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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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concha. De niño, había envidiado tanto al hijo de unos vecinos que fue de vacaciones al golfo<br />

de México y volvió con una caja llena de conchas, había llegado a odiarle tanto que se la robó<br />

y las fue aplastando una a una con un martillo. La envidia era una constante en su<br />

personalidad. Enemigo suyo era todo aquel que fuese lo que él hubiera querido ser o que<br />

tuviese algo que él hubiese querido hacer.<br />

Por ejemplo, aquel hombre que había visto en el Fontainebleau. Allá a kilómetros de<br />

distancia, envueltos en el velo estival de la calina y la espuma del mar, podía ver las torres de<br />

los pálidos hoteles de lujo: el Fontainebleau, el Edén Roc, el Roney Plaza. Al segundo día de<br />

estar en Miami, le sugirió a Perry hacer una incursión por aquellas catedrales del placer.<br />

-A ver si pescamos un par de ricachonas -había dicho Dick.<br />

Perry tenía muy pocas ganas, imaginando que la gente se les quedaría mirando por los<br />

pantalones caqui y las camisetas. Pero en realidad, su excursión por las lujosas dependencias<br />

del Fontainebleau, pasó inadvertida entre los hombres que se paseaban desenfadadamente en<br />

calzones de seda cruda a rayas y mujeres en traje de baño y colorida estola de visón<br />

simultáneamente. Los intrusos deambularon por el vestíbulo, salieron al jardín, pasaron a la<br />

piscina. Y fue allí donde Dick vio a aquel hombre que tendría más o menos su misma edad,<br />

veintiocho o treinta. Podía ser un «jugador, un abogado o quizás un gángster de Chicago».<br />

Fuera lo que fuese tenía aire de conocer las glorias del dinero y el poder. Una rubia que se<br />

parecía a Marilyn Monroe, masajeándole, le untaba aceite solar y la perezosa mano del<br />

hombre provista del correspondiente anillo, se alargó hasta un vaso de naranja helada. Todo<br />

aquello le correspondía de derecho también a él, a Dick, pero él no lo tendría jamás. ¿Por qué<br />

aquel hijo de puta había de tenerlo todo y él nada? ¿Por qué había de tener toda la suerte aquel<br />

«puñetero de mierda» y él ninguna? Sólo con un cuchillo en la mano, él, Dick, tenía poder. A<br />

los puñeteros de mierda como aquél más les valdría cuidarse, porque él podía «abrirlos en<br />

canal para que soltaran un poco de aquella suerte». A Dick le habían estropeado el día. La<br />

espléndida rubia que le ponía aceite solar a aquel tipo, se lo había arruinado. Se limitó a<br />

decirle a Perry:<br />

-¡Larguémonos de aquí, puñeta!<br />

Ahora, allí junto a la orilla, una niña de unos doce años hacía dibujos en la arena,<br />

grababa grandes rostros rudimentarios con un palito de los que el mar suele traer a la arena.<br />

Dick, haciendo ver que se interesaba por los dibujos, le ofreció las conchas que había<br />

recogido, y le dijo:<br />

-Van muy bien para hacerles los ojos.<br />

La niña las aceptó, en vista de lo cual, Dick sonrió y le guiñó un ojo. Lamentaba sentir<br />

lo que sentía por la niña aquella, porque su interés sexual por las niñas era una flaqueza de la<br />

que «sinceramente se avergonzaba», un secreto que jamás había confesado a nadie y que<br />

deseaba que nadie sospechara (aunque se daba cuenta de que Perry tenía ya sus buenas<br />

razones para hacerlo), porque entonces los demás podrían pensar que él no era «normal».<br />

Seducir a niñas púberes, como había hecho unas «ocho o nueve» veces en los últimos años,<br />

no demostraba lo contrario; aunque lo ocultaban celosamente, la verdad era que muchos<br />

hombres verdaderos sentían los mismos deseos que él. Tomó la mano de la niña y dijo:<br />

-Ven, amorcito. Mi novia chiquitina.<br />

Pero ella le rechazó. La mano que él tenía cogida se escurrió como el pez del anzuelo y<br />

él supo reconocer aquella expresión de asombro de los ojos, vista en anteriores incidentes de<br />

su carrera. La soltó, se rió un poco y dijo:<br />

-Sólo es un juego. ¿No te gustan los juegos?<br />

Perry, reclinado aún bajo el parasol azul, había observado la escena e intuido<br />

inmediatamente los propósitos de Dick, despreciándolo por aquel acto, ya que «no sentía<br />

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