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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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Era pleno mediodía en el desierto Mojave. Perry, sentado en una maleta de paja, tocaba<br />

la armónica. Dick, de pie al borde de la negra superficie de la autopista, la carretera 66, tenía<br />

los ojos fijos en la inmaculada vacuidad como si creyera que el fervor de su mirada podía<br />

hacer que los automovilistas se materializasen. Pocos lo hacían y ninguno se paraba a recoger<br />

a los auto-stopistas. Un conductor de camión que se dirigía a Needles, California, se ofreció a<br />

llevarles, pero Dick declinó la oferta. No era la clase de «carruaje» que él y Perry querían. Lo<br />

que esperaban era algún solitario viajero con un coche decente y el billetero repleto: un<br />

desconocido que robar, estrangular y abandonar en el desierto.<br />

En el desierto el sonido suele preceder a la visión. Dick oyó las débiles vibraciones de<br />

un auto que se avecinaba, todavía invisible. Perry lo oyó también: se metió la armónica en el<br />

bolsillo, tomó la maleta de paja (ésta, su único equipaje, se combaba cediendo a la presión de<br />

los souvenirs de Perry a los que se habían sumado tres camisas, cinco pares de calcetines<br />

blancos, una caja de aspirinas, una botella de tequila, un par de tijeras, una máquina de afeitar<br />

y una lima para las uñas, el resto de sus efectos personales habían sido dejados o prestados al<br />

camarero mexicano o expedidos a Las Vegas), y se fue junto a Dick al borde de la carretera.<br />

Se quedaron observando. Por fin apareció el coche y fue creciendo de tamaño hasta<br />

convertirse en un Dodge sedán azul con un solo pasajero, y hombre calvo y descarnado.<br />

Perfecto. Dick alzó la mano y le hizo seña. El Dodge redujo velocidad y Dick obsequió al<br />

ocupante con una amplia sonrisa. El coche casi llegó a pararse pero no paró del todo. El<br />

conductor se asomó a la ventanilla y los miró de arriba a abajo. Evidentemente le produjeron<br />

una impresión alarmante. (Después de un viaje de cincuenta horas en autobús desde la Ciudad<br />

de México hasta Barstow, en California, además de medio día atravesando el Mojave, los dos<br />

auto-stopistas se habían convertido en dos polvorientos barbudos.) El coche aceleró la marcha<br />

y continuó a gran velocidad. Dick se llevó las manos a la boca en forma de altavoz y gritó tan<br />

fuerte como pudo:<br />

-¡Has tenido una suerte de mierda, puerco!<br />

Luego rió y se puso la maleta al hombro. Nada podía encolerizarle en aquellos<br />

momentos porque como más tarde mencionó «se sentía demasiado feliz de verse otra vez en<br />

su vieja y querida USA». De todos modos, otro hombre en otro coche aparecería por allí.<br />

Perry volvió a sacar su armónica (suya desde el día anterior en que la había robado en<br />

una tienda de Barstow) e hizo sonar las primeras notas de lo que se había convertido en su<br />

«música de marcha», una de las canciones favoritas de Perry que le había enseñado a Dick<br />

con sus cinco estrofas. Marcando el paso, uno al lado de otro, se balanceaban por la autopista<br />

cantando: «Mis ojos han visto la gloria del Dios que ha de venir; estaba destruyendo la<br />

vendimia de las uvas de la ira.”<br />

En el silencio del desierto, se lanzaban sus voces duras y jóvenes: -¡Gloria! ¡Gloria!<br />

¡Aleluya! ¡Gloria! ¡Gloria! ¡Aleluya!.<br />

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