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___Anonimo - Sabiduria Antigua

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Un día en que el estudiante trabajaba en la viña de la vida, cansado y abrumado pero lleno de<br />

fe y de paciente dedicación, el Maestro, que pasaba por allí, se detuvo a observar al<br />

estudiante en sus tareas. Éste cantaba durante sus faenas. Cada cosa que hacía estaba llena<br />

de amor y de sinceridad. La fe, la esperanza y la consagración eran sus herramientas. No<br />

estaba trabajando para sí mismo, sino para el prójimo y para Dios. A cada acto lo<br />

acompañaba una oración, en forma de consagración silenciosa a la obra de sus manos y a las<br />

meditaciones de su corazón dirigidas hacia el gran Espíritu invisible, en el cual vivía, se movía<br />

y el que sostenía todo su ser.<br />

Cuanto más pesada la carga, tanto mayor su alegría, pues estaba haciendo el bien. El Maestro<br />

vio estas y otras cosas. Pero el estudiante no se había dado cuenta de que el Maestro lo<br />

estaba mirando, pues el sudor la resbalaba de la frente y le nublaba la vista. El Maestro se<br />

acercó al estudiante y le dijo: "Deja ya tus tareas y sígueme". La viña desapareció, el polvo<br />

sucio cayó de las manos del trabajador, y por un momento residió en el espacio, mientras<br />

estuvo ante él la figura resplandecie nte de su Maestro. Cayó de rodillas a los pies del Maestro<br />

y besó el ruedo de su túnica. Y éste volvió a hablar: "Eres mi discípulo. Tú no me has elegido;<br />

yo te he elegido a ti. Has sido fiel en lo pequeño; ahora tendrás poder sobre cosas más<br />

numerosas y más grandes".<br />

Es de este modo que el discípulo es seleccionado por el Maestro y entra en contacto personal<br />

con Él, su benefactor cósmico. Cada Maestro tiene cierta cantidad de discípulos; usualmente,<br />

doce. Son sus hijos elegidos. Él se convierte en padre de ellos, y ellos lo abandonan todo por<br />

seguirlo. Del mismo modo en que nuestros padres y madres físicos nos traen al mundo físico y<br />

nos ayudan a formar aquí nuestro cuerpo, los Maestros nos hacen nacer a los mundos<br />

espirituales invisibles, y nos ayudan a formar nuestros vehículos ultra-físicos, de manera de<br />

que podamos actuar en esos mundos. En esto, el Maestro es padre y madre a la vez, y más<br />

aún; pues nos da un nacimiento eterno, mientras que nuestros padres materiales solamente nos<br />

dan nacimiento al mundo ilusorio.<br />

El discípulo no escoge a su Maestro; pero el Maestro llama a sus discípulos y éstos<br />

abandonando sus tareas lo siguen. Nadie, que no esté actualmente y activamente dedicado al<br />

trabajo de la viña de la vida, será llamado jamás a realizar las grandes tareas.<br />

Al ocurrir esto, se acaba para el discípulo la época de aprender en los libros. Llega la hora de<br />

la investigación personal. Ha sido aceptado; los mundos espirituales se centralizan en él y lo<br />

ayudan en toda manera posible. Podemos decir que los discípulos son los estudiantes<br />

esotéricos. Son los que, pesados en las balazas simbólicas, fueron aceptables. Llegaron al<br />

punto en que el ojo discernidor del Iniciado percibe su sinceridad y los acepta sabiendo que<br />

se pueden sobreponer a la falibilidad de sus errores.<br />

El Maestro, después de haber efectuado el examen personal del aura de los cuerpos de sus<br />

discípulos, les imparte instrucciones individuales en lo referente a la preparación que deben<br />

adquirir antes de poder ser admitidos en la Gran Escuela misma.<br />

Es el Maestro, el amado Guru, y sólo él, quien tiene el poder y el derecho de prescribir<br />

cualquier forma de ejercicios ocultos, tales como la meditación, la concentración, la

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