br />

así lo esperaba. ¿Y Dick? Era de suponer que habrían usado el mismo truco con él. Dick era<br />

listo, comediante, convincente, pero no tenía cojones, se asustaba con facilidad. Aun así, por<br />

mucho que le hubieran apretado los tornillos, Perry estaba convencido de que no se iría de la<br />

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