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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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-Pero estamos casi seguros de que es así. Todos lo creemos así. Si no, no hubiéramos<br />

dado la alarma en diecisiete estados, desde Arkansas a Oregón. Pero ténganlo presente:<br />

pueden pasar años antes de que logremos atraparlos. Puede que se separen. Que se marchen<br />

del país. Hay también la posibilidad de que estén en Alaska... No es difícil perder a un<br />

hombre en Alaska. Cuanto más tiempo anden libres, más difícil nos será probar los cargos.<br />

Francamente, tal como están las cosas, no tenemos mucho que probar en contra. Podemos<br />

prenderles mañana y no poder nunca probar ni tanto así.<br />

Dewey no exageraba. Excepto dos tipos de suelas de bota, uno con un dibujo de<br />

rombos, otro con una marca de Cat's Paw, los asesinos no habían dejado ni una prueba. Ya<br />

que daban muestras de tanta cautela, debieron de deshacerse de las botas mucho tiempo atrás.<br />

Y de la radio también, suponiendo que fueran ellos quienes la robaran, algo que Dewey ponía<br />

en duda porque le parecía «ridículo e inconsistente», dada la magnitud del crimen y la<br />

manifiesta astucia de los criminales. Le parecía «inconcebible» que aquellos hombres<br />

hubieran entrado en la casa esperando encontrar una caja fuerte llena de dinero y que, al no<br />

encontrarla, hubiesen creído oportuno asesinar a la familia entera por unos pocos dólares y<br />

una pequeña radio portátil.<br />

-Sin una confesión, no lograremos que los condenen -dijo-. Yo así lo creo. Y por esa<br />

razón nunca seremos lo bastante cautos. Ellos están convencidos que se han salido con la<br />

suya. Bien, no nos interesa que cambien de opinión. Cuanto más seguros y a salvo se sientan,<br />

antes lograremos cogerlos.<br />

Pero los secretos son una mercancía poco corriente en una ciudad de la extensión de<br />

Garden City. Todos cuantos visitaban el despacho del sheriff, tres estancias con escaso<br />

mobiliario, pero atestadas de gente del tercer piso de la Casa de Justicia, podían advertir un<br />

cambio insólito, un ambiente casi siniestro. El precipitado ir y venir, la agitada actividad de<br />

las últimas semanas, había desaparecido. Ahora una tensa inmovilidad reinaba en el local. La<br />

señora Richardson, la secretaria, persona muy abierta y práctica, había adoptado de un día<br />

para otro maneras sigilosas y andares de puntillas y los hombres para quienes trabajaba, el<br />

sheriff y sus colaboradores, Dewey y el equipo de agentes importados del KBI, se movían sin<br />

hacer ruido, hablando en voz baja. Eran como cazadores escondidos en el bosque temiendo<br />

que cualquier ruido o movimiento ahuyentara sus cercanas presas.<br />

La gente hablaba. El Trail Room del Hotel Warren, un café de Garden City que los<br />

comerciantes de Garden City consideraban su club particular, era un antro de conjeturas y<br />

rumores a media voz. Un ciudadano de los más destacados y eminentes, se decía, estaba a<br />

punto de ser arrestado. O bien alguien contaba que el crimen había sido obra de sicarios<br />

pagados por los enemigos de la Asociación de Cultivadores de Trigo de Kansas, progresiva<br />

organización en la que el señor Clutter había representado un papel importante. Una de las<br />

historias que circulaban, la más cercana a la verdad, se debía a un conocido comerciante de<br />

automóviles (que se negaba a decir de dónde la había sacado):<br />

-Parece que se trata de un hombre que trabajaba para Herb allá por el año cuarenta y<br />

siete o cuarenta y ocho. Un bracero de tantos. Parece que lo metieron en la cárcel, en la cárcel<br />

del estado y que mientras estaba allí le dio por recordar lo rico que era Herb. Así que cuando<br />

lo soltaron, hará cosa de un mes, lo primero que hizo fue venirse para acá, robar y matarlos a<br />

todos.<br />

Pero once kilómetros al oeste, en el pueblo de Holcomb, no se oía ni una alusión a la<br />

sensacional noticia, por la razón de que de un tiempo a esta parte, la tragedia Clutter se había<br />

convertido en tópico prohibido en los dos principales centros de chismorreos: la estafeta de<br />

correos y el Café Hartman.<br />

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